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La célula

En tanto que unidades


estructurales, fisiológicas y
genéticas dotadas de vida propia y
de capacidad reproductiva, las
células vienen a ser «los átomos
de los organismos vivientes», es
decir, las unidades biológicas
básicas que constituyen los seres
vivos. Se pueden distinguir dos
tipos de células:
las procariotas (bacterias) son
células sencillas, desprovistas de
núcleo y de compartimentos
organizados (orgánulos), mientras
que las eucariotas (las que
componen todos los demás seres
vivos) poseen un núcleo y
orgánulos celulares.
La teoría celular
Fue el científico inglés Robert
Hooke quien observó por primera
vez en 1665, con un primitivo
microscopio que él mismo había
construido, que el corcho estaba
formado por multitud de pequeñas
cavidades que se parecían a las
celdas de un panal de abejas y a
las que, por esta razón, denominó
células. A partir de entonces se
comprobó que las células estaban
presentes en todos los organismos
vivos, tanto vegetales como
animales.
La aparición de microscopios de
alta precisión permitió a René
Dutrochet efectuar buenas
observaciones de células vivas,
que le llevaron a afirmar en 1824
que «el crecimiento es el resultado
tanto del incremento del volumen
de las células como de la adición
de nuevas células pequeñas, las
cuales pasan a ser como aquellas
células que las han precedido en
orden de aparición y desarrollo».
No obstante, no distinguió el
núcleo; éste fue observado por
primera vez y llamado así en 1833
por el botánico británico Robert
Brown.
Rudolf Virchow
Posteriormente, M. J. Schleiden
y Theodor Schwann establecieron
la llamada teoría celular, que
sostiene que todos los organismos
vivos están formados por una o
varias células. El
perfeccionamiento del microscopio
en Alemania les permitió llegar a
esa conclusión, pero ambos
mantuvieron interpretaciones
erróneas sobre la formación de las
células: Schleiden creyó que las
nuevas células se formaban por
gemación a partir del núcleo, y
Schwann mantuvo que la
formación de las células era un
proceso similar a la cristalización
química. En 1855, Rudolf
Virchow hizo una certera y famosa
afirmación: «toda célula proviene
de otra célula». Hoy sabemos, en
efecto, que las células constituyen
la unidad anatómica y fisiológica
de los seres vivos, y que cualquier
célula procede necesariamente de
otra célula.
Métodos de estudio
Son múltiples las técnicas que
permiten el estudio de las células,
que pueden ser examinadas vivas
o muertas. Para determinar la
naturaleza química de los
constituyentes celulares se recurre
a métodos citoquímicos, citofísicos
(criodecapado) e histoquímicos. La
microdisección, la micropuntura
ultravioleta y el cultivo de los
tejidos proporcionan información
sobre la fisiología de los tejidos
celulares. Los procedimientos de
observación de la célula se sirven
de la microscopía (microscopía
ordinaria, de luz ultravioleta,
electrónica, de fondo oscuro,
ultramicroscopía, de contraste de
fases, de luz polarizada), la
microfotografía y la
microcinematografía.
Los antiguos microscopios ópticos,
como el utilizado por Hooke en el
siglo XVII, precisan siempre de una
fuente de luz visible que atraviesa
una preparación que ha de ser
necesariamente transparente o
traslúcida, por lo cual la muestra
ha de ser muy delgada y, en
muchos casos, objeto de una
tinción especial para hacer visibles
determinados detalles. El
desarrollo de la óptica ha permitido
construir microscopios ópticos de
hasta mil aumentos.
El microscopio de Robert Hooke
(ilustración de su
obra Micrographia, 1665)
El microscopio electrónico,
empleado desde los años treinta
del siglo XX, es capaz de aumentar
la imagen hasta doscientas
cincuenta mil veces, gracias a un
haz de electrones emitidos por un
cátodo que atraviesan una
columna de vacío de unos dos
metros. Las imágenes obtenidas
son planas y de gran calidad, pero
no permite la observación de
ejemplares vivos a causa del vacío
de la columna. En la década de
1950 se desarrolló el microscopio
electrónico de rastreo, en el cual
los electrones no atraviesan la
muestra, sino que chocan contra
su superficie, que se ha revestido
previamente con un material
pesado; las imágenes que
proporciona son de tres
dimensiones.
