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Pactos legitimos: Son aquellos que estan constituidos en la ley, o bien, que se
desprenden o derivan de esta.
Pactos Adjuntos: eran los que se añadian a un contrato, ya fuera para aumentar o
para disminuir las obligaciones que resultaran de este. Los pactos adjuntos podian
realizarse al mismo tiempo en el mismo contrato, in continenti, o bien, despues, ex
intervallo.
Como pactos hechos in continenti tenemos los siguientes:
Contratos de buena fe: los pactos se consideraban como si formaran
cuerpo con el contrato. Por tanto, si se hacian pactos con intereses
estaban sancionados por la misma accion del contrato; empero, si
se hacian pactos sin intereses disminuian la obligacion del pleno
derecho.
Contratos de derecho escrito: Los pactos que se hacian ad
minuendam obligationem acabaron por ser considerados parte del
contrato: extinguian la obligacion de pleno derecho.
La donacion
Era un contrato por el que una persona, llamada donante, entregaba una cosa
a otra, denominada donatario, transfiriendole la propiedad .
Ley Cincia
Estaba destinada a la proteccion del donante, asi como a su familia contra las
donaciones exageradas. Esta ley era tambien de las llamadas imperfectas,
puesto que aun cuando prohibia las donaciones superiores a determinada
cantidad, no determinaba su nulidad. Por tanto el donante no tenia accion
alguna para reclamar lo donado.
Las donaciones mortis causa
Se producia cuando pudiera haber algun peligro que tuviese por conecuencia la
muerte del donante. Esta donacion se hacia perfecta en el momento mismo del
fallecimiento y se revocaba si moria antes el donatario
Elemento material. Tambien era denominado contrectatio. En el derecho roma. no, desde el punto
de vista jurídico el furtum - sinónimo de nuestros vocablos Furto o robo - constituía una forma más
amplia que en la actualidad. Desde este ángulo el furtum, hurto o robo era toda clase de
apoderamiento fraudulento de una cosa ajena.
Elemento intencional. Este elemento se materializaba con el hecho de que se hacía a sabiendas de
realizar un beneficio, animus furandi.
Si el ladrón era encontrado en flagrante delito, fur manifestus, era castigado con la pena de muerte.
En cambio, si era libre se convertía en esclavo de la víctima del robo.
Al ladrón no manifiesto, es decir, al que no era capturado en flagrante delito, se le sancionaba con
una pena equivalente al doble del valor del objeto robado
Había dos clases de acciones resultantes del robo:
Una acción de indemnización, denominada actio rei persecutoria, para indemnizar el perjuicio
ocasionado.
Una acción penal, llamada actio furti, para conseguir un castigo para el ladrón y un enriquecimiento para
la víctima del robo.
La actio furti se ejercitaba únicamente contra el ladrón o sus cómplices, pero no contra sus herederos, puesto
que el principio consistía en que la pena era personal. Ya desde esos tiempos la pena era personal; sin
embargo, vemos que a través de la historia, sin ir más lejos en nuestro país, las penas eran trascendentales y
se aplicaban a familiares de los que cometían los delitos.
Por lo que corresponde a la restitución de la cosa, existía la conditio furtiva, una acción personal de derecho
estricto por medio de la cual el dueño de una cosa robada podía perseguir al ladrón o sus herederos para
obligarlos a restituirle el Objeto robado. En este caso se podía ir contra los familiares del ladrón, a diferencia de
la actio furti, pero sólo para la restitución de la cosa robada.
Para ser restituida ésta a su legítimo propietario, éste tenía las acciones
siguientes:
la acción ad exhibendum
la acción denominada rei vindicatio
la acción llamada condictio furtiva.
Estas acciones constituían auténticas acciones rei persecutorias resultantes del furtum, que se distinguían de la
actio furti por lo siguiente:
tendían a la reparación de un perjuicio y no a un castigo, como la actio furti; correspondían sólo al propietario y no
a cualquier persona interesada; podían ejercitarse contra los herederos del ladrón, cosa que no sucedía en la actio
furti, y no podían ser ejercitadas en forma acumulativa, sino de manera alternativa. Contrariamente, después de
haberse ejercitado una de las acciones rei persecutoriae, se podía ejercitar la acción penal, o viceversa, ya que no
tendían a la misma finalidad.
