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“EL ASESINO EN SERIE

DE LOS

CRÍMENES JUSTIFICADOS”

Un thriller con mucha adrenalina

INSPIRADA EN EVENTOS REALES

Por DANIEL ESTRADA

Serie: Los especialistas de los crímenes sangrientos

Derechos de Autor
2016
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Prefacio
Imaginemos un escenario en donde lo cotidiano en un
“suspiro”, se transforma en trágico, donde comienza a jugar en
nuestras cabezas el instinto de supervivencia, la furia y la
venganza; donde nada importa más allá que devolver al otro
todo el dolor que nos hizo.-

Éste escenario sobre el que se presenta al mismo tiempo


la vida y la muerte, la justicia y la sed de venganza, son
escenarios vivos de la vida cotidiana de todas las ciudades del
mundo y de la complejidad y variedad de sus actividades.-

La justicia y la criminalidad, se desarrollan de modos


muy distintos en cada una de esas ciudades. Esa línea que separa
el mundo regular de los ciudadanos y de las sombras, hacen que
llevemos una mochila de pre conceptos y estereotipos tanto del
hampa, como de aquellos ciudadanos encargados de ejecutar la
ley de los hombres.-

Es con ese espíritu que fue hecho éste libro, ya que su


autor no escatima en su prosa sencilla y fácil de entender,
combinando esa cualidad con los estereotipos preconcebidos y
el lenguaje llano de los protagonistas de cada una de las
historias desarrolladas.-

Nos deja una impresión certera y realista de cada una de


las historias narradas, llevándonos a un mundo por muchos
desconocidos en la trama y desarrollo de la mente humana frente
a actos considerados agresivos o desubicados dentro del normal
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curso de la población, haciendo exaltar nuestro espíritu,


transportándonos muchas de las veces a límites inimaginables, y
fundamentalmente a los lectores a exacerbar el sentido de
justicia que cada uno de nosotros tenemos desde que nos
desarrollamos como seres adultos.-

Por todo ello, ésta obra magnífica por cierto, nos desliza
en un sub mundo poco habitual y no por ello menos interesante,
con una narración amena y felíz en su desarrollo, obligándonos
a los lectores ávidos de éste rubro en particular, a seguir leyendo
la secuela de éste libro, presionando a su autor a seguir
trabajando con ahínco y fervor en la segunda parte del mismo.
Enhorabuena.-

Jorge Adrián Pérez, Dr. y Escritor


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Prefacio del autor

El propósito de esta novela, (un thriller de acción,


suspenso e intriga) es que encuentres una lectura placentera, por
momentos divertida (a pesar de que no es una comedia) pero
estoy casi seguro, que en algún momento te provocará sonrisas,
y no faltará sangre, persecuciones, tiroteos, muertes, tortura,
etc., pues se trata de crímenes. La redacción de la misma, no es
porque esté aburrido, tampoco por dinero (necesario pero no es
el eje de mi vida) y tampoco por la mera necesidad de platicar
algo contigo, aunque de seguro es agradable hacerlo.

Espero que encuentres en esta obra literaria, un reflejo de


algunos problemas sociales (nacionales e internacionales) al
menos ese es un intento de mi parte. Y te genere muchas
sospechas. La violencia está instalada en todos los ámbitos. La
corrupción, así como la impunidad también. El sentido y el
clamor de justicia, es muy alto en todos los estándares sociales
argentinos. Todos reclamamos justicia en algún momento de la
vida, sobre todo si te ha tocado vivir un hecho desgraciado.

Por momentos estaremos en la piel del personaje, y en


otras tal vez hasta lo odiemos. Creo que dentro de nosotros, hay
un justiciero escondido, esperando el momento oportuno de
hacer su aparición para impartir justicia. Ante la mirada
indiferente de quienes se encargan de hacerla cumplir y aplicarla
de manera eficaz y rápida. Dependiendo de qué ojos examinen
esta cuestión, será justicia o injusticia. Por lo menos, casi todos
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tenemos un concepto de qué es la justicia de manera general, y


qué es hacer justicia por mano propia.

Si en tu país, a donde quiera que esta obra haya llegado, la


justicia es efectiva y rápida, entonces tal vez no estés
familiarizado con ese término, y mucho menos con esos deseos
de imponerte para lograr alguna justicia. A veces la podemos
confundir con los deseos de venganza. ¿Cuándo es justicia y
cuándo es venganza? ¿Alguna vez se te ocurrió defender a
alguien de alguna injusticia y no pudiste hacerlo? El personaje
no desaprovechará ninguna oportunidad ¿Por qué? Simplemente
porque puede hacerlo y quiere.

Creo que en esas cosas pensaras al leer esta obra. Está


pensada para tu deleite, y reflexión, también apelará a tu
memoria, llevándote hacia tu tierra natal. Pensarás de seguro en
tu familia, tus padres y hermanos. En lo difícil de tu trabajo,
aunque no creas que es importante lo que haces. En la dicha de
haberlo tenido casi todo, o en las dificultades que atravesaste,
por las carencias. Seguro que siempre has trabajado muy duro y
desde muy jóven. De seguro tuviste que mudarte más de una
vez, y estés ahora en una tierra que no te vio nacer.

Estarás de acuerdo conmigo, en que como es una novela,


habrá muchos sucesos que son pura fantasía. (Por ejemplo, casi
todos los nombres son ficticios) En otras historias, habrá
algunas cosas que parten de una realidad. Por ejemplo, todos los
escenarios son reales. (Si más adelante notas que menciono a
unos búfalos de agua, esa parte es real y viven hasta la fecha de
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esta redacción, en las islas de Escobar). La mayoría de los


escenarios son conocidos por mí, otros no tanto. Todas las
marcas y los modelos de armas son reales. Todas las marcas y
modelos de vehículos también. Los explosivos y fábrica
mencionada, son reales. Y respecto a los crímenes, están
basados, pocos de ellos, en noticias policiales y alguna
experiencia del autor, por un pasado remoto en alguna fuerza de
seguridad. Leerás luego, sobre un doble homicidio en Pompeya
(C.A.B.A.) eso es real, lo del homicidio de un sargento 1° de la
Federal también; robo de camioneta, la chica semidesnuda, entre
otros. Todo parte de una realidad, cuento con una licencia, que
todo escritor tiene, de adaptarla y lograr un impacto deseado en
el lector. Espero te surjan dudas respecto a los relatos, porque
intento darles un matiz y carga de realismo, para que te cause
cierto golpe emocional. Tal vez ambiciono mucho al pretender,
que encuentres cierta belleza y una impronta de realismo, en esta
obra, espero que así sea.
Bajo ningún concepto hago algún tipo de apología del delito,
ni nada que se le parezca. Tampoco fomento actos, por parte del
lector@, a que los imite o practique de cualquier forma
imaginable o no. Tampoco a que se utilice el lenguaje del
personaje, para descalificar o discriminar a nadie. Es solo una
obra literaria, como cualquier otra. En donde el autor goza de
cierta licencia y cuota de imaginación, para crear personajes y
eventos, aunque todos partan de alguna realidad. Hazme un
favor, disfrútala y emociónate, como lo hice yo al escribirla.
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Dedicatoria
A todas las personas queridas que me rodean, a mi familia, a
todos ustedes les dedico esta publicación. A todos los que
desean justicia para su nación amada. A los que están lejos de su
tierra, trabajando duro. A los que hace poco han perdido a un ser
querido. A los familiares que sobrevivieron a accidentes de
tránsito. A los que pertenecen a las fuerzas federales y
provinciales de seguridad. A los familiares que le sobreviven a
los que murieron cumpliendo su deber. A nuestros héroes de
Malvinas, que siempre serán argentinas.

Pienso en algunos nombres, de personas muy queridas,


escribiré solo el nombre de algunas de ellas, las que no he
nombrado aquí, están incluidas en las demás listas de seres
queridos, tod@s son familia y amig@s míos: Verónica Patini
(Profesora, Directora de ECEBA, Buenos Aires, Argentina),
Valeria Centurión y Flia.(Paraguay), Susana Covello, Paola,
Graciela, Romina, Alfredo, Rosa, Pablo, Elizabeth Bellasai y
Flia, Marta Lúquez, Coty Estrada, Alejandra Benito, Jorge
Méndez, Ana, Magalí, Gloria, Johana, Damián, Jimena Noelia
Sanz, Mariano, José, Eduardo, Rebeca, Soledad, Luis, Marcela,
Marcelo Estrada, Tania, Camila Estrada, Dana Estrada, Erica
Estrada, Estefanía, Oscar Obenlok, Francisco Estrada, Carlos y
sus mellizos, Karen, Sergio, John (Jesús), Marcos Abel,
Augusto, Carolina Muñóz, Florencia Herrera, Leanethe, Lorena,
Adán, Carmen Mansilla, Leo, Zaira y Tobías, Zulma Miño,
Cristina Zarco, Dr. Jorge Pérez, Dr. Eduardo Pataro, Dr.
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Magallanes, Dr. Pablo Lewczuk, Sebastián Golluscio, José Luis


Peralta, Pontoriero, Jessica Ibarbaltz, Estefanía
Papakiriacopulos, Dr. Samuel Pagán, Dr. Carlos Villanueva, Dr.
Pablo Deiros, Merino, Mariela Lúquez, Roxana Lúquez,
Fernanda y Flia., Romy y Flia., Claudia, Verónica, Belén,
Adriana Vallejos y Flia., Pablo Vernola, Mario González,
Shultz, Sofía, Kevin y Nicolás, Beatríz, Gladis, Tito, Matías,
Lucas, Martín y Leito, Alberto Lúquez, María Estrada y Flia.
Julia Estrada, Adrián Gentille, Héctor López, Lorenza, Narciso
Lúquez, Andrea Weinberg y Flia. Víctor Cesáreo, Tito Onorati,
Miriam (San Fernando), Joel, Leo, Hernán, Raúl (de las islas de
Escobar), Ángel Portal, Sarita y Flia., Gisela y Mabel, Héctor
Villanueva y Flia., Isabel, Liliana (de Devoto), Y seguro la lista
sería interminable. A todos ustedes les dedico esta pequeña
obra.

A todos los que se esfuerzan a diario, para ayudar a las


personas, especialmente a los más débiles. A todos los que
combaten el crímen a diario, los que son visibles y los que no.
Gracias por todo lo que haces por ellos, espero que Dios te lo
recompense pronto. A todos los que tienen su alma turbada, por
un pasado poco decoroso, que es mejor olvidar, pero no puedes,
(préstale mucha atención a la mamá del personaje principal).

A los que están encarcelados, pagando una deuda con la


sociedad, por errores del pasado, espero que esta obra te haga
olvidar tus malos ratos y encuentres esperanza. A las amas de
casa trabajadoras 24x7, incansables y amorosas, además de ser
eternamente jóvenes y bellas. Y a ti, estimad@ lector@, que te
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apasionan como a mí, las historias de asesinos en serie y


crímenes sangrientos, basadas en hechos reales. Espero que la
encuentres cautivante. De seguro en algún punto, te llevará hacia
la infancia. Disfrútala, y compártela con otros. Honro tu vida.
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Agradecimientos
Agradezco de todo corazón, a las personas maravillosas, que
me ayudan a diario con estas obras literarias. Un agradecimiento
especial, a mi amiga y profesora, Estefanía Papakiriacopulos,
por regalarme un libro, titulado Escribe que fue de mucha
inspiración para mí, escrito por su abuelo, Arnoldo Canclini,
prolífico escritor. Estefy, honro tu vida. Y a Gloria Zura, por el
esmerado asesoramiento y paciencia. Muchas gracias a todos los
escritores, profesores, doctores, editores, que dedicaron de su
tiempo desinteresadamente, para escribir unas líneas en el
prefacio de esta novela.

Agradezco a todos, que de una u otra manera, aportaron para


la redacción de esta pequeña obra, sin ustedes, y sin la ayuda del
Cielo, esto no hubiera sido posible, me encanta trabajar con
ustedes. Y muchas gracias a ti, querid@ lector@, que elegiste
esta novela, espero que la disfrutes mucho, te emociones mucho,
y que halles una cuota de esperanza y armonía. Honro sus vidas.
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ÍNDICE

PRIMERA PARTE

El infiltrado

Capítulo 1. Las tenebrosas islas de Escobar

Capítulo 2. De paisano a espía

Capítulo 3. Los doce apóstoles de Paraguay

Capítulo 4. Los mercenarios

Capítulo 5. Problemas de conciencia

Capítulo 6. El violador de Núñez

Capítulo 7. El doble homicidio de Pompeya

Capítulo 8. Crímen organizado


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SEGUNDA PARTE

El justiciero

Capítulo 1. La chica semi desnuda

El viejo de la katana

Un robo sangriento

El revólver Custer .32 largo

Capítulo 2. No conviene hablar de esto

La fatídica combi ilegal

A punto de ser degollada

Capítulo 3. Sin salida en el monte de los chañares

Las historias de mamá

Capítulo 4. Zona liberada


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TERCERA PARTE

El Asesino profesional del


Estado Nacional

Capítulo 1. La Primera Dama

Capítulo 2. El Presidente

Capítulo 3. El carpetazo

Capítulo 4. El fiscal

Fotos de La Lucila
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PRIMERA PARTE
El infiltrado
En la presente sección del libro, trataremos una de las
facetas del personaje, que es la de infiltrado. Un trabajo muy
delicado, en donde el personaje principal, se infiltra en
organizaciones terroristas y en súper bandas del delito, que
operaban a gran escala, con ladrones internacionales de bancos;
etc. Juntos veremos su trabajo, nada sencillo y muy arriesgado
por cierto. Las historias propias del personaje, abarcan un
período de tiempo, que va desde 1986 al presente, en ámbitos
locales e internacionales. Él se presentará a sí mismo, para que
podamos conocerlo mejor y comprender su tarea sofisticada, las
ejecuciones, (siempre justificadas por él) la obediencia a ciegas
para lograr una relativa paz interior y exterior, de nuestra amada
Argentina.
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Capítulo 1
Las tenebrosas islas de Escobar
Ya teníamos reducidos a nuestros dos prisioneros, de
orígen iraní, eran primos, expertos en bombas caseras. Los
subimos al no identificable, (es un auto que pertenece a la
Agencia, sin inscripciones visibles, parece cualquier auto civil
por fuera, pero es blindado en los vidrios y puertas) Chrysler
Spirit, de color azul, en el asiento trasero, los habíamos drogado
con una sustancia ilegal, al menos por dos horas estarían en
estado de semi conciencia. Esta droga era usada por la Agencia
para propósitos de tortura, traslado, y muerte de prisioneros
ilegales; para eso fue diseñada por nuestro laboratorio.

No hacía mucho que habíamos sobrevolado las islas de


Escobar, en un seguimiento por aire, (con fotos y video) del
creciente cultivo de marihuana, por parte de unos ciudadanos
paraguayos, que se habían metido usurpando los grandes
campos de las islas, en casas abandonadas. Más adelante
habíamos programado una incursión para destruir los cultivos
ilegales, y enfriar (matar) a los narcos extranjeros. Para ese
momento, solo habíamos hecho un relevamiento minucioso de
los vecinos, nos habíamos presentado como pescadores por
deporte, amantes de la naturaleza, y parábamos en diferentes
campings, y sacábamos información relevante. Los isleños
(habitantes de las islas, la mayoría nacidos allí) no estaban de
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acuerdo con la ocupación narco, de una isla abandonada, (de las


varias que componen ese Delta). Por primera vez en la historia
de las islas, habían comenzado a aparecer muertos, con disparos
por la espalda, flotando en el río Carabela Grande, o en el
Paraná de las Palmas. Esta situación a los isleños los llenaba de
miedo.

Lo anterior te lo comentaba, para que supieras que


sabíamos bien donde llevar gente despreciable, a la cual
hacíamos desaparecer. No éramos unos improvisados, al menos
a mí me gustaba trabajar al detalle. Esta historia es a finales de
1989. Y era para nosotros un preludio de lo que vendría en
1992, con otra serie de atentados en nuestro país.

Unas horas antes, y volviendo al tema de nuestros


prisioneros, los dos iraníes. Ya los teníamos en el móvil no
identificable, circulando por la avenida Cabildo, del barrio
porteño de Belgrano; buscábamos una salida hacia la avenida
General Paz, para luego retomar por Panamericana, camino a
Escobar, (íbamos hacia las islas). En eso, buscando la salida, nos
topamos con el operativo cerrojo de General Paz, por parte de la
policía Federal, nos hicieron seña que nos detuviéramos. Seguro
que les parecimos muy sospechosos, y más por los personajes
que llevábamos atrás. Detuve la marcha, y el oficial me pidió la
documentación del Spirit. La verdad es que no tenía nada para
mostrarle, salvo mi licencia de conducir, pero yo sabía que era
insuficiente, así que resueltamente le dije, que por obvias
razones no me podía identificar. Que me comunicaría con mi
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jefatura, para que les modularan a ellos y fin de la historia, al


menos eso creí.

El oficial se enfureció e insistía que bajáramos del auto,


por supuesto me negué, y le dije a mi compañero, que modulara
a nuestra base, para que ellos se comunicaran con el Comando
de ellos y nos dejaran en paz. Salimos de allí, a máxima
velocidad, sabía que por la vía legal no podrían dispararnos
mientras nos fugábamos, (en Estados Unidos, sí es legal que te
disparen si estás en fuga, aquí no, menos mal. Confiaba en el
blindaje del auto y en las oraciones de mi mamá). Comienzan a
perseguirnos, en el patrullero identificable, creo que era un Ford,
más nuevo que nuestro Spirit, pero no nos achicamos,
estábamos pasados de valentía y dispuestos a todo, sí, a todo. Mi
compañero modulaba a nuestra base, los iraníes seguían
drogados, yo acelerando a fondo por la avenida General Paz.
Atrás, como a unos cien metros, tenía el patrullero de la Federal,
con balizas y sirenas.

Luego de una persecución, por unos siete minutos, ya


para eso estábamos ambos vehículos sobre la Panamericana, y
se iban sumando patrulleros de la policía de la Provincia de
Buenos Aires, con sus camionetas VW Amarok, muy potentes.
Le pasamos la novedad a nuestra base, (Central o Comando)
para que se comunicara con el Comando de la policía de
provincia, esperamos esa modulación por el tranking (radio
especial, que transmite por una frecuencia troncalizada, difícil
de hackear). Nos persiguieron unos cuatro minutos más, hasta
que desistieron de la cacería, primero los de la Federal, y dos
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minutos después, los policías de Provincia. Al fin, nuestro


trayecto otra vez con relativa normalidad, ahora faltaba que los
iraníes despierten y cartón lleno, ¡bingo!

Nos encaminamos hasta el fondo del camino, un


mejorado en muy mal estado, el tema es que más o menos en
dos horas amanecería, y no queríamos ser vistos por la obviedad
del tema. Teníamos dos detenidos en forma ilegal, dentro de un
móvil de la Agencia. Llegamos al amarradero de lanchas de
Escobar (mal llamado puerto) y allí nos esperaba nuestro
contacto, que tenía una poderosa lancha, para atravesar
diagonalmente el Paraná; luego seguir por el río Carabela
Grande, por cuarenta minutos más. Teníamos que entrar por un
pequeño rio, por donde entraríamos al monte impenetrable, para
ejecutar a nuestros prisioneros.

