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UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL

DE LOS LLANOS OCCIDENTALES “EZEQUIEL ZAMORA”


VICE-RECTORADE DE DESARROLLO Y PLANIFICACIÓN REGIONAL
UNELLEZ – SAN FERNANDO ESTADO APURE
ESPECIALIZACIÓN EN DERECHO AGRARIO Y AMBIENTAL
SUBPROYECTO: DERECHO CONSTITUCIONAL AGRARIO Y
AMBIENTAL

ESCENARIO CONSTITUCIONAL DEL DERECHO INTERNACIONAL


AGRARIO: LA NECESIDAD DE APLICACIÓN DEL ENFOQUE
AGROALIMENTARIO

Facilitador: Dr. Euclides Carrera

Participantes: Geraldine Goenaga

C.I. N°: V-12.584.561

Gilberto Blanca

C.I. N° V-8.337.706

Lucas Rivero

C.I. N°: V-26.220.090

Yulimar Mirabal

C.I. N° V-26.408.363

Sandra Colmenares

C.I. N° 18.375.612

San Fernando de Apure, julio de 2021


LA NECESIDAD DE APLICACIÓN DEL ENFOQUE AGROALIMENTARIO

Antes de entrar de lleno en el enfoque agroalimentario, es preciso referirnos


al derecho que todo ser humano tiene a una alimentación adecuada, así como
el derecho fundamental a no padecer hambre, según las normas
internacionales de derechos humanos. Para Organización de las Naciones
Unidas para la Agricultura y la Alimentación (Artículo en línea), tales derechos
se enmarcan dentro de uno solo: “derecho a la alimentación”; el cual
comprende los aspectos cuantitativos, cualitativos y de aceptabilidad cultural,
en cuyas dimensiones coinciden sino todos, la mayoría de las sociedades,
puesto que una alimentación deficiente afectará negativa y directamente la
salud de la colectividad, siendo esta una consecuencia visible.

Ahora bien, en este sentido, el derecho, principio o garantía a la


alimentación puede circunscribirse entre los derechos sociales, los cuales a su
vez deben estar incluidos en el sistema jurídico de cada Estado, de forma tal
que puedan ser exigidos por los ciudadanos, a través de una política pública
clara sobre dicho principio o garantía bajo el compromiso del Estado, aunque
esto no signifique que el cumplimiento de estos derechos quede subordinado
al campo de las políticas públicas para su realización. Cabe decir en este
punto, que todos los seres humanos, independientemente de su raza, color,
sexo, idioma, religión, opinión política o de otro orden, origen nacional o social,
posesiones, nacimiento u otra condición, tienen indistintamente derecho a la
alimentación adecuada y el derecho de vivir libres del hambre.

Sin embargo, esta idea en la que se reconoce el derecho de cada ser


humano a tener una alimentación adecuada y a no vivir con hambre, aunque
existe desde hace mucho tiempo, su implementación en los distintos
ordenamientos jurídicos depende del reconocimiento en el Derecho
Internacional y su ratificación en el derecho interno a través de los tratados
internacionales. De modo que los Estados se comprometen en aplicar medidas

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políticas, económicas y sociales que permitan reducir el número de personas
que padecieran hambre, e incluso suscriben directrices voluntarias en apoyo
de la realización progresiva del derecho a una alimentación adecuada en el
contexto de la seguridad alimentaria nacional, dando orientación práctica a los
Estados en su aplicación del Derecho a la Alimentación adecuada.

En el caso de Venezuela, el artículo 305 de la Constitución de la República


Bolivariana de Venezuela (1999), establece lo siguiente:

