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profesión, tener éxito, fama», algunos dirán «tener dinero, un buen pasar», esos objetivos
materiales son de corto plazo, pueden durar una vida nomás, pero no llenan el corazón. Pero si
vamos más al fondo todos tenemos el mismo sueño que es poder amar y poder ser amados.
Vivir en plenitud en el amor, que le da sentido a la vida. Y en ese sentido, quien escucha la
voz de Dios que quiere vivir en el amor, no es extraño que escuche —como los jóvenes que
están aquí, los sacerdotes— la voz del Señor que te dice «dejá todo y seguime».
Y en ese sentido vamos a la segunda palabra de la vocación que es la palabra
«servicio». ¿Para qué quiero yo formarme como sacerdote? ¿Para qué quiero ejercer el
ministerio pastoral? Para servir. Para dar la vida como Cristo, por amor. Para reproducir lo
que se celebra en este altar, que es Cristo hecho eucaristía, pan que se parte y se reparte para
alimentar al mundo, la sed de amor, de sentidos, de paz, que todos necesitamos en este
tiempo. Por eso vamos a pedirle al Señor que también todos entendamos que el camino, el
secreto de la vida, está en lo que uno da y dándolo engendramos vida, como san José, padre
de Cristo, cuidó y engendró la vida para Cristo y para todos nosotros.
Y en ese sentido la tercer palabra que hoy nos invita a reflexionar el papa es la
«fidelidad»: uno da el sí, escucha la voz, se pone en camino, se pone en servicio, pero hay que
mantener ese sí toda la vida. Y aparecen las pruebas, las dificultades, las dudas, la experiencia
de la fragilidad… el Señor te dice «no temas, yo te llamé, yo estoy con vos, yo soy fiel, vas a
poder ser fiel vos también. Siempre y cuando que tu fidelidad se apoye en la mía». Y si hay
alguien, algún chico, alguna chica, que está en este camino de discernimiento, qué lindo que
haga propias estas palabras. «No temas, entregate». Estamos celebrando el tiempo de Pascua,
¿qué es la Pascua? Dar el paso. Jesús ya dio el paso y ahora nos enseña a todos a dar ese paso
que es con valentía poder entregar la vida como él. Recordemos que —como nos dice el papa
Francisco—, la fe implica riesgos. Dar un paso —se los puede decir quien habla, que le costó
mucho dar el paso al seminario y ahora ya estoy hace años, y muy contento—, cuando uno se
anima a dar ese paso aparece algo nuevo, una nueva aventura, donde el protagonista no sos
vos solo: sos vos con el Señor, y el Señor con vos. Así que también pidamos valentía, como
san José, que cuando dijo «sí» al Señor no sabía lo que le esperaba y fue desarrollando paso a
paso un nuevo compromiso de amor con Dios, con la virgen, con su pequeño hijo, y también
con nosotros. Pidamos la valentía de la fe para poder dar el paso y realizar la vocación a la
que el Señor nos llama.
Y finalmente, pidamos dos cosas: en primer lugar —como dice el papa en su mensaje
de este año—, que las casas de formación sean como la casa de Nazareth, donde san José puso
su corazón de padre al servicio de la familia. Y esa familia era una familia que vivía la alegría
de lo sencillo en lo cotidiano. Que nuestras casas de formación, que este seminario, las casas
religiosas sean lugares donde vivamos una atmósfera alegre, sencilla y radiante, en medio de
este conflicto, de esta crisis que es la pandemia. Sí, porque la Sagrada Familia no vivió en un
paraíso: vivió en un tiempo concreto, vivió en la pobreza, en el día a día del trabajo, pero esa
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atmósfera nace de la fe, del amor mutuo y de la vida que se comparte. Que nuestro seminario
sea un lugar de sobria esperanza. No de triunfalismo, pero de sobria esperanza, donde
poniendo la mirada en el Señor sabemos que la victoria ya es nuestra, porque poder decir «sí»
como Cristo es una victoria. La fe es una victoria.
Los invito, queridos hermanos, queridos chicos, queridas familias, a que recemos juntos
ahora la oración vocacional diocesana para que juntos podamos hacer fuerza, dando gracias al
Señor por los jóvenes que están aquí formándose, y pidiendo para que muchos otros se
animen a dar el paso hacia el «sí» que dio san José, que dio la Virgen y que queremos dar
todos los cristianos: