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La Teología de la Sexualidad:

Doce Principios Teológicos (bíblicos) sobre La Sexualidad. (Aquí hay que buscar los versículos)
Principio 1:
Dios hizo al hombre y a la mujer. La sexualidad es un elemento necesario para el cumplimento
del mandato de la creación y el propósito divino para la humanidad. Dios declaró Su entera
creación como buena y santificada para Su propósito. Sería un error pensar que el sexo o los
deseos sexuales son malos. En Gen 1:26-31 o Cantares cap. 2, se muestra que la Teología de la
Sexualidad habla de un Hombre y una Mujer. No dos hombres ni dos mujeres. Esta Teología
echa por tierra las tendencias modernas de una sexualidad entre el mismo sexo. Dios fue claro
al hacer una pareja. Si nos salimos de este principio, tendremos muchos problemas con Dios,
con nosotros mismos y con nuestros semejantes. Todo esto puede sonar “fuera de onda”,
“anticuado”, pero es el principio de Dios.

Principio 2:
No es la voluntad de Dios que llevemos la dimensión sexual hasta límites que puedan
perjudicar y afectar nuestra personalidad. Así como con todos los apetitos, necesitamos
asumir responsabilidad espiritual por medio del control y la lógica de Dios. Esto lo podemos
encontrar en Prov. 5: 1-23, Cantares 2:7, y Cantares 3:5.
No es negarnos a casarnos, no es proclamar un celibato, no es aniquilar nuestra personalidad,
el principio divino se enfoca en el dominio propio. Hay un gran valor que las personas pueden
encontrar a través del dominio propio.

El control (el dominio) es un elemento que es fruto del Espíritu Santo y un componente de la
Gracia Divina en la vida de los hijos de Dios. (Gálatas 5:22-26; Rom. 8:8-14). Cuando la Biblia
habla de dominio propio está hablando de tres cosas, la manera de hablar, el sexo y la comida.

Trabajar el dominio propio y aplicarlo en nosotros mismos y en nuestras relaciones nos


introduce en asuntos teológicos como: el pecado, el arrepentimiento, la confesión, el perdón y
la restauración. (1 Juan 1:9; Gálatas 5:1).

Principio 3:
Lo único que es legítimo en cuanto a satisfacer el apetito sexual, es el estar dentro de un
compromiso de pacto; el sello de un compromiso de pacto se encuentra en el matrimonio y
esto pertenece a la lógica de Dios. (Gen 2:18-25; Prov. 5:1-23; Cantares 3:11; Mat. 19:3-11).
El principio divino demuestra que Dios creó el sexo para el matrimonio, no fuera del
matrimonio. Nunca una pareja fiel va a tener problemas de enfermedad venéreas por tener
mucho sexo. Pero, si uno de los dos sale del pacto y tiene sexo fuera del matrimonio, correrá el
riesgo de enfermedades.
Principio 4:
Algunas relaciones sexuales representan una forma de idolatría, que se mezcla en medio de
nuestros temores personales y rebeldía.
El hacerse la victima abunda cuando la sexualidad está divorciada de las directrices de la lógica
y Palabra de Dios. (Romanos 1:21-32; Efes 5:1-33; Hebreos 13:4). La adicción sexual también es
una forma de idolatría. Dios comparó las desviaciones del pueblo de Israel de Él, quien fue su
creador, como un adulterio espiritual.
Las adicciones sexuales a raíz de un trauma personal, muchas veces busca una anestesia para
aminorar el dolor y en la mayoría de los casos aquí el sexo es usado como una anestesia. Pero
la verdad es que con el tiempo produce más dolor y se entra en un ciclo profundo de una
sexualidad distorsionada que está íntimamente ligada a la idolatría. Muchas personas son
víctimas de este ídolo sexual implacable, del cual muchos no se pueden desligarse.

Principio 5:
El sexo bajo el sello del pacto no es solo bueno, sino además es puro, honorable y santo.
(Hebreos 13:4). Son muchos los que creen que el sexo en el matrimonio es aburrido, y creen
que el sexo más atractivo, desbordante, explosivo y ardiente está en las aventuras y fuera del
matrimonio. Pero este principio divino dice todo lo contrario y yo te puedo decir ahora que ya
vamos para los 15 años de casados, que es FALSO. El sexo dentro del matrimonio, no solo es
bueno, sino puro, honorable, explosivo, creativo, renovado y como en las bodas de Cana, “El
mejor vino esta al final”.

