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Clase 11

Derecho Civil I (2019)


Dr. Cristián Banfi del Río
Profesor Asociado de Derecho Civil
Facultad de Derecho – Universidad de Chile

PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL DERECHO PRIVADO


• Autonomía de la Voluntad
• Buena Fe
• Responsabilidad
• Prohibición del Enriquecimiento Injustificado

AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD

1. Síntesis

La voluntad aparece en el CC a nivel de la ley (como acto de voluntad, art. 1), del Contrato
(arts. 1.545 y 1.560) y del Principio de Autonomía (libertad e igualdad).

Consagración legal:
• Contratos: arts. 12, 1.437, 1.444, 1.450, 1.545, 1.560, 1.574, 1.631, 1.635, 767 CPC.
• Otros actos jurídicos: arts. 670, 672, 728, 1.234; 99 y 100 CCo1

Manifestaciones de la Libertad (en dos instituciones económicas principales):

• Propiedad (art. 582)


- derecho absoluto-arbitrario (únicos límites: ley y derecho ajeno)
- eliminación de vinculaciones y mayorazgos (usufructos y fideicomisos sucesivos [arts. 745
y 769]; fin grandes propiedades familiares indivisas)
- comunidad mal vista (limitada temporalmente, aunque renovable art. 1.317)

• Contrato y Autonomía Privada (art. 1.545)


- regla generalísima de competencia de los particulares, condiciones mínimas (art. 1.445)
- derecho privado está compuesto en su mayor parte por normas dispositivas (elementos de
la naturaleza, art. 1.444)
- regulación legal del principio en su ejecución:
/ contratos de adhesión
/ lesión (los códigos del siglo XX la aceptan por regla general)
/ abuso del derecho
/ teoría de la imprevisión

1
“Art. 99. El proponente puede arrepentirse en el tiempo medio entre el envío de la propuesta y la aceptación,
salvo que al hacerla se hubiere comprometido a esperar contestación o a no disponer del objeto del contrato,
sino después de desechada o de transcurrido un determinado plazo. El arrepentimiento no se presume.”
“Art. 100. La retractación tempestiva impone al proponente la obligación de indemnizar los gastos que la
persona a quien fue encaminada la propuesta hubiere hecho, y los daños y perjuicios que hubiere sufrido.”

1
Limitaciones:

• Legales (normas prohibitivas)


El acto jurídico no puede transgredir la ley (arts. 1.445 Nº 3 y 4, 1.461, 1.466, 1.467.2, 1.475)
ni hacer dejación de los derechos que la ley declara irrenunciables (art. 12)

• Orden público y Buenas Costumbres


El orden público dice relación con lo que está conforme al espíritu general de la legislación
(art. 24). Una concreción del mismo es el orden público económico. Ejs: arts. 880, 1.461,
1.467, 1.475.
Las buenas costumbres son aquellas que la sociedad considera en un momento dado como
normas básicas de convivencia social. Ejs: 1.461, 1.467, 1.475, 1.717.

• Protección de los derechos legítimos de los terceros de buena fe

La buena fe es ignorar la situación antijurídica determinada. Ejs: 2.058, 2.173, 1.490-1.491,


927, 976, 303.

Este límite se infiere del art. 12 (sólo pueden renunciarse los derechos que miren en el interés
individual del renunciante). Una derivación de esto: arts. 1.126 y 1.661.

La limitación del dominio en el derecho ajeno (art. 582) se extiende a los demás derechos
(pues, conforme a los arts. 583 y el 19 Nº24 CPR, sobre las cosas incorporales también hay
una especie de propiedad).

2. La voluntad de las partes es la fuente y la medida de los derechos y de las obligaciones.


Las partes son libres para regular sus relaciones jurídicas sin la intervención de la ley, con la
sola limitación de no poder contravenir la ley imperativa o prohibitiva, el orden público y las
buenas costumbres. En derecho privado las partes gozan de amplia libertad: pueden hacer
todo, salvo lo que esté prohibido (“en el silencio de la ley hay una autorización”. En cambio,
en derecho público sólo puede hacerse lo permitido: “en el silencio de la ley hay una
prohibición”).2

3. De la autonomía de la voluntad emanan cuatro subprincipios, referidos al nacimiento


(consensualismo y libertad contractual) y a los efectos del contrato3 (fuerza obligatoria y

2
“(…) el principio de la autonomía de la voluntad es de tanta trascendencia en el Derecho Privado que todas
las normas en él contempladas tienden a interpretar la voluntad de los particulares o a suplir su omisión en
los casos y circunstancias no contemplados por el autor o autores del acto o contrato. Este principio se
manifiesta en nuestro Derecho Positivo, principalmente en cuanto la ley permite a las partes celebrar toda
clase de convenciones y sanciona el vínculo jurídico prescribiendo que “todo contrato legalmente celebrado
es una ley para los contratantes y no puede ser invalidado sino por su consentimiento mutuo o por causas
legales (C. Civil, artículo. 1545). Por consiguiente, en el ámbito del Derecho Privado, la autonomía de la
voluntad autoriza a los contratantes para establecer las condiciones y modalidades que deseen, incluyendo,
por cierto, causales convencionales de caducidad de los plazos”: CA de Santiago, 8.6.1989, RDJ, t. 86, sec. 2ª,
p. 48.
3
Los efectos del contrato son los derechos y obligaciones que ellos generan, aun cuando están tratados en el
Título XII del Libro IV del CC denominado “Del efecto de las obligaciones”.

2
efecto relativo). En cambio, la buena fe es independiente de la autonomía de la voluntad y se
presenta en todo el contrato (en los tratos preliminares, la celebración, el cumplimiento, la
extinción e incluso en el período post-contractual).

4. La autonomía de la voluntad se manifiesta en el sistema subjetivo de interpretación de los


contratos, que es el que rige en el CC (art. 1560) y que supone examinar el origen del contrato
y buscar la voluntad real de las partes, por oposición al sistema objetivo, en el cual interesa
el contrato como relación jurídica formada.

5. La autonomía de la voluntad tiene influencia fuera del campo de los contratos: en la


formación del consentimiento (teoría de la aceptación), en las voluntades tácitas o presuntas,
en la sucesión legal o abintestato (suele estimarse como voluntad presunta del causante), en
el aspecto patrimonial del derecho de familia (v.gr. sociedad conyugal, explicada como un
acuerdo presunto entre marido y mujer), en derecho procesal (las partes pueden sustraer
diversos asuntos de la justicia ordinaria y someterlos a un arbitraje o transigir. No pueden
disponer de procesos en los que se encuentra comprometido un interés público, como ocurre
con los juicios de nulidad de matrimonio, de divorcio o los juicios ejecutivos), etc.

6. La autonomía de la voluntad se desglosa en varios postulados:


- las partes pueden crear libremente sus relaciones jurídicas (de ahí nacen los contratos
innominados)4;
- nadie puede ser obligado a contratar contra su voluntad;
- las partes pueden atribuir a un contrato los efectos que quieran (pueden derogar las
normas legales supletorias);
- las partes pueden modificar y terminar de común acuerdo sus contratos (mutuo disenso:
art. 1545 y 1567.1), en tanto que la modificación o terminación unilateral es excepcional;
- las partes determinan el contenido del contrato, por lo que su interpretación tiene por
objeto conocer la intención de ellas (art. 1560);
- lo convenido por las partes es intangible (no puede ser modificado, en principio, por leyes
o decisiones judiciales);
- los contratos son generalmente consensuales, sin perjuicio que las partes pueden hacer
solemnes contratos naturalmente consensuales (arts. 1802 y 1921).

7. Fundamentos:

a) la libertad natural del hombre, quien no podría obligarse si no ha consentido y cuyas


obligaciones queridas necesariamente producen efectos. Más que tener una justificación, él
mismo sirve de justificación de los demás principios jurídicos: “debo porque debo” (Kant)5.

