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Corporeidad y motricidad – Prof.

Leo di Croce

Extracto de: BARBERO GONZÄLEZ, J.I., 1994, “Introducción”, en BARBERO GONZÁLEZ, J.I.,
comp., Materiales de Sociología del deporte, Madrid, La Piqueta.

La industriosa disciplina corporal-deportiva Parte 1

“…
Los procesos de configuración del espacio deportivo (como un ámbito de lo social
caracterizado por una serie de regularidades resultantes de la cristalización de diversas
iniciativas, saberes y discursos) son bastantes recientes. Sus orígenes tienen que ver con las
preocupaciones que generaron durante la segunda mitad del siglo XIX (en primer lugar en
Inglaterra, cuna del capitalismo industrial, y más tarde en otros países) en el nuevo contexto
industrial/urbano.
El nacimiento del deporte responde, como diría Foulcault, a la conciencia que adquirió la
burguesía de la necesidad de controlar las poblaciones para asegurarse su productividad. El
amontonamiento de cuerpos que tuvo lugar en la fábrica y en la ciudad, la duración de la
jornada laboral, la contaminación e infraestructura urbana, las condiciones de las viviendas, los
hábitos recreativos, etc., fueron percibidos como focos de peligro para la “salud de las
poblaciones” o para la “salud de la nación”1.
La preocupación por la salud de las poblaciones fue uno de los temas centrales; en torno
a el se articularon múltiples iniciativas de físicos sociales de distinta índole que, movidos por
diversos fines, pretendieron “una mejor” organización de la vida social y, al hacerlo fueron
creando un cuerpo teórico-práctico de saber y regulaciones.
Sin embargo, la salud de las poblaciones debe su fuerza, como tema generador, a la
metáfora que encierra, al hecho de ser un eufemismo. La preocupación dominante no fue
nunca la enfermedad en sí de más o menos trabajadores sino, sobre todo, sus repercusiones
económicas (produce más un obrero sano y bien alimentado), militares (el poderío y seguridad
del imperio requiere de soldados fuertes y robustos) y sociales (la enfermedad y la suciedad
son la fuente de todos los vicios y favorecen el surgimiento de radicales, socialistas,
comunistas y demás instigadores a la revolución)2.
1
En torno a este tema de la salud de las poblaciones se acuñaron múltiples expresiones como física
nacional, moralidad física, pecado físico, fisiología y ética de la recreación y, sobre todo, el concepto de
degeneración que tuvo enorme incidencia y sirvió de base a la expansión del higienismo. Como muestra véase los
títulos de algunos escritos de la época: Dr. MOREL, Tratado sobre la degeneración física, intelectual y moral de la
raza humana, Paris, 1857. Lord BRABAZON, “La salud y el físico en la población urbana”, 1881; “Decadencia de
la fuerza corporal en las ciudades”, 1887; HUGH PERCY DUNN, “¿De qué muere la gente en Londres?”, 1893;
“Está nuestra raza degenerando?”, 1894.
2
En este marco, Lord Brabanzon, por ejemplo, escribía en 1887 que “la cuestión de la Educación Física
debe, en consecuencia, ser apoyada por todas las clases de la comunidad: los trabajadores por su propio beneficio y
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Desde esta perspectiva, la salud de las poblaciones es la metáfora de que las clases
dominantes se sirvieron para expresar su temor al desorden y la integración social; con ese
eufemismo verbalizaron su percepción de una situación peligrosa. El peligro lo localizaron,
naturalmente, en las crecientes masas trabajadoras (amontonadas, sucias, promiscuas,
bebedoras, vagas, etc.) Las soluciones que pusieron en marcha, inscritas en un contexto de
creciente conciencia y regulación de lo social (como muestra la reforma o constitución
“simultánea” de múltiples instituciones), buscaron el ideal del obrero-soldado-deportista. Para
ello promovieron hábitos higiénicos, realizaron campañas difundiendo las bondades del
ejercicio físico, reglamentaron las recreaciones populares, plantearon la necesidad de espacios
y aire libre, defendieron la implantación obligatoria del ejercicio gimnástico, crearon
movimientos juveniles … e inventaron-enseñaron /impusieron una nueva forma “de jugar” al
modo deportivo.
Es un error considerar la invención-enseñanza/imposición de las prácticas deportivas
como etapas que se suceden en el tiempo. Por el contrario, son procesos, paralelos y
superpuestos, a veces contradictorios, distintas caras de un mismo fenómeno que no
responden necesariamente a una lógica lineal. La primacía de unos aspectos sobre otros,
depende fundamentalmente del momento y contexto concretos de análisis.
La configuración del espacio deportivo (la invención enseñanza/imposición de una nueva
forma de “juego”) implica una concepción diferente del ámbito de l recreación, así como el
diseño de unas modalidades de divertimento más racionales. En este sentido, la difusión de las
prácticas deportivas supuso la puesta en acción de una serie de dispositivos que asegurasen
unas determinadas formas de conducta y de disciplina corporal, fueron producto de unas
nuevas sensibilidades que dieron lugar a un conjunto de regulaciones del cuerpo individual y
colectivo antes inexistentes.
…”
Parte 2
“… Fue en el amurallado universo de Tom Brown donde las clases dominantes inglesas
experimentaron por primera vez el dispositivo de lo deportivo con sus propios hijos3. Las “Public

