Notas sobre el concepto del inconsciente en el psicoanálisis. (1912)
Querría exponer en pocas palabras y con la mayor claridad posible el sentido en el psicoanálisis, y solo en él se atribuye al termino inconsciente. Una representación (o cualquier método psíquico) puede estar ahora presente en mi consciencia, y un momento después desaparecer de ella; puede reflorar intacta después de intervalo, y hacerlo, como decimos nosotros, desde el recuerdo, no como consecuencia de una nueva percepción sensorial. Es para dar razón de este hecho que nos vemos llevados a suponer que la representación ha estado presente en nuestro espíritu también durante el intervalo, aunque latente en cuanto a consciencia. Pero no podemos formular conjetura alguna sobre la forma en que pudo haber existido mientras estaba presente en la vida anímica y era latente en cuanto a consciencia. Ahora llamamos consciente a la representación que esta presente en nuestra consciencia y de la que nosotros nos percatamos, y hagamos de este el único sentido del termino consciente; en cambio, las representaciones latentes, si es que tenemos fundamentos para suponer que están contenidas en la vida anémica (como lo tuvimos en el caso de la memoria), habremos de detonarlas con el termino inconsciente. Entonces, una representación inconsciente es una de la que nosotros no nos percatamos, a pasar de lo cual estamos dispuestos a admitir su existencia sobre la base de otros indicios y pruebas. Esto podría considerarse un trabajo descriptivo o clasificatorio. Por tanto, del análisis de fenómenos neuróticos aprendemos que un pensamiento latente o inconsciente no necesariamente débil, y que su presencia en la vida anímica admite pruebas indirectas de la mayor fuerza, equivalente casi a la prueba directa brindada por la consciencia. Nos sentimos justificados para armonizar nuestra clasificación con este aumento de nuestro conocimiento introduciendo un distingo fundamental entre diversas variedades de pensamientos latentes e inconscientes. Estábamos acostumbrados a pensar que todo pensamiento latente lo era consecuencia de su debilidad, y devenía consciente tan pronto cobra fuerza. Ahora hemos adquirido la convicción de que hay ciertos pensamientos latentes que no penetran en la conciencia por intensos que sean. Llamaremos entonces preconscientes a los pensamientos latentes del primer grupo, mientras que reservaremos el termino inconscientes (en el sentido propio) para el segundo grupo, que hemos estudiado en las neurosis. El termino inconsciente, que hasta aquí empleamos en un sentido meramente descriptivo, recibe ahora un significado mas amplio. No solo designa pensamientos latentes en general, sino, en particular, pensamientos con un cierto carácter dinámico, a saber, aquellos que a pesar de su intensidad y su acción eficiente se mantienen alejados de la consciencia. Lo inconsciente nos pareció al comienzo un mero carácter enigmático de un cierto proceso psíquico; ahora significa para nosotros algo más: es un indicio de que ese proceso participa de naturaleza de una cierta categoría psíquica, de la que tenemos conocimiento por otros y mas importantes caracteres, y pertenece a un sistema de actividad psíquica que merece nuestra mayor atención. El valor de lo inconsciente como índice ha superado con mucho a significación como propiedad. A falta de una expresión mejor y menos ambigua, damos el nombre de “el inconsciente” al sistema que se da a conocer por el signo distintivo de ser inconscientes los procesos singulares que lo componen. Para designar este sistema propongo las letras icc, abreviatura de la palabra inconsciente. Este es el tercer sentido, y el mas importante que el termino inconscientes ha cobrado en el psicoanálisis. Lo inconsciente. (1915) El psicoanálisis nos ha enseñado que la esencia del proceso de la represión no consiste en cancelar, en aniquilar una representación representante de la pulsión, sino en impedirle que devenga consciente. Decimos entonces que se encuentra en el estado de lo inconsciente, y podemos ofrecer buenas pruebas de que aun así es capaz de exteriorizar