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Teoría del Estado

Chapter · October 2016

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Rafael Rentería Gaeta


Universidad de la Sierra Sur
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Octubre de 2016 Teoría del Estado

Rafael Rentería Gaeta


Universidad de la Sierra Sur
Teoría del Estado
Rafael Rentería Gaeta

Introducción

El origen del Estado es incierto en el tiempo y el espacio, para algunos sociólogos y


antropólogos como Engels (2012)1 y Carneiro (1985)2, las teorías más convincentes se
pueden clasificar en dos tipos: voluntaristas y coercitivas. Entre las primeras destacan la
vieja teoría del contrato social y la moderna teoría del automatismo que atribuye el origen
del Estado al sedentarismo y la división del trabajo; las segundas, se sustentan en factores
como el antagonismo de clases sociales, el dominio político y el sometimiento por medio
de la fuerza.

Frente a estas disyuntivas y como es natural, en el transcurso de la historia se han


desarrollado distintas nociones y conceptos del Estado, desde aquellos que le atribuyen un
poder superior encarnado en fines, principios y leyes de interés general como Hegel; hasta
aquellos, que como Marx, lo conciben como un instrumento de control de la clase social
dominante sobre el proletariado; pasando por otros, que como Kelsen, lo consideran como
una institución de orden territorial que cuenta con una estructura organizacional jurídica y
política para gobernar.

Existen en la actualidad una diversidad de nociones y conceptos sobre el Estado. Sin


embargo, en el presente trabajo únicamente se han seleccionado aquellos que, por un
lado, contribuyen a su definición y caracterización en un mundo globalizado, y por el otro,
permiten conocer su origen, sus fines esenciales en el terreno político y administrativo y
comprender sus procesos de transformación y cambio institucional.

1. Breves antecedentes sobre el origen del Estado

El origen del Estado es remoto e incierto, Robert Carneiro (1985) menciona un conjunto
de teorías sobre el origen y desarrollo del Estado. En este trabajo se abordan cinco teorías
retomadas de la obra titulada “Refl exiones sobre el origen del Estado” de Carneiro que
difieren sustancialmente entre sí: teoría marxista, teoría automática, hipótesis hidráulica,
teorías religiosas y teoría de la circunscripción. Además, se analizan teorías del
contractualismo clásico que corresponden a Hobbes, Locke y Rousseau, respectivamente.

La teoría marxista, como su nombre lo indica, se debe a los aportes de Marx y Engels y
se sustenta en los antagonismos irreconciliables entre las clases sociales, que dieron
1
Engels, Friedrich. (2012). El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Editorial MIA Marxsists
Internet Archive. www.marxsists.org. (Publicada originalmente en octubre de 1884).
Carneiro,
2 Robert L. (1985). Reflexiones sobre el origen del Estado. Revista Ágora: Papeles de Filosofía. Vol. 5
(1985). p. 5-20.

1
origen a un órgano político que se situó por encima de la sociedad para mantener el orden,
y que no era imparcial porque respondía a los interese de la clase dominante y se auto
atribuyó el poder de crear normas y hacerlas cumplir por la fuerza. La teoría automática
sostiene que el Estado surgió por sí mismo como resultado de la invención de la
agricultura, de donde se originó también el sedentarismo y la división del trabajo.

La hipótesis hidráulica señala que el Estado surgió con la necesidad de procurar un


equilibrio del acceso diferencial a los recursos de la naturaleza, particularmente el agua, o
propiamente dicho, para neutralizar el conflicto y la guerra por los recursos hídricos. Las
teorías religiosas, se basan en los dictados divinos a través de los cuales se estableció el
orden, el gobierno y las élites jerárquicas, que más tarde se desligaron de la religión y se
convirtieron en estructuras y órganos políticos autónomos.

En la teoría de la circunscripción se argumenta que el Estado apareció cuando las


autonomías locales –familia, clan, horda– sobrepasaron sus dominios y se fueron
apropiando de múltiples comunidades que formaban circunscripciones territoriales, sobre
las cuales establecieron reglas y formas de gobierno. La tierra, fue el elemento central del
origen del Estado; en principio apareció la propiedad privada y más tarde se fundaron los
grandes señoríos cuya característica residía en que las normas y los gobiernos estaban
circunscriptos a límites geográficos.

Por otro lado, las teorías contractualistas definen al Estado como una comunidad política
emanada de la voluntad del hombre con la finalidad de alcanzar la satisfacción de sus
mutuas necesidades. Tanto para Hobbes, como para Locke y Rousseau, el Estado es un
ente artificial que surge de un pacto o contrato, por lo tanto, “no puede ser concebido
como un fin en sí mismo sino, tan sólo como un medio o un instrumento orientado al
aseguramiento de los intereses de los individuos” (Ramírez, 2010:17)3.

Para Hobbes, el punto central del surgimiento del Estado es la dicotomía entre estado de
naturaleza y Estado civil; define al estado de naturaleza como un estadio pre-político
caracterizado por la libertad e igualdad de todos los individuos y la ausencia de un poder
común. Sin embargo, el estado de naturaleza lejos de propiciar armonía, genera
inseguridad y conflicto, porque el hombre, por naturaleza, compite por la posesión y el
control de bienes y de otros hombres y en su lucha por conseguir gloria y reputación,
siembra desconfianza y es capaz provocar el mayor de los males: la muerte (Marcone,
2005:131)4.

En el estado de naturaleza, menciona Hobbes, cada uno está gobernado por su propia

3
Ramírez Echeverri, Juan David. (2010). Thomas Hobbes y el Estado absoluto: del Estado de razón al Estado
de terror. Colección, Mejores Trabajos de Grado. Universidad de Antioquia, Facultad de Derecho y Ciencias
Políticas, Medellín, Colombia.
4
Marcone, Julieta. (2005). Hobbes: entre el iusnaturalismo y el iuspositivismo. Andamios. Revista de
Investigación Social. Año/vol. 1, número 002. Universidad Autónoma de la Ciudad de México. pp. 123-148.

2
razón y, ante la ausencia de un poder que obligue a su cumplimiento, obedece solo a sus
preceptos morales y a su interés particular, sin embargo, señala, el ser humano es
propenso a la ambición; por consiguiente, tiene derecho a hacer cualquier cosa, incluso la
guerra. Por ello, cada hombre debe esforzarse por alcanzar la paz y seguirla por todos los
medios posibles; debe renunciar, si los demás consienten también en hacerlo, al derecho a
todas las cosas y debe existir una mutua transferencia de derechos a través de un pacto o
convenio (Hobbes, 2005:107-109)5.

Parea Hobbes, el pacto o convenio es el nacimiento del estado civil, donde exista un poder
superior autorizado para constreñir e incluso castigar a quienes transgredan el pacto;
un estado civil al cual se le transfiera el derecho de gobernar, el de crear normas, el de
juzgar y sancionar y consecuentemente el de defender las posesiones y hacer la
guerra. El estado civil a que hace referencia Hobbes es en sí el Estado político.

Con relación al origen y naturaleza del estado civil o político, John Locke sostiene que la
única forma en que alguien puede por sí mismo privarse de su libertad natural y
someterse a las ataduras de la sociedad civil es a través de un pacto o acuerdo con otros
hombres, según el cual, deciden, en común, formar una comunidad provista de su propio
gobierno que les garantice vivir y convivir confortablemente de manera pacífica y segura.
Así, cuando se ha consentido en formar una comunidad política, se crea un vínculo a
través del cual cada uno tiene el derecho de actuar y decidir recíprocamente (Locke,
2006:97-98)6.

Para Locke, el Estado es un verdadero pacto de asociación mediante el cual los hombres, a
través de la figura del consentimiento, renuncian a la posibilidad de hacer justicia por sí
mismos y se someten en adelante al principio de la mayoría bajo los dictados de un
gobierno civil que tiene el poder de actuar corporativamente movido por la voluntad y el
acuerdo de la mayoría, es decir mediante el consenso (Ibíd).

Sin embargo, para Locke resulta imperativo que los acuerdos emanados de la mayoría
sean considerados como leyes positivas, para que de esta manera, cada hombre esté
obligado a someterse y acatar los dictados de la ley, que a su vez tiene jurisdicción sobre
las personas, sus posesiones y la tierra (Ibíd). A este conjunto de factores: acuerdos, ley,
jurisdicción, tierra, personas y posesiones, es a lo que denomina Estado civil.

Rousseau, se refiere al pacto o acto de asociación como un contrato social a través del
cual “cada uno pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la
voluntad general, y cada miembro es considerado como parte indivisible del todo”

5
Hobbes, Thomas. (1980). Leviatán o la materia, forma y poder de una República, eclesiástica y civil. Fondo
de Cultura Económica. Segunda edición. México.
6
Locke, John. (2006). Segundo tratado sobre el gobierno civil. Un ensayo acerca del verdadero origen,
alcance y fin del Gobierno Civil. Traducción Carlos Mellizo. Editorial Tecnos. (Publicado originalmente en
1690).

3
(Rousseau, 1999:15)7. De esta manera se constituye una persona pública –república– a la
que se denomina Estado, dentro del cual los asociados en general representan al pueblo y
los individuos en particular a los ciudadanos, que son a la vez participes de la autoridad
soberana y súbditos de la ley del Estado.

El contrato social, menciona Rousseau; implica un compromiso recíproco entre lo público y


lo privado; es decir, entre el Estado, el pueblo y los ciudadanos; éste último, mantiene una
doble subordinación, primero, con el pueblo al cual pertenece y segundo, con el soberano
como miembro del Estado. Y solo la ley del soberano obliga coactivamente porque emana
y se funda en el contrato social; los compromisos y las decisiones del pueblo y de los
ciudadanos, en tanto no estén bajo el cobijo de la ley, son deberes meramente cívicos
(Ibíd).

De acurdo con Rousseau, el ciudadano mediante su inclusión en el contrato social,


renuncia a parte de su libertad natural y derecho a todo cuanto desea o puede obtener, a
cambio de la libertad civil, la seguridad y el derecho de propiedad, garantizados en la ley y
en un título positivo. El pacto fundamental sustituye “la desigualdad física que la
naturaleza había establecido entro los hombres, las cuales, pudiendo ser desiguales en
fuerza o en talento vienen a ser todas iguales por convención y derecho” (Rousseau,
1999:22).

De acuerdo con Rousseau, en el estado natural existe un orden universal emanado de la


razón, pero esta debe ser recíproca, y en tanto que no lo sea, gobiernan el caos y la
injusticia; por ello, en el Estado civil todos los derechos deben estar concedidos y
determinados por la ley que a su vez se debe fundar en la voluntad general. En ese orden,
las leyes representan las condiciones bajo las cuales se rige la asociación civil llamada
Estado (Ibíd).

1.1. De la polis griega al Estado Moderno

Los primeros antecedentes del Estado, como organización política, se deben a la polis de
la antigua Grecia del siglo VIII a. C. Eran ciudades y congregaciones gobernadas en un
principio por oligarquías militares y posteriormente por aristocracias o democracias
basadasen los derechos y deberes de los ciudadanos. Así también, se menciona que en
los primeros siglos de su aparición la polis era una forma básica de gobierno y con el
transcurso del tiempo se convirtió en una forma elemental de ciudad-Estado abierta a
todas las formas de gobierno (Gschnitzer, citado en Sakellariou, 1989:30-33).

Sakellariou (1989)8 señala que en la antigua Grecia coexistían dos formas de gobierno con
distintas variantes: la comunidad (Gemeinschaft) y la dominación (Herrschaft); la polis era

7
Rousseau, Juan Jacobo. (1999). El contrato social o principios de derecho político. Editado por elaleph.com.
(Publicado originalmente en 1762).
8
Sakellariou, M. B. (1989). The Pilis-State: definition and origin. Research Centre for Greek and Roman
Antiquity National Hellenic Research Foundation. Athens.

4
una de las variantes de la comunidad y se caracterizaba por ser ciudades y comarcas que
tenían su propia constitución y ejercían sistemas de gobierno democráticos basados en la
consulta y el consenso de la comunidad, por ello se le ha denominado ciudad-Estado
(Staatsordnung); en contraste, la dominación eran señoríos gobernados por oligarquías,
reyes y dinastías.

En la época aristotélica, la ciudad-Estado era una comunidad natural, una compañía civil
anterior a la familia, porque el hombre, señalaba Aristóteles, antes que en familia ha
vivido en comunidad y “aquel que ninguna cosa puede hacer por la compañía, o el que por
ser para sí mismo suficiente no tiene necesidad de cosa alguna, ninguna parte es de la
ciudad: de manera que, o será bestia o será Dios” (Aristóteles, 2006:17)9.

Para Aristóteles, la ciudad era una comunidad de ciudadanos libres que podía satisfacer
sus propias necesidades, y era ciudadano aquel que tenía derecho y libertad, sin limitación
alguna “de participar del gobierno, del Consejo y de la judicatura” (Ibíd, 111). Y por lo
tanto, no se podían considerar como parte de la ciudad aquellas comarcas que entre
sí tuviesen formas de gobierno distintas o fueren parte de otra República, definida
esta última como el orden y gobierno de la ciudad emanados del pueblo.

Entre los siglos V y II a. C., una serie de acontecimientos ocasionaron la decadencia de la


polis griega; dos de ellos fueron determinantes: primero, la “Guerra del Peloponeso”, en
404 antes de nuestra era, en la cual Atenas fue derrotada por Esparta (si bien ambas
ciudades eran griegas, practicaban distintos sistemas políticos, Atenas era una democracia
y Esparta una oligarquía militar) y segundo, la caída de los griegos en la “Batalla de
Queronea” frente a las tropas de Filipo Rey de Macedonia en el año 338, quien implantó
una monarquía patriarcal en los territorios conquistados (Tucidides, 198610; Pina, 199311).

Un siglo después, los conflictos armados entre Cartago y Roma conocidos como “Guerras
Púnicas” culminaron con la derrota de Cartago y de Macedonia en los años 202 y 197 a.
C., respectivamente y después de medio siglo con la anexión de dichos territorios al
Imperio Romano; con ello, se marcó el fin de la polis griega y el predominio del sistema
republicano (Ballesteros, 200312; De Luis, 201513).

9
Aristóteles. (2006). La Política. Traducción de Pero Simón Abril. Colección Todos los Clásicos. Ediciones
Nuestra Raza. Madrid.
10
Tucidides, (1986). Historia de la Guerra del Peloponeso. Traducción Diego Gracián. Ediciones Orbis.
Barcelona.
11
Pina Polo, Francisco. (1993). El ascenso y la hegemonía de Macedonia: características del régimen
monárquico. POLIS, Revisu de ideas y formas políticas de la Antigüedad Clásica. Año 1993, No. 5. pp. 163-
185.
12
Ballesteros Sánchez, María Dolores. (2003). La vocación imperialista de la Roma republicana. Aposta,
Revista de Ciencias Sociales. No, 2. Noviembre de 2003.
13
De Luis, Esmeralda. (2015). El Limes Romano de África. Cartago. Centro Europeo para la Difusión de las
Ciencias Sociales (CEDCS). Archivo de la Frontera. Colección Galeatus. Recuperado el 14 de mayo de 2016 en:
http://www.archivodelafrontera.com/.

5
El sistema republicano, menciona Robert Dahl, también puede ser caracterizado como una
ciudad-Estado, pero a diferencia de la polis griega, en la cual se practicaba la democracia
abierta, existía una oligarquía aristocrática en la cual el Senado –institución heredada de la
Roma monárquica– compartía el poder con el Concilium (Concilio), la Comitia Curiata
Asamblea de Curias) y con la Comitia Centuriata (Asamblea de la Centuria); los
representantes ante dichos órganos eran nombrados por los distintos sectores sociales de
la ciudadanía romana (Dahl, 2004:17)14.

Para Asimov, la República romana tenía ciertos elementos de un régimen democrático


porque se permitía la participación de los ciudadanos en la designación de los órganos de
gobierno; sin embargo, no era un sistema representativo ni una democracia dado que, a
pesar de su extensión territorial, únicamente podían votar los ciudadanos que residían en
la ciudad de Roma y tanto el Senado como el Concilio, representaban intereses de clases
minoritarias de la sociedad (Asimov, 1999a:112)15.

Después de la expansión de Roma, la magnificencia de la República se fue diluyendo con


los numerosos levantamientos armados y la concentración del poder en el Senado, quien
determinó nombrar el primer Triunvirato –gobierno ejercido por tres hombres: Cesar,
Pompeyo y Craso– para controlar las rebeliones, esta medida redujo el poder de la
oligarquía al grado de convertirse en un régimen autocrático y en poco tiempo los
gobernantes comenzaron a conspirar entre sí, dando paso al “Principado” (Primer Imperio)
que duró más de tres siglos –del 27 a. C. al 284 d. C.– y posteriormente al absolutismo.
De esta manera, el poder político del Imperio, se concentró en una sola persona: el
Emperador (Asimov, 1999b)16.

Con la llegada del Imperio y la concentración del poder, el Estado se sumió en la segunda
“Edad Obscura” que se prolongó por más de un milenio y en la cual quedaron
enmarcados: el nacimiento y división del Imperio Romano (27 a. C. y 395 d. C.,
respectivamente); la caída del Imperio Romano de Occidente (año 476); la Edad Media
(siglo V al XV); el dominio de la Iglesia Católica; el Feudalismo (siglo IX al XIV) y la caída
del Imperio Romano de Oriente conocido como “Imperio Bizantino” en 1453 (Ward-
Perkins, 2007)17.

Durante la “Edad Obscura”, la figura del Estado quedó subordinada al poder de los
emperadores, al de las monarquías y al de la Iglesia Católica. Sin embargo, la cosmovisión

14
Dhal, Robert. (2004). La democracia. POSTData, No. 10. Diciembre de 2004. pp 11-555.
15
Asimov, Isaac. (1999a). La República romana. Traducción de Néstor Míguez. Alianza Editorial. Décima
primera edición. Madrid.
16
Asimov, Isaac. (1999b). El Imperio Romano. Traducción de Néstor Míguez. Alianza Editorial. Décima
segunda edición. Madrid.
17
Ward-Perkins, Bryan. (2007). La caída de Roma y el fin de la civilización. Traducción de Manuel Cuesta y
David Hernández de la Fuente. Editorial Espasa Forum. Madrid.

6
de ciudad-Estado, heredada de la polis griega y que permaneció por muchos siglos, se
transformó en la de Estado-nación, dando lugar a la transición de la democracia directa a
la democracia representativa que prevalece en la actualidad (Dahl, 2004).

2. Significados y alcance etimológico del término Estado

En apartados anteriores se mencionan algunas teorías sobre el origen y transformación del


Estado, pero no se hace referencia a sus raíces etimológicas ni al significado del término
que también ha acuñado sus propias teorías y ha sido objeto de profundos procesos de
transformación en el transcurso del tiempo.

Comenzando por su definición etimológica, el término Estado deriva del vocablo latino
status que hace referencia a la situación estatutaria –jurídica– de los hombres de toda
clase y condición. Así, se utilizaba el vocablo status para hacer alusión al estatuto y las
voces state, estate y stateliness para referirse a la majestad del gobernante, a una elevada
posición política y a una condición de magnificencia, respectivamente (Skinner, 2003:23).
Por lo tanto, originalmente el término status se refiere a la posición social de un individuo
dentro de una comunidad.

La idea del Estado como una condición estatutaria tiene sus antecedentes en la filosofía
estoica que predominó en la antigua Roma que proclamaba la subordinación de las
pasiones individuales y de las relaciones sociales y políticas al dominio de la razón. Los
estoicos mantenían cierta indiferencia respecto del Estado como entidad política,
consideraban que “el hombre de bien ni es obligado por nadie ni a nadie obliga, ni es
impedido ni impide, ni es forzado por nadie ni a nadie fuerza personalmente, ni manda ni
es mandado” (Mas, 2006:279)18. Sin embargo, eran partidarios de un gobierno fundado en
la igualdad, la justicia y el derecho.

Ulpiano, en el Digesto del Código del Derecho Romano, establece una diferenciación
jurídica y política entre el estatus o situación que debían guardar las cosas públicas y
privadas al señalar que “la ley cubre dos campos, el público y el privado, y la ley pública
es la que pertenece al status reí Romanae”. (Shinner, 2003:24). Así, para fines del siglo
XIV tanto en Italia como en Francia e Inglaterra, el término estat du roilme –estado del
reino– se volvió cotidiano y se empleaba también para referirse a la posición de los
gobernantes.

La idea de que el status pertenecía al gobernante alcanzó su máxima expresión en el


despotismo y absolutismo que caracterizó a los gobiernos del siglo XIV al XVII, en que los
reyes tenían el poder supremo y ejercían discrecionalmente la soberanía. Jean Bodin
sostenía que la soberanía era absoluta e indivisible y que su ejercicio le correspondía en
exclusiva al gobernante; un ejemplo del absolutismo monárquico lo encontramos en la
frase célebre que se le atribuye al Rey Luis XIV de Francia, L'État, c'est moi –El Estado soy

18
Mas, Salvador. (2006). Pensamiento romano. Una historia de la filosofía en Roma. Editorial Tirant lo
Blanch. Valencia.

