Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1. EL A B C DE LA SEXUALIDAD
aman nazca la vida humana. Por eso dice la Biblia que los bendijo, es decir, que
las relaciones sexuales son una bendición de Dios. Claro que dentro del orden
por Él establecido, es decir, el matrimonio.
Y más aún, tener relaciones sexuales en el matrimonio se convierte en
una orden, en un mandamiento…el primer mandamiento que le da a la raza
humana. Siempre, al predicar este tema a mis alumnos, les pregunto “¿Cuál es
el primer mandamiento que Dios nos dio?” Y todos concluyen en lo mismo:
“Amar a Dios sobre todas las cosas”. Pero esa no es la respuesta correcta; el
primer mandamiento es “Sean fecundos y multiplíquense”; esas son las
primeras palabras que Dios le dirige al hombre antes que cualquier otra cosa.
Porque Dios lo considera algo maravilloso; algo muy bueno.
Humanae
Vitae Nº 21
Ahora bien, sin duda alguna no se trata de aplicar así nomás el mismo
criterio en todos los casos; habrá situaciones conflictivas, que luego de hablarlo
con la autoridad espiritual adecuada, quedarán a juicio de conciencia. “Excluir
la procreación no es una acción ilícita, cuando tal acto no se quiere ni se debe
realizar, pues la persona tiene derecho a impedir las consecuencias graves de
un gesto que se le impone por la fuerza y en contra de su voluntad. Semejante
situación podría darse aún dentro del matrimonio, si la mujer no tuviera otra
forma para defenderse de los abusos del marido, cuando ella tampoco quiere,
ni puede, ni debe ofrecerse a un nuevo embarazo y no es posible evitarlo por
otro camino. Sería también la defensa contra una maternidad involuntaria e
indebida” (López Azpitarte, E. “Amor, sexualidad y matrimonio” Ed. San
Benito, 2001; Capítulo 10, punto 12: La esterilización indirecta).
También sobre estas situaciones conflictivas se expresó claramente la
Iglesia: “La contracepción no puede ser nunca un bien. Siempre es un
desorden, pero este desorden no siempre es culpable. Se da el caso,
efectivamente, de que los esposos se encuentran en un verdadero conflicto de
deberes…” (Gaudium et spes, nº 51).
El pudor
El pudor viene como consecuencia del pecado original como un
mecanismo de defensa que Dios puso en nosotros para que no seamos tratados
como “cosas” sino como seres dignos, creados a imagen y semejanza suya. El
pudor viene a hacer las veces de una alarma que lleva el ser humano
incorporado puesta por Dios para que tomemos conciencia en determinadas
ocasiones del valor de nuestra sexualidad. Si de pronto quedamos desnudos
intencionalmente frente a otra u otras personas, lo primero que intentaremos
hacer es tapar nuestras partes íntimas. Porque está funcionando correctamente
nuestra alarma interior, que nos avisa instintivamente que no somos animalitos,
sino seres humanos, cuyos miembros sexuales son sagrados y para un ámbito
matrimonial adecuado. Más aún, en el mismo matrimonio debe haber pudor; no
es que el estar casados nos concede una licencia para andar desnudos por toda
la casa todo el día corriendo al otro con las ropas interiores en la mano.
También existe la castidad matrimonial, por la cual los esposos deben
respetarse pudorosamente y descubrir su desnudez en la ocasión oportuna.
Sin pudor, lo que fue pensado por Dios para ser de bendición para el ser
humano se convierte en algo oscuro, algo que le provoca miedo: “Yavé Dios
llamó al hombre y le dijo: “¿Dónde estás?” Este contestó: “He oído tu voz en el
jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo; por eso me escondí”” (Gen 3,
9-10). Lo que debía ser un medio de comunicación en el amor para gozar
mutuamente se convierte en un medio de dominación (Cf. Gen 3, 16). Y desde
entonces el sexo quedó bajo la herida del pecado original. Cuando vemos a
diario la degradación de la sexualidad a través de la pornografía, del adulterio,
de la prostitución, etc., no estamos sino asistiendo a observar las consecuencias
del pecado en la vida del ser humano.
No obstante, gracias al Señor, no todo lo referido a la sexualidad termina
en esta mala noticia; tenemos aún una tercera verdad esperanzadora respecto a
este tema:
Sebastián Escudero Sexualidad
Esta es la Buena Noticia (en gr. Evangelio) que nos trae Jesús respecto a
la sexualidad. Así como la naturaleza humana, herida por el pecado original fue
reestablecida, restaurada y ennoblecida por la gracia de la Redención de Jesús,
de la misma manera, la sexualidad del hombre, que forma parte de su
naturaleza, fue redimida por la gracia de Jesús.
Esta redención de Jesús le da al cuerpo humano y a las expresiones de
sexualidad una mayor cuota de dignidad que la que tenía en su antiguo estado
de simplemente creación. Ahora, por el bautismo, no sólo somos creación de
Dios, sino también “creación redimida por Jesús”. Cuando entendemos esto
nuestra visión de nuestra sexualidad tiene que cambiar irremediablemente; no
puedo jugar con mi cuerpo, no puedo usarlo para libertinaje…somos los hijos de
Dios, somos príncipes y princesas. No podemos abusar de este don precioso. No
podemos dar rienda suelta a nuestros apetitos sexuales en cualquier momento
como si fuéramos animales. Tampoco podemos dejar que otro abuse de
nosotros, que nos manoseen, que nos falten el respeto.
Más aún, cuando entendemos lo que significa la redención de Jesús –que
fuimos comprados por su propia sangre- alcanzamos a considerar que nuestro
cuerpo, nuestros miembros no nos pertenecen más, sino que le pertenecen a
Dios. Debiéramos pedirle permiso a Él para hacer uso de nuestros miembros.
Esto es lo que les quiere decir San Pablo a los corintios cuando les indica:
“¿No saben que sus cuerpos son miembros de Cristo? ¿Puedo, entonces, tomar
sus miembros a Cristo para hacerlos miembros de una prostituta? ¡Ni pensarlo! Pues
ustedes saben muy bien que el que se une a una prostituta se hace un solo cuerpo con
ella. La Escritura dice: Los dos serán una sola carne. En cambio, el que se une al
Señor se hace un solo espíritu con él. Huyan de las relaciones sexuales prohibidas.
Cualquier otro pecado que alguien cometa queda fuera de su cuerpo, pero el que tiene
esas relaciones sexuales peca contra su propio cuerpo. ¿No saben que su cuerpo es
templo del Espíritu Santo que han recibido de Dios y que está en ustedes? Ya no se
pertenecen a sí mismos. Ustedes han sido comprados a un precio muy alto; procuren,
pues, que sus cuerpos sirvan a la gloria de Dios.”
1 Cor 6, 15-20
El auxilio de la gracia
Conclusión
Sebastián Escudero
Agosto de 2020