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(cod 2074)
APROXIMACIÓN A LAS TEORÍAS DE LA POLÍTICA SOCIAL A PARTIR DEL CASO ARGENTINO:
En el Occidente capitalista, las tres regiones de la política social moderna muestran tres
grandes períodos históricos. El primero, denominado política social del Estado capitalista
clásico, la política social se ordena alrededor del imperativo de expansión del mercado de
trabajo capitalista y de homogeneización sociocultural del Estado-nación. el segundo, llamado
política social del Estado social, la política social adquiere los caracteres propios a la
constitución del estatus de los asalariados y los mínimos universales de condiciones de vida
garantizados por el denominado Estado Social o Estado de Bienestar. Durante el tercero, aún
en desarrollo, la política social gestiona la flexibilización y precarización del empleo, la
transformación de los seguros sociales y las instituciones universales en cuasimercados, y la
expansión de los dispositivos de detección de, intervención sobre, y neutralización de los
conflictos provenientes de los grupos de riesgo, es llamada política social del Estado capitalista
neoclásico.
Las propias características del empleo disponible y del mercado de trabajo, combinadas con
una oferta nueva y segmentada, hicieron de las organizaciones mutualistas una instancia clave
en la autoprotección de los trabajadores. Se manifiesta así un desarrollo incipiente, de
esquemas de seguros capaces de sostener el ingreso de los asalariados frente a los <riesgos=
más acuciantes de la vida activa: la vejez y la muerte. La política de servicios universales, en la
Argentina, aparece también vinculada al descubrimiento de la importancia estratégica de la
población y sus condiciones de vida. Esta preocupación por la población estaba presente,
como se sabe, en las especulaciones de la élite sobre la ocupación de los espacios vacíos y la
conformación de contingentes de brazos capaces de producir trabajo y riqueza, durante siglo
XIX esta preocupación incorpora los dilemas propios a las consecuencias de la inmigración
masiva: las condiciones de vida en una ciudad sobrepoblada, la <nacionalización= cultural de
los recién llegados. Es el origen de la esfera de las intervenciones públicas universales o
universalizantes, dentro de las cuales puede comprenderse la aparición del sistema de
educación pública básica y, con el auge del higienismo, un campo propio a la sanidad y la salud
pública, diferenciado del mundo asistencial filantrópico caritativo.
En los primeros años de la década de 1880 aparecen las iniciativas leyes regulatorias y las
primeras inversiones sistemáticas del Estado en la creación de un sistema de educación básica
de carácter nacional. La educación básica pública fue presentada como proyecto de ley en
1880 y aprobada luego de un fuerte debate, sumamente polarizado, entre progresistas y
católicos. El resultado fue un sistema de instrucción laica y obligatoria hasta los 14 años de
edad, que tuvo el doble efecto de sustraer la formación básica de los sectores populares de la
esfera de la beneficencia y de la esfera eclesiástica; y de proveer una homogeneidad básica en
la heterogeneidad geográfica y cultural de la sociedad de fin de siglo. La educación media
pública tuvo desde sus inicios un estilo civista enderezado a proveer los cuadros esenciales de
la propia administración estatal. Aunque la multiplicación del ingreso había sido importante,
en 1914 sólo el 3% de la población en edad registraba como matriculada. La universidad
pública, por último, continuaría siendo un baluarte de las clases dominantes hasta la Reforma
Universitaria de 1918. Ambos sectores comienzan a experimentar un proceso de extensión e
intensificación del acceso de la población durante los años 920 y 930; aunque su masificación
Las grandes epidemias, sobre unos núcleos urbanos en rápida expansión determinarían que los
problemas de la salud y la enfermedad ingresaran con creciente relevancia a la agenda del
Estado, en forma de preocupación por la higiene pública. En los años 930, la salud continuaba
siendo un asunto en parte privado, en parte asociativo, en parte filantrópico-caritativo. Fuera
de los fondos previsionales que prestaban algunos servicios y de los seguros de accidentes de
trabajo, la argentina siguió careciendo de esquemas de protección colectiva sistematizada de
salud. Las políticas de salud pública siguieron teniendo una modalidad ad hoc, con el Estado
coordinando intervenciones en salubridad o control de enfermedades infectocontagiosas, y
promoviendo a las instituciones privadas para que soportaran la mayor parte de la
responsabilidad de la atención a los sectores de escasos o nulos ingresos monetarios.
Debía revisarse el singular esquema por el cual la asistencia social era financiada
mayoritariamente por recursos públicos pero gestionada privadamente, con niveles altos de
personalismo y discrecionalidad, y con formas de control social y político arcaicas. La propia
élite estaba problematizando la disfuncionalidad sistémica y la irracionalidad económica de
una intervención que, adecuadamente reformada, podía ponerse al servicio de la formación de
un mercado de trabajo más amplio, de mayor movilidad y de mejor calidad. El <cambio de
paradigma= enfrentó, sin embargo, una fuerte resistencia en la opinión de una parte de la élite
reacia a desmontar el dispositivo filantrópico- caritativo y/o a extender la esfera de acción del
Estado. La crisis económica introdujo la idea de que la pobreza podía ser (también) un
fenómeno coyuntural propio a las oscilaciones de la economía capitalista. Se abre paso
gradualmente, así, una concepción de la pobreza como situación que incumbe a la sociedad
reparar, y una noción del empleo como condición que el Estado debe normalizar y proteger.
El Estado Social en la Argentina: Contra cierta idea generalizada de que hasta 1943 las
relaciones entre el Estado y las organizaciones de asalariados estuvieron caracterizadas
exclusivamente por el enfrentamiento y la represión, hay evidencias de un éxito relativo tanto
en las medidas de lucha cuanto en los resultados de las negociaciones colectivas. El conjunto
de esquemas de seguros sociales efectivamente disponibles, regulados por la ley pero no
obligatorios, continuó estando formado por las cajas previsionales de algunos sectores de
actividad y las de accidentes de trabajo. El debate entre Estado, partidos políticos,
organizaciones de asalariados y organizaciones patronales mostraba, sin embargo, un
creciente consenso respecto de la extensión y la obligatoriedad del sistema de seguros
sociales. El cambio hacia un patrón intervencionista del Estado en el nuevo dominio de <lo
social= cruzaba instituciones e ideologías.
El período 1943-55 fue una etapa histórica clave. En esa etapa cambió la intensidad y la
relación entre las dos lógicas de la intervención social, aquéllas que llamásemos lógicas de
intervención <en el centro= y <en las márgenes=. Se consolidó, en primer lugar, un nuevo tipo
de intervención en el centro, basada en la expansión de una condición de los asalariados
protegida y regulada por el Estado. Esta condición salarial se realizó fundamentalmente a
través de una mayor intensidad en la regulación pública de los contratos de trabajo; del
crecimiento de los salarios reales; de la extensión cualitativa y cuantitativa del <salario
indirecto= en forma de seguros sociales. Las transformaciones se pusieron en marcha por la vía
de una relación menos conflictiva y más <protectiva= del Estado en los conflictos capital-
trabajo, culminando en una alianza estratégica entre Estado y sindicatos que fue el sostén
esencial del gobierno peronista; y que imbuyó de sus especificidades al Estado Social en la
Argentina. Se recicló, en segundo lugar, la intervención en las márgenes, adoptando
modalidades novedosas. Por una parte la asistencia social fue efectivizada por primera vez en
términos de derecho ciudadano y de deuda pública, poniendo en crisis la lógica de legitimación
del dispositivo filantrópicocaritativo y paraestatal, que se basaba en una correcta distinción
entre pobres, la máxima profesionalización en la atención al pobre incapaz o no vergonzante y
una división del trabajo con el Estado respecto del pobre capaz. Sin embargo, al mismo tiempo
se descubrió el valor político de una asistencia social eficaz; y el grueso de la asistencia pública
continuó siendo paraestatal, canalizándose a través del partido gobernante, con el Estado
como refuerzo financiero y legal.
