Está en la página 1de 13

Los fundamentos de la escucha centrada en la persona

Jean-Marc Randin
Colaboradores : Mauricio Leal, César Aguet, Valérie Chabloz, Jonathan Richter

Publicado en ACP Pratique et recherche – nº 19 – pp32-57 – Titulo original : Aux


fondements de l´ecoute centrée sur la personne

Traduccion y adaptación Verónica Fajfar

Jean-Marc Randin es psicólogo, psicoterapeuta y formador. Atiende en consulta privada


desde 1994 y fue miembro del comite de la asociación mundial WAPCEPC entre 2006 y 2012.
Mauricio Leal es psicólogo y trabaja en un centro de formación profesional donde ofrece
apoyo psicológico a los jóvenes en formación.
César Aguet trabaja como psicólogo en un hospital, ofreciendo ayuda psicológica y
acompañamineto a los pacientes de los servicios de cuidados paliativos y geriatría asi como a
sus familiares.
Valérie Chabloz es psicóloga asistente en un centro de día hospitalario.
Jonathan Richter tiene formación como enfermero y es responsable de un equipo de cuidado
a domocilio.

Este artículo sobre las bases del abordaje centrado en la persona se originó del encuentro y el
trabajo en común de un psicólogo, psicoterapeuta y formador y un pequeño grupo de
estudiantes de psicología. Resulta del interés del primero acerca de la manera de llevar a cabo
la formación en esa forma específica de escucha y del deseo de los segundos de tener una
experiencia práctica de la relación de ayuda antes de emprender su oficio como psicólogos, de
su conciencia sobre la necesidad de confrontarse con la escucha antes de encontrarse en la vida
profesional ante personas en real necesidad de apoyo psicológico. Este texto trata sobre los
primeros pasos en la escucha centrada en la persona, las dificultades encontradas y los
obstáculos en el camino pero también de los descubrimientos realizados y de la evolución en la
manera de pensar la escucha, el acompañamiento terapéutico así como también la manera de
pensarse a sí mismo en la práctica profesional.

Criterios iniciales

Desde el comienzo, el objetivo de trabajo en el marco de la práctica terapéutica del abordaje


centrado en la persona fueron las “condiciones necesarias y suficientes” definidas por Carl
Rogers, o sea, la congruencia, la consideración positiva incondicional y la comprensión
empática, asi como la percepción por parte del cliente de la aceptación positiva incondicional y
de la comprensión empática del terapeuta.

Marco conceptual y filosofía de trabajo

La escucha en el ECP demanda ser experimentada concretamente. Debe ser aprehendida a


través de la experiencia, acompañada de la reflexión sobre los fundamentos conceptuales. No
se puede, ni remotamente, reducir a la comprensión teórica de los postulados de Rogers y

1
tampoco se limita a la búsqueda de habilidades y de competencias técnicas. La congruencia y
la comprensión empática no se pueden entrenar de manera puramente técnica. Para
comprender y ser capaz de aplicar verdaderamente el ECP, es necesario percibir en primer
lugar la esencia, la cuál no se capta a través de un discurrir intelectual.
Históricamente, este abordaje terapéutico se originó en una práctica que, en un medio
universitario, dió lugar a numerosas observaciones y reflexiones antes de ser elaborado en
palabras y conceptos y formulado de manera teórica. Para un futuro profesional es entonces a
través de la experiencia concreta que se llega a descubrir profundamente lo que es una escucha
terapéutica centrada en la persona y el proceso que la misma induce y permite en el cliente.
Por lo tanto, una de las primeras tareas en la formación es la de poder hacer descubrir y
experimentar que si las condiciones terapéuticas están presentes, la persona progresa hacia la
exploración y la concientización de sí misma. En otras palabras, que si el cliente es entendido y
reflejado, entonces él se entiende mejor a sí mismo y descubre que tiene mas recursos para
comprenderse y progresar que los que imaginaba.
Esta etapa es fundamental y demanda un gran cuidado, ya que esta manera de arribar a la
dinámica de la relación y con el cliente es raramente natural o habitual para las personas en
formación. Ellos deben antes que nada aprender a dejar de lado sus respuestas demasiado
intervencionistas, que perturban el proceso de exploración de sí de la persona. Es además a
través de la puesta al día de lo que no funciona que se hace posible el progreso. Uno de los
primeros descubrimientos importantes es darse cuenta con que facilidad y frecuencia se aleja
al otro de su hilo conductor, de sí mismo y lo difícil que es dejar de hacerlo.
La escucha centrada en la persona requiere de una calidad humana de relación que surge de
una manera de ser, de una calidad de presencia y de un compromiso personal particular.
Demanda igualmente una propiedad y una precisión en las devoluciones por parte del
terapeuta que pueden ser voluntarias o involuntarias, verbales (verificación de comprensión,
invitación a continuar, etc.) o no verbales (expresiones faciales, movimientos oculares, etc).
Son estas dos dimensiones las que se pueden explorar y trabajar en el marco de la herramienta
de formación que es el “laboratorio de empatía”. Hay también un ida y vuelta entre las dos
dimensiones, con el acento tanto en una como en la otra, ya que ambas deben formar un todo.
Ellas son los fundamentos de la escucha centrada en la persona.
El proceso de la formación requiere un gran rigor, ya que lo que se busca es a la vez sutil,
delicado y preciso. Hay, sin lugar a dudas, muchas maneras de ser centrado en la persona. Pero
hay también maneras de escuchar con un propósito terapéutico que no cumplen con los
criterios enunciados por Rogers. Percibir la diferencia no es algo evidente sobre todo al
principio. El formador debe estar allí no sólo para informar sin rodeos sobre lo que no es sino
para, en la medida de lo posible, dar un anclaje que ilustre sus propuestas.

