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ÍNDICE:
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1.- ESTRUCTURA ATÓMICA Y NUCLEAR
El estudio de las propiedades de los elementos químicos y de las leyes que regulan las reacciones
entre ellos y que dan lugar a la formación de los compuestos químicos condujo a las siguientes
conclusiones fundamentales:
- Toda la materia está constituida por individualidades, llamadas átomos, que conservan su
identidad en las reacciones químicas.
- Los átomos de cada elemento son iguales entre sí, pero distintos de los de otros
elementos, de los que difieren, al menos, en el peso.
Los diferentes tipos de átomos se combinan para formar estructuras más complejas que reciben el
nombre de moléculas. Una molécula es el menor constituyente de una sustancia que conserva las
propiedades químicas de la misma. Las moléculas de los elementos simples o elementos químicos
están constituidas por átomos de la misma especie. Así, la molécula de hidrógeno, H2, está
constituida por dos átomos de hidrógeno; la molécula de oxígeno, O2, está constituida por dos
átomos de oxígeno. Las moléculas de algunos elementos, como las de los llamados gases nobles,
están constituidas por átomos aislados.
Las moléculas de las sustancias compuestas están constituidas por átomos de especies diferentes.
Así, la molécula de agua H2O está constituida por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno; la
de dióxido de carbono CO2 consta de un átomo de carbono y dos de oxígeno. Existen sustancias
orgánicas cuyas moléculas son muy complicadas y pueden llegar a tener miles de átomos.
Todas las moléculas de una misma sustancia compuesta o combinación química son iguales entre
sí. Así, todas las moléculas de agua H2O están constituidas por dos átomos de hidrógeno y un
átomo de oxígeno unidos de una misma forma. Sus propiedades físicas y químicas suelen ser muy
diferentes de las de los elementos que la componen; por ejemplo las propiedades del agua son
muy distintas de las del hidrógeno y del oxígeno.
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Numerosos experimentos desde finales del siglo XIX y comienzos del XX pusieron de manifiesto
que los átomos no son entidades indivisibles sino que tienen una estructura interna. Sin entrar en
detalles acerca de la evolución histórica de los descubrimientos ni de las teorías existentes, un
átomo, cuyo tamaño característico es del orden de 10-10 m tiene un núcleo muy pequeño, del
orden de 10-15 m, donde se concentra la mayor parte de su masa. El núcleo está formado por dos
tipos de partículas llamadas protones (con carga eléctrica positiva) y neutrones (sin carga
eléctrica o neutras) que se mantienen unidas debido a la denominada interacción fuerte (una
fuerza de atracción muy intensa y de muy corto alcance que es capaz de vencer la repulsión
eléctrica entre las cargas positivas de los protones). Los protones y los neutrones reciben el
nombre genérico de nucleones, por ser ambos los constituyentes de los núcleos atómicos. En
torno al núcleo se encuentran los electrones, partículas con carga eléctrica negativa y mucho más
ligeras que los protones y neutrones del núcleo (la masa del protón o de neutrón son muy
parecidas y aproximadamente 1.840 veces la masa del electrón).
Figura 1: El átomo
El número de protones se denomina número atómico del elemento en cuestión (Z) y determina
sus propiedades químicas. En un átomo neutro (sin carga eléctrica), este número coincide con el
número de electrones aunque no es así en el caso de átomos con carga eléctrica (iones). Los
números atómicos de los elementos existentes en la naturaleza comprenden todos los números
enteros, desde Z = 1 para el hidrógeno hasta Z = 92 para el uranio, a excepción del Tecnecio (Tc)
y el Prometio (Pm) que son obtenidos artificialmente y son radiactivos. A éstos hay que añadir
los elementos artificiales generados por el hombre desde el descubrimiento de la energía nuclear,
como son el plutonio, Z = 94, el americio, Z = 95, el californio, Z = 96, etc., todos ellos
radiactivos. Los elementos de número atómico superior a Z=82 (Pb) son radiactivos.
A cada elemento químico le corresponde un número atómico que coincide con su lugar de
colocación en el Sistema Periódico de los Elementos, en el que se ordenan en sentido creciente
respecto a sus pesos atómicos, presentando un conjunto de regularidades que permiten
clasificarlos en diversos grupos afines. (Figura 2).
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Figura 2. Sistema Periódico de los Elementos.