7
yo– (Aznar y De Luca, 2006:85)19.

A fines del siglo XV, Erasmo de Rotterdam señalaba en su obra “Institutio Príncipis
Christiani” –Educación del Príncipe Cristiano– que “el status más feliz es alcanzado cuando
todos obedecen al príncipe, cuando el príncipe obedece las leyes y cuando las leyes
responden a nuestros ideales de honestidad y equidad” (Citado en Skinner, 2003:27). La
cosmovisión del Estado como poder absoluto se consagró con las ideas de Hobbes quien
sostiene en su obra Leviatán que “los súbditos deben lealtad al Estado en sí mismo y no a
sus gobernantes; la autoridad estatal es definida como única y absoluta; y el Estado pasa
a considerarse como la máxima autoridad en todos los aspectos del gobierno civil”
(Skinner, 1989; citado en Aznar y De Luca, 2006:85).

Cabe mencionar que desde mediados del siglo XVI el uso de la palabra status fue cayendo
en desuso y se comenzó a utilizar el término stato, que hacía referencia ya no al estatus o
condición jurídica de los individuos o del gobernante sino a los diferentes regímenes
políticos y sobre todo al régimen imperante (Skinner, 2003); es decir, ocurrió una especie
de transición del término status-stato del terreno jurídico al político y del ámbito personal
al impersonal o abstracto.

En la actualidad, el Estado es considerado como un organismo ubicado dentro de la esfera


del poder político, o dicho en otras palabras, es el poder político institucionalizado y su
visión conceptual no subyace únicamente en una representación material, sino en una
abstracción conceptual que alude no solo al régimen político imperante sino también a las
instituciones de gobierno, a los medios de control coercitivo y al predominio de reglas,
comportamientos y relaciones sociales formalizadas que le confieren estabilidad (Skinner,
2003; Aznar y De Luca, 2006).

En síntesis, la definición y conceptualización del Estado, se encuentra más allá de su


significado etimológico y en el devenir histórico ha tenido una serie de cambios y
transiciones de la esfera personal al ámbito institucional y del terreno jurídico al campo
político. Las nociones y conceptualización del Estado, son primordiales para comprender su
naturaleza y finalidad.

3. Nociones, definición y caracterización del Estado Moderno

La primera noción de Estado en la época moderna, se debe al pensador florentino Nicolás


Maquiavelo, quien en su obra “El Príncipe”, dada a conocer a principios del siglo XVI lo
define como una institución humana que tiene naturalmente un fin público, que ejerce
soberanía sobre los hombres y cuyos cimientos son las buenas leyes y las buenas tropas

19
Aznar, Luis y De Luca, Miguel (Coordinadores). (2006). Política, Cuestiones y problemas. Emecé Editores-
Ariel. Primera edición. Buenos Aires.

8
(Maquiavelo, 1999:62)20.

En argumento de lo anterior Francisco Porrúa señala que “el Estado encierra en su


actividad una intención que es la determinante y el motor de toda su estructura” (Porrúa,
2005:284).21Aunado a lo anterior menciona que “el fin será el que determine las
atribuciones, la competencia material de los diferentes órganos del Estado, y en función
de esa competencia se crearán órganos” (Óp. cit., p. 285). En otros términos, la estructura
organizacional y las instituciones del Estado están determinadas por sus atribuciones y
competencias esenciales y materiales, mismas que a su vez subyacen de su finalidad.
¿Pero cuál es en sí su función esencial o su finalidad?

Para Porrúa (Ibíd.) el Estado es una realidad política o más bien una sociedad humana
cuya finalidad “es la razón última de su existencia y lo que lo diferencia de otras
sociedades”; por lo tanto, su actividad determinante o finalidad no puede ser otra que
aquella hacia la cual dirige su actividad esencial: el bien común público, que consiste en
ayudarse recíprocamente –individuos y Estado– en la obtención del bien particular de cada
uno. Es decir, la función de la sociedad será contribuir al bienestar de sus integrantes
poniendo a su alcance determinados medios y la función del Estado será la de garantizar
la prestación y el disfrute de dichos medios.

En ese sentido, el Estado debe brindar a la sociedad los medios y las facilidades necesarias
para que cada individuo, cada grupo y la sociedad en general se puedan perfeccionar, es
decir, puedan cumplir sus respectivas aspiraciones. Por lo tanto, el mínimo de facilidades y
medios que el Estado debe proporcionar son: libertad de acción, medios materiales
imprescindibles, orden y tranquilidad pública indispensables para la convivencia. Además,
debe garantizar las condiciones adecuadas para satisfacer necesidades intelectuales,
morales y espirituales en las que se funda la “suprema perfección de la naturaleza
humana” (Porrúa, 2005:224). En ese sentido, el Estado no es un fin en sí mismo sino que
constituye un medio para alcanzar fines.

Este acercamiento a las nociones de Estado, deja entrever que se trata de una
construcción social a la que se le pueden atribuir fines y atribuciones de diversa índole:
político, social, económico, cultural e incluso religioso. Sin embargo, al profundizar en las
distintas teorías sobre su naturaleza y esencia, el Estado adquiere mayor concreción, no
obstante que las atribuciones y competencias que posee sean casi ilimitadas.

3.1. Naturaleza esencial del Estado

Con respecto a la naturaleza del Estado, subsisten tres teorías clásicas: la primera, lo

20
Maquiavelo, Nicolás. (1999). El Príncipe. Editado por Elaleph.com. Recuperado el 10 de abril de 2016 en:
https://ocw.uca.es/pluginfile.php/1491/mod_resource/content/1/El_principe_Maquiavelo.pdf.

21
Porrúa Pérez, Francisco. (2005). Teoría del Estado. Teoría política. Editorial Porrúa, trigésima novena
edición. México.

9
define como una asociación o comunidad que emerge de un pacto o contrato social; la
segunda, lo concibe como una esfera o dimensión abstracta de la sociedad civil; y la
tercera y última, lo describe como un instrumento o aparato para el gobierno, la
administración y la coerción (Isuani, 1979). Cada una de estas nociones se construye a
partir de teorías y argumentos que se han desarrollado a lo largo de la historia.

La concepción del Estado como una asociación o comunidad se sostiene en teorías de


autores como Hobbes, Locke, Rousseau y Weber, quienes le definen como una asociación
política, producto del acuerdo colectivo de voluntades que posee tres elementos
esenciales: territorialidad, órgano administrativo y de gobierno y monopolio legítimo del
uso de la fuerza (Isuani, 1979:6). Concretamente Weber define al Estado como “una
relación de dominación de hombres sobre hombres, que se sostiene por medio de la
violencia legítima”, cuya dominación se legitima por tres vías: la costumbre o legitimidad
tradicional; la autoridad de la gracia o legitimidad carismática y la autoridad legal o
dominación racional (Weber, 2005:85).

De estas teorías, retoman tres elementos cruciales del Estado: la preminencia de un


aparato gubernamental, la existencia de un órgano administrativo y la importancia de la
dominación legal. El primer elemento está conformado por el gobierno, como órgano
político que conduce y dirige la actividad del Estado, es decir el poder de mando; el
segundo, lo constituye el conjunto de órganos e instituciones a través de las cuales el
Estado realiza sus funciones operativas, que no es otra cosa que la estructura
administrativa denominada Administración Pública; y el tercero, está formado por el
sistema de normas jurídicas que delimitan las competencias y las actividades del gobierno
y la administración pública.

La teoría del Estado, como esfera o dimensión social, se nutre básicamente del
pensamiento de Hegel, el cual lo define como un organismo externo de la sociedad civil al
que están subordinados las leyes y los intereses particulares de los individuos con una
finalidad inmanente: el poder superior para garantizar la unidad del fin último universal,
entendido como el interés general o bien común. Para Hegel, el Estado “sabe lo que
quiere…”, en consecuencia, “obra y actúa según fines, principios y leyes sabidos…” (Hegel,
1968:220)22.

En ese orden de ideas, el Estado es la máxima expresión institucional de las relaciones de


poder; es una dimensión social abstracta; es el órgano que planea, organiza, decide y
actúa para la consecución de objetivos generales que constituyen la esfera de lo público,
en contraposición a los intereses individuales cuyos fines son de carácter privado. De esta
forma el Estado trasciende al individualismo y a la sociedad civil en la medida en que
antepone sus principios y el interés público sobre intereses particulares.

Los cimientos de la teoría del Estado como aparato para el gobierno, la administración y la

22
Hegel, G. F. (1968). Filosofía del Derecho. Quinta edición. Buenos Aires: Editorial Claridad.

10
coerción subyacen en las contribuciones de Marx, de Engels, de Lenin y de Krader, quienes
lo definen como una institución de gobierno de carácter formal que ejerce autoridad y
supremacía, por igual, sobre los intereses públicos y privados. Para Engels y Lenin se trata
de “una organización de la clase dominante para su protección contra la clase dominada”;
es decir, una institución de gobierno y represión cuyos fines se encuentran separados y
por encima de los de la sociedad (Citado en Isuani, 1979:10).

Krader, sostiene que el Estado es una institución de la sociedad que concentra y


monopoliza el poder político de ésta por medio de la ley y del gobierno, y por ende no se
encuentra separado de los fines de la sociedad porque forman parte de su naturaleza y
esencia. El Estado es producto de una sociedad dividida en clases antagónicas; por lo
tanto, es un medio de control y de regulación social que responde al interés objetivo de la
clase dominante. Los medios del Estado se dirigen hacia la regulación, el control y la
supresión de los conflictos entre las clases (citado en Fábregas, 1979:10)23.

Los aportes clásicos sobre nociones de Estado y las teorías en las que abrevan su
naturaleza y esencia, nos permiten tener un panorama más amplio sobre sus
antecedentes, sus fines, funciones y atribuciones, elementos clave para su definición y
caracterización. Además, nos ayudan a comprender el papel del Estado en el ejercicio de
la soberanía y sus procesos de transformación y legitimación.

3.2 Definición y caracterización del Estado Moderno

Si se toma en consideración que el Estado es una institución dinámica, producto de la


interacción social y de la evolución de las distintas asociaciones, establecer un concepto o
definición que sea universalmente aceptado es sumamente complejo. Cabe mencionar que
en las ciencias sociales existe una disciplina que se denomina Teoría General del Estado,
que se especializa en el estudio y conocimiento de dicha institución.

En el seno de esta disciplina, se han desarrollado infinidad de teorías que intentan definir
al Estado y explicar su origen, naturaleza y evolución histórica. Así, se han desarrollado
teorías organicistas, sociológicas, políticas, jurídicas, etc., y se han construido infinidad de
conceptos a través de los cuales se pretende identificar sus partes constitutivas y
comprender sus fines y sus funciones esenciales.