Por último, cabe señalar que la regla para sancionar el valor de lo robado era con el valor más alto que tuviera el
objeto entre la fecha del robo y el ejercicio de la acción.
La injuria y el damnum injuria
datum de la ley Aquilia
Introducción
El concepto de injuria era tomado en los dos aspectos siguientes:
....,, MBHBVHVHJ
lato sensu y strictu sensu.
En lato sensu, o aspecto amplio, el concepto de injuria simbolizaba todo acto contrario a
derecho;
strictu sensu, o aspecto estricto, representaba los agravios a la persona, como los golpes o
lesiones más o menos graves, conforme a la Ley de las XII Tablas.
Nuestro proyecto
La denominada ley Aquilia, más que una auténtica ley fue un plebiscito y no se sabe a ciencia cierta la
fecha de su promulgación, pero se supone cercana a la ley Hortensia. La ley Aquilia se formaba de tres
capítulos: Lorem ipsum dolor sit amet, consectetur adipiscing elit, sed do
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1. Se refería a la muerte de esclavos
enim ad minimoveniam,
animales ajenos,exercitation
quis nostrud cuya indemnización
ullamco laborisestaba constituida por el
valor más alto que el esclavo onisielutanimal
aliquip ex ea commodo
tuvieran en consequat.
el último año, lo cual pudiera haber sido
superior al daño ocasionado.
Duis aute irure dolor in reprehenderit in voluptate velit esse
2. Trataba acerca del fraude del adstipulator, que perdonaba al deudor de la obligación correal,
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situación que no se contempla
cupidatat en
nonnuestro sistema
proident, sunt jurídico.
in culpa qui officia deserunt mollit
3. Era acerca del daño causado en propiedades anim idajenas; en este caso la indemnizacion se formaba con
est laborum.
la valorización más alta de la propiedad en los últimos 30 días.
Asimismo, se incluían en este capítulo las heridas ocasionadas a un esclavo o a un animal ajenos.
LA RAPIÑA Y EL DOLUS
La "rapiña" era un delito de robo cometido con violencia en el derecho romano. Fue sancionado por el
pretor Terencio Lúculo alrededor del año 75 o 76 a.C. mediante la introducción de una acción llamada
"actio vi bonorum raptorum" en su edicto anual. Esta acción imponía una multa privada de cuatro veces el
valor de la propiedad robada si se ejercía dentro de un año, y el valor mismo de la propiedad si se ejercía
después de ese período.
El robo con violencia era castigado más severamente que el robo simple, considerándose como "furtum
nec manifestum" porque era difícil capturar al ladrón antes de que ocultara el botín. La "actio vi bonorum
raptorum" era una acción mixta que implicaba la reparación del daño mediante una multa y tenía un
componente penal de tres veces esa cantidad.
El "dolo" se refería a una maquinación fraudulenta realizada por una persona para engañar a otra y llevarla a
cometer un acto, ya sea material o jurídico. El pretor Aquilio Galo lo castigó como delito en el año 688 mediante la
"actio de dolo". Antes de esta fecha, se consideraba que el dolo no requería represión, ya que se veía como un
juego contra una persona de menor inteligencia o como una salvaguarda contra el fraude.
La "actio de dolo" era subsidiaria, se utilizaba solo cuando la víctima no tenía otro remedio, arbitraria, ya que la
condena dependía de si el acusado reparaba voluntariamente el daño, personal, ya que solo se ejercía contra el
autor del dolo, infamante, ya que el acusado debía pagar el valor del perjuicio, y penal, con efectos anuales y sin
aplicación a los herederos del autor del dolo, a menos que se hubieran enriquecido ilícitamente.
En cuanto al valor del objeto robado, el ladrón debía indemnizar a la víctima con la cantidad más alta que la cosa
tuviera en el mercado el año anterior al delito. Esto variaba en la época clásica del derecho romano, donde la
indemnización dependía del enriquecimiento obtenido por el ladrón.