La imagen del átomo como un sistema planetario en miniatura, donde los electrones se mueven en
órbitas circulares o elípticas alrededor del núcleo, fue abandonada por la física con el desarrollo
de la denominada mecánica cuántica a partir de 1930 debido a las numerosas incongruencias de
dicho modelo. Sin embargo, para una mayor comprensión de los temas, la representación atómica
seguirá este modelo sencillo, que en primera aproximación da buenos resultados.
Los modelos actuales consideran que los electrones se “distribuyen” alrededor del núcleo en
distintos niveles de energía, que son característicos de los átomos de cada elemento químico. Así,
el átomo de hidrógeno es el más simple de la naturaleza y está constituido por un solo protón en
su núcleo y un electrón (el número atómico del hidrógeno es por tanto Z=1). El átomo de helio
tiene dos protones y dos neutrones en su núcleo, así como dos electrones en su periferia (por
tanto, su número atómico es Z=2). El átomo de carbono tiene seis protones y seis neutrones en su
núcleo mas seis electrones en distintos niveles de energía (el número atómico del carbono es
Z=6).
Así mismo, para separar un electrón del átomo es necesario comunicarle una cantidad de energía
llamada energía de enlace o de ligadura del electrón al núcleo. Si se suministra dicha cantidad
de energía, entonces es posible separar completamente un electrón del átomo al que pertenecía, el
cual queda entonces convertido en un ion o átomo ionizado. De esta forma, el átomo primitivo,
eléctricamente neutro, da lugar a dos cargas eléctricas libres: el ion positivo y el electrón negativo.
Este proceso, llamado ionización, puede alterar algunas propiedades de la materia en la que tiene
lugar. Por ejemplo, puede hacer parcialmente conductor de la electricidad a un gas que en
condiciones normales es un buen aislante.
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1.2. El núcleo atómico
A = Z + N luego N = A - Z
A los diferentes núcleos atómicos que existen en la naturaleza o que pueden producirse
artificialmente se les llama, en general, nucleidos y se les designa mediante el símbolo:
A
Z
X
siendo X el símbolo del elemento químico correspondiente y A y Z el número másico y el
número atómico, respectivamente. Todos los átomos que poseen el mismo número de protones en
su núcleo tienen el mismo número atómico y pertenecen al mismo elemento.
Los nucleidos que poseen el mismo número de protones (igual número atómico Z), de modo que
corresponden a un mismo elemento químico, pero distinto número de neutrones (distinto número
másico A) reciben el nombre de isótopos del elemento en cuestión. Los átomos a que dan lugar
los isótopos de un mismo elemento poseen las mismas propiedades químicas, ya que éstas sólo
dependen del número de electrones en la corteza (Z).
Por ejemplo, los átomos con 6 protones son todos átomos de carbono, los cuales tendrán
normalmente 6 electrones. Puede haber, o pueden producirse, átomos de carbono conteniendo
cada uno 4, 5, 6, 7, 8 ó 9 neutrones en su núcleo. Serán, por tanto, átomos de carbono con número
másico 10, 11, 12, 13, 14 ó 15 respectivamente. A todos ellos se les llama isótopos del carbono y
tienen las mismas propiedades químicas pero suelen tener distintas propiedades nucleares. Por
ejemplo, unos se desintegran espontáneamente, son radiactivos, y otros no. A los isótopos
radiactivos de cualquier elemento se les llama radisótopos.
Se conocen tres isótopos distintos del hidrógeno: el hidrógeno ordinario, cuyo núcleo 1H está
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constituido por un simple protón; el deuterio 2H, constituido por un protón y un neutrón y el tritio
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H, constituido por un protón y dos neutrones. Los dos primeros son estables y se encuentran en la
naturaleza en las proporciones de 99,985% y 0,014% respectivamente. El tritio es inestable.
El agua cuyas moléculas contienen deuterio en lugar de hidrógeno ordinario, recibe el nombre de
agua pesada; sus propiedades químicas y biológicas son las mismas que las del agua ordinaria,
pero sus propiedades nucleares son muy diferentes.
De entre los elementos naturales, el más pesado es el uranio que tiene siempre 92 protones en su
núcleo y, por tanto, 92 electrones en su periferia cuando se halla en estado neutro. El uranio
natural está formado por mezcla de dos isótopos, el 99,27% está constituido por uranio 238 (238U)
con 146 neutrones en su núcleo mientras que el 0,73% restante lo constituye el uranio 235 (235U)
con tres neutrones menos. Según se ha dicho, las propiedades químicas de uno y otro son las
mismas, pero las propiedades nucleares son bien distintas.