Marco práctico

Nuestro grupo de formación, conformado por cuatro estudiantes, comenzó durante su último
año de master, con una frecuencia de una vez al mes al principio, para irse espaciando con el
tiempo. El modo de formación utilizado fue el “laboratorio de empatía”, constituido por tres
roles o posiciones: cliente, terapeuta y observador/es. Los participantes pasaban
alternativamente por cada uno de esos roles. Durante un laboratorio de empatía, hay, por
consiguiente, un cliente que habla, un terapeuta que escucha y uno o varios observadores
silenciosos, además del formador.
Dos nociones son planteadas como consignas: llevar algo real por parte del cliente y ejercitar
una actitud, una manera de ser por parte del terapeuta. Estos elementos son fundamentales en
el marco de la formación en escucha centrada en la persona, ya que es difícil por un lado
trabajar de manera auténtica en una situación que fuese imaginaria o actuada y por otro lado,

2
ejercitar las condiciones necesarias y suficientes sin practicar, explorar y tratar de integrar las
actitudes que las favorecen. Estos dos elementos particularmente importantes para la
integración de una práctica válida de la relación de ayuda en ECP están sin embargo ausentes
en los cursos de la gran mayoría de las universidades durante los estudios de la carrera de
psicología.
El marco de formación elegido consiste en colocar a una persona que intenta escuchar a otra
con la observación atenta del resto del grupo de formación y del formador. La instancia se
graba, para permitir la re escucha posterior de forma parcial o integral. En todo momento
tanto el escuchador como el escuchado pueden interrumpir el ejercicio con el objetivo de
detenerse sobre las dificultades o bloqueos eventuales y de desarrollar la congruencia del
escuchador, en lugar de forzar la situación por un deseo de hacerlo bien o de hacer el bien.
La práctica puede durar 2, 5 o 15 minutos, raramente más de ese tiempo. La entrevista puede
ser detenida de común acuerdo entre los dos participantes, por parte de uno o del otro o,
eventualmente por parte del formador. El objetivo es aprender y formarse, no se trata de
cumplir un tiempo de escucha de 15 minutos. Una vez que la entrevista terminó, los dos
participantes hacen sus comentarios, cada uno a su turno, comenzando por el escuchador.
Este intenta estimar .ante todo y desde su propio punto de vista como cree que ha escuchado, si
tiene la impresión de que su cliente ha podido avanzar - o no - durante ese momento de
escucha y si considera que ha sido mayormente facilitador o mayormente bloqueador durante
la entrevista. Esta evaluación personal es una instancia muy importante de la formación.
Permite trabajar la congruencia y desarrollar la conciencia acerca de su práctica y del estado
del ser durante la escucha.
A continuación vienen los comentarios del escuchado acerca de si ha podido avanzar o no, de lo
que lo ha ayudado, de lo que lo ha perturbado, bloqueado o alejado de sí mismo. Este feedback
provee más información tanto al escuchador como al resto del grupo. La idea es hacer los
comentarios sin juzgar pero sin tampoco cuidar la susceptibilidad del escuchador; que se limite
a informar de los efectos de sus intervenciones, sobre todo cuando han perturbado la
progresión del proceso de exploración de si.
Finalmente se reciben los comentarios y observaciones de los observadores concernientes a
los momentos clave de la entrevista, sus impresiones, mencionando también las intervenciones
que ellos hubiesen hecho o no hubieran hecho. El cliente puede responder diciendo si cree que
las intervenciones propuestas hubiesen sido de ayuda, de poca ayuda o perturbadoras. Así cada
miembro del grupo tiene un rol activo y puede desarrollar su percepción acerca de las sutilezas
que implica la escucha centrada en la persona.
Por último es el formador el que hace sus devoluciones, a menudo centrado en los aspectos que
han obstruido la escucha e iluminando aspectos que necesitarían ser trabajados y/o
desaprendidos.
La escucha de la grabación puede hacerse en distintos momentos de este trabajo posterior.

Primeros obstáculos a franquear

A principios de los '40, los descubrimientos hechos a partir de las investigaciones llevadas a
cabo por Carl Rogers en los EUA a partir de entrevistas grabadas, produjeron un shock en el
ámbito profesional. Por primera vez se ponía en evidencia lo que ocurría durante la
psicoterapia y mostraba que no se correspondía con lo que los psicoterapeutas de distintas
escuelas pensaban que hacían. Gracias a las grabaciones y las devoluciones de las personas
escuchadas se demostraba que lo que los terapeutas creían que hacían era muy distinto a los
que realmente hacían. Nuestro grupo de formación no es una excepción a esta experiencia de
Rogers.

3
Durante los primeros laboratorios de empatía nos dimos cuenta rápidamente, gracias a las
devoluciones de las personas escuchadas, del formador y del audio, que nosotros no
escuchamos a la persona en tanto ser humano con lo que vive o experimenta en ese momento.
Por lo tanto, nos esforzamos por escuchar como lo hacemos habitualmente, ponemos toda
nuestra atención y concentración para tratar de comprender lo que el otro nos dice, de
analizar, de encontrar un sentido, una lógica a eso que experimenta. Y, muy a menudo, nosotros
creemos saber por él. Pero en realidad, eso no es escucha, por lo menos en el sentido de la
escucha centrada en la persona. No es fácil de darse cuenta y de aceptarlo al comienzo. En
general estamos persuadidos, siendo que somos terapeutas, estudiantes, diplomados, de tener
cierta facilidad o predisposición para la escucha. Esta idea, sin embargo, se ve rápidamente
dañada, provocando reacciones fuertes, pero posibilita el progreso de cada uno hacia una
mejor percepción y comprensión de la escucha.