En este trabajo se retoman solamente conceptos y definiciones de dos momentos cruciales


del Estado: el modernismo y el posmodernismo. En el primer caso, a través de definiciones
y conceptos clásicos, se pretende mostrar la magnificencia y los atributos del Estado en su
máximo esplendor –por encima del poder de los dioses y de los reyes–; en el segundo, se
busca resaltar la reducción de su poderío y los procesos de transformación de que ha sido
objeto en las últimas décadas.

23
Fábregas, Andrés. (1979). Notas sobre el trabajo de Lawrence Krader. Nueva Antropología. Año 3. No. 10.
México. Recuperado en: http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/nuant/cont/10/pr/pr1.pdf.

11
El Estado Moderno queda comprendido desde fines de la Edad Media en el siglo XIII,
hasta la primera mitad del siglo XX, durante este periodo se desarrollaron la mayoría de
las teorías, conceptos y definiciones clásicas del Estado. En este trabajo se retoman solo
aquellas que tienen mayor relación con los propósitos de la investigación.

Como primera acercamiento a su conceptualización, se retoman los aportes de Thomas


Hobbes, quien lo define como una institución o persona moral artificial, abstracta e
impersonal que concentra el poder político y la supremacía (Citado en Skinner, 2003:17)24.
Se podría decir, que en los aportes de Hobbes se encuentran las bases empleadas por Max
Weber a quien se debe una de las definiciones clásicas del Estado moderno, al cual
concibe como “aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio (el
territorio es el elemento distintivo), reclama con éxito para sí, el monopolio de la violencia
física legítima” (Weber, 1979:83)25.

El anterior, es quizá el concepto de Estado más difundidos y utilizados en la ciencia política


y en él se resaltan los tres elementos que lo caracterizan: la comunidad humana, a la que
otros autores llaman población; el territorio, o demarcación espacial –dominio sobre tierra,
mar y espacio aéreo– y el monopolio del poder y la violencia legítima, denominado
también gobierno, poder político o soberanía, no obstante que estos términos tengan
distinto significado.

De los tres elementos del Estado mencionados por Weber, el monopolio del poder y de la
violencia legítima, es el que tiene mayores implicaciones epistemológicas, porque hace
alusión no solo a la hegemonía del poder político, sino también al gobierno, la soberanía –
que implícitamente evoca el concepto Estado-Nación– y al orden jurídico, representado por
la Constitución a través de la cual se estatuye el Estado de Derecho. Todos estos
conceptos son abordados más adelante.

Por otro lado, Georg Jellinek define al Estado como una “corporación formada por un
pueblo, dotada de un poder de mando originario y asentada en un determinado territorio”
(Jellinek, 2004:196)26. Aunado a lo anterior, menciona que el Estado es una creación social
que pasa a ser una institución jurídica encarnada en una corporación pública, con
personalidad jurídica propia que se rige en el campo del Derecho Público y que ejerce
hegemónicamente el poder político.

Para Jellinek, otra característica relevante del Estado es el ejercicio de la soberanía, misma
que define como el poder ilimitado que este tiene para crear su propio ordenamiento
jurídico, el cual se encuentra determinado por la Constitución. Para Jellinek el poder del
Estado reside esencialmente en la soberanía, la cual procede de la voluntad del pueblo y
tiene carácter territorial. Así también, señala que el ordenamiento jurídico no se encuentra

24
Skinner, Quentin. (2203). El nacimiento del Estado. Editorial Gorla. Primera edición. Buenos Aires.
25
Weber, Max. (1079). El Político y el Científico. El Libro de Bolsillo-Alianza Editorial. Quinta edición. Madrid.
26
Jellinek, Georg. (2004). Teoría General del Estado. Fondo de Cultura Económica. Segunda reimpresión.
México.

12
por encima del Estado, pero este último no puede imponerse arbitrariamente sobre el
primero (Jellinek, 2004).

Hans Kelsen, concibe al Estado como un orden natural y un orden normativo, menciona
que se trata de una “entidad colectiva capaz de querer y de obrar, su existencia es
independiente del ordenamiento jurídico…”; sin embargo, señala, que el Estado cumple su
misión histórica de crear el derecho en general, y su derecho en particular, el cual le
confiere derechos y obligaciones; así, concluye, el Estado es a la vez condición del derecho
y un sujeto condicionado por el derecho” (Kelsen, 2009:147)27.

Para Kelsen, la esencia del Estado es el ordenamiento normativo y por consiguiente la


autoridad que de él emana, la cual constriñe y obliga a los individuos y a la sociedad
misma a observar un determinado comportamiento. Además, argumenta que el Estado
tiene voluntad propia que difiere de la voluntad individual y de la suma de voluntades
individuales, puesto que tanto unas como otras se inclinan hacia el ser, en tanto que la
voluntad del Estado tiende hacia el deber ser; en ese sentido, la norma jurídica, emanada
de la representación popular, debe estar fundada en la voluntad del Estado no en intereses
individuales (Kelsen, 2007:111)28.

Una definición más reciente del Estado la proporciona Guillermo O´Donnell, quien lo
define como el componente político de la dominación en una sociedad territorialmente
delimitada, que tiene el poder y la capacidad real y potencial de imponer la voluntad sobre
otros y que se encuentra respaldado por la supremacía en el control de los medios de
coerción física por sí o a través de un tercero; el control de los recursos económicos; el
control de recursos de información, y el control ideológico; todo ello dentro de los límites
de un territorio (O´Donnell, 1978:1157)29.

En conclusión, las definiciones clásicas de Estado, lo conciben como una entidad soberana
que ejerce el poder y el dominio absolutos dentro de sus límites jurisdiccionales. Así, la
voluntad del Estado determina los aspectos más relevantes de las sociedades; es decir, la
economía, la política, la educación y cultura, la administración de los recursos, los servicios
públicos y desde luego las instituciones que regulan la actividad estatal y societal.

No obstante el poderío y la magnificencia del Estado moderno, en las últimas décadas los
procesos de modernización y globalización produjeron una especie de degradación de la
soberanía estatal, ocasionaron una mayor interdependencia económica y política entre los
países y en consecuencia modificaron los roles esenciales del Estado, dando lugar al
surgimiento y proliferación de normas y estructuras institucionales de carácter supraestatal

27
Kelsen, Hans. (2009). Teoría pura del Derecho. Editorial Eudeba. Cuarta edición, novena reimpresión.
Buenos Aires.
28
Kelsen, Hans. (2007). Compendio de Teoría General del Estado. Editorial Colofón. México.
29
O Donnell, Guillermo. (1978). Apuntes para una teoría del Estado. Revista Mexicana de Sociología. Vol. 40,
No. 4, Estado y Clases Sociales en América Latina. Octubre-diciembre de 1978. Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM). México, Pág. 1157-1199.

13
y a una mayor intervención de países altamente desarrollados y de mercados
hegemónicos en los países subdesarrollados. En otras palabras, el Estado monocéntrico
moderno, se transforma en un Estado policentrico posmoderno.

4. El Estado Posmoderno y la Era de la Globalización

Después de la Segunda Guerra Mundial, el Estado moderno, concebido como una


organización monocéntrica caracterizada por la concentración del poder y la existencia de
un sistema político y jurídico dotado de capacidad para decidir e imponer su voluntad de
manera unilateral y, en consecuencia, facultado para dictar normas de carácter imperativo,
se transforma en una entidad policéntrica en la que convergen jurisdicciones de distinta
naturaleza: económica, política, jurídica, etc., y de distinto orden: nacional, regional e
internacional (Rallo, 2006)30.

En ese sentido, la soberanía y la autonomía del Estado se ven vulneradas por la


intervención de distintos sectores y actores en los procesos decisorios algunos de ellos del
mercado, otros de la sociedad civil y otros más de organizaciones internacionales.
Consecuentemente se produce mayor apertura, se erosiona la rigidez constitucional y
normativa mediante la adopción de acuerdos, convenios, recomendaciones y reglas
transnacionales auto-impuestas; se incrementan los niveles de interdependencia y se
vuelven imprescindibles los sistemas de información y transparencia. Todo ello conlleva a
la conformación de un modelo de Estado posmoderno (Cooper, 2005)31.

Como ejemplo del modelo posmoderno Cooper (Ibíd) menciona los casos de la Asociación
de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN en sus siglas en inglés), el Área de Libre
Comercio de las Américas (ALCA), el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y desde luego
la Unión Europea (UE) que ha servido de guía a todos los acuerdos señalados. Pero
también existen actores no estatales que representan una amenaza para la estabilidad
política y económica como las instituciones financieras, los sindicatos y en el peor de los
casos las organizaciones criminales –cárteles de la droga y grupos terroristas–.

4.1. La Era de la Globalización y el auge del posmodernismo

Globalización, es una de las palabras más utilizadas en el lenguaje académico desde hace
al menos tres décadas; sin embargo, su significado sigue siendo aún ambiguo dado que a
menudo se le confunde o se utiliza como sinónimo de mundialización, internacionalización
y globalidad, términos que tienen significados distintos. Mundialización evoca un nuevo
orden geopolítico y económico de carácter mundial; internalización se refiere al

30
Rallo Julián, Juan Ramón. (2206). El Estado contra el derecho. Los peligros de ordenar el comercio
internacional. Revista Libertas XIII: 45 (Octubre 2006). Instituto Universitario ESEADE. Recuperado en:
www.eseade.edu.ar.
31
Cooper, Robert. (2005). El Estado posmoderno. Revista Académica de Relaciones Internacionales. No. 1,
marzo de 2005. GERI–UAM. México. pp 1-10.

14
incremento de intercambios materiales e inmateriales a nivel internacional y globalidad,
indica el lugar de la acción, es decir el planeta tierra como un todo (Scholte, 2007:2832;
Ghersi, 2010)33.

La globalización, “tiene que ver con las nuevas formas de organización de las empresas y
de las instituciones dentro de un contexto de mercado ampliado a nivel mundial” (Ghersi,
2010:3). Para James Mittelman, toda definición economicista es sumamente reducida,
dado que la globalización no es un fenómeno unificado sino que, “representa una
transformación histórica” en la economía, la política y la cultura que modifica
sustancialmente el estilo de vida y los modos de existencia; es una especie de fusión de
procesos transnacionales y estructuras domésticas que permite que la economía, la
política, la cultura y la ideología de un país penetre en otro (Mittelman, 2002:19)34.