Los isóbaros son nucleidos que poseen el mismo número másico A (igual número de nucleones)
pero distinto número atómico Z (distinto número de protones). Por lo tanto también tienen
distinto número de neutrones. Al tener diferente número atómico Z, corresponden a diferentes
elementos. Por ejemplo:
40 40
K Potasio-40 y Ca Calcio-40
60 60
Co Cobalto-60 y Ni Níquel-60
En el transcurso de los procesos que tienen lugar en la naturaleza, existen ciertas magnitudes
físicas cuyo valor permanece invariable, dando lugar a los principios de conservación. La física y
química clásicas parecían regirse con toda exactitud por dos principios fundamentales: el
principio de conservación de la masa, según el cual en todo sistema aislado, y en cualquier
proceso que en él tuviera lugar, la masa total que participa debería permanecer constante, y el
principio de conservación de la energía, que establece que ésta ni se crea ni se destruye, sino
que sólo se transforma.
En 1905 Einstein publicó su primer trabajo sobre la Teoría de la Relatividad en el que apareció
como principio fundamental la equivalencia entre masa y energía según la expresión:
E = m c2
Esta equivalencia está hoy en día plenamente demostrada por múltiples experimentos
suficientemente precisos. Se puede crear masa a expensas de energía pura (creación de pares
electrón-positrón) y también puede tener lugar la desaparición de masa que estará acompañada de
una aparición de energía equivalente (fenómenos de aniquilación materia-antimateria).
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Para expresar las MASAS de los átomos y de las partículas que los constituyen no se utilizan las
unidades del Sistema Internacional (SI) al tener estas masas valores sumamente pequeños
comparados con la unidad del SI (kilogramo). En su lugar, se adopta la unidad de masa atómica
definida como "la doceava parte de la masa del átomo de 126C" (que es el más abundante). Su
valor en gramos es:
1 u.m.a. = 1,66 A 10-27 kg.
En física atómica, se utiliza como unidad de ENERGÍA el electronvoltio (eV). La unidad del
Sistema Internacional tiene un valor demasiado alto, por lo que resultaría engorroso trabajar con
ella.
A partir de las investigaciones de Maxwell en 1870 y hasta comienzos del siglo XX, se aceptaba
generalmente que la luz era el resultado de la propagación de una onda electromagnética. Es
decir, de campos eléctrico y magnético oscilantes que se propagan a través del espacio. La
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velocidad de propagación en el vacío de tales ondas, c, resulta ser una constante fundamental,
cuyo valor es aproximadamente
c = 3 x 108 m/s
Tales fenómenos fueron correctamente interpretados por Planck y Einstein a principios del siglo
XX. Para ello, hubo de admitirse que las ondas electromagnéticas están constituidas por
minúsculos paquetes de energía, llamados cuantos de radiación o fotones. El fotón puede ser
considerado como una partícula de masa en reposo nula y con una energía dada. La intensidad de
emisión de la radiación electromagnética depende del número de fotones por unidad de superficie
en el punto de medida.
La representación de la radiación electromagnética como onda o como corpúsculo, constituye dos
aspectos complementarios de una misma realidad, que se manifiesta en una u otra forma según el
tipo de fenómenos que se consideren. La luz se comporta como si fuera una onda en fenómenos
de refracción, difracción, interferencia, etc. En cambio en procesos de intercambio de energía con
átomos y núcleos, actúa como si fuera un corpúsculo.
Estudiando esta naturaleza dual, Luis de Broglie propuso en 1924, que esta propiedad era
extensible a la totalidad de la materia. De acuerdo con esta hipótesis, hoy bien comprobada
experimentalmente, todas las partículas deben exhibir comportamiento ondulatorio en
condiciones adecuadas.
Las ondas electromagnéticas conocidas se extienden sobre una amplia gama de longitudes de
onda, que comprenden desde las ondas radioeléctricas más largas, del orden del km hasta la
radiación gamma más dura, que se extiende hasta el femtometro (10-15 m).
En la Figura 5 puede observarse por ejemplo que la luz visible cubre una porción sumamente
reducida del espectro electromagnético, que se extiende desde los 780 nm para la luz roja, hasta
los 380 nm del violeta. Los límites de separación entre las distintas zonas, no presentan valores
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nítidos y existe siempre un cierto margen de solapamiento.