Luego del golpe de Estado de 1955, y a pesar de un breve intento de revisión general de la
política social peronista, las tendencias de lo que hemos denominado política del trabajo en el
período 1943-55 se consolidaron: un contrato de trabajo pautado y regulado por el Estado
según formas fordistas, con un fuero laboral con impronta protectiva de los asalariados; y un
sistema de seguros sociales garantes de la estabilidad del ingreso, fragmentado según líneas
corporativo-profesionales pero unificado <por debajo= a través de la intervención pública. El
aspecto más conflictivo y cambiante en el período 1955-76, con mayor impacto
probablemente en los matices del complejo de política social fue la relación entre el Estado y
el movimiento obrero organizado. La revisión del lugar clave que esta relación había ocupado
en el período 1943- 55 se constituyó en uno de los objetivos primordiales de los gobiernos
posteriores. Estos oscilaron entre intentar el desmonte completo de un modelo
socioeconómico de desarrollo tutelado por el Estado con aspectos redistributivos favorables al
mundo urbano industrial y a la capacidad de consumo de los asalariados; y la revisión selectiva
de los aspectos más cuestionables de ese modelo: el elevado estatismo y en particular el poder
relativo de las asociaciones sindicales en la macroeconomía y las microeconomías. Esta
situación politizó radicalmente al diálogo Estadosindicatos, en la medida en que estos últimos
eran al mismo tiempo los representantes políticos de los asalariados y del peronismo proscrito,
partido de oposición mayoritario de gobiernos civiles y militares.
Durante la segunda mitad de los años 970 y durante los años 980 la Argentina presenció el
crecimiento de la pobreza, la caída en la tasa de generación de empleo, la saturación del sector
cuentapropista y las pérdidas de posición de los salarios reales y de la calidad de la protección
social de los asalariados. La alta homogeneidad social relativa que caracterizaba al país
comenzó a abrir paso a procesos <centrífugos= que quedaron de manifiesto en los años 980.
La dictadura militar de 1976-83 significó un parteaguas en la historia política y económica
argentina, los cambios no redundaron en una alteración definitiva del modelo de política
social. El impacto más importante se verificó en una fuerte restricción de la influencia sindical
en la negociación colectiva tripartita con Estado y patronales que permitió una fuerte caída del
salario real, un disciplinamiento represivo de la mano de obra y la intervención del sistema de
Obras Sociales El disciplinamiento represivo sobre los asalariados se combinó con formas de
terrorismo de Estado destinadas a neutralizar la movilización social en organizaciones
comunitarias barriales que había sido una característica de los años 970, a través de la
desaparición física (por encarcelamiento o asesinato). Es la dictadura, por último, la que inicia
el proceso de descentralización de la educación pública y el de privatización parcial de los
servicios públicos.
La transición democrática (1983-1991) fue una etapa de crisis abierta del modelo de
integración social, de las capacidades presupuestarias del Estado y del complejo argentino de
política social; pero la compleja dinámica del sistema político evitó que esa crisis redundara en
transformaciones sustantivas. La política laboral estuvo signada por la negociación directa
Estado-sindicatos de la indexación salarial en un contexto de fuerte inflación y de
convenciones colectivas congeladas. El complejo de políticas de salud fue el que estuvo más
cerca de reformas sustantivas, aunque al cabo de los 980 esas reformas habían sido sólo
marginales. Los intentos de continuar la estrategia de privatización de servicios públicos
quedaron también truncos. En el mundo de la política asistencial, por último, es donde se
registró la aparición de la estrategia de combate a la pobreza con programas de emergencia
alimentaria focalizados.
La crisis del modelo de crecimiento económico y de las formas de intervención del Estado
Social trajo aparejada una paulatina degradación de las condiciones de generación de empleo
y de financiación de la estructura de la protección social. Durante la segunda mitad de los años
70 y durante los años 80 la Argentina presenció el crecimiento de la pobreza, la caída en la tasa
de generación de empleo, la saturación del sector cuentapropista y las pérdidas de posición de
los salarios reales y de la calidad de la protección social de los asalariados. La alta
homogeneidad social relativa que caracterizaba al país comenzó a abrir paso a procesos
<centrífugos=. El cambio en las formas de acumulación de los años 990 agravó y consolidó este
proceso en vez de detenerlo. El empleo se estancó, y un proceso de reemplazo de empleo
estable por empleo precario afectó a una parte importante de los asalariados; el sector
cuentapropista perdió su carácter de alternativa de mayores ingresos y se transformó en
refugio para desempleados sin cobertura; la degradación financiera de la protección social
abrió paso a una pérdida de calidad de la cobertura y a la privatización de una parte creciente
de los servicios; la pobreza comenzó, finalmente, a mostrar caras cada vez más complejas: a la
pobreza estructural del migrante interno que no accede a una mayor calidad de vida se agregó
la del asalariado desempleado o la del cuentapropista insertado cada vez más precariamente
en un mercado en franco proceso de achicamiento; al freno de la movilidad social ascendente
se le sumó la movilidad social descendente y principios de aislamiento de sujetos y colectivos
que bordean situaciones de exclusión. En Argentina se produce el pasaje desde un Estado
Predominant<emente regulatorio de una sociedad salarial a un Estado que sólo compensa
parcialmente la degradación de aquélla. En el ámbito de la política laboral, la ley ya no
garantiza que una relación salarial formal esté organizada de manera de proveer los ingresos
monetarios mínimos para la subsistencia del asalariado/a y de su grupo doméstico. Las leyes
de empleo de 1991 y las subsiguientes neutralizaron el efecto del salario mínimo, al sujetarlo a
una negociación colectiva macro que culminó en la práctica en un congelamiento de los
mínimos para toda la década, la flexibilización contractual, pensada para adaptar la estructura
del empleo a nuevos procesos productivos, redundó en la Argentina en procesos de
precarización laboral, la aparición de las <políticas activas de empleo= por parte del Estado
nacional y algunos Estados provinciales y municipales completa esta transformación. El
achicamiento del mercado de trabajo fue tal, que se trata de crear instancias alternativas de
obtención de ingreso monetario.
También ocurre una transformación sustancial del sistema de seguros sociales. El sistema
previsional y el sistema de seguros de salud , principales componentes de la seguridad social
argentina, fueron parcialmente privatizados y sus componentes de redistribución
intergeneracional o intersectorial severamente restringidos. Las políticas universales del
Estado argentino acompañan también la tendencia. El sistema educativo público sufre hace}
bastante tiempo de una degradación de la calidad de la enseñanza en sus tres niveles. La
tendencia a una educación de calidad diferenciada entre sector público y privado es visible, y
está sólo frenada probablemente por la relativamente baja competitividad que ha ofrecido
hasta ahora la enseñanza en el propio sector privado.
e) Plan Nacer: Este programa es una herramienta estratégica para disminuir el componente
sanitario de la morbimortalidad materno-infantil en la Argentina, y que tiene por objetivos:
fortalecer la red pública de servicios de salud otorgando a la atención primaria un rol activo en
la prevención y cuidados de la salud, asegurar el acceso a la salud a todas las mujeres, niños y
niñas y promover la participación social. Requiere de una importante articulación entre nación,
provincias y municipios.
Las políticas sanitarias mencionadas tienen una importante lógica de implementación integral,
interjurisdiccional e intersectorial, particularmente con los sectores de educación y desarrollo
social, y entre nación, provincias y municipios. Para la articulación interjurisdiccional, el
Ministerio de Salud de Nación exige como requisito la eliminación del cobro de aranceles y
bonos en las prestaciones para la implementación de los programas sanitarios en los
diferentes efectores. La agenda estatal en salud se representa como un <espacio
problemático= ya que las políticas que se adoptan son tomas de posición frente a las diversas
opciones de resolución que esas cuestiones vigentes admiten teórica, política y/o
materialmente.
