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Anexo.

La urgencia: Dificultades en los diagnósticos 45

CAPÍTULO 2

EL HOMBRE: SUJETADO POR LA CULTURA

“RITUAL”
Capítulo 2
El hombre: sujetado por la cultura

“El aullido desgarrador es la llamada abisal. La llamada abisal


tiene dos órganos sonoros y visibles, a los cuales debe agregarse
el nacimiento, el coito y la muerte. Vivimos en la ausencia paté-
tica temporal. Temporal quiere decir continuamente origina-
ria. Continuamente obediente. Los antiguos griegos pretendían
que los dioses daban órganos a los hombres para responder al
llamado del abismo del promontorio o de la gruta manantial.
Píndaro dice de la Pythica XII Atenea ofreció el aulus a los hom-
bres para que difundieran su lamento”.1
Pascal Quignard

Cuerpo y organismo

P
ara introducirnos ahora desde el psicoanálisis, en la proble-
mática de la psicopatología y de las enfermedades mentales
tomaremos como referencia inicial los conceptos acerca de la
pérdida de la naturalidad en el hombre, en tanto está atravesado
por la cultura y por el lenguaje que no sólo lo nombra sino que lo
estructura como sujeto. El lenguaje transformará también su or-
ganismo natural y contingente en un cuerpo que ha perdido lo
instintivo al ser tocado, nombrado, libidinizado por quienes se han
ocupado de sus cuidados provocando la primera marca: el trauma
de estar en el lenguaje.
Este sujeto a quien un Otro lo aloja, lo recibe, lo espera, lo desea
o no, estará sujetado por la cultura. Sus instintos perderán natura-
lidad y se transformarán en pulsiones.

1. Quignard, P., El odio a la música. Diez pequeños tratados, Andrés Bello,


Barcelona. 1998.
48 Inés Sotelo: Psicopatología <> Psicoanálisis

Del instinto a la pulsión

El concepto de pulsión, sus alcances y el ordenamiento que se


produce en los humanos, será uno de los conceptos fundamentales
del psicoanálisis.
Para el hablante-ser,* el hombre, aún las funciones básicas que
conservan su vida, tales como alimentarse, abrigarse, descansar,
han perdido su carácter instintivo y se anudan a su modo de habi-
tar el mundo. Pensemos así en las particularidades de la cocina típi-
ca de las diversas regiones, o el uso de una cena para seducir o para
cerrar un negocio; allí el instinto de saciar el hambre está perdido
abriendo paso a deseos o intereses que le aportan su más allá.
En el acto sexual ubicamos también la evidencia de que lo pul-
sional avanza sobre el instinto desplegando pulsiones tiernas y agre-
sivas en acciones cargadas de energía libidinal.

Pulsión en Freud

Trabajaremos el concepto de pulsión en la obra de Freud,


quien escribe un artículo fundamental en el año 1915: “Pulsio-
nes y destinos de pulsión”.2
Se refiere allí a la pulsión como el elemento más importante y
oscuro de la investigación psicológica, definiéndola como un concep-
to fronterizo entre lo anímico y lo somático, como un representante
psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y
alcanzan el alma.
Aquí utilizará repräsentant, que luego cambiará por reprä-
sentanz cuyo significado, (agencia representante) es un término
más abstracto.
En ese momento, Freud no diferenciaba entre pulsión y la agen-
cia representante psíquica, estableciendo Strachey, su traductor,

*Este término: “hablante-ser” o “parlanteser” es la traducción de una palabra


creada por Lacan en francés: parlêtre, término que condensa parler (hablar) y
être (ser), vinculando el hablar con la parlotte: parloteo. El hombre habla y su ser
es un efecto de lenguaje, afirmando también que el hombre habla pero es por-
que el símbolo lo ha hecho hombre.
2. Freud, S. (1915) “Pulsiones y destinos de pulsión”. En Obras Completas,
Volumen 14. Amorrortu, Buenos Aires. 1979.
Capítulo 2. El hombre: Sujetado por la cultura 49

que consideraba a la pulsión misma como el representante psíquico


de fuerzas somáticas.
En el texto “Lo inconsciente” dirá que “una pulsión nunca pue-
de pasar a ser objeto de la conciencia; sólo puede serlo la represen-
tación que es su representante. Tampoco en el interior de lo incons-
ciente puede estar representada si no es por la representación”.
Al hablar de moción pulsional reprimida, nos referimos a mo-
ción pulsional cuya “agencia representante-representación es in-
consciente”.3

Recorrido por el concepto de pulsión

1900: Encontramos en la obra de Freud el concepto de trieb.

1905: Escribe “Tres ensayos para una teoría sexual”4 y allí menciona a
la pulsión sexual y a la libido como expresión de la pulsión sexual.

