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La lucha de clases es un concepto perteneciente al socialismo, siendo base

teórica del mismo. Establece que es necesaria su existencia colocando como


partes antagonistas a la clase trabajadora u obrera y la burguesa capitalista.

El principio de la lucha de clases en una sociedad o una economía es piedra


angular del entendimiento o estudio de la realidad que realizan las
teorías socialistas, marxistas y comunistas.

La existencia de una determinada tensión o conflicto entre distintas clases


sociales (proletariado frente a burguesía capitalista) supone una causa
suficiente para la reorganización de un estado con el socialismo como eje y la
igualación frente al Estado de todo individuo.

Concepción histórica de la lucha de clases


Pese a que este concepto es marcadamente socialista y de desarrollo amplio
en las teorías de Marx o Engels, se señala en estas que históricamente la lucha
de clases ha existido mucho antes de la aparición de la
sociedad capitalista resultado de la industrialización.

De ese modo, fenómenos como la esclavitud o la existencia de regímenes


feudales con sus correspondientes vasallos o plebeyos son entendidos como
ejemplos claros de la existencia de desigualdades en las distintas sociedades a
lo largo del tiempo.

Al mismo tiempo, cabe mencionar que existen diferentes visiones y


concepciones respecto a la lucha de clases. Así, podemos encontrar la visión
anarquista, la conservadora y la marxista. Desde la concepción anarquista, la
lucha de clases se apoya bajo el origen del término acuñado por Nicolás
Maquiavelo. Por su parte, la visión conservadora no está marcada por ningún
momento histórico, ya que basa idea en que las clases más pobres buscan
enriquecerse y cambiar sus estatus social. Por último, la visión marxista está
claramente marcada por la obra de Karl Marx, quien establece su propia visión
del tema.
Objetivos de la lucha de clases
Desde un punto de vista teórico socialista, la existencia de la lucha de clases
supone la consecución de ciertos objetivos:

 El progreso social, político y económico únicamente puede alcanzarse


mediante la lucha de clases y la consecución (en su estado final) de
la dictadura del proletariado.
 Es necesario colocar en extremos a elementos antagónicos:
el proletariado que ofrece su capacidad de trabajo frente a la clase burguesa
propietaria de los factores de producción de un determinado lugar y emplea a
los anteriores.
 La única manera de abolir la lucha es mediante el establecimiento de una
sociedad igualitaria y sin clases. Para el socialismo, hablamos de la dictadura
del proletariado por medio de una revolución.
 El paso necesario previo para dicho fin sería el desarrollo de la
correspondiente conciencia de clase.

La lucha de clases no la inventó Karl Marx; solamente la estudió y explicó. El


Manifiesto Comunista dice: “La historia de toda sociedad hasta nuestros días no ha
sido sino la historia de las luchas de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y
plebeyos, nobles y siervos, maestros jurados y compañeros; en una palabra,
opresores y oprimidos, en lucha constante, mantuvieron una guerra ininterrumpida, ya
abierta, ya disimulada; una guerra que termina siempre, bien por una transformación
revolucionaria de la sociedad, bien por la destrucción de las dos clases antagónicas”.
Señalaba Marx que las clases en contraposición eran la burguesía -los dueños de los
medios de producción- y el proletariado -los trabajadores asalariados. La lucha de
clases se promueve desde ambos lados: los trabajadores que buscan el cambio
revolucionario, y la burguesía, que intenta mantener la situación de opresión,
discriminación, explotación y represión. Desde la caída del bloque del Este europeo y
la implantación del modelo neoliberal de capitalismo, la ofensiva en esta lucha de
clases la conserva la burguesía, que hace que los Estados respondan a sus intereses
y se despoje a la clase trabajadora de sus pocos logros. Los trabajadores apenas
alcanzan a defenderse de la embestida brutal del neoliberalismo. Eso nos lo muestra
con claridad la Cámara del Agro, sector de la burguesía guatemalteca que se siente
todavía rancia oligarquía y conserva el monopolio de la actividad agrícola. Sus
principios son conocidos: defensa a muerte, literalmente, del derecho sobre la tierra,
ya sea que ésta se posea por medios lícitos o que haya sido fruto de actos criminales,
desde la “encomienda” de la colonia hasta las falsas titulaciones del presente; no a la
reforma agraria, al pago del salario mínimo y al pago de impuestos; odio profundo al
campesinado y a los pueblos indígenas; y represión, física y legal, contra quienes
reclamen o defiendan tierras, territorios y recursos naturales. Es el grupo que defiende
por todos los medios al gobierno de Jimmy Morales y su compromiso con los que se
apoyan en la corrupción y la impunidad.