el de sus hijos; los militares y marinos por el amor a sus compañeros; los empresarios y capitalistas por la mejora
del comercio; los hombres de estado por …”(Lord BRAVANZON, “Decay of bodily strengthin towns” en The
Nineteenth Century, vol.21, 1887, 673-76).
3
El universo de Tom Brown se refiere a las Public Schools y a su continuidad en Oxbridge. >La expresión
se debe a la novela del cristiano muscular Hughes Tom Brown´s Schooldays publicada el 24/1/ 1857 que, dada su
gran popularidad (en diciembre de 1857) se habían vendido, según los editores, 9000 ejemplares), fue decisiva en la
creación y difusión de una nueva imagen de las Public Schoolscentrada en los deportes. Hughes vivió en la Public
School de Rugby entre 1833 y 1842, siendo director de la escuela el “reformador” T. Arnold, al que la mitología
deportiva atribuye la invención y promoción de los deportes …
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Schools”, en contra de lo que su nombre sugiere, eran (son) los centros educativos más
selectos, los internados a los que la aristocracia y alta burguesía encomendaba (encomienda)
la educación de sus hijos varones. Estas instituciones totales se habían venido caracterizando
por una gran indisciplina interna, por el abuso, la tiranía y crueldad física de los alumnos
mayores (sistema de prefectos) sobre los más jóvenes, por “malprácticas” sexuales y por la
más completa autonomía de los chicos en el uso de su tiempo libre.
La creciente inversión en educación de las clases ascendentes a lo largo del siglo XIX
llamó la atención sobre la necesidad de reformar estas instituciones. En este marco, el deporte
surgió como parte de esta estrategia de control del tiempo libre de los vástagos adolescentes
de las clases dominantes y, en un período muy corto de tiempo, acabó convirtiéndose en el
elemento central del currículum, en el contenido deportivo más importante (si no el único) de
estas instituciones.
Los chicos tenían tradicionalmente garantizado el derecho a disfrutar y disponer de su
tiempo libre como deseasen porque se suponía que dicha “libertad” era muy importante para la
formación del espíritu independiente de los futuros líderes sociales. Por tanto, era normal que,
después de las aburridas sesiones de lengua y cultura clásicas que constituían el currículum
académico de la “Public Schools”, se alejasen de los terrenos de las escuelas, se juntasen en
tabernas, realizasen actividades prohibidas (invasión de propiedades y terrenos, caza y pesca
furtiva) o se entretuviesen con prácticas populares (formas tradicionales de balompié u otros
juegos de pelota, persecuciones, …) que, por lo común, eran bastante multitudinarias y
explotaban a los chicos más jóvenes a los que se obligaba a desempeñar el papel de
“sufridores”.
A los ojos de las nuevas sensibilidades, este tipo de pasatiempos eran demasiado rudos,
crueles, vulgares, … y estaban excesivamente separados del conjunto de la vida escolar. No
es extraño, pues, que la estrategia de control adoptada por los reformadores consistiese
fundamentalmente en mantener a los chicos dentro de los campos y patios de propiedad de la
escuela, es decir, reforzar el encierro. De esta forma, se atacaba la independencia juvenil y se
creaba la posibilidad de vigilancia.
El encierro trajo consigo una mayor supervisión de las actividades. Algunos de los
pasatiempos tradicionales fueron claramente rechazados; otros, a los que se consideraba
susceptibles de ser regulados o de ajustarse mejor a un marco espacial definido o de fomentar
el espíritu de equipo, fueron adoptados. Estos procesos, dirigidos a limitar la tradicional
autonomía de los jóvenes, tenían un carácter marcadamente impositivo y se toparon con la
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resistencia de los chicos que protagonizaron múltiples rebeliones, alguna tan fuerte que hubo
de ser aplacada por el propio ejército4.
Sin embargo, lo peculiar en la configuración de este encierro y en la puesta en marcha
del dispositivo deportivo (y quizás a ello debe gran parte de su éxito) es que se puso en marcha
apoyándose en los propios sujetos a los que se encerraba: los chicos siguieron manteniendo
su tradicional autonomía en relación con el tiempo libre, a la vez que se potenciaba la
estructura jerárquica basada en la veteranía y el sistema de prefectos. Eso significa que los
procesos de regulación a que fueron sometidos los pasatiempos tradicionales predeportivos
hasta ser transformados en deportes como, por ejemplo, el rugby o el fútbol, fueron producto
fundamentalmente de asambleas de cursos y escuelas, de discusiones entre los jóvenes
relativas a las técnicas corporal-deportivas que debían permitirse o prohibirse5.
Así pues, la aparición de formas deportivas en los recintos amurallados de las “Public
Schools” muestra la puesta en juego de iniciativas paralelas coercitivas y de concenso. Los
propios directores y profesores, cuya formación era eminentemente clerical, también debieron
ser ganados para la causa. Con ellos se utilizó igualmente la fuerza y la negociación. Con el
tiempo, nadie pudo resistirse a la ola. Los disidentes, profesores o chicos, eran clasificados
como afeminados o como intelectuales sospechosos. Investidos como valor educativo, el
deporte se transformó en la parte central del currículo escolar. Los campos de juego se
convirtieron en el verdadero medio educativo, desbordando en importancia a las clases de
lengua y cultura clásicas y a las lecciones morales provenientes del púlpito de la capilla
escolar. En ellos, se decía, se formaba el carácter de los futuros dirigentes sociales, se
construía un nuevo ideal que desdeñaba la erudición y exaltaba la virilidad, se adquiría la
hombría y el coraje a los que tantos éxitos se atribuyeron6.