1907: En el texto “Acciones obsesivas y prácticas religiosas”5 aparece


la expresión: mociones pulsionales. La pulsión es caracterizada
como fuerza constante a diferencia del estímulo intermitente.

1916: En la “Conferencia 26” 6 hablará del “interés yoico” en oposi-


ción con libido, permaneciendo oscura la naturaleza exacta
de las pulsiones no libidinales.

1920: En su obra “Más allá del principio del placer” 7 dirá que la
libido narcisista es una exteriorización de fuerzas de pulsio-
nes sexuales y que es preciso identificarla con las pulsiones de
autoconservación. Todavía sostiene la posición dualista e in-
troduce su hipótesis de pulsión de muerte.

3. Freud, S. (1915) “Lo inconsciente”. En Obras Completas, Volumen 14. Amo-


rrortu, Buenos Aires. 1979.
4. Freud, S. (1905) “Tres ensayos de teoría sexual”. En Obras Completas, Volu-
men 7. Amorrortu, Buenos Aires. 1983.
5. Freud, S. (1907) “Acciones obsesivas y prácticas religiosas”. En Obras Com-
pletas, Volumen 9. Amorrortu, Buenos Aires. 1986.
6. Freud, S. (1917) “26ª Conferencia: La teoría de la libido y el narcisismo”. En
Obras Completas, Volumen 16. Amorrortu, Buenos Aires. 1984.
7. Freud, S. (1920) “Más allá del principio de placer”. En Obras Completas,
Volumen 18. Amorrortu, Buenos Aires. 1979.
50 Inés Sotelo: Psicopatología <> Psicoanálisis

1930: En “El Malestar en la cultura”8 Freud desarrolla los concep-


tos de pulsiones agresivas y destructivas. En el capítulo VII
Freud afirma: “El efecto que la renuncia de lo pulsional ejerce
sobre la conciencia moral se produce entonces, del siguiente
modo: cada fragmento de agresión de cuya satisfacción nos
abstenemos es asumido por el superyó y acrecienta su agre-
sión contra el yo.” 9 En realidad destaca que esta pulsión agre-
siva permanece en la intimidad de cada sujeto a través del
superyó, cuya ferocidad es evidente en particular en las psico-
sis, donde la voz del superyó se hace audible. Sabemos con Freud
de las paradojas del superyó, cuanto más se lo obedece, más
feroz se vuelve y si bien es el heredero del complejo de Edipo, es
decir producto de estar en la cultura, y como tal impide la satis-
facción, a la vez participa de la pulsión agresiva, dejando un
resto imposible de reprimir: inclinación humana al mal, la agre-
sión, la destrucción y la crueldad, tal como nos advierte Freud,
en muchos lugares de su obra entre los que recordamos la carta
de Freud a Einstein: “¿Por qué la guerra?”10

Eros y Thánatos

En 1931, la Comisión Permanente para la Literatura y las Ar-


tes de la Liga de las Naciones, encargó al Instituto Internacional de
Cooperación Intelectual que organizara un intercambio epistolar
entre intelectuales representativos, sobre temas de interés común.
Una de las primeras personalidades a las cuales se dirigió el Institu-
to fue Einstein y él sugirió como interlocutor a Freud.
Einstein le formula a Freud los siguientes interrogantes:
-¿Hay algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la
guerra?
-¿Como es posible que un pequeño grupo someta al servicio de sus
ambiciones, la voluntad de la mayoría?

8. Freud, S. (1930) “El malestar de la cultura”. En Obras Completas, Volumen


21. Amorrortu, Buenos Aires. 1979.
9. Freud, S. (1930) “El malestar de la cultura”. En Obras Completas, Volumen
21. Amorrortu, Buenos Aires, 1979.
10. Freud, S. (1933) “¿Por qué la guerra?”. En Obras Completas, Volumen 22.
Amorrortu, Buenos Aires. 1979.
Capítulo 2. El hombre: Sujetado por la cultura 51