El metus y el fraus creditorum
El metus era el temor que inspiraba una persona a otra, a través de
un medio violento para obligarla a realizar un acto jurídico, como
puede ser una obligación.
Por tanto, el metus constituye uno de los vicios del consentimiento,
al que en el derecho mexicano se denomina violencia. En el derecho
romano se le designaba por su efecto mismo y no por la causa que
lo constituía.
En el año 76 a.C., el pretor Octavio introdujo la "actio quod metus causa" como una medida para combatir la
violencia. Luego se crearon la "exceptio quod metus causa" y la "restitutio in integrum propter metum"
relacionadas con esta acción. Estas acciones, al igual que las de dolo, tenían un carácter penal y discrecional y
podían ser utilizadas incluso contra los herederos del causante y quienes adquirieran de buena fe la propiedad en
cuestión.
Además, existía el concepto de "fraus creditorum", que implicaba que un deudor realizara acciones con el
conocimiento de que lo volverían insolvente o aumentarían su insolvencia. Para sancionar esto, inicialmente se
estableció un interdicto fraudatorio por parte del pretor, aunque se sabe poco sobre los detalles de esta medida.
Más tarde, un pretor llamado Paulo introdujo la "acción pauliana", que protegía al acreedor contra el riesgo de que
su deudor llevara a cabo negocios perjudiciales que empeoraran su insolvencia. Si un acreedor resultaba
perjudicado por estas acciones de su deudor, tenía un plazo de un año para solicitar la anulación de dichos
negocios. La "acción pauliana" se consideraba un delito privado en el derecho romano, aunque su clasificación
exacta como tal era cuestionable.
Ya hemos señalado que los romanos observaron que con los contratos y los delitos no se agotaban las fuentes
de las obligaciones, ya que había casos que, sin ser contratos, tenían una similitud con ellos.
Los cuasicontratos representaban situaciones jurídicas parecidas a los contratos por ser lícitos y engendrar
obligaciones; sin embargo, diferían de ellos por carecer de consentimiento, puesto que sólo había
manifestación unilateral de voluntad.
Entre las principales clases de cuasicontratos citados por Eugêne Petit, con base en las Instituciones de
Justiniano, figuran las siguientes:
Gestión de negocios. indivision pago de lo indebido
Tutela y la curatela. aceptacion de una herencia
Guillermo Floris Margadant señala que los casos más conocidos de cuasicontratos
eran los siguientes:
La aceptación de una herencia, que podía crear deberes del heredero a favor de legatarios o fideicomisarios.
La aceptación de un legado, que podía crear deberes del legatario en favor de un fideicomisario.
La copropiedad nacida de circunstancias ajenas a un acuerdo de las voluntades de los copropietarios, como
cuando nace de un legado, herencia o donación, o de la commixtio. Creaba relaciones jurídicas que Justiniano
también catalogó entre los cuasicontratos.
La aceptación de la tutela, que creaba deberes a cargo del tutor y en favor del incapaz. Como éste ni siquiera
podía dar un consentimiento válido, era evidente que equivalía a un cuasicontrato.
La tenencia de ciertos objetos (como un testamento), que obligaba a mostrarlos a otros interesados, debía ser
sancionada por la actio ad exhibendum.
En el sistema jurídico actual, la gestión de negocios está regulada por los artículos 1896 al
1909 del Código Civil para el Distrito Federal, que establecen que una persona que se
encargue de un asunto de otra sin autorización debe actuar en beneficio del dueño del
negocio. Esto constituye una excepción al principio de no interferir en los asuntos legales de
otra persona sin autorización, y surge como un acto de servicio para evitar daños a personas
relacionadas por lazos de amistad o vecindad que se encuentran ausentes.
El gestor debe continuar la gestión hasta que el dueño del negocio pueda intervenir
personalmente, y debe dar aviso de su gestión al dueño tan pronto como sea posible, a
menos que haya un peligro inminente que requiera acción inmediata.
Si el dueño del negocio permite que el gestor continúe, esto se convierte en un contrato de mandato, ya sea
expreso o tácito. El dueño debe aceptar todas las consecuencias de la gestión, no solo los resultados
favorables.