¡Wow! Me adelanté un poco a contarte hacia dónde


iríamos y qué haríamos, aunque estoy seguro que ya lo habías
deducido. Le dije a mi compañero que bajara del Spirit, en
búsqueda del contacto con la lancha. Yo me encargué de vigilar
a los iraníes, estaban semi despiertos, allá veo las señas de mi
compañero con la linterna, en código Morse, (es un sistema de
representación de letras y números mediante señales emitidas de
forma intermitente.) que el tipo de la lancha estaba en el lugar
señalado. Yo esperaba el regreso de mi compañero para llevar
estos dos monstruos al destino final, para hacerlos viajar al otro
barrio, donde de seguro les espera mucho calor. Al cabo de dos
minutos, ya los estábamos bajando del auto, camino a la lancha.
Balbuceaban, y apenas caminaban con nuestra ayuda, más bien
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los arrastrábamos, y justo allí hay un destacamento de Prefectura


Naval Argentina, que por suerte no había nadie de imaginaria.
(Un oficial haciendo guardia afuera todo el día o la noche)

Por fin, ya los tenemos en la lancha, cruzando el rio.


Mientras le conté al pelado, y al capitán de la lancha, un chiste
que recordé, para aliviar las tensiones. Les dije que sabía decir la
palabra suegra, en varios idiomas: En ruso, estorbo. En chino:
¡LINCHENLÁ! En guaraní: La aguantaré. Y en Árabe: ¡Aléjala!
Mientras el pelado y yo nos descosquillábamos de la risa, al
capitán no le gustó nada. Debe ser por el susto de la situación.
Luego de unos cuarenta minutos de viaje, llegamos al pequeño
rio. Ahora nos encaminamos hacia el impenetrable, (bosque
muy cerrado por la cantidad de árboles y arbustos). Mi
compañero, porteño, sufre horrores en los matorrales, a mí me
hace acordar a mis pagos, mi tierra natal, con montes por todos
lados. (Y de paso fantaseo con la idea de que estoy llevando
maniatada a mi maldita suegra para ajusticiarla).

Ya estamos adentro del monte, no se ve casi nada, esta


parte está estudiada casi a la perfección, salvo el semejante susto
que nos pegamos con un búfalo de agua que estaba echado en el
matorral, se levantó de golpe, y nos pegamos el susto de
nuestras vidas. Los iraníes se despabilaron de repente, tuvimos
que enfriarlos allí mismo, -¡Viva la patria!- Exclamé, mientras el
pelado gritó: -¡Viva!-. Acto seguido, un tiro en la frente y otro
en el pecho, con mi Smith & Wesson, Modelo 627, que dispara
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.357 Magnum, y mi compañero tiene un .38 Special, ambos con


munición punta hueca. (Hacen más daño que las balas comunes)

No te imaginas el semejante estruendo que hicimos, pero


por ahí la gente piensa que alguien está cazando. Respecto a los
búfalos de agua, claro que no son autóctonos, pero un italiano
millonario dueño de una de las islas, trajo cinco machos, desde
que eran unos terneros. El municipio lo autorizó con la
condición de castrarlos, lo cierto es que ahora son animales
salvajes de unos mil kilogramos de peso, no era para menos
nuestro miedo y sorpresa de cruzarnos con uno de los cinco. Y
respecto a los iraníes, tuvieron un juicio abreviado y muy
rápido, la jefatura temía que se fueran sin pagar las cuentas,
planificaban un atentado (frustrado gracias a nuestro trabajo) a
la embajada. Nos ordenaron que los limpiáramos, como sabes,
eso hicimos.
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Capítulo 2
De paisano a espía
Perdona que no me haya presentado antes, todos me
llaman Charly, soy un agente de la Agencia Federal de
Inteligencia (A.F.I.) ex S.I.D.E y lo que hago adentro de la
Agencia, (decir adentro, es muy subjetivo) es de carácter secreto
para toda la población argentina. (En las historias que te contaré,
me referiré a la Agencia, preferiblemente como “SIDE”, y no
como “AFI”, por una cuestión de costumbre, nada más). Estoy a
cargo de mi propia unidad (una unidad está compuesta por dos o
más espías, uno o varios autos oficiales, con capacidad de operar
cualquier tipo de misiones). Dentro de mis variadas actividades,
es la de “eliminar la basura”, sin que nadie se entere de nuestra
intervención. La mayoría de las veces es por encargo de la
superioridad, y he cometido asesinatos de distinta índole, la
mayoría en ocasión de mi trabajo, otras por un alto sentido de
justicia (esto es exclusivamente mío).

Además cumplí tareas de infiltración en células


terroristas, y en el crímen organizado. Y el relato de los iraníes,
es producto de mi tarea de infiltrado, en dichas células, como
proveedor de medios. (Era el proveedor de los detonadores, no
de los explosivos). Ingresé a la Agencia en 1986, y la manera de
hacerlo, fue casi de película, porque quien me reclutó, tuvo el
ojo clínico para descubrir en mí, cierto talento para la logística y
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planificación. Fui de su absoluta confianza, pero esto tardó


varios años en suceder. Nunca sospecharía que esta persona,
pertenecía a los servicios de inteligencia.

Esto hace que me remita a mi infancia: Nací en una


Comuna de la Provincia de Santa Fe, llamada “La Lucila” un
pueblito rural, perteneciente al Departamento de San Cristóbal, a
ciento veinte kilómetros de la ciudad de Rafaela. Mi padre, era
un hombre violento que castigaba a toda la familia. Yo era el
hermano mayor de cuatro varones, mi madre era muy jóven,
diez años menor que mi padre, que era un tipo desgraciado,
violento, que le pegó a mi madre toda la vida, a tal punto de
desmayarla a golpes. Yo me enfurecía contra él, y arremetía con
un hacha tratando de matarlo, pero debido a mi corta edad e
inexperiencia, me ganaba de mano, y me derribaba con el primer
golpe.

Nuestra agua “potable” provenía de un aljibe, que mi


propio padre y nosotros los varones de la casa, cavamos hasta
los nueve metros de profundidad; a pico y pala. Desde allí
comenzó a brotar el tan preciado líquido (luego de varios años,
me enteré de que por allí abajo, a unos sesenta metros más o
menos, existe el Acuífero Guaraní, una de las mayores
concentraciones de agua subterránea de la región). Teníamos
tapado el pozo con unas chapas metálicas. Sacábamos el agua
con un balde atado a una soga, y obviamente salía con mucha
suciedad, pasto, bichos, algún sapo o rata que se caía al pozo. Lo
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cierto es que nunca nos enfermábamos, y ahora creo que era por
las constantes oraciones, que hacía mi mamá por nosotros.

Mi primer trabajo, fue en un tambo de la zona, o era eso,


o ir a remover la tierra para sembrar, ya que la zona es
agropecuaria, y ganadera. Preferí pedir trabajo en un tambo
cercano. También quedaba otra opción, en el pueblito estaba don
Francisco, que era el cazador del pueblo, y vivía solamente de
eso, de cazar animales de la región. Vendía su carne, pieles,
inclusive un vecino le compraba las patas y cuernos, para hacer
artesanías, como por ejemplo mates, o yerberas, de las cosas que
mencionaba antes.

Un día don Francisco, me regaló el cuero de un


carpincho, que según me contó, lo cazó a unos diez kilómetros
de La Lucila. Se fue de noche, caminando con sus perros,
expertos rastreadores, entrenados por él mismo. El animal en
cuestión pesó cerca de noventa kilogramos, y le fue imposible
sacarlo del agua. Decidió volver al pueblo, y pedirle a don
Roberto, un paisano del lugar, un caballo prestado para ir a
buscar al animal abatido, (con una escopeta calibre 16). Fue así
que se lo trajo arrastrando, era un gran animal, más grande de lo
acostumbrado, ya que la especie promedia los sesenta kilos.

Ese estilo de vida me gustaba, andar con los perros, un


arma, el monte, el peligro de los animales salvajes, etc. Entre
ellos se pueden apreciar pumas, gatos monteses, jabalíes,
pecaríes, lagartos, iguanas, yacarés, chanchos salvajes o
cimarrones, liebres, perdices, gansos, patos de varias clases,
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chajás (de esta ave de rapiña, hemos sacado como dos kilos de
milanesas de la pechuga). Hay carpinchos, nutrias, distintas
serpientes, he visto lampalaguas de varios metros, y también
cascabeles, etc. Todo esto generaba una sensación de peligro
inminente, y me producía una estimulación muy grata, de
adrenalina pura, (que luego tendría que influenciar de gran
manera, mis actividades como espía de la SIDE).

Con don Francisco, el cazador, fui a cazar muchas veces,


pero a mi mamá no le gustaba, porque le causaba terror la idea
de que me pasara una desgracia, y como yo la amaba demasiado,
me fui al tambo a trabajar, y volvía los fines de semana.
Mientras mi padre se iba de gira a San Cristóbal, a
emborracharse y andar por el burdel de la ciudad. Era un ser
muy despreciable, mientras mi mamá se dedicaba a lavar la ropa
(no solo la nuestra) de los vecinos, por unas monedas, y los
varones, que podíamos trabajar lo hacíamos.

Te cuento un hecho muy curioso de mi pueblito, que en


diez años, la población había crecido en “un” habitante, éramos
cuarenta habitantes, para que luego de diez años fuésemos
cuarenta y uno. ¿Cómo puede ser te preguntarás tú? ¿Acaso era
porque no había nacimientos de bebés a menudo? Claro que sí
nacían, (aunque había un alto porcentaje de mortandad infantil,
comparado con el de la ciudad más cercana, San Cristóbal) el
hecho curioso se daba, porque todos los jóvenes en edad de
trabajar (10-14 años) se iban del pueblo a probar suerte en la
ciudad. Algunos más audaces, se iban a Rafaela, que quedaba
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ciento veinte kilómetros más al Sur, y otros como yo, hacia


Buenos Aires.

Es así que a los catorce años me fui de casa, ya no


soportaba más, la conducta agresiva de mi padre, y la pobreza
del lugar, aspiraba a vivir distinto. Llegué a la Capital Federal,
con hambre, mi mochila y lo puesto. Sabía trabajar de cualquier
cosa, me daba maña para todo, era un pibe despierto, casi sin
formación académica, solo con la primaria terminada y a los
ponchazos). De tanto caminar el primer día, quedé muy cansado
y me dormí en el banco de una plaza.

Amaneció, y yo sin desayunar nada, extrañaba el arroz


con leche de mi mamá, y el olor a campo, el rocío sobre las
begonias, y el pino que estaba en el patio de la cabaña. Ahora
estaba en una ciudad caótica, el ruido del tránsito me provocaba
dolores de cabeza, tenía mucha sed y ganas de hacer pis, así que
un arbolito sirvió para ese fin. Vi a una señora que regaba la
vereda, me desesperé por pedirle agua de la manguera, ella
accedió inmediatamente, tomé muy rápido, me dieron muchas
ganas de vomitar, no podía creer que esa agua tuviera gusto a
lavandina, -¡qué horror!-. Agradecí la amabilidad de la señora, y
como le había dicho -“doña”- ella supuso bien que yo no era de
allí. Me apresuré a seguir buscando trabajo. Caminé por todos
lados, visité cada negocio, y fábricas, hasta que en una
carpintería donde hacían muebles, el encargado me pidió que
volviera después del mediodía, porque iba a esperar al dueño
para preguntarle si me tomaban para trabajar de aprendiz.
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Volví a la hora señalada y había buenas noticias para mí,


me habían contratado (claro está que en negro, esto es sin
beneficios, por mi corta edad). Tenía un lugar disponible como
vivienda, que era el altillo del taller. El dueño casi nunca venía,
era un tipo misterioso, hablaba poco, parecía tener mucho
dinero, andaba con personajes muy raros, como él. Hablaba en
códigos que yo no entendía, jamás había escuchado tantas cosas
raras, como por ejemplo, “QSL-QRV-QSO”. Yo era felíz
haciendo mis quehaceres, eran sencillos al principio, hasta que
me gané la confianza del encargado, para hacer cosas más
complejas, como operar maquinaria y hacer muebles chicos. Si
el encargado era un tipo insoportable, nervioso e irritable; su
suegra, lo era más. Venía a verlo seguido para pedirle plata, ella
parecía una mujer odiosa y metiche, con cara de bruja.

Luego de unos cinco años, el encargado falleció en un


accidente de tránsito, (le sobreviven, la viuda y su pequeña hija
de dos años) un estúpido conductor, que venía hablando por
celular, lo atropelló, mientras el encargado cruzaba la senda
peatonal. Y el dueño, ese misterioso personaje, me puso a cargo
del taller de carpintería, yo tenía diecinueve años. Me gané su
confianza, él casi nunca venía, pero me había regalado un
celular, pocas personas tenían telefonía móvil para ese entonces
y nos comunicábamos a diario. Un tipo raro pero amable, nada
que ver con el finado del encargado.

Pasados dos años, luego de mi veintiún cumpleaños, me


llamó a su oficina, cerró la puerta con llaves, bajó la persiana de
la ventana. De forma misteriosa, me habló sobre su trabajo, bajo
28

apercibimiento de quitarme la vida si lo delataba con alguien.


Me dijo que su identidad debía mantenerse en secreto hasta el
final de sus días. Él era un espía de la SIDE, creí que estaba
bromeando, pero por la habitación corría un aire frío, y no era
por el clima, sino que él mismo había generado un ambiente de
pingüinos, glacial, y yo me quedé mudo.

Él exclamó: -¡pibe decime algo por lo menos! ¿Me


crees?- Agregó, -Bueno, no importa, te lo cuento, porque en la
Agencia hay una vacante, y tengo que llevar a alguien de mi
suma confianza, y pensé en ti, dime ahora mismo si aceptas o
no-. Yo seguía mudo, mi aire de campesino tímido me delataba,
pero con una voz casi imperceptible, dije que sí. Inmediatamente
me llevó a la sede central (al menos la visible) sobre la calle 25
de Mayo 11. Edificio Martínez de Hoz. Allí entrevistamos a un
tipo grande, en años digo, vestido de civil, pinta de tránfuga,
cara de mafioso, con voz ronca y profunda. Me hicieron esperar
un rato en un pasillo, hasta que me llamaron de una oficina,
donde había otro personaje siniestro, de aspecto, pero un poco
más amable que el anterior. Para eso me di cuenta de que mi jefe
ya se había ido.

-Bueno pibe-, me dijo, -estás adentro- (yo no entendía ni


jota, qué significaba estar “adentro”), mientras él agregaba, que
tenía que hacer un curso de seis meses, en un campo de
instrucción secreto. Y que debía esperar dentro de las
instalaciones del edificio, que ya no podría volver al taller. Yo
me desesperé, porque allí habían quedado mis cosas, entre ellas
29

una foto muy antigua. Era un retrato de mi viejita, de la cabaña


de La Lucila. Pero ni modo, tenía miedo, así que obedecí.

Por las buenas referencias, y mi demostrada honradez,


me trataron dignamente, a otros del curso de becarios (aspirantes
a espías) los trataban muy duro. Yo hacía de Bedel, (un cargo
menor en el funcionariado administrativo de ese lugar) como
jefe de mis compañeros, les tomaba lista a las 5:30 AM, y le
entregaba las novedades al instructor de turno, o superior
inmediato. Todos hacíamos ejercicios vivos, (entrenamiento
para operaciones especiales) nos arrastrábamos todo el día, tanto
para ir a desayunar, como cuando terminábamos. Salíamos a los
panzazos del comedor, (por órdenes del instructor) al campo de
instrucción, a seguir ejecutando ejercicios vivos, al sonido del
silbato, uno, dos, uno, dos, y así todo el día.

Por la tarde, teníamos materias de teoría, sobre


antiterrorismo, derecho civil y penal, derecho administrativo,
espionaje, contraespionaje, armas y tiro, mecanismos
explosivos, antropología, culturas terroristas, repasar nuestra
historia de actividades secretas, infiltración en distintas
organizaciones criminales, y ser maestros del desastre y del
asesinato calificado, entre otras cosas.

No sé si sabías que somos tan secretos, que solo se


conocen dos agentes de manera pública, (el Secretario y
Subsecretario de inteligencia), el resto de nosotros, amparados
por las leyes de inteligencia, permanecemos en el anonimato
casi toda la vida. Figuramos como empleados administrativos
30

del Estado, cobramos por cajero automático, nos dan un recibo


de sueldo en la Agencia, bastante plata en negro. Todo esto para
poder justificar nuestra forma de vida, como si fuéramos
ciudadanos comunes. Eso piensan nuestros familiares, los
vecinos y amigos. La mayoría tiene un negocio o pequeña
fábrica para disimular más nuestras actividades secretas.

Se desconoce el número exacto de espías, aunque creo


que somos un poco más de dos mil agentes, pero esto puede ser
muy subjetivo, ya que hay elementos en casi todo el mundo,
inclusive infiltrados en las villas de nuestro querido país,
Argentina. Puede pasar que nuestros espías, se venden ellos
mismos a otros gobiernos del mundo, nosotros tenemos que
hacer tareas de contra espionaje para combatirlos, es como
dormir con el enemigo. Nadie confía en su compañero, salvo
que venga recomendado, como mi caso particular. Si viajáramos
al exterior, contamos con inmunidad diplomática, nadie puede
revisarnos, ni a nosotros ni las valijas. Esto nos permite llevar o
traer lo que queramos, legal o ilegal, no importa.

Cierro el paréntesis para contarte, que finalicé el curso,


con honores, bien cualificado (con autoridad, mérito y respeto)
para las misiones más riesgosas. Estaba capacitado para
planificar misiones y matar, dado mi manejo de armas y la
sangre fría, no me temblaba el pulso frente a las pruebas
extenuantes a las que fui sometido. Privaciones del sueño,
hipotermia, estar expuesto a fuego real (nos disparaban con
balas rasantes de verdad mientras nos arrastrábamos en el barro,
31

con gases lacrimógenos, y malos tratos de los peores que te


puedas imaginar.

Quien me había recomendado en la Agencia, mi ex jefe


de la carpintería, pidió a la jefatura poder instruirme en la faz
operativa, esto es: La calle. Así que rápidamente me encontraba
en la misma unidad en la que él era el jefe. Yo era otra vez el
aprendiz. Hacíamos muchas cosas buenas por nuestra querida
nación, y otras de las cuales nadie se sentiría orgulloso de
hacerlas, justificadas claro por la seguridad nacional.

Pasados unos dos años, de estar activamente operativo


bajo sus órdenes, mi jefe creyó que estaba listo para estar a
cargo de mi propia unidad, así que le recomendó a la jefatura
hacerlo. Ese fin de año, me asignaron un Chrysler Spirit, de
color azul, blindado, y un novato, recién salido de la academia,
recomendado de otro jefe. (Quien lo hubiera dicho, que un
muchachito de campo, sería un espía, si mamá me viera, no lo
podría creer. Mi viejita, según parece, tus oraciones fueron oídas
por el Jefe de arriba)

Así comenzamos las tareas de prevención y represión del


terrorismo y el crímen organizado. Me dediqué a participar de
escuchas telefónicas, a recibir encargos de la superioridad, para
nada dignos de mencionar. En las siguientes páginas, solo te
contaré algunos de ellos, si te contara todas las historias, de
seguro me odiarías, ya que a mí mismo me cuesta superarlas.
Me pesan en mi conciencia, si mamá estuviera aquí, le pediría
32

que hiciera esas oraciones, como cuando nos arropaba por las
noches, pidiéndole a Dios, que nos guardara.
33

Capítulo 3
Los doce apóstoles de Paraguay
Seguimos trabajando unos meses más con el asunto de
los narcos de la isla de Escobar, en las escuchas, descubrimos
que tenían connivencia (acuerdo o complicidad) con las fuerzas
de seguridad locales, que los encubrían en la producción y
distribución de marihuana. Y a nosotros nos habían dado la
orden de infiltrarnos en su organización. Así que comenzamos a
tirar líneas con los vendedores de poca monta. Probamos
primero con el infiltrado que la Agencia tenía en la villa 1-11-14
del bajo Flores, en la Capital Federal. Fuimos para allá, en el
Spirit de color azul, no sé desde dónde nos comenzaron a
disparar, gracias a Dios con calibres chicos. De seguro los
soldaditos o los satélites narcos, (hombres y mujeres que
trabajan para los narcos, en protegerlos y avisarles si hay algo
sospechoso) nos confundieron con alguna brigada de la Federal,
así que esa noche no pudimos entrar para hacer contacto con
nuestro infiltrado.