-¿Cómo se despiertan en los hombres tan salvaje entusiasmo, hasta


llevarlos a sacrificar su vida?
-¿Es posible controlar la evolución del hombre como para ponerlo a
salvo del odio y destructividad?
Como podemos verificar, estos interrogantes conservan su vi-
gencia varias décadas después en un mundo que despliega su
violencia en variadas formas: terrorismo, hambre, desocupación,
fundamentalismos diversos, analfabetismo, marginación, siste-
mas de salud deficientes...
Veamos las respuestas de Freud.
Los conflictos de intereses de los hombres se zanjan en princi-
pio mediante la violencia y se referirá a la horda primitiva en la
cual era la fuerza física la que decidía los conflictos; luego será la
fuerza de las armas, siendo el triunfo la muerte o el sometimiento
del contrincante.
Freud dirá que el régimen se modificó, llevando de la violencia
al derecho, siendo éste el poder de la comunidad que establecerá
leyes para legitimar la ejecución de actos de violencia acordes a ellas.
“En la admisión de tal comunidad de intereses se establecen entre
los miembros de un grupo de hombres unidos, ciertas ligazones de
sentimiento, ciertos sentimientos comunitarios en que estriba su
genuina fortaleza”.11 Se doblega la violencia porque se transfiere el
poder a una unidad mayor cohesionada por ligazones de sentimien-
to entre sus miembros.
Freud afirma que estas leyes, escritas por los dominadores, con-
ceden pocos derechos a los sometidos y que la violencia se manifes-
tará en pequeñas luchas internas o en grandes guerras e interroga:
¿Como saber reconocer la locura de la norma?
Sostiene también que son dos cosas las que mantienen unida a
una comunidad: la compulsión de la violencia y las ligazones de
sentimientos, identificaciones, entre sus miembros.
Pulsiones eróticas, Eros, y pulsión de agresión o destrucción,
Thánatos, presentes en el hombre y en los fenómenos de la vida en
la que actúan conectadas, sirviendo muchas veces de pretexto los
ideales para desplegar la agresión y destructividad.
Desde épocas inmemoriales se desenvuelve el proceso de desa-
rrollo de la cultura, que tal vez lleve a la extinción de la especie

11. Freud, S. (1933) “¿Por qué la guerra?”. En Obras Completas, Volumen 22.
Amorrortu, Buenos Aires. 1979.
52 Inés Sotelo: Psicopatología <> Psicoanálisis

humana. El proceso cultural lleva a un progresivo desplazamiento


y limitación de las metas pulsionales.
El malestar surge porque en las exigencias contrarias a la
pulsión está presente la satisfacción del Superyó con su exigencia
cruel. Eric Laurent en “Las paradojas de la Identificación” afirma que:
“...la pulsión misma contribuye a dicha civilización y ayuda
poderosamente a constituir el catálogo imperioso, inconsisten-
te y siempre incompleto de las obligaciones legales y morales
imposibles de cumplir íntegramente”, “... la barbarie, la pulsión
de muerte, se aloja en la civilización misma...”, “...horror
pulsional descubierto en la pulsión de muerte”, “...es la pulsión
que opera en el corazón mismo de lo que se sueña como fuera
de su alcance y totalmente dedicado al ideal de un orden so-
cial universal”.12

Exceso que produce el goce, mientras que el psicoanalista habi-


lita al sujeto a hacerse responsable.
En El malestar en la cultura Freud afirma que hay dificulta-
des inherentes a la esencia de la cultura,
“... hoy los seres humanos han llevado tan adelante su dominio
sobre las fuerzas de la naturaleza que con su auxilio les resulta-
rá fácil exterminarse unos a otros, hasta el último hombre. Ellos
lo saben, de ahí buena parte de la inquietud contemporánea, de
su infelicidad, de su talante angustiado. Y ahora cabe esperar
que el otro de los dos poderes celestiales, el Eros eterno, haga el
esfuerzo para afianzarse en la lucha contra su enemigo igual-
mente inmortal. ¿Pero quien puede prever el desenlace?”.13

Freud propone en la carta a Einstein: “Acaso no sea una espe-


ranza utópica que el influjo de la actitud cultural y la angustia ante
los efectos de la guerra ponga fin a las guerras en época no muy
lejana... mientras tanto decimos que todo lo que promueva el desa-
rrollo de la cultura trabaja también contra la guerra...”.14

12. Laurent, E. “Las paradojas de la identificación”. Paidós, Buenos Aires.


1999.
13. Freud, S. (1930) “El malestar de la cultura”. En Obras Completas, volumen
21. Amorrortu, Buenos Aires. 1979.
14. Freud, S. (1933) “¿Por qué la guerra?”. En Obras Completas, volumen 22.
Amorrortu, Buenos Aires. 1979.
Capítulo 2. El hombre: Sujetado por la cultura 53

