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Vidas y escrituras: prácticas de lo posible

Intervenciones de salud mental en cárceles

Laura Peretti*

*Psicóloga. Escritora
Esp. en Psicología Forense
Docente de la cátedra de Psicología en el Ámbito Jurídico Forense. Facultad de Psicología UNR
Integrante del Dispositivo Interdisciplinario de Salud. Dirección de Salud Mental
Coordinadora de Las Bastardillas son nuestras, dispositivo psicoanalítico grupal con herramientas
de la lectura, escritura y creación literaria en la Unidad N°6 de Rosario
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EDITORIAL LIBRERÍA JURIS
de Luis Maesano

Moreno 1580 / S2000DLF Rosario


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www.editorialjuris.com

julio de 2023

ISBN 978-950-817-481-9

Peretti, Laura
Intervenciones de salud mental en cárceles : vidas y escrituras : prácticas de lo posible /
Laura Peretti. - 1a ed. - Rosario : Juris, 2023.
Libro digital, PDF

Archivo Digital: online


ISBN 978-950-817-481-9

1. Derecho Penal. 2. Encarcelamiento. 3. Salud Mental. I. Título.


CDD 365.6672
«Es necesario hacer un mundo nuevo.

Un mundo donde quepan muchos mundos,

donde quepan todos los mundos.»

(Subcomandante Insurgente Marcos)

1
Este libro está dedicado:

A quienes intervienen desde prácticas con enfoque de Derechos Humanos


en cárceles.
Al reconocimiento de la historia: a compañerxs trabajadorxs en el campo de
la salud mental de la provincia de Santa Fe quienes allanaron el camino para que
estas líneas de intervención existan.
A Las bastardillas son nuestras.
A las personas que viven y sobreviven los arrasamientos que produce la
cárcel. A ellxs, por las cartografías compartidas, la dedicatoria de esta escritura.

2
Agradecimientos

A lxs equipos con los que comparto las prácticas en cárceles: Dispositivo
Interdisciplinario de Salud-DIS- y a los Equipos de Acompañamiento para la
Reintegración Social -EARS-

A la cátedra de Psicología en el ámbito Jurídico Forense UNR, con lxs que


puedo pensar y crear estrategias en los cruces e intersticios de los campos de la
Salud Mental y la Justicia Penal. Sin los diálogos con algunxs de ellxs este material
no sería posible.

A Cristina Gentile, por la transmisión y la marca de acompañar en el primer


ingreso a una institución penitenciaria.

A Canción Urgente, a lxs integrantes del proyecto de Extensión Melodías


(Re) pensadas de la Facultad de Psicología UNR, al Programa Intervenciones
culturales y acceso a derechos, a la Dirección Socioeducativa en contextos de
encierro del área de Derechos Humanos UNR, a la ONG Mujeres tras las rejas, a
la comunidad travesti trans de Rosario, Alfabetización y Mestizas por abrir saberes
y tejer redes.

A Dolores Aguirre Guarrochena por las conversaciones y las prácticas


humanitarias compartidas.

A Juris editorial, por la publicación

A la fotógrafa Amalia Di Santo por la creación en el arte de tapa

A Julián Axat (abogado y poeta) y Lila Feldman (psicoanalista y escritora),


por las palabras afectuosas que acompañan a este libro

3
ÍNDICE

El sueño de Laura ..................................................................................................... 5

Introducción ............................................................................................................... 7

Escribir y leer como intervención .............................................................................. 8

El derecho a decir .................................................................................................... 10

Recordar, reincidir, restaurar.................................................................................... 12

Cuerpos grises ......................................................................................................... 14

Salud mental en cárceles- Experiencia en la ciudad de Rosario............................. 17

Las Bastardillas son nuestras ................................................................................. 20

Verso y reverso ....................................................................................................... 23

Temporalidades ...................................................................................................... 25

Viñeta clínica ........................................................................................................... 29

A la deriva ............................................................................................................... 30

En el banquillo ......................................................................................................... 33

¿Hay un después de la cárcel? .............................................................................. 36

¿Interno-externo a qué? ......................................................................................... 39

Etiqueta-miento ....................................................................................................... 41

Diferencias desigualadas: cárcel de mujeres, infancias y disidencias sexuales ..... 45

Niñeces en cárceles ................................................................................................ 48

Ampliar la red .......................................................................................................... 52

PD. Sub-versiones .................................................................................................. 55

Epílogo / Contratapa ............................................................................................... 58

4
El sueño de Laura

Hace ya un tiempo que conocí a Laura, y desde entonces sé de su absoluto


compromiso con las personas que padecen el encierro. La forma en la que ella ha
decidido encarar la militancia a través de las palabras es admirable. Hay un coraje,
un tipo de entrega, una manera de mirar el mundo. La puesta de cuerpo como afecto
que se percibe en los otros. Si esto no está, hay algo que no funciona. No hay
transmisión. No hay empatía.
Me imagino a Laura llevando papel y lápiz a una mazmorra para que el engome
se transforme en un acto de vida, alrededor de tanta muerte. El taller de escritura en
el encierro nace de una donación de afecto, es una potencia imparable hacia el otro.
Como la oscuridad en la luz, los pibes son desafiados a atravesar un túnel y aprender
una nueva forma de relampaguear en el peligro. No el peligro de la calle que traen
tatuados sus cuerpos, sino el de conocerse para decir el cuidado de sí. Los
verdaderos maestros y maestras, los genuinos como Laura dejan enseñanzas
indelebles, marcas sanadoras que, a través del decir, repliegan máquinas de deseo-
escritura que se basan en la fuerza de las ideas, y no en la captura de la policía de
los pensamientos cuya misión es la normalización de subjetividades arrasadas por la
simbólica neoliberal contra los vulnerables (primero te excluyo, luego te capturo,
disciplino y –finalmente– te elimino).
Por eso la irrupción de una máquina de escritura dentro de la institución total
es un hecho anómalo, tan imprevisto como revolucionario, algo que al sistema se le
cuela dentro de la mátrix, y rompe la lógica de aquello que se espera de esos cuerpos.
De los cuerpos imposibles se pasa a los cuerpos “posibles”, que experimentan
“sobre si” para portar un mensaje de esperanza. Los “otros” mundos. No todo está
perdido en el engome, hay sueños que pueden salir a toda velocidad, escurrirse entre
los barrotes y llegar a destinatarios tales como el juez, al defensor, al carcelero, a los
fiscales, a su familia, etc.
Hace tiempo que coincido con varios teóricos que el elemento que tiene a
alguien preso, es decir el derecho, es ficción. Por lo general ficción de la mala. De
ficciones está hecho el orden jurídico y de ficciones suele ser la argamasa que recala
en la mente de los que operan las burocracias.
Por lo tanto tener capacidad de “ficcionar” (de la buena) es la clave de quien
está atrapado en esas burocracias y piensa salir algún día del laberinto (de todo
laberinto se sale por arriba, decía Marechal). Si los pibes articulan palabras, sin las
saben permutar de modo tal que producen efecto de verdad, esa ficción obra en su
favor. Se trata de ficcionar la propia voz, para poderla actuar como parte del teatro
del derecho y de peticionar en nombre del derecho. Solo así quien trae los estigmas
del sistema, puede desetiquetarse, e inventar una historia que pueda ser apropiada
para crecer.
En el sueño de Laura, todos los pibes atrapados en el encierro pueden abjurar
de ese destino creciendo, dando un salto. Siendo escribientes, dotando al derecho
que los tiene atrapados, en una ficción favorable a través de su potencia escritural.

5
Quien se queda callado, quien se sume en el silencio, será hablado con libreto
ajeno institucional, por no haber aprendido a ejercer el habla con libreto propio. Con
la ficción propia.
Todos los pibes que están en el encierro tienen cosas para decir, traen una
impotencia en el habla que debe ser despertada a través de ejercicios del arte y
escritura. Salir del silencio y de las habladurías, es el primer paso, luego está la
cuestión confesional, pues el sistema que captura es también un gran confesionario
que exige la ratificación de los motivos que llevaron a alguien ese lugar.
Y esto es el mito religioso que aún subsiste en las instituciones de encierro:
sacarse el pecado, la posesión maldita que trabaja en las almas como culpa
impostada (como “pathos”). Por eso el sistema está repleto de confesores disfrazados
de profesionales dedicados normalizar y silenciar, reproducir la ficción del sistema
sobre cuerpos y almas.
Personas como Laura están en las antípodas de esos sacrificios, son la
apuesta de un mundo sin crueldad y con amor al otro. En el sueño de Laura el dolor
de esas trayectorias de miles de pibes que atraviesan el sistema carcelario a diario,
no es la confesión; sino la posibilidad de ser alojado en la humanidad de las palabras.
En esa hospitalidad que desterritorializa y abre el deseo de vivir otro mundo.
Y en esto, “Las bastardillas son nuestras” es el mejor ejemplo de que la
subjetividad y la escritura dentro del encierro se pueden juntar para crear algo
verdaderamente subversivo: ¿Pueden fabricarse poetas dentro de las cárceles?
Hay todo un mito en torno a esa pregunta. En el sueño de Laura no hay una
afirmación expresa, hay conjetura o posibilidades de demostración. Ella ha ayudado
a parir a varios poetas que comenzaron trazando sus cuartillas en la celda y ya tienen
libros publicados. Es decir, son escritores que se hicieron ficcionando su propia voz
(verso y re-verso) en el encierro y hoy pueden decir que son la muestra de esa
subversión.
La bastardilla es un estilo de tipografía en el que todos los caracteres están
inclinados. El término bastardilla se utiliza más en el ámbito de la tipografía para
resaltar el habla, y la idea de “nosotros”, como “nuestra” da cuenta de una apropiación
de la que el sistema no participa, sino que es excluido.
Por otro lado la palabra juega con el sentido de “bastardeo” que es un mecanismo de
la crueldad sobre el trato a los cuerpos y las palabras (bastardo es un hijo mal nacido).
Rechazar ese sentido, bastardear a quien bastardea, es también una forma de decir
“nosotros no lo hacemos”. Y esto podría ser un manifiesto para el sueño de Laura.
Por último, quisiera hacer notar sobre cada uno de los textos de este libro.
Experiencias reales, encuentros y desencuentros, notas y apuntes de entomóloga
sobre el sistema carcelario y sus violencias. Apreciaciones puntuales sobre los
lugares de la muerte y la vida en los circuitos de encierro. Infancias, disidencias, redes
de contención y alojamiento de la voz. Arte de la voz. Odio y amor en el sostén.
Voces y más voces que cincelan la cultura del descarte y –como contracara–
el sueño de un mundo mejor.
Como en Laura. Solo la palabra militada con amor nos salvará.
Julián Axat. Julio 2022.

6
Introducción
Este texto está causado por lecturas y conversaciones que acompañan mis
prácticas diarias de trabajo en cárceles desde el discurso de la salud mental,
perteneciente al Ministerio de Salud de la Provincia de Santa Fe. Habitada por
intercambios que posibilitan, a veces, pensar, hacer, emocionarme, sentir
impresiones en la piel, en el cuerpo, y, sobre todo, como señalaba Foucault, sin dejar
de “percibir lo intolerable''.
Hablar de contextos carcelarios, en primer lugar, es ubicar los sufrimientos y
violencias en las vidas de quiénes lo habitan por ser parte de un entramado de
selección del sistema penal.
La insistencia en hacer -de todos modos- con los obstáculos, es una marca de
este texto, de una práctica, de su elaboración y la intencionalidad en abrir sentidos.
Organicé el libro en capítulos, cada uno de ellos lleva un título. A la hora de
elegir dichos títulos me guiaron las siguientes preguntas:
¿Qué hace un trabajador de salud mental en una cárcel? ¿Cómo abordar estos
binomios y sus contradicciones?
¿Qué lugar tiene la escritura, como trabajadorxs, cuando hablamos de otrxs?
¿y cuando se ofrece como intervención a que otrx escriba de sí mismx?
¿Es posible sostener una práctica con enfoque de derechos en un contexto
donde constantemente se vulneran?
¿Cómo ubicar las limitaciones, y diferenciarlas de la orden recurrente que hace
límite al encuentro de lo nuevo como creación instituyente?
¿Cuáles con lxs cuerpxs que atraviesan los distintos encierros carcelarios?
Los desafíos, aportes y distancias en el entrecruce de discursos, van
construyendo un posicionamiento. No se trata solamente de dar una opinión, sino de
construir un marco de prácticas sostenidas en la escucha a otrxs, a una trama
institucional, en sus lecturas y escrituras.
El texto que nace con estas páginas no contiene verdades, sino inquietudes. Y
me animo a decir que tiene una intención: la de transitar formas propias de destotalizar
la academia ortodoxa, y a los discursos disciplinadores que pretenden encerrar
colonizando pensamientos. Me convoca una apuesta de narrativa humanizada y
humanizante, de prácticas que no hablen por otrxs, (acto señalado por Foucault como
"indigno") sino desde la posibilidad de construir texto a partir de un contexto de
trabajo, de trayectos compartidos con personas en el armado de espacios que
producen escrituras. Algunos de esos encuentros han ido transformando mi forma de
concebir, creando en red, el campo de las prácticas de salud mental en el territorio
carcelario.
Decimos que lxs trabajadorxs en los territorios “ponemos el cuerpo". Pues bien:
la escritura también lo es, es una forma de dejarnos afectar el cuerpo. Con ella
podemos recuperar y resignificar experiencias, pero, sobre todo, la escritura es una
forma de hacer más vivible el mundo.

7
Escribir y leer como intervención
La poesía como el oficio del sobreviviente.
(Claudia Masin, 2023)

Escribir como forma de pensar desprendida de los ideales del bien, sin juicio
ni expectativas, se desliza en respuesta a lo indigno, lo traumático e inhumano de
los sufrimientos carcelarios.
Escribir para hacer frente al horror, las oscuridades y actos crueles. Cuando
sucede, es todo un acontecimiento.
Escribir es permitir que unos hilos de luz se filtren por los intersticios,
mientras se resiste a las lógicas de normalización, control y urgencia institucional.
Escribir pone de manifiesto voces de otrxs con los que vamos conversando en
instituciones totales y no totales, adentro y afuera, en los cruces y bordes, siempre
desde el respeto a la otredad.
Escribir a las autoridades, defensores, fiscales, para decir de las potencias,
porque de carencias ya se encargan los cuerpos aplastados por la institución.
También para decir los riesgos, y nombrar sin etiquetas otras vidas.
Escribir como ofrecimiento, crea escribientes, “letra propia”, sostiene
lugares, convicciones y deseos.
La lectura como fuente de palabras que enciende el arte de narrar, con las
conexiones que teje la literatura, arman una trama de nuevas ficciones. La lectura
de escritos propios escuchados por lxs narrantes, genera un efecto de sorpresa, de
ajenidad del yo, de potencia hacia lo nuevo que promueve la creación. La marca
de lo singular como un derecho. El derecho a lo singular. Justicia poética, dirían
algunos defensores de lxs humanxs que dialogan por sus derechos. El efecto
sorpresa de la escritura es tan freudiano como el sueño, como los actos fallidos, el
olvido, tan amplio como la creación artística que sublima y entrama otros destinos
pulsionales.
Cada historia o novela, es singular, hay escenarios sociales particulares
donde se ubican tramas específicas y letras que zurcen heridas atravesadas o
producidas por las paredes de la misma institución-total.
La historia de la literatura muestra que en la cárcel se escribe y se traman
grandes relatos. Hay un tiempo que sobra, y hay un tiempo que falta. Existe un
ímpetu, y también una necesidad, la de “matar el tiempo'' (voy a abordar este tema
en un capítulo). Hay un saber-hacer de lxs narrantes en el tiempo que matan, y que
produce efectos cuando asumen una letra propia. No se trata de un acto voluntario,
tampoco es posible tomarlo sin un ofrecimiento. Que pase o no, depende de
muchas instancias, en particular de la apuesta a repensarnos lxs trabajadorxs de
la salud mental. En este sentido, hay algo específico en la misma definición de
salud mental, que nos orienta y proporciona marco.
La inter-relación forma y construye modos de estar, a los que les
corresponde mayor grado de malestar o bienestar. La Ley de Salud Mental 26.657
“reconoce a la salud mental como un proceso determinado por componentes

8
históricos, socioeconómicos, culturales, biológicos y psicológicos, cuya
preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social vinculada
a la concreción de los derechos humanos y sociales de toda persona” (Art.3, 2010)
Entonces, posicionarnos e intervenir desde un enfoque de derechos hacia el
cumplimiento, restitución y garantía de los mismos es una tarea que interpela
nuestras prácticas para invitarnos a narrar y crear otras formas posibles, otros
mundos.
"Ampliar la red", dijo Morena García en la primera conversación que tuvimos
a partir del trabajo con población travesti trans en contexto carcelario. Nos abrió a
pensar que al igual que en la pesca, la red necesita contar cada vez con mayor
extensión, entramado y solidez, nutrida por quiénes la habitamos.

