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INTRODUCCIÓN.

La revolución geográfica de la época moderna, que va del siglo XV al siglo XVII, y que
ha quedado asociada a la llamada era de los descubrimientos fue una transformación
eminentemente empírica y artesanal. Este fenómeno vino acompañado de importantes
innovaciones científicas y adaptaciones tecnológicas; en la idea de elaborar una
descripción fiel y útil del mundo, echaron mano de viajes de exploración científica,
geografías descriptivas, nuevos métodos cartográficos y nuevas técnicas de navegación.
Además, forzó la colaboración entre hombres prácticos y teóricos; entre navegantes,
cartógrafos y constructores de instrumentos, por un lado; y cosmógrafos, astrónomos y
astrólogos por otro. Un piloto era en la moría de los casos un individuo de clase social
baja y sin educación formal que había probado suerte en el incierto mundo marítimo; todo
lo contrario de los que era un cosmógrafo o un astrónomo: hombre de clase social superior
y que en muchos casos accedían a una educación universitaria.

Con la expansión atlántica de las monarquías ibéricas en el siglo XV los europeos


comenzaros a adentrarse en océanos de grandes dimensiones [Es importante tener en
cuenta en todo momento que toda esta actividad científica se justificaba únicamente por
el beneficio del estado, por los intereses imperialistas de la Corona española]; en este
contexto la cartografía náutica quedó supeditada con rapidez a la navegación de altura
(navegación oceánica a partir de latitudes observadas).

COSMOGRAFIA RENACENTISTA: PTOLOMEO

En la época de los descubrimientos la cosmografía renacentista seguía siendo una


disciplina joven, no se había refundado sino en el siglo XV, con el redescubrimiento de
la Geografía de Ptolomeo y la revalorización por parte de los humanistas de geógrafos
como Estrabón o Pomponio Mela. Antes del siglo XV (principalmente en la Alta Edad
Media) el mundo se representaba de manera simbólica y con una alta carga teológica en
los mapas de T en O o mapa Orbis Terrarum. En estos mapas las tierras y el océano
que las rodea tienen forma de O y los mares que dividen la tierra en los tres continentes
conocidos tienen forma de T (que además hace referencia a la cruz).
Este mapa aparece en una copia del S.XII de las Etimologías de Isidoro de Sevilla. Otros
mapas son:

Mediados del S.XV Mapamundi de Hereford S.XIV

Estos mapas intentaban reflejar en ellos los textos sagrados y buscaban metáforas con las
que los cristianos pudieran identificar y comprender muchos de los fenómenos que les
rodeaban. Eran la representación de la visión teocéntrica medieval. Este “ideograma
geométrico” –la T dentro de la O– formó el centro de toda la producción cartográfica
medieval, al menos hasta la aparición y el desarrollo de las cartas portulanas, portadoras
de una visión radicalmente distintas. En la Baja Edad Media surgieron nuevos avances
técnicos en navegación, destacando nuevos tipos de barcos (la carabela o la carraca
desarrollada por los portugueses) y el uso generalizado de la brújula (que penetro en
Occidente hacia el 1200) [YA SE HABLARÁ DE ESTO MÁS ADELANTE], lo que
generó un nuevo tipo de carta náutica basadas en cálculos serios de la posición del navío
y la distancia entre los puertos. Estas se llamaban Portulanas (el que alcanza un puerto
seguro) ya que servían para la navegación entre puertos. Sus propietarios los guardaban
como si de un tesoro se tratase ya que además de permitirles llegar a puerto, les permitía
anotar descubrimientos, correcciones y cualquier cosa que les permitiese mejorar el
tránsito de mercancías y tropas por el mar
La referencia más antigua que se tiene del uso de un mapa portulano en alta mar, según
algunas fuentes históricas, viene del año 1270. Los portulanos solían dibujarse sobre
una vitela o pergamino muy fino. Los mapas que han llegado hasta nuestros días no
fueron concebidos para usarlos a bordo de un barco, ya que por las condiciones del mar
(salinidad, humedad…) hubiesen acabado en un estado lamentable, sino que eran regalos
de entre los poderosos de la época.
Como se puede observar en las dos imágenes anteriores, existen líneas que parten de un
mismo centro las cuales forman una compleja «tela de araña» en todo el mapa. Estas
líneas marcaban la dirección de los vientos en el mapa y el centro desde el que parten las
líneas se llama Rosa de los Vientos, los cuales eran ubicados a estima según la
experiencia de los marineros y los cartógrafos. De hecho, para la construcción de estos
mapas se usaba la misma brújula y la distancia medida «a ojo de buen
marinero», método que, aún pareciéndonos extraño en pleno siglo XXI, creaba una
cartografía que cumplía plenamente con su función. A esto se le acompañaba una serie
de líneas paralelas que permitían trazar rumbos o derrotas.
Al haber sido dibujado con brújula, el Norte dibujado es el Norte Magnético el cual
difiere del Norte Geográfico en lo que se conoce como la declinación magnética. Aunque
estos valores varían cada año, y dependen de la zona en la que nos encontremos en la
Tierra, en el Mediterráneo el valor de dicha declinación se mantenía constante (o con
una variación muy pequeña), lo que permitía navegar sin ningún tipo de problema
empleando la brújula. En 1492 Cristóbal Colón descubrió, navegando por el Atlántico,
la línea ágona( que el año pasado atravesaba Madrid, y que uniría los puntos en los
que el norte magnético coincide con el norte geográfico, puntos de declinación nula)
(, que marcaba el cambio de declinación magnética de valores positivos a negativos, lo
que fue el principio del fin de la navegación conforme a lo que se había estado
haciendo hasta la fecha.