4
Pero las partes deben respetar los elementos esenciales del contrato en cuestión: “Aun cuando es indudable
que, dentro de la autonomía de la voluntad, las partes son libres para pactar contratos innominados, esa
libertad no puede llegar hasta hacer subsistir como innominados los contratos reglamentados por nuestro
Código Civil a que le faltan los requisitos esenciales y estimar como innominado un contrato de venta en que
no existen precio o cosa vendida, o un arrendamiento en que no existe cosa arrendada o renta de
arrendamiento, en razón de que la falta de tales requisitos hace desaparecer el objeto o la causa del contrato”.
CA de Santiago, 23.3.1954, RDJ, t. 51, sec. 1ª, p. 622.
5
Véase la segunda parte de este apunte que resume algunas de las principales ideas contenidas en la
Fundamentación a la Metafísica de las Costumbres de Immanuel Kant.

3
Pero el defecto de esta tesis es el individualismo, en circunstancias que la voluntad del
hombre no es absoluta sino que coexiste con los intereses ajenos o colectivos;

b) la libertad económica en que el Estado deja hacer y deja pasar, siendo lo contractual
identificado con lo justo, algo ciertamente falso porque ni somos iguales, ni la libertad
contractual produce siempre resultados económicos socialmente beneficios. El “dogma” de
la autonomía de la voluntad ha declinado;

c) el fundamento moral de los contratos es el principio de la promesa, conforme al cual los


individuos pueden autoimponerse obligaciones. El contrato no obliga porque así lo ordene la
sociedad o porque el derecho quiera establecer vínculos jurídicos para hacer justicia e
imponer políticas sociales a personas involucradas en diversas relaciones. El contrato obliga
porque así lo quisieron las partes, así lo prometieron. Esto se nota, por ejemplo, en el
cumplimiento forzado de la obligación, ya que se basa únicamente en la promesa hecha por
el demandado e infringida por él (nos centramos en la voluntad del deudor y presenciamos
un criterio individual), distinguiéndose así de la “actuación por confianza”, un caso de
responsabilidad extracontractual en que una persona demanda una indemnización de
perjuicios derivados de que actuó por confianza en la promesa del demandado (nos centramos
en los perjuicios sufridos por el demandante y presenciamos un criterio y unos fines
colectivos). Fried sostiene que la moral exige que respetemos la persona y la propiedad ajenas
(las demás personas, a diferencia del mundo exterior, no están a nuestra disposición y
debemos autolimitar nuestro actuar en relación con ellas). La posibilidad de que uno pueda
servir a los objetivos de otros fue un descubrimiento moral trascendental: supuso pasar de
una conducta pasiva a una activa, y significó que una persona confiara en otra. La promesa
es un instrumento de la confianza: otorga a otra persona la expectativa de cumplir su objetivo
con la ayuda de otro (quien se compromete a actuar en el futuro). Me comprometo a hacer
algo que, sin la promesa, sería moralmente neutro y jurídicamente voluntario u opcional. La
promesa permite al otro contar con mi conducta futura y, por eso, emprender nuevos
proyectos. ¿Por qué deben cumplirse las promesas? Por respeto a la autonomía individual y
a la confianza: si no se cumple la promesa, se abusa de la confianza depositada en el acreedor
(se abusa de la vulnerabilidad a que el otro, precisamente confiado en el promitente, se
expuso): la moral del deber establece esta obligación general de mantener las promesas. El
contrato es una promesa específica, que obedece a dicha moral y que, además, goza de
protección jurídica. Y como el contrato se funda en la promesa, en caso de infracción la
indemnización debe procurar, naturalmente, compensar la expectativa frustrada y no de los
perjuicios sufridos por el acreedor, esto es, dejar al acreedor en una situación similar a si el
deudor hubiese cumplido su promesa. Porque el deudor está obligado para con el acreedor
primeramente por la promesa que hizo y no por los daños que le causa con su incumplimiento.
Salvo que dicha expectativa no pueda calcularse (en cuyo caso indemnizarle los gastos en
que incurrió es algo razonable) o que la medida más justa de esa expectativa sea indemnizar
los perjuicios causados (incluyéndose casos de responsabilidad extracontractual aplicables
en las relaciones precontractuales) 6.

6
Fried, Charles. La Obligación contractual. El contrato como promesa (trad. Pablo Ruiz-Tagle con la
colaboración de Rodrigo Correa). Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 1996, pp. 11-44.

4
8. Principales normas civiles inspiradas en este principio: Arts. 12, 1444, 1545, 1546, 1567.1
CC; 22 LERL.

9. La autonomía de la voluntad se ha visto contrarrestada por el intervencionismo estatal,


fenómeno que ha aumentado las excepciones a este principio rector en derecho privado:
ampliación del concepto de orden público y de la irrenunciabilidad de las leyes (ejs: contratos
de arrendamiento, de trabajo, etc.); instituciones que pretenden controlar el desequilibrio
económico de los contratos (lesión, imprevisión); contratos colectivos y forzosos;
reglamentación imperativa de muchos contratos (fijándose precios o rentas, terminación y
otras condiciones).

10. Libertad contractual

a) Este principio no se encuentra consagrado en una norma general (salvo la libertad de


trabajo en el 19 Nº 16 inc.2º CPR) y se desdobla en: la libertad de conclusión o celebración
del contrato (las partes son libres para contratar o no) y la libertad de configuración interna
(las partes son libres para establecer las cláusulas o contenido del contrato).

b) Sus límites son la ley, el orden público y las buenas costumbres.

c) Las principales limitaciones de este principio son: el contrato dirigido (en cuanto a la
libertad de configuración) y el contrato forzoso (el ortodoxo quebranta la libertad de
conclusión y el heterodoxo limita completamente la libertad contractual). Sin embargo, hoy
en día un número significativo de contratos se celebran con plena libertad, aunque en esta
sociedad de consumo el contrato convenido en forma aislada ha dado paso al contrato
masificado, aunque con creciente protección del consumidor.

11. Fuerza obligatoria de los contratos (pacta sunt servanda)

a) Los contratos obligan, deben cumplirse (art. 1545): todo contrato legalmente celebrado
(válido) es una ley para los contratantes y no puede dejarse sin efecto sino por mutuo
acuerdo entre deudor y acreedor o por causas legales (previstas y existentes al tiempo del
contrato). Para enfatizar su obligatoriedad, se le compara con la ley, pero es evidente que
entre contrato y ley median importantes diferencias: particular vs. general; procedimiento de
formación; normalmente efímero vs. permanente; hay contratos que no pueden dejarse sin
efecto por la sola voluntad de las partes (mutuo disenso o resciliación), como el matrimonio
(salvo en caso de divorcio de común acuerdo: art. 55 Ley de Matrimonio Civil), y hay otros
en que basta una declaración unilateral (desahucio) para concluirlos, en tanto la ley puede
derogar a otra precedente; la interpretación de uno y otro difieren, incluso los tribunales han
resuelto que la de la ley es una cuestión de derecho en tanto que la del contrato es de hecho.

b) Fundamentos:

La voluntad de las partes, quienes pueden autoimponerse restricciones para el futuro


(sujeción a su propia voluntad, lo que sería más exigente que someterse a normas generales
heterónomas o impuestas desde fuera);

5
El contrato obliga simplemente porque sí, porque emana de las voluntades individuales las
que pueden realizar todo aquello no prohibido por el ordenamiento jurídico.7 En el fondo, la
fuerza obligatoria es el principio que justifica todo el resto, por lo que él no tiene a su vez
una justificación propia o anterior (Gounot);

La fuerza obligatoria de los contratos es una idea o verdad necesaria o uniforme en todos los
tiempos y lugares, encontrándose diversos “sistemas” de justificación: social (convenio tácito
y primitivo, celebrado por los hombres, de cumplir sus promesas); de la ocupación o
abdicación (la promesa del deudor es una abdicación de su derecho y la aceptación del
acreedor es una ocupación del derecho abdicado); el del abandono de su libertad por el deudor
(permite que el acreedor se apropie de su libertad); del interés (Bentham y el utilitarismo: los
hombres deben respetar la palabra empeñada por su propio interés, caso contrario nadie
celebraría contratos con ellos); ético (la conciencia manda hacer el bien y, por ende, cumplir
lo pactado); del neminen laedere (debe cumplirse el contrato para no causar daño al otro); de
la veracidad (hay que cumplir las promesas en virtud de que la ley natural obliga a decir la
verdad. La norma ética de la veracidad exige no defraudar la confianza que la palabra dada
ha producido en la contraparte. Para Díez-Picazo tal deber no es jurídico: históricamente no
existe un deber de veracidad –no se dio acción a los pactos informales ni a los pactos simples-
ni de fidelidad a la palabra dada: al exigirse requisitos para la eficacia de un contrato, no
basta la palabra dada),

