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Carlos Jorquera Alvarez

Oscar René Aedo Inostroza

GABRIEL RENE MORENO:


FIDUCIARIO DE LA
HISTORIA DE BOLIVIA

Edito ria l U nive rs ita ria


©
BIBLIOTECA DIGITAL

TEXTOS SOBRE BOLIVIA

TEATRO, BIBLIOGRAFÍA, LITERATURA, AUTORES, SUS OBRAS Y LO ESCRITO


SOBRE LOS MISMOS, MASONERÍA BOLIVIANA

LITERATURA
AUTORES, SUS OBRAS Y TEXTOS QUE COMENTAN SUS LIBROS

FICHA DEL TEXTO

Número de identificación del texto en clasificación Bolivia: 5523


Número del texto en clasificación por autores: 11236
Título del libro: Gabriel Rene Moreno: fiduciario de la historia de Bolivia
Autor (es): Carlos Jorquera Álvarez y Oscar René Aedo Inostroza
Editor: Editorial Universitaria
Derechos de autor: Depósito Legal: 8-1-77-90
Imprenta: Editorial Universitaria
Año: 1990
Ciudad y País: Santa Cruz – Bolivia
Número total de páginas: 284
Fuente: Digitalizado por la Fundación
Temática: Gabriel René Moreno
Universidad Autónoma
"Gabriel René Moreno"

GABRIEL RENE MORENO


FIDUCIARIO DE LA
HISTORIA DE BOLIVIA

E d ito ria l (ft; U n iv e rs ita ria


Carlos Jorquera Alvarez
Oscar René Aedo Inostroza

GABRIEL RENE MORENO


FIDUCIARIO DE LA
HISTORIA DE BOLIVIA

1- Edición

Santa Cruz de la Sierra - Bolivia


Obra: "Gabriel René Moreno: Fidu­
ciario de la Historia de Bolivia".

Autores: Carlos Jorquera Alvarez


Licenciado en Educación por la
Universidad de Santiago.
Profesor de Estado en Caste­
llano.
Nacionalidad: Chilena.

Oscar René Aedo Inostroza


Estudios de Historia y Geografía
en la Universidad de Concepción.
Nacionalidad: Chilena.

Derechos Reservados.
Depósito Legal Ns 8-1-77-90
1* edición: 1.000 ejemplares.

Universidad Autónoma "Gabriel René Moreno"

Rector: Dr. Manuel Jesús Angulo Parra


Vice-rector: Ing. Francisco Kempff Saucedo
Strio Gral: Lie. Eduardo Roca Aguilera

Edición e
Impresión: Editorial Universitaria.
Charcas 240.
Santa Cruz - Bolivia

Impreso en Bolivia
Printed in Bolivia
Indice

Pág.

Prefacio 9

PARTE I 1836 - 1855

Santa Cruz de la Sierra o El Tiempo Suspendido 17


La Polémica de las Tres Partidas de Nacimiento 22
El Matrimonio Moreno-Del Rivero 25
Dos Tíos Excéntricos y un Padre Centrado 27
Nicomedes Antelo y El Niño que no Quiere ser Niño 30
Sucre: Estudios Secundarios 35

PARTE II 1856 - 1880

Gabriel René Moreno: Estudiante y Crítico Literario 41


Su Participación en el Círculo de Amigos de las Letras 46

/
Una Visión Estética y Social de los Poetas Bolivianos 51
El Pensamiento Social, Económico y Estético del Joven
René-Moreno 57
Bachiller y Licenciado en Leyes 71
Arcesio Escobar, el entrañable amigo 74
Iníluencia de don Andrés Bello en la Historiografía
Chilena a Mediados del Siglo XIX 86
René-Moreno y Barros Arana 91
La Revelación Vocacional y las Primeras Producciones
Historiográficas 95
La Academia Literaria del Instituto Nacional 111
Un Episodio Desgarrador: La Guerra del Pacífico 113

PARTE III 1880 - 1908

De las Playas del Río de la Plata a Sucre 127


Nicomedes Antelo y el Problema Racial 133
Renacer de las Cenizas 142
René-Moreno y José Toribio Medina 146
Misión de un Bibliotecario 154
La Producción Intelectual del Decenio de 1880 163
René-Moreno y Vicuña Mackenna 174
Una Obra de Literatura Preceptiva 184
Profesor Estricto, Crítico Severo 191
La Obra Cumbre: "Ultimos Días Coloniales en
el Alto Perú" 196
La Biblioteca Peruana 213
La Obra Postrera: Trabajos Bibliográficos e
Historiográficos 218
Palabras Finales 235
Apéndice Documental 239

II
PRESENTACION
Es para mi un privilegio y un legítimo orgullo presentar a la
consideración pública el libro “GABRIEL RENE MORENO: FI­
DUCIARIO DE LA HISTORIA DE BOLIVIA”, ganador del concurso
auspiciado por la Organización de los Estados Americanos sobre
la vida y obra de Dn. Gabriel Rene Moreno.

Los trabajos que se presentaron a dicho concurso fueron de la


mayor calidad, y cada uno de ellos tenía las condiciones para ser
premiado. Pero el galardón fue concedido a RECOVERYS, cuyo
trabajo se caracteriza por mostramos a un Gabriel Rene Moreno
patriota por excelencia, devoto de la causa boliviana, desen-
trañador de las hondas causas y concausas del devenir histórico
de América, y celoso defensor de su futuro y de su independen­
cia, al advertir que América Latina podría ser sojuzgada por los
EE.UU. de Norteamérica. “EE.UU. quiere someter a las naciones
débiles y convertirlas en sus consumidoras: EE.UU. se armará
y sus ejércitos de mar y tierra serán azote de la democracia
republicana y brazo fuerte del cesarismo, todo por ambición de
riquezas”, decía René Moreno, extremo que, si bien no se ha
cumplido a cabalidad, subsiste como amenaza.

Abiertos los sobres de identificación, el seudónimo de RE­


COVERYS corresponde a los ciudadanos CARLOS JORQUERA

m
ALVAREZ y OSCAR RENE AEDO INOSTROZA, los mismos que
con acuciosidad, capacidad narrativa, calidad literaria e infor­
mación de primera mano, con la que no contaron los otros
ilustres concursantes, nos presentaron a un Gabriel René
Moreno en su verdadera dimensión americanista de historiador
e intérprete de la historia americana, desde una altura intelec­
tual que lo coloca por encima de toda sospecha de localismos
mezquinos, ello sin mengua alguna de su patriotismo y de su
amor por Santa Cruz, la tierra que lo vió nacer. Así, el talento
de un patriota boliviano, nacido en Santa Cruz, adquiere dimen­
siones latinoamericanas y aún mundiales para los estudiosos
del devenir humano.

Esta obra, unida a las ya publicadas, pero poco difundidas,


sobre Gabriel René Moreno integral, historiógrafo, archivista,
historiador, cronista, erudito, y, por sobre todo, humano, con
todos los valores que supone serlo íntegramente y en el mejor
sentido de la palabra.

De ahí que, por encima de mi modestia y a pesar de ella, no


puedo más que sentir orgullo de presentar este libro, destinado
a las generaciones presentes y a proyectarse a la posteridad, y
aún a la perennidad, a cuya sombra, por azares de la vida,
figurará el mió propio, sin más mérito que mi admiración por
Gabriel René Moreno y ser Rector de la Universidad que orgullo-
sámente lleva su nombre.

Manuel Jesús Angulo Parra

Rector

Santa Cruz, abril de 1.990

IV
Sé un mundo para ti mismo
en los solitarios lugares *
(Tibulo)

* Esta sentencia de Tibulo resume, a nuestro juicio, el imperativo


de vida de René-Moreno, su individualidad y su carácter.
PREFACIO

Este trabajo no es un dispensarlo de loores para un hombre


que no los necesita, ni es la descripción laudatoria de la vida de
un intelectual boliviano del siglo pasado. Es, o pretende ser, un
análisis de una existencia vital, así como de los hechos, ideas
influj os y creencias referidos a esa vida, los cuales están plasma­
dos en libros, revistas, periódicos, epístolas e infolios diversos.
Como primer mandamiento metódico, adopta el planteamiento
básico de la objetividad frente a lo tratado, puesto que nuestra
labor juzga que la pretensión de fidelidad a los hechos en que
cristaliza la acción de esta personalidad de las letras latinoameri­
canas debe ser la norma que estructure y oriente la investigación.
Hablamos de "pretensión de fidelidad a los hechos" debido a un
elemental acto de conciencia, ya que ni desde una perspectiva
idealista o materialista ni desde un escorzo idealista podríamos
aseverar con absoluta "claridad y distinción" que los hechos de
la vida de René-Moreno han sido captados en toda su prístina
realidad tal como se dieron en la época que le tocó vivir. Sin
embargo, admitiendo este aserto, válido para cualquier trabajo
de reconstrucción histórica, en líneas generales nuestra pros­
pección analítica no sucumbe a la tentación de trastrocar la
realidad por la imaginación, por mucho que esta forma de
conciencia sea uno de los soportes fundamentales de la vida
sicológica. En este sentido queremos aplicar lo que el maestro
René-Moreno hizo su regla metódica: Lo que no esté avalado por
alguna evidencia fundada al menos en una fuente es desechado
por impropio para el buen curso de la investigación. Aquí se
impone una breve explicación. Lo que superficialmente mirado
pudiera pasar por positivismo exacerbado, en realidad no es sino
ansias de integrar y objetivar aquella existencia en un todo
unitario, donde los diversos elementos vitales, ideales sociales y
políticos se desplieguen en una red de correspondencias y rela­
ciones que dé como resultado la recreación de una vida actuante
dinámica y que, gracias a ello, se nos permita acceder lo má?
aproximadamente posible al pensamiento vivo y desmitificado de
René-Moreno.
Sin perjuicio de lo anterior, nuestro análisis de los principales
aspectos de su vida no ha descuidado tampoco la tan necesaria
(e inevitable) interpretación personal, la que, naturalmente, tiene
como sustrato el nivel fundamental de los hechos puestos en el
Tapete. Todo trabajo heurístico implica una toma de posición del
investigador frente a lo investigado. En este caso lo investigado
es una vida humana, es la vida de un hombre solitario célibe que
se ha transformado, merced a su obra, en símbolo de orgullo para
su país y en paradigma de las letras latinoamericanas. Como
todo hombre alejado de su patria, sintió la desesperación y la
angustia que implica el desarraigo y la distancia. Seguramente,
cuando las circunstancias se confabularon para hacerlo apare­
cer degradado a los ojos de sus compatriotas, flaqueó en su fe y
en sus íntimas convicciones acerca del sentido de su compromiso
histórico. Mas, lo importante es que supo, con todo, sobre­
ponerse a los momentos aciagos de su vida, lo que no pueden
decir - y quizás con razón- otros hombres sometidos a presiones
similares. Gabriel René-Moreno es, porsuviday por su obra, una
posibilidad humana llevada a la concreción más noble, pues el
hombre, como decía Kierkegaard, tiene como misión el ennoble­
cimiento de su existencia a través de una ética nacida de las
propias decisiones. En algún momento René-Moreno se encon­
tró "a setenta mil brazas sobre la mar abierta", puesto que aceptó
y asumió esa condición de solitario anacoreta que lo define tan
bien y que para ojos no avisados puede confundirse con el
desprecio. Su decisión de transformarse en una especie de
fiduciario de la cultura de su patria habla por él.
Nosotros, siguiendo a Ortega y Gasset, pensamos que el
hombre no posee naturaleza, sino historia. Por tanto no hay una
esencia que lo defina y lo englobe. Es sólo en la historia donde
sus posiblidades tienden a realizarse. Por ello, lo humano es
siempre peligro. El hombre es el único animal que suele estar en
trance de perderse constantemente. La tarea humana consiste,
entonces, en un intento por la asumición total de nuestra con­
ciencia y por su recuperación cuando se la ha perdido. Con
mayor razón en el caso de los pueblos, la Historia representa su
sentido, su identidad, su personalidad. Y cuando ésta perma­
nece oscurecida por la desidia o la inconsciencia o por factores
políticos o intereses económicos, los pueblos languidecen y se
desgarran en las sombras del desamparo. Porque la Historia es
madre de los pueblos. Esta es la conciencia de Rene-Moreno. El
comprendió, ya en su juventud, que debía construirse a sí mismo
en la rigurosidad intelectual y en la austeridad moral, que debía
encamar los ideales más profundos y bellos de su tiempo y que
debía, por fin, dedicar su propia vida y sus afanes a iluminar la
historia de su país, porque esa fue su decisión, su imperativo
categórico.
La obra de René-Moreno está dedicada íntegramente a su
patria, y su significado último se encuentra en el hecho de ser
toda ella un intento por preservar para la historia la cultura de
su nación. En Bolivia no existía, en los tiempos de nuestro autor,
una ley de depósito de un determinado número de ejemplares de
los libros editados en el territorio nacional. Tampoco existía una
conciencia de preservación de los documentos históricos. René-
Moreno critica duramente a sus connacionales por esta negligen­
cia que llegaba al extremo de hacer tabla rasa de manuscritos y
legajos importantísimos cuyas hojas, incluso, fueron utilizadas
para envolver una pasta muy popular en Bolivia llamada "ancu-
cus".
La conciencia patriótica de René-Moreno se expresa clara­
mente en estas ácidas críticas contra la abulia e ignavia de sus
compatriotas. Uno que se encuentra en un país extraño y que
critica cáusticamente a sus propios paisanos es siempre sus-
pecto de traidor o, a lo menos, de falta de moralidad. En René-
Moreno no encontramos ni lo uno ni lo otro. Antes bien, la lucha
de este hombre por tapiar el forado por donde escapaba la cultura
boliviana ha sido una labor ciclópea. En Chile, no obstante, tenía
la posibilidad de mantenerse alejado de las luchas intestinas que
desgarraban a su patria. Podríamos decir que René-Moreno
realizaba por su país lo que un cenobita realiza por el mundo. El
alejamiento no es sinónimo de desarraigo. Al contrario, quien se
encuentra en el destierro (o transtierro) tiene todo su espíritu, ya
que no su cuerpo, enraizado en la tierra madre.
Para finalizar este prefacio, una referencia a nuestro método.
Este se ha basado, en una primera instancia, en la recopilación
acuciosa de la información que consideramos relevante al efecto.
En esta etapa nos hemos preocupado de delimitar el contexto
histórico en el cual desenvolveríamos nuestro estudio. Intenta­
mos, además, develar las determinaciones y las fuentes intelec­
tuales que constituyen el troquelado espiritual de nuestro autor.
De estas determinaciones, creemos, fluyen los intereses inme­
diatos que energizan su propio desarrollo intelectual y sus
concepciones de la literatura y la historia y. por cierto, su empeño
por salvaguardar el tesoro bibliográfico de su patria. Junto a
estas fuentes propiamente intelectuales, nos preocupamos por el
entramado cultural, por la atmósfera social en la que se desen­
volvió su existencia. Todos estos elementos han pasado por el
tamiz del desarrollo cronológico, pues adoptando esta perspec­
tiva, pensamos, se puede lograr el sentido de movimiento vital de
la existencia.
Como ya dejamos apuntado, queremos integrar en un todo
unitario los aspectos circunstanciales propiamente dichos, y la
vida interior, intelectual, llena de influjos, ideas y creencias, con
el objeto de que la exposición de los hechos no sea una mera
caparazón de acontecimientos, fechas, y referencias sin sentido.
Recordemos que la esencia de la vida de René-Moreno es primor­
dialmente su aspecto intelectual, el que, como un hilo conductor,
se irá desplegando a lo largo de este trabajo para mostramos las
sucesivas etapas de su evolución dialéctica y cómo es capaz de
conservar su potencia hasta el final.
La estructura formal de nuestro trabajo ha sido organizada
sobre la base de tres partes fundamentales, a saber, la que va
desde el año de nacimiento de René-Moreno 1836, hasta su viaje
i 1hile, en 1856; ¡a que transcurre entre este año y 1880, periodo
er. el cual nuestro autor inicia y consolida su trabajo de crítica
Iteraría y su labor de acopio y análisis de documentos referidos
¿ la historia colonial boliviana, la que se plasma en artículos en
las más representadas revistas culturales chilenas de la época;
por úl amo, la tercera parte se inserta en el período que va de 1880
basta 1908, año de su muerte. Esta última etapa de su vida
marca su prestigio de historiógrafo y bibliógrafo y sus libros se
r e lie n uno tras otro, siendo corregidos, aumentados y per­
feccionados. En definitiva, nuestro trabajo intenta exponer
crítica y fundadamente el pensamiento, la obra y los hechos más
resaltantes de la vida de un hombre que ha sido calificado como
el Príncipe de las Letras Bolivianas.
Lo presentamos a la comunidad latinoamericana, espe­
cialmente a los hermanos bolivianos, en el entendido de que
responde a una necesidad vital de nuestros pueblos, cual es
: cnocer la existencia de nuestros mejores hombres y, al mismo
tiempo, aquilatar el significado que esta elucidación entraña
p ara el desarrollo espiritual de América Latina.
PARTE I