En lo político, la globalización, significa una pérdida del grado de control territorial que se
ejerce localmente; en la cultura, significa una degradación de los principios y valores
colectivos y de la manera en que un pueblo se concibe a sí mismo, es decir, pérdida de
identidad; en lo económico, se puede definir como la intensificación de las relaciones e
interdependencias comerciales a nivel mundial y, en lo social, se concibe como la
intensificación de interconexiones y flujos trasfronterizos (Ibíd).

Por otro lado, autores como el propio Mittelman (2002), Cerdas (1997) y Bodemer (1998)
señalan que los pilares de la globalización son la democracia liberal, la innovación
tecnológica y los procesos de modernización, que armonizados permiten la apertura
comercial y financiera, las migraciones internacionales, el flujo de información y las
comunicaciones de manera automática, instantánea y de alcance mundial entre distintos
actores públicos y privados, con un mínimo de restricciones de tipo político, económico y
jurídico

De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, la globalización es en sí una


interdependencia entre los distintos países del mundo, provocada por las transacciones
internacionales de bienes y servicios, el flujo de capitales financieros y el uso generalizado
de las tecnologías (FMI, 2010); es decir, la globalización se traduce en una dependencia de
carácter económico y es quizá uno de los fenómenos que mayor influencia han tenido en
la modernización del Estado.

4.2. El Estado Posmoderno

El Estado posmoderno se encuentra íntimamente ligado a tres factores: la cultura de


occidente, cuyas características, vistas en perspectiva política, son la preeminencia de una

32
Scholte, Jan Aart. (2007). Definiendo la globalización. CLM. Economía, No. 10, Primer semestre de 2007.
Centre for the Study of Globalisation and Regionalisation, University of Warwick. pp. 15-63.
33
Ghersi, Gérard. (2010). Internacionalización, mundialización y globalización. SABER-ULA. Universidad de
los Andes. Recuperado el 10 de julio de 2016 en: http://www.saber.ula.ve/handle/123456789/32321.
34
Mittelman, James H. (2002). El síndrome de la globalización. Transformación y resistencia. Siglo XXI
editores. Primera edición en español. México.

15
serie de derechos y libertades que tienden hacia el individualismo; la democracia liberal,
que tiende a garantizar al máximo los principios de libertad e igualdad frente a la ley; y la
globalización, entendida como una especie de interdependencia entre los países de índole
principalmente económica (Dahl, 1992; Attili, 2007; Rodriguez 2011; FMI, 2010).

Para autores como Jaques Chevallier, la transformación del Estado significa la construcción
de un nuevo modelo de organización social en el cual los actores no estatales y el
mercado inciden sustancialmente en la toma de decisiones y en la construcción de nuevas
instituciones; pero también significa un estado de crisis multidimensional provocada por el
individualismo extremo que se traduce en la pérdida de identidad y valores; la primacía de
la razón instrumental basada en la competitividad y la eficacia; la pérdida de libertad
provocada por los arrebatos del Estado, la sociedad civil y el mercado y la crisis de la
razón encarnada en la imprevisibilidad, la complejidad y el desorden (Chevallier, 2011)35.

En el ámbito de las instituciones, el Estado posmoderno experimenta una serie de cambios


abruptos, particularmente en lo que se refiere a las regulaciones sobre los medios de
producción y comercialización, la prestación de servicios y los sistemas de información y
comunicación. Algunos de estos cambios son únicamente mutaciones superficiales pero
otros más pueden ser considerados como elementos estructurales que conducen a una
nueva configuración de los roles del Estado (Ibíd).

La configuración de los roles del Estado posmoderno obedece, en gran medida, a una
serie exigencias y condicionamientos que subyace de los procesos de globalización, del
desarrollo tecnológico y de la configuración de una sociedad postindustrial caracterizada
por nuevos patrones y valores como la informatización masiva, las innovaciones, el
pragmatismo, la complejidad, la incertidumbre, el rechazo de los determinismos sociales y
el hiperindividualismo, factores que conllevan a una extrema precariedad de los lazos
sociales (Chevallier, 2011, Lyotard, 1991)36.

Para Manuel Castells la sociedad contemporánea –del Estado posmoderno– está


“construida en torno a redes de información a partir de la tecnología de información
microelectrónica estructurada en la Internet” (Castells, 2000b:18)37. La Internet no es solo
un sistema tecnológico, sino que se trata de un medio de comunicación generalizado
mundialmente que constituye la base de las formas organizativas de las sociedades
actuales porque incide en las formas de interacción, de trabajo y de comunicación; la
Internet es en sí una institución social.

La sociedad contemporánea es una sociedad red que presenta variaciones institucionales,

35
Chevallier, Jaques. (2011). El Estado posmoderno. Universidad Externado de Colombia. Traducción de
Oswaldo Pérez.
36
Lyotard, Jean.Francois. (1991). La condición postmoderna. Informe sobre el saber. Ediciones Cátedra-Red
Editorial Iberoamericana. Segunda edición. Argentina.
37
Castells, Manuel. (2000). Internet y la sociedad red. Conferencia magistral. Urbanismo y Ordenamiento
Territorial MVD. Universitat Oberta de Catalunya.

16
culturales e históricas y se caracteriza por “la ruptura de la ritmicidad, tanto biológica
como social asociada con la noción de ciclo social” (Castells, 2000a:522)38. Es una
sociedad eminentemente capitalista que privilegia a diversas actividades económicas:
sectores financieros, comercio, industria de las telecomunicaciones, transporte, educación
y cultura, turismo, servicios, entretenimiento, etc.; es decir, para Castells, la sociedad red
representa un cambio tanto cualitativo como cuantitativo.

Castells define a las redes como un conjunto de nodos interconectados que constituyen la
base fundamental de todas las formas de vida, de las distintas formas organizativas y de
las formas de interacción más eficientes, debido a tres rasgos específicos: flexibilidad,
adaptabilidad y capacidad de supervivencia. En este escenario, señala, el ejercicio del
poder y el gobierno no puede reducirse ni concentrarse en los estados-nación, que si bien
tratan de afirmar su condición de actores preponderantes mediante la conformación de
asociaciones y redes de estados y la creación de nuevas instituciones internacionales y
organizaciones supranacionales, inevitablemente se está produciendo una ola de
devolución de poder a los gobiernos regionales y locales y a la sociedad civil (Castells,
2009)39.

Los estados-nación, embebidos por los procesos de globalización se han transformado en


estados red, caracterizados por compartir soberanía, responsabilidad y poder con distintos
estados, niveles de gobierno y organizaciones nacionales e internacional; por una mayor
flexibilidad en sus marcos normativos y procedimientos, y por la apertura institucional a la
conformación de redes globales de distinta índole: financieras, de producción y gestión, de
información y comunicación, de la industria cultural, tecnológicas, políticas, etc. (Ibíd:552).

Con base en lo anterior, se puede afirmar que los cambios que ha experimentado el
Estado-nación en la era posmoderna, si bien son trascendentales, no han modificado su
papel como la organización preponderante de la sociedad. En ese sentido, se puede definir
al Estado como una institución de orden superior, que cuenta con un órgano de gobierno y
con una estructura administrativa, a través de los cuales detenta el poder político, ejerce
dominio sobre la sociedad, cumple funciones y actividades de distinta índole –social,
política, económica, administrativa, jurídica, etc. – y tiene capacidad para proyectarse a
nivel internacional en el marco de un sistema de reglas impuestas por sus propios
órganos.

El bagaje teórico sobre la definición y caracterización del Estado es muy amplio, sin
embargo su conceptualización no es suficiente para entender su magnitud y
trascendencia; por ello, se considera pertinente analizar sus fines, sus funciones esenciales
y sus elementos constitutivos con el propósito de comprender su trascendencia política y
social.

38
Castells, Manuel. (2000). La era de la información: economía, sociedad y cultura. Volumen I. La sociedad
red. Alianza Editorial, Segunda edición.Madrid.
39
Castells, Manuel. (2009). Comunicación y poder. Editorial Alianza. Traducción María Hernández Díaz.
Madrid.

17
5. Fines y funciones esenciales del Estado

El Estado es una creación del hombre, por consiguiente, sus fines son inherentes y
complementarios a los fines del ser humano; es decir, el Estado es un medio para que el
hombre alcance la realización del libre desarrollo de su personalidad, la
autodeterminación, la dignidad, la libertad y la igualdad y es –y ha sido históricamente– la
entidad en la cual la sociedad deposita la titularidad del poder político y le confiere
atribuciones para que ejerza protección, seguridad y autoridad (Nogueira, 2003).40

Sin embargo, Hegel (1968) menciona que su papel no se puede reducir al de una simple
corporación en la que se depositen la seguridad y la protección, porque sería tanto como
hacer de él un medio para conseguir caprichos individuales y sus funciones se podrían
equiparar a las que tienen otras corporaciones de la sociedad civil. Para Hegel el Estado no
es solo un medio, es una entidad trascendente que tiene en lo ético y en la universalidad
su existencia mediata e inmediata, su esencia y su finalidad.

En el mismo sentido, Hauriou sostiene que ninguna otra organización posee un poder de
integración y de decisión semejante al del Estado, porque la voluntad del Estado va más
allá de la conjunción de las voluntades individuales y colectivas, en tanto que ejerce
soberanía y por ende tiene autonomía plena en la toma de decisiones. El Estado es la
institución de las instituciones, porque domina y engloba el campo de lo institucional
(Citado en Prélot, 2004:80).41Por ende, el Estado como institución tiene sus propis fines.

5.1. Fines esenciales del Estado

Sobre los fines del Estado, Francisco Porrúa retoma dos teorías o posicionamientos: el que
sostiene que el fin del Estado es la conservación y el bienestar de los individuos, y el que
afirma que el Estado es el fin y los individuos son el medio para la consecución del fin. En
el primer caso, se coloca a la organización política al servicio exclusivo de los individuos;
postura que asume la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 al
afirmar que: “El fin de toda asociación es la conservación de los derechos naturales e
imprescriptibles del hombre” y en la Declaración de 1793 se establece “El fin de la
sociedad es la felicidad común. El gobierno ha sido instituido para garantizar al hombre el
goce de sus derechos naturales e imprescriptibles” (Porrúa, 2005: 448). En consecuencia,
el fin último del Estado es lograr la felicidad y el bien común.

En el segundo posicionamiento, se le concibe como una entidad absoluta que subyace en


la subordinación de los individuos a la organización política y a las normas y valores que
de ella emanan. Esta teoría es apoyada por autores como Guy Peters, quien señala que el
Estado “es una entidad metafísica que encarna la ley y las instituciones gubernamentales,

40
Nogueira Alcalá, Humberto. (2003). Teoría y dogmática de los derechos fundamentales. Instituto de
Investigaciones Jurídicas-UNAM. Primera edición. México.
41
Prélot, Marcel. (1972). La ciencia política. Editorial Universitaria de Buenos Aires. Sexta edición. Argentina.