Fuente, empuje, meta y objeto de la pulsión

Volviendo a las características de la pulsión, Freud va a dife-


renciarla del estímulo externo, ya que el estímulo pulsional provie-
ne del interior del propio organismo. En tanto que un estímulo inci-
de de un solo golpe, la pulsión actúa como fuerza constante que
busca satisfacción para cancelarse.
Al referirse a la pulsión, Freud diferenciará:
Fuente: será el estímulo situado en el interior (Drang).
Empuje: será la fuerza constante característica de la pulsión (Ziel).
Meta: así llamará a la satisfacción que se logra con la supresión de
la estimulación. Sale de la fuente y vuelve a la fuente (zona
erógena) dibujando el objeto, hueco de la pulsión.
Objeto (Objekt): el objeto estará perdido estableciéndose una rup-
tura entre el sujeto y el objeto de la satisfacción humana, para la
cual no hay objeto que la colme.
La pulsión se realiza como un modo de satisfacción cuyo correla-
to es el sujeto mismo en los procesos inconscientes. El trayecto pulsio-
nal circular traza un recorrido en el que la pulsión se satisface.
¿Qué pulsiones pueden establecerse? Freud propone dos grupos:
-yoicas y de autoconservación.
-sexuales, que son numerosas, brotan de múltiples fuentes orgáni-
cas, al principio actúan independientemente y luego se reúnen
en una síntesis. Pueden cambiar de objeto y operan alejadas de
sus metas originales.

Destinos de pulsión

Establece Freud diversos modos de defensa que localizará como


destinos de la pulsión:
A. Trastorno hacia lo contrario.
B. Vuelta hacia la propia persona.
C. Represión.
D. Sublimación.
54 Inés Sotelo: Psicopatología <> Psicoanálisis

A. El primer destino de la pulsión será la vuelta hacia lo


contrario:

1. Vuelta de la pulsión de la actividad a la pasividad; la meta activa


tal como martirizar o mirar es reemplazada por la meta pasiva: ser
martirizado, ser mirado.
2. Trastorno en cuanto al contenido: se descubre en el cambio del
amor en odio.

B. La vuelta hacia la propia persona:

Como ejemplo de este movimiento encontramos al masoquismo,


que es el sadismo vuelto hacia el propio yo y la exhibición que lleva
a mirar el propio cuerpo. Freud explica que el masoquista goza de la
furia que cae sobre él y el exhibicionista goza de su desnudez. En
este proceso se mantiene inalterada la meta es decir la satisfacción
aunque cambie la vía del objeto.
Freud desarrollará los conceptos acerca del par de opuestos sa-
dismo-masoquismo, el modo en que se presentan, la transformación
en lo contrario, afirmando que la pulsión se caracteriza por la ambi-
valencia en tanto una moción pulsional se halla junto a su opuesto.
En el narcisismo las pulsiones sexuales se satisfacen autoeró-
ticamente volviendo sobre el yo y cambiando de actividad a pasivi-
dad. En este modo autoerótico el objeto se eclipsa tras el órgano
que en realidad es su fuente. Así afirma que el objeto de la pulsión
de ver no es el ojo.

C. La represión

Pilar fundamental sobre el que descansa el edificio del psicoa-


nálisis; este concepto, Verdrängung, está presente desde los inicios
del psicoanálisis pero recién en 1926 en “Inhibición, Síntoma y An-
gustia”,15 Freud restringe el uso de represión para este mecanismo
en particular separándolo de las “defensas” en general con las que
designa todas las técnicas de las que se sirve el YO en los conflictos
que llevan a la neurosis. Y en 1933 afirmará que la angustia es
una de las fuerzas impulsoras de la represión.

15. Freud, S. (1926) “Inhibición, Síntoma y Angustia”. En Obras Completas,


Volumen 20. Amorrortu, Buenos Aires. 1979.
Capítulo 2. El hombre: Sujetado por la cultura 55

D. La sublimación

“Consiste en que la pulsión se lanza a otra meta, distante de la


satisfacción sexual”.16 Freud explica que el acento recae sobre la
desviación respecto de lo sexual; así, hay un cambio en el destino
de la pulsión que pasa a satisfacerse en una actividad socialmente
aceptada. En “El malestar de la cultura” le dará un lugar destaca-
do en el desarrollo cultural. Aquí sostiene que la sublimación de
las pulsiones “posibilita que actividades psíquicas superiores –cien-
tíficas, artísticas, ideológicas– desempeñen un papel tan sustanti-
vo en la vida cultural”.17

La represión

Volviendo al texto de 1915, “La Represión”,18 Freud afirma allí


que uno de los destinos de la moción pulsional es el de chocar con
resistencias que quieren hacerla inoperante y el motivo de displacer
cobre un poder mayor que el placer de la satisfacción.
Destaca que este mecanismo de defensa no está desde el origen,
y su esencia es la de rechazar algo de la conciencia y mantenerlo
alejado de ella.
Así sostiene la correlación entre represión e inconsciente,
diferenciando la represión primordial como primera instancia
en que a la agencia representante de la pulsión se le deniega la
admisión en lo consciente, estableciéndose una fijación entre la
agencia y la pulsión.
Habría una represión primaria, primera fase de la represión,
que consiste en que a la agencia representante psíquica, se le de-
niega la admisión en lo consciente, estableciéndose una fijación;
mientras la agencia representante se mantiene inmodificable, la
pulsión sigue ligada a ella.