Algunos testimonios de los participantes del grupo sobre sus dificultades iniciales

"Me sentía en una maratón por estar con el cliente y de repente me di cuenta que no estaba con
él."
"Esperaba algunos comentarios alentadores sobre mi desempeño y sólo recibí observaciones
sobre los momentos en que yo había perdido el hilo.......Se trata de aprender y no de descansar
sobre mis logros."
"Cuando me di cuenta de que se trataba de comprender, no los elementos del discurso, sino
desde su propio marco de referencia, empezó un trabajo importante de desprogramación y un
cuestionamiento total acerca de lo que yo creía que era la escucha."
"Todo mi proceso de aprendizaje y descubrimiento fue favorecido por la consideración positiva
incondicional del formador y de los otros miembros del grupo. Me sentí aceptado así como era,
sin condiciones, con mis temores, mi inseguridad y mis imperfecciones. Eso me permitió
liberarme de un cierto amor propio y acceder a la libertad de experiencia indispensable para la
escucha."
"Mi ego fue herido violentamente cuando el formador me dijo: 'No estuviste, no lo escuchaste'.
Me pregunté si era yo tan inútil que no sabía escuchar. El no dijo nada acerca de mis
cualidades…"
"Me di cuenta de dos cosas fundamentales del aprendizaje. La primera es que estamos aquí
para aprender y no para mostrar que ya sabemos. La segunda es que no necesito ser perfecto,
sino lo suficientemente humilde como para aceptar que no soy un escuchador calificado en
ECP."
"En el sistema tradicional de aprendizaje, yo estaba acostumbrado a ser felicitado por mi
trabajo aunque no fuese realmente bueno. Estamos acostumbrados a los halagos al ego y
cuando no es así se hieren las susceptibilidades del ego. No sabemos recibir un comentario
sobre una falta. Eso nos lleva a querer hacerlo bien para complacer al formador, para recibir
halagos, para obtener una buena nota o pasar de año. Pero lo esencial: aprender alguna cosa,
practicar de manera sostenida, es algo que queda olvidado."
"En los laboratorios de empatía no practicamos para el grupo, para los otros o para la
evaluación. Practicamos para nosotros mismos, para integrar y avanzar y saber cada uno lo que
aprendió o adónde se sitúa en su proceso de aprendizaje del ECP. La responsabilidad pasa
plenamente a cada estudiante."
"La diferencia fundamental del ECP con respecto a otros enfoques es que no es un conjunto de
técnicas a aplicar sino que se basa en gran parte en la calidad de la relación y las actitudes del
terapeuta. Y por lo tanto es lógico que no pueda comprenderse o integrarse por un método
tradicional de enseñanza."

4
Este tipo de comentarios se repiten cada vez por parte de los participantes de una manera u
otra. Los estudiantes y profesionales tienen ideas acerca de lo que es la escucha en la relación
de ayuda y sobre lo que es conveniente hacer para ayudar a una persona a comprenderse
mejor. Descubrir que más allá de su buena intención, no han incluido verdaderamente a la
persona, que no la han escuchado realmente sino que han estado focalizados principalmente en
el contenido de lo que la persona ha dicho es perturbador. También lo es, darnos cuenta de que
cuando no escuchamos a la persona, nuestras intervenciones tienden principalmente a
descentrar en lugar de a progresar en la exploración de si mismo. Esta diferencia entre lo que
pensamos y esperamos hacer y lo que realmente hacemos es perturbadora para nuestra
imagen de nosotros mismos y humillante. Es por eso que durante el proceso de formación en la
relación de ayuda centrada en la persona es necesario trabajar la cuestión del poder. Es que, en
tanto profesionales, queremos conservar el poder de ser el que sabe, de ser el experto, de tener
conocimientos que el cliente no tiene. ¿En que momento es que aceptamos soltar y darle el
pleno poder a la persona, permitiendo así el establecimiento del proceso de exploración de sí
mismo y de autodeterminación que están en el corazón mismo de la relación de ayuda centrada
en la persona?
Esto está en juego de manera permanente para el psicoterapeuta centrado en la persona y es el
primer desafío en cada relación terapéutica nueva. La responsabilidad del formador es por
tanto grande, ya que debe a la vez no evitar la confrontación con los obstáculos y al mismo
tiempo, acompañar a las personas en formación a franquearlos.
En ese sentido, decirle a alguien que quiere convertirse en un profesional de la relación de
ayuda, que él ha hecho lo mejor que ha podido no le sirve. Para permitirle avanzar es necesario
que se confronte con sus límites, con sus reflejos inadecuados, para poder buscar entonces otra
manera de estar en la relación profesional. Le permite preguntarse que es estar "centrado en la
persona" en un sentido personal, integrado desde la experiencia. El ECP no tiene un trazo
evidente/obvio y encontrar en uno mismo la manera de ser necesaria demanda un largo
camino, tanto interior como profesional. Ese camino implica empezar por deconstruir para
hacer lugar donde poder descubrir e integrar los datos y las perspectivas nuevas.

Abandonar las ideas profesionales típicas

La interpretación

Toma de conciencia progresiva y laboriosa de la dificultad para deconstruir un sistema de


compresión interpretativo. Humildad y respeto por lo desconocido.

"Recuerdo una ocasión en la que yo era observador y había propuesto mi interpretación acerca
de lo que había acontecido. Mi análisis era puntual e intelectual, como aprendimos en la
universidad. Recuerdo el efecto que produjeron en mí las palabras del formador. Me sentí
atacado, quise defenderme. La sensación era de miedo. No fue sino de manera progresiva a lo
largo de los encuentros, que me di cuenta con pena y con gran esfuerzo, que comprender
intelectualmente no es escuchar al otro. Interpretar y analizar a través de mis propias
referencias era algo que aparecía en mí de manera automática y era la única manera que yo
tenía de comprender al otro. Con el tiempo, el entrenamiento, la disciplina y la introspección
tome conciencia de mi propio funcionamiento como persona. Con este darme cuenta me he
vuelto mas humilde y respetuoso, cosa que en ese momento no podía más que entrever."

