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(MARGARITA)
Margarita tiene 29 años. Tiene estudios universitarios como profesora de enseñanza primaria,
pero jamás ha ejercido porque está opositando. Tiene pareja estable desde hace 4 años.
Manifiesta que su problema consiste en la imposibilidad de salir sola a la calle la mayoría de los
días, situación que, aunque le parece ridícula, no puede remediar. Esta dificultad ha deteriorado
notablemente su funcionamiento habitual de vida, tanto en sus quehaceres diarios, como en su
relación familiar y social. Acude en busca de ayuda terapéutica porque todos los intentos para
solucionar el problema por su cuenta han fracasado.
La paciente señala que “desde siempre” ha sido una persona muy miedosa. Afirma que de niña
le asustaba la idea de quedarse sola en casa, aunque de hecho no recuerda que esta situación
llegara a producirse. También le asustaba acostarse por la noche con la luz apagada o la puerta
de su habitación cerrada.
Siempre fue hija única y comenta que su madre también es muy miedosa. Cuando su padre, que
viajaba con frecuencia debido a su trabajo, se ausentaba de casa, ambas dormían juntas en la
misma cama y con la mayoría de las luces encendidas.
El primer recuerdo de sus dificultades actuales lo sitúa hace un año, coincidiendo con una época
de continuas discusiones con su pareja, en las que ella le recriminaba cosas como que estaba
poco tiempo en casa. Su pareja trabaja como representante de una famosa marca de lujo,
mantiene reuniones, casi diarias, incluso algunos fines de semana, hasta muy tarde y, en
ocasiones, se ausenta durante varios días por viajes laborales.
No recuerda exactamente cuál fue la primera vez que se sintió mal estando fuera de casa, pero
afirma que en esta época tan estresante empezó a sentir una cierta angustia mientras visitaba
supermercados y, en general, tiendas con mucha gente durante sus principales compras
habituales. En algunas de estas ocasiones llegó a sentirse tan mal, que no tuvo más remedio que
abandonar el establecimiento público “para que le diera un poco de aire”, notando que,
efectivamente, el remedio era útil.
Mas adelante, comenzó a salir de compras con una menor frecuencia, preferentemente en
compañía de alguna amiga. En una de las salidas con una amiga tuvo un ataque de pánico cuando
ésta se ausentó, durante unos minutos, mientras Margarita esperaba para pagar en una de las
colas de unos grandes almacenes, lo que le obligó a salir inmediatamente a la calle, sin
preocuparse siquiera por sus compras, y a pedirle a su amiga que la llevara a casa.
Más adelante, los temores se generalizaron a otras situaciones, en principio relacionadas, sobre
todo, con la conducta de salir a la calle, pero que, en poco tiempo, incluían estímulos variados,
como quedarse en casa sin compañía o asistir a reuniones sociales, aunque lo hiciera
acompañada.
El problema también se caracteriza por una escasa movilidad, propiciada por las continuas
conductas de evitación ante los estímulos temidos. La paciente apenas sale de casa, salvo
algunos días, para comprar cosas muy básicas en tiendas del barrio en las que nunca entra
porque considera que hay mucha gente. En ningún caso hace uso de los transportes públicos y
evita salidas con amigas a las que solía ver con cierta periodicidad. Igualmente, procura no
quedarse sola en su propia casa. Nunca se acuesta por la noche si no ha llegado a casa su pareja,
e intenta que alguna amiga vaya a casa las noches que ésta pasa fuera por trabajo.