16. Freud, S. (1914) “Introducción del narcisismo”, en Obras Completas, Volu-


men 14. Amorrortu, Buenos Aires, 1979.
17. Freud, S. (1930) “El malestar de la cultura”. En Obras Completas, Volumen
21. Amorrortu, Buenos Aires. 1979.
18. Freud, S. (1915) “La represión”. En Obras Completas, Volumen 14. Amo-
rrortu, Buenos Aires, 1979.
56 Inés Sotelo: Psicopatología <> Psicoanálisis

En la segunda etapa, la represión cae sobre retoños psíquicos


de la agencia representante reprimida o sobre los itinerarios que
entraron en vínculo asociativo con ella, por lo que estas representa-
ciones tendrán el mismo destino que lo reprimido primordial que
ejerce una fuerza de atracción.
En las neurosis, vemos que la represión no impide a la agencia
representante de la pulsión seguir existiendo en lo inconsciente,
organizarse, formar nuevos elementos y anudar conexiones.
Los síntomas neuróticos son retoños de lo reprimido que por
intermedio de los síntomas acceden a la conciencia, desfigurados
y distanciados.
Freud afirma que lo reprimido ejerce una presión continua en
dirección a lo consciente y necesita de una fuerza opuesta e incesante
para equilibrarse, encontrando en los sueños modos de expresarse.
Cuantitativamente, la pulsión tiene tres destinos posibles: es
sofocada por completo o sale a la luz como un afecto o bien, se trans-
forma en angustia. Es decir que aquí Freud hablará de un nue-
vo destino de la pulsión: la transposición en afectos, en particu-
lar en angustia.
Si la represión no tenía otro motivo que evitar el displacer, el
destino del monto de afecto de la agencia representante importa
mucho más que el destino de la representación, siendo decisivo so-
bre el proceso represivo, el cual fracasa si no consigue evitar las
sensaciones de displacer o angustia.
La represión crea una formación sustitutiva, dejando síntomas
como secuela, como retorno de lo reprimido.
Freud dará ejemplos de histeria de angustia donde la moción
pulsional amorosa hacia el padre, ligada a la angustia frente a él,
por efecto de la represión se separa del padre y se liga a otro objeto
que se transforma en objeto de angustia.
Para la histeria de conversión señala que el contenido de repre-
sentación de la agencia representante de la pulsión, se separa del
monto de afecto siendo sustraído de la conciencia y como formación
sustitutiva aparece el síntoma, que pasa al cuerpo como exaltación
o inhibición con la eliminación del monto de afecto.
En la neurosis obsesiva, destaca la ambivalencia entre lo hostil
y sádico por un lado y lo tierno por otro. Lo hostil hacia la persona
amada cae bajo la represión y el afecto desaparece al principio y
como formación sustitutiva aparecen los escrúpulos.
Finalmente fracasa la represión y el afecto desaparecido retorna
transformado en angustia de conciencia moral, reproches sin medida.
Capítulo 2. El hombre: Sujetado por la cultura 57

Como vemos Freud considera el mecanismo de represión como


propio de las psiconeurosis de transferencia: histeria y obsesión.
Para las psiconeurosis narcisistas (psicosis) dirá que libido ex-
traída no busca un nuevo objeto sino que se recoge en el YO.
Sostiene entonces que represión y transferencia son propias de
la neurosis, mientras que para las neurosis narcisistas, psicosis, otro
mecanismo más eficaz estará en juego.
En el capítulo VII de “Lo inconsciente”19 trabajará acerca de las
perturbaciones en las psicosis a nivel del lenguaje y a nivel del cuer-
po, en el cual el desorden estalla: voces, miradas, alucinaciones y el
“dicho esquizofrénico”, al cual Freud llama lenguaje de órgano.
Trabajaremos un próximo capítulo acerca de cómo se ordena en
el hombre lo pulsional en juego, bajo mecanismos diferentes en neu-
rosis, psicosis y perversión, ordenamiento que producirá consecuen-
cias en la relación del sujeto con su propio cuerpo, con sus pensa-
mientos, con el lazo con los otros.

