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Nota:
Puntaje obtenido
70
¿De qué manera la cultura ha determinado al ser humano? Esta respuesta es quizá (demasiado)
ambiciosa. Formulada en negativo, pareciera que su respuesta reviste la misma simpleza a la vez
que complejidad. Es que -a priori- es posible señalar que no existe manera ni dimensión en que la
cultura haya dejado de determinar al ser humano; permitiéndonos incluso la prerrogativa de
señalar que no existe el ser humano sin una cultura que lo determine. Nada de lo que piense o
realice el ser humano escapa a la cultura, de manera que no podemos responder esa pregunta de
Y no. No parece necesario definir los alcances que puede tener el concepto de cultura en el
pensamiento de los distintos autores para sostener tal aseveración, pues probablemente calce
para todos. Así, hacemos propia la idea general de que los seres humanos -a diferencia de los
otros animales- al pensar y comunicarnos, nos podemos referir no sólo sobre cosas que existen,
sino que también cosas que no existen pero que las hacemos existir cuando colectivamente
hablamos y pensamos en ellas. Tanto dichas cosas que existen imaginariamente en el colectivo de
un grupo humano, como el comportamiento que, en base a ellas, realizan los miembros de dicho
grupo; es lo que llamamos “cultura” 1.
Particularmente enfático -y crítico- de ello es Michael Foucault (1926-1984). Aun cuando en
ninguno de sus múltiples trabajos nos entregó una definición expresa de “cultura”, se ha señalado
que, para él, corresponde al “ conjunto de relaciones prácticas y teóricas que definen
constricciones, normas y regulaciones diversas; como la configuración histórica de la articulación
entre saber y poder en los discursos y modalidades prácticas que traman la existencia social, pero a
dar lugar a estilos de existencia” 2. Así, tanto de “Las palabras y las cosas” (1966) 3 como de “Vigilar y
castigar” (1975)4, extraemos que la cultura -para Foucault- es una jerarquía de valores que
establece órdenes y principios tanto para la extensión como para el alma, y que supone razones de
exclusión para aquellos individuos que -desafiando dicha jerarquía- osen cuestionarla o
derechamente quebrantarla; generando incluso infraestructura para que dicha jerarquía sea
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coercitivamente respetada, desde las instituciones educacionales hasta la de salud y las cárceles.
La cultura define y determina que es lo correcto y lo incorrecto, y desde dicho prisma determina a
los seres humanos en “normales” o “anormales” si es que éstos deciden o no respetarla. Foucault
(1975) al señalar que “ el orden de la infracción, el orden del pecado y el de la mala conducta se
mantenían separados en la medida en que dependían de criterios y de instancias distintos (la
penitencia, el tribunal, el encierro) ” (p.279) solidariza con aquellos individuos que, al ser
considerados “anormales”, históricamente sufrieron los embates del ejercicio del poder mediante
la exclusión y el disciplinamiento, lo que posteriormente se constituiría como la técnica del
“biopoder”.
Para Danilo Martuccelli (1964), la situación tampoco es distinta en lo que respecta a la
determinación de los individuos por parte de la cultura. Y en su caso, citando a Dumont 5, vale
aclarar que nos referimos tanto al ser humano individuado como “agente empírico” como al “ser
moral”. Es más: Nos referimos con ello también a los agentes o miembros que forman parte de los
1 Harari, Y.N. (2013). De animales a dioses. (1ª edición). Chile (2016): Penguin Random House.
2 Monge, J. (2021). La cultura y el “combate de las formas”. Claves para pensar la dimensión afirmativa de la
ética foucaultiana. Griot: Revista de Filosofia, vol. 21, núm. 2, pp. 27-45.
3 Foucault, M. (1966). Las palabras y las cosas. (1ª Edición). Argentina: Siglo veintiuno editores.
4 Foucault, M. (1975). Vigilar y castigar. (1ª Edición). Argentina: Siglo veintiuno editores.
5 Martuccelli, D. (2010). ¿Existen individuos en el sur?. (1ª Edición). Santiago: LOM Ediciones, pp.8
En conclusión, no podemos extraernos de que la cultura nos determine en cada dimensión de
nuestra vida humana, para bien o para mal. En nuestro mundo globalizado, se nos mide a todos
con la vara cultural del “individuo occidental”, por lo que -con lo triste y paradójico que ello puede
sonar- una cultura específica determina incluso a seres humanos que no forman parte de ella.
↳ reencatóla
conclusión.
Referencias:
- Harari, Y.N. (2013). De animales a dioses. (1ª edición). Chile (2016): Penguin Random House.
- Monge, J. (2021). La cultura y el “combate de las formas”. Claves para pensar la dimensión afirmativa de
- Foucault,M. (1975). Vigilar y castigar. (1ª Edición). Argentina: Siglo veintiuno editores.
- Martuccelli, D. (2010). ¿Existen individuos en el sur?. (1ª Edición). Santiago: LOM Ediciones.
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