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Las decisiones locacionales, mediante las cuales se elige un lugar determinado para instalar una
empresa, generan una distribución espacial de las actividades económicas, que pueden estar
concentradas en algunos puntos o dispersas por todo un territorio.
Los modelos con externalidades se han constituido como una alternativa lo suficientemente
rigurosa para hacer frente a la teoría económica tradicional, apuntalada en la competencia
perfecta y los rendimientos constantes a escala y resultan especialmente atractivos para el análisis
de la aglomeración de las actividades económicas.
El propio A. Smith (1776) le dio una gran importancia a los costes de transporte. Para él, la división
del trabajo estaba estrechamente ligada al nivel de población y a la extensión del mercado que, a
su vez, depende de las rutas de transporte y de las dificultades para trasladar los productos de un
lugar a otro. El valor (y no el precio) de los bienes varía, según Smith, en relación a las diferencias
espaciales en los elementos que inciden en el coste de producción (salarios, beneficios y rentas
pagados a los factores productivos). Sin embargo, Ricardo (1817) reduciría las diferencias
espaciales de precios a diferencias en la fertilidad de los suelos y englobaría los costes de
transporte en el coste total por lo que, a partir de entonces, el análisis económico clásico
marginaría la dimensión espacial de la teoría económica. El distanciamiento teórico entre Ricardo
y von Thünen es el origen de la separación entre la tradición clásica y la teoría de la localización.
1.1 El modelo de von Thünen (Solo Agricultura) “La teoría de los círculos concéntricos de von
Thünen”
La estática comparativa del modelo de von Thünen muestra que menores costes de transporte y
rendimientos decrecientes tienden a incrementar la distancia de la ciudad a los centros de
producción.
El modelo básico puede extenderse hacia múltiples direcciones. Por ejemplo, si las cantidades
requeridas están dadas, es posible determinar los precios de mercado. Asimismo, dado que los
trabajadores agrícolas no se enfrentan a los precios de mercado (su demanda está distribuida por
todo el espacio y no concentrada en la ciudad), los salarios no serán uniformes.
El supuesto central de la teoría del coste mínimo es que la empresa individual sabe, al escoger
donde instalarse, el monto de demanda que puede cubrir y a que precios. Entonces, la localización
óptima es aquella que minimiza los costes totales, incluidos los de producción y transporte.
Weber demostró la derivación del emplazamiento con el mínimo coste de transporte, a partir de
un concepto que había introducido Launhardt unos años ates, el “triángulo locacional”.
c) aglomeración
La localización óptima en función del coste de transporte se encuentra construyendo una figura
locacional, que en el ejemplo clásico de Weber es un triángulo, ya que considera dos fuentes de
aprovisionamiento de materias primas y un centro de consumo (mercado), unidos por líneas
rectas que representan las distancias entre ellos.
Asimismo, Weber distingue entre materias primas ubicuas y localizadas. Las primeras, al poder ser
obtenidas en cualquier punto del espacio en consideración, solo afectan al peso de los bienes
finales, por lo que refuerzan la atracción del centro de consumo. Las localizadas las separa en
puras y divisibles, éstas últimas pierden peso en el proceso productivo, por lo que refuerzan la
atracción de las fuentes de aprovisionamiento. La combinación de todos los elementos
anteriormente citados determina el peso locacional de cada empresa.
Localizadas Ubicuas
Weber analiza cómo, de existir un sitio cercano al lugar de producción caracterizado por costes
laborales bajos, podría modificarse la localización óptima de una empresa. Lo anterior solo ocurre
si el ahorro en el coste de la mano de obra es mayor al coste de transporte adicional que tendría
que pagar la empresa por ubicarse en dicho sitio. Para tal efecto, Weber introduce el concepto de
isodápana, que no es más que un radio derivado a partir del punto de mínimo coste que contiene
en el círculo que forma todo el espacio para el que el coste de transporte es el mismo,
independientemente de la dirección que se tome, como se muestra en la figura 5.
Aquella isodápana que tiene el mismo valor que el ahorro en el coste de la mano de obra se
denomina isodápana crítica.
Christaller (1933) reafirmaría esta corriente de pensamiento al elaborar su teoría de los lugares
centrales, definidos como emplazamientos cuya función es la provisión de bienes y servicios a
una población dispersa alrededor de éste. Introduce los mercados hexagonales basados en dos
conceptos fundamentales, el valor de umbral, es decir el nivel de demanda mínimo que permite
cubrir los costes de producción y obtener un beneficio razonable, y el rango, que delimita la
máxima extensión espacial de las ventas de determinado bien desde el punto de producción (lugar
central). A partir de estos conceptos, Christaller elabora una jerarquía de centros de servicios
donde un gran número de pequeños centros proveen servicios básicos y un pequeño número de
centros (generalmente de mayor dimensión) proveen servicios complementarios a éstos.
Introduce por primera vez la importancia de motivos no económicos y de la historia como
determinantes de la localización.
Los productores, A y B, producen un bien homogéneo y los costes de producción son los mismos
en cualquier punto. Los costes marginales son constantes para ambos competidores e iguales a los
costes medios (y ambos son iguales a cero). Para los compradores, la única diferencia entre los
bienes producidos será su localización, por lo que la diferencia de precios es la distancia que tienen
que recorrer para adquirirlos. Los costes de transporte son iguales en todo el espacio, la demanda
es perfectamente inelástica y la relocalización no sólo es posible sino instantánea y gratuita. Los
productores compiten en precio y localización, pudiendo ambos abastecer a todo el mercado de
ser necesario.
1.4 La escuela de las áreas de mercado
La teoría de Lösch es lo bastante abstracta como para poder ser interpretada en el mundo real, sin
embargo ofrece una visión de lo que sería la economía espacial en las mejores circunstancias
posibles (enfoque normativo).
Lösch plantea unos supuestos sencillos que le permiten determinar que las fuerzas competitivas
establecen un sistema de localizaciones que es posible clasificar jerárquicamente y que se
determinan simultáneamente.
a) se encuentran dos empresas, pero existe todavía mucho espacio por cubrir, lo que permite la
aparición de nuevas empresas que, como se muestra en “b)”
b) el número de centros de producción se incrementará hasta que todo el espacio este cubierto.
Sin embargo, todavía quedan algunos espacios libres, por lo que las áreas de mercado de las
diferentes unidades de producción se solaparán unas con otras, como se muestra en “c)”.
La primera determinada por el hecho de que los productores buscan la mayor ganancia personal
mientras que los consumidores intentan siempre abastecerse del mercado más barato.
La segunda está marcada por la competencia que se establece entre los productores cuando las
empresas de la misma actividad se multiplican hasta llegar al número que elimina los excesos de
beneficios. Al desaparecer todos los beneficios extraordinarios, se alcanza un equilibrio y
desaparece la búsqueda de la localización óptima, quedando así determinadas las localizaciones y
la estructura espacial de la economía.