efectos, incluidos los que finalmente alcanzan la consciencia. Todo lo reprimido tiene que permanecer inconsciente, pero queremos dejar sentado desde el comienzo que lo reprimido no recubre todo lo inconsciente. Lo inconsciente abarca el radio mas vasto; lo reprimido es una parte de lo inconsciente. ¿De qué modo podemos llegar a conocer lo inconsciente? Desde luego, lo conocemos solo como consciente, después que ha experimentado una trasposición o traducción a lo consciente. El trabajo psicoanalítico nos brinda todos los días la experiencia de que esa traducción es posible. Para ello se requiere que el analizado venza ciertas resistencias, las mismas que en su momento convirtieron a eso en reprimido por rechazo de lo consciente. Capítulo 3: sentimientos inconscientes. Hemos circunscrito el anterior debate a las representaciones, y ahora podemos plantear un nuevo problema cuyo repuestas no podrá menos que contribuir a la aclaración de nuestras opiniones teóricos. Dijimos que había representaciones conscientes e inconscientes. ¿Existen también mociones pulsionales, sentimientos, sensaciones inconscientes, o esta vez es disparatado formar esos compuestos? La oposición entre consciente e inconsciente carece de toda pertinencia respecto de la pulsión. Una pulsión nunca puede pasar a ser objeto de la consciencia; solo puede serlo la representación que es su representante. Ahora bien, tampoco en el interior de lo inconsciente puede estar representada sino es por la representación. Si la pulsión no se adhiriera a una representación, ni saliera a la luz como un estado afectivo, nada podríamos saber de ella. Entonces, cada vez que pase a eso hablamos de una moción pulsional inconsciente o de una moción pulsional reprimida, no es sino por un inofensivo descuido de la expresión. No podemos aludir sino por un inofensivo aludir sino a una moción pulsional cuya agencia representante-representación es inconsciente, pues otra cosa no entra en cuenta. Creemos que las respuestas a las preguntas por las sensaciones, los sentimientos, los afectos inconscientes se resolverían igual con facilidad. Es que el hecho de que un sentimiento sea sentido, y, por lo tanto, que la consciencia tenga noticia de él, es inherente a su esencia. La posibilidad de una condición inconsciente faltaría entonces por entero a sentimientos, sensaciones, afectos. Pero en la práctica psicoanalítica estamos habituados a hablar de amor, odio, furia, etc., inconscientes, y hallamos inevitable la extraña combinación “consciencia inconsciencia de culpa” o una paradójica angustia inconsciente. ¿Tiene este uso lingüístico mayor significado aquí en el caso de la pulsión inconsciente? En realidad, las cosas se presentan en este caso dispuestas de otra manera. Ante todo, puede ocurrí que una moción de afecto o de sentimiento sea percibida, pero erradamente. Por la represión de su representante genuino fue compelida a enlazarse con otra representación debió pagar tributo a la represión. El uso de las expresiones “afecto inconsciente” o “sentimientos inconscientes” remite en general a los destinos del factor cuantitativo de la moción pulsional, que son consecuencias de la represión. Sabemos que esos destinos pueden ser tres: el afecto persiste (en un todo o en parte) como tal, o es mudado en un monto de afecto cualitativamente diverso (en particular, en angustia) o es sofocado, es decir, se estorba por completo su desarrollo. En rigor, y aunque el uso lingüístico siga siendo intachable, no hay por tanto afectos inconscientes como hay representaciones inconscientes. Pero dentro del sistema icc muy bien puede haber formaciones de afecto que, al igual que otras, devengan conscientes. Toda la diferencia estriba en que las representaciones son investiduras (en el fondo, de huellas mnémicas), mientras que los afectos y sentimientos corresponden a procesos de descarga cuyas exteriorizaciones ultimas se perciben como sensaciones. En el estado actual de nuestro conocimiento de los afectos y sentimientos no podemos expresar con mayor claridad esta diferencia. Capitulo 4: Tópica y dinámica de la