La mayoría de los elementos que se encuentran en la naturaleza poseen núcleos estables cuya
constitución, es decir el número de protones y de neutrones que contienen, no varía con el tiempo
a no ser que artificialmente se les someta al bombardeo de otras partículas nucleares. Los
elementos naturales, desde el hidrógeno (H) de número atómico Z = 1 hasta el plomo (Pb) de
número atómico Z = 82 están compuestos por uno o varios isótopos con núcleos estables.
Los elementos naturales con Z superior al del plomo hasta llegar al uranio (U) tienen núcleos más
o menos inestables que tienden, a lo largo del tiempo y con mayor o menor rapidez, a modificar
su composición mediante la emisión espontánea de algunas de las partículas que los constituyen.
A este fenómeno de transformación nuclear espontánea se le llama radiactividad, y a los átomos
que así se comportan, radionucleidos. El ritmo o rapidez de transformación espontánea es
característico de cada radionucleido y viene expresado por la llamada constante de
desintegración (λ).
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mediante la emisión de partículas; este proceso implica una desintegración nuclear. Cuando un
núcleo inestable experimenta un proceso de desintegración radiactiva, se transforma en otro
núcleo que posee o que conducirá a una configuración más estable. En los procesos radiactivos en
los que se emiten partículas cargadas (radiactividad alfa y radiactividad beta), el núcleo residual
pertenece a una especie nuclear distinta de la del núcleo original. En los procesos en que tan sólo
se emite radiación electromagnética (radiactividad gamma) el núcleo residual pertenece a la
misma especie nuclear que el originario.
La velocidad con que un determinado isótopo radiactivo se transforma en otro nucleido se expresa
por la fracción de átomos que se desintegran por segundo mediante la constante de
desintegración (λ), característica de cada radionucleido. Dicha constante representa la
probabilidad de que un determinado núcleo se desintegre en la unidad de tiempo subsiguiente a
un instante inicial arbitrario. Es la misma para todos los núcleos de una misma especie y es
independiente de los factores externos al núcleo, tanto físicos (presión, temperatura, ...), como
químicos. Además, es constante en el tiempo, lo que significa que es independiente de la
"edad" del núcleo; esto quiere decir que el núcleo radiactivo no "envejece" en el mismo sentido
en que lo hace un ser vivo, cuya probabilidad de morir aumenta con la edad.
El período o tiempo que tarda una cantidad inicial cualquiera de un radionucleido en reducirse a
la mitad al transformarse por desintegración en otra especie nuclear puede tener valores muy
distintos de uno a otro radionucleido, y por ello se suele expresar en segundos, minutos, horas,
días o años; para el polonio-211 es de 0,52 segundos, para el torio-231 de 25,6 horas, para el
radio-226 de 1.620 años, y para el uranio-238 de 4,5 x 109 años.
Ln 2 0,693
T= =
λ λ
Por tanto, cuanto mayor sea la constante de desintegración, más rápidamente se desintegrará el
radisótopo y menor será su período.
N = N 0 · e - λ ·t
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siendo:
0,5
0
0 T 2T 3T 4T 5T 6T
Tiempo (en periodos)
De acuerdo con la naturaleza de la radiación emitida, existen tres tipos fundamentales de procesos
radiactivos: radiactividad alfa, radiactividad beta y radiactividad gamma.
A−4
A
Z X → Z −2Y +α
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Por ejemplo:
226
86 Ra → 222
84 Rn + α
La mayoría de los radionucleidos que emiten partículas alfa son núcleos pesados, con número
másico A mayor de 140 y el fenómeno es consecuencia de la repulsión eléctrica entre los protones
del núcleo atómico. El espectro energético de las partículas α es un espectro discreto; es decir,
las partículas se emiten con una energía o energías determinadas, características del radionúclido
considerado.
Figura 7: Desintegración alfa
DESINTEGRACIÓN β+
DESINTEGRACIÓN β−
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es la antipartícula del electrón: su masa es igual a la del electrón pero su carga eléctrica es
positiva. La desintegración ß+ es el resultado de la transformación de un protón del núcleo en un
neutrón, con la emisión de un positrón y un neutrino. El núcleo residual tendrá el mismo número
másico que el originario pero su número atómico se verá reducido en una unidad.
