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Seminario de Formación Específica

en
RELACIONES EXTERIORES,
DEFENSA y
SEGURIDAD INTERIOR

Material confeccionado por Gonzalo Bustos Frati

Clase I
Introducción histórica al sistema internacional
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Contenido
INTRODUCCIÓN AL SISTEMA INTERNACIONAL............................................................................................................... 0
1. CONCEPTOS FUNDAMENTALES PARA EL ANÁLISIS DEL SISTEMA INTERNACIONAL ..................................... 2
1.1. Brevísima cronología del “largo” siglo XVI ......................................................................................... 2
1.2. La formación del Estado absolutista ................................................................................................... 3
1.2.1. La “razón de Estado” y el interés nacional .................................................................................... 4
1.3. Rol y carácter de la guerra en el sistema moderno de Estados ................................................... 5
2. LA CONFORMACIÓN DEL ORDEN MUNDIAL ....................................................................................................... 7
2.1. La paz de Westphalia (1648) ................................................................................................................ 7
2.2. El sistema de Viena (1815) ................................................................................................................... 8
2.2.1. Nueva universalidad moral y geocultura...................................................................................... 10
2.3. La “guerra de los Treinta y Un Años” (1914-1945) ........................................................................ 10
3. BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................................................................... 14

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1. Conceptos fundamentales para el análisis del sistema internacional

1.1. Brevísima cronología del “largo” siglo XVI

- 1492: Los Reyes Católicos (España) conquistan Granada, el último territorio bajo
dominio musulmán en la península ibérica. Meses después, firman el decreto de
la Alhambra, mediante el cual expulsan a los judíos sefardíes de España.
Finalmente, firman las Capitulaciones de Santa Fe con Cristobal Colón, una serie
de acuerdos que suponían un reparto anticipado de los beneficios que supondría
la Conquista, la cual tuvo lugar en octubre de ese año.
- 1499-1503: Segunda guerra turco-veneciana. Triunfo otomano. La Paz de Buda
(1503), el “primer gran acuerdo internacional de la era moderna” (Pitcher, 1972).
Los turcos amenazan a toda Europa.
- 1517: Las 95 tesis de Martín Lutero.
- 1519: Conexión España-Austria. Carlos I de España hereda Austria y los Países
Bajos, y se convierte en Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico. España
y el Sacro Imperio forman alianza.
- 1555: Para evitar que los otomanos sigan avanzando en Europa, Carlos firma la
paz de Ausburgo, donde reconoce cierta libertad de credo a los príncipes
alemanes, aunque prohíbe las expropiaciones realizadas después de 1552.
Debilitamiento del imperio a partir del distanciamiento con la Iglesia. Carlos V
abdica en 1557, y divide la herencia entre su hijo (España y los Países Bajos) y
su hermano (el Imperio).
- 1559: Paz de Cateau Cambresis. Acuerdo entre España, Francia e Inglaterra: se
establece que poner fin a las disputas religiosas es un asunto interno, no uno inter-
estatal. Fin de la disputa Habsburgo-Valois. Los franceses se retiran de Italia.
- 1568: 17 provincias de los Países Bajos se rebelan contra España. Comienza la
guerra de los 80 años, que concluirá con la independencia de los Países Bajos, y
con la paz de Westfalia.
- 1571: Batalla de Lepanto. Los españoles frenan a los otomanos. En 1580, unifican
la península ibérica bajo su dominio.
- 1585: Alianza entre Inglaterra y Países Bajos contra España. España intenta
invadir Inglaterra. Caída de la armada Invencible. Comienza el fin del “siglo de oro
español”.
- 1618: Comienza la “Guerra de los Treinta Años”, en la que intervendría la mayoría
de las grandes potencias europeas de la época, y la cual transformaría para

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siempre el orden mundial. Inicialmente se trató de un conflicto político-religioso


entre Estados partidarios de la reforma y la contrarreforma dentro del propio Sacro
Imperio Romano Germánico. Sin embargo, la intervención de las distintas
potencias europeas convirtió el conflicto en una guerra general. A partir de su
finalización (consagrada en la Paz de Westphalia, en 1648), puede hablarse de
un sistema internacional basado en Estados-nación. Hacia el final del conflicto,
tanto España como la Iglesia y el Imperio (fragmentado en 300 reinos) se verán
sumamente debilitados.