CLASE SOCIAL

“Clase social es una forma de estratificación social en la cual un grupo de individuos comparten
una característica común que los vincula socioeconómicamente, sea por su función productiva o
social, poder adquisitivo o económico o por la posición dentro de la burocracia en una
organización destinada a tales fines. La formación de un sistema de clases depende del hecho de
que sus funciones sociales sean, independientemente de la existencia de una vinculación orgánica,
mutuamente dependientes a un marco social mayor, el sistema de clases no cuestiona la
desigualdad en sí misma, sobre todo en países del tercer mundo donde existen combinaciones de
clases y estamentos, develando un ethos colonial.” 1 En el texto anterior podemos notar que la
clase social a la que pertenece un individuo determina sus oportunidades, y se define por aspectos
que no se limitan a la situación económica, también incluyen las maneras de comportarse, los
gustos, el lenguaje, las opiniones, incluso las creencias éticas y religiosas suelen corresponderse
con las de un estatus social o posición social. Un sistema de clases es, por tanto, una
jerarquización colectiva, donde el criterio de pertenencia lo determina la relación del individuo
con la actividad económica, y principalmente, su lugar respecto de los medios de producción y
dicha condición puede estar estrechamente correlacionada con la herencia familiar. Clase social en
Marx Para Karl Marx las clases sociales pueden entenderse de dos formas, sea como: 1) grupos de
individuos que se definen por una misma categorización de sus formas de relacionarse con los
medios materiales de producción (particularmente la forma de obtención de sus rentas), o 2) una
conciencia de clase entendida como la creencia en una comunidad de intereses entre un tipo
específico de relaciones socioeconómicas.”2 Del enfrentamiento mediado por la historia surge la
lucha de clases que es la manifestación misma del conflicto de los intereses económicos de los
individuos, Marx destacó que, a diferencia de todas las anteriores sociedades de la historia de
Occidente con múltiples grupos de clases antagónicas, en la moderna sociedad capitalista la
repartición desigual del capital se simplifica en la formación de dos grandes clases caracterizadas
por esta distribución: el proletariado y la burguesía, esta última por su función social originaria
dispondría del capital físicamente, esto es: económicamente, y por ende de los medios de
producción, le sería propio a esta clase el modo de producción denominado capitalismo y su
apoyo teórico, el liberalismo, en teoría y explicación causal de la realidad, se podría auto
interpretarse como la ideología de la clase proletaria, pero esto lleva volviéndose una ideología de
clase cuyo criterio de verificación el éxito en el proceso histórico se vuelve inverificable. De esta
cuenta, analizando otras corrientes marxistas han entendido su pensamiento sociológico como un
criterio objetivo y universal de análisis de la realidad testeado por su carácter progresista, o bien
en términos políticos como un programa filosófico de acción revolucionaria. Entonces podríamos
decir que en el marxismo, el proletariado, como clase oprimida capaz de superar a la burguesía,
debía de unirse contra ésta para
2. Formas de lucha de clases El problema del poder es el decisivo de la revolución. Los
medios de ejercicio de la dictadura de las clases dominantes suponen la combinación de la
represión física y la integración política e ideológica al sistema de los sectores explotados. Frente a
estos instrumentos de dominio el proletariado lleva la lucha de clases en tres frentes
fundamentales: el económico reivindicativo, el ideológico y el político. El centro de gravedad de su
acción por el poder se va a constituir en la lucha política revolucionaria. Cada situación concreta
exige formas de lucha específica, orientada a facilitar la máxima movilización de las fuerzas
revolucionarias, a debilitar la posible hegemonía del enemigo, a precipitar su crisis orgánica, a
obtener, en definitiva, un cambio favorable en la relación de fuerzas con vistas al poder. La
respuesta revolucionaria a los medios de dominio de las clases que detentan el poder supone una
compleja articulación entre la lucha política y su continuación bajo la forma del enfrentamiento
armado.