Kelsen sostiene que el contrato no tiene fuerza obligatoria per se, sino que ella emana de la
ley (la que a su vez se validad en la norma superior y así sucesivamente hasta llegar a la
norma fundamental del orden jurídico): el contrato es obligatorio por la misma razón que lo
es el resto del ordenamiento normativo;

Sincretismo de Ghestin: la fuerza obligatoria del contrato se funda en el Derecho objetivo, la


cual es necesaria para la confianza del acreedor y para el crédito (mientras menos obligatorios
sean los contratos, menor seguridad jurídica, disminuyendo el crédito).

c) Como acto de constitución de la relación jurídica, en el contrato predominan los


elementos subjetivos (acuerdo de voluntades reales y subjetivas), aunque existen casos en
que la ley introduce elementos objetivos, v.gr. en el art. 2173 en que se aprecia una solución
objetiva (la teoría de a la apariencia) a favor de los terceros de buena fe, o la causa del acto
jurídico en que se aprecia un aspecto subjetivo (como causa psicológica) y uno objetivo
(como causa final o común a todos los contratos del mismo tipo).

Por otra parte, como relación jurídica constituida, en el contrato predominan los elementos
objetivos, pero hay excepciones, como ocurre con la responsabilidad contractual en la que
hay que adentrarse a analizar la culpabilidad (mayor subjetividad si hay dolo, porque se
aprecia en concreto, que respecto de la culpa, apreciada in abstracto). En definitiva, se plantea

7
“En el Derecho Privado de conformidad con el principio de la autonomía de la voluntad, las partes pueden
convenir en todo tipo de estipulaciones que no atenten contra la ley o las buenas costumbres; sin embargo, los
requisitos esenciales de los actos jurídicos que establecen las leyes para que dichos actos sean válidos,
constituyen normas de orden público que se interponen imperativamente a la voluntad de las partes”. CA de
Santiago, 21 de julio de 1994, RDJ, t. 91, sec. 2ª, p. 71.

6
que en la etapa de formación del contrato, prima la voluntad; pero si hay un litigio y se aprecia
el contrato como relación constituida, se recurre fundamentalmente a los elementos objetivos
que permitan fijar los efectos del contrato, y no a una voluntad histórica de las partes (lo que
quisieron al contratar).

d) La obligatoriedad del contrato significa, en la práctica, que es intangible, no puede ser


alterado por la ley ni por el juez (ni siquiera pueden desnaturalizar el contrato o desconocer
lo pactado por las partes y hacerle producir otros efectos que los queridos por estas u opuestos
a las normas legales, so pretexto de interpretarlo). Pero hay excepciones a la intangibilidad:

d.1) leyes de emergencia o moratorias, promulgadas ante el advenimiento de hechos


excepcionales, en orden a conceder beneficios a los deudores que no se contemplan en los
respectivos contratos;

d.2) leyes permanentes en que se altera el principio, por ejemplo arts. 1879, 2180, 2003 regla
2ª, 2227, 1496, 1977 (en todos estos casos se pasa por encima del pacto inicial por el
acaecimiento de nuevas circunstancias), o cuando ordena la mantención del contrato que
debería haber terminado (ejs: prórrogas automáticas de los contratos de arrendamiento de
inmuebles urbanos expirados –bajo la antigua Ley Nº 17.600- y que hoy se aprecia en el art.
4 inc.1º Ley Nº 18.101);

d.3) leyes especiales que modifican contratos en ejecución, dictadas con efecto retroactivo y
que conculcan la fuerza obligatoria y el derecho de propiedad (derechos adquiridos). Ello
pugna con el 19 Nº 24 CPR, del que se infiere que el acreedor es dueño de los derechos
personales emanados del contrato, en cuanto son derechos adquiridos conforme a las leyes
vigentes a su celebración (art. 22 de la Ley sobre Efecto Retroactivo), de manera que la ley
retroactiva que los afecta, atenta contra la propiedad (la irretroactividad de la ley alcanzó
rango constitucional en cuanto ninguna ley puede privar del dominio y ello sucedería si se
pretende aplicar a contratos en curso). Asimismo, aunque la ley vigente al tiempo de
celebrarse el contrato fuese posteriormente derogada, mantendría su vigencia mientras el
contrato rigiera. Sin embargo, se critica la idea de propiedad sobre los créditos: el acreedor
no es dueño; el acreedor ejercita las facultades que le corresponden precisamente porque es
acreedor, porque insistir que es dueño llevaría a concluir que el propietario tiene, a su vez, el
dominio sobre el derecho de dominio que tiene en la cosa; además, el art. 12 de la Ley sobre
efecto retroactivo permite concluir exactamente lo contrario (si todo derecho real adquirido
bajo una ley y en conformidad a ella, subsiste bajo el imperio de otra, pero en cuanto a sus
goces y cargas prevalecen las normas de la nueva ley, entonces podría concluirse que las
leyes posteriores pueden derogar o alterar derechos adquiridos en virtud de un contrato
porque serían derechos reales –propiedad sobre los créditos- y en cuanto tales quedarían
sujetos a dicha disposición de la Ley sobre efecto retroactivo); si las modificaciones
impuestas a un contrato por una nueva ley derivan de la función social de la propiedad, no
son inconstitucionales.

e) La fuerza obligatoria del contrato culmina cuando el contrato se extingue, en virtud de


cualquiera de los modos que extinguen las obligaciones (la “terminación natural” se produce
por el cumplimiento de las obligaciones, es decir, el pago, que es el efecto normal de toda
deuda), del vencimiento del plazo (“terminación normal”), del desahucio, de la resciliación

7
y de las causas legales (ambas denominadas “terminación anormal”). La resciliación (1545
y 1567 inc.1º) obedece al principio conforme al cual “las cosas se deshacen de la misma
forma que se hacen”. No procede en ciertos casos tales como el pacto de separación de bienes
o participación en los gananciales. Existe, también, la resciliación unilateral o desahucio
(v.gr., en los contratos de arrendamiento, trabajo y sociedad), la revocación y la renuncia
como formas de término de contratos intuito personae, tales como el mandato, la sociedad
colectiva y la donación. En fin, la resciliación está mal definida en el art. 1567.1 porque no
puede una convención posterior al contrato “darlo por nulo”, ya que la nulidad supone un
vicio coexistente con la formación del contrato, en tanto que la causa de la resciliación es
posterior. Por otra parte, las causas legales son la nulidad (absoluta y relativa), la resolución,
la revocación (en la acción pauliana), el caso fortuito (en los contratos bilaterales y siempre
que también se extinga la obligación correlativa), la muerte de una de las partes en los
contratos intuito personae (como el mandato civil).

f) Se sostiene la procedencia del recurso de casación en el fondo en contra de la sentencia


de segunda instancia que infringe la ley del contrato. En el término “ley” de que trata el art.
767 CPC se comprende el contrato y la ley en concreto infringida es el art. 1545. Es suficiente
que dicha ley obligue a las partes y al juez. Es absurdo sostener que la ley del contrato es una
cuestión de hecho y que la reglamentación establecida por las partes y que es vulnerada por
los jueces no autoriza interponer el recurso de casación en el fondo, porque si en la situación
inversa –en que el contrato sólo contuviera los elementos básicos y se rigiera en lo demás
por las normas supletorias- los jueces transgredieran esas reglas supletorias, nadie discutiría
la procedencia del recurso. Es decir, si el recurso procede cuando se transgrede una norma
supletoria que llena un vacío contractual, con mayor razón debe proceder si se vulnera una
estipulación (“ley principal”) del contrato.

