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Sin buenas instituciones todo lo demás es ilusión

Toda estrategia económica se aplica dentro de un marco institucional


determinado. No se hace en un vacío. Esto nos lleva a definir qué son las
instituciones, porque sin ellas funcionando de manera adecuada, ningún
modelo económico tendrá éxito.

Las instituciones tienen dos acepciones en economía: en primer lugar, son


organizaciones, como el Congreso, las universidades, la Policía Nacional, un club
de futbol, etc. En segundo lugar, son las reglas de juego, algunas formales como
la Constitución Política y otras informales que responden más a costumbres y
hábitos de la población. Tanto las primeras como las segundas determinan
cómo funcionan las economías, pues todas las sociedades funcionan con reglas,
algunas no escritas.

La corrupción puede considerarse una institución, pues se trata de una mala


costumbre en nuestro país, un mal hábito, que está extendido en amplios
segmentos poblacionales. Las reglas tributarias también son una institución. En
el primer caso se trata de una institución informal, mientras en el segundo,
formal. El punto es que dentro del marco institucional que cada sociedad tiene,
funciona una economía. Por eso es que cualquier reforma que se quiera hacer
en el campo económico debe ser antecedida por una mejora institucional.

¿Cómo podría fluir la inversión privada, tan importante para reactivar la


economía, si no evitamos que en el camino funcionarios corruptos encarezcan
el proceso buscando intereses personales a cambio de una coima? ¿O es que no
se puede hacer nada y que debemos caer en la corrupción para poder
funcionar? ¿Cómo aumentamos la inversión pública si los Gobiernos Locales,
Regionales y Central no tienen capacidad de gestión? ¿Cómo sostenemos un
país en el que la formalidad solo funciona para 22% de los trabajadores y la
mitad de las empresas? ¿Cómo podemos avanzar en un país en el que nadie
cree en nadie y reina la intolerancia y desconfianza?

Note, estimado lector, que se trata de factores que en apariencia no están


relacionados con la economía. Sin embargo, lo están y mucho. Imagine usted,
cuánto tiene que invertir una empresa en seguridad, cuántos días pierde en
trámites con el Gobierno, las dificultades que enfrenta cuando pretende que el
Poder Judicial le resuelva un problema. Los funcionarios públicos parecen no
seguir las reglas establecidas, sino que la mayoría favorece a unos sobre otros.
Por eso no sorprende que los países más competitivos del mundo sean aquellos
con mejores instituciones y como consecuencia de ellos, resultados económicos
positivos y mayor calidad de vida. La clave está en encontrar cómo cambiar las
instituciones y aunque todos creen tener la receta perfecta para mejorar el
marco institucional, hay una verdad universal: no sabemos cómo hacerlo.

Mientras no tengamos mejores instituciones, mientras no cambiemos las


personas, resulta muy difícil que seamos un país competitivo, capaz de brindar a
sus ciudadanos servicios básicos de calidad. Por eso es que las cosas no
funcionan en nuestro país. El debate institucional está más allá de la izquierda y
la derecha y es anterior a ellas. Miremos el mundo y veamos por qué algunos
países funcionan mejor que otros. Por ahí debería estar la agenda del Gobierno.

Mejoremos en línea con la OCDE


El Perú fue invitado a formar parte de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos (OCDE) el 25 de enero de 2022, lo cual dio inicio al
proceso de adhesión.

Este hecho representa un importante hito para integrarnos a la OCDE, luego de


que el Perú presentara su solicitud de incorporación en noviembre de 2012 y
fuera invitado a participar en el “Programa País” en abril de 2014.

En aquella época, el Perú se había comprometido a implementar reformas en


sus políticas públicas con miras a cumplir con los estándares de la OCDE.

Así, será objeto de evaluaciones técnicas para verificar que está alineado con los
mayores estándares, prácticas y políticas.

Uno de los temas a priorizar en dicha evaluación será la gobernanza pública, que
incluye el desarrollo del gobierno digital. Además de ser un requisito para ser un
país miembro, un gobierno digital permite fomentar un gobierno abierto,
transparencia e inclusión; fomentar el diseño y entrega de servicios públicos
centrados en el ciudadano; reducir costos y procesos administrativos; entender
mejor las cada vez más cambiantes necesidades de los ciudadanos, entre
otros (OECD, s.f.).