Probamos suerte de día, pero dejamos el auto a una


cuadra del estadio de San Lorenzo de Almagro, y le pedimos a
Luis, nuestro infiltrado de la villa, que nos esperara sobre la
Perito Moreno, casi frente al acceso principal del estadio
mencionado. Luis estaba irreconocible, hacía bien su papel de
mafioso. Nos llevó por los pasillos de la villa, hasta un
34

aguantadero, les dijo que éramos de confianza, que queríamos


fumar buena cannabis. Compramos unos cien gramos, era
prensado paraguayo (marihuana prensada), muy húmedo, pero
ya teníamos el contacto para volver a comprar sin nuestro
intermediario, Luis.

Tres días después volvimos a la villa, le avisamos a Luis,


para que estuviera pendiente de que no nos mataran los
soldaditos o los satélites narcos, había modulado (gestionado)
nuestra entrada. Volvimos a comprar más cannabis, pero le
dijimos que le pagaríamos buena plata si nos presentaba al
proveedor como distribuidores, (para comprar por mayor, varios
kilogramos por mes) que era el narco de las islas, le decían el
pancho. Le dejamos unos cinco mil pesos, y quedamos a la
espera de un llamado al celular, esperamos unos días y por fin
estaba el contacto hecho, no sin la ayuda de Luis, que hizo de
mediador.

Unos meses antes, a los narcos de las islas, solo los


habíamos visto por aire, en una avioneta de la Agencia, por
lancha también, pero nunca habíamos hecho contacto real, cara a
cara. Fuimos hasta Escobar, con los de la villa, se sintieron más
seguros si venía Luis, alquilamos una lancha en el amarradero
que nos llevara por el Carabela Grande hasta el lugar, allí había
doce tipos esperándonos. Se hacían llamar los doce apóstoles de
Paraguay, entramos a su territorio, esperábamos apoyo aéreo,
para liquidarlos a todos. La jefatura había ordenado no llevarlos
a juicio, por la impunidad demostrada hasta ahora, y sus
vinculaciones de todo tipo. Estuvimos hablando de negocios
35

unos treinta minutos, haciendo grandes encargos de marihuana,


también tenían allí una cocina de droga, con precursores
químicos, para hacer drogas de diseño, (inesperado para
nosotros). La efedrina la compraban con la complicidad del
Gobierno, autoridades de distintas áreas, estaban arreglados con
ellos. Y estaban todos armados hasta los dientes. Y solo éramos
tres infiltrados, contándolo a Luis, a mi otro compañero (alias el
pelado), y mi Smith & Wesson Modelo 627, era poco arsenal
para matarlos a todos, eran los doce apostólicos mugrientos y
otros dos de la villa. Catorce contra tres, no tenía un buen
presagio sobre esto, algo huele mal.

El operativo principal era que llegaran desde el aire, en


dos helicópteros, con nuestro apoyo elite, pero estaban
bastantes despabilados (alertas) los paraguayos, y se puso en
marcha el plan B, que era la llegada de los buzos, que una de
nuestras lanchas los había dejado a doscientos metros del lugar.
Ellos traían unas ametralladaroras calibres 9 mm, que podían
disparar desde el fondo del agua de ser necesario, allí
aparecieron deslizándose entre la maleza. Entre los buzos,
teníamos dos francotiradores de apoyo.

Dieron luz verde para entrar en acción. Cayó el primer


abatido por nuestros snipers (francotiradores con rifles), ninguno
de los narcos escuchó de donde vino el disparo, allí sacamos
nuestras armas. Luis tenía una pistola Colt calibre .45 que hizo
estragos, sumado a mi magnum .357. Los buzos tácticos
entraron en combate, no quedó ninguno de los apóstoles con
vida, Luis mató a los de la villa, que estaban a su lado. Acto
36

seguido incendiamos los cultivos de marihuana, con granadas de


napalm, (un combustible que produce una combustión más
duradera que la de la nafta simple); habrán sido unas diez
hectáreas cultivadas más o menos. Hicimos unos pozos, de un
metro de profundidad (me hizo acordar al aljibe de La Lucila
que hicimos con mi padre y hermanos) y enterramos catorce
narcos paraguayos). El operativo terminó sin novedades para
nosotros, nadie salió herido de la Agencia. Unas horas después,
se corrieron rumores entre los isleños, que otro grupo narco los
había eliminado.
37

Capítulo 4
Los mercenarios
Esta operación secreta, se trataba de otra infiltración, con
algunas particularidades. Sería por contratación privada, (en
parte éramos mercenarios, muy caros, no solo espías) por parte
de un empresario millonario de la Capital Federal, que requería
de servicio especializado para hacer un trabajo muy discreto. La
Agencia solo lo hacía con clientes de confianza, que nunca
delatarían nuestra actividad secreta, o sus días estarían contados
(los mataríamos).

Su único hijo varón, (aquí en Buenos Aires)) se había


puesto de novio con una jóven de la provincia de Neuquén, la
dejó embarazada, y ella huyó hacia su provincia natal,
rompiendo el noviazgo. Llegado el tiempo, dio a luz a un bebé
de hermoso aspecto (vimos fotos), ella le notificó a su antiguo
novio, padre del bebé, y este muchacho se lo contó a su padre, a
este millonario contratante de nuestras actividades. Intentaron
por las buenas establecer contacto, para poder ver a la criatura,
pusieron abogados, utilizó sus contactos políticos y policiales, y
no se logró nada, (nadie quería verse envuelto en un escándalo).
El bebé ya tenía poco más de un año de edad y seguía en
Neuquén, con su mamá y con otra mujer, que desconocíamos el
vínculo.
38

Hacia allá nos envió la jefatura (el millonario arregló con


nuestros jefes los honorarios de la negociación y rescate) y a
nosotros nos tocaba el 50 % de la comisión, para ese entonces
eran unos quinientos mil dólares para cada uno, es decir, para mi
compañero y para mí, había un millón para repartir, libre de
gastos. Llegamos a Neuquén en el Spirit de color azul, para
tratar de entablar una negociación onerosa (con dinero), con la
implicada, de nombre Carla. Era una preciosa chica, jóven, que
vivía con su abuela, y el bebé, nieto del empresario contratante.
Le sacamos fotos a ella, cuando salía a comprar, y se las
enviábamos al empresario vía Whatsapp, y nos confirmaba que
sí, era la chica en cuestión. Al bebé nunca lo vimos salir para
nada de la casa, ubicada cerca de los cerros, solo a través de la
ventana.

Mi compañero (el pelado) le salió al cruce, quiso caerle


simpático, pero no lo logró. Era una chica muy hermética y
desconfiada. Así que se lo dijo de frente, que era un amigo del
ex novio y que venía a negociar. Hablaron de dinero, para
intentar convencerla a que accediera a que el padre biológico lo
viera los fines de semana. Ella se negó rotundamente y le
advirtió al pelado que se fuera, o haría la denuncia policial.
Comunicamos la novedad a nuestros jefes, para ver hasta donde
querían llegar con este asunto, se habló en principio de
secuestrar al niño, no de matar a nadie, pero las cosas se
complicaron bastante. Cuando regresamos al hotel en donde nos
hospedábamos, notamos que nos habían robado la computadora
portátil y la cámara de fotos, donde teníamos las instantáneas de
39

la chica. Nosotros nos habíamos registrado con pasaportes


falsos, ahora había que hacer algo rápido o fracasaríamos.
Comunicamos lo del robo a nuestros superiores, pero no hicimos
denuncia policial al respecto, nos dieron la orden de ejecutar a
las mujeres y secuestrar al niño; con la promesa de más dinero.

Yo me quería morir, me había agarrado un ataque de


moralina impresionante, había hecho cosas muy feas, pero esta,
la de matar a la madre del pequeño y a su abuela, se pasaba de la
raya, en mi humilde opinión, pero mi compañero me dijo: -
Charly, lo hacemos o somos boleta nosotros, ya sabes lo
peligrosos que son nuestros jefes. Y yo le respondí, -tienes
razón, lo hacemos esta noche pelado-.

A la noche, vaciamos nuestra habitación de las cosas


personales, y limpiamos nuestras huellas, y cerca de las 02 AM,
nos fuimos para el barrio de la chica, el pelado le metió ganzúa
(un instrumento para abrir cerraduras) a la puerta del frente, pero
tenía una barra de hierro atravesada del otro lado, así que nos
fuimos por el fondo. Allí había otra puerta cerrada, además
había un perro negro, gigante y por demás feo, (se parece a mi
suegra cuando se enoja por algo) el pelado lo durmió tan rápido
que ni yo me di cuenta. Ya estamos en el patio trasero, metió
ganzúas, esta vez tuvimos suerte, pudimos entrar. Era una casa
de unos cuatro ambientes, no había planta alta, nos habíamos
echado suertes, para ver quien enfriaba a quien, por suerte me
tocó la vieja, y al pelado la jóven. Estaban en habitaciones
separadas, pero no sabíamos en cuáles, y el bebé estaba en otra
40

más pequeña, lo descubrí después. No había varones en la casa,


salvo el pelado y yo, ah, y el bebé.

Cuando llego a una de las habitaciones, era la del bebé,


que dormía plácidamente, (tenía abrazado un osito de color
celeste). Luego fui a buscar a la vieja, (era mi objetivo). Ya me
había mentalizado que era mi suegra, de esa manera me iba a ser
más fácil matarla, hasta con alevosía. Para eso el pelado también
estaba haciendo una incursión desconocida, no estábamos
acostumbrados a trabajar sin conocer previamente el terreno,
pero debido a lo del robo del hotel apresuramos todo. Por fin
encontré a la vieja, en su habitación había mucho olor a
flatulencias, muy asqueroso; le puse mis manos en el cuello, y
ejercí tanta presión que le rompí algo, porque se murió muy
rápido, mientras dormía, la mandé al otro barrio.
Inmediatamente me cercioré que el pelado hubiera enfriado a
Carla. En esa tarea estaba, así que fui y agarré al pibe para
subirlo al Spirit, tenía semejante traba de fierro por dentro la
puerta del frente, con buena razón no pudimos abrirla. El bebé
comenzó a lloriquear, lo tuve que drogar, o el escándalo hubiera
sido mayor en la calle, podría despertar a medio barrio. Salimos
de allí de vuelta a Buenos Aires, con el pibe y sin mamadera
para darle, la busqué, pero no la vi por ningún lado. Por el
momento dormitaba drogado el bebote.

Nos esperaban otros mil doscientos kilómetros de


regreso, y el bebé se despertaría en una hora o dos, era la
primera vez que drogaba a alguien tan pequeño, la teoría la
conocía bien, pero ahora estaba en la práctica, mientras había
41

que buscar algo para comer y comprar pañales. Ya está


amaneciendo, y el bebé ya se despertó, su madre y abuela ya no
están. Él se encuentra viajando con dos asesinos entrenados por
el Estado nacional. Y mi conciencia me acusa horriblemente,
extraño hablar con mi mamá de mis penas y dolores del alma.
Mi única persona de confianza, en Buenos Aires, es mi jefe, el
dueño del taller, quien me recomendó con la jefatura, para
ingresar como espía operativo, su apodo es Mike. Luego a mi
regreso, hablaré con él de cómo hace para superar estas
aberraciones del trabajo.

Ya estamos llegando a la casa del millonario, me duele la


cabeza, el bebé comió solamente banana, en casi doce horas de
viaje, allí nos esperan también nuestros jefes, en un barrio
selecto de Nordelta, la gente de seguridad ya sabe que tenemos
que pasar sin la requisa de costumbre. La casa del millonario es
impresionante, lujo por donde la mires, hay por lo menos cuatro
empleadas domésticas a la vista, allí está Tony, el atorrante de
mi jefe, tomando algo con el dueño. Le entregamos al bebé,
recogemos la plata (debido a los contratiempos, hay un millón
de dólares para cada uno en vez de la mitad pactada con
anterioridad). Nos felicitaron por la misión cumplida, y nuestra
eficacia para hacer el trabajo. Somos de no mirar atrás, no ver en
los diarios de noticias, si aparecen nuestros crímenes o no, salvo
por alguna cuestión particular, sino no.
42

Capítulo 5
Problemas de conciencia
Por lo fuerte que ha sido esta misión, no me puedo
concentrar, le pedí a la jefatura una licencia (vacaciones) de dos
semanas, a regañadientes me la dieron, también al pelado.
Aprovecharé para ver a Mike, para contarle lo de mi conciencia,
no sé si puedo seguir haciendo estas cosas. Me pregunto si habrá
cosas peores, no sé por qué, pero creo que sí. Unas horas
después hablé con mi jefe Mike, quedamos en vernos en una
pizzería de Flores, cerca de la plaza, sobre avenida Rivadavia.

-¿Mike, secuestraste bebés alguna vez en tu carrera y


mataste a sus padres?- Él me respondió que hizo cosas peores,
llevó adelante operativos en la Dictadura militar, más aberrantes
que las mías. -¿Y cómo lo soportas Mike, tu conciencia siente
algo?- Me respondió que vivía atormentado como yo lo estoy
ahora. Me dijo que contaba con una especie de confidente, un
ministro Luterano, de una iglesia del centro. Que se habían
hecho amigos, pero que Mike no le contaba los detalles, le
hablaba de manera general de cosas feas del trabajo, y el
ministro lo aconsejaba y oraba por él. -Justo eso necesito yo-,
dije, -extraño las oraciones de mi mamá-. Me hizo el contacto
con ese ministro protestante, concerté una entrevista y me fui a
verlo de manera urgente. La iglesia tenía aspecto de muy
antigua, nunca antes había entrado a una, de ninguna clase. En
43

mi pueblo, La Lucila, no hay iglesia cerca, a unos quince


kilómetros sí, pero nadie iba. Mi mamá se la pasaba orando y
cantando, pero que yo sepa nunca fue; porque mi padre se lo
prohibía.

-Me contó Mike, que necesitabas ayuda-, me dijo el


ministro. Yo no sabía ni cómo decirle, su nombre lo desconocía,
y le dije: -Sí ministro, mi conciencia no da para más, hace dos
días que no puedo dormir-. -Puedes llamarme Juan-, replicó.
-Bueno Juan, gracias por recibirme tan rápido, no sé si hay que
pagarle algo de la consulta-. -No mi amigo-, respondió sonriente
(esa sonrisa, me hacía recordar los cachetes regordetes de mi
mamy, cuando se reía alegremente, como Juan) -Podemos
hablar como grandes amigos, no te voy a defraudar Charly-
aseguró. Así que le conté la misma mentira que le dijo Mike,
que éramos policías Federales, que habíamos tenido
enfrentamientos armados, con trágicas consecuencias. Me dijo
que Jesús me amaba a pesar de todo y de mí mismo, pero que
me amaba demasiado para dejarme así como estaba ahora, que
Él podía transformar mi vida. Yo le dije que lo dudaba, agregué
que me tenía que ir, saludé a Juan con un apretón de manos y
me fui. (No podía creer las estupideces que me decía el ministro
protestante, que Jesús me seguía amando a pesar de las cosas
malas que yo había hecho. Él ni siquiera se imaginaba las cosas
atroces que hice, y que seguiría haciendo por la obediencia
debida a mis superiores. Estaba de barro hasta el cuello.)

Aproveché mi licencia (vacaciones), y me fui a mi tierra


natal, en el Spirit de color azul, a la provincia de Santa Fe, La
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Lucila pobre que recordaba, pero llena de alegrías, todo gracias


a la mamá que tenía, era tan bella, dócil, pero a la vez aguerrida.
Recuerdo de mi infancia que una vez, doña Emperatriz (ese era
el nombre de mi mamá) en una madrugada, mi viejo no estaba
en casa, seguro se había ido al burdel de la ciudad. Escuchamos
ruidos fuertes, en el pequeño corral de las cabras. Mi madre se
levantó como relámpago, con un palo en la mano, que medía
como un metro y medio de largo. Se fue para el corral, allí había
un puma amenazante, que acechaba a una cría de cabra, pero
seguía con vida. Mi mamá me mandó para adentro de la cabaña
con un empujón, salvaguardando mi vida, mientras yo gritaba
como chancho que lo estaban carneando. La noche era más fría
que otras. Vi la valentía de esa mujer admirable, era como una
leona peleando contra el puma carnicero, le asestó varios golpes
certeros en las fauces de la fiera, hasta que salió huyendo
despavorido. Ese puma había conocido a doña Emperatriz, la
vieja brava que me mudaba de pueblo a patadas, cuando traía
una mala nota de la escuela de San Cristóbal. A la vez era una
mujer dulce, pero fuerte y valiente, nadie como ella, única e
irrepetible; eternamente jóven y bella.

Cuando llegué al pueblo, apenas si lo reconocí. Cada vez


menos gente, y mi casa materna, bastante arruinada. Hasta que
la vi a ella, a doña Emperatriz, (me costó reconocerla, ya no
tenía los cachetes regordetes, estaba muy flaca y chiquita, con
cara de mucho sufrimiento). Doce años después, ella me
reconoció al instante, y salió corriendo a recibirme, -¡MAAA!-
le grité llorando, nos fundimos en un abrazo interminable. -Te
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quiero mucho mamy-, le dije entre lágrimas, -extraño mucho tus


oraciones-. -¡Hijo tantos años!-, exclamó. -Pasá, que hice arroz
con leche, ese que tanto te gusta, mi gordito dulce-. -No me
hagas reír mamy, ya soy un hombre-. -Seguís siendo mi niño-,
agregó, -no has cambiado nada, excepto tu mirada, es más dura
ahora-. -Si mamy, necesito hablar contigo, pero luego del arroz
con leche, sentate mamy que te sirvo un poco y comemos
juntos-. La viejita se sentó, y nos pusimos al corriente.

Le pregunté por el viejo, me dijo que ya no estaba, hace


unos seis meses, volvía borracho a casa, desde San Cristóbal a
nuestro pueblo, y cruzando la ruta, fue atropellado por un
camión jaula, de esos que llevan vacas, y murió al instante,
según las autoridades del lugar. Y quedó solita desde entonces.
Mis hermanos la veían los fines de semana. Fue allí que le
propuse que se viniera conmigo, a Buenos Aires, que le
compraría una casa para ella sola, pero me dijo que no, que allí
estaba todo lo que ella quería. No dudé en comprarle el tambo
cercano, donde trabajé por primera vez. Antes de decirle a ella
sobre el regalo, me fui en el Spirit de color azul al campo, fui a
verlo al dueño, don Rómulo. Le ofrecí muchos dólares, tres
veces más de lo que valía en realidad. No pudo resistirse, y
quedamos en que nos veríamos en la Escribanía de San
Cristóbal para firmar los papeles. Allá la llevé a mi mamá,
previamente pasamos por una tienda, para comprarle un lindo
vestido, de color lila claro, su preferido, luego a la peluquería, y
un ramo de rosas, estaba hecha una pinturita. Cuando entramos a
la Escribanía, lo vio a don Rómulo, el vendedor secreto. Se
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pusieron a hablar, y casi le agarra un síncope cuando se enteró


de la gran sorpresa, era la única flamante dueña de un tambo,
con trescientas vacas, muchas de ellas preñadas y con terneros
mamones, y setecientas hectáreas de campo para pastar y
sembrar.