represión. Llegamos entonces a este resultado: la represión es en lo esencial un proceso que se cumple sobre representaciones en la frontera de los sistemas icc y prcc (cc). Ahora podemos hacer un renovado intento por describir mas a fondo ese proceso. Ha de tratarse de una sustracción de investidura, pero nos resta averiguar el sistema dentro del cual se realiza esa sustracción y aquel al cual pertenece la investidura sustraída. La representación reprimida sigue teniendo capacidad de acción dentro del Icc; por tanto, debe de haber conservado su investidura. Lo sustraído ha de ser algo diverso. Consideramos el caso de la represión propiamente dicha (del esfuerzo de dar caza), tal como se ejerce sobre la representación preconsciente o aun sobre la ya consciente; entonces la represión solo puede consistir en que a la representación se le sustraiga la investidura pre(consciente) que pertenece al sistema prcc. La representación queda entonces desinvestida, o recibe investidura del Icc, o conserva la investidura consciente que ya tenía. Por tanto, hay sustracción de la investidura preconsciente, conservación de la investidura inconsciente o sustitución de una investidura preconsciente por una inconsciente. Aquí, necesitamos de otro proceso, que en el primer caso (represión primordial) mantenga la represión, en el segundo (el del esfuerzo de dar caza) cuide de su producción y de su permanencia, y solo podemos hallarlo en el supuesto de una contrainvestidura mediante la cual el sistema prcc se protege contra el asedio de la representación inconsciente. Reparamos en que poco a poco hemos ido delineando, en la exposición de ciertos fenómenos psíquicos, un tercer punto de vista además del dinámico y del tópico, a saber, el económico, que aspira a perseguir los destinos de las magnitudes de excitación y a obtener una estimación por lo menos relativa de ellos. No juzgamos inadecuado designar mediante un nombre particular este modo de consideración que es el coronamiento de la investigación psicoanalítica. Propongo que cuando consigamos describir un proceso psíquico en sus aspectos dinámicos, tópicos y económicos eso se llame una exposición metapsicológica. Cabe predecir que, dado el estado actual de nuestros conocimientos, lo conseguiremos solo en unos pocos lugares. Descripción metapsicológica del proceso de la represión en las tres neurosis de transferencias conocidas. Nos esta permitido sustituir investidura por libido, pues, como sabemos, se trata de los destinos de las pulsiones sexuales. En el caso de la histeria de angustia (pág. 27 del pdf). Capitulo 5: las propiedades particulares del sistema icc. Un nuevo significado cobra el distingo entre los dos sistemas psíquicos si atendemos a que los procesos de uno de ellos, el icc, exhiben propiedades que no se reencuentran en el contiguo mas alto. El núcleo del icc consiste en agencias representantes de la pulsión que quieren descargar su investidura; por tanto, en mociones de deseo. Estas mociones pulsionales están coordinadas entre sí, subsisten una junto a las otras sin influirse y no se contradicen entre ellas. Cuando son activadas al mismo tiempo dos mociones de deseo cuyas metas no podrían menos que ser inconciliables, ellas no se quitan nada ni se cancelan recíprocamente, sino que confluyen en la formación de una meta intermedia, de un compromiso. Dentro de este sistema no existe negación, no existe duda ni grado alguno de certeza. Todo esto es introducido solo por el trabajo de la censura entre Icc y Prcc. La negación es un sustituto de la represión, de nivel más alto. Dentro del inconsciente no hay sino contenidos investidos con mayor o menor intensidad. Prevalece en el inconsciente una movilidad mucho mayor de las intensidades de investidura. Por el proceso del desplazamiento, una representación puede entregar a otra todo el monto de su investidura; y por el de la condensación, puede tomar sobre si la investidura integra de muchas otras. He propuesto ver estos dos procesos como indicios del llamado proceso psíquico primario. Dentro del sistema prcc rige el sistema psíquico secundario, toda vez