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Reinaldo Arenas

ARTURO, LA ESTRELLA
MAS BRILLANTE
Reinaldo Arenas
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, ,'ARTURO, LA
1ESTRELLA MAS
BRILLANTE

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MONTESINOS
Visio Tundali/Contemporáneos

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A Nelson, en el aire.
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~0 Rcinaldo Arena:;, 1984


Edición propiedad de Montesinos Editor, S. A.
Ronda San Pedro, ll, 6" • 080!0. Barcelona
Diseño de la cubierta: Javier Aceytuno
ISBN: 84-85859-96-0
Depósito Legal: B. 41658- 1984
Imprime: lmprimcix. Eduard Maristany, 100. Badalona (Barcelona)
Impreso en E:;paña
Printrd in Spuin

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"He visto un lugar remotísimo habitado
por elefantes regios", había escrito hacía unos
años, no muchos, cuando aún pensaba que
un grupo de signos, que la cadencia de unas
imágenes adecuadamente descritas, que las
palabras, podrían salvarlo... y ahora hizo
descender los elefantes y depositó sus grandes
figuras palpables y apacibles al final de la
extensa llanura, donde comenzaba su gran
obra; porque si era cierto que ya antes se
había ejercitado, si desde hacía mucho tiem-
po no desperdiciaba un solo minuto libre sin
dedicárselo a la construcción de un árbol
gigantesco, de una piedra de matices cam-
biantes, de unas aguas sin centinelas, de un
rostro, era ahora realmente cuando todos esos
esfuerzos tomaban una coherencia suprema,
se encaminaban hacia un fi!!,PS<..J,tc;;gtp y orde-
nado, único y grandioso; así se orientaban
misteriosamente las ideas, llegaban, eran se-

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leccionadas, eran rechazadas las imágenes tales, destrezas tales que t~J~~E~S:iSt que se
simples o repetidas, feas o tristes que diaria- hubiese independi:z!!:<::l2.Qy}X~.~!2.g~.§l:L§.<:r, de
mente tenía que contemplar y que segura- su' organismo;··d~ sus instrumentos ne~esarios
mente ellos, los otros, los demás, todos, se las para manifestarse, de, incluso, s_u propio cere-
lanzaban contrª- ·-;;g memoria
~,~--~'--
···-·...
o su.,, .ilusión
---~--··· -·.. '
____ - ._--~ -
bro· era como si alguien, él mismo, pero no
él ~stuviese haciendo gestos inconcebibles,
' -- ···-·- -"'"''''-•·

siempre para joder, siempre para joder, que-


riéndole estropear su obra, queriendo inte- pfovocando un llanto, una alegría, una pleni-
rrumpirlo, queriendo confundirlo y perderlo, tud, desgranando ante un auditorio síh ~iem­
reducirlo, enmarcarlo a sus estúpidos razona- po- un ritmo, una canción, una melo_dra, la
mientos, a sus mezquinas concepciones, al única, la exquisita, la que todos siempre
mundo, a su mundo (el mundo de ellos)\ a la habían soñado, habían esperado secretamen-
vida, a sus a§,g~&~!".Q~,@,Yi~~s; pero todos sus te aterrorizados y felices, y él se veía otorgan-
razonamientos, todas sus fuerzas y hasta sus do aquellas maravillas, el viéndolo a_?J.... Y
gestos, todo su organismo y sus intenciones, tuvo casi terror al pensar que también él
todos sus sentidos estaban tensos, limpios, podría ser uñmsfiutP:~~to,un si.ñrp1ea~~ef~c­
alertas, listos, dispuestos a asimilar y a recha- to, y que la gran melodía, la gra~ ~reacwn, la
zar, a aprovechar y transformar, a sacrificar, óbra, surgía, surgiría; estaba alh, mexorable,
en función de la gran obra que por ellos fluía; y que sencillamente lo utilizaba, como pu_d?
y ya él sentía de nuevo, de nuevo, aquel haber utilizado a cualquier otro, como utili-
escozor nunca antes (antes) sentido y sin zaba también a sus intérpretes, a los que
embargo, sin saber por qué, conocido, era un contemplaban, para situarse, par~ manifes-
cosquilleo, una pululación, era como si de '#' , tarse :para dar testimonio, de tiempo en

pronto lo estuviesen levantando lo alzasen . V'tJ ·:;;, tiein~Ó, de una . invariable, inexpugnable,
flotase (otra vez, otra vez), y en ' ese espacio' \Ji 3 ~ eternidad, ahora, en este preciso momento,
sin atmósfera, él ascendía, él ascendía, ascen- e. '
"'(1. e~
valiéndose de un sencillo, ignorante, mensa-
día conducido, liberado por los impulsos de . jero, que el excesivo espanto, y tamb~én el
su genio que él veía adquirir dimensiones "' azá.r) habían determinado que fuese el... y
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secretamente sintió que aún en el momento hojas de maguey, remedando minifaldas con
más sublime de su existencia, el momento sacos de yute hábilmente sustraídos de los
que la justificab~t.,__ aún entonces, aún ahora almacenes custodiados, y en la noche confun-
, . /" -... '
segura siendo ryíctirna
···-· ··-'-'···-
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--·- ··-
de una
-·---·
estafa
'-- ---' era un diendo sus insatisfacciones, chillando, soltan-
esclavo; pero acaso, lno podfíaii ser ellos do su estúpida jeringonza, sus estúpidos ade-
·q_'lúenes ahora se empecinasen con su típica manes exhibicionistas, sus máscaras que ya
tenacidad malévola, única tenacidad auténti- de tanto usarlas .habían pasado a ser sus
camente humana, en introducir en su cerebro propios rostros ... lquién, allí,. po~. unos ins-
aquellas maquinaciones? ellos, con sus infini- tantes se detenía y pensaba?, &quien aprove-
tas conversaciones inútiles, ellos con sus ges- chaba las cada vez más escasas oportunidades
tos excesivamente afeminados, artificiales, para salir corriendo, para huir? ... gracias pues
grotescos, ellos rebajándolo todo, corrom- a ellos ( a "ellas") había elegido hacerse
piéndolo todo, hasta la auténtica furia del que superior, o tambien podían ser los otros
padece el terror, hasta el abusado ritual de las (había establecido tres categorías: ellos, l?s
patadas, los culatazos en las nalgas, las bofe- otros y los demás), los otros, los que estan
tadas; hasta la ceremonia de un fusilamiento déSpl.iésde-eií~s, los que vigilan, los que se
se convertía, se transformaba para ellos en un consideran superiores, elegidos, puros, los
aj~treo de palabras rebuscadas, de poses y que se vanaglorian, sin ser excesivamente _
chistes de ocasión; ellos, reduci~ndo la di- cierto de no haber tenido, de no tener rela-l
>flmens!911_ ~<t~latra~4ia, de 1;-~(e~~-t~agedia cione~ más que con hembras, jebas de grandes
··del SQ_~~tiJE~~!1to, de su eterna desgracia, a la tetas, así, así, mujeres de grutas sup~rante_s,
simple estridencia de un barullo, enarbolan- bollos que al ser penetrados y dar testimomo
do el choteo, la risa, el marcado aleteo de las público del acontecimiento, los otros Y tan:-
pestañas, la mueca, la mano como ala, la bién los demás (todos extremadamente exhi-
parodia
. . vulgar de alguna danza clásica·' ellos bicionistas) les otorgaban como un vo:o. de
pmtandose el rostro con lo que apareciese confianza, un puesto más elevado Yel pnv~le-
. . '
Improvisando pelucas con flecos de yagua y gio de ofender; sí, también podían haber sido
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los otros, los superiores, los de uniforme, los fuertes, más reales, que el mismo ~error.··. aún
que ahora tienen el mando, las armas, una no había nadie, no llegaba nadie, nadie lo
misma jerga (otra jerga también aborrecible), había aún descubierto, no se escuchaban las
i Yel ~ransporte y todos los jepps, automóviles, voces de las maricas en las celdas, o en el
& camwnes, guaguas y motocicletas verdes barracón o en el campo de trabajo, las afecta-
igual que sus ropas, podían haber sido ésos' das voces siempre delatando, llamando, tra-
los jefes, ? los delegados de los jefes, peores: tando de impedir que él finalizase alguna
los q~e VIOlentos se rascaban los testículos y construcción urgente -un parasol irrepetible,
les gntaba a ellos "maricones, corran", los algún recodo único-, tampoco los s?ld~dos lo
que lo hubiesen conminado a elegir hacerse buscaban todavía, pensó que tendna tiempo,
superior, Dios; y también la inutilidad de que tenía el tiempo; en 5;:.!:-"as ocasiones al-
todos los esfuerzos anteriormente ensayados, guien, un intruso, nunca(él~}el que es?eraba,
de todos los inútiles y desesperados artificios llegaba antes de que él pudiera termmar ~n
para sobrevivir, habían agudizado su poder ventanal o darle color a las aguas de un no,
de selección, de olfato, su miedo, y ahora, no pero ahora, hoy, había sabido el~gir ell~gar,
cabía duda, había llegado el momento de la había sabido escaparse, correr sm ser VISto,
gran identificación, del verdadero encuentro, había sabido burlar la guardia, abandonar el
Y todo el agobio y el sinsentido de una campo y situarse, instalarse, no como antes:
existencia superficial primero, esclavizada cerca y por poco tiempo, sino lejos Y ~~lo,
después, inútil siempre, se borraba, termina- independiente, solo hasta que él, el exqu~slto,
ba, ante aquella inmensa explanada donde él llegara, solo solamente hasta que term~n~se
había terminado ya de situar los elefantes y la gran construcción para que él, el exqm~lto,
ahora configuraba un rosal, pues lo real se se quedara finalmente; había s~bido _elegir el
d_ijo, o intuyó, esparciendo un gajo, osc~re­ sitio, huir, y, por ahora, era Imposible que
ciendo un follaje, creando un nuevo matiz ellos, y los otros e inclusive los demás, los que
(, '"~, no está en el terror que se padece sino en la~ estaban en distinto infierno, en pueblos y
invenciones que lo borran, pues ellas son más ciudades, y vestidos de civil caminaban bovi-

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nos, temerosos y casi agradecidos por las impasible, sobrio, seguro, superior, allí plan-
a~eras custodiadas, la inmensa mayoría, pu- tado al parecer para la eternidad, sin dejar de
diesen llegar a molestarlo, y tenía tiempo; de observar y de vigilar, de vigilarlo a él, a
modo que de haberlo querido, Arturo hubiese Arturo, se rascaba lentamente los cojones, en
podido otorgarse a sí mismo el bíbJi¡;o lujo homenaje a él, a Arturo, y él, empapado, sin
<!~J,1J1. d~§J;;<!I;l§,()J!E!~.s.d~.fQll!in uar su fabulosa dejar de manejar el machete, sus pies provo-
creación ... pero no había tie~po ..quep~;der cando remolinos de fuego al pisar, al hacer
Y allá, cerca de los elefantes, hizo surgi; crujir, al hundirse y hacer crepitar las hojas
grandes columnas que soportarían jardines y secas, miraba rápido aquella figura fuerte,
11 plantada e impasible que seguía repitiendo,
elevados salones donde él y él )habrían de
pasearse ... lejos, un pequeño sendero, escolta- :: como inconsciente, instintivamente, como
do por yerbas amarillas se deshace en la arena para nadie, como sin ninguna intención o
Yes el mar, el mar y la playa que se comuni- finalidad, el ineludible ademán, y los pies en
carán con el castillo por túneles y pasadizos el torbellino, crujiendo, y el sol reverberando
~nlos~dos Y húmedos, luego altas veredas sobre la plantación, y el golpe seco de su
mvadidas por el perenne efluvio de las flores guámpara, de todas las guámparas, abriendo,
Y al ~onstruir sobre aquellas arenas la gra~ cortando, mientras el sudor rodaba por el
escalinata que conduciría a los miradores del cuerpo, entonces, Arturo trataba de entregar-
traspatio ,real.' Arturo sonrió... al principio se sólo al crujido, a los golpes bajo el sol, a
todo habm Sido tan horrible, todo era tan las largas disquisiciones sobre si hoy traerán o
claro Y grotesco, tan evidentemente intolera- no el agua, y a la fija mirada y al irresistible
ble, las ~~laciones con aquell~ic_ones gesto del soldado, convertirse, ser como ellos,
P(~~s ('::mª.ric;g!l~§;.:,c;§fug"'f.Ji:;r le gritaban ser sólo un animal manso o agresivo por las
ellos), la hora de la comida, la terrible hora cosas más insignificantes, ya sin recuerdos ni
?el baño Y el trabajo al sol, las interminables esperanzas para las cosas importantes (¿qué
JOrnadas en el cañaveral cortando, mientras a es, qué era realmente importante ya?), habi-
un extremo de la guardarraya, el soldado, tando un presente superficial y conminatorio