4
Una de las primeras rebeliones de que se tiene noticia ocurrió en Eton en 1768. Sin embargo, no fue la
única. En los 70 años siguientes, todas las public Schools de renombre tuvieron su rebelión renombrada (SMITH,
W.D. Streetching theirbodies. The history of Physical Education, Newton Abboot, Londo, p.8).
5
Así, por ejemplo, las primeras leyes de fútbol en la forma en que se juega en las Escuela de Rugby fueron
resultado de una asamblea de chicos de sexto año en 1845 y fueron sancionadas en 1846 por una asamblea de toda
la escuela /en realidad sólo de la “Upper School”). En el preámbulo de estas leyes se dice que “el siguiente
conjunto de reglas ha de ser visto más como un conjunto de decisiones sobre ciertos puntos de disputa, que como
contenido de todas las Leyes del Juego, que son de sobra conocidos por los Rugbenianos como para necesitar de
explicación alguna”, lo que pone de manifiesto el carácter de negociación-discusión. Véase DUNNING, E.: “The
origins of modern footballand the Public Schools ethos” en SIMON, B./BRADLEY, I. (ed.) The Victorian Public
School, GILL/MacMILLAN, Dublin, 1975, pp. 168-176.
6
Por ejemplo, la leyenda atribuye al duque de Welington la frase de que la batalla de Waterloo se ganó en
los campos de Eton. Boox escribe en 1887: “El hombre que inventó los juegos deportivos merece con seguridad
una estatua en su memoria ya que él fue quien ganó Waterloo; como confesó el viejo gran guerrero el atardecer de
sus días… mientras veía a los chicos de Eton marcando puntos en el campo… Fue aquí donde se ganó Waterloo”
(Box, Ch.: (1887) The English game of cricket… Origin, Character, History and Progress…The field Office,
London. Similares historias existen en relación con el comportamiento de los jóvenes oficiales en el ejército
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…”
Parte 3
“… La progresiva generalización de las instituciones y competiciones nacionales y
multinacionales unida a la gran acogida que las clases populares dispensaron al fútbol dieron
lugar a la aparición, en el último cuarto de siglo, del espectador deportivo moderno. Se inició
así una nueva industria de la cultura que separaba al profesional del seguidor, una nueva forma
de ocio colectivo regulador y predecible, mucho más limitado en el espacio y en el tiempo que
los previos pasatiempos preindustriales. Los sábados, al terminar la jornada laboral a las 2.00
p.m., las masas de trabajadores se dirigían a los estadios, a las catedrales del fútbol que toda
ciudad con un mínimo de pretensiones no pudo evitar construir. Durante la década de los
ochenta, la entrada media a los estadios superó las 20.000 personas; diez años más tarde se
situó en torno a las 50.000; y con el nuevo siglo se superaron en algunos casos las 100.000. El
fútbol se había convertido ya en un elemento fundamental de la cultura popular, entretenía y
ocupaba las mentes, desviaba las preocupaciones7.
… El mensaje de las clases acomodadas era polivalente. Unas veces se destacaba el
carácter embrutecedor del fútbol, la forma en que las masas eran poseídas y alejadas de toda
ocupación productiva. Otras, se resaltaba el peligro moral que representaba la omnipresencia e
inevitabilidad de la suciedad, suciedad de la ciudad industrial, en las caras, en los vestidos, en
el lenguaje, … en el fútbol8.
colonial o durante la primera guerra mundial. De todos modos, la hombría no se vinculaba sólo a los éxitos
militares, era una forma de ser, un ideal moral: ser deportista equivalía a ser caballeroso, viril y poco proclive a
complicaciones de orden intelectual.
Pruebas del anti-intelectualismo asociado a la ola deportiva las hay a cientos. Como muestra véase esta
definición del jugador de cricket recogida por Ford en 1898: “Un ckicketer, dice el libro del Jubilee de cricket, es
simplemente un hombre de ojo claro, cara bronceada y figura atlética. Carece comúnmente de todo tipo de
información general y suele ser un pobre conversador si no es sobre su propio tema; no lee mucho”. El mismo autor
relata una conversación con un padre que envía a su hijo a una Public School. Estas son las expectativas del padre:
“No quiero que mi hijo sea un erudito, sino que participe completamente en la vida activa del lugar. Creo que al
final, los chicos que acaban sindo los mejores no son los estudiosos (“bookworms”), sino los que practican deportes
con entrega: Yo mismo no estuve nunca cerca de los libros … El (su hijo) debería ser un jugador de cricket: … he
tenido un preparador profesional entrenándole durante las vacaciones”. (FORD, L.: “Public School Atletics”. En
COOKSON, Ch. (ed.) Essays on secondary education, Clarendon Press. Oxford, 1898, pp. 283-305).
7
“El entusiasmo, la locura del fútbol, llámalo como quieras, está en todas partes. Es muy raro encontrar en
este país un muchacho que no discuta los méritos de los principales jugadores de su vecindario; son pocos los que
no quieren jugar o sobresalir, si tienen oportunidad”. (ALMOND, H.H.: “Football as a moral agent” The nineteenth
century, vol. 34, 1893, pp.899-911).
El título de este artículo, “el fútbol como agente moral”, pone de manifiesto el recelo generalizado de la
gente bien hacia las concentraciones deportivas populares. El autor llega incluso a intentar “cuantificar” el valor
moral del deporte.
8
“La multitud se dirigen rebaño, y con los adjetivos de su trabajo muy sueltos en sus lenguas. Es realmente
sorprendente el número de enfáticas e incluso misteriosas expresiones que pueden oirse estos sábados por la tarde
en Lancashire y el “Black Country”. El más remoto eco de algunas de ellas son, sin embargo, particularmente
desagradables e inapropiadas para los oídos de una “lady” (EDWARDES, CH.: “The new football mania”, The
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La construcción de esa nueva industria de la cultura y la configuración del fútbol como el