La relación mutua entre ambos elementos está regulada, por el concepto central del materialismo
histórico, que plantea que las formas de lucha son instrumentos de la lucha de clases y no fines en
sí mismo. El enfrentamiento es siempre entre fuerzas sociales y su relación de fuerzas tiene su
centro de definición en la fuerza propia cohesionada y organizada con que cuenta cada clase. El
protagonismo del proletariado es el elemento decisivo del polo revolucionario de la contradicción
principal. El movimiento general nos indica que la lucha política y la militar se dan
simultáneamente siempre. Al comienzo la acción política general debilitamiento dé la hegemonía
de las 18 clases dominantes y formación de una fuerza propia revolucionaría, es esencial y su
forma específica armada queda en un segundo plano la autodefensa de las luchas, propaganda
armada, etc. Su evolución progresiva las lleva a equilibrar su importancia hasta desembocar por fin
en una etapa en que la lucha armada ocupa el primer lugar, hasta dominar totalmente la escena
de la lucha de clases. El enfrentamiento directo y total con el poder militar de la burguesía, para
los marxistas, se desata, entonces, sobre la base de contar con una relación de fuerzas políticas
propicias. Frente a la realidad de que las clases dominantes no renuncian nunca pacíficamente a su
poder y perfeccionan sus aparatos represivos para el enfrentamiento de clase, el único terreno en
el que se les puede enfrentar con éxito es el de las luchas de masas que asuma las formas de lucha
y la combinación entre ellas correspondientes a cada etapa del proceso. Lo que supone respetar
las leyes específicas de la lucha revolucionaria política y militar según las particularidades de cada
país. La anterior concepción se desarrolló históricamente enfrentando a las líneas políticas que
postulaban la posibilidad de un tránsito al socialismo por la vía electoral parlamentaria,
desarmando política, ideológica y militarmente al proletariado frente al poder burgués. Por otra
parte, el protagonismo de las fuerzas obreras y populares, además de ser exigido para el
enfrentamiento con el poder dominante, es condición de posibilidad para la construcción de la
nueva sociedad, en la medida en que en el seno de los órganos de lucha de las masas es donde se
incuban los órganos de poder popular y de gestión directa de la clase obrera, sin los cuales es
inconcebible la superación del capitalismo. 19 2.1 La lucha económica, ideológica y política Se da a
nivel material y económico de la sociedad, cuando las clases trabajadoras explotadas y asalariadas
realizan acciones reivindicatorias en sus ingresos económicos y en sus prestaciones sociales, así
como con objetivos de debilitar el poder económico de los capitalistas, tal es el caso de la huelga
productiva, Los paros labórales, las manifestaciones, marchas, mítines, plantones, tomas y
bloqueos de carreteras e instituciones de gobierno, por demandas económicas y salariales. 2.2 La
lucha ideológica Tan terrible y desvastadota como la guerra civil, la guerra represiva, las
represarías, la cárcel y la exterminación, cuando los empresarios capitalistas controlan los
llamados medios de comunicación contra las clases dominadas y explotadas económica y
socialmente y utilizan la cultura espiritual y su ideología para mediatizar y enajenar a las clases
dirigentes y al resto de la sociedad civil para extender otra forma de esclavitud: la esclavitud
ideológica y espiritual o intelectual psicosocial. Esta lucha es el enfrentamiento con todas las
ventajas para los explotadores del trabajo social, entre el modo de pensar de las clases
dominantes y las clases dominadas, donde predomina la ideología burguesa capitalista que se
impone y se difunde por medio de la educación social, la educación escolarizada y los medios
masivos de comunicación para enajenar, mediatizar y luchar contra la ideó Sofía. 2.3 La lucha
política Se da a nivel político depende del éxito de la lucha ideológica y económicas la que lleva a
las clases proletarias a la toma del poder político del súper estado burgués, 20 mediante la
revolución social, tiene dos modos: la lucha legal y electoral, que se da mediante la lucha sindical
independiente y el sindicalismo oficialista y traidor, como contrapeso, así como por medio de los
partidos políticos con registro legal y sin registro.

http://biblioteca.usac.edu.gt/tesis/04/04_8968.pdf

EL MOVIMIENTO SINDICAL:

La huella más profunda del movimiento sindical de estos años, se hace sentir en distintas normas
legales, desde la constitución Política de Centro América (1921) hasta la Ley del Trabajo (1926).
Principales huelgas y conflictos ocurridos en la década de 1920-30. 34 En el año de 1920, los
trabajadores ferroviarios de la empresa de los ferrocarriles Internacionales de Centro América
(IRCA), van a la huelga logrando que se acceda a la mayoría de sus demandas. En el año de 1924
Los muelleros de la United Fruit Company piden aumento de salarios, reducción de la jornada
ocho horas diarias y no discriminación racial con los trabajadores de raza negra, ante la negativa
de la empresa estalla la huelga y a ella se agregan los trabajadores de las fincas bananeras de la
UFCO y obtienen la solidaridad del resto de organizaciones del país. La Compañía acude al
gobierno debe señalarse que la administración del General Orellana hizo onerosas concesiones a
los monopolios bananeros yanquis- y este envía tropas al mando del General Enrique Aris, que
reprimen brutalmente a los huelguitas, habiendo muchos muertos y heridos. Veintidós dirigentes
son encarcelados primero y expulsados del país por extranjeros perniciosos. Otros huyeron hacia
Honduras. La huelga duró 27 días y las demandas de los trabajadores no fueron atendidas por la
UFCO. No obstante la amarga experiencia de los trabajadores de la UFCO, los ferroviarios
emplazan a la IRCA a finales del año de 1924, demandando reducción de la jornada de trabajo,
aumento de salarios y respeto por parte de las autoridades de la compañía a su organización
denominada Sociedad Ferrocarrilera. Pero alentada por el resultado de la huelga de la UFCO, con
la cual había vinculación jurídico-económica, la IRCA negó las peticiones de los trabajadores. Como
era natural, la IRCA acude al Gobierno y este, desde luego, interviene desbaratando la huelga.

Plantea conflicto colectivo exigiendo la reducción de la jornada, aumento de salarios, talleres y


locales higiénicos y trato mas humano para los trabajadores. La huelga dura 18 días y culmina con
un triunfo rotundo al aceptarse por los empleadores sus peticiones, el sindicato gremial de
panificadores plantea aumento de salarios, mejoras en la jornada diurna y supresión de la jornada
nocturna o su pago con salario doble. Estalla la huelga que abarca a las panaderías de la capital y
de las ciudades de Escuintla y Antigua Guatemala, implicando a 1500 trabajadores. Unos 45
dirigentes fueron encarcelados, pero muchas pretensiones fueron acogidas y el Gobierno emitió
un reglamento sobre las jornadas diurna y nocturna favorable a los panificadores. También en
esos años se dieron las primeras huelgas de mujeres: la del beneficio de café de Federico Garlach y
la de las costureras, También hubo huelga de los carpinteros, trabajadores en curtiembre, en velas
y jabón, en ladrilleros y una segunda huelga de los panificadores por incumplimiento de las
normas dictadas por el Gobierno sobre trabajo diurno y nocturno.

En el año de 1929, el 1o. de mayo, día internacional del trabajo, se venía festejando por los
trabajadores guatemaltecos desde el año de 1921. El 1o. de mayo de 1929 fue la manifestación
más imponente celebrada en este periodo. Sin embargo, la 36 desmerecieron actos de violencia,
iniciados por provocadores anarquistas manipulados por la policía según versión de la época, con
el resultado de muchos heridos y más de 70 presos, que fueron defendidos por el Socorro Rojo
Internacional. En el año de 1930, el movimiento sindical incursiona en el agro y se dan los
primeros conflictos en las fincas cafetaleras del Occidente altiplano del país y en la Costa Sur
durante el gobierno del General Lázaro Chacón que había sido bastante moderado. Ya los efectos
de la crisis del 29 se empezaban a sentir. La oligarquía terrateniente se alarma y la represión
estatal se hace presente. Esta represión, hasta sus últimos extremos, la consuma el gobierno
dictatorial que sube al poder en 1931: el del General Jorge Ubico.

Carlos Marx (Karl Marx en alemán) fue quien mejor formuló este concepto y lo
popularizó en el mundo contemporáneo. Tomando la línea de pensamiento que
iba de Maquiavelo a Burke, propuso que las tensiones de la lucha de clases
empujaban la rueda de la historia, generando progreso y cambio social. Sus
palabras fueron: “La historia (escrita) de todas las sociedades existentes hasta
ahora es la historia de la lucha de clases”.