18
pero que al mismo tiempo de alguna manera las trasciende” (Peters, 2003:20)42.

Para Peters, la ley es una institución de gobierno que puede ser creada, modificada o
abrogada por el Estado y constituye el elemento fundamental del ejercicio del poder
político. En consecuencia, la realidad del Estado se funda en la capacidad que éste tiene
para lograr la unidad concreta de la individualidad y la universalidad; es decir, la
armonización –conjunción y complementación– de la voluntad universal que se manifiesta
como un deber, con la voluntad individual que busca fines particulares y que se expresa
como un derecho (Ibíd).

Los fines del Estado posmoderno son ilimitados, lo mismo le corresponde establecer el
orden, garantizar la seguridad, promulgar el derecho e impartir justicia, que mitigar las
externalidades, disciplinar la economía, promover la cultura y garantizar los derechos
individuales y sociales. El Estado es conciencia, voluntad y soberanía, que se sustancia en
la unidad y en la realidad de un pueblo; por tanto, las funciones sustanciales del Estado
son éticas, pedagógicas, jurídicas, culturales, etc., orientadas a un fin supremo: la
protección y preservación de la humanidad por medio del poder y la fuerza (Anzalone,
2013).

En ese plano, el Estado es un ente integrador que ejerce una fuerza centrípeta a través de
la cual atrae y subordina de manera simultánea a todas las instituciones: familia,
municipio, sindicato, empresa, etc. El poder y la capacidad de atracción del Estado residen
en el derecho, que asume una posición de supremacía frente a las demás instituciones a
las cuales reconoce, ordena, coordina y controla; si bien el derecho es uno y constituye un
sistema jurídico unitario, admite una distinción sustancial entre aquello que concierne al
ámbito público y lo que corresponde al ámbito privado; es decir, entre el derecho público y
el derecho privado (Ibíd).

De acuerdo con lo mencionado por Hans Kelsen, el sistema normativo unitario está
integrado por un conjunto de normas jurídicas ordenadas jerárquicamente que constituyen
el derecho positivo de un Estado. De acuerdo con su finalidad, las normas jurídicas pueden
ser catalogadas como de derecho público, aquellas reservadas exclusivamente a regular
los asuntos del Estado y del derecho privado, las que conciernen a las relaciones de
derecho entre los particulares (Kelsen, 2009).

Para algunos estudiosos del derecho, incluido Hans Kelsen, la distinción entre derecho
público y derecho privado es más formal que sustancial, puesto que ambas esferas se
encuentran estrechamente interrelacionadas; sin embargo, otros autores señalan que más
allá de lo estrictamente formal, existen rasgos distintivos entre el derecho público y el
privado: el primero, se desenvuelve por imposición, se desarrolla en el ámbito de la
planificación gubernamental, tiene mayor afinidad con la agregación y la adaptación y

42
Peters, Guy. (2003). El nuevo institucionalismo. Teoría institucional en ciencia política. Gedisa Editorial.
Primera edición. Barcelona.

19
trasciende la voluntad de sus protagonistas; en contraposición, el segundo, se desarrolla
de manera más autónoma, tiene más afinidad con la oposición y repartición, es de
carácter patrimonial y se mantiene más determinado por la voluntad de sus protagonistas,
sin embargo origina un orden más extenso en el tiempo y en el espacio (Ciuro, 1979)43.

En concordancia con lo anterior, se podría afirmar que en la posmodernidad el derecho


privado ha alcanzado una mayor amplitud que el derecho público debido a que mantiene
mayor autonomía de las limitaciones territoriales, de las planificaciones gubernamentales y
de las restricciones constitucionales. Otro aspecto relevante es la rigidez jurídica dado que
el núcleo del derecho público se encuentra en la constitución y la ley, en tanto que el
núcleo del derecho privado se halla en el acuerdo y el consenso, lo que permite una mayor
flexibilidad de este último.

En síntesis, el Estado como institución, ha sido objeto de numerosas reformas y


restructuraciones que han diezmado su poderío, sin embargo, su esencia y finalidad no
han sufrido cambios sustanciales; por lo tanto, el Estado posmoderno del siglo XXI, al
igual que el Estado burocrático de principios del siglo XX y que el Estado monárquico de
finales del siglo XVIII, sigue siendo la comunidad humana preponderante que posee el
monopolio de la violencia física legítima, que ejerce la rectoría económica y política, que
crea, modifica y abroga las instituciones que rigen a las sociedades.

Se podría decir, que no obstante su flexibilidad y debilitamiento, el qué hacer del Estado
posmoderno y su finalidad sigue siendo el bienestar común, en consecuencia, ejerce
funciones esenciales o sustantivas como el gobierno, seguridad, justicia, desarrollo
económico y desarrollo social. Para ello, ejerce también un conjunto de funciones adjetivas
que constituyen el cómo hacerlo dentro de las cuales quedan comprendidos los medios,
las formas y los procedimientos.

5.2. Funciones sustantivas y adjetivas del Estado

En el siglo XXI el monopolio del Estado se concentra en cuatro amplias categorías de


funciones: a) como proveedor de instituciones; b) como garante de seguridad; c) como
intermediario en la distribución del ingreso; y d) como promotor del crecimiento
económico (Reinert, 1999, p. 279)44. En el primer caso, el Estado establece las reglas y el
campo de juego para regular la interacción social; en el segundo, crea las condiciones
necesarias para garantizar los derechos y la seguridad física y jurídica de las personas; en
el tercer caso, establece políticas tributarias y programas sociales para “compartir el
pastel”; y en el cuarto caso, el Estado acrecienta su poder y a la vez procura el bienestar
de su pueblo.

Las cuatro categorías funcionales del Estado se encuentran articuladas, se retroalimentan

43
Ciuro Caldani, Miguel Ángel. (1979). Derecho público y derecho privado. La Ley, No. 956. Madrid.
44
Reinert, Erik S. (1999). The role of the state in economic growth. Journal of Economic Studies. Vol. 26.
pp.268-326.

20
mutuamente y en consecuencia concentran funciones sustantivas y adjetivas. Como se ha
dicho con anterioridad, las funciones sustantivas (Cuadro 1) constituyen la esencia del
Estado y se encuentran estrechamente relacionadas con su finalidad, por lo tanto, debe
crear las condiciones necesarias para reproducir, perpetuar y desarrollar a la sociedad.

Cuadro 1. Funciones sustantivas del Estado

TIPO DE FUNCIÓN SUB-FUNCIONES

Gobierno Legislativas
Ejecutivas
Judiciales
Seguridad Funciones de policía
Defensa de la soberanía
Seguridad jurídica
Justicia Procuración de justicia
Administración de justicia

Desarrollo económico Industria y comercio


Agricultura y ganadería
Silvicultura, pesca, etc.
Obra pública e infraestructura
Turismo y servicios
Desarrollo social Salud
Educación y cultura
Asistencia social
Servicios públicos

Fuente. Elaboración propia con información de Guerrero (1991).

Para Omar Guerrero las funciones sustantivas representan la naturaleza y la razón esencial
del Estado; por su parte, las funciones adjetivas (Cuadro 2) están enfocadas en “crear las
condiciones intraorganizativas para favorecer la consecución de los objetivos”, es decir, en
lograr los fines y alcanzar las metas de dicha institución (Guerrero, 1991:216)45. En ese
orden de circunstancias, la eficacia del Estado radica en la capacidad que este tiene para
organizarse y en la aptitud para proveerse de los medios y herramientas necesarias para
llevar a cabo su gestión; es decir, en la eficiencia y eficacia de su administración pública.

Cuadro 2. Funciones adjetivas del Estado

TIPO DE FUNCIÓN SUB-FUNCIONES


Planeación Diagnósticos
Fijación de metas y objetivos
Estrategias y prioridades
Organización Funciones orgánicas
Asignación de funciones y responsabilidades
Asignación de recursos

45
Guerro Orozco, Omar. (1991). La Administración Pública en el Estado de Guerrero. Instituto de
Administración Pública del Estado de Guerrero.

21
Dirección Dirigir
Coordinar
Unidad de mando y de dirección
Administración Recursos humanos
Recursos financieros
Recursos materiales
Sistemas de información
Control Sistemas de evaluación
Vigilancia y supervisión
Rendición de cuentas
Fiscalización

Fuente. Elaboración propia con información de Guerrero (1991).

En resumen, no se debe perder de vista que el Estado es producto de un largo proceso


evolutivo y que está determinado por factores de muy diversa índole: históricos,
económicos, políticos, sociales, culturales, jurídicos, etc., y que más allá de ser una forma
de organización política, o una entidad conformada por tres elementos –territorio,
población y poder político– ha sido a lo largo de la historia la institución más importante
de la sociedad porque ejerce el gobierno y por ende el control sobre las instituciones y las
normas que regulan las relaciones de poder en la sociedad.

6. Los elementos constitutivos del Estado

6.1. El territorio y el poder soberano del Estado-Nación

Desde la época medieval o quizá desde antes, el territorio es un elemento material de


primer orden para la existencia de un Estado, que se puede definir como el espacio que
sirve de asiento a un pueblo unificado como sociedad y dentro del cual se ejerce la
soberanía y el poder. Francisco Porrúa menciona que el territorio tiene dos funciones:
negativa y positiva; la primera, circunscribe las fronteras y los límites de la actividad y del
dominio estatal; la segunda, constituye el asiento físico de su población, es el espacio
geográfico donde tiene vigor el orden jurídico y es fuente de los recursos naturales
necesarios para la subsistencia (Porrúa, 2005:278).

De acuerdo con las normas y tratados internacionales, el territorio de un Estado se


conforma por la plataforma continental, el subsuelo, el mar territorial, el espacio aéreo y la
zona exclusiva económica. Por ello Kelsen (2009) lo describe como un espacio
tridimensional que constituye el ámbito espacial de la validez del orden jurídico. El derecho
del Estado sobre el territorio se puede definir como un derecho real absoluto, sin
embargo, “el Estado únicamente tiene un derecho sobre el territorio en cuanto se sirva de
éste para realizar los fines propios de su naturaleza específica” (Porrúa, 2005:280).

Por otro lado, el territorio es el espacio en el cual el Estado ejerce de manera exclusiva su
soberanía, entendida como una de las cualidades esenciales del Estado que consiste en el
ejercicio del poder de autodeterminación. Por tradición, la palabra soberanía se ha definido
22
como el más alto poder dentro de un Estado, sin embargo, no se puede definir con
exactitud y no existe un concepto aceptado universalmente. Jean Bodin la definió como la
“potencia absoluta y perpetua de una República” y en la actualidad de podría definir como
el poder absoluto y perpetuo de un Estado (Citado en Porrúa, 2005:343).