5
Al principio y durante mucho tiempo la tentativa de la comprensión empática tiende a buscar
una comprensión interpretativa o explicativa. Visto desde afuera, diríamos que la escucha esta
vacía y que necesita de material suplementario para poder interpretar al otro. El resultado es
que la persona escuchada no ha podido en realidad avanzar en la exploración y la comprensión
de sí misma. Al principio puede tener la impresión de haber sido ayudado y que las
intervenciones han sido interesantes, pero al reflexionar un poco más, se da cuenta de que ha
permanecido en un nivel de comprensión superficial, desde una mirada exterior y que no ha
entrado en contacto más profundo consigo mismo.
La tendencia a la comprensión interpretativa está muy instalada, tal vez debida a dos razones
culturales, o simplemente humanas, como son la necesidad de controlar, de comprender todo o
el deseo de hacer el bien y la creencia de que esto requiere conducir al otro. Pero al hacer esto,
el escuchador sale del marco de referencia de la persona que habla y le impide avanzar a su
manera, con sus elementos personales. Es por eso que un sistema de comprensión
interpretativo debe ser puesto en evidencia de entrada, para deconstruirlo pacientemente,
antes de poder hacer lugar para la búsqueda de la comprensión empática.

El discurrir intelectual de la comprensión.


Tratar de comprender tal vez sea lo opuesto a la escucha.

La necesidad de dar tiempo es otra constatación fundamental ligada a la naturaleza de la


escucha en ECP. Esto es valido tanto en la formación como con un cliente que viene por 5a o
30a vez: jamás sabemos por anticipado en que estado y con que material vendrá el cliente. Él
mismo tampoco lo sabe, por lo menos de manera consciente. Dar tiempo, no interferir con
nuestra necesidad de comprender al otro es esencial para que el proceso de exploración de sí
pueda tomar lugar y desarrollarse en el espacio terapéutico. Es un proceso sensible, delicado,
con encrucijadas para la persona que nosotros no controlamos.
Renunciar a creer que nosotros podemos saber e interpretar no es algo espontáneo, sino que se
debe entrenar, trabajar siempre y cuando el terapeuta tenga la conciencia y la voluntad
necesarias.

Las creencias en las reglas técnicas


Pasar de una comprensión teórica y de la aplicación de ciertas "reglas" de conceptos rogerianos a
un acercamiento más íntimo y menos rígido, que se apoya más sobre lo que nosotros somos y
menos sobre lo que sabemos o creemos saber.

"Los conceptos teóricos del ECP representaban mis valores, yo sentía cercanía con lo que se
proponía. Comprendía fácilmente y pensé que el pasaje a la práctica sería fácil. De hecho, así lo
creí al principio, ya que aplicaba las "reglas" y "técnicas" que creía que eran parte de la
práctica. Pronto me di cuenta de que eso no alcanzaba; que era una manera de ser y no de
hacer. Hoy me apoyo más en lo que soy (con mis defectos y límites) que antes. La confianza no
surge de mis conocimientos sino de la profundidad de mi ser"

Carl Rogers, a lo largo de su carrera, se sintió impactado al descubrir que se trataba de aplicar
de manera técnica algunas formas de respuestas terapéuticas que había descripto. La idea de
un acercamiento más íntimo y menos rígido, en oposición a una aplicación de ciertos conceptos
tomados como "reglas" remite a la particularidad del compromiso humano del terapeuta
centrado en la persona. La dinámica de exploración de sí existe en un contexto donde, para el
cliente hay en frente un par, un ser humano comprometido con todo su ser en la intención de
comprender sin juicios, sin preconceptos, sin pensar las cosas a título personal.

6
Experimentar esta forma de compromiso es efectivamente algo muy íntimo. En la comprensión
empática, el escuchador entra en contacto con la persona, percibe lo que está diciendo con el
sentido, el valor, la textura que tiene para el cliente y está presente con todo su ser, con una
profundidad particular de presencia humana. Descubre entonces el valor de ese estado del ser,
que no demanda un saber exterior, teórico sino una competencia interior y que será
intrínsecamente coloreado por su personalidad única. Palpar un sentimiento profundo de
confianza en su ser es la esencia misma de la práctica centrada en la persona. Puede ser este,
uno de los criterios que distinguen los momentos en que somos verdaderamente terapeutas
centrados en la persona, con todo el poder de este enfoque, de los momentos en que "hacemos
lo mejor que podemos" pero que no lo somos verdaderamente (o no del todo). Si por alguna
razón, el terapeuta no puede ofrecer esta forma de ser en relación, sería mejor que eligiese otra
forma de abordaje terapéutico, más directivo.

Nuevos parámetros profesionales

Una apertura a lo desconocido


Toma de conciencia sobre la necesidad de apertura ante el hecho de que el otro es un desconocido
y que no es posible aproximarse a su visión sin darle el lugar para que la muestre.

"Me di cuenta de que mientras yo trate de comprender intelectualmente, no hay lugar para la
relación o para el otro."