La pulsión invocante y la voz

Freud distinguirá las pulsiones: oral, anal y fálica, agregando


Lacan las pulsiones: invocante, cuyo objeto es la voz y escópica, cuyo
objeto es la mirada.
Para Lacan, la pulsión recorre un circuito, un montaje partien-
do de la zona erógena, rodea el objeto que él denomina objeto a, un
objeto intangible en la realidad, y retorna al punto de partida pro-
duciendo su satisfacción en el recorrido mismo.
Los objetos freudianos: el pecho, las heces, el falo, lo son en
tanto están separados del cuerpo, están destinados a ser objetos que
ligan y separan al sujeto del Otro materno, de aquél que le prodiga
los primeros cuidados. Lacan agregará la voz y la mirada y los des-
cribe a partir de la relación con el Otro. No son partes del cuerpo.
Insistimos en que al entrar como objetos de la pulsión en el funcio-
namiento psíquico, pierden la coincidencia con la realidad del or-
ganismo; el órgano seno de la madre es el soporte imaginario, pero no
coincide exactamente con el objeto pecho que puede cederse y también

19. Freud, S. (1915) “Lo inconsciente”. En Obras Completas, Volumen 14. Amo-
rrortu, Buenos Aires. 1979.
58 Inés Sotelo: Psicopatología <> Psicoanálisis

pertenece al sujeto; cuando el niño se separa, cede el seno, se pro-


duce una pérdida, una extracción del objeto constituyéndose así
como sujeto.
En el objeto anal, son las heces el soporte imaginario existente
en la realidad; siendo la evacuación una función vital del organismo,
queda sometida además a la Demanda del Otro materno que reclama
control y expulsión. Las heces se transforman en un don, teniendo
un lugar fundamental en la estructuración de la neurosis obsesiva.
En el caso del falo se observa con claridad cómo un órgano, el
pene, es elevado a la categoría de un objeto que por la operatoria de
la castración puede ser separado del cuerpo y faltar, en varones y
niñas, allí donde en la realidad nada falta.
La amenaza de castración y la envidia del pene dan cuenta, en
las neurosis, de cómo el órgano viril pasa a transformarse en un
objeto que con su falta abre el camino del deseo acotando el exceso
desmedido de la satisfacción, del goce pulsional.
Estos objetos separables del cuerpo, de una zona erógena deli-
mitada como un borde, tienen la particularidad de ser fácilmente
imaginarizables en tanto hay un objeto de la realidad con el que se
los podría hacer coincidir.
La voz y la mirada, son objetos que por no coincidir con el órga-
no oreja ni con el ojo, son menos imaginarizables, y toman un esta-
tuto muy particular en las psicosis cuando aparecen como alucina-
ción verbal o como una mirada que desde el mundo exterior contro-
la al sujeto. En las neurosis, los imperativos del Superyó en la obse-
sión o la afonía en la histeria dan cuenta de la voz como objeto.
La mirada, su relación con la formación de lo especular, la consti-
tución de la imagen unificada del cuerpo así como la angustia provo-
cada por el encuentro con la mirada inesperada que llega del afuera,
dan cuenta de este objeto particular que se diferencia del órgano ojo.

Consecuencias clínicas

Presentaré dos viñetas clínicas, la primera de una paciente con


estructura psicótica, que seguiremos trabajando en el capítulo 5
“Psicosis”, y más adelante algunos párrafos de los dichos de un pa-
ciente obsesivo; con ambos podremos acercarnos a las diferencias en
el estatuto del objeto voz en uno y en otro caso.
Capítulo 2. El hombre: Sujetado por la cultura 59

S. es acompañada al hospital general por los padres y varios


hermanos.
La familia referirá que desde hace unos días “se puso muy vio-
lenta, especialmente con los chicos, siendo ésta una conducta inha-
bitual ya que es muy cariñosa con sus hijos”.
Quiebre, dolor, ruptura aguda, desconcierto, desequilibrio, trans-
formación en la vida de un sujeto, Se ha producido un quiebre, un
punto de viraje que marca un antes y un después; esto es: ya nada
volverá a ser como antes.
En la entrevista de admisión, en el momento de la internación
la paciente presenta fenómenos de interferencia que perturban el
curso del pensamiento, pero no tienen contenido, anideísmos diver-
sos: sinsentidos, juegos verbales silábicos, estribillos verbales.
Ella dice:
“—...Escuchaba la palabra casa, casada, casarosa... no sé de dónde
es. Es algo que escuchaba...”.
“—...Siempre se me viene encerrado, encerrar, encerrada, no tengo
idea (de) qu´r quiere decir, creo que esa palabra no es de acá,
es de La Esperanza...”.
“—...Se me viene puerta normal, es una puerta puesta...”.
“—...Una voz decía lacus, creo que es una forma del diablo que me
hablaba...”.
S también presenta fenómenos ideoverbales: eco del pensamiento
y comentario de actos:
“—...Escucho una voz de varón que repite lo que digo, me dice lo que
va a pasar, pero ahora es más afectuosa, ya no me trata con odio,
miedo, rencor. Antes me decía: ‘¿Qué hace esta señora ?’”.
“—...Mirá, hablo de religión y sentí que alguien me dice: ‘¡Cuida-
do, estás hablando mal !’”.
En S se observan fenómenos alucinatorio-motores: sensaciones
de movimiento, alucinaciones sensitivas, genitales, cenestopatías:
“—...Mi voz no sale por la garganta, sale por el costado...”.
“—...Sentía un cosquilleo de gérmenes, y eso tiene que chocar para
hacer un golpe, un retumbo...”.
“—...Parece que se me desenroscó el cordón del ombligo...”.
“—...Siento el estómago aprisionado, me siento desorganizada por
adentro. ¿ Habrá una operación que pueda organizarme ? Tal vez
abriendo de la garganta hasta abajo. No se dónde está el estómago.
60 Inés Sotelo: Psicopatología <> Psicoanálisis

