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Mientras más profundas sean las raíces, más y mejor se extenderán las ramas.
La salvación es gratuita, viene por gracia, que es un favor no merecido por parte de
Dios. Jesucristo pagó el precio por nuestra salvación. No tenemos que hacer nada, sino
aceptar a Cristo.
Crecer en Dios si conlleva trabajo y parte de ese trabajo es entrar más profundo en su
presencia, para entrar más profundo hay que ser plantado.
Nunca ha podido haber un árbol, sin antes haber pasado una semilla por la muerte.
Si Dios te está pidiendo un sacrificio, no te lo está pidiendo para quitarte algo que te
gusta, te lo está pidiendo porque Él tiene algo mejor para ti, en donde tiene que hacer
espacio para que lo puedas recibir.
1 Corintios 15:42-43 NTV
“Lo mismo sucede con la resurrección de los muertos. Cuando morimos, nuestros cuerpos
terrenales son plantados en la tierra, pero serán resucitados para que vivan por siempre.
Nuestros cuerpos son enterrados en deshonra, pero serán resucitados en gloria. Son enterrados
en debilidad, pero serán resucitados en fuerza.”
El deleite en el Señor, los deseos de estar con Él por encima de otra cosa siempre van a
opacar las debilidades, las inseguridades, la carencia de fortaleza.
El poder de Dios se perfecciona en nuestra debilidad.
Amar siempre va a dar como producto el deleitarse.
Uno de los mayores beneficios de estar plantados en el Señor es que no tenemos que
tener temor a la escasez, no tenemos que perder nuestra esperanza y mucho menos
nuestra confianza en que Dios proveerá, Dios prosperará y Dios respaldará.
En el deleite de Dios, en el disfrute de su presencia hay favor, hay promesa, hay
abundancia, hay gozo, hay cumplimiento, hay sanidad, hay libertad.
En los procesos difíciles de nuestra vida es que nos acercamos a pasos agigantados a
un encuentro con el Señor.
Encuentro: Llegar a coincidir con alguien especialmente de una manera inesperada o tener una
reunión planificada con una persona.
Saber los deseos de una persona, va muy adherido a saber cuáles son sus
pensamientos.
Cuando tú observas a una persona, como habla, cómo se dirige, puedes tener una
mejor perspectiva de cuáles son sus intenciones, cuáles son sus planes.
El deseo de Dios, va adherido a sus planes.
Pensamos que un encuentro con Dios es algo que hacemos todos los días y es una
rutina a la que nos podemos acostumbrar y no es así.
Un encuentro con Dios no es una mera experiencia que hoy se disfruta y mañana se
olvida.
Un encuentro con Dios hace una marca indeleble en la línea de tiempo de tu existencia
marcando claramente un antes y un después para transformación.
Un encuentro con Dios es algo que te impacta de tal manera que te hace cambiar e ir
en dirección adonde Dios quiera que vayas.
Dios quiere hablar con nosotros para darnos las instrucciones correctas que podamos
seguir.
El fin de todo encuentro con Dios en esta tierra es el encuentro celestial, que vamos a
tener, que va a durar por la eternidad, donde no habrá llanto, donde no habrá
problemas, donde no han escasez, donde no habrá oposición sino que la gloria del
Señor será más brillante que el sol, y no necesitaremos de nada de lo que tenemos
aquí en la tierra, porque todo será provisto en su presencia allá en el cielo.
Hay ocasiones en las que te puedes sentir presionado por tu cristianismo, te sientes
estresado y estás solamente pensando ¿Qué tengo que hacer para mantenerme
siendo cristiano? ¿Qué tengo que hacer para permanecer?
En la Biblia un personaje también batalló con eso.
Pedro en pocas palabras pregunta ¿Qué tengo que hacer para permanecer contigo?
Características de la vid
El amor de Dios
No hay ya nada que te pueda condenar, si has creído en Jesús, si has puesto tu fe en lo
que Él hizo por ti en la cruz, no hay nada que te pueda separar de Jesús.
Cuando te acercas al padre con la fe en Jesús, Él te ve santo e intachable a sus ojos,
como ve a Jesús.
Jesús no se sorprende de que nuestro amor sea frágil, porque Él sabe que es frágil y
que lo somos.
Aún tu esfuerzo de amar a Dios es adoración para Él.
El fruto no te lleva a ganar el amor de Dios, el amor de Dios te lleva a dar fruto.
¿Cómo vemos de manera práctica este fruto? No es lo qué haces, es por qué lo haces.
El fruto que va a venir de una relación permanente en el amor de Dios es un fruto de
amor, es el fruto de obediencia a los dos mandamientos.
Queremos dar fruto y el anhelo de dar fruto no está mal, pero tenemos que saber la
fuente de ese fruto y es Dios mismo.
Pedro al final si murió por Jesús, pero no murió para ganarse su relación con Jesús,
murió en respuesta a conocer a Jesús, dio su vida en respuesta al haber experimentar
el amor de quien lo dio todo por él, aún en su pecado y en su miseria.
