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Al hablar de reflexión, nos referimos a la meditación voluntaria que realiza una persona
sobre ciertos conceptos, hechos o situaciones de su interés con el propósito de sacar
conclusiones que puedan aportar positivamente a su desarrollo.
La reflexión guarda relación directa con nuestra capacidad de razonar e indagar, tanto
sobre el mundo exterior que nos rodea, como sobre los estados internos de la mente.
Cuando reflexionamos, estamos intentando formar lo que podríamos llamar un mapa de
la realidad, que nos ayuda a comprender cómo se relacionan las cosas que pasan a nuestro
alrededor. Esta reflexión tiene como fin último adquirir conocimientos a partir de la
información que obtenemos y, por supuesto, el conocimiento es la base del saber hacer,
por lo que la reflexión puede lograr que la persona este mas capacitada en ciertos
aspectos de su vida para actuar.
Cuando el ser humano reflexiona, descubre y aprende aspectos que no podría saber con
solo recibir información de otros. Esto se debe a que la reflexión le permite al hombre
sintetizar lo que ve, escucha y siente de manera particular. Todos reflexionamos de forma
distinta y para lograr objetivos diferentes. Por esta razón, quien desea reflexionar necesita
encontrar sus propios métodos, que varían según el ambiente al que se expone, su
concepción del mundo, sus preferencias y, por supuesto, los motivos que lo llevan a
reflexionar.
Visto lo anterior, podemos afirmar que la reflexión nos permite hacer las cosas bien y
también mejorar en lo que ya sabemos hacer. Esto último guarda cierta relación con el
cambio.
Cambiar, proveniente del latín cambium, implica realizar una transición de un estado
inicial a otro distinto y también puede significar reemplazar o sustituir algo por otra cosa.
Todos los días estamos cambiando: de ropa, de lugar, cambiamos nuestro peinado, lo que
comemos durante el día y muchísimas otras cosas. Estos cambios suelen ser automáticos
y no necesitan de un contexto reflexivo. Es decir, nos cambiamos el peinado porque nos
gustaría vernos diferentes, no porque nos hemos sentado a reflexionar en cómo el peinado
que llevo influye en lo que me pasa en el día.
Pero hay otros cambios, como el cambio de trabajo, de ciudad, de rutina, de amistades, de
métodos de estudio o de forma de ser, que si son resultado directo de una reflexión.
Cuando las personas reflexionan manteniendo la sinceridad y franqueza en sus
pensamientos, son realistas y pueden descubrir las fallas que existen en ellos mismos y en
su entorno. En el momento en que reflexionar nos ayuda a ubicar estas fallas, algo dentro
de nuestra mente, nuestra conciencia, nos dice que es momento de cambiar; cambiar para
mejorar. Esto se debe a la necesidad que tenemos de encontrarnos en las mejores
condiciones posibles. Por esta razón, si algo en nuestro entorno está fallando, sentimos la
necesidad de hacer cosas que nos lleven a cambiar de situación para mejorar. Es aquí
donde pasamos de seres pensantes a seres activos, que ponen todos sus esfuerzos en el
cambio.
Según Heráclito, lo único constante en el mundo en que vivimos es el cambio y, como
sabemos, se da en el ámbito personal, profesional, familiar, colectivo y organizacional.
Sin embargo, a pesar de ser tan común, no siempre estamos preparados para cambiar.
La reflexión, que bien puede ser el preámbulo del cambio, especialmente en lo personal,
no trae consigo la adaptación al cambio. Muchas veces sabemos que debemos cambiar
algo y hasta puede que conozcamos las mejores formas de lograrlo, pero no siempre
logramos adaptarnos a esta transición. Es por esto que el éxito o fracaso del cambio no se
asocia a la calidad de los métodos que usemos para cambiar, sino más bien al nivel de
adaptación que alcanzamos para sentirnos satisfechos.