El gestor tiene derecho a una indemnización por los gastos realizados a través de una "actio negotiorum
gestorum contraria". El dueño puede reclamar cuentas, la entrega de lo obtenido y daños y perjuicios si el
gestor no actuó con el cuidado de un buen padre de familia, utilizando la "actio negotiorum gestorum
directa". Ambas acciones se basan en la buena fe.
El dueño debe indemnizar al gestor por los gastos útiles realizados durante la gestión, a diferencia del
mandato en el cual el mandante debe reembolsar todos los gastos, independientemente de su utilidad.
La tutela y curatela y la indivisión
La tutela y la curatela se asemejaban a un mandato. Por tanto, se parecían a aquélla: el tutor tenía
similitud con el mandatario y el pupilo con el mandante.
Por eso consideramos que tanto la tutela como la curatela constituyen verdaderas clases de
cuasicontratos. Ello ocurre así aunque el tutor no haya contratado con el pupilo para que él se
convirtiera en un mandatario de éste.
Sin embargo, una vez que una persona acepta volverse tutor está obligado a rendir cuentas a su
pupilo de las funciones de su administración. Esto ocurre en una tutela testamentaria, en una tutela
legítima o en una tutela deferida por el magistrado, que en la actualidad llamamos dativa.
El pupilo, por su parte, debe indemnizar a su tutor todos los gastos realizados para el buen
funcionamiento de la tutela.
La indivisión
En el derecho romano existía el concepto de indivisión en los casos en que varias personas eran copropietarias
pro indiviso de ciertas cosas, o bien de un conjunto de bienes; este estado de indivisión o de comunidad creaba
entre esas personas determinadas obligaciones. Tales obligaciones eran consideradas cuasicontractuales porque
surgian fue. ra de toda convención. Como ejemplos de obligaciones cuasicontractuales tenemos dos clases: la
sucesión y la sociedad. Consideramos dentro de la sucesión el concepto jurídico de copropiedad.
Las obligaciones que resultaban de la indivisión, esto es, de la comunidad, eran iguales para todos los que
formaban ésta. En consecuencia, en la comunidad o indivisión la principal obligación era la de dividir.
Por ende, ninguna de las personas que constituían la comunidad estaba obligada a permanecer en la indivisión.
Todas debían tener un mismo interés. En dicha comunidad, la obligación de dividir podía ser en forma amistosa.
Cuando los integrantes de una comunidad no habían logrado hacer la división amistosamente, cualquiera podía
ejercitar la acción communi dividendo, en los casos de objetos determinados indivisos entre copropietarios.
También los copropietarios, cuando se trataba de una sucesión indivisa entre coherederos,
tenían la acción familiae erciscundae. Esta acción era la más antigua, ya que se remontaba a la
Ley de las XII Tablas.
Las dos acciones mencionadas eran de buena fe y en ellas el juez estaba facultado a dos
potestades:
1. Decretar adjudicaciones, es decir, atribuir a cada uno de los comunitarios la propiedad
exclusiva de los bienes colocados en el lote de éstos. El adjudicado era considerado como
adquiriendo de los demás sus partes indivisas y obtenía la cosa en el estado en que se
encontraba, si estaba gravada, sujeta a los derechos reales correspondientes.
2. Condenar a ciertas prestaciones personales a cada una de las partes para con las demás. Se
incluía el hecho de pagar cierta cantidad de dinero a título de compensación.
Adquisición de una herencia, pago de lo indebido y enriquecimiento sin causa
La adquisición de una herencia es una de las situaciones jurídicas que en las Insfituciones de Justiniano se
consideraba también una obligación cuasicontractual, ya que en los casos de existir un testamento el heredero
adquiría una sucesión de pleno derecho.
Al aceptarse una herencia, en los casos en que una persona fuera heredera voluntaria, o bien en el caso del
heredero necesario, se encontraban obligados a cumplir los legados que estuviesen contenidos en los
testamentos respectivos.
En los casos de los legados había una verdadera obligación cuasicontractual, puesto que el heredero de la
sucesión romana no había contratado con los legatarios. Sin embargo, estaba obligado por una acción de
derecho estricto denominada actio ex testamento.