Si leyésemos la Biblia, creyendo que todo lo dice es verdad, sin tener nuestra mente
contaminada con la experiencia religiosa, tendríamos una gran expectativa acerca de
la obra de Dios en nuestra vida y en el mundo que te rodea.
Tememos estar fomentando un sistema tan autosuficiente en la iglesia, que, si el
Espíritu Santo decidiese abandonar nuestras reuniones, pudiésemos tardar meses en
darnos cuenta de que ya no está ahí. Porque la mayoría de cosas que hacemos en la
iglesia requiere mucha organización, mucha tecnología, mucho talento, pero a veces,
muy poco del Espíritu Santo.
Hay una brecha entre lo que leemos en la Biblia y lo que estamos viviendo como
cristianos.
Hemos tomado la Biblia, este libro salvaje y lo hemos domesticado, y ¿Cómo lo hemos
hecho? Adoptándola a nuestra experiencia para que avale nuestra forma de vida
cristiana muchas veces de mediocridad.
Porque nos es fácil crear una teología que nos sirva como excusa que contender con
Dios de día y de noche hasta que lo que este escrito en la Biblia llegue a encarnarse en
nuestra vida.
Jesús tiene que ser nuestra teología.
Si yo quiero saber ¿Cómo es Dios?, sólo tengo que mirar a Jesús, si yo quiero saber
¿Cuáles son las prioridades de Dios?, sólo tengo que mirar cuales eran las prioridades
de Jesús, si quiero saber ¿Qué tipo de gente le gusta a Dios?, sólo tengo que mirar que
tipo de personas le gustaba a Jesús.
Jesús es la vida cristiana normal.
Jesús nos modela en la Biblia, cómo se ve una vida cristiana.
Jesús, que fue desde la eternidad, Dios verdadero, cuando se hizo hombre, se hizo
hombre con todas las consecuencias.
Jesús se desojó de su naturaleza divina, se hizo igual a nosotros y asumió todas las
limitaciones humanas. Fue igual a nosotros en todo, salvo en una cosa. No tenía
pecado.
Jesús, el 100% Dios, se hizo 100% hombre.
Dios se humilló de tal manera así mismo, que se limitó a vivir dentro de los estrechos
límites de la humanidad.
Jesús se vació tanto de su naturaleza divina que para cumplir su misión en la Tierra
tuvo que llenarse del Espíritu Santo.
Jesús no hizo nada divino no sobrenatural antes de recibir el Espíritu Santo.
Todo lo hizo Jesús, lo hizo como un hombre en la correcta relación con el Espíritu
Santo.
El Espíritu Santo fue el equipamiento sobrenatural dado por Dios, por el padre para
que Jesús pudiera vivir más allá de sus limitaciones humanas.
Jesús sin el Espíritu Santo, era simplemente el carpintero de Nazaret. Jesús con el
Espíritu Santo, es el Cristo.
El evangelio no es solo algo que admirar, el evangelio es algo que imitar. Jesús modela
la vida cristiana normal.
Jesús me enseña lo que es una vida en la correcta relación con el Espíritu Santo. Una
vida llena del Espíritu Santo, se parece a Jesús.
Tenemos que empezar admitir, que quizás lo que nos diferencia de Jesús, es que él era
tan dependiente del Espíritu Santo y nosotros somos tan autosuficientes con nosotros
mismos.
Una vida cristiana normal, es una vida en total dependencia del Espíritu Santo.
Hemos sido llamados a vivir la vida de Jesús, a ser como él fue, a amar como él amó, a
perdonar como él perdonó, a mostrar compasión como él lo hizo.
Entre ser lleno y vivir en el poder está el tránsito de ser guiado, aprender el delicado
arte de escuchar la voz del Espíritu y obedecer.
Si logras esto, entonces llegarás a liberar el poder de Dios, ahí donde estás.
Jesús lo definió con un manifiesto:
El poder del Espíritu Santo estaba sobre Jesús y está sobre ti ahora para el beneficio de
los pobres, los quebrantados, los cautivos, los ciegos y los oprimidos
El poder del Espíritu Santo te ha sido dado, no para servirte a ti mismo, sino para servir
a un mundo que está en agonía.
Un cristiano que no sirve de alguna manera a los pobres, a los quebrantados, a los
cautivos, a los ciegos, a los oprimidos, no justifica el poder que le ha sido dado.
El Espíritu Santo se siente encarcelado en el cuerpo de los cristianos que se rehúsan a
servir a los demás.
Cuando recibiste el Espíritu Santo, no sólo recibiste un regalo, sino también una
responsabilidad; la responsabilidad de guiar a otros a un encuentro con Dios.
El Espíritu Santo va a impulsarte a un conflicto con las fuerzas de las tinieblas.
