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República Bolivariana de Venezuela


Ministerio del Poder Popular para Relaciones Interiores, Justicia y Paz
Ministerio del Poder Popular para La Educación Universitaria
Universidad Nacional Experimental de la Seguridad
CEFO-Táchira

Socialismo y políticas de
seguridad en Venezuela

Autor:
Louis David Chacón Omaña
C.I.: V-30338963
P.N.F.:
Protección Civil
Cuadrante:
Único
Asignatura:
Formación Sociopolítica
Docente:
José Ramón Moreno

San Cristóbal, diciembre 2022.


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Índice:
pág.
Introducción ...…………………………………………………………………………......(3)
Socialismo como sistema socioeconómico ...…………………………………………......(4)
Socialismo en Venezuela………………………………………………………………….(6)
Problemas sociales y de seguridad ciudadana en el socialismo venezolano ...………........(8)
Políticas progresivas y regresivas de la seguridad ………………………………………(10)
La política de seguridad represiva ...……………………………………………………..(12)
La política de seguridad del Gobierno Revolucionario Bolivariano …………………….(14)
Conclusión ……………………………………………………………………………….(16)
Referencias …………………………………………………………………………........(17)
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Introducción:
A continuación, será presentado un trabajo cuyo objetivo principal, es el estudiar,
valorar y dar a conocer varios aspectos del socialismo como modelo socioeconómico
escogido por el Gobierno Revolucionario Bolivariano, así como, porque y como se llegó a
ese hecho, y, también se definirán términos relacionados con la seguridad pública, como las
políticas de seguridad progresivas y regresivas, así como, las políticas represivas que han
afectado a diversas poblaciones a lo largo del tiempo, y el como estos aspectos pueden
acarrear diversos problemas sociales; a su vez, serán mencionadas las diversas estrategias
llevadas a cabo por el Gobierno Venezolano para garantizar la correcta aplicación de unas
políticas de seguridad progresivas y socialistas.
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Socialismo como sistema socioeconómico


El socialismo es un sistema económico y político populista basado en la propiedad
pública (también conocida como propiedad colectiva) de los medios de producción. Esos
medios incluyen la maquinaria, herramientas y fábricas utilizadas para producir bienes que
tienen como objetivo satisfacer directamente las necesidades humanas. El socialismo se
desarrolló en oposición a los excesos y abusos del individualismo liberal y el capitalismo.
Bajo las primeras economías capitalistas de finales del siglo XVIII y XIX, los países de
Europa occidental experimentaron una producción industrial y un crecimiento económico
compuesto a un ritmo rápido. Algunos individuos y familias se enriquecieron rápidamente,
mientras que otros se hundieron en la pobreza, creando desigualdad de ingresos y otras
preocupaciones sociales.
Comunismo y socialismo son términos generales que se refieren a dos escuelas de
pensamiento económico de izquierda; ambos se oponen al capitalismo, pero el socialismo
es anterior al "Manifiesto comunista", un folleto de 1848 de Karl Marx y Friedrich Engels,
por unas pocas décadas. Los primeros pensadores socialistas más famosos fueron Robert
Owen, Henri de Saint-Simon, Karl Marx, Friedrich Engels y Vladimir Lenin. Fue
principalmente Lenin quien expuso las ideas de los socialistas anteriores y ayudó a llevar la
planificación socialista al nivel nacional después de la Revolución bolchevique de 1917 en
Rusia. Tras el fracaso de la planificación central socialista en la Unión Soviética y la China
maoísta durante el siglo XX, muchos socialistas modernos se ajustaron a un sistema
regulador y redistributivo elevado, a veces denominado socialismo de mercado o
socialismo democrático.
En un sistema puramente socialista, todas las decisiones legales de producción y
distribución son tomadas por el gobierno, y los individuos confían en el estado para todo,
desde alimentos hasta atención médica. El gobierno determina los niveles de producción y
precios de estos bienes y servicios. Los socialistas sostienen que la propiedad compartida
de los recursos y la planificación central proporcionan una distribución más equitativa de
bienes y servicios, y una sociedad más equitativa; en palabras de Mario Bunje (2016),” En
una sociedad auténticamente socialista, los bienes y las cargas, los derechos y
los deberes se distribuyen equitativamente. En otras palabras, el socialismo realiza
el ideal de la justicia social. Este ideal se justifica tanto ética como científicamente” (p. 54).
La propiedad común bajo el socialismo puede tomar forma a través del gobierno
tecnocrático, oligárquico, totalitario, democrático o incluso voluntario.
Así mismo, el socialismo no es simplemente un programa para socializar las
inversiones, la propiedad, y redistribuir la riqueza, por importantes que sean todos estos
objetivos. Conserva la noción de un orden de cosas verdaderamente nuevo y lo afirma
mediante la visión de buscar en el futuro lejano, pero concebible, la abolición del trabajo
obligatorio y el sistema de racionamiento del dinero en la medida en que es humanamente
posible.
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En una economía socialista, los funcionarios públicos controlan a los productores,


