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DE BEATRIZ ESTEBAN,
AUTORA DE SERÉ FRÁGIL Y AUNQUE LLUEVA FUEGO
Desde un principio, tuve claro que quería hablar de dos puntos de vista en
especial: alguien de fuera y alguien de dentro. Y, por encima de todo, quería
que no fueran tan distintos. De ahí nacieron Leire y Azahara; Leire es una joven
de diecinueve años que entra como voluntaria y Azahara, por otra parte, se
trata de una presa de veintidós años que lleva uno en la cárcel, en el módulo
de madres.
Aunque en un inicio la novela se iba a limitar a estas dos narradoras y a
la relación entre ellas, pronto me di cuenta de que había otras voces que
también necesitaban escucharse. De ahí surgen el resto de narradores, que
cuentan la misma historia desde distintos puntos de vista: el de un marido que
tiene a su mujer y a su hija en la cárcel, el de una joven que ha encontrado un
refugio dentro de las rejas, el de un funcionario de prisión, el de una presa que
está harta, el de una con esperanza… Si algo tenía claro, es que quería que la
propia estructura hablara del mensaje central que aprendí en la cárcel: que
nada es blanco o negro. Que no hay buenos o malos. Que cada uno cuenta su
historia desde lo que conoce, desde lo que ha vivido. Nuestro papel no es
juzgar («ellos ya han sido juzgados»), sino escuchar.
La cárcel está llena de luces y sombras. Fue por eso por lo que organicé
la novela en torno a todas las cosas que quería explorar, lo bueno y lo malo, lo
claro y lo oscuro. Los personajes fueron surgiendo como arquetipos de
aquellos que vi durante mi experiencia de voluntariado, igual que las tramas
que se desarrollan están basadas, en muchos casos, en historias reales. En
Presas la línea entre la realidad y la ficción es muy fina.
Una de las cosas más bonitas que descubrí dentro de la cárcel fue ver cómo
muchos de los internos encontraban en el arte, en los estudios a veces, una
forma de escapar. De escapar y de recordar, de no olvidar aquello que les hace
humanos. Otros, lamentablemente, escapan con otras vías mucho más
nocivas, pero esa es otra historia.
Cuando se te arrebata todo (tu libertad, tu familia, tu vida), ¿qué te
queda? Quedamos nosotros y todo lo que nos acompaña en nuestra cabeza. Y
en la soledad, dejar esos pensamientos encerrados puede ser muy dañino.
Azahara y muchos más presos encuentran en el lápiz y el papel una
forma de poner orden a sus pensamientos, de hablarse y acompañarse y
recordarse que tienen una voz. El silencio en la cárcel duele; los días pasan y
es fácil olvidar quién eras antes de entrar. Por eso no me extraña que muchos
recurran a la escritura. Ahí no hay nadie que rechace su historia y las palabras
se convierten en una catarsis para el preso.
Es un tema muy complejo, que tiene sus raíces en la forma en la que está
construida la sociedad, y no es fácil solucionarlo de la noche a la mañana sin
un cambio en la conciencia colectiva. Y, sobre todo, es difícil darse cuenta del
problema de las cárceles cuando a la sociedad no se le aporta la información
necesaria, cuando permanecen con una venda porque creemos que es un
asunto que no nos afecta directamente. Cuando vemos que el sistema falla,
que los delincuentes vuelven a delinquir, que los delitos aumentan, creemos
que la solución es infligirles todavía más brutalidad, más aislamiento y un
castigo mayor. Y con ello sólo conseguimos un efecto rebote: quien entra en la
cárcel, sale peor. Porque saldrá, y esa es la parte que a muchos se nos olvida.
Para entenderlo, tenemos que recordar que, de acuerdo al artículo 25 de
la Constitución Española, «las penas privativas de libertad y las medidas de
seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y la reinserción laboral». Sin
embargo, la realidad es totalmente distinta. En España, los porcentajes de
reinserción sin reincidencia son de los más bajos de la Unión Europea,
precisamente por la falta de estos programas de reinserción; y actualmente nos
encontramos a la cabeza del encarcelamiento en Europa, a pesar de tener un
constante descenso en la delincuencia en los últimos 20 años. Eso fue de lo
primero que me llevó a reflexionar.
Entonces, ¿cuál es el problema? Que los recursos penitenciarios son tan
pobres que es difícil atender a los presos de manera individualizada. Los
trabajadores sociales son escasos no sólo dentro de las prisiones, sino también
fuera; por no hablar de la escasez de psicólogos, psiquiatras y otros
profesionales de la salud en la prisión. En la cárcel, los problemas se
multiplican: el encierro y el aislamiento desembocan muchas veces en
problemas psicológicos, como ansiedad, depresión, miedo al rechazo, delirios y
un largo etcétera. En muchas ocasiones, además, la persona presa se ve
víctima de malos tratos, y todo ello puede llevarla a buscar otras vías de
escape como el consumo de drogas para evitar el sufrimiento o incluso la
tentativa de suicidio. La cárcel arranca la esperanza en lugar de alimentarla.
No olvido que los internos han dejado sufrimiento detrás, pero siento que
la solución nunca será tratar la pena de prisión como una venganza social.
PRESAS
Beatriz Esteban
Nocturna · Colección: Literatura Mágica, n.º 71
Fecha de publicación: Febrero de 2019
472 págs. · Rústica con solapas (cosido) · 15 x 21 cm
ISBN: 978-84-16858-83-5· IBIC: YFB · PVP: 16,00 €