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AA 1968-1975
El gobierno de las FF.AA inicia desde 1968, un corte en el proceso histórico que cancela la vigencia de una forma de
dominación e injusticia. A partir de entonces las clases dominantes y fracciones conocidas como oligárquicas salen
del bloque del poder en el Estado y pierden su base material, que es el dominio hegemónico de las tierras. El general
Velasco asume el poder tras una larga crisis política.
El gobierno del presidente Belaúnde (1963-68) expresó la crisis de hegemonía presente en el seno de las clases
dominantes. Belaúnde, al frente de la alianza de partidos acción popular-democracia cristiana, levantó las banderas
reformistas y progresistas que expresaban las tan ansiadas demandas populares antioligárquicas que buscaban
justicia social, la democratización real y plena de la ciudadanía, la reforma agraria, la participación en las riquezas de
la nación etc particularmente—, sin concretarlo por la recalcitrante obstrucción de la oligarquía, cuyos representantes
desde el congreso, bloquearon las tan ansiadas reformas.
El deterioro del régimen de Belaúnde, y la pugna política de las clases dominantes que expresa, abrirán a la Fuerza
Armada un importante margen de juego en el poder. La intervención militar en el golpe de 1968 — surge en una
coyuntura de descomposición que se expresa en el acta de Talara.
Con Velasco, la Fuerza Armada abandona el papel de árbitro que tenía desde 1956 para tomar directamente el
gobierno y realizar de una vez las ansiadas reformas estructurales. En una sociedad desarticulada, en la que fuera
del ejército y la Iglesia pocas instituciones fueron estables y significativas —fuera del poder económico—, el nuevo
gobierno ha de conseguir el poder suficiente para realizar los profundos cambios y reformas socioeconómicas que los
partidos reformistas ofrecieron y no pudieron.
Se afecta definitivamente así a la fracción hegemónica de la clase dominante, en crisis desde años antes. La mayor
parte de la banca pasa a control del Estado —cancelando la antigua fracción financiera—, a la vez que el
terrateniente serrano desaparece de la escena. Junto con la caída de estas fracciones de la antigua "oligarquía", el
gobierno intenta redefinir la presencia del capital imperialista expropiando los principales "enclaves" norteamericanos
mineros y petroleros (IPC-Cerro de Pasco-Marcona), estatizando la pesca de anchoveta y los servicios públicos
(teléfonos, luz eléctrica, ferrocarriles) y redefiniendo la legislación de modo tal que se asegure un mayor poder del
Estado en las nuevas concesiones y en la industria básica, aun cuando en ellas el capital extranjero se presente
asociado, ahora con el Estado.
(a) las migraciones del campo a la ciudad se incrementaron significativamente, y en las clases urbanas acomodadas
apareció el temor a la formación de ‘cinturones de pobreza’ que empezaban a rodear las principales ciudades;
(b) las recurrentes y masivas manifestaciones reivindicativas de campesinos, muchas de las cuales culminaron en la
toma de tierras de las haciendas;
(c) una extrema concentración de la propiedad de la tierra, la pobreza omnipresente de la población rural y la difusión
de relaciones laborales precapitalistas, particularmente en la sierra;
En su discurso con motivo de la promulgación de la Ley de Reforma Agraria el 24 de junio de 1969, el general Juan
Velasco Alvarado precisó los objetivos de la misma, plasmados en los considerandos de la ley.
En uno de los pasajes enfatizó que la reforma agraria debería «poner fin a un injusto ordenamiento social que ha
mantenido en la pobreza y en la iniquidad a los que labran una tierra siempre ajena y siempre negada a
millones de campesinos» y que debía cancelar los sistemas de latifundio, reemplazándolos «por un régimen justo
de tenencia de la tierra que haga posible la difusión de la pequeña y mediana propiedad en todo el país»
El Perú era un conglomerado de haciendas, dónde cada una de ellas era un Estado autónomo con sus propias leyes y sus propios
esclavos. Y ni hablar de los congresos de esas épocas, que eran, básicamente, una reunión de gamonales que llegaban al poder por
los votos de sus avasallados.
Esa es una de las razones por las que no puede hablarse de un país propiamente dicho antes de 1968. La independencia del Perú no
fue una independencia para todos. Fue, básicamente, para los criollos.
Nosotros, los naturales de estas tierras, a pesar de ser “libres”, seguíamos pagando tributos solo por ser indígenas. Y cuando
desaparecieron esos impuestos con Ramón Castilla, la oligarquía agarró nuestras tierras y nos hizo esclavos dentro de ellas.
Pero el golpe de Velasco acabó con toda esta podredumbre. Le dio el golpe mortal a ese sistema feudal imperante e hizo, por fin,
libres a nuestros ancestros y familias.
¿Democracia? ¿Cuál democracia? ¿Esa en la que los criollos nos robaban las tierras y nos presentaban como subnormales?
¿La que sirve solo para votar cada cuatro o cinco años con la amenaza de pagar una multa? ¿Esa en la que nos trataban como
esclavos, nos humillaban, nos explotaban con sueldos mínimos de por vida? ¿La que solo nos da una educación y salud muy
precarias?