consumidores, ahorradores, prestatarios e inversionistas al asumir y regular el comercio, el
flujo de capital y otros recursos. Las economías socialistas dependen del gobierno o de las
cooperativas de trabajo para impulsar la producción y la distribución. El consumo está
regulado, pero aún se deja parcialmente a los individuos. El estado determina cómo se
utilizan los principales recursos y grava la riqueza para los esfuerzos redistributivos. Los
pensadores económicos socialistas consideran que muchas actividades económicas privadas
son irracionales, como el arbitraje o el apalancamiento, porque no crean un consumo o
"uso" inmediato.
Los ejemplos históricos más destacados de países socialistas incluyen la antigua
Unión Soviética y la Alemania nazi. Ejemplos contemporáneos incluyen Cuba, China y por
supuesto, Venezuela.
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Socialismo en Venezuela
Con las revueltas, insurrecciones, alzamientos y golpes de Estado ocurridos durante
los siglos XIX, XX y XXI, movimientos socio-políticos denominados por algunos
académicos, analistas, políticos y gobernantes como revolución, Venezuela experimentó
cambios políticos e implementó reformas económicas, los objetivos y resultados de esas
acciones político-militares, no perturbaron las bases de la estructura económica, eran luchas
de poder político, los que se apoderaron del Estado fueron, en alianza con los sectores
económicos, edificando las reglas de la lógica del capital en el funcionamiento de la
estructura económica a través de su adaptación y readaptación continúa a la realidad
coyuntural de cada momento histórico concreto, en respuesta a las condiciones del
desarrollo del capitalismo económico mundial.
Las acciones políticas y gubernamentales del gobierno revolucionario durante el
período 1999-2004 se orientaron a superar los desafíos políticos generados por la relación
conflictiva oposición/gobierno, por lo cual las estrategias electorales y partidistas del
chavismo se implementaron para derrotar la oposición en los comicios celebrados en 1999,
2000 y 2004, atendiendo a los sectores más vulnerables de la población. Para lograr tal fi n,
la revolución bolivariana modificó las reglas y normas del juego político que predominaron
en el sistema democrático durante la época del punto fijismo, 1958-1998, no obstante,
siguió conservando los rasgos económicos del modelo de desarrollo neoliberal, como se
evidencia en la planificación gubernamental, el Programa de Desarrollo Económico 1999-
2001, y los Lineamientos Generales del Plan de Desarrollo Económico y Social de la
Nación 2001-2007, esto es, la continuidad histórica del formato de los medios y modos de
producción capitalista, que tenían y siguen tendiendo su incidencia en los patrones de
consumo y socialización de la mercancía, es decir, se transformaron las tradicionales
relaciones oposición/gobierno, que legitimaban la estructura de producción económica y de
consumo del individuo en su vida cotidiana
La auto-transformación, la práctica revolucionaria como la llamó Marx, representa
el principal paso para la implantación verdadera de un modelo societal orientado al
fortalecimiento del poder popular, la organización de la producción y la construcción de
unas relaciones internacionales solidarias y complementarias. El socialismo, un nuevo
proyecto nacional, significa potenciar a una sociedad de capacidades política, sociales y
económicas, comenzando con la eliminación del individualismo y la configuración del
colectivismo en las relaciones sociales de los diferentes espacios públicos, ya sean estos las
comunidades, empresas y sindicatos, donde, según el discurso del chavismo, el
consumismo y la glorificación del poder se suprime para dar paso a la igualdad de
condiciones y oportunidades a las personas, igualdad en el acceso a la educación, vivienda,
salud y empleo.
El discurso y acciones de gobierno de Chávez, bajo la propuesta del socialismo
bolivariano, aceleró el proceso de construcción de un modelo de desarrollo socio-
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económico diametralmente opuesto al del neoliberalismo, que, a partir del año 2007, fue
configurando en él las características de la economía productiva socialista.
Con el nuevo socialismo del siglo XXI, la revolución bolivariana modifico
progresivamente una ruptura del presente con el pasado, revelando una aceptación y
rechazo a la metamorfosis socio-cultural que introdujo el discurso y la acción política-
gubernamental en la cual se configuro, desde el Estado revolucionario la
institucionalización del socialismo bolivariano en los patrones de pensamiento y
comportamiento de los diversos actores individuales y colectivos del “sistema democrático
revolucionario”.
Chávez rescato e introdujo en el escenario regional y en el lenguaje político, así
como, la expresión del socialismo que la misma izquierda latinoamericana y mundial
habían olvidado como efecto de la ola neoliberal y los imperativos del Consenso de
Washington en las decisiones gubernamentales en materia de política económica, a pesar de
las consecuencias sociales generadas por el modelo de desarrollo neoliberal en los sectores
de clase popular y obrera; los programas y políticas de Chávez incorporaron una nueva
definición de propiedad privada y desafiaron a los grupos económicos poderosos en forma
tal que los gobiernos reformistas y populistas nunca se atrevieron a hacer .
Por ello, las primeras acciones sociales y económicas implementadas por Chávez,
desde enero de 2007, las aliena en su visión socialista, al proclamar la ruptura socio-
económica con el modelo de desarrollo capitalista en Venezuela, con especial preferencia
social al pueblo, los grupos sociales más vulnerables de la población.
Con la desaparición física del comandante-presidente Chávez, se despejan las
incertidumbres y sorpresas políticas, el gran reto de la etapa superior de la revolución
bolivariana en el período de gobierno del actual presidente Nicolás Maduro, consiste en
garantizar la continuidad ideológica y política de la construcción del modelo de desarrollo
socialista con la institucionalización del Estado comunal. El presidente Maduro, de no
lograr el objetivo de su herencia política, durante o antes de que culmine su mandato, la
revolución bolivariana entrara en una fase de discontinuidad con las circunstancias o
sucesos que se originen y afecten el avance de la construcción del modelo de desarrollo
socio-económico.
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Problemas sociales y de seguridad ciudadana en el socialismo venezolano


