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DECEMBER 16, 20209:09 AMUPDATED 2 YEARS AGO

En pandemia e hiperinflación,
trabajadores abandonan oficinas
estatales en Venezuela por bajos
salarios
By Mayela Armas, Corina Pons
8 MIN READ

CARACAS, 16 dic (Reuters) - Las oficinas de impuestos


venezolanas están desiertas, las facturas de servicios públicos no se
cobran y faltan maestros, porque los bajos salarios de los
funcionarios públicos generan ausentismo crónico y renuncias de
cientos de miles.

State school physical education teacher Victor Carrillo buys supplies at a shop in
Caracas, Venezuela November 19, 2020. Picture taken November 19,
2020.REUTERS/Manaure Quintero

Después de una larga crisis económica en el otrora próspero


miembro de la OPEP, y tras dos años de una reforma emprendida
por el presidente Nicolás Maduro, en muchas instituciones estatales
se labora a una fracción de su capacidad a medida que los
trabajadores con ingresos que apenas alimentan buscan otras formas
de sobrevivir.

Ante el menor personal, ahora las empresas públicas reparan un


mínimo de averías y no exigen ni vigilan el pago de facturas de
servicios públicos. Los entes que supervisan precios y tributos
fiscalizan a pocas grandes empresas y los docentes aún activos no
laboran más de 20 horas a la semana, según decenas de sindicalistas
y trabajadores consultados.
En Cantv, la mayor telefónica del país que expropió el gobierno en
2007, los sueldos, que se pagan en bolívares, rondan los 6 dólares
con bonos semanales que autoriza la empresa, dijo el sindicalista y
trabajador, Igor Lira. “¿Ese salario, para qué sirve? Por eso muchos
tienen trabajos por fuera”, agregó.

La estrategia si bien ayuda a rendir los ingresos del Estado,


desfavorece a la una vez voluminosa masa trabajadora y debilita la
capacidad del gobierno para funcionar y regular como antes la
economía. En última instancia, presiona más al desempleo y las
deficiencias crónicas de los servicios públicos, en un país de unos 30
millones de habitantes antes del éxodo que causó la crisis de los
últimos años.

“Por los bajos sueldos más que renuncias, hay deserciones,


empleados que piden vacaciones y no regresan”, dijo un empleado
retirado tras 30 años de servicio en el transporte subterráneo.
Asegura que los trabajadores reciben unos 10 dólares al mes en la
compañía en la en que Maduro trabajó como conductor muchos años
y eso explica en parte que con la ausencia de empleados, algunas
estaciones del metro abren tarde o cierran antes de la hora.

APATÍA

Detrás del desgano general en las filas del gobierno está la decisión
de pagar en bolívares y por debajo del ritmo de la hiperinflación.
Los trabajadores estatales dicen que la apatía se volvió
particularmente aguda este año cuando muchos más comercios
cobran dólares, bajo una crisis que agudizó la pandemia del
coronavirus.

Un gerente de la compañía eléctrica de Caracas, también expropiada


en 2007, dijo que trabaja como taxista o repartidor y solo una vez
por semana asiste a la oficina estatal donde gana 4 dólares al mes, lo
que cobra por uno o dos viajes al día.

La mayoría de los trabajadores jóvenes del sector eléctrico ha


preferido ausentarse y los que van “a veces costean los repuestos de
las unidades que se usan para resolver las fallas”, señaló Ángel
Navas, un sindicalista de la compañía eléctrica.

Los organismos estatales Seniat, Corpoelec, CVG, Cantv e Ipostel


no respondieron a solicitudes de comentarios. Tampoco lo hizo el
Ministerio de Información.

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Esa apatía de la “clase obrera” que trabaja para el gobierno se


evidenció en el poco apoyo a la campaña electoral y luego en los
comicios legislativos de este mes. En los centros de votación hubo
baja afluencia y aunque el partido gobernante logró el control de
parlamento, recibió menos votos que en anteriores procesos
electorales.

Rómulo Muñoz, un trabajador que lleva 15 años en la empresa


estatal de aluminio Venalum, al sur del país, fue uno de los que por
primera vez faltó a unas elecciones legislativas con la esperanza de
un cambio.