1836 - 1855
Santa Cruz de la Sierra
o El Tiempo Suspendido

Estamos en el Oriente de Bolivia, región cuya impronta es la


exuberancia de su naturaleza. Dos departamentos la forman:
Santa Cruz y el Beni. Sin embargo, hacia 1830 únicamente el
departamento de Santa Cruz, con su capital Santa Cruz de la
Sierra, constituía -en el aspecto geopolítico- el Oriente boliviano,
puesto que el de Beni fue creado en 1842.
Santa Cruz "la Viexa" fue fundada por el extremeño Ñuño de
Chávez el 26 de febrero de 1561. Algunos años más tarde fue
erigida la actual Santa Cruz con el nombre de San Lorenzo el Real
o San Lorenzo de Barranca, según algunos autores entre los que
se cuenta el propio René-Moreno, a "sesenta leguas" de su
primitiva ubicación según expresiones de don Enrique Finot (1).
Poco a poco, sin embargo, sushabitantes comenzaron a dejar
de lado su nombre oficial y lo reemplazaron por el de Santa Cruz,
agregándole el calificativo de "Nueva". En poco tiempo se
transformó en el núcleo oriental de las provincias que dependían
del gobierno de Charcas, debido a que se encontraba en una
mejor situación geográfica respecto de las demás ciudades.
1) Enrique Finot: "Elogio de Gabriel René-Moreno" inserto en la Revista de la
Universidad Boliviana "Gabriel René-Moreno”, número extraordinario dedicado
a la memoria del maestro,año XVII, Na 33, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, 1973,
p - ll).

17
Además, por sus mejores condiciones de vida se atrajo a la mayor
parte de los habitantes de la Antigua Santa Cruz, heredando de
ésta sus títulos fundacionales.
La configuración del Oriente de Bolivia se caracteriza por sus
planicies cubiertas de gramíneas y surcadas por grandes ríos,
muchos de ellos navegables. Junto a los llanos encontramos
bosques espesos y extensos, ricos en la más exuberante vege­
tación. Ubicado en la cuenca del Plata, limita con Paraguay y
Brasil.
Cupesíes, tamarindos, naranjos, cosoríoes, adelfas son
muestras del munificente pródigo clima intertropical de estas
tierras. Vegetación deslumbrante engastada en bosques y selvas
profundas. Además, el río Piraí, cuyas aguas transcurren calmas
hasta los márgenes de la playa blanca, es el escenario de paseos
adolescentes a la luz de la luna. La luminosidad del sol que baña
las tierras de este hermoso oriente cae fogosamente sobre sus
ríos cristalinos inundados de plantas acuáticas, los que parecen
diminutas islas fulgurantes y policromas. Pero también encon­
tramos lo tórrido del trópico, las tardes sofocantes aliviadas por
la lenitiva frescura de los naranjos y tamarindos, o por las lluvias
y los vientos del sur.
En Santa Cruz de la Sierra, "este engarce de luz en el
amanecido espejo de la llanura", en las esplendentes palabras de
Raúl Otero Reiche, las casas coloniales con sus pasillos largos y
monacales se alzan adustas y severas como el ceño de los viejos
caballeros castellanos. En esa "metrópoli solitaria de los fron­
dosos campos orientales", como la llamó d'Orbigny (1), la vida es
una continua contradicción. Por un lado, el permanente asedio
de los indios chiriguanos (derrotados en los llanos de Cururuyuqui
recién a fines del ochocientos); y además, la lucha del hombre con
las bestias de la selva, como el jaguar o el reptil venenoso o el
insecto dañino, hacen que el hombre viva en un continuo estado
de alerta. Por otro lado, la simpleza de los modos de existencia
(1) Citado por Gabriel Rene-Moreno en "Nicomedes Antelo", Publicaciones de la
Universidad Boliviana Gabriel René-Moreno, Santa Cruz de la Sierra, 1960,
p. 15.

18
s-r percibe en la exclusión de toda idea de progreso. Estos elemen­
tos. conjugados, se expresan en la actitud del hombre cruceño
frente a la naturaleza agresiva y agreste.
Todo este paisaje, refundido, forma y determina una cierta
fisonomía espiritual.
El sentido de lo vernáculo, tan arraigado en los habitantes de
Santa Cruz, proviene, entonces, de la doble vertiente de lo
geográfico propiamente tal y de lo histórico-étnico. Recordemos
que, como lo ha dicho Enrique Finot, el lenguaje cruceño rebosa
de arcaísmos, de giros antiguos y de una tendencia a lo paramio-
1f pico (refranes). Este autor, refiriéndose al Oriente boliviano en
general, dice: "En casi toda la región, especialmente Santa Cruz
¿e la Sierra, el núcleo inicial, no se habla más idioma que el
español, con vocabularios y giros del siglo XVII o de épocas
anteriores y sin otra corrección que la introducida por algunos
localismos que sirven para designar ejemplares propios de la
ñora y de la fauna regionales" (1). Esto implica una especie de
le\_edad en la percepción del tiempo por parte de los habitantes
de esta tierra. Lo cronológico se percibe profundamente sólo
cuando la vida está llena de acontecimientos, de sucesos, cuando
las aguas torrentosas han apurado hasta el vértigo las manecillas
de la clepsidra que mide el tiempo de la Historia. En Santa Cruz
de la Sierra el tiempo es una permanencia, un estancamiento,
’una realidad casi tangible que signa el destino de varias genera­
ciones.
Hacia la época en que nace René-Moreno, apenas han variado
los hechos, la forma de las personas que fundaron, delinearon y
trasladaron la ciudad de Ñuflo de Chávez. En ella se trasunta un
espacio detenido, antiguo, que respira lentamente: la Colonia,
con sus vésperas lentas y monocordes, se ha transformado en
una atmósfera recalcitrante, untada como musgo a los edificios
planos a las casas de formas severas y adustas como el carácter
de los viejos castellanos. Esta realidad nos trae a la memoria el
camino seguido por Azorín en la Ruta de Don Quijote. Vemos las

(1) Enrique Finot, Op. Cit., p. 11.

19
calles solitarias flanqueadas por casas blancas, de Argamasilla
de Alba, la ciudad donde se cuenta que Cervantes escribió parte
del Quijote mientras era mantenido prisionero. Naturalmente
son dos mundos diferentes; no obstante, lo esencial de la sensa­
ción es similar. Esta sensación de tiempo suspendido, de perte­
nencia a un tiempo atávico y no sólo a un momento que fluye y
que se pierde; esta sensación de que las voces de otras épocas aún
se escuchan en el espacio repleto de formas, de vestigios que
vuelven a adquirir la donosura y la brillantez, la vida por fin; este
sentimiento de que el pasado y el futuro no son más que una
ilusión, una mistificación de nuestros pobres sentidos, que la
realidad sustancial está bajo la epidermis del tiempo, es lo que
René-Moreno debió sentir cuando, luego de haber estado lejos de
su patria por más de 15 años, tuvo la oportunidad de regresar a
su tierra boliviana. Pero no nos adelantemos a los hechos.
Junto a ese sentimiento de lo vivido del pasado mediante el
cual éste pasa a convertirse en un eterno o, a lo menos prolon­
gado presente, los cruceños son orgullosos de su raza. Este
orgullo se fundamenta en su sentido de lo impoluto, de lo
incontaminado de su etnia. La mayoría de ellos son descendien­
tes de los primeros conquistadores, patriarcas fundacionales,
que hicieron de esta ciudad el reducto ideal para vivir, mantener
y realizar las tradiciones de la España de los hijosdalgo.
La literatura de viajes, tan prolífica en el siglo XIX, nos da
testimonios elocuentes de la vida en el Oriente boliviano. Alcides
d'Orbigny, llegado a Santa Cruz en 1831, y el Conde de Cas-
telnau, visitante de estas tierras en el decenio de 1840, han
dejado valiosas observaciones acerca de las costumbres más
acendradas de los habitantes de estas tierras. Escuchemos a
d'Orbigny: "Creo que existen pocos lugares en que la vida
transcurra con placidez mayor que en Santa Cruz. Se trabaja
poco. Visitas y fiestas son las ocupaciones principales. No
tienen, como enEuropa, diarios numerososy política general que

(1) Citado por Ramiro Condarco Morales en "Grandeza y Soledad de Moreno”,


Talleres Gráficos Bolivianos, La Paz, Bolivia, 1971, p.22.

20
se guste seguir..." (1). En cuanto al género de trabajo predomi­
nante. éste se caracteriza por la tenencia de la tierra, el tráfico
: crrercial. el empleo burocrático y la actividad profesional. Ese
es el sustento económico de la minoría dominante. Las acti­
vidades artesanales o el trabajo industrial son ejercidos por las
elases inferiores, puesto que este género de labor no es mirado
con buenos ojos por la aristocracia. Desde el punto de vista
sociológico se puede decir que, en general, las clases dominantes
de América Latina, herederas del carácter español en casi la
mayor parte de sus determinaciones, han visto siempre el trabajo
manual como una especie de menoscabo o degradación de la
persona. Por ello el espíritu de empresa fue desarrollado,
fundamentalmente, por inmigrantes europeos que poseían una
ética completamente distinta al concepto griego del trabajo como
ei ercicio preferentemente intelectual. Ramiro Condarco Morales,
en uno de los trabajos biográficos y bibliográficos más extensos
referidos a René-Moreno, nos dice: "En suma, Santa Cruz
representa espiritualmente la más pura e incontaminada prolon­
gación del espíritu de los más remotos tiempos del pasado
:: .onial cuando las primeras ciudades castellanas florecían aún
en tierras del Nuevo Mundo bajo el resplandor de fuego de la
conquista y de las llamadas guerras civiles entre facciones o
bandos españoles" (1).
Es una lástima, eso sí, que el trabajo de Condarco, siendo de
una vastedad y prolijidad admirables, defeccione en el hecho de
que la vida de René-Moreno aparece como disuelta en la gran
cantidad de datos de índole accesoria que, aunque de por sí
interesantes, no contribuyen demasiado arla comprensión global
ce la existencia de nuestro autor. Sin embargo, es a Condarco a
guien debemos no pocos datos referidos al ambiente en que
fesarrolla su vida René-Moreno.

.) Ramiro Condarco Morales, Op. Cit., p. 15.


La Polémica de las Tres Partidas de Nacimiento

Es en este ambiente placentario, pródigo en significaciones,


donde nace el insigne escritor, historiógrafo y bibliógrafo Gabriel
René-Moreno. La fecha de su nacimiento ha sido un aspecto
polémico para los escasos investigadores que se han preocupado
de la vida de este gran escritor. Hernando Sanabria Fernández,
uno de los más importantes morenistas bolivianos, sostuvo
durante mucho tiempo -hasta 1968 para ser más puntillosos-
que la fecha exacta de nacimiento del Príncipe de las letras
bolivianas había sido el 6 de febrero de 1834. Apoyaba tal tesis
nada menos que en dos partidas de nacimiento que coincidían en
la fecha en cuestión. No obstante, desde hacía mucho tiempo,
algunos estudiosos estaban en conocimiento de una fecha que
contradecía a la anterior. En efecto, con motivo de cumplirse el
centenario del nacimiento de René-Moreno, la ciudad de Sania
Cruz de la Sierra decidió celebrar tal acontecimiento. No obs­
tante, días antes de cumplirse tal efemérides, el doctor Julio
Salmón a través de la prensa "anunció que se estaba cometiendo
un error con respecto a la data del nacimiento del insigne
polígrafo" (1). Sanabria Fernández nos dice acerca de este asunto
lo siguiente: "Su artículo (el de Salmón) intitulado "Un centenario
(!) Hernando Sanabria Fernández: 'Tres Ensayos sobre Rene Moreno", I "Uis
Tres Partidas de Bautismo”, inserto en la Revista de la Universidad Boliviana
"Gabriel Rene Moreno", 1973, p.49.

22
anticipado", que publicó "La Razón" en su edición correspon-
ritente al 23 de enero de aquel año (1934), tendía a demostrar que
el escritor no había nacido el 6 de febrero de 1834, sino en fecha
posterior. Para probar el aserto, transcribía una partida bautis­
mal que aseguraba haber encontrado en uno de los archivos
p cnroquiales de la ciudad" (1). El señor Sanabria postulaba, en
oposición a lo aseverado el doctor Salmón, que el argumento de
las dos partidas tenía muchas más trazas de verosimilitud "sin
dudar por un momento de la veracidad de lo expuesto por el doc­
tor Salmón y la autencidad de la partida que tuvo la suerte de
hallar ..."(2). Pero en honor de la probidad intelectual el señor
Sanabria se dio a la dura tarea de examinar los libros de
defunciones de las parroquias de Santa Cruz, puesto que uno de
ios argumentos esgrimidos por el doctor Salmón consistía en
suponer que, probablemente, el primero de los nacidos habría
fallecido a poco de haber visto la luz y que, tal vez, sus padres
volvieron a dar el nombre al nuevo vástago, que, en la partida
transcrita llevaba añadido de "segundo".
Sin embargo Sanabria no llega a dar con el óbito que certifi­
case la muerte de aquel "primer" Gabriel René y que, de paso,
hubiera corroborado la tesis del doctor Salmón. Por lo tanto,
Sanabria dice tajantemente: "no existe registro de ningún niño
con nombre de Gabriel René Moreno, que hubiese fallecido
durante aquellos treintitrés meses" (febrerode 1834 y noviembre
de 1836) (3).
La misteriosa partida de nacimiento transcrita por Salmón
decía a la letra: "En el año del Señor de 1837, el 1- de mayo, en
esta ciudad de San Lorenzo de la Barranca Santa Cruz de la
Sierra, yo el cura Rector propietario y canónigo honorario Don
José Vicente Duran, puse óleo y crisma a Gabriel René segundo,
nacido el día 7 de noviembre de 1836 y bautizado por mí en caso
de necessitatis hijo legít imo del abogado don Gabriel José Moreno
y doña Sinforosa del Rivero, fueron padrinos de agua y óleo don
(1) IBID.
(2) IBID., pafr 51.
(3) IBID., paf>. 52.