En teoría el socialismo marxista, tanto del siglo XXI como el tradicional, siempre
aboga por la solidaridad, por la ayuda a los más necesitados, por el igualitarismo social y el
colectivismo. Un modelo el cual debe favorecer a los desvalidos, a diferencia del Estado
burgués, que defiende los “intereses del capital”. Por tal razón, se le da tanta importancia a
crear una nueva ética, la cual no promueva el deseo de ganancia sino la solidaridad entre las
personas, ayudar a los necesitados. Todo eso suena muy bien en la teoría, pero en la
práctica resulta algo completamente diferente. Uno de los principales argumentos plantea
que la mayoría y más importantes avances de la revolución bolivariana han sido
conseguidos precisamente en el terreno social.
Las ideologías como el socialismo totalitario son construcciones míticas de la
realidad, no basada en hechos o en una racionalidad instrumental, sino en la visión utópica
de la búsqueda de la igualdad, pero en un escenario que acaba con la libertad y la
prosperidad. Entenderlo de esa manera ofrece mejores posibilidades de comprender el
fenómeno político venezolano. José Blanco (2010) acierta al plantear que:
La semántica del socialismo del siglo XXI no representa una teoría reflexiva
racional del sistema que le permita describir adecuadamente sus problemas, sino que
por el contrario se trata de un dispositivo de inmunización frente a las irritaciones
del entorno. El socialismo del siglo XXI sirve para dibujar un futuro presente en el
cual se posan las expectativas de una mejor vida. (Pp. 199-200).
En teoría, el gobierno representa los intereses de los desfavorecidos. Estas
manipulaciones del socialismo son bien explicadas por María Mata: “En la Venezuela
socialista, soñada como un sueño de igualdad, el gobierno se ha convertido en el detentor
exclusivo de los intereses colectivos, y esta sumisión de la sociedad al Estado compromete
la esencia misma de la Democracia…” (Mata, 2017: 39).
Muchas políticas sociales no son realmente nuevas y ya fueron aplicadas durante la
socialdemocracia, pero el chavismo intentó reimpulsarlas y hacerlas llegar a más
ciudadanos. En Europa y Estados Unidos existen políticas sociales dirigidas a los más
vulnerables. Pero ese Estado de bienestar genera grandes gastos a los gobiernos.
Las políticas de asistencia social, lejos de acabar con la pobreza, solamente logran
un incremento de la demanda de personas solicitando esas ayudas. A pesar que en Estados
Unidos y Europa existe una mayor cultura del trabajo y de superación personal, no por eso
deja de haber individuos quienes deseen vivir del Estado en lugar de trabajar. En el caso
venezolano, con la renta petrolera ha sido fomentada desde muchas décadas atrás la ilusión
de ser una Nación rica, en consecuencia, los ciudadanos se creen con derecho a demandar
cada vez más subsidios por parte del gobierno.
El actual gobierno bolivariano ha explotado al máximo esa mentalidad populista del
pueblo venezolano, y busca expandir las ayudas sociales a cada vez mayor cantidad de
personas. Eso solamente implica aceptar que no hay un plan estructural para resolver el
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problema de la pobreza, y, por consiguiente, es necesario un mayor número de familias