Desde una perspectiva nacional, la implementación de estas políticas implicó distintos grados
de avances y resultados en términos de equidad y eficiencia a lo largo del territorio argentino,
coexistiendo diversas modalidades de organización en las provincias. La complejidad de cada
proceso de descentralización realizado durante el período neoliberal, deriva en la existencia
actual de significativas diferencias, donde se combinan disímiles grados de autonomía
hospitalaria, niveles dispares de integración de sus redes de atención, políticas de recursos
humanos heterogéneas, diversos programas médicos obligatorios y otras variables relevantes.
Una de estas variables, de significativa importancia, lo constituye la distribución muy desigual
del gasto público en salud según la cantidad de habitantes entre las diferentes regiones del
país. El Ministerio de Salud de la Nación, realiza un importante aporte en términos de recursos
necesarios para el funcionamiento de los diferentes efectores de salud de todo el territorio
argentino.
El gasto en salud se redujo fuertemente en el año 2002, aunque en menor proporción que la
caída que tuvo el presupuesto general del Estado, por lo cual su participación en el gasto total
creció. A partir de ese año, pese a la recuperación económica, al crecimiento ininterrumpido
del PBI en este período, el gasto en salud estuvo estancado en términos reales, lo que
determinó una trayectoria decreciente en términos del gasto total y del PBI. Según algunos
estudios, en las variaciones del gasto público 2000-2006, la caída en salud fue del 19%. De
acuerdo con los datos consignados en el Informe nacional sobre desarrollo humano 2010 del
PNUD Argentina, el Gasto en Salud correspondiente al año 2008 ascendió al 10,19% del PBI
El retorno del Estado: El cuasi derrumbe estatal del 2001 enterró el régimen de Estado mínimo
que se había impuesto en Argentina, como en casi toda América Latina. A partir de entonces
nacerá un nuevo modelo de Estado con énfasis en la recuperación simbólica y material del
Estado como garante de los procesos de inclusión social y política, renovada capacidad de
regulación de los mercados, políticas industria- listas, junto con una marcada vocación
latinoamericanista y manifiesta independencia de los centros de poder mundial. Se puede
percibir la confluencia de dos tradiciones en la emergencia del Estado post neoliberal: el
desarrollismo (el neodesarrollismo) y la tradición nacional popular.
El punto de vista Nacional Popular tiene una perspectiva situada, tanto en lo histórico como en
lo geográfico. Hace centro en nuestro país como parte de una nación en clave de búsqueda de
plena autonomía y de superación de los desequilibrios de su estructura social. Se trata de un
espacio que la visión nacional y popular asume como en desarrollo, con marcados
desequilibrios políticos, económicos y sociales. La situación periférica y la dinámica del
capitalismo mundial, como así también las tensiones que se generan en su propio territorio,
alimentan tendencias hacia la reproducción de estos desequilibrios. El objetivo último de la
actividad política y de la acción del Estado como instrumento privilegiado de dicha actividad es
salir de la situación de subdesarrollo. Superarlo implica abandonar el lugar periférico y
dependiente en la economía mundial y sortear los desequilibrios sociales, con especial énfasis
en la tarea de operar sobre los bolsones de pobreza y marginalidad, así como de reducir los
desniveles en la asignación del ingreso. Sólo una sociedad que haya superado sus
desequilibrios sociales puede desarrollarse; sólo a través del desarrollo pueden superarse los
desequilibrios sociales. La centralidad que tiene la significante justicia social en esta tradición,
explica que las normas distributivas promulgadas con posterioridad al 2003 trasciendan con
mucho la generación de bienes sociales propuesta por el desarrollismo. En esa lógica, se llevó a
cabo una importante agenda redistributiva como Plan SUMAR, Procrear, Remediar, Argentina
Trabaja, Microcréditos, Manos a la Obra, Conectar- igualdad, entre otras, dirigida a la
ampliación de derechos. Es importante destacar, que estas iniciativas se inscriben en otra
concepción de Estado, que reinstala su responsabilidad en la (re)producción del tejido social.
Las asignaciones familiares, atadas al trabajo formal tal como las concebía el Estado
desarrollista, sufrieron un colapso con los ajustes de la última década del siglo XX y la crisis de
2001, tras la cual el índice de desocupación rondó entre el 22% y el 25% de la PEA según la
fuente. Aun cuando la gran creación de empleo en los años siguientes a la crisis modificó en
parte este escenario, la AUH se constituyó en una forma de ampliar la cobertura del sistema de
seguridad social 3 recuperado por el Estado con la reestatización del sistema de pensiones
privado reconociendo las situaciones de exclusión todavía existentes. Sin embargo, la AUH no
puede ser considerada solamente un programa de transferencias condicionadas más exitoso
que otros. Debe entenderse en el marco de la emergencia de un nuevo modelo de regulación:
el de los gobiernos Nacionales Populares que surgen en el siglo XXI en América
Latina.
Conclusión Cuando la crisis económica y social de 2001 alcanzó al Estado neoliberal, un nuevo
modo de regulación comenzó con el régimen emergente, en el que la reconstrucción de la
estatalidad social jugó un papel muy importante. El modo de regulación postneoliberal se basa
en tres grandes principios: - Relacionar políticas económicas con política social, recuperando el
círculo virtuoso keynesiano, donde los programas sociales no sólo produzcan sinergia entre sí,
sino que se dirijan también a generar transferencias monetarias a los bolsillos de los
ciudadanos con el objetivo de fomentar el consumo y, con él, el mercado interno. Las políticas
laborales, la estabilidad en el trabajo, las convenciones colectivas, la movilidad salarial, son
complementarias de las de asistencia y, en última instancia, todas ellas se dirigen a recuperar
el pleno empleo y a fortalecer la participación de la industria en el PBI. - Recuperar el
universalismo para que la inclusión con justicia social no se transforme en programas
clientelares, sino que incorpore la noción de derechos sociales 3o justicia social, para usar un
significante clásico en la Argentina- a la de desarrollo económico. En resumen, los gobiernos
postneoliberales se propusieron reformular el sector público en clave latinoamericana y
popular. De esta forma, transformaron una estructura estatal dirigida a apoyar la valorización
financiera, a seducir al capital para que se instale en el país y a desplegar políticas
asistencialistas para amortiguar el costo social del ajuste estructural; por otra que modificó la
ecuación fiscal con las retenciones a las exportaciones, tendió a empoderar a los sectores
populares y se dedicó a apoyar la producción industrial nacional y la integración sudamericana.
La situación de la Salud Mental en Argentina: en nuestro país desde la segunda mitad del siglo
XX, el sistema de salud está compuesto por tres subsistemas, público, privado y de seguridad
social. En particular, cada subsistema ha tenido su predominio en distintas etapas de nuestra
historia, el público, durante el peronismo; el de seguridad social durante el desarrollismo y el
privado durante el aperturismo.
Se toman como fuentes dos documentos, uno de ellos es <el Instrumento de evaluación para
los sistemas de Salud Mental de la Organización Mundial de la Salud (IESM-OMS)= . El segundo
documento es el que se ha realizado en el año 2007 denominado; <Vidas Arrasadas. La
segregación de las personas en los asilos psiquiátricos argentinos=, elaborado por el Mental
Disability Rights Internacional (MDRI) y el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), ambos
documentos refieren que en Argentina hay aproximadamente 25.000 mil personas internadas
en psiquiátricos, (66,7% en el sistema público y 33,3% en el privado) de las cuales el 80%
permanece más de 1 año internada mientras que en algunos casos lo hacen de por vida.