La Biblia dice que se levantarán muchos Anticristos. Anticristo, quiere decir anti
unción; Anticristos que tienen nombres que se oponen a los propósitos de Dios,
Anticristos que estaban tan activos entonces, como lo están ahora. Como el espíritu
del Faraón, que sigue esclavizando a los débiles, o el espíritu de Goliat, que sigue
intimidando al pueblo de Dios, o el Espíritu de Sisara, que sigue prostituyendo a las
mujeres, o el espíritu de Nabucodonosor que sigue cautivando la mente de los
jóvenes, o el espíritu de Herodes, que sigue matando a los bebés.
Pero por cada espíritu de Anticristo que se levante, Dios levantará a un hombre o a
una mujer llenos de un espíritu superior. Por cada Faraón, Dios levantará un Moisés,
por cada Goliat, Dios levantará un David, por cada Sisara, Dios levantará una Débora,
por cada Nabucodonosor, Dios levantará un Daniel, por cada Herodes, Dios levantará
un Juan el Bautista. Hombres y mujeres con un Espíritu superior.
Nuestro amor por Dios, muchas veces esta determinado por nuestro odio a los
espíritus de Anticristo.
No podemos tolerar la injusticia, allí donde hay un hombre o una mujer lleno del
espíritu de Dios. No podemos tolerar la maldad, allí donde e hay un hombre o una
mujer lleno del espíritu de Dios.
¿Cómo conquistar el corazón de Dios?
Itiel Arroyo (10-02-2019)
Dios le dijo a Moisés: “Has hallado gracia en mis ojos y te he conocido por tu nombre”
La gracia es cuando Dios te conoce, cuando sabes quien eres, cuando conoce tu
nombre y lo escribe en el libro de la vida.
El nivel de la gracia es cuando tu nombre queda escrito eternamente en ese libro y te
libras de la condenación eterna y se te ofrece un paraíso por toda la eternidad.
Muchos se conformarían solo con eso, con que Dios escriba su nombre en el libro de la
vida, pero Moisés quería más y subió a esa montaña por algo más que gracia.
Es cuando Dios le dijo a Moisés: “Mi presencia irá contigo y te daré descanso” (Yo
mismo iré contigo, Moisés, y te daré descanso; todo te saldrá bien – NVI)
El favor de Dios es la capacitación sobrenatural dada por Dios, para que puedas
cumplir todos sus propósitos en tu vida.
El favor es como una especie de sello de aprobación divina, como una marca, bastante
perceptible por las personas que te rodean.
El favor de Dios hace que todo lo que toques prospere, que todo lo que emprendas
llegue a su fin, que todo lo que desarrolles fructifique.
El favor de Dios es aquello que distingue a esos hombres y mujeres que hemos
convertido en nuestros líderes.
Pero cuidado, porque el favor, puede una trampa para tu corazón, porque cuando
tenemos necesidad nuestro corazón tiende a la búsqueda desesperada de Dios, pero
cuando Dios nos colma de favores, a veces dedicamos tanto tiempo administrando
tanto favor, que nos olvidamos de aquel que nos ha favorecido.
Es cuando abrimos nuestra agenda, nuestra cuenta bancaria, nuestras redes sociales,
más de lo que abrimos nuestro Biblia, estamos tan entretenidos con tanto favor, que
nos olvidamos de aquel que nos ha favorecido.
Para muchos sería suficiente, pero para Moisés no. Moisés quería más y subió a esa
montaña por algo más que favor.
Moisés le dijo a Dios: “Te ruego que me muestres tu gloria.” Y ese es el 3° nivel, el nivel
de la gloria.
Dios le dice a Moisés que le mostrará un destello de su gloria, pero que tiene que
esconderse en la hendidura de una roca para poder verla.
¿Cuántos saben que esa roca representa a Jesús y esa hendidura, las heridas de su
cuerpo en la cruz?
Porque no hay manera de poder ver la gloria de Dios, si no es escondido en Cristo.
Este tipo de propuestas, prueba el corazón, porque muchas veces estamos más
obsesionados por los beneficios del reino de Dios, por sus dones, por la influencia, por
el poder, por los recursos, muchas veces de lo que lo que estamos interesados en el
rey.
Pero lo que fue el sello de la amistad entre Dios y Moisés, fue su respuesta. Moisés le
dijo que preferiría un desierto con Dios que un paraíso sin Él.
Y cuando Moisés bajo de esa montaña, se dice que su rostro brillaba, se trasformó.
Porque siempre te trasformas en el reflejo del Dios en el que fijas tu mirada.
El tipo de unidad por el cual Jesús oró para la iglesia; no es un modelo terrenal, sino
que es un modelo celestial.
Jesús oró que sean uno como el padre; el hijo y el Espíritu Santo.
¿Te has dado cuenta de la unidad que hay en la Trinidad? ¿Te has dado cuenta en la
que se sirven sin ansias de poder? ¿Te has dado cuenta de la danza divina en la
Trinidad?
Juan 13:1-14RVR1960
“Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de
este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta
el fin. Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo
de Simón, que le entregase, sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las
manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y
tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de
los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. Entonces vino a Simón Pedro;
y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo
comprendes ahora; mas lo entenderás después. Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás.
Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. Le dijo Simón Pedro: Señor, no
solo mis pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita
sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos. Porque
sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos. Así que, después que les
hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho?
Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el
Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los
otros.”
Esto que acabamos de leer, ocurrió hace unos 2000 en medio de la cultura hebrea. En
aquella época ellos no vestían calzado como el que nosotros llevamos, ellos iban
calzados con especie de sandalias de cuero, que dejaban parte de sus pies al desnudo.
El lavado de pies era propio de la cultura judía. Era una cuestión de higiene y de buena
educación, antes de entrar a la mesa de la comunión, lavarse los pies en un barreño de
agua, en un balde y secárselos con una toalla. Cada uno se lavaba sus propios pies.
En las casas de los ricos, que tenían esclavos, estos ricos, para ofrecer un acto de honra
a sus comensales, designaban al esclavo de menor rango de la casa para ofrecerse
como un lavador de pies de los visitantes.
En esa última cena, sentados a la mesa, había un grupo de discípulos con los pies
sucios, sin embargo, no había ningún esclavo para lavar los pies de los comensales. Si
había un barreño, si había agua, si había una toalla, pero no había ningún discípulo
dispuesto a hacer esa tarea tan humillante.
Lo que hizo Jesús fue escandaloso para la mente de los discípulos, se puso de pie, se
quitó su manto de rabino, se ciñó una toalla a la cintura y comenzó a lavar los pies de
sus discípulos.
Hasta que Pedro se niega al lavado de pies y Jesús confrontó a Pedro y le dijo: “Si no te
lavo los pies, no vas a tener parte conmigo”. En otras palabras, lo que Jesús estaba
diciendo a Pedro es “Pedro, si te lavo los pies, estaré construyendo una plataforma,
sobre la cual, crear una relación entre tu yo. Pedro, si te lavo los pies, aunque no lo
entiendes ahora, eso nos va a unir, Pedro si te lavo los pies, tu tendrás parte conmigo y
yo tendré parte contigo, Pedro si te lavo pies, vamos a ser uno.”
Si había un grupo difícil de unir, fue ese grupo de discípulos que Jesús eligió.
En ese grupo había un zelote nacionalista judío, con un publicano funcionario del
imperio romano en el mismo equipo, pescadores y letrados y fariseos doctos en el
mismo movimiento. Mujeres y hombres, aprendiendo juntos. Amos y esclavos
llamándose hermanos.
Jesús no esperó que la unidad surgiese, Jesús provocó la unidad. Jesús se convirtió en
un catalizador de una unidad aparentemente imposible. Lo hizo quitándose su manto
de honor, ciñéndose una toalla a la cintura, tomando un barreño de agua y lavando los
pies de sus discípulos. Demostrándonos Jesús, algo que la iglesia aún no ha aprendido,
que la unidad no es idea, no es un discurso, no es una filosofía, no es un papel escrito
con acuerdos ni obligaciones, ni responsabilidades.
La unidad es una nueva manera de ver a las personas que te rodean. La unidad es una
manera de ver diferente, no desde arriba hacia abajo, sino desde abajo hacia arriba.
No desde la superioridad a la inferioridad, sino desde la humillación a la honra.
Porque cuando eso ocurrió en la sala los discípulos al salir seguían siendo diferentes,
pero estaban unidos. Dios nos une, no nos hace iguales.
Cuando Jesús vio los pies sucios de sus discípulos y se dispuso a lavar los pies de Pedro,
Pedro le dijo: No me lavarás los pies, entonces Jesús le dijo: Si no lo hago, no
tendremos unidad.
Entonces Pedro, que era impulsivo, le dijo: Entonces, no solo los pies, sino de los pies a
la cabeza y Jesús le dijo: No, tú ya estas limpio, sólo necesitas que te lave los pies.
Jesús le estaba diciendo: Pedro, tus pies están sucios, por el polvo del camino, por los
errores de la vida cotidiana, pero tú eres una persona limpia,
Lo que Jesús le estaba diciendo es: Pedro, hay polvo en tus pies, pero eso no define tu
corazón.
Jesús vio los pies sucios de Pedro, pero entendió que esa suciedad no definía quien era
Él.
¿Cuántos saben que la sangre de Jesús te hace completamente limpio?
Pero ¿Cuántos saben que a medida que caminamos por la vida cotidiana, por el
camino de la vida, hay polvo que se adhiere a nuestros pies?
Son miradas que no deberíamos haber hecho, palabras que deberíamos haber dicho,
actos que no deberíamos haber hecho.
¿Cuántos saben que quizás, en lo que ya llevamos del día, ya nos hemos ensuciado los
pies?
Hemos cometido errores, hemos transgredido la bondad. Jesús vio los pies sucios de
Pedro, pero no juzgó su corazón, nosotros vemos los pies sucios de nuestros hermanos
y emitimos un juicio contra su identidad. No decimos: Tiene los pies sucios, decimos es
sucio.
Es más fácil ver los pies sucios de los que tenemos más cerca. Uno sabe cómo son los
pies sucios de nuestro esposo/a, hijo/a o de nuestros padres.