23
Benigno Frías y doña Guadalupe Vaca y para que conste lo firmo.
José Vicente Durán" (1).
Como decíamos, durante muchos años Sanabria Fernández
sostuvo, fundadamente, la especie del nacimiento en fecha 7 de
febrero de 1834. Sin embargo, como el mismo lo dice, hacia el año
70 "fuenos dada la suerte de encontrar el documento que habría
de servir de base a la revelación hecha por el doctor Salmón. Se
ita de un certificado expedido por el cura párroco Don José
Vicente Durán en 1851. Dicho certificado acredita que G.R.M.
nació el 7 de noviembre de 1836, en transcripción literal de dicha
partida". Y sigue: "El curioso documento que hoy tenemos a la
vista, lleva en el dorso y a modo de "remember" personal una
sugerente apostilla de puño y letra del propio Gabriel René-
Moreno. Se dice en ésta que el certificado fue expedido el 20 de
febrero de 1851, víspera del día en que Moreno salía de Santa
Cruz con rumbo a Sucre acompañando a su señor padre don
Gabriel José" (2).
De este modo la polémica entre "febreristas" y noviembristas"
quedó zanjada definitivamente. Entre los que suscribieron la
especie del doctor Salmón se cuentan Gunnar Mendoza y Valentín
Abecia Baldivieso. Hay que hacer notar, también, la hidalguía de
Sanabria Fernández para inclinarse ante la autoridad de los
hechos y su incontrastable afán por develar la verdad de este
polémico caso con las armas de la probidad y el trabajo acucioso,
atributos que caracterizan al verdadero investigador.

(1) IBID., pag. 51.


(2) IBID., pag. 53.

24
El Matrimonio Moreno Del Rivero

Como ya se ha adelantado, los padres de René-Moreno fueron


don Gabriel José Moreno y doña Sinforosa del Rivero. Ambos,
> :I_n documentadas pruebas aportadas por Sanabria Fernández
en su interesante ensayo "Genealogía", entroncan con las más
ar.'Jguas familias cruceñas. El matrimonio Moreno-Del Rivero
tuvo cuatro hijos: Gabriel René, Clemencia, Corina y Arístides.
Un dato destacable, por su connotación psicológica, es el
siguiente: Don Gabriel José tuvo, fuera de los hijos legítimos,
: jatro vástagos naturales. Dos antes de contraer nupcias con
doña Sinforosa y dos "al otro lado de lá cerca conyugal" (1). Es
de hacer notar también que doña Sinforosa del Rivero era "hija
r.a:ural de Doña María Juana del Rivero y de padre no conocido".
Fs.os hechos debían de ser de público conocimiento en una
sociedad tan pequeña y cerrada como la cruceña, y, tal vez,
: saban como un baldón sobre los miembros de la familia
Moreno-Del Rivero. También, y esto en el plano de las suposi-
: i : nes, ¿No habría un cierto sentimiento de culpa de parte de don
Gabriel José respecto de su mujer, el cual quizás con el tiempo
aumentara por su consuetudinario prurito de infidelidad? Ella
~ra hija natural y él había tenido hijos naturales; ¿No existe acaso
un cierto interés en compensar, en reparar los males causados
a l ravés de la unión matrimonial? Es una hipótesis factible que
( i ) im n., ii c cncalogía". p. 57.

25
nos interesa únicamente en cuanto se relaciona con nuestro
autor, porque una familia fundada sobre una base tan quebra­
diza debía necesariamente influir sobre los caracteres profundos
de los hijos.
En cuanto a los esposos mismos, Sanabria Fernández nos
dice: "Parece que el matrimonio Moreno-Del Rivero no fue feliz del
todo y que la coyunda bendecida por el obispo Fernández de
Córdova fue aflojándose poco a poco. Dizque las relaciones ya no
eran tan cordiales, cuando el esposo jurisconsulto mereció los
honores de ser Magistrado de la Suprema. Tanto es así que éste
fue a instalarse a Sucre, a principios de 1851, con los hijos
varones, quedando las niñas en Santa Cruz con su madre.
Tiempo después iban éstas a reunírseles y de allí no volvieron,
como los hermanos" (1).
En la época de su matrimonio, el doctor Gabriel José Moreno
era un reputado y excelente abogado que luego de haber estu­
diado humanidades en su ciudad natal y estudiar leyes en la
famosa Universidad de San Francisco XavVr de los Charcas,
recibió la toga en el año 1828. Hijo legítimo de la unión de don
José Marcelino de Moreno y doña Manuela de la Roca, había
nacido en 1802.

(1) IBID., II "Genealogía", p. 57.


Dos Tíos Excéntricos y un Padre Centrado

Don Gabriel José tuvo dos hermanos: Mariano y Gabriel,


aunque no se está muy seguro del nombre del segundo. Es a
es os tíos, bastantes excéntricos, a quienes René-Moreno recuer­
da en algunas de sus inusuales notas autobiográficas. Es­
cachémoslo: "Uno de ellos, sabedor de las corridas el latín y
a resto a ordenarse sacerdote, repentinamente se le ocurrió irse
a los confines del mundo, esto es, a un inderío de Magdalena a
hablar lengua baure. Diez años después fue necesario acudir a
la fuerza pública para que de una oreja lo llevara a la ciudad
:abecera del departamento a saludar a su hermano mayor,
prefecto de dicha ciudad".
"El otro, don Marianito, joven apuesto, se metió en el Urubó "a
pasarlo" (como el decía), donde se hizo labriego casándose con
:;ra. Una sola vez cada año iba a la ciudad sin falta en el atrio
ce la catedral dentro de un frac cuyo cuello gigantesco le escondía
las orejas, cirio en mano "a alumbrar" en la nocturna procesión
del Santo Sepulcro. Y en esa misma madrugada al Urubó. "Un
iño después vuelta a la ciudad "a alumbrar", etc.; de madrugada
: tra vuelta al Urubó "a pasarlo", y de aquí no lo sacó nadie hasta
el fin de sus días" (1).
X Gabriel Rcné-Moreno, "Solivia y Argentina. Notas biográficas". Imprenta
Cervantes, Stgo., 1901, p. 298.
2) Enrique Finot, Op. Cit., p. 13.

27
Don Enrique Fínot cuenta que el joven Marianito se soterró en
Urubó "al ver proclamada la independencia como cosa irreme-
iable" (2), lo que estaría indicando a las claras la posición
política eminentemente conservadora de los hermanos Moreno-
De la Roca, influjo del que no estará ajeno el propio René-Moreno.
El tatarabuelo materno de René-Moreno; D. Gabriel de Var­
gas, "es fama que pasó su vida dedicado a empresas tan piadosas
como improductivas, y se sabe que fundó a sus expensas la fiesta
anual del mártir San Lorenzo, Patrón de la Ciudad, y que no
descansó hasta dejar fundidas las primeras campanas de la
Catedral" (1).
Como colofón a la excentricidad de tan rarísimos personajes,
don Enrique Finot señala: "Con tales antecedentes genealógicos
y fruto de tal ambiente no es de sorprender que el escritor, nacido
cuando las aficiones de la juventud seguían ya rumbos diferen­
tes de los que habían seguido todos aquellos cristianos viejos, sus
antepasados, optara por hacerse bibliófilo y acabar en erudito,
filosofo y misántropo". (2)
En el caso de los tíos paternos de René-Moreno se advierte
claramente una tendencia al enclaustramiento, a la renuncia de
las posibles prebendas que les hubiera correspondido por su
posición social. Ellos cortan, por así decirlo, relaciones con el
mundo. Los motivos son de índole diferente en uno y otro caso;
sin embargo, la actitud, la respuesta, es la misma. El caso de don
Gabriel José es distinto. Encontramos en él un hombre con un
acentuado espíritu de servicio público. Prueba de esto son los
numerosos cargos que ejerció tanto como profesor, juez, prefecto
o munícipe. Además, por los antecedentes que se tienen de su
personalidad, era un hombre con un sentido vital de la existen­
cia. De sólidos principios jurídicos, nunca se arredró ante el
imperativo de la Justicia y no claudicó al nepotismo ni la
prevaricación. Antes por el contrario, hizo lo que su recta
conciencia -fundada en el derecho- le aconsejaba. En 1841,

(1) IBID-, p. 14.


(2) IBID., p.

28
según refiere Condarco Morales, don Gabriel José ejerce fu­
gazmente ia primera magistratura del departamento de Santa
~ruz Se ha producido el derrocamiento de Velasco en aras de la
restitución al poder del Mariscal de Santa Cruz. Llamado a dictar
sentencia en el caso que sigue a los conspiradores, los cuales
cuentan con la simpatía del pueblo, don Gabriel José niega su
-: r nad pu es ellos deben cumplir lo decretado por una sentencia
rue. por ser expresión de tribunal competente y legalmente
: : nstituido, no puede caducar por razones fundadas en
cambios políticos cualesquiera". (1)
Por esa época Gabriel René tiene apenas cinco años. No
r estante, a lo largo de su infancia y adolescencia tendrá innu­
merables oportunidades de ver actuar a su padre.
'La actitud de don Gabriel José Moreno -dice Condarco
Morales- es uno de los tantos testimonios de la energía de su
carácter tanto como de su flexibilidad, probidad y rectitud de
esp íritu en lo que a las cosas de la moral pública y de la justicia
se refieren". (2)

m Ramiro Condarco Morales, Op. Cit., p. 38.


(2) IBID., p. 39.

29
Nicomedes Antelo y El Niño que no
Quiere ser Niño

La infancia de René-Moreno se desarrolla completamente en


Santa Cruz, pues más o menos a los 14 años la abandona para
seguir estudios secundarios en Sucre. Estos años de niñez
sumergidos en lo abisal del desconocimiento nos proporcionan,
sin embargo, algunas piedras miliares de su itinerario vital.
Fundamental en los intereses del niño Gabriel Rene resulta la
personalidad de un muchacho amigo de su familia llamado
Nicomedes Antelo. Dejemos que sea el propio René-Moreno
quien nos cuente, en emocionadas y magníficas palabras, lo que
significó Antelo en su vida de niño y en la proyección que éste tuvo
en las posteriores etapas de la vida de nuestro autor:
"Veíale raudo perderse valsando entre bullicioso torbellino de
damas y caballeros en los salones de mi abuela materna en Santa
Cruz. Dos estrados había, uno para los de mayor consideración
y otro para los Jóvenes. El estaba, como el Coloso de Rodas, con
un pie en el primero y con otro en el segundo. Era el héroe
incomparable del clave, del violín, de la quena, de la guitarra, del
canto, de la danza, de los chistes y del donaire juvenil".
"Luego, también, y esto es lo más importante, Nicomedes
remedaba a maravilla con la voz o con la mímica a cada pájaro y
a todos los cuadrúpedos de aquella zona intertropical; pre-

30
~-en;aba a sus amigos ramilletes de disecadas mariposas relú­
je n le s con los más peregrinos matices; echaba a andar y a
lanzar al son de su violín una compañía de seis tordos, dos
mancos y un cardenal; hacía fumar cigarrillos a los murciélagos
y caminar en procesión legiones de cucarachas con candelillas
clavadas en la parte posterior; traía los bolsillos llenos de
: aebritas multicolores y asomaban algunas por la pechera y se
deslizaban otras por el cuello de la camisa; una noche cantando,
al volcar la foja musical de una canción de Rosquellas, pobló la
sala de picaflores, luciérnagas y moscardones".
Y René Moreno sigue: "En una palabra: Nicomedes Antelo era
entonces para mi el hombre más extraordinario de la tierra. ¡Qué
no hubiera dado yo por obrar uno solo de sus prodigios! ¡Con
cuántas veras envidiaba sus habilidades egregias! ¡Cómo la
admiración de su persona me hacía pensar en la gloria de
ojalarle algún día! Salir de esta niñez torpe en sus remedos del
yenio, para ser cuanto antes un joven tan original y brillante y
aplaudido como Nicomedes, era la más vehemente aspiración de
mi alma hasta la edad de trece años". (1)
En este último párrafo; René-Moreno es inundado por el
espíritu del tiempo. Sin darse cuenta, de pronto es el niño
introvertido que piensa en "salir de esta niñez t o r p e . E s el niño
que contempla arrobado las hazañas de su héroe, el niño inteli­
gente y asimilativo que, partiendo desde el plano meramente
lúdicro, es capaz de plantearse la niñez como una etapa que se
debe superar. En este sentido Nicomedes Antelo es un verdadero
paradigma. Hay en él no sólo un afán de juego y chanza, sino que,
más profundamente, se revela en su estructura psicológica, una
inmensa capacidad por adentrarse en el conocimiento de esa
naturaleza pródiga en criaturas deslumbrantes y multicolores.
Nicomedes, ese joven "original, brillante y aplaudido", desen­
cadena en la conciencia del niño Gabriel René la percepción de
que hombre y naturaleza -criatura y tierra madre- están unidos

(1) Gabriel René-Moreno, "Nicomedes Antclo", Publicaciones de la Universidad


Boliviana G. René Moreno, Santa Cruz de la Sierra, 1960. p. 3.

31
indisolublemente por un lazo telúrico, por un adunamiento
esencial que no se puede romper sin destruir la propia identidad
del hombre. Lo humano es el producto de innumerables causas
y efectos. Lo biológico se anuda con lo social y lo cultural
formando una estructura de la cual es imposible abstraer un
aspecto sin desintegrar de inmediato la unidad que importa
aquello que llamamos "lo humano". El hombre, además, no se
entiende separado; entenderlo como una pura individualidad es
no entenderlo, puesto que somos más que la suma de nuestras
propias decisiones, el resultado de decisiones ajenas, de deter­
minaciones de las cuales muchas veces no tenemos ni siquiera
la más mínima conciencia.
Esta digresión, motivada por el carácter de lo que comenta­
mos, nos sirve para proyectar en el plano de las significaciones,
lo que Gabriel René niño asimiló inconscientemente en aquellos
días de su niñez ensimismada pero alerta y que años más tarde
vertebraría el andamiaje de su obra.
Como ha dicho Raúl Otero Reiche, "la biografía de Nicomedes
Antelo es una biografía del sentimiento, la suya propia
proyectándose en el héroe predilecto para dejar camino libre a la
nostalgia, como sentida en segunda persona". (1)
La vida en Santa Cruz de la Sierra, en el decenio de 1840 ,
transcurre serena y apacible. La vorágine política de los pueblos
de la altiplanicie casi no es percibida en toda su dimensión por
los santacruceños. Por ello, las tertulias, las reuniones sociales,
los saraos a que eran tan aficionados se desenvuelven en una
atmósfera cálida, antigua y evocadora. Condarco Morales ha
dicho: "La señorial sociedad cruceña vive espiritualmente en el
cuadro del pasado colonial aún próximo y sueña con él. Añora
el pasado esplendor de sus Misiones, y busca, con acentuada
predilección, el sabor de las cosas añejas. Aquí el pequeño
Gabriel René bebe las claras líneas del surtidor que habría de
iniciar la gestación y el alumbramiento de su futura vocación. (2)

(1) En el prólogo a IBID., p. VIII.