Alrededor de un 70% de ellos, permanecen internados por no tener o haber perdido sus lazos
sociales, en algunos casos se encuentran en situación de pobreza, esto también evidencia la
falta de creación de dispositivos comunitarios. La a Provincia de Buenos Aires, destina el 80%
del presupuesto en salud mental a hospitales psiquiátricos, de esta manera reproduce el
modelo asilar y favorece la discapacidad.
Según autoridades del sistema de salud, en promedio, cerca del 75% de los internados son
<pacientes sociales=, que permanecen internados por no tener vivienda, situación que
empeoro desde la crisis de 2001. La legislación no cumple con la normativa y estándares
internacionales que protegen a las personas contra la detención arbitraria y la internación
involuntaria, así como también se observa que pocas provincias han implementado un
monitoreo en relación a los Derechos Humanos de los usuarios de los servicios. Carencia que
se observa en las políticas de promoción, prevención y rehabilitación y en la falta de
articulación entre las diferentes jurisdicciones, Nacional, Provincial y municipal. Otra de las
fallas en el sistema está vinculado a la permanente violación de los derechos humanos de los
usuarios de estos servicios en el marco del modelo asilar de tratamiento.
El perfil de la población que mayoritariamente utiliza los servicios públicos de salud se puede
afirmar que son fundamentalmente personas provenientes de sectores con Necesidades
Básicas Insatisfechas (NBI), pauperizados con ingresos insuficientes y/o vulnerables que, por
diversas razones, no cuentan con capacidad económica como para contratar algún tipo de
cobertura en salud. Mar del Plata es la séptima ciudad con mayor población de la Argentina y
la tercera en la Provincia de Buenos Aires. Desde hace varios años se Encuentra entre las
ciudades del país con mayor nivel de desempleo y empleo informal. La falta de empleo digno y
el aumento de la pobreza, son factores condicionantes en el bienestar de la población y está
íntimamente relacionado con la Salud Mental de la misma.
De qué se trata este cambio de paradigma, para ello iremos analizando algunos artículos de la
Ley 26.657. El artículo 1° expresa: <La presente ley tiene por objeto asegurar el derecho a la
protección de la salud mental de todas las personas, y el pleno goce de los derechos humanos
de aquellas con padecimiento mental que se encuentran en el territorio nacional&=. Esta ley
propone una ruptura con el modelo asilar ya que concibe al usuario del servicio como sujeto
de derechos y no como objeto de asistencia, se propone el pasaje a un modelo comunitario de
Salud Mental. Los usuarios de los servicios de Salud Mental históricamente han sido
invisibilizados y marginados en sus derechos. El servicio público deberá prestar una atención
especial a las personas con trastornos psicóticos, por sobre las que sufren disturbios
neuróticos; una persona que no tiene cobertura social y sufre de un padecimiento psicótico,
llega difícilmente a poder sostener un tratamiento en el sub-sector privado de la salud su
principal causa es el costo que un tratamiento puede tener. Antes la tutela estaba dada en el
hospital psiquiátrico, ahora, con la promulgación de la ley, es necesario generar instituciones
capaces de asegurarle atención y ayuda en cualquier momento del día a estas personas.
Dos modificaciones que se dan sobre las normas preexistentes, aquí nos referimos al Código
Civil que data del año 1869, la primera de estas modificaciones es en el Art. 152 cuando
manifiesta que una persona pude ser internada de por vida. De modo que no tiene derecho a
una audiencia con un juez, a tener asistencia jurídica o de presentar pruebas a su favor, y la
segunda modificación es en relación al Art. 482, para impedir las internaciones de personas
por su peligrosidad. Para el primero de los casos, se agrega el inciso
El Art. 5 de la Ley 26.657 cuando plantea que <la existencia de un diagnostico en el campo de
la salud mental no autoriza en ningún caso a presumir riesgo de daño o incapacidad, lo que
solo puede deducirse a partir de una evaluación interdisciplinaria de cada situación particular
en un momento determinado.Previo a la promulgación de la ley, los usuarios de los servicios
podían llegar a ser medicados de forma excesiva, en algunos casos con fines punitivos, también
como se ha señalado se los obligaba a internarse sin su voluntad, en muchos casos llegando a
pasar largos períodos de encierro, garantizando la profundización de la ruptura de sus lazos
sociales. Despojados de sus derechos, anulados en sus posibilidades y potencialidades, sin
poder; trabajar, casarse, votar, estudiar, podríamos pensar en estos sujetos como expresión
del concepto de nuda vida.
Sobre las internaciones prolongadas por <factores sociales=, el Art. 15 rompe con esta lógica
prohibiendo la internación fundada en problemas sociales o de vivienda, otorgándole al Estado
la responsabilidad de la solución a través de los organismos públicos competentes. Se plantea
un sistema de integración entre lo que pueda hacer el equipo de salud y lo que pueda hacer la
comunidad con su distintas ramas que son: la familia si alguien le ofrece un soporte adecuado:
las instituciones del territorio cuando informadas, los distintos servicios existentes dentro de la
comunidad.
A través del Art. 13, se observa una reconfiguración del espacio de poder de la Salud Mental
por parte de los actores sociales que intervienen, ya que la interdisciplina propone la igualdad
de condiciones entre psicopedagogos, psiquiatras, psicólogos, terapistas ocupacionales,
enfermeros, fonoaudiólogos y demás profesionales con título de grado atravesados en el
campo de conocimiento de la salud mental para ocupar cargos de conducción y gestión de los
servicios e instituciones. Art. 16 y 20 hablan acerca de los casos de las internaciones
voluntarias o involuntarias, en donde serán necesarias dos firmas, de las cuales al menos una
debe ser de un psicólogo y/o un psiquiatra, y la otra de cualquier otro profesional de la salud
mental. Considerando fundamental la correcta formación del psicólogo dentro del campo de la
psicopatología y la ética. En el Art. 14 que la internación es <un recurso terapéutico de carácter
restrictivo, y solo puede llevarse a cabo cuando aporte mayores beneficios terapéuticos que el
resto de las intervenciones realizables en su entorno familiar, comunitario o social. En cuanto a
los Arts. 27 y 28, se prohíbe <&la creación de nuevos manicomios, neuropsiquiátricos o
instituciones de internación monovalentes, públicos o privados.= Los ya existentes deben
readaptarse a los objetivos dispuestos hasta ser sustituidos por dispositivos alternativos. No
significa que las personas no se internen, significa que no lo harán en manicomios, sino en
hospitales generales adaptados (proponiendo la desmanicomialización y la intervención
comunitaria.)
La Ley contempla en el Art. 4 <Las adicciones deben ser abordadas como parte integrante de
las políticas de salud mental. Las personas con uso problemático de drogas, legales e ilegales,
tienen todos los derechos y garantías que se establecen en la presente ley en su relación con
los servicios de salud.= tiene dos consecuencias inmediatas, la primera es que deja de lado la
visión delictiva- penal de la persona que consumía sustancias psicoactivas y la segunda es la
que da lugar al tratamiento de las adicciones como tema y problemática de la salud,
tradicionalmente, el tratamiento de las adicciones que había tenido su mayor auge a partir de
las guerras mundiales y sus consecuencias en la población, habían estado dirigidos
históricamente por las instituciones religiosas, ofreciendo un tratamiento moral de las
adicciones, de allí el modelo de <granjas= que presuponen por un lado a un sujeto que se
vuelca a las adicciones como consecuencia de la incorrecta utilización del tiempo, un sujeto
ocioso, en ese contexto aparecen los espacios de laborterapia y por otro lado a un sujeto que
no se adapta a las normas sociales y por ello debe permanecer un tiempo alejado de la
sociedad asistiendo al campo a trabajar.