A
Z X + e− → A
Z −1 Y
Por ejemplo:
55
26 Fe + e − → 55
25 Mn
Desintegración gamma
La emisión de rayos gamma (γ) representa para el núcleo un medio para desprenderse de su
energía de excitación. Un núcleo que acaba de experimentar una desintegración alfa o beta puede
quedar en un estado excitado; se desexcitará emitiendo un fotón γ. Este proceso se representa
por:
A
Z X
*
→ ZAX + γ
A los isótopos emisores de positrones se les debe considerar en la práctica como emisores de
radiación gamma ya que por ser los positrones partículas inestables, se unen a electrones
teniendo lugar la aniquilación de ambas partículas y convirtiéndose la masa en energía que
aparece en forma de dos fotones de radiación gamma de 0,511 MeV de energía cada uno.
Además, las desintegraciones β y α suelen ir acompañadas de emisión γ, quedar el núcleo residual
en estado excitado o de mayor energía.
Las reacciones nucleares son procesos en los que un núcleo reacciona con otro núcleo, partícula o
fotón, para producirse uno o más núcleos y partículas. La partícula inductora de la reacción se
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denomina "proyectil" y el núcleo bombardeado, "núcleo blanco". Como consecuencia de la
reacción entre el proyectil y el blanco, se genera un núcleo intermedio que por formarse en un
estado excitado tiende a la emisión de partículas o radiación, quedando finalmente un núcleo
residual que en muchas ocasiones es radiactivo:
A
Z X +P → Y +Q
A'
Z'
A
Z X ( P, Q) ZA''Y
La comprensión de los principales procesos de interacción de las radiaciones con la materia que
atraviesan, es importante para poder proceder al estudio de los detectores de radiación, de las
magnitudes y unidades asociadas con la radiación, de los efectos biológicos que producen al
incidir sobre la materia viva y del diseño de los blindajes apropiados para cada tipo de radiación.
Las radiaciones ionizantes constituidas por partículas cargadas (electrones, protones, partículas a)
son radiaciones directamente ionizantes ya que la ionización del medio está producida por la
propia partícula. La radiación electromagnética (fotones) y la constituida por partículas neutras
(neutrones) también producen ionización en el medio en el que penetran. Pero esta ionización en
su mayoría no es directa, sino indirecta, por intermedio de otras partículas cargadas. Por esta
razón, la radiación electromagnética y los neutrones se consideran como radiaciones
indirectamente ionizantes.
Las partículas cargadas pierden su energía al interaccionar con la materia a través de tres tipos de
interacciones, fundamentalmente:
- Colisión elástica. La partícula choca con los átomos del medio desviándose de su trayectoria
y cediendo una cierta cantidad de energía en forma de energía cinética. No se produce
alteración atómica ni nuclear en el medio.
- Colisión inelástica. La partícula choca con los átomos del medio modificando la estructura
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electrónica de los mismos produciendo excitaciones: movimiento de electrones a niveles
energéticos menos ligados o ionizaciones arrancando electrones del átomo.
- Colisión radiativa. La partícula cargada se frena o se desvía en su interacción con los átomos
del medio y, como resultado, emite ondas electromagnéticas (emite radiación, de ahí el
nombre de colisión radiativa), sin modificar la estructura del átomo. Este proceso, a nivel
elemental se produce con mayor probabilidad en las proximidades del núcleo atómico como
consecuencia de pequeñas desviaciones de la partícula incidente. Es la radiación de frenado y
recibe el nombre de bremsstrahlung.
Por ejemplo, si la transferencia de energía de la partícula cargada al electrón atómico del medio
material que atraviesa es suficiente, es decir, superior a la energía de enlace del electrón en el
átomo al que pertenece, el electrón abandona el átomo y éste queda ionizado. Se crea así un par
de iones: un ión positivo constituido por el átomo ionizado y un ión negativo constituido por el
electrón expulsado. Este tipo de ionización, originado por la transferencia de energía de la
partícula cargada incidente a los electrones atómicos, recibe el nombre de ionización primaria.
Si estos electrones disponen de energía suficiente para, a su vez, producir nuevas ionizaciones en
otros átomos, liberando nuevos electrones atómicos, tiene lugar la ionización secundaria. Ambas
ionizaciones contribuyen a la ionización total. La ionización es la interacción fundamental de las
partículas alfa con la materia.
Cuando en la colisión de la partícula incidente con un electrón atómico, se transfiere una cantidad
de energía menor que la energía de ionización correspondiente, el electrón no puede ser arrancado
del átomo al que pertenece, pero sí puede pasar a ocupar un nivel superior de energía. El efecto
producido entonces es una excitación. El átomo excitado volverá inmediatamente a su estado
fundamental mediante la emisión de radiación electromagnética.