que a un tal proceso primario le es permitido jugar con elementos prcc, aparece como cómico, y mueve a risas. Los procesos del sistema icc son atemporales, es decir, no están ordenados con arreglo al tiempo, no se modifican por el transcurso de este, ni en general, tienen relación alguna con él. También la relación con el tiempo se sigue del trabajo del sistema cc. Tampoco conocen los procesos icc un miramiento por la realidad. Están sometidas al principio de placer; su destino solo depende de la fuerza que poseen y de que cumplan los requisitos de la regulación de placer-displacer. Resumamos: ausencia de contradicción, proceso primario (movilidad de las investiduras), carácter atemporal y sustitución de la realidad exterior por la psíquica, he ahí los rasgos cuya presencia estamos autorizados a esperar en procesos pertenecientes al sistema Icc. Los procesos del sistema prcc exhiben (con independencia de que sean ya conscientes o solo susceptibles de consciencia) una inhibición de la proclividad a la descarga, característica de las representaciones investidas. Cuando el proceso traspasa de una representación a otra, la primera retiene una parte de su investidura y solo una pequeña proporción experimenta el desplazamiento. Desplazamientos y condensaciones como los del proceso primario están excluidos o son muy limitados. Al sistema prcc competen, además, el establecimiento de una capacidad de comercio entre los contenidos de las representaciones, de suerte que puedan influirse unas a otras, el ordenamiento temporal de ella, la introducción de una censura o de varias, el examen de realidad y el principio de realidad. También la memoria consciente parece depender por completo del Prcc, ha de separársela de manera tajante de las huellas mnémicas en que se fijan las vivencias del icc, y probablemente corresponda a una trascripción particular tal como la quisimos suponer, y después hubimos de desestimar, para el nexo de la representación consciente con lo inconsciente. En este encadenamiento hallaremos también los medios para poner fin a nuestras fluctuaciones en la denominación del sistema mas alto, que ahora, de manera aleatoria, llamamos unas veces prcc y otras cc. Pulsiones y destinos de pulsión. (1915) Un concepto básico convencional de esa índole, por ahora bastante oscuro, pero de cual en psicología no podemos prescindir, es la de pulsión. Intentemos llenarlo de contenido desde diversos lados. Primero del lado de la fisiología. Esta nos ha proporcionado el concepto del estímulo y esquema del reflejo, de acuerdo con el cual un estímulo aportado al tejido vivo (a la sustancia nerviosa) desde afuera es descargado hacia afuera mediante una acción. Esta acción es acorde al fin, por el hecho que sustrae a la sustancia estimulada de la influencia del estímulo, la aleja del radio que este opera. ¿Qué relación mantiene la pulsión con el estímulo? Nada nos impide subsumir el concepto de pulsión bajo el de estímulo: la pulsión sería un estímulo para lo psíquico. Pero enseguida advertimos que no hemos de equiparar pulsión y estimulo psíquico. Es evidente que para lo psíquico existen otros estímulos que los pulsionales: los que se comportan de manera muy parecida a los estímulos fisiológicos. Ejemplo: si una fuerte luz hiere el ojo, no es ese estimulo pulsional; si lo es lo de sentir sequedad en la mucosa de la garganta o acidez en la mucosa estomacal. Ahora hemos obtenido material para distinguir entre estímulos pulsionales y otros estímulos (fisiológicos) que influyen sobre el alma. En primer lugar: el estímulo pulsional no proviene del mundo exterior, sino del interior del propio organismo. Por eso también opera diversamente sobre el alma y requieren diferentes acciones para eliminarlo. Además: todo lo esencial respecto del estimulo esta dicho si suponemos que opera de un solo golpe; por tanto, se lo puede despachar mediante una única acción adecuada, cuyo tipo ha de discernirse en la huida motriz ante la fuente de estímulo. Desde luego que tales golpes pueden también repetirse y sumarse, pero esto en nada modifica la concepción del hecho ni las