Han comenzado a surgir instituciones del tercer sector que trabajan desde distintas corrientes
de la psicología, generados desde el ámbito psi, en otros casos se observa también la inclusión
de diferentes profesionales de la salud dentro de aquellas instituciones que son dirigidas por
ex adictos o instituciones religiosas, esto viene en relación a comentar que hasta hace solo
algunos años, el Estado solo exigía para la apertura de una institución de estas características
solo una dirección médica a cargo de un médico clínico que hasta tal vez no tenía formación en
Salud Mental.
El Art. 7 refiere a los derechos de las personas con padecimiento mental de este modo
garantizar una serie de derechos en búsqueda de la inclusión social y la equidad:
Derecho a un trato digno y respetuoso: según Art. 29, se obliga a la denuncia de toda sospecha
de trato indigno. El Art. 12 refiere que la medicación se administrará con el fin terapéutico,
nunca como castigo, o para suplir acompañamiento terapéutico.
Derecho a ser informado y a decidir: El Art. 7, la persona con padecimiento mental y/o su
familia debe ser informada de manera clara y comprensible adaptando a sus medios y
tecnologías de información acerca de los derechos y de lo inherente a su salud, tratamiento y
alternativas de los mismos. En consecuencia se privilegia el principio de consentimiento
informado. En la misma línea, remarca que las personas con padecimiento mental tienen
derecho a no ser objeto de investigación clínica sin un consentimiento fehaciente, también a
recibir compensación justa por su tarea en caso de participar en actividades de labor terapia o
de trabajo comunitario que impliquen la producción de objetos, obras o servicios que luego
sean comercializados.
El financiamiento para llevar adelante esta reforma que se propone en la ley, el Art. 32 refiere
que el Poder Ejecutivo Nacional debe incluir en los proyectos de presupuesto un incremento
en las partidas destinadas a salud mental hasta alcanzar un 10% del presupuesto total de
Salud, este aumento en el presupuesto se desprende de una recomendación que brinda la
OMS de elevarlo a ese porcentaje de acuerdo a estándares mundiales.
A lo largo del tiempo se han podido corroborar en las instituciones psiquiátricas diversos casos
de violaciones a los derechos humanos. Esto es posible ya que no existen mecanismos de
supervisión pública, además de la falta de recursos apropiados, capacitación de los agentes de
salud y el déficit edilicio en las instituciones. En relación a generar espacios que garanticen y
protejan los derechos de los usuarios de los servicios de Salud Mental, en los Arts. 38 y 39 se
proponen la formación de un Órgano de Revisión que se funcionará dentro del Ministerio
Público de Defensa. La conformación estará dada además este Ministerio, también por
representantes del Ministerio de Salud de la Nación, de la Secretaria de Derechos Humanos de
la Nación, de asociaciones de usuarios y familiares del sistema de salud, de los profesionales y
otros trabajadores de la salud y de O.N.Gs. que trabajan en la defensa de los derechos
humanos.
En Europa se ha ido dando los procesos de reforma en donde se observan las siguientes líneas
de trabajo en las que coinciden la mayoría de los países que han legislado al respecto: g
Regulación en las internaciones obligatorias, la definición del criterio de peligrosidad y la
necesidad de obtener el consenso para los tratamientos. g Contribuir con el proceso de cierre
y transformación de los hospitales psiquiátricos. El tratamiento en internación, tiene que
hacerse en hospitales generales. g Instituir los Centros de Salud Mental a nivel nacional.
Continuar con las redes de servicios territoriales y con el desarrollo de los servicios de
reinserción psicosocial de los pacientes. g Reconocimiento de los Derechos de los pacientes
con problemas mentales. g Los tratamientos de la salud mental deben ser brindados por
equipos multidisciplinarios que puedan responder de manera concreta en aspectos médicos,
psicológicos y de rehabilitación. g Consentimiento informado: se garantizan los derechos y
obligaciones de los pacientes: información adecuada, tratamiento basado en el respeto,
opción de elegir terapéuticas.
Concluyendo
Será imperioso conocer cómo funciona el poder y las hegemonías en el campo de la Salud
Mental en general y en cada región en particular, ya que ninguna ley por si misma genera un
cambio, en particular, esta ley es un instrumento de cambio que está formulada desde un ideal
progresista, de allí la comparación con la 180 de Italia y el resto de las reformas en gran parte
del mundo. Pero para poder llevarla adelante es necesario correlacionar fuerzas entre los
diversos actores sociales intervinientes tales como organizaciones profesionales, gremiales, de
derechos humanos, familiares de usuarios de los servicios, etc., de modo tal que se pueda
intervenir tanto en la precarización laboral como en las faltas graves en el campo de trabajo,
así como también en el mejoramiento en cuanto a la formación profesional de los trabajadores
de la salud. La aprobación de una ley de Salud Mental fue sorpresiva para todos los actores, de
allí, por ejemplo las organizaciones psiquiátricas se opusieron porque la ley afectaba sus
intereses, los argumentos esgrimidos adolecen de cientificidad, lo que más se repite es que <la
ley es difícil de aplicar=, como si alguna legislación fuese lineal, directa y sin disputa de
intereses.
Lo cierto es que la historia de esta ley marca que en el colectivo de la Salud Mental, pocas
veces se había debatido o pensado en formular una ley sobre este campo, en la formación
académica del psicólogo no aparecía como tema pendiente y necesario, tampoco para la
mayoría de los trabajadores de la Salud Mental, esto quedó evidenciado en otros espacios
sociales ya que tampoco hubo debates previos a la aprobación de la misma, solo hay por
ejemplo, algunos registros de debates en la Cámara de Senadores en el Congreso Nacional
previo a la aprobación.
Es una ley que aparece con más fuerza desde arriba hacia abajo, lo riesgoso aquí es que se
promulga sin demasiada conciencia y conocimiento sobre su importancia por parte de los
principales actores, lo que podría generar en estos actores involucrados una escasa defensa
para su cumplimiento. Siempre será necesario acompañar su promulgación con presencia, con
discusión científica sobre los dispositivos necesarios para llevar adelante la transformación.
Entonces, se deberán generar espacios para su divulgación, conocimiento y debate en el
campo actual de la Salud Mental, así como también estrategias para transformar ese sistema,
así se harán más visibles las líneas sobre la lucha de poderes que en ese campo se libran a
partir de ahora.
Es imprescindible que los actores sociales ligados al campo de la Salud y en particular a la Salud
Mental entiendan que este es el comienzo de una reglamentación que era necesaria, que a su
vez, puede ser perfectible, y que habrá que observar con el paso del tiempo y con las
dificultades que se presenten en la práctica, qué cosas se tendrán que contemplar para
modificar, pero lo destacado es que este cambio de paradigma está en consonancia con las
reglamentaciones internacionales sobre atención en Salud Mental. El énfasis está puesto en
los actores sociales del campo de la Salud Mental por ser quienes directamente se verán
involucrados en la praxis de este cambio y porque a partir de ello serán los multiplicadores de
estos avances y los que deberán hacer fuerza para modificar aquellas cuestiones que sean
necesarias, en conjunto con sus usuarios, los que no han tenido voz por ser una minoría
históricamente segregada. Por ello, desde esos espacios de poder, la posibilidad de difundir
experiencias innovadoras que favorezcan la integración social, así como también sensibilicen a
la comunidad respecto del valor del cambio de paradigma, son algunas de las funciones de una
sociedad que debe ser <educógena= en su rol multiplicador.