“No fui a votar para acelerar los procesos y que venga un nuevo
gobierno”, dijo Muñoz, descontento con un salario equivalente a
unos 10 dólares por mes. “Cuando eso pase, los trabajadores
tendremos beneficios y no necesitaremos de ninguna cajita CLAP
(de alimentos) para sobrevivir”, dijo.
En hiperinflación y durante la pandemia, los 2,8 millones de
empleados públicos que quedan en nómina reciben un promedio de
13 dólares, la mitad de lo que pagan en el sector privado, según un
estudio de la firma local Anova. Esta consultora así como otras dos
más calculan que por los bajos sueldos al menos 500.000
funcionarios han dimitido en el último año.

Anova estima que al menos una cuarta parte de los 2,8 millones de
los obreros, técnicos o profesionales que laboran para el Estado
reciben salario mínimo, que por meses se ha mantenido en un dólar
a la tasa oficial. Poco importa que la inflación anual alcanzó 4.087%
en noviembre, según datos del Congreso, bajo control opositor.

“El salario ha sido golpeado y herido, es una herida abierta,


supurante, que vamos a curar, sanar”, dijo Maduro a periodistas en
diciembre, cuando le preguntaron porqué permitía en comercios
cobrar en dólares, si sus empleados ganan en moneda local.
“Venezuela es una economía de resistencia”, explicó al culpar a las
sanciones de Estados Unidos.

AUSENTISMO

El rezago salarial no es una medida de última hora. El gobierno lleva


tres años autorizando pagos que no cubren el alza de los precios. En
noviembre, tras seis meses sin revisión, subió 40% el sueldo de
empleados públicos y ese mes la inflación mensual fue 65,70%.

Medir el éxodo general es difícil, porque muchos dejan de trabajar


sin renunciar y en pocas oficinas estatales reclaman el ausentismo,
según relatan las fuentes. Previo a la cuarentena, en las oficinas
públicas los empleados ya no iban todos los días. Luego del
confinamiento se fijaron labores por grupos y turnos semanales, pero
igual algunos empleados no van.

En las nóminas del Estado, los mejores sueldos los reciben los
militares, que ganan unos 17 dólares mensuales en promedio, dijo
una fuente cercana al sector militar. Ninfa Barón tiene la
remuneración más alta en la tabla de salarios de una universidad
pública y recibe unos 10 dólares al mes a tasa oficial, pero subsiste
con un trabajo vía remota para una empresa en Paraguay.

El deterioro de los salarios “tiene consecuencias, la gente abandona


el sector público aceleradamente”, dijo Omar Zambrano economista
y director de la consultora Anova.

Desesperados, en medio de la cuarentena, maestros, enfermeras y


otros trabajadores públicos han protestado contra un gobierno que
prometió defenderlos. Solo en octubre hubo 544 manifestaciones
laborales en el país, según el no gubernamental Observatorio de
Conflictividad Social.

Victor Carrillo, un profesor de educación física con 20 años de


carrera, fue uno de los que se sumó en noviembre a protestar, porque
el salario no le alcanza y optó por hacer reparaciones en su edificio
para cubrir el pago del condominio.

La crisis evidencia que “el sector público se desmantela”, señaló


Asdrúbal Oliveros, economista y director de Ecoanalítica.

El ente recaudador de impuestos, Seniat, pagaba a sus fiscales


bonificaciones especiales de casi 30 salarios al año y muchos
trabajaban en operativos sorpresa para supervisar el pago de tributos
de empresas y comercios con frecuencia. Ahora tiene menos de la
mitad de los funcionarios que en 2012 y la mayoría gana unos 13
dólares al mes, sin recibir ningún bono extra.
“Las instalaciones del Seniat están desiertas. Si antes había 20
funcionarios en una oficina, ahora van dos”, dijo bajo anonimato
uno de los fiscales con décadas de servicio. Aseguró que muchos
ocupan sus horas asesorando a empresas privadas y la poca
supervisión complica el cobro de una renta vital tras el desplome de
los ingresos petroleros.

Otros huyen del país o improvisan como María Boyer. Ella dejó su
empleo en la estatal de correos y subsiste de cocinar dulces hechos
con coco por los que cobra un dólar y llevarlos a clientes en
transporte público. “Cuando un día estaba almorzando en la oficina
pasta sola, sin queso, renuncié”, dijo Boyer en medio de una de las
entregas. “Así no podía vivir”.

Información de Mayela Armas y Corina Pons, con información adicional de Maria de los
Angeles Ramírez, editado en español por Gabriela Donoso
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