8
FUNDAMENTACIÓN DE LA METAFÍSICA DE LAS COSTUMBRES
INMANUEL KANT

1. Clases de filosofía8

• Filosofía Formal o Lógica


o Se ocupa de la forma del entendimiento y de la razón
o Pura (no empírica)
§ No es demostrable por la experiencia
§ Se deduce de principios a priori (antes de toda experiencia)

• Tipos de Filosofía Formal


o Lógica (simplemente formal)
o Metafísica (se limita a objetos determinados del entendimiento)
§ Metafísica de la naturaleza (precede a la Física)
§ Metafísica de las costumbres (precede a la Ética)

• Filosofía Material
o Se ocupa de un objeto en la realidad (experiencia)
o Tiene una parte empírica o verificable por la experiencia

• Tipos de Filosofía Material


o Física o filosofía natural (ciencia de las leyes de la naturaleza)
o Ética o Filosofía Moral o Antropología Práctica (ciencia de las leyes de la libertad
o voluntad humana)

8
“En tres ciencias dividían los Griegos la filosofía: la física, la ética y la lógica…Todo conocimiento racional
es, o material o formal. En el primer caso, se propone siempre un objeto; en el segundo, se ocupa sólo de la
forma del entendimiento y de la razón…La filosofía formal se denomina lógica. La filosofía material…tiene un
doble dominio…leyes de la naturaleza o leyes de la libertad. La ciencia de las leyes de la naturaleza se
denomina física; la de las leyes de la libertad, ética. La primera se denomina también filosofía natural, y la
segunda filosofía moral”; “La lógica no puede tener parte empírica, es decir, parte en que las leyes universales
y necesarias del pensamiento se funden en principios derivados de la experiencia; porque, de otro modo, no
sería lógica, es decir, regla para el entendimiento o la razón, aplicable a todo pensamiento y susceptible de
demostración. Por el contrario, la filosofía natural y la filosofía moral tienen cada una su parte empírica,
puesto que la primera debe determinar las leyes de la naturaleza, como objeto de la experiencia, es decir, las
leyes de todo lo que sucede, y la segunda las leyes de la voluntad humana, en cuanto es afectada por la
naturaleza, es decir, las leyes de lo que debe suceder, pero que no siempre sucede, a causa de ciertas
condiciones que es necesario tener muy en cuenta”; “Puede denominarse empírica a toda filosofía que se apoye
en los principios de la experiencia, y pura a la que deduce las doctrinas de principios a priori. Cuando esta
última es simplemente formal, se le da el nombre de lógica; pero si se limita a objetos determinados del
entendimiento, se denomina metafísica. De este modo vamos a parar a la idea de una doble metafísica: la de
la naturaleza y la de las costumbres”. Kant, Immanuel. Fundamentos de la metafísica de las costumbres (trad.
A. García M.). México D.F., 1963, (vii-viii), (viii) y (ix), respectivamente.

9
2. Necesidad de la Metafísica de las Costumbres9

Es necesario separar la parte racional de la parte empírica; y analizar aquélla antes que ésta.
Analizar la razón pura implica indagar de qué fuentes extrae sus principios a priori.

Luego, la Metafísica de la Naturaleza debe preceder a la Física; y la Metafísica de las


Costumbres debe anteceder a la Ética.

La Metafísica de las Costumbres (“Filosofía Moral Pura”) es esencial para poder determinar
el fundamento de la ley moral, deber u obligación. Este fundamento no se reside en la
naturaleza humana ni en las circunstancias externas (esto es, en principios de la experiencia
de los que se infieren “reglas prácticas”) sino únicamente en principios a priori de la razón
pura.

Sin embargo, es necesario un juicio ejercido por la experiencia (i) para distinguir en qué casos
deben aplicarse los principios a priori (esto es, para descubrir los principios o reglas prácticas)
y (ii) para guiar la conducta humana (siempre expuesta a inclinaciones y a la corrupción).

9
“…me limito a preguntar aquí si la naturaleza de la ciencia no exige que se separe siempre cuidadosamente
la parte empírica de la parte racional, y que se coloque antes de la física propiamente dicha (la física empírica),
una metafísica de la naturaleza, y antes de la antropología práctica una metafísica de las costumbres, de tal
suerte que, separando escrupulosamente todo elemento empírico, se sepa, qué puede en ambos casos la razón
pura, y de qué fuentes toma sus datos a priori, ya se emprenda esta tarea por todos los moralistas, o sólo por
aquellos que se sienten llamados a ello. No teniendo presente nada más que la filosofía moral, restrinjo aún
más la cuestión; y pregunto si no es de suma necesidad establecer una filosofía moral pura, descartada
enteramente de todo elemento empírico…Todo el mundo convendrá en que para obtener valor moral, es decir,
para fundar una obligación, debe una ley estar marcada con un carácter de necesidad absoluta…el principio
de la obligación no debe buscarse en la naturaleza del hombre ni en las circunstancias exteriores en que se
encuentra colocado, sino solamente a priori, en los conceptos de la razón pura, y que todo otro precepto,
fundado en los principios de la experiencia por más que sea universal en un sentido, por lo mismo que se apoya,
por poco que sea, aún por un solo móvil, en principios empíricos, puede ser denominado regla práctica, pero
nunca ley moral. Así pues, las leyes morales y sus principios se distinguen esencialmente, en el conjunto del
conocimiento práctico, de todo lo que puede contener algún elemento empírico, y aun toda filosofía moral se
funda exclusivamente sobre su parte pura. Aplicada al hombre, no toma ni lo más mínimo, al conocimiento del
hombre mismo, a la antropología; pero le da leyes a priori, como todo ser racional. Es, empero, necesario un
juicio, ejercido por la experiencia, para discernir, por una parte, en qué casos deben ser estas leyes aplicadas,
y para procurarlas, por otra, un acceso fácil a la voluntad del hombre, y una influencia eficaz sobre su
conducta, porque esta voluntad es afectada por tantas inclinaciones, que, si es capaz de concebir la idea de
una razón pura práctica, no le es tan fácil realizarla in concreto en el curso de la vida. Es, pues, absolutamente
necesaria una metafísica de las costumbres, no sólo porque responde a una necesidad de la especulación,
buscando la fuente de los principios prácticos que residen a priori en nuestra razón, sino porque la moralidad
misma está expuesta a toda clase de corrupción, si no tenemos ese hilo conductor y esa regla suprema para
juzgarla con exactitud. En efecto, para que una acción sea moralmente buena, no basta que esté conforme
con la ley moral, sino que sea hecha en vista de esta ley; de otro modo, no habría más que una conformidad
accidental y variable, porque si un principio que después de todo no es moral, produce con frecuencia actos
legítimos, los produce también ilegítimos. Ahora bien, si no hay más que una filosofía pura que pueda
mostrarnos la ley moral en toda su pureza (que es lo más esencial en la práctica), es, pues, necesario comenzar
por aquí (por la metafísica), sin cuyo fundamento no puede haber filosofía moral”. Kant, ob. cit., xi-xii.

10
3. Una acción es moralmente buena si se conforma a la ley moral y es realizada en razón
de esta ley –por respeto al deber– y no por casualidad ni inclinación10.

La buena voluntad es lo único incondicionalmente bueno. Su bondad emana exclusivamente


de sí (del querer) y no de sus efectos (resultados).

Sin embargo, generalmente actuamos por amor o interés propio y no por deber11. Todos
buscamos –como necesidad impuesta por nuestra naturaleza– la felicidad12.

4. Los seres racionales (humanos) tenemos voluntad: la facultad de elegir aquello que la
razón libre de toda influencia ajena estima como bueno (prácticamente necesario)13.

5. Orden es la ley o principio objetivo de la razón que obliga la voluntad y se expresa


mediante un imperativo que usa el verbo “deber”14.

La voluntad divina o santa no actúa por imperativos: hace espontáneamente el bien15.