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-pasando, pasando-, pero por mucho que se resplandor forma espejismos chillones, junto
aplicase a éstos infiernos, siempre le llegaba a un fanguero, en la distancia, él creía distin-
en medio del estruendo de cucharas y platos guir el extremo de un gran corredor, y por las
de lata o restallando en la claridad y el mañanas, al despertar, siempre confundía por
meneo, el rumor bajo y acompasado de una unos instantes la jeringonza de los cocineros
mata de ceiba, de la mata de ceiba, aquel del barracón con la_..YQz,insustituibk...de.Ja.
~

mar. .. otras veces, al remover la tierra para madre; pero siguió aplicándose al trabajo,
extraer una caña doblada, Arturo sentía el e-;rt!añdo, como todos, en el baño a la hora
olor de la mata de cerezas, allá, en primavera, reglamentaria, parodiando las ridículas letras
subiéndole hasta el rostro; la humedad, el de las canciones populares declamadas por
brillo de las hojas, a veces un pequeño, todos ellos, y en la barraca, a la hora de gritar,
diminuto, casi invisible insecto de coraza así, con voz de soprano histérica, era él quien
púrpura, de insólitas antenas violetas, lo tras- más alto lo hacía, a la hora de modelar en las
ladaba, lo transportaba y depositaba en el fiestas prohibidas y perseguidas por los solda-
sitio donde confluían y partían todas las dos que participaban en las mismas como
memorias, todos los olores y sonidos y cuer- entusiastas espectadores, era él, ya, quien
pos disfrutados, todo lo que antes, al ser, no llevaba siempre la falda más escandalosa,
había sido más que un acontecimiento coti- quien más se pintarrajeaba, quien ostentaba
diano, un acto natural inconscientemente la peluca más estrambótica, y quien cantaba
ejecutado a veces casi con hastío que se al final el cuplé más provocativo con su
cubría ahora de un esplendor, de una gracia, evidente sentido obsceno reforzado por ade-
de una belleza, de un don, que la distancia se manes, pestañeos, miradas y visajes, y luego
encargaba de amparar, agrandando ... no ha- de la fiesta, el mismo soldado que lo vigilaba
bía salida, y por mucho que tratase de cam- en el corte le otorgaba el mismo gesto, y los
biar, de aceptar, de estar allí, aquí, en el dos se adentraban en el cañaveral; Arturo se
nuevo infierno: detrás de un tanque vacío dedicaba minuciosamente a provocarle el
detrás de una carreta, en el camino donde el plac.er, y sin embargo, aún cuando sentía la

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¡,
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¡:·¡
violencia y el goce de aquel cuerpo desaho- taba el infierno, y que no había otra cosa;
gándose en su cuerpo, en su memo.ria",JlO
~"""'=-.,.,_,..,...,.,.,~-
<j:)ex?aún entonc(!s, p~roaún ~ntonces>, q~eda­
alcanzabaa r111blarse la enredadera del corre- ban los árboles, algun refugro, los demas, y,
dor ni las r~,~~;b~;;~i~;;:~;y'h~~¡:~;;r;;rft!me luego, estar solQ,. di§fnt1ªJ,.de.,Ja_,?,91~gad,
de-sús millones de flores instalándose en el aunque <ya supiera,caunque ya Sl:!P}~[<l·'· el
techo de la casa .... había un funeral, había un soldado, como siempre, culminó con un reso-
funeral,y él, vestido de blanco, delante, presi- plido, y como siempre, retirando el cuerpo le
diendo la comitiva; el solo detrás del carro dijo espera, no salgas hasta que yo no ha~a
negro que gracias a la influencia de su herma- entrado en el campamento ... parques, tema
no Armando pudo llegar hasta aquel sitio, y que haber parques, parques inme~sos Y som-
ahora recordaba mjnt>Ciosamente todo aque- breados replegándose hasta el honzonte, par-
llo y aun era mil~J~~J}que en el momento en ques donde por las tardes el sol proyecta~e las
que ,§1!9~siiÓ-pues ya' eracóñt:~amfento no esbeltas siluetas de las palmas fragment~ndo­
estaba contaminado por los tncidentes del se en las fuentes cuyas líquidas exhalaciOnes
n:~msa:tto,-por.su'acHtud inm;;clura y exhibi- formarían siempre incesantes contornos, de
cionista -todo de blanco, todo de blanco-, modo que quien las viera de lejos podría
sino por el hecho esencial puramente evoca- descubrir en ellas cualquier figura anhelada,
do, vuelto a padecer, libre de escorias; seguía parques rodeados de c~nteros, _montículos
caminando tras aquel artefacto brillante que olorosos senderos que bren podnan no con-
transportaba los restos chamuscados, aquella ducir a 'sitio alguno, árb()les gigantescos de
especie de horcón tiznado, de la única perso- raíces aérea;;__,que formarían vastas techum-
na que lo había querido hasta el punto de bres dondé él,)el otro, seguramente se deten-
haberle dado muerte de no haber sido por un dría a esperarlo, parques con recodos do~~e
error de cálculo y el mal estado del arma; el hay un banco y un árbol mustio que servr~r.a
carro fúnebre siguió avanzando y él serio, en las tardes en que para mantener el eqmh-
ridículo y triste, suficientemente lúcido, gra- brio nos hace falta un poco de melancolía, Y
cias a la tristeza, para comprender que habi- toda la explanada se fue cubriendo de aque-

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llas extensiones rumorosas, y espejeantes ... el despreciara, aunque, realmente, al principio,
carro fúnebre siguió avanzando, y él, detrás, y entonces, el cambio había sido tan violento
detrás los hermanos (y luego los pocos cam- que a Arturo le fue imposible tener concien-
pesinos que se atrevieron a acompañar a la cia del mismo; al principio, igual que acá,
Vieja Rosa en su ultimo viaje); inmediata- igual que ahora, no era el estruendo de los
mente qué regresaron abandonaron el barrio vehículos lo que lo despertaba, sino el chas-
Armando dispuso de su traslado, el de Artu~ quido de la roldana manejada por ella, La
ro, para el pueblo, de su albergue en un sitio Vieja Rosa, allá abajo, junto al pozo, pero
adecuado, de su vida y de su futuro, todo esto poco a poco desc11brió que es fáfi.!.inJxgr{l-rse,jt,j.,
a cualqmer · rea' l"d " · •ome· ·
1 au,.stt:Jll.llre.,.Q..~~-,.•-~--~
sin mirarlo de frente, con un aire de superio-
ridad, de indiferencia, de desprecio o de asco; en serio, siempre que secr!!tªJ1l~l.1J~s_e despre-
Rosa lo había abrazado varias veces, pero no ci.;:~yque en cualquier sitio hay .9J:l?!!1l!!idad
era a él a quien había abrazado, no era que para f:>íirdersl ..un pino de navidad, uno de
lo abrazase por ser él, Arturo, sino por ser el esos g~~d~~ pinos que sólo crecen en las
único que en esos momentos estaba disponi- regiones que él nunca conocería, en climas
ble Y se podía abrazar justificadamente; Ar- (así lo creía él) hechos para hablar y pasearse
mando se perdía ya por las cooperativas y El lentamente, en los climas (así lo creía él)
Negro, como le decían todos al marido de hechos para la sonrisa y no para el sudor, en
Rosa, parecía siempre estar furioso y como los grandes climas donde (de eso estaba segu-
huyéndoles -sobre todo a las miradas recri- ro) las nobles, las bellas cosas germinaban y
minatorias y ofendidas de los campesinos-; y crecían progresivamente; y el pino gigantes-
Arturo dejó que la hermana pusiese su cabeza co de sedosos filamentos, se irguió en la
'
explanada -más adelante él y él adornarían
entre sus hombros y lo llamase por su nom-
bre, Y llorara, y dejó que el hermano lo sus ramas, danzarían bajo el follaje... su
conduciese a una "pensión de familia" (así primer refugio fueron las bibliotecas, por eso,
decí~ el letrero), y le diese dinero, y lo
seguramente, su primer consuelo, su primera
matnculase en una escuela y le ordenara y lo estratagema, fueron las palabras; extasiado se

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paseaba por las galerías repletas de estantes de aventuras inconclusas, de conversaciones,
repletos, estiraba una mano y extraía un de encuentros y relaciones inconclusas, era el
libro; nunca lectura alguna superó aquel mo- ver la rapidez con que todo, hasta las mismas
mento, el placer de aquel momento, el miste- calles, hasta los mismos rostros, hasta el
rio de aquel momento en que la mano toma- tiempo, se iba deteriorando, cuarteando,
ba el libro seleccionado pero aún sin abrir rompiendo, erosionando día tras día Y cada
poco a poco fue integrándose, confundiéndo-' vez más, una semana era un cine cerrado,
se, dejándose llevar por el nuevo ambiente· otra otro producto racionado, otra, un esta-
alh,' en el salón de música de la biblioteca' blecimiento clausurado, en un mismo día
había un grupo de maricas jóvenes, siempr~ todos los árboles de la calle talados sin expli- 1

,, caciones, sin contar con nadie, Y la claridad :¡


' ¡;
como en actitud de alerta, que en cuanto lo
v~eron quisieron captarlo, Arturo, al princi- que descendía a la vez que faltaba el agua, Y
PIO se resistió refugiándose en los estantes o la claridad que también se iba haciendo cada
haci~ndose el desconcertado los evadía, p~ro día más claridad, pues, al principio ¿había esa
algmen, pero algo por encima de sus gestos horrible luz filtrándose por la ventana de su
. ' cuarto?, ¿al principio había ese cielo desga-
por encima de sus defensas y de sus huidas lo
traicionaba o sencillamente se _iE!l~PPIܪ~omo rradoramente claro, ese sol insolente, aque-
S\!-3~~J:dadex.!L~~.~~sti.9.ón: como ellos, como llos mediodías?, ¿no eran entonces, antes, las
ellos; como ellos, como nosotros, le decían tardes un poco más lentas, menos sofocan-
también ellos, e, inevitablemente, fue como tes?, ¿no erala gente un poco más silencios~?,
ellos: las largas madrugadas por los lugares ¿no tuvo a veces el oscurecer?; algo se pudna,
más insólitos de un~ cil!pad hacia las ruinas algo, indiscutiblemente, se había corrompido
llegaron; sí, aún había cabarets, 'caféte~f~s, y se pudría, ¿algo?, itodo!, todo se pudría, algo
en las innumerables madrugadas inútiles, ya
algunas fiestas, hasta hubo un carnaval, pero
J\.r:t~o notaba que casi todos hablaban en . de regreso, después de haber tenido algún
tÍ?~~~~~ y quizás lo que más le sorpr~~dÍa (y encuentro furtivo, rápido e incompleto a la
hasta le fascinaba) dentro de aquel torbellino entrada de una escalera, en peligrosos zagua-

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nes, en el baño de un solar al parecer deshabi- anunciaron el acontecimiento (el pianista era
tado, algo le decía que todo se estaba pudrien- soviético) y todas las maricas desde por la
do, y también tu vida, y también tu juventud tarde comenzaron a preparar sus atuendos,
y también todos, todo; y la claridad, aún en Arturo también participó en aquellas cere-
la oscuridad, y el miedo, subían, subían ... monias; media hora antes de comenzar la
pero la madre, alta, autoritaria, firme, estaba función entraron en la platea del teatro,
allí, vigilando en la sombra, en la poca Arturo vio las espaldas de los jóvenes, firmes
sombra, ordenando, mencionándolo, ayu- y amplias, seguras e instaladas, distintas a las
dándole a desvestirse, la madre tendiéndole de los que lo acompañaban a él, a la suya
la cama, ¿acunándole?, ¿cantándole?, como misma, espaldas, cuerpos manos que se ubica-
" t nunca antes, f_ümo
·-·-·~~-~-r·-~......--~ ---·--······~-
nunca antes ' ¿estaba? ¿no ban simples y firmemente, al amparo de una
: ~:
estaba?, ¿estaba?, y- se- --'" .. -----·
dormía, finalmente, seguridad, de-una tradición, de una ley: ~ue
presintiéndola... ¿pero no eran necesarios di- a él a ellos, los excluía, las mujeres exh1b1an
ques? ¿grandes y sólidos embalses, elevados un;s rostros blancos, casi dulces, insólitos
diques a un costado de sus extensas regiones?, para nuestro clima, y todos parecían fluir
altos diques que culminaran en altos pasadi- bajo las discretas luces que iluminaban d:sde
zos protegidos por varandales, junto a los el techo· ocuparon sus sitios, tranqmlos,
' " .
cuales, ellos, los dos, abrazados, se asomarían como transformados, finalmente la ilumma-
al abismo, diques donde aguas verdosas y ción fue disminuyendo, los amigos en torno a
profundas golpearían siempre; y a un costado Arturo controlaron sus revuelos y las cortinas
de la gran explanada levantó los diques, y las del teatro se descorrieron para hacer visible
aguas al fluir sobrepasaban en hecatombe la orquesta con su director; lentamente la
serena los amplios bordes permitiendo que música comenzó a invadir el recinto, la músi-
sobre ellas reposasen grandes flores lujosas ca colmó los espacios y el tiempo cubriendo
blancas, abiertas como sombrillas al revés .. : de nobleza, de un raro prestigio, los cuellos
esa noche, o aquella noche, o una noche, 0 de los espectadores, la música parecía rozar
la noche, hubo un concierto, milagrosamente sus manos, fluir lenta por su cuerpo, alzarlo,

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llevarlo a un sitio, a otro; la música tomó a pnswn estricta y asfixiante que se reducía
Arturo suavemente, lo sacó de la silla y cada día, una descomunal estafa, un terror
apaciblemente, descorriendo los cortinajes, incesante, pero no había llorado, y era ahora,
los depositó junto a una torre, en un cantero, aquí en medio de toda aquella muchedumbre
en una tarde, junto a la mata de pensamiento apacible y fluyendo, escuchando, cuando, de
chino y la zarzarosa florecida del jardín junto súbito, comenzamn a brotarle las. lágrimas, y
al corredor, la música ... antes Arturo había sintió su;ostro bañado ya, y sintió también, y
visto a su madre apuntarle al pecho, segura sintió también que nada podía hacer para
de lo que hacía, y no había llorado, antes evitarlo, y sintió también que era casi dicho-
había sido abandonado en medio del monte so, roldanas, andurriales, papagayos, techum-
por su amigo aterrorizado, y había regresado bres artesonadas, y, ante un mar estático un
a la casa y sólo había encontrado las cenizas hombre que se desangra en la nieve y él
y el cuerpo de la madre carbonizado, y no salva... porque también hizo la nieve, la
había llorado, había, había conocido el des- límpida nieve tan soñada, jamás vista, tantas
precio (la indiferencia) de sus hermanos, el veces remedada con algodones, espejos y
desprecio y la indiferencia de todos los que ceniza, y ahora, allí, de pronto, en la explana-
obligatoriamente se veía obligado a saludar, da, limpia y palpable, la nieve para deslizar-
antes había conocido también la angustia de se, la nieve para revolcarse, la nieve blanquí-
las chillonas habitaciones de las casas de sima para que se reflejasen sus figuras, la
huéspedes, la desesperación y los deseos lue- nieve y sus infinitas sugerencias, y sus varia-
go de toda una noche de inútil vagabundear dos, imposibles, consuelos y recogimientos, ::}

por la ciudad, antes había tenido ya la deses- la música, la música y él paseándose por
perada (precoz), lúcida certeza de que comen- varandales elevados y sólidos, exquisitamente
zaba a envejecer y de que lo mejor de su trabajados, la música, la música y él investi-
juventud se perdía, antes había tenido ya la gando los recónditos recovecos de las flores
visión, por lo demás exacta, de que si el gigantescas que en gigantes estanques flotan
mundo en general era terrible, para él era una también más allá de la arboleda, la música y

