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Capítulo 1
Dios es misericordioso

“Y dijo: Bendito sea Jehová, Dios de mi amo Abraham, que no apartó de mi amo su misericordia y
su verdad, guiándome Jehová en el camino a casa de los hermanos de mi amo” (Génesis 24:27).

“Pero Jehová estaba con José y le extendió su misericordia, y le dio gracia en los ojos del jefe de la
cárcel” (Génesis 39:21).

“Porque sólo eso es su cubierta, es su vestido para cubrir su cuerpo. ¿En qué dormirá? Y cuando él
clamare a mí, yo le oiré, porque soy misericordioso” (Éxodo 22:27).

“Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y
piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad. Que guarda misericordia a millares,
que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al
malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la
tercera y cuarta generación” (Éxodo 34:6-7).

(Moisés intercede por Israel) “Jehová, tardo para la ira y grande en misericordia, que perdona la
iniquidad y la rebelión, aunque de ningún modo tendrá por inocente al culpable; que visita la
maldad de los padres sobre los hijos hasta los terceros y hasta los cuartos. Perdona ahora la
iniquidad de este pueblo según la grandeza de tu misericordia, y como has perdonado a este
pueblo desde Egipto hasta aquí” (Números 14:18-19).

“Porque Dios misericordioso es Jehová tu Dios; no te dejará, ni te destruirá, ni se olvidará del


pacto que les juró a tus padres” (Deuteronomio 4:31).

“Entonces Jehová hará volver a tus cautivos, y tendrá misericordia de ti, y volverá a recogerte de
entre todos los pueblos adonde te hubiere esparcido Jehová tu Dios” (Deuteronomio 30:3).

“Y cuando Jehová les levantaba jueces, Jehová estaba con el juez, y los libraba de mano de los
enemigos todo el tiempo de aquel juez; porque Jehová era movido a misericordia por sus gemidos
a causa de los que los oprimían y afligían” (Jueces 2:18).

“Mas Jehová tuvo misericordia de ellos, y se compadeció de ellos y los miró, a causa de su pacto
con Abraham, Isaac y Jacob; y no quiso destruirlos ni echarlos de delante de su presencia hasta
hoy” (2Reyes 13:23).

“Aclamad a Jehová, porque él es bueno; Porque su misericordia es eterna” (1Cronicas 16:34).

“Asimismo al sacerdote Sadoc, y a los sacerdotes sus hermanos, delante del tabernáculo de Jehová
en el lugar alto que estaba en Gabaón, 40 para que sacrificasen continuamente, a mañana y tarde,
holocaustos a Jehová en el altar del holocausto, conforme a todo lo que está escrito en la ley de
Jehová, que él prescribió a Israel; Y con ellos a Hemán, a Jedutún y a los otros escogidos
declarados por sus nombres, para glorificar a Jehová, porque es eterna su misericordia” (1Cronicas
16:39-41).

“Cuando sonaban, pues, las trompetas, y cantaban todos a una, para alabar y dar gracias a Jehová,
y a medida que alzaban la voz con trompetas y címbalos y otros instrumentos de música, y
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alababan a Jehová, diciendo: Porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre;


entonces la casa se llenó de una nube, la casa de Jehová” (2 Crónicas 5:13).

“Cuando vieron todos los hijos de Israel descender el fuego y la gloria de Jehová sobre la casa, se
postraron sobre sus rostros en el pavimento y adoraron, y alabaron a Jehová, diciendo: Porque él
es bueno, y su misericordia es para siempre” (2 Crónicas 7:3).

“Y los sacerdotes desempeñaban su ministerio; también los levitas, con los instrumentos de
música de Jehová, los cuales había hecho el rey David para alabar a Jehová porque su misericordia
es para siempre, cuando David alababa por medio de ellos. Asimismo los sacerdotes tocaban
trompetas delante de ellos, y todo Israel estaba en pie” (2Cronicas 7:6).

“Y habido consejo con el pueblo, puso a algunos que cantasen y alabasen a Jehová, vestidos de
ornamentos sagrados, mientras salía la gente armada, y que dijesen: Glorificad a Jehová, porque
su misericordia es para siempre” (2 Crónicas 20:21).