La búsqueda de la comprensión empática, por definición, implica una apertura al otro,


consecuentemente, a lo desconocido. La posición del ECP es muy clara en ese aspecto. Está por
lo tanto en fuerte oposición con las concepciones más frecuentes en psicología y psicoterapia,
ya que no se basa en la desconfianza en la persona o en sus capacidades. Trata, al contrario, de
movilizar los recursos del individuo y consecuentemente, se basa más en la calidad y la
naturaleza particular de la relación que en las competencias técnicas del terapeuta.
La apertura al otro necesaria no es obvia, ya que implica elegir dejar de lado nuestros puntos
de referencia y entrar en un mundo del cual no poseemos las claves de descodificación; esto
implica dar un salto a lo desconocido. En esas condiciones, será el otro el que nos haga el lugar
para hablar acerca de él, de su mundo interior con su funcionamiento propio. Si dejamos ese
espacio, tendremos la oportunidad de descubrir alguna cosa de su mundo, casi de la misma
manera que podríamos descubrir una nueva cultura si nos trasladásemos a un país lejano.
Durante la hora de terapia, si nuestra escucha es realmente centrada en la persona, es como si
nos mudáramos provisoriamente a otro país, a otra cultura, a otro mundo. Ese mundo, nos será
mostrado por sus habitantes y nos lo explicarán. No somos nosotros, con referencias externas,
extranjeras los que lo podemos hacer.

Un estado de disponibilidad
Tenemos que aprender a sentir interiormente si estamos disponibles para escuchar a alguien o no
y nos corresponde a nosotros recentrarnos a fin de ser capaces de estar lo mejor concentrados
posible. Es una responsabilidad personal ante el otro.

Por primordial que suene, podemos constatar que no es tan fácil de llevar a la práctica. Es muy
común auto engañarse acerca de la propia disponibilidad hacia el otro. No es que no estemos
concentrados en lo que la persona dice, e incluso siendo capaces de repetirlo, no significa que
estemos disponibles y abiertos al otro. Sin duda, es mucho más fácil y menos exigente estar
disponibles a escuchar a lo que alguien dice que estar disponibles al otro. Se trata de la misma

7
frase (estar disponible) y sin embargo no describe las mismas realidades. La primera es una
actividad que puede ser relativamente mental y requiere una capacidad de concentración
intelectual, mientras que la segunda revela una actitud, una disponibilidad interior, un espacio,
un silencio - ya que- ¿cómo puede haber lugar para escuchar a otra persona si no hay un sí
mismo apacible y un espacio libre?
Es sólo a través de las experiencias vividas que aprendemos a sentir interiormente ese estado
de disponibilidad o de no-disponibilidad. Estar tenso, ansioso por hacerlo bien, así como creer
que debemos saber son algunos de los estados contrarios a la disponibilidad. Es necesario
darnos cuenta cuando no estamos realmente con el otro y qué es lo que lo está impidiendo para
ir pudiendo desarrollar la percepción de nuestro estado interior. Esto requiere de mucho rigor
y perseverancia.

La centración en la persona
Desarrollo de una percepción cada vez más presente de lo que es "centrado en la persona".

"Yo he aprendido a sentir cuándo es que no escucho verdaderamente a la persona o, siendo


observador, a percibir cuando el escuchador no está centrado en la persona y no refleja la
vivencia de la persona sin ser siempre capaz de identificar cómo debería haber sido o lo que
estuvo mal. Ese sentimiento es a la vez intelectual y orgánico.
De hecho, cuando una intervención no está centrada en la persona (o no hay intervención), hay
un bache en mi comprensión, como si no fuese "lógico", "no encaja", “no cierra”. Esa percepción
es organísmica ya que no me siento psíquicamente bien, a gusto; tengo un sentimiento que es
del orden de la incomodidad y se acompaña de un juicio hacia lo que el escuchador propone o
en contra de mi mismo (cuando soy escuchador)."

Esto es el núcleo de un aprendizaje fundamental. Es necesario darse cuenta cuan grande es la


diferencia entre escuchar a una persona a través de lo que ella expresa y escuchar lo que dice
esa persona. En este último caso, el escuchador estará centrado en el contenido y sus
respuestas o intervenciones apuntarán al contenido o al problema. La mayor parte de las veces,
en una situación así, será el escuchador el que tomará poco a poco la dirección de la entrevista,
sin que esto sea percibido. Una entrevista de este tipo puede parecerle interesante a la persona
que ha hablado, pero no le ayudará para permitirle entrar más profundamente en contacto
consigo mismo. Además, con frecuencia, él mismo será desviado o descentrado de lo que él
quería realmente abordar. Pero generalmente no está en posición de darse cuenta; no se puede
estar al mismo tiempo en la indagación interior y totalmente disponible para percibir lo que
ocurre en el plano más externo de la relación. Es entonces, que el terapeuta debe ante todo
aprender a discernir si él mismo está verdaderamente en contacto con la persona o no.

El terapeuta como límite

Los sentimientos parásitos


Concientización de ciertos límites que impiden escuchar a la persona en el mismo momento en
que ocurre.

"Yo puedo identificar en mi, en ciertas ocasiones, los sentimientos que parasitan mi escucha,
los sentimientos o pensamientos que me apartan y que podrían potencialmente parasitar la
escucha, hacerme perder la concentración o atribuirlos a la experiencia o vivencia del
escuchado."