9
El derecho a decir

La mejor cárcel es la que no existe


(Baratta, 1989)

A este apartado lo había nombrado: Efectos restaurativos de la escritura en


contextos carcelarios. Lo restaurativo es un concepto que forma parte del discurso del
Derecho, se plantea una Justicia Restaurativa, como forma alternativa al encierro y
castigo, que no se base en la pena privativa de la libertad. Desde estas construcciones
se abren formas humanitarias que implican estrategias de intervención en la
resolución de conflictos. Formas que recuperan prácticas del buen vivir: el diálogo, la
palabra y la escucha de los integrantes de una comunidad por el hecho de ser parte
de un conflicto que los convoca.
Sabemos que la implicación de una persona con sus palabras adviene en un
espacio de análisis. Pero es un riesgo suponer que ese es el único modo. La palabra
implicada adviene cuando alguien puede hacer uso de un decir. Por ejemplo, en las
declaraciones de juicios, se vuelve un obstáculo cuando lo “abreviado” es la estrategia
y el encierro es la salida inminente. Es tanta la brevedad que se suprime la palabra
de la persona acusada, se suprime el derecho a decir. Una medida jurídica que tiene
como respuesta disminuir los años de condena y por tanto de cárcel. Pero el efecto
subjetivo de dicha supresión es inconmensurable.
¿A qué consecuencias subjetivas se enfrenta una persona cuando no tiene posibilidad
de decir sobre un hecho del que se le asigna una responsabilidad jurídica? Si bien no
hay intención de buscar una respuesta unívoca, la pregunta nos interpela.
Siguiendo este tema, y como ejemplo, en la novela preciosa de Albert Camus,
“El extranjero”, dice el protagonista:

“pese a mis preocupaciones estaba tentado de intervenir y el abogado me decía


entonces: cállese, conviene más para la defensa. En cierto modo parecían tratar el
asunto con prescindencia de mí. Todo se desarrollaba sin mi intervención. Mi suerte
se decidía sin pedirme la opinión. De vez en cuando sentía deseo de interrumpir y
decir: ``Pero, al fin y al cabo ¿quién es el acusado? Es importante ser el acusado. Y
yo algo tengo que decir” (Camus, 2017, pp. 117)

Nos convoca a pensar en otras prácticas como formas de justicia, más


humanas, dignas y eficaces en producir efectos en los lazos comunitarios, que no
impliquen repetir sufrimiento, exclusión y violencia. Además, vale aclarar, hay muchas
personas inocentes en dichas resoluciones abreviadas, donde la presunción se
resuelve, como dice Camus “con prescindencia” de la voz acusada. Sabemos por
nuestra historia de dictadura cívico militar de los efectos traumáticos y devastadores
que ha dejado el silencio. ¿Quién no tendría derecho a decir sobre los hechos que
forman parte de su historia? Temporalmente otros decidirán el destino de esa vida,
donde los lugares son la cárcel, un hospital psiquiátrico, o en algunas oportunidades,
la libertad.

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En cuanto al derecho al decir, Althusser escribe en El porvenir es largo: “ni vivo
ni muerto, no sepultado, pero aún sin obra, esa magnífica expresión de Foucault para
designar la locura: desaparecido”. (Althusser, 2002)
La literatura llega a lugares inabordables, muchas veces puede decir aquello
que desde la teoría no se puede decir. Entonces las citas literarias se vuelven
centrales tanto en mi escritura, como en mis clases, como en la vida.
Retomo un cuento de Piglia, El joyero, uno de los que más me gusta. Hay un pasaje
donde el narrador cuenta:

estaba haciendo la colimba, aquí en Camet, y me mandaron a cuidar un camino de


tierra donde nunca pasa nada, me dejaron plantado ahí. Usted sabe cómo son esas
cosas. Y de golpe aparece una mujer en un Fiat 600. Me pide paso. Me dice que son
doscientos metros, que si no tiene que volver a la ruta, que esto y lo otro. Quise hacerle
un favor. Tendría que haberme negado, pero pensé que iba a pasar sin problemas [...]
Cómo me iba a imaginar que justo en ese momento…
-Mala suerte, dijo el médico. Y le tiraron el muerto encima
-Claro, me acusaron de “dolo eventual” [...] a veces pienso que estoy de vuelta y le
digo a la mujer que no pase. (Piglia, 2001, pp.36)

El relato de ficción podría ser una causa penal, y la causa penal puede superar
a la ficción.
Al inicio, en la primera parte del cuento empieza, “era un pobre conscripto, pero
lo trataron como un asesino y lo convirtieron en un paria. El juez miró el expediente y
resolvió el juicio en diez minutos” (Piglia, 2001)
Esta resolución sin “voz propia” es una marca que atraviesa al poder punitivo.
No hay lectura de la singularidad, de la historia, de las contingencias, no hay margen
para posibilidades alternativas. El peso de la balanza recae sobre aquellas personas
que no pueden hablar, va cayendo lentamente y endurecidamente en cada hora, en
cada día, en cada mes, en cada año de encierro.
Hacer existir espacios para decir, donde se pueda poner en juego lo singular,
crea otra escena. Algo de este lugar, función, y creación nos incumbe, nos
compromete en nuestro trabajo de proteger la salud mental como un derecho. Con
todas las variables y dificultades que esto puede tener cuando es el poder punitivo, el
que ordena, otra vez, y a la inversa que, al ingreso, ahora pidiendo “que hable” “que
se arrepienta”, en un espacio terapéutico como condición para la libertad.

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Recordar, reincidir, restaurar

Reparar, significa también reparar en algo,


en alguien, distinguir lo que antes no distinguíamos,
verlo, darnos cuenta de su presencia. Reconocerlo.
(Claudia Masin, 2023)

Una palabra que ubico en esta serie, es la palabra freudiana “reelaborar”.


¿Cómo invitar a la reelaboración, a la posibilidad de recordar en lugar de actuar?
Freud escribió, “el paciente no lo reproduce como recuerdo sino como acción, lo repite
sin saber desde luego que lo hace”. (Freud, 2003) Más adelante, agrega “no debemos
tratar su enfermedad como un episodio histórico, sino como un poder actual. Esta
condición va entrando pieza por pieza dentro del horizonte y de la acción de la cura y
mientras el enfermo lo vivencia como algo real-objetivo”. (Freud, 2003)
La invitación a la escritura como intervención, como ofrecimiento, ha dado
muestra de efectos hacia el recordar. También hacia la invención, a la libertad de
contar algo más allá de las formas y los estilos, ya que todos son valiosos, y ninguno
está mal. La decisión de decir “qué es literatura y qué no, o qué hace que un texto
sea literario y otro no”, es un debate al que no vamos a dar lugar. Porque no dudamos
que las escrituras que se producen en contextos carcelarios, ya sea desde los
materiales compartidos en espacios clínicos individuales como en grupales, tienen su
valor literario. En las diferentes lecturas de letras propias que llevo escuchando, le
doy valor a la historia, a la memoria y al recuerdo. Incluso, muchas veces, al encuentro
originario de una voz que vuelve a pasar por algunos lugares propios.
Recuerdo el trabajo con una paciente, una mujer trans, quien me pidió un
cuaderno para escribir su historia, contemporáneo al préstamo del libro de poemas
La novia de Sandro, de Camila Sosa Villada. Escribió hojas y hojas, sueltas y en
cuadernos, terminaba las lapiceras y le pedía una nueva a las celadoras. Cuando
conseguía continuaba, y si no esperaba hasta una nueva entrevista. Traía su material
narrado, también algunos "versículos", como nombraba a los textos más breves. Abría
su cuaderno, se disponía a escuchar, y me pedía que le lea su historia. Así aprendí a
leerla, olvidando todo lo sabido de las formas hegemónicas gramaticales porque ella
tenía la propia.
Era tanta la vorágine, el entusiasmo por los recuerdos y su forma de contarlos,
que cautivaba. Luego de escribir y escucharse en otra voz lectora, dijo: "puedo ver el
horror que viví y decir a dónde no quiero volver". Expresión que fue retomada, y
señalamos juntas como un señuelo hacia su libertad.
En este sentido, no es el único, valoramos la escritura como acercamiento y a
la vez, como distancia de los hechos vividos, un complemento al material que
acompaña los procesos de reelaboración subjetiva.
La repetición freudiana, antes mencionada, no sería la única variable para
pensar la cuestión de la reincidencia. Es imprescindible leer el contexto sociopolítico
y económico actual, las ferocidades del neoliberalismo, el patriarcado y tantas
exigencias y vulneraciones sobre lxs cuerpxs, para leer por qué alguien que se va,

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vuelve a transitar las cárceles. Resulta empobrecedor el planteo de “puerta giratoria”,
como muchas veces se nombra a la cárcel, reduciendo el actuar a lo individual,
producto de la repetición. Esto ha sido tema de discusión en intercambios con algunxs
colegas psicoanalistas (ortodoxs o sin contexto) donde la mirada a la "compulsión a
la repetición" era la única versión.
Para que existan otras respuestas, destinos, es necesario ofrecer otras
puertas. Y en ese sentido, la cárcel (sistema penal en general) muy pocas veces lo
ofrece. Diferentes trabajadores desde organizaciones sociales, universitarias, de
Derechos Humanos, profesionales de salud; acompañamos en otras trayectorias, ya
que, el sistema favorece a la repetición.
Cuando la invitación a la palabra ronda por las crueldades del sistema
penatenciario (cómo lo nombré en otro trabajo), en algunas oportunidades, se acentúa
la desnaturalización de la cárcel como lugar. Es importante que se pueda hablar de
esto, también de que haya otrxs con quién contar adentro y afuera. Cuando alguien
puede reconocerse, siendo antes necesariamente reconocido por otrx, y esta es parte
de la apuesta al trabajo con la singularidad que acompaña el psicoanálisis, entonces
lo restaurativo -reparatorio- puede advenir.
Si alguien puede encontrar otras formas de autopercibirse, y ser nombradx en
actividades que trascienden la “etiqueta” con la que ingresó, cuando esa otra
posibilidad de ser nombrado circula, se habilita lugar al surgimiento de otras marcas.

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Cuerpos grises

El color es un tema propio de la institución, gris penitenciario dice Carolina


Amigo, escritora y psicóloga que transita cárceles santafesinas, en una de sus
crónicas del libro “Quince años de soledades”. (Amigo, 2022) Leila Guerreiro,
menciona el gris plomo en el libro Frutos Extraños (Guerriero, 2021). A su vez, tomo
el gris que plantea una referente en temáticas de psicoanálisis, grupos y feminismos,
Ana María Fernández. La autora en “Jóvenes de vidas grises”, hace mención al tono
vital, al punto que podría confundirse con depresión. Dice:

“suelen presentar poca vitalidad, a la ausencia de proyectos personales que los/las


entusiasmen y parecen transcurrir sus vidas sin grandes convicciones. Expresan
aburrimiento, poca seguridad en sus decisiones. Dicen estar frecuentemente
cansados/as. Parecen ser vidas que transcurren sin demasiadas dificultades, pero no
hay relato de felicidad” (Fernández, 2013, pp.25)

Esos mismos tonos también son visibles intramuros. Me pregunto en esta


ocasión, ¿es una tonalidad acentuada o producida por la institución? ¿Qué les pasa
a los cuerpos privados de libertad?
Se trata de cuerpos que no reciben luz del sol, se alimentan de comida que no
eligen, y, además, muchas veces ese alimento no llega en buen estado. Los
movimientos son limitados, una hora de deporte a la semana, fútbol en unidad de
varones o zumba en unidad de mujeres. Movimientos acotados y ritualizados. Se
camina en cuadrado, en el caso de los pabellones que cuentan con patio. Hay otros
que lo hacen en líneas rectas al interior del mismo pabellón o galpón. Aparece falta
de cansancio corporal, contracturas, rigideces. Insomnio. Largas noches sin dormir.
Mates y puchos, compañeros cotidianos. Cuando están, cuando se puede, cuando
llegan.
La disminución también es visual, olfativa, auditiva, gustativa, táctil; todos los
sentidos se ven atravesados, alterados por las formas cotidianas con las que reciben
estímulos esxs cuerpxs. Ya sea que se trate de personas privadas de libertad
ambulatoria en situación de adultez, adolescencias o infancias. Para estxs últimxs me
explayaré más adelante, sobre las particularidades que conllevan las niñeces
detenidas.
Las referencias a lo acotado de las acciones y movimientos son propias de la
institución total. Cuerpos que reciben el peso y el efecto de la prisionización.
Goffman ha definido esta manera de vida, como el "lugar donde muchos individuos
viven durante un tiempo aislados de la sociedad, compartiendo en su encierro una
rutina diaria formalmente administrada” (Goffman, 2008). Y agrega el concepto de
“mortificación del yo”, el despojo de lo que traía anteriormente pasa a ser reemplazado
por los hábitos de la institución. “se modifica la concepción que tenía de sí mismo y
se lo despoja de sus previas disposiciones sociales y comienzan para él una serie de
degradaciones, depresiones y humillaciones” (Goffman, 2008). Esta mortificación es
sistemática y no siempre intencionada. La primera mutilación del yo que señala

14
Goffman, es la barrera que se marca entre el interno y el mundo exterior: se lo despoja
del rol de la vida civil. Se habla de “muerte civil”, ya que no se puede manejar dinero,
ni votar.
El cuerpo es lo único con lo que se cuenta, es territorio y destinatario de
reclamos, tristezas, injusticias, soledades. Las faltas que corresponden a la
institución, o al sistema penitenciario se responden, muchas veces con lxs cuerpxs.
Cortes, lesiones, mutilaciones, ingesta de objetos. Y como respuesta, una nueva
sanción. Si una persona privada de la libertad ambulatoria se autolesiona, pone en
juego su conducta y concepto 1, como lo marca desde el año 1996, la Ley 24.660 de
Ejecución de la pena privativa de la libertad. Una ley centrada en la autodisciplina,
con fin correccional y de reinserción social, ubicando “el apoyo de la sociedad, como
parte de la rehabilitación mediante el control directo e indirecto” (24660, 1996).
"Con la escritura el cuerpo se siente beneficiado", dijo un usuario que participa
de un espacio de escritura que acompañamos en una unidad penitenciaria, al que
haré mención en un capítulo nombrado Las Bastardillas son nuestras.
El cuerpo se expresa escribiendo, la escritura se vuelve un deporte que incluye lo
intelectual. Pensar es una actividad no contemplada ni fomentada por el sistema
penal. Pero no sólo pensar, o al menos no racionalmente, dejarse pensar, sentir,
hablar, imaginar, soñar.
En la grupalidad hay risas que drenan tensiones, preguntas, reclamos dirigidos
con palabras. La escritura y la grupalidad causan formas de producción de otras
tonalidades, otros colores posibles.
Traigo en este sentido, la tapa de la antología publicada por Las Bastardillas
en octubre de 2021. Se trata de la creación de uno de los usuarios (un pintor, poeta y
músico que fue parte del taller durante cuatro años) una pintura de una persona con
los brazos abiertos, de colores por dentro entre rojo y tonos de amarillos, recibiendo
otros tonos violetas y celestes del universo, con un poema de despedida, en plena
libertad.

1
ARTICULO 101. — El interno será calificado, asimismo, de acuerdo al concepto que merezca. Se
entenderá por concepto la ponderación de su evolución personal de la que sea deducible su mayor o
menor posibilidad de adecuada reinserción social.
ARTICULO 102. — La calificación de conducta y concepto será efectuada trimestralmente,
notificada al interno en la forma en que reglamentariamente se disponga y formulada de
conformidad con la siguiente escala: a) Ejemplar; b) Muy buena;c) Buena; d) Regular; e) Mala;f)
Pésima.
ARTICULO 103. — La calificación de conducta tendrá valor y efectos para determinar la
frecuencia de las visitas, la participación en actividades recreativas y otras que los reglamentos
establezcan.
ARTICULO 104. — La calificación de concepto servirá de base para la aplicación de la
progresividad del régimen, el otorgamiento de salidas transitorias, semilibertad, libertad
condicional, libertad asistida, conmutación de pena e indulto. (Ley de Ejecución de la Pena
privativa de la libertad N°24.660/1996)

15
… “gracias compañeros por haber abierto el corazón
por compartir alegrías y dolor
quiero decirles que me llevo lo mejor de ustedes
por bancarme en mis locuras de poeta y cantor
los espero del otro lado del ventanal
que tenemos que cruzar para contemplar la vida
la perfección del universo
aprovechen la oportunidad cuando les toque pasar
háganlo convencidos
de que realmente se lo merecen
y el universo en su perfección abrirá las puertas
les dará la llave pero antes tienen que ser libres en su interior
de sus odios sus miedos
para poder salir de verdad
los saludo y les dejo este escrito y este dibujo
soy yo y el universo
sos vos en el universo
son las bastardillas
son todos y cada uno en plena libertad”

Extracto del poema Las Bastardillas son nuestras de Arístides M. (Antología,


2021, pp 87).

