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En los años 90, en Chile se produjo una reactivación de las políticas públicas,

junto con la democratización política e institucional. Este cambio en las políticas


sociales se convirtió en uno de los indicadores clave de la transición democrática
en el país. A pesar de que el Estado chileno se había privatizado en gran medida
en sus funciones tradicionales, especialmente en el ámbito económico, se
especializó cada vez más en el área social, destinando más del 70% de su
presupuesto y desarrollando sofisticados mecanismos de focalización, asignación
y evaluación de políticas. A nivel general, el Estado se relaciona con los actores
económicos internacionales, lo que organiza la política exterior, las finanzas y las
políticas de desarrollo. Las políticas sociales han priorizado cada vez más la
atención a la pobreza, abandonando la atención a los grupos medios, que son
atendidos cada vez más por mecanismos de mercado. El cambio principal se ha
producido en el nivel de políticas y programas sociales. El vínculo entre las
iniciativas políticas y la sociedad civil se puede conceptualizar como una "interfaz"
en la que coexisten acciones institucionales y formas organizadas o no de la
sociedad civil. Esta interacción está condicionada por variables estructurales,
condiciones socioeconómicas, orientaciones culturales y capacidades
institucionales y políticas del Estado. En términos de crecimiento económico,
reducción de la pobreza y evolución de la política social, ha habido continuidad en
las políticas orientadas a controlar la inflación y abrir la economía al exterior,
basadas en la movilización del gran capital privado. Estas políticas han logrado un
crecimiento económico sostenido, pero con consecuencias sociales muy
desiguales. Al mismo tiempo, el Estado ha adoptado una política social más activa,
con una inversión significativa en infraestructura social básica. Los resultados
económicos positivos, junto con la reactivación de las políticas públicas, el
aumento de las horas de trabajo y el endeudamiento de las familias, han llevado a
un aumento de los recursos disponibles para las personas y a una disminución
gradual de la pobreza según las mediciones de ingresos y necesidades básicas.
Sin embargo, es importante diferenciar claramente la evolución de la pobreza de la
desigualdad en el contexto chileno, ya que no ha habido avances en este último
aspecto. La política social, basada en las variables mencionadas, debería
contribuir a moderar la fuerte tendencia a la desigualdad y la concentración de
ingresos en la sociedad chilena, que representa un riesgo para la democracia y la
integración social. En 1990, aproximadamente el 38,6% de las personas tenían
ingresos mensuales por debajo de la línea de pobreza. En cuanto a las políticas
públicas aplicadas, el objetivo gubernamental en ese período fue el "crecimiento
con equidad". Sin embargo, la versión chilena redujo la fórmula, centrándose
principalmente en el "crecimiento económico" como objetivo y considerando que la
"equidad" se traducía en la disminución de la pobreza en la práctica. Hasta 1997,
se mantuvo una alta tasa de crecimiento y la contribución de las políticas públicas
fue fundamental para el aumento de los ingresos de los más pobres. La relación
entre el crecimiento económico y la pobreza depende, por lo tanto, de la evolución
del empleo y las políticas públicas.
Se estima que las políticas sociales contribuyen en un 40% a la reducción de la
pobreza de ingresos. Sin embargo, a partir de 1992, el crecimiento económico
supera al empleo generado, lo que ralentiza el descenso de la pobreza.
En la década de 1980, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL)
propuso la estrategia de "transformación productiva con equidad" como ruptura
con el modelo de industrialización sustitutiva y el neoliberalismo imperante.
El gasto público social en Chile ha aumentado desde 1990, pero el problema
radica en que solo el gasto público es redistributivo, mientras que las principales
fuentes de ingresos, como los salarios en el sector privado, tienden a
concentrarse.
Existe una falta de herramientas por parte del Estado para alterar la desigualdad
en las oportunidades y reorientar el modelo económico que la causa.
Se observa un debilitamiento del vínculo social, desconfianza, asociatividad
precaria y una creciente instrumentalización de las relaciones sociales.
No hay voluntad política suficiente para aumentar el gasto social y cambiar la
situación actual. Además, el reducido tamaño del Estado chileno dificulta la
implementación de cambios significativos.
Durante la transición democrática, se priorizó la gobernabilidad y se controló la
conflictividad social a través de la política social, pero se debilitaron las instancias
de participación social.
Se enfatizó la modernización económica y la lucha contra la pobreza extrema,
incluyendo programas de empleo temporal y focalización de políticas sociales en
las comunas más pobres.
las políticas sociales en Chile han contribuido a la disminución de la pobreza de
ingresos, pero se enfrentan a desafíos en términos de desigualdad, empleo y
participación social, y existe una necesidad de abordar el modelo económico y
fortalecer el Estado para lograr un mayor impacto en la equidad y la integración
social.
Financiamiento de programas y políticas: Se destaca que los espacios abiertos a
la participación de organizaciones civiles buscan principalmente financiamiento
para los programas y políticas, subsidiando así la falta de recursos del sector
público.
Vivienda: En el caso de la vivienda social, se financia a través de aportes de las
familias y subsidios estatales. Los pavimentos frente a las viviendas se financian
con aportes comunitarios y programas públicos.
Educación: Se implementó el sistema de financiamiento compartido, donde la
educación subvencionada carga parte de sus costos a las familias de los alumnos.
Existe una coexistencia entre establecimientos privados y públicos bajo
administración municipal, con subsidios estatales para ambos sectores.

Salud: Se mantiene un sistema mixto, donde el sector privado atiende a grupos de


mayores ingresos y el sector público se encarga de la mayoría de la población,
incluyendo enfermedades catastróficas y aspectos no rentables. Existe un
desfinanciamiento crónico en el sistema público, lo que ha llevado a plantear una
reforma integral que busca vincular de manera diferente a los sectores público y
privado.