Principio 6:
El apetito sexual no solo ha sido colocado en los seres humanos para asegurar la procreación.
Es también la intención de Dios que nuestra sexualidad sea una fuente de intenso placer para
nosotros. (Prov. 5:18,19; Eclesiastés 9:7-10, Cantares 4:1-15). Los primeros padres de la Iglesia
creían que el sexo era solo para procrear. San Agustín decía: “Si hubiera otra forma de crear
hijos sería fenomenal, pero siendo que no la hay, recurramos al sexo y luego arrepintámonos”.
Esto no está dentro del principio Divino. Si Dios no hubiese pensado en el sexo como una
fuente de placer, no hubiese colocado los nervios y las sensaciones en los lugares correctos de
nuestros genitales. Dios SI estaba pensando en el placer de la pareja.
El placer sexual es lo natural y lo más normal cuando está dentro del marco matrimonial. En el
libro de Cantares, que es el manual divino de la sexualidad en la Biblia, en el capítulo 5 donde
se describe la primera relación sexual en la luna de miel de Salomón con la Sulamita, de pronto
se escuchan estas palabras de una tercera persona que dice: “Comed, amados amigos; bebed
en abundancia”. Algunos creen que quienes decían esto a la pareja eran los invitados a la boda
desde afuera del cuarto, otros creen que es Dios mismo diciéndoles: Disfruten, eso lo hice para
ustedes. Me inclino más a creer que era Dios regocijándose con ellos en ese momento de
intimidad.
Principio 7:
El acto sexual es más que un acto físico. Envuelve a dos personas (en el matrimonio) con una
profunda conexión, comunión, donde se comparte todo y hay una entrega total del uno al
otro. (Gen 2:18-25, Cantares 8:1-14, Efesios 5:25-33). Para nuestra sociedad, el sexo es solo un
placer físico o la unión de dos cuerpos, pero en realidad el principio de Dios es que el sexo es
más que una unión física.
Somos alma, espíritu, y cuerpo. La Biblia usa la palabra “Conocer”, para referirse a la relación
sexual. Esto implica una conexión, una comunión, un abrirse al otro, un compartir de
sentimientos y profundidades con una entrega genuina y real. Muchas parejas de
matrimonios cristianos solo practican sexo como lo hacen los no creyentes, nunca hablan de
sexualidad, no tienen intimidad como pareja más allá de la sexualidad y muchos ni siquiera se
conocen.

Principio 8:
El sexo, por naturaleza, no puede traer el clímax total del placer a las personas (en el
matrimonio) sin un compromiso completo por ambos, que la exclusividad del mismo
matrimonio garantiza. La ausencia de fidelidad en uno de los cónyuges, esa fidelidad contenida
en la frase: “Hasta que la muerte los separe” es una violación a la ley divina y produce ira
interna en la persona que es víctima por la infidelidad.
Incluso las fantasías sexuales (a través de lo que hemos visto, como la pornografía, deseos de
estar con otra persona,…etc., etc.) del compañero de pacto, puede disminuir el placer del sexo
en el matrimonio. (Prov. 5:15-23; Eclesiastés. 6:9, 7; Cantares 8:6,7).

El compromiso es la clave. El compromiso está ligado en el matrimonio. El sexo fuera de un


compromiso es una planta sin raíces, una casa sin fundamento, un cuerpo sin columna
vertebral. Muchos quieren una vida sexual sin compromiso, pero eso nunca trae una genuina
realización personal.