En este proceso que se ha dado comienzo con la ley, se deberá asegurar que la
desinstitucionalización no signifique cerrar los hospitales para reducir el gasto público,
abandonando en el territorio a quienes en él estaban internados, que tampoco signifique
imaginar falsamente que se están eliminando las instituciones de control social en nombre de
la ampliación de derechos de los pacientes que luego nadie va a garantizar, y menos que no
signifique desplazar a los <encerrados= a otros lugares con lógicas similares, con nombres
diferentes pero que totalizan a los enfermos en la enfermedad. Sí, deberá significar empezar
otra vez por la complejidad de la persona humana, por la necesidad de aligerar sus lazos
sociales e interiores, por su derecho a ser protagonista y libre, para no enfermar e incluso para
elegir el tratamiento de su parte enferma. La real implementación de las estrategias
propuestas para el cambio de paradigma, están sujetas, como se ha venido mencionando a un
conjunto de factores que se deben tener presentes tales como, inversión en recursos
financieros y humanos, formación de actores políticos tendientes a ocupar espacios de
liderazgos y coordinación de dichas estrategias para la negociación con los actores
intervinientes y el seguimiento de las reformas.
Será necesario que el Estado sostenga la salud pública desarrollando una política universalista
de seguridad social con la participación de equipos interdisciplinarios y usuarios. Para ello debe
asignar un presupuesto adecuado para dar una cobertura de salud a todos los ciudadanos
independientemente de sus posibilidades económicas y que los profesionales no sufran
precarización laboral.
O´Donnell y Oszlak2 refieren que llaman <cuestiones= para analizar las políticas públicas a
aquellas necesidades y demandas <socialmente problematizadas=. Esa cuestión lleva un
período entre su problematización social y su <resolución= (dentro de todas las posibilidades
de resolución). En ese sentido hay que destacar que la problemática de las personas
internadas en Salud Mental logró volver a ser escuchada por el Estado en 2003 cuando se
comenzó a trabajar en dicho tema desde la Secretaria de Derechos Humanos de la Nación a
cargo de Luis Eduardo Duhalde. En aquel entonces, organizaciones de la Sociedad Civil llevaron
la inquietud respecto de las personas que se encontraban internadas habiendo perdido sus
derechos como ciudadanos. Ese fue el momento en el cual el tema vuelve a estar en la agenda
del Estado. analizar lo previo al surgimiento de la cuestión y el proceso a través del cual se
convierte en tal, es importante por dos razones, por un lado, la interpretación de los
fenómenos posteriores y por otro lado, la posibilidad de visibilizar los problemas que se le
presentan al Estado en su relación e interacción con la Sociedad Civil.
La distinción sobre la nominación de Salud Mental y no de Psiquiatría, históricamente han
aparecido como sinónimos, favoreciendo la mirada psicopatológica y biologicista del campo. La
distinción es clara en el Art.3 de la Ley 26657, allí la definición es más amplia y por tanto su
abordaje podemos hablar en términos de campo de la Salud Mental ya que así se abre el juego
a pensar que aquel concepto ubica una diversidad de prácticas sociales que se encuentran en
configuración y en tensión permanente. Por campo entendemos que: <&un campo es un
sistema estructurado de fuerzas objetivas& una configuración relacional dotada de una
gravedad específica. Es también un espacio de conflictos y competición. Cualquier campo se
presenta como una estructura de recompensas, ganancias o sanciones, que siempre implica un
cierto grado de indeterminación.= Para el caso de la Salud Mental, el campo conserva
antagonismos, corrientes teóricas diversas y una gran amplitud de discursos. De modo tal que
en su máxima tensión aparece su intersección en las conceptualizaciones sobre la Salud
disolución como campo hacia prácticas integrales en Salud que contemplen simultáneamente
las dimensiones biológicas, subjetivas y colectivas de los procesos de salud-enfermedad-
cuidado.
El objeto de estudio de la Salud Mental es la subjetividad. Si desde allí nos enfocamos en la ley,
ésta es producto de la emergencia del paradigma de Derechos Humanos en el campo de la
salud como posibilidad de contrapunto a los enfoques de costo-efectividad predominantes
durante los ´90 cuando los organismos rectores en salud dejaron de ser la OPS/OMS y pasaron
a ser el FMI y el BM. Este regreso al paradigma de los Derechos Humanos, tuvo su influencia en
la formulación de la estrategia de a atención primaria de la salud (Alma-Ata, 1978) y su
centralidad en el derecho a la salud de los pueblos. De este modo, el derecho a la salud ha sido
una de las estrategias llevadas adelante por el movimiento de medicina social latinoamericana
quienes desde los años ´70, pero más fuertemente en la década siguiente fueron consolidando
su posicionamiento para deconstruir los postulados de los discursos dominantes en el campo
de la salud.
La perspectiva histórica del campo Desde la perspectiva histórica en el Tratamiento del tema,
se puede analizar que con la creación del Hospital General en París en 1656, el objetivo fue
recluir a todas las personas que se encontraban ociosos en el territorio, en ese mismo
movimiento la institución consolidó el modelo institución total6. Posteriormente, con la
sanción de la Ley Esquirol en 1838 impregnada del espíritu de la Revolución Francesa, siendo
Pinel y Esquirol dos expresiones de este movimiento histórico humanista, liberando a los locos
de las cadenas, perpetuará la práctica que buscó excluir al loco de la sociedad. El planteo de
tratamiento moral sobre la idea manifiesta que el alienado ha perdido su libertad que la
Revolución le ha concedido. Este abordaje de la locura tuvo su correlato en nuestro país a
través del positivismo reinante a principios del siglo pasado. En ese sentido, de acuerdo a los
marcos con los que se piensan los problemas, se ensayan las soluciones. Aproximados en el
tiempo actual podemos decir que los fenómenos de la Salud Mental se deben entender como
derivados de las relaciones sociales concretas que el ser humano, a través de la generación del
lazo social establece con las escenas de su vida, por tanto <&la norma que regula la vida
psíquica, y por lo mismo, la desviación, es exterior al sujeto, proviene siempre de la sociedad o
la cultura= Particularidades del Campo de la Salud Mental en Argentina: las formas en las que
el Estado fue dando respuesta a la problemática. En un primer momento que para nosotros
sería ubicable en el contexto de la formación del Estado Nación, se inauguraron los primeros
<hospitales psiquiátricos= sobre la base de asilos preexistentes, conocidos hoy como <Borda=
y <Moyano=. Para 1929 nació la Liga Argentina de Higiene Mental, como expresión del modelo
estadounidense, que proponía una dimensión preventiva hacia la población a la vez que
denunciaban las malas condiciones de vida en las internaciones. Aún van a ser tiempos en
donde la respuesta desde el Estado al complejo de la Salud está más asociada a la beneficencia
que a la generación de derechos.
El autor plantea que <hay enfermos mentales que no están absolutamente impedidos, que
pueden realizar algunos actos. A éstos es el caso de darles un consejero que los asista para
algunos actos y que los deje en libertad para realizar otros. Es la solución más lógica desde el
punto de vista psiquiátrico y práctico.=. El texto, en clave jurídica, propone una definición de
salud y enfermedad mental centrada en tres factores fundamentales: voluntad, inteligencia y
afectividad, sin importar la clasificación diagnóstica en sí. Por otra parte, propone que la
evaluación de la enfermedad mental sea brindada por un profesional de la salud, para aquellos
años, un médico especialista.
Con la sanción de la Ley, los años siguientes favorecieron algunos puntos que resulta necesario
destacar. Por un lado, volvió a poner en la agenda pública el tema, favoreciendo y
fortaleciendo el tema como parte de la discusión dentro del campo de la Salud. Interpelando a
una parte de las y los estudiantes y trabajadores de dicho campo. Desde hace tiempo la lógica
manicomial no se manifiesta solamente en los hospitales sino también en la creciente
tendencia a <patologizar= la vida cotidiana y los problemas sociales complejos, dando
respuesta a ellos de manera individual a través de la prescripción de medicamentos o de
psicoterapia como única alternativa, lo que se denomina proceso de
medicalización/medicamentalización. Con esa mirada se reproduce el modelo de salud-
enfermedad olvidando que en la intervención de ese proceso en realidad aparecen otros
actores que favorecen una mirada más amplia de la temática llevándola al proceso de salud-
enfermedadatencióncuidado.