dependientes de las ayudas estatales. La crisis de la sociedad venezolana pasa entonces por
esa cultura del paternalismo de Estado, la cual no permite su superación personal.
El pretender controlar los mercados por medio de la intervención de las autoridades
para fijar precios, salarios e intereses, hace retroceder la tasa de beneficios y la inversión
productiva. Ahora tienen más vigencia los pensamientos de Mises (1968: 43) plasmados en
su obra “el socialismo”, donde bien explica lo perjudicial de los controles como parte de los
mecanismos aplicados por el socialismo para progresivamente acabar con la propiedad
privada:
Si el Estado se asegura una influencia siempre más importante sobre el objeto y los
métodos de la producción, si exige una parte cada vez más grande del beneficio de
la producción, la correspondiente al propietario se ve restringida de día en día, y,
finalmente, Sólo le queda a este ultimo la palabra propiedad, vacía de sentido, pues
la propiedad misma ha pasado enteramente a manos del Estado.
Al arruinar progresivamente la economía privada, los venezolanos requieren cada
vez mayores subsidios del gobierno para poder sobrevivir, eso sobre todo ante el aumento
desmedido de la hiperinflación.
En cuanto a las medidas consideradas necesarias para controlar la delincuencia, las
opciones sociales genéricas, como mejoramiento familiar y fortalecimiento de la educación,
predominan entre la población de mas alto nivel socioeconómico, mientras el mejoramiento
del empleo predomina entre los mas pobre. Si bien medidas de represión son sugeridas por
todos los sectores sociales, los de más alto nivel socioeconómico parecen inclinarse por
aquellas más moderadas, que guardan relación con la efectividad del sistema de justicia
dentro del marco de su operación ordinaria, mientras los más pobres parecen inclinarse por
aquellas más extremas, como permitir la pena de muerte, restringir las garantías
constitucionales y militarizar la lucha contra la delincuencia.
Resulta claro que, el mayor problema al cual debe enfrentarse la seguridad
ciudadana, en una óptica gubernamental, es al hecho de ocuparse de la reducción de
desigualdad social, y el incremento del empleo.
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Políticas progresivas y regresivas de la seguridad


Las políticas de seguridad regresivas comprenden la acción de contener, detener,
castigar y perseguir actuaciones políticas o sociales desde el poder político hacia un
individuo o grupo. La regresión niega e impide el ejercicio de los derechos civiles y de
libertad política: expresión, reunión, manifestación, asociación, sindicación que suelen
considerarse propias de los sistemas democráticos.
Por su parte las políticas de seguridad progresivas son todas aquellas normas que en
seguridad social funcionan como servicio público para el desarrollo de los derechos
sociales especialmente para las poblaciones menos favorecidas.
Es decir, las características de una política regresiva en materia de seguridad
ciudadana reproducen el orden social injusto y de relaciones dentro de una sociedad, que
victimizan a nuestro pueblo. Por el contrario, una política progresiva, pone al ser humano
como principio y fin de todo razonamiento político y nos permite garantizar la seguridad
integral y los Derechos Humanos.
Por su parte, Cálix Rodríguez, citado por Espinoza (2007: 15), define a la política
progresista de seguridad ciudadana como:
...el proceso de intervención del poder público, debidamente legitimado, altamente
participativo, fundamentado, normado e institucionalizado, que tiene como propósito
estabilizar condiciones objetivas y subjetivas favorables para la convivencia social,
mediante el despliegue equilibrado y multisectorial de acciones preventivas, reactivas,
rehabilitadoras y de (re) inserción social.