“Acuérdate, oh Jehová, de tus piedades y de tus misericordias, Que son perpetuas” (Salmos 25:6).

“Mas tú, Señor, Dios misericordioso y clemente, Lento para la ira, y grande en misericordia y
verdad” (Salmos 86:15).

“Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, Y su verdad por todas las
generaciones” (Salmos 100:5).

“Misericordioso y clemente es Jehová; Lento para la ira, y grande en misericordia. 9 No contenderá


para siempre, Ni para siempre guardará el enojo” (Salmos 103:8-9).

“Alabad a Jehová, porque él es bueno; Porque para siempre es su misericordia” (Salmos 118:19).

“Con un poco de ira escondí mi rostro de ti por un momento; pero con misericordia eterna tendré
compasión de ti, dijo Jehová tu Redentor” (Isaías 54:8).

“Ha de oírse aún voz de gozo y de alegría, voz de desposado y voz de desposada, voz de los que
digan: Alabad a Jehová de los ejércitos, porque Jehová es bueno, porque para siempre es
su misericordia; voz de los que traigan ofrendas de acción de gracias a la casa de Jehová. Porque
volveré a traer los cautivos de la tierra como al principio, ha dicho Jehová” (Jeremías 33:11).

“Y cantaban, alabando y dando gracias a Jehová, y diciendo: Porque él es bueno, porque para
siempre es su misericordia sobre Israel. Y todo el pueblo aclamaba con gran júbilo, alabando a
Jehová porque se echaban los cimientos de la casa de Jehová” (Esdras 3:11).

“Porque siervos somos; mas en nuestra servidumbre no nos ha desamparado nuestro Dios, sino
que inclinó sobre nosotros su misericordia delante de los reyes de Persia, para que se nos diese
vida para levantar la casa de nuestro Dios y restaurar sus ruinas, y darnos protección en Judá y en
Jerusalén” (Esdras 9:9).

“No quisieron oír, ni se acordaron de tus maravillas que habías hecho con ellos; antes
endurecieron su cerviz, y en su rebelión pensaron poner caudillo para volverse a su servidumbre.
Pero tú eres Dios que perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia,
porque no los abandonaste” (Nehemías 9:17).
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“Tú, con todo, por tus muchas misericordias no los abandonaste en el desierto. La columna de
nube no se apartó de ellos de día, para guiarlos por el camino, ni de noche la columna de fuego,
para alumbrarles el camino por el cual habían de ir” (Nehemías 9:19).

“Entonces los entregaste en mano de sus enemigos, los cuales los afligieron. Pero en el tiempo de
su tribulación clamaron a ti, y tú desde los cielos los oíste; y según tu gran misericordia les enviaste
libertadores para que los salvasen de mano de sus enemigos” (Nehemías 9:27).

“Pero una vez que tenían paz, volvían a hacer lo malo delante de ti, por lo cual los abandonaste en
mano de sus enemigos que los dominaron; pero volvían y clamaban otra vez a ti, y tú desde los
cielos los oías y según tus misericordias muchas veces los libraste” (Nehemías 9:28).

“Mas por tus muchas misericordias no los consumiste, ni los desamparaste; porque eres Dios
clemente y misericordioso” (Nehemías 9:31).

“Ahora pues, Dios nuestro, Dios grande, fuerte, temible, que guardas el pacto y la misericordia, no
sea tenido en poco delante de ti todo el sufrimiento que ha alcanzado a nuestros reyes, a nuestros
príncipes, a nuestros sacerdotes, a nuestros profetas, a nuestros padres y a todo tu pueblo, desde
los días de los reyes de Asiria hasta este día” (Nehemías 9:32).

“Y dije a los levitas que se purificasen y viniesen a guardar las puertas, para santificar el día del
reposo. También por esto acuérdate de mí, Dios mío, y perdóname según la grandeza de tu
misericordia” (Nehemías 13:22).

“Vida y misericordia me concediste, Y tu cuidado guardó mi espíritu” (Job 10:12).

“Mas yo por la abundancia de tu misericordia entraré en tu casa; Adoraré hacia tu santo templo en
tu temor” (Salmos 5:7).

“Mas yo en tu misericordia he confiado; Mi corazón se alegrará en tu salvación” (Salmos 13:5).