Emitimos un juicio y nos separamos de esa gente con superioridad moral, porque es
más fácil emitir un juicio que disponerse a ser un lavador de pies.
Debemos aprender a ser muy críticos y exigentes con nuestros propios pies, pero
llenos de compasión con los pies de nuestros hermanos, de las personas que nos
rodean, porque a eso somos llamados.
Cuando Jesús lavó los pies de sus discípulos no sólo vertió sobre esos pies agua, sino
que vertió gracia.
Jesús lavó los pies que unas horas después iban a correr para abandonarle, y Jesús lo
sabía y sabiéndolo, vertió gracia.
Jesús lava los pies de quienes dudan, de quienes lo cuestionan, de quienes lo niegan,
de quienes no cumplen sus promesas, de quienes lo traicionan y de quienes lo
abandonan y vierte gracia.
Frente al Instituto Teológico de Dallas, donde se forman los que van a ser los futuros
pastores y teólogos del mundo, decidieron poner la imagen de Jesús lavando los pues
de sus discípulos para recordar que es lo que somos. En la imagen, no se ve el rostro
de Jesús.
El autor hizo esto porque quería que cada estudiante que fuera al Instituto, se quería
ver el rostro de Jesús, tuviese que quitarse su mochila, llena de libros, llena de razones,
llena de teologías, dejarla a un lado, inclinarse para mirar el rostro de Jesús desde
abajo hacia arriba. Si quieres ver el rostro de Jesús en tu vida, esa es la posición
correcta.
Adán y Eva comienzan una conversación peligrosa con la serpiente. Y es así como
comienzan todos los desastres en nuestra vida, teniendo una conversación que no
deberíamos con la serpiente.
Porque la serpiente no dice, la serpiente insinúa.
Insinuó a Adán, que quizás Dios, no era de confianza, de que quizás Dios, les estaba
ocultando algo detrás de la prohibición de no comer del fruto del árbol del
conocimiento del bien y del mal. Insinuó, que quizás, Dios no era tan bueno como
parecía.
¿Qué es lo que estaba intentando hacer la serpiente?, lo mismo que ha intentado
hacer durante toda la historia de la humanidad, sembrar una duda, acerca de la
bondad de Dios en la mente de los seres humanos. Porque ella sabe, que, si es capaz
de sembrar una duda acerca de la bondad de Dios, entonces, estará creando una
brecha entre Dios y los hombres.
Finalmente, Adán y Eva, creen la mentira, toman del fruto prohibido y de repente
experimentan una sensación horrible, una sensación que no habían experimentado
hasta ese momento, pero que tristemente se ha vuelto una normalidad para todos los
hijos de Adán y Eva, para todos nosotros. Ellos experimentan por primera vez,
vergüenza. Experimentan vergüenza a causa de su desnudez.
Algunos rabinos afirman que antes del pecado de Adán y Eva, ellos estaban cubiertos
por la gloria de Dios, es decir, casi eran seres que irradiaban luz y cuando tomaron del
fruto prohibido, se desconectaron de la fuente divina y fueron desprovistos de la gloria
divina y quedaron desnudos.
Experimentaron vergüenza e hicieron algo extraño, pero algo que de alguna manera
que todos nosotros hacemos en nuestra vida. Tomaron unas hojas de higuera, las
cosieron y prepararon unos delantales para cubrir su vergüenza.
¿De qué se estaban escondiendo Adán y Eva? Se estaban escondiendo, el uno de la
mirada del otro. Es decir, Adán estaba cubriendo se vergüenza de la mirada de Eva, y
Eva estaba cubriendo su vergüenza de la mirada de Adán. Adán y Eva se estaban
escondiendo el uno de la mirada del otro, y cuando hicieron esto, hubo una ruptura en
su relación, que nos ha perseguido hasta el día de hoy, una ruptura en todas las
relaciones humanas.
Fuimos creados como seres humanos, con una necesidad fundamental, la necesidad
de sentirnos conectados con otros seres humanos.
Anhelamos verdadera conexión, anhelamos intimidad verdadera, lo anhelamos, más
que cualquier otra cosa en este mundo.
En cada proceso de su creación, Dios sentenció con unas palabras: Esto es bueno, en
gran manera. Todo lo que hacía Dios era bueno en gran manera, excepto una cosa.
Dios miro al hombre, miró a Adán y dijo: No es bueno que el hombre este sólo.
En un universo en gran manera, la soledad de Adán no era buena, porque Adán podía
mirar hacia arriba y adorar a Dios, Adán podía mirar hacia abajo y gobernar la creación,
pero si Adán miraba a su izquierda o a su derecha, se encontraba sólo, terriblemente
solo. Sólo en el paraíso.
Y quizás ese fue el primer momento en el que el ser humano pensó, ¿De qué me sirve
poseer todos los placeres de este paraíso si no tengo a nadie con quien compartirlo?
Porque de alguna manera estar en el paraíso, pero estar sólo, era un infierno.
Dios creó a los seres humanos, con una necesidad que ni Dios mismo puede suplir. La
necesidad de sentirnos conectados los unos con los otros.