Todo ello permitiría la observación
de la ultraestructura celular, es
decir, de los caracteres que son
demasiado pequeños para ser
vistos a través de microscopios
ópticos. Además, técnicas
bioquímicas como la aplicación de
trazadores radiactivos para
determinar la localización de
reacciones metabólicas de las
células han revelado cómo actúan
los componentes celulares para
mantener la vida de la célula y así
contribuir a la vida del organismo.
Forma y tamaño de las células
Las células libres suelen ser
esféricas, aunque las bacterias y
los protozoos pueden adoptar
formas muy peculiares, como en el
caso de la vorticela o el paramecio.
En los seres pluricelulares las
células adquieren formas muy
diversas: prismáticas, cúbicas,
fusiformes, poligonales,
estrelladas, etc.
En líneas generales, las células
vegetales tienden a presentar
formas poligonales y consistencia
rígida, mientras que las células
animales suelen ser más
redondeadas y blandas por carecer
de pared celulósica. Las
dimensiones de las células
animales son del orden de las 10 µ
(diez micras, es decir, diez
milésimas de milímetro), aunque
algunos protozoos llegan a medir 5
milímetros y el óvulo de la gallina
20 milímetros. Las de las células
vegetales oscilan entre 20 y 50 µ
(a pesar de que las fibras de ramio
miden 220 milímetros y las
bacterias entre 0,5 y 2 µ).
Morfología celular
Independientemente del tamaño de
las células, su organización
general presenta idéntica
disposición. Limitada por una
envoltura externa, la membrana
plasmática, la célula eucariota
comprende una masa central,
el núcleo, rodeado por
el citoplasma. El citoplasma tiene
aspecto de un gel que encierra
múltiples orgánulos y está
compartimentado por un sistema
de tabiques membranosos que
constituyen el retículo
endoplasmático y el aparato de
Golgi. Las formaciones
esqueléticas, de naturaleza
proteica, dividen el citoplasma en
cuadrículas.
La membrana
Una célula está separada del
medio exterior por una membrana
periférica, la membrana
plasmática, también
llamada membrana
citoplasmática o membrana celular.
Esta membrana, en realidad, no es
más que una diferenciación del
propio citoplasma. Las funciones
de la membrana plasmática
consisten en limitar la célula
dándole forma y seleccionar las
sustancias que la célula
intercambia con el exterior.
Además de la membrana
plasmática, las células vegetales
tienen una cubierta rígida, formada
principalmente por celulosa,
conocida con el nombre de pared
celular. La membrana plasmática
está compuesta por un 40% de
lípidos, un 50% de proteínas y un
8% de glúcidos.

Partes de la célula
Los lípidos dan forma a la
membrana; están representados
por un pequeño número de
variedades
moleculares: fosfolípidos, glicolípid
os y colesterol. Las moléculas de
fosfolípidos son, con mucho, las
más abundantes y, en medio
acuoso, se organizan
espontáneamente en una doble
capa lípida de 7,5 a 10 µ de
espesor.
Las proteínas están muy
diversificadas y juegan un papel
primordial en la vida de la célula.
Algunas de ellas son receptores
específicos de moléculas
extracelulares, mientras que otras
son transportadores o enzimas.
Las proteínas flotan en la doble
capa que forman los lípidos, lo cual
permite su movimiento. Esta
peculiar disposición de las
moléculas recibe el nombre
de mosaico fluido.
El citoplasma
Está formado principalmente por
una sustancia
llamada hialoplasma que contiene
varias inclusiones en suspensión.
Esta sustancia está formada por un
70% de agua y una proporción
variable de glúcidos, lípidos,
proteínas y sales minerales, y en
su seno tienen lugar multitud de
reacciones químicas.
El citoplasma presenta un aspecto
homogéneo y está constituido por
una red de fibras proteicas
enlazadas entre sí por uniones
peptídicas, disulfuros, etc. Las
propiedades físicas del citoplasma
(viscosidad, plasticidad,
elasticidad) son función del número
y de la naturaleza de las uniones
entre las cadenas polipeptídicas
estructurales.
El retículo endoplasmático
Está presente en todas las células
eucariotas, se extiende por todo su
citoplasma y es el que asegura
simultáneamente las funciones de
síntesis y de transporte de las
proteínas y de los lípidos. También
sirve de almacén de las moléculas
elaboradas por la célula o
procedentes del exterior.
El retículo endoplasmático consta
de una serie de pliegues laminares
que delimitan múltiples cavidades
comunicadas entre sí. Su
membrana es, en realidad, una
continuación de la membrana
nuclear y de la citoplasmática.