Para que una política de seguridad sea progresista debe plantearse para actuar tanto
sobre el delito como sobre sus causas, incluyendo y protegiendo a los más pobres, a través
de políticas que garanticen la dignidad y respeto de los derechos humanos:
1. Lograr la inclusión social de las grandes mayorías. Sólo será posible reducir el
delito y la pobreza si se actúa sobre los factores estructurales que los generan,
promoviendo la inclusión y la justicia social, la reconstitución de tejido social en las
comunidades populares, garantizando a todos sus derechos y dignidad. Más que el
derecho a la seguridad, se trata de ofrecer la seguridad de los derechos.

2. Proteger a todos, especialmente a los más pobres. La seguridad y la inseguridad se


distribuyen desigualmente según la clase social: los sectores populares están más
desprotegidos, y enfrentan mayor cantidad de riesgos. Una política democrática de
seguridad "socializaría" la seguridad, protegiendo a los que son más vulnerables: los
pobres, las mujeres, los niños, los jóvenes.

3. Garantizar los derechos y la dignidad. La mejor política de seguridad es la que


garantiza los derechos de los ciudadanos, pues el delito común y la violación de los
derechos con que se les pretende enfrentar tienen una misma naturaleza. Por otra
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parte, las actuaciones que vulneran los derechos terminan por producir más delito,
pues pierden legitimidad y cualquier efecto disuasivo. Por lo general, las medidas
que pretenden "mano dura" contra el delito, aumentando la violencia policial o
llenando las cárceles de manera indiscriminada, terminan por producir más delitos,
más violencia y reproducen la división de clases y la injusticia social. La "mano
dura" siempre recae en los más pobres.
4. Construir la convivencia y la solidaridad. El delito disuelve los vínculos sociales,
atenta contra la convivencia y la solidaridad, y promueve la intolerancia. A la vez,
la ruptura de los vínculos sociales, la ausencia de solidaridad y la intolerancia,
producen e incrementan el delito. Sólo será posible la seguridad si sustituimos el
egoísmo por la solidaridad. Esta política va dirigida a desvanecer las odiosas
diferencias sociales, promover una cultura de la solidaridad, recuperar el encuentro
y la convivencia ciudadana.

5. Devolverle al pueblo su lugar como sujeto en la historia. La comunidad tiene un rol


fundamental en la seguridad, ya que el delito es expresión de una relación política
que le niega el poder a las mayorías populares. El delito, sobre todo en sus formas
más violentas, es una forma de ejercer el poder por aquellos que no lo tienen,
generalmente contra otros tan desposeídos como ellos. Por otro lado, las
comunidades que se miran sin poder, sin capacidad para regular y dirigir su propio
destino, son las comunidades en que prolifera el delito.
Las políticas regresivas están prohibidas en naciones democráticas, ya que esto
representa un componente esencial de la garantía de los Derechos Económicos, Sociales y
Culturales, y dentro de ellos los derechos de seguridad social. En términos generales, es
posible afirmar que la prohibición de las políticas regresivas constituye una de las diversas
manifestaciones de la perspectiva social e igualitaria de los derechos fundamentales.
Como el país puede enfrentar dificultades, que pueden hacer imposible el
mantenimiento de un grado de protección que había sido alcanzado, es obvio que la
prohibición de las políticas regresivas no puede ser absoluta, sino que debe ser entendida
como una prohibición prima facie. Esto significa que una política regresiva debe
presumirse en principio inconstitucional, pero puede ser justificable, y por ello está
sometido a un control judicial más severo. Para que pueda ser constitucional, las
autoridades tienen que demostrar que existen imperiosas razones que hacen necesario ese
paso regresivo en el desarrollo de un derecho social.
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La política de seguridad represiva