16
Experiencia de los DIS -Dispositivo interdisciplinario de salud- Rosario
provincia de Santa Fe

El dispositivo es una red


(Luis García Fanlo, 2011)

Hablar de Salud Mental en cárceles plantea una contradicción en sí misma, ya


que el encierro va en detrimento de la salud mental, y la lógica penitenciaria
generalmente contribuye tanto al abuso de poder como al arrasamiento de quiénes
habitan dichas instituciones. Las cárceles y los hospitales monovalentes tienen
características comunes, son instituciones totales. Se pueden leer desde la historia
de la criminología, pero también siguiendo a la ley de Salud Mental N°26.657, como
denominadores comunes entre "locos y presos", en tanto son algunos de los sectores
más vulnerables y expulsados de la sociedad. Sin embargo, la consideración de los
derechos en el ámbito penal no ha avanzado. Lejos de que existan alternativas al
encierro punitivo, este aumenta.
La Ley de Salud Mental de la Provincia de Santa Fe 10.772, fue sancionada
en el año 1991 y parcialmente reglamentada en el año 2007–parcialmente ya que se
reglamentaron 13 de los 29 artículos-. El artículo 23 plantea la creación de
Departamentos de Salud Mental en el ámbito penitenciario, exige “asistencia integral
de personas con trastornos o alteraciones en su salud que se encuentren condenadas
o detenidas bajo proceso penal” (Ley 10772, 2009).
Las autoras Faraone y Valero (Faraone, 2013) haciendo referencia al territorio
santafesino, ubican el período que va de 2004 a 2011 como un período de “sustitución
de lógicas manicomiales”, abarcando al hospital psiquiátrico, la unidad psiquiátrica
penal y la cárcel.
Quien historiza esta transformación de experiencias concretas y políticas
públicas en materia de Salud Mental en la provincia de Santa Fe, como un trabajador
de dicho proceso, a quien respeto y admiro, es el Pato, Marcelo Martínez. Abogado,
coordinador desde el año 2006 de Juntas especiales en Salud Mental de la ciudad de
Rosario. En su libro Derecho y Salud Mental. Historia del tratamiento jurídico de la
locura en la República Argentina. Dedica un capítulo a la reforma psiquiátrica en
Argentina. Sobre Santa Fe, ubica que el proceso se inicia en la década del 90, con la
implementación de prácticas de externación de pacientes de la Colonia de Oliveros,
y prácticas de reinserción comunitaria. A su vez, indica una transformación
interdisciplinaria y una activa política institucional de actividades artísticas, laborales,
recreativas durante el alojamiento de los pacientes en el hospital, favoreciendo los
lazos entre las personas como en su carácter comunitario. De ésta gestación surge
la denominación, “políticas sustitutivas de lógicas manicomiales”. Dichas lógicas
comenzaron a implementarse en los demás hospitales monovalentes de salud mental
de la provincia: Hospital Mira y López de la ciudad de Santa Fe y el Centro Regional
de Salud Mental Agudo ávila de Rosario.
Marcelo Martínez, agrega otro hecho significativo en dicho proceso:

17
… “el cierre del denominado “corralito de Coronda”, que era un pabellón psiquiátrico
situado en el interior de la mayor institución carcelaria de la provincia, la cárcel de
Coronda, que había sido creado en 1985 con el objeto de internar allí principalmente
personas declaradas inimputables a las que se repudiaba con un grado de
peligrosidad tal que ameritaba su encierro en ese lugar de “máxima seguridad” [...] el
cierre se produjo en el mes de octubre de 2008. [...] desde ese momento los
tratamientos de salud mental a personas declaradas inimputables se comenzaron a
efectuar en las diversas instituciones de salud mental existentes en la provincia”
(Martínez, 2015, pp.175)

Otra innovación, que se ubica en término de políticas públicas de salud mental


de la Provincia de Santa Fe, “fue la creación en el año 2004 de los equipos de salud
mental para atender a los presos alojados en las cárceles de la provincia. En el año
2009 se reformularon bajo el nombre de Dispositivos Interdisciplinarios de Salud”
(Martínez, 2015) En dicho dispositivo realizo mi práctica como psicóloga.
A partir del año 2001, el contexto de crisis económica-política-social de nuestro
país, trajo como consecuencia la reducción de las camas de internaciones en
hospitales psiquiátricos. En aquel momento, se propuso crear un sector carcelario en
la Colonia de Oliveros, a 50 km de Rosario. Ante dicha intención, hubo resistencias
por parte de los trabajadores y del pueblo de Oliveros en general.
En abril del año 2003 Santa Fe sufrió una catástrofe natural, las inundaciones
que afectaron a toda la ciudad y a zonas aledañas. Este suceso fue un antecedente
para crear la Dirección Provincial de Salud Mental. Mismo año en que se desiste del
intento de crear una cárcel en Oliveros.
En el año 2004 se creó la implementación del Programa de Salud Mental para
Ciudadanos Detenidos o Bajo Medidas de Seguridad que consistía en cuatro
direcciones de trabajo: “los departamentos de salud mental en cárceles, la asistencia
en comisarías, la sustitución y cierre del pabellón psiquiátrico de la cárcel de Coronda,
y la conformación de juntas especiales” (Ley 10772, 2009).
El 11 de abril de 2005 ocurrió la Masacre en la unidad 1 de Coronda. Masacre
que arrojó 14 muertos. Esta tragedia fue un punto de inflexión hacia la
institucionalización de los Dispositivos de Asistencia para ciudadanos detenidos o
bajo medida de seguridad- Equipo que contaba con más de 30 psicólogxs. En el
mismo año, se inició el proceso de cierre del pabellón psiquiátrico que existía en dicha
unidad.
En el 2008, como se mencionó, se cierra el corralito de Coronda. Y en ese año,
se crea un documento básico en la provincia de Santa Fe, por parte del Ministerio de
Seguridad, hacia una política penitenciaria progresista. El mismo estaba sostenido en
cinco principios: 1) reducir los daños 2) abrir la prisión a la sociedad 3) democratizar
la prisión 4) promover y asegurar derechos 5) reintegrar socialmente a pesar de la
prisión. Documento que confluía en garantizar el ingreso, autonomía y la participación
de actores externos. (Hacia una política penitenciaria progresista en la Provincia de
Santa Fe. Documento básico. Recorte de cátedra Psicología en el ámbito jurídico
forense, 2008).

18
El 2009 fue el año donde se creó un Convenio Interministerial entre tres
Ministerios: de Salud, de Seguridad y Justicia y DDHH. A partir de dicho acuerdo se
produce el nombramiento del Dispositivo Interdisciplinario de Salud- DIS- En este
sentido, historizar es una forma de visibilizar -nos remontamos trece años atrás-
acontecimientos puntuales para el avance en la formalización de los dispositivos de
salud en cárceles.
En el inicio existió una política pública que posibilitó la creación de dichos
equipos, una materialización pionera en relación a otras provincias donde no existen
trabajadores pertenecientes al Ministerio de Salud en cárceles. El propósito fue y
sigue siendo más allá de los debilitamientos, de los avances y retrocesos: por un lado,
garantizar el derecho a la salud de la población privada de libertad ambulatoria, y por
el otro, ofrecer la posibilidad de realizar un trabajo clínico con quién lo “consienta”, es
decir por fuera de la obligatoriedad que pueden pretender imponerse desde
intervenciones que no resguarden el consentimiento de posibles usuarixs.
Actualmente los dispositivos se sostienen en la necesidad de ser repensados,
de reinventarse en sus dinámicas de intervención, dado que la población penal crece
y lxs trabajadorxs no. Pero en mi criterio, no se trataría de que haya sobrepoblación
de trabajadores, sino de crear otras formas y destinos o resolución de conflictos, otras
apuestas y prácticas alternativas al punitivismo, es decir a la pena privativa de la
libertad.
Un dispositivo, siguiendo a Foucault, “tiene como componentes líneas de
visibilidad, de enunciación, líneas de fuerzas, líneas de subjetivización, líneas de
ruptura, de fisura, de fractura que se entrecruzan y se mezclan mientras unas suscitan
otras a través de variaciones o hasta mutaciones de disposición. existe por la
articulación con otros discursos”. (Foucault, 1984) Se constituye con las tramas, los
diferentes actores y actrices institucionales, como los devenires comunitarios y las
articulaciones que vamos construyendo más allá de la institución. El nombre propio
del DIS, resume una larga historia de nombres propios. La versión actual, es
paradójica, porque lo incluye en su nombre, pero no en los hechos, no incorpora lo
interdisciplinario. En este sentido asegurar una concepción integral de salud necesita
de un afuera respecto del propio discurso, y asimismo de un exterior respecto del
equipo. Por otra parte, en cada jornada laboral, cada nombre propio de cada
trabajador se registra en la institución sin incluir el registro el día anterior. El nombre
y el DNI son registros constantes que no cesan de no inscribirse. Me refiero tanto a
lxs trabajadorxs, como a los usuarixs que circulan fuera de los pabellones y tienen
que estar registradxs en listados diarios. En algunas oportunidades, al ingreso
escucho que no se sabe bien de qué se trata el lugar del DIS, me preguntan o
directamente anotan “DIX-DIC-DI ¿Qué?” El DIS no cesa de no inscribirse.

19
Las bastardillas son nuestras

… un común vivir que, sin embargo,


sí sepa un común desamparo
y la común intemperie planetaria
Y que también sepa un radical
rechazo de lo que daña
llámese individualismo o capitalismo,
sujeción o normalidad
(Marcelo Percia, 2021)

Desde el año 2016, llevamos adelante un dispositivo psicoanalítico en situación


de grupo con abordajes planteados desde la lectura, escritura y la creación literaria.
Cada nuevo usuario que empieza o se suma, nos relanza la invitación a contar de
qué se tratan los encuentros. Se hace una especie de voz coral donde se va contando:
“es un espacio de libertad”, “te sentís en familia”, “acá podés decir lo que queres”, “el
grupo te acompaña”, “podes escribir o no, no hace falta saber”, “lo que te salga” ...
Ese entramado va ubicando un decir que nos representa en el “nuestras”, en una
grupalidad que sostiene y contiene. Las Bastardillas, nos permite tomar decires de
otrxs y hacerlos propios, nos permite jugar con el verso y el verseo, des-citarnos para
crear lo común y lo singular.
“Las bastardillas son nuestras, está llevado adelante por algunas personas
privadas de la libertad y dos psicólogxs miembros del DIS (Dispositivo
Interdisciplinario de Salud)”. La conformación de este colectivo permite hacer frente a
la atomización carcelaria, la grupalidad habilita otras formas de resistencia a la
individuación, en la medida en que es continente de estas nuevas configuraciones
identitarias. ‘Soy escritor’ ‘soy poeta’ (Carcovich-Peretti, 2019). En este dispositivo,
como espacio cultural en el que se anudan la escritura y la salud mental por medio de
la palabra, las intervenciones culturales de lxs psicólogxs desde una perspectiva de
derechos, producen “líneas de fuga” a las estrategias de dominio carcelarias que
pueden ser definidas como selectivas, estereotipantes, correccionales y neoliberales.
Un rasgo de este espacio como apuesta a la salud mental, es el nombre propio, de
cada autor, acompañado de nuevas identificaciones. Recuerdo cuando uno de los
escritores nos comentó sobre sus ganas de tener un sello con su nombre, y que
debajo diga "poeta". Ese sello fue un pedido, y un regalo nuestro, donde ubicamos
formas del amor, del don, de la ternura como intervención política. Como nos enseñó
Ulloa, la ternura imprime humanidad en un sujeto (lo hace humano) (Percia, 2011)
Nos encontramos desde la paridad, y el intercambio compartido, los modos de
nombrarse difieren a los estereotipos sociales que los medios de comunicación y el
punitivismo no paran de reproducir. Desentramar esa intencionalidad política, no es
posible únicamente desde nuestro lugar, pero sí podemos acompañar a crear otras
narrativas. Otras formas que disputen sentido, que interpelen las lógicas de dominio
de lxs cuerpos, las palabras, la imaginación y la creación.

20
Ubico otra marca de Las Bastardillas, son muchas nuestras historias en tantos
años, en tantas vidas y momentos compartidos. Traigo una que en mi sentir es
inolvidable. El espíritu del dispositivo es hacer hablar, es poner a la palabra en ronda
de forma oral y/o escrita. En ese intercambio invitamos a diferentes personas que no
están en la unidad, personas que ingresen trayendo algo para compartir y se lleven
la vivencia de lo que pasa con quiénes también producen, en un sentido creativo,
estético y poético, en el encierro. Dinámica que con la pandemia se vio interrumpida,
todas las vidas fueron endurecidas con privaciones mayores. El sueño de muchxs
directivos de cárceles es que nadie circule, como si la emergencia sanitaria hubiera
sido el recorte perfecto.
Volviendo al tema de lxs invitadxs al espacio de escritura, en esa apuesta de
bordear el adentro y afuera, de plantear los bordes como punto de intervención, los
cruces como posición; nos propusimos hacer cartas. Tomamos una experiencia de
Julián Axat, de cartas escritas a jueces/juezas por jóvenes detenidos en institutos, y
seguimos la pista de esa referencia. Las dos juezas con las que tuvimos
correspondencias, fueron invitadas, y a las pocas semanas se sumaron a nuestra
ronda. No es un tema menor -en mi opinión- que las juezas hayan sido mujeres, al
menos es un interrogante que puedo hacer a posteriori. Nos queda la intriga: ¿qué
hubiera pasado si la carta le hubiera estado dirigida a un juez?
Las cartas eran colectivas, escritas con la letra de uno de los escritores. Lo que
se ponía en claro era que había algo más para mostrar y decir que expedientes,
causas, informes de conducta y concepto. Se invitaba a compartir, a vivenciar y
conocer otros registros de sus vidas.
Así fue como invitamos a una jueza del juzgado de menores 4 de Rosario
(llamado así, aunque remita a la vieja ley de Agote, de patronato de menores. Desde
un enfoque de Derechos no se trata de menores sino de adolescentes) Se trata de la
jueza Dolores Aguirre Guarrochena. Una persona abierta a un encuentro además de
humano, artístico, a mostrarse en paridad, capaz de escuchar y ser parte del
intercambio.
La invitada trajo pinturas de acuarelas hechas por ella, los escritores tomaron
cada uno una pintura y escribieron sobre esas imágenes. La ronda creció en relatos,
en sorpresas, en risas, en abrazos. Dos de los presentes, habían sido condenados
por nuestra invitada. Nos sorprendió el acto de agradecimiento de uno de ellos. Ese
acercamiento (pre pandemia) trajo un abrazo como respuesta. La posición de alguien
que ocupa un lugar en la justicia, que nos compartió las dificultades que también
atañen a su función. La apertura fue un inicio, continuaron los intercambios de cartas
con uno de los escritores; y la jueza fue nuevamente invitada cuando presentamos la
antología Las Bastardillas son nuestras, en octubre del 2021 en el teatro Lavardén.
Ella estuvo en la mesa de presentadorxs junto a dos escritores (uno de ellos era a
quién había abrazado), lxs psicólogxs que formamos parte del dispositivo y la
Directora de Salud Mental provincial. Hay un registro de una foto donde la mirada de
ellxs dice más que mil palabras, donde la justicia restaurativa se podría ubicar en un
gesto como ese.

21
A su vez, Dolores continuó intercambios con uno de los escritores, quién le
escribió a posteriori del encuentro, sobre el despertar de su pintura. Era una imagen
de dos caballos la que lo motivó a iniciar una correspondencia, con idas y vueltas, con
mi función de cartera como nexo de aquellas palabras y sentires.
La otra jueza invitada, llegó un día viernes a las diez de la mañana, sin que
estuviéramos avisadxs de la visita. Habíamos dejado abierta la posibilidad de que
cualquier viernes pudiera llegar. Su presencia sin previo aviso trajo rispideces
institucionales. Para nosotrxs, la alegría de haber sido escuchadxs por aquella jueza
de ejecución de adultos, era inconmensurable. Había algunos a quiénes había
condenado y otros con quienes tenía resoluciones, aún pendientes, por tomar.
Compartió el encuentro con sencillez y humildad, con atención a las historias
contadas, con la posibilidad de contar algo de su historia propia, de los cuentos que
les contaba a sus hijxs. Nos sacamos al final una foto como registro de aquel día,
todxs abrazados, con la asistente que la acompañó. Aquella fue una marca que
incluyó a una funcionaria del poder judicial como parte del “nuestras” que forma a Las
Bastardillas. Nos parece un acto de los más restaurativos que pueden existir, digno
de ser contado.
También existen semanas en las que no llegan lxs usuarios, o no contamos
con el espacio físico y cambiamos de lugares. Esto sucede las más de las veces. Aún
así, seguimos.
En el interjuego con el afuera, se realizaron las salidas a festivales de Salud
Mental, participación en ciclos literarios, la presentación de libro propio de uno de los
escritores, donde no se otorgó la salida. En otra oportunidad sí la obtuvimos con
custodia. Éstos han sido acontecimientos de perforación a los muros desde el arte.
Existen, por suerte, muchxs compañerxs que apuestan a las prácticas culturales
entendidas como Derecho, de los que aprendo y de quiénes tomé afiliaciones, desde
mis inicios como trabajadora de salud mental en cárceles. Son dispositivos de la
provincia de Santa Fe, con trascendencia a registros en el afuera, en la comunidad.
En este sentido quiero mencionar a los siguientes colectivos: Foto Crazy, La bemba
del sur, Mujeres tras las rejas, Canción urgente, espacios donde se teje el
fortalecimiento y la participación colectiva, a la salida y al (r)egreso siendo parte de
tejidos comunitarios.