El retículo endoplasmático
rugoso (o ergatoplasma) está
sembrado de ribosomas unidos a
la cara citoplasmática de su
membrana, mientras que
el retículo endoplasmático
liso carece de ribosomas.
El aparato de Golgi
Sus funciones esenciales parecen
ser la selección de proteínas y la
secreción. Se localiza cerca del
núcleo y está constituido por varios
sáculos planos, los dictiosomas,
que dan lugar a unas vesículas
que contienen glúcidos y proteínas.
Las mitocondrias
Llevan a cabo una función esencial
en los procesos energéticos de la
célula, ya que en su interior tienen
lugar las reacciones propias de la
respiración celular. Las
mitocondrias suelen ser alargadas
(de 1 a 7 µ de largo) y comprenden
una membrana externa
característica y una membrana
interna, mucho más rica en
proteínas (80%). Esta última
presenta rugosidades y crestas
que aumentan su superficie.
El número de mitocondrias varía
según las células, pero suele ser
elevado. El compartimento
mitocondrial interno, o matriz,
encierra una gran variedad de
enzimas, ribosomas y una
molécula circular de ácido
desoxirribonucleico (ADN).
El núcleo
Se encuentra en el seno del
citoplasma y, al ser más
refringente que éste, es visible por
observación directa de la célula. La
presencia del núcleo es constante
en todas las células animales. Las
que carecen de él, como los
hematíes de los mamíferos y las
fibras del cristalino, son células
viejas que han evolucionado.
Generalmente las células animales
poseen un solo núcleo, aunque
existen también células con dos
núcleos, como las células
hepáticas, e incluso células con
varios, como los mieloplaxos o
policariocitos de la médula ósea y
las células cancerosas.
El núcleo suele ser esférico,
aunque puede presentar forma
polilobulada, elipsoidal o
estrellada. En general suele ocupar
una posición central, pero a veces
se sitúa cerca de la membrana
plasmática. En él se forman los
cromosomas, en los que se
encierra la información genética.
Durante el período que separa dos
divisiones sucesivas (interfase), la
célula eucariota tiene un núcleo
bien diferenciado rodeado por la
membrana nuclear que encierra
una masa de cromatina y uno o
varios nucleolos. En estos últimos
tiene lugar la síntesis de los ácidos
ribonucleicos ribosómicos (ARNr) y
la unión de estas moléculas con
proteínas para formar las dos
subunidades que constituyen los
ribosomas. Estos ribosomas,
después de migrar a través del
citoplasma, constituyen el único
lugar donde se sintetizan todas las
proteínas de la célula.
La membrana nuclear está
compuesta de dos capas. Su cara
externa es una continuación del
retículo endoplasmático. Las dos
capas se unen en
los poros nucleares, permitiendo el
tránsito de moléculas entre el
citoplasma y el núcleo.
El material genético de la célula,
formado por largos filamentos de
ADN y proteínas, ocupa la mayor
parte del núcleo. Los cromosomas,
con su típica forma de bastoncillos,
sólo aparecen cuando en algunas
fases del ciclo celular se
empaqueta el ADN, preparándose
para la división.
Entre las eucariotas, cada célula
sigue un ciclo celular mediante el
cual, después de una fase de
crecimiento y de una intensa
actividad metabólica y de síntesis
(interfase), se divide para dar lugar
a dos células hijas idénticas a la
célula inicial. Esta división,
la mitosis, empieza por la división
del núcleo: es la cariocinesis,
mediante la cual la información
genética se reparte por igual. La
división termina con la partición del
citoplasma, o citocinesis.
Particularidades de las células
vegetales
La célula vegetal se compone,
como la animal, de una membrana,
un citoplasma y un núcleo, pero su
organización difiere ligeramente.
Se distingue por tres estructuras
características: la pared celulósica
o pectocelulósica, los cloroplastos
y un aparato vacuolar.
La pared celulósica
La pared celulósica o
pectocelulósica es una membrana
rígida mucho más gruesa que la
membrana plasmática. Su función
es la de proteger a la célula y darle
forma. Junto con las vacuolas, es
responsable de la rigidez de la
planta.
Los cloroplastos
Los cloroplastos permiten a las
partes verdes de los vegetales la
realización de la fotosíntesis,
mediante la cual pueden utilizar la
energía solar para transformar
sustancias minerales en materia
orgánica.