Adán tenía a Dios, Adán tenía el paraíso, pero Dios sabía que Adán necesitaba
conexión humana. Dios sabía que Adán necesita comunidad, necesitaba el
compañerismo.
¿Por qué lo sabía Dios?, porque Dios nunca ha estado sólo. Desde que Dios es Dios,
Dios es comunidad y Dios sabe que la soledad es el infierno, por eso supo, que Adán
necesitaba otra persona, necesitaba comunidad, necesitaba compañerismo,
necesitaba conectar.
Nos aterra la soledad y buscamos rápidamente conectar con otros seres humanos, ya
desde el mismo momento de nuestro nacimiento.
Desde el momento de nuestro nacimiento, para el resto de nuestra vida, anhelamos
hacer un piel con piel con otro ser humanos. Anhelamos conectar y nos aterra
sentirnos sólo.
Y la mayoría de estupideces que hacemos como seres humanos, es producto de
intentar conectar con otros seres humanos, pero intentarlo hacer de la manera
equivocada. La mayoría de nosotros hacemos un montón de estupideces por intentar
encajar socialmente, por tener un grupo de amigos, porque alguien nos ame, por
sentirnos parte de una familia.
¿Sabes cuál es tu mayor obstáculo para alcanzar esa conexión que tanto anhelas con
otros seres humanos? La vergüenza.
Cuando hablamos de vergüenza, hablamos del dolor que sentimos en nuestra
identidad.
Generalmente en la iglesia, hablamos de dos conceptos que parecen iguales, pero que
en realidad son diferentes. Hablamos de la culpa y de la vergüenza.
Pero la culpa es el dolor que sentimos por algo que hemos hecho, pero la vergüenza es
el dolor que sentimos por algo que creemos que somos.
La culpa está ligada al comportamiento, la vergüenza esta ligada a la identidad.
La culpa te hace pensar, que hay algo que está roto, que está dañado, que está
incompleto, que está torcido y si los demás se diesen cuenta de ese algo, no querrían
conexión contigo.
Si hay algo que es común a todos, es que sentimos vergüenza.
¿Y cómo surgió esa vergüenza? Esa vergüenza surgió, al escuchar y creer la voz
equivocada.
Por Dios le preguntó a Adán, Adán, ¿quién te ha dicho, que estabas desnudo?, en otras
palabras, Adán, ¿A qué voz has escuchado y has creído?, Adán, ¿A qué voz has dejado
penetrar en tu alma?, Adán, ¿A qué voz le has dado autoridad para definirte?
Ese fue el primer momento, en que un ser humano, fue definido por otra voz,
diferente a la voz de Dios, la voz de la serpiente, cuyo único objetivo es sembrar una
mentira, en esa parte de nuestra identidad, donde damos respuesta a la pregunta
¿Tengo valor?
Y la mentira puede ser diferente en la vida de cada uno, pero en esencia, siempre es la
misma: No eres suficiente, y hasta que no nos demuestre lo contrario, hasta que no
muestres que realmente tienes algo especial, hasta que no demuestres tu valía, no
eres suficiente.
Y así es como nos hacemos esclavo de la serpiente, porque creer una mentira le da
poder sobre ti al mentiroso.
¿Cuántos saben que la voz de la serpiente tiene maneras muy creativas de resonar en
nuestra alma?
Y no necesariamente siempre es una voz audible. A veces es un abandono, un abuso
sexual, un trauma.
La vergüenza tiene maneras muy creativas de aparecer en nuestra vida.
Normalmente la voz de la serpiente hace eco a través de personas de autoridad en
nuestra vida, como un padre, una madre, un profesor, una persona de influencia.
La vergüenza que no se transforma, se transfiere.
Si tu recibes vergüenza y no transformas esa vergüenza en gracia, un día la vas a
transferir a alguien más.
Lo triste de la vergüenza, es que se te pega tanto al alma, que llegas a creer que es tu
alma misma. La vergüenza se te pega tanto, que finalmente, no sabes diferencia entre
lo que eres tú y lo que es tu vergüenza.
Tu vergüenza se convierte en tu identidad.
La iglesia tiene una responsabilidad de lidiar con este asunto de la vergüenza, pero a
veces no lo está haciendo bien, porque la iglesia nos ha enseñado bien a lidiar con el
sentimiento de culpa, porque, aunque es difícil, podemos arrepentirnos del error que
hemos hecho, pero ¿Cómo lidias con el sentimiento que surge, cuando estás
convencido de que tú eres el error? ¿Cómo te arrepientes de algo que crees que eres?
Entonces, muchas optan por hacer, lo mismo que hicieron Adán y Eva, es decir, tomar
control sobre su vergüenza. ¿Y cómo lo hicieron Adán y Eva? Adán y Eva tomaron unas
hojas de higuera, las cosieron y cubrieron su vergüenza de la mirada del otro.
Pero la consecuencia fue trágica, fue perder la conexión entre ellos, porque desde el
momento en que Adán y Eva, se escondieron el uno del otro, nunca más volvieron a
tener la misma intimidad.