22
Verso y reverso

… en general todos los autores


han considerado que las metáforas
en el lenguaje son peligrosas
porque distraen nuestros pensamientos
y nos llevan más bien a un ámbito más parecido
al de la poesía o la literatura,
o a los adornos del lenguaje,
que al de la referencia, a la cual la ciencia aspira.
(Maffía, 2016)

El verso en la cárcel se acentúa, tiene una versión de crueldad, olvido y


desinterés. “Acá te re hacen el verso, dicen cualquiera, tenía que tener la libertad hace
ocho meses y sigo igual”, “me versean, de doce horas de salidas transitorias
mensuales para estar en mi casa con mi familia salgo dos horas mensuales”; “me
dicen que me van a llamar y no me llaman”. Son algunas de las expresiones donde
se ubica el verso como modo mensaje, lo que no es y debería ser, en tanto derecho.
La impotencia de lo que no se cumple.
La respuesta institucional más frecuente es el verso, un trato despótico,
arbitrario. También hacia lxs trabajadorxs, cuando lxs usuarixs que esperamos para
atenciones en un día determinado, no llegan al consultorio “porque hay mucho
movimiento”, “porque no hay personal” “porque no quiere salir”. Ubicamos la
respuesta desde el lado del “verso”; así como la resocialización, la rehabilitación y
todas las teorías “re” que han fracasado. La cárcel va en contra de las teorías “re” que
promueve en su propia legalidad. Dice Zaffaroni: “es absurdo pretender la adaptación
a la sociedad cuando se está encerrado” (Zaffaroni, 2015). Las teorías re, tienen su
sostenimiento dentro de las teorías de prevención especial positiva, orientada hacia
las personas que cometieron delitos. El tinte moralizador, de minusvalía y tratamental
está en el fundamento. Sin embargo, si bien existe la crisis de estas teorías, también
marcos constitucionales que incluyen reforma y readaptación con la posibilidad de su
relectura y reinterpretación por parte de operadores penitenciarios.

Es necesario un discurso jurídico que supere las ideologías "re" en un sentido más
compatible con los Derechos Humanos, porque lo requiere la propia operatividad del
segmento penitenciario, que queda huérfano de discurso. [...] que el nuevo discurso
sirva para orientar al segmento penitenciario como pauta realizable. [...] se pueden
entender como imponiendo un trato humano, lo menos deteriorante posible y que
ofrezca la posibilidad de reducir los niveles de vulnerabilidad. (Zaffaroni, 1995)

Por otro lado, retomando el planteo del verso, otra versión es la literaria.
También es un modo de decir que implica la creación. En Las Bastardillas son
nuestras, la invitación consiste en hablar -me refiero al hablar pensado desde el marco
psicoanalítico- con el equívoco, los sueños, y las ficciones. Versear como un modo
de bastardear, en este sentido, es el reverso de ser bastardeado. Es el corrimiento de

23
la literalidad a lo literario, a la creación de un verso propio como posibilidad de
respuesta. A su vez, consideramos que el DIS como espacio colectivo de taller -con
los diferentes momentos, trabajadores y contextos- produce un reverso “a la
normalización” que la institución y el orden punitivo pretenden imponer a los internos
y a lxs trabajadorxs. No importa cómo se dice, sino que se diga, no hay un modo sino
estilos que se van construyendo con cada autor, con cada nombre propio.
Escribir, dice Freud, es un modo de permitir la expresión de la vida anímica.
Con el decir hay sustitución, hay respuesta y creación. Escribir es salir del juego
alienante individuo-masa, es entrar en el fuero más íntimo, del que no habla el
Derecho. Desde el psicoanálisis podemos hablar de “extimidad del inconsciente”, en
ese lugar de extimo se ubica el analista. Interjuego de intimidad-extimidad, propia del
campo de la transferencia. Nos convoca y afecta la posición de estar psicoanalista en
la institución, con la numerosidad social como propone Ulloa. Con la ternura como
política, y que también nombra el Che, cuando dice "hay que endurecerse sin perder
la ternura jamás".
El verso literario tiene diferentes devenires, se vuelve texto compartido, voz
coral, música. En las jornadas de Las Bastardillas, algunos escritores participaban
trayendo instrumentos musicales, contagiándonos del arte de combinar los sonidos.
Del pedido de ellos, nació otro dispositivo creativo. En principio funcionaron los dos
juntos. Ahora son independientes, se trata de un taller de composición musical que
abarcó dos instancias. En primer lugar, la invitación a músicxs de la ciudad de Rosario
para participar de un festejo de fin de año, y luego, la coordinación y armado de una
escena artística vinculada a un programa del Ministerio de Desarrollo Social, llamado
Santa Fe Más. Los propios es el nombre de la primera camada de músicos, la primer
banda reunida. Muchos de ellos siguieron en el afuera, en encuentros semanales de
ensayos, con más de catorce presentaciones, entre ellas en el teatro Lavardén, en
ocasión de la presentación de Las Bastardillas son nuestras. Los propios están
próximos a sacar su primer disco, son una apuesta musical que trasciende las
fronteras del adentro-afuera, sigue como lo llamamos, en el “pop-penitenciario”
(parafraseando la idea de pos penitenciario).

24
Temporalidades

Se regula la administración del tiempo vital


en relación al tiempo judicial
como técnica de disciplinamiento
de los sujetos que transitan la espera,
operando la espera como dispositivo de poder
que se administra de modo multiagencial,
interconectado por el entramado penal.
La espera es una dimensión subjetiva del castigo penal
según los sujetos que se encuentran transitando la misma.
Pensamos al tiempo y la espera como dispositivo de poder,
las reglas de la temporización son una de las formas
mediante las cuales el Estado busca naturalizar
las desigualdades sociales y justificar las relaciones de poder.
Entonces, la espera como dispositivo de poder
de quien hace esperar sobre el que espera
exige que se estudie con detenimiento
las relaciones de poder en las que se fundan.
(Ocampo, 2022)

La dinámica de la cárcel tiene una relación con el tiempo muy particular. Por
un lado, se escucha por parte de quienes están privadxs de la libertad ambulatoria, la
insistencia en que el tiempo parece estar detenido como ellxs. Un tiempo que no pasa,
pasa lento o está “pasado” para acceder a derechos que corresponden en diferentes
fases o etapas de la condena, y a derechos humanos en general. También se escucha
en los trabajadorxs que el tiempo no pasa, las largas horas de las jornadas hacen que
sus caras estén tan fatigadas y lxs cuerpxs cansadxs como lxs de privadxs de libertad.
El tiempo parece estar pausado como aquella imagen de quien marca los días
en un almanaque, hacia el horizonte de la fecha esperada –cuando la misma se sabe-
y aun cuando llega, muchas veces la espera continua. El día tiene las horas marcadas
por los recuentos diarios, la comida y actividades de cada pabellón, por ejemplo, una
hora semanal de deporte. Esto es más acentuado en los pabellones religiosos donde
cada culto, oración o alabanza está determinado por rituales en diferentes horas del
día. En definitiva, hábitos de una institución total que administra y distribuye la misma
temporalidad para todxs.
Un escritor, usuario de Las Bastardillas, escribió un texto titulado: “Odio los
días martes”. En su escrito contaba que los martes era el día de ingreso de un pastor
al pabellón, por tanto, todos rondaban alrededor de su visita, quedando “tomados” por
las actividades pautadas. Que el espacio de escritura haya sido una posibilidad de
decir lo que no puede decir en el pabellón, fue una salida que encontró para expresar
el peso que los martes tenían para él.
Otras veces, el tiempo tiene una cara vertiginosa, vinculada a lo inesperado,
podríamos decir, en algunas oportunidades, con acontecimientos traumáticos. Sobre
este tiempo siempre se llega tarde. Es el tiempo de lo unheimlich freudiano, “concepto

25
próximo a lo espantable, angustiante, espeluznante” (Freud, 2003). Concepto que
remite a la presencia del horror. “Lo siniestro sería aquella suerte de espanto que
afecta las cosas conocidas y familiares desde tiempo atrás” (Freud, 2003). Lo
cotidiano se vuelve ajeno, lo impensado ocurre y la incertidumbre domina la escena
subjetiva.
Los modos de existencia propios de este tiempo en la cárcel son cotidianos,
aunque se vivencien de maneras diferentes. Por ejemplo, traslados de internos a otras
unidades sin que lo pidan; diferentes violencias físicas, psíquicas; sustracción de
pertenencias; y decisiones de poder arbitrarias que crean nuevas reglas de
sometimientos, restricciones, hacia dentro o hacia afuera con ellxs, y sus familias, las
visitas.
Freud cita que otra de las traducciones de lo siniestro, es el secreto. “Secreto,
oculto, de modo que otros no puedan advertirlo, querer disimular algo (…) donde la
discusión pública cesa” (Freud, 2003). Desde Ulloa podemos decir que la crueldad,
es el desamparo mayor al que quedan expuestas las personas en situación de
víctimas, el eje del dispositivo cruel es la mentira. (Ulloa, 1998) La perpetuidad del
silencio, como forma desubjetivante, es opuesta al derecho a decir.
Otro tiempo que ubicamos, es el de quién habla y es escuchado desde un trato
humanizante. El tiempo de la clínica. Un tiempo donde aparecen registros de tercero
de apelación en juego y articulación con la ternura como herramienta y política de
intervención. Dice Ulloa:

Los suministros de la ternura son tres: el abrigo, para los rigores de la intemperie; el
alimento, para los del hambre; y el buen trato, el trato según arte […] basamento del sujeto
comunicacional […] Si digo algunas palabras sobre la ternura es para contrastar el entorno
necesario para la constitución ética del sujeto con el entorno de la crueldad. (Ulloa, 1998)

En particular, pero no exclusivamente, se promueven dichos lazos en los


talleres, así como diferentes espacios de construcción colectiva. Escena de encuentro
con otrxs que abren la posibilidad de vínculos de confianza, de preguntas y potencia.
Lxs talleristas que ingresan a la institución total son actores y actrices que no están
asociados a la causa jurídica, ingresan sostenidxs en un saber particular que lxs
representa. Por ejemplo: periodismo, música, filosofía, ajedrez, arbitraje, textil, rugby,
dibujo, escritura. Se inscribe una temporalidad que genera nuevas tramas posibles.
Este tiempo representa intercambios horizontales, redes de poder, ya que en dichos
espacios se produce conocimiento, arte, objetos. Algo de lo propio que está enlazado
a otrxs, encuentra otra meta y destino pulsional. Siguiendo a Freud, no se trataría de
la vuelta sobre la propia persona, sino de la deriva hacia un fin vinculado a la cultura,
es decir a la sublimación.
No nos referimos entonces a llevar “luz”, o poner voz, por parte de actores y
actrices externos, sino poner en juego el saber con el que ingresan para abrir
posibilidades de nuevos acontecimientos de los cuáles todxs nos veremos afectadxs.
El saber no se derrama de unx en otrx sino que se construye colectivamente.

26
En este sentido retomo el concepto de pothlach. El potlatch constituye, según
Mauss, la clase más pura del fenómeno social total de intercambio. Se trata de un
vocablo que en la lengua chinook –tribu de América del Norte– quiere decir “alimentar
o consumir” –alimentar no a sí mismo, sino alimentar a otro. En esa tribu y en las
vecinas –como la tribu Aida– tiene también por extensión la significación de “matar la
riqueza”, asesinar ritualmente la riqueza. “Implica la serie de dones que alguien –en
representación de su clan, tribu o familia- ofrece a otro grupo, en señal del interés por
el afianzamiento de ese lazo social” (Cihello 2019).
En cuanto a la temporalidad de la clínica que mencioné anteriormente, quiero
señalar que la clínica psicoanalítica ubica otra escena, temporal y espacial, la escena
de lo inconsciente. Se trata de una temporalidad que no es ni lineal ni en serie. Escapa
a todo tratamiento posible de períodos judiciales y también a las expectativas que
puedan tenerse respecto al contenido que se diga. No se trata aquí de una confesión,
que alguien hable no implica que hable de su causa jurídica.
El sueño como vía regia, nos acerca a la verdad, que siempre es singular. Nos
acerca a las tramas compartidas, comunes, nos hace red narrante, como la escritura.
Como soñantes estamos todos adentro y afuera a la vez, la tópica onírica rompe la
materialidad de los muros. Hay una viñeta de Quino que describe esta imagen: un
soñante detenido, deja por fuera mientras sueña a los celadores y al hormigón que
porta la institución.
Los relatos de sueños que me tocó escuchar, escenificaban muchas veces, de
diferentes maneras, la escena de la libertad; el espacio al aire libre, el encuentro con
seres queridos. Por ejemplo, el sueño de un paciente que estaba bailando cumbia
con su madre recientemente fallecida. Por otro lado, también hay narrativas que
ponen en escena la intromisión de armas, tonos y escenas belicosas, donde el control
lo invade todo, hasta absorber el territorio más íntimo, más propio del soñante.
Lila Feldman en su libro Sueño, medida de todas las cosas, propone un trabajo
en detalle, dándole valor sobre el análisis de los sueños desde el psicoanálisis y más
allá, en general, desde la dimensión cultural. Los sueños nos unen en tanto “hacen
del abismo medida humana. ¿Será porque tienen estructura poética?”, se pregunta la
autora. En el capítulo Sueño e intimidad, me encontré con el siguiente planteo:

“el sueño como camino alternativo a la descarga pulsional. Tiene una función
defensiva y simultáneamente creadora. En tanto defensa, es dique. En tanto
crea, traspasa el dique, gambetea, salta sobre él. Entre tantas otras funciones
y alcances, el sueño tiene también el poder de crear y delimitar intimidad”
(Feldman, 2017, pp. 73).

En ese sentido, retomando el capítulo trabajado sobre Cuerpos grises, los


sueños son algo más con lo que se cuenta, además del cuerpo, en la dimensión
material. Son llave y son, como dice en otro capítulo, cuarto propio.
Si hay algo que la institución total no produce es nada propio, no hay intimidad;
por el contrario, el hacinamiento es cotidiano, constante. Compartir la celda con otrx,
en pabellón de madres, por ejemplo, con otra persona que tiene hijxs. Misión que se

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vuelve difícil, a veces imposible. En este sentido, no como resolutivo, pero sí como
aliviador, el sueño instala la dimensión de lo íntimo, otra espacialidad en donde por
más confusa que sea o dramática, es propia y de nadie más.
Hay un tiempo disruptivo, que rompe y construye la posibilidad de escribir una
historia, y sólo a partir de ahí se hace posible la creación de trazos hacia el presente
y el porvenir. Entonces, este tiempo de la clínica no es exclusivo de lo individual, es
allí donde aparece la trama vincular y donde se puede salir del uno que promueve la
unidad.

28
Viñeta clínica

La crueldad en sus múltiples formas

Llamaré Carlos a un usuario que, cuando fue derivado al DIS estaba


atravesando un momento crítico de salud, se encontraba con un diagnóstico de
“enfermedad terminal”. En aquel momento vivía en una celda donde estaba sólo
desde hacía siete meses. Había atravesado quimioterapia. En el período agudo de su
enfermedad Carlos no convivía con otros, debía tener especial cuidado para no
contraer nuevas enfermedades. Pero, por otro lado, paradójicamente, las condiciones
en las que vivía eran de gran deterioro, se bañaba con agua fría en invierno, su cama
estaba pegada a la cocina y al baño.
Carlos refirió que la enfermedad se despertó luego de sufrir una golpiza en la
calle, antes de ser detenido. Relata que venía en moto, lo paran para pedir papeles,
y el devenir de la escena fue de modo violento. Producto de aquel episodio, comenzó
con dolores. Al tiempo lo operaron. Pasó un tiempo sin controles, y cuando los retomó
estando detenido, ya tenía metástasis en riñones y pulmón, por lo cual Carlos se
sometió a una compleja operación donde le sacaron un riñón y parte del pulmón. Es
en ese momento en el que nos conocemos.
Toda esta situación transcurrió sin que Carlos tuviera condena, estando
procesado para la justicia sin pruebas ante el hecho que se le imputaba, violando así
su estado de presunción de inocencia.
Como intervención del DIS realizamos un informe hacia quién estaba como
juezx de la causa, fundamentando con motivos clínicos que Carlos pudiera transitar
su enfermedad en el domicilio donde lo esperaba su madre y sus hermanos, quienes
lo podían cuidar y acompañar. Tomamos posición diciendo que el tratamiento de
salud no implicaba solamente la ingesta de medicación y los traslados al hospital, sino
la ternura y el cuidado que pudieran alojarlo, ya que contrariamente se encontraba
viviendo en condiciones de extrema crueldad, y en su situación particular había otrxs
con quién contar.
La intervención entonces señaló que, la persona en condiciones de encierro
está privada temporalmente de la libertad ambulatoria, no del derecho a la salud ni a
un tratamiento en condiciones dignas.
Carlos participó de espacios colectivos que el DIS realizaba en ese momento
en la institución, espacios de escritura y de ajedrez. Espacios donde encontró la
posibilidad de escuchar a otros, que lo escuchen y hablar de sus vivencias.
Por resolución judicial Carlos no tuvo prisión domiciliaria, y luego de casi dos
años detenido se resolvió la excarcelación, o “libertad inmediata” por falta de pruebas.
Hubo una cadena de vulneraciones sobre la vida de este joven, que duró dos
años mientras cursaba una enfermedad grave. Las posibilidades de intervención son
a veces mínimas, en algunos sujetos a los cuáles llegamos a poder escuchar y
acompañar, frente a lo absurdo y a la impotencia.