“Muestra tus maravillosas misericordias, tú que salvas a los que se refugian a tu diestra, De los que
se levantan contra ellos” (Salmos 17:7).

“Grandes triunfos da a su rey, Y hace misericordia a su ungido, A David y a su descendencia, para


siempre” (Salmos 18:50).

“Por cuanto el rey confía en Jehová, Y en la misericordia del Altísimo, no será conmovido” (Salmos
21:7).

“De los pecados de mi juventud, y de mis rebeliones, no te acuerdes; Conforme a tu misericordia


acuérdate de mí, Por tu bondad, oh Jehová” (Salmos 25:7).

“Todas las sendas de Jehová son misericordia y verdad, Para los que guardan su pacto y sus
testimonios” (Salmos 25:10).

“Porque tu misericordia está delante de mis ojos, Y ando en tu verdad” (Salmos 26:3).
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“Me gozaré y alegraré en tu misericordia, Porque has visto mi aflicción; Has conocido mi alma en
las angustias” (Salmos 31:7).

“Bendito sea Jehová, Porque ha hecho maravillosa su misericordia para conmigo en ciudad”
fortificada (Salmos 31:21).

“Tuyo el brazo con valentía; fuerte es tu mano, ensalzada tu diestra. Justicia y juicio son el asiento
de tu trono: misericordia y verdad van delante de tu rostro” (Salmos 89:13).

“Por tanto, Jehová esperará para tener piedad de vosotros, y por tanto, será exaltado teniendo de
vosotros misericordia; porque Jehová es Dios justo; bienaventurados todos los que confían en él”
(Isaías 30:18).

“No tendrán hambre ni sed, ni el calor ni el sol los afligirá; porque el que tiene de
ellos misericordia los guiará, y los conducirá a manantiales de aguas” (Isaías 49:10).

“Cantad alabanzas, oh cielos, y alégrate, tierra; y prorrumpid en alabanzas, oh montes; porque


Jehová ha consolado a su pueblo, y de sus pobres tendrá misericordia” (Isaías 49:13).

“Porque los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti


mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti”
(Isaías 54:10).

“Y extranjeros edificarán tus muros, y sus reyes te servirán; porque en mi ira te castigué, mas en
mi buena voluntad tendré de ti misericordia” (Isaías 60:10).

“De las misericordias de Jehová haré memoria, de las alabanzas de Jehová, conforme a todo lo que
Jehová nos ha dado, y de la grandeza de sus beneficios hacia la casa de Israel, que les ha hecho
según sus misericordias, y según la multitud de sus piedades” (Isaías 63:7).

“Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy
Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová”
(Jeremías 9:24).

“Y después que los haya arrancado, volveré y tendré misericordia de ellos, y los haré volver cada
uno a su heredad y cada cual a su tierra” (Jeremías 12:15).

“Así ha dicho Jehová: He aquí yo hago volver los cautivos de las tiendas de Jacob, y de sus tiendas
tendré misericordia, y la ciudad será edificada sobre su colina, y el templo será asentado según su
forma” (Jeremías 30:18).

“Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por
tanto, te prolongué mi misericordia” (Jeremías 31:3).

“Irán con lloro, mas con misericordia los haré volver, y los haré andar junto a arroyos de aguas, por
camino derecho en el cual no tropezarán; porque soy a Israel por padre, y Efraín es mi
primogénito” (Jeremías 31:9).
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“¿No es Efraín hijo precioso para mí? ¿No es niño en quien me deleito? pues desde que hablé de
él, me he acordado de él constantemente. Por eso mis entrañas se conmovieron por él;
ciertamente tendré de él misericordia, dice Jehová” (Jeremías 31:20).

“Que haces misericordia a millares, y castigas la maldad de los padres en sus hijos después de
ellos; Dios grande, poderoso, Jehová de los ejércitos es su nombre” (Jeremías 32:18).

“También desecharé la descendencia de Jacob, y de David mi siervo, para no tomar de su


descendencia quien sea señor sobre la posteridad de Abraham, de Isaac y de Jacob. Porque haré
volver sus cautivos, y tendré de ellos misericordia” (Jeremías 33:26).