Las estrategias represivas desarrolladas por los regímenes militares y dictaduras en
América Latina, durante la segunda mitad del siglo veinte, se caracterizaron por el uso de la
tortura y del poder de dar muerte dentro de marcos formalmente legales, como los estados
de excepción constitucional, en particular estados de guerra interna y otros, dejando en la
indefensión, no sólo a los grupos definidos como "enemigos", sino también a las mayorías,
que debieron someterse a los gobiernos de facto. La situación ha sido caracterizada como
terrorismo de estado.
La utilización del miedo al dolor y a la muerte y el manejo de la capacidad de
producir dolor mediante torturas, malos tratos y abusos han sido recursos del poder al
servicio del control político durante siglos, fundados en el conocimiento intuitivo y en la
práctica familiar propia de modelos autoritarios y, hace no más de un siglo, en el
conocimiento científico de la psicología humana, lo que ha sido utilizado especialmente
para el entrenamiento militar y policial. Es posible rastrear la legitimidad del uso del dolor,
justificándolo como un beneficio para el bien común, en casi todas las culturas,
coexistiendo sutilmente por siglos en la educación institucional y familiar, como también
en las expresiones legales de la coerción a nivel social
La justificación política y legal del accionar represivo tuvo diferentes modalidades
en cada país. Se fundaba en decretos y leyes de seguridad interior del estado existentes
previamente o que se dictaban en el momento, para controlar y censurar los medios de
comunicación y la información en general y para controlar las acciones de oposición o
resistencia. En muchos países "a legalidad" de los procedimientos empleados era un
argumento importante para legitimar el accionar del gobierno y de esta manera concitar el
apoyo de algunos sectores de la población, en particular de los otros poderes del Estado y
de las instituciones religiosas, como la Iglesia católica. En otros, la definición de "guerra"
hacia innecesario, a juicio de las autoridades, tener esas justificaciones. La condición
aparentemente "caótica" o "legal" de la represión, tenía una fuerte incidencia en la
percepción subjetiva de indefensión, en el miedo engendrado, en la impotencia y
paralización como individuos y como parte de una sociedad, a lo que se sumaban las
modalidades represivas y sus expresiones locales.
La ideología de seguridad pública implica el sentirse protegido, pero y el sistema
llego al extremo de acudir para ello a la amenaza, a la coerción y conservación del orden
público para asegurarla, pero, sin embargo, esta seguridad no envolvía la tranquilidad ni la
defensa del ciudadano; el miedo y sumisión al poder no genera seguridad, solo alimenta la
ira y por ende la violencia, como sostiene Barbosa (2002: 12):
La improvisación y manipulación de las masas ha condenado el partidismo al
desprestigio e indiferencia social. Hay circunstancias en las que el pueblo,
adormecido por el acostumbrado pragmatismo, acepta como propia de la actividad
política una determinada acción sin tratar de inferir si existe o no en ella razones
ideológicas.
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Además de la tortura, ejercida en todos los países como el recurso principal de la


represión política, se agregaba: la ejecución de personas sin procesos o mediante una
ficción jurídica como los consejos de guerra, en la que los procesados carecían de defensa y
eran juzgados sin tomar en cuenta las garantías mínimas de un debido proceso; la política
de hacer desaparecer a los opositores negando su detención; el exilio forzoso; la
exoneración por razones políticas, estigmatizando a la persona que en consecuencia tenía
enormes dificultades para encontrar trabajo en el futuro; la detención sin cargos bajo el
pretexto de ser una persona sospechosa o de ser un peligro para la paz de la nación; el
confinamiento por períodos prolongados a residir en un lugar del país, sin posibilidad de
trabajar y con obligación de presentarse a las autoridades locales para su control; la cárcel
prolongada cumpliendo condenas emitidas por tribunales militares, entre otros.
Las políticas de control y represión son las que priman en las respuestas de los
Estados frente a la inseguridad, la violencia y el crimen organizado. Estas políticas no
toman en cuenta las causas estructurales del problema.
Las políticas basadas en el control y la represión, en ausencia de una respuesta más
integral respecto a las causas, han probado ser inefectivas, han generado más violencia,
agudizado otros problemas existentes, además de ser en muchas ocasiones vulneradoras de
los derechos humanos y tener efectos contraproducentes para el Estado de Derecho y la
legitimidad institucional.
La historia de América demuestra que la intervención de las fuerzas armadas en
cuestiones de seguridad interna en general se encuentra acompañada de violaciones de
derechos humanos. Los Estados deben limitar al máximo el uso de las fuerzas armadas para
el control de la seguridad ciudadana, puesto que el entrenamiento que reciben está dirigido
a derrotar al enemigo, y no a la protección y control de civiles, entrenamiento que es propio
de los entes policiales. Usualmente estas estrategias no han contribuido a reducir
significativamente el clima de inseguridad. Por el contrario, muchos países han
experimentado un recrudecimiento de la violencia, además de reportarse abusos,
arbitrariedades y violaciones a los derechos humanos por parte de las fuerzas de seguridad
del Estado.
En conclusión, los Estados deben asegurar que los esfuerzos por garantizar la
seguridad ciudadana y hacer frente al crimen organizado se lleven a cabo dentro del marco
de la legalidad y del Estado de Derecho. En ese sentido, es fundamental que existan
mecanismos de investigación y de enjuiciamiento que sean independientes, imparciales y
efectivos. Debe reforzarse la capacidad del Estado para conducir investigaciones criminales
de calidad, con personal entrenado y protocolos de actuación adecuados.
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La política de seguridad del Gobierno Revolucionario Venezolano