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las lágrimas fluyendo, era ahora, era ahora potrero, bajaron al río, abrevaron los caballos
también cuando tomaba conciencia de todas y luego subieron de nuevo; ninguno de los
~~-----'"""""'"'~'"'~-'-~~=--

sus desgracias, era ahora cuando veía el cuer- dos se apeó, Arturo oía a su madre hablando,
po achicharrado, la casa, irrecuperable, es- hablando con él, con nadie, con las estrellas,
parciéndose en forma de remolino, la gran o sobre las estrellas, sí, sobre la posición de
torre, y tambien la paz, era ahora cuando las estrellas, si barruntaban lluvia o sequía, si
palpaba las dimensione~1;jE:.•!i~!!!l22 de 11na habría positl¡lidades de siembra; de todas la
SQ!~d¡¡d~!}ja, o quizás, así sería, cambiando más brillante es aquélla, decía la alta figura
sólo para adquirir proporciones más enormes que ya formaba una sola silueta con el caba-
y grotescas, la música, la música, transpor- llo, señalando para el lucero que chisporro-
tandolo a parajes distantes, enalteciendo teaba un poco más allá de los cerros, los dos
acontecimientos que cuando fueron (si es que se quedaron inmóviles, mirando aquellos des-
fueron) no fueron más que meras acciones tellos, luego, La Vieja Rosa, como siempre
vulgares, la música y todo distante y noble, ordenó: vamos para la casa, y espoleó el
todo desgarradoramente irrecuperable, perdi- caballo; el hijo detrás la seguía, la música, Y
do, la música, el camino entre altos árboles ella la alta figura, señalando, la música, Y
polvorientos, la casa, la mansedumbre del ella,' la protectora figura, amada y amante
paisaje, el fuego contra el cielo, un castillo, figura, la única figura realmente venerable
una bandada de pájaros fluyendo hacia la para él, diciendo mira, y en las atestadas Y
luna para ser devorados, y con ellos iba la chillonas paradas de los ómnibus, en los
madre, gigantesca, única y chisporroteante, polvorientos pueblos de la Isla por donde
batiendo sus brazos, ya empequeñeciendo ... había pasado en un vehículo repleto y asfi-
allí estaba la madre ahora, junto al gran xiante -así eran todos los viajes-, atento
corredor, entre los canteros y los itamorrea- siempre a las entrepiernas, a la más mínima
les, aguardándolo; y los dos, como casi todas señal, sabiendo que aun cuando lo consiguie-
las tardes, salieron a recorrer las tierras sus ra, que aun cuando uno de aquéllos aceptara,
. '
tierras; ese día los cogió la noche más allá del nada iba a cambiar, nada iba a resolver,

30 31
lj

ninguna paz, ninguna felicidad o reposo iba a sonido, terminó el encantamiento, estallaron
encontrar, allí también surgía la imponente los aplausos, y se vio en el gran salón ilumi-
figura seña~ando hacia el cielo; en las aceras, nado, rodeado de maricas sudorosas que de
en las esqumas repletas de policías o chanta- pie gritaban ibravo! ibravo!, Arturo aprove-
jistas chó el entusiasmo colectivo para secarse la
. oficiales,
. allí también señalando , en los
cara, y luego que el director hizo varias
unnanos públicos, en las ferias, en el peligro
de las proposiciones sin haber realizado un apariciones y desapariciones, obligando a
p:eliminar sondeo, hasta en las audaces ma- toda la orquesta a ponerse de pie, comenza-
n~obras bajo el agua en las playas visitadas
ron a salir del teatro, los otros, entusiasma-
aun por rotundos y desenfadados bañistas, y dos, manejaban palabras como "fabuloso",
ha~ta cuando con indolente, distraído gesto,
"regio", "divino", pero Arturo no sabía qué
deJ.aba caer la mano en la guagua atestada: opinar, al menos no sabía expresar ninguna
all: estaba ta~~ién la alta, respetable figura, y opinión, incluso pensaba que hubiese sido i·'

senalaba, qmzas para burlarse, quizás para mezquino hacer una interpretación, una sín-
ve~gars~, para imponerse, hacia la estrella
tesis, de lo que había escuchado, disfrutado,
mas bnllante... fue mucho después en su de lo que se le había revelado, aún cuando
a~re?atado tránsito por las estanterí~s de la fuese, cosa dificil, una interpretación brillan-
b1bhoteca, a veces no precisamente detrás de te; al llegar a la puerta de salida notaron
un libro, cuando, por simple curiosidad revi- cierta agitación, se oyeron gritos, alguien
sando las hojas de un ejemplar titulado Astro- echó a correr, un disparo, sólo cuando ya era
tarde, Arturo y sus amigos comprendieron \
. , para. las damas, Arturo descubrió ' con
nomía
que se trataba de una de las acostumbradas
Iroma y tnsteza, que aquella estrella, la que
su madre llamaba .el lucero de la tarde, o por "recogidas" de jóvenes amparadas en el pre-
otr~ nombre parecido, se llamaba, así lo decía texto insólito de un pelo demasiado largo, de
el ~Ibro, Arturo; todo es tan ridículo, pensó una forma de vestir determinada y, sobre
fun~so y malcolocó el libro, extremadamente todo, de ciertos rasgos, de ciertas "mane-
cursi, en el estante; de pronto cesó el gran ras"... uno a uno, a medida que trasponían

32 33
la puerta iban siendo "seleccionados", dete- les como espadas; y por todo el lugar aumen-
nidos; los amigos de Arturo fueron llamados tó la capacidad de las cisternas, desbordando
aún primero que él mismo, gesticularon, fosos e invernaderos, solarios y termas reales,
protestaron, tratando de evadirse, utilizando y monumentales copas dispuestas sobre árbo-
ademanes y voces que evidentemente los les de anchas hojas; y cuando ya toda su obra
condenaban ante los ojos de los otros, los estuviese terminada, después, después, agua
policías; cuando fueron conducidos hasta el cayendo en cascadas, paredes de agua, lluvias
vehículo (un ómnibus custodiado), Arturo no de colores, pilastras elevándose, aguas majes-
protestó, ni siquiera dio señales de irritación tuqsm:p.ente ondulantes y profundas donde él
cuando uno de los soldados hizo un chiste y \élA~odrían navegar, y al oscurecer, todo
obsceno inspirado en sus cabellos que para el dorado, todo dorado, regresar bogando por
militar eran inmoralmente largos, tranquilo las puertas laterales, el gran puente levanta
se dejó registrar y subió al vehículo repleto; con precisión sus esclusas monumentales ...
cuando el motor se puso en marcha, cuando antes de amanecer era dado el grito de "de
ya dejaban la ciudad rumbo a uno de los pie" al que generalmente se le anexaba la
campos de trabajo, Arturo aún escuchaba palabra "maricones"; todos en menos. de
aquella insólita melodía que lo transportaba, cinco minutos debían levantarse, vestirse,
que lo elevaba, aguas, había que multiplicar desayunar y estar listos para partir rumbo al
las aguas, aguas en altos recipientes transpa- campo de trabajo, ya en la guardarraya se
rentes, en cúpulas de vidrio donde los pája- distribuía "el personal" como decía el jefe de
ros, sin necesidad de descender, podrían be- la brigada para no verse obligado a utilizar la
ber, aguas en pailas gigantescas y elevadas, palabra "hombres"; en e1surco "1 e persona1"
interiormente iluminadas donde se podría sólo debía dedicar sus intenciones y fuerzas a
observar en cualquier momento las oscilacio- un objetivo: cortar la caña; se le vigilaba, se
nes de un pez -o de miles- de configuración y le prohibía tomar agua, se le prohibía hablar
colores exóticos, piscinas, fuentes, estuarios y con el compañero de surco, no podían dirigir-
acuarios, serpenteantes y centelleantes cana- se al superior sino a través de un delegado

34 35
enfurecidos por la ineficacia del ataque oral:
que los otros nombraban, luego, inmediata-
en el campo una piedra aterrizaba peligrosa-
mente después del almuerzo que se consumía mente cerca del cuerpo de Arturo, en el
en el campo, había que seguir trabajando
camión una plasta de mierda de vaca estalla-
hasta el oscurecer, si llovía se trabajaba bajo ba contra su rostro, qué risa, qué chillidos
el agua, si alguien manifestaba sentirse mal afectados, qué de melindres compasivos, na-
debía dejar su malestar para el momento die había sido, y en el campamento una
oportuno, "nosotros no somos médicos", le botella era lanzada desde cualquier punto
gritaba el que hacía de enlace entre "el hacia la litera de Arturo en el preciso instante
personal" y el jefe, pero al regreso sí se les
en que se apagaban las luces, así, poco a poco,
permitía hablar, era entonces cuando comen- o quizás en un instante preciso, cuando una
zaba para ,_~Itl,l;.I:~.J-1!-.X!<Lcl?:dero . infic;:rno; al bota llegada de no se sabe dónde chocaba
priñcipl.o' trató de no tener'relaciones con
contra su rostro, Arturo comprendió que
.\
ellos, de seguir siendo él mismo, de aislarse,
ellos, y los otros y los demás y todos, es decir
pero ellos comenzaron a tomar represalias: la
la vulgaridad, la imbecilidad, el horror, no
tapia, la loca muro, la viuda triste, fueron los
primeros nombres por los que se le llamó a tolera la indiferencia; traición, robo, ofensa,
Arturo en el campamento, la Esfinge, Mada- muerte, todo podía pasar, y de hecho pasaba,
me Tapón; Arturo lo soportó todo en silencio pero lo que no se admitía era que no se
y esto los enconó aún más a ellos, hasta los contase a la hora de cometer el delito (antes y
superiores, los jefes, los otros, aumentaban su después) con la inmensa chusmería, que no
desprecio, an~~uel mariconcito que a pesar se confiase en ella, que uno no se sometiese .
de su '~debilida(Í~' q1,1ería dárselas de persona a ella..,: si quería sobrevivir tenía que adaptar-
dece11!e; Arturo notó quea losoÚos:a los se o fi~gir adaptar!fcomo quizás hacían otros
reponsables, les divertía el espectáculo de la que ahora mismo lo atropellaban, tenía que
burla, especialmente cuando se burlaban de hablar como ellos, tenía que reírse como
él; luego ellos ("ellas", como les gustaba que ellos, tenía que hacer los mismos gestos que
le dijeran) pasaron al ataque físico, sin duda ellos, y Arturo manipuló aq_uel\a )erigonza

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par siempre con aire de real princes~ -con
afectada y delirante, comenzó a lanzar la
real hastío- en las fornicaciones colectwas; Y
típica carcajada de la loca histérica, cantar,
eso era,\l)ensaba, lo que él había sido antes
modelar, pintarse los ojos y el pelo y los
(antes d;taber padecido el verdadero terror,
labios con lo que apareciese, hacerse grandes
y azules ojeras, todo esto lo hizo él hasta el desprecio, la soledad), ¿y eso ~ra r~alm~nte--­
lo que ahora, siempre, los demas se , Imagma-
dominar y adueñarse de todas las jergas y ? .
ban que era él, lo que realmente ve1an., 1.por
ademanes típicos del maricón prisionero,
esas ridículas contorsiones, por esa voz de
todo esto lo logró Arturo y aún más, con el
contralto en decadencia, por esos ademanes
tiempo llegó a destacarse tanto por su forma
de mover las nalgas en El M omento de la superficiales s<eria juzga(}~_J_E~S,o,sq(l,Q.Q,, olvi-
dado1 ¿esa había-·'éfe~serh visión, la imagen
Danza, por sus fogosas interpretaciones en El
q~e los demás tendrían de él? ..) gestos m~-
<·>-''" -- ' --

Momento de la Canción, por su exclusiva


manera de pestañear, estirar el cúello y exten- dos conversaciones inútiles, ademanes eqm-
der las manos en el momento de Sea Usted vo;os, cuerpos que eran ya animales .si~
la Modelo, por sus audacias con las postas de habla, histéricos escarceos, libidinosos chilli-
las garitas, que al año siguiente cuando todos dos, poses y giros afectados que .no tocan
ellos en una apoteosis de chillidos y sacos de fondo risita ahogada o confuso aulhdo, todos
yute teñidos se reunieron para elegir La hundiéndose, perdiéndose dejándose esclavi-
zar sin poder protestar, dejándose utilizar,
Reina de las Locas Cautivas, Arturo subió al
trono respaldado por una decisión abruma- co;romper, aniquilar, ¿eso era también él?
"'
"' ¿esa era la imagen que todos se llevarían de
dora y se vio sobre una suerte de catafalco
"' él? ¿no habría escapatorias?, ¿no podría si-
atestado de andariveles en medio de incesan-
"' tes berridos y loas ostentando un manto y una quiera padecer con digpi<l,ad o discreción su
corona de amapolas -flores, éstas, que quién . desgracia?, no n_o~diaffi~fauténti¡:;.ci.:ni siquiera
sabe cómo ellos, ellas, se las arreglaron para ell el momento de maníf~~Jáfs.:ttt<error, con-
cultivar-, luego tuvo que cantar, amenizar las denado ~ie'inprealiahi.tar un sitio donde sólo
fiestas con sus gritos más estridentes, partici- tienen sentido y lugar las frustraciones, donde

