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La escucha activa es mucho más que plantear preguntas y respuestas a un
interlocutor. Se trata de entablar un diálogo sincero, directo y eficaz para obtener de él
un objetivo específico. Es decir, luego de la conversación debe quedar claro que ninguno de
los dos interlocutores regresa a su posición inicial; algo habrá cambiado.
Para ello, como decíamos, hace falta mucho más que un excelente uso del lenguaje y la
capacidad de persuasión típica de las personas influyentes. También son necesarias
cualidades como las que mencionamos ahora:

 Atención y concentración:

Empecemos por lo primero: para escuchar de forma activa, es preciso adoptar una actitud de
atención plena no sólo a lo que nos dice el interlocutor, sino además a la forma como lo
dice: gestos, emociones, tics, inflexiones de voz, etc.

 Paciencia:

Las personas pacientes son idóneas para la escucha activa: atienden, perseveran, no tienen
prisa y se centran en lo importante.

 Empatía hacia el otro:

Por supuesto, la escucha activa es también empatía: esa capacidad para ponerse en el lugar
del otro, sentir y pensar como él, y tratar de entender lo que hace. Es lo contrario al
prejuicio, que clasifica o cataloga a base de las primeras impresiones.

 Confianza:

No es estrictamente una habilidad, pero sin duda se define como una condición que debe ir
simultánea a la atención, el respeto y la concentración en el discurso ajeno.

UN EJEMPLO

1. El ciego:

Se divide un grupo en dos equipos y cada uno de ellos elige a una persona, que será quien
haga el rol de ciego con los ojos vendados. La idea es que los demás le ayuden a atravesar
el salón de un extremo a otro sin chocar con los obstáculos que pueda encontrar en el
camino. Importa sobre todo la manera como el ciego interpreta y sigue las instrucciones que
le den los demás.

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