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A la deriva
Estoy muy solo y triste
acá en este mundo abandonado
tengo una idea, es la de irme
al lugar que yo más quiera
(Lito Nebbia, 1967)

Hay un cuento de Horacio Quiroga en el libro Los desterrados y otros cuentos


de frontera, que lleva el nombre A la Deriva, inicia con el relato de un hombre que al
pisar algo blanduzco, sintió una mordedura en el pie por una yararacusú. Al mirarse
vio gotitas de sangre, sacó un machete, y se le cayó en el lomo de la víbora
dislocándole las vértebras. El dolor del hombre se fue incrementando, primero en el
tobillo y luego hacia la ingle, sintiendo también sequedad de garganta. La sed lo
devoraba. Se subió a una canoa, no quería morir. Pidió ayuda a su compadre Alves,
pero sólo escuchó el silencio de la selva. Entonces volvió como pudo, otra vez a la
canoa, a la deriva. Inmerso en un río a borbotones de agua fangosa. "El paisaje es
agresivo y reina en él un silencio de muerte" (Quiroga, 2009). Se sintió mejor,
drenando el veneno, anhelaba llegar a su destino, recordó a su compadre y ex patrón.
De pronto, sintió que estaba helado hasta el pecho. A su ex patrón lo había conocido
en Puerto Esperanza, duda si un viernes o jueves santo. Estiró los dedos y un jueves
dejó de respirar.
El transcurrir de este cuento de tierras Misioneras nos habla de la historia de
un hombre ante el dolor, la desesperación, el pedido de ayuda, las búsquedas de
salidas y los diferentes silencios como respuesta. Va a la deriva con dolor, herido, en
un paisaje adverso, y agresivo. Será en Puerto Esperanza, el lugar donde deja de
respirar.
Estas búsquedas me remiten a las vidas carcelarias, que desde antes están
heridas. La llegada a la unidad, podríamos pensarla, de algún modo, como el arribo
a un puerto. No está destinado a ser el puerto que alivie, sino que es un puerto donde
se recrudece el dolor psíquico y físico. No obstante, también hay momentos y
encuentros aliviadores, de drenajes y formas de estar con otrxs que pueden dar lugar
a trazar algunos rumbos propios.
Otra versión que toman los significantes A la deriva, son las derivaciones. Me
refiero a los pedidos de atención psicológica de las personas privadas de libertad
ambulatoria, a veces como un modo de "curación", como una forma de "garantía" para
la no reincidencia. En este caso ningún profesional, y diría ninguna persona, puede
asegurar o vaticinar el futuro de otra. En lo específico de la criminología, el concepto
de peligrosidad es carente de cientificidad, no pertenece al campo de la salud mental.
Por lo tanto, nadie podría decir si otra persona va a volver a cometer un hecho que
hizo en un momento particular de su historia. El sueño del poder judicial es encontrar
respuestas certeras, poder determinar si una persona es peligrosa o no, como
garantías establecidas por los informes psicológicos. Estos informes son escrituras
que tienen sus bemoles, sus formas y firmas. Hay una gran, enorme diferencia cuando

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se puede nombrar la historia, las potencias, o cuando sólo prima el diagnóstico o el
delito, que es más o menos lo mismo, dicho por discursos hegemónicos.
Las derivaciones a veces quedan a la deriva, y esa es una gran dificultad
cuando lxs usuarixs no llegan al consultorio, y/o al dispositivo grupal. Lo particular, y
yo diría complejo, es que la llegada no depende de ellxs, sino del personal
penitenciario, no sólo de la voluntad del personal en sí, sino de que exista personal.
Es decir, que haya trabajadores asignados a tal destino. Así, las discontinuidades son
frecuentes, hay usuarixs que vemos y dejamos de ver, o no llegamos a ver. Nos
encontramos nosotrxs, también como trabajadorxs, a la deriva en muchos momentos.
Las resistencias colectivas nos hacen más fuertes para mejorar condiciones y para ir
hacia puertos, sin morir en el intento. Más esperanzadxs, a veces, otras menos,
seguimos y sostenemos el pedido de "disponible", que en sí mismo es un pedido
amplio. La condición decisiva es que haya personal para acompañar a lxs usuarixs
del pabellón a los espacios de salud mental, y que no queden en la espera, a la deriva,
con aumento del dolor psíquico.
Encontramos que las derivaciones pueden ser de múltiples equipos,
generalmente del EARS (Equipo de acompañamiento para la reintegración social,
perteneciente al servicio penitenciario) también pueden surgir pedidos espontáneos o
por sugerencias de otrxs usuarixs que vienen al DIS. Es más complejo cuando, por
ejemplo, como condición para las salidas transitorias un/a juez/a pide que el interno/a
haga un "tratamiento" en el DIS, lo mismo sucede cuando son pedidos de defensores
y fiscales. En estas situaciones, nos encontramos con una encrucijada, en mi opinión,
con un punto de vulneración de derechos, ya que no es tenido en cuenta el
consentimiento del paciente, tal como lo proponen los marcos éticos referidos a
terapias o tratamientos de salud. Como expresa la ley de paciente N° 26742, cuando
propone: “Autonomía de la voluntad. El paciente tiene derecho a aceptar o rechazar
determinadas terapias o procedimientos médicos o biológicos, con o sin expresión de
causa, como así también a revocar posteriormente su manifestación de la voluntad”
(26742, 2012).
Si bien como trabajadorxs de la salud, nos corresponde hacer la presentación
y el pedido de consentimiento, estar precedido de un acuerdo ante un/a juez/a no le
deja al usuarix posibilidad de desacuerdo. En este sentido, no poder decidir, va a
contrapelo de los Derechos personalísimos, de las instancias que nos igualan a todas
las personas en la toma de decisiones. Además, en algunas oportunidades, no dar
consentimiento al espacio ofrecido de salud mental, fue tomado como un punto
desfavorable a las trayectorias institucionales de lxs usuarixs.
Una derivación entonces, dista de una obligación o un imperativo. Siempre que sea
posible establecer marcos y acuerdos de trabajo, dicha instancia será sostenida y
amparada por la confianza y el secreto profesional. Escena que se desvanece en una
citación judicial a declarar, por ejemplo, en una audiencia oral. Una vez en una
supervisión, al inicio de mi práctica clínica en contexto carcelario, una analista me dijo:
“como terapeuta no podés ser testigo, son escenas distintas”. Palabras que me
quedaron marcadas, me siguen acompañando. Se trata de un no poder, un límite que
habilita la escena íntima de la transferencia en contraposición a la escena de un juicio

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oral, donde se trata de hablar públicamente frente a preguntas tramposas e
incómodas para lxs usuarixs y para quienes estamos acompañando desde la escucha
de su historia. La escena íntima da lugar al no todo, a la vergüenza, a la elección de
cuándo se puede decir y cómo. La escena íntima da lugar al derecho al pudor.
Retomando sobre las derivaciones, cuando nos llegan pedidos a lxs
trabajadorxs para incorporar nuevxs usuarixs y en algunas oportunidades, llegan
pedidos de informes sobre la asistencia al dispositivo, me parece importante aclarar
que acuerdo con generar formas de poder decir, en cada situación con cada persona
particular. Eso nos permite no estar a la deriva diciendo todo o nada, navegando ante
terremotos con un sólo remo. Nos implica advertidxs, munidxs con la brújula del
navegante que sostiene el deseo por una práctica y un discurso.
Dolores, una de las juezas citadas al taller de escritura, dijo en un encuentro:
“queremos que la responsabilidad penal se transforme en responsabilidad subjetiva”.
Algo muy distinto, imposible de igualar y mucho menos de cuantificar.
Otro punto que seguiré trazando más adelante, es el que hace referencia al afuera de
la cárcel, donde la cuestión de la frase “a la deriva” otra vez se hace presente,
tomando nuevos sentidos y destinos.

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En el banquillo

…si me vas a empujar


no me des por muerto
hasta que me caiga de verdad
(Babasónicos, 2013)
Así como Kafka en el cuento Ante la ley, narra una relación desigual entre un
guardián y un campesino, el intento de ingresar a una puerta, y el banquillo en el que
permanece por años el campesino buscando la ley. Así parece muchas veces la
escena judicial a la que somos convocadxs. Para lxs trabajadorxs de la salud mental,
en algunas oportunidades, como para lxs usuarixs, las escenas judiciales son
adversas, intimidatorias, excluida la posibilidad de contemplar la singularidad. La
escena judicial demanda respuestas certeras, categóricas y absolutas por parte de
operadores del poder judicial. Asimismo, formula preguntas descarnadas. En esas
instancias se crean encrucijadas.
David Kreszes nombra a la encrucijada como: 1) lugar donde parten varios
caminos en distintas direcciones 2) situación difícil en la que no se sabe qué conducta
seguir 3) ocasión que se aprovecha para hacer daño a uno, emboscada, asechanza.
Y agrega, recordemos que Edipo comete su parricidio en una encrucijada de caminos.
Efectivamente la encrucijada pone en juego una asechanza (Kreszes, 2005)
La posibilidad de armar preguntas, conversar con abogadxs, colegas y haber
buscado lecturas que acompañen, me fue dando herramientas para estar más
direccionada. Tuve diferentes experiencias, en las que no siempre pude orientarme.
El modo de llegada a la escena judicial se reitera cada vez. Al ingresar al gran palacio
de justicia, me preguntan a dónde voy. Luego de decir por quién estoy citada, los
empleados judiciales responden con el piso y la sala en la cual está transcurriendo la
audiencia. Antes de entrar al recinto, muestro el DNI, toman mis datos, firmo y hacen
entrega de un papel. Quien está en la función de recepción, me aclara que lo lea
detenidamente, y que no hable con nadie al finalizar mi participación. En el papel se
encuentra el juramento que me compromete a decir la verdad. De lo contrario, están
detallados los apercibimientos que incluyen la privación de libertad como castigo.
La espera puede variar según el horario de demora en las declaraciones, y del
horario de llegada de los/as jueces/as. Mientras espero, estoy como en la escena
previa al ingreso de una sala médica, pero en éste caso, con la antelación a un
interrogatorio conminada a decir la verdad. En ese momento, suele llegar otrxs
profesionales, personas cercanas que pueden estar citadas, a veces amenizan y otras
incomodan aún más la situación de(s)esperar.
Recuerdo una participación en audiencia, para la ocasión había hablado con
la defensa que me convocó. Le había transmitido mi posición, respecto a lo posible
de decir por mi parte. En este punto, estamos atentxs que, relevar el secreto
profesional, no es revelar todo lo escuchado en las entrevistas que hayamos tenido
con unx usuarix. En estas palabras, que parecen casi iguales, hay grandes
diferencias. Revelar, es hacer visible algo. Según el diccionario, hace referencia a:

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“Descubrir o manifestar [algo] lo que estaba oculto”. Como en las fotos, revelar lo que
no se veía. Llevar luz, en un sentido iluminista de la cuestión.
De nuestro discurso, se espera que hagamos una copia fiel de aquello que dijo unx
usuarix a quien escuchamos. Y por ese camino, acatando la demanda que se nos
dirige, la encrucijada se transforma en encerrona.
En los marcos éticos, está la salida. Ahora bien, dicha salida se crea cada vez.
Del secreto profesional, en una escena judicial, somos relevadxs por el/la juez/a, y
por unx usuarix. No obstante, el criterio para poder recortar, decir, maniobrar es de
cada profesional. Nos encontramos, muchas veces, con formas de conducción de
interrogatorios que piden que se revele, que se diga todo, toda la verdad y nada más
que la verdad.
La escena que recuerdo, no es tanto por lo que dije, sino por lo que no dije. De
muchas preguntas me habilité a responder que no sabía, a decir que no podía dar
cuenta porque pertenecía a otra área, por ejemplo, la psiquiatría; o que no tenía que
ver con el tema que se me convocaba. Decidí sostener la mirada frente a quien estaba
en el banquillo para la justicia -también yo me sentía en interrogatorio- enlazándome
a la mirada de la persona con la que habíamos trabajado durante seis meses. Luego
de dos años sin verlx, me convocaron al juicio oral, sin conocer nada de su situación
actual.
Cuando ingresé a la sala, el clima era frío y denso, mucho más intenso que el
invierno de afuera. Al momento de sentarme en la silla destinada para “declarar”,
recibí la voz que precedía el tribunal, diciendo: “hable fuerte y claro, pegada al
micrófono. Usted va a ser grabada, sino se va a escuchar mal al momento de la
desgrabación”. Así fue el comienzo. Tenía enfrente al tribunal de jueces/zas, unx de
ellxs hablaba de las indicaciones del micrófono; a la derecha estaba la fiscalía, y al
otro lado, la defensa, cada unx con sus secretarixs. Al lado de la defensa, estaba
sentadx quien había sido mi paciente.
Fue sorprendente mirarnos. Para ambxs estaba el paso del tiempo en los
rostros, años de pandemia mediante, y dos años más de institucionalización en su
caso. No nos estaba permitido el diálogo, cuando lx vi quería saludarlx, saber cómo
estaba.
Nada de eso pasó.
En ese momento, me sentí convocada a armar una escena que lx incluya, no
sólo con las palabras. Entonces, hubo cercanía y sostén de otra escena que nos
humanizaba. Durante todo el tiempo que me hicieron preguntas fui respondiendo con
la mirada dirigida a ellx, de quién estaba hablando. En algún punto, encontré nítida la
intimidad y la confianza de haberme entregado su historia, es decir, del trabajo
compartido. También se podía leer en el brillo de sus ojos, el pedido de
acompañamiento ante el paisaje adverso y agresivo en el que nos encontrábamos.
Las miradas del tribunal, como la de los diferentes operadores judiciales, no lx
incluían, tampoco a mí. Las miradas eran de expulsión y, junto al tono de voz, se
marcaba el imperativo a decir la verdad, una obligación a hablar con nada más que la
verdad, bajo el peso del miedo.

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Realicé, antes de tomar la palabra, el juramento entregado en papel,
recordando los apercibimientos. También la presentación, implicaba decir los títulos,
trayectorias académicas, antigüedad y lugar de trabajo, instancias que acrediten mi
formación profesional y que me habiliten a tomar la palabra en aquella escena.
Formas verticalistas de poder que hacen perder de vista u olvidar fácilmente, lo
importante que es para lxs humanxs, mirarnos a los ojos.

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¿Hay un después de la cárcel?

Esta pregunta nos lleva a ubicar a tantas vidas que siguen siendo condenadas
aún con la libertad condicional, asistida o habiendo "terminado de pagar". En contra
de la idea de que hay respuestas universales, sabemos de jóvenes que arman otros
destinos, otra percepción de sí mismos, otra relación con los vínculos y las potencias.
Están quienes pueden volver a la cárcel como talleristas, seguir formando instancias
colectivas y laborales en el afuera. De algunxs tenemos noticias, sabemos que hay
apuestas vitales.
De muchxs no sabemos más nada.
Si hablamos de quienes reinciden, no nos estamos refiriendo a niveles de
determinación propios de la repetición freudiana. O a la idea del eterno retorno de
Nietzsche. Muchas veces, la reincidencia se sostiene en la imperiosa búsqueda de
sobrevivir al castigo que existe como realidad y vaticinio desde antes de la cárcel.
Existen múltiples vulneraciones y privaciones de derechos que en materia de Estado
no han sido garantizados.
En la pregunta inicial: ¿hay un después de la cárcel? quiero decir que hay
cientos, miles de vidas que son arrasadas por el narcotráfico en Rosario, las vidas de
jóvenes nombrados como "soldaditos". Con todo el peso y armadura que la palabra
inviste. Estar afuera también es un adentro cuando no hay salida, cuando es la cárcel
o la muerte, la respuesta.
La corresponsabilidad es del Estado y de la sociedad. Es de ayuda pensar éste
tema complejo con relación a la obediencia "debida", una salida sin escapatoria para
los adolescentes, una oferta engañosa que se paga con la vida, respondiendo a
jerarquías que no se puede renunciar.
En este sentido en el año 2012, a partir de un fallo que sienta precedente en el tema,
el fiscal Mario Gambacorta en Rosario, sitúa que luego del allanamiento a un galpón
utilizado para el comercio de drogas, se encuentra que en la casilla tipo búnker había
un joven menor de edad, encerrado con estupefacientes fraccionados en su poder.
Para el entonces fiscal, se debía acusar a las personas adultas:

una explotación equiparable a la de una reducción a la servidumbre, situación que lo


obliga a llevar a cabo la situación ilícita. El caso contó con la colaboración de la
Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (Protex), que consideró que el
empleo de niños y niñas para la venta de drogas encuadra en el delito de trata de
personas con fines de explotación laboral. Y los jueces, finalmente, en su sentencia
se refirieron a “trata de personas.. (Axat, 2021)

Este importante precedente es retomado por Julián Axat, visibilizando el tema


en un texto nombrado Deriva y reclutamiento: cuando le delito juvenil esconde la trata
de personas.
Resulta fundamental entender que estamos hablando de menores de edad
amparados por estas circunstancias. Para ellxs, las condiciones de protección y
garantía de Derechos, necesitan ser mayores por su autonomía progresiva. Es una

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aparente oferta, oferta que ningún beneficio social puede equiparar desde lo que
contamos y ofrecemos a quienes egresan, en contraparte a lo que ofrecen los circuitos
del narcotráfico. Desde nuestro lugar, considero que podemos extender esa franja
etaria de menores de edad, también a jóvenes con mayoría de edad. Sabemos que
esas definiciones son construcciones generales del derecho, biologicistas, y no
contemplan las trayectorias subjetivas singulares. No hay mayoría de oportunidades
ni propuestas, se continúan las mismas vulneraciones, o en algunos casos se
incrementan con los años.

Retomo el planteo de Axat:

En esa maquinaria de sumisión, el adolescente puede pasar a convertirse en mero


eslabón fungible y fácilmente sustituible (descartable) de una cadena de poder que lo
excede, pero que lo hace víctima. En la Argentina, las pertenencias de muchos
jóvenes a organizaciones criminales son situacionales, y su deriva depende de
muchos marcos de negociación en los que, a la vez, se inscribe cada trayectoria.
El rol de la justicia es profundizar y analizar fácticamente esos tejidos o tramas de
poder, para descubrir luego, el tipo de dominio de los hechos; pero principalmente la
capacidad de reproche que tiene y es posible hacerse a la hora de una imputación
penal. (Axat, 2021).

