Está en la página 1de 4

Rafael Agapito Pajares Garcia

«Religiones populares en Latinoamérica y sus características identitarias:


¿qué valor ofrecen a nuestra cultura?»

El impulso del proceso de conquista española del siglo XVI no respondió solo
a motivaciones políticas, económicas o territoriales, sino también a la convicción
de la Iglesia católica por expandir su fe ante el avance de las nuevas confesiones
protestantes. En ese sentido, una de las aristas más relevantes de dicho proceso
fue el desarrollo de la campaña evangelizadora, cuyo fin era la conversión católica
de las nuevas sociedades conquistadas y el abandono de prácticas que –en
perspectiva de los religiosos de la época– eran consideradas paganas.

El desarrollo de la evangelización en los Andes estuvo marcado por relaciones


dialécticas de adoctrinamiento y rechazo de prácticas religiosas, así como de
resistencias y readaptaciones de parte de las antiguas sociedades andinas.
Producto de este complejo proceso se reformulan y reelaboran muchas de las
creencias católicas desde la perspectiva de los indígenas, quienes, mediante un
proceso de negociación, van dotando de un nuevo sentido a algunas prácticas
religiosas, a la par que va creando otras nuevas, en un fenómeno que ha pasado a
ser denominado sincretismo religioso (Lupo, 1996, pp. 23-24).

El sincretismo religioso que se experimentó en los Andes puede ser


considerado como el punto de partida de la historia de las actuales
manifestaciones que constituyen la religiosidad popular. Así, muchas de las
devociones, fiestas religiosas o advocaciones que surgieron en la época virreinal
al margen de la oficialidad católica, subsisten hasta el día de hoy con ligeras
variaciones de forma, mas no de fondo. Por ejemplo, en muchas comunidades de
los andes peruanos se realizan, entre los meses de julio y agosto, fiestas en honor
al apóstol Santiago, el mismo que en muchos casos ha sido tomado como santo
patrón. Resulta interesante reconocer que un aspecto común y muy extendido
durante estas celebraciones es el consumo de alcohol, una práctica que, a primera
impresión, se pensaría que la Iglesia católica prohibiría. A pesar de ello, estas
festividades cuentan con la presencia de curas que participan en la celebración de
misas y procesiones.

Siendo la religiosidad popular un fenómeno relevante, merece plantearse


algunas preguntas en torno al valor que esta puede ofrecer a la cultura de la
sociedad latinoamericana actual, tomando en cuenta que existen aspectos en
común en la historia de los países de la región. Sin embargo, para fines de este
trabajo, se prestará atención al contexto peruano.

Uno de los valores que la religiosidad popular puede proveer a la sociedad es


la cohesión social. Como tal, la religión es uno de los elementos constitutivos de la
identidad cultural colectiva. El hecho de compartir mismos símbolos, ritos y una
cosmovisión vincula a los miembros de una colectividad con los valores culturales
y morales que son resultado de la manera en cómo se vinculan con la divinidad.
Además, ese mismo hecho de compartir se remonta a la propia historia de dicha
colectividad, a sus saberes populares y sus tradiciones culturales; lo que distingue
su experiencia religiosa colectiva de otras.

La marca identitaria que provee la religión permite que una colectividad se


reconozca a sí misma a través de sus diferencias respecto de las demás. En
contraste, a manera de una introspección, se puede reconocer cómo la
reproducción de manifestaciones de religiosidad popular contribuye con el
fortalecimiento de los vínculos comunitarios entre sus miembros (Arnup, 1991). El
trabajo organizado y colectivo que requiere la puesta en marcha del rito se
constituye como un tiempo y espacio en el cual la interacción entre las personas
de una comunidad se vuelve más significativa, ya que parte de la necesidad de
establecer una relación entre toda una colectividad y la divinidad.

Muestra de los anterior es la distinción de roles durante la organización de


fiestas religiosas en los andes peruanos. Se establece un sistema de cargos que
designa a los responsables de la organización de la fiesta, mientras que los demás
miembros participan a través de donaciones, la preparación de bebidas y comidas,
la disposición de las procesiones o misas, entre otras actividades. Como resultado
se obtiene un cuadro que permite observar el trabajo cooperativo, aunque con una
significancia distinta la que se puede observar en otras actividades más
“mundanas”.

Un proceso histórico que puede denotar con mayor claridad cómo la


religiosidad popular contribuye con la cohesión social es el proceso de inmigración
del campo a la ciudad que experimentó Lima durante la segunda mitad del siglo
XX. En ese periodo, migrantes de diversas partes de la sierra peruana se
asentaron en la periferia de la capital, en barrios conocidos como ‘asentamientos
humanos’. Era interesante observar cómo, en algunas partes de estos barrios, se
habían constituido clubes departamentales que reunían a migrantes de una
determinada región en momentos específicos, como la celebración del santo de
una localidad (Isbel, 2005). Por ejemplo, algunos clubes departamentales de
Ayacucho recibían a migrantes de esa región en los meses de julio y agosto para
ser sede de la celebración de las fiestas en honor al apóstol Santiago. Situación
similar ocurrí con migrantes del sur peruano que se reunían en clubes de la región
de Puno en febrero para rendir homenaje a la Virgen de la Candelaria.

Entonces, era significativo observar cómo las festividades religiosas se


convertían en un tiempo de (re)encuentro con personas que se hallaban fuera de
sus comunidades originales. La participación de estas personas permitía mantener
y restablecer los vínculos comunales que pudieron haberse perdido con el
fenómeno de la migración. El mantenimiento de esos vínculos se traducía no solo
en la participación en fiestas religiosas, sino en la ampliación del capital social de
los migrantes, lo que les permitía acceder a más oportunidades ayuda social, de
trabajo y de estudio.

Con todo, se puede concluir que la religiosidad popular puede ofrecer, además
de la riqueza cultural y espiritual que en sí misma concentra, algunos valores que
contribuyen con la construcción de la identidad cultural colectiva y con el
fortalecimiento de los vínculos comunitarios. Además, puede ser un aspecto clave
en la mantención de dichos vínculos en contexto complejos que implican un
distanciamiento físico entre el individuo y la colectividad a la cual pertenece.

Referencias bibliográficas

Anrup, R. (1991). Religiosidad popular, identidad y etnicidad en las haciendas del


Cuzco antes de la Reforma Agraria. En Anthropologica, n°. 9, 97-118.
https://revistas.pucp.edu.pe/index.php/anthropologica/article/view/1017/977

Isbel, B. J. (2005). Para defendernos. Ecología ritual en un pueblo andino. CBC.

Lupo, A. (1996). Síntesis controvertidas. Consideraciones en torno a los límites del


concepto de sincretismo. En Revista de Antropología Social, n°. 5, 11-37.
https://revistas.ucm.es/index.php/RASO/article/download/RASO9696110011
A/10292/11219

También podría gustarte