La cuestión de las sucesiones y testamentos surgió en Roma para que las deudas del de cuius no quedaran sin
ser pagadas.
Los romanos, al ser educados por y para el derecho, eran muy celosos de sus deudas u obligaciones. Era una
vergüenza para ellos morir sin haber dejado un testamento: a quien fallecía sin haberlo formulado se le
tachaba de infamia. Y ésta no sólo era para el difunto, sino para toda la familia.
Los herederos primero debían pagar las deudas dejadas por el autor de la sucesión y después proceder a
repartirse la herencia. El heredero era considerado un continuador de la persona fallecida, por lo cual quedaba
obligado a pagar las deudas. Por eso, indiscutiblemente había una obligación de carácter cuasicontractual para
el heredero y el legatario.
El pago de lo indebido tiene como efecto la restitución de lo que se ha entregado en forma indebida, ya sea
sumas de dinero o cosas, o bien puede ser que se haya realizado un hecho, y entonces tendrá que haber
una indemnización.
El enriquecimiento sin causa o enriquecimiento ilegitimo
El derecho romano también consideraba una obligación de naturaleza extracon-Iractual el enriquecimiento sin
causa. Para los romanos, el enriquecimiento sin causa era una obligación nacida del pago de lo indebido. Esta
obligación quedaba a cargo de quien se había enriquecido sin causa a costa de otro.
La obligación que resultaba del enriquecimiento sin causa era reprochada por la condictio sine causa. Las
principales clases de condictio sine causa eran las siguientes:
. La condictio ob rem dati, también llamada condictio causa data causa non secuta.
Esta clase de condictio era dada cuando se había hecho una dato en relación con una prestación equivalente, que
no se ejecutó. Por tanto, era dada a los contratos innominados.
La condictio furtiva. Esta condictio es la derivada del furtum.
La condictio indebiti. Es la condictio derivada del pago de lo indebido.
La condictio ob turpem vel injustum causam. Es la otorgada en caso de enajenación de una cosa con fines
ilícitos o inmorales.
La condictio sine causa. Debe entenderse en el sentido estricto de una condición
sin causa.
El derecho romano distinguió la causa del enriquecimiento ilegitimo:
De buena fe. En el caso de enriquecimiento ilegítimo de buena fe se estaba obligado a restituir los valores hasta el
límite de su enriquecimiento.
De mala fe. Para el caso de enriquecimiento ilegítimo de mala fe se debía indemnizar todo el daño que se hubiere
causado.
Esta distinción que hacían los romanos del enriquecimiento ilegítimo respecto a la buena o mala fe se encuentra
recogida por nuestra codificación; por ejemplo, en el Código Civil para el Distrito Federal, mediante las disposiciones
siguientes:
Art. 1882. El que sin causa se enriquece en detrimento de otro, está obligado a indemnizarlo de su empobrecimiento
en la medida que él se ha enriquecido.
Art. 1883. Cuando se reciba alguna cosa que no se tenía derecho de exigir y que por error ha sido indebidamente
pagada, se tiene obligación de restituirla.
Si lo indebido consiste en una prestación cumplida, cuando el que la recibe procede de mala fe debe pagar el precio
corriente de esa prestación; si procede de buena fe, sólo debe pagar lo equivalente al enriquecimiento recibido.
Los cuasidelitos
En el sistema jurídico mexicano, la diferencia entre un delito y un cuasidelito radica en la intención de perjudicar. Es decir, el
delito lleva la intención de causar un daño por parte del sujeto activo; en cambio, en el cuasidelito no hay dicha voluntad.
Sabemos que la diferencia entre un delito y un cuasidelito en nuestro sistema jurídico radica en la distinción de dolo y culpa.
En efecto, en los delitos denominados dolosos es donde interviene la intención o el ánimo de causar un daño, de ahi que
también se llamen intencionales; por su parte, los delitos culposos son aquellos donde no hay tal intención, aunque se
causa un daño igual, de ahí que se les denomine delitos no intencionales. Pues bien, los cuasidelitos corresponden
precisamente a esta última clasificación moderna de los delitos.