“Y tendré de vosotros misericordia, y él tendrá misericordia de vosotros y os hará regresar a


vuestra tierra” (Jeremías 42:12).

“Antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias” (Lamentaciones


3:32).

“Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron


sus misericordias” (Lamentaciones 3:22).

“Por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: Ahora volveré la cautividad de Jacob, y
tendré misericordia de toda la casa de Israel, y me mostraré celoso por mi santo nombre”
(Ezequiel 39:25).

“De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar, aunque contra él nos hemos
rebelado” (Daniel 9:9).

“Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre
la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras
justicias, sino en tus muchas misericordias” (Daniel 9:18).

“Más de la casa de Judá tendré misericordia, y los salvaré por Jehová su Dios; y no los salvaré con
arco, ni con espada, ni con batalla, ni con caballos ni jinetes” (Oseas 1:7).

“Y te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad


y misericordia” (Oseas 2:19).

“Y oró a Jehová y dijo: Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por
eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en
enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal” (Jonás 4:2).

“¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No
retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia” (Miqueas 7:18).

“Cumplirás la verdad a Jacob, y a Abraham la misericordia, que juraste a nuestros padres desde
tiempos antiguos” (Miqueas 7:20).

“Por tanto, así ha dicho Jehová: Yo me he vuelto a Jerusalén con misericordia; en ella será
edificada mi casa, dice Jehová de los ejércitos, y la plomada será tendida sobre Jerusalén”
(Zacarias 1:16).
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“Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Y Jesús,
teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio” (Marcos 1:40-
41).

“Al entrar él en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le dejase estar con él.
Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes
cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti” (Marcos 5:18-19).

(El hijo pródigo) “Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue
movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó” (Lucas 15:20).

“Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia”
(Romanos 9:16).

“Y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito: Por tanto, yo te
confesaré entre los gentiles, Y cantaré a tu nombre” (Romanos 15:9).

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda
consolación” (2Corintios 1:3).

“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, Aun estando nosotros
muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos) ,6 y juntamente
con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, 7 para
mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con
nosotros en Cristo Jesús” (Efesios 2:4-7).

“Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por
el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5).

“Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel
sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo” (Hebreos 2:17).

“Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna,
llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía” (Santiago 3:17).

“He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y
habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo” (Santiago 5:11).

“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo
renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos” (1Pedro 1:3).

“… misericordioso en todas sus obras -Salmos 129:4; 145:17. Estas son confirmaciones de lo que
Dios es. Ellas son declaraciones de su estado de ser, y de la misma esencia de su naturaleza”
(Elena G. de White – PVGM 246).

“Los principios de bondad, misericordia y amor enseñados y puestos en práctica por nuestro
Salvador son fiel trasunto de la voluntad y del carácter de Dios. Cristo declaró que no enseñaba
nada que no hubiese recibido de su Padre” (Elena G. de White - CS 597).
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Longánime: solidario, dar o esperar sin esperar nada a cambio.

“Los israelitas se humillaron entonces ante el Señor. “Y quitaron de entre sí los dioses ajenos, y
sirvieron a Jehová.” Y el corazón amoroso del Señor se acongojó, “su alma fue angustiada a causa
del trabajo de Israel.” ¡Oh! ¡Cuán longánime es la misericordia de nuestro Dios! Cuando su pueblo
se apartó de los pecados que le habían privado de la presencia de Dios, él oyó sus oraciones y en
seguida comenzó a obrar en su favor” (Elena G. de White - PP 601).

“Con todo, la inteligencia limitada de los hombres resulta inadecuada para comprender los planes
del Dios infinito. Nuestras investigaciones no nos harán descubrir jamás las profundidades de Dios.
No debemos intentar con mano presuntuosa levantar el velo que encubre su majestad. El apóstol
exclama: “¡Cuán incomprensibles son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” Romanos 11:33.
No obstante podemos comprender lo bastante su modo de tratar con nosotros y los motivos que
le hacen obrar como obra, para reconocer un amor y una misericordia infinitos unidos a un poder
sin límites. Nuestro Padre celestial dirige todas las cosas con sabiduría y justicia, y no debemos
vivir descontentos ni desconfiados, sino inclinarnos en reverente sumisión. Él nos revelará sus
designios en la medida en que su conocimiento sea para nuestro bien, y en cuanto a lo demás
debemos confiar en Aquel cuya mano es omnipotente y cuyo corazón rebosa de amor” (Elena G.
de White - CS 581-582).