(2) Ramiro Condarco Morales, Op. Cit., p. 42.

32
En tomo a las misiones jesuíticas el niño Gabriel René
escucha historias que lo sumergen en el limo de la identidad
cruceña. Es probable que también las gestas primigenias de
Dccidente pueblen su cerebro con las formas excelsas de los
r.éroes y los dioses olímpicos de Homero. Es seguro que más de
alguna vez verá en la biblioteca de su padre a un hombre de
Isonomía arrogante, el Conde de Castelnau, quien, para sus
notas y apuntes de viaje, se valió de las observaciones que de la
naturaleza cruceña había realizado don Gabriel José.
Transcurre el año 1845 y el pequeño Gabriel René se empina ya
sobre sus nueve años.
Es la época de los bailes en casa de doña María Juana del
Rivero, la abuela materna de René-Moreno, quien, al decir de
Sanabria Fernández, "era dama de mucho estrado y tejemaneje
social, amén de altiva, puntillosa y arrogante. Perteneciente a
una familia de la pequeña aristocracia colonial, cuyos orígenes
remontábanse a los primeros tiempos de la peregrina ciudad de
la selva, respaldaba su posición y bienestar con la posesión y
frutos de ciertas tierras aledañas, permitiéndose tener casa bien
abastecida y de puertas abiertas para las escogidas amistades.
Un hermano suyo, don José Joaquín del Rivero, fue alcalde de la
ciudad hasta días antes de operarse el movimiento criollo anti­
peninsular del 24 de septiembre de 1810". (1)
Creemos que es el momento para una breve recapitulación de
los antecedentes vistos hasta ahora.
La síntesis que se produce entre naturaleza y sociedad adopta
un carácter peculiar en Santa Cruz de la Sierra. La comunidad
de valores de los habitantes de esta tierra se sustenta en la
identificación de una misma tradición, la cual se aglutina en
tom o a la raza. Más tarde veremos cómo Nicomedes Antelo se
transforma, por así decirlo, en la encamación, en la quinta
esencia de ese sentimiento pletórico de orgullo y, a la vez, de
desprecio por lo que se dará en llamar "el bastardeamiento de la
raza".
(1) H. Sanabria Fernández en "Ñolas" a "Nicomedes Antclo", Publicaciones de la
universidad Boliviana G. Rene Moreno, Santa Cruz de la Sierra, 1960, p. 3.

33
Junto al concepto de "lo impoluto de la sangre", encontramos
una "visión de mundo", una "Weltanschauung", que se
caracteriza por una percepción del tiempo en la que éste se
constituye en una permanencia y, también, en una realidad sutil
que, si se pudiera decir de este modo, es susceptible de ser
rasgada. De esta manera, los intersticios en el tiempo nos
comunican con los antepasados, nos abren una realidad total,
nos sumergen en la historia, en los abismos de los cuales, por
obra de designios inexplicables, procede nuestra existencia. La
continuidad en la forma de vida desde los tiempos de la fundación
de la ciudad, su situación de aislamiento respecto de otros
centros de civilización, el mantenimiento de un lenguaje que
apenas ha evolucionado en siglos, la identidad de la raza y la
tradición, son elementos que apoyan esta hipótesis de la per­
cepción del tiempo por parte de los habitantes de Santa Cruz.
Pero así como Nicomedes Antelo resume el sentimiento radi­
cal, René Moreno es la síntesis total de la visión del mundo del
hombre cruceño. En su estructura psicológica encontramos
refundidos estos factores, los cuales constituyen el sello de
pertenencia a la bella ciudad del Oriente de Bolivia.
Hemos querido desarrollar los pocos datos que existen acerca
de la infancia de René-Moreno en un contexto global. De lo
disperso se ha intentado una unidad; si ella aprehende en alguna
medida lo que sido esta infancia -fundamental, en nuestro
concepto, para la develación de las motivaciones últimas de
René-Moreno, entonces nos damos por satisfechos.

34
Sucre: Estudios Secundarios

El periodo de la vida de nuestro autor termina el 21 de febrero


de 1851. Ese día, en compañía de su padre y de su pequeño
hermano Arístides, emprende rumbo a Sucre.
Don Gabriel José ha sido designado ministro de la Corte
Suprema, "cargo que retuvo durante algún tiempo y del que
habría de retirarse por achaques de política", ha dicho Sanabria
Fernández. (1)
El ya adolescente Gabriel René tiene a la sazón 14 años y
comienza su instrucción secundaria, llamada también huma­
nidades.
Sus estudios los realiza en la escuela de Junín de Sucre,
heredera del Colegio San Juan Bautista, llamado también Cole­
gio Azul. En el capítulo II de "Los Ultimos Días Coloniales del Alto
Perú" hace una descripción del edificio que, seguramente, está
hecha a partir de sus propios recuerdos. Habla allí sobre el
artesonado colorido de sus techos, del murmurio de su fuente
central, y de la elegancia del granito de sus pilares... Sin
embargo, se conduele del estado de la enseñanza que se imparte
en las aulas que cobijaron a uno de los internados más cons­
picuos de la época colonial, pues en aquellas languidece hoy en
día la enseñanza del colegio Junín, falta de todos los medios y

(1) H. Sanabria Fernández en "Notas" a "Nicomedes Antelo".

35
agentes que dan impulso, solidez y disciplina a los estudios". (1)
No obstante la crítica de René-Moreno, hay que hacer notar
que Sucre, la inmemorial Chuquisaca, era el centro cultural y
político de las provincias altoperuanas. Su Universidad de San
Francisco Xavier así como su Academia Carolina, donde ejercita­
ban las primeras armas forenses los futuros abogados del país y,
muchas veces, del extranjero, eran focos catalizadores de una
cultura secular. No olvidemos que en esta verdadera fragua
intelectual se gestaron los primeros síntomas ideológicos de la
emancipación.
Hacia la mitad del siglo pasado, no obstante, las luchas
intestinas que desgarraban a este novel país, habían inficionado
con su metástasis corrosiva casi todos los estamentos de la vida
pública. Y ésté fue, precisamente, el período en que René-Moreno
realiza sus estudios de humanidades.
La inquietud intelectual de su espíritu lo lleva a establecer
lazos de amistad con almas afines: Daniel Calvo, Mariano Ramallo,
Manuel Ignacio Salvatierra, Ernesto Rück, Pablo Rosquellas se
cuentan entre sus amigos y relaciones.
En la bien provista biblioteca de su padre es seguro que se dé
a la tarea de la lectura concienzuda y provechosa. Una des­
cripción pormenorizada de los libros habidos en la biblioteca de
don Gabriel José la encontramos en el libro de Condarco Morales.
(2) Lamennais, Combalot, Lamartine, entre los franceses; Zo­
rrilla y Balmes entre los españoles. Como se puede apreciar,
filosofía, teología, poesía son los intereses primordiales de don
Gabriel José, cauces espirituales por los que ha de caminar el
joven Gabriel José.
Entre los maestros del Colegio Junín cabe destacar a Manuel
María Caballero, quien tuvo no poca influencia sobre René-
Moreno. Algunos años más tarde escribiría una de las primeras
novelas bolivianas, "La Isla", y será su aventajado discípulo quien
tenga el honor de prologarla en la edición que se publicara en la
(1) Gabriel René-Moreno, "Ultimos días Coloniales en el Alto Perú", Ed. Jaekson.
Buenos Aires, 1945, p. 19.
(2) Ramiro Condarco Morales, OP. Cit. p. 53-60.

36
"Revista Chilena" de Santiago de Chile, tomo VI, en 1876.
Los cinco años de su estancia en Sucre fueron, como es dable
suponer, de estudio y acopio de los basamentos esenciales de su
personalidad. Es cierto que no poseemos datos concretos acerca
de estos años de plena adolescencia, salvo los recientemeñte
señalados; sin embargo, es muy probable que el niño deseoso de
salir de esa "niñez torpe” se haya transformado en un adolescente
taciturno, reservado, imbuido de una fuerte conciencia moral.
Es decir, la antítesis de lo que en su época de niño fuera
Nicomedes Antelo. Creemos ver en esto no sólo la natural
propensión de la edad, sino también la fuerte personalidad del
padre. En René-Moreno se percibe una insoslayable sujeción a
ia autoridad, es decir, al orden y a la disciplina. Su posterior obra
es. en el fondo, un llamado a la recta conciencia moral a organizar
un mundo regido por una escala axiológica que se sustente, a fin
de cuentas, en la autoridad.
Recordemos que en Sucre la presencia paterna ocupa toda la
:: nstelación de los afectos filiales de nuestro autor. Además, por
la condición de magistrado del padre, sus juicios son inapelables
en el hogar. Por todo ello la personalidad de Gabriel René se va
modelando, en nuestra opinión, a la sombra tutelar del padre.
Con motivo de la ascensión al poder de un gobierno democrático,
d:n Gabriel José es designado prefecto del puerto de Cobija, el
cual ha de ser el trampolín desde donde eljovenya de diecinueve
años emprenderá rumbo a Chile. El objetivo es continuar en este
a ais estudios superiores de derecho en la Universidad de Chile,
a la sazón uno de los centros culturales más importantes de
América Latina.
En Santiago de Chile comienza una historia diferente para el
joven muchacho boliviano, pues de ahora en adelante estará
solo, alejado de la tierra madre y compelido a valerse por sí mismo
y a hacer notar sus méritos intelectuales, los que lo llevarán a
ccupar el sitial más importante en las letras de su país.
En los capítulos que siguen intentamos mostrar el derrotero
espiritual de René-Moreno, su evolución vocacional desde el

37
campo de la crítica literaria hasta el terreno de la elaboración
histórica. En ellos veremos y aquilataremos su intenso amor por
la tierra en que vio la luz y su extraordinaria capacidad de trabajo,
amén de su excepcional erudición, la que jamás se transformó en
pedantería y sí en una amena guía para el estudioso o para el
diletante de la historia de nuestros países con un sentido siempre
pedagógico.
Vemos, pues, el desarrollo espiritual e intelectual de un
hombre superior.

38
PARTE n

1856 - 1880
Gabriel René-Moreno en Chile: Estudiante y
Critico Literario

A principios de 1856, un joven de decinueve años realizaba las


diligencias necesarias para matricularse en la Universidad de
Chile con el objeto de seguir estudios de leyes. Lamentablemente
para sus intenciones no le fue posible convalidar el grado de
Bachiller en Humanidades obtenido en el Colegio de Junín de
Sucre; por lo tanto, aconsejado en tal sentido, debió postergar
sus iniciales propósitos e inscribirse como alumno en el Liceo
Congregacionista de San Luis, regido a la sazón por el presbítero
José Manuel Orrego, quien sería más tarde obispo de la ciudad
de La Serena y tendría destacada participación en las llamadas
luchas teológicas contra la laicización de las instituciones civiles
del Estado. Según don Domingo Amunátegui Solar, el presbítero
Orrego le tomó particular afecto a René-Moreno, llegando a
transformarse en su tutor y guía espritual.
Durante los años 1856 y 1857, eljoven "fundamentó bien, con
método, los principios básicos de las ciencias y las letras” (1). El
liceo Congregacionista de San Luis había sido fundado por el
Presbítero Orrego en 1853 como una reacción a la enseñanza
secularizada que impartía el Instituto Nacional, cuya rectoría

(1) Guillermo Feliú Cruz, "Gabriel René Moreno", Boletín de la Biblioteca


Nacional, Santiago de Chile, 1969, p. 3.

41
había estado en manos de aquél y la que había tenido que
abandonar por las presiones de los grupos anticlericales y
positivistas de la época. La aristocracia chilena se formaba, por
tanto, al alero de la enseñanza conservadora del Liceo de San
Luis y de la más liberal del Instituto Nacional.
A los alumnos destacados en sus cursos de humanidades se
les confería el grado de Bachiller en Humanidades en la propia
Universidad de Chile, hecho que aconteció con René-Moreno. De
los "Anales de la Universidad de Chile" de 1858, transcribimos
textualmente lo siguiente: "Sesión del 9 de enero de 1858.
Presidió el señor Rector, con asistencia de los señores Orrego,
Sazie, Sanfuentes, Domeykoy el secretario. El doctor Solar avisó
no poder concurrir por hallarse ausente de Santiago e indis­
puesto. Leída y aprobada el acta de la sesión anterior el Sr.
Rector confirió el grado de Bachiller en Leyes a don Ramón
Donoso y el mismo en Humanidades a don René Moreno, don
Fidel Ignacio Rodríguez y don Guillermo Eloi Rodríguez a todos
los cuales se entregó su respectivo diploma".
Según Guillermo Feliú Cruz, a René-Moreno "le gustaba el
trato de la sociedad aristocrática y elegante, y él no desdecía de
ella por su aspecto de hombre hermoso, rubio, de ojos azules y
cabello castaño claro". (1)
Don Domingo Amunátegui Solar, quien fuera su alumno en el
Instituto Nacional, recuerda al maestro en dos libros: "Recuerdos
de un Bibliotecario" y "Recuerdo del Instituto Nacional". En ellos
realiza una semblanza que, quizás un tanto desdibujada por los
años, es la única de primeras aguas debida a un chileno. Por él
sabemos que René-Moreno padecía de un estrabismo que amino­
raba por medio de lentes. En esta semblanza se apoyan tanto
Guillermo Feliú como Domingo Aracena Villarroel, autor este
último de la única biografía orgánica que se conoce en Chile sobre
Gabriel René-Moreno.
Son los recuerdos de Amunátegui Solar los que ha sintetizado

(1) Guillermo Feliú Cruz, "Gabriel René-Moreno", Boletín de la Biblioteca


Nacional, Santiago de Chile, 1969, p. 4.