A modo de cierre: Concluyendo, la política pública que tuvo lugar en el período 2003-2010,
(desde que se planteó nuevamente la necesidad, hasta la sanción de la ley), trajo la posibilidad
de (re)pensar nuevos-viejos debates sobre el campo de la Salud Mental. El recobrar las
diversas experiencias a lo largo del tiempo, muestran la forma en la cual los proyectos políticos
divergen y las complejidades que atraviesan en las respuestas desde el Estado. En este sentido
parece necesario correrse del lugar que propone ubicar a la plena implementación de la Ley
como un punto de llegada y más bien pensarlo como un territorio de permanentes disputas,
avances y retrocesos. En los tiempos actuales y a la luz de las diversas experiencias resulta
necesario que en Salud Mental empecemos a trabajar hacia la formación de una propuesta de
abordaje que sea <&capaz de construir un conocimiento que refleje la complejidad de su
objeto de conocimiento: el sujeto de su existencia real que padece sufrimiento mental.=. De
modo que se plantee no un cambio de paradigma, sino más bien una creación de nuevas
experiencias y prácticas provenientes no desde las disciplinas sino desde un campo social
complejo. Esta creación de nuevas experiencias requiere de la articulación entre diferentes
actores, sean los organismos de Derechos Humanos, las asociaciones de familiares, desde la
inversión en políticas públicas, hasta la definición e injerencia en los contenidos en las
Universidades encargadas de la formación de los profesionales acerca del conocimiento
racional, ético y científico. El modelo asilar no se agota en el fin de los manicomios, sino en el
poner en cuestión nuestras prácticas, como se ha evidenciado en nuestros días, hoy asistimos
al pasaje de los muros hacia los diagnósticos, generando la misma instancia de segregación
social. Valoro que se haya podido generar una conciencia respecto del problema de la Salud
Mental ahí en donde el modelo que prevalecía en las formaciones de grado era netamente
asociado a la psicopatología, perdiendo de vista la complejidad del tema. Esa conciencia se
materializa en el movimiento nacional en defensa de la ley nacional de salud mental y en el
movimiento por la plena implementación de dicha ley.
Hay tres dimensiones centrales para el análisis del sector salud en un país
b) Las políticas de salud constituyen un capítulo de las políticas sociales y pueden ser definidas
como un esfuerzo sistemático para resolver los problemas de salud. Una Política de salud
implica la definición de la salud como un problema público en el cual el Estado asume un rol
activo y explícito. Definir políticas de salud es decidir que rol desempeña el Estado en salud.
Recién a finales del siglo XVII, con la primera revolución industrial se comienza a registrar un
fuerte impacto sobre la salud que se traduce en una prolongación de la vida media. En otros
términos, la historia de la situación de salud es una historia epidemiológica donde adquieren
gran protagonismo las condiciones ambiéntales y sociales, tales como los procesos de
urbanización. En el caso particular de América Latina, las conquistas en los indicadores de
salud desde la segunda mitad del siglo XX han sido extraordinarias. La esperanza de vida al
nacer aumentó, para el promedio de la región, de 51,8 (en el lustro que va de 1950 a 1955) a
73,5 años (en el lustro que va de 2005 al 2010). Lo cual significa un incremento de la vida
media de los latinoamericanos del orden del 41,89%. Además, en el mismo período, la Tasa de
Mortalidad Infantil disminuyó de 127,7 por cada mil nacidos vivos a 21,7. Lo cual significa una
reducción de muertes del orden del 82,99%. Por otro lado, además debemos considerar que
las políticas de salud son de desarrollo reciente. Puesto que si bien <gasto en salud= no
significa <política de salud=, en la mayoría de los casos la ejecución de los programas requiere
de una asignación de recursos. Una política de salud puede o no alterar el estado de salud de
la población, así como puede o no modificar el sistema de salud. En los sistemas de salud
sedimentan los esquemas de acción, las respuestas sanitarias, sociales y económicas definidas
por las sucesivas políticas de salud. Tanto en la salud como en todos los campos de actuación,
el abordaje sistémico es reacio al abordaje histórico, la perspectiva de los sistemas detenta su
propio marco analítico, sus propias categorías de análisis que tienden a evadir la temporalidad.
Desde la perspectiva sistémica tiene más relevancia distinguir funciones, inputs y outputs tales
como flujos de servicios, recursos e insumos. A las tres dimensiones mencionadas debería
añadirse al menos una perspectiva adicional y sería aquella que relacione la evolución del
sector salud con la del resto de la sociedad y sus instituciones.
II. Etapas en la historia de los servicios de salud: Desde sus orígenes, la asistencia médica en
América Latina se configuró como la resultante de una tensión entre dos vertientes. La primera
seguía la herencia peninsular, de base vertical y priorizando la función de brindar soporte a las
acciones militares. La segunda, de base comunitaria, que resulta sensible a tradiciones de los
pueblos originarios, a algunas prácticas innovadoras desplegadas por los criollos, así como a
modelos cooperativos y solidarios que, en ocasiones, trajeron los colonos e inmigrantes. El Rio
de la Plata no revistió interés estratégico hasta las reformas borbónicas. Esto explica porque
no se instalaron en el país los hospitales medieval de modelo sevillano, tales como los que si se
inauguraron en otras regiones del nuevo mundo. Desde Asunción al Rio de la Plata proliferaron
pequeños hospitales vecinales de base autogestionaria.
Esta segunda vertiente, de impulso comunitario, continuó tanto a través de iniciativas rurales
como urbanas dando lugar a un amplio espectro de experiencias, fundamentalmente en la
América Andina donde en ocasiones integró (y aún lo hace) medicina occidental con prácticas
chamánicas de los pueblos originarios.
Respecto a la vertiente vertical del desarrollo de los servicios de salud, es posible identificar
fases en su evolución acordes a las etapas del desarrollo} capitalista en la región. De acuerdo a
un modelo de análisis que busca identificar los determinantes de cada política de salud,
pueden distinguirse cuatro grandes fases de las mismas :
1. La primera etapa del desarrollo estaría caracterizada, según este modelo, por la orientación
del proceso de acumulación hacia los intereses hegemónicos de la burguesía agroexportadora.
La modalidad de ejercicio del poder político instituida por esta clase fue denominada Estado
liberal, a pesar de sus características fuertemente autoritarias y excluyentes. Las demandas
sociales emergentes solo fueron absorbidas por el Estado cuando se trataba de aquellas
medidas que podrían llegar a comprometer al propio proceso de trabajo. En esas situaciones
se promulgaron leyes que casi nunca fueron cumplidas con relación a la jornada laboral, a los
accidentes y al trabajo femenino e infantil.
4. La crisis económica reciente del capitalismo mundial, así como la de los países socialistas,
redefine tanto los patrones de acumulación como los modelos de producción y la división
internacional del trabajo, configurando grandes bloques. En los países industrializados cuya
producción es liderada por los modernos sectores productivos, se abandona el modelo fordista
anteriormente preponderante. Se produce entonces el agotamiento del Estado
Podrían identificarse básicamente cuatro modelos de Estado en relación a las políticas sociales,
y en particular a las de salud. Cada uno involucra un modelo particular de ciudadanía y
privilegia ciertas acciones en desmedro de otras. En conclusión, desde ese esquema, las etapas
o fases de la evolución del sector salud argentino son:
1. La policía médica: Durante una extensa primera fase del desarrollo del sector salud la
medicina progresaba de forma totalmente independiente a las funciones del Estado. Aunque
el progreso del conocimiento médico reforzaba la imagen de poder y prestigio de los médicos,
la salud registraba una muy leve presencia en la agenda de políticas públicas. Esto se debe
fundamentalmente a que en el Estado liberal la salud no era considerada un problema público
sino privado. Las acciones de gobierno en el área se limitaban a garantizar la seguridad de la
ciudadanía y sólo fueron expandiéndose a medida que surgía una demanda social organizada
que presionaba sobre las estructuras de gobierno para que la misma expandiera sus
responsabilidades sanitarias. El prestigio médico fundamentaba una asimetría de poder entre
médico y paciente que justificaba decisiones unilaterales del primero sobre el segundo.