1.2. La formación del Estado absolutista

Perry Anderson (PA) sostiene que el Estado absolutista, surgido en Europa occidental
en el siglo XIV, fue el “resultado político final” de la larga crisis de la economía y la
sociedad europeas durante los siglos XIV y XV.
El feudalismo como modo de producción se había caracterizado por dos aspectos
centrales: a) una unidad orgánica política y económica; y b) la co-existencia entre una
“propiedad condicionada” y una “soberanía fragmentada”.
La servidumbre había sido el mecanismo de extracción del excedente, y concentró
en el nivel de la aldea la explotación económica y la coerción político-legal. Sin embargo,
la desaparición gradual de la servidumbre, a partir de la conmutación generalizada
de las cargas por una renta en dinero, amenazó el poder de los nobles. A partir de “un
desplazamiento de la coerción política en un sentido ascendente hacia una cima
centralizada y militarizada”, la coerción ya no estaría diluida en el plano de la aldea,
sino concentrada en el plano “nacional”. Progresivamente, esos cambios en las formas
de explotación feudal modificaron las formas del Estado, convirtiéndolo en un “aparato
reorganizado y potenciado de dominación feudal”.
Mientras tanto, por debajo de la monarquía centralizada, se produjo la
consolidación de las unidades de propiedad feudal. Es decir, la propiedad se hizo
progresivamente menos “condicional”, al mismo tiempo que la soberanía se hizo
más “absoluta”.1 Esto fue posible a partir de la reintroducción del derecho romano,
que servía políticamente a los nobles y económicamente a los burgueses, en tanto

1 Avances tecnológicos urbanos separan la “época medieval” y la “moderna”: el proceso seiger (separaba plata del cobre), cañones de
bronce, tipos móviles (imprenta), galeones de tres mástiles y con timón en popa.

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permitía tanto el aumento del poder discrecional del monarca desde arriba como el auge
de la propiedad privada desde abajo.
La legitimidad no venía del territorio. La “aureola nacional del absolutismo era, en
realidad, contingente y prestada”. La última instancia de legitimidad era todavía la
dinastía y no el territorio. El Estado se concebía como patrimonio del monarca.
Sin embargo, las monarquías absolutistas occidentales se asentaron sobre
ciertas innovaciones institucionales: el ejército, la burocracia, los impuestos, el
comercio y la diplomacia. “Ejército, burocracia, diplomacia dinastía formaban un
inflexible complejo feudal que regía la maquinaria del Estado”, afirma Anderson.
Sobre el ejército: “el medio típico de la confrontación interfeudal era militar”, y “la
guerra era el modo más racional y más rápido de la que disponía cualquier clase
dominante para expandir la extracción de excedente”. Guerra y comercio, belicisimo y
mercantilismo, estaban interconectados.
Sobre la burocracia: un cualificado estrato de legistas proveía personal a las
nuevas maquinarias administrativas. A su vez, el modo de integración de la nobleza
feudal que prevaleció fue la adquisición de “cargos”, es decir, la burocracia era tratada
como una propiedad vendible a individuos privados.
Sobre la diplomacia: fue la “marca de nacimiento” del Estado renacentista. La
contracción de la pirámide feudal en las nuevas monarquías centralizada produjo “un
sistema formalizado de presión e intercambio inter-estatal”, según Anderson. El
mecanismo supremo de la diplomacia era el matrimonio.

1.2.1. La “razón de Estado” y el interés nacional


El concepto de “Interés nacional” se conformó a partir de la obra de diversos autores,
entre el siglo XVI y el XVII: Maquiavelo-Botero-Bodin-Richelieu-Hobbes.
Sobre la base de la Raison d’etat (Razón de Estado) de Giovanni Botero (concepto
que había servido para justificar la nueva libertad de acción de los príncipes
reformadores), Richelieu (el primer ministro de Francia entre 1624 y 1642) diferenció el
interés nacional de Francia de la moral universal religiosa, aquella que los Habsburgo
presentaban como argumento para consolidar su hegemonía en Europa.
De acuerdo con el “interés nacional”, y con el fin de evitar la expansión vienesa,
mantener dividido el centro de Europa y sostener le interés de la seguridad nacional,
Francia debía aliarse con los reformistas (Países Bajos, Inglaterra y Suecia) y hasta los
otomanos para derrotar a la contrarreforma (aplicación de la máxima maquiavélica).