condiciones que presiden la supresión del estímulo. La pulsión, en cambio, no actúa como una fuerza de choque momentánea, sino siempre como una fuerza constante. Puesto que no actúa desde afuera, sino desde el interior del cuerpo, una huida de nada puede valer contra ella. Sera mejor que llamemos necesidad al estimulo pulsional; lo que cancela esta necesidad es la satisfacción. Esta solo puede alcanzarse mediante una modificación, apropiada a la meta (adecuada), de la fuente interior del estímulo. Si ahora, desde el aspecto biológico pasamos a la consideración de la vida anímica, la pulsión nos aparece como concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático, como un representante psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma, como una medida de la exigencia de trabajo que es impuesta a lo anímico a consecuencia de su trabazón con lo corporal. Ahora podemos discutir algunos términos que se usan en conexión con el concepto de pulsión, y son: esfuerzo, meta, objeto, fuente de la pulsión. Por esfuerzo de una pulsión se entiende su factor motor, la suma de fuerza o de la medida de exigencia de trabajo que ella representa. Ese carácter esforzante es una propiedad universal de las pulsiones, y aun su esencia misma. Toda pulsión es un fragmento de actividad; cuando negligentemente se habla de pulsiones pasivas, no puede mentarse otra cosa que no sea pulsiones con una meta pasiva. La meta de una pulsión es en todos los casos la satisfacción que solo puede alcanzarse cancelando el estado de estimulación en la fuente de la pulsión. Pero si bien es cierto que esta meta ultima permanece invariable para toda pulsión, los caminos que llevan a ella pueden ser diversos, de suerte que para una pulsión se presenten múltiples metas más próximas o intermediarias, que se combinan entre si o se permutan unas por otras. El objeto de la pulsión es aquello en o por lo cual puede alcanzar su meta. Es lo mas variable en la pulsión; no esta enlazado originariamente con ella, sino que se le coordina solo a consecuencia de su aptitud para posibilitar la satisfacción. No necesariamente es un objeto ajeno; también puede ser una parte del cuerpo propio. En el curso de los destinos vitales de la pulsión puede sufrir un numero cualquiera de cambios de vía; a este desplazamiento de la pulsión le corresponden los mas significativos papeles. Por fuente de la pulsión se entiende aquel proceso somático, interior a un órgano o a una parte del cuerpo, cuyo estimulo es representado en la vida anímica por la pulsión. ¿Qué pulsiones pueden establecerse y cuantas? Es evidente que esto deja mucho lugar a la arbitrariedad. Nada puede objetarse si alguien usa el concepto de pulsión de juego, de pulsión de destrucción, de pulsión de socialidad, siempre que el asunto lo exija y la rigurosidad del análisis psicológico lo permita. Empero, no puede dejarse de indagar, si estos motivos pulsionales, tan unilateralmente especializados, no admiten una ulterior descomposición en vistas de las fuentes pulsionales, de suerte que solo las pulsiones primordiales, ya no susceptibles de descomposición, pudieran acreditar una significación. He propuesto distinguir dos grupos de tales pulsiones primordiales: las pulsiones yoicas o de autoconservación y las pulsiones sexuales. Pero no conviene dar a esta clasificación el carácter de una premisa necesaria, a diferencia, por ejemplo, del supuesto sobre la tendencia biológica del aparato anímico. En general, me parece dudoso que sobre la base de la elaboración del material psicológico se puedan obtener indicios decisivos para la división y clasificación de las pulsiones. A los fines de esta elaboración, parece mas bien necesario aportar al material determinados supuestos acerca de la vida pulsional, y seria deseable que se lo pudiera tomar de otro ámbito para transferirlos a la psicología. Lo que la biología dice sobre esto no contraria por cierto la separación entre pulsiones yoicas y pulsiones sexuales. Enseña que la sexualidad no ha de equipararse a las otras funciones del individuo, pues sus tendencias van más allá de él y tienen