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38
no cabe más que el meneo o la burla, donde inalterable, le traía una caja de dulces, algu-
siempre una expresión vulgar, "graciosa", nas libretas de estudiante, le dio dinero Y al
remata cualquier pensamiento coherente in- final lo abrazó, lo que más agradeció Arturo
voluntariamente expresado, cualquier autén- de aquella visita, lo que mejor toleró fue el
tica manifestación incoscientemente escapa- hecho de que su hermana no le hiciese ningu-
da... había que danzar, h~biaque ;j.ntegfi!rse na pregunta, antes de oscurecer se marchó Y
al barullo y chillar, como una put~"h.ibiaqu"e ni siquiera dijo que regresaría, eso era ya una
. ' esperanza; Arturo la fue a despedir hasta la
sencillamente, mover las nalgas, como un
esclavo había que, obligadamente, inclinarse salida del barracón donde comenzaba el
ante el surco, y los labios siempre dispuestos, alambrado y notó que uno de los centinelas
alertas, a soltar una frase convencional, y le hacía a ella el gesto, el mismo gesto
luego, por las noches, si no había reunión o obsceno que le otorgaban a él; "la vio", oyó
"trabajo voluntario", saltar el cercado del que le preguntaban a su hermana: luego se
barracón, con muchísimo riesgo, e irse a quedó mirando el cuerpo joven pero cansado
buscar reclutas albergados a una distancia de Rosa que se alejaba por la explanada
considerable pero no infranqueable para polvorienta; al entrar en el barracón repartí~
quien realmente quisiera llegar (además los los dulces entre sus amigos, en La Habana m1
mismos reclutas les ahorraban muchas veces hermana es una regia puta de fama, dijo, Y
la mitad del camino, viniendo al encuentro); todos aprobaron con exclamaciones elogiosas
Arturo también seleccionaba o era seleccio- aquella muestra de sinceridad, e, inmediata-
nado, Y entraba en los matorrales, momentá- mente, sacaron a relucir a sus hermanas que,
neamente era un consuelo ... se iba adaptan- según ellos, no se quedaban atrás, Arturo
do, se iba adaptando, a fines de aquel verano, modeló, cantó y finalmente escenificó un
cuando Rosa le hizo una visita, Arturo debió largo poema erótico famoso en todo el cam-
controlarse con mucho esfuerzo para no mul- pamento, compuesto allí mismo por siete
t~picar gestos equívocos Y para conservar el maricas cultas, poco antes de amanecer se
timbre normal de su voz, Rosa lo miró fija e tiró casi rendido en la litera: había que
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degollarse, como siempre había que degollar- trans[ormaooFJ?oel,,tet:mrc..€-n.•u.n.,rituaCqpJidia-
se; al instante se incorporó, tanteó entre las 11.d:
.. ' Arturo había visto cómo algunos eran
;;:.·, _

cosas que Rosa le había traido, esa misma castigados a permanecer de pie tres días
noche decidió que para salvarse tenía que completos bajo el sol y al final tenían siempre
comenzar a escribir inmediatamente, e inme- una frase superficial para rematar el castigo,
ditamente comenzó; ellos podrían ampararse algunos, muchos, eran trasladados de campa-
en sus superficialidades, ellos podrían agru- mento, no se volvía a saber de ellos, nadie se
parse, chillar, olvidar o no tomar jamás en quejaba, nadie protestaba, un día un grupo
consideración que desde hacía mucho tiempo de oficiales jóvenes y retozones enterraron a
Y~. no se les -trataba- ' como
-- - -
"'-~.fr..,...;.<"'""'--- ' -
a seres
- -- ---'
humanos
-- ___._, ___ ,
"---~
uno hasta el cuello en el patio del campamen-
no les poñemos1a 'biúiaera, les ·decían los to, así lo tuvieron varios días, cuando lo
oficiales, porque ustedes no son dignos de sacaron tenía fiebre alta y había perdido el
ella, y a ellos no les molestaba ni ésa, ni habla, tampoco esta vez se protestó, y Arturo
ninguna ofensa, las encontraban lógicas, esta- pensaba que si en algún momento los jefes,
ban ya tan imbuídos en su desgracia que ésta .. los otros, hubiesen determinado que todos
era ya casi una extensión natural de ellos · ellos debían ser fusilados, se hubiesen dejado
mismos, algo inevitable, incambiable, como ~
amarrar las manos !gn.q11Jlmu~ntf:, .hl11Jiesen
un castigo a perpetuidad, como una maldi- (; _,
camiiiácro:·tranquÜamente por el campo, se
ción del tiempo, ellos tenían sus gritos, su detendrían a la orden dada y todos, sin
modo de hablar, su estúpidajerigoza, y sobre protestar, cqn,,J~__ingenuidad. típica de los
, 1todo, y esto era lo que más irritaba a Arturo, animales, hubiesen.reven.Iádo en silencio,
~)tenían esa mansedumbre, ese aceptar cual- t~d~s, iodos, todos menos él, porque él se iba
:quier ~osa, cualquier tarea, cualquier terror, a rebelar, dando testimonios de todo el ho-
cualqmer ofensa, e incluirla inmediatamente rror, comunicándole a alguien, a muchos, al
entre sus tradiciones otorgándoles una defini- mundo, o aunque fuese a una sola persona
ción típica, incorporándolas al folclor, a las que a~~-COJ:!.§~ryara incorruptible su capaci-1
costumbres, a las calamidades diarias, así dad de. pensar, la realidad; .y las libretas\
-- - ···----

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43
1

)
traídas por Rosa se fueron saturando de una reclutas, "festivales", insólitos carnavales y
letra mínima, veloz, casi ilegible, ilegible coronaciones, sin dejar de mover las nalgas o
para él mismo, había que darse prisa, había de acompañar al soldado al cañaveral cuando
que darse prisa, había que seguir, rápido, y, éste le hacía la señal convenida, sin dejar de
tomando precauciones -se hacían registros, se cantar todas las noches, o casi todas, con
prohibía llevar diarios, cosas de maricones, aquella voz de puta enmohecida, sus más
decían los tenientes como justificación ofi- escandalosas creaciones... chillar, chillar,
cial, irrebatible y reglamentariamente se vio- mover las nalgas y danzar, sólo así podría
laba toda la correspondencia-, las libretas, las pasar inadvertida su verdadera labor, grutas
contratapas, los respaldos, los márgenes y tenebrosas y magníficas, legendarias cuevas
forros de los manuales de marxismo leninis- donde no llegase el viento, cavernas de pare-
mo y de economía robados de la Sección des rezumantes, aún no palpadas, albergando
Política fueron garrapateados furtivamente, una perenne niebla donde sólo la canción de
rápidamente, cuando nadie vigilaba, bajo la un manantial invariable fluye entre estalacti-
sábana, de pie en el exrusado., en la misma tas bajo el abovedado subterráneo, y más allá,
cola para el desayuno, hasta los márgenes de mucho más allá, la lejana claridad que irrum-
los grotescos carteles políticos instalados en pe por un alto hueco detectando las misterio-
las paredes y murales para uso interno del sas fluctuaciones de un mar interior, de un
campamento sufrieron la invasión de aquella oceáno profundo y cerrado, sí, también las
letra microscópica y casi indescifrable en grandes grutas que serían holladas sólo por él
tarea interrumpida incesantemente y a la vez y el eran necesarias, y allí las cavó, bajo la
constante, ahora, ahora, no ahora, ahora, inmensa explanada, sus bocas discretamente
sobornando el sueño, eliminando las horas de disimuladas por montículos de retamas, ha-
la comida, renunciando al baño y a los bía que seguir, había que seguir y Arturo
escasos minutos del descanso, y sin dejar de continuó garabateando las cartas de sus com-
participar, desde luego, en todos los desfiles pañeros robadas a medianoche, las consignas
de modas, orgías, asaltos a campamentos de ofensivas y airadas del momento: iNI UN

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44 1

1
olvido.. y así lo hizo, y de tanto hacerse
:ASO ATRAS! iDONDE SEA y COMO SEA!
IDURO CON LOS BLANDENGUES y LOS MARI-
ademis:'para·
pri~ilte .. ll~gQ__ª-'ser-igQQf~Q,_
mayor fortuna, en diciembre un mariconcito
QUITAS! ... un~ noche descubrió en el Depar-
adolescente y mulato fue "ubicado" en aquel
tamento de .Fiscalía un baúl repleto de actas
campamento, cantaba guaguancó con una
sob~e conseJOS de guerra, sin titubear se apo-
ronca e inimitable voz de puta trasnochada y
der? de ellas y tuvo material para trabajar por
sentimental, casi trágica, llevaba su alambra-
vanas sem~nas, también la suerte, se decía,
da cabellera completamente estirada y teñida
lo ~companaba: ya no era tan solicitado, ya
de azul, e inmediatamente se hizo famoso y
~asi no se le llamaba a medianoche para que
se le otorgó el nombre de Celeste, fue el foco
Interpretara una de sus exclusividades, y ape-
de las reuniones y Arturo contó con algunas
nas se le consultaba sobre los matices que
horas más para dedicárselas a las hojas en
vendrían bien con el color de tal piel o la
blanco, hasta los minutos de descanso los
sombr~ que ~onvenía a unas pestañas de éstas
pasaba en el mismo campo repasando su
o aquellas dimensiones, o los trajes apropia-
próximo recuento, ensimismado, en otro
do~ pa:~ una producción "típicamente ha-
mundo, cortaba la caña metódicamente, fu-
wmana ' ~esde luego, Arturo no podría mos- riosamente ya sin ser molestado, el soldado
trar. entusi~smo ante este olvido, por el con-
que hacía de guardiero lo miraba un poco
tr~no habm que seguir insistiendo, bailar,
extrañado sin comprender a qué demonios se
chillar, meterse en la conversación aún cuan-
debía aquella excesiva disciplina, pero sin
do no 1? solicitaban, había que hacerse evi-
preocuparse demasiado por saberlo, aún una
d.e~te siempre, estar siempre en todos los
vez por semana le hacía la señal y los dos,
~Ihos, agobiarlos, sólo así, manifestándose '
como siempre, se adentraban por la madruga- ·'
Incesantemente, estando en todo, acudiendo
da en el cañaveral, así, sin dejar de atender
~resto a todos los acontecimientos, siendo
aquellas solicitudes, sin faltar al trabajo,
Siempre un acontecimiento, podría ganarse
-"{r por partefie ellos el extra d· · · ""'v·c·;· aplaudiendo a Celeste, Arturo siguió escri-
···. de h · · -·---:~----·-··--·º'e .mano,p.ctv¡l,egw biendo en forma infatigable, sin sentirse can- ·
~-.a. mclJft:rt<JJ.f!a, qui~?s .~..s,!a la gloria del
. --~-·"~""""'.:..·-"- .-;·.-;"c::"''"'-'~~:.-~-,-:o---<'

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sado ni dar muestras de estar terminando su charca, de una yagua, de cualquier recipiente
obra; avanzando el nuevo año se realizó en que lo reflejase; era hermoso, era hermoso,
él un cambio que aunque casi ninguno de los cada día se veía más hermoso, palpaba su
compañeros del campamento lo percibió, cuerpo, se acariciaba el cabello, con los ojos
menos aún los soldados, fue decisivo: un día cerrados imaginaba, veía, su figura esbelta,
al levantarse, Arturo descubrió que se había ágil, perfecta, tan diferente a su antigua Y
vuelto insólitamente hermoso, la cara, tersa y raquítica configuración, y ellos ¿cómo era :¡
bronceada, había perdido aquellos rasgos afi- posible que no se dieran cuenta?, ¿cómo era
lados, temerosos y estrechos, los ojos se ha-
bían vuelto más grandes y brillantes, los
labios más hinchados, el pelo de un lacio
posible que no quedasen maravillados, sor-
prendidos, ante tal transformación?, Y los
!
otros ¿cómo es posible que los otros tampoco .·1
···.1¡.

vital, sedoso, reluciente y tupido, el cuello advirtiesen aquel cambio?, sí, era cierto que
más largo, su cuerpo todo adquirió la indo- '
1 ahora, siempre que pasaba por las postas,
lente flexibilidad de un adolescente deportis- '' algún soldado se sobaba, se rascaba los tes-
ta; Arturo acudía a los más grandes espejos tículos, y hacía una señal obscena, per_o. ~so
1
propiedad de las maricas más audaces y era más bien una costumbre, una trad1c10n,
generalmente más espantosas, se detenía ante un modo de decir aquí el macho soy yo, Y
cualquier lata, cacharro de cocina, tanque de muchas veces ni siquiera le miraban el rostro
)J;,¿,metal que ~» reflej~rhau~g],!~paca- mientras hacían el gesto; sí, era cierto que
' ,, mente, su nuevorostrp; cuando el campo algún maricón a veces le elogiaba la brillantez
quédabaTé]osyhabÍ~·que utilizar el transpor- de sus ojos y al regresar del campo, otros,
te aprovechaba siempre la ocasión para con- como jugando, le tocaban los muslos; era
templarse en el espejito retrovisor del camión ( cierto también que el soldado guardiero en el
a expensas de las burlas de los soldados y aún encuentro semanal, en el preciso momento
de los golpes, si iban a pie, en el camino no del resoplido le pasaba una mano por el
desperdiciaba la oportunidad que le ofrecían cabello, pero eso era poco, pero eso no er_a
las aguas estancadas de un fanguero, de una nada ante aquella transformación, eran mam-