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La Raison d’etat puede conducir tanto al equilibrio de poder como a la


búsqueda de supremacía, afirma Henry Kissinger (HK). Ante la ausencia de
“limitaciones intrínsicas”, puede conducir a sucesivos tours de forcé.

1.3. Rol y carácter de la guerra en el sistema moderno de Estados

Charles Tilly (CT) pone su punto de partida en el siglo XVI. Estado nación y sistema
europeo (sistema internacional) nacieron a la vez. Fueron el resultado de dos tipos de
relaciones novedosas que comenzaron a darse entonces:
- Un sistema de Estados interconectados ligados por tratados, embajadas,
matrimonios y amplias comunicaciones.
- Guerras declaradas, libradas por fuerzas militares numerosas y disciplinadas, y
concluidas con acuerdos de paz formales.
Los protagonistas del sistema europeo ya no fueron ciudades Estado, imperios o ligas;
fueron Estados nacionales: “organizaciones relativamente autónomas, centralizadas y
diferenciadas que ejercían un estrecho control sobre la población dentro de regiones
contiguas nítidamente delimitadas” (CT).
El sistema se mueve al ritmo de las grandes guerras. Pero el carácter de las
guerras, y las condiciones que impuso a los jugadores del sistema, han ido variando a
lo largo del tiempo.
“Con modulaciones importantes en función de los principales enemigos de un
Estado dado, el carácter de sus clases dominantes, y la índole de acción protectiva
emprendida en beneficio de sus clases dominantes, las condiciones (de la
guerra) se alteraron según una bien conocida lógica constante que siguió
operando bajo circunstancias cambiantes: los gobernantes solían, por lo
general, intentar establecer tanto una zona de seguridad dentro de la cual
pudieran disfrutar de los beneficios producidos por la coerción, como una zona
de amortiguamiento para proteger dicha área de seguridad. Cuando este
esfuerzo funcionaba, la zona de amortiguamiento se convertía en zona de
seguridad, lo cual impulsaba al que ejercía la coerción a adquirir una nueva zona
de amortiguamiento en torno a la anterior. Siempre que hubiera potencias
adyacentes actuando según la misma lógica, surgía la guerra” (Tilly, 1992: 269).

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Lo que define la forma de Estado que adoptó cada país es su ecuación capital-
coerción, pero el proceso se volvió cada vez más externo, es decir, condicionado por el
propio sistema internacional
“Los Estados que siguieron la vía intensiva en coerción cooptaron a nobleza y
clero, subordinaron al campesinado, construyeron grandes burocracias y
sofocaron a su burguesía. En la zona interior, tipificada por Venecia y Holanda, la
concentración de capital y el predominio de los capitalistas facilitaron la creación
de la fuerza militar, al tiempo que inhibían la captación de los Estados por parte
de los especialistas en coerción. (…) Entre ambos tipos estaban aquellos Estados
-notablemente Francia, Gran Bretaña y después Prusia- en que se unían
considerables fuentes de capital interior a unas relaciones terrateniente-labrador
que facilitaban la creación de una ingente fuerza armada” (Tilly, 1992).
Tilly distingue cuatro etapas en el proceso de larga duración que condujo a la
construcción de Estados nacionales:
a) Era de patrimonialismo (hasta 1400): guerras se producían cuando un poderoso
(grupo de parentesco, vecinos o comunidades de guerreros juramentados)
mostraban señales de debilidad. Soldados, bandidos, piratas, rebeldes y señores
componían un continuo de acción coercitiva.
b) Era de mediación (1400 a 1700): la consolidación del sistema de Estados, la
segregación de los militares de la vida civil y el desarme de la población civil
agudizaron las diferencias entre la guerra y la paz. La guerra se hizo más
infrecuente, pero una vez iniciada, se tornaba más continua y más destructiva.
Las oportunidades y peligros comerciales de las clases dominantes se convirtieron
en motivo más frecuente de guerra.
c) Era de nacionalismo (1700 a 1850): las dinastías perdieron su capacidad para
hacer la guerra por intereses propios. Algo que podría denominarse “interés
nacional” vino a dominar la involucración o no de los Estados en la guerra. Tres
cambios: la situación vigente del todo el sistema de Estados (y su equilibrio de
poder) empezó a incidir en las probabilidades y localización de la guerra; iban a la
guerra parejas de Estados con un poder semejante; la renta nacional total (más
que per cápita) comenzó a limitar la capacidad de los Estados como nunca antes.
d) Era de especialización (1850 a 1914): las condiciones generadoras de guerra se
alteraron relativamente poco, salvo que la competencia (directa o indirecta) por
imperios muy distantes del territorio nacional jugó un papel más importante. La
acción popular colectiva se nacionalizó, haciéndose más autónoma.