El Estado promoverá la agricultura sustentable como base


estratégica del desarrollo rural integral, a fin de garantizar la
seguridad alimentaria de la población; entendida como la
disponibilidad suficiente y estable de alimentos en el ámbito
nacional y el acceso oportuno y permanente a éstos por parte del
público consumidor. La seguridad alimentaria se alcanzará
desarrollando y privilegiando la producción agropecuaria interna,
entendiéndose como tal la proveniente de las actividades agrícola,
pecuaria, pesquera y acuícola. La producción de alimentos es de interés
nacional y fundamental para el desarrollo económico y social de la
Nación. A tales fines, el Estado dictará las medidas de orden financiero,
comercial, transferencia tecnológica, tenencia de la tierra, infraestructura,
capacitación de mano de obra y otras que fueran necesarias para
alcanzar niveles estratégicos de autoabastecimiento. Además,
promoverá las acciones en el marco de la economía nacional e
internacional para compensar las desventajas propias de la actividad
agrícola.
El Estado protegerá los asentamientos y comunidades de pescadores
o pescadoras artesanales, así como sus caladeros de pesca en aguas
continentales y los próximos a la línea de costa definidos en la ley.
(Resaltado de esta autora)
En el texto anterior, el constitucionalista establece varios principios
importantes, comenzando por la seguridad alimentaria, entendiéndose esta
como el acceso de todas las personas de forma física, social y económica
permanentemente a alimentos seguros, nutritivos y en cantidad suficiente para
satisfacer sus requerimientos; y el mismo Texto Constitucional la define como
la “disponibilidad suficiente y estable de alimentos en el ámbito nacional y el
acceso oportuno y permanente a éstos por parte del público consumidor”. Por

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otro lado, se prevé que para lograr dicha seguridad alimentaria debe aplicarse
una estrategia de desarrollo rural integral a través de la agricultura sustentable.

Ahora bien, debe entenderse también que el término agricultura


sustentable también implica una actividad agrícola y pecuaria que se base en
un sistema de producción que tenga la capacidad de mantener su
productividad y rentabilidad generando desarrollo en sus comunidades a largo
plazo, cumpliendo los requisitos de abastecer adecuadamente alimentos de
calidad a precios justos y al mismo tiempo promover ecosistemas saludables
y apoyar la gestión sostenible de la tierra, el agua y los recursos naturales. En
consecuencia, la seguridad alimentaria en teoría propende a garantizar el
derecho a la alimentación, el libre acceso de los ciudadanos a los alimentos
necesarios para su subsistencia y a una vida libre de hambre.

De modo que, al implantarse la seguridad alimentaria como una política de


Estado, se permite que el este dicte medidas de orden financiero, comercial,
transferencia tecnológica, tenencia de la tierra, infraestructura, capacitación de
mano de obra y otras que fueran necesarias para alcanzar niveles estratégicos
de autoabastecimiento, en pro de la garantía del derecho a la alimentación;
por lo que el régimen socioeconómico venezolano no es rígido ya que
consagra principios de justicia social, eficiencia, democracia, libre competencia
e iniciativa, defensa del ambiente, productividad y solidaridad.

Bajo tales políticas, el Estado tiene el papel fundamental como regulador


de la economía para asegurar el desarrollo humano integral, defender el
ambiente, promover la creación de valor agregado nacional y de fuentes de
trabajo, garantizando la seguridad jurídica y alimentaria.

Ahora bien, como crítica personal, considero que el pretendido equilibrio


entre Estado y el mercado (propiedad privada), no existe realmente. Se
plantea que debe existir un mejor Estado y el mercado como un medio para
satisfacer las necesidades colectivas; más, sin embargo, con la entrada en

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vigencia de la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario, entra en el panorama el
rescate de tierras. Considero oportuno aclarar que existe una marcada
diferencia entre expropiación y rescate, toda vez que el primero implica dos
elementos: (i) el reconocimiento de la propiedad privada del tenedor de la tierra
y (ii) el pago como contraprestación por la trasmisión de la tierra; mientras que
en el segundo caso, en el caso del rescate, el Estado no reconoce la propiedad
del tenedor de la tierra y por lo tanto no se ve obligado a cancelar una
contraprestación.

Tal es el punto de esta situación, que el Estado para garantizar la seguridad


alimentaria implementa la clasificación de la tierra, dicta la inclinación o destino
de uso de la misma y limita la propiedad. En efecto, con la Reforma Agraria se
establecieron dos tipos de propiedades sobre las tierras: (i) Las privadas
siempre que puedan demostrar la tradición legal desde el año 1829; y el resto,
o la mayoría, (ii) Las tierras del Estado, el cual puede rescatarlas, adjudicarlas
y disponer de ellas a voluntad y según las necesidades de seguridad
alimentaria. Puedo concluir entonces que, si bien es cierto que la seguridad
alimentaria como institución procura el bien común, los medios usados por el
Estado para garantizarla violentan la propiedad privada establecida en la
misma Carta Magna y desarrollada en el Código Civil.

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