42
don Guillermo Feliú en su monografía sobre René-Moreno: En
parte de ella dice: "A don Domingo Amunátegui Solar le refirió
una visita que hizo siendo estudiante de derecho, a la casa deljefe
del partido "Pelucón", José Manuel Ortúzar, situada en la calle
Compañía frente al Congreso Nacional. Era una casa colonial.
Una tarde de un día lluvioso, le tocó ver en uno de los salones de
la mansión a José Joaquín Pérez, que en 1861 sería Presidente
de la República. Pérez, displicentemente sentado al lado de una
chimenea, secaba su pañuelo de narices y oía las conversaciones
con marcada indiferencia. Era un hombre de edad ya avanzada,
simpático, atrayente, sencillísimo". (1)
Como es posible apreciar a través de estos recuerdos, las
relaciones sociales de René-Moreno eran las mejores a las que
podía aspirar cualquier persona de la época. Su condición de
extranjero no constituyó óbice para que fuera recibido con sim­
patía por la crema de la sociedad chilena. Por otra parte él mismo
no rehuía este enriquecedor contacto y, al contrario, participaba
en las reuniones sociales como un igual entre sus iguales.
Visitaba los salones y tertulias de Rafael Correa y Toro, poseedor
de la Casa Colorada que el Conde de la Conquista hizo construir
en la mitad del siglo XVIII; concurría a las casas del general
Manuel Bulnes; a las tertulias del senador Ramón Ricardo Rozas,
Patricio Aldunate, Melchor Concha y Toro, Claudio Vicuña y
Pedro Montt.(2)
En 1858, René-Moreno se incorpora a la Universidad de Chile
a estudiar la carrera de Leyes. Cumple con esto el anhelo paterno
y también el suyo propio. Este año de 1858 comienza para el
joven boliviano el tiempo de su expresión intelectual. A los 22
años publica sus estudios sobre los poetas bolivianos Manuel
José Tovar, María Josefa Mujía, Daniel Calvo en la "Revista del
Pacífico", la cual se editaba en Valparaíso. Escribió estas breves
monografías como una reacción a la actitud de los hermanos
Miguel Luis y Gregorio Víctor Amunátegui, quienes le habían
(1) Guillermo Feliú Cruz, "Gabriel René-Moreno", Boletín de la Biblioteca
Nacional, Santiago de Chile, 1969, p. 4.
(2) IBID., p. 5.
solicitado material sobre poesía boliviana, puesto que tra­
bajaban por aquella época en un libro llamado "Juicios sobre
poetas hispanoamericanos"; aquellos, sin embargo, ante la cali­
dad del material reunido por René-Moreno, no se ocuparon sino
de alguno, quedando prácticamente todo este cúmulo en poder
del joven boliviano. Es de hacer notar la preocupación de René-
Moreno por que esta incipiente producción de los vates de Bolivia
no se perdiera en los osarios del desconocimiento. Es por ello que
Humberto Vásquez Machicado, refiriéndose a la actitud asumida
por Moreno, ha dicho: "Tales trabajos críticos, sea cual fuere el
valor intrínseco del poeta glosado, constituyen en realidad la
historia de la vida intelectual de Bolivia en el primer medio siglo
de nuestra vida independiente, es decir de la época menos
conocida y del aspecto menos estudiado de nuestros anales". (1)
El joven autor, trabajando en silencio y lejos de su patria, salva
para la historia de la literatura boliviana los orígenes, el plasma
primigenio de su posterior desarrollo.
Más tarde publicaría el estudio correspondiente al poeta
Ricardo J. Bustamante (1860). En la Revista Sud América
presentó la obra del literato Mariano Ramallo. Su "Introducción
al estudio de los poetas bolivianos” fue publicada en forma de
folletos en la imprenta de la Unión Americana en noviembre de
1864. En octubre de ese mismo año dirigió una comunicación
con tal título a la Facultad de Filosofía y Humanidades, la que fue
leída en la sesión del día 14 de octubre de 1864, siendo publicada
además en los Anales de la Universidad de Chile (tomo XXV,
páginas 678-690).
La biografía sobre Néstor Galindo vería luz en 1869, en la
Revista de Buenos Aires la cual se publicaba en la capital
Argentina. El estudio sobre Daniel Calvo fue ampliado y publi­
cado como prólogo a "Rimas", la obra de este poeta en la edición
que sacó Establecimientos tipográficos de El Independiente,
Santiago, 1870, y también editado en folleto aparte.

(1) Gabriel René-Moreno, "Estudios de Literatura Boliviana", Bolivia, Editorial


Potosí, 1955, prólogo, p. XIV.

44
El período universitario de René-Moreno fue, como se puede
apreciar, pródigo en publicaciones sobre los bardos bolivianos.
Fuera de criticar la obra de sus compatriotas, alentaba su
divulgación en los medios culturales chilenos. Así lograría que
obras de Calvo y Caballero fueran conocidas por el público de
este país. Con estos antecedentes, nos preguntamos cómo era
posible que el joven crítico literario se diera tiempo, amén de
participar en tertulias y reuniones sociales. Sólo un hombre de
una gran capacidad de trabajo podía absorber aquella ingente
actividad.
A todas esta obligaciones agregaría, en 1859, su calidad de
socio del Círculo de las Letras, institución fundada a mediados
de ese año por don José Victorino Lastarria. Gabriel René-
Moreno, a la sazón de 23 años, encuentra en esta verdadera
atalaya intelectual la posibilidad de expresar sus inquietudes en
el campo de las letras y de dar a conocer la obra de sus compa­
triotas.
Su juventud no fue obstáculo para que perteneciera con toda
propiedad a la pléyade de fundadores del Círculo.

45
Su participación en el Circulo de Amigos de las
Letras

Guillermo Blest Gana, con su empuje literario, había fundado


en 1858 la "Revista del Pacífico", donde, como hemos visto, hace
sus primeras armas literarias el joven crítico boliviano. La
"Revista del Pacífico" nace bajo la protección de don Santos
Tornero, "quien, como empresario del establecimiento tipográfico
y librería de "El Mercurio" de Valparaíso, prestaba mano gene­
rosa a la prensa literaria y liberal..." (1). Publicaron artículos en
el nuevo palenque abierto por Guillermo Blest Gana, los herma­
nos de éste, Joaquín y Alberto, además de Miguel Luis y Gregorio
Víctor Amunátegui, Barros Arana, Martín José Lira, Manuel y
Antonio Matta, Daniel Barros Grez, José Antonio Donoso y la
máxima gloria de las letras chilenas de la mitad del siglo XIX.
Benjamín Vicuña Mackenna.
Sin embargo, "la primera aparición de la "Revista del Pacífico"
fue fugaz: cayó en diciembre de aquel año con el estado de sitio
que suprimió toda prensa independiente. Su director había
tenido que emprender viaje forzado al extranjero por causa de los
acontecimientos políticos. Pero ese primer tomo de la Revista
contiene cuarenta y ocho piezas históricas y literarias, todas las

(1) José Victorino Lastarria, "Recuerdos Literarios", Empresa Ed. Zig-Zag,


Santiago de Chile, 1967, p. 285.

46
cuales son testimonios de un verdadero progreso intelectual". ( i
Las palabras de Lastarria se refieren a la asonada revolucionaria
llamada la "Revolución del Coligüe", la cual fue llevada a cabo por
los liberales debido a la derrota que habían sufrido en las
elecciones parlamentarias de 1858 y en las que sacaron la peor
parte. Los caudillos de la asonada, la cual finalmente fracasó
estrepitosamente, fueron entre otros, B. Vicuña Mackenna,
Manuel Antonio y Guillermo MattayAngel Custodio y Pedro León
Gallo. Los Matta y los Gallo se incorporarían a fines de 1859 al
Círculo de Amigos de las Letras.
René-Moreno, como se puede apreciar claramente mantenía
estrechas relaciones con esta juventud liberal con la cual simpa­
tizaba debido a la comunidad de intereses. Sin embargo,
pensamos que en cuanto a propugnar los mismos valores e
ideales, nuestro autor estaba muy lejos de ella. No obstante, el
optimismo que muestra en la Introducción al estudio de los
poetas bolivianos está más emparentado con la noción de pro­
greso que sustentaba Lastarria y sus discípulos, que con la visión
más conservadora que fue adquiriendo posteriormente.
De esas cuarenta y ocho piezas históricas y literarias del
primer tomo de la "Revista del Pacífico", tres pertenecen a
nuestro autor. Estas colaboraciones le abrieron indudablemente
las puertas de la consideración de Lastarria, quien lo incorpora
al Círculo y le brinda su apoyo intelectual. En septiembre de
1859 forma parte del jurado que discierne los premios del
concurso organizado por el Círculo en conmemoración del aniver­
sario de la Independiencia de Chile. Junto a Hermógenes de
Irisarri, Ma-nuel Carvallo, Gabriel Izquierdo y Domingo Arteaga
Alemparte, entrega el informe de la decisión del jurado en la
sesión efectuada el 29 de septiembre de 1859, el cual será
publicado en el periódico liberal "La Semana", que había sido
fundado por los hermanos Arteaga Alemparte.
Durante toda la existencia del Círculo de Amigos de las Letras,
René-Moreno fue un activo y entusiasta participante ya fuera

.2) IBID., p. 28«.

47
como conferencista, como jurado o, simplemente, como oidor de
las distintas ponencias de los expositores de tumo. Lastarria ha
dicho: "Los estudios críticos eran sin duda los más adecuados a
los fines de la institución, y por eso merecían preferencia:
distinguiéronse, entre otros, los de Moreno sobre varios poetas y
prosadores de Bolivia, de D. Arteaga Alemparte sobre las obras
de Sanfuentes, de Moncayo sobre las del escritor ecuatoriano
Herrera, de Briseño sobre la filosofía de Espinoza, de Blanco
Cuartin sobre la historia y progresos de la filosofía y de la
medicina, y de Demetrio Rodríguez Peña sobre la literatura
chilena, su nacionalidad, su carácter y su influencia en el
progreso, y otro acerca de la influencia mutua de la literatura
internacional, principalmente la hispanoamericana". (1)
El Círculo no sólo era frecuentado por escritores e intelectua­
les chilenos, sino también por un gran número de distinguidos
extranjeros que residían en el país o lo visitaban; entre ellos,
fuera de René-Moreno se contaban don Pedro Moncayo, Mr.
Juillet de St. Layer, don Federico Torrico, don José Antonio
Lavalle, don Manuel María Rivas, Mr. Luis Larroque, don José
María Santivañez, y el gran amigo de René-Moreno en aquella
época, el malogrado neo-granadino, Arcesio Escobar.
Es evidente que el contacto con esta verdadera pléyade de
talentos enriquece al joven critico literario, quien compagina
admirablemente su actividad de miembro del Círculo con sus
obligaciones de estudiante universitario; más aún, la índole de
los temas tratados en las diferentes sesiones del Círculo, más que
la materia de sus estudios académicos, es lo que apasiona al
joven intelectual venido del Altiplano.
Los estudios de la historia de nuestros países también ocu­
paron a los integrantes del Círculo: "La critica histórica, la
historia y los estudios sobre la sociedad americana contem­
poránea dieron temas a monografías muy notables por su fondo
y su estilo, tales como las de Barros Arana sobre los cronistas de

1) José Victorino lastarria, "Recuerdos Literarios", Empresa Ed. Zig-Zag,


Santiago de Chile, 1967, p. 342.

48
las indias desde 1514 hasta 1793, sobre el descubrimiento del
Rio de la Plata por Díaz de Solís, sobre la historia antigua del Perú
escrita por Sebastián Llórente, sobre la iconografía española de
Carderera, un estudio sobre la vida y escritos del historiador Caro
de Torres y la vida de Hernando de Magallanes; y tales como las
diversas de Moncayo sobre el estado y situación de las repúblicas
de Venezuela, de Nueva Granada, del Ecuador, del Perú y de
Bolivia; y como las descripciones de la naturaleza y de las
costumbres de la república ecuatoriana por Joaquín Blest Gana,
y los artículos biográficos de Vicuña Mackenna". (1)
No es desdeñable suponer que su latente vocación historio-
gráfica comience a despertar en la conciencia de René-Moreno
gracias, precisamente, al influjo bienhechor de estos estudios
historiográficos y de crítica histórica.
Que la participación de René-Moreno fue intensa en las reu­
niones del Círculo de Amigos de las Letras, lo prueba el Libro de
Fundación de la Institución, del cual extractamos las siguientes
notas: "Completan esta sección de artículos críticos y biblio­
gráficos los señores G. Rene Moreno i Domingo Arteaga: el
primero, en un estudio crítico y biográfico sembrado de justas
observaciones sobre el poeta boliviano D. Ricardo Bustamente,
ha disertado sobre la verdadera teoría de la civilización aplicada
a la América, en sus relaciones con la literatura hispanoameri­
cana, cuyo progresivo desenvolvimiento en medio de graves
obstáculos hace notar; el mismo señor Moreno ha leído
posteriormente un extenso estudio bibliográfico acerca del En­
sayo sobre la Historia de Bolivia que ha publicado en estos
últimos meses el distinguido escritory poeta boliviano D. Manuel
José Cortés".
En la sesión del viernes 6 de septiembre de 1861, se deja
constancia de lo que sigue: "El señor Pedro Moncayo lee la
continuación de su crítica literaria sobre la obra titulada "Ensayo
sobre la Historia de la Literatura Ecuatoriana por Pablo Herrera"
(R. del Pacífico). D.G. René Moreno lee también la continuación

((1) IBID., p. 342-343.

49
de una crítica literaria sobre "El Ensayo de la Historia de Bollvla",
por D. Manuel José Cortés" (Revista del Pacífico).
En la sesión de noviembre 6 de 1863 consta lo siguiente: "G.
René Moreno habló en la reunión de este día sobre los límites de
la moral y del derecho, exponiendo las doctrinas de varios
escritores desde Grecia (1).

(1) Libro de Fundación del Circulo de Amigos de las Letras, folio Ng 5


impresas a dos años de la constitución del Círculo (1861).

50
Una Visión Estética y Social de los Poetas
Bolivianos

Las constantes aportaciones de René-Moreno a las temáticas


desarrolladas en el Círculo van forjando su prestigio de intelec­
tual serio y riguroso en el tratamiento y exposición de sus ideas,
las cuales constituyen el soporte de su crítica literaria. Los
poetas glosados por René-Moreno carecen de una tradición que
los proyecte en el firmamento de las letras bolivianas. El método
de nuestro joven crítico será entonces insertarlos en un mundo
concreto, en una sociedad que les otorgue una cierta identidad.
Es por ello que la crítica de René-Moreno no podía abocarse
únicamente a la disección del sentimiento estético, sino que tenía
que sondear en los condicionantes que intervenían en la creación
de dicho sentimiento.
En su "Introducción al estudio de los poetas bolivianos", nos
dice: "La naturaleza, la sociedad y los propios e individuales
sentimientos del alma, serán siempre tres fuentes primitivas y
naturales de inspiración poética. Respecto a la primera, es fácil
notar que el hombre vive en Bolivia en medio de una naturaleza
rica y grandiosa; pero también, sólo un alma inmensamente libre
y dotada de singular y original vigor, sería capaz allí de responder
con voz robusta al himno sublime y a las eternas armonías de la
creación. La sociedad por su parte es un manantial casi cegado

51
por los escombros y convertido en volcán devorador. Ese otro
linaje de inspiración cuyos tipos originarios existen en la propia
conciencia del individuo, no es más abundante. De los senti­
mientos tiernos, vivos y profundos del corazón tan sólo se oye un
grato y vago rumor en instantes fugitivos de calma". (1)
Estas tres fuentes de la inspiración poética no son, sin
embargo, independientes, y lo que contamine a una terminará
por inficionar a las otras. Refiriéndose al huracán revolucionario
que asuela la sociedad boliviana y a su nefasta influencia sobre
la sensibilidad de los poetas, dice: "Pero las almas delicadas y
sensibles están en escasa minoría y como que se sienten enfer­
mas y malhalladas. Su alimento cotidiano es la indignación, su
inseparable compañera la inquietud, su pasión dominante el
desprecio: ¿Cómo es posible que ellas estén alertas, ni que
aguarden serenas y bien preparadas la hora de la inspiración, ni
que ésta abandone su patria celeste y acuda con frecuencia a sus
llamados?" (2)
El poeta en Bolivia es, por tanto, un "esforzado nauta", un
hombre que lucha contra corriente, un hombre que en sus
momentos de soledad da libre curso a su inspiración poética. En
esto vemos la explicación de René-Moreno acerca de la deficiente
calidad de la producción de estos bardos.
Tanta influencia le asigna al marco sociopolítico en el aplas­
tamiento del sentimiento estético, que dice: "Las conmociones
íntimas y profundas del alma, la impetuosa expansión de las
fuerzas concentradas del entendimiento, fueron siempre el pábulo
y el sustento generoso de las literaturas pujantes: pero las
pasiones mezquinas de partido, dondequiera han esterilizado
con su escoria los campos de la imaginación, y apagado con su
soplo destructor la lumbre del talento". (3)
René-Moreno maneja un concepto platónico de la poesía. Para

(1) Gabriel René-Moreno, "Introducción al Estudio de los poetas bolivianos".