deporte del pueblo no hubiese sido posible sin la invención simultánea de un producto/campo
genuinamente novedoso, la prensa popular-deportiva, que compitió entre sí por ofrecer antes
que nadie los resultados de los partidos, apuestas y carreras. Frente a la prensa de “calidad”
de las clases acomodadas, aquella que nació con el propósito de dirigirse a un público
diferente; su contenido, tratamiento, estilo y lenguaje fueron también diferentes. Con ella, se
proporcionó al pueblo temas de conversación, se alimentaron sus expectativas, se reforzaron
sus relaciones tribales y, en fin, se difundieron ideas e imágenes que la gente utilizó para
interpretar y comprender su experiencia cotidiana9.
La difusión del mensaje deportivo significó, pues, la popularización del fútbol y la
formación de crecientes masas de gente que, como espectadores y lectores, lo consumían de
forma regular. Este “poder de convocatoria” desplazó del primer lugar de la agenda las
preocupaciones evangélicas, moralistas e higienistas. Su lugar fue ocupado por los intereses
comerciales y políticos que muy pronto se percataron de las muchas posibilidades que ofrecía
el deporte para hacer buenos negocios y para instrumentalizar la cultura popular al servicio de
sus intereses. Y puso una vez más de manifiesto la actividad de los distintos grupos de la clase
dominante compitiendo entre sí por establecer distintas formas de liderazgo moral. Dicha
difusión fue, hasta cierto punto, multiforme y polisémica; compaginando distintas intenciones
dio lugar a un aumento discutible de la actividad físico-deportiva propiamente dicha, a un
crecimiento incuestionable de las organizaciones y del aparato institucional, a un incremento de
los negocios y de la actividad comercial, de los escritos, de la prensa de “calidad” y de la
popular-deportiva, de los espectadores-consumidores y de su utilización política.
A su vez, la popularización del fútbol activó mecanismos y tácticas distintivas. La gran
variedad de modalidades deportivas permitió siempre compaginar los movimientos extensivos
(que la retórica oficial llama democratizadores) con los desplazamientos distintivos. En este
contexto, a la ocupación del espacio futbolístico por parte de las clases populares acompañó el
abandono de las acomodadas; con la excepción, naturalmente, de los órganos directivos que
todavía mantienen.