Es de importancia considerar que los términos potestad absoluta o autoridad suprema


pueden tener distintos significados o acepciones: autoridad moral, en alusión al conjunto
de principios mediante los cuales se gobierna y se dirige la conducta de la sociedad; poder
coercitivo, en referencia a la potestad que la ley le confiere a una persona o institución
para el empleo de la fuerza pública; ejercicio de influencia, se refiere a alguien o algo que
se encuentra por encima del derecho y cuyas decisiones son ley para sus inferiores o
súbditos; y autoridad jurídica, vinculada con el principio de legalidad (Pérez-
Triviño,1996:4).

Crick (1977; citado en Pérez-Triviño, 1996:7) señala que la soberanía, presupone un


principio que proclama que en todos los estados existe –o debe existir– un poder absoluto
al que se le reconoce en última instancia la potestad de decidir y de hacer cumplir las
decisiones, pero en la era dela globalización ¿a quién o a quiénes se les podría atribuir
semejante poder? Resulta evidente que, la esencia de este concepto ha cambiado dados
los lazos de cooperación e interdependencia que existen entre los estados.

En la actualidad la soberanía se concibe más como un vínculo jurídico que político. Por
ejemplo, en México, la Constitución federal establece que la soberanía de la nación reside
esencialmente en el pueblo y que “Todo poder público dimana del pueblo y se instituye
para su beneficio” (Art. 39). Pero por otro lado establece que “El pueblo ejerce su
soberanía por medio de los Poderes de la Unión, en los casos de la competencia de éstos,
y por los de los Estados, en lo que toca a sus regímenes interiores…” (Art. 41) (CPEUM,
2016).

No obstante, la misma Constitución dispone que todos los tratados que estén de acuerdo
con la Constitución “celebrados y que se celebren por el Presidente de la República, con
aprobación del Senado, serán la Ley Suprema de toda la Unión” (Art. 133). Bajo estas
premisas, la soberanía no dimana exclusivamente de la voluntad popular, dado que,
tratándose de acuerdos, tratados y convenios de orden internacional la voluntad del
gobernante –Presidente y senadores– se sitúa por encima de la voluntad del pueblo.

En esencia, la soberanía, entendida como el poder político del Estado se traduce en una
relación de mando y obediencia que históricamente ha operado de distintas formas:
absolutismo monárquico, aristocracia, democracia representativa, etc. (Kelsen, 2009). Es
decir, en el Estado contemporáneo el poder político de los estados altamente desarrollados
trasciende la soberanía y por ende el territorio, la población y el gobierno de los estados
subdesarrollados; pues si bien el gobierno representa el poder político de un Estado, no
constituye el poder político en sí mismo.

23
Teóricamente el poder político del Estado tiene tres dimensiones: la soberanía, entendida
como el máximo poder del Estado emanado de la voluntad de su pueblo (Guerrero, 2000);
el gobierno, definido como el conjunto de órganos institucionalizados en el Estado que
asume la responsabilidad de la orientación y la acción política del mismo (Von Der
Gablentz, traducción de Bazterrica,1974); y la Constitución, vista como la formulación
jurídica del orden político, es decir, como “el complejo normativo… en el que de manera
exhaustiva y sistemática se establecen las funciones fundamentales del Estado y sus
ámbitos de competencia” (García-Pelayo, 1991:35).

En ese orden, la soberanía no emana del poder político, sino que proviene de la
Constitución definida como la Ley suprema del orden político y jurídico del Estado, porque
en ella se determina su imperio, se establece su jurisdicción, se delimita su potestad de
dominio y se dictan sus mandatos; es decir, el poder político, se ordena, se acota y se
distribuye entre los distintos órganos del aparato gubernamental (Serra Rojas, 2003).

En consecuencia, por disposición constitucional el gobierno de un Estado debe cumplir


funciones específicas: de policía, entre las que se incluyen la seguridad, la salubridad y el
orden públicos; de servicio, que comprende actividades relacionadas con las demandas
colectivas y la atención de necesidades sociales; y de fomento, que concierne a la
intervención de los órganos del Estado en los asuntos económicos, culturales y
asistenciales de la sociedad (Fernández, 2004; Fraga, 2000).

6.2. La población como elemento racional del Estado

La palabra población tiene distintas acepciones, sin embargo, en el ámbito de la teoría del
Estado se utiliza para designar en sentido aritmético a un conjunto de personas localizado
en una determinada circunscripción geográfica: Estado, provincia, ciudad, etc. Así
también, la población constituye la esfera personal de validez de un orden jurídico positivo
que regula ciertos factores que le son inherentes como la nacionalidad, la ciudadanía, el
género, el estado civil.

Aunado a lo anterior, el vocablo población se vincula con factores de distinta índole como
pueden ser raciales, culturales, económicos, jurídicos, religiosos, lingüísticos, etc. Esto no
significa que la población de un determinado lugar deba reunir o compartir dichos
factores, sino que se trata de aspectos que sirven para identificar, caracterizar o
diferenciar a sus integrantes. Frecuentemente los términos población y pueblo se utilizan
como sinónimos; sin embargo, la palabra pueblo tiene mayor trascendencia política y
jurídica.

Francisco Porrúa, menciona que el concepto pueblo hace alusión al elemento humano
políticamente organizado y jurídicamente vinculado a un Estado-Nación. En sí, dicha
palabra se refiere a un conglomerado humano políticamente organizado que constituye la
base y la razón de ser del Estado; es el elemento sustancial que le da identidad y
movimiento perpetuo y se caracteriza por una serie de factores y rasgos más o menos

24
homogéneos: nacionalidad, costumbres, religión, lengua, etc. (Porrúa, 2005:230).

Zippelius (1985)46 menciona que el concepto pueblo tiene dos connotaciones muy bien
diferenciadas, una sociológica y la otra jurídica. En el primer caso, implica un sentimiento
de identidad y pertenencia a un Estado-Nación, fundados en una pluralidad de factores de
carácter racial, cultural, político, religioso, etc.; y en el segundo, implica sometimiento al
poder de regulación del Estado, ejercicio de derechos y atribuciones específicas inherentes
a un estatus o situación jurídica –nacionalidad, ciudadanía, estado civil, profesión, etc. – y
cumplimiento de obligaciones determinadas como votar y pagar impuestos.

De esta manera, en el terreno jurídico, el pueblo se vincula con la protección y el ejercicio


de los derechos civiles y políticos. Es decir, con Derechos Humanos fundamentales como la
libertad, la igualdad, la seguridad, etc., y con los derechos que emanan de la nacionalidad
como la ciudadanía, la participación política y el derecho a votar y ser votado. También
implica un conjunto de obligaciones como la instrucción educativa, cívica y militar;
contribuir con el gasto público; alistarse en la guardia nacional; etc. (CPEUM, 2016).

Los aspectos más trascendentes del pueblo en el campo sociológico son el nacionalismo y
el patriotismo, que se manifiestan como sentimientos de identidad y pertenencia a un
Estado-Nación, fundados en una pluralidad de factores de carácter racial, cultural, político,
económico, ético, religioso e ideológico, que caracterizan el ethos de una sociedad.
Autores como Druckman (1994)47 y Gellner (2001),48argumentan que el nacionalismo es
un sentimiento de orgullo colectivo inherente al Estado moderno que sin embargo tiene
sus raíces en los procesos históricos dado que se traduce en un sentimiento de apego y
lealtad a la Nación y sus instituciones –cultura, costumbres, sistema político, normas, etc.
–.

Aunado a lo anterior, Juan Pablo Fusi considera que el nacionalismo es un factor primordial
para la cohesión y legitimidad del orden político porque regularmente se asocia a las ideas
de soberanía nacional y liberalismo democrático. Pero también señala que la otra cara del
nacionalismo apunta hacia la supremacía nacional, el expansionismo, la dominación
política, la superioridad racial y el autoritarismo (Fusi, 2003)49. El orden político debe
entenderse como el conjunto de instituciones que conforman el Estado-Nación; es decir, la
forma de Estado y de gobierno, la constitución, el sistema normativo y los distintos
órganos del gobierno y la administración pública.

Respecto al patriotismo, existen distintas definiciones, para algunos autores se trata de

46
Zippelius, Reinhold. (2005). Teoría General del Estado. Ciencia de la política. Instituto de Investigaciones
Jurídicas-UNAM. Primera edición. México.
47
Druckman, Daniel. (1994). Nationalism, Patriotism, and Group Loyalty: A Social Psychological Perspective.
Mershon International Studies Review, Vol. 38, No. 1 (Apr., 1994), pp. 43-68.
48
Gellner, Ernest. (2001). Naciones y nacionalismo. Alianza Editorial. Tercera reimpresión. Madrid.
49
Fusi, Juan Pablo. (2003). La patria lejana. El nacionalismo en el siglo XX. Penguin Random House Grupo
Editorial.

25
una idea de supremacía encarnada encarnado en el deseo de elevar el prestigio y el poder
del Estado-Nación sobre otras naciones (Hechter, 2000)50; para otros, es un principio de
lealtad a valores insertos en la cultura, la historia y las luchas históricas de héroes y
mártires en defensa de su patria (Viroli, citado en Fair, 2009:15)51 y otros más lo conciben
como una actitud colectiva en defensa de la República, como una disposición de los
ciudadanos a morir por su patria (Jaffrelot, 2003).52

Con base en la literatura sobre el tema, encontramos una tercera connotación del
concepto nación de índole eminentemente político que subyace de la soberanía nacional,
entendida como el derecho de autodeterminación o facultad exclusiva de un Estado para
la toma de decisiones definitivas y vinculantes tanto en lo interno como externo
(Hillgruber, 2009:5)53. Cabe mencionar, que en los sistemas políticos catalogados como
democráticos, el poder del Estado para el ejercicio de su soberanía reside esencialmente
en su pueblo, no obstante que sean los poderes públicos sus legítimos depositarios.

Como ejemplo de ello, el artículo 39 de la Constitución Política Federal de los Estados


Unidos Mexicanos establece que “La soberanía nacional reside esencial y originariamente
en el pueblo”; y que éste, “tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o
modificar la forma de su gobierno”. Y además, dispone en su artículo 40 que “Es voluntad
del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática, laica y
federal,…” (CPEUM, 2016).