Así, Marx formula la “Teoría de la lucha de clases como el motor de la historia”. En


su visión, esta lucha era por apropiarse de los medios de producción,
secuestrados por la propiedad privada y la burguesía para poder explotar a la
clase trabajadora y mantener un estatus de vida privilegiada, a costa del esfuerzo
de la mayoría empobrecida.

La resolución prevista por Marx era la transformación paulatina del capitalismo


hasta que sembrara él mismo las bases de la Revolución, que derrocaría el orden
burgués e instauraría la “Dictadura del proletariado”, necesaria para el
advenimiento de una sociedad sin clases: el comunismo.

Consciencia de clase
La doctrina marxista llama “conciencia de clase” a la capacidad de los
individuos y las masas de tener conciencia de a qué clase social pertenecen,
para así actuar en consonancia con las necesidades de su estamento social y no
jugar el juego de las clases dominantes. La alienación es lo contrario a la
conciencia de clase: la imposibilidad de percibir la explotación capitalista a la cual
se somete a los trabajadores.

Esta terminología es muy empleada en los discursos de la izquierda revolucionaria


y las ideologías socialistas, a menudo como un mandato (la conciencia de clase) o
un término peyorativo (la alienación).
La historia de todas las sociedades que ha habido hasta
el presente es la historia de las luchas de clases

¿Se puede reducir a una


simple fórmula la compleja historia de la especie humana? Karl Marx, uno de los
más grandes pensadores del siglo XIX, creía que sí. Marx abre el primer capítulo de
su obra más famosa, el Manifiesto comunista, afirmando que todo cambio histórico
es siempre resultado de una lucha continua entre clases sociales opresoras (altas) y
oprimidas (bajas) y que las raíces de tal conflicto son de naturaleza económica.
Marx creía haber alcanzado así una comprensión de decisiva importancia respecto
a la naturaleza de la sociedad en todos los tiempos. Los enfoques históricos
anteriores subrayaban el papel de héroes o dirigentes individuales, o, también, el
de las ideas. Marx, en cambio, se centraba en una larga sucesión de conflictos de
grupos, incluyendo aquellos de amos con esclavos, señores feudales con siervos, y
empresarios con empleados; y afirmaba que eran los conflictos entre dichas clases
los que habían causado los cambios revolucionarios.

El «Manifiesto comunista»

El debate intelectual fue algo muy generalizado en Alemania en el tiempo en que escribió Marx, aunque él
pensaba que la tarea de la filosofía no era discutir ideas, sino lograr cambios reales.
Karl Marx escribió el Manifiesto comunista junto con el filósofo alemán Friedrich
Engels, al que conoció en Alemania a finales de la década de 1830, mientras
estudiaban filosofía académica. Engels ofrecía apoyo financiero, ideas y mayor
destreza literaria, pero se acepta que Marx era el verdadero genio de sus
publicaciones conjuntas.
En sus manuscritos privados de principios y mediados de la década de 1840, Marx
y Engels hacen hincapié en que, a diferencia de muchos filósofos anteriores que
únicamente intentaban interpretar el mundo, lo más importante de lo que ellos
hacen es para tratar de cambiarlo. Durante las dos décadas siguientes, Marx fue
refinando sus ideas en breves documentos como el Manifiesto comunista, un
panfleto de apenas cuarenta páginas.
Con el Manifiesto ambos filósofos pretenden explicar los valores y los planes
políticos del comunismo, un nuevo sistema de creencias creado por un grupo
pequeño y relativamente nuevo de socialistas alemanes. En él se afirma que la
sociedad se había simplificado en dos clases en lucha abierta: la burguesía (la clase
detentora del capital) y el proletariado (la clase trabajadora).
La palabra «burguesía» se deriva del antiguo francés burgeis (ciudadano de un
burgo): un comerciante que sin pertenecer a la nobleza, ha conseguido
enriquecerse hasta poseer y dirigir su propio negocio. Karl Marx describe cómo el
descubrimiento y la colonización de América, la apertura de los mercados indio y
chino, y el incremento de la cantidad de mercancías que se podían intercambiar
provocaron un rápido desarrollo tanto del comercio como de la industria hacia
mediados del siglo XIX. Puesto que los artesanos ya no eran capaces de producir
mercancías suficientes para satisfacer la demanda del nuevo mercado, se vieron
sustituidos por el sistema de manufacturas. Como describe el propio Manifiesto:
«Los mercados crecían sin cesar, la demanda iba siempre en aumento».
Los valores de la burguesía

