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Retiro de cambio de fase Santa Teresa

Lectura: Escrito Obra Nueva


"Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta? Sí, pondré un camino
en el desierto y ríos en la estepa. Me glorificarán las fieras salvajes, los chacales y los
avestruces; porque haré brotar agua en el desierto y ríos en la estepa, para dar de beber a mi
Pueblo, mi elegido, el Pueblo que yo me formé para que pregonara mi alabanza." Is 43, 19-22

1. El Señor nuestro Dios, que merece todo el amor del mundo, realiza una obra en medio de
nosotros: una obra nueva, un camino nuevo. Este camino es real y cada día que pasa lo siento
concretarse más fuertemente en mi corazón. Es algo nuevo, es algo maravilloso. Siento como
Dios quiere regalar al mundo una manifestación más de Su poder creador. Dios quiere
ardorosamente abrir un nuevo camino por el desierto y así formar un pueblo, un pueblo elegido,
formado por Sus manos para atravesarlo, recorrerlo, asumirlo en su vivir. Nosotros somos este
pueblo. Dios nos ha llamado a esta magnífica vocación. Es un camino de, y para la felicidad.
Este camino, sin embargo, es como el camino de Jesús: exige coraje, sacrificio, renuncia, pues
es camino de cruz para que cada día podamos cosechar la Resurrección. Es un camino de
felicidad, pero no por eso dejará de tener barreras, dificultades, sufrimiento. Diría hasta que, por
ser exactamente un camino de felicidad, va a existir todo eso. Para recorrerlo, deberemos tener
tres grandes gracias: CORAJE, RENUNCIA Y DISPOSICIÓN.

2. Al escribir esto, recuerdo el siguiente pasaje: "Escucha, Israel: estás para enfrentar a tus
enemigos; que no desmaye tu corazón, no tengas miedo ni te turbes, ni tiembles delante de ellos,
porque Yahvé, tu Dios, está contigo. El peleará a tu favor contra tus enemigos y te salvará.
Entonces los oficiales dirán al pueblo: " Hay aquí algún hombre que tenga miedo o al que falte
el ánimo? Regrese inmediatamente a su casa, para que no desanime el corazón de sus hermanos
como lo está el suyo." (Dt 20,3-4 . 8).

3. Realmente es eso. Para recorrer este camino nuevo necesitamos creer en este nuevo, abrazar
esto nuevo con todo nuestro corazón, desearlo en nuestras vidas y decididamente caminar para
ponerlo cada día, en cada paso, en nuestro vivir. Necesitamos tener coraje, mucho coraje para
esto, tenemos que renunciar a lo que es viejo y tener la verdadera disposición de caminar desde
lo viejo hacia lo nuevo, con todo ardor y fervor, sabiendo que el Señor nos da la ¡VICTORIA!
De lo contrario, si eso no existe, es mejor no aventurarse para que no destruya a uno mismo y a
los demás, y no ser piedra de tropiezo en lo que Dios está construyendo con tanto amor.

4. A veces me pregunto, ante el Señor, ¿cómo transmitiré este nuevo que Él me dio a aquellos
que el Señor reunirá? ¿Cómo podré transmitir todo aquello que el Señor puso en mi corazón?
No puede ser en la ley, pues la ley mata.
5. Tiene que ser desde dentro hacia fuera, tiene que ser en el amor, tiene que desbordar. Sé
también que aquellos que Dios reunirá a mí alrededor, tendrán en sí el germen, la semilla de
todo esto. Para desarrollarlo, sin embargo, es necesario trabajar, regar, dejar crecer. Eso no
ocurre sin trabajo, sin disposición, sin deseo. Es necesario, antes que nada, que cada persona
que el Señor coloque delante de este llamado tenga el deseo, quiera, se disponga a ser formado
como alguien que quiere crecer, que se deja formar, que deja brotar la semilla y el árbol que
existen dentro de nosotros para componer el nuevo jardín del Señor.

6. Es necesario tener consciencia de que se necesita ser podado de las ramas viejas, y hasta de
las aparentemente verdes pero que no dan frutos, para así producir los verdaderos frutos. Y esto
no es fácil. ¡Es arduo y difícil! Por eso necesitamos de la humildad y del deseo de dejarnos
formar.

7. El único camino que podré dar para ser recorrido es el camino que el Señor me dio, y este
camino nuevo, lo nuevo, sólo puede desbordar en nosotros - el plan de Dios sólo puede
acontecer en nosotros, completarse en nuestras vidas - si esto está enraizado en la oración
profunda.

8. ¡No habrá nada nuevo si no hay una profunda vida de oración en cada uno de nosotros! Cada
día esto se hace más real para mí. ¡Que la Reina de la Paz (Medjugorje) hable por nosotros! ¡La
profunda vida de oración personal y comunitaria será la fuerza que nos impulsa para todo lo
nuevo en nosotros! Ella es el punto de partida, es el impulso. Sin ella no se llega a la victoria, a
lo nuevo que Dios tiene preparado para nosotros.

9. Para vivir este nuevo, es necesario que estemos dispuestos a hacer morir lo viejo que existe
en nosotros, y que con facilidad disfrazamos de nuevo, y hasta de nuestra identidad - decimos
que nosotros somos así y etc. Pero, si es viejo, Dios no quiere que siga en nosotros. Si se
contrapone a lo nuevo, ¿sería Dios incoherente llamándonos a vivirlo? Necesitamos, en
realidad, con coraje y disposición, matar lo viejo que hay en nosotros y dejar lo nuevo florecer;
dejar a Jesús (por la oración y a través de la vida, del contacto con los hermanos, en la
formación) liberarnos.

10. Es fundamental no engañarnos y reconocer lo viejo en nosotros, que no es verdaderamente


lo que Dios quiere para nosotros, sino fruto del pecado, de nuestros pecados (orgullo, vanidad,
rebeldía, envidia, gula, falta de autodominio, impurezas, pasiones, divisiones, celos, peleas,
enemistades, rencores, ambiciones, etc.) frutos de la mala educación en la cual muchos fuimos
formados y de nuestros traumas, heridas, etc. Y así, reconociendo lo viejo, con el poder de
Jesús, ¡dejar que lo nuevo, nuestra verdadera vocación florezca, crezca y venza en nosotros!
11. Lo nuevo debe brillar en todos los aspectos de nuestro ser, de nuestro vivir, de nuestro
trabajo, en nuestro trabajo, en nuestras relaciones, en nuestro vestir, en nuestro comer, en
nuestro hablar, en las posturas, en nuestro silencio, en nuestra alegría, en nuestra educación, en
nuestro estado de vida, en nuestras relaciones afectivas, en el camino hacia ellas, en nuestros
bienes, en la Obra, en todo debe brillar lo nuevo de Dios.

12.Por eso Dios quiere formarnos, quiere edificar en nosotros. Precisamos dejarle hacer esto en
cada una de esas áreas y en las otras no nombradas. Su poder brota en la oración, pero se
concreta, desborda y se manifiesta en la vida, en el día a día, en las relaciones, dejando a los que
tienen la misión de ser Sus instrumentos para formarnos, ejecutar su misión y, con disposición,
asumiendo todo ello en nuestras vidas. No es tarea fácil, pero si Dios nos llama, es nuestra
alegría y felicidad. Con nuestros corazones llenos de deseo, debemos responder diciendo: "Sí,
Padre, no es fácil, pero yo deseo, yo quiero, yo voy. ¡Amén!"

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