Célula vegetal
Con este fin, los cloroplastos
contienen, además de pigmentos
carotinoides, una gran cantidad de
un pigmento verde muy especial,
la clorofila. El número de
cloroplastos, así como su forma y
tamaño, varía mucho según las
células. La estructura de los
cloroplastos es tan complicada
como la de las mitocondrias; al
igual que éstas, tienen dos
membranas.
El aparato vacuolar
Es otra formación característica de
la célula vegetal, a pesar de que
algunas células animales también
tienen vacuolas. Juega un
importante papel en los
intercambios de agua entre la
célula y el medio externo. Es sobre
todo en este aparato, formado
generalmente por una única
vacuola grande, donde se
acumulan las sustancias hidrófilas,
ya sean sustancias de reserva
(como la sacarosa) o sustancias de
excreción o de secreción.
La vacuola condiciona la rigidez de
los órganos vegetales a base de
modificar las condiciones de
turgencia. Ello explica que las
plantas con carencia
de agua presenten un aspecto
flácido que se recupera
rápidamente con el riego.
Fisiología celular
Entre la célula animal o vegetal y el
medio ambiente se efectúan una
serie de intercambios selectivos
que son posibles gracias a
diversos mecanismos como la
ósmosis, la imbibición o la
adsorción. Otra manera de captar
sustancias del exterior consiste en
la deformación de la membrana
celular para rodear partículas
sólidas (fagocitosis) o
líquidas (pinocitosis). En ambos
casos, una parte de la membrana
se desprende para formar, con la
sustancia captada, una nueva
vacuola. Una vez los alimentos han
sido incorporados a la célula, son
digeridos por la acción de las
enzimas contenidas en los
lisosomas.
El metabolismo
Es el conjunto de procesos
químicos en que se parte de la
utilización de los productos de la
digestión para la obtención de
nueva materia viva. En
el anabolismo se requieren
grandes cantidades de energía
para la construcción de moléculas
complejas y estructuras celulares.
Durante el catabolismo se
degradan las sustancias más
sencillas para la obtención de
energía y se producen materiales
de desecho que serán
inmediatamente eliminados o
aislados por la célula. Un ejemplo
de catabolismo es la respiración
celular que tiene lugar en las
mitocondrias, gracias a la cual se
degrada la glucosa con
desprendimiento de energía. Las
reacciones metabólicas están
condicionadas por factores
químicos (biocatalizadores) y por
factores físicos (fenómenos de
superficie).
Las formaciones esqueléticas y
el movimiento
En la célula se verifican
movimientos internos (ciclosis) y, a
veces, también de movimientos
externos (movimientos ameboides,
movimientos ciliares y flagelares,
movimientos relacionados con las
variaciones de la turgencia celular,
etc.). Las formaciones esqueléticas
son al mismo tiempo la osamenta
de la célula y el motor de los
movimientos celulares. El
microscopio electrónico ha
permitido ver que las formaciones
esqueléticas están formadas por
filamentos proteicos que pueden
presentar tres estructuras distintas:
los microfilamentos (de 7 a 9 µ de
diámetro), los microtúbulos (30 µ
de diámetro) y los filamentos
intermedios (de 8 a 14 µ de
diámetro). Todos ellos están
unidos entre sí por fibras proteicas
que forman una tupida red
tridimensional, la red
microtrabecular.
Los microfilamentos están
formados por actina, igual que las
fibras de los músculos, que al
actuar conjuntamente con otra
proteína, la miosina, hace la
función de «maquinaria contráctil»
de la célula y es responsable de la
actividad muscular. Cuando los
microfilamentos alargan o contraen
uno de los lados de la célula,
provocan los movimientos de
repliegue, de recubrimiento y otros,
que permiten, en el curso de la
vida embrionaria, la formación de
los órganos más complejos
(pulmones, páncreas, glándulas
salivales, etc.). Los mismos
microfilamentos aseguran la
separación de las dos células hijas
después de la mitosis y el
desplazamiento de las células
aisladas móviles
(espermatozoides, leucocitos, etc.).
Imagen de una célula obtenida
mediante un microscopio
electrónico
Los microtúbulos constituyen
particularmente el huso mitótico y
el esqueleto de los axones;
proporcionan a los microfilamentos
idéntico apoyo que los huesos a
los músculos. Desde el punto de
vista bioquímico, el funcionamiento
de estos elementos de la célula
impone la intervención de
adenosín monofosfato cíclico
(AMPc), fosforilas y otras
sustancias, además de iones de
calcio.