EL PROBLEMA DE LA DECLINACIÓN MAGNÉTICA: Llamamos declinación


magnética al ángulo que existe entre la dirección que marca el Norte geográfico, que
podemos determinar, por ejemplo, por la observación de la estrella polar, y la dirección
del Norte magnético que determinamos mediante una brújula.
El paso de cartas portulanas a cartas atlánticas de latitudes observadas, los intentos por
resolver el problema de la declinación magnética a través de cartas con dos o más escalas
de latitudes o la determinación de la longitud en el mar hicieron de las cartas de navegar
dispositivos cada vez más sofisticados. Llegaban a contener trazados geométricos, datos
matemáticos y astronómicos e información geográfica en un único soporte.

PTOLOMEO

Como ocurrió con muchas de las grandes obras de la humanidad, la de Ptolomeo no se


conoció en Europa hasta el siglo XIV, cuando algunos eruditos bizantinos comenzaron a
introducir copias de sus mapas y escritos. La edición que aquí se presenta es de 1478, que
contiene algunos de los primeros y más finos grabados en cobre, ya que no nos llegado el
original.
Geografía, reunió todo el conocimiento geográfico disponible en el mundo greco-
romano. Utilizó un sistema de cuadrículas para representar la latitud y longitud de unos
8000 lugares y los situó en un mapa que abarcaba el mundo conocido en el apogeo del
imperio romano. Tiene datos inexactos, atribuibles en parte al error en el cálculo del
tamaño de la Tierra, que él creía más pequeña de lo que realmente es. Los lugares más
alejados, como el continente asiático, no aparecen bien dibujados.

La importancia de la Geografía

La obra fue un modelo para los cartógrafos renacentistas y posiblemente también sea el
primer atlas conocido. Sentó las bases de la moderna cartografía introduciendo la
orientación de los mapas al norte y empleando la latitud y la longitud para situar un punto
en una carta, para lo que generó un sistema reticular de paralelos y meridianos distribuidos
regularmente.

Mar Caspio

La utilización de la proyección cónica, para intentar mitigar la diferencia que existe entre
la superficie esférica real y la representación de ésta en un plano en el papel, fue otro de
sus logros.
EL PROBLEMA DE LA LONGITUD:

Ptolomeo dedica amplios pasajes de su obra a enmendar inconsistencias que


apreciaba en las distancias longitudinales que sus fuentes aportaban tras viajes por
tierra o marítimos -problema que seguiría trayendo de cabeza a los geógrafos hasta
principios de siglo XIX, pues, si las latitudes se determinan en la superficie terrestre en
función de puntos de referencia “fijos” del firmamento (los polos celestes) [para esto se

emplea el cuadrante, como veremos a continuación], dependiendo sus intervalos


de la posición del sol al medio día, las longitudes solo pueden calcularse mediante lapsos
temporales. De esto se sigue que o se está en posesión de instrumentos que permitan medir
dichos lapsos temporales o se seguirá esclavo de la medición sobre el terreno y, por tanto,
no tendrá sentido plantearse el cálculo de longitudes. Para Ptolomeo la mejor manera para
calcular los lapsos temporales eran los eclipses lunares, ya que permiten establecer la
distancia longitudinal entre dos puntos dados del globo terráqueo desde los que sea
visible, porque, como se produce a la misma hora sideral en ambos, si dos observadores
anotan sus horas locales respectivas al ocurrir el fenómeno y se resta de una la otra, el
resultado coincide con la diferencia entre las longitudes de los puntos en cuestión -
equivaliendo una hora a 15 grados-
Ptolomeo aconsejaba a los aspirantes a cartógrafo incluir en los mapas accidentes
geográficos descritos por fuentes fiables aún si no venían acompañadas de coordenadas
fundamentadas astronómicamente. El mapa era la herramienta con la que determinar la
coherencia matemática de un relato y era el mejor modo de organizar grandes cantidades
de información. La información recogida por los navegantes servía para conseguir una
representación del mundo más exacta, corrigiendo errores y descubriendo nuevos
territorios.