Le avisó a sus otros tres hijos, que andaban changueando


de agricultores, para que se vinieran para el tambo. Yo mandé a
hacer una perforación para el agua, ahora quería encontrar las
napas del Acuífero Guaraní, a más de 60 metros de profundidad.
Hicimos la mudanza el mismo día. Sacamos todas las cosas de
la vieja, y llevamos las siete cabras que nos quedaban, le compré
una camioneta 4x4 a mi mamá, para que no quedara
incomunicada los días de lluvia, porque teníamos unos veinte
kilómetros de tierra, hasta el pavimento más cercano. Cada vez
que llovía en la zona, nadie podía entrar o salir, a menos que
tuvieran una 4x4; solo los dueños de los campos tenían esas
camionetas. Uno solo de mis hermanos tenía experiencia
manejando tractores, pero nunca camioneta. Siempre hay una
primera vez, decía la viejita.

Una vez instalada en su nueva casa, me pidió con


lágrimas en los ojos, que me quedara con ella. Le dije que lo
pensaría, que debía resolver unos temas en Buenos Aires, y unos
serios problemas de conciencia, le mentí a mi viejita, como lo
había hecho con el luterano, que era un oficial de la policía
Federal, y que había tenido unos enfrentamientos armados de
manera sucesiva, con gravísimas consecuencias. Ella me miraba
fijamente, no lo podía creer, entonces fue a buscar un libro, de
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color rojo, tapa dura, con letras doradas en la tapa. Era una
Biblia muy antigua,(allí recordé algo de cuando era niño, esa
Biblia siempre estaba abierta sobre una mesita, en Salmos 91,
que decía algo sobre la protección de Dios) según ella, había
pertenecido a su abuela materna, luego pasó a su mamá, para
que finalmente llegara a sus manos y a su cuidado. Me dijo, -
querido hijo, en este precioso libro, dice que Jesús te ama y que
está dispuesto a perdonarte cualquier pecado que hayas
cometido, sea cual sea, Dios te ama y te perdona, sino, en vano
sería la cruz de Su Hijo Jesucristo y su sangre derramada, es
para nuestro perdón hijo-.

Eran casi las mismas palabras del luterano Juan, las que
no pude creer en ese momento, ahora, de los labios de mi mamá,
sonaban más armoniosas que una canción y sabían más dulces
que la miel de campo. Ahora las creía, y sentía alivio mi
corazón, mi mamá me dijo, -hijo tu mirada, ahora es como la de
aquel muchacho de catorce años que se había ido con rumbo
incierto-. Dijo entonces, -mi hijo ha vuelto-. -Ayayay, me estás
matando mamy, ahora no me quiero ir de tu lado, mi conciencia
encontró la paz que buscaba-, pero ella inmediatamente replicó,
que no era ella, sino que Jesús estaba conmigo, que Él era real, y
nuevamente comencé a dudar de esa realidad que ella afirmaba
con tanta fe, yo no tenía fe para nada. Le dije que me quedaba
unos días más y que luego por razones laborales, debía
presentarme en la Capital Federal. Vi que sus ojitos brillaban
más que el sol de verano, pero eran lágrimas, que reflejaban
mucha nostalgia.
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Comí arroz con leche varias veces al día, y pan casero,


con dulce de leche preparado por las manos expertas de mamá,
creo que aumenté cerca de cinco kilogramos, en siete días.
Llegada la madrugada del lunes, partí para Buenos Aires, a la
Agencia otra vez, para recibir instrucciones, nuevas órdenes del
servicio. Mi mamy me dijo: -Hijo, vuelve pronto a verme, y ve a
hablar con ese luterano, de nombre Juan-. -Si mamá, te lo
prometo-. Nos abrazamos, y me fui en el Spirit de color azul.
Nunca tuvo tanta tierra este auto, y yo hacía rato que no era tan
felíz como esa última semana. Llegué a la Agencia, me notifiqué
de las órdenes del servicio, y me fui a buscar al pelado, para
nuestro próximo operativo.
49

Capitulo 6
El violador de Núñez
Teníamos una nueva misión, en las vías de la Estación de
trenes de Núñez, había sido violada y estrangulada una chica
jóven, de unos quince años de edad, estudiante, hija de un fiscal
general de la nación. Había que ubicar a esa rata violadora, y
enfriarla. Le había robado el celular a la chica, había cambiado
la tarjeta Sim, pero podíamos rastrear el aparato, gracias a la
tecnología GPS que traen todos los celulares. Nuestro Comando
indicaba que la señal se había activado en la villa Mitre, del
barrio porteño de Saavedra, lindante con el de Núñez. Había que
infiltrarse en la villa, yo hacía el trabajo de las fotos. Me vestí de
paisano y sacaba fotos al frente de un edificio (pero en realidad,
gracias a la cámara especial de la Agencia, tenía el ángulo
regulable, yo enfocaba al edificio, pero les sacaba fotos a unos
sujetos que estaban a unos quince metros en diagonal, de donde
yo estaba.

Comparé las fotos, con el identiquit robot, que hizo un


vecino, que vio la escena final del atacante de la jóven, cuando
le estaba apretando el cuello. El violador al darse cuenta que
había un testigo, intentó asesinarlo también, pero no pudo, ya
que el testigo le ganaba en porte al atacante de la niña. Había un
parecido con uno en particular, pero a decir verdad, todos se
parecían entre sí, el mismo corte de pelo, a lo villero, todos de
50

piel negra, con vestimentas deportivas, gorras viseras, etc. Era


muy difícil poder identificarlo, le mostré la foto al pelado, él se
vistió de ciruja, y fue juntando cartón, con aspecto de borracho.
Nuestro Comando indicaba que era la manzana número treinta,
donde la señal del celular se había activado. Pasaron los días sin
lograr avances significativos. Hasta que la señal del celular se
activó, otra vez en la misma manzana; en una comunicación con
telefonía fija. Ese número indicaba que era en la provincia de
Santa Fe, en la ciudad de Rafaela; yo la conocía, porque para ir a
mi pueblo, tenía que pasar por allí.

Me ofrecí a ir personalmente, en compañía del pelado.


La jefatura me dio la dirección y nombre del titular de la línea
fija. Para allá nos fuimos en el Spirit. Pasadas unas siete horas
de viaje, ya estábamos en el lugar, nos costó encontrar la
dirección, ya que las calles no tenían el cartel correspondiente
con su nombre, pero preguntando uno llega a cualquier lado
(dicho de mi querida mamy). La titular de la línea, era tía del
engendro mutante, se llamaba Rosa Sánchez, la ubicamos y le
contamos una historia creíble, no la real. Le dijimos que éramos
de la delegación de la Policía Federal, de esa provincia, y que
buscábamos a su sobrino por narcotráfico. La convencimos de
que tenía el teléfono intervenido por orden de un juez federal y
que si ella, u otro familiar, no colaboraban con nosotros, los
arrestaríamos por cómplices. Ella como buena provinciana, se
asustó bastante, nos dio la dirección de su sobrino, y demás
datos filiatorios, como nombre y apellido, alias, y una foto
reciente. Le decían “laucha” y era un apodo bien certero, hasta
51

se parecía físicamente a una laucha, la teníamos que matar,


éramos los controladores de plagas.

Esta vez en seis horas estábamos en Buenos Aires otra


vez, en el barrio Mitre, con la data (información) precisa. Había
que esperarlo, ahora teníamos una foto aportada por su tía
querida, y la laucha debía caer en la ratonera. Esperamos en las
cercanías de la manzana treinta, por tres días. Ambos vestidos
de cartoneros, con un vinito tinto en caja, de esos bien baratos.
El pelado prendió un porro de cannabis, estábamos perdiendo el
tiempo, riendo, hablando fuerte, y luego de unas tres horas, la
laucha salió de su madriguera, directo a la trampa. Venía a
pedirnos un poco del porro que tenía el pelado, le dio lo que
quedaba. Yo le mandé picana eléctrica, lo desmayamos con
disimulo, pasó la camioneta nuestra, y nos subimos todos, la
laucha incluida, que a propósito tiene un olor muy asqueroso.

Nos fuimos a nuestro centro de detención clandestino, y


procesamos al detenido, está demás aclarar que no iba a tener un
juicio justo, ¿Verdad? Luego de pasada la novedad, de la
captura del laucha, y que habíamos recuperado el celular de la
niña. Se hizo presente el padre, con custodia policial, por su
condición de fiscal general, pero el vehículo de ellos se quedó
afuera de nuestras instalaciones, y solo ingresó el fiscal. Pasó
por la oficina, y luego al segundo subsuelo, a la primera leonera
(calabozos) y se lo dejamos a su antojo, podía hacer con él lo
que quisiera, su mujer no quiso venir. Él venía cargado con
mucho odio, por la muerte tan horrenda de su pequeña.
52

Comenzó a insultarlo, le pegaba patadas en los testículos


de la laucha, lo molió a golpes, pero no quiso quitarle la vida.
Por una cuestión de conciencia, dijo, que nos encargáramos
nosotros. Salió de la leonera en parte satisfecho, pero eso no le
devolvería a su hija, pero sí evitaría otras violaciones por parte
de la laucha. Aprovechando que nuestra leonera era a prueba de
ruidos, no demoré mucho el final anunciado, pero antes de
pegarle el tiro de gracia en la frente con mi Magnum, le pegué
un tiro en una pierna primero, luego en la otra, y en la
entrepierna. Antes de que perdiera el conocimiento, le llegó la
hora señalada del tiro en la frente. Había sangre de laucha por
todas partes, era muy coagulada y caliente. Y los sesos pegados
en los barrotes de la celda, el techo y la pared, y parte también
en mi cara, la Magnum .357 hace desastres.

El pelado lo metió en la funda (Bolsa especial para


cadáveres). Merendamos algo en el comedor del centro de
detenciones, y lo metimos en el baúl del Spirit de color azul.
Nos fuimos hacia las islas de Escobar, nuestro contacto nos
estaba esperando, en menos de una hora y media, ya estábamos
en el amarradero de lanchas, subiendo los restos de la laucha.
Esta vez le pedimos a nuestro piloto, que nos llevara a la
confluencia del Paraná Miní contra el Paraná Guazú, más lejos
que otras veces (a pedido del fiscal). Nos llevó unas dos horas
llegar allí, parece un pequeño mar la unión de estos ríos, y
tienen una profundidad de casi cuarenta metros en ese sector. Lo
atamos como matambre, con alambre fardo (utilizado en las
construcciones de casas), varias vueltas alrededor del cuerpo,
53

para que cuando se hinche, no explote. E improvisamos un


ancla, con unas bolsas llenas de piedras que trajo el capitán, para
mandarlo al fondo del río. Lo bueno del lugar, es que no hay
isleños cerca, es una zona muy inhóspita (con bosques
impenetrables y alejados de la civilización). De allí nos fuimos a
nuestras casas, a dormir, misión cumplida, una rata menos en el
mundo. En unas horas hay que reportarse en la Agencia, para las
nuevas órdenes de servicio.
54

Capítulo 7
El doble homicidio de Pompeya
Todavía estábamos franco de servicio, (descansando, el
pelado también) cuando me modulan por el tranking, que
me presentara urgente en la Agencia. Pasé a buscarlo a mi
compañero, y todavía no habíamos llegado, que suena la
radio otra vez, pero ahora quien modulaba era Mike,
(recuerda que era el dueño de la carpintería donde yo
trabajaba, y que él fue quien me presentó como becario o
aspirante) el pelado responde: -“Móvil 134 en QRV”- (del
código “Q” que se utiliza para las comunicaciones radiales,
significa: Atento y en escucha). Mike modula diciendo: -
“Venga vía QSO”- (que significa, que lo llamemos por
teléfono) inmediatamente, lo llamamos para ver qué sucedía.

Él estaba consternado, casi no podía hablar, la voz se le


entrecortaba, en medio de sollozos, dijo: -“Mataron a mis
padres, vengan a la base”-. Nosotros no salíamos del
asombro. Le dijimos que en diez minutos llegábamos al
Comando. Allí estaba él, con una cara de tristeza
impresentable, y nos hizo seña que habláramos con el jefe.
Pasamos al despacho de Tony, (uno de los máximos jefes,
con un humor muy particular) el cual ordenó que nos
sentáramos. Nos dijo que hubo un doble homicidio, en el
barrio porteño de Pompeya, que un tipo o varios, no se sabía,
55

habían matado a fierrazos, a una pareja de abuelos


octogenarios. Lamentablemente eran los padres de Mike,
nuestro otro jefe. Agregó que la policía local no estaba
investigando, que la puerta de la casa de los abuelos, estaba
franjada y con consigna policial, por orden del juzgado de
turno.

-¿Cuáles son las órdenes del servicio, jefe?- (le pregunté


lleno de angustia) Tony respondió, que Mike necesitaba
todo nuestro apoyo, para hacer todo lo necesario, para
encontrar al o los responsables de este brutal crímen. Nos
planteó además, que el comisario de la seccional 64° no
había dado mucha información, y quedó claro que esos dos
ancianos (una señora de ochenta y dos años y el viejito de
ochenta y cinco) mucho no le importaban, y que tenía todo
su personal abocado a otras tareas más importantes. Nos
llenó de indignación esa respuesta, llena de inoperancia e
ineptitud. Nos hicimos pasar por gendarmes, sacamos los
uniformes de nuestra proveeduría institucional, y una
camioneta Ford Ranger, de color verde, y salimos para
Pompeya. En eso que salíamos, Mike nos hace seña de que
venía con nosotros, y traía una hoja de papel en la mano.

Cuando llegamos al domicilio señalado como la escena


del crímen, en la puerta había un agente de la Federal, de
consigna, tanto la puerta como el portón de la finca, estaban
franjados (se coloca una faja de papel, firmada por testigos y
autoridad competente, para “sellar” la escena del crímen),
Mike se presenta como el hijo de las víctimas, y le muestra
56

la hoja que trajo desde nuestra base. Era una orden del juez
(faxeada) que lo autorizaba a él y a sus acompañantes, a
entrar a la escena del crímen (la casa de sus padres). El
vigilante (el agente) moduló a la comisaría 64° para darles la
novedad, despegó la faja, y luego pasamos por el portón del
garaje. Cuando ingresamos, noté que a la izquierda nuestra,
(todo dentro del mismo terreno) estaba la vivienda, y hacia
el fondo, en línea recta a nuestros pasos, había un gran taller
mecánico, de autos. El papá de Mike, hacía carburación, y
mecánica en general. Hacía también el escaneo de
computadoras del automotor, pero no había autos en
reparación en ese momento. Salvo un auto muy antiguo, al
parecer hacía mucho que estaba allí.

Llegamos al sitio exacto donde los ancianos fueron


abatidos a fierrazos, había sangre a unos metros de la entrada
del taller, y más sangre al fondo, cerca del banco de las
herramientas. Sacábamos nuestras conjeturas, pero no
teníamos acceso a la causa hasta ese momento, no habíamos
visto las fotos, ni el plano, ni leído el informe del forense,
Mike sabía tanto como nosotros, (muy poco, sin detalles de
nada). Estábamos vestidos de gendarmes, para actuar en
paralelo (supuestamente) con la Federal. Nos fuimos a la
comisaría 64° para hablar con el taquero (una forma de
decir, para referirnos al comisario) estacionamos en la
puerta de la dependencia, le preguntamos al imaginaria
(suboficial de guardia en la puerta, del lado de afuera) si
estaba el jefe, nos dijo (previo saludo uno, que es levantar su
57

mano derecha, y llevarla cerca de la cien) que se había ido,


pero que estaba el segundo jefe (un subcomisario). Pasamos
a la oficina de guardia, nos presentamos con el ayudante (el
oficial que tomas las denuncias, en el primer escritorio a la
vista) mostrándoles nuestras credenciales (falsas por
supuesto) y nos llevó a la oficina del segundo jefe.

-Señores, ¿Qué puedo hacer por ustedes?- Dijo


amablemente. Respondí, -señor, estamos aquí por una orden
política, en colaboración con ustedes para tratar de
esclarecer el doble homicidio, que sucedió esta mañana en
su jurisdicción. Necesitamos ver el expediente que se inició,
para ver las novedades de la causa, testimonios, fotos y todo
lo que nos ayude para dar con los responsables del crímen-.
Respondió, -sí muchachos, lo que sea necesario, disculpen
que no tengamos personal para investigar este hecho, pero
ahora le digo al principal de judiciales, que traiga el
expediente-. Le dije que por favor nos hiciera una copia, en
menos de diez minutos, ya estábamos con ese ejemplar de la
causa en la mano, mientras Mike esperaba en la camioneta.

Salimos otra vez para el lugar de los hechos, esta vez


para hablar con todos los vecinos que nos pudieran ayudar.
Mientras vimos las fotos, (Mike se largó a llorar
desconsoladamente) notamos que la anciana, fue asesinada
cerca de la entrada del taller, y que el anciano fue ultimado
cerca del banco de las herramientas, en el fondo. Ambos
con la cabeza destrozada. Distancia entre un cuerpo y otro,
ocho metros. Arma del crímen, una barreta de hierro macizo,
58

de un metro de largo (hallada en la escena del crímen),


sospechoso, ninguno, testigos, ninguno. La carátula, doble
homicidio en ocasión de robo. No teníamos más que eso,
nosotros teníamos para todo el día, y Mike estaba hecho un
espantapájaros, no servía de mucho. Modulamos (hablamos
por radio) a otra unidad que lo pasara a buscar, antes de irse,
nos dijo que él mismo quería matarlo a fierrazos. Le dijimos
que se quedara tranquilo, que lo íbamos a encontrar, y que lo
llevaríamos al centro de detención, en menos de una semana.

Comenzamos a hacernos preguntas, como por ejemplo:


¿puede un hombre de ochenta y cinco años hacer mecánica
general? Si es así necesita tener buen estado físico para
desarmar un motor, o el tren delantero, o cambiar un
embrague, etc. Sí aceptábamos la idea de que pudiera hacer
carburación y el escaneo por ser un trabajo liviano. Pero nos
hacía ruido la idea de que trabajara solo, para la mecánica
general creo que se necesita ayuda. Según Mike, su padre
había estado trabajando hasta los días previos al crímen; era
muy conocido en la zona de Pompeya.

Comenzamos a indagar a todos los vecinos, si sabían qué


había sucedido, o si sospechaban de alguien. Casi todos
respondieron de manera negativa, otros por miedo no dijeron
nada. Cambiamos nuestro repertorio de preguntas, y solo nos
concentramos en que si alguien sabía, que el anciano tuviera
un ayudante. La mayoría respondió que no se acordaban,
otros que no sabían nada. Pero un vecino, de esos curiosos
que nunca faltan, pero muy oportuno esta vez. Nos dijo que
59

sí, que era un hombre corpulento, de unos cuarenta años de


edad, que no era del barrio, y que hacía como un año que
trabajaba con el viejo. Agregó que a veces desaparecía, que
no era un tipo responsable, y que no sabía cómo se llamaba.
Por lo menos teníamos algo, que nuestra sospecha de un
posible ayudante, era cierta. ¿Cómo haríamos para dar con
su paradero? Teníamos que seguir investigando.