Haciendo una recapitulación de lo anterior, se puede concluir que el pueblo es un


elemento primordial en la concreción de las formas de ser y de pensar de una Nación; es
determinante, al menos en el plano teórico y jurídico, de la forma de Estado y de gobierno
de un país y por consiguiente es fundamental en la construcción del entramado
institucional que sirve de marco al ejercicio de los derechos civiles y políticos, a las formas
de organización, a la creación y ejecución de normas y procedimientos y en general a todo
lo que concierne al gobierno y la gestión pública.

6.3. El Gobierno como brazo ejecutor del Estado

Otro de los elementos primordiales del Estado es el gobierno, sin embargo, no existe un
concepto único mucho menos un consenso sobre lo que realmente es o representa. A
fines del siglo XVII John Locke lo definía como el remedio de males porque a través de él,
se impide que los hombres sean jueces de sus propias causas, dado que tiene como fin
remediar los inconvenientes del estado de naturaleza; así, mediante el establecimiento de

50
Hechter, Michael. (2000). Containing nationalism. Oxford University Press. New York.
51
Fair, Hernan. (2009). El debate “nacionalismo sano” versus “patriotismo republicano” [en línea], Colección,
20, 173-229. Recuperado de http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/revistas/debate-nacionalismo-
sano-patriotismo-republicano.pdf [19 de agosto de 2016].
52
Jaffrelot, Christophe. (2003). For a theory of nationalism. Questions de Recherche/Research un Question.
No. 10, June 2003. Sciences Po. Recuperado en: http://www.sciencespo.fr/ceri/.
53
Hillgruber, Christian. (2009). Soberanía- La defensa de un concepto jurídico. InDret, Revista para el Análisis
del Derecho. Vol. 1, febrero de 2009. Barcelona. pp 2-20.

26
una autoridad política –emanada de la propia sociedad civil– a la que todos deben
obedecer, cualquiera puede recurrir y apelar todo agravio recibido y toda contienda porque
a dicha autoridad le corresponde dirimir las diferencias (Locke, 2006).

Locke señala que en todo gobierno debe existir necesariamente una norma pública,
permanente y de carácter general, establecida por un poder legislativo para que todos
vivan de acuerdo con ella. Añade a lo anterior que, si bien el estado de naturaleza se rige
por una ley natural que es la razón, para evitar que los gobernantes resuelvan las
diferencias guiados por la simple razón, por el error o por el apasionamiento, es menester
que también estén sometidos a una norma legislativa (Ibíd).

Para Omar Guerrero, gobierno “es el arte del timonel” porque el significado inequívoco de
esta palabra es conducir, dirigir; por lo tanto, gobernar es “la concreción del Estado” que
se lleva a cabo mediante la ejecución de las relaciones de poder y lo define como el
organismo actuante del Estado, como una maquinaria formal dotada de poder propio cuya
esencia consiste en dirigir o influir sobre quienes dirigen y sostiene que el gobierno “…es
el centro nervioso del Estado, su cerebro y sistema muscular” (Guerrero, 1980b:49)54.

Este mismo autor menciona que existen al menos tres nociones de gobierno. La primera,
se refiere a la “personificación de la autoridad” y sus ejes neurales son el poder y la
coerción; por tanto, se le concibe como la suma de la política y la administración, porque
además de conducir la voluntad popular y de dirigir la maquinaria administrativa y judicial,
maneja el sistema jurídico y ejerce la rectoría económica y financiera (Guerrero, 2003:6).

La segunda noción, define al gobierno como “un proceso activo de movilización de leyes y
recursos financieros” desplegados a través de un sistema jurídico y de una estructura
político-administrativa de carácter formal cuyo fin es hacer política (Ibíd). Por ende, la
esencia del gobierno radica en sus facultades recaudatorias y en el ejercicio de la ley que
posibilitan el despliegue de sus funciones sustantivas y adjetivas.

La tercera noción pone mayor énfasis en sus procesos de comunicación y control; por lo
tanto, sus bases fundamentales son la hechura de políticas mediante el arte de la
dirección y autodirección, el análisis de la implementación y la evaluación de procesos de
cambio institucional y aprendizaje (Ibíd). Esta última perspectiva, se refiere no a los
medios de comunicación sino a la comunicación como un proceso mediante el cual se
relacionan e interactúan los distintos actores y sectores de la sociedad; se lleva a cabo la
deliberación y la toma de decisiones y se ejerce el poder político.

Por otro lado, Keman (2009)55 argumenta que la definición del gobierno no emana de sí

54
Guerrero Orozco, Omar. (1980b). Gobierno. Diccionario de Política y Administración Pública. Colegio de
Licenciados en Ciencias Políticas y Administración Pública. Vol. II, Letras G-M. México, octubre de 1980, pp.
49-60.
55
Keman, Hans. (2009). Structure of Government. Government and Politics. Vol. 1. EOLSS-UNESCO. pp 159-
195.

27
mismo sino de funciones esenciales del Estado, como la toma de decisiones, la regulación
de los asuntos públicos y la implementación de políticas públicas. Por ende, si se toma en
consideración que el Estado tiene una gran acumulación de atribuciones tanto sustantivas
como adjetivas, no resulta fácil definir lo que el gobierno es y lo que conlleva; en
consecuencia, existen múltiples nociones y concepciones sobre este término.

No obstante, la dificultad para definir y caracterizar al gobierno, muchos autores coinciden


en que es la única organización que posee autoridad sobre cualquier otra, y que es
también la única que tiene atribuciones para darle forma a la sociedad, para dirigirla,
coordinarla y para ejercer el control sobre ella ya sea mediante la acción pública, la
formación ideológica o por cualquier otro medio, incluyendo el autoritarismo y la inacción.

En consideración de lo anterior, Samuel Finer señala que el gobierno es la política


institucionalizada y destaca cuatro acepciones del término: primera, denota el ejercicio de
una medida de control político y jurídico sobre los demás; segunda, se trata de una
condición de orden social establecida formalmente; tercera, se refiere a un conjunto de
personas –estructura jerarquizada– que tiene el deber de gobernar, y cuarta, es en sí un
sistema o un método de gobernar a una sociedad en particular (Citado en Keman, 2009).

Además, hay que subrayar que el gobierno también es visto como un proceso que cuenta
con normas, estructuras y funciones formalizadas que delimitan su espacio de maniobra;
es decir su competencia y sus límites. En ese sentido, el gobierno se equipara a una
especie de maquinaria con roles funcionales interdependientes, por un lado, para construir
decisiones colectivas y hacer que estas se cumplan y formular políticas públicas e
implementarlas y por el otro, ejercer el monopolio de la autoridad en relación con la ley y
el orden, regular las relaciones sociales y económicas y ejercer el liderazgo político tanto
hacia el interior como hacia el exterior (Keman, 2009).

Sea cual fuere su definición, el gobierno implica la concreción del Estado, porque en todas
las sociedades existe un órgano por medio del cual acciona y despliega sus atribuciones y
su poder, particularmente en las sociedades capitalistas en las que se ejerce el gobierno
por medio del ejecutivo. En conclusión, “el gobierno es el proceso que conjunta, unifica y
conduce el complejo institucional del Estado” y el Ejecutivo es el núcleo irreductible del
gobierno, (Guerrero, 1980b:60)

Sin embargo, la voluntad del ejecutivo no puede ser vista como la voluntad del Estado
porque existen otros factores que determinan su actividad y su papel. A menudo las
relaciones de poder están determinadas por el sistema político y los modos de producción
en los que subyace la individualidad Estado y dela sociedad. Es por ello que existen
diferencias sustanciales entre el vasallaje del Estado feudal, la explotación en los estados
esclavistas, el autoritarismo de las monarquías y el dominio que se ejerce en el modelo de
producción capitalista donde el gobierno es una especie de mediación entre el Estado y la
sociedad civil (Guerrero, 1980b).

28
Además, los gobiernos se encuentran íntimamente ligados a otros factores como la
cultura, la democracia y los derechos humanos. Sin embargo, poseen cuatro rasgos
distintivos: la cultura occidental, cuyas características, vistas en perspectiva política, son la
preeminencia de una serie de derechos y libertades que tienden hacia el individualismo; la
democracia liberal, cuyos fines son garantizar al máximo los principios de libertad e
igualdad; el imperio de la ley –Estado de derecho– y los modos de producción capitalista,
que se sustentan en la propiedad privada y el libre mercado (Dahl, 2004; Held, 1997:6).56

Para Robert Dahl (Citado en Hernández y Rentería, 2012)57 los gobiernos occidentales se
caracterizan por dos ámbitos de competencia: instrumental y sustancial. El primero
comprende elecciones libres e imparciales, sufragio inclusivo, libertad de expresión,
derecho a la información pública, sistema de partidos, elección directa de los gobernantes
y representación política. En tanto el segundo se constituye por el liberalismo centrado en
el individuo –garantías individuales–, la participación política universal y el bienestar
común –derechos sociales y económicos–.

En los estados posmodernos, los gobiernos no son órganos monolíticos que puedas
concentrar el poder y ejercer su autonomía a su libre albedrío, ni aún en los regímenes
presidencialistas como es el caso de México. Por el contario, se les concibe como un
constructo social de órganos e instituciones que forman una estructura difusa, plagada de
intereses de muy diversa índole –económica, política, social, etc. – en la cual la toma de
decisiones y el ejercicio del poder se convierten en tareas sumamente complejas.

En esencia, el gobierno es el órgano responsable de garantizar que los individuos gocen


de los mismos derechos, carguen con los mismos deberes y tengan las mismas
oportunidades en el marco institucional. Lo mismo le corresponde el ejercicio de la
autoridad y la rectoría de las relaciones sociales y económicas, que el mantenimiento del
orden político y público –gobernabilidad y gobernanza– y la creación y aplicación de
instituciones en el sentido más amplio. En otras palabras, el gobierno es el brazo ejecutor
del Estado.

En resumen, los elementos constitutivos del Estado se encuentran articulados y por ende
en estrecha interdependencia de tal suerte que, la soberanía, por ejemplo, se constriñe a
un espacio o jurisdicción territorial; emana de la voluntad popular; y se deposita, para su
ejercicio, en los poderes públicos que conforman el gobierno. Lo mismo ocurre con el
gobierno, cuya autoridad que le es conferida por el pueblo, se circunscribe a un ámbito
territorial y se ejerce en el marco de las instituciones públicas que regulan la organización
social y política y el ejercicio del poder.

56
Held, David. (1997). La democracia y el orden mundial. Del Estado moderno al gobierno cosmopolita.
Editorial Paidós. Barcelona.
57
Hernández-García, Miguel y Rentería Gaeta, Rafael. (2012). Usos y Costumbres. ¿Democracia sin
ciudadanía? V Seminario Internacional: Reforma del Estado y Ciudadanía en América Educación para la
Democracia. UMAR-UNISTMO.

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