“Con infinito amor y misericordia había sido trazado el plan de salvación y se le otorgó una vida de
prueba. La obra de la redención debía restaurar en el hombre la imagen de su Hacedor, devolverlo
a la perfección con que había sido creado, promover el desarrollo del cuerpo, la mente y el alma, a
fin de que se llevase a cabo el propósito divino de su creación. Este es el objeto de la educación, el
gran objeto de la vida” (Elena G. de White - La educación, pp. 15, 16).

“Cristo era el Hijo de Dios. Había sido uno con el Padre antes que los ángeles fuesen creados.
Siempre estuvo a la diestra del Padre; su supremacía, tan llena de bendiciones para todos aquellos
que estaban bajo su benigno dominio, no había sido hasta entonces disputada. La armonía que
reinaba en el cielo nunca había sido interrumpida.
¿Por qué debía haber ahora discordia? Los ángeles leales podían ver sólo terribles consecuencias
como resultado de esta disensión, y con férvidas súplicas aconsejaron a los descontentos que
renunciasen a su propósito y se mostrasen leales a Dios mediante la fidelidad a su gobierno.
Con gran misericordia, según su divino carácter, Dios soportó por mucho tiempo a Lucifer. El
espíritu de descontento y desafecto no se había conocido antes en el cielo. Era un elemento nuevo,
extraño, misterioso e inexplicable. Lucifer mismo, al principio, no entendía la verdadera naturaleza
de sus sentimientos; durante algún tiempo había temido dar expresión a los pensamientos y a las
imaginaciones de su mente; sin embargo no los desechó. No veía el alcance de su extravío. Para
convencerlo de su error, se hizo cuanto esfuerzo podían sugerir la sabiduría y el amor infinitos. Se
le probó que su desafecto no tenía razón de ser, y se le hizo saber cuál sería el resultado si persistía
en su rebeldía.
Lucifer quedó convencido de que se hallaba en el error. Vio que “justo es Jehová en todos sus
caminos, y misericordioso en todas sus obras” (Salmos 145:17), que los estatutos divinos son
justos, y que debía reconocerlos como tales ante todo el cielo. De haberlo hecho, podría haberse
salvado a sí mismo y a muchos ángeles. Aún no había desechado completamente la lealtad a Dios.
Aunque había abandonado su puesto de querubín cubridor, si hubiese querido volver a Dios,
reconociendo la sabiduría del Creador y conformándose con ocupar el lugar que se le asignó en el
gran plan de Dios, habría sido restablecido en su puesto” (Elena G. de White - PP 18-19).
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“Ahora la perfecta armonía del cielo estaba quebrantada. La disposición de Lucifer de servirse a sí
mismo en vez de servir a su Creador, despertó un sentimiento de honda aprensión cuando fue
observada por quienes consideraban que la gloria de Dios debía ser suprema. Reunidos en concilio
celestial, los ángeles rogaron a Lucifer que desistiese de su intento. El Hijo de Dios presentó ante él
la grandeza, la bondad y la justicia del Creador, y también la naturaleza sagrada e inmutable de su
ley. Dios mismo había establecido el orden del cielo, y, al separarse de él, Lucifer deshonraría a su
Creador y acarrearía la ruina sobre sí mismo. Pero la amonestación, hecha con misericordia y amor
infinitos, solamente despertó un espíritu de resistencia. Lucifer permitió que su envidia hacia Cristo
prevaleciese, y se afirmó más en su rebelión” (Elena G. de White - PP 14-15).