Tuvimos muy en cuenta esa cuestión, que a veces ese


ayudante, desaparecía. Pensamos que, se dedicaría a otra
cosa o trabajaba para algún otro taller de la zona. Pompeya
es grande, puede inclusive hacer changas para el lado de
provincia, en Villa Alsina, Lanús, o en cualquier otra parte.
Comenzamos con los talleres más cercanos, estuvimos todo
el día recorriendo, disfrazados de gendarmes, y no en el
Spirit, sino en la Ranger verde. En fin, en los talleres de la
zona de Pompeya, nadie sabía nada al respecto. Pasaron tres
días sin tener novedades del ayudante de mecánica, y Mike
nos rompía la paciencia a cada rato, bueno era comprensible.
Pero necesitábamos estar tranquilos para poder pensar una
estrategia que nos llevara al homicida de sus padres.

El cuarto día de búsqueda, nos fuimos para Alsina,


Lanús, del otro lado del puente, (allí está el famoso
maloliente Riachuelo) recorrimos todo el día, buscando por
los talleres mecánicos, y nada, no había respuestas que nos
ayudara en la pesquisa (investigación). Nos quedamos sin
buenas ideas, excepto comenzar desde el principio, es decir,
los talleres cercanos a la escena del crímen. Pero
60

formularíamos otra pregunta más específica, la anotamos en


nuestro apuntador portátil, para preguntarla así, -¿Señor,
cuando usted tiene mucho trabajo, contrata algún refuerzo
eventual para que lo ayude?- Teníamos anotados unos treinta
y siete talleres mecánicos, en un efecto espiral, tomando
como centro, la escena del crímen.

Comenzamos otra vez, ya era el quinto día de búsqueda,


estábamos en donde habíamos comenzado. Recorrimos el
mismo camino, las mismas direcciones, (con una pregunta
distinta) íbamos por el taller número dieciocho, cuando el
dueño del mismo nos dijo, que cuando le entraba mucho
trabajo, llamaba a un conocido de él, que se llamaba
Enrique, que el día de ayer, había estado trabajando allí. Le
preguntamos si dejaba alguna de sus pertenencias en su
taller, a lo cual respondió afirmativamente, que en un
casillero metálico, dejaba su ropa de trabajo. -Por favor,
muéstrenos-, le dije con exaltación. Nos llevó personalmente
al interior del taller, cerca del baño, estaban los casilleros a
los que este hombre se refería. Nos señaló el casillero de
Enrique, que estaba cerrado con candado. Lo abrimos casi
desesperadamente con un golpe, y encontramos un pantalón,
muy sucio, lleno de grasa de auto, y un pullover de color
azul claro, que tenía pelos blancos, y unas manchas que
parecían de sangre.

Nuestra jefatura (a pedido nuestro) había solicitado al


juez una orden para ver los cadáveres de las víctimas en la
morgue judicial. La pasamos a buscar y nos fuimos para allá.
61

Cuando llegamos, le mostramos la orden al policía de la


entrada. Anotó los datos de nuestras credenciales (las de
gendarmes) y nos dejó pasar. Fuimos por el playón hasta el
fondo del edificio, otra vez teníamos que mostrar la orden,
de paso queríamos ver el informe de las autopsias.
Esperamos unos cuarenta minutos, nos hicieron pasar (si en
la puerta que está cerca de la calle, se siente un olor fuerte
cadavérico, en esta parte del fondo del edificio es
insoportable). Pasamos por un largo pasillo curvado, muy
raro, hasta unas heladeras gigantes, nos mostraron los
cuerpos, le dijimos que nos dejaran solos unos minutos.
Mientras leíamos los informes preliminares, el pelado
aprovechó de cortar unos pocos cabellos, e hisopar un poco
de sangre de la cabeza (que las tenían destrozadas) a ambos
cuerpos. Queríamos comparar estas muestras de cabello y
sangre, con las del pullover azul claro, que habíamos
secuestrado del taller; lo haríamos en nuestro laboratorio.

Nos fuimos a la base, se nos había impregnado el olor a


muertos de la Morgue Judicial. Nos hicimos un baño
químico (nos rociamos mucho perfume por todo el cuerpo) y
llegamos al laboratorio de la Agencia. Le entregamos a los
técnicos, el pullover del presunto culpable, y las muestras de
cabello y sangre de los ancianos, que se llamaban Mónica y
Cristóbal. Como ya era tarde, nos pidieron que volviéramos
en unas seis horas. (Les pedí que me modularan por radio
cuando el cotejo estuviera listo). Nos fuimos a descansar,
volver a casa, la mejor parte del día.
62

Cerca de las cuatro de la madrugada, suena la radio, era


la gente del laboratorio, que el cotejo de muestras estaba
listo, y había dado positivo. Eso significaba, que teníamos al
autor del doble crímen. Me fui a buscarlo al pelado, otra vez
uniformados de gendarmes, pasamos por la Agencia, a
buscar los resultados del laboratorio, para mostrárselos a la
jefatura. Teníamos su nombre de pila y lugar esporádico de
trabajo. Había que ir otra vez hacia allá. Pasamos por la
oficina de Tony, le dije que estábamos cerca de atraparlo, y
que le avisara a Mike, que pronto estaríamos en el centro de
detención con novedades. Estaba por salir de la oficina del
sarcástico Tony, cuando me obliga a escuchar otro de sus
chistes:
- Buenas le llamamos por una encuesta. ¿Su nombre?-
- Adán-.
- ¿Y el de su mujer?-
- Eva-.
- Increíble, ¿la serpiente vive allí también?-
- Sí un momento. ¡¡SUEEEGRAAAA!!, la buscan...-
Fuimos a Pompeya, al taller donde a veces Enrique
trabajaba, eran cerca de las ocho de la mañana, el taller
estaba cerrado, según el cartel abría a las ocho treinta. Nos
fuimos a desayunar con el pelado, a la avenida Cruz y
Cacique. A las ocho treinta volvimos al taller, estaban
abriendo en ese momento. Pero Enrique no se había
presentado, porque había poco trabajo. Le dijimos al dueño,
que colaborara con nosotros en detenerle, que teníamos una
orden del juez para ello. El dueño lo llamó por teléfono, para
63

que viniera a trabajar, y cerca de las nueve cuarenta y cinco


llegó al taller. Nosotros estábamos a una cuadra, para que no
viera la camioneta verde y nuestros uniformes de
gendarmes. Cuando vimos a un hombre con las señas
particulares, entrar al taller, nos fuimos hasta allí muy
rápido. Nos bajamos empuñando nuestras armas, y lo
agarramos cuando se estaba por cambiar de ropa. Le
colocamos las esposas, y lo subimos a la camioneta. De allí
directo al centro de detención, le modulamos a Tony que
teníamos novedades. Y lo felicité por sus chistes de suegras.

Una vez allí, en el segundo subsuelo de la dependencia, en la


primera leonera, lo teníamos a Enrique listo para ser ajusticiado
por Mike, quien llegó a los pocos minutos, detrás de nosotros.
Trajo una barreta similar a la que usó este animal, para matar sin
piedad a dos ancianos indefensos. De nuestro interrogatorio,
surgió lo siguiente: Que Enrique le reclamaba a Cristóbal, una
deuda de dinero, de trabajos anteriores. Y que Cristóbal no le
quería pagar. Comenzaron a gritarse uno al otro, a tal punto que
el griterío llegó a oídos de Mónica, esposa de Cristóbal, que
estaba en la vivienda. Para eso, Enrique ya le estaba pegando
con la barreta al anciano, cuando vio a la anciana acercarse, se
apresuró a golpearla en la cabeza. Ya que ella le dijo que
llamaría al 911. Luego arremetió otra vez contra Cristóbal,
varias veces más en la cabeza. Le sustrajo la billetera que tenía
en el pantalón, y estaba claro que al momento del brutal ataque,
llevaba puesto el pullover de color azul claro.
64

Mike agradeció nuestra tenacidad y eficacia, pero ahora era


su turno, para terminar el trabajo. Enrique estaba amordazado,
era golpeado por Mike, en las extremidades inferiores, muchas
veces, luego en los brazos, el estómago, la espalda, la boca (le
rompió todos los dientes. Yo conté como unos cuarenta golpes,
más o menos, para luego hacerle el submarino seco (colocarle
una bolsa de nylon en la cabeza, intentando asfixiarlo) lo hizo
varias veces, hasta llevarlo al borde de la muerte, pero luego le
pegó con mucha furia en la cabeza, como unas treinta veces
más, era un enchastre muy asqueroso, había sangre y sesos por
todas partes, y Mike, literalmente estaba bañado con la sangre
del finado (persona muerta) Enrique, se fue para el otro barrio.
Ojalá pudiera hacer lo mismo con la horripilante de mi suegra.
Bueno, otra vez para las islas de Escobar, el pelado ya está
enfundando al fulano. Dejamos la camioneta, y salimos en el
Spirit azul.
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Capítulo 8
Crímen organizado
Para mediados de la década del 90, una de las más
poderosas bandas del crímen organizado, asolaba a la Argentina,
con numerosos asaltos a bancos y blindados, inclusive robando a
nivel internacional, salían en las noticias a diario. Habían
matado a muchas personas, inclusive a policías, para cometer
sus atracos. Para la Agencia esto no era tan inquietante, porque
era materia policial. Además estábamos muy enfocados al
espionaje y antiterrorismo. Hasta que se filtró un dato, en las
escuchas telefónicas a los iraníes que habíamos enfriado en las
islas de Escobar. Era que se mencionaba reiteradamente, a La
iguana ese era el alias de un capo del crímen organizado,
perfectamente vinculado a altos mandos militares, y se lo
sindicaba como el principal proveedor de explosivos, a los
terroristas. (Dinamita, C4, pentolita, etc.)

Los iraníes no habían confesado nada, así que por


órdenes del Comando los habíamos enfriado. Y seguimos la ruta
de los explosivos, la información nos llevaba hasta la triple
frontera, pero no pudimos avanzar, más que en la convicción, de
que los finados terroristas habían cruzado a nuestro país por allí.
Aun nos faltaba averiguar lo del proveedor de explosivos. Eran
también utilizados por la propia banda de La iguana, para el
asalto a los blindados, aparte de usar calibre .50, y lanzacohetes.
Esta organización contaba entre quince y veintitrés miembros
operativos, ladrones, asesinos profesionales, muy fríos y
66

sanguinarios. De la peor calaña (un modo despectivo sobre la


condición de alguien), salidos de las distintas villas más grandes
y peligrosas de la Argentina, como la 1-11-14, las ranas, fuerte
apache, villa Diamante, y otras. Investigando más a fondo,
teníamos en común algo: Usábamos el mismo hacker (una
persona utilizada por la Agencia para crímenes informáticos).

Como decía antes, el hacker, es muy usado por la


Agencia, tenemos los propios, (que son agentes de la SIDE)
pero son pocos, y hay mucho trabajo. Detectamos por este
medio el tráfico de información y otros delitos. De vez en
cuando hacíamos tratos con estos personajes, sin bandera ni
patria, ciudadanos del mundo primero, y luego en segundo
término, de su nación. Les pagábamos bien, pero las súper
bandas del delito, también. Los usaban para hackear sistemas de
alarma satelital, y así poder robar sin mayores complicaciones.
Nosotros les habíamos pinchado el teléfono a todos los hackers
que trabajaban para nosotros, eso nos llevó a sospechar de
Marco, un jóven hacker de reputación dudosa, que trabajaba
para mi unidad; en las escuchas que le hicimos, se mencionaba
a la iguana.

Lo fuimos a buscar, y lo amenazamos de muerte a él y a


su familia, sino colaboraba con nosotros para llegar hasta La
iguana. No es tonto para rechazar nuestra oferta tan generosa, de
perdonarle la vida. Le ordenamos que nos diera información de
todos los miembros de la banda, y de los próximos atracos, que
nos diera el número de teléfono de La iguana, para poder hacer
las escuchas. Hizo todo lo que le pedimos, e hicimos un
67

monitoreo de llamadas del celular de la iguana, para ver con


quiénes hablaba y de dónde sacaba los explosivos. También le
ordenamos al hacker, que nos presentara con la banda, como
proveedores de un inhibidor satelital. Que puesto en la calle,
valía este servicio, cien mil pesos, y les servía para robar
camiones en movimiento, impidiendo que se disparara la alarma
del mismo. Muy requerido por los piratas del asfalto, otra
modalidad de esta súper banda.

El Comando ordenó que lo detuviéramos, ilegalmente


claro, para poder sacarle información acerca de los explosivos.
A través del GPS de su celular (Sistema de Posicionamiento
Global), sabíamos dónde estaba, pero siempre con la custodia de
su propia banda, habría mucha notoriedad si lo hacíamos a la
vieja escuela (matarlo con mucha violencia delante de quien sea
necesario). La propuesta del hacker a La iguana, respecto del
inhibidor, no dio resultado, era muy desconfiado. Entonces
había que planearlo mejor. Esperamos la oportunidad en la cual,
el sospechoso iría al odontólogo, tenía turno reservado, y seguro
se movería con menos gente de su banda. Así fue a esa consulta,
solamente escoltado por dos de sus lugartenientes (hombres de
confianza armados). El capo subió solo a la consulta, en unos
monoblocks de Lugano 1 y 2, cerca del autódromo. Montamos
un operativo en conjunto con varias de nuestras unidades y el
grupo táctico, apresamos a los tres, los traslados secretamente al
centro de detenciones.

Era el momento de interrogar al capo, de dónde sacaba


tanta cantidad de explosivos, que usaba él en sus atracos, y les
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proveía a los iraníes, para hacer atentados en nuestro país.


Reconoció el vínculo con los iraníes que habíamos torturado
para sacarles información, sin resultados positivos. La iguana
solo se limitó a decir eso, nada más. No era un tipo al cual
pudiéramos asustar fácilmente; así que pasamos a la fase dos,
que era privarlo del sueño e inyectarle pentotal sódico (suero de
la verdad). Así estuvimos dos semanas, le quebramos el sueño y
la voluntad. En su celda poníamos música Góspel a todo
volumen las 24 horas, le hacíamos el submarino seco, y como
variante el submarino mojado. Así hicimos con los otros dos
secuaces, pero ellos no hablaron sobre los explosivos, estábamos
seguros de que de verdad no lo sabían. Hasta que en el día
número veinticuatro de torturas e interrogatorios, La iguana
cantó lo que sabía.

Nos dio un dato revelador, que un primo de él, milico,


(militar) trabajaba como directivo de la Fábrica Militar de Villa
María, ubicada en Córdoba. La especialidad era en pólvoras y
explosivos, era su único proveedor. Nos dio el nombre de su
primo y la jerarquía. Dimos la novedad al Comando; recibimos
nuevas órdenes, que era la de enfriar a estos tres aparatos (La
iguana y compañía), e ir a buscar y asesinar, al Teniente
coronel Pizarro, en Villa María, Córdoba. Vayamos por partes,
dijo Jack el Destripador, en el segundo subsuelo, la primera
leonera, visitamos otra vez a nuestros prisioneros, y los
gaseamos con cianuro de hidrógeno. La verdad es que estaba
harto de ver tanta sangre, y mi magnum .357 hace desastres, así
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fue más fácil para el pelado enfundarlos. Y ya sabes para donde


fuimos a deshacernos de los cuerpos. (Sí, exacto, a las islas)

Hicimos inteligencia de Estado, para averiguar dónde


vivía el Teniente coronel, esperábamos que no fuera dentro de
las instalaciones de la Fábrica Militar. Al fin dimos con la
dirección del milico, era a unos veinte kilómetros de la planta,
en una barrio cerrado, con seguridad privada. Aclaremos algo,
en ninguno de los dos casos (la fábrica o el barrio privado) eran
obstáculo para cumplir nuestra misión. Somos especialistas en
casi todo, principalmente en eliminar blancos imposibles, y este
milico no sería la excepción a la regla. Sí sería más riesgoso
para nosotros, matarlo en el predio de la planta militar, con tanta
custodia y pólvora en el lugar.

Hicimos guardia varios días, para estudiar la rutina del


teniente. Sacamos fotos, lo seguimos, y estudiamos la ruta de
regreso a su casa. Planeamos su eliminación al detalle, había que
decidir si dejaríamos con vida a su familia. Queríamos hacerlo a
la vieja escuela, con mucha violencia, que pareciera un vuelto, o
un atentado; en una parte del camino, entre su casa y la fábrica,
había campo, como diez kilómetros del recorrido. En el Spirit,
teníamos muchas armas de todo tipo, y un lanzagranadas,
(un M72 LAW, es un antitanque de 66 mm, de un solo disparo,
descartable; capaz de hacer mucho daño). Con ese artefacto lo
sacudimos al milico, proveedor de explosivos, para robos y
terrorismo. Mientras lo seguíamos, de su casa al trabajo, en la
parte del camino rural, a setenta metros de distancia, por afuera
de la ventanilla del acompañante, activé el antitanque, apunté y
70

disparé; lo mandamos hasta el otro barrio. En circunstancias


como estas, te confieso que tengo ganas de escapar hacia el
tambo de mi mamá, a comer arroz con leche y pan casero; que
me haga una oración, para calmar el caos de mi alma. Mucha
violencia sin parar casi todos los días, demasiado para cualquier
persona.
71

SEGUNDA PARTE
El justiciero
En esta segunda sección del libro, ya conociendo mejor
al personaje principal, lo veremos en la situación de hacer
justicia por mano propia. Él te contará más detalles al respecto.
Ya vimos su faceta de infiltrado, ahora lo veremos como un
justiciero, al que le hierve la sangre, cuando ve al más desvalido
y débil, en apuros. También hará lo mismo, frente a los
conductores que ponen en riesgo su vida o la de otros. Esto de
seguro le hará recordar (al personaje) la muerte del encargado
del taller, en el cual trabajó por varios años. Pero mucho más la
muerte de su padre, cuando volvía borracho, desde San
Cristóbal a su casa, en La Lucila, Santa Fe.

Todos llevamos dentro, algún sentido de justicia, y como


en nuestro país hay una justicia considerada como muy lenta, y
de hecho a veces muy injusta, en donde por “x” motivo se
favorece al victimario, y no a la víctima. El personaje central,
Charly, se lo toma muy personal. Él te contará, que estos hechos
sucedieron entre medio de otras misiones. No cabe duda alguna,
que Charly, era un tipo muy peligroso, al servicio de la
inteligencia del Estado. Y él justifica casi todo lo que hace. ¿Te
recuerda a alguien en especial? (casi todas las personas,
intentamos justificar ciertas cosas, Charly no es la excepción)
72

Capítulo 1
La chica semi desnuda
En los días que asediábamos los pasos de La iguana,
estábamos recorriendo en el Spirit azul, por el microcentro
porteño. Cuando de repente sobre la calle Uruguay, a metros de
la avenida Corrientes, vemos que por la vereda, corría una chica
con poca ropa puesta, y otras prendas de vestir en sus manos. A
ambos nos llamó la atención, y le dije al pelado que se acercara
con el móvil para ver qué le ocurría. Nos contó que un tipo la
quiso violar. Eran cerca de las cinco de la mañana. La subimos
al auto, y nos indicó dónde había sucedido el hecho. Cuando
llegamos, había un tipo en la puerta del edificio señalado, semi
desnudo también. La chica lo señaló como el autor de la
tentativa de violación. Arremetí contra él, con uno de los
bastones que llevábamos en el auto. Lo metí a golpes en el hall
del edificio. El hombre me explicaba que ella era una prostituta,
a la que él se había negado a pagarle por el servicio sexual
prestado.

Era otra la situación que me había contado la chica, le


dije al pelado, por radio, que la trajera, el Spirit quedó mal
estacionado sobre Uruguay. Cuando los pusimos uno frente al
otro, la chica contó la verdad. Que era prostituta, y que el tipo
no le quiso pagar, y que habían pasado la noche juntos, por una
suma de dinero pactada, setecientos pesos. El vivo no le quiso
73

pagar, se pelearon, él la golpeó bastante, para violarla otra vez.