Anales de la Universidad de Chile, noviembre de 1864, p. 679.
(2) Gabriel René-Moreno, "Introducción al estudio de los poetas bolivianos",
Anales de la Universidad de Chile, noviembre de 1864, p. 679-680.
(3) IBID., p. 680.

52
él poiesis" no es "mimesis" como propugnaba Aristóteles; es
decir, la poesía no es reflejo del mundo, en el sentido materia­
lista de los peripatéticos. Es, al contrario, "unidad viva fecunda,
inmortal, en que se funden, acrisolan y abrillantan las emana­
ciones más puras de lo verdadero, lo bueno y lo bello de la natu­
raleza". (1) Por lo tanto la poesía es una síntesis de los valores más
apreciados por los hombres. Es una virtud en la que no sólo en­
contramos lo estético como componente esencial, sino también la
Verdad y el Bien. Este platonismo se evidencia no tan sólo en
la concepción de la poesía, sino también en su percepción de los
acontecimientos políticos que signan la vida pública boliviana:
En Bolivia uno de los rigores de la política es de igualar el
carácter de los hombres, nivelándolos moralmente a todos con
ciego despotismo. En este orden no hay grados, ni jerarquías, ni
diversidad, ni singularidad. Como es uno, así son todos". (2)
Aquí notamos claramente que René-Moreno se refiere a la falta
de autoridad, de jeraquía, de orden. El lugar que corresponde a
cada cual en la esfera política ha sido reemplazado por una
situación caótica en la que todos "se lanzan a la ventura de su
barquilla". Luego sobreviene el naufragio.
Sin embargo, algunos hombres sobreviven en la superficie de
las aguas, hombres que "aparent rari nantes in gurgite vasto".
Son los poetas, que ”... son contados entre los pocos firmes
caracteres que, en las vicisitudes políticas no han perdido los
lincamientos originales y la primitiva expresión de su fisonomía
m o r a l (3)
Aquí podemos ya visualizar que el poeta para René-Moreno es
un hombre en el que se refunde el sentimiento estético y el
sentimiento moral, el que a su vez se sostiene en las columnas
axiológicas del Bien y de la Verdad. En el plano de la moral, los
poetas bolivianos tienen, por fuerza, que practicar el estoicismo.
De otro modo no se explica que sucumban a los rigores del medio:
(1) Gabriel René-Moreno, "Introducción al estudio de los poetas bolivianos".
Anales de la Universidad de Chile, noviembre de 1864, p. 680.
(2) 1BID. 680.
(3) 1BID.

53
Estas primicias del ingenio en tierra por más de un motivo
ingrata y enemiga, se deben en gran parte a que los poetas son
hombres que han sabido ante todo practicar las máximas de la
filosofía e s t o i c a (1)
Escuchemos el resumen de las características morales y lite­
rarias de los poetas que glosó nuestro autor:
"Los que con desdén han visto a Cortés escribir versos
mientras dirigía los debates tempestuosos de una asamblea
constituyente, y los que se han sonreído maliciosamente al en­
contrar odas y endechas en su carpeta de Ministro de Estado, no
han querido penetrar en el fondo de las cosas y por lo mismo no
han sabido discernir lo que realmente hay de admirables en estos
hechos en apariencia vulgares.
"La inspiración lírica de Bustamante se desata y corre con
tanta mayor fuerza y abundancia, cuanto más tiempo ha estado
contenida y contrariada por materiales cuidados e intemos
sinsabores.
"Ramallo ha vegetado en la indolencia por falta de estímulos,
de los que también han carecido sus colegas; pero no ha dejado
apagarse del todo esa luz blanquecina que derrama su musa: luz
que, al pasar por el prisma del arte en el horizonte de una vida
enteramente espiritual y dada a las cosas del alma, se hubiera
descompuesto en los colores pintorescos y brillantes del iris.
"En busca de esmaltes y camafeos para decorar sus castillos
aéreos, la fantasía vagabunda de Tovar discurría animosa, in­
gobernable, desordenada, alrededor del fantasma sañudo del
despotismo político y al través de esa desazón inexplicable que
nos asalta al entrar en la adolescencia, y que la orfandad y ciertas
incertidumbres personales sobre lo porvenir habían agravado en
el autor de la Creación.
"En esta misma época aciaga aparecieron también algunos
rimadores que en sus ensueños juveniles vislumbraron a lo lejos
algunas galas del encantado reino: detuviéronse un momento a

(1) Gabriel René-Moreno, "Introducción al estudio de los poetas bolivianos".


Anales de la Universidad de Chile, noviembre de 1864, p. 679.

54
escuchar embelesados algunas perdidas notas del coro Inmortal,
siguiendo con la mano el compás y preludiando a media voz
algunos breves acordes; y luego desaparecieron arrastrados por
las marej adas de la vida local, a la manera de esos dorados celajes
de oliente, diadema de nuestras montañas antes de salir el Sol,
que cuando sopla el viento por las abras y gargantas de la gran
cordillera, son en pocos instantes apagados y confundidos en la
niebla espesa de las faldas y ribazos.
"Pero quedó Galindo a quien no hemos negado el titulo de
poeta, quedó Calvo y quedó Mujía: esta última para conmover­
nos con las quejas doloridas de su inmenso infortunio, mientras
los dos primeros, así en la próspera como en la adversa fortuna,
pulsaban la lira, soliendo a veces arrancarle sonidos ingé-
nuamente acordados con sentimientos naturales y verdaderos".
( 1)
En estos párrafos René-Moreno nos entrega la quintaesencia de
los bardos bolivianos. Hay en ellos una comprensión cabal
acerca de las circunstancias en la cual estos poetas desarrollan
su obra; un hondo sentimiento de solaridad con los compatriotas
que, aun en lo adverso, son capaces de expresar sus personales
emociones, como colofón, dice:
"Ninguno de los bardos bolivianos ha podido llevar una vida
uniformemente literaria. Ninguno ha podido sustraerse a la
acción deletérea de los acontecimientos de su época. Casi todos
han sido actores en la tragicomedia. En sus frentes se ven las
señales exteriores de las heridas profundas que dejan en el alma
la proscripción, los pesares y una existencia trabajosa. Su
ingenio ha experimentado fatales ascendientes, pero ninguna
influencia bien hechora". (2)
Como crítico literario, René-Moreno ha sido comparado con
Sainte Beuve por Humberto Vásquez Machicado y por Adolfo
Costa du Reís. Apoyan este aserto en la finura del análisis

(1) Gabriel René-Moreno, "Introducción al estudio de los poetas bolivianos".


Anales de la Universidad de Chile, noviembre de 1864, pp. 681-682,
(2) Gabriel René-Moreno, "Introducción al estudio de los poetas bolivianos".
Anales de la Universidad de Chile, noviembre de 1864, pp. 681-682,

55
psicológico y en la utilización del método biográfico.
El lenguaje de René-Moreno, como hemos podido apreciar, es
profundamente poético; no obstante, la exposición de la idea no
se disuelve en las imágenes; al contrario, ésta gana en hondura
y significación, haciendo de sus ensayos verdaderos modelos de
lenguaje.

56
El Pensamiento Social, Económico y Estético del
Joven René-Moreno

Espigando en estas verdaderas fontanas de ideas que son su


"Introducción al estudio de los poetas bolivianos" y la segunda
parte del estudio que dedica a Bustamente; encontramos el
pensamiento vivo de la época de juventud de René-Moreno. En
ninguno de sus estudios posteriores hallaremos expresados tan
literalmente su filosofía de la literatura, de la vida, del progreso
y de la civilización y de su posición personal frente a temas tan
trascendentes para nuestros países latinoamericanos.
Pese a todas las circunstancias que frenan el desarrollo
espiritual y material de la "nación Hispanoamericana", René-
Moreno percibe un movimiento ascendente, un progreso que
tiende hacia su consumación; ésta no ha de ser otra que la idea
de civilización. En la segunda parte de su estudio referido a D.
Ricardo J. Bustamante encontramos definidos los términos
civilización y progreso. Dice: "Civilización es el mayor grado de
perfeccionamiento en la sociedad. Progreso es el desarrollo
gradual, la marcha constante y segura, la gravitación hacia la
perfección". (1)
René-Moreno sabe que existe una interacción fundamental
entre el individuo y la sociedad y que ésta puede ser de algún
(1) Gabriel René-Moreno, "D. Ricardo Bustamante", Revista del Pacífico, San­
tiago, mayo de 1860, p. 399

57
modo transformada merced a la intervención de las Ideas indi­
viduales, las que puestas frente a frente con las ideas dominantes
dan como resultado una verdad nueva. ¡He ahí la idea de
dialéctica! Reafirmemos lo dicho con una cita de nuestro autor:
"Son las letras clarísima irradiación de las múltiples y diversas
fórmulas, con las cuales manifiesta el pensamiento las excelen­
cias de todo linaje a que ha dado el ser en sus épocas de enérgica
y fecunda agitación. Entonces es cuando en el mar insondable
que se llama el espíritu del hombre, como las olas que rugen,
murmuran y suspiran en el sublime concierto de la tormenta, las
ideas individuales y las ideas sociales luchan entre sí, y unas se
destruyen a la par que otras se estrechan y refunden afanosa­
mente buscando el manto de la belleza y el cetro de la verdad". (1)
El bisoño intelectual boliviano comprende que el hombre no es
únicamente objeto sometido al arbitrio de la sociedad. Su
patente idealismo de cuño platónico le lleva a desechar el
determinismo que en el Viejo continente ya se incubaba en la
forma de los tres grandes naturalismos de la era contemporánea:
el evolucionismo, el marxismo y el psicoanálisis.
Fiel a su concepto de poesía, René-Moreno piensa que la
estética pura, la forma desprovista de un contenido ético, carece
de sentido. Las ideas individuales que entran en conflicto con las
ideas convencionales, propias de una sociedad determinada, dan
lugar a ideas nuevas, son éstas, entonces, las que contribuyen
al progreso de una cultura. En el campo literario, las ideas
buscan el manto de la belleza y el cetro de la verdad, es decir,
estética y moral, la que es identificada con ciencia, "Con esta
doble investidura, que el arte y la ciencia les asignan, se presen­
tan a la universal expectación, y reclaman su puesto de honor en
el mundo de las ideas, donde en orden j erárquico todas reinan en
tom o de la idea increada, nunca bien descrita por la lengua
humana, la idea de Dios". (2)
Esta idea de Dios, paradigma, se asemeja en René-Moreno a
su concepto de lo que es o debe ser la poesía: unidad donde se
(1) Gabriel René-Moreno, Op. Cit., pp. 682-683
(2) IBID., p. 683.

58
refunden lo bello, lo bueno y lo verdadero, vale decir estética,
moral y ciencia. Es ésta una visión holística, es decir, una visión
total del mundo y del espíritu como formando una unidad
indisoluble.
Por ello el progreso hacia la civilización "consiste en el desa­
rrollo armónico y simultáneo de las fuerzas productoras de la
sociedad en el orden físico, moral e intelectual". (1)
Es por esto que René-Moreno, en la segunda parte del estudio
que dedica a Bustamante, se percata claramente de que el
atolladero en que se encuentra este poeta es un dilema falso.
Bustamante pensaba que no valía la pena dedicar esfuerzos a la
poesía en un mundo de tendencias exageradamente materialis­
tas y que, por lo tanto, sólo quedaba como respuesta ante esto el
desaliento y la abulia. René-Moreno reacciona con severidad y
declara que no hay progreso material si no existe una base moral
que lo sustente. Tanto el progreso individual como el progreso
social responden a aquella premisa.
Sin embargo, René-Moreno, en el momento de decidirse por la
materia o por el espíritu, se inclina de inmediato por éste:
"Aunque estrechamente ligados entre sí estos tres progresos
(físico, moral e intelectual) para prestarse mutuo apoyo, la unión
entre el progreso moral y el intelectual es, sin embargo, muy más
íntima y constante por razón de su común naturaleza. Ambas
ejercen en el alma y tienen por fin primordial el perfecciona­
miento interior del hombre, mientras que el progreso material se
ejerce en la materia y tiene por objeto nuestro perfeccionamiento
exterior". (2)
Por lo tanto, René-Moreno es un convencido de la preemi­
nencia del espíritu; no es un ecléctico que piense que lo espiritual
y lo material son independientes entre sí, sino que es un hombre
que toma partido decididamente por el espíritu. "Decir que la
América debe buscar su salvación y el cumplimiento de sus
grandes destinos lanzándose en las vías del progreso material
con preferencia al progreso moral, a más de olvidar las leyes
(1) Gabriel René-Moreno, Op. Cit., p. 399.
(2) IBID., p. 400.

59
providenciales de la historia y las causas que han determinado
nuestra condición social y política en lo pasado y en lo presente,
es cerrar los ojos para no ver lo que hoy pasa en ciertos pueblos
de la vieja Europa donde la industria no reposa sobre la ancha
base del progreso moral". (1)
Europa obviamente no puede ser el modelo de civilización que
quieren para sí los pueblos hispanoamericanos. El viejo conti­
nente está desgarrado por la enfermedad de su espíritu, por la
miseria de las clases proletarias, por el yugo que la industria ha
puesto al hombre. Los materialistas y los positivistas no pinta­
ban, naturalmente, tan sombrío cuadro cuando se trataba de
destacar las bondades del desarrollo industrial; antes, exaltaban
las conquistas del maquinismo, la producción en serie, el aba­
ratamiento de los bienes de consumo. René-Moreno, en cambio,
nos presenta el lado abyecto y mezquino que caracterizara los
primeros tiempos de la Revolución Industrial; "Nadie ignora que
actualmente la industria, en vez de ser una madre solícita, es por
el contrario, una cruel madrastra para con sus hijos en los
mismos pueblos donde ha llegado a un grado prodigioso de de­
sarrollo". Y sigue: "Conocida es la honda miseria en que yacen
las clases obreras de las grandes ciudades a causa de la acción
simplificadora de las máquinas que deja sin trabajo a muchos y
disminuye el salario a todos. Sabido es también que la ilimitada
competencia, convertida hoy en día en única ley de la industria,
fomenta una abierta rivalidad entre los dueños de fábricas, y
acaba por encender un odio implacable entre los trabajadores,
los cuales se miran unos a otros como perros hambrientos que
se disputan el pan”. (2) De esta última cita podemos desprender
sin ningún tipo de artificio la visión que de la economía posee
nuestro joven autor. Para él la competencia económica sólo ha
degradado al hombre, pues ésta fomenta la rivalidad y el odio.
Conceptos como alienación y manipulación, sin estar expresos,
surgen de inmediato como una consecuencia natural de la lucha
económica. Además nuestro autor comprende que las famosas
(1) IB ID .,p. 401.
(2) IB1D.

