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Existe una leyenda que en México y alrededor del mundo, ha pasado de boca en
boca hace miles de generaciones, y data de los tiempos coloniales, en los que
España se asentó en tierras mexicanas para establecer su propio gobierno.
Por aquella época, dio mucho de que hablar el romance entre un acaudalado
caballero español y una indígena, la cual se enamoró locamente de él.
El fruto de esa aventura entre ambos fueron tres hermosos niños, que de inmediato
se convirtieron en la adoración de la mujer.
Eran rubios como su padre, pero también tenían parte de los rasgos autoctónos de
los que ella se sentía tan orgullosa. Su exótica belleza habría llamado bastante la
atención en años posteriores, de no ser por la desgracia que les esperaba.
Había un mundo de diferencia entre ambos. Él, había nacido en cuna de oro y
estaba bien educado. Ella, por sus orígenes indígenas, estaría condenada siempre
a vivir en el más bajo escalón de la sociedad.
Fue tanto el dolor y tan hondo el peso de la traición, que tomando a sus tres hijos
se dirigió al lago de Texcoco.
Allí, tras abrazarlos y besarlos como hacía cada noche, los sumergió en el agua,
uno por uno, hasta que los pequeños murieron ahogados. Destrozada por su propio
llanto, la mujer entró a la laguna para acabar con su propia vida
Hubo quienes aseguraron que veían emerger desde las profundidades del lago, a
una mujer de cabello azabache y apariencia fantasmal, vestida de blanco y
lamentándose por la descendencia perdida.