nineteenth century, vol. 32, pp.622-631).


9
Aunque durante los años sesenta ya se había producido una cierta explosión de publicaciones deportivas,
el fenómeno de la prensa popular-deportiva no se produjo de hecho hasta las dos últimas décadas del siglo. El
ejemplo más claro de periodismo popular fue el Daily Mail que inició su andadura en 1896alcanzando una tirada de
1.500.000 ejemplares en 1900. De acuerdo con Williams, “el Daily Mail de medio penique era una imitación
consciente del The Times dirigida a un público diferente”. (WILLIAMS, R.: The Long Revolution, Penguin, 1984,
198).
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La extensión del dispositivo de lo deportivo también contribuyó a poner en entredicho el


propio modelo. En otras palabras su difusión fue una parte esencial del proceso de
construcción; el dispositivo no fue nunca (ni es) un producto acabado; en la medida en que
actúa sobre los sujetos, constituyéndolos a través de su saber/poder, expone sus
contradicciones y mezquindades, las cuales pueden generar (y generaron) estrategias de
transformación.
Entre las claves constitutivas del espacio deportivo se encuentran las ya aludidas
relativas a las contradicciones entre los distintos grupos de la clase dominante que, de alguna
forma, se encuentran siempre sometidos a procesos de acomodación mutua. También se ha
explicado que las prácticas deportivas formaron parte del conjunto de estrategias activadas
para controlar a las clases trabajadoras. Además, el dispositivo de lo deportivo hizo de punto
de conexión de otras muchas dominaciones: En él (como causa y como efecto) se contribuyó a
definir la hegemonía burguesa, la identidad masculina, la dominación por el género y por la
raza, la explotación de países y de zonas geográficas …
… La configuración del dispositivo de lo deportivo tuvo lugar en unos momentos en los
que, concebido el estado como un proceso de perpetuas estatalizaciones, como diría Foucault,
el índice de estatalización era muy alto. Supuso una regulación del espacio, del tiempo, de los
gestos, de los movimientos, de los desplazamientos; estableció rutinas y distribuciones
ordenadas; en fin, promocionó una forma de tratamiento del cuerpo que se fundamenta y
pregona una concepción determinada de la sociedad y de la cultura.”

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