Distintos movimientos de la
membrana provocan la formación
de vesículas que posibilitan los
intercambios entre la célula y su
entorno. La fagocitosis permite la
ingestión de partículas de gran
tamaño, mientras que
la pinocitosis facilita, a la mayoría
de células animales, la captación
de líquidos extracelulares al
integrar continuamente porciones
de membrana plasmática en forma
de pequeñas vesículas.
La endocitosis posibilita la
ingestión rápida de ciertas
sustancias seleccionadas por
receptores específicos. En todas
las células eucariotas, tanto la
secreción de productos al medio
extracelular como la incorporación
de componentes de la membrana
de nueva síntesis se llevan a cabo
por el proceso de la exocitosis.
Las comunicaciones
intercelulares
La transmisión sináptica del influjo
nervioso, la función de los
mediadores químicos (como la
noradrenalina, la acetilcolina o la
serotonina), la coordinación de los
latidos de las células del corazón o
la distribución de los iones y de los
potenciales eléctricos en los tejidos
exigen que entre las células
vecinas exista una comunicación.
Cuando dos células se encuentran
en contacto, se establecen unos
poros de unión lo suficientemente
grandes para permitir el paso de
moléculas de masa molecular
elevada. Pero en el momento en
que las células se separan, los
poros vuelven a cerrarse y la
membrana recupera su
impermeabilidad.
Reproducción celular
La multiplicación de las células se
puede llevar a cabo, según el
comportamiento de los
cromosomas, de dos formas
distintas: la mitosis, que afecta a
todas las células durante el
crecimiento del individuo, y
la meyosis, que sólo se produce en
la formación de las células
reproductoras.
La mitosis
La mitosis produce dos células
hijas exactamente iguales que la
célula madre. El proceso se lleva a
cabo mediante etapas bien
diferenciadas que reciben nombres
característicos.
Durante la profase cada
cromosoma da lugar a
dos cromátidas que se mantienen
unidas en una estructura
llamada centrómero.
Seguidamente, a lo largo de
la metafase, las cromátidas se
concentran en el centro de la
célula, para emigrar durante
la anafase hacia extremos
opuestos. Finalmente, mientras
dura la telofase, la membrana
celular se repliega hacia el interior,
produciendo un estrangulamiento
que divide a la célula por la mitad.

Mitosis
De esta forma se producen dos
células que tienen el mismo
número de cromosomas que la
célula madre y que reproducen su
material genético. La etapa
intermedia entre dos divisiones
celulares se llama interfase y,
mientras dura, la célula sintetiza el
ARN y las proteínas necesarias
para el desarrollo de la vida
celular.
La meyosis
La meyosis es la forma de
reproducción característica de las
células reproductoras o gametos,
mediante la cual se obtienen
cuatro células hijas que contienen
la mitad de los cromosomas de la
célula madre. En este caso, las
cuatro fases de la división se llevan
a cabo en dos etapas distintas.
En la primera etapa, los
cromosomas se duplican formando
dos cromátidas, pero son los pares
de cromosomas homólogos, y no
las cromátidas como en el caso de
la mitosis, los que se separan y
emigran hacia los extremos de la
célula. Al dividirse esta célula,
cada célula hija contiene uno de
los cromosomas enteros de cada
par de homólogos y, por tanto, la
mitad de los cromosomas de la
célula madre.
En la segunda fase los
cromosomas se comportan como
en cualquier mitosis (es decir,
produciendo dos células hijas de
cada una de las dos anteriores), lo
que totaliza cuatro células por cada
célula madre, eso sí, con la mitad
de sus cromosomas. Si no tuviera
lugar esta reducción a la mitad del
número de cromosomas en los
seres vivos con reproducción
sexual, al unirse en la fecundación
los gametos masculino y femenino
se duplicaría el número de
cromosomas en cada generación.
Una vez la célula se ha dividido y
se han obtenido dos o más células,
éstas han de crecer hasta adquirir
las dimensiones de la célula
madre. Esta división se puede
efectuar por bipartición, que da
lugar a dos células del mismo
tamaño, o por gemación o
pluripartición, que produce células
más pequeñas.
Diferenciación celular
Aunque todas las células de un
organismo determinado contienen
igual información genética, no son
idénticas en estructura o función, a
causa de que en diversos tipos
celulares se activan y actúan
genes diferentes. Las señales
moleculares que dictan qué genes
deben ser activados proceden del
interior de la célula, o bien de
hormonas o factores de
crecimiento ubicados fuera de ella.