INSTRUMENTOS:

MANUALES:

Tanto es España como en el resto de Europa los dos manuales de navegación más leídos
del S.XVI fueron el Arte de Navegar de Pedro Medina (1545) y el Breve compendio de
la esfera y del arte de navegar de Martín Cortés (1551). Pedro Medina fue una persona
destacada en los círculos cosmográficos de Sevilla, era parte implicada en el encendido
debate entre cosmógrafos y pilotos partidarios de diversos métodos náuticos y
cartográficos. Su libro gozó de amplia difusión -veinte ediciones en su mayoría francesa-

Los motivos que llevaron a Martín Cortes a escribir su obra fueron -de ello queda
constancia en la dedicatoria y en el prólogo- la ignorancia de los pilotos y su reticencia a
aprender los principios de la navegación astronómica, que podía hacer de su riesgoso
oficio una ciencia más fiable. Tanto Cortés como Medina insistían en la función
pedagógica de sus manuales, pero desde luego no eran obras asequibles para un piloto
estándar de la época, pues estos, si bien ostentaban un puesto privilegiado en la jerarquía
del barco, solían ser analfabetos y bastante indisciplinados. Los capitanes a menudo
carecían de formación náutica. La responsabilidad de guiar el barco competía al piloto,
cuya mejor herramienta era la experiencia (ser capaz de reconocer líneas costeras,
predecir tempestades, recordar la ubicación de bajíos traicioneros y calcular la velocidad
del barco con solo mirar el viento y el agua)

AGUJA NÁUTICA: aguja de marear o simplemente compás

Aguja imantada que apunta hacia el norte. Las primeras brújulas consistían en una
simple barrita de hierro, en contacto con una piedra imán, que giraba sobre un eje e
indicaba la dirección norte. La barrita se introducía dentro de un recipiente con agua,
para que flotara y, al moverse con mayor libertad, la medición fuera más exacta.

Luego, la barrita se reemplazó por una aguja que podía girar sobre una rosa de los
vientos, marcando el norte.
Más tarde, esta aguja pudo mantenerse en equilibrio y girar con mayor precisión, aun
soportando los movimientos de un barco en el mar.

Para proteger las brújulas y poder utilizarlas con más comodidad, los navegantes solían
guardarlas en la bitácora, una especie de caja grande o armario ubicado en el puente,
una plataforma sobre un lugar elevado. Allí el timonel, es decir, el marinero que maneja
el barco, podía observar estos instrumentos sin dificultad e indicar la dirección correcta
a seguir.

CUADRANTE:
El cuadrante es un antiguo instrumento utilizado para medir ángulos en astronomía y
navegación. Se le llama así porque consiste en una placa metálica con forma de un cuarto
de círculo. El arco está graduado, y en uno de sus lados hay dos mirillas (para dirigirlo
hacia el astro deseado). Del vértice cuelga una plomada que indica la dirección vertical.
La lectura se obtiene a partir de la posición de la cuerda de la plomada sobre el arco
graduado. Entre sus aplicaciones se encuentran la de medir la altura de los astros, que es
el ángulo formado por el horizonte y la mirada que dirigimos al astro en cuestión y para
hallar la latitud. Los marinos lo usaban sobre todo para determinar la latitud a la que se
encontraban (midiendo la altura sobre el horizonte de la estrella polar o el del sol de
mediodía) y para calcular la hora (midiendo la altura del sol).

AMPOLLETA Y CORREDERA:

A partir del siglo XVI se utilizó una ampolleta más pequeña (de 30s. de duración)21 junto
con la corredera, que tenía un cabo enrollado con unos nudos que estaban separados
1/120 de milla, y como 30 segundos es 1/120 de hora, se podía establecer fácilmente la
velocidad a la hora en millas por hora.22 Para medir la velocidad (en nudos) del buque en
relación con el agua. El procedimiento era como sigue:
Un marinero manejaba la corredera y otro la ampolleta. El de la corredera la tiraba
por la popa y dejaba correr la primera parte para que se estabilizara en el agua. El
marinero iba dejando correr el cordel de la corredera dejándolo pasar libremente
por su mano y al escuchar el primer nudo cantaba "marca!". Al momento el de la
ampolleta la invertía y el tiempo empezaba a correr mientras el del cordel iba
contando los nudos según iban pasando dejando el turno al de la ampolleta para
cantar "marca!" a su vez, en el momento que había vaciado toda la arena,
entonces el del cordel lo asía fuertemente, medía la fracción entre nudos que había
pasado con el último marca! y cantaba (p.ej.): "cinco nudos y cuarto!"

La corredera tradicional española era una tablilla de madera con forma de arco gótico (por
lo que se llamaba "corredera de barquilla", ya que la forma asemejaba una barca) y
lastrada con plomo en su borde inferior para que flotase vertical en el agua. La corredera
anglosajona tenía dos lados rectos y el lado inferior curvo, de modo que asemejaba un
sector circular. Por lo demás, su uso y funcionamiento eran iguales. Iba sujeta en las tres
esquinas por tres cordeles que se juntaban a cierta distancia y que iban unidos al cordel de
la corredera que iba enrollado en un carretel que se podía sujetar de forma que girara
libremente, para medir la velocidad (en nudos) del buque en relación con el agua. El
procedimiento era como sigue:
ASTROLABIO

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