“Había llegado el momento de hacer una decisión final; él debía someterse completamente a la
divina soberanía o colocarse en abierta rebelión. Casi decidió volver sobre sus pasos, pero el
orgullo no se lo permitió. Era un sacrificio demasiado grande para quien había sido honrado tan
altamente el tener que confesar que había errado, que sus ideas y propósitos eran falsos, y
someterse a la autoridad que había estado presentando como injusta.
Un Creador compasivo, anhelante de manifestar piedad hacia Lucifer y sus seguidores, procuró
hacerlos retroceder del abismo de la ruina al cual estaban a punto de lanzarse. Pero su misericordia
fue mal interpretada. Lucifer señaló la longanimidad de Dios como una prueba evidente de su
propia superioridad sobre él, como una indicación de que el Rey del universo aún accedería a sus
exigencias.
Si los ángeles se mantenían firmes de su parte, dijo, aún podrían conseguir todo lo que deseaban.
Defendió persistentemente su conducta, y se dedicó de lleno al gran conflicto contra su Creador.
Así fue como Lucifer, el “portaluz,” el que compartía la gloria de Dios, el ministro de su trono,
mediante la transgresión, se convirtió en Satanás el “adversario” de Dios y de los seres santos, y el
destructor de aquellos que el Señor había encomendado a su dirección y cuidado.
Rechazando con desdén los argumentos y las súplicas de los ángeles leales, los tildó de esclavos
engañados. Declaró que la preferencia otorgada a Cristo era un acto de injusticia tanto hacia él
como hacia toda la hueste celestial, y anunció que desde ese entonces no se sometería a esa
violación de los derechos de sus asociados y de los suyos propios. Nunca más reconocería la
supremacía de Cristo.
Había decidido reclamar el honor que se le debió haber otorgado, y asumir la dirección de cuantos
quisieran seguirle; y prometió a quienes entrasen en sus filas un gobierno nuevo y mejor, bajo cuya
tutela todos gozarían de libertad. Gran número de ángeles manifestó su decisión de aceptarle
como su caudillo. Engreído por el favor que recibieran sus designios, alentó la esperanza de atraer
a su lado a todos los ángeles para hacerse igual a Dios mismo, y ser obedecido por toda la hueste
celestial.
Los ángeles leales volvieron a instar a Satanás y a sus simpatizantes a someterse a Dios; les
presentaron lo que resultaría inevitable en caso de rehusarse. El que los había creado podía
vencerlos y castigar severamente su rebelde osadía. Ningún ángel podía oponerse con éxito a la ley
divina, tan sagrada como Dios mismo. Advirtieron y aconsejaron a todos que hiciesen oídos sordos
a los razonamientos engañosos de Lucifer, y le instaron a él y a sus secuaces a buscar la presencia
de Dios sin demora alguna, y a confesar el error de haber puesto en tela de juicio la sabiduría y la
autoridad divinas.
Muchos estaban dispuestos a prestar atención a este consejo, a arrepentirse de su desafecto, y a
pedir que se les admitiese en el favor del Padre y del Hijo. Pero Lucifer tenía otro engaño listo. El
poderoso rebelde declaró entonces que los ángeles que se le habían unido habían ido demasiado
lejos para retroceder, que él estaba bien enterado de la ley divina, y que sabía que Dios no los
perdonaría.
Declaró que todos aquellos que se sometieran a la autoridad del cielo serían despojados de su
honra y degradados. En cuanto a él se refería, estaba dispuesto a no reconocer nunca más la
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autoridad de Cristo. Manifestó que la única salida que les quedaba a él y a sus seguidores era
declarar su libertad, y obtener por medio de la fuerza los derechos que no se les quiso otorgar de
buen grado.
En lo que concernía a Satanás mismo, era cierto que ya había ido demasiado lejos en su rebelión
para retroceder. Pero no ocurría lo mismo con aquellos que habían sido cegados por sus engaños.
Para ellos el consejo y las súplicas de los ángeles leales abrían una puerta de esperanza; y si
hubiesen atendido la advertencia, podrían haber escapado del lazo de Satanás. Pero permitieron
que el orgullo, el amor a su jefe y el deseo de libertad ilimitada los dominasen por completo, y los
ruegos del amor y la misericordia divinos fueron finalmente rechazados” (Elena G. de White - PP
19-21).

