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Identificar al sufrimiento como "el límite de la praxis" y aquello contra lo cual no podemos
hacer nada, deja de lado la lógica que opera como justificación de uno de los campos más
fundamentales del trabajo social; puesto que el sufrimiento, entendido desde una lectura
ética negativa, motiva a que se lleve a cabo la intervención profesional y por consiguiente es
el inicio de la práctica, no su límite.
En el ensayo del Dr. Javier Molina también se puede identificar ciertas afirmaciones con
respecto a la naturaleza del sufrimiento que podrían suponer una barrera en la práctica de
la intervención profesional del trabajo social. Algunas de esas afirmaciones son las
siguientes:
1. Naturalización
El sufrimiento planteado como una experiencia que hace parte de la vida misma y por ende
es inevitable, sitúa a esta condición bajo una visión de naturalización o normalización. Con
dicha afirmación, se da a entender que como el sufrimiento no se puede evitar, no hay
sentido en intentar combatirlo o prevenirlo; situación que llevaría a las personas a caer en
estados de degradación humana de la que nunca buscarían escapar porque ni siquiera se
plantean la posibilidad de buscar alternativas, soluciones y ayuda en pos de mejorar su
calidad de vida y aliviar el sufrimiento que están experimentando.
Por esto mismo, la afirmación "La única forma de conocer qué causa el sufrimiento, es
preguntárselo a quien lo sufre" podría, en ciertos casos, llegar a no ser aplicable.
Entendiendo al sufrimiento como una experiencia subjetiva, en primera instancia es
necesario indagar sus causas a partir de la persona que lo experimenta; sin embargo, hay
situaciones en las que la misma persona que padece el sufrimiento no es consciente de su
situación por lo normalizada que tiene su condición de carencia. Por dicha razón, podría
argumentarse que en esas situaciones es la sociedad la que determina los parámetros que
indican si una persona se encuentra en estado de sufrimiento (generado a partir de la
carencia) o estado de satisfacción.
2. Ambigüedad
Una forma de entender al sufrimiento es como aquella categoría que se antepone a todo y
por ende es más general, y de ahí se desprenden los conceptos de dolor, tanto físico cómo
psicológico o moral. Pero esta interpretación solo le da un sentido de ambigüedad al
concepto de sufrimiento, y por lo tanto imposibilita que se lleve a cabo la intervención.
3. Justificación
Atribuirle al sufrimiento una significación salvífica que encamina a la redención, desde una
perspectiva religiosa, no nos permite aproximarnos desde el trabajo social a su intervención,
puesto que la persona que se encuentre en dicha situación no querrá ser ayudada debido a
las atribuciones "positivas" que le asigne a su situación.