La trata de personas, existe, cuando no hay opción más que entregar la vida.
Es cruel poner esto a cuenta de la responsabilidad individual. Las variables quedan
(in)visibles, no hay salida al encierro sin otras posibilidades reales para las vidas que
egresan de las cárceles.
Nos conmovió la muerte de Fideo, el cómo y la forma. Él nos acompañó en el
taller de escritura con su rap y su alegría. Quedaron los textos en la antología de Las
Bastardillas son nuestras, previo a publicarse. A la presentación vino su familia. Lxs
recuerdo llevándose más libros además de los que le correspondían por autor.
Emocionadxs por una marca de continuidad que generó la escritura.
La alusión a su muerte y a su vida, fue definida en una nota de un diario, como "joven
tiratiros". El título decía, "Un joven asesinado en Tiro Suizo estaba sospechado de
balear a un abogado" (Lacapital.com, 2021). Acusado de balear, lo balearon.
“Estaba buscando laburos, tirando para quien le pagara”, seguía la nota del
diario La capital. Tiros en tiro suizo, no hay metáfora ni metonimia, no hay opciones.
El destino fue balear. Sin embargo, la nota, con todas las diferencias de posición por
las formas en que nombra livianamente a las vidas de "los matables", y por el
inflamiento del populismo punitivo dice algo: "Estaba buscando laburos". Lo que sigue
después de la coma, es la consecuencia lógica de esa búsqueda. "Tirando para que
le pagaran". Sabemos que se usa la expresión "tirando para no aflojar". El fideo se
encontró con esas formas de tirar, hay responsabilidad social por la existencia de esta
manera y por dejar de ver esas vidas, o los muertos que deja el "genocidio por goteo"
(expresión que recuerdo de escuchar y leer a Zaffaroni).

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Así como las cárceles son funcionales a las sociedades punitivas, los circuitos
del narcotráfico de los jóvenes vulnerados, también. No son disociados, claro está. La
creencia en la salida cuando no hay posibilidades de ofrecer más allá que el modelo
del soldado, es un engaño. "Adentro o afuera", el modelo de la masculinidad más dura
y enmudecida que sólo armado, tirando, tirado, puede aparecer.

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¿Interno / externo a qué?

El extranjero aquel que,


al plantear la primera pregunta
me pone en duda
[…] es sobre todo extranjero a la lengua.
Debe solicitar la hospitalidad en una lengua
que por definición no es la suya,
aquella que le impone el dueño de casa,
el anfitrión, el rey, el señor, el poder, la nación, el
Estado, el padre, etcétera.
(Derrida-Dufourmantelle, 2021)

La lógica penitenciaria, como parte de las sociedades de control, intenta


expulsar, encerrar, castigar, aquello que se nombra como Lo Otro. La psicoanalista
Ana María Fernández, habla de Lo Uno=Lo mismo, ubicando un planteo de
hegemonía referido a los hombres como quiénes ocupan dicho lugar en la cultura
patriarcal. Siguiendo el planteo, niñxs y mujeres, son Lo otro, la diferencia. Una
diferencia desigualada, receptora de múltiples violencias. (Fernández A. M., 2021).
Lo otro, podríamos decir que también son las poblaciones carcelarias expulsadas
desde una concepción neoliberal, racial, colonial y hegemónica de la cultura. El varón
de Lo uno, es blanco, pudiente, poderoso, trabajador, y perteneciente a un sector
medio/ alto de la sociedad de consumo. En cambio, los morochos, desocupados o
con trabajos sumamente precarizados, algunos analfabetos, vestidos con ropa
deportiva y visera, de las villas miserias, son nombrados, vistos y oídos también como
Lo otro. Podemos decir que lo otro de lo otro, son las mujeres, niñxs y disidencias
sexuales encarceladxs, de quiénes hablaré en otro apartado. Se trata entonces, de
un afuera ficcional y funcional, creado por un modelo social de Estado neoliberal. Un
afuera que redobla y expande el encierro.
El problema es social, las cárceles que tenemos, su proliferación y su modo de
existencia. Cuando decimos que es un problema de Estado, no debemos olvidar que
se trata de un Estado que elegimos junto con sus representantes. Desde ya, sabemos
que nos trascienden determinaciones a nivel mundial, no obstante, somos
responsables de las maneras en las que nombramos, en las que vemos, y en las que
construimos imaginarios respecto a lxs otrxs que miramos.
Por otro lado, a las personas que ingresamos sin pertenencia al sistema
penitenciario se nos nombra agentes externos. ¿Externos a qué? ¿Acaso estaríamos
por fuera de la misma sociedad que encierra y fomenta un dispositivo sociocultural de
la crueldad como la cárcel? ¿Son aquellos que, como los virus al llamarse agente
externo, infectan a la institución?
La lógica homogénea y a la vez individualizante de la institución total,
promueve una anatomo política de los cuerpos dóciles en tanto efectos de control y
castigo. Discursividad agravada y legitimada por los medios de comunicación,
quienes instalan representaciones sociales que polarizan las brechas mencionadas:

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adentro/afuera, interno/externo, como un hecho sin fisuras, con ajenidad al
compromiso social de pertenecer a la misma humanidad.
Brotan esperanzas cuando hay encuentros con otrxs que conmueven y
promueven formas nuevas de tejido comunitario. No son nuevas en realidad, nos
anteceden los principios del buen vivir de los pueblos originarios, como también las
prácticas de los feminismos comunitarios, que abren a otras versiones posibles. Por
ejemplo, desde los vínculos con la naturaleza de la que somos parte, los alimentos,
las ciclicidades, registro del cuerpo; y el foro como forma de resoluciones de conflictos
a nivel social, a través de la palabra de lxs integrantes de la comunidad.
En este sentido, me remito a citar a las familias y organizaciones sociales que
se encuentran en Rosario, bajo La multisectorial contra la violencia institucional. Ellxs
crean diferentes formas de visibilizar, de pedir justicia ante el asesinato de jóvenes en
mano de la policía. Estas formas de pedir justicia, por el momento remiten al castigo.
Considero necesario y urgente la construcción de nuevos modos de resarcimiento a
los daños cometidos.
Otro brote alentador son algunas conversaciones en la facultad. Hablando de
las etiquetas y estereotipos, unx estudiante de una de mis clases de Psicología en el
Ámbito Jurídico Forense, hizo referencia a: “el lado oscuro de los medios de
comunicación”. Me parece central estar advertidxs de ese oscurantismo, de las
intenciones que se tejen con lo que se dice, no se dice, o se prohíbe decir. Poder
hacer estas lecturas, es un punto crítico ganado para seguir disputando sentidos, para
seguir construyendo lazos con otrxs más dignos, justos e igualitarios.

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Etiqueta-miento

¿Qué ves? ¿Qué ves cuando me ves?


Cuando la mentira es la verdad
(Divididos, 1993)

Elías Neuman, se pregunta “¿cómo quebrar seres humanos por dentro?” y


responde, “con la cárcel y el manicomio” (Neuman, 2004). Agregaría que, frente a
dicho binomio poblacional, se trata de un “entre". Las experiencias en salud mental
en cárceles, ubican que lo que socialmente se construye en cada tiempo
sociohistórico como “delincuente” y como “loco”, está comandado por la pesada
etiqueta de "peligrosidad", en tanto marca que no cesa de operar.
Este concepto de peligrosidad no tiene fin temporal, recae sobre la persona y
no sobre el acto, ubica lo impreciso contenido en sus definiciones, al mismo tiempo
que lo certero de las exclusiones que produce. Las etiquetas no sólo cambian los
destinos de las vidas de las personas, sino que también quedan coaguladas en un
decir que no le es propio a quién le queda asignada.
El llamado “delincuente” va a encontrar en la institución penitenciaria la
“profesionalización” de dicha marca (esto que retomo es bien foucaultiano). Nos
desprendemos de las marcas totalizantes para abrir a decires singulares, en todo
caso, ¿cómo se autopercibe cada pibx, cada persona que está encerrada en una
institución total?
Volviendo a Neuman, y a la precisión con la que alude a “quebrar por dentro”
a las personas, aparece algo que no tiene representación. En ese sentido, las
múltiples voces que atraviesan los escenarios y los laberintos de dolor carcelario han
construido y siguen construyendo narrativas que hablan de esas quebraduras. Dar
lugar a que esas heridas se hilvanen en un relato es una apuesta de salud mental,
acompañando a que las formas de registros pueden ampliarse al “contar-les” a otrxs.
En el poema de Nahuel Camargo, de la antología Las Bastardillas son
nuestras, hay claridad en su voz, sobre lo que la cárcel produce y reproduce para él:

Es aquí donde estoy muerto en vida, donde las mañanas son oscuras y las noches
claras para pensar en quien me ha olvidado, supuestos amigos, familia, y amores del
pasado.
Es aquí compañero donde nuestras vidas se ponen en pausa, sin importancia que
afuera avanza de mal en peor.
Es aquí que los segundos de mi vida son horas, que con el tiempo los sentimientos
van desapareciendo sin darme cuenta y sin mirar atrás.
Es aquí que mis sueños colapsan y se abre una puerta a una vida muy distinta a la
que llevaba.
Es aquí el lugar del olvido, aparenta cruel y el infierno es nuestro estilo de vida.
Es aquí el cementerio de los vivos, ser débil no es una opción, el llanto no existe,
la alegría es pura hipocresía.

41
Es aquí donde nos llaman “basura de la sociedad”, donde el fuerte parece débil
y el débil inteligente.
Es aquí donde morimos sin ver la luz y revivimos con el deseo de la libertad.
Nahuel C. (Antología, 2021, pp.78).

Nos acercamos a la literatura, más que a los discursos de objetivación


nosográfica o etiquetas sociales, para que una persona tenga la posibilidad de dar
sus registros del presente. Los mismos no son sin considerar la historia, el contexto,
la cultura, los factores socio-económicos, biológicos y psíquicos, como ya lo
mencionamos en la definición de salud que contiene la Ley de Salud Mental.
Encuentro que, en diálogo permanente, psicoanálisis y literatura, toman
distancia del signo, de lo semiótico o de la tipificación penal como respuesta. Se
trataría de las expresiones del sufrimiento psíquico, y de dar lugar para decirlas,
restituyendo al sujeto como sujeto de Derecho.
La psicoanalista y sanitarista Alicia Stolkiner, en su último libro de año 2021,
habla de que el psicoanálisis “contiene un fuerte potencial subjetivante, que ha
traspasado eventualmente los límites de “lo pensable”, pero que resulta
permanentemente recapturado por la hegemonía discursiva y eventualmente por la
pregnancia del modelo medicalizante” (Stolkiner, 2021) . Este último modelo, para la
autora adquiere una versión mercantil, “la condición de cosa”, por eso la base es el
fenómeno de fetichización, retomando a Marx, cita el origen de lo mercantil: “hacer
aparecer como relaciones entre cosas lo que son relaciones entre personas”
(Stolkiner, 2021).
La literatura y la particular mirada de unx escritorx trascienden versiones de un
signo, o un objeto. En este punto, considero que lxs psicoanalistas nos acercamos al
valor de la palabra del sujeto, desde un enfoque de Derechos, por lo singular y lo
indigno de hablar por otrx. Retomado esta expresión de Foucault.
El armado de una novela, de una historia de vida, no es sin la entrega a las
palabras y a la confianza en que es posible esa construcción narrativa. La literatura
ha dialogado con personajes desarmando etiquetas, pudiendo ir más allá de las
versiones instaladas, donde faltaba algo fundamental, la voz propia de lxs
protagonistas.
Para continuar me voy a referir a escritorxs que han tomado historias de vida,
donde la marca de “locx” y “criminal” (formas de quebrar por dentro) obturaban la
posibilidad de relato propio. De esta forma, la literatura construyó un sentido singular.
Emanuel Carrere, en su libro El adversario, arma una narrativa sobre Jean
Claude Romand, quién ha cometido múltiples crímenes familiares (a sus hijxs, pareja
y xadres) en Francia en el año 1993. La historia inicia y transcurre con la invitación
dirigida a Romand para hablar a través de cartas. Dice Carrere “entendí que contaba
más conmigo que con los psiquiatras para hacerle inteligible su propia historia, y más
que con los abogados para hacerla comprensible al mundo” (Carrere, 2013).
Es una obra de un valor preciso, y precioso, la reivindicación del valor de lo
que hablamos, tanto cuando hablamos de otrx, como cuando otrx nos habla.

42
Los medios de comunicación con sus formas hegemónicas y dominantes,
instalan narrativas, como guiones preestablecidos. Imponen noticias como relato
vacío sin historias, sin sujeto ni posibilidad de comprensión.
Similar es la historia de Pierre Rivière, quién también en Francia, a sus veinte
años había matado a su madre, hija e hijo en el año 1895. Foucault estudió el caso,
recopilando el material en uno de sus cursos, mostrando las diferentes versiones de
un mismo hecho, y cómo aquel “hecho” estaba alterado por diferentes discursos ya
sea jurídicos, médicos, policíacos y periodísticos. Remitiendo a que “la verdad, toda
la verdad y nada más que la verdad no se encuentra más que en la Memoria escrita
por el propio parricida” (Foucault, 2001).
Las otras dos narrativas a las que me quiero referir son locales, llegan a la
reconstrucción de historias haciendo texto con el contexto y las voces de los
protagonistas. Una es el libro Magnetizado de Carlos Busqued, publicado en el año
2018, donde Ricardo Melogno un joven de veinte años, en el año 1982 en la ciudad
de Buenos Aires realizó cuatro asesinatos a taxistas, repitiendo de forma idéntica
cada hecho.
El libro se propone como conversación, un diálogo entre Melogno y un escritor
-Busqued- en el hospital psiquiátrico del complejo de Ezeiza. Hay material de
grabaciones de entrevistas, documentos forenses y recortes de diarios. Entre la cárcel
y el manicomio transcurrió la vida de Melogno, con diferentes diagnósticos y
sentencias, según lxs evaluadores. Dice:

En Capital soy inimputable, no comprendo mis acciones. En Provincia comprendo y,


en consecuencia, soy responsable de mis actos. […] El problema central, mi gran
problema a nivel judicial es la falta de motivos para mis hechos. […] No tengo nada
contra los taxistas. […] El cuerpo médico forense conmigo inventó el término de
peligrosidad potencial […] que bueno hoy yo estoy diez puntos, estoy tranquilo, pero
no saben qué puede llegar a pasar mañana. […] Ahora: la peligrosidad, jurídicamente
hablando, puede durar entre un día y cien años, a único criterio del cuerpo médico
forense. Si al cuerpo médico forense no le conforman tus respuestas, la cosa sigue
ahí. La cosa: vos. (Busqued, 2018, pp. 120-121)

La historia nos deja enfrentadxs a la voz de su protagonista, tanto como


protagonista de los hechos cometidos, como de la totalidad de su vida. Ubica las
tramas infantiles, las huidas, las situaciones controvertidas que lo dejaron
desamparado. Su voz, con toda la extrañeza que causa, es la mayor virtud que una
historia puede tener.
El otro libro que quiero retomar es una historia que María Moreno recupera y
reconstruye. Se trata de Cayetano Santos Godino, o Petiso Orejudo, quién fue
detenido a los dieciséis años en Buenos Aires, en el año 1912. Se lo acusó de once
delitos, y tres asesinatos a niños pobres como él (Moreno, 2021).
Lo interesante es la recreación de lo epocal, la infancia en un conventillo de
Buenos Aires atravesada por la miseria, por los discursos criminales y psiquiátricos
hegemónicos donde la violencia era propia de la pobreza y el arquetipo de la
delincuencia. Por supuesto, que estos discursos siguen vigentes con sus reversiones

43
y producción de etiquetas para nombrar al otrx, no sólo para nombrarlx, sino para
hacerlx vivir y hacerlx morir.
¿Qué se esconde detrás de la etiqueta? ¿Cuáles discursos se legitiman en su
sostenimiento? ¿Hay reconocimiento del derecho a no decir, o a no decir “toda” la
verdad, cuando los discursos de poder obligan a confesar e instalan puras certezas?
Si el bien y el mal definen por penal, como dice la canción del epígrafe del
apartado, ¿cómo armar escenas que incluyan las complejidades humanas para ver y
para pensar al otrx en su otredad?

44
Diferencias desigualadas: cárcel de mujeres, infancias y disidencias sexuales 2

Tomo el concepto diferencias desigualadas de Ana María Fernández. La


autora se pregunta ¿quiénes son lxs diferentes? Ubica que se trata de grupos
poblacionales que han tenido lugar como diferencia al sujeto universal moderno:
mujeres, pobres, jóvenes, opciones sexuales no heteronormadas, etnias, religiones y
regiones geopolíticas no hegemónicas. Sobre ellxs se ha construido significaciones
donde “diferente es igual a inferior, peligroso o enfermo. La elucidación de este pensar
la diferencia como anomalía o amenaza a la identidad me ha permitido hablar de
diferencia desigualada” (Fernández A. M., 2021).
Desde un feminismo crítico podemos concebir diferencias entre las distintas
identidades de género. Lo que no podemos dejar de señalar son las desigualdades
de opresiones, violencias, y su extremo: los asesinatos a mujeres, trans e identidades
no binarias. Existen cifras alarmantes de feminicidios, trasnfeminicidios, travesticidios,
-muchos más invisibilizados en la sociedad- hechos trágicos que son parte de la
misma diferencia desigualada por parte de varones cis. Retomo a una querida colega,
una de las pioneras en hablar de psicoanálisis con perspectiva de género en Rosario,
Marta Fernández Boccardo. En su libro Mujeres que callan. Violencia de género y
efectos en la subjetividad femenina. Precisa un planteo, retomando a Lagarde, al
ubicar la diferencia entre femicidio y feminicidio. Dice Marta:

Este último (feminicidio) remite al genocidio, y tiene lugar cuando las condiciones
históricas generan prácticas sociales conformadas por un ambiente ideológico social
de misoginia y de violencia naturalizada contra las mujeres. Hay feminicidio cuando el
Estado no ofrece garantías a las mujeres ni condiciones de seguridad, de ahí que se
lo considere un crímen de Estado acompañado por el silencio social, la desatención,
la vergüenza y hasta cierto enojo, cuestiones que no contribuyen a transformar las
cosas sino a disminuir los hechos. (Fernández Boccardo, 2012, pp.75)

Las unidades penitenciarias de mujeres en la provincia de Santa Fe, implican


mucho más que a la población de mujeres. Allí también se encuentran privadas de
libertad las infancias que pueden vivir hasta los cuatro años en cárceles, y las
diversidades sexuales, LGTBIQ+.