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El sistema se expande mediante la conexión de su propia periferia, hasta alcanzar


una dimensión global.

2. La conformación del orden mundial

2.1. La paz de Westphalia (1648)

Paul Kennedy (PK) sostiene que “la esencia de la paz de Westfalia era el
reconocimiento del equilibrio religioso y político dentro del Sacro Imperio Romano,
con lo que se conformaban las limitaciones de la autoridad imperial”.
Así, desde entonces Francia y España quedaron envueltas en una guerra que se
originaba en las rivalidades nacionales y no en la relación con la iglesia. Por eso
Mazarino, sucesor de Richelieu, pudo forjar una alianza con la Inglaterra protestante de
Cromwell, y forzar a los españoles a aceptar la Paz de los Pirineos (1659). “Al obligar a
España a negociar con su archienemigo”, afirma Kennedy, quedó demostrado que “la
etapa del predominio de los Habsburgo en Europa había terminado”.
Para IW, desde la Paz de Cateau-Cambrésis, firmada por los reyes de España,
Francia e Inglaterra en 1559, se había iniciado una época en que las luchas se dieron
en mayor medida en un nivel interno. Llama a este fenómeno “interiorización de las
guerras y las políticas europeas”. A partir de Westfalia (1648), en cambio, se retornaría
a un periodo donde las luchas serían más interestatales:
“Las batallas entre reformadores y contrarreformadores, entre la versión ‘puritana’
y la versión ‘protoliberal’ (o tolerante) del cristianismo, fueron refrenadas a nivel
público y en buena parte privatizadas. Los Estados respiraron de nuevo y la
administración pública pudo comenzar a convertirse en la preocupación esencial
de los gobernantes” (Wallerstein, T. 2: 97).
La soberanía y el equilibrio de poder se planteaban como nuevos principios
reguladores del orden internacional, un paso más allá de la simple tolerancia
religiosa. Según Kissinger, la racionalización que supuso Westfalia fue un legado de la
Francia gobernada por Richelieu, quien introdujo “el enfoque moderno de las relaciones
internacionales, basado en la nación-Estado y motivado por los intereses nacionales
como su propósito supremo” (p. 11).
Además, Perry Anderson (PA) señala que con los acuerdos de Westfalia se
extendió y se codificó “la práctica de la diplomacia bilateral del siglo XVI en un
sistema internacional multilateral”. Este paso fue dado por nuevos tipos de
administradores, “carentes de bases autónomas militares o regionales”, es decir, los

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burgueses, que ya venían ocupando los cargos clave en las burocracias en formación
de los estados absolutistas (2011: 48).
El Sacro Imperio Romano-Germánico quedó dividido en 300 reinos con una
política exterior independiente. Según Kissinger, esto no sólo demoró por dos siglos
la unificación alemana, sino que provocó el expansionismo francés, cuya Raison
d’etat (razón de Estado), carente de “limitaciones intrínsicas”, la condujo a sucesivos
tours de force, ampliaciones de sus fronteras nacionales para seguir siendo el árbitro en
los conflictos entre los estados alemanes.
Como respuesta, el resto de los países europeos formarían una coalición anti-
francesa, liderada por Inglaterra, cuya política exterior estaba explícitamente dedicada
a conservar el equilibrio: proteger al bando más débil a nivel continental para evitar que
cualquier Estado fuera tan fuerte como para unificar al resto y luego suponer una
amenaza para la isla británica. Esta oposición anglo-francesa tomó forma en 1688, tras
la asunción del trono inglés por parte de Guillermo de Orange.