60
leyes del mercado no son leyes reales, sino, como lo ha planteado
la Iglesia Católica en nuestros días, sólo son leyes hipotéticas que
se dan únicamente en un contexto moral previo. No son, por
tanto, leyes a priori, que funcionen independientemente de una
conducta moral; son, por el contrario, leyes a posteriori, que
suponen la existencia de una actividad ética continua y funda­
mental.
Este carácter hipotético de las leyes del mercado es elevado a
categoría de racionalidad dogmática por el cientificismo económico
de nuestros días, ignorando lo que ya René-Moreno sabía a
mediados del sigjo pqgado.
Para nuestro autor, la solidaridad, la integración -conceptos
que propenden a la unidad- deben ser los pilares fundamentales
sobre los que se construya el progreso de nuestros países.
"... el único medio de hacer que los principios de la equidad y
la justicia presidan a la organización y régimen de la industria,
es despertar ante todo en los corazones el más sincero amor al
bien, es primero unir a los hijos de los hombres con los estrechos
vínculos de la concordia y la caridad. El espíritu antes que la
materia. El progreso moral como condición precisa para que la
industria rinda óptimos frutos y no se convierta en elemento de
destrucción". (1)
Las últimas palabras de René-Moreno reafirman de modo
irredargüible lo que la doctrina social de la Iglesia ha venido
expresando desde que el Papa León XIII diera a la luz en 1891, la
encíclica "Rerum Novarum" respecto de la condición dei prole­
tariado y que ha sido subrayado en las encíclicas papales y en las
instrucciones que la jerarquía ha dado sobre este punto.
El cristianismo de René-Moreno es verdaderamente prístino y
profundo, es una ética que ha troquelado su espíritu de un modo
absoluto. Cuando un hombre se enfrenta a una doctrina, a una
idea, a un dogma tiene dos posibilidades: O bien se deja sumir
pasivamente en ellas, o, por el contrario, asume activamente sus
consecuencias y es él quien comprende los matices y la esencia
de dichas doctrinas, ideas o dogmas.
(1) IBID., pp. 401-402.

61
En el caso de René-Moreno, es indudable que nos encontra­
mos ante un hombre que ha optado por asumir, por comprender,
por realizar su doctrina.
La profundidad a que el troquel de una idea puede llegar
depende directamente de la hondura del espíritu sobre el cual se
ejerce el molde. Existen espíritus pequeños y delgados en los
cuales la impronta de una idea o de una religión apenas deja una
huella superficial, la que puede ser obliterada por cualquier
circunstancia más o menos conflictiva; en cambio existen otros
espíritus que, por la robustez de su carne esencial, oponen al
troquel de las ideas la hondura de su constitución, permitiéndole
a éste adentrarse profundamente y dejar un sello inmarcesible e
imborrable.
El joven René-Moreno posee un gran espíritu forjado en la fe
de sus mayores. Sin embargo, esta fe no es una mera continuidad
debida a la inercia en las creencias. No. Es una fe que ha sido
racionalizada, comprendida y, por lo tanto, es una fe que se
defiende. En una época de críticas y revisiones de lo tenido por
convencional, en una época de filosofías pragmáticas que apunta­
ban al perfeccionamiento de la sociedad, nuestro autor se nos
aparece como un ser extemporáneo que se atrinchera entre las
almenas del pensamiento universal. Para él, las cosas "son así",
a qué darles más vueltas.
A la ignorancia de la moral se oponen las armas de la
educación. Ese es el desafío de nuestros pueblos. Y René Moreno
lo dice: "Ciertos escritores de América ya han insinuado la idea
de que la más grande obra de la presente generación americana
es una obra moral y política que haga cesar las crueles angustias
que nos aquejan, y que el gran pensamiento del mundo de Colón,
el que debe agitar la mente de los gobiernos y de los hombres de
bien, ha de ser ante todo la difusión de las luces, la reforma de
las costumbres sociales y la mejora de las costumbres privadas,
como medio de alcanzar poder y riqueza, como segura garantía
de que éste no servirá de pábulo a la corrupción y de arma a las
malas pasiones. Ellos nos anuncian la libertad que descansando
sobre la ancha base de la ilustración, las buenas costumbres y

62
el bienestar material, llegará a ser realmente entre nosotros lo
que es en teoría: el resumen de todos los derechos y de todos los
bienes sociales y políticos.
T al ha sido siempre la naturaleza de las cosas" (1)
Al criticar la abulia y desaliento de Bustamante, René-Moreho
evidencia la seguridad propia de aquellos que conocen a fondolas
causas de un problema determinado. El conoce las causas que
influyen en el progreso de la cultura; pero también conoce y
propone las soluciones para una situación social caracterizada
por el estancamiento.
Como se ha visto, René-Moreno suscribe la idea de la educa­
ción como palanca decisiva en el desarrollo del ideal moral y
científico, el que habría de conducir a la recompensa que corona
la cima del progreso: la libertad.
La libertad, para nuestro autor, se identifica con el espíritu. A
la fatalidad de la materia se confronta la libertad del espíritu. Lo
fatal es lo irreversible, la determinación absoluta, lo que no se
puede superar. En cambio, el espíritu es superación constante,
esfuerzo libre por ascender en la escala del desarrollo.
Es este sentido de creación lo que caracteriza más plenamente
el pensamiento del joven René-Moreno. No ve al hombre como
mero bulto derrelicto en medio de las tormentas, sino, por el
contrario, como un sujeto capaz de elevarse por sí mismo hasta
las más altas regiones del intelecto, de la creación literaria o del
desarrollo científico. Aunque nos hable de las "leyes providencia­
les de la historia", en el sentido de otorgarle una racionalidad a
la historia humana, su filosofía nos proyecta hacia la develación
de un continuum histórico determinado o, más bien, relacionado
con la facultad humana de crear. Escuchémoslo: "No se ha de
decir que progresa una sociedad que desprecia las producciones
de la inteligencia y las creaciones del arte, de la fantasía y del
corazón, que se han contado siempre entre las más preciosas
conquistas del espíritu humano, como la manifestación más
espléndida de la cultura de un pueblo". (2)
(1) 1BID, p. 402.
(!) IBID., p. 403.

63
El cultivo de estas "preciosas conquistas del espíritu humano"
que son el arte y la ciencia, constituye la evidencia de que una
sociedad avanza en pos de su culminación y "una de las pruebas
más señaladas del progreso en el mundo de Colón es esa
aspiración unísona que se manifiesta en sus diferentes secciones
a crear una literatura nueva y grande cual la virgen y espledorosa
naturaleza que nos rodea". (1)
En esto, René-Moreno tuvo razón profètica. Las fuerzas
telúricas incubadas como crisálidas en el organismo espiritual
del hombre latinoamericano dieron por fin nacimiento a esa
"literatura nueva y grande". El período de incubación fue largo
y, a menudo, se pensó como lo hiciera Bustamante y se cayó en
la desidia y en la imitación, la que, entre paréntesis, René-Moreno
no rechazaba del todo, pues sabía que la imitación de la buena
literatura era un primer paso en la búsqueda de nuevos horizon­
tes estéticos. En la época de nuestro autor la literatura
hispanoamericana estaba en sus inicios, en el descubrimiento de
sus propias potencialidades. La novela daba sus primeros frutos
en las obras de José Mármol, Nataniel Aguirre, Blest Gana, etc.
La poesía era cultivada al amparo de las influencias francesas,
impregnadas de Romanticismo, y el ensayo desentrañaba nuestra
identidad en la forma de monografías, la mayor parte, sin
embargo, carente de una base metodológica consistente.
Es por ello que tiene tanta importancia esta visión que René-
Moreno proyecta desde sus 24 años de edad en 1860. La
literatura hispanoamericana encontró, luego de múltiples en­
sayos de tipo costumbrista y localista, el venero, la fuente de la
universalidad, a partir de sus propias condiciones históricas,
políticas y económicas. Una literatura que posee una identidad
característica dentro del concierto de las literaturas nacionales,
una visión estética humana nacida de esta tierra que se plasma
a sí misma a pesar de las contrariedades del subdesarrollo, de la
explotación y de las viscisitudes de las luchas políticas intesti­
nas.

(1) IB ID .

64
René-Moreno no ignora las flagrantes desigualdades que
estarían en el cuerpo social. Es por ello que propugna el desa­
rrollo de la educación, que habrá de atenuar por lo menos esta
enfermedad que nos roe los cimientos de la salud social que
debiera existir en nuestros pueblos. Es por ello que dice: "El
enemigo de las letras en América no es la indiferencia, sino la
grosera ignorancia de la mayoría". (1)
Y más adelante agrega: "pero si la gran mayoría ignora los
rudimentos de la lectura y escritura, no por eso falta en América
un auditorio compacto, numeroso y respetable, el cual nunca
dejó de escuchar con atención a quien le supo hablar con
verdadera elocuencia".
Luego dice: "La comunidad de idioma y de origen, la igualdad
de instituciones políticas, la grande unidad moral que reina entre
las repúblicas hispanoamericanas, hacen que las clases ilustra­
das o civilizadas de todas ellas formen un conjunto, un grande y
solo pueblo, al cual pueden dirigir el filósofo y el historiador sus
lecciones, el orador sus discursos, el poeta los sentidos y armo­
niosos acentos de su lira". (2)
Evidentemente, nuestro novel crítico se siente partícipe de
esta gran élite hispanoamericana, síntesis catalizadora de las
mejores potencias de nuestros pueblos. En este sentido René-
Moreno es un aristócrata, pero su aristocracia como es fácil
comprobar- no se funda en el criterio económico, sino en la
piedra angular sobre la cual construyen su vida los mejores: el
espíritu.
Que las clases acomodadas tienen un mayor acceso a la
cultura es un hecho innegable, pero recordemos que nuestro
autor comprende que las desigualdades generan una bilis vene­
nosa en el cuerpo social. Es por ello que propugna la educación
como forma de sacar a las masas de su estado de ignorancia y
postración:
¿Está un pueblo sumido en la barbarie? Ponedlo en contacto,
dicen, con los pueblos civilizados para que sienta en su alma todo
(1) IBID., p. 404.
(2) IBID.

65
el peso de la miseria e ignorancia, estudie y se agile con el íin de
obtener las ventajas de la civilización. Elevad el espíritu humano.
"¿Un pueblo civilizado camina a la decadencia? Propagad,
dicen, todavía, los conocimientos que dignifican al hombre y
moved poderosamente las almas a la práctica del bien. Elevad el
espíritu". (1) Nuestro autor sabe conjugar bien, además, su
visión idealista con las tendencias dominantes del siglo. René-
Moreno no es un hombre que se encierre en su torre de marfil
yque, desde allí, teorice acerca del espíritu y su superioridad
respecto de la materia. Sus análisis son certeros, profundos y
meditados. Veamos cómo, según él, se compagina el espíritu
moderno con las necesidades de la vida concreta, y la creación
literaria:
"... estamos en una época de transición, y por consiguiente de
estudio, de análisis en todos los ramos de la actividad humana;
y que el espíritu moderno no es decididamente práctico, positi­
vista y emprendedor. No creemos que este espíritu sea funesto
para las letras: quiere decir que éstas y en especial la poesía, se
han de espaciar menos en las regiones de lo ideal y fantástico, y
que han de bajar con más frecuencia a la tierra para mezclarse
con la vida real y tomar su parte de trabajo en la constante labor
en que está empeñada la sociedad. Esta idea, popular hoy en día
en el mundo de Colón, lejos de considerarse como una rérnora,
se tiene como uno de los medios de dar a nuestra literatura un
tinte americano y propio, un carácter de marcada originalidad".
( 2)

********9***

A continuación copiaremos algunos parágrafos en los que


René-Moreno responde a Bustamante y expone su posición res­
pecto de las literaturas nacionales europeas, su visión orgánica
(1) IBID., p. 402.
(1) IBID., PP. 412-413.

66
de la historia y su convicción de que la imitación de los modelos
europeos terminará por transformarse en el germen de una
nueva literatura:
"Bustamante habla también de la decadencia de la literatura
europea. Si tal vez no faltan razones para afirmar este hecho Con
respecto a las de Francia e Inglaterra, no se puede decir lo mismo
en cuanto a la de España, que no sólo por los vínculos naturales
que a ésta nos ligan, sino también a causa de esa reacción de
simpatías tan noble como ilustrada que en favor de la madre
patria se va declarando hoy en América, y en fuerza del mismo
brillo e indisputable mérito de un crecido número de poetas y
escritores españoles contemporáneos, es la literatura moderna
que de algún tiempo a esta parte influye más decididamente
sobre la nuestra. Y aun cuando así no fuera, no sabemos en
virtud de qué ley histórica o literaria la decadencia de la literatura
de un pueblo viejo ha de arrastrar en su corriente la de otros
pueblos nuevos en el mundo de la civilización y cuyo estado
social es enteramente diferente. La historia cuenta que sobre las
ruinas de la civilización y literatura griegas se levantaron pujan­
tes y vigorosas la civilización y literatura del siglo de Augusto; y,
en tiempos más cercanos a los nuestros, los astros brillantes que
alumbraron a los hijos de Carlos V en el siglo XVI, cuando el poder
y la civilización de España dominaban en ambos hemisferios, se
eclipsaron tristemente a la entrada del siglo XVII para dar lugar
en el horizonte europeo a los grandes luminares del reinado de
Luis XTV en Francia. Las decadencias no se comunican sino a los
pueblos que ya tienen gastados todos los resortes de su vida
social y no pueden por lo mismo resistir a esos empujes devas­
tadores. ¿Qué hay que deba morir en América, si recién ésta se
agita con las angustias y los dolores del alumbramiento? La
Europa es nuestro modelo en literatura, como lo son Grecia y
Roma, únicamente en sus obras maestras; cuyo estudio, a-
diestrando nuestro ingenio con la imitación, templando nuestra
alma con la admiración y el entusiasmo, elevando nuestro
espíritu y ensanchando el orden de nuestras ideas con ese
inestimable legado de pensamientosy sensaciones, enriqueciendo.