A lo largo del tiempo de trabajo con estas poblaciones me encontré con


grandes diferencias desigualadas, en comparación al trabajo con varones cis. Por
ejemplo, el “problema” de la higiene menstrual no es un tema que haya escuchado
antes. Para mi sorpresa, encontré en el relato de lxs usuarixs, que no está garantizado
por parte del Estado la provisión de los elementos de gestión menstrual, como indica
la ley. Escuché en entrevistas, reiteradas veces, cómo el malestar aparece
mensualmente, de acuerdo a las diferentes formas de soportar la relación con el

2
El orden de las temáticas propuestos en el libro, tiene que ver con haber iniciado mi práctica
trabajando con varones en contexto carcelario. No obstante, este apartado es relevante, y está en
construcción, sigue sus reflexiones para nuevos devenires.

45
cuerpo menstruante. Cada unx arma redes y estrategias, trueques (intercambio de
cigarrillos o yerba por toallitas, por ejemplo), o inventos para contener la sangre, que
entre los 12 y 50 años aproximadamente producen lxs cuerpos con capacidad de
hacerlo. Es fundamental desmitificar que menstruar es un “asunto de mujeres”, es un
tema necesario y urgente. Lxs cuerpos según la biología, el sexo de nacimiento, no
determinan la identidad de género.
A partir del trabajo con mis compañeras de equipo, pudimos escribir y
presentar un proyecto sobre Gestión menstrual que quedó con media sanción en la
cámara de diputados de la provincia de Santa Fe. Quedó detenido, sin avanzar, y
queda en nosotrxs el trabajo de seguir impulsando estos temas que a pocxs les
importan, mientras que tantxs lxs padecen.
Otra diferencia, muy marcada, son las violencias que recibieron las mujeres e
identidades trasnfemeninas y transmasculinas en sus trayectorias de vida por parte
de varones cis. En el relato de estas historias, sus cuerpxs han sido expuestos a
diferentes expresiones de violencias. A tratos crueles, inhumanos y degradantes. En
reiteradas veces, a violaciones por diferentes varones, muchos de ellos de la “familia”
(parejas, padres, hermanos, tíos, abuelos). Generaciones de mujeres violentadas,
teniendo como marca el peso de la obediencia patriarcal.
Marta Fernández Boccardo habla de “la culpa como disciplinadora de la
feminidad”, (Fernández Boccardo, 2012). Agrego, siguiendo su lectura, teniendo
como respuesta el silencio, el miedo, la vergüenza, las inhibiciones, los diferentes
síntomas corporales y sufrimientos psíquicos. En este sentido, los espacios de
escucha, afuera y adentro, en el encierro, posibilitan en algunos casos, la valiosa
oportunidad de “decir” por primera vez sobre las violencias recibidas en carne propia.
A su vez, siguiendo el efecto del patriarcado sobre las vidas de las mujeres e
identidades trans, puedo ubicar que hay desigualdades en las causas de los hechos
por los cuáles están detenidxs. Si bien no es materia de análisis de mi trabajo, puedo
o no saberlo, depende si se habla en el espacio clínico. Las veces que tuve la
oportunidad de escuchar, en algunos casos, aparecen en los relatos como antesala o
causalidad, el pedido de algún acto/ extorsión/ engaño/ obediencia, por parte de un
varón cis. Otra causa común en las mujeres privadas de libertad ambulatoria, es el
pasaje al acto como límite a la violencia machista y patriarcal. La serie Mujeres
asesinas, da cuenta de esas vidas sin salidas. Vidas que la cárcel sigue vulnerando
con el peso del castigo sobre sus cuerpos.
A continuación, ubico en dos apartados distintos otras diferencias
desigualadas: las mujeres que viven con niñxs -hasta los cuatro años- en el pabellón
de madres, y la población travesti trans. Disidencias sexuales, identidades
invisibilizadas, vulneradas afuera y mucho más adentro de la cárcel. Por ejemplo,
cuando las formas de autopercibirse no coinciden con las que son nombradxs en la
institución; cuando los tratamientos de hominización se interrumpen; la
desinformación respecto a la ley de identidad de género, cupo laboral trans, acceso a
programas sociales o el acceso a la justicia.

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No hay igualdad, dichos cuerpxs y trayectorias nada tienen de parecido a las
mujeres cis que el patriarcado ha nombrado y construido. Si bien los feminismos, han
avanzado hacia las lógicas de reivindicar derechos de las mujeres, lxs trans, travas y
no binaries, no siempre son visibilizadxs en las luchas.

Sin transfeminismos no hay justicia social, es una bandera decidida e inclusiva.

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Niñeces en cárceles

Quiero tiempo, pero tiempo no apurado.


Tiempo de jugar que es el mejor
(María Elena Walsh, 1966)

Existen infancias que viven con mujeres (no siempre parir es correlativo de
advenir madre) privadas de libertad ambulatoria y permanecen en el encierro
carcelario hasta los cuatro años. Salvo que una mujer decida que el tiempo de egreso
sea antes, pero nunca puede decidir que sea posterior. Esto lo dispone en nuestro
país la Ley de Ejecución de la pena privativa de la libertad 24.660, sancionada en el
año 1996. Dedicada a varones cis en exclusividad. Recién a partir del artículo 190,
habla de “establecimientos para mujeres”. El artículo 195 dice: “La interna podrá
retener consigo a sus hijos menores de cuatro años. Cuando se encuentre justificado,
se organizará un jardín maternal a cargo de personal calificado”. Y el 196, continúa:
“Al cumplirse la edad fijada en el artículo anterior, si el progenitor no estuviere en
condiciones de hacerse cargo del hijo, la administración penitenciaria dará
intervención a la autoridad judicial o administrativa que corresponda” (Ley 24.660,
1996) (El resaltado es propio).
Esta letra de ley es vigente para las crianzas en cárceles. Como trabajadorxs
de la salud mental nos interrogamos por los contextos de producción de subjetividad.
Los primeros cuatro años de vida son un tiempo fundante del entramado psíquico. Es
imprescindible que las claves de Salud Mental y Derechos humanos tomen un lugar
relevante en pos de la protección de los derechos de las infancias y lxs adultxs
responsables.
Vivir en el contexto de una institución total a temprana edad, produce una
colisión normativa con la Ley 26.601, Ley de Protección Integral de Niñas, Niños
y adolescentes, como también con la Convención Internacional de los Derechos
del niño, que contempla la ley mencionada del año 2005. Algunas preguntas se
abren a partir de la decisión de convocar a diferentes actores, actrices y a
diferentes niveles del Estado, sin pretender respuestas cerradas sino reflexiones
que impliquen un quehacer comprometido en el tema.
¿Los diseños en las políticas públicas protegen los derechos de las niñeces en
cárceles? ¿En qué se diferencian con “los menores” de la vieja ley de Agote en
disposición del Estado? ¿Cómo transitan el embarazo y el estado puerperal en
ese contexto? ¿cómo propiciar escenarios subjetivantes de resistencia para las
infancias y adultxs responsables?

Presas con Menores/Madres en crianzas

Para el discurso del sistema penitenciario unx niñx es nombradx “menor”.


Forma discursiva que remite a la ley 10.903, creada por el médico Luis Agote en el

48
año 1919. Se trata de un paradigma tutelar, de control y disposición de las infancias
como objetos de intervención. Este modelo de la minoridad, considera la minusvalía,
incapacidad madurativa y “desconoce el campo subjetivo” (Salomone, 2008). En el
mismo sentido, también es nombrada “la mujer presa junto al menor”, en una
continuidad destinataria e indiferenciada de vigilancias y castigos.
Abrimos la pregunta por el tiempo previo al nacimiento de unx niñx: ¿cómo es
vivido el embarazo en contextos carcelarios? En una experiencia de acompañamiento
a una joven, el modo de enterarse que estaba embarazada fue el “traslado” al pabellón
de madres. Sin posibilidad de elegir otro lugar, incluso sin posibilidad de decidir no
continuar con el embarazo.
En un tiempo relevante donde se juegan cambios en el cuerpo, incertidumbres,
y la posibilidad de empezar a construir los primeros lazos con unx otrx, en el
encarcelamiento se viven obstáculos complejos. Por ejemplo, en el modo en que son
“trasladadas” las mujeres a las consultas médicas. Van esposadas, con guardias que
entran a los controles, sin la posibilidad de gestar un encuentro íntimo en los primeros
registros y vivencias que acompañan al investimiento, que luego dará lugar a la
posibilidad de unx hijx. Tampoco acontece con un trato digno, no sólo en función del
estereotipo que recae sobre las personas privadas de libertad, sino y, sobre todo, por
ser “mujer presa”. Esta escena nos abre preguntas y replanteos en construcción con
compañerxs de equipo, abrimos redes para visibilizar la situación y propiciar
intervenciones acordes a la protección de derechos. También, para acompañar a las
mujeres que deciden no maternar, ¿cómo construir el acceso al derecho de la ILE/IVE
en contextos carcelarios?
Lxs niñxs desde el paradigma de Protección Integral son sujetos de derechos.
La Autonomía Progresiva, el principio de autonomía, es uno de los postulados que
integra la Convención de los Derechos del niño, y que luego profundiza la ley 26.061.
También el Interés Superior, como “máxima satisfacción, integral y simultánea de los
derechos y garantías reconocidos en esta ley” (Ley N°26061, 2005). Considerando
que el contexto carcelario produce vulneración de derechos y ejercicios de crueldades
en las vidas que lo habitan, nos convoca la particular insistencia en visibilizar y atender
a la efectiva protección del Estado, por parte de sus representantes Direcciones/Se-
cretarias/Organismos, y a la sociedad en su conjunto.
Algunas reflexiones construimos desde que el dispositivo de salud, en el año
2021, conquistó colectivamente un consultorio para atenciones en salud mental en la
unidad penitenciaria de "mujeres". Evento histórico, ya que no había espacio físico
destinado a la salud mental de las mujeres privadas de libertad. Dichos espacios eran
improvisados, provisorios y compartidos. La conquista del consultorio permitió
disponer de un espacio íntimo. Pudimos habitarlo con nuestros objetos, y con calorcito
en invierno. El sector está ubicado por fuera del pabellón de madres, en el servicio
médico. Situación que implica salir, hacer un trayecto por un pasillo, pasar varias
puertas hasta llegar al destino.
Recuerdo que el nuevo espacio fue inaugurado con una paciente que recibí
con su hijx, como veía todas las semanas desde hacía meses pero en lugares no
acondicionados. Aquella fue la primera vez que lx niñx se durmió en la entrevista.

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Podríamos construir que el “cuarto propio”, parafraseando a Virginia Woolf, ofreció las
condiciones para la posibilidad del descanso. Bajar la guardia, entregarse a una
escena que favorezca el soñar del niñx. También, permitió que la usuaria pudiera
hablar tranquila, correr la mirada, y descansar de maternar. El dormir construyó una
alternancia. Vale aclarar, que las entrevistas terapéuticas de mujeres privadas de
libertad, alojadas en el pabellón de madres, se realizan son con lx-s niñx-s con lxs
que convive. Salvo que sea horario y temporada de jardín, donde algunxs salen
llevadxs por personal penitenciario.
Lila Feldman, plantea que “soñar requiere tiempo y separa tiempos”. En otro
pasaje, cita a Pontalis quién leyendo a Winnicott, ubica el soñar cercano al objeto
transicional y un campo vinculado a la intimidad. "…derecho a no ser descubierto"
(Feldman, 2017).
A partir de un espacio íntimo, también se instaló un intercambio lúdico de
objetos: dar, recibir, esconder, apilar, contar, hacer trazos en el papel. “En la celda no
lo hace”, dijo la mamá. Mientras tanto, compartíamos juntas las conquistas con
miradas de sostén. Gesto de incluir en la escena a un tercero, más allá del niñx y el
pecho.
En este sentido, poder ofrecer un lugar en condiciones dignas para las
entrevistas es una intervención que favorece efectos subjetivos hacia las potencias
creadoras. Disponer las condiciones para un trabajo psíquico como el sueño, guardián
del dormir, y el juego, como fuente de investigación, creación y el posterior fantaseo
del que nos habla Freud, es disruptivo a las lógicas de adormecimiento y desigualdad
que producen las instituciones totales. La clínica en Salud Mental sin el paradigma de
Derechos Humanos, es pura obediencia. Dice María Graciela Iglesias: “La idea de
igualdad conlleva la de dignidad y ésta última está ligada a la autonomía moral y
funcional de la persona. Autonomía moral que consiste en la “igual” capacidad para
poseer una concepción del bien y adquirir un sentido de justicia” (Iglesias, 2015)
El abrazo es del orden de lo vital, y mucho más en los primeros tiempos de
vida. El abrazo dimensiona un cuerpo. Contiene y cuenta con la voz de quién sostiene.
Libidiniza como signo de amor. La voz, como ese adentro-afuera materno inaugura
tiempos de proximidades y separaciones. Instancia vital, complejizada y precarizada
en el contexto carcelario. El cuerpo de la madre se ofrece como único, constante,
viviendo en una misma celda. Otra forma de ubicar la continuidad, “la-madre-y-el-
menor”, desde el discurso institucional, sin separación.
La temática de la voz resuena de forma particular. En la cárcel los gritos remiten a
constantes formas de llamados, así como los golpes de puertas y candados, son
sonidos naturalizados que interfieren en el jugar y/o en el dormir de las infancias.
Actividades vitales para el psiquismo. Insistir sobre otras formas de aviso, por
ejemplo, el uso de un timbre, nos ubica en un gesto mínimo, pero no menor. Un
registro de aviso de que hay otrxs en plena constitución de la subjetividad.
Sin cerrar preguntas, sostenemos los interrogantes, también las convicciones.
Las fuerzas de seguridad basadas en lógicas de vulneración de derechos, no pueden
ofrecer legalidades éticas, desde el cuidado, la intimidad y el miramiento amoroso a
las infancias. Los únicos guardianes de la constitución subjetiva de lxs niñxs, hacia la

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potencia creadora, son el soñar y el jugar. Acompañadxs por el sostén y la
responsabilidad de adultxs, y de políticas públicas de un Estado que proteja las
infancias en clave de Salud Mental y Derechos Humanos.

51
Ampliar la red
existo por nombrarme conjunto,
me bautizo con las otras.
Morena García

El lunes siete de marzo de 2022 inauguramos una serie de encuentros por la


semana del 8M en la unidad de mujeres, infancias y disidencias. Una apertura que
desbordó el binomio hombre/mujer. Invitamos a militantes, personas comprometidas
con los derechos de la comunidad trava, travesti, transgénero.
El encuentro se nombró "taller de escritura colectivo trans", por la transferencia a la
escritura de unx de lxs usuarixs y por la referencia a Morena García, escritora
rosarina, quien fue convocada al intercambio.
Hablar y conocer la predisposición de Morena, como la de Laly y Miya, después
la de Karla y Máxima, integrantes de la comunidad travesti trans de Rosario, fue un
puntazo, una localización al tema desde sus saberes específicos. Contamos con
mucha literatura que permite aproximarnos a estos temas. No obstante, priorizamos
la transmisión que se genera en la cercanía de cuerpxs dispuestos a compartir con
voz propia sus relatos y experiencias como parte de un tejido comunitario.
Ante este tema, como en otros, considero que ningún trabajador de la salud
puede ocupar un lugar de saber cuando no sabe. Ese no saber habilita en la medida
en que no se ocupa. Ante el llamado a Morena, la respuesta fue de cercanía. Primero
la conocí en el reparto de bolsones, con su ofrecimiento, retiré cuatro paquetes para
llevar a las personas detenidas en la unidad. Algo ya nos estaba abriendo, nos
compartía información de la que no disponíamos y que posibilitó acceder a
mercadería para lxs usuarixs.
Una semana más tarde, daríamos inicio a la actividad en la unidad. Acordamos
compartir textos de Morena, dando lugar a preguntas. Así fue que iniciamos una serie
de encuentros que fueron y son condición de continuidad en el tiempo, puesta en
común de información, y origen de nuevas escrituras. La escritura como forma de
sobrevivencia y destino de la narración oral.