Principio 9:
El acto sexual es necesario para experimentar la unidad genuina y total en el matrimonio. Solo
en casos donde el acto sexual es imposible por razones físicas, como por ejemplo una
enfermedad, un ayuno, sería aceptable la ausencia de sexo dentro de la relación matrimonial.
En estos casos, la pareja debería entender las razones de ausencia del sexo y voluntariamente
consentirlo, (1 Corintios 7:1-5).
El sexo en el matrimonio no es una opción, es un elemento vital en la relación de pareja.
Cuando la vida sexual no funciona en la relación matrimonial, algo se ha perdido en el camino
y la pareja necesita regresar a buscar lo que se ha perdido. No hay que ignorarlo, dejarlo pasar,
hay que buscarlo.
Principio 10:
El sexo es un derecho reciproco, basado en la realidad de que nuestro cuerpo pertenece a
nuestro cónyuge. Las escrituras nos enseñan a no dar licencia para abusar del cónyuge, sino al
contrario, enfatizar las responsabilidades que acompañan el compromiso matrimonial.
Los esposos y las esposas son responsables ante Dios para servir el uno al otro, satisfaciéndose
sexualmente de una manera sana. En este sentido, el sexo es una unión personal y santa,
donde se intercambian sentimientos, pensamientos y sensaciones. (1 Corintios 7:1-5).
El Apóstol Pablo lo dejo de esta manera: “La mujer no tiene dominio sobre su propio cuerpo,
sino el marido; ni tampoco tiene el marido dominio sobre su propio cuerpo, sino la mujer”.
Queriendo decir que el esposo no debe buscar el placer de su propio cuerpo, porque ese no es
su cuerpo, sino el de ella y lo mismo se aplica a la esposa. Esto da un golpe mortal al egoísmo y
a la satisfacción propia.

Principio 11:
El sexo no debería ser visualizado solo como una manera de satisfacer nuestras necesidades,
sino como una manera de servir al otro. No querer satisfacer las necesidades sexuales del
compañero, puede colocarlo en una situación de vulnerabilidad. (1 Corintios 7:1-5)
Muchas veces en el matrimonio no siempre los dos sienten el deseo, pero hay veces en que
uno tiene que sacrificarse por el otro, pensando en las necesidades del cónyuge. La sexualidad
genuina es una manera de servir. El servir no siempre está ligado a tener ganas de servir, sino al
compromiso de servirnos mutuamente. La belleza del servicio en la sexualidad está en que se
comienza a veces sin desear, como una manera de servir al cónyuge y de pronto el deseo en
nosotros se despierta y los dos finalizan el acto con servicio mutuo.

Principio 12:
El sexo se satisface totalmente cuando dos personas (hombre y mujer) con todas sus
diferencias, son poseídas por el amor y llegan a experimentar el éxtasis, precisamente por eso,
por ser diferentes.
Cada uno tiene que estar listo para dar y recibir. Cuando en el matrimonio se llena el vacío del
otro, se desarrolla el proceso de llenarse a sí mismos. La intimidad sexual requiere de unidad,
sabiendo que somos diferentes. (Génesis 2:18-25) Dios nos hizo diferentes no solo en el
aspecto sexual, sino también el mental y en lo emocional, y por supuesto físicamente. Esas
diferencias nos pueden llevar a separarnos o distanciarnos o a enriquecernos y acercarnos.
EL principio de la Teología de la sexualidad es que Dios nos hizo diferentes para
complementarnos y expandirnos.
Se dice que la parte sexual del hombre es como el microondas, listo para calentar la comida en
dos minutos, pero la mujer es como la olla de cocido lento, se necesita toda la noche para
ablandar los granos. Esas diferencias nos expanden y enriquecen.
Dios nos ha dado el regalo del sexo. El sexo fue idea de Dios. No fue idea de Hollywood, ni de la
sociedad actual, ni de la revista play boy. El sexo fue creado por Dios. Volvamos a la Teología de
la sexualidad. La Biblia habla de sexualidad. Cantar de los Cantares, es el manual que debieran
de leer todas las parejas.

REFLEXIÓN:
¿Cuál es la diferencia entre “sexo y sexualidad”?

¿Por qué es necesario pensar acerca de la sexualidad desde una perspectiva teológica?

¿Qué principios bíblicos de sexualidad se encuentran en 1 Corintios 7:1-5?

¿Cómo se podría describir la sexualidad dentro del pacto de Matrimonio como Dios lo diseño?

¿Qué principios bíblicos gobiernan la gran idea de Dios acerca del sexo?

Estudios AC para grupos de apoyo

Francesc A. AC – abriendo.camino@live.com

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