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C a p í t u l o III

EL PRINCIPIO DE NO-CONTRADICCION

En el conocim iento hum ano existen unas verdades prim e­


ras, que son fundam ento de todas las dem ás certezas. Así com o
«ente» es la prim era noción de nuestra inteligencia, incluida en
cualquier idea posterior, hay tam bién un juicio naturalm ente p ri­
mero, que está supuesto en todas las dem ás proposiciones: «es
im posible ser y no ser a la vez y en el m ism o sentido». Así, por
ejem plo, al afirm ar que una cosa es de tal m odo, se presupone, en
efecto, que no es lo m ism o ser eso que no serlo: si decim os que
ayudar a los dem ás «es» bueno, es porque no es lo m ism o «ser
bueno» o «no serlo».
A unque se utilice en todos los sectores del saber hum ano,
este principio básico hace referencia al ser, y por eso corresponde
a la metafísica, ciencia del ente en cuanto tal, poner de manifiesto
todo su alcance. Al considerar esta verdad suprem a, estamos
ahondando en una de las características m ás evidentes y funda­
m entales del ser.

1. E l p r i m e r p r in c i p i o a c e r c a d e l e n t e

E se ju icio prim ero se llam a principio de no-contradicción,


porque expresa la condición fu n d a m en ta l de las cosas, es decir,
que no pued en ser contradictorias. Este principio se funda en el
ser, y expresa su m ism a consistencia y su oposición al no-ser.
C onocem os este hom bre, esa m ontaña, aquel anim al, perci­
biendo a cada uno com o algo que es, com o un ente. A continua­
ción se alcanza la idea de «negación de ente» o «no-ser»; con

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ocasión de que advertim os, por ejem plo, que un objeto que estaba
aquí, ah ora ya no está, o que este perro no es aquel otro, la inteli­
gencia form a la prim era noción negativa, la idea de no-ente.
U n a vez aprehendido a partir de las cosas el no-ser, enten­
dem os que un ente no puede ser y no ser, a la vez y en el m ismo
sentido: el principio de no-contradicción expresa así la incom pa­
tibilidad radical entre ser y no-ser, fundada en que el acto de ser
confiere a todo ente una perfección real, auténtica, que se distin­
gue absolutam ente de estar privado de ella.
Se dice «a la vez», porque no hay contradicción p o r ejem ­
plo, en que las hojas de un árbol sean verdes en una época del
año, y m arrones o rojizas en otra. Se añade «en el m ism o senti­
do», pues no es en absoluto contradictorio, pongam os por caso,
que un hom bre sea sabio en unas m aterias e ignorante en otras.
A unque parezca m uy obvio, este principio tiene, com o ve­
remos, una im portancia fundam ental en el conocer hum ano,
tanto espontáneo com o científico, y en las acciones de la vida, ya
que constituye el prim er presupuesto de la verdad de nuestros
juicios.

2. D iv e r s a s f o r m u l a c io n e s d e l p r in c ip io d e
NO-CONTRADICCIÓN

El p rim er principio es, ante todo, un juicio acerca de la rea­


lidad. Por eso, las form ulaciones m ás profundas de este principio
son las de carácter metajisico, es decir, las que se refieren directa­
m ente al ser de las cosas; com o, por ejem plo, «es im posible que
una m ism a cosa sea y no sea»1 o «es im posible que u n a cosa, al
m ism o tiem po sea y no sea»2. N o se afirm a sólo que «lo contra­
dictorio es im pensable», ya que el principio de no-contradicción
es la ley suprem a de lo real, no un axiom a o postulado de la m en­
te p ara in terp retar la realidad: es el ente m ism o el que no es con­
tradictorio.
Pero com o nuestra inteligencia conoce la realidad tal com o
es, el prim er principio del ente es, de m odo derivado, una ley del
pensam iento, la prim era ley lógica3. De ahí que encontrem os

1. A r is t ó t e l e s . Metafísica. IV, 3 , 1 0 0 5 b 2 5 .
2. Ibidem. IV, 4, 1006a 3.
3. De hecho, los sistemas axiomáticos de lógica formal simbólica incluyen
siempre entre los primeros postulados aparentemente convencionales el principio
d e n o - c o n tr a d ic c ió n . Esto c o n f ir m a su carácter d e primera ley ló g ic a .