Él quería pagarle cien pesos, ella reclamaba lo pactado, que eran
setecientos pesos. El sujeto dijo que no tenía plata para pagarle.
Lo agarramos entre los dos, para que la chica pudiera patearle la
entrepierna, así lo hizo como unas diez veces, además le robó el
reloj, un anillo de oro y la billetera. Y yo le pegué unos cuantos
bastonazos, para que aprenda. La chica terminó de vestirse allí,
y nosotros seguimos la pista de La iguana. Un poco de justicia
rápida y eficaz no viene mal.

El viejo de la katana

Una semana antes, de que enfriáramos a los iraníes en las


islas, estábamos recorriendo un barrio del conurbano
bonaerense. Teníamos la data (información) de que en la villa
Puerta de Hierro, estaba un cómplice de los terroristas, que
acondicionaba un utilitario, para ponerle los explosivos. Hasta
donde sabíamos, era un argentino, de cincuenta años, apodado el
chivo, y al parecer tenía una barba muy singular. Estábamos
circulando por la avenida Crovara, cerca de Cristianía, buscando
un vehículo con características similares, para pasar por la
frecuencia, el dominio, y saber si poseía pedido de secuestro. En
eso que recorríamos por la avenida mencionada, quisimos
sobrepasar una VW Transporter, de color blanco. Pero nos lo
impidió haciendo una maniobra peligrosa e inexplicable.
Disminuimos la velocidad, para intentar sobrepasarlo de nuevo,
pero hizo la misma maniobra para no dejarnos pasar. Yo ya me
74

había puesto furioso. Por un momento pensé, que algún


delincuente nos había descubierto o confundido con alguna
brigada. El Spirit tenía aspecto de vehículo policial, aunque no
lo era, tal vez por el color azul, no sé.

Decidimos modular a la base, para pasarles un dominio


(patente) en tránsito (en circulación), la operadora nos dijo que
la patente no tenía ningún impedimento (no tenía pedido de
secuestro), y que correspondía a la marca y modelo que le
habíamos suministrado. Le pedimos la pertenencia (titular) del
vehículo, el resultado fue que estaba a nombre de una mujer.
Aceleré a fondo para pasarlo, aunque con las ruedas del lado
izquierdo, nos subimos al cordón divisorio de la mano contraria.
Pudimos pasarlo, le crucé el móvil y tuvo que frenar de golpe.

Nos bajamos con el pelado, con el auto casi en movimiento.


El conductor venía acompañado por una adolescente. Yo me
bajé con el bastón en la mano, lo mínimo que quería hacerle, era
pegarle con el palo. El pelado sacó la escopeta Bataan 71. (Una
recortada) Cuando atiné a abrirle la puerta del conductor, divisé
que al lado de la palanca de cambios, tenía una katana (espada
japonesa) y la empuñó con el ademán de bajarse, para cortarme
en pedacitos. No me preguntes en qué momento fue, que hice un
paso atrás, y ya tenía mi magnum .357 apuntándole. Cuando vio
el arma, comenzó a temblar. Yo le apunté al estómago para abrir
fuego sobre él. Y la jovencita, de unos catorce años, como un
rayo saltó sobre su padre, y se interpuso en la línea de fuego,
suplicando que no matara a su padre. Ese acto de amor puro,
hacía mucho tiempo que no lo veía, fue conmovedor. Desistí de
75

pegarle un tiro, lo bajé del vehículo, y le pegué unos cuantos


bastonazos, y nos llevamos la katana (que la tenía de manera
ilegal, porque no tenía la credencial que le debería otorgar el
RENAR (Registro Nacional de Armas). Mientras nos íbamos
del lugar, por el retrovisor notamos que la Transporter se había
quedado allí; y nosotros ya habíamos llamado mucho la
atención.

Un robo sangriento

Un día, recorriendo por las cercanías de villa Diamante,


en Lanús, provincia de Buenos Aires, por la avenida Coronel
Osorio, siguiendo otra pista terrorista. Divisamos que un grupo
de hombres armados, habían robado una camioneta, en lo que se
conoce como, modalidad entradera. Le habían pegado un tiro al
conductor de la misma. Decidimos dejar lo que estábamos
haciendo, y comenzamos a perseguirlos, eran cuatro
delincuentes armados. Que estaban a punto de llegar a la villa, y
sabíamos que nada podríamos hacer si lo hacían. El pelado sacó
la pistola ametralladora Steyr TMP, calibre 9 mm. Y abrió una
ráfaga de treinta disparos en dos segundos. Mientras le
cambiaba el cargador, vimos cómo la camioneta se incrusta
contra un poste de luz. Nos bajamos y los rematamos a todos,
arrojando luego una granada incendiaria de Napalm, en el
interior del vehículo. La gente de la villa salía a los gritos, con
palos y armas en las manos, para rescatar a estos mugrientos.
Nosotros de manera desesperada huimos del lugar.
76

El revólver Custer .32 largo

La comunidad judía de Argentina, había sufrido una


serie de atentados, con coches bomba. El comando nos había
asignado los barrios porteños, de Boedo y San Cristóbal, para
recorrer la zona en búsqueda de cualquier cosa sospechosa,
como personas o paquetes misteriosos. Además de dialogar con
los rabinos de las sinagogas de la zona. Íbamos por la calle 24
de Noviembre, barrio de San Cristóbal, cuando una señora pedía
auxilio a viva voz. Nos acercamos hasta ella, y nos decía que
estaban robando en el local de la librería, de la misma vereda,
pero unos veinte metros hacia atrás. El pelado se quedó
poniendo a resguardo a la civil. Mientras yo me acercaba
rápidamente a la persiana metálica del local, la misma estaba
baja, con la pequeña puerta del centro abierta. Alcancé a divisar
que dentro, detrás del mostrador, estaba el delincuente
encañonando a la empleada, una chica jóven, exigiéndole la
recaudación de la caja registradora, mientras la manoseaba
indecentemente. Supuse que además la iba a violar. (Él mismo
la había obligado a bajar la persiana del comercio)

Le grité que bajara el arma, y comenzó a dispararme con


su arma. Yo estaba parapetado (ponerse a resguardo) detrás de la
persiana metálica, a la altura de mi cabeza, se abolla desde
adentro el metal, por los impactos de bala, provenientes del
77

interior. Además escuché un click metálico, había uno de los


disparos que no le había salido. Miro rápidamente, y la chica
había salido corriendo hacia el fondo del comercio. Aproveché
para abrir fuego con mi magnum .357. Él estaba empuñando el
arma con las dos manos, parecía un maldito profesional o
instructor de tiro, además de tener buena puntería.

Yo disparé una sola vez, y di en el blanco. Cayó detrás del


mostrador, gritando como chancho que lo estaban carneando.
Fui sigilosamente hasta el mostrador, con la precaución de que
no me disparara otra vez. Lo vi tirado en el suelo, se agarraba la
mano izquierda, la tenía destrozada. El tiro le había entrado por
el puño, le caminó a lo largo del brazo, y le salió por el hombro,
explotándoselo. Un hecho muy curioso, fue que su sangre no era
líquida como las demás, era muy espesa, y se formaban
coágulos, muy raro. Pensé que podía estar muy drogado, o con
alguna enfermedad. Yo sin piedad, le pegué un tiro en la frente,
enviándolo al otro barrio. Para ese momento, la chica sale
corriendo hacia el frente del local, gritando en estado shock. No
podía quedarme allí, a esperar a la policía. Mi identidad no debía
trascender.

El pelado ya estaba con el auto en la puerta, salimos de


allí, y le modulamos a nuestra base, para que se comunicara con
el Comando de la Federal, y desplazara a sus móviles, para que
acudieran al lugar. La operadora me pregunto si necesitábamos
ambulancia en el QTH, (en el lugar) le dije que no había apuro,
(por el muerto) salvo por la chica que estaba en shock. Pude ver
78

el arma del delincuente, era un calibre .32 largo, marca Custer,


menos mal, porque si era una 9 mm, me habría dado en la
cabeza, al perforar la persiana metálica. Y respecto al abatido,
era un preadolescente, que no superaba los catorce años de edad,
y al parecer ya era un experto tirador y un depredador sexual.
Me causó mucho placer matarlo y salvar a la chica del robo y la
violación. Es un mugriento menos en el mundo.
79

Capítulo 2
No conviene hablar de esto
Hasta aquí te he contado solo unas pequeñas cosas que
hicimos, no todas. La verdad es que hicimos muchas locuras, en
pos de nuestra libertad, hablo como argentino. Hice muchas
cosas malas, muy malas. Mi mamá se moriría de un infarto si las
escuchara. Le costaría creerlas, porque ella sigue pensando en
mí como un niño dulce. Abro un paréntesis, para contarte que
pronto iré a verla, al tambo de La Lucila, para ver cómo anda y
darle una mano. Y volver a comer ese arroz con leche, y pan
casero, de seguro volveré a ganar unos kilos, esta vez iré con el
pelado, para ir a cazar al monte. Volviendo a los temas laborales
importantes, no te he contado cómo nos encargamos de enfriar a
muchos de los grupos neonazis, o de las Maras (pandilleros
violentos), los rezagos del ku klux klan, racistas y xenófobos de
todo tipo. Y a los grupos menos relevantes, solo los hicimos
cruzar a nado, el Riachuelo, desde la ribera del lado capital
(Pompeya) hacia el lado de provincia (Lanús). Imagínate, ese
líquido negro, maloliente del apestoso Riachuelo, y estos
mugrientos nadando en él, para salvar sus vidas. A nosotros
nunca se nos ahogó nadie, pero a otras fuerzas que hicieran lo
mismo sí, varios murieron, ejecutados o ahogados.

Desde que estoy en la Agencia, 1986 al presente, te


puedo contar que hemos colaborado activamente con los
80

distintos servicios secretos del mundo. Incluso con la CÍA y el


Mossad. Participamos (en el Backstage, detrás de escena) junto
con ellos, en varios golpes de Estado en Latinoamérica, yo
estuve en los siguientes: – 1989: golpe de Estado en Paraguay. –
1997: golpe de Estado en Ecuador – 2000: otra vez, golpe de
Estado en Ecuador. -2002: golpe de Estado en Venezuela –
2004: golpe militar en Haití. No sé mucho de política, solo soy
un espía operativo, que obedezco a los altos mandos del Estado.
Participamos en la eliminación de todos los objetivos, a nivel
internacional, que nuestros jefes nos ordenaron.

La fatídica combi ilegal

Te seguiré contando, acerca de mis rabietas como


justiciero (o loco, depende cómo lo mires). Esta vez nos habían
asignado la zona de la plaza de mayo, y del Congreso de la
Nación, para hacer tareas de inteligencia. Circulábamos con el
pelado, por la avenida de Mayo, cuando una de las combis
truchas (ilegales) levantaba pasajeros con normalidad. Pero
luego salió de manera violenta, hacia el carril por dónde
veníamos nosotros. No tuvo tiempo de frenar el pelado, y nos
destrozó el Spirit azul, y luego se dio a la fuga. Comenzamos a
perseguirlo, estaba con pasajeros, que iban hacia provincia.

Lo seguimos por la calle Combate de los Pozos, hasta


que subió la autopista. Antes fue imposible sobrepasarlo.
Nuestro Spirit era más veloz que la Mercedes Benz Sprinter. Le
dije a mi compañero que se pusiera a la par de la combi, le hice
señas al conductor de que se detuviera. Tenía aspecto de barra
81

brava de fútbol, vestido con ropas deportivas de color verde, y


aspecto muy mugriento. Haciendo caso omiso a detenerse,
disparé contra él en movimiento, a unos ciento veinte kilómetros
por hora. La combi tenía el cristal de la puerta del conductor
levantado, pero mi magnum hizo desastres otra vez. No creo que
haya sobrevivido sin una ambulancia cerca. Por el impacto del
disparo, y la pérdida de conciencia del mugriento, la combi se
fue yendo contra el Guardarraíl de la autopista 25 de Mayo; Un
mugriento menos. Y nosotros solicitamos un auto nuevo, el
Spirit había cumplido su misión. ¡Si ese baúl hablara, estaríamos
en serios problemas!

A punto de ser degollada

Por órdenes superiores, nos habían asignado la zona de


Pompeya, debido a que una célula de mafia china, estaba
asolando la zona, con extorsiones y asesinatos, la policía Federal
no había podido frenarla hasta ese momento. Uno de los
empresarios chinos amenazados de muerte, vivía en la zona que
nos habían asignado, tenía buenos contactos políticos.
Recorríamos con la VW Amarok de color blanco esa
jurisdicción. Habíamos parado en una de las esquinas cercanas
al domicilio de la víctima, para comer un sándwich. Cuando
observamos, que a media cuadra, sobre la calle Esquiú, un
hombre de apariencia extranjera pedía auxilio. Nos acercamos
para ver qué sucedía. Era un ciudadano boliviano, que estaba
borracho, y que nos indicaba que en su domicilio, cuatro
personas iban a matar a su esposa. El pelado me dijo que no le
82

hiciéramos caso. Pero yo me acordé de un dicho de mi mamá:


“los niños y los borrachos siempre dicen la verdad”

Le pedí al hombre que nos indicara su domicilio, nos


llevó hasta una puerta de chapa, despintada. Y le pregunté: -
¿Señor, está seguro que esta es su casa?- Me respondió
afirmativamente. Pero estaba cerrada. Le pedí la llave, pero no
la tenía. Yo ya estaba dudando de su versión. Pero momentos
después, mis dudas fueron evacuadas, cuando desde el interior
de la finca, había pedidos de auxilio, muchos gritos, de mujeres
y niños. Sin dudarlo un segundo más, rompí la puerta de una
patada, ingresé con la .357 en la mano, apuntando hacia el
frente. Eran tres casas, en forma de PH. La del conflicto parecía
ser la del fondo, había mucho movimiento, gritos desesperados.
Yo gritando -¡Alto! ¡Alto! ¡Alto!- Y cuatro sujetos salen de la
vivienda, mientras varios niños vienen corriendo hacia donde yo
estaba. Tenían de rehén a una mujer, boliviana, con un cuchillo
en la garganta, ya le habían hecho algunos cortes en el cuerpo y
estaban dispuestos a matarla. Le modulé al pelado, que estaba
afuera con el borracho, para que trajera el fusil Sniper (un
modelo M40 con mira telescópica)

Sin querer, teníamos una toma de rehenes, una mujer


herida, y muchos niños, más cuatro delincuentes. El pelado
desde la puerta ya tenía en la mira al secuestrador. Le dispara
justo en la frente, la mujer cae al piso juntamente con el
delincuente, pero a salvo. Un poco cortada pero sobreviviría, y
bañada en la sangre y los sesos de su victimario. Mientras tanto,
los otros tres intentaron saltar el muro de la medianera contigua.
83

Pero los rematé por la espalda con mi magnum .357 con


munición punta hueca. Mientras le modulaba a nuestra
operadora, para solicitarle que desplazara patrulleros de la
Federal o de Gendarmería, nos informó, que mientras nosotros
estábamos allí, habían tiroteado el frente de la casa del
empresario chino. Le dije que teníamos cuatro fiambres
(muertos) allí, y que no éramos Dios para estar en todas partes.
Salimos de allí, antes de que llegaran los patrulleros, que ya se
escuchaban las sirenas. En la puerta, estaba el borracho, y un
niño como de tres o cuatro años, boliviano también. Me miró, y
me dijo: -Señor, muchas gracias por salvar a mi mamá-. -De
nada pequeño-, le respondí.

El borracho nos contó brevemente, que el dueño de la


propiedad, les había mandado a estos matones, por una deuda de
dinero, y que para obtener lo que buscaban, estaban torturando a
la mujer. Estaban dispuestos a degollarla a ella y a los niños,
para que el borracho les diera el dinero (yo sospechaba que
podía ser una deuda por narcotráfico). Qué locura, pensaba,
tanta sangre por un poco de dinero. Pero ya no me sorprendía
nada. Excepto la gratitud de ese pequeño, por tener viva a su
mamá. El pelado estaba conmovido, por la sencillez y amor de
ese niño. De allí nos fuimos a la casa del chino, a una cuadra. En
efecto, habían tiroteado el frente de su casa. Pero nadie había
resultado herido, nos dijo que vio cuando un vehículo de color
gris salía de allí a toda velocidad, rumbo a la villa 1-11-14.
Salimos en búsqueda del vehículo, sin hallar nada. Le enviamos
un Whatsapp a Luis, nuestro infiltrado en la villa, para ver si nos
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podía ayudar con esa información. Quedó en averiguarnos si se


sabía algo de ese atentado por parte de la mafia china.
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Capítulo 3
Sin salida en el monte de los chañares
Una semana después, de la toma de rehenes en Pompeya,
quedamos con el pelado de salir juntos de licencia (vacaciones).
Pedimos permiso en la Agencia. Pasamos por la armería de la
Dependencia para llevarnos armas y equipamiento. Y Tony, el
jefe, siempre tan sarcástico, nos dijo: -“vayan con Dios y su
bolsa llenas de armas”-. Salimos para La Lucila, al tambo de mi
mamy. En el nuevo móvil, una VW Amarok de color blanco.
Habíamos llevado unas escopetas 12/70 para cazar en el monte.
Llevamos brújulas y miras con visión nocturna para los fusiles
FAL calibres 7.62 mm. Llegamos de madrugada, mamá ya
estaba levantada, seguro que haciendo sus oraciones diarias. Nos
abrazamos fuerte, le hice sonar los huesitos de la espalda. Le
presenté a mi compañero, y comenzamos a comer arroz con
leche, pan casero y dulce de leche. El pelado no paraba de
comer al igual que yo. Mamá me mostró que las vacas estaban
saludables y dando mucha leche. Además me señaló que casi
todas las hectáreas de su campo estaban listas para sembrar soja
y maíz.

A la tarde fuimos a visitar a nuestro antiguo vecino,


Francisco, el cazador del pueblo. Para ver si nos hacía de guía,
para cazar pumas, chanchos cimarrones o ciervos. Todavía
recordaba ese cuero de carpincho que me había regalado, un
animal de noventa kilos. Lo encontramos bien dispuesto, nos
convidó arrope de chañar (una especie de mermelada, hecha de
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los frutos de un árbol autóctono) con pan casero y unos mates


debajo del algarrobo. Y nos mostró la jauría (conjunto de perros,
en este caso eran cuatro dogos y otros raza perro) de dogos
argentinos, que él mismo había entrenado para hacer montería
de jabalí. (En la cual, los perros sujetan al chancho, mientras
uno de los cazadores, facón en mano, - o cuchillo gaucho- se lo
clava en el corazón. Sin armas de fuego, muy peligroso. A veces
algún perro muere por los colmillos del animal).

Le dijimos que pronto saldríamos de montería con los


dogos, por ahora, saldríamos de cacería con las armas que
habíamos llevado. Don Francisco era la primera vez que veía
las cosas raras que habíamos llevado. No sabía qué era una
brújula, ni las miras con visión nocturna. Él siempre tuvo una
escopeta calibre 16 y los perros. Conocía todos los montes de la
zona, confiábamos en él, pero por algo habíamos traído también
las brújulas, aparte de todos los pertrechos militares. Quedamos
en vernos a las seis de la mañana. Esa noche comimos en el
tambo un chivito asado, salió tan sabroso que no quedó nada,
para que mi viejita hiciera un caldillo al otro día.