La interacción directa tiene lugar a través de alguno de los tres procesos siguientes:
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diferencia entre la energía del fotón incidente y la de ligadura al átomo. Se puede interpretar
como una transferencia total de la energía del fotón a un electrón ligado en un átomo. Como
el átomo residual queda con un electrón menos, se producirá emisión de radiación
electromagnética característica al ocupar dicha vacante otro electrón del mismo átomo,
situado en un nivel energético superior.
- Efecto Compton. El fotón sólo cede al electrón con el que interacciona una parte de su
energía, convirtiéndose en otro fotón de menor energía y desviándose de la trayectoria inicial.
La energía cedida al electrón varía dependiendo del ángulo de dispersión del fotón saliente
respecto a la dirección inicial.
Al incidir un haz de fotones sobre la materia, la probabilidad de que se produzca un efecto u otro
depende de la energía de los fotones y de la naturaleza de la sustancia atravesada. El efecto
fotoeléctrico es el más importante para la absorción de fotones de baja energía. El efecto
Compton es el proceso que prevalece en la absorción de fotones X o gamma de energía
intermedia. A partir de un valor mínimo de 1,02 MeV, la producción de pares aumenta con la
energía de los fotones incidentes y es el proceso que predomina a energías altas.
Los neutrones son partículas que no tienen carga y no pueden interaccionar con la materia a través
de fuerzas coulombianas. Interaccionan con algunos núcleos del material absorbente, que
representan un pequeño volumen frente al volumen del átomo, por lo que son muy penetrantes.
Como resultado de la interacción, el neutrón puede desaparecer (absorción) y ser reemplazado
por una o más radiaciones secundarias, o bien, cambiar significativamente su energía o dirección
(dispersión). La probabilidad de que se produzca un tipo de interacción u otro es función de la
energía de los neutrones así como del tipo de material con el que interacciona.
- Dispersiones elásticas con los núcleos del material absorbente. La máxima transferencia
media de energía tiene lugar cuando chocan los neutrones con núcleos de masa similar, por
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ejemplo núcleos de hidrógeno, los cuales se convierten en los llamados protones de
retroceso. Estos pierden seguidamente la energía recibida en el choque ionizando los átomos
que encuentran en su camino. Como consecuencia de estos choques los neutrones van
perdiendo energía hasta alcanzar la energía cinética media de los átomos o moléculas del
medio. A estos neutrones de baja energía se les llama neutrones térmicos y al proceso
moderación.
- Dispersiones inelásticas. Tienen lugar cuando el núcleo después del choque queda en estado
excitado y emite la energía en exceso por emisión, en general, de un fotón gamma. El neutrón
cambia significativamente su energía, su dirección o ambas cosas.
- Absorción o captura del neutrón por un núcleo del material absorbente. Se producen
reacciones nucleares de diversos tipos, como captura radiativa, emisión de partículas o fisión.
Entre estas reacciones se encuentran las siguientes:
6
Li (n, a) 3He
10
B (n, a) 7Li
27
Al (n, ?) 28Al
27
Al (n, p) 27Mg
27
Al (n, a) 24Na
27
Al (n, 2n) 26Al
113
Cd (n, ?) 114Cd
Los neutrones libres tienen un gran poder de penetración a través de la materia, incluso para
materiales muy densos. No existen materiales eficaces para la absorción de neutrones
rápidos, pero sí algunos, como el Cadmio o el Boro que por su gran capacidad de capturar
neutrones con menor energía, según las reacciones descritas anteriormente, son utilizados como
absorbentes para este tipo de neutrones térmicos (lentos).
La forma más eficaz para detener un haz de neutrones rápidos (de mayor energía) consiste en
convertirlos previamente en neutrones lentos, interponiendo en su camino un espesor conveniente
de agua, parafina o plástico, seguido de unos milímetros de Cadmio o unos centímetros de Boro.
El cuerpo humano contiene un gran porcentaje de hidrógeno y por tanto es muy probable que, si
inciden neutrones sobre el mismo, tengan lugar dispersiones elásticas produciéndose protones de
retroceso que a su vez producirán daños biológicos. Por tanto, el neutrón es una partícula de gran
peligrosidad desde el punto de vista de la radioprotección.
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