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La revolución geográfica de la época moderna, que va del siglo XV al siglo XVII, y que
ha quedado asociada a la llamada era de los descubrimientos fue una transformación
eminentemente empírica y artesanal. Este fenómeno vino acompañado de importantes
innovaciones científicas y adaptaciones tecnológicas; en la idea de elaborar una
descripción fiel y útil del mundo, echaron mano de viajes de exploración científica,
geografías descriptivas, nuevos métodos cartográficos y nuevas técnicas de navegación.
Además, forzó la colaboración entre hombres prácticos y teóricos; entre navegantes,
cartógrafos y constructores de instrumentos, por un lado; y cosmógrafos, astrónomos y
astrólogos por otro. Un piloto era en la moría de los casos un individuo de clase social
baja y sin educación formal que había probado suerte en el incierto mundo marítimo; todo
lo contrario de los que era un cosmógrafo o un astrónomo: hombre de clase social superior
y que en muchos casos accedían a una educación universitaria.
Estos mapas intentaban reflejar en ellos los textos sagrados y buscaban metáforas con las
que los cristianos pudieran identificar y comprender muchos de los fenómenos que les
rodeaban. Eran la representación de la visión teocéntrica medieval. Este “ideograma
geométrico” –la T dentro de la O– formó el centro de toda la producción cartográfica
medieval, al menos hasta la aparición y el desarrollo de las cartas portulanas, portadoras
de una visión radicalmente distintas. En la Baja Edad Media surgieron nuevos avances
técnicos en navegación, destacando nuevos tipos de barcos (la carabela o la carraca
desarrollada por los portugueses) y el uso generalizado de la brújula (que penetro en
Occidente hacia el 1200) [YA SE HABLARÁ DE ESTO MÁS ADELANTE], lo que
generó un nuevo tipo de carta náutica basadas en cálculos serios de la posición del navío
y la distancia entre los puertos. Estas se llamaban Portulanas (el que alcanza un puerto
seguro) ya que servían para la navegación entre puertos. Sus propietarios los guardaban
como si de un tesoro se tratase ya que además de permitirles llegar a puerto, les permitía
anotar descubrimientos, correcciones y cualquier cosa que les permitiese mejorar el
tránsito de mercancías y tropas por el mar
La referencia más antigua que se tiene del uso de un mapa portulano en alta mar, según
algunas fuentes históricas, viene del año 1270. Los portulanos solían dibujarse sobre
una vitela o pergamino muy fino. Los mapas que han llegado hasta nuestros días no
fueron concebidos para usarlos a bordo de un barco, ya que por las condiciones del mar
(salinidad, humedad…) hubiesen acabado en un estado lamentable, sino que eran regalos
de entre los poderosos de la época.
Como se puede observar en las dos imágenes anteriores, existen líneas que parten de un
mismo centro las cuales forman una compleja «tela de araña» en todo el mapa. Estas
líneas marcaban la dirección de los vientos en el mapa y el centro desde el que parten las
líneas se llama Rosa de los Vientos, los cuales eran ubicados a estima según la
experiencia de los marineros y los cartógrafos. De hecho, para la construcción de estos
mapas se usaba la misma brújula y la distancia medida «a ojo de buen
marinero», método que, aún pareciéndonos extraño en pleno siglo XXI, creaba una
cartografía que cumplía plenamente con su función. A esto se le acompañaba una serie
de líneas paralelas que permitían trazar rumbos o derrotas.
Al haber sido dibujado con brújula, el Norte dibujado es el Norte Magnético el cual
difiere del Norte Geográfico en lo que se conoce como la declinación magnética. Aunque
estos valores varían cada año, y dependen de la zona en la que nos encontremos en la
Tierra, en el Mediterráneo el valor de dicha declinación se mantenía constante (o con
una variación muy pequeña), lo que permitía navegar sin ningún tipo de problema
empleando la brújula. En 1492 Cristóbal Colón descubrió, navegando por el Atlántico,
la línea ágona( que el año pasado atravesaba Madrid, y que uniría los puntos en los
que el norte magnético coincide con el norte geográfico, puntos de declinación nula)
(, que marcaba el cambio de declinación magnética de valores positivos a negativos, lo
que fue el principio del fin de la navegación conforme a lo que se había estado
haciendo hasta la fecha.
PTOLOMEO
La importancia de la Geografía
La obra fue un modelo para los cartógrafos renacentistas y posiblemente también sea el
primer atlas conocido. Sentó las bases de la moderna cartografía introduciendo la
orientación de los mapas al norte y empleando la latitud y la longitud para situar un punto
en una carta, para lo que generó un sistema reticular de paralelos y meridianos distribuidos
regularmente.
Mar Caspio
La utilización de la proyección cónica, para intentar mitigar la diferencia que existe entre
la superficie esférica real y la representación de ésta en un plano en el papel, fue otro de
sus logros.