10
“De todo lo que es posible concebir en el mundo, y en general fuera de él, no hay más que una cosa que
pueda tenerse por buena sin restricción, que es una buena voluntad”; “La buena voluntad no saca su bondad
de sus efectos o de sus resultados, ni de su aptitud para conseguir tal o cual fin propuesto, sino sólo del querer,
es decir, de sí misma”; “…[el] carácter moral…exige que se obre por deber y no por inclinación”; “el valor
moral del carácter, el más alto de todos, el que procede de hacer el bien, no por inclinación, sino por deber”;
“Es un deber…asegurar la propia felicidad, porque aquel que se halla descontento de su estado, puede
fácilmente dejarse arrastrar, en medio de los cuidados y de las necesidades que le atormentan, por la tentación
de traspasar sus deberes. Pero, independientemente de la consideración del deber, hallan, además, en sí
mismos todos los hombres la más poderosa y la más profunda inclinación a la felicidad, porque la idea de ésta
contiene y resume todas sus inclinaciones. Empero los preceptos, cuyo fin es la felicidad, tienen casi siempre
por carácter distintivo el de perjudicar a algunas inclinaciones…”; “…una ley que manda trabajar para
conseguir la felicidad, no por inclinación, sino por deber, y sólo de este modo es como su conducta puede tener
un verdadero valor moral”; “Mi segunda proposición es que una acción realizada por deber, no saca su valor
moral del fin que debe realizar, sino de la máxima que la determina, y que, por consiguiente, no depende de
este valor de la realidad del objeto de la acción, sino del principio, según el cual se resuelve la voluntad a
ejecutarla, haciendo abstracción de todos los objetos del deseo…”; “De las dos proposiciones precedentes,
deduzco esta tercera consecuencia: el deber es la necesidad de verificar una acción por respeto a la ley”; “…es
necesario obedecer dicha ley aun contra todas las inclinaciones”. Kant, ob. cit., pp. 1, 2-3, 10, 10-11, 11, 12,
13 y 14, respectivamente.
11
“…se ve por doquiera aparecer el amor de nosotros mismos y se advierte que siempre es éste el que guía
nuestras acciones, y no el orden severo del deber, el cual exige muchas veces una completa abnegación de sí
mismo. Un observador sereno…puede…dudar…que exista realmente en el mundo, verdadera virtud”. Kant,
ob. cit., p. 24.
12
“Hay…un fin cuya prosecución no es una simple posibilidad sino del que puede afirmarse con certeza que
todos los hombres lo prosiguen en virtud de una necesidad de su naturaleza; y este fin es la felicidad”. Kant,
ob. cit., p. 37.
13
“Todo en la naturaleza obra con arreglo a leyes determinadas; pero los seres racionales tienen la facultad
de obrar según la representación de la leyes, es decir, según principios, o, lo que es lo mismo, tienen una
voluntad…su voluntad es la facultad de elegir aquello que la razón libre de toda influencia extraña considera
como prácticamente necesario, es decir, como bueno…”. Kant, ob. cit., pp. 32-33.
14
“…un principio objetivo que se representa como obligando la voluntad…se denomina orden y su fórmula es
un imperativo. Todos los imperativos se expresan, mediante el verbo deber…y designan de este modo la
relación entre una ley objetiva de la razón con una voluntad…”. Kant, ob. cit., p. 33.
15
“Una voluntad perfectamente buena estaría…sometida…a las leyes objetivas (a las leyes del bien), pero no
podría representársela como forzada por estas leyes a hacer el bien, puesto que, en virtud de su naturaleza
subjetiva, se conforma espontáneamente con el bien, cuya sola representación puede determinarla. Así pues,

11
6. Imperativo hipotético o pragmático es aquel que exige realizar una acción como medio
para un fin, esto es, por una necesidad práctica16.

El fin es el principio objetivo de la voluntad; el medio es el principio de la posibilidad de la


acción cuyo efecto es el fin propuesto; el deseo o querer tiene un principio subjetivo
(“móvil”) y otro objetivo (“motivo”)17.

Quien quiere el fin, quiere los medios para alcanzarlo. Luego, el acto del agente implica la
causalidad18.

La prudencia es el imperativo hipotético que consiste en la habilidad de elegir los medios


apropiados para lograr un fin determinado19.

El imperativo hipotético se realiza mediante reglas de habilidad y consejos de prudencia20.

El imperativo hipotético no permite determinar cómo actuar para lograr la felicidad pues ésta
no emana de la razón sino de la imaginación. La experiencia sólo ofrece consejos de
prudencia y no leyes u órdenes21.

para la voluntad divina, y en general, para una voluntad santa, no hay ningún imperativo: el deber es una
palabra que no tiene aquí cabida, puesto que el querer es por sí mismo necesariamente conforme con la ley”.
Kant, ob. cit., p. 35.
16
“Los imperativos hipotéticos representan la necesidad práctica de una acción posible como medio para
cualquier otra cosa que se desee… si la acción sólo es buena como medio para cualquier otra cosa, el
imperativo es hipotético”. Kant, ob. cit., pp. 35-36.
17
“…lo que sirve de principio objetivo a la voluntad, que se determina por sí misma, es el fin, y cuando éste es
dado sólo por la razón, debe tener el mismo valor para todos los seres racionales. Por el contrario, aquello
que no contiene más que el principio de la posibilidad de la acción, cuyo efecto es el fin mismo que se propone,
se denomina medio. El principio subjetivo del deseo se llama móvil, y motivo el principio objetivo del querer…”.
Kant, ob. cit., p. 57.
18
“…No se necesita ninguna explicación particular para mostrar la posibilidad de un imperativo de habilidad.
El que quiere el fin, quiere también (si la razón ejerce sobre su conducta una influencia decisiva), los medios
indispensables y necesarios, que están en su poder. Esta proposición es analítica en lo que concierne al querer;
porque en el acto, mediante el cual, quiero yo un objeto como mi efecto, vaya implícita mi causalidad, como la
de una causa activa, es decir, el empleo de los medios, y el imperativo deduce el concepto de acciones
necesarias para este fin del concepto mismo de acto, que consiste en quererlo…”. Kant, ob. cit., p. 40. Una
mejor traducción es la siguiente: “…en el querer un objeto como producto de mi acción está ya pensada mi
causalidad como causa activa, es decir, el uso de los medios, y el imperativo extrae el concepto de las acciones
necesarias para tal fin del concepto de un querer ese fin…” (ed. Luis Martínez de Velasco, p. 87).
19
“A la habilidad en la elección de los medios que pueden conducirnos al mayor bienestar posible, puede
denominársele prudencia…el precepto de la prudencia no es más que un imperativo hipotético: no ordena la
acción de una manera absoluta, sino sólo como un medio para otro fin”. Kant, ob. cit., p. 38.
20
“…La palabra consejo encierra en sí también la idea de necesidad, pero de una necesidad subordinada a
una condición subjetiva y contingente, es decir, a esa condición en que tal o cual hombre fija su felicidad en
una cosa determinada…También podrían denominarse técnicos (refiriéndose al arte) los imperativos de la
primera clase, pragmáticos (refiriéndose a la prosperidad)…”. Kant, ob. cit., pp. 39-40.
21
“…el hombre es incapaz de determinar, según un principio, con una completa certeza, lo que le haría
verdaderamente feliz, porque necesitaría para esto la omnisciencia. Es, pues, imposible obrar, para ser feliz,
con arreglo a principios determinados; no se pueden seguir consejos empíricos…los imperativos de la
prudencia, no ordenan, es decir, no pueden presentar las acciones objetiva ni prácticamente necesarias; es
necesario considerarlos más bien como consejos que como órdenes de la razón…no hay imperativo que pueda

12
7. Imperativo categórico es aquel que exige realizar una acción como un fin en sí, porque
es buena, al margen del resultado que produzca. La bondad de la acción reside
exclusivamente en la intención22.

El imperativo categórico o moral exige obedecer incondicionalmente la ley u orden de la


moralidad, aun contra nuestras propias inclinaciones23.

El imperativo categórico no puede probarse empíricamente sino sólo descubrirse a priori.

Es imposible demostrar empíricamente que la acción ejecutada según el deber se funda sólo
en éste24. El deber es previo a toda experiencia: reside en la razón que determina a la voluntad
y la libertad por principios a priori25.