2.2. El sistema de Viena (1815)

Tras las guerras napoleónicas, que culminaron con su derrota, Francia volvió a sus
fronteras antiguas. Para evitar nuevas tentaciones expansionistas en Alemania, se
conformó la Confederación Germánica, que de acuerdo con Kissinger sería “demasiado
fuerte para ser atacada por Francia, y demasiado débil y descentralizada para constituir
una amenaza para sus vecinos”.
Para John Ikenberry (JI), recién en 1815, con el Concierto de Viena, encontramos
la característica central de los acuerdos que vendrían en adelante a la hora de
reconfigurar el sistema internacional: la “auto-restricción estratégica” por parte de
las potencias (incluido el Estado “líder”) y la “vinculación institucional” entre las
potencias, orientada a establecer procesos formales de consulta y acuerdo para
gestionar los factores disruptivos que afectaban a Europa:
“Los acuerdos previos crearon límites y limitaciones de poder a través de la
reafirmación de la autonomía estatal, la redistribución de las capacidades
territoriales y de poder, y el equilibrio de poder. El acuerdo de Viena recuperó
estos mecanismos, pero también hizo uso de instituciones que fueron diseñadas
para proveer alguna medida de restricción en el ejercicio indiscriminado y
autónomo de poder por parte de los Estados más fuertes” (Ikenberry, 2001: 81).

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Tres innovaciones institucionales complementaron, y en algunos sentidos hasta


reemplazaron, al sistema de equilibrio de poder como la lógica principal del sistema
internacional:
i) alianzas (entre Inglaterra, Rusia, Austria y Prusia, por un lado, y entre Rusia,
Austria y Prusia, por el otro);
ii) un sistema de congresos (Ejemplo: el Congreso de Aix-la-Chapelle en 1818, la
primera conferencia celebrada entre Estados para regular relaciones
internacionales en tiempos de paz);
iii) una “difusa promulgación de normas y reglas del derecho público europeo”,
que pretendían darle a los acuerdos institucionales y territoriales una base de
legitimidad y autoridad (JK).
En rigor, Gran Bretaña no tenía ambiciones territoriales en el continente (más allá de
asegurar la independencia holandesa) ni la capacidad militar para dominarlo. Por esto,
y para obtener el apoyo necesario, no avanzó en sus pretensiones en relación a las
colonias, en tanto proyectó que el nuevo sistema debía ser legítimo ante los demás
Estados involucrados. A su vez, como el país más poderoso en términos económicos y
militares, la mayor amenaza para las demás potencias era más el abandono que la
dominación británica.2
Sin embargo, no todos los objetivos diplomáticos británicos se cumplieron. No se
avanzó en su propuesta de garantías específicas de seguridad, por resistencia del zar
Alejandro, quien –convertido al cristianismo- impulsó la Santa Alianza (un retorno a la
lógica que uniera a España y Francia en su lucha contra la reforma en Cateau-
Cambrésis). No obstante, en la postura del zar pudo haber influido la dificultad del
gobierno británico para sumar apoyos en su propio parlamento. A su vez, las
instituciones carecieron de la profundidad y densidad de los acuerdos del siglo XX.
En suma, para Ikenberry, el acuerdo que terminó con las guerras napoleónicas
supuso el orden político más complejo y elaborado hasta entonces, una suerte de
“sistema oligárquico de administración” de Europa.
Kissinger no comparte la idea de que Inglaterra propuso un orden
institucionalmente vinculante, más bien, todo lo contrario. Quien sí lo hizo fue
Castlereagh, su primer ministro hasta 1820, pero él no encontró apoyo en su parlamento

2 Para Perry Anderson “la primera guerra verdaderamente paneruopea” no fue la Guerra de los Treinta Años sino la Guerra de los Siete
Años (1757-1763). En ella el triunfo sistémico de los ingleses ya estaba prácticamente asegurado. De la contienda participaron todas las
potencias. El conflicto continental se entrelazó con el conflicto marítimo y colonial entre Gran Bretaña y Francia. Sus resultados:
fortalecimiento de Prusia en el equilibrio alemán, derrota de los Habsburgo, y fin del sueño francés de consolidar un imperio marítimo.

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y su sucesor, Canning, incluso se retiró del Concierto de Viena. En cierto sentido,


Castlereagh sería el Woodrow Wilson del siglo XIX.
Para Kissinger, la base de la estabilidad alcanzada en 1815 fue no sólo la
existencia de un equilibrio de poder, sino también un equilibrio moral: los países
compartían la misma escala de valores. “El equilibrio de poder reduce las oportunidades
de recurrir a la fuerza, y el sentido de la justicia reduce el deseo de emplearla”.
Como resultado, salvo por la “cuestión de Oriente”, se mantuvo un orden estable
por la combinación del equilibrio de poder y de un sentido de legitimidad compartido.
Durante 40 años no habría grandes guerras y durante un siglo no habría una guerra
general europea. Solamente tras la guerra de Crimea (en 1854) se iba a comenzar a
desmantelar este “Sistema de Viena”.
Eventualmente, Prusia venció a Austria en la puja por dominar a los estados
germánicos. Luego su víctima sería Francia. Como Italia, obtuvo la unificación nacional
de forma tardía. El imperialismo entraba en fase ascendente.