EL PROBLEMA DE LA LONGITUD:
INSTRUMENTOS:
MANUALES:
Tanto es España como en el resto de Europa los dos manuales de navegación más leídos
del S.XVI fueron el Arte de Navegar de Pedro Medina (1545) y el Breve compendio de
la esfera y del arte de navegar de Martín Cortés (1551). Pedro Medina fue una persona
destacada en los círculos cosmográficos de Sevilla, era parte implicada en el encendido
debate entre cosmógrafos y pilotos partidarios de diversos métodos náuticos y
cartográficos. Su libro gozó de amplia difusión -veinte ediciones en su mayoría francesa-
Los motivos que llevaron a Martín Cortes a escribir su obra fueron -de ello queda
constancia en la dedicatoria y en el prólogo- la ignorancia de los pilotos y su reticencia a
aprender los principios de la navegación astronómica, que podía hacer de su riesgoso
oficio una ciencia más fiable. Tanto Cortés como Medina insistían en la función
pedagógica de sus manuales, pero desde luego no eran obras asequibles para un piloto
estándar de la época, pues estos, si bien ostentaban un puesto privilegiado en la jerarquía
del barco, solían ser analfabetos y bastante indisciplinados. Los capitanes a menudo
carecían de formación náutica. La responsabilidad de guiar el barco competía al piloto,
cuya mejor herramienta era la experiencia (ser capaz de reconocer líneas costeras,
predecir tempestades, recordar la ubicación de bajíos traicioneros y calcular la velocidad
del barco con solo mirar el viento y el agua)
Aguja imantada que apunta hacia el norte. Las primeras brújulas consistían en una
simple barrita de hierro, en contacto con una piedra imán, que giraba sobre un eje e
indicaba la dirección norte. La barrita se introducía dentro de un recipiente con agua,
para que flotara y, al moverse con mayor libertad, la medición fuera más exacta.
Luego, la barrita se reemplazó por una aguja que podía girar sobre una rosa de los
vientos, marcando el norte.
Más tarde, esta aguja pudo mantenerse en equilibrio y girar con mayor precisión, aun
soportando los movimientos de un barco en el mar.
Para proteger las brújulas y poder utilizarlas con más comodidad, los navegantes solían
guardarlas en la bitácora, una especie de caja grande o armario ubicado en el puente,
una plataforma sobre un lugar elevado. Allí el timonel, es decir, el marinero que maneja
el barco, podía observar estos instrumentos sin dificultad e indicar la dirección correcta
a seguir.
CUADRANTE:
El cuadrante es un antiguo instrumento utilizado para medir ángulos en astronomía y
navegación. Se le llama así porque consiste en una placa metálica con forma de un cuarto
de círculo. El arco está graduado, y en uno de sus lados hay dos mirillas (para dirigirlo
hacia el astro deseado). Del vértice cuelga una plomada que indica la dirección vertical.
La lectura se obtiene a partir de la posición de la cuerda de la plomada sobre el arco
graduado. Entre sus aplicaciones se encuentran la de medir la altura de los astros, que es
el ángulo formado por el horizonte y la mirada que dirigimos al astro en cuestión y para
hallar la latitud. Los marinos lo usaban sobre todo para determinar la latitud a la que se
encontraban (midiendo la altura sobre el horizonte de la estrella polar o el del sol de
mediodía) y para calcular la hora (midiendo la altura del sol).
AMPOLLETA Y CORREDERA:
A partir del siglo XVI se utilizó una ampolleta más pequeña (de 30s. de duración)21 junto
con la corredera, que tenía un cabo enrollado con unos nudos que estaban separados
1/120 de milla, y como 30 segundos es 1/120 de hora, se podía establecer fácilmente la
velocidad a la hora en millas por hora.22 Para medir la velocidad (en nudos) del buque en
relación con el agua. El procedimiento era como sigue:
Un marinero manejaba la corredera y otro la ampolleta. El de la corredera la tiraba
por la popa y dejaba correr la primera parte para que se estabilizara en el agua. El
marinero iba dejando correr el cordel de la corredera dejándolo pasar libremente
por su mano y al escuchar el primer nudo cantaba "marca!". Al momento el de la
ampolleta la invertía y el tiempo empezaba a correr mientras el del cordel iba
contando los nudos según iban pasando dejando el turno al de la ampolleta para
cantar "marca!" a su vez, en el momento que había vaciado toda la arena,
entonces el del cordel lo asía fuertemente, medía la fracción entre nudos que había
pasado con el último marca! y cantaba (p.ej.): "cinco nudos y cuarto!"
La corredera tradicional española era una tablilla de madera con forma de arco gótico (por
lo que se llamaba "corredera de barquilla", ya que la forma asemejaba una barca) y
lastrada con plomo en su borde inferior para que flotase vertical en el agua. La corredera
anglosajona tenía dos lados rectos y el lado inferior curvo, de modo que asemejaba un
sector circular. Por lo demás, su uso y funcionamiento eran iguales. Iba sujeta en las tres
esquinas por tres cordeles que se juntaban a cierta distancia y que iban unidos al cordel de
la corredera que iba enrollado en un carretel que se podía sujetar de forma que girara
libremente, para medir la velocidad (en nudos) del buque en relación con el agua. El
procedimiento era como sigue:
ASTROLABIO