Marx sostiene que los valores de la burguesía,


que controlaba este comercio, no habían dejado otro vínculo entre los hombres que
«el frío interés, el cruel “pago al contado”». Anteriormente, las personas eran
valoradas por lo que eran, pero la clase burguesa «ha hecho de la libertad personal
un simple valor de cambio». Los valores morales, religiosos e incluso sentimentales
se habían visto ahogados, mientras a las personas, de los científicos y los abogados
a los sacerdotes y los poetas, las había convertido en servidores asalariados.
Igualmente, la explotación velada por «ilusiones» religiosas y políticas «la ha
sustituido por [otra] abierta, descarada, directa y brutal»; «ha sustituido las
libertades escrituradas […] por una única y desalmada libertad de comercio».

Según Marx, la única solución al mencionado conflicto pasaba por la


transformación de todos los medios de producción (la tierra, las materias primas,
las herramientas o las fábricas) en propiedad colectiva, de manera que cada
miembro de la sociedad pudiera trabajar según sus capacidades y consumir según
sus necesidades. Esta sería la única forma de impedir que los ricos viviesen a
expensas de los pobres.

La formación de clases

En períodos anteriores, las personas eran


responsables de producir todo aquello que necesitaban –vestimenta, alimentos o
vivienda–, pero con la formación de las primeras sociedades empezaron a depender
más unos de otros. Esto condujo al sistema de «trueque» descrito por el
economista y filósofo escocés Adam Smith, en el que la gente intercambiaba bienes
o trabajo. Marx está de acuerdo con Smith en que este sistema de intercambio llevó
a que la gente se especializara en un trabajo determinado, pero añade que esta
nueva especialización (o «profesión») había acabado por definirlos: fuese cual
fuese la especialización o profesión de alguien, ya fuese trabajador agrícola o
terrateniente hereditario, esta dictaminaba dónde vivía, qué comía y cómo vestía,
así como con quién compartía intereses sociales y con quién entraba en conflicto a
causa de estos. Con el tiempo, esto provocó la formación de clases socioeconómicas
determinadas que luchaban entre ellas.

Según Marx, la historia humana ha tenido cuatro grandes etapas basadas en cuatro
formas diferentes de propiedad: el sistema tribal originario de propiedad común, el
antiguo sistema de propiedad comunal o estatal (en el que tienen comienzo la
esclavitud y la propiedad privada), el sistema de propiedad feudal o patrimonial y
el actual sistema de producción capitalista. Cada una de estas etapas representa
una forma diferente de sistema económico o «modo de producción», y las
transiciones entre ellas están marcadas en la historia por períodos políticos
agitados, como guerras y revoluciones, en los que una clase opresora se ve
sustituida por otra. El Manifiesto comunista popularizó la idea de que la
comprensión del sistema de propiedad de cualquier sociedad, y en cualquier época,
nos proporciona la clave para llegar a comprender sus relaciones sociales.
El surgimiento de las instituciones culturales

A finales del siglo XVIII y en el XIX, la alta burguesía disfrutaba de todos los lujos mientras los trabajadores
de sus fábricas o posesiones padecían una terrible pobreza
Marx opina también que el análisis de los fundamentos económicos de cualquier
sociedad nos permite ver que las alteraciones en su sistema de propiedad hacen
variar, a su vez, las de sus «superestructuras»: la política, el derecho, la religión, la
filosofía y el arte, que se desarrollan para servir a los intereses de la clase opresora,
promoviendo sus valores e intereses y desviando la atención respecto a las
realidades políticas. Aun así, la clase opresora tampoco es quien determina los
acontecimientos o las instituciones. Hegel había explicado que cada época se ve
arrastrada por el Zeitgeist, o «espíritu de la época», idea con la que Marx está de
acuerdo. Ahora bien, donde Hegel veía el Zeitgeist determinado por un espíritu
absoluto que se desarrollaba en el tiempo, Marx lo ve determinado por las
relaciones sociales y económicas de la época, que son las que definen las ideas o
«conciencia» de los individuos y las sociedades. En la perspectiva marxista, la
gente no deja su sello en la época que habita, dándole forma, sino que es la época la
que define a las personas.
La revisión marxista de la filosofía de Hegel, de un desarrollo del espíritu a uno de
las formas de producción sociales y económicas, se vio también influida por otro
filósofo alemán, Ludwig Feuerbach, quien creía que la religión tradicional es falsa
intelectualmente –no se ve corroborada por ningún tipo de razonamiento– y
contribuye a la miseria humana. Feuerbach afirma que el hombre crea a los dioses
a su imagen, a partir de una mezcolanza de las virtudes supremas de la humanidad,
y que, después, se ata a estos dioses e inventa religiones, prefiriendo estos
«sueños» al mundo real. Así, la gente se aliena al compararse a sí misma con un
dios que ha olvidado que creó.