“Aun cuando Satanás fue arrojado del cielo, la Sabiduría infinita no le aniquiló. Puesto que sólo el
servicio inspirado por el amor puede ser aceptable para Dios, la lealtad de sus criaturas debe
basarse en la convicción de que es justo y benévolo. Por no estar los habitantes del cielo y de los
mundos preparados para entender la naturaleza o las consecuencias del pecado no podrían haber
discernido la justicia de Dios en la destrucción de Satanás. Si se le hubiese suprimido
inmediatamente, algunos habrían servido a Dios por temor más bien que por amor. La influencia
del engañador no habría sido anulada totalmente, ni se habría extirpado por completo el espíritu
de rebelión.
Para el bien del universo entero a través de los siglos sin fin, era necesario que Satanás desarrollase
más ampliamente sus principios, para que todos los seres creados pudiesen reconocer la
naturaleza de sus acusaciones contra el gobierno divino y para que la justicia y la misericordia de
Dios y la inmutabilidad de su ley quedasen establecidas para siempre” (Elena G. de White - PP 22-
23).

(Judas) “El Salvador tenía otro propósito aún. No había privado de su ministerio a aquel que sabía
era el traidor. Los discípulos no comprendieron sus palabras cuando dijo, mientras les lavaba los
pies: “No estáis limpios todos,” ni tampoco cuando declaró en la mesa: “El que come pan conmigo,
levantó contra mí su calcañar.” Pero más tarde, cuando su significado quedó aclarado, vieron allí
pruebas de la paciencia y misericordia de Dios hacia el que más gravemente pecara” (Elena G. de
White - DTG 612).

“Muchos se engañan con respecto a su verdadera condición ante Dios. Se felicitan por los actos
reprensibles que no cometen, y se olvidan de enumerar las obras buenas y nobles que Dios
requiere, pero que ellos descuidan de hacer. No basta que sean árboles en el huerto del Señor.
Deben corresponder a lo que Dios espera de ellos, llevando frutos. Dios los hace responsables de
todo el bien que podrían haber realizado, sostenidos por su gracia. En los libros del cielo sus
nombres figuran entre los que ocupan inútilmente el suelo.
Sin embargo, aun el caso de tales personas no es del todo desesperado. El Dios de paciencia y
amor se empeña en atraer aún a los que han despreciado su gracia y desdeñado su misericordia.
“Por lo cual se dice: Despiértate tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo.
Mirad, pues, cómo andéis avisadamente; ... redimiendo el tiempo, porque los días son malos.”
Efesios 5:14-16 (Elena G. de White - CS 659-660).

“En vista de todo lo que Cristo había sufrido allí, y de que su trabajo no había sido apreciado, los
discípulos podrían haber pedido un campo más promisorio; pero no hicieron tal petición. El mismo
terreno donde él había esparcido la semilla de la verdad debía ser cultivado por los discípulos, y la
semilla brotaría y produciría abundante mies. En su obra, los discípulos habrían de hacer frente a
la persecución por los celos y el odio de los judíos; pero esto lo había soportado su Maestro, y ellos
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no habían de rehuirlo. Los primeros ofrecimientos de la misericordia debían ser hechos a los
homicidas del Salvador” (Elena G. de White - DTG 759-760).

“Aunque el pecado ha venido reforzando durante siglos su asidero sobre la familia humana, no
obstante que por medio de la mentira y el artificio Satanás ha echado la negra sombra de su
interpretación sobre la Palabra de Dios, y ha inducido a los hombres a dudar de la bondad divina, a
pesar de todo esto, el amor y la misericordia del Padre no han dejado de manar hacia la tierra en
caudalosos ríos. Si los seres humanos abriesen hacia el cielo las ventanas del alma, para apreciar
los dones divinos, un raudal de virtud curativa la inundaría” (Elena G. de White - El ministerio de
curación 79).

“El hombre no puede encontrar a Dios mediante la investigación. Nadie intente con mano
presuntuosa alzar el velo que oculta su gloria.
¡Cuán incomprensibles son sus juicios, e inescrutables sus caminos! (Romanos11:3.) Prueba de
su misericordia es el hecho de que su poder quede oculto, pues alzar el velo que esconde la
divina presencia acarrea la muerte. Ninguna inteligencia mortal puede penetrar el secreto en
que el Todopoderoso reside y obra. No podemos comprender de El sino lo que El mismo cree
conveniente revelarnos. La razón y la inteligencia deben inclinarse ante el gran YO SOY” (Elena
G. de White – El Ministerio de Curación 345).

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