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La paz sea contigo

Desde tiempos inmemorables, la paz siempre ha jugado una dura


batalla contra el caos, la destrucción y la guerra.
Y a todo esto ¿Qué es la paz?
La paz es un valor fundamental en la vida de las personas, de las
familias y de las naciones del mundo, es el fruto de saber escuchar, de
entender las necesidades ajenas, antes de las propias, es lograr la
armonía de las personas consigo mismas, con la sociedad y la
naturaleza
Cuando participamos en Misa el Sacerdotes, antes de participar de la
Eucaristía nos dice : “Fraternalmente, dense la paz”, y, entonces,
aunque las normas litúrgicas nos digan que solamente debemos dar la
paz al que está a nuestro lado, todos los fieles entran en el frenesí de
desear la paz a conocidos y a desconocidos. ¡Nos encanta dar la paz!
Este deseo, expresado en la liturgia, tiene su origen en el saludo
mismo de Jesús y en su mandato de que sus discípulos saludáramos
así. Para el pueblo de Jesús la paz era un don precioso que Dios les
daba y que ellos necesitaban mucho, pues eran acosados por sus
enemigos. Anhelaban la paz ¡y nosotros también!
Bienaventurados los que construyen la paz (Mt 5, 9)
Un país vive en paz no cuando tiene un gran ejército que infunde
temor o una policía que reprime por la fuerza cualquier brote de
violencia, sino cuando en él se trabaja por dar a cada persona el goce
de sus derechos humanos. Si no se tiene acceso a mejores
condiciones de vida, por más que haya represión, habrá
manifestaciones violentas de inconformidad. Pero no siempre esa
inconformidad se canaliza por los movimientos de tipo político, sino
que también se manifiesta por la inseguridad y la corrupción. Si a una
persona se le priva de su derecho a vivir con dignidad, se le orilla a
delinquir.
Constructores de la paz son quienes hacen leyes más justas y quienes
las cumplen. Quienes buscan el bienestar del empleado más que
aumentar el capital a como dé lugar. Quienes viven su profesión como
un servicio y no como un medio de obtener ganancias. Quienes dan su
tiempo y quienes saben aliviar los efectos de la desigualdad.
¡Bienaventurados sean!
¡Guerra!

¿Cómo se pierde la paz? Una sociedad está en guerra cuando los


intereses de unos cuantos prevalecen sobre el bien común. También
hay guerras por el orgullo y por el odio. Muchas de las guerras han
tenido como origen la religión y, entonces, nos matamos entre
hermanos ¡en el nombre de Dios!
En el corazón del hombre la pérdida de la paz se da por una pena que
no se ha sabido enfrentar y resolver, por el rencor, por el odio, por el
deseo de venganza, por la angustia que ocasiona el no haber
cumplido con nuestro deber, por los remordimientos de conciencia.

Mi paz les doy (Jn 14, 27)


La paz es algo más que la tranquilidad en el orden. Se puede vivir en
un ambiente de guerra y, sin embargo, tener paz.
La paz nace de una actitud interior, la paz se inicia en el corazón de
cada persona y es consecuencia de sus buenas acciones.
Se recobra la paz cuando hay disponibilidad de escuchar y de aceptar
las razones de aquel que hoy es nuestro enemigo. La paz sin la
misericordia del más fuerte es esa famosa paz de los sepulcros; una
paz que se finca sobre la tumba del enemigo muerto.
La paz interior se recobra con la reparación de la injusticia cometida,
con la tolerancia, la comprensión y el clemente perdón.
Los católicos tenemos también el recurso de acudir a Dios y pedirle la
paz que es un fruto de los dones del Espíritu Santo.
A través de la meditación y del diálogo con Dios se llega a la
reconciliación con Él, con uno mismo y con las personas que nos
rodean. La oración dispone el corazón a recibir como don gratuito ese
orden interior al que llamamos paz.
La oración nos dispone a perdonar a los demás y a perdonarnos a
nosotros mismos.
Educación para la paz
Estamos acostumbrados a dividir el mundo en buenos y malos.
Tomamos partido por los buenos y deseamos que los malos sean
derrotados. Pero aquellos a quienes hemos etiquetado como malos
también son personas y, en plan cristiano, también son hermanos
nuestros, hijos de Dios. Por eso Jesús nos pide que hagamos oración
por nuestros enemigos y que devolvamos bien por mal. (Mt 5, 44).

Debemos tener cuidado de que nuestra exigencia de justicia no se


convierta en una venganza que manifieste nuestro odio a aquellos que
nos hacen el mal.
Tratar a nuestros enemigos como a personas nos ayudará a
comprender que son muy semejantes a nosotros y que no es mucho lo
que nos separa.
Nos educamos para la paz en la medida en que conocemos y
aceptamos los valores de los demás.
“Si vis pacem, para bellum”, si quieres la paz, prepara la guerra,
decían los romanos, enamorados de la guerra. Nosotros tenemos que
decir: “Si quieres la paz, convive con tus hermanos, porque no se
puede hacer la guerra a quien se ama” La paz se funda en el amor.
Si vences a tu enemigo, siempre será tu enemigo; si lo convences,
será tu amigo.

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