Algo puede parecerse a un imperativo categórico sin serlo. Por ejemplo, “no debes prometer
algo si no tienes intención de cumplir”, no es un imperativo categórico ya que siempre puede
haber un fin contingente que explique por qué me obligué, v.gr., para evitar un mal
(desprestigiarme, perder la confianza de los demás, etc.). En cambio, el imperativo categórico
impone actuar como una necesidad, como un fin en sí, incondicional, no como un fin
arbitrario, contingente o por conveniencia26.

ordenar, en el sentido estricto de la palabra, hacer aquellos que conduce a la felicidad, pues esta no es un ideal
de la razón sino de la imaginación, en el cual está fundado sobre elementos empíricos, de donde se esperaría
en vano sacar los principios determinados de una conducta propia para asegurar la totalidad de una serie
infinita de efectos”. Kant, ob. cit., pp. 42-43.
22
“El imperativo categórico sería aquel que representase una acción como siendo por sí misma e
independientemente de todo otro fin, objetivamente necesaria…si [la acción] es representada como buena en
sí, y, por consiguiente, como debiendo ser necesariamente el principio de una voluntad conforme a la razón,
entonces el imperativo es categórico”; “Hay…un imperativo que nos ordena inmediatamente una determinada
conducta, sin tener por condición otro fin, respecto al cual no puede ser medio esta conducta. Este imperativo
es categórico. No concierne a la materia de la acción y a lo que de ella debe resultar, sino a la forma y al
principio de donde ella misma resulta, y lo esencialmente bueno que contiene reside en la intención, cualquiera
que sea por otra parte su resultado. Este imperativo puede ser denominado imperativo de moralidad”. Kant,
ob. cit., pp. 36 y 38, respectivamente.
23
“…La palabra ley encierra, en efecto, la idea de una necesidad incondicional, que es al mismo tiempo
objetiva, cuyo valor es, por consiguiente, universal, y cuyas órdenes son leyes, a las que debe obedecerse, es
decir, que es necesario seguirlas aún contra nuestra propia inclinación…También podrían
denominarse…[imperativos] morales (refiriéndose a la libertad de la conducta en general, es decir, a las
costumbres)…”. Kant, ob. cit., pp. 39-40.
24
“…es absolutamente imposible probar por la experiencia, con entera certeza, la existencia de un solo caso
en que la máxima de una acción, conforme, por una parte, con el deber, se funda únicamente en principios
morales y en la sola consideración del deber mismo”. Kant, ob. cit., p. 23.
25
“…no se trata aquí de lo que es o no es, sino de lo que debe ser…este deber, como general que es, reside,
anteriormente a toda experiencia, en la idea de una razón que determina la voluntad por principios a priori”;
“…no habría nada tan funesto para la moralidad como querer sacarla de ejemplos determinados. En efecto,
cualquier ejemplo que se me proponga, es necesario, ante todo, que yo lo juzgue con arreglo a los principios
de la moralidad, para saber si es digno de servir de modelo, y, por consiguiente, no puede proporcionarme el
concepto de moralidad…¿de dónde hemos sacado la idea de Dios concebido como el bien soberano?
Únicamente de la idea que la razón nos traza a priori de la perfección moral y que enlaza inseparablemente al
concepto de una voluntad libre”. Kant, ob. cit., pp. 25 y 26, respectivamente.
26
“…el imperativo de la moralidad…No debe, pues, olvidarse aquí que no se puede probar por ningún ejemplo,
ni, por consiguiente, de un modo empírico, la existencia de un imperativo de este género, y que todos los

13
8. El imperativo es la ley práctica o principio objetivo de la acción conforme el cual todos
debemos actuar. La máxima es el principio subjetivo de la acción: contiene la regla práctica
–determinada por la razón– a la que se ajusta el sujeto para actuar según sus condiciones
personales (ignorancia, inclinaciones)27.

9. Existe un solo imperativo categórico: actúa siempre conforme a una máxima tal que
puedas querer que se convierta en una ley universal28.

La Metafísica de las Costumbres –que se ocupa del deber ser y no del ser– es esencial para
descubrir el imperativo categórico, a priori, en la voluntad del ser racional, con prescindencia
de la experiencia real (sentimientos, inclinaciones, etc.)29.10. El imperativo práctico

ejemplos que parecen categóricos, pueden ser en el fondo hipotéticos. Sea, por ejemplo, este precepto: No
debes prometer con intención de faltar a la promesa; supongo que la necesidad de este precepto no es una
simple consejo que debe seguirse para evitar un mal, como si dijera: no debes hacer promesas falsas, porque
perderías tu crédito, si esto se hiciese público; sino que una acción de esta especie debe ser considerada como
mala en sí, siendo de esta manera categórico el imperativo que la ordena; no puedo, sin embargo, probar con
certeza, por medio de ningún ejemplo, que la voluntad es aquí únicamente determinada por la ley, sin que obre
sobre ella ningún otro móvil, aunque parezca lo contrario. En efecto, es siempre posible que el temor de la
deshonra, o quizá también una vaga aprensión de otros peligros, ejerzan sobre la voluntad una influencia
secreta. ¿Cómo probar por la experiencia la falta de una cierta causa, siendo así que aquella sólo nos da
testimonio de que no la percibimos? Pero, en este caso, el pretendido imperativo moral que como tal parece
categórico y absoluto, no sería de hecho más que un precepto pragmático, que nos enseñaría únicamente a
tomar en cuenta nuestro interés. Es, pues, necesario buscar a priori la posibilidad de un imperativo categórico,
puesto que no tenemos la ventaja de poder encontrar su realidad en la experiencia ni de poder explicar esta
posibilidad sin necesitar establecerla. Reflexionando, se ve que sólo el imperativo categórico se presenta como
una ley práctica, mientras que todos los demás no pueden ser denominados leyes, sino solamente principios de
la voluntad. Consiste esto en que, lo que es necesario hacer para alcanzar un fin arbitrario, puede ser
considerado en sí como contingente, y que podemos siempre emanciparnos del precepto renunciando al fin,
mientras que el imperativo incondicional no deja a la voluntad la elección arbitraria de la determinación
contraria, y, por consiguiente, encierra sólo esa necesidad que no hallamos más que en una ley”. Kant, ob. cit.,
pp. 44-45.
27
“La máxima es el principio subjetivo de la acción y debe distinguírsela del principio objetivo, es decir, de la
ley práctica. La máxima contiene la regla práctica que determina la razón de un modo conforme a las
condiciones del sujeto (por consiguiente, conforme, en muchos casos, con su ignorancia o sus inclinaciones),
y es el principio a que se ajusta el sujeto para obrar, mientras que la ley es el principio objetivo, valedero por
el ser racional; el principio, según el cual deben todos obrar, es decir, un imperativo”. Kant, ob. cit., p. 46, n.
1.
28
“Debemos siempre obrar, de tal suerte, que podamos querer que nuestra máxima se convierta en una ley
universal”; “No hay, pues, más que un imperativo categórico, que es éste: obra siempre con arreglo a una
máxima tal que puedas querer que se convierta en una ley universal””. Kant, ob. cit., pp. 15 y 46,
respectivamente.
29
“…es una ley necesaria para todos los seres racionales la de juzgar sus acciones con arreglo a ciertas
máximas que puedan aquellos querer que sirvan de leyes universales. Si existe semejante ley, debe estar unida
(completamente a priori) al concepto de la voluntad de un ser racional en general. Para descubrir este lazo,
es necesario dar un paso en la metafísica…de las costumbres. Como en esta filosofía práctica no se trata de
establecer principios de lo que es, sino leyes de lo que debe ser, aun cuando no sea jamás, es decir, leyes
objetivas prácticas, no necesitamos investigar…el sentimiento del placer y de la pena, cómo nacen de este
sentimiento deseos e inclinaciones…”. Kant, ob. cit., pp. 55-56.

14
impone actuar considerando o tratando a las demás personas siempre como fines y
jamás como medios30.

Persona es el ser racional que constituye en sí mismo un fin y merece respeto.

Cosa es un ser irracional –no depende de la voluntad humana sino de la naturaleza– que
constituye un medio utilizable para alcanzar un fin31.