48 49
[estaciones extremadamente pobres, mezqui- más que horrible, repulsivo, ser un objeto
nas para aquellas exhuberancias, para aquella enfurruñado, una cosa babeante, un espanta-
maravilla, para aquel conjunto. armonioso jo ·bamboleante, envejecer, envejecer, y qué
que era él, A¡turo; cÓmo podÍ~n ser tan podían las palabras contra ese terror, el más
crueles, cómo podian haber llegado a tal intolerable ... qué podían hacer ellas allí, apa-
grado de egoísmo, de entorpecimiento, de sionadamente ordenadas, trabajosa, costosa,
brutalidad para no notar aquel cambio, o riesgosa, inutilmente ordenadas, qué podían
cómo podían ser tan terriblemente deshones- hacer... contra la realidad insoportable, otra
tos, sucios, para, notándolo, no reconocerlo, realidad, nuestra realidad, sólo con la crea-
porque si algo sobre la tierra resultaba evi- ción de un nuevo presente, se puede eliminar
dente, innegable era que él, el Arturo actual, el presente presente, no con relatos, no con
era una de las criaturas más perfectas del recuentos, no con análisis minucioso~ o bri-
universo, de eso estaba absolutamente seguro, llantes de lo que ha sucedido y sucede, éstos,
hasta tal punto que fue por entonces cuando en fin, no hacen más que afianzar, situar,
por primera vez comen":¿:A,a~Js:merle a la justificar, evidenciar, darle más realidad a la
__
~~~-i"~ dli2iar Je"ia.eficacia de lispal~- realidad padecida, no son más que variacio-
bras: aquel rostro terso, reluciente, aquellas nes del mismo terror y toda variación engran-
manos largas y delicadas, aquel cuerpo cim- dece el objeto que la origina, la Historia no
breante, aquel cabello suave y tupido, todo se ocupa de gemidos, sino de números, de
para la tierra, todo condenado ala pudrición, cifras, de cosas palpables, de hechos, de
a la infatigable voracidad del gusano y nada alardes monumentales, y no suele interesarse
más, ¿y nada más? ... cada día que pasaba era por los que redactan sino por los que transfor-
un día que lo empujaba, que lo acercaba a su man, borran o destruyen, la primera plana no
destrucción, cada hora, cada segundo: un es para el esclavo ni el vencido; a la imagen
empujón, un empellón, una patada, lanzán- que se padece hay que anteponerle, real, la
dolo al inútil y monstruoso fin, envejecer, imagen que se desea, no como imagen, sino
Dios mío, envejecer, volver a ser horrible, como algo verdadero que se pueda disfrutar...

50 51
envejecer, envejecer, envejeciendo, y por un vegetaciones que simulan fascinantes fantas-
tiempo no supo cómo salvarse, y por un magorías; esa realidad y no aquélla realidad,
tiempo consideró que hasta el hecho de seguir esa verdad y no aquélla; contra el tiempo de
vivi~udo ITll._,_..,,.,,
~
como una .,,,.,ii<leiciOn-a-la-
··---e~.,.
__ .... ,
vida el
,.·-~;--..,.,.._"'''"-••••-',-
-- -,•.. -•-., .,,,,,
ellos, de los otros, de los demás -tiempo
acto más abominable, pues no éra más que horrible, humillante-, su tiempo , contra ei
padecer pacientemente una abyecta, sucesiva infierno, contra los pesados engranajes y su-
estafa que culminaría en la estafa mayor; y cesivas estafas y sucesivas ofensas: el sitio, su
hasta los pocos deseos cuando se realizan, único sitio, sí, real, insustituible, hecho para
pensó entonces (la página escrita, el soldado ser habitable; fue entonces cuando Arturo
que inconscientemente le pasa una mano por
su cabeza, el aguacero a la hora de sueño), se
¡ empezó a viajar, empezó a conocer, a cons-
truir, en grande, empezó a vivir; una avenida
convertían también en algo grotesco, distinto, t bajo el prodigio de las glicinas estallando, allí
aún cuando fuese el igual a lo soñado; había estaba él;, una cacería en Alaska, allí estaba
que dominar, sobornar el tiempo, darse prisa él; la recolección del loto en los lagos de la
y contener tal burla, darse prisa, había que China, él allí; un aterrizaje violento y poético
darse prisa; ya estaban otra vez allí los ofensi- en las insospechables superficies de un plane-
vos calores, darse prisa, ya estaban otra vez ta en gestación ... Dios, Dios, y en la estación
allí los insolentes soles del verano, otra vez rotunda los ijares de un caballo estupendo
allí la fija claridad, y en la claridad humillan- contra las mañanas saturadas ... a machetazos,
te la estridencia de los otros; y contra la a machetazos iba abriendo la claridad en el
estridencia qué sino el silencio, y contra la cañaveral, cortando las cañas, lanzándolas
hiriente claridad qué sino el fresco, amplio ante la fija mirada de los soldados, seguía, sin
recinto velado por tenues cortinas; contra sentir el restallar de su cuerpo empapado
aquel campo polvoriento y reseco, desprovis- contra las hojas agresivas, sin sentir siquiera
to ya de árboles, asfixiante: jardines y fuentes, los agijonazos de las hormigas que le subían
un banco en la verde penumbra, los amplios por las botas, se afianzaban y penetraban en
espacios sumergidos y azules surcados por la carne, sin sentir siquiera el calor ni el

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cansancio, sin sentir ya ninguna calamidad, nizado -vigilado- y lo buscaban, allí estaban
y, a machetazos, superaba, sobrepasaba, sin los otros, clasificados por categorías, grados
saberlo, sin proponérselo, todas las meátas
.~ ' de poder, el primer teniente, el teniente, el
las normas impuestas por los altos jefes que subteniente, el cabo, el segundo cabo, el
como un bólido pasaban a veces en su Alfa guardia, el recluta, había un orden, sien::pre
Romeo por aquel campo d'e concentración ... había un orden rigurosamente preconcebido,
en el Léman, donde la Condesa de Merlin legalizado, respetado, según el cual el má~
perfeccionó sus estudios de canto, donde alto podía humillar al que le seguía Y a~1
disfrutó de su exilio la Reina Cristina, allí sucesivamente hasta llegar a ellos, los huml-

,<*\~''"H!~9:'~~~~t~r~~~'~ITf't;r~~~6!~.~:::~
estaba él, señalando displicente las aguas
discretamente rizadas, predicando con ele-
gante negligencia ante un coro de delfines; ~eJas]iii!llllfaéi<ones;lo.buscaban, yatodo
perdido en una ciudad florentina, desnudo y · .
~~~;¡ ens~~bfa}e'··:aquel orden- se había
hechizado ante la violencia del desierto o puesto en movimiento, había echado a andar,
bajo las fachadas tudescas de una ciudad cumpliendo las orientaciones de arriba, Y ya
ardiente y costera donde un mozo castellano, lo buscaban; desde hacía varias horas d jefe
bárbaro y exquisito, le otorgaba una señal de brigada le había comunicado al jefe de
gloriosamente obscena, allí, allí estaba él, campo la ausencia de uno de los reclwcos, el
1
joven, absolutamente libre, infinito ... calles, jefe de campo habló con el oficial de zona
calles caprichosamente dispuestas, kioskos \ quien habló con el capataz, lo que antes
ventilados donde las cornisas y hasta el lim- hubiera sido un mayoral y ahora era un
piabarros se reflejarían sobre la simetría im- hombre uniformado, con pistola a la cintura,
pecable de las celosías, y allá, donde el y el jepp con los hombres salió violento por
camino descendía formando un pequeño, entre la rojiza polvareda, ese día el jefe de
suave, delicioso recodo, un sonoro ensortija- brigada se veía mas enfurecido que de co~­
miento de bambúes ... lo buscaban, todo esta- tumbre, quizás por el calor, o porque hacia
ba organizado, rigurosa, macabramente orga- muchos meses que estaba destacado en aque-

54 55
~
J
lla zona y de "allá arriba" no bajaba la { altos y abovedados espacios y por las caden-
"orientación" para que fuese trasladado a cias del órgano, pasando ahora por la púrpu-
mejor sitio; llegó al barracón, llamó varias 1 ra, pasando ahora por el tisú, Arturo, Arturo,
veces a Arturo, número, dormitorio nombre \¡ afuera las voces, el estruendo, la gente que
. '
apelhdos, pero en el albergue sólo había dos o
'
! chillaba, lo llamaban, lo solicitaban, lo mo-
tres maricas que trajinaban con las escobas lestaban, y poco a poco la gran catedral iba
quienes en son de burla respondieron "ella perdiendo imágenes sacras y la armonía del
no está aquí" con voz en extremo afectada· órgano era aniquilada por la voz (los gritos)
el jefe de zona se dirigió enfurecido rumbo ~ del soldado guardiero, por el infatigable chi-
las maricas, pero ellas, con habilidad real- llar a coro de las locas más afocantes y
mente pasmosa, manejando las escobas ba- fastidiosas que aún no le perdonaban, no le
, '
rnan, sacudían, recogían la basura, simulan- permitían, que él las abandonase, las dejase
do no haber advertido la presencia del mili- para construir su reino; sólo entonces, cuan-
tar, quien les preguntó casi confundido si do no le quedaba otra alternativa, Arturo
habían visto a Arturo, las maricas, siempre regresaba y, aún aturdido, deslumbrado, to-
sacudiendo, dijeron que desde hacía horas maba el machete y comenzaba a doblegar los
siglos, dijo una, no sabían de él, y el jefe d~ tallos, acá, en la estruendosa soledad, en el
zona entró enfurecido en la sección política, campo crepitante, pero a pesar de todo, con
entonces las maricas tiraron bayetas y esco- el tiempo, fue perfeccionando, ampliando, ,
bas Y emitieron un prolongado chillido de sus méto.dos..de construcción y viajes, creó en e"{
soprano despechada, pero el jefe estaba tan menos d~ un~-taroé''U:ñT~~d.i; ·fl~tante, varias
enfurecido que no hizo caso al grito y comen- columnas de complicadas alegorías, colum-
zó a impartir órdenes, panoplias, daimas, pios, y, sobre los álamos, tarimas diminutas y
albacaras, un sagrario cuyos vitrales proyec- blancas, casas de muñecas para cuando, en
tasen ~n todas las direcciones los rayos del las tardes de lluvia, se le ocurriese regresar a
~ol, roJoS, verdes, violetas, azules, allí estaba la infancia; así seguía, seguía, había practica-
el con los ojos semicerrados cautivado por los do hasta tal punto su trabajo que levantaba
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una pagoda (con cenefas al óleo) mientras desarrolló memorables perfecciones, tal va-
todos obligatoriamente entonaban las notas riedad de columnas y estancias fascinantes,
de La Internacional... y al hundir sus manos espacios abiertos a cielos violetas, caracoles Y
en el fregadero (una vez por semana le tocaba relojes, tantas maravillas, que cuand~ e~los
el frega?o) sacaba abanicos estampados, co- depositaron ante él, luego de una multl~hca­
llares cmcelados, anillos, adminículos mon- ción de gestos inútiles, el cuerpo del mancon-
tados en oro y otras joyas rigurosamente cito ahogado, a Arturo le resultó dificil aban-
talladas que alguien, sin duda un apasionado donar sus recintos; pero allí estaban ellos
admirador, depositaba allí para que él las chillando, y allí estába aquel cuerpo rígido .e
encontrase; y así siguió construyendo, inago- inflamado, aquella lengua ennegrecida, horn-
table, a ~esar de las reclamaciones del grupo, ble allí estaba el muerto, ocupando una
del de pze a las cinco de la mañana y de las dii~ensión absoluta, aniquilando varandales
~rresistibles solicitudes del guardiero, a pesar,
y butacones, alfombras y trineos, caracoles Y
mcluso, de la alta e invariable figura de la columnas y hasta la tan familiar imagen del
madre que al oscurecer cuando él regresaba de alazán cabalgando praderas voluptuosas ...
la agobiante jornada, lo esperaba inmóvil en era la hora en que ellos, luego de la comida
la pequeña explanada que se levanta frente al y las estridencias de sobremesa, luego del
barracón ... sólo los ojos hinchados y abiertos chillido en los baños, se dispersan en grupos
de Celeste brotando de un rostro totalmente detrás del barracón y otros se llegan hasta el
desfigurado, le hicieron dudar de la eficacia campamento de los reclutas, era la ho~a. ~n
de su método, y lo situaron -otra vez- en la que el silencio, el casi silencio, el tan d1flcll,
intolerable realidad; aquella tarde había llo- caro silencio ayudaba a Arturo a deslizarse, a
vido de tal modo que el fango no permitía escapar, mientras la penumbra, cambian~e,
trabajar Y a ellos se les concedió la autoriza- ascendente, convertía las dimensiones estnc-
ción de bañarse en el río; Arturo, natural-. tas, pobres, de una piedra, de una lat.a, ~e un
mente, prefirió ir directamente al barracón pedazo de palo, en mágico trampolm (joya,
en la ausencia de todos, con aquel silencio: cofre, vaso encantado) para saltar hacia fabu-