La configuración de las políticas públicas y, por ende, de las políticas sociales en
Venezuela, son el producto de años de estrategias neoliberales y leyes del mercado que
desmejoraron toda una estructura de valores, aumentaron las desigualdades, alimentaron la
vanidad, el individualismo y la violencia, debilitando la legitimidad de los sistemas
políticos y la estabilidad de las democracias, auspiciando medidas populistas o dádivas
sociales y la creación de políticas criminales represivas y un sistema de seguridad
ciudadana estratificada. Frente al nuevo modelo de Estado venezolano, inspirado en la
Constitución de 1999 y la tendencia del modelo progresista que se ha venido instaurando,
se edifica toda una política pública social dirigida a la comunidad en su conjunto, basado en
valores como la igualdad, la justicia social, el respeto a la dignidad humana y la
participación popular, asumiendo nuevos retos, principalmente la erradicación y control de
la violencia a través de políticas públicas progresistas de seguridad ciudadana.
Por ello, podemos afirmar que, las políticas de seguridad de Venezuela actuales son
progresivas, y, estas medidas son necesarias para controlar la delincuencia y las opciones
sociales genéricas, como mejoramiento familiar y fortalecimiento de la educación;
predominan entre la población de más alto nivel socioeconómico, mientras el mejoramiento
del empleo predomina entre los más pobres. Si bien medidas de regresión son sugeridas por
todos los sectores sociales, los de más alto nivel socioeconómico parecen inclinarse por
aquéllas más moderadas, que guardan relación con la efectividad del sistema de justicia
dentro del marco de su operación ordinaria, mientras los más pobres parecen inclinarse por
aquéllas más extremas, como permitir la pena de muerte, restringir las garantías
constitucionales y militarizar la lucha contra la delincuencia.
Las políticas requieren ocuparse, por una parte, de la reducción de la desigualdad
social y el incremento del empleo, y por la otra, del fortalecimiento de la policía, en
particular, de su sistema de coordinación e inteligencia, para lo cual se contaría con
participación ciudadana. A pesar que la familia, la escuela y los medios de comunicación
son mencionados dentro del concepto más general de "seguridad permanente", no hay nada
dentro de las estrategias y las políticas específicas que tomen en cuenta estas instancias
dentro de un modelo preventivo se encuentran centradas en el incremento de la presencia
policial ostensiva como elemento disuasivo.
Los planes de desarme son una política centrada a corto plazo en un control estricto
centrado en el decomiso de armas de porte cotidiano por parte de la policía, evitando su
reciclaje, puede significar una reducción significativa de los episodios de violencia
extrema. Y a mediano plazo, en la distinción entre porte (no permitido) y tenencia
(admisible en la residencia, bajo ciertas condiciones) que puede favorecer la restricción de
la circulación cotidiana de armas de fuego sin crear mayores resistencias en cuanto a la
disposición de armas para la defensa personal. Una política sensata debería apuntar a la
supresión del porte cotidiano de armas entre todos los particulares, al registro de seriales y
balístico de las armas orgánicas de los funcionarios autorizados, y a la destrucción rápida
de las armas ilegítimamente portadas o detentadas.
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También predomina una campaña de control funcional, mediante protocolos de