Siento que los alimentos se me van por cualquier lado...” [...]“...las


manos me hablan, dicen el poema ‘Ojos sin luz...’”.
En este fragmento se observa con claridad cómo la irrup-
ción de la psicosis produce una transformación de la relación de
la sujeto con su cuerpo; éste se desordena, las voces y los órga-
nos se autonomizan.
El falo es el órgano que, por la operación de la castración, se
separa del cuerpo y se trasforma en significante, pagando de este
modo el neurótico, la atribución de convertir su organismo en cuer-
po libidinizado, atravesado por el deseo y el goce.
La separación, la extracción del objeto, posibilita al neurótico
unificar su cuerpo, más allá de los órganos.
En esta paciente de estructura psicótica, el desorden invade su
cuerpo y su lenguaje. S intentará producir un primer ordenamiento
con escritos y con dibujos de su figura en los que se observan los
órganos genitales desordenados y ojos que se multiplican junto con
una cabeza plagada de palabras. En cierto momento solicitará una
operación que pueda organizarla, agregando nosotros, a falta de la
operación simbólica de la castración que funciona poniendo un di-
que que regula el exceso pulsional.
En el caso siguiente, veremos la diferencia del estatuto del cuer-
po, en el cual irrumpen los síntomas pero sin producir la desorgani-
zación esquizofrénica.
En la neurosis, la voz que si bien se torna imperativa y hasta
con cierto matiz delirante, es impostada por el sujeto mismo y no
toma la forma alucinatoria.
E llega a la primera entrevista por padecer de lo que llama-
rá “problemas inmanejables”. Aparición de miedos o malestar
intensos acompañados de palpitaciones, sudoración, opresión en
el pecho, ahogo.
Se han descartado causas orgánicas por lo que decide consultar
en psicopatología.
El analista en la guardia propone continuar en entrevistas, ci-
tando al paciente todos los días produciéndose un deslizamiento y
un nuevo sentido al dolor en el pecho: del infarto a los “problemas
del corazón”. Esta posibilidad metafórica de un síntoma, de desliza-
miento de una significación en otra es propia de la neurosis ya que
en la psicosis encontraremos en cambio la fijeza de significación.
Se produce un movimiento, un pasaje de la urgencia de creerse
padeciendo un infarto a la urgencia subjetiva en la que lo sumergen
las relaciones amorosas.
Capítulo 2. El hombre: Sujetado por la cultura 61

Se dirige ahora al analista con una suposición: que los sínto-


mas son de origen psíquico y que busca un “especialista” en este tipo
de males. Sobre el analista recaen entonces nuevas suposiciones
que se agregan a la primera:
-que los síntomas tienen un sentido oculto, inconsciente;
-que se necesita un intérprete que devele la causa, el sentido oculto;
-que una vez ubicada esta verdad, se producirá la cura.
Instalar un espacio en el que se aloje el síntoma como nuevo
espacio subjetivo. Freud lo llamó juego lógico, asemejándolo al aje-
drez, como revelación progresiva de estrategias de los jugadores.
Los acontecimientos recientes que lo han conmovido son: la
muerte de su padre hace seis meses a raíz de un infarto y el primer
encuentro amoroso con una mujer, ocurrido el día anterior.
El motivo de consulta se orienta hacia las dificultades sexuales
y fundamentalmente la inseparable relación con su familia.
En su relato, novela familiar que el paciente va construyendo
en el análisis, va delineando lo pulsional en juego: agresión, ven-
ganza, odio, amor, ternura, presentes y enlazadas.
Dirá que en la infancia fue un niño especial, imbatible en el
estudio y con una violencia oculta que se manifestaba a nivel de los
pensamientos, en las fantasías de matar al padre o a la autoridad.
Metódico y vengativo, recuerda que su juego preferido era el de
la “escondida” por la excitación y el pánico que produce: palpitacio-
nes, ansiedad, sudoración…
De su madre dirá que tenía el “poder del sexo ” sobre el padre.
Su madre humillaba a E por su amor a una mujer: “te domina”,
“vos no decidís”.
El padre le enseña la necesidad de sostener en la vida “el tener
que estar siempre atento ”, enseñándole el juego del traidor, pegar
en el momento inesperado.
Los hijos no pueden hablar de mujeres, es “el tema equivocado ”.
La crisis de angustia inicial por la que consulta dejó su lugar
a los síntomas obsesivos que, instalándose especialmente a nivel
de los pensamientos, van tomando forma en la relación transfe-
rencial con el analista.
Encontramos aquí otro indicador diagnóstico que trabaja-
remos más adelante: la instalación de la transferencia, lazo
libidinal que en relación al saber, se establece con el psicoana-
lista en las neurosis.
62 Inés Sotelo: Psicopatología <> Psicoanálisis