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:¡: .
losos parajes, hacia tierras no computadas en con un murmullo de hojas cayendo en otro
mapas o esferas; pero esa noche por mucho sitio, en cualquier sitio, pero la madre estaba
que se esforzaba, Arturo no lograba transpo- allí chisporroteando entre las sombras, orde-
ner las paredes del barracón, cada vez que nando que se acercase a su pecho chamusca-
hacia un esfuer:w para retirarse, para trasla- do, ordenándole que aceptase exclusivamente
darse a @u realidad;;, el rostro inflamado de aquella realidad, la que siempre lo rechaz~~
Celeste le~cuoiili:<l~ retirada; en cada entrada ría y él rechazaba; de pronto, re_conoc10
del barracón, el rostro, la horrible lengua espantado que no había escapatonas, que
agrandándose y los ojos reventando, aniqui- todos sus esfuerzos habían sido inútiles, Yque
lándole las posiblidades de escape, y luego la allí estaban las cosas, agresivas, fijas, intolera-
madre, alta y fría, en el mismo centro del bles, pero reales, allí estaba el tiemp~'. su
barracón, dominando con su mirada fija y tiempo, su generación ofendida y estupidiZa-
recriminatoria, también señalando para el da las literas molestísimas y él sobre una de
cadáver y observando a Arturo como se ell~s, y dentro de poco la voz gritona que le
observa a un objeto que se aprecia, pero sobre ordenaría incorporarse, integrarse a un terror
.el cual tenemos la certeza de que no lo que ahora, al saberlo definitivo, insuperable,
perderemos nunca; esa mirada -violenta y resultaba desde luego aún más espantoso, Y
avergonzada- lo reducía, lo dejaba impoten- pensó, en ese momento, que las pequeñas
te, prisionero, otra vez prisionero de la reali- treguas que por unos instantes se suelen
dad imediata, las insufribles literas, el trabajo, disfrutar casi en cualquier sitio -la sombra de
el hambre, la opresión y aún más: prisionero un árbol, la visión de un cuerpo espléndido,
de la fastidiosa memoria y de la muerte; y la frescura del agua al pasar por la garga~ta
aún cuando cerrando los ojos trató de crear sedienta-, no eran realmente treguas, smo
un pequeño arriate florecido, un follaje, el requisitos necesarios que debe observar_ toda
rostro amoratado no lo abandonó, y la gran calamidad, toda desgracia, para que qmen _la
lengua le hizo aniquilar rápidamente el pe- padezca pueda establecer diferencias Ysufnr-
queño cantero; intentó entonces conformarse la conscientemente, plenamente... durante

60 61
toda la noche Arturo permaneció aterroriza- saltaba alegremente sin dejar de emitir aque-
do con esos pensamientos, y sólo por la 11os varoniles y joviales silbidos, regresando al
madrugada, poco antes de que estallase el ide suelo hacia girar vertiginosamente la piedra
pie! logró levantar una pequeña y borrosa de esmeril donde ellos tenían que amolar las
torre, pero en ese mismo instante escuchó guámparas y machetes, brincando sobre los
una tonada, una suerte de música, canto o enormes calderos de la cocina provocaba
silbido, una especie de cadencia casi olvidada también estruendos memorables, saltando al
que otra vez lo poseía y transportaba; alguien único árbol del patio danzó sobre su copa,
afuera cantaba, alguien afuera provocaba finalmente ' con las manos .
puestas en la
aquella melodía, alguien que no era, desde cintura miró a Arturo, le sonrió, descendió y
luego, ninguno de ellos, ni de los otros, ni de echó a correr; Arturo corrió tras él, pero el
los demás, estaba allá afuera y cantaba, otra muchacho atravesaba ya los cercados de
vez, otra vez; Arturo levantó la cabeza, ahora alambre, y seguía corriendo por entre latones
el que cantaba, no sólo cantaba sino que de desperdicios hasta perderse sobre el techo
emitía largos silbidos, altos y viriles, fascinan- del almacén; en ese mismo instante estalló en
tes, como llamándolo, acompañado por la el barracón el grito de ide pie, maricones!, Y
música; Arturo se tiró de la litera y corrió Arturo, aún hechizado, corrió hasta su litera,
hasta una ventana; en el centro del patio del el soldado que hacía ese día de oficial de
barracón se encontraba un adolescente, des- guardia se sorprendió (sin dar muestras de
qll

nudo e insólitamente hermoso, dirigiendo ello) al verlo tan rígido y firme, respondiendo Hrl

como una invisible orquesta que dentro de la disciplinadamente al primer grito ... durante
noche producía aquellas extraordinarias reso- todo el día, Arturo trabajó con destreza insu-
nancias; Arturo se quedó paralizado contem- perable, sus compañeros lo miraban laborar
plándolo, el muchacho silbaba ahora saltan- enfebrecido y le hacían alguna mueca o se
do sobre las piedras, sobre los esmirriados burlaban en voz alta, pero Arturo nada escu-
canteros que ellos habían construido, sobre chaba, también el soldado guardiero lo ob-
los arbustos, seguido siempre por la música; servaba con atención en espera de que él,

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Arturo, lo mirase para hacerle la señal conve- de nuevo al muchacho realizar las mismas
nida, pues esa noche, según sus cálculos o ceremonias en el patio, pero esta vez antes de
instintos, debían internarse en el cañaveral· que Arturo le hiciese el ademán breve y
' cómplice, el joven desnudo se desvaneció,
pero esa noche, Arturo no solamente desobe-
deció las solicitudes del soldado, sino que ni desapareció, cerca de la ventana; a la otra
siquiera fue al comedor, ni se bañó ni se noche, Arturo, al oír las pisadas apenas si
cambió la ropa; en medio del estruendo y el tuvo tiempo -aunque casi voló hacia la ven-
trajín de las maricas que revoloteaban entre tana- de ver la figura radiante y fresca del
trapos y colchonetas hediondas mientras se muchacho que se perdía tras la casa de las
afeitaban las piernas para el próximo "Gran máquinas; completamente desconcertado,
Show", Arturo se mantenía impasible y Arturo entró en el barracón y se encaminó
mudo, como flotando sobre aquel caos bulli- hacia su litera, allí la sorpresa (la dicha) lo
cioso, así esperó la medianoche y cuando estremeció al tropezarse con un brazo fuerte Y
sintió unas pisadas en el patio saltó rápido joven que lo estaba aguardando, pero era el
por la ventana: allí estaba él, riéndose y soldado guardiero quien lo apretaba, mien-
desnudo sobre uno de los canteros destartala- tras le susurraba "vamos, mariconcito, que
·'
dos; Arturo trató de acercársele, de hablarle, hace quince días que me tienes a mano
de tocarlo, pero el muchacho se escapaba, limpia"; Arturo apretó también aquel cuerpo
riendo y saltando; Arturo entonces le hizo excitado y los dos tomaron el rumbo del
una señal indicándole que lo acompañara cañaveral; esa noche, Arturo trabajó con
hasta su litera; el muchacho lo siguió parsi- apasionada y minuciosa furia en todos los
monioso, Arturo temblaba, pero al llegar, el resortes eróticos del soldado, quien lo dejaba
1
joven echó a correr, desapareció; Arturo, sin hacer otorgándole de vez en cuando (quizás
embargo, se mantuvo alerta, esperando su \ como caricia) un golpe en el cuello, al termi-
regreso, hasta que gritaron: ide pie!, y ese día nar, los dos estaban tan exhaustos que poco
fue también el primero en estar firme ante su faltó para que el oficial üe guardia los encon-
litera: la noche siguiente, Arturo pudo ver trase rendidos y abrazados bajo uno de los

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plantones del cañaveral, pero durante todo "quién me levantó el jabón", " cuál fue la
ese tiempo, aún cuando el goce adquirió tal maricona que se atrevió a hurtarme a mí, a
intensidad que las cosas perdieron su acos- mí, Freya, La Poderosa!" ... eran esos los "soni-
tumbrada consistencia, Arturo no dejó de dos matinales", la misma cantinela, la inva-
pensar en la radiante figura del joven que en riable, y él tambien ejecutó las mismas "cere-
su honor había danzado en el patio del monias", se encaramó en el camión y comen-
barracón, sólo para él, sólo para él... al otro zó a trabajar, pero había que hacer algo más,
día, Arturo intentó convocar a la figura deli- se decía, sin dejar de machetear, había que
ciosa, pero por mucho que se afanó lo único organizar coherentemente los acontecimien-
que logró percibir (y eso en los momentos de tos, en primer lugar, chequear, constatar, ver
mayor inspiración, de mayor pasión) fue una dónde estaba el fallo, allí, allí mismo, en
imagen lejana, una visión irreal amparada medio del estruendo y la gran claridad y el
por la memoria, no un cuerpo palpable, torbellino de las hojas crepitantes, pensar
concreto, vivo, que emitiese carcajadas, pisa- cual era el error que había cometido para que
das que dejasen huellas, un olor, un silbido lit, el delicioso, se hubiese marchado; mien-
exclusivo que le hiciese perder el miedo y lo tras esperaba, sin dejar de cortar, por el agua,
impeliese a saltar por la ventana y correr tras mientras esperaba, sin dejar de cortar, la hora
él; había que redoblar el esfuerzo, había que de almuerzo, mientras de pie, lívidos, exhaus-
tocar, excitar, descubrir todos los resortes de tos, sin dejar de cortar, aguardaban la orden
su imaginación para atraer la imagen real de irecojan, pájaros!, Arturo, que aún no
-definitiva y rotunda- de su amante ... resonó había encontrado el fallo, la equivocación,
el gran grito, se alzaron los mosquiteros, y los comenzaba a crear, trabajosamente, las ma-
cuerpos maltratados y flacos, deformados por nos del muchacho, pero, ¿cómo eran sus
el trabajo y el hambre, comenzaron a emerger manos?, ¿y el rostro?, ¿y el olor del cuerpo?
de entre las sábanas con sus estrámboticos lcómo era su olor? ¿y los ojos?, ya no se
parloteos, "hay o no hay agua", "quién tiene acordaba del color de los ojos, y ya no se
pasta de dientes", "quién me robó la toalla", acordaba de la configuración de los dedos, en
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------':':

conjunto sí, lo veía todo, lo veía completa- para siempre, /,acaso no conocía ya sus gus-
mente, radiante, desnudo, absoluto, saltando, tos?, i,no había surgido en el momento en que
acompañándolo hasta su litera momentos él, Arturo, había recomenzado su labor de
antes de que amaneciese, pero cuando iba a constructor?, /,cómo debía interpretar aquella
los detalles, cuando trataba de reconstruir aparición magnífica? /,no era el muchacho la
cada parte de su cuerpo, cada gesto, la imagen culminación de todos sus esfuerzos, de todas
se alejaba, se perdía deformándose, era impo- sus construcciones, el habitante ideal para el
sible precisarla, alcanzarla, y el muchacho sitio ideal?, ahora comprendía, ahora com-
ideal, el real, se disolvía en el recuerdo; a prendía, el joven era el final de su magistral
veces perdía toda una noche en la reconstruc- obra, el remate maravilloso que solamente
ción, sin éxito, de una sonrisa, y seguía el dale después de haber creado otras maravillas le ·,,,.
'' l~~. :
'

dale, el cortar a rente, en tres trozos y tirar la iba a ser posible, concedido, ver, poseer. ..
caña para el montón, dale, dale ... una noche, mármoles,· gárgalas, · un gran puente, una
de madrugada, momentos antes del acostum- bandada de gaviotas retomando el sendero
brado grito, momentos antes de que con un del mar, la violencia de la primavera estallan-
gesto de cansancio final, de violencia final, do junto a las cristalerías, faros, parabrisas,
corriese hasta el guardia y le arrebatase la guaninales y columnas, escaleras y frontispi-
pistola, y se saltase los sesos, antes, sospechó, cios, portales, templos, y las diversas, cam-
intuyó, se aferró a la idea de que para que el biantes zonas de un cielo empedrado, todo
delicioso joven hiciese de nuevo su aparición, eso, con inenarrable esfuerzo construyó, pero
él, el amante, debía seguir construyendo, sí, él no le hacía la visita, y todas aquellas
debía construir un lugar, un sitio ideal, digno edificaciones, aquellos paisajes, desaparecie-
de su recibimiento, algo fabuloso, único, ron, pero Arturo se negaba a darse por
exclusivo para el momento del encuentro, vencido, si todo aquello no había sido sufi-
algo que cautivase hasta tal punto, que sedu-
f";_
ciente para atraerlo se debía a que toda esa
jese hasta tal punto que cuando(él ,llegase no creación era poca, mezquina y además inco-
quisiese marcharse, permaneciese a su lado herente, pues, sin embargo, en los momentos

68 69
exclusivos, fugaces, en que algo (quién sabe tardaba, retrasaba, siempre había un nuevo
qué) le indicaba que había tocado casi la campo de caña quemada que había que cortar
perfección (lo insólito) o lo más cercano a urgentemente, siempre había un yerbazal que
ella, ¿no llegaba entonces a sentir la presencia arrancar, un patio que barrer, una piedra que
de él?; y en ese mismo instante, Arturo remover, algo que sacudir, algo que cargar y
dedujo o creyó comprender que la divina transportar, algo que subir, algo que bajar,
figura no sólo solicitaba como escenario re- una orden que cumplir, siempre una llamada,
creaciones -creaciones- aisladas y atrayentes, te buscan, te chillan, te gritan, las columnas
sino que era digna -reclamaba- todo un se disuelven, el magistral tallado de una
universo perfecto, un sitio exclusivo e insupe- escalera se borra, los baluartes se derrumban
rable, algo superior, meritorio de un príncipe, y el pequeño remolino de agua, el centellean-
iun castillo!, iun castillo!, eso era, efectiva- te remolino donde lujosos y mínimos peces
mente, lo que él solicitaba (¿acaso no había saltan, vuelve otra vez al fondo ... había que
surgido él, el príncipe, en el momento en que negarse, había que de algún modo escapar,
Arturo había logrado levantar una torre?), un burlar para no ser burlado, elevarse para no
sitio legendario y encantado, poblado de ser aplastado, había que encontrar una solu-
leyendas y atalayas, chimeneas y recodos ción, un método, algo a que aferrarse y llevar
mágicos, sólo entonces él, el exclusivo, volve- a cabo su plan, su plan, y sabía, comprendía,
ría a dejarse admirar, a visitarlo; y a la tarea intuía que realizar sus propósitos en tales
de esa insólita construcción se dió, y en su condiciones era imposible, pero comprendía
trabajo puso toda su vida -no mover un dedo también, aún con más claridad que, preci-
gratuitamente, no desperdiciar ni una pala- samente por ello, era lo único que justificaba
bra, no malgastar furias, ni siquiera las im- su vida, tiempo, tiempo, ante todo tiempo,
prescindibles, no tomar con pasión el terror ya .no tan sólo los momentos de vigilia en la
cotidiano, reservar todas las fuerzas para su madrugada cuando los demás dormían, ge-
gran obra-, pero todo conspiraba, todos inte- mían aprisionados por pesadillas comunes o
rrumpían, obstaculizaban, todo detenía, re- se entregaban al delirio de las frotaciones, ya

