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“Parroquia Sagrado Corazón de Jesús” 1

Diócesis de Gregorio de Laferrere

Ficha 13

Que reine la Paz de Cristo

1- Leemos Mateo 5. 20-22

Por lo general en nuestra vida somos testigos, y hasta objeto de situaciones injustas y de
violencia:

- ¿Quién de nosotros no ha deseado alguna vez que se haga justicia?

- ¿Frente a lo que vivimos cotidianamente, nos suenan extrañas las palabras de Jesús?

- ¿Qué intenta decir?

2- Lo que Jesús y la Iglesia nos enseñan.

Recordando el precepto: "no matarás" (Mt 5,21), nuestro Señor pide la paz del corazón y denuncia
la inmoralidad de la cólera homicida y del odio: La cólera es un deseo de venganza. "Desear la
venganza para el mal de aquel a quien es preciso castigar, es ilícito"; pero es loable imponer una
reparación "para la corrección de los vicios y el mantenimiento de la justicia" (Santo Tomás de
Aquino). Si la cólera llega hasta el deseo deliberado de matar al prójimo o de herirlo gravemente,
constituye una falta grave contra la caridad.

Perjuicio a la vida.

La obligación de respetar y cuidar la vida se extiende también al uso de todos aquellos cuidados
que se le debe a nuestro organismo tanto en lo físico como en lo espiritual, es un deber mejorar
las condiciones de salud. Sería por tanto inmoral perjudicar la salud física no brindando al cuerpo
la atención que necesita, sea por los excesos (por ejemplo los vicios) o por defecto (no concurrir al
médico).

La defensa de la propia vida.

El amor llevado hasta el heroísmo puede inducir el cristiano a aceptar pacientemente una muerte
injusta profiriendo palabras de perdón para el agresor que la ocasiona. Sin embargo no faltan
circunstancias en las que, en nombre del evangelio y de los valores morales que este pregona, es
legítimo y hasta obligatorio enfrentar al agresor. Quien ve amenazada su vida injustamente, tiene
derecho a defenderla y, si no queda otra alternativa, dar muerte al agresor. Este comportamiento
extremo es, por un lado, reacción natural de uno de los instintos más profundos del hombre-el de
la propia conservación de la vida-y por otro, se ampara en una norma de sentido común que
aplica lógicamente el mandamiento de no matar: evidentemente la vida del inocente agredido
tiene prioridad sobre la del agresor culpable.

La guerra

Hay también otro caso en que puede ser legítimo ocasionar la muerte al prójimo: la guerra "justa",
si es que puede llevar éste calificativo para designar un hecho que ocasiona efectos tan
desastrosos entre los hombres. Sin duda, no se puede negar a una nación gravemente agredida
el derecho de legítima defensa, cuando se han agotado todos los recursos de orden
diplomático y mientras faltan instituciones de derechos internacionales competentes y
provistos de medios eficaces para dar solución a los conflictos.

Sin embargo el ejercicio de la legítima defensa no exime de la obligación de observar algunos


principios y normas.
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La violencia

Digamos ahora algo de otra realidad que ha invadido toda nuestra vida y que por sus efectos
devastadores puede equipararse virtualmente a la guerra "la violencia”.

La violencia no condice con la naturaleza del hombre, que es un ser racional, capaz de dialogar, y
encontrar en su espíritu los recursos más eficaces para resolver los problemas.

La violencia no es cristiana, el cristiano debe creer en la eficacia del espíritu, la rectitud del
corazón, la mansedumbre, el dinamismo de la verdad, de la justicia y por sobre todo del amor, el
servicio sacrificado y generoso a sus hermanos. Quien no cree en la eficacia de tales armas, no
es aún suficientemente cristiano.

Los desarme de los Espíritus.

El homicidio, la guerra, la violencia, son, en última instancia, efectos de sentimiento que


corrompen desde dentro el corazón del hombre: el egoísmo, la avaricia, la ambición, el rencor, la
envidia, la ira, el deseo de venganza.

Jesús, enfrentando, como siempre, el mal de raíz, nos invita a deponer estas actitudes o
sentimientos y realizar un desarme profundo del espíritu.

“Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: "No matarás", y el que mata, debe ser
llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano,
merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado
por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego.” Mateo 5, 20-22.

Podemos adivinar la lógica íntima de esta afirmación, que nos resulta un poco paradójica: "nadie
empuña un arma para eliminar a su prójimo si antes no lo ha matado con el corazón, es decir, si
no ha tramado y decidido su muerte. De allí ese crimen de conciencia entraña, para Cristo, una
gravedad similar a la del acto físico de matar. Por eso, también, el primer paso hacia la paz es
destruir los proyectiles del pensamiento y los explosivos del corazón. Sólo así se puede extinguir
el fuego de la violencia y construir la Paz.

3- Paz.

1. En el orden personal, la integración del ser humano que le hace vivir en armonía y plenitud
interior y hacia el exterior.

2. En el orden social, entendimiento entre los hombres, entre las clases sociales y entre los
Estados. La paz no es simple ausencia de guerra o de lucha, sino percepción y vivencia
de plenitud creciente, cimentada en la justicia y en la colaboración o solidaridad.

3. Para el pueblo hebreo, la paz es la esperanza mesiánica por excelencia y el anhelo radical
del hombre, que se concretiza en el saludo: "La paz contigo", al que se responde "Contigo
la paz". "La palabra hebrea shalom, etimológicamente significa estar sano, íntegro (...).
Para *Israel, el contenido de shalom puede describirse como sigue: 'shalom significa la
total armonía dentro de la comunidad que, por razón del orden, está penetrada de la
bendición de Dios y hace así posible el crecimiento, libre y sin obstáculos, del hombre en
todos sus aspectos'.

4. Dios es "el Dios de la paz" (Rom 15,33; 16,20; 1 Cor 14,33) y nos ha dado por su Hijo, de
quien san *Pablo dice: "El es nuestra paz" (Ef 2,14). Jesús proclamó bienaventurados a
"los que buscan la paz" o "los pacificadores" (Mt 5,9).
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Oración y despedida Leemos Marcos 7. 17-23.

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