Y nosotros al igual que Adán y Eva, decidimos tomar control sobre nuestra vergüenza,
pero no nos cubrimos con hojas de higuera, nosotros nos cubrimos con apariencias, es
decir, decidimos proyectar una imagen delante de los demás, detrás de la cual
escondernos. Una imagen de perfección, una imagen de belleza, una imagen de éxito,
una imagen de alegría, pero no es más que una imagen detrás de la cual nos estamos
escondiendo y una de nuestras maneras favoritas de proyectar una imagen delante de
los demás, detrás de la cual escondernos es a través de nuestros celulares.
Y aunque nuestras hojas de higuera se hayan digitalizado, siguen siendo exactamente
lo mismo que fueron siempre, disfraces, máscaras, maquillaje, puro teatro.
Y la consecuencia de escondernos detrás de imágenes que proyectamos, detrás de
nuestras apariencias, es vivir la mayor epidemia de nuestra generación, una epidemia
de soledad.
Porque en un mundo hiperconectado virtualmente, nuestra generación se siente más
sola que nunca, de hecho, podemos estar rodeados de cientos, de miles de personas, y
aun así sentirnos terriblemente solos.
Porque es imposible conectar con alguien si te escondes detrás de tus apariencias.
¿Puedes realmente tener una conexión profunda con alguien si vives escondido detrás
de la superficialidad de tus apariencias?
No hay manera de conectar profundamente con alguien, mientras te escondes en la
superficialidad de tus apariencias.
Para conectar con otro hay que ser conocido y para ser conocido hay que desnudarse.
Y no estamos hablando de desnudar el cuerpo, porque no hace falta ser muy valiente
para desnudar el cuerpo. Estamos hablando de algo que requiere un coraje que muy
pocos tienen, estamos hablando de desnudar el alma.
Para conectar tienes que prenderles fuego a tus hojas de higuera, tienes que dejar de
esconderte detrás de tus apariencias, tienes que renunciar a esa imagen de perfección
que has construido delante de los demás, detrás de la cual te escondes y tienes que
dejar ver tu alma desnuda.
Resulta aterrador pensar en la idea de que alguien vea tu vergüenza. Pero si no quieres
morir sólo, tienes que tomar el riesgo, tienes que dejarte ver; quizás no delante de una
gran multitud, pero tienes que hacerlo por lo menos delante de una persona. Tienes
que tener un amigo de verdad.
Para conectar realmente, tienes que dejarte ver, tal como realmente eres, imperfecto,
en proceso, acomplejado, contradictorio, herido, frágil. Y tienes que hacerte
vulnerable.
Nuestra generación anhela tener grandes virtudes, anhela ser fuertes, exitosos, bellos,
pero quizás la virtud que puede a salvar nuestra generación del suicidio es la virtud de
la vulnerabilidad.
La pregunta es ¿Te has hecho vulnerable delante de alguien? ¿Alguna vez te has
dejado ver tal y cómo realmente eres o llevas toda tu vida escondiéndote?
Ahora cuando piensas en la palabra vulnerable ¿Qué viene a tu mente? Puede ser la
imagen de un guerrero de la edad media, que está cubierto con su armadura de
guerrero, que le protege de los golpes de espada cuando esta en el campo de batalla,
pero cuando ese guerrero termine de luchar en esa batalla y quiere regresar a su casa
para encontrarse con su esposa, antes de entrar por la puerta de su hogar, si ese
guerrero, quiere tener intimidad con su esposa, tiene que tomar una decisión. Tiene
que quitarse la armadura.
Y ¿Cuántos saben que cuando ese guerrero se desnude en esa habitación, esa mujer,
tendrá más poder para herirlo, de lo que jamás tuvieron sus enemigos en el campo de
batalla?
Porque hacerte vulnerable implica un riesgo, el riesgo a que alguien te hiera.
Pero estén dispuestos a recibir alguna herida, a fin de algún día recibir verdadera
conexión e intimidad.
Porque esa armadura que te protege de los golpes en la batalla, también te está
impidiendo disfrutar de las caricias de los que te aman.
Esta generación, más que cualquier otra, ha potenciado el engaño de los personajes.
Si algo han demostrado las redes sociales, es esta paradoja: Anhelamos ser conocidos,
pero nos aterrado la idea de que alguien nos conozca realmente. Queremos que nos
vean, pero sólo lo que queremos mostrar. Y a través de las redes sociales nos
mostramos, no como realmente somos, nos mostramos cómo nos gustaría ser, es
decir, proyectamos un personaje.
Y resulta que ese personaje es más guapo que tú, es más inteligente que tú, se lo pasa
mejor que tú, se va más de vacaciones que tú, ese personaje es mejor que tú en todos
los sentidos, si hasta tú querrías conocer ese personaje que te has inventado porque
no existe, es un impostor, es una mentira y te está robando la vida. Porque mantener
vivo a este personaje es sacrificando a la persona real.