Este proceso da lugar a
la diferenciación de las células de
un organismo pluricelular para
realizar diferentes tareas. Las
células con potencialidades
idénticas permanecen agrupadas y
se organizan formando tejidos, los
cuales, a su vez, se organizan y
asocian para la formación de los
órganos. Dependiendo de su
función, las células pueden asumir
gran variedad de formas y
tamaños.
Células vegetales especializadas
Las plantas tienen gran diversidad
de células adaptadas a tareas
particulares en virtud de su forma y
capacidades. Dos ejemplos
servirán para ilustrar esta variedad.
Las células oclusivas se
encuentran en pares en el envés
de la mayoría de las hojas, donde
controlan la abertura y cierre de
pequeños poros (estomas) a través
de los cuales difunden, de la hoja y
al aire del entorno, oxígeno,
dióxido de carbono y vapor de
agua. Las células oclusivas se
hinchan y deshinchan a
consecuencia de cambios de
presión en su interior. Debido al
desigual grosor de sus paredes
celulares, al hincharse las dos
células se doblan y abren un poro
entre ellas. De este modo, actúan
como porteros, abriendo y
cerrando el poro en respuesta a las
necesidades de la planta y a
cambios en el ambiente.
Los elementos cribosos son las
células que forman los tubos
cribosos, elementos del tejido
conductor de nutrientes de la
planta (floema), que permiten el
transporte de nutrientes solubles a
través de ésta. Cada elemento
criboso está fuertemente asociado
a una célula acompañante (unida a
él por plasmodesmos) que actúa
como unidad de soporte, llevando
a cabo ciertas funciones celulares
vitales para ambas células.
Células animales especializadas
Los animales tienen que realizar
muchas más funciones que las
plantas. Se caracterizan por su
gran movilidad y necesitan ser
sensibles y responder a su entorno
rápidamente; por esta razón, el
muestrario de sus adaptaciones
celulares es realmente
impresionante.
Una destacable proeza de diseño
es el músculo estriado (o
esquelético), que mueve los
huesos. Las células musculares
inmaduras se unen para
formar fibras musculares, cada una
con muchos núcleos dentro de una
membrana plasmática común. Las
fibras musculares, que pueden ser
de hasta 30 centímetros de largo,
comprenden
numerosas miofibrillas finas,
constituidas por moléculas de
proteína dispuestas en forma de
filamentos paralelos y solapados.
Esta disposición permite la
contracción y relajación coordinada
y eficiente del músculo, que no se
lograría si las células musculares
permanecieran como células
distintas y separadas.
Otra adaptación muy efectiva son
los bastones, uno de los dos tipos
de células receptoras fotosensibles
de la retina de los ojos de los
vertebrados (el otro tipo son
los conos). Hay cerca de 120
millones de bastones en cada
retina. Como sugiere su nombre,
son células alargadas y delgadas,
y su forma está especialmente
adaptada para detectar la luz que
penetra en el ojo. Cada una de
ellas está llena de discos
membranosos en los que están los
pigmentos sensibles a la luz.
Un tercer tipo de célula animal
especializada es la de la capa más
exterior (epitelio) del intestino
delgado, a través de la cual se
absorben los productos
procedentes de la digestión. La
membrana plasmática de estas
células está replegada hacia
afuera para formar proyecciones
digitiformes,
llamadas microvellosidades,
parecidas a las cerdas de un
cepillo (la superficie epitelial se
describe como ribete en cepillo).
Esto incrementa sensiblemente el
área de la superficie capaz de
absorber los productos de la
digestión. Además, las
microvellosidades tienen en sus
membranas proteínas de
transporte especiales que llevan
estas moléculas al interior de las
células epiteliales.
Otro ejemplo de una célula animal
especializada es la célula
nerviosa (o neurona). Estas células
se caracterizan por poseer
prolongaciones muy largas (hasta
un metro), ya que están
especializadas en transmitir
impulsos nerviosos a células diana
a lo largo de distancias
considerables. La parte alargada
de la célula es el axón; los
orgánulos celulares, incluyendo el
núcleo, están concentrados en
el cuerpo celular o soma, del cual
se proyectan dendritas como
antenas, que reciben señales de
células vecinas.
Cómo citar este artículo:
Fernández, Tomás y Tamaro,
Elena. «La célula». En Biografías y
Vidas. La enciclopedia biográfica
en línea [Internet]. Barcelona,
España, 2004. Disponible
en https://www.biografiasyvidas.co
m/tema/celula.htm [fecha de
acceso: 12 de febrero de 2023].

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