Ahora bien, cuando lo que cambia es nuestro entorno, puede resultar aún más difícil
adaptarnos, pues nos vemos ante el desafío de “alcanzar” lo que nos rodea para estar “en
la misma página”. Para lograr adaptarnos, uno de los factores más necesarios es la
motivación. Esto último se relaciona con la fórmula del cambio organizacional de
Beckhard y Harris (1987) que intentaron identificar las fuerzas que inciden en el éxito o
fracaso de los cambios.
Esta fórmula se enuncia:
C = [ABD] > X
En esta fórmula, C representa el cambio. Por otro lado, A es lo necesario que es el
cambio según la insatisfacción con lo que llamamos el statu quo (estado actual), B es lo
atractivo que parece el cambio propuesto, y D es lo práctico que es el cambio para
quienes lo experimentan. Por último, la X representa el coste de cambiar, es decir, los
riesgos o la complejidad de llevar a cabo el cambio. Establece que un cambio será exitoso
en la medida en que esos factores como conjunto pesen más que los riesgos.
Partiendo de lo anterior, se afirma que evaluar el cambio de forma cualitativa, buscando
que motive a quienes lo experimentarán a ver por sí mismos los beneficios de adaptarse,
es lo que nos permite determinar cuan efectivo o exitoso será este cambio. Entonces se
hace notorio que luego de determinar cómo realizar el cambio también se reflexiona para
estar seguros de que es lo mejor.
Una de las cualidades más importantes de un emprendedor es su capacidad de adaptación.
Debido a lo cambiante que es el mundo, principalmente en el ámbito de los mercados, el
emprendedor necesita mantenerse en constante reflexión sobre sí mismo y sobre su
entorno, con el propósito de detectar a tiempo cualquier falla que pueda impedirle
avanzar en la búsqueda de la comodidad con el uso de sus talentos y, por supuesto, para
determinar las mejores tácticas que puede usar para cambiar y adaptarse todas las veces
que sean necesarias.
Sin duda, todo emprendedor exitoso necesita primero conocerse y luego conocer lo que le
rodea, basado en una reflexión realista, para que sus talentos puedan ayudarle a
mantenerse activo en un mundo lleno de cambios.
Ejemplos
La inteligencia y el espíritu humano
Todos tenemos potencialidades para crear, crecer y emprender. Ambos conceptos en
conjunto, la inteligencia y el espíritu humano, permiten al emprendedor tomar decisiones
acertadas en el proceso de emprender. Pueden ser aplicados en el momento en que el
emprendedor decide a quien puede utilizar como mercado para probar su idea, las
estrategias que usa para insertarse en el mercado o las formas en que maneja el negocio
para lograr su crecimiento.
Ambos aspectos deben coexistir ya que la inteligencia por sí sola no logra, por ejemplo,
crear sentido de pertenencia; pero solo con espíritu humano no se decide el mejor
momento para lanzar un producto al mercado.
Ejercicio personal y profesional
Aplicar los conocimientos adquiridos y las habilidades que poseemos es lo que nos ayuda
a ser emprendedores exitosos. Un médico que ha descubierto que tiene cierta habilidad
para convencer, apoyándose de su vasto conocimiento en el área de salud, no dudaría en
iniciar un negocio en el que use ambas cualidades para ofrecer algún medicamento y/o
instrumento que ayude a las personas a mejorar o preservar su salud. De igual forma,
alguien que tenga ciertas habilidades en la repostería y cuente con tiempo libre, podría
dedicar su esfuerzo, tiempo y dinero a comercializar postres, incluso desde su casa.
¿Qué hacer para producir?
Producir es toda actividad que genera beneficios y el nivel de producción depende la
capacidad instalada con que se cuente. Cuando producimos en lo personal, lo que
hacemos es satisfacer necesidades, como producir más dinero para vivir en una casa
mejor.
Toda producción tiene un fin. Si alguien decide empezar un negocio, debe tener en cuenta
la necesidad del mercado. Si yo conozco mucho sobre el cuidado del cabello, puedo hacer
estudios de mercado para conocer las necesidades del sector y de ahí puedo empezar un
negocio vendiendo un producto que logre satisfacer las necesidades principales.