Ejemplos de actos que implican tratarse o tratar a los demás como medios y no como fines:
el suicidio32; el hecho de prometer algo a alguien sin intención de cumplir la promesa y, en
general, violar los derechos de las demás personas, como la libertad, la propiedad, etc.33.

Este imperativo práctico impone no sólo una conducta negativa (abstenerse de actuar
contradiciendo el fin que es uno mismo y que son los demás) sino también una conducta
positiva (contribuir a los fines de los demás)34.

Este imperativo práctico se deduce de la razón pura y no de la experiencia, pues es universal


(se aplica a todas las personas) y obliga a concebir a los demás como un fin objetivo al que
se subordinan todos los fines subjetivos (humanos)35.

30
“…el hombre, y en general todo ser racional, existe como fin en sí, y no como simple medio para el uso
arbitrario de una voluntad determinada, y que, en todas sus acciones, ya mire sólo a sí mismo, ya a los demás
seres racionales, debe ser considerado siempre como fin”; “El imperativo práctico debe, pues, traducirse de
este modo: obra de tal suerte que trates siempre a la humanidad, sea en tu persona o en la de otro, como un
fin, y que no te sirvas jamás de ella como un medio”. Kant, ob. cit., pp. 57-58 y 59, respectivamente.
31
“Los seres cuya existencia no depende de nuestra voluntad sino de la naturaleza, no tienen tampoco, si están
privados de razón, más que un valor relativo, de medios, y por esto se los denomina cosas, mientras que a los
seres racionales se les da, por el contrario, el nombre de personas, porque su naturaleza misma constituye en
sí un fin, es decir, una cosa que no debe emplearse como medio, y que, por consiguiente, restringe la libertad
de cada uno (y es un objeto de respeto)”. Kant, ob. cit., p. 58.
32
“…el suicidio…destruyéndose a sí mismo, para librarse de un estado miserable, usa su persona como de un
medio destinado a proporcionarle un estado soportable hasta el fin de su vida”. Kant, ob. cit., p. 60.
33
“…el que intenta hacer una promesa con el fin de engañar, reconoce inmediatamente que quiere servirse de
otro hombre como un puro medio, o como si este hombre no tuviese en sí mismo un fin…Esta violación del
principio de humanidad en los demás hombres es aún más patente, cuando se trata de ataques a la libertad o
a la propiedad de nuestros semejantes…el que viola los derechos de los hombres, está resuelto a no servirse
de sus personas sino como de un medio, sin tener en cuenta que, en su cualidad de seres racionales, es necesario
considerarlos también y siempre como fines…”. Kant, ob. cit., pp. 60-61.
34
“En cuanto al deber contingente (meritorio) hacia sí mismo, no basta que nuestra acción no esté en
contradicción con la humanidad en nuestra persona concebida como fin en sí, sino que es necesario además
que esté conforme con ella”; “En cuanto al deber meritorio para con los demás, se aplica también el mismo
principio…Es verdad que la humanidad podría subsistir aun cuando nadie contribuyese en lo más mínimo a la
felicidad de otro, con tal que se abstuviese de atentar contra ella; pero si cada cual no contribuyese, en cuanto
le es posible, al cumplimiento de los fines de los demás, esta conducta no podría conciliarse sino negativamente,
y no de una manera positiva, con la idea de la humanidad, como fin en sí. Porque, si el sujeto es en sí un fin,
es necesario para que esta idea produzca en mí todo su efecto, que los fines de este sujeto sean también los
míos, hasta donde sea posible”. Kant, ob. cit., pp. 61 y 62, respectivamente.
35
“Este principio que nos hace concebir la humanidad…como fin en sí…no se deriva de la experiencia; porque,
en primer lugar, es universal, puesto que se extiende a todos los seres racionales en general, lo cual no es
posible verifique ninguna experiencia por extensa que se la suponga; y, en segundo lugar, no nos hace concebir
la humanidad como un fin humano (subjetivo), es decir, como un objeto del que se hace realmente un fin, sino

15
11. La voluntad de todo ser racional es legisladora universal36. Esta ley universal no se
funda en interés alguno: es incondicional37.

Este principio es la autonomía de la voluntad38: “La autonomía de la voluntad es la


propiedad que tiene esta facultad de tener en sí misma su ley”39.

12. La moralidad es la relación de toda acción con la ley, que debe encontrarse en todo ser
racional y emanar de su voluntad, cuyo principio es actuar siempre conforme a una máxima
que pueda considerarse como una ley universal. La necesidad práctica de actuar conforme a
dicho principio es el deber u obligación40.

El deber u obligación no se funda en inclinaciones, motivos prácticos, sentimientos o


tendencias sino sólo en la autonomía de la voluntad de cada persona, ser racional cuya
dignidad estriba en obedecer únicamente a la ley que ella misma se da41.

La dignidad es lo que tiene un valor incondicional, incomparable, intrínseco, insustituible.


El precio, en cambio, es lo que puede ser reemplazado por algo equivalente42.

como un fin objetivo, al que deben estar subordinados todos los fines subjetivos, cualesquiera que sean estos,
como a su ley o a su condición suprema, y que, por consiguiente, debe proceder de la razón pura”. Kant, ob.
cit., p. 62.
36
“El principio de toda legislación práctica reside objetivamente en la regla o en la forma universal que (según
el primer principio) les da el carácter de ley (de ley de la naturaleza) y subjetivamente en el fin. Pero el sujeto
de todos los fines es (según el segundo principio) el ser racional, como un fin en sí. De aquí el tercer principio
práctico de la voluntad, como condición suprema de su conformidad con la razón práctica universal, a saber,
la idea de la voluntad de todo ser racional como legisladora universal”. Kant, ob. cit., p. 63.
37
“…encerrando la idea de una legislación universal, no puede fundarse en ningún interés, y que, entre todos
los imperativos posibles, este solo puede ser incondicional”. Kant, ob. cit., pp. 64-65.
38
“Denominaré, pues, este último principio de la autonomía de la voluntad”. Kant, ob. cit., p. 66.
39
Kant, ob. cit., p. 78.
40
“La moralidad consiste, pues, en la relación de toda acción con la ley, que es la que puede hacer posible el
reino de los fines. Esta ley debe encontrarse en todo ser racional y emanar de su voluntad, cuyo principio es
obrar siempre con arreglo a una máxima que pueda considerarse sin contradicción como una ley universal, es
decir, de tal suerte que la voluntad pueda considerarse en sí misma como dictando, mediante sus máximas,
leyes universales…la necesidad de obrar conforme a este principio toma el nombre de obligación práctica, es
decir, de deber…”. Kant, ob. cit., pp. 67-68.
41
“La necesidad práctica de obrar conforme a este principio, es decir, el deber, no se funda, pues, sobre
sentimientos, tendencias e inclinaciones, sino sólo en la relación de los seres racionales entre sí, en cuanto
debe considerarse como legisladora la voluntad de cada uno, que es lo que permite considerarlos como fines
en sí. La razón…no se funda para esto en ningún motivo práctico extraño, ni en la esperanza de ventaja alguna,
sino solamente en la idea de la dignidad de un ser racional, que sólo obedece a la ley que él mismo se da”.
Kant, ob. cit., p. 68.
42
“En el reino de los fines todo tiene, o un precio, o una dignidad. Lo que sólo tiene precio, puede reemplazarse
por algo equivalente; pero lo que está sobre todo precio, y no tiene, por consiguiente, equivalente, es lo que
tiene dignidad. Lo que se refiere a las inclinaciones y a las necesidades generales del hombre, tiene un precio
en venta; lo que, sin suponer una necesidad, está conforme con cierto gusto…tiene un precio de afecto; pero
lo que constituye la condición que sólo puede elevar una cosa al rango de fin en sí, no tiene un simple valor
relativo, es decir, un precio, sino un valor intrínseco, es decir, una dignidad”. Kant, ob. cit., pp. 67-68.

16
Lo único que tiene dignidad es la moralidad –la conformidad de la acción con la autonomía
de la voluntad– y la humanidad. Así, por ejemplo, la fidelidad en el cumplimiento de las
promesas tiene un valor intrínseco43.

La palabra que expresa el valor intrínseco de la dignidad es “respeto”44.

