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EL CONTEXTO PSICOLÓGICO ANALÍZATE A TI MISMO

La obra de Freud no es comprensible más que en el interior de su contexto. Freud tiene como
pacientes a personas que han vivido en un medio determinado, la cultura occidental, que ha
reprimido sistemáticamente los sentimientos y la sexualidad. Es un problema de valor que esa
cultura ha resuelto de modo intelectualista y racionalista, aherrojando y negando la dimensión
emocional. Freud ve las consecuencias de este estilo de, vida y describe los mecanismos por los
que se producen los síntomas neuróticos. De ahí que entienda el psicoanálisis, en última
instancia, como una terapia cultural o una terapia de valores. Es el tema de su libro Del
malestar en la cultura. Lo que Freud está diciendo es que nadie puede curarse a si mismo si no
es capaz de conocerse a sí mismo, -pero no sólo en su dimensión puramente intelectual, al
modo del viejo Sócrates, sino también en la emocional. Ya no se trata de conocerse a sí mismo,
sino de analizarse a sí mismo. Un análisis que no puede ser meramente intelectual sino
también, y quizá principalmente, emocional.
El malestar en la cultura occidental
La obra de Freud es la consecuencia directa del descubrimiento del papel de las emociones en
la vida humana. Esto, que puede parecer hoy un tópico, ha sido un hallazgo muy reciente en la
cultura occidental. A veces no nos damos cuenta que nuestra tradición cultural ha tenido
auténtico odio a los sentimientos y que les declaró, ya desde la época griega, una
verdadera guerra sin cuartel. Lo más propiamente humano del ser humano es la razón, el logos,
y todas esas otras dimensiones de la vida humana que se caracterizan por ser irracionales,
como los sentimientos, las emociones, las pasiones, etc., son tenidas como inferiores y, por
tanto, consideradas más propias de animales que de seres humanos. El resultado fue toda
una estrategia de represión y anulación de los sentimientos. El ejemplo paradigmático de esto
lo tenemos en la filosofía estoica, sin duda la de mayor influjo en la conducta práctica de los
hombres occidentales hasta bien entrado el mundo moderno. Zenón, el fundador de la secta,
escribió un tratado Sobre las pasiones en el que sostenía la tesis de que la pasión es un páthos o
enfermedad, una enfermedad de la razón. «Las pasiones del alma humana son deformaciones
de la razón y juicios errados de la misma», según el testimonio de Temistio.
Muchos siglos después, en 1649, René Descartes publica otro libro de título similar, Las
pasiones del alma. El titulo es prácticamente el mismo, pero el contenido es sensiblemente
distinto. De hecho, se trata de toda una apología de las pasiones. El último capítulo del libro se
titula «Sólo de ellas depende todo el bien y el mal de esta vida». Es el comienzo de la
reivindicación moderna de la - vida emocional. En el siglo XVIII, por influencia sobre todo
del pensamiento británico, el viejo término «pasiones» cede el lugar a otro más moderno, el de
«sentimientos». Empieza a hablarse de la importancia de los sentimientos en la vida humana.
Autores como Shafterbury y Hutcheson son auténticos pioneros de esta hazaña. Ello hará que a
finales del siglo xviii la vieja división de las facultades o potencias del alma en memoria,
entendimiento y voluntad, ceda el paso a esta otra: conocimiento, sentimiento, tendencia, o
pensamientos, sentimientos, voliciones. Los sentimientos se sitúan por vez primera en el
mismo rango que la razón.

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