Durante el siglo XIX se instituía un modelo de atención en salud pública sobre dos ejes de
acción vinculados entre sí: Por un lado la psiquiatría alienista y por el otro el higienismo. Para
el Estado liberal la preocupación por la salud no se centraba en curar a la población enferma
sino en evitar la propagación de las consecuencias negativas (externalidades negativas) de la
enfermedad y en especial de las epidemias. Se trata de un modelo higienista de intervención
del Estado pero más preocupado por <aislar a los enfermos= que por prevenir las
enfermedades, más relacionado con las prácticas autoritarias que con los derechos y la
democracia. Cuidar a la población y sobre todo a sus ejércitos era fundamental. (El E pasa a
ejercer funciones las de <policía=). Fue necesario quebrar la hegemonía del modelo higienista
para que la salud pasara a integrar los derechos sociales. Hacia fines del siglo pasado esta
modalidad higienista de intervención del Estado en salud ya coexistía con una segunda
modalidad de carácter asistencial más preocupada por la atención médica a la población
enferma. Aunque aquélla resultaba más efectiva en el mantenimiento de la salud era percibida
de forma negativa por el conjunto de la sociedad. Bismarck demostró que la expansión de la
asistencia médica constituye un poderoso instrumento de legitimación y regulación laboral e
industrial.
2.El Estado de Bienestar y la salud: El surgimiento de nuevas amenazas a la calidad de vida,
tales como guerras, epidemias y grandes catástrofes, unido a las expansión de demandas
sociales impulsaron una progresiva incorporación del Estado en las cuestiones de salud.
Surgimiento del seguro social: En Europa, con el desarrollo de una clase trabajadora
mayoritaria comienzan a surgir mecanismos administrativos y financieros de concesión de
beneficios tales como pensiones, seguros por accidente de trabajo, atención de la salud del
trabajador y su familia, guarderías, auxilio por natalidad, peculio, entre otros. Los mismos se
expanden tanto por iniciativa de los propios trabajadores, de forma autónoma a la que se
denominó mutualismo, como de forma conjunta con las empresas y el Estado, esquema
tripartito. El modelo del seguro social expresa un esquema de protección social cuya principal
características es su vinculación al mundo del trabajo. Desde una perspectiva histórica la
modalidad del seguro social se corresponde con las formas clásicas de asociación sindical y
mutual. Los gremios y sindicatos se hicieron cargo de la salud de los trabajadores mucho antes
que el Estado y el mercado. Pero lo que transforma este modelo de atención y protección de la
salud en un sistema es el pasaje del seguro individual al seguro social. La proclamación legal de
la obligatoriedad del seguro. El seguro gremial evoluciona hasta la intervención del Estado. Es
entonces cuando el gobierno incorpora las funciones de regulación del mercado de trabajo,
con una leve regulación de las empresas y adquiere responsabilidad en el financiamiento de las
acciones. El seguro evoluciona desde la auto0 organización voluntaria de un grupo de
trabajadores de un mismo oficio, pasando por la organización de un grupo de trabajadores de
la misma empresa que en muchos casos logra alguna cofinanciación por parte de los
empleadores, hasta la intervención del Estado en ese proceso. Con la incorporación del Estado,
el seguro social adquiere una forma tripartita cuyo origen se detecta en la Alemania que,
unificada por el Canciller Otto Von Bismarck, incorpora una forma de protección social
financiada de manera conjunta por el Estado, los trabajadores y las empresas.
En el caso Argentino, también en el desarrollo del seguro social, la vía alternativa antecedió a
lo que luego se convirtió en el camino hegemónico para el desarrollo de la asistencia médica.
En contraste con acciones asistencialistas por las cuales los sectores más poderosos
concretaban ayuda social y sanitaria en favor de los sectores desfavorecidos (en general a
través de asociaciones benéficas); surgían expresiones de solidaridad mecánica desde abajo.
Esta modalidad bautizada de Socorros Mutuos o mutuales, de carácter no estatal era una
asociación voluntaria en la que los miembros aportaban a un fondo común para recibir ciertos
beneficios en el momento en que lo necesitaran.
El Estado de Bienestar: A medida que el mercado de trabajo formal crecía el seguro social
como esquema de protección se expandía y redefinía. Las guerras en Europa ocasionaron una
transformación en el comportamiento de las personas y afectaron el funcionamiento de los
esquemas de protección social. Cuando una ciudad era bombardeada no existía forma de
distinguir entre los heridos aquellos que contaban con protección social de los que no la
tenían. Esta situación originó formas de solidaridad diferentes a las tradicionales que
impulsaron a los esquemas de protección asistencialista y del seguro social. Se formuló
entonces la salud como un derecho universal y el acceso a los servicios pasó a ser garantizado
y financiado con recursos públicos. En sentido estricto se diferencia el sistema del <seguro
social= del de <seguridad social=. Sin embargo en varios países LAM se utilizan como
sinónimos.
El modelo universalista o de seguridad social, involucra la adopción del Welfare State, cuya
primera formulación legal aparece con el informe del Lord Beveridge y las leyes consecuentes
en Inglaterra. Se caracteriza por tener financiación pública con recursos procedentes de
impuestos y acceso universal a los servicios que, generalmente, son suministrados por
proveedores públicos. Los trabajadores profesionales y no profesionales dependen del Estado,
que tiene una gran responsabilidad en la conducción y gestión del sistema. Con frecuencia en
su financiación existen otras fuentes además de los impuestos, como el pago directo de los
usuarios y otros aportes, y lo mismo sucede en su organización y gestión, que está tomando
formas más participativas y comunitarias. No obstante, siguen siendo básicamente estatales en
su financiación, organización y gestión. En comparación con los otros, este modelo privilegia la
función del Estado como proveedor.
a) Fragmentar al sistema. La primera medida significativa del gobierno militar, en este contexto
fue la eliminación del Sistema Nacional Integrado de Salud 3 SNIS0 a través de la Ley 21.902 en
noviembre de 1978. A partir de entonces se destruía cualquier puente entre la financiación, el
modelo de atención o la gestión de los subsectores público y del seguro social.
Argentina:
Pueden identificarse en nuestro país cuatro modelos de Estado en relación a las políticas de
salud.
En el tercer modelo, durante el desarrollismo provoca un giro en el rol del Estado por el cual el
compromiso con el proceso de acumulación es anterior al compromiso con los derechos
sociales. La premisa de la modernización se consolida para ser reeditada por todos los
gobierno posteriores. No obstante, se incorpora como novedad la tendencia centrífuga de las
acciones estatales. El sistema de salud comienza a ser descentralizado con la transferencia de
los hospitales nacionales a las provincias en 1957. Al año siguiente los mismos son devueltos a
Nación por causa de la baja capacidad técnica y financiera de las provincias.
Todas estas actividades directa o indirectamente constituyen una forma de retorno económico
en la contribución del sector salud al desarrollo. La modernización del Estado y los estilos
económicos y sociales contemporáneos, repercuten especialmente en el campo de la salud.
Lamentablemente las propuestas políticas de soluciones en el sector salud continúan siendo
tradicionales, de inspiración básicamente médica, matizadas en parte por la incorporación de
conceptos multidisciplinarios en la salud.