Participación comunitaria en salud: Se mencionan los Concejos Locales de Salud


y de Desarrollo de los Hospitales como instancias de apoyo a la gestión
hospitalaria y a la salud preventiva. Sin embargo, se destaca que la participación
se reduce principalmente a actividades preventivas y no hay una relación entre
estas dinámicas y la discusión de la reforma de la salud.

Conflicto en salud y educación: Se menciona el conflicto entre los gremios, que


buscan mejores condiciones laborales, y la defensa de la salud y la educación
pública frente a enfoques privatizadores. Se señala que la interlocución principal
de los gobiernos ha sido con los gremios y no con la población beneficiaria.

Política de vivienda: Se destaca que la política pública busca proporcionar


soluciones habitacionales a los sectores carentes de vivienda, fortaleciendo la
alianza con la industria inmobiliaria. La política estatal se mueve dentro de los
parámetros fijados por el control privado del suelo.

Participación en vivienda: Se mencionan las ONG y los comités formados por la


población beneficiaria para hacer posible el ahorro previo y el aporte financiero
para obtener soluciones habitacionales y pavimentación de calles. Existen
interpretaciones contrapuestas sobre las consecuencias de esta modalidad de
política urbana.

la participación de organizaciones civiles en diferentes sectores, la financiación de


programas y políticas, y los desafíos y conflictos relacionados con la
implementación de políticas públicas en vivienda, educación y salud.
Han aumentado recursos y programas, mejorando infraestructura y enfocándose
en los sectores de pobreza. La calidad en la educación es ahora una prioridad. En
el sector de ONG, se les considera ejecutores en competencia con actores
privados en vivienda, y brindan consultoría en salud y educación. Durante la
dictadura, se creó un sector de instituciones para menores en situación irregular.

En 1990, se suscribió la Convención Internacional de los Derechos de la Infancia,


lo que llevó a redefinir las políticas hacia este sector, buscando concordancia con
la Convención. Se ha informado ampliamente sobre las acciones del gobierno y se
han establecido redes de monitoreo e informes a las Naciones Unidas. La
participación de la sociedad civil en la ejecución de programas se ha transformado
y se han fortalecido los mecanismos de financiamiento.

Se ha enfatizado la capacitación laboral, subsidiando al sector empresarial. Sin


embargo, la externalización de servicios ha planteado problemas debido a la falta
de marcos legales y políticos. Se han realizado programas de capacitación para
jóvenes desempleados financiados por el Estado. El costo de los programas ha
aumentado, pero la cantidad de jóvenes desempleados no ha disminuido.

Se han utilizado mecanismos novedosos para promover la innovación empresarial


a través de la asociatividad. Las modalidades de financiamiento público han
fortalecido la participación de actores privados en los sectores sociales. La
prioridad política y comprensión de las funciones de la sociedad civil son
importantes para su fortalecimiento.

Se crearon nuevas instituciones especializadas en el área social desde 1990,


enfocadas en grupos vulnerables y con un enfoque multisectorial. Los programas
más recientes se centran en la seguridad ciudadana y la prevención del delito.
La coordinación con la política social tradicional es deficiente debido a la falta de
una autoridad social de nivel ministerial y a la ausencia de una instalación
institucional definida en el sector público. Además, instituciones como el INJUV, la
CONADI y la AGCI han enfrentado crisis internas. Los organismos innovadores
han introducido preocupaciones por actores previamente ignorados, lo que ha
ampliado la agenda gubernamental y establecido relaciones directas con los
sectores sociales involucrados. La creación del Sernam fue resultado de la
movilización de organizaciones de mujeres contra la dictadura, pero carece de
instrumentos de financiamiento para impulsar la igualdad de oportunidades entre
organizaciones de la sociedad civil. La falta de una autoridad social de nivel
ministerial y de una instalación institucional definida en el sector público ha
dificultado la coordinación con la política social tradicional. Las instituciones
innovadoras han ampliado la agenda gubernamental y establecido relaciones
directas con los sectores sociales. Los programas sociales tienen un papel en la
estructuración de la asociatividad, especialmente en los sectores pobres, pero su
duración y desarrollo de capacidades son limitados. La reducción del enfoque
contra la pobreza a unidades familiares dispersas ha descuidado las dimensiones
territoriales y comunitarias de la política social. Los municipios tienen un rol
limitado en la canalización de servicios y no se promueve una noción de sociedad
civil organizada.
estos programas establecen un vínculo con la sociedad civil, priorizando un
enfoque de protección social para abordar la inseguridad ciudadana. Se busca
fortalecer los vínculos sociales para reducir la ocurrencia de delitos y la sensación
de inseguridad. Se promueve la participación de actores locales a través de la
formación de concejos comunales de Seguridad Ciudadana, diagnósticos
participativos y la implementación de planes de acción financiados por fondos
concursables. Sin embargo, este enfoque instrumental presenta limitaciones para
la sociedad civil, ya que la presión por resultados concretos restringe la
participación y los fondos concursables imponen sus propias prioridades. En el
caso de la institucionalidad medioambiental, se ha establecido un mecanismo de
participación vinculado a los estudios de impacto ambiental de las empresas.
Aunque se mejora la información y la atención a los usuarios de servicios públicos,
la participación en la gestión de políticas públicas está poco conectada con la
reforma del Estado. Las políticas y programas gubernamentales hacia la sociedad
civil han variado a lo largo del tiempo, con acuerdos tripartitos entre el
empresariado y el movimiento sindical en la década de 1990, pero sin una
conceptualización clara de la sociedad civil como interlocutor.

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