8
Se constata la congruencia y su importancia capital. Carl Rogers se refiere a la congruencia
como la primera de las tres condiciones nodales concernientes al terapeuta. Durante la
formación, efectivamente aparece como estando primera, no en términos de importancia-ya
que ninguna de las tres condiciones es más importante que las otras dos- sino en términos
cronológicos: la congruencia es literalmente la primera de las condiciones que debe estar
presente cabalmente. Si el terapeuta no es congruente, si, en otras palabras, no es lo
suficientemente consciente de sí mismo, lo suficientemente auténtica y realmente disponible y
en condiciones de escuchar a su cliente, el no podrá dar pruebas de las otras actitudes
necesarias. Más preocupante aún, el no estará en condiciones de evaluar si está en condiciones
de evaluar si tiene posibilidades de poner en juego o no las otras dos actitudes. Tendrá por lo
tanto muy pocas chances de que la escucha funcione en esas circunstancias.
Sin embargo, lo contrario no es válido: no es porque la congruencia esté presente que las otras
dos actitudes serán ejercidas. Tomar conciencia de los límites existentes, identificar en
nosotros los sentimientos que parasitan nuestra escucha es indispensable, más se trata de, a
partir de esto, aprender a hacer algo, descubrir las maneras de dejar de estar parasitado o
limitado de ese modo. La sola identificación de un sentimiento perturbador puede permitir,
aunque sea momentáneamente, salir de allí y volver a estar disponible. Pero en general no
somos tan rápidos, sobre todo en fase de aprendizaje.
Es necesaria una voluntad de volver sobre esos sentimientos, esos límites, de identificarlos aún
mejor, de trabajarlos. Antes de ayudar a otro, el terapeuta debe conocerse a sí mismo
suficientemente. El es la herramienta, el instrumento de la escucha, .se trata de descubrir cómo
hacer que ese instrumento dé lo mejor de sí. Para eso debemos tener el coraje de no negar
nuestras características imperfectas. De lo contrario, en lugar de ver que es él mismo el límite,
se imaginará que son los límites del cliente los que dificultan o impiden el progreso
terapéutico. Encontrará además sin mayor esfuerzo, todo tipo de elementos y argumentos para
confirmar esa perspectiva y lamentablemente se mantendrá en esa ilusión.

El miedo al fracaso
Querer tener éxito es entrar en un querer hacer que recorta a la persona.

"He aprendido a advertir y aceptar el miedo a no tener éxito y a defraudar a los observadores y
al formador. La presión que me pongo por, por evitar sentirme incompetente, me llevan a
querer hacer, lo cuál me impide estar ahí, presente y disponible para escuchar."

El miedo a no lograr resultados, el deseo de llegar a algún lado y la presión, consciente o no,
que nos ponemos por obtener resultados son tendencias humanas presentes en cada uno de
nosotros en mayor o menor medida. Pueden además intensificarse por un contexto profesional.
Pueden, en una situación de aprendizaje, donde no hay una responsabilidad por el otro,
confrontarse y disminuirse. Saber liberarse de tanta presión y ganar disponibilidad para
escuchar es nuestra responsabilidad profesional. Si ese miedo y ese deseo existen pero no son
reconocidos y trabajados, perturbarán gravemente al escuchador, que tenderá a ser más activo
e intervencionista en la relación, guiado, no por la persona sino por su necesidad de éxito, que
tratará de satisfacer.
La escucha centrada en la persona requiere estar dispuesto a correr el riesgo de que no haya
resultados, única forma de no presionar, de no ser directivo y estar totalmente disponible para
escuchar. Paradójicamente, cuando podemos aceptar que no habrá resultados abrimos la
puerta al proceso. Esta es sin duda una de las dificultades en cuanto a la integración de la
consideración positiva incondicional, que consiste en no tener juicios negativos pero tampoco
evaluación positiva, ya que la presencia de una implica automáticamente la presencia potencial
de la otra. Es entonces, cuando salimos de la lógica de la evaluación que podemos entrar en la

9
perspectiva de la persona humana, en la cual la reconocemos en todos sus aspectos, en todas
sus facetas. No juzgar, no rechazar no es lo mismo que aceptar, que implica abrir la puerta a
descubrir lo que es y como es. Si, además de tener miedo de no tener éxito, podemos ver que es
lo que ha hecho que no hayamos logrado, tendremos la posibilidad de progresar.

Comentarios finales de los estudiantes

"En estos tres años aprendí que debo identificar lo que obstaculiza mi escucha,
desembarazarme de los parásitos para entender claramente. Es un trabajo difícil que requiere
mucha concentración y disciplina. Y no es algo que adquiero sino que implica seguir trabajando
en el futuro a través del trabajo personal, la experiencia y el entrenamiento. Lo que impide
entender al otro son nuestros límites personales. No es más grave que eso, pero es un hecho. Si
no estamos cómodos en lo que el otro trae nos arriesgamos a desviarlo de su hilo conductor,
perturbados por nuestros "ruidos"."

"Para no permanecer bloqueados por nuestros límites debemos ser capaces de identificar en
nosotros cuándo algo resuena de una manera particular. En la práctica esto no era fácil y la
congruencia parece ser la actitud más difícil de desarrollar. No es fácil estar atento a los
propias señales internas al mismo tiempo que buscamos escuchar al otro. El hecho de querer
ayudar al otro, ser buenos y eficaces en la escucha puede dificultarnos el ver los signos que nos
muestran nuestros límites. Si los límites se conocen, hay congruencia. Y cuando hay
congruencia, hay apertura para escuchar al otro más allá de nuestros límites condicionantes."

"Uno de los errores más frecuentes con el que somos confrontados es el hecho de estar
centrados principalmente en el contenido más que en la persona. Nos quedamos en la
comprensión intelectual de lo que la persona dice, sin entender lo que quiere decir a través de
sus palabras y que es lo que necesitaría trabajar. Al quedarnos en las palabras, el contenido
explícito, tratamos de encontrarle un sentido y a través de nuestro intelecto tratamos de
comprender, sin darnos cuenta de que las cosas pasan a otro nivel. El resultado es que
desviamos a la persona escuchada de lo que está tratando de explorar. Al no estar centrados en
la persona, la descentramos del contacto consigo misma."