70 71
no tan sólo el instante de la cola para el plato fragmentos de la construcción destruida, y el
de sopa en que abstraído, como mirando a cucharón descargaba en el vacío, y el cocine-
alguien, aprovechaba (a veces, para su ale- ro gritaba maricón, maricón, lo hiciste adre-
gría, la fila avanzaba lentamente y podía de, ahora vas a comer mierda, y toda la cola
llegarse hasta allá, donde estaba levantando comenzaba a agitarse, a protestar, a gritar,
la gran obra, y modificar la expresión de una línchenla, línchenla, clamaban las extremis-
estatua, afinar las resonancias de un reloj tas, y hasta las rosas, tan perfectamente traba-
renacentista o pulir la autenticidad de un jadas junto a la puerta del palenque, perdían
nido de cencerenicas balanceándose sobre la sus contornos invadidas por el chisporroteo
alta techumbre de un pinar), nada de eso le del potaje ... tiempo, tiempo y silencio, eso era
bastaba pues debía regresar, tenía que regre- lo necesario para triunfar, lo imprescindible '"
¡;l.

sar, ya estaba allí, otra vez, el camión espe- si quería ganar la batalla, justificar su vida,
rando, el "apúrate, comemierda, que te vue- seguir; tiempo, robarse el tiempo, hacerse del
lan el turno", el "de pie, cojones, que ya es tiempo y del silencio para lograr finalmente
hora de volver al campo", el "¿qué te pasa su objetivo, su único objetivo, el que le hacía
que hoy no quieres modelar como las demás soportar ahora todos esos espantos, él debía
niñas?" o el gesto (los gestos) libidinoso del ganar esa batalla, siempre perdida, del tiem-
soldado, y el nido dejaba de balancearse, el po, él debía imponer el refinamiento y la
lago no había podido rodearse de árboles que fecundidad del silencio a la estéril estupidez
se inclinasen para mirarse en sus aguas, y el del perpetuo estruendo, Dios, Dios, dame el
estruendo de platos y cucharas terminaba tiempo, concédeme el tiempo, préstame el
borrando el susurro de los tallos y hasta la tiempo, pero Dios hacía tiempo que había
fragancia de una plantación de jazmines de desaparecido, se había suicidado, se había
El Cabo trabajada con tesón desde hacía largado, se había esfumado, como tantas dul-
varias horas, y él tenía que apartar el reci- zuras, terrores y sueños, ahora nadie, sino él,
piente (iel siguiente!, ila siguente!, gritaba el Arturo, era Dios; nadie, sino él, Arturo,
cocinero) para que no cayesen en el plato los podría hacer algo por él, Arturo; ahora y

72 73
siempre, en cualquier infierno que habitase, chillido, sin ninguna orden, sin ninguna ofen-
él y su angustia, él y las ofensas, él y los sa, sin nadie más que él y el fabuloso proyecto
sueños insospechados, huir de allí, irse donde en gestación, para que al fin viniese, lo
nadie lo fastidiase, donde nadie ultrajase sus visitase, se quedase, el otro; y en ese mismo
monumentales construcciones, huir donde no momento, Arturo tiró la guámpara, echó a
tuviese que realizar las esclavizantes mez- correr por entre el cañaveral y llegó, libre y
quindades que diariamente padece todo hom- jadeante, hasta la explanada, hasta el gran
bre en cualquier sitio ahora y siempre para sitio donde daría forma a su reino -el inmen-
poder llenar -a medias- la barriga o para so castillo- al margen de todos los terrores; y
poder tirarse en una cama y dormir o fornicar al instante hizo descender las grandes figuras
y engendrar, multiplicar, el número de esos palpables y apacibles, de los elefantes, colo- ¡¡:
seres grotescos, imperfectos, chillones, sucios, cándolos al final de la extensa llanura, y se
".
viles y cobardes: ellos, los otros, los demás, dispuso febrilmente a construirlo todo para
todos ... no seguiría soportando, no permitiría el gran recibimiento, para la llegada del otro,
que las grandes imágenes, las grandes cons- de él, quien sería la culminación de su obra...
trucciones, los grandes y divinos proyectos entonces, ahora, en estos momentos, ya en ía
que se acrecentaban en su cerebro y desespe- sección política el oficial de guardia se incor-
radamente solicitaban salir, derramarse y cre- pora, luego de haber recibido la información
cer, se desfigurasen o perdiesen pasado el del jefe de brigada a quien se la comunicó el
momento en que debían ser puestos en ejecu- soldado guardiero, y llevándose instintiva-
ción, ino!, si antes, hasta ahora, se había mente la mano a la pistola dice: así que otra .
conformado con cortas escapadas, con escon- ,:,ye:z<.etma¡;ico:nGito ha .jugado.ªL.\l~§.~r,toi-;··e·
derse cerca del campo y aparecer rápido en . imparte la orden de persecución y captura al
cuanto notasen su ausencia, ahora no bastaba primer teniente; el primer teniente se comu-
con eso, ahora era su vida, era su tiempo, el nica con el teniente, el teniente con el subte-
que importaba, no unos minutos: su tiempo, niente, el subteniente con el cabo, y el cabo,
su verdadero tiempo, su gran tiempo, sin un con varios soldados, sale a la captura; pero

74 75
antes el primer teniente ordena un registro ra sí que lo hemos agarrado con la gorda, y
en los trastos de Arturo, y todos ávidos, piensa: así que por estos garabatos, por esta
pensando encontrar cigarros, dinero, alguna sarta de disparates cualquiera puede perder.
lata de leche, quien sabe si hasta joyas ("de la cabeza, y aún se queda por un momento
un maricón todo se puede esperar"), regis- ensimismado mirando sin leer ni entender
tran, revuelven; cartas y fotos de maricones, aquel diluvio de palabras endiabladamente
dice uno, y las tira; potes de crema, dice otro escritas; para él, en el fondo, sólo existe un
y los lanza contra el suelo, y papeles, papeles, enemigo, el que tiene un arma y combate, los
cartones, pancartas, afiches, actas de consejos demás, piensa, son sólo maricones, como
de guerra, y todo escrito hasta los mismos éste, y no tumban a ningún gobierno; pero
bordes; las actas que se habían perdido, dice entrega las hojas y saludando reglamentaria-
el teniente, qué haría ese verraco con ellas, y mente dice: ahora mismo se lo traigo, tenien-
toma una y, con trabajo, lee, al instante, te, y ya la pequeña tropa sale precipitada... si
asqueado, mira al cabo y le entrega uno de antes habían sido espacios reducidos, estre-
los documentos garabateados, qué te dije, chos pasillos en los cuales cuando otro venía
dice, con esta gente hay que tener mucho había que retroceder, ahora eran espacios
cuidado, éste~ sólo no se conforma con inmensos, amplias bóvedas combadas y es-
···""' desmoralizarse a sí mismo, sino que también pléndidas; si antes habían sido habitaciones
., · nos desmoraliza
,_, .....,
a nosotros, al país, a la mínimas, estrictas pocilgas cerradas y calen-
patria,· jhira lo que escribe, contrarrevolu- turientas, malolientes, congestionadas y oscu-
ción, Contrarrevolución descarada; y el cabo ras, ahora eran habitaciones sin fin prolon-
lee, trabajosamente, algunas palabras que no gándose en amplias terrazas de armoniosas
entiende: jacintos, turquesas, ónix, ópalos, cristalerías bañadas directamente por el sol; si
calcedonias, jades.. un aterido lo-fo-ro-ro, antes habían sido paredes embadurnadas,
¿lofororo?, iqué coño es esto!, qué cantidad paredes, descascaradas, desnudas y chillonas,
de sandeces y boberías, qué verborrea, qué paredes que se desmoronaban por el reventar
palabras tan raras ... efectivamente, dice, ah o- de una cañería podrida o bajo el peso de las

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pancartas que sus ojos siempre habían recha- levantar en el centro de la gran explanada,
zado y siempre habían estado condenados a una sólida y magistral mole de torres y
mirar, ahora eran gruesas, sólidas, monumen- poternas, era lo que dominando todo el con-
tales elevaciones, torres que se alzaban hasta junto debía construir para que el exquisito
perderse en las nubes; si antes era la candente hiciese su llegada, de eso había tenido ya
plantación, el paisaje engarrotado y polvo- señales evidentes-, y ahora desplegaba las
riento, la raquítica vegetación debatiéndose puertas de palenque junto a monumentales
entre latas y papeles cagados, ahora eran los barbacanas, y ya multiplicaba las torres flan-
grandes árboles, los umbrosos, los imponen-· queantes, aumentaba la altura de las albarra-
tes, los de tronco inabarcable, en cuyas fron- nas, prolongaba salones y atalayas, esparcía
das susurrantes y acolchadas comódamente canecillos, parapetos, saeteras y agujas de
podría guarecerse un ejército -su ejército-; si homenajes; encaramado en la rampa almena-
antes había sido la cola para la gota de agua, da dispuso la configuración de dos troneras,
el bañarse rápido antes que se agotara el asomándose por un ojo de buey duplicó el
tanque, el sacar a pulso un balde del pozo número de los hastiales, desde las murallas,
lejano, la charca sucia en la cual había tam- erguido sobre un parapeto, hacía cambiar de
bién que beber (igual que los animales) y color las aguas de los profundos fosos, modifi-
zambullirse corriendo antes de que llegaran caba la orfebrería de los limpiabarros, enne-
ellos también deseosos de refrescarse, de en- grecía curañas ... seguía construyendo, dispo-
fangarse, ahora eran las profundas extensio- niendo habitaciones, cornisas imperiales, es-
nes, las vastas y misteriosas extensiones, las caleras donde la huella y la contrahuella se
inmóviles extensiones solemnemente cruza- diferenciaban por la acumulación de centena-
das por altos y cimbreantes puentes, por res de estilos, cúpulas, torres, atriles, butacas
naves de velas púrpuras e inflamadas como de cuero, salidizos dónde ondeaban banderas,
rosas gigantescas, por sólidas escolleras que cómodas con cinceladuras de bronce, tejadi-
imponentes partirían del castillo -pues era un llos, aleros, buhardas y arcadas, colgadizos y
castillo, por encima de todo, lo que debía pasamanos; se trepó a la cúpula mayor para

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poner en lo más alto la veleta que indicase la culminación absoluta, imposible de repetir ...
ruta de los vientos; ahora construía grandes bibliotecas, grutas, conchas, balanzas, pasadi-
recibidores flotantes, salones aledaños a las zos secretos, batutas y brocales, faetones,
aguas, habitaciones donde para abrir una camafeos y un barco ondulando su abultada y
puerta se solicitaba el concurso de varios fabulosa silueta sobre un mar de espejos que
ejércitos; creó también recintos insospecha- se comunicaba con la ciudadela por un canal
bles decorados con flores mágicas que se amarillo surcado de labradas compuertas;
transformaban en instrumentos de goce, creó jarrones, flores, perfumes, telas desplegándo-
cielos artificiales, un teatro de aterciopelada y se, ustorios, jacintos, turquesas, ónix, ópalos,
recelosa acústica donde la agonía de una calcedonias, jades, hematitas, joyas, joyas,
mosca (si se le hubiese ocurrido crear tal joyas insospechables, alhahajas, todas las al-
insecto) hubiese desencadenado sucesivas re- hajas del mundo, las más lujosas, las más
sonancias, y en él puso a una clavicembalista costosas y disímiles, las más exclusivas e
que al hundir sus manos provocaba inmorta- irrepetibles, joyas, joyas, y hasta una diaman-
les melodías que desplegaban cortinajes tista encerrada en una bóveda de cristal de
mientras él, Arturo, hacía su entrada en todos · luna encargada solamente de pulir pedrerías
los salones, ah, la música, otra vez, otra vez, nupciales ... pero se detuvo: aún faltaban ma-
las estancias de la música, el vaivén de la ravillas: arenas, orquídeas, oquedades y Pa-
música, otra vez, otra vez, la cadencia de la troclos; era el delirio de la construcción, el
música, el encanto, el hechizo, el diluvio de hechizo, el goce de la creación, era el poder
la música; la misma música que había escu- :~ de· hacerlo.Jo_d_Q,_el poder de participar en
chado la noche de la "recogida" en el teatro, todo, el poder de poder zafarse de pronto de
la misma que había escuchado en el barracón la mezquina tradición, de la mezquina maldi-
momentos antes que él, el divino, se le apare- ción de la miseria de siempre, el _.,="'•~,__..,_o_~,"-"·~--•·"'
rompimien-
ciese, lo conminaba, lo precisaba, lo impelía '

to con esa figura tenebrosa, encorvada, pobre,


a que siguiese su magnífica construcción, asJ.!stada y esclavizada que había sido él (que
llevándolo hacia una perfección, hacia una son ellos, los otros, los demás, todos) y ahora,