2.2.1. Nueva universalidad moral y geocultura

Kissinger sostiene que en 1789 Francia volvió al universalismo, ahora asociado a los
principios republicanos y la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Sobre esta base, IW señala que desde 1789 se fue configurando una “geocultura”
compuesta por un conjunto de ideas, valores y normas ampliamente aceptadas en el
sistema mundo y que iba a constreñir la acción social. Dos creencias de base,
legitimadas por la Revolución Francesa y consolidadas antes de 1914: la normalidad del
cambio político y la soberanía popular. A la luz de esta cultura, se concibieron tres
ideologías modernas: el conservadurismo, el liberalismo y el radicalismo. Esa geocultura
fue dominada y estilizada por el liberalismo centrista, que le dio forma a los Estados.

2.3. La “guerra de los Treinta y Un Años” (1914-1945)

Así llama Eric Hobsbawn (EH) a las dos guerras mundiales del siglo XX, incluyendo el
periodo de entreguerras. Tanto Wallerstein como Hobsbawn hablan de guerras de treinta
años que sacuden el orden mundial, y los caracterizan como fenómenos no producidos
por la ideología.

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Sin embargo, solamente Wallerstein encuentra el mismo patrón en las tres


grandes guerras. Hobsbawn, en cambio, distingue las guerras del siglo XX de todas las
anteriores por la confusión entre política y economía que había producido el
imperialismo, y por el carácter ilimitado de los objetivos de conquista que movilizaban
ahora a los contendientes:
“A diferencia de otras guerras anteriores, impulsadas por motivos limitados y
concretos, la primera guerra mundial perseguía objetivos ilimitados. En la era
imperialista, se había producido la fusión de la política y la economía. La rivalidad
política internacional se establecía en función del crecimiento y la competitividad
de la economía, pero el rasgo característico era precisamente que no tenía límites”
(Hobsbawn, 2005: 37-38).
Sobre la crítica de Carl Schmitt a la geocultura centrista liberal. Para complejizar la
caracterización de Hobsbawn sobre una fusión entre política y economía en los
proyectos imperiales, basta leer lo que escribía Schmitt. Para él, era más bien todo lo
contrario: existía una identidad esencial entre ambas, identidad que el liberalismo había
venido a escindir, diferenciando su espíritu privado de la escena pública y priorizándolo
(y lo había hecho escalando un argumento elaborado casi por accidente por el propio
Thomas Hobbes, el primer decisionista de la historia moderna).

2.3.1. Los acuerdos de 1919 y 1945

Los acuerdos de 1919 se basaron ambiciosas proyecciones institucionales que


sólo podrían consolidarse en 1945. De acuerdo con Ikenberry, el predominio de
regímenes democráticos dio la oportunidad para un acuerdo institucional. Los países
europeos temían tanto el abandono como la dominación norteamericana, y buscaban
que EEUU conviniera en un compromiso de seguridad. Sin embargo, la paz alcanzada
no sólo fue precaria, sino que se alcanzó de un modo que favoreció estructuralmente el
estallido de un nuevo conflicto.
Las razones del fracaso del acuerdo, según Ikenberry, son más idiosincráticas que
estructurales: las convicciones y la terquedad de Woodrow Wilson sobre las fuentes del
derecho, el pobre desempeño del poder norteamericano, y las oportunidades
desperdiciadas condenaron el acuerdo.
La coyuntura de la segunda posguerra, en cambio, suministró los incentivos
y capacidades para que las potencias predominantes y secundarias avanzaran
hacia un acuerdo institucionalizado.
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Los EEUU tenían una posición mucho más favorable que la mantenida en 1919 o
incluso que Gran Bretaña en 1815. Los caracteres democráticos de los países
involucrado hicieron más difícil la llegada a un acuerdo, pero, a su vez, más creíble su
sostenimiento en el largo plazo. El orden emergente estaría basado en el
multilateralismo, la reciprocidad, la legitimidad y la institucionalidad.3