Marx también opina que la gente se ata a la religión porque busca un lugar en el
que el individuo no se vea despreciado o alienado, pero explica que esto no es
debido a ningún dios autoritario, sino a hechos materiales en la vida diaria de cada
cual. Para él, la respuesta no está sólo en la eliminación de la religión, sino en un
cambio político y social total.

Una utopía marxista

La Revolución Industrial dispuso la especialización en forma de empleos remunerados. Así, la gente formó
grupos o clases integradas por aquellos que compartían categoría socioeconómica.
Además de su relato sobre la historia humana hasta la aparición de las clases
burguesa y proletaria, el Manifiesto comunista incluye otras exposiciones acerca de
la sociedad, la política y la economía. Por ejemplo, argumenta que el sistema
capitalista no es meramente explotador, sino financieramente inestable por
naturaleza, lo que lleva a la repetición de crisis comerciales cada vez más graves, a
la pobreza cada vez mayor de los trabajadores y a la emergencia del proletariado
como única clase genuinamente revolucionaria. Por primera vez en la historia, la
clase revolucionaria representa a la gran mayoría de la humanidad.

Revoluciones de inspiración socialista se extendieron por Europa después de la publicación del


Manifiesto comunista. Entre ellas, la revolución de febrero de 1848 en París.
Dichos acontecimientos se ven respaldados por la creciente complejidad de los
procesos de producción. Marx predijo que el desarrollo de la tecnología llevaría a
un aumento del desempleo, lo que alienaría cada vez a más gente de los medios de
producción, y a la división de la sociedad en dos: una gran masa de gente
empobrecida y unos pocos que poseerían y controlarían los medios de producción.
Siguiendo las reglas de la dialéctica, este conflicto terminaría en una revolución
violenta que implantaría una nueva sociedad sin clases Esta sería la sociedad
utópica y libre de conflictos que marcaría el final de la dialéctica. Marx opinaba que
esa sociedad perfecta no necesitaría un gobierno, sino tan sólo una administración
que pondrían en marcha los líderes de la revolución: el «partido» comunista (con
lo que se refería más a quienes se adhiriesen a la causa que a ninguna organización
específica). En este nuevo tipo de Estado (que Marx llamó «dictadura del
proletariado»), la gente disfrutaría de una democracia genuina y de una propiedad
socializada de la riqueza. Marx pensaba que, poco después de este último cambio
en el modo de producción hacia una sociedad perfecta, desaparecería el poder
político tal como se había entendido hasta entonces, ya que no habría ninguna
razón para la disensión política o el crimen.

El poder político

Marx predijo que el resultado de las intensas


luchas de clases en Europa entre la burguesía y la clase trabajadora asalariada se
haría evidente tan sólo cuando la gran mayoría de la gente careciese de propiedad y
se viese obligada a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario. Creía que la
desproporción entre la pobreza y la gran riqueza de unos pocos se iría haciendo
cada vez más obvia y el comunismo se iría volviendo cada vez más atractivo.

Sin embargo, Marx no esperaba que los opositores del comunismo cediesen
fácilmente sus privilegios. En cada período histórico, la clase opresora siempre ha
gozado de la ventaja de controlar tanto el gobierno como la justicia para reforzar su
dominio económico. Así, el Estado moderno era, en palabras del propio Marx, «un
comité para la gestión de los asuntos de la clase burguesa», y las luchas de grupos
excluidos para que se tuvieran en cuenta sus propios intereses –como la batalla
para extender el derecho al voto– no eran sino maneras en las que se expresaba a
corto plazo el conflicto económico subyacente. Marx veía los partidos y los
intereses políticos como meros vehículos de las ambiciones económicas de las
clases opresoras, que estaban obligadas a aparentar que actuaban en nombre del
interés general para alcanzar el poder o mantenerlo.

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