por contenido la producción de nuevos individuos, vale decir, la conservación de la especie. Nos muestra, además, que dos concepciones del vínculo entre yo y sexualidad coexisten con igual titulo una junto a la otra. Para una, el individuo es lo principal; esta aprecia a la sexualidad como una de sus funciones y a la satisfacción sexual como una de sus necesidades. Cuando el psicoanálisis se extienda a las otras afecciones neuróticas, sin duda obtendremos también una base para conocer las pulsiones yoicas, aunque en este nuevo campo de estudio parece desmedido esperar condiciones tan favorables para la observación. Con miras a una caracterización general de las pulsiones sexuales puede enunciarse lo siguiente: son numerosas, brotan múltiples fuentes orgánicas, al comienzo actúan con independencia unas de otras y solo después se reúnen en una síntesis más o menos acabada. La meta que aspira cada una de ellas es el logro de placer de órgano; solo tras haber alcanzado una síntesis cumplida entra entran al servicio de la función de reproducción, en cuyo carácter se las conocen comúnmente como pulsiones sexuales. En su primera aparición se apuntalan en las pulsiones de conservación, de las que solo poco a poco se desasen; también en el hallazgo de objeto siguen los caminos que les indican las pulsiones yoicas. Una parte de ellas continúan asociadas toda la vida a estas últimas, a las cuales proveen de componente libidinosos que pasan fácilmente inadvertidos durante la función normal y solo salen a la luz cuando sobreviene la enfermedad. Se singularizan por el hecho de que en gran medida hacen un papel vicario unas respecto de las otras y pueden intercambiar con facilidad sus objetos (cambios de vía). A consecuencia de las propiedades mencionadas en ultimo termino, se habilitan para operaciones muy alejadas de sus acciones-meta originarias (sublimación). Tendremos que circunscribir a las pulsiones sexuales, mejor conocidas por nosotros, la indagación de los destinos que las pulsiones pueden experimentar en el curso de su desarrollo. La observación no enseña a reconocer, como destinos de pulsión de esa índole, los siguientes: El trastorno hacia lo contrario. La vuelta hacia la persona propia. La represión. La sublimación. Quizás nos acerquemos a la comprensión de los múltiples contrarios del amar, si consideramos que la vida anímica en general esta gobernada por tres polaridades, las oposiciones entre: 1. Sujeto (yo)-Objeto (mundo exterior) 2. Placer-Displacer 3. Activo-Pasivo Las tres polaridades del alma entran en los más significativos enlaces recíprocos. Existe una situación psíquica originaria en que dos de ellas coinciden. El yo se encuentra originariamente, al comienzo mismo de la vida anímica, investidos por pulsiones, y es en parte capaz de satisfacer sus pulsiones en si mismo. Llamamos narcisismo a ese estado, y autoerótica a la posibilidad de satisfacción. El mundo exterior en esa época no está investido con interés (dicho esto en general) y es indiferente para la satisfacción. Por tanto, en ese tiempo el yo-sujeto coincide con lo placentero, y el mundo exterior, con lo indiferente (y eventualmente, en cuanto fuente de estímulos, con lo displacentero). Asi, a partir del yo-realidad inicial, que ha distinguido el adentro y el afuera según una buena marca objetiva, se muda en un yo-placer purificado que pone el carácter del placer por encima de cualquier otro. Yo-sujeto coincide con placer. Mundo exterior coincide con displacer (desde una indiferencia anterior). Podemos destacar, a manera de resumen, que los destinos de pulsión consisten, en lo esencial, en que las mociones pulsionales son sometidas a las influencias de las tres grandes probabilidades que gobiernan en la vida anímica. De estas tres polaridades que gobiernan la vida anímica. De estas tres polaridades, la que media entre actividad y pasividad puede definirse como biológica; la que media entre yo y el mundo exterior, como la real; y, por último, la de placer-displacer, como la económica. El destino de la pulsión que es la represión será objeto de una indagación posterior.