"Nos dimos cuenta que necesitamos deconstruir los hábitos y creencias como por ejemplo las
que nos dan la misión de resolver problemas, de perseguir una meta o buscar llegar a alguna
parte durante la entrevista. Esas tendencias son muy fuertes en la mayoría de nosotros y se
traducen en permanecer en la posición del que sabe o de buscar siempre alcanzar algo por el
otro."

“Incluso siendo que el objetivo parece loable, como querer que la persona se de cuenta de una
u otra cosa, que se acerque a su experiencia o a sus emociones o que comprenda su error en
alguna situación, es una posición moralista y de experto y que obstaculiza el acceso a la
comprensión empática.
Con la experiencia, podemos identificar más rápidamente esas tendencias, lo cual al menos nos
permite saber que no estamos escuchando al otro en esos momentos. Hemos sentido un real
cambio en nuestra presencia y disponibilidad cada vez que hemos podido no tener objetivos
para la persona. Este es un punto crucial si queremos acercarnos a la comprensión empática, es
decir una comprensión de la persona desde su propio marco de referencia."

“También nos dimos cuenta con la experiencia que la escucha es muy corporal. Cada vez más,
"sentimos" cuando estamos cerca del otro o cuando no lo estamos. Del mismo modo, sentimos

10
psíquicamente lo que se juega en la escucha. Experimentamos por ejemplo algo del orden de un
“desenganche” o de un “descarrilamiento” cuando el cliente manifiesta una incongruencia, o a
veces "sentimos" una tensión o una relajación en el cliente. En la escucha, la percepción se sitúa
a menudo a un nivel psíquico más que a un nivel intelectual.
Lo hemos visto de manera aún más aguda siendo observadores: cuando una intervención del
terapeuta no refleja la vivencia del escuchado, aparecen en éste signos claros a nivel corporal
(retiro, crispación) o a nivel verbal (precisiones o justificaciones). A la inversa, cuando el
terapeuta está presente y disponible hay otra actitud corporal. Constatamos que la escucha
empática es una experiencia global. O está o no está, ni más ni menos.

Consideraciones finales del formador

Exigencias e implicancias de la escucha en el Enfoque centrado en la persona

A un nivel básico parece ser que efectivamente "estamos o no estamos". El terapeuta logra
crear un contacto de persona a persona, entrar en comprensión empática, penetrar al universo
íntimo del cliente o no. Logra crear esa relación de ayuda particular llamada "centrada en la
persona" o permanece en otro modo de relación. Posibilita que en la persona emerja esa
dinámica específica de exploración de sí impregnada de un respeto absoluto por la
autodeterminación o no lo posibilita. Durante la formación es indispensable que el futuro
psicoterapeuta tenga la ocasión de vivir él mismo, encarnando el rol del cliente, la diferencia
entre los momentos en que él es verdaderamente escuchado de un modo centrado en la
persona y los momentos en que no lo es. Sólo así podrá apreciar el impacto de esos dos climas
y experimentar lo que aporta la escucha centrada en la persona.
Cuando esa base está presente, cuando la centración en la persona está al alcance, el terapeuta,
sobre todo en formación, tiene un amplio margen de libertad y de error. La primera etapa de la
formación y la más importante es percibir experiencialmente y de manera casi organísmica el
estado del ser que implica la escucha centrada en la persona. Para eso es necesario dejar de
lado gran parte de lo aprendido en la Universidad. Es un trabajo de fondo que demanda coraje,
dejar de lado un cierto amor propio y un deseo de seguir avanzando en lugar de contentarse
con lo adquirido. Hay realmente mucho para hacer para identificar y dejar voluntariamente de
lado todo lo que no es la escucha, aunque aparentemente lo sea. Esto demanda entrenamiento
y disciplina.
Cuando esta etapa de percepción de la manera de ser y de la dinámica de la escucha centrada
en la persona esta en vías de ser franqueada, la escucha de la persona comienza a tener un
sentido interior; existe una referencia nueva que da la posibilidad de reconocer y reencontrar
ese estado del ser, si bien todavía no está integrada.
Es entonces y sólo entonces, que puede empezarse a descubrir y experimentar, no como valor
filosófico primordial de un enfoque ideal sino como una realidad bien concreta, como describía
Carl Rogers: "La hipótesis sobre la que se sustenta este abordaje es que el ser humano tiene en
sí mismo inmensos recursos que le permiten comprenderse a sí mismo". Para poder apoyarse
en esta hipótesis, para darle cuerpo, es necesario ser uno mismo el portador de la percepción,
la convicción interior profunda de los recursos. Esto no quiere decir que sea necesario haber
experimentado y percibido desde el interior todos los estados que puedan atravesar nuestros
clientes. Es principalmente, la medida en la que el terapeuta ha experimentado por y en él
mismo el hecho de que es digno de confianza, que puede fiarse de sí mismo y de los recursos,
en tanto ser humano que tiene tanto la libertad como la responsabilidad. Si el ser humano
terapeuta no ha descubierto íntimamente (y no teórica o mentalmente) que él posee las
competencias para comprenderse a sí mismo, él no podrá ver así a su cliente; no le transmitirá

11
ese mensaje, no será un punto de apoyo indeclinable sobre el que el cliente se pueda apoyar en
su desconfianza en sí mismo o su desesperanza.
Estas dos dimensiones, a saber, el estado del ser que permite escuchar verdaderamente a una
persona y la certeza profunda, íntima, de que esa persona tiene los recursos necesarios para
ser descubiertos y para comprenderse a sí misma parece ser necesarias e imprescindiblemente
adquiridas para el futuro profesional de la relación de ayuda centrada en la persona. Son
dimensiones básicas de este enfoque terapéutico por lo que la dinámica de exploración de sí
mismo que facilitan no tendrá lugar, o lo tendrá de manera muy precaria, si las mismas no han
sido incorporadas por el practicante y no están presentes en él durante su escucha. Por lo
tanto, en estas condiciones, tener una respuesta "perfecta" no es imperativo. Lo que se observa,
es que cuanto más puede el terapeuta escuchar centrado en la persona, mayor es su margen de
maniobra y su libertad aumenta. Mientras que si no está centrado en la persona, la escucha es
trabajosa y la exploración de sí del cliente son limitada o de naturaleza principalmente
intelectual. En cambio, en los momentos en que el terapeuta está centrado en la persona y eso
es percibido por su cliente, él se vuelve más libre en sus intervenciones. Según el estilo
personal de cada uno, habrá múltiples maneras de responder al cliente, todas igualmente
válidas. Estar centrado en la persona dista de ser limitante, más es una cosa en sí misma.