13. La moralidad es la relación de las acciones con las autonomía de la voluntad. La acción
congruente con la autonomía es permitida; la que no, prohibida. La voluntad buena o santa
es aquella cuyas máximas concuerdan necesariamente con las leyes de la autonomía. La
voluntad humana no corresponde necesariamente a las leyes de la autonomía y por eso
depende de un deber u obligación45. Lo que imprime carácter moral a la acción es sólo el
respeto a esa ley y no otros fines46.

La voluntad autónoma se da a sí misma su ley: el fin u objeto perseguido no influye en


absoluto sobre aquélla. Sólo esta voluntad da lugar al imperativo categórico. Por ejemplo,
“debo cumplir porque sí, aunque no me convenga”.

La voluntad heterónoma obtiene su ley fuera de sí: es impuesta por el fin buscado. Esta
voluntad sólo puede generar imperativos hipotéticos. Por ejemplo, “debo cumplir lo
prometido porque me conviene para lograr tal o cual fin”47.

43
“La moralidad es precisamente esa condición única que puede hacer de un ser racional un fin en sí, porque
sólo por ella es como puede convertirse en miembro legislador en el reino de los fines. La moralidad y la
humanidad, en cuanto es capaz de aquella, son, pues, lo único que tiene dignidad. La habilidad y el apego al
trabajo tienen un precio en venta; el talento, la vivacidad de imaginación y la jovialidad tienen un precio de
afecto; por el contrario, la fidelidad en el cumplimiento de las promesas, la benevolencia en principios (y no
en un instinto), tienen un valor intrínseco. Ni la naturaleza ni el arte tienen cosa alguna que puede reemplazar
a éstas, porque su valor no consiste en los efectos que resultan de aquella, ni en las ventajas o la utilidad que
procuran, sino en las intenciones, es decir, en las máximas de la voluntad siempre prontas a traducirse en
actos, aun cuando el éxito no le sea favorable”. Kant, ob. cit., p. 69.
44
“…la legislación misma que determina todo valor debe tener una dignidad, es decir, un valor incondicional
e incomparable, y la palabra respeto es la única que conviene para expresar el género de estimación en que
un ser racional tiene este valor. La autonomía es, pues, el principio de la dignidad de la naturaleza humana y
de toda naturaleza racional” . Kant, ob. cit., pp. 70-71.
45
“La moralidad es, pues, la relación de las acciones con la autonomía de la voluntad, es decir, con la
legislación universal que pueden constituir sus máximas. La acción que puede concertarse con la autonomía
de la voluntad es permitida; la que no puede estarlo es prohibida. La voluntad, cuyas máximas concuerdan
necesariamente con las leyes de la autonomía, es una voluntad absolutamente buena, una voluntad santa. La
dependencia de una voluntad, que no es absolutamente buena, con relación al principio de la autonomía, se
denomina obligación. La obligación no puede, pues, afectar a un ser santo. A la necesidad objetiva de una
acción obligatoria se denomina deber”. Kant, ob. cit., p. 77.
46
“…no es el temor ni la inclinación, sino sólo el respeto a la ley, lo que puede dar valor moral a las acciones.
Nuestra propia voluntad, concebida como obrando sólo a condición de poder erigir sus máximas en leyes
universales, esta voluntad ideal, cuya posibilidad procede de nosotros, es el verdadero objeto de nuestro
respeto, y la dignidad de la humanidad consiste precisamente en esa propiedad que tiene de dictar leyes
universales, pero a condición de someterse ella misma a éstas”. Kant, ob. cit., pp. 77-78.
47
“Cuando la voluntad busca la ley que debe determinarla en otra parte que en la aptitud de sus máximas para
formar una legislación que le sea propia, y que sea, al mismo tiempo, universal, cuando, por consiguiente,
saliendo de sí misma busca esta ley en la naturaleza de cualquiera de sus objetos, hay siempre heteronomía.
No es, pues, la voluntad la que se da a sí misma su ley, sino el objeto el que se la da por su relación con ella.
Que esta relación esté fundada en la inclinación o en las representaciones de la razón, sólo puede dar lugar a
imperativos hipotéticos: yo no debo hacer esta cosa, porque quiero aquella otra. Por el contrario, el imperativo

17
14. La voluntad es la causalidad del ser racional. La libertad es el propiedad de esa
causalidad de actuar independientemente de toda causa extraña48.

La autonomía es la libertad de la voluntad. Esta libertad supone actuar siempre conforme a


una máxima que pueda convertirse en ley universal. Por ende, la voluntad libre es aquella
sometida a la ley moral49. La libertad y la sumisión de la voluntad a su propia ley equivalen
a la autonomía50.

La razón es la facultad propia de las personas que las distingue de los demás seres, incluso
de sí mismas51. Como seres racionales, las personas pertenecemos al mundo inteligible;
estamos sometidas a leyes independientes de la naturaleza fundadas exclusivamente en la
razón; y la causalidad de nuestra propia voluntad supone de la autonomía o libertad. En
cambio, como seres naturales, pertenecemos al mundo sensible; y estamos sometidas a las
leyes de la naturaleza donde existe heteronomía52.

moral, y por consiguiente, categórico, exige que se diga: yo debo obrar así, aun cuando no quiera otra cosa.
Por ejemplo, siguiendo el primer imperativo, se dirá: no debo mentir si quiero conservar mi reputación; y con
arreglo a la segunda: no debo mentir aun cuando la mentira no me perjudique en lo más mínimo. Este último
debe, pues, hacer abstracción de todo objeto, en el sentido de que aquél no debe tener ninguna influencia sobre
la voluntad, a fin de que la razón práctica (la voluntad) no se limite a administrar un interés extraño, sino que
muestre por sí misma la autoridad de una legislación suprema”. Kant, ob. cit., p. 79.
48
“La voluntad es la causalidad de los seres vivientes y racionales, y la libertad, la propiedad que tenga esta
causalidad de obrar independientemente de toda causa determinante extraña”. Kant, ob. cit., p. 87.
49
“…¿qué puede ser la libertad de la voluntad, sino una autonomía, es decir, una propiedad que tiene la
voluntad de ser en sí misma una ley? Pero esta proposición: la voluntad es en sí misma su propia ley en todas
sus acciones, sólo designa este principio: no obres nunca sino con arreglo a máximas que puedan ser erigidas
en leyes universales. Esto es precisamente la fórmula del imperativo categórico y el principio de la moralidad.
Luego, una voluntad libre y una voluntad sometida a leyes morales son una misma cosa”. Kant, ob. cit., p. 88.
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“La libertad y la sumisión de la voluntad a su propia legislación, equivalen a la autonomía y, por
consiguiente, son dos conceptos idénticos, pero ésta es precisamente también la causa de que no podamos
servirnos del uno para explicar el otro o darnos razón de él”. Kant, ob. cit., p. 94.
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“El hombre encuentra realmente en sí mismo una facultad mediante la cual se distingue de todas las demás
cosas, aun de sí mismo, en cuanto ser afectado por los objetos; esta facultad es la razón”. Kant, ob. cit., p. 96.
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“…debe considerarse al ser racional, en cuanto inteligencia…como perteneciente al mundo inteligible y no
al sensible…en cuanto pertenece al mundo sensible, se ve sometido a las leyes de la naturaleza
(heteronomía)…en cuanto pertenece al mundo inteligible, se ve sometido a leyes independientes de la
naturaleza, que no son empíricas, sino que están únicamente fundadas en la razón. Como ser racional, y, por
tanto, perteneciente al mundo inteligible, no puede el hombre concebir la causalidad de su propia voluntad
sino bajo la condición de la idea de la libertad; porque la independencia de las causas determinantes del mundo
sensible (independencia que debe siempre atribuirse a la razón), es la libertad. La idea de la libertad está
inseparablemente unida al concepto de autonomía, y al principio universal de la moralidad que, en la idea,
sirve de fundamento a todas las acciones de los seres racionales”; “El ser racional se coloca como inteligencia
en el mundo inteligible, y sólo como causa eficiente, perteneciente a este mundo, es como llama a su causalidad
una voluntad”. Kant, ob. cit., pp. 97-98.

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