Revela entonces que lo invaden los pensamientos, impulsos o


imágenes. Ideas de matar a alguien, al enemigo. Fantasías de eno-
jos, peleas, golpes. Su modo de tratar lo pulsional en juego será leer
toda la noche para encauzar el enojo.
Relata entonces con mucha vergüenza que, por momentos, cuan-
do está solo en la casa se le impone la idea a modo de voz: “—Sos la
mujercita de la casa”, impostando él mismo con voz de mujer ha-
blando en alemán.
Piensa entonces en la homosexualidad y revela que suponía
que esto produciría el rechazo del analista.
La analista sanciona: “desaprobar”. Aparece entonces un sue-
ño: “—Venía al hospital muy preocupado con una idea: aprobar ”.
El equívoco de probar-aprobar instala el malentendido que lo
conduce por las pruebas, la aprobación y el probar y probarse.
La mujer aparece en otra dimensión, nuevos sentidos se preci-
pitan. Refiere que cuando la conoció supuso que ella iba a enten-
derlo por hablar el alemán, la lengua de sus padres.
Refiere una fantasía que lo angustia: que la analista o una
novia lo arranquen del seno materno.
De todos modos, se produce un encuentro y decide probar con
una mujer.
Se repiten también sueños de persecución: “—No sé para dónde
ir, o me salvo yo o se salva ella ”.
Ante la noticia de un asesinato aparecida en los diarios, se le
impone la idea: “—Yo no haría esto con mi padre. No quiero derro-
tarlo ni denigrarlo ”.
La construcción fantasmática de una voz femenina que lo so-
mete y degrada se liga a una fantasía infantil en la que es un caba-
llero con armadura que con una lanza y un grito muy potente libe-
ra a una mujer.

En este recorrido clínico localizamos los distintos “usos” de la


voz, dados por el neurótico. A diferencia del psicótico, que padece
del retorno de las voces a modo de alucinación, en este sujeto vemos
que los imperativos, los insultos, las denigraciones ponen voz a un
superyó feroz que recrudece ante las pulsiones que producen satis-
facción sádica o su transformación en lo contrario: satisfacción ma-
soquista, desde una posición activa o pasiva.
Capítulo 2. El hombre: Sujetado por la cultura 63

Para concluir

Jorge Alemán, en su conferencia titulada La voz afirma que tra-


dicionalmente se considera a la voz como el soporte material de la
significación o como un tema de timbre, entonación y ritmo, siendo
las tres cualidades con las que la lingüística aísla a la voz. “¿Qué es la
voz cuando no conduce a la significación, cuando no la conducimos a
un mero soporte material de las palabras…?”,20 se interroga Alemán.
Vivimos rodeados de voces: desde la voz del niño, que encuentra
satisfacción cuando la descubre en el oírse –oyéndose–, hasta la voz
que soporta nuestro discurso del que nos creemos autores cuando en
realidad somos hablados, tal como lo señalan los lapsus y los sueños.
La voz familiar propia que nos parece ajena cuando la escuchamos
en el propio mensaje del contestador, hasta la voz de un maestro que
se nos presentifica cuando leemos un texto del que fuera autor. Pa-
sando también por voces familiares, cercanas, conocidas, articula-
das, hasta el grito, el aullido desgarrador que estremece el cuerpo
resonando en salas de internación psiquiátricas o el alarido que sin
sentido aflora en el instante en que se produce una tragedia.
En estos casos se evidencia que la voz no pertenece al cuerpo ni
al lenguaje. Aunque –afirma Alemán– para que haya voz debe haber
un cruce entre ambos, porque sin cuerpo o sin lenguaje, no habría voz.

20. Alemán, J “La Voz” (Seminario de Málaga) Conferencia publicada en la


revista Consecuencias Nº 1, 2008. www.revconsecuencias.com.ar.

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