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otras form ulaciones de carácter lógico, que se refieren m ás bien a


nuestro conocim iento del ente: p o r ejem plo, «es im posible que las
afirm aciones contradictorias respecto de un m ism o objeto y al
m ism o tiem po sean verdaderas».
La inteligencia está som etida al principio de no-contra-
dicción: no puede conocer al ente com o contradictorio, porque no
lo es. C iertam ente, es posible contradecirse al pensar o al hablar,
pero esto sucede sólo en la m edida en que nos apartam os de la
realidad, p o r un defecto de nuestro razonam iento; y cuando al­
guien nos hace ver la incoherencia en que habíam os caído, tende­
m os a rectificar inm ediatam ente porque, aunque cabe afirm ar
algo contradictorio, no es posible entenderlo.

3. CONOC IMIENTO INDUCTIVO DEL PRIMER PRINCIPIO

E l principio de no-contradicción es conocido de m anera na­


tural y espontánea por todos los hombres, a partir de la experien­
cia. C onstituye un juicio per se notiim óm nibus, es decir, m ani­
fiesto por sí m ism o a todos, pero no es una sentencia innata que el
entendim iento poseería ya antes de em pezar a conocer, ni una es­
pecie de esquem a intelectual para com prender la realidad.
P ara em itir este juicio es necesario conocer con anterioridad
sus térm inos, ente y no-ente, nociones.que captam os sólo cuando,
a través de los sentidos, la inteligencia entiende la realidad exter­
n a y aprehende, p o r ejem plo, el papel (ente), y la m áquina de es­
cribir com o distinta de aquel (no-ente). T ratándose de las dos
prim eras nociones que form am os, todos los hom bres conocen
necesariam ente y de m odo inm ediato esta ley de la no-contra-
dicción.
C om o es natural, en los inicios del conocer este principio no
se expresa en su form ulación universal -«es im posible ser y no
ser»-, pero sí se conoce con toda su fuerza y se actúa de acuerdo
con él; p o r ejem plo, un niño sabe m uy bien que no es lo m ism o
com er que no com er, y obra en consecuencia.

4. E v i d e n c i a d e e s t e p r in c i p i o y s u d e f e n s a « a d h o m i n e m »

P o r ser el p rim er juicio, este principio no adm ite una


dem ostración a partir de otras verdades anteriores. Su indem os-
trabilidad, sin em bargo, no es un signo de im perfección, sino al

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contrario, p o rque cuando u n a verdad es patente p o r sí m ism a, no


es necesario ni posible probarla. Sólo requiere ser dem ostrado lo
que no es evidente de form a inm ediata. Adem ás, si todas las afir­
m aciones tuvieran que probarse a p artir de otras, n u n ca llegaría­
m os a unas verdades m anifiestas p o r sí m ism as, y todo el saber
hu m an o estaría infundado.

Defensa del prim er principio ante sus negaciones

A unque el principio de no-contradicción no se puede de­


m ostrar recurriendo a otras evidencias más básicas, que no exis­
ten, sí cabe defenderlo de form a indirecta, poniendo de m anifiesto
las incoherencias en que incurre quien lo niega. Estos argum entos
tienen u n valor indudable, pero n o son propiam ente dem ostracio­
nes, pues la fuerza y la certeza del principio no se deriva de ellos,
sino de la aprehensión natural y espontánea del ente; son sólo una
defensa contra los que lo niegan. Veam os algunas de las argum en­
taciones que Aristóteles da en su M etafísica:

a) Para negar este principio habría que rechazar todo


significado del lenguaje: si «hombre» fuese lo mismo que «no
hombre», en realidad no significaría nada; cualquier palabra in­
dicaría todas las cosas o no designaría ninguna; todo sería lo
mismo. Resultaría imposible, entonces, cualquier comunica­
ción o entendimiento entre las personas. De ahí que cuando
alguien dice una palabra, ya está admitiendo el principio de
no-contradicción, pues sin duda pretende que ese término signi­
fica algo determinado y distinto de su opuesto; en otro caso, no
hablaría (cfr. Metafísica, IV, c.4).
b) Llevando hasta sus últimas consecuencias esta argu­
mentación ad hominem, Aristóteles afirma que quien desecha
el primer principio debería comportarse como una planta, por­
que incluso los animales se mueven para alcanzar un objetivo
con preferencia sobre otros; por ejemplo, al buscar alimentos
(cfr. Ibidem).
c) Además, negar este principio supone aceptarlo, pues
al rechazarlo se concede que no es lo mismo afirmar que negar:
si se sostiene que el principio de no-contradicción es falso, se
admite ya que lo verdadero no es igual a lo falso, aceptando así
el principio que se quiere eliminar (cfr. Metafísica, XI, c.5).

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/•,'/ relativismo consiguiente a la negación del prim er principio

A pesar de su evidencia, el principio de no-contradicción ha


sido negado en la antigüedad p o r diversas escuelas (Heráclito, so­
listas, escépticos) y en la época m oderna de m odo m ás radical y
consciente, p or ciertas formas de filosofía dialéctica (m arxism o)4 y
de relativism o historicista. Son doctrinas que reducen la realidad
a puro devenir: nada es, todo cam bia. De este m odo rechazan la
naturaleza estable de las cosas, los entes, la consistencia del acto
de ser y sus propiedades. No hay entonces un punto de referencia
lirme ni u n principio de verdad absoluta, y se sostiene que doctri­
nas opuestas entre sí son igualm ente válidas: no es más verdadera
una afirm ación que su contraria.
U n a vez desechado el ente, se suele erigir la subjetividad
hum ana com o único punto de apoyo de la verdad5. Lo constituti­
vo de la realidad sería su referencia a cada individuo: el ser de las
cosas se reduce a su ser-para-m í, a la particular valoración y uso
que cada persona puede hacer de ellas en los diversos instantes de
su vida. P or eso, todas las negaciones del principio de no-
contradicción a lo largo de la historia del pensam iento se han
caracterizado p o r un relativism o subjetivista, que atenta contra la
vida h u m an a en sus vertientes teórica y práctica. Es sobre todo en
el ám bito de la vida moral donde se advierte con m ayor claridad
la im portancia del prim er principio, pues al negarlo, realidades
com o el m atrim onio o la sociedad, por ejem plo, no tendrían una
naturaleza p ro p ia ni unas leyes estables, sino que dependerían del
sentido que les confieran los hom bres a su arbitrio; desaparece
tam bién la distinción objetiva entre lo bueno y lo m alo, y por
consiguiente el p rim er principio en el orden del obrar hum ano,
que prescribe hacer el bien y evitar el mal; quedaría com o único
motivo y norm a de actuación el «yo quiero hacer esto».

4. En rigor, la negación del principio de no-contradicción no se puede


entender y así lo señala A r is t ó t e l e s refiriéndose a H e r á c l i t o : «En efecto, es
imposible a cualquiera creer que una misma cosa sea y no sea, com o según algunos
habría dicho H e r á c l it o . Ciertamente no es necesario que uno admita verdadera­
mente lodo aquello que dice» (Met., IV, 3, 1005 b 25). Se comprende por eso que
en el seno del marxismo haya habido discusiones para explicar el papel que a pesar
de lodo sigue jugando este principio en el desarrollo del pensamiento humano;
algunos marxistas han optado por afirmar que tiene valor sólo para las necesidades
inmediatas de la vida práctica, dejando la cuestión sin resolver.
5. U na de las primeras formulaciones de este subjetivismo que acompaña a
la negación del primer principio, es la afirmación del sofista P r o t á g o r a s : «el
hombre es la medida de todas las cosas» (Diels-Kranz 80 B 1), repetida a lo largo
de la historia de la filosofía de modos diversos.