reporte de episodios que incluyen cualquier uso del arma de fuego y supervisión diaria y
concentrada, todo esto ha contribuido a la reducción de la participación funcional en
actividades delictivas. A mediano plazo, estos procedimientos pueden consolidarse para
desarrollar una cultura de operación policial controlada y a fomentar buenas prácticas
policiales como medidas complementarias a las sanciones más graves de retiro y
enjuiciamiento penal. Los datos recabados hasta ahora no sugieren que la gente quiera
prescindir de la policía, sino que desea contar con una policía más efectiva, menos
maltratadora y más supervisada para adecuar su desempeño a la tutela de los derechos de
los ciudadanos.
Se ha observado también un mejoramiento de los procedimientos de registro y
comunicación de información entre diversos tribunales y la policía, en cuanto a sujetos
solicitados, beneficios otorgados y cumplimiento o no de las obligaciones impuestas, lo
cual puede contribuir a la aprehensión y reclusión de quienes violan las condiciones bajo
las cuales fueron otorgadas medidas cautelares sustitutivas o beneficios en el cumplimiento
de las penas. A mediano plazo, una revisión de la superposición de beneficios y de la
expansión de las causas para reducir el monto de la pena efectivamente cumplida,
incluyendo los casos de los adolescentes sancionados por la jurisdicción especial, puede
contribuir a la certeza y prontitud en la aplicación de sanciones, reduciendo los márgenes
de impunidad. Esto debería ir acompañado de una diversificación de las sanciones penales,
del mejoramiento de las condiciones de reclusión y diversificación de los centros de
detención y de la restricción de las penas de prisión para los hechos más graves, violentos y
de reincidencia comprobada.
Finalmente, la intervención en familia y escuela, la supervisión primaria, en cuanto
a los niños y adolescentes, es fundamental en el proceso de socialización. Por lo tanto, se
han desarrollado campañas intensas para reducir conflictos interpersonales como
consecuencia de conductas como extorsión, promiscuidad y porte de armas en el ambiente
escolar, que pueden escalar hasta confrontaciones fatales fuera del recinto escolar. A
mediano plazo sería útil reforzar la autoridad de los maestros para que mediante la
disciplina y el respeto procuren condiciones más apropiadas para la escolaridad,
desestimulando la deserción y el vandalismo.
El crecimiento de los pueblos depende del crecimiento de su gente, y cuando
hablamos de crecimiento no se alude a la óptica cuantitativa, sino más bien desde la
formación educativa, cultural, social y de conciencia moral que lleva inmerso dentro de sí
la palabra crecimiento. No es tarea fácil para los gobiernos impregnar a su gente de ética y
de conocimientos, como no es tarea fácil para la gente deslastrarse de las viejas
concepciones heredadas desde la colonia que nos han mantenido oprimidos durante siglos.
La moral y las luces, la sociabilidad como principio, el rescate de la política, la pedagogía y
la ética pueden servir para repensar, replantear y reconstruir una nueva república fundada
en los principios de libertad, justicia social e igualdad.
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Conclusión
Es evidente que existe un deterioro de las condiciones básicas para el desarrollo
humano y social (familia, empleo, salud, vivienda, educación, servicios públicos),
acarreando una incipiente intranquilidad, angustia e inseguridad, situación que se convierte
en uno de los problemas que más afectan a nuestro país. La solución no sólo la
encontramos en la promoción y desarrollo del crecimiento económico, reduciendo la
pobreza, sino asumiendo con suma responsabilidad, unas políticas de Estado que sean
capaces de otorgar las garantías suficientes para que los ciudadanos puedan desenvolverse
en un ambiente de tranquilidad y vivir sin miedo, en una sociedad de igualdad y de paz,
donde encuentren protección para sus vidas, sus bienes y sus derechos, en la máxima
expresión de la dignidad humana posible.
Las políticas públicas de la democracia revolucionaria son un claro ejemplo de la
voluntad política para el cambio. El Estado ha recuperado su rol protagónico en los asuntos
sociales y le ha dado un giro positivo a este ámbito llegando a convertir a la política pública
actual en un instrumento poderoso para la constitución de sujetos sociales y para adelantar
la construcción del modelo socialista al que se aspira llegar.
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Referencias
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