Bajo este contexto, el Perú ha realizado diversos esfuerzos por incorporar el


gobierno digital como parte de la gestión pública.

¿Qué hemos logrado en materia de gobierno digital y qué nos falta para
alcanzar el estándar de la OCDE? Para responder a la primera interrogante, se
presenta en la Figura 1 una línea de tiempo con los principales avances en
materia de gobierno digital.

Así, durante la primera década y en los primeros años de la segunda, en el Perú


se desarrolló el gobierno electrónico, entendido como el uso de tecnologías de
la información y la comunicación (TIC) para mejorar la gobernanza.

En 2014, la OCDE emitió recomendaciones para una transición hacia el gobierno


digital, donde la tecnología digital permite crear valor público (OECD, 2014).

Sin embargo, si bien los esfuerzos del Perú en implementar un gobierno


electrónico sirvieron de base para comenzar a desarrollar un gobierno digital el
avance no ha sido tan veloz como otros países de la región (OECD, 2019).

En efecto, la creación de la Secretaría de Gobierno Digital (SEGDI) se dio recién


en 2017, como entidad encargada de liderar la implementación del gobierno
digital.

Luego, en 2018 se aprobó la Ley de Gobierno Digital, que permitió brindar un


marco normativo al mencionado proceso, luego de que culminara la vigencia de
la Agenda Digital 2.0 (2011-2015).

Ese mismo año se implementó la plataforma GOB.PE para centralizar la


interacción digital desde el Estado, y se creó la figura de líder de gobierno
digital en cada entidad para asistir en el proceso de transición.

Posteriormente, en 2020 se aprobó la Agenda Digital al Bicentenario y el


Sistema Nacional de Transformación Digital (cuyo reglamento fue aprobado en
2021).
En cuanto a la segunda interrogante, entre los retos pendientes está el muy
necesario cambio de paradigma entre los funcionarios públicos con relación al
rol de la tecnología en la gestión, la cual es vista como una función de soporte,
no una estratégica (OECD, 2019).

En ese sentido, es clave el trabajo conjunto entre la SEGDI y SERVIR para


desarrollar capacidades acordes al nuevo paradigma. E igualmente importante
es contar con un esquema de incentivos para atraer y retener talento que
cuente con habilidades en TIC.

Otro aspecto pendiente es asignar recursos que fomenten la implementación de


proyectos digitales en la gestión pública (OECD, 2019).

Ello no solo pasa por incrementar el presupuesto en las áreas de TI de cada


entidad. También se podría abordar mediante fondos concursables que
acerquen al sector privado y la academia a colaborar con el Estado.
En línea con lo anterior, en términos de gobierno abierto, es importante
identificar con qué información cuenta el Estado, qué tan accesible es para el
público y qué valor se puede extraer de ella.

Al 2017, el índice OURdata de la OCDE mostró que el Perú se encontraba muy


cerca al promedio de países de la OCDE. Sin embargo, está pendiente
incrementar el uso de la información, lo cual pasa por mejorar las habilidades
necesarias, tanto de los funcionarios como la población general, para su
aprovechamiento y apropiación.

Adicionalmente, no se cuenta aún con un modelo que permita identificar el


grado de madurez en términos de gobierno digital en una entidad pública (MEF,
2021).

La falta de indicadores dificulta la posibilidad de medir el nivel de avance hacia


los estándares de la OCDE y limita la capacidad de establecer medidas
prospectivas o correctivas.

No se puede negar que los beneficios de un gobierno digital han cobrado


especial importancia durante la pandemia.

Gracias a la digitalización de diversos servicios públicos, ha sido posible


sobrellevar un poco mejor la situación. Ahora que esta va llegando a su fin,
tomemos la tan esperada invitación para formar parte de la OCDE como
motivación para seguir avanzando en la implementación del gobierno digital.

Desde luego, que el avance en esta agenda dependerá del liderazgo que se
obtenga al más alto nivel gubernamental y que se plantee como una política de
Estado que trascienda al gobierno de turno. En el mundo en que vivimos de
cambios tecnológicos disruptivos, cumplir con esta meta permitirá tener un
gobierno funcional y moderno en servicio de la ciudadanía.
Documento estrictamente para la Academia
Fuente: Diario Gestión; Luis Miguel Castilla y Franco Sebastiani, Videnza Consultores.
Profesor M. Romero

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