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5. F u n c i ó n d e l j b r im e r p r i n c i p i o e n l a m e t a f í s i c a
t

P o r tratarse de la ley suprem a del ente, el principio de no-


contradicción juega un papel de prim er orden en todo el saber
h um ano teórico y práctico, pues nos im pulsa a conocer y a obrar,
evitando la incoherencia. P or ejem plo, es contradictorio que Dios
sea infinito y que a la vez progrese a lo largo de la historia (con­
cepción hegeliana), y p o r eso desecham os esa segunda opción; no
tiene sentido pensar en el m undo com o u n a m ateria que se auto-
produce (m arxism o), pues es contradictorio que algo sea causa de
sí m ismo.
De m odo especial, el p rim er principio im pulsa el conoci­
m iento metafísico, ya que es el juicio fundam ental acerca del
ente. E l principio de no contradicción ayuda a descubrir la estruc­
tura interna de los entes y sus causas. P or ejem plo, al advertir el
carácter espiritual de las operaciones hum anas de entender y que­
rer, nos vem os obligados a concluir que el principio de esos actos
-e l a lm a - es tam bién espiritual, porque sería contradictorio que
un sujeto m aterial realizase acciones inm ateriales; o tam bién, la
lim itación del ser de todas las cosas del u n iv erso ,conduce, en la
Teología natural, a concluir en la existencia de Dios, pues sería
una contradicción que un universo con todas las características de
lo causado (finitud, im perfección, etc.) no tuviese causa. Es el ser
de los entes el que obliga al pensam iento a avanzar y profundizar
en su conocim iento de la realidad, evitando toda contradicción.
N uestra inteligencia obtiene los restantes conocim ientos en
virtud del principio de no-contradicción. Con todo, conviene
advertir que así com o las dem ás nociones están incluidas en la de
ente, pero no se obtienen a p artir de ella m ediante u n análisis o
deducción, tam poco el p rim er principio, aunque latente en todos
los juicios, perm ite deducir de él los restantes conocim ientos
hum anos: no se conoce propiam ente a partir del principio de
no-contradicción, sino de acuerdo con él; con sólo este juicio
prim ero, y sin el conocim iento de los distintos m odos de ser que
nos p ro porciona la experiencia, el saber no avanzaría. D e ahí que
el p rin cip io de no-contradicción se utiliza casi siem pre de m odo
im plícito e indirecto -s in repetirlo cada vez com o prem isa de un
razo n am ien to-, para desechar lo absurdo y avanzar así hacia las
soluciones correctas.

Aunque el cometido del primer principio se irá compren­


diendo mejor a lo largo del estudio de la Metafísica, se puede
entender un poco ya desde ahora, viendo cómo los filósofos

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avanzaron im pulsados por la necesidad de evitar la contradic­


ción.
Predecesor del relativism o, H eráclito sostenía que la reali­
dad es puro devenir, negando el principio de no-contradicción:
nada es, todo cam bia. Parm énides quiso restablecer la verdad
del ente, en contra de la d isolu ción de lo real operada por H erá­
clito, y form uló la célebre afirm ación de que «el ser es, el no-ser
n o es». Sin em bargo, al entender este p rincipio de m anera rígi­
da e inflexible, rechazó todo no-ser, incluso relativo, declarando
así im posible la lim itación , la m ultiplicidad, el cam bio, etc., y
con clu yendo que la realidad es un único ente inm óvil y h o ­
m ogéneo.
Platón desarrolló una m etafísica que, al adm itir la reali­
dad de la privación y al hacer del m undo sensible una partici­
pación del m undo de las Ideas, acogía en el ám bito del ser al
m undo lim itado. Sin em bargo, es A ristóteles quien determ inó el
verdadero sentido del no-ser relativo que hay en las cosas, al
descubrir un principio real de lim itación: la potencia; y así llegó
a form ular de m anera m ás m atizada la exigencia de la no-
contradicción: «algo no puede ser y n o ser a la vez y en el
m ismo sentido».