A la hora señalada, estábamos en la casa de don


Francisco. Dejamos la camioneta en su casa, y partimos
caminando hacia el monte más cercano (era privado, pero
Francisco obtuvo el permiso para que estuviéramos de cacería).
Habíamos caminado, por la calle de tierra, unos tres kilómetros,
cuando caí en la cuenta, de que me había olvidado la brújula en
la camioneta. Le dije a don Francisco, que me esperaran allí,
que iría corriendo a buscarla. -¡Pero no hombre!-, exclamó, -yo
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conozco el monte como la palma de mi mano. Vamos nomás, no


te preocupes por nada-.

Seguimos viaje, llegamos hasta el alambrado del monte


de chañares, cruzamos y estaba lleno de árboles por todos lados,
eran todos iguales para mí; excepto dos eucaliptos de unos
treinta metros de altura, muy frondosos, que anidaban a una
plaga de loros, miles. Caminamos como unas dos horas sin
divisar nada. Hasta que encontramos un pequeñito pozo con
agua acumulada, alrededor había unas huellas, del tamaño de mi
puño. Francisco dijo que eran de un puma adulto, bastante
grande. Intentamos seguirlo, pero en un punto le perdimos el
rastro. Seguimos un poco más, y vimos un ciervo macho, con
una cornamenta enorme, el pelado y Francisco llevaban
escopetas. Yo tenía el fusil FAL. Se quedó inmóvil, al igual que
nosotros, mirándonos fijamente. Nadie caminaba, casi sin hacer
ruido, fui levantando mi FAL para apuntarle. Tenía al animal de
costado, con su cabeza hacia mi lado derecho. Todavía inmóvil
el animal, disparé contra él (fantaseaba que era mi horrible
suegra, que la ajusticiaba por vieja metiche y gruñona) le pegué
en el corazón. Quedó allí, inerte. -¡Bien pibe!- Exclamó
Francisco. Al pelado no le causó ninguna sorpresa. ¿Por qué
será?

Fuimos a buscar la presa abatida, era un animal de unos


cincuenta y cinco kilos, más o menos. Lo destripamos allí, para
que nos pesara menos al trasladarlo. Francisco preguntó si
queríamos seguir o si volvíamos con la presa a casa. El pelado
sugirió buscar los dogos para rastrear al puma, ya que la huella
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era fresca. Consentimos todos en volver, pero el cazador


experimentado (Francisco), no encontraba la salida del monte,
nos habíamos perdido; yo lamentándome por olvidar la brújula.
Llevábamos el animal al hombro, un rato cada uno. Caminamos
en todas las direcciones por varias horas, teníamos sed;
estábamos cansados, y hacía calor.

El pelado se subió a uno de los chañares (árbol con ese


nombre, chañar), para mirar con los prismáticos (o binoculares)
si veía como punto de referencia, los dos eucaliptos que estaban
por donde entramos; medían como treinta metros de alto. Nos
dijo que no veía nada, solo una gran antena como a unos quince
kilómetros. Pero en nuestro pueblo, no había antenas, eso quería
decir que estábamos perdidos. En eso veo que algo se mueve
por mi derecha, velozmente y se oculta detrás de unos
matorrales bajos. Era de color blanco sucio. Me dijo francisco
que no podía ser, que no había animales de ese color, que me
había parecido. Le hice señas al pelado, de que bajara, y me
hiciera la segunda, como en los viejos tiempos, con la escopeta.
Como estábamos a unos siete metros de esos arbustos, el FAL
sería poco efectivo, saqué mi magnum .357 y nos acercamos.

No lo podía creer, era un chancho de color blanco sucio,


con manchas negras, que se había ocultado con mucha astucia,
con el hocico clavado en la tierra. Cuando me vio, salió
corriendo, a toda velocidad hacia el frente mío. No le
disparamos, porque a mi parecer, era un chancho doméstico
(parecía de unos ciento cincuenta kilogramos o más). Francisco
le tiró un escopetazo con su calibre 16 mm, le pegó en la parte
89

de los jamones, pero no lo abatió, ya estaba lejos. Nos retó,


porque no le disparamos apenas lo vimos. Le dijimos que no
podríamos matar a uno de los chanchos del dueño de ese monte,
no queríamos quedar mal. (Ya sé, hicimos cosas peores). Él
replicó, que ese era un chancho cimarrón, que se había escapado
desde chiquito, y se había criado de manera salvaje. Y que ante
la presencia de humanos, reaccionaban de dos maneras posibles,
atacaban o huían, por suerte fue la segunda opción. Era muy
grande como para salir ilesos en una embestida. Ya teníamos
doble motivo para buscar a los dogos.

Seguíamos perdidos todavía, no quedaba otra opción que


seguir caminando en búsqueda de la salida. Encontramos los tres
perímetros del monte, menos el cuarto, por el que habíamos
entrado, así que por descarte, ya sabíamos en cuál dirección
seguir. Estábamos casi muertos de sed, habíamos caminado por
ocho horas. Era demasiado para dos tipos que hacía muchos
años estábamos en la ciudad, circulando en el móvil todo el día.
En eso divisamos un molino de viento que extraía agua, para un
antiguo bebedero de animales, era agua fresca muy rica,
bebimos como desesperados. Seguimos camino hacia la salida,
encontramos el cuarto perímetro de alambrado de púas. Era la
calle de tierra por la que habíamos llegado, pero salimos a dos
kilómetros más alejados que al ingresar. Pero al fin estábamos
llegando a casa, con el ciervo al hombro. Llegamos hasta la
camioneta, habíamos quedado en descansar unas horas, y salir
con la jauría al amanecer, para buscar al chancho herido, y si era
posible, al puma.
90

Esa mañana siguiente, Francisco estaba en el camino con


los perros, pero esta vez no dejaríamos la camioneta en su casa.
Subimos a los perros en la parte de atrás, y salimos tranquilos
hacia el monte. Esta vez, tenía una brújula como reloj, y otra de
bolsillo. Por las dudas de que el cazador se perdiera otra vez.
Llegamos hasta los rastros de sangre del chancho cimarrón.
Francisco hizo que los perros entendieran que ese rastro era el
que debían seguir, y los largó; corrían como almas que los lleva
el diablo, nosotros detrás de ellos. Francisco a pesar de sus años,
nos llevaba la delantera, como por unos cuarenta metros.

Corrimos cerca de cinco kilómetros, hasta que los perros


lo acorralaron, estaba vivito y coleando todavía, tenía incrustado
los perdigones en el trasero. Cada perro lo tenía jalado de sus
extremidades, haciendo mucha fuerza cada uno, nunca lo
soltaron para nada. Es una buena cualidad del dogo argentino.
Eso me dio la confianza, para ir con el pelado, uno de cada lado
del animal, y clavarle el facón en su corazón. Lo dejamos
desangrarse, mientras los perros lo tenían bien agarrado. Era
como de ciento cincuenta kilos o más, enorme y peligroso, y
seguro de una carne exquisita con poca grasa, debido a que
andaba suelto comiendo cosas naturales y no basura. Esperamos
unos veinte minutos, y Francisco les había dado la orden a los
perros, para que soltaran al chancho. Yo me imaginaba llevarlos
para que la agarren así a mi suegra, la lechona.

Había que carnearlo allí, era demasiado pesado para


moverlo. Lo destripamos, y cortamos los cuartos traseros, para
que cada uno de nosotros lleváramos una parte. A mí me toco
91

llevar el resto, los cuartos delanteros y el costillar. Salimos del


campo, esta vez gracias a la brújula, ya que el experimentado
cazador (Francisco) se había desorientado de nuevo. Subimos
todo a la camioneta, perros incluidos. Francisco les había dado
el corazón del chancho y el hígado, todavía calientes. Lo
cuereamos (sacar el cuero con ayuda del cuchillo) en su casa,
luego todos nos fuimos al tambo, a cenar en familia, un rico
cerdo asado, y un poco de ciervo en estofado, las comidas ricas
de la viejita.

Las historias de mamá

Mamá me preguntó por Juan, el luterano. Le dije que no


había ido a verlo, me retó por ello. -Lo bien que te haría-, me
dijo. -Me aburre mamy, solo contigo me hallo hablando de cosas
profundas, me hace bien cuando me oras, se calma la tormenta
dentro mío. Me hace muy bien llegar a casa-. Entonces, ella
siempre tan pacífica, sacó su Biblia, roja, de tapa dura, con letras
doradas en la tapa. Para leerme una de sus historias preferidas:
“la parábola del hijo pródigo”. No me acuerdo de qué parte me
la estaba leyendo, pero sí el relato. Que un padre de familia,
tenía dos hijos. El menor le pidió su parte de la herencia. El
padre le dio lo que le correspondía, estuvo un tiempo allí, pero
luego se marchó, en sus ansias de conocer el mundo. Lo
malgastó todo, quedó pobre, sin nada ni nadie, apacentando
cerdos (algo muy despreciable para un judío) y deseaba comer
las algarrobas que le daban a los chanchos, pero no le permitían
hacerlo. Decidió volver a la casa de su padre, no como hijo, sino
como un jornalero más, aunque sea para poder comer y así
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saciar su hambre. Su padre lo divisó desde lejos, y se echó a


correr en su búsqueda. Lo abrazó y besó, ordenó a los siervos de
él, que lo vistieran, lo calzaran, le colocaran el anillo (era
heredero otra vez) y que mataran al becerro más gordo, para
hacer fiesta. La ensayada frase de regreso, de que lo recibiera
como a uno de los jornaleros, fue desoída por el padre.

Mi mamá agregó: -Hijo, sé que has apacentado cerdos,


que has hecho muchas cosas malas y despreciables. Y que te
sientes solo como un jornalero, indigno de ser hijo. Pero para
Dios sigues siendo un hijo amado. Él te recibe en su casa,
haciendo una gran fiesta. Ya no recuerda tu pasado de miserias,
aunque eras un pobre de espíritu y con fallas morales, Dios está
dispuesto a perdonarte, por la sangre derramada en la cruz, por
su Hijo Jesucristo. Solo tienes que tener fe en Él. Cree
solamente, y permite que él te ayude cada día. Prométeme que
irás pronto a verlo a Juan, el luterano, para hablar con él, de las
cosas que no quieres hablar conmigo. ¡Hijo, bienvenido a casa!-
Dijo ella. Como te podrás imaginar, me había largado a llorar
como un niño. Comencé a recordar las historias que mi mamá,
me leía desde su Biblia viejita. Las historias de Moisés, las
plagas de Egipto, la pascua, las aventuras de Sansón, y por
supuesto, la historia de Jesús, que me ponía muy triste, cuando
mamá llegaba al relato de la crucifixión. Bueno, basta por hoy, a
dormir, que mañana salimos otra vez con el cazador y los
perros, en búsqueda del puma.
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Capítulo 4
Zona liberada
Pasaron unos días, ya en Buenos Aires, (te cuento que sí
cazamos al puma con la ayuda de los perros) de servicio otra
vez. El Comando nos había dado órdenes de recorrer una villa
de emergencia, en la zona de Isidro Casanova. Nos había pasado
la información, de una poderosa banda, que traficaba personas.
En esas tareas de pesquisa (investigación), nos pasó lo
siguiente: Circulábamos con la camioneta blanca, por la calle
Ignacio Rucci, hacia la avenida Crovara. Cuando a la par nuestra
se nos pone una moto, con dos ocupantes. El acompañante saca
un arma de fuego para intimidarnos y hacer que nos
detuviéramos. Pero el pelado sacó por la ventanilla, la Bataan
71, recortada. Al ver el arma el conductor de la moto, hace una
maniobra evasiva, mientras el acompañante, nos dispara en el
parabrisas, que era blindado. Dejó una marca importante,
mientras los perseguimos a toda velocidad por Rucci, notamos
que el acompañante llamaba a alguien por teléfono.

Sigue la persecución un poco más, hasta que logro


impactar nuestro vehículo con la moto, caen al pavimento.
Cuando intentan incorporarse, ya estábamos sobre ellos,
encañonándolos, el pelado con la recortada, y yo con la magnum
.357, en eso que los poníamos de pie, aparece una motocicleta
de refuerzo. Pero con un agente uniformado, de la policía local.
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Nos encañona a pesar de estar en condición de inferioridad


numérica (hablo de personas armadas, él contra nosotros dos,
claramente estaba en desventaja). Comienza a gritarnos, para
que bajáramos nuestras armas, y nos entregáramos, y tú sabes
que eso nunca lo haríamos. Así que ambos abrimos fuego sobre
él. El pelado le tiró a la altura del pecho, pero debajo de la
camisa, traía un chaleco antibalas (interno), el golpe fue tal, que
lo derribó hacia atrás. Un disparo a esa distancia tan corta, de
unos tres metros, sería de más de ochenta kilogramos fuerza de
impacto sobre el pecho. Yo le acerté varios disparos más, uno de
ellos en el cuello. Le salía sangre a borbotones. Parece que le di
en alguna arteria importante.

Mientras se desangraba en el piso, nosotros pensábamos


que era un falso policía. Que era un delincuente de apoyo a estos
otros. Al final era ambas cosas, era un policía de verdad, que
junto a sus jefes, les brindaban apoyo, con zonas liberadas para
que pudieran operar con impunidad. Nosotros en ningún
momento nos identificamos como espías de la SIDE. Eso lo
supimos cuando cantaron los aprehendidos, los dos
motochorros. Con el pelado nos miramos, y entendimos qué
debíamos hacer. Así que allí donde estaban, los enfriamos sin
piedad, tres tiros a cada uno. Mientas el pelado fue a rematar al
poli ladrón, le revisé los bolsillos a los dos finados. Encontré
tarjetas de presentación, del comisario local, eso confirmaba los
dichos de los fiambres (muertos). Y nos fuimos de allí con
mucha rapidez, para evitar una confrontación con más policías
corruptos locales.
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Venganza por duplicado

¿Te acuerdas de Luis, nuestro agente infiltrado en la villa


1-11-14? Hacia unos siete u ocho años, que tenía una pequeña
casa allí (“vivía” su trabajo, porque esa era su función todo el
tiempo, vivir con ellos para ganarse su confianza; parecido a los
curas villeros), frente al Estadio, pero como a unos setenta
metros hacia adentro, por un pasillo angosto. Se había hecho
fama de buen tipo, conciliador, carismático. Un tipo que se daba
con todo el mundo, hablador, chistoso, tenía una sonrisa muy
contagiosa, compañero, que aparentaba fumar marihuana, y
tener todo tipo de contactos. Era conocido en el barrio de al lado
también, Presidente Illia. Se enganchaba para hacer pequeñas
cosas delictivas, con mucha discreción, para que los pesados de
allí, confiaran en él. Nos comunicábamos por lo menos una vez
por semana, siempre lo molestábamos para recabar información,
de la más variada, por cuestiones de espionaje.

Hubo un cambio, a mediados de Abril del año 2000.


Ahora era Luis, quien nos pedía apoyo, por una cuestión muy
delicada. Tenía un conocido en el barrio cercano, denominado
Presidente Illia. Era un querido policía del barrio, un tocayo
(persona que tiene el mismo nombre de pila que otra) de nuestro
Luis, sargento primero, bonachones ambos. Estaban en la puerta
del destacamento, hablando de las cosas de la vida, riéndose
mucho. Mientras el policía barría con la escoba el destacamento,
las personas pasaban por allí con normalidad. Cerca de las ocho
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de la mañana, cuando un delincuente muy jóven, empuñaba un


arma de fuego; y a viva voz gritando -Rati, llegó tu hora- le
pegó cuatro tiros, para darse a la fuga con destino incierto.
Nuestro Luis intentó hacer la reanimación. Llamó al 911 y pidió
patrullero y ambulancia. Lo trasladaron al hospital regional, sin
poder hacer nada por el sargento primero Luis.

El pedido expreso de nuestro infiltrado, era que lo


buscáramos, interrogáramos y lo demás ya te lo imaginas.
Así que esos próximos días, estaríamos de lleno a la
búsqueda del asesino de buenos policías. A propósito, Luis
nos dijo que había visto a la viuda y a algunos de sus hijos,
en el hospital, los que ahora le sobreviven al caído en
cumplimiento del deber. Luis alcanzó a ver al asesino,
instantes previos a la balacera. Dijo que lo tenía visto de
algún lugar, pero no recordaba de donde. Mientras nos hizo
presentaciones con otros soplones de allí, para ver si alguien
estaba fanfarroneando por la muerte brutal del policía.

Unos quince días después, Luis recibe noticias, por parte


de un soplón. Habían ubicado a alguien, que fanfarroneaba
haber asesinado al otro Luis, nuestro infiltrado se aseguró,
que fuera el que había visto ese fatídico día en el barrio Illia.
Cuando lo vio, pudo reconocerlo de inmediato, era el
asesino, no había dudas. Planificó una extracción (sacarlo de
allí para llevarlo a otro lado), en complicidad con la gente
del lugar. Era un mugriento de unos veinte años de edad, no
más que eso. Un impresentable, delincuente de poca monta,
muy odiado por sus pares. El momento señalado por Luis,
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para extraerlo de allí con vida, había llegado, a pocos días


de cumplirse un mes del asesinato del sargento primero Luis.

El pelado llevó una funda (una funda gruesa cadavérica),


para sacarlo envuelto. Lo desmayamos primero, y cargamos
en la camioneta, salimos hacia el centro de detenciones
clandestino. Luis esperó un rato y se fue por sus propios
medios, para reencontrarse con nosotros. Cuando lo bajamos
a nuestro detenido, al segundo subsuelo, la primera leonera,
le pusimos las esposas. Lo inyectamos con pentotal sódico, o
suero de la verdad. Esperamos unos cincuenta minutos, hasta
que llegara Luis. El mugriento comenzó a hablar de lo
sucedido ese día fatídico, dando detalles que nos llenaban de
indignación.

Era un domingo por la mañana, se cumplía el primer


aniversario de la muerte de su hermano mayor (otro
mugriento, delincuente, que había sido abatido por la
policía, en un enfrentamiento armado). Dijo que se había
despertado como a las siete de la mañana. Con resaca de la
droga y alcohol ingeridos la noche del sábado. Prendió el
porro de marihuana acostumbrado como todas las mañanas.
Habló con su hermano muerto unas palabras semejantes a
estas: -Hermano, felíz aniversario, hoy voy a vengar tu
muerte-. Y se fue rumbo al destacamento policial, con su
pistola nueve milímetros. Dice que vio al policía distraído,
barriendo el piso, y hablando con uno de la villa (nuestro
infiltrado). Acto seguido le gritó con todas sus fuerzas: -
Rati, llegó tu hora de morir-. Y que no se acuerda cuantas
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veces disparó la pistola nueve milímetros contra el policía,


luego se fue corriendo para su casa. (No te das una idea, de
las ganas de matar a este sucio que tenemos todos, y seguro
odiarías escucharlo hablar, ni para eso sirve)

-¿Cómo querés hacerlo Luis?- Le pregunté. Él me


respondió, -quiero hacerlo de la peor manera imaginable
quiero infligirle mucho sufrimiento; quiero que sea “una
venganza por duplicado”-. Nuestra imaginación comenzó a
volar demasiado rápido. La mía se disparó para el lado de mi
suegra. -¿Lo cortamos en pedacitos?- Sugirió el pelado.
-Hagamos todo lo que sabemos hacer-, dije. Así que lo
inyectamos con sustancias para mantenerlo con vida, y por
vía intravenosa el suero. Ninguna droga más, para que
estuviera consciente y sintiera todo el dolor que le íbamos a
infligir, sin morirse rápido.