Por eso no es extraño que Facebook tenga muros e Instagram tenga filtros, porque es
detrás de los muros, donde se esconden los secretos y con los filtros como se ocultan
las imperfecciones.
Y uno esperaría que, en la red social de Dios, que es la Iglesia, ver a las personas más
vulnerables y reales de todo el planeta Tierra, pero tristemente, muchas veces, dentro
de la iglesia, nos hemos encontrado a los mayores hipócritas.
Hipócrita en griego, significa actor.
Y hay muchos que viven su vida actuando.
Y en la Iglesia, la red social de Dios, debería ser el lugar donde la gente pueda llorar,
porque las lágrimas son sagradas en la iglesia, las lágrimas son perlas.
A veces la vergüenza se cura llorando.
Y en la iglesia deberíamos ser reales.
Muchos preguntan ¿Porque los jóvenes están abandonando la Iglesia?, y es por que
los jóvenes ya no se creen a los pastores que son perfectos, sólo se creen a los
pastores que tienen cicatrices. Detrás de cada personaje perfecto, se esconde una
persona que llora.
A veces nuestra vida, dentro y fuera de las redes es pura actuación.
Muchos llevan su cuenta bancaria, su auto, su ropa, su título universitario, como un
disfraz para impresionar a los demás.
Lo que tu alma anhela no es aprobación humana, es amor verdadero, porque la
aprobación se da al personaje perfecto, pero el amor verdadero se da a la persona
real.
Y muchos anhelan aprobación humana porque es un analgésico para el dolor que
sienten en su alma. No cura la vergüenza, pero alivia un poco el dolor.
Si vives para la aprobación de las personas, un día morirás por su rechazo. Es agotador
vivir para que la gente te apruebe, te haces un esclavo de ese personaje que te has
inventado.
¿Por qué hacemos tantas estupideces?, porque anhelamos conectar, pero lo
confundimos con impresionar.
Cuando uno ha estado avergonzado, lo que uno más anhelas es que alguien te ame,
pero la vergüenza te dice no eres digno de amor hasta que no demuestres que eres
impresionante.
No malgastes tu vida teniendo admiradores, dedícate a tener amigos, es tu mayor
tesoro.
Amistades que transforman
Carmen Castillo (19-05-2019)
En los tiempos difíciles, (muerte, escasez, depresión), que increíble es poder encontrar
a estos amigos, que se comportan mejor incluso, que tu propia familia.
Esto es lo que todos buscamos, personas con quienes llevar el viaje, pero nos da terror
mostrarnos como somos y pedir ayuda en este proceso.
Los mismos medios nos hablan de esto, Facebook, tenemos cientos, miles de amigos,
pero todos nosotros sabemos que no por ser amigo en Facebook, somos realmente
amigos. La realidad es que ser amigo en Facebook, hoy día, no significa absolutamente
nada.
¿Por qué insistimos en la importancia de las relaciones?
Porque creemos que nuestro Dios, es un Dios que se relaciona, es un Dios que se
vincula, es un Dios que está ahí, ayudando, apoyando, estando ahí.
Dios es relacional
Génesis 33:11 NVI
“Y hablaba el Señor con Moisés cara a cara, como quien habla con un amigo.”
Por medio del presente la Dirección del Trabajo certifica que el “Registro Electrónico Laboral”,
contenido en la página web de la Dirección del Trabajo y regulado en los artículos 9°bis y 515
del Código del Trabajo, registra una indisponibilidad técnica que impide a el/la usuario/a
realizar o completar el trámite de registro o proceso de ingreso de datos y/o documentación
laboral que la normativa exige.
Este certificado es emitido por la Dirección del Trabajo en virtud de lo dispuesto en el artículo
7° inciso 2° del Decreto Supremo N°37 del 28 de octubre de 2021, del Ministerio del Trabajo y
Previsión Social. Su vigencia será por el tiempo que se extienda la indisponibilidad técnica.
Terminada dicha indisponibilidad, el/la usuaria/o deberá realizar o completar el proceso de
ingreso de datos y/o documentación laboral en el “Registro Electrónico Laboral” que cuyo
impedimento o interrupción motivó la solicitud de certificación antes descrita.
Hemos sido adoptados por Jesucristo, somos incluidos, no importa los lazos de sangre.
El decidió considerarnos e incluirnos.
Y nosotros ¿Cómo estamos considerando el incluir a otros?
¿Tenemos amigos que morirían por nosotros? ¿Tenemos amigos que se la juegan por
nosotros? ¿O nuestra comunidad esta reducida a venir el día domingo a la iglesia?
Una comunidad no es simplemente sentarnos uno al lado del otro, una comunidad
significa conocernos y profundizar nuestras relaciones.
¿Dóndes estás teniendo amigos? ¿Dónde estás buscando amigos?
Busca un espacio donde compartir con otros, donde puedas abrirte, donde puedas ser
realmente vulnerable.
No podemos vivir la vida solos, ni Jesucristo la vivió sólo, el tuvo amigos, y si el
necesitó amigos estando aquí en la tierra, cuánto más nosotros.
Necesitamos amigos.