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libre, Dios, crear el universo añorado, su a robles en perenne floración, hojas, vericue-
universo... a veces levantaba de golpe una tos tapizados por raíces aéreas, la torrecilla
iglesia imponente tan sólo por el goce de del observatorio emergiendo sobre una tropi-
crear innumerables triforios; a veces su entu- lla de palmeras discretamente curvadas, va-
siasmo era tanto que no se preocupaba por raudales y las pequeñas piedras junto al
coherencia alguna y. terminaba colocando pluviómetro, y más allá, entre el verde de los
una mata de cerezas sobre un reloj de sobre- bambúes, en el interior del verde, la humedad
mesa, una bailarina camboyana sobre un reventado semillas, los grandes nidos colgan-
cocotero, sobre un bargueño gótico una grulla tes, el esplendor de lo negro sucumbiendo
de Manchuria, sobre la alta veleta un aterido ante cocuyos y l;:t brillantez de los ratones, el
lofororo que alucinado se lanzaba a cualquier bosque, el bosque, el cuerno, la trompa de
sitio, y hasta un tapir reflejaba su insólita caza, los grandes sonidos, los imperiales,
configuración de remaches aherrojados en el sosegados, sonoros estruendos y las típicas
esmalte de un inmenso salón adoquinado con -lujosas- mañanas apacibles, el bosque, el
mosaicos mudéjares; tejadillos, ojos de buey, bosque, ostentando la alucinante gama cro-
Jupíteres y lampadarios, tapices, tartanas y mática de un océano, también arrullando
sillas de posta, todo era creado y multiplica- también meciéndolo, el bosque, el bosque, las'
do, toda la riqueza, todo lo exótico, todo lo pequeñas fieras, los grandes insectos, las im-
atrayente, toda la hermosura de la tierra era perturbables bestias flotantes y el reflejo del
sin duda necesaria para que él, el exquisito, universo en la gota guarecida sobre el envés
hiciese su aparición; junto a los parques, en de una hoja de malanga, universo donde no
los grandes jardines, bajo las estatuas trabaja- había leyes de ocasión, mezquinas y cam-
das con minucioso talento: figuras sosegadas biantes, sino las inalterables, divinas leyes
paseándose entre mármoles hasta el fin de los amparadas por la intuición y el ritmo -el
días, relicarios abandonados sobre un reloj de rigor de las lluvias, la armonía y el equilibrio
sol, breviarios en recodos de ermitas que de las esferas- que nada tienen que ver con
nadie visitará, pequeñas aves labradas atadas la histérica, cambiante, ciega y sucia trayecto-

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ría de esa figura tenebrosa, encorvada, pobre, verdes aguas, las perfumadas, las ceremonio-
asustada y esclavizada que había sido él (que sas, las gloriosas aguas que se abren para que
son ellos, los otros, los demás, todos) ... la él las penetre, para que tú y él se encuentren
tierra, penetrable y saturada dando testimo- y finalmente les otorguen su venl<:J.dfu defin,- *·
nios de un legendario cosquilleo, soltando ,99.!l· .. y Arturo oyó aquel nÍI;;:~~-~recient~, '
una exhalación, un rumor, un efluvio, la 'aquel ritmo, el suave trepidar de todos los
tierra, la tierra, y allí, en un claro, muy seres, y hasta las cosas, que de algún modo se
cerca de las aguas, entre lianas y bejucos, un comunicaban con él y le anunciaban, entu-
jazmín, una tela, un velo, una virgen en el siasmadas, que él, el divino, venía, se acerca-
éxtasis sin tiempo de una danza consagrada ba; y en su inmensa alegría, Arturo sintió
a una flor, era él, era él, era Arturo que lástima por aquellos otros árboles, los que él
bailaba, era él que aguardaba danzando, dan- no había creado, para los que aguardaba el
zando allí, en el centro del bosque, entre el hacha, y se conmovió ante el desarraigo de
rayo de luz que filtrándose produce y provoca las botellas flotantes, y los periódicos abando-
un tenue temblor. .. ¿quién corre?, son los nados y la brizna de paja que el viento ... pero,
inmensos cortinajes de las ramas que abani- ¿no era ya la hora de entrar en el castillo?,
can el aire para que sepas que ellos también ¿no estaba ya todo maravillosamente edifica-
esperan su llegada, ¿quién produce ese ru- do?, ¿no había ríos, bosques, lagos, mares,
mor?, son las innumerables hojas, las innu- incesantes cielos y suntuosos pabellones?, ¿no
merables ramas, los duendes del aire, los estaba ya todo perfectamente equilibrado?,
dioses del viento que también, agitándose, sólo la gran habitación nupcial, el lecho, la
esperan, ¿quién provoca ese incesante, ascen- divina alcoba, faltaba aún; y ahora, de un
dente tamborileo?, son las criaturas mínimas, salto se traslada al castillo, atraviesa la rampa
grillos, gusanos, hormigas, pequeñas bestias almenada y se sitúa ya en las estancias resi-
de la tierra que no quieren quedarse atrás y denciales, allí eligió una gran habitación en
vienen a verlo, ¿qué suena así, tan increíble la que había un ángulo dominando toda la
más allá de las piedras? son las aguas las región y prolongándose hasta un balcón vola-

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do; Arturo colocó un lecho con cortinas, una faltaba para que el elegido pudiese al fin
alfombra, una mesa con un vaso de flores, dos hacer su llegada; volvió a meditar mientras
candelabros, el ventanal cruzado por balaus- descansaba su mirada sobre el gran espectá-
tres entretejidos sobre el que ondeaban finísi- culo que se desarrollaba en el exterior. ..
mos lienzos velados y tenues sobrecielos que quizás lo que realmente necesitaba no era
los protegerían del sol en los días de excesiva otro mueble para la habitación, sino una nave
claridad; Arturo ordenó también que algunas de vidrios y estruendos en la cual, si uno
flores se enroscasen graciosamente en los ba- quisiese -si él y él- quisiesen algún día po-
laustres y entró en la habitación; dos sillones, drían también abandonar aquel lugar.. y tam-
también, quizás, eran necesarios dos sillones; bién, otro sitio, otro sitio encantado a donde
,,,, Arturo se paseó por el cuarto, de todas su llegar, un paraje traspasado por rayos viole-
creaciones, era este recinto amplio, apenas tas, dorados, rojos, cables y combinaciones
amueblado, lleno de ventilación y de calma, · ignoradas hasta por ellos mismos, páramos y
lo que más le sorprendía, le cautivaba y le lunas enloquecidas, bárbaras, lívidas, y leja-
inquietaba, ¿acaso faltaba aun algo? ... Arturo nas dorando alimañas de heráldicas y pulidas
comenzó de pronto a sentir que flotaba, que configuraciones, cuántos cielos, cuántos pa-
ya no era necesario apoyar los pies en el suelo sadizos secretos para deslizarse, si uno quisie-
para deslizarse, así estuvo por un rato, alerta ra, hasta el fin del mundo ... pero allá, ¿no
y maravillado, fluyendo, oscilando, girando debía haber otro tipo de árboles?, árboles que,
entre aquella claridad no desgarradora, no en puntillas, supiesen trasladarse, rápido, de
desgarradora, finalmente descendió y se acos- uno a otro sitio; sentía tanta pied-ad por las
tó; así contempló las diversas combinaciones cosas fijas, a la intemperie, al peligro ... ¿pero
de colores que se desarrollaban y deshacían no debía haber también un mar de espumas,
bajo el ventanal; Arturo cerró los ojos y pensó sólo de espumas donde uno, él y él, al
que aquella habitación era lo mejor de toda zambullirse tocasen sólo burbujas? ... y los ár-
su obra, pero sin embargo también sentía la boles irrumpieron con una constante trepida-
extrañeza, la ligera impresión, de que algo ción de tierra removida, y el mar fue creado,

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11
1

pero él no llegaba para, tomados de la mano, coro -el aleluya- de los ángeles, esperando
,. que Arturo saliese del castillo para que le
lanzarse a la espuma... pero, quizás lo que
realmente hacía falta no era un mar de espu- verificase con su mirada de amante su exis-
,, mas, sino un largo tendalero lleno de telas tencia?, era él, el hasta entonces inapresable,
1
·1 crujientes, telas pulcras, blancas, frágiles, al- el exclusivo de sus sueños, el que desnudo y
midonadas, donde poder los dos revolcarse, jovial se le había aparecido conminándolo a
límpidas telas como las sayuelas de su madre que construyese aquella maravilla, aquel cas-
donde él colocaba, así, la cabeza y sentía el tillo imponente, era él, el dios, su dios, que
calor de sus muslos ... telas pulcras, blancas, ahora, radiante y satisfecho llegaba; no tenía
frágiles, trepidantes, olorosas a jabón, recién pues que esperar más, la gran edificación
lavadas, recién secas, flotando al sol, como estaba lista, las grandes banderas flameaban
aquéllas... oh, ángeles, ángeles, ¿no debía desde los salidizos y el coro de ángeles (el
haber también ángeles?, ¿no serían ángeles último requisito) también descendía para ha-
,, 1
precisamente, lo que reclamaba el amado?, cer la presentación... sonaban ya los him-
un coro de ángeles, un resplandeciente coro nos, las cometas, el gong de la tierra y del
de ángeles que lo anunciase, escuadrones de cielo, se oía, ya de cerca, el estruendo de los
ángeles, ángeles alados y rubios que agradeci- metales, llegaban, llegaban, trayendo el res-
dos por -al fin- habérseles otorgado su real plandeciente tesoro ... Arturo atravesó las. ga-
existencia dieran testimonio de el que llega- lerías residenciales, los pasillos volados, el
ba ... pero, ¿y aquél sonido? ¿aquella música, patio real, las torres flanqueantes, y, de un
aquel estruendo de metales con resonancias salto, tomando impulso desde una poterna,
de arpas, tambores, violines, flautas y clarine- cayó sobre las puertas del palenque, cruzó la
tes, aquel redoble, · aquel himno, no eran rampa almenada, e, ignorando los puentes
ellos, los ángeles que ya anunciaban (iaque- levadizos, voló sobre los fosos ... allí estaban,
llas trompetas, aquellas trompetas!) que el allí estaban ya los integrantes del escuadrón,
elegido, el anhelado, el divino, hacía ya su venían hacia él empapados de sudor, agitados
llegada, estaba al fin allí, acompañado por el y rabiosos, habían corrido por más de cuatro

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horas buscando a aquel maricón desertor, quien, escopeta en mano, le gritaba maricón,
pero ahí estaba al fin, y he aquí que el muy ahora sí que no te me vas a escapar; aullando,
cretino venía corriendo hacia ellos, ahora, Arturo retrocedió y echó a correr en sentido
pensaba el subteniente, ahogado por la furia y opuesto, derrumbando pilastras, estatuas y
el calor, ahora que te yes acorralado (perdido) canteros; cuando ya había traspasado los
¿;( en medio de estas~aba~ vienes hacia noso- fosos del castillo y corría más allá del mirador
tros, hijo de la gran-ptrtá,y levantaba el arma real se detuvo y miró hacia atrás; otra vez
apuntando hacia Arturo, lamentándose de no divisó a La Vieja Rosa, arma en mano Y
verlo correr en dirección opuesta para, justifi- vestida de hombre, y entre los anónimos y
cadamente, poder disparar, y, sin lograr do- obedientes soldados de rostros impenetrables
minarse, gritó: imaricón, deja que te coja vio también al divino muchacho para quien
que te voy a poner el culo como una poma- había construido aquel castillo, radiante den-
rrosa, aquí te haces hombre o te jodes!. .. fue tro del uniforme ceñido, también enarbolan-
.,1¡
entonces cuando la gran música, el canto do el arma y aputándole ... imaricón!, retum-
coral de los ángeles, se apagó y Arturo se vio bó una voz militar y varonil - quizás la
corriendo hacia una tropa de soldados que, del divino joven- tres veces te hemos dado el
arma al pecho avanzaban también hacia él; alto, párate ahora mismo o hacemos fuego!;
por un momento se quedó paralizado, las pero Arturo, girando rápidamente, se lanzó
notas del gran himno aún en el recuerdo, pero hacia el horizonte, destruyendo arbolarios,
esto fue sólo por unos segundos, enseguida, kioscos y parasoles, invernaderos, camafeos,
cuando miró atentamente a la comitiva ar- aljibes y hasta el solitario pluviómetro sobre
mada descubrió con irrebatible claridad que el cual el desconcertado lofororo, que allí se
quien la encabezaba no era uno de los tantos había posado, miraba avanzar la tropa ...
tenientes o subtenientes del campamento, cuando los atinados disparos lo fulminaron,
iguales todos -sumisos con los jefes y arro- Arturo alcanzaba ya la línea monumental de
gantes con los presos-, ~ino su madre, La los elefantes regios.
-+-Vieja Rosa, enfurecida y vestida de militar, La Habana, 1971.

90 91
NOTAS
La dedicatoria: A Nelson~ en el aire,
significa a mi amigo Nelson Rodríguez Ley-
va, autor de libro de cuentos El regalo, Edi-
ciones R., 1964. En 1965, Nelsonfue interna-
do en uno de los campos de concentración
para homosexuales -en la provincia de Ca-
magüey-, estos campos eran conocidos ofi-
cialmente con el nombre de UMAP (Unidad
'
}, ' ~: :1 '
Militar de Ayuda a la Producción). Luego de
¡¡ tres años en el campo de trabajo forzado,
ij ''1¡ ¡
Nelson obtuvo la baja por "enjérmedad men-
1 tal". Desesperado, en 1971, intentó, provisto
~
¡ de una granada de mano, desviar de su ruta a
l un avión de Cubana de Aviación, rumbo a la
1 Florida. Reducido y en trance de ser asesina-
do por las escoltas militares del avión, Nelson
tiró la granada que hizo explosión. El apara-
to aterrizó en el aeropuerto "José Martí'', en
La Habana. Nelson Rodríguez y su amigo y
acompañante, el poeta Angel López Rabi -de
16 años de edad- fueron fusilados.
Nelson dejó inédito un libro de relatos
sobre su experiencia en el campo de concen-
tración. Este libro, al parecer, ha desapareci-

93
do a mano de las autoridades cubanas. Algu-
nas universidades de los Estados Unidos
tienen ejemplares de El regalo, un hermoso
libro juvenil.
Una tercera persona, el escritor Jesús
Castro Villalonga, quien no iba en el avión
pero conocía elplan, fue condenado a treinta
años de prisión, condena que aún cumple en
la prisión de La Cabaña, en La Habana.
Pienso en ese momento en que, granada
en mano, sobrevolando la Isla con sus cam-
pos de trabajo y sus cárceles, Nelson se sintió
libre, en el aire, quizás por única vez durante 1
toda su vida. De ahí la dedicatoria de/libro. 1

En cuanto a los originales de este relato, f


escrito en La Habana en 1971, pueden ser
consultados en la biblioteca de la Universidad
de Princenton, New Jersey.

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f
¡.;'
1
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1

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