6. O t r o s p r in c ip io s p r im e r o s f u n d a d o s e n e l d e
NO-CO NTRADICCIÓN

Existen algunos otros principios estrecham ente vinculados


al prim ero, que verem os brevem ente.
a) E l principio de tercero excluido: «no hay m edio entre el
ser y el no-ser», o «entre la afirm ación y la negación no hay tér­
m ino m edio». Este juicio significa que una cosa es o no es, sin
o tra alternativa, y se reduce al principio de no-contradicción: el
térm ino m edio es im posible, porque debería ser y no ser a la vez,
o bien ni ser ni dejar de ser. La utilización de este principio es
constante en los razonam ientos, por ejem plo, bajo la fórm ula
«toda proposición necesariam ente es o verdadera o falsa».
A u n q u e el ser en potencia parezca u n «interm edio» entre
ser y no ser, en realidad, es u n a situación m edia entre ser en acto
o no ser en acto o no ser en absoluto. Y tam bién para la potencia­
lidad vale este principio: nada puede ser a la vez en acto y en
potencia, y, p or eso, no hay interm edio entre ser en potencia y no
ser en potencia.
b) E l principio de identidad: «el ente es el ente», «lo que
es, es lo que es», «el ser es, el no ser no es». A unque ni Aristóteles

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ni Santo T om ás hablan de la identidad com o p rim er principio, en


am bientes neoescolásticos m uchos autores lo m encionan, red u ­
ciéndolo casi siem pre al de no-contradicción.

En la ép oca m oderna se ha concedido gran im portancia a


este principio, situ án d olo por encim a del de no-contradicción.
En m uchos casos, sobre tod o en los seguidores de Spinoza, con
esta ley se intenta afirmar que el m undo es idén tico a sí m ism o,
hom ogén eo, no surcado por la división, y que, por tanto, es ili­
m itado, de forma que no rem ite a otra causa fuera de sí. C om o
en el caso de Parm énides, pero ahora de m od o m ás radical, esta
op in ión com porta un panteísm o en el que la criatura sustituye
a D ios.
Junto con estos principios fundam entales, a veces se en u ­
meran otros, co m o el de causalidad («todo efecto tiene una
causa», «todo lo que em p ieza a ser es causado»), o el de finali­
dad («todo agente obra por un fin»). En sentido estricto n o se
trata de prim eros principios, ya que en ellos intervienen n o cio ­
nes m ás restringidas y posteriores a las de ente y n o-en te, com o
son «causa», «efecto», «fin»; por eso presuponen ya el principio
de no-contradicción, y tienen un alcance m ás lim itado.

B i b l io g r a f ía

A r i s t ó t e l e s , M et., IV, cc.3-8; XI, 4-6. S a n t o T o m á s d e


A q u i n o , In metaph., IV lect. 5-17; XI, 4-6; S. th., I-II, q.94, a.2.
G a r r i g o u -L a g r a n g e , L e sens com m un, la philosophie de l ’étre
et les fo rm u les dogmatiques, Beauchesne, Paris 1909. MANSER,
L a esencia del tom ism o, C .S .I .C ., M adrid 1953. L . E l d e r s , L e
prem ier principe de la vie intellective, en «R evue T om iste» 62
(1962), pp. 571-586. P.C. C o u r t é s , Cohérence de l ’étre et
Prem ier Principe selon saint T hom as d ’Aquin, en «R evue T ho-
m iste», 70 (1970), pp. 387-423.

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