Simplicidad de las respuestas terapéuticas

A través de los laboratorios de empatía, pudimos constatar de manera reiterada algo que
siempre resulta un poco sorprendente. Cuando el formador, a través de sus intervenciones
acerca de lo que hubo entendido de la persona inmediatamente después del ejercicio de
escucha, los estudiantes (siendo escuchador u observador) se daban cuenta de que ellos habían
entendido algo muy próximo o similar, pero que rápidamente lo habían dejado escapar.
Al ser expresado por alguien que había captado claramente habían podido reencontrar lo que
habían sentido y recordar el haber estado detenidos en ese momento y eso se hacía evidente.
Al verificarlo con el miembro del grupo que había sido escuchado podíamos tener la
confirmación de que eso se correspondía bien con lo que él estaba tratando de explorar y que
una intervención del escuchador que diera cuenta adecuada de esos elementos hubiera hecho
una diferencia para él. Pero en ese momento los estudiantes no habían recogido ni devuelto
esos elementos. Pareciera que sólo pudieron darse cuenta cuando se los marcaron desde
afuera. En su momento dejaron pasar lo que habría dado cuenta de que realmente estaban
comprendiendo a la persona. A partir de esto nos dimos cuenta de que la mayor parte del
tiempo la tentativa de respuesta de los estudiantes es compleja, complicada o elaborada
comparada con la aportada por el formador.
"Lo que se refleja de mi escucha es casi siempre simple, directo, cercano a la persona. No hay
un proceso intelectual complejo en mi tentativa de comprensión empática. Sin embargo, estoy
lejos un reflejo que iría en el sentido de repetir las palabras de la persona. Durante esta
formación, donde mis comentarios podían ser hechos 20 minutos después de que la persona
hubiese hablado, yo no estaba chequeando mi comprensión momento a momento, sino que
hacía una devolución global y sintética de lo que la persona había expresado ( o, más
exactamente, lo que creía haber entendido de la persona), incluyendo las palabras que me son
propias. La persona (el cliente) puede entonces reencontrarse en esas devoluciones y, sobre
todo, se re contacta a través de ellas con su hilo personal, con lo significativo dentro de lo que
había intentado expresar. Le permite recentrarse, reencontrar los trozos a veces dispersos por
una escucha más centrada en el contenido o en la resolución del problema, y sobre todo, más
mental o "intelectual".

12
Parece así evidente que no es sólo con nuestro cerebro que llegamos a una comprensión
empática sino que es además y ante todo, con una presencia particular y una atención a la
persona, una escucha despojada de nuestros propios materiales lo que nos permite estar en
contacto directo con la persona, hacer intervenciones cercanas, en general breves y relevantes,
mas una verificación de nuestra comprensión que una tentativa de explicación del otro.
Delicada, sutil, compleja en un principio, la escucha centrada en la persona está al contrario y
en su esencia desprovista de complejidades y de circunvalaciones en su expresión, por la
comprensión empática y la consideración positiva incondicional.

Conclusión

En el curso de los laboratorios de empatía pudimos poner en evidencia algunas de las


dimensiones fundamentales de la escucha centrada en la persona. Poco a poco, la congruencia,
la consideración positiva incondicional y la comprensión empática dejaron de ser palabras y
conceptos para tomar un sentido concreto, vivenciado por experiencia personal y ser
percibidas por cada uno a su manera, con sus propios modos de sentir y de comprender. Los
desafíos que esperan a aquellos que quieran practicar una escucha centrada en la persona
surgen de no ser un aprendizaje de dominio intelectual sino más bien de un proceso muy
personal que implica dejar las referencias existentes para descubrir otras nuevas.
La unicidad del ECP apareció claramente al igual que su diferencia con las posturas
conceptuales y de las maneras de hacer mayoritariamente utilizadas. De igual forma se hizo
cada vez más evidente que vale la pena tomarse el tiempo necesario para desarrollar una
percepción interior de las singularidades de este abordaje terapéutico. Los resultados que
permiten, la dinámica de exploración de sí que favorecen en el cliente ocurren cuando las
condiciones nodales están presentes en la escucha. Podemos finalmente constatar cuan
indispensable es que las condiciones enunciadas por Rogers tengan vida de manera
plenamente integrada en el terapeuta y cómo su ausencia conduce a algo totalmente distinto a
la escucha centrada en la persona.
En definitiva, los criterios y obstáculos que identificamos para el escuchador en formación son
aplicables también a los profesionales con experiencia en el ECP.
La tentación de creer que sabemos del otro, que hemos comprendido, que sabemos lo que
debería hacer nos puede volver a atrapar en cualquier momento. La conciencia clara y
suficiente de uno mismo, de nuestras motivaciones o reacciones nunca se adquiere a priori. En fin,
la comprensión empática del otro, la capacidad de percibir "como si" fuésemos el otro, sin
jamás olvidar el "como si", es un desafío renovado en cada instancia de escucha.

13

También podría gustarte