¿Ingresar o no ingresar? Lo amoroso de encontrarnos

Al llegar a la unidad, entregamos los cuatro DNI, una ceremonia habitual ante
cada ingreso a la institución. Ese día con las compañeras de la comunidad travesti
trans Rosario, pero nos dijeron en la puerta de ingreso que no podíamos entrar. El
nombre de una de ellas no era el que figuraba en su DNI. La foto y el número sí
coincidían, pero eso no bastaba. El lapsus para el discurso carcelario se vuelve signo,
no hay metáfora.
Lxs cuatro seguimos en la puerta, viví la mayor demora en el ingreso que tuve
en los ocho años que llevo transitando cárceles. Como trabajadora también llevo
marcas de relatos, maltratos y destratos, de lo visto y oído, "lo intolerable". Y también,
la resistencia: lo amoroso de encontrarnos.

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Los llamados y la insistencia empezaron a ser parte de ese inicio. La búsqueda
continuó sin dar por vencida la partida, aunque nos aparecía la negativa como única
opción: "Reprogramen", recibimos como orden. Y la otra fue, "entran las demás, la
del DNI equivocado no".
"Si no entra ella, nosotras tampoco", dijeron. Y así sentí ese tejido comunitario
del que eran parte. La importancia del otrx, es una decisión política, no es de cualquier
manera y tampoco como el otrx quiere.
Sin darme por vencida, llamé a mi coordinador, quien hizo llamados a las autoridades.
Esto causó cierta incomodidad y apertura. Hasta el momento, las tensiones en la
puerta iban entre risas y miradas, cada penitenciario/a clavaba los ojos en sus
cuerpxs. Por mi parte, sentí una rareza que era propia de mis limitaciones y mi
condición de mujer cis. Ellxs habían trascendido hace tiempo esas miradas de control
y juzgamiento sobre sus cuerpxs y lo podían decir, "si hay algo que perdimos nosotrxs,
es la vergüenza". No recuerdo quien lo dijo, podría haber sido una expresión de lxs
tres, a coro.
Fui escuchando las formas de nombrarse, desde sus primeros nombres, cómo
cada unx transitó bautismos y rebautismo hasta llegar al nombre del DNI. Enunx de
ellxs, el nombre que figuraba era el de un familiar, un homenaje a una vida ya no
estaba. Eligió esa marca, otra puerta, nuevos destinos de las filiaciones, una forma
diferente, contracultural a la permanencia y destino fijado por la continuidad biológica.
Esa pregunta surgió luego en la actividad, ¿Cómo se "reproduce" unx trans?
Cuando la puerta se abrió, lxs revisaron, lxs hicieron dejar absolutamente todas
las pertenencias, abrieron las yerbas y las cambiaron a una bolsa. También revisaron
las facturas que habían llevado para compartir. Todo el procedimiento fue más
minucioso que de costumbre, al menos esa primera vez, fue más que el ejercido a
otrxs agentes externos. Caminar con ellxs los pasillos siguió generando nuevas
miradas, a unx de ellxs halagos a su pelo largo de rastas, y un grito: 'me enamore de
vos', de una jóven que esperaba atención de odontología.
Varias veces sobrevoló la idea, "a nosotras nos van a dejar de este lado".
Lxs invitadxs a la actividad eran chicas trans, sabían del día de encuentro
porque habían sido invitadas para la ocasión. Fueron llegando de a unx, arregladxs
como para una fiesta. El peso de no ingresar iba a recaer sobre ellxs, como un trato
no cumplido. Eso sí me importaba, como también las preguntas que habían traído a
las entrevistas y las no respuestas que di. Ese fue el impulso para convocar y ampliar
la red con experiencias entre pares, atravesadxs por saberes singulares. La
vinculación fue con ellxs para compartir experiencias y la información como derecho.
Instancia de reconocimiento ellxs como sujetos de derechos.

(Re)encuentro

El intercambio se inició desde el primer minuto, enseguida noté que eran parte
de una misma comunidad, muchxs se conocían de la calle. Fue un reencuentro entre
ellxs, las zonas del territorio callejero y las vivencias en común. Surgieron algunos

53
recuerdos de enemistades, reconciliaciones y perdones. Lo común era vivido en esa
trama de palabras, manada de historias, de cuerpxs disidentes a las lógicas de
normatividad. Compartimos facturas y mates, en conversación había comunidad,
menos adentro del adentro.
Las formas de las violencias como prácticas conocidas fueron visibilizadas, y
aparecieron los intercambios hacia otras posibles, mediadas por la palabra. "Tenemos
que proteger al otrx que está pasando por esa misma situación, no pegarle'' dijo la
Miya.
Así es el lenguaje trava, sus códigos y palabras, sus miradas brillosas, los
objetos que son parte del universo común, como los tacones, las pinturas y los usos
propios. Todo ello se hizo parte de la mesa, de una escena identitaria de saberes
compartidos.
Las charlas continuaron: por ejemplo, sobre lxs cuerpxs hormonizados. ¿cómo
iniciar o con-seguir los tratamientos? Si la maquinita de afeitar se ingresa o si es mejor
la cera, si aceite, si gel, si tintura o canas, si las prótesis… Halagos entre ellxs,
miradas de comunión. Un despliegue de temas que sólo esa generosidad de la red,
fundada en la ternura como política, hace posible, traspasar las rejas para sentirnos
parte de una sociedad más digna y menos injusta.

Punzar la jaula con la voz

Unx de ellxs recitó sus poemas alzando la voz, deslizando sus entonaciones,
cautivándonos. En un momento, rompió el silencio gritando PUTO, haciendo de su
performance un acto disruptivo a la desafectación de cuerpos y de emociones que
promueve la cárcel.
Una celadora se hizo presente cuando escuchó el grito. Como parte del control,
se quedó un rato observando. Luego vio los aplausos, esos que calan hondo y que
no son individuales, sino de muchxs, pluralidad de manos, cuerpxs y corazones.
Pluralidad del yo soy, ¿quién soy? Consigna que nos fue cinvidada para escribir.
Los nombres de ellxs, como escuché desde el ingreso, no son aislados, son
parte de un colectivo rebautizado. Tienen una historia que viven y portan, quienes se
animaron a torcer la historia de su identidad dada y recibida por otrxs cuando
nombran.
La fuerza y la potencia de las travas está en la acción y en la voz, en lo común
desnormado que promueve las multiformas de habitarnos en el mundo.
Estos encuentros con el ingreso de referentes de la comunidad travesti trans a la
unidad, siguieron con contundencia, se siguen expandiendo. Nos nutre el compromiso
de seguir andando y haciendo juntxs.
Las Crónicas de Transvania, serán parte de nuevas narrativas que persistan
en la apuesta a las Vidas y escrituras en cárceles como registros de lo posible.

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PD: Sub-versiones de lugares

La poesía es la única verdad


(Gustavo Cerati, 2009)

…no es menor
camina con amor y comprensión
derribando el muro
en el que él mismo se metió
aferrado a la literatura
que tanto lo ayudó
(Humberto Kuperman, 2022)

A veces ocurre que los libros se empeñan en no haber terminado, aún cuando
los creíamos concluidos. Como si fuera posible.
El día 2 de noviembre de 2022, se presentó en la universidad pública un libro
que fue escrito en la cárcel. Dicha presentación es testimonio de la insistencia del
deseo, del “esfuerzo apasionado por un grupo de docentes para que el poeta pueda
recitar en libertad". (Axat, 2022) En virtud de este acontecimiento decidí agregar esta
posdata. Para encontrar los detalles precisos de la presentación, sugiero la nota de
uno de los invitados a tomar la palabra en el evento, Julián Axat en:
https://www.elcohetealaluna.com/la-reja-y-la-realidad/
Ese pulso vital por saltar el muro, a veces, permea las limitaciones impuestas
por los discursos instituidos. El deseo comanda, motoriza la creación entre tramas y
redes colectivas que nos sostienen.
El 2 de noviembre en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de
Rosario, ocurrió un acontecimiento inaugural en un clima de alegría e intriga. Era
condición para realizar el evento que contáramos con un móvil policial que pudiera
“trasladar” al protagonista, el autor del libro, bajo custodia continua del servicio
penitenciario.
La mesa de presentación del El amor no murió fue construida por voces que
integran saberes situados, interdisciplinarios. Estuvo presente el autor Humberto
Kuperman, Alcira Márquez, Psicóloga titular de la cátedra de Psicología en el ámbito
Jurídico Forense, Julián Axat, abogado y escritor; Belén Conzoli, estudiante de
Psicología, Rocío Muñoz Vergara, poeta y filóloga y yo.
Recorría el lugar Paula Arce, trabajadora social, vendiendo los ejemplares
desde su calidez y humanidad para estar siendo parte de ese adentro-afuera.
También participó Pablo Carcovich, con quien compartimos una trama más, un nuevo
escenario de todos aquellos que ponen a circular nuestras insistencias en prácticas
colectivas. La pluralidad de voces, incluyó además a cientos de estudiantes que como
parte de una actividad de formación práctica, participaron de la instancia de
intercambio. En suma, fue un encuentro humano, algo poco frecuente en la Justicia.

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Esta posdata fue agregada en consonancia con el título del libro:
Intervenciones en salud mental, prácticas de lo posible, ya que fueron muchos los
obstáculos transitados hasta llegar al evento
El acontecimiento en la Facultad, fue una marca. La llegada y la salida estuvo
signada por un peso que trascendió lo esperado. Hubo diez trabajadores
penitenciarios en diferentes puertas del lado de adentro y en las ventanas del lado de
afuera que estuvieron escoltando a Humberto. Aún así, apareció la libertad, la
creación y la firma cada vez que el autor remarcó el nombre propio, con letra y sello
(llamada al pie). Humberto Kuperman, escritor y poeta, dejó su huella en cada
ejemplar que los futuros lectores compraron. Hizo una dedicatoria diferente cada vez,
se tomó tiempo para escribirle a cada destinatario, como poemas que seguía
ofreciendo en nuevas páginas. Aquella espera también es dable señalar que fue
posible por el traslado del personal y la decisión que permitió la presentación.
El poemario El amor no murió, ha trascendido y perforado algunas durezas de
las miradas de los trabajadores.
¿Cómo sería que el personal penitenciario vaya vestido de civil a un evento,
ya sea en la facultad de Psicología o en otra institución? Nos hacíamos esta pregunta
con Gerónimo Ferreira, colega e interlocutor desde que inicié mi práctica, fue parte
del entramado para que el evento suceda. Encontramos que había poco de civil en
los ropajes, tal vez mucho de montaje. Más allá del personal que trasladó al escritor,
más acá, en el lugar que ocupan como trabajadores del Estado, necesitamos construir
socialmente formas de inclusión, también hacia ellos. Prácticas alternativas a la
segregación, a la rivalidad y el deterioro sobre los cuerpos que moldean las prácticas
penitenciarias. En este sentido, la universidad pública es un actor fundamental, tiene
mucho por seguir aportando y haciendo en el territorio. No se trata únicamente de la
universidad saliendo al campo, (a mi entender no es ese el sentido de la extensión
universitaria) sino a la inversa, que los actores/actoras de los territorios ingresen a
sus aulas, tomen la palabra, disputen sentidos y construyamos nuevas prácticas
colectivamente. Las intervenciones situadas en salud mental comunitaria incluyen
voces plurales, diversas que rompen los marcos teóricos rígidos, inamovibles más
allá de los cambios de época y de realidad local, como es la nuestra, latinoamericana.
Vuelvo al evento, y a los trabajadores que hicieron el traslado. Algunos más
abiertos que otros fueron encontrando la manera de ser parte, en la presencia y
acompañamiento a que el poeta lea, hable, firme, salude a la familia que estaba en
primera fila.
Luego de firmar el último ejemplar, Humberto fue trasladado de regreso a la
unidad. Recuerdo ir corriendo a llevarle una bolsa con los libros que le pertenecían
como autor. Agitada, se los entregué a un penitenciario, antes de que el móvil se
fuera, explicándole la situación. Me pregunté si le llegaría o no, pero confié. A los
pocos días, cuando nos reencontramos en Las Bastardillas son nuestras, Humberto
cuenta que recibió los ejemplares de su autoría, y nos dice que durante el viaje de
vuelta, uno de los trabajadores a cargo del traslado, le pidió un ejemplar. Él se lo
firmó, con nombre y dedicatoria, y en ese instante de entrega, vió que de los ojos del

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penitenciario caían unas lágrimas. Nos compartió este episodio con cierta conmoción,
también lo sentimos así lxs integrantes de Las Bastardillas. Un acto de esperanza.
Recuerdo este fragmento de Rebeca Solnit:

para mí los motivos para la esperanza son, simplemente, que no sabemos qué pasará
después, y que lo improbable y lo inimaginable suceden todo el tiempo. La historia no
oficial del mundo muestra que los individuos dedicados y los movimientos populares
pueden moldear y han moldeado la historia, pese a que no se pueda predecir cómo y
cuándo venceremos, ni cuánto tiempo llevará lograrlo. (Solnit, 2019, pp.80)

Actos como el libro de Humberto, nos devuelven el registro de lo posible ante


tanta injusticia e indignidad. Nos compromete a seguir sembrando y andando porque
aún en la tierra que parece muerta, el amor no murió.
La justicia poética traza otros bordes, incluye vidas, narrativas, horizontes de
expectativas, letras y voces propias que se entraman con otrxs en un tejido
comunitario. Narrar, escribir, socializar para torcer algo de lo que parece dado, para
crear otros mundos.

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Epílogo/Contratapa

Hacer del infierno carcelario un mundo posible de ser transitado, vía escritura,
es la operación que Laura Peretti propone en su práctica profesional y al mismo
tiempo, la operación que le permite a ella habitarla. De aquellos tránsitos surge este
libro.

Este libro es el modo en el que Laura inventa una condición de posibilidad


frente a los abismos a los que la cárcel como maquinaria des-subjetivante empuja.
Vidas y escrituras en la cárcel es un libro teórico, en un sentido fuerte, en el que la
autora lleva adelante un recorrido exhaustivo de lecturas así como su propio trabajo
de pensamiento, su particular trabajo teorizante, apoyado en el conocimiento y la
investigación psicoanalítica, filosófica, política y del discurso jurídico. Pero no es solo
eso, y creo que su lectura más que impregnarnos de una estela de conocimiento
teórico, nos deja –más que ninguna otra cosa- la fuerza patente y potente de una
experiencia. La experiencia habitada en el tiempo y en el espacio, en puertas de
entrada, pasillos, cuartos, dentro de la cárcel y en los bordes de ésta, la experiencia
que desarticula la encerrona tribunalicia y la torna escena humanizante y humanizada.
¿Es posible el psicoanálisis en la cárcel? ¿Es posible conjugar términos tan
incompatibles como cárcel y salud mental? El psicoanálisis forma parte del trabajo de
pensamiento y escritura de Laura, pero además, y quiero subrayarlo, sostiene un
conjunto de intervenciones del que este libro es testimonio. Intervenciones que sólo
una psicoanalista puede hacer, aún en un territorio en principio –aparentemente- tan
ajeno a su práctica más difundida. Vidas y escrituras en la cárcel hace especial
hincapié en el trabajo con las palabras, en la puesta en valor de las palabras y la
escritura como usina de resistencia, elaboración, restauración vital y transformación
de existencias sufrientes, pero no sólo se trata de palabras. Laura narra el lugar que
han ocupado sus silencios, sus miradas, sus decisiones y gestos concretos,
encarnados. No son gestos ampulosos ni sofisticados, muchas veces se ha tratado
de gestos mínimos, micro políticas de ternura y ferocidad, todo eso junto, capaces de
dar buenas batallas y de permitir encrucijadas donde no las había. Diría, mientras
escribo me doy cuenta, son gestos dignificantes para la condición humana: el derecho
a morir y parir, a criar dignamente, el derecho a la intimidad, el derecho a menstruar,
a declarar, a callar, a duelar, a nombrarse, incluso el derecho a narrar, en cada
ocasión en el que los guiones pre-establecidos por el dispositivo carcelario (dentro y
fuera de la institución carcelaria) acorrala y fija destinos.
Entonces, la escritura excede el terreno de la hoja y el lápiz, y revela su
condición inventiva descomunal, con su potencia emancipadora. En las páginas de
este libro veremos, por ejemplo, a una jueza y a alguien a quien ella misma ha
condenado, conversar, compartir y encontrarse. Escribir nos modifica, altera los
papeles que el poder ordena y administra, altera los papeles porque escribir a veces
puede cambiar la historia, porque también cambian los lugares asignados y
anticipados, por otros nuevos. El poder punitivista desapropia de voz, hasta despoja
del derecho al silencio. El poder punitivista restringe la palabra como resorte

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privilegiado de los circuitos pastorales: el corral del arrepentimiento y la confesión. El
trabajo con la escritura es su radical contracara. A contrapelo del poder y sus
crueldades, entonces, este libro sitúa su marca. Le devuelve al lenguaje su
indefinición estructural, agujereando los sentidos que el dispositivo carcelario, jurídico
y legal se dedica a sellar. Parecía que estaba todo dicho, hasta que alguien (en este
caso la autora) se atreve a leer todo de nuevo. Laura escribe porque decidió leer como
si fuera posible leer por primera vez, como si fuera posible leer todo de nuevo (sólo a
modo de ejemplo, leer de nuevo qué se entiende por “secreto profesional” y cuales
derechos y obligaciones le corresponde). Leer y escribir fabrican material inédito.
Desarman los “versos” con los que la institución opera. Rompen literalidades. Le
restituyen a la vida su condición inacabada, des-editan “sentencias” y “penas”.

Laura hizo –aquí- del leer y escribir, intervención poética y política, registros de
lo posible. Aún abiertos, no concluidos, aún porvenir, más acá y más allá de la cárcel.

Lila María Feldman. Agosto de 2022.

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