2.3.2. El siglo norteamericano

Históricamente, afirma HK, EEUU había practicado “una temprana forma de no


alineación”, lo que le permitió descubrir “el beneficio de la neutralidad como arma de
negociación”.
Dos factores provocaron el progresivo giro en la política exterior de EEUU, y
el fin de la tendencia aislacionista: la expansión del poder norteamericano y el
desplome del sistema internacional centrado en Europa. El primer paso lo dio Theodore
Roosevelt, con su “corolario” de la Doctrina Monroe. En 1904 “proclamó un derecho
general de intervención por ‘cualquier nación civilizada’, que en el continente americano
sólo los estados Unidos tenían derecho a ejercer”. Esto, en los hechos, ya ocurría: en
1902, EEUU obligó a Haití a pagar sus deudas a los bancos europeos; en 1903,
apoyaron disturbios en Panamá que condujeron a su independencia (con la
correspondiente soberanía norteamericana en la Zona del Canal); en 1905, estableció
un protectorado financiero en República Dominicana; y en 1906, sus tropas ocuparon
Cuba.
El giro se produjo durante las presidencias de Roosevelt y Wilson, quienes
expresaban perfiles de liderazgo y visiones del mundo muy diferentes (HK). Roosevelt
era el “estadista-guerrero” que confiaba en el realismo geopolítico, el equilibrio de poder
y las esferas de influencia. Wilson era el “sacerdote-profeta” que proponía un “designio
providencial” para el país basado en el “excepcionalismo moral norteamericano”, según
el cual la seguridad de los Estados Unidos era inseparable de la seguridad de todo el
resto de la humanidad.4 Ambos perfiles, combinados, marcarían la historia del siglo XX:
“El derecho universal y no el equilibrio, la integridad nacional y no la
autoafirmación nacional eran, en opinión de Wilson, los fundamentos del orden

3 Ver: http://www.worldology.com/Europe/europe_history_md.htm
4Frente al Congreso, Roosevelt afirmó en 1902: “Cada vez más, la creciente interdependencia y complejidad de la política internacional y
de las relaciones económicas obligan a todas las potencias civilizadas y ordenadas a insistir en una apropiada vigilancia del mundo”.

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internacional. (…) La conservación de la paz ya no se debería al tradicional cálculo


del poder, sino a un consenso universal apoyado por un mecanismo de vigilancia.
Una agrupación universal de naciones en gran parte democráticas actuaría como
‘fideicomiso de paz’, reemplazando los viejos sistemas de equilibrio del poder y
alianzas” (Kissinger, pp. 39-47).
De acuerdo con Kissinger, lo que Wilson entendía por “comunidad de poder” era un
concepto nuevo que evolucionaría hacia el de “seguridad colectiva”.

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3. Bibliografía

- ANDERSON, Perry (1974), El Estado absolutista, Siglo XXI, Madrid, España.


Disponible en: https://we.riseup.net/assets/311818/anderson-perry-el-estado-
absolutista.pdf
- HOBSBAWN, Eric (1994), Historia del Siglo XX, Crítica, Buenos Aires, Argentina,
1998.
Disponible en: https://uhphistoria.files.wordpress.com/2011/02/hobsbawn-
historia-del-siglo-xx.pdf
- KENNEDY, Paul (1985), Auge y caída de las grandes potencias, Editorial de
Bolsillo,
Disponible en: https://eva.udelar.edu.uy/mod/resource/view.php?id=323279
- KISSINGER, Henry (1994), Diplomacia, Ediciones B (1996), Barcelona, España.
Disponible en: http://aps-m.org/wp-content/uploads/2017/03/Kissinger-Henry-
Diplomacia.pdf
- IKENBERRY, John (2001), After Victory, Princeton University Press.
Disponible en: http://catdir.loc.gov/catdir/samples/prin031/00034681.pdf
- SCHMITT, Carl (1997), El Leviatán en la doctrina del Estado de Thomas Hobbes,
UAM, México.
Disponible en: http://pdfhumanidades.com/sites/default/files/apuntes/192-
Schmitt%2C%20Carl%20-
%20El%20Leviat%C3%A1n%20en%20La%20Teoria%20Del%20Estado%20de
%20Tomas%20Hobbes.%20UAM.pdf
- TILLY, Charles (1992), Coerción, capital y los estados europeos: 990-1990,
Alianza universidad, Madrid, España.
- WALLERSTEIN, Inmmanuel (2011), El moderno sistema mundial. Vol. 2. El
mercantilismo y la consolidación de la economía-mundo europea, 1600-1750.
Siglo XXI, Buenos Aires.

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