Habría sido mejor, que esta rata apestosa nunca hubiera


nacido (lo digo por mi suegra, y también por el mugriento)
lo quemamos, cortamos, trajimos uno de los perros de
nuestra división, así que también fue mordido. Le metimos
clavos, le cortamos las orejas, el pene, todos los dedos, le
perforamos los intestinos con alambres oxidados, el
submarino en sus dos versiones. Y otras muchas cosas
aberrantes, peores que las que describí recién. Lo
mantuvimos con vida hasta el final, de las peores torturas
jamás vista por ninguno de nosotros. Al final, Luis le abrió
el pecho con un gran cuchillo de supervivencia, le sacó el
corazón, y se lo dio de comer a nuestro perro, el ovejero
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detector de explosivos. Se lo devoró como un exquisito


gourmet. Nosotros tres y el perro estábamos bañados en la
sangre del mugriento vengador. El resto ya lo sabes, el
pelado lo metió en la funda; nos bañamos y salimos.
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TERCERA PARTE
El asesino profesional del Estado
Nacional
En este último tramo de la obra veremos al personaje
principal, en una tercera faceta (tiene unas cuantas más). Tratará
de resolver si una muerte ha sido natural, o por el contrario, un
asesinato. Y de ser así, ¿Quién es el asesino? Por otro lado,
recibirá órdenes complejas, muy difíciles de llevar a cabo. Pero
si ya conoces un poco al personaje principal, pensarás que lo
arriesgará todo, sin temores. Resumiendo, investigará una
muerte, tratará de ubicar al responsable, si lo hubo. Además de
llevar a cabo un plan siniestro, ordenado por el Comando. No
puedo darte más detalles, seguro que él te dará los detalles.
101

Capítulo 1
La Primera Dama
Era un día no laborable, un feriado, de los tantos de
nuestro país. Yo estaba en mi casa, descansando, supongo que el
pelado estaría haciendo lo mismo. Cuando suena mi teléfono
celular, (una línea segura, sin posibilidades que otros la
pincharan). Era el Comando, para que nos presentáramos de
manera urgente. Había ocurrido algo muy malo para la Nación.
Salí de mi casa, en la camioneta blanca, para buscar al pelado e
ir a la Agencia. Cuando llegamos, estaba Tony esperándonos en
su oficina. Nos hizo guardar silencio, porque estaba en línea con
el Presidente de la Nación.

Tony era el Director General de Operaciones, fue


ascendido hasta el tercer escalafón más alto que puede llegar un
espía en el país. Sabía muchas cosas, ya estaba en actividad para
el tiempo de la Dictadura Militar. Pero a pesar de ser el jefe,
siniestro, silencioso, y digno de temerle, era muy chistoso
cuando se lo proponía. Como era de esperar, antes de
comunicarnos las órdenes de la operación secreta, nos contó otro
chiste:
-Se le muere la suegra a un individuo y en la casa funeraria le
preguntan: ¿Qué quiere usted hacer con ella? ¿Incinerarla?
¿Embalsamarla? ¿O simplemente enterrarla?-
A lo que contesta: -Las tres por favor, no quiero correr riesgos-.
102

Tony continuó, pero ahora sí con el motivo de nuestra


presencia allí. Su conversación con el Presidente, fue que la
Primera Dama había fallecido, cerca de las nueve de la mañana.
De manera inesperada, al menos por el hecho de que era una
mujer muy sana y jóven, bella, buena, activa, humanitaria,
sencilla, con muchos proyectos por delante; no padecía
enfermedades. El escenario era la quinta presidencial de Olivos,
(la principal residencia oficial del Presidente) ubicada en
Olivos, Vicente López, en la zona norte de Buenos Aires.
Todavía no se había informado a la prensa. Hasta allí nada
ameritaba nuestra intervención. Pero Tony, y sin que lo sepa el
Presidente, recibió un llamado, de un oficial de la custodia
presidencial. Le dijo que la Primera Dama no había muerto por
cuestiones naturales, nada más que eso. Tony ordenó que
investigáramos; Le dije, -¿Por qué dudar de la versión del
Presidente?- Me respondió, de que era un tipo golpeador, dijo
que lo sabía de buena fuente.

Un día después, la estaban velando en el Salón de los


Patriotas Latinoamericanos, de Balcarce 50, La Casa Rosada. Lo
más llamativo fue, que por primera vez en la historia de nuestro
país, velaban a un funcionario, a cajón cerrado. Eso para
nosotros era muy sospechoso. Y sumado a la versión de Tony,
esto concordaba cada vez más. Se pudo saber, que el certificado
de defunción, ponía como causales de muerte, un paro cardio
respiratorio, no traumático. Cientos de miles de ciudadanos,
esperaban para poder despedirla; otros mandatarios de distintos
103

países, se hicieron presentes. Pensábamos que de la versión de


golpeador a asesino, había mucha diferencia, nosotros teníamos
que investigar, si había un asesino, debíamos descubrirlo.

Tratábamos de reconstruir las últimas horas de vida, de


la Primera Dama. Cuando el Presidente estaba en la Casa
Rosada, aprovechamos para ir a hablar con el servicio doméstico
que estaba de franco, pero presentes ese día de la muerte.
Fuimos a verlas a todas, a sus respectivos domicilios. Tenemos
un alto poder de convencimiento, para que hablaran con
nosotros. Les prometimos que nunca deberían declarar en un
tribunal. Pero que necesitábamos saber la verdad acerca de esa
muerte tan sospechosa, y mucho más si fue a cajón cerrado. De
las siete chicas que vimos, una sola de ellas nos dijo algo
concreto y espeluznante. Que esa mañana, escuchó un disparo
proveniente de la habitación principal, del matrimonio
presidencial. Acudieron casi todas al mismo tiempo, la puerta
estaba cerrada por dentro, ellas golpearon, y el presidente les
ordenó que llamaran al médico presidencial.

Cuando llegó el médico, solo él pudo entrar a la


habitación. Estuvieron allí como unos cuarenta minutos. El
facultativo salió con cara de preocupación, pálido, como
desorientado, luego se sumó el Presidente, pero cerró la puerta
con llave al salir. Les ordenó a las chicas del servicio doméstico,
que siguieran con sus quehaceres diarios. Nuestra testigo hasta
allí pudo contar, porque luego se enteró por otra de las chicas,
que la señora de la casa, había fallecido. Ella preguntó acerca de
104

ese disparo pero nadie supo responderle. Nosotros seguimos esa


línea investigativa, sin lograr muchos avances.
105

Capítulo 2
El Presidente
Como unos treinta días después de la muerte de la
Primera Dama, la jefatura nos apretó por no poder avanzar en la
línea de investigación. A esto se sumaba un nuevo evento, que
habían abierto una investigación, acerca de los motivos
sospechosos del velatorio a cajón cerrado. Un fiscal investigaba
al Presidente. En los medios de comunicación, no se hablaba de
otra cosa. Y nosotros teníamos la pista del disparo, pero
teníamos en contra el certificado de defunción, que aseguraba
una muerte natural no traumática.

Un pensamiento me quitaba el sueño, y era acerca de


Tony. Yo lo conocía como un personaje misterioso y siniestro,
capaz de todo. Si estaba en ese puesto jerárquico, es porque a
alguien le servía. Yo mismo me hacia una serie de preguntas,
que no sé si tenían una respuesta que quisiera escuchar. Una de
ellas era, ¿Por qué Tony investiga a espaldas del Presidente? Si
nosotros averiguáramos algo, que incriminara al presidente,
¿Qué haría Tony con esa información, lo chantajearía o
apresaría? ¿O Tony quería saber fehacientemente, cuántas
personas lo sabían, para poder asesinarlos? Entre ellos
estaríamos el pelado y yo, ¿También nos asesinarían? Esas y
otras preguntas, no me dejaban en paz ni un minuto. Quería
escaparme hacia La Lucila, al tambo de mi mamá, para que ella
me hiciera una de esas oraciones tranquilizadoras.
106

Por iniciativa propia, habíamos investigado un poco más


sobre nuestro Presidente. Miramos todos los archivos de
inteligencia que lo relacionaran con episodios violentos.
Queríamos estudiar qué tipo de perfil tenía. Además apelamos a
la ayuda de nuestro equipo de psicólogos y psiquiatras forenses.
También a nuestro grafólogo especializado en crímenes, casi
todos afirmaron que tenía ciertos patrones de violencia.
Especialmente de género, que le gustaba dominar y humillar a
las mujeres (las empleadas domésticas de la quinta de Olivos, lo
asintieron). Además, comportamiento agresivo, carece de
remordimiento, estado de ánimo irregular e inestable,
personalidad antisocial, manipulador, con una autovaloración
grandilocuente, un alto coeficiente intelectual, frialdad afectiva,
hostil hacia los demás. Protagonismo a ultranza, egocentrismo
persistente, cruel, etc. Les pregunté si era capaz de matar a su
esposa, otra vez la mayoría consintió en que era posible.

Nuestra investigación de apoco tomaba forma. Pero no


alcanzaba. Y Tony nos pedía informes semanales acerca de esto.
Nos había doblado las horas laborales, estábamos solamente
para este caso. El caso había llegado más allá de lo esperado.
Por una escucha al fiscal de la causa, se reveló que tenía
pensado solicitar una orden, para que el juez ordene exhumar el
cuerpo de la Primera Dama. Le avisamos a Tony de esta
novedad, nos dijo que iba a idear un plan para frenar esta
cuestión. Si la imagen presidencial se viera empañada por esto,
la Argentina sufriría una inestabilidad política, con efectos
devastadores.
107

El Comando ordenó pincharle las líneas telefónicas, al


Presidente y allegados. Tanto de la Casa Rosada, como de la
Quinta de Olivos. Así estuvimos unos días más, haciendo
escuchas telefónicas, para ver si alguien mencionaba algo
relevante. En una conversación, entre pares de la Rosada,
comentaban acerca del velatorio a cajón cerrado. El supuesto
motivo de estar cerrado sería porque la Primera Dama, tendría
un disparo en la cara o la frente. Me preguntaba a mí mismo,
¿Cómo sacaron esa conclusión? ¿Será que los custodios
presidenciales hablaron más de la cuenta? Nosotros no
podíamos interrogarlos, a menos que les dijéramos que éramos
de la SIDE. Pero si eso llegaba a oídos del Presidente, Tony y
toda la Agencia, estaríamos en problemas serios, ya no sabíamos
qué más hacer.
108

Capítulo 3
El carpetazo
Sabemos que no es un término que toda la población
maneja. Pero para nosotros los espías, es cosa común y corriente
armar un carpetazo. Consiste en refregarle en la cara (a algún
opositor insistente o denunciante) una parte de su pasado, para
denunciar la actual impostura opositora. Para esto usamos el
archivo y el espionaje sincronizado. Sirve para descubrir
inconsistencias y dobles posturas, o algún delito menor, por
parte de quienes son opositores de cualquier manera. Nuestras
órdenes fueron que armáramos uno en contra del fiscal de la
causa. Con ello trataríamos de embarrar la cancha, de sacar el
foco de atención sobre el tema de la Primera Dama, y que todas
las miradas recayeran en el fiscal, y no en el Presidente.

Trabajamos muchas horas en el archivo central de


inteligencia del Estado. Pedimos colaboración a las otras
Agencias Internacionales, para recabar toda la información que
necesitábamos para cumplir la misión. Buscamos todo lo
relacionado con evasión impositiva, y cuentas financieras, aquí
y en el extranjero. Hallamos irregularidades en cuanto a sus
finanzas. La CÍA colaboró con mayores datos sobre esto, el
fiscal compartía una cuenta con su secretario en los Estados
Unidos. El saldo actual se remontaría a unos cuatro millones de
109

dólares. Era mucha plata en una cuenta secreta, que un fiscal


honrado no podría tener.

Pasamos nuestro informe a Tony, el cual decidió hacer


pública la noticia, en todos los medios de comunicación;
radiales, televisivos, portales de internet, soporte papel. Algo a
gran escala se puso en marcha contra el fiscal. En pocos días ya
casi no se hablaba de la muerte de la Primera Dama. El fiscal
igual siguió adelante con su investigación, sobre la sospechosa
muerte y apuntaba contra el Presidente como autor material del
asesinato. Tony estaba furioso porque el rumbo investigativo no
había cambiado, nuestras órdenes sí, porque ahora lo teníamos
que matar.
110

Capítulo 4
El fiscal
Nuestro plan se puso en marcha para matar al fiscal. No
sería fácil, debido a que siempre estaba custodiado. Debería
parecer un suicidio, sin sospechas y mucho menos que recayeran
sobre el Estado Nacional. Estaba muy complicado, por
cuestiones de tiempo, y porque la causa estaba en continuo
avance. Decidimos con el pelado, que no había mejor lugar para
el suicidio, que el domicilio particular del fiscal. Pinchamos los
teléfonos, hackeamos la alarma de su departamento, intentamos
entrar por la puerta principal. El pelado metió la ganzúa, y logró
vencer esa cerradura, pero tenía otra que era digital, no pudimos
abrir esa; desistimos por ese día.

Contactamos a nuestro hacker, Marco, para ver qué


podíamos hacer con esa cerradura digital, sin romperla. Fuimos
con él al departamento del fiscal, para verla de primera mano,
eso nos pidió él. –No podemos hacer nada- agregó- porque si la
tocamos quedarán registros que les pueden jugar en contra-. Nos
miramos con el pelado, y supimos que había que poner en
marcha un plan B. Quedaban por lo menos dos opciones: La
primera, que ingresáramos por el balcón del piso trece, o la
segunda, entrar por el departamento de al lado. Para eso
tendríamos que saber si de alguna manera se comunicaban.
111

Nos fuimos a la base, para buscar soporte técnico de


vigilancia. Un drone casi imperceptible, con visión nocturna nos
ayudaría a establecer si era viable lo primero. Lo pusimos en
marcha, hizo muy buenas capturas fotográficas y de video del
balcón, con muchos detalles, pero no sirvió para el plan B, solo
nos quedaba la segunda opción, el departamento de al lado.
Esperamos el día adecuado para entrar a ese departamento, para
saber de qué manera podríamos llegar al otro lado. Entramos
con las ganzúas, desactivamos la alarma, y notamos que había
un pasillo muy angosto, de unos sesenta centímetros, de uso
técnico, donde había cables, tuberías y las partes externas de los
aires acondicionados Split, de ese departamento y del fiscal. Ese
pasillo comunicaba a los dos departamentos. Ya teníamos la
manera de entrar, faltaba decidir la fecha del asesinato.

Decidimos hacerlo a mediados de Enero, nos jugábamos


la libertad, la vida, el trabajo y el prestigio de la Agencia, y ni
hablar de la gestión presidencial. Entramos como la vez anterior,
al departamento vecino. Fuimos por el pasillo angosto, hasta la
otra puerta que nos daría el ingreso a la locación principal (el
departamento del fiscal). El horario de llegada del fiscal era
cerca de las veinte horas. Debíamos esperar un rato, eso nos dio
tiempo para copiar la información de las dos computadoras. No
borramos nada todavía por si algo saliera mal, y no lo
ejecutáramos esa tarde; nos limitamos a copiar. Había mucha
información, todavía secreta para muchos, sobre la muerte de la
Primera Dama. Datos que no puedo revelarte, pero las sospechas
de Tony tal vez eran ciertas.
112

Ya habíamos copiado toda la información. Chequeado


los correos electrónicos, e inspeccionado la caja fuerte. Había
cerca de cuarenta mil dólares en efectivo, relojes de oro, diez
diamantes, y cheques por cobrar. Un documento en particular
del fiscal, todavía nunca visto por la opinión pública, indicaba
como posible autor al Presidente de la Nación. Solicitó al juez la
exhumación del cuerpo y el pedido de testimonial al servicio
doméstico. Pusimos micro cámaras en el living y el baño, y nos
escondimos debajo de la cama, en la habitación principal. Desde
allí veríamos por nuestras mini pantallas, si el fiscal entraba solo
al departamento. La verdad del motivo de las micro cámaras, no
solo eran para ver con quién entraría en fiscal, sino que Tony y
el resto del Comando (los otros jefes de la Agencia) querían
verlo en vivo y en directo. Sincronizaron un enlace privado por
internet, solo para el Presidente, que lo vería en la computadora
de su despacho en La Rosada en vivo. Nosotros solo debíamos
transmitir toda la operación de manera completa.

Luego se escucha un ruido en la entrada, se abre la


puerta e ingresan el fiscal y el secretario. Uno le sirve un trago
al otro, hablan de la causa, y luego de treinta minutos, el
secretario se va. -Es el mejor momento de hacerlo-, dije. El
pelado asintió con la mirada. Salimos de nuestro escondite, y
nos dirigimos hacia nuestro blanco. Estaba tomando un whisky,
sentado en el sofá. Lo adormecimos con una sustancia, que
luego de treinta minutos el cuerpo la metaboliza, y no deja
rastros. Al revisar su portafolio, notamos que había una pistola
calibre .22, nos venía bien para la puesta en escena del suicidio.
113

Lo llevamos hasta el baño, lo senté en el inodoro, el


pelado puso el arma en la mano derecha del fiscal, la apoyó en
la sien, y jalé del gatillo; la bala entró pero no salió. Comenzó a
salir mucha sangre, por la boca y la nariz. Chequeamos los
signos vitales, y confirmamos su deceso. Lo dejamos caer con
naturalidad, la pistola cayó sobre el bidet y el cuerpo contra la
puerta. Salimos con mucha dificultad, para no moverlo. Puse la
llave en la puerta principal, cerré bien con doble traba y con la
cerradura digital, apretando un botón rojo. Ahora sí borramos la
información de la causa que involucraba al Presidente.
Introducimos en ambas computadoras un troyano, (virus
informático) diseñado por Marco, nuestro hacker, que impedía
que luego los peritos levantaran la información borrada, del
disco rígido. Sacamos las micro cámaras, (Tony me confirmó
que se vio perfecta la transmisión, que estaban todos
emocionados), pasamos la aspiradora (sacamos la bolsa de su
interior) y salimos por donde habíamos entrado. Cuando
bajamos estaba la custodia del fiscal en la entrada del edificio,
nos miraron con desconfianza pero nada más. Misión cumplida.

Informamos a la central, que salimos de la locación sin


novedades. Tony estaba felíz, porque con eso se lograría una
estabilidad en el Gobierno. Nadie podía asegurar que la
investigación contra el Presidente terminaría definitivamente.
Pero sería como un tubo de oxigeno a su gestión. Su principal
investigador estaba muerto. Cerca de la medianoche, se supo la
noticia, que el fiscal se había suicidado. Esta vez seguíamos la
información por televisión. Se hicieron presentes muchas
114

personas a la escena del crímen. Encontraron dinero, diamantes


y cheques, papeles en el piso, y las computadoras sin
información relevante (con los troyanos). Nadie puede
confirmar que ha sido asesinado. Se piensa más bien en el
suicidio, en todo caso investigarían a su secretario, quien lo vio
vivo por última vez esa tarde.

El propio Presidente nos hizo llegar una mención


honorífica por nuestro desempeño, pero nadie jamás podrá verla.
En lo que respecta a mí, me tomaré una licencia para ir al tambo
de mi mamy. Comeré arroz con leche, y pan casero. De seguro
iré a cazar con don Francisco al monte. Luego, en alguna
oportunidad, te contaré sobre otros hechos, crímenes reales,
impartiendo un tipo de justicia. Tal vez no estés de acuerdo, con
los métodos o los principios, pero alguien debe hacerlo, para que
nuestro país sea más seguro, pronto te contaré otras historias
verdaderas.
115

(Todas estas fotos son del año 2005)

Juego de bochas, a la izquierda, las cabañas, a la derecha, el


camino principal de tierra, a 20 km de San Cristóbal.

Típica cabaña de La Lucila, con un grupo de amigos,


yo soy el fotógrafo en esa oportunidad.
116

Allí estoy, sobre el camino principal de La Lucila, que


cuando llueve, sino se tiene una camioneta todo terreno, se
queda aislado por varios días.

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