67
en fin, nuestra fantasía con esa esplendorosa multitud de tipos
de belleza creados por la mente sublime de hombres extraordi­
narios, irá preparando en nuestro suelo la fecundidad, para
cuando el genio de inspiración y de las altas concepciones,
transmigrado de otros pueblos, renazca en el Nuevo Mundo y
pose firme sus alas sobre la cumbre de los Andes".
Y más adelante agrega:
"Así toda como es, la literatura americana es ya un hecho cuya
verdad e importancia, comprobada con documentos suficientes,
algunos de los cuales son también grandes y nobilísimos esfuer­
zos del ingenio, habrán de tomarse doblemente en cuenta en la
historia de la civilización de estas regiones, y en la historia de los
progresos del espíritu humano. Alguna vez nuestras sangrientas
discordias son también porfiada lucha de ideas y de principios
convertidos en pasiones, el choque tremendo de sistemas políti­
cos y sociales llevados hasta la exageración o la violencia: y allá
ha encontrado abundante pábulo una elocuencia lozana y vi­
gorosa, y allí se ha inflamado la noble alma de los poetas,
produciendo acentos sublimes y patéticos".
La fe en el destino espiritual de hispanoamérica nace del
convencimiento de nuestra condición de infancia en el plano
social. Y René-Moreno lo dice:
"Sólo una profunda degradación moral nos haría impotentes
en materia de literatura. En América no estamos envilecidos por
los vicios infames, ni degenerados por los placeres sensuales,
para no sentir la noble aspiración a lo verdadero, a lo bueno y a
lo bello. Es preciso no confundir la vejez con la infancia, la
extenuación que conduce al sepulcro, con los tropiezos y caídas
de la niñez que enseñan a caminar. Una cosa es el caos que
precede el aniquilamiento, y otra la tempestad deshecha que
acaba por purificar el aire y fecundizar la tierra". (1)
El mismo optimismo que René-Moreno tiene respecto del
destino de América en general, lo mueve a decir respecto de
Bolivia en particular:

(1) IBID., pp. 413-415.

68
"¡Observadores superficiales! Es cierto que las pasiones
desencadenadas de la plaza pública precipitan la sociedad
boliviana, por una pendiente de ruinas y desastres; pero, se­
mejante al carro celestial de Milton cuando atravesaba los
abismos del caos, ella rueda en pos del triunfo, viva, soberana,
con cien mil ojos abiertos y centelleantes". (1)
Esta alegoría no puede ser más decidora de cuál era el real
pensamiento deljoven crítico literario acerca de la sociedad de su
patria. Su fe en el destino de Bolivia queda, así, de manifiesto
para quienes siempre han pensado que René-Moreno fustigó
indiscriminadamente la tierra que lo vio nacer. En verdad, esta
apreciación, que no ha mucho estuvo bastante extendida dentro
de los círculos intelectuales bolivianos, surge de un conocimiento
sesgado y parcial de la obra de René-Moreno, pues una visión de
conjunto de sus producciones histérico-literarias nos prueba lo
contrario. La crítica literaria, cultural y política no es un fin en sí
misma, sino un medio por el cual se muestra una realidad a partir
de ciertas categorías objetivas. Las categorías que utiliza René-
Moreno son, fundamentalmente, de tipo moral, pues su per­
cepción de la sociedad y de las relaciones establecidas entre los
hombres nos demuestra que su preocupación se orienta hacia el
análisis, crítica y posterior síntesis de los elementos involucrados
en la dialéctica de la moral.
René-Moreno cree en la potencialidad de su patria, en la
posibilidad de desarrollo de su sociedad, en aquello de virtual que
guarda un pueblo. Pero también conoce el presente, ese presente
de "lástimas que ciertamente no son para pintadas, sino para
vistas y sentidas". Hay en su crítica, por tanto, elementos
objetivos, pero también hay anhelos, deseos, creencias, esperan­
zas. Y siempre esa parte subjetiva que podemos abstraer de la
totalidad de su crítica, aunque muchas veces sea dolorida y
caustica, termina por identificarse con el patriota, con el hombre
que más allá de la inteligencia y del análisis, y más allá de la
pasión y la mordacidad, cree y ama y sufre por su tierra.

(1) G. René-Moreno, Op. Cit, pp. 686-687.

69
Refiriéndose a la prostitución de la política y al mal que ésta
ha causado a Bolivia, René-Moreno nos dice:
"En estos últimos años señaladamente la barbarie ha asaltado
con terrible empuje. Pero ha sido heroica la resistencia, y lo es
todavía. Y a fe que vale la pena: pues en la historia está escrito,
que en este último reducto suele refugiarse y esconderse toda la
virilidad y pujanza de un pueblo, hasta que en los secretos del
tiempo suene la hora de los desagravios y de la regeneradora
victoria”. (1)

********

Hemos analizado el pensamiento del joven René-Moreno


intentando al mismo tiempo, una aproximación a sus moti­
vaciones íntimas, a ese sustrato personal que alimenta la vida de
todo hombre. No dudamos, por ello, en plantear que la existencia
de René-Moreno se vertebra alrededor de la vara de almendro de
su rigurosa moral, por decirlo con una imagen poética. Esta
moral intransable que informa todos sus actos y que preside la
jerarquía de sus escala axiológica, aparece con un vigor asom­
broso en todas y cada una de sus obras.
Quede lo dicho en este capítulo como un aporte -eso es lo que
esperamos con fervor- en el conocimiento del pensamiento y
personalidad de este eminente escritor latinoamericano.

(1) G. René-Moreno, Op. Cit, pp. 685.

70
Bachiller y Licenciado en Leyes

Los primeros años de la década de 1860, René-Moreno los


dedica a sus estudios universitarios de leyes; sin embargo, como
hemos visto, participa también activamente en las charlasy con­
ferencias del Círculo de Amigos de las Letras, aportando él mismo
trabajos de crítica literaria en los cuales da a conocer su
pensamiento filosófico y social.
Durante este tiempo mantiene una asidua correspondencia
con intelectuales bolivianos, quienes ven en el bisoño crítico a
una verdadera autoridad en la materia. Alberto Gutiérrez, al
referirse a este punto nos dice:
’Todos estos escritores y poetas demuestran, en la referida
correspondencia, el aprecio que tenían por el criterio literario de
René-Moreno, y aceptaban sin réplica todas sus indicaciones y
sugestiones, ya fuese sobre las alteraciones que creía necesita­
ban las obras mismas, ya sobre la conveniencia de su publicación
en aquella oportunidad, en las condiciones señaladas por el
señor Amunátegui. Notorio es que si existe en el campo literario
un sentimiento exacerbado de amor propio, es precisamente
entre los poetas. Un poeta no admite correcciones de su obra, ni
acepta mantener en la penumbra producciones que tengan el
sello de sus preferencias. Sin embargo, los poetas que hemos
nombrado hubieron de someterse, sin enojo ni réplica, a la
clasificación dictatorial que René-Moreno hizo de sus obras.

71
dignas las unas de figurar en el Parnaso, y condenadas las otras,
de mérito mediocre, a dormir el sueño eterno en el canasto de los
papeles inútiles. No tenía René-Moreno en esa época ni siquiera
veinte años de edad, mientras Calvo era rector del Colegio Junín
de Sucre, Tovar y Bustamante habían figurado más alto aún en
la esfera política". (1) Respecto de la edad de René-Moreno,
Alberto Gutiérrez está casi en lojusto, pues la primera correspon­
dencia se remonta a 1857 y es intercambiada con Daniel Calvo,
quien ya en esos años preparaba su libro poético llamado Rimas,
que sin embargo no vería la luz sino catorce años más tarde, en
1872. (2)
El 15 de diciembre de 1861, nuestro joven crítico, confe­
rencista y estudiante de leyes, aparece hendiendo examen de
Derecho Canónico junto a los siguientes compañeros: Félix
Mackenna, Victorino Salas, Carlos Rengifo, Juan Bautista Reyes,
José Benito Poblete, Francisco Xavier Hurtado, Zenón Herrera,
Ignacio Aldunate, Ceferino Figueroa, Raymundo Gonzáles Godoy,
José Francisco Reyes, y Pedro Herrera. (3)
Quizás alguno de ellos sea el "amado condiscípulo" que, años
más tarde, René-Moreno recordará con nostalgia como una de las
impresiones "más vivas todavía en mi memoria".(4), y que tanto
tiene que ver en la conservación viva y latente de la vocación
histórica de nuestro autor.
En la sesión del 9 de enero de 1864, René-Moreno recibe el
grado de Bachiller en Leyes:
"Se abrió presidida por el señor Rector y con asistencia de los
señores Orrego, Lastarria, Vial, Domeyko, Barros Arana y del
secretario.
"Leíday aprobada el acta de la sesión del 2 del que rige, el señor
Rector confirió el grado de Licenciado en Leyes a don Rafael

(1) Citado por Humberto Vásquez Machicado en el prólogo a "Estudio de


Literatura Boliviana" de G. René-Moreno, p. XLV.
(2) Humberto Vásquez Machicado, Op. Cit., p. XLIV.
(3) "Exámenes de Leyes". 1852-1870, p. 155. Archivos de la Universidad de Chile.
(4) Gabriel René-Moreno, "Boliviay Perú. Más notas históricas y bibliográficas",
Imp. Barcelona, Santiago de Chile, 1905, p. 91.

72
Urrejola, don Diego Donoso y don Luis A. del Canto; el de
Bachiller en la misma Facultad a don Absalón Cifuentes, don
René-Moreno, don Victorino Salas, presbítero José Luis Parada,
don Claudio Sánchez, don Carlos Irarrázaval, don Miguel de la
Barra, don Félix Mackenna, don José Manuel Eguiguren, don
Carlos Rengifo, don Ceferino Figueroa, d o n ju á n Diego Infante,
y don Oswaldo Rengifo...". (1)
Como se puede apreciar, sólo algunos de sus compañeros del
61 se gradúan de Bachilleres: Félix Mackenna, Victorino Salas,
Carlos Rengifo, Ceferino Figueroa. No seria desatinado pensar
que uno de éstos es aquella "flor de los escombros", imagen con
que René-Moreno caracteriza a su querido condiscípulo debido a
su naturaleza extemporánea, arraigada en el pasado colonial de
Santiago.
El 30 de diciembre 1865 recibía el grado académico de
Licenciado en Leyes. Pero ya no estaría el ilustre venezolano
Andrés Bello, Rector de la Universidad de Chile desde su funda­
ción, para hacerle solemne entrega de su diploma, pues éste
había fallecido ese mismo año, el 15 de octubre.
Según Guillermo Feliú Cruz, quien se basa en Amunátegui
Solar, a René-Moreno "sólo le faltó el examen ante la Corte
Suprema para recibirse de Abogado, profesión por la cual, como
por ninguna otra, fuera de la carrera de las letras, sentía
vocación. Así se comprende que asistiendo aún a las aulas
universitarias, fuera profesor de Retórica en el Colegio de los
Sagrados Corazones de Santiago, clase que satisfacía la inquie­
tud intelectual de su espíritu". (2)

(1) Anales de la Universidad de Chile, p. 126.


(1) Guillermo Feliú Cruz, Op. Cit., p. 4.

73
Arcesio Escobar, el entrañable amigo

En la "Revista de Santiago" correspondiente a febrero de 1873,


René-Moreno publica un "extracto de una biografía inédita"
referida a la vida de uno de los mejores amigos que el joven
boliviano tuviera en los primeros años de 1860: Arcesio Escobar.
Este articulo apareció junto a otros de Miguel Luis Amunátegui,
Augusto Matte y Eugenio María Hostos, la cumbre de los prosis­
tas portorriqueños de la época, quien le dedicará un artículo en
1891 con motivo de la aparición del libro "Literatura Preceptiva"
del maestro boliviano.
En la biografía que René-Moreno escribe sobre Arcesio Esco­
bar encontramos la firmeza de convicciones y la solidez de
espíritu que caracteriza el lenguaje y pensamiento de nuestro
autor. Sin embargo, hay algo que atempera la perspectiva
siempre clásica, casi marmórea, de su punto de vista. Y esto es
que René-Moreno se sitúa en el plano del sentimiento, en el
terreno de la amistad, en el co-padecimiento. A Arcesio Escobar
le unen muchos puntos en común. Ambos eran extranjeros,
interesados en las letras: en la composición poética, el uno; en la
crítica literaria, el otro. Ambos participaban con igual entusias­
mo en las tertulias del Alto del Puerto, la casa de don José
Victorino Lastarria. Además, los dos sufrían del mismo modo las
penurias de sus respectivos países: Colombia y Bolivia, poseídos
por el espíritu disgregante del caudillismo y la anarquía política.

74
Asimismo, eran los dos muy jóvenes, pues en 1860 Arcese
Escobar tenía 28 años, yRené-Moreno 24. Todos estos elerr.tr. ;s
contribuyeron a forjar una sólida amistad, la cual hubo ¿e
proseguir luego de la partida de Escobar, mediante el intercam­
bio epistolar.
Pero dejemos que sea el propio René-Moreno quien noscuerr.t
de su amistad con el poeta neogranadino y que, de paso, nos
ilustre acerca de su propia vida en aquella época en que no sólo
estudiaba leyes, sino que construía su sólido prestigio de intelec -
tual probo y capaz:
"En los primeros meses de 1860 conocí en Santiago a Arcesic
Escobar; y desde entonces hasta su partida de Chile en 1862.
nuestro trato fue estrecho y cotidiano, estableciéndose entre
nosotros una comunidad tan perfecta en el género de vida,
estudios y costumbres, que ha dejado profundos e imprecederos
recuerdos en mi alma. Durante su residencia en Quito me he
correspondido con él frecuentemente hasta mes y medio antes de
su fallecimiento (febrero 9 de 1867). Me pertenece enjusticia el
título de amigo íntimo de Arcesio con que se me honra en un
reciente, sentido y muy interesante estudio biográfico sobre el
bardo escritor". (1)
René-Moreno se refiere a la biografía debida a la pluma de don
Enrique del Solar y que fuera publicada en la "Estrella de Chile",
año V, número 210, 211, 212, correspondientes a octubre de
1871. En palabras de nuestro autor, Arcesio Escobar "combatió
desde su retiro el mal por cuantos medios estuvieron legítima­
mente al alcance de su pluma, cultivó las letras con ingenio a la
luz de creencias fervorosas e inconmovibles, y sucumbió en alta
mar cuando iba lleno de entusiasmo a plantear en Europa un
proyecto gigantesco, la fundación de un periódico para la defensa
internacional de los derechos e intereses hispanoamericanos,
contra el cesarismo conquistador y el egoísmo utilitario de
naciones prepotentes". (2)
(1) Gabriel René-Moreno, "Arcesio Escobar (Extracto de una biografía inédita '
Revista de Santiago, 1872-1873, p. 161.
(2) IBID.

75
Un luchador contra el mal. Eso fue Arcesio Escobar según
René-Moreno. Pero él mismo lo fue: un luchador incansable que
utilizaba su pluma como espada y su pensamiento como cata­
pulta.
René-Moreno tuvo temor de realizar la biografía de Arcesio
Escobar pues quería ser objetivo a toda costa. En verdad su
amigo no había realizado grandes cosas en el ámbito público y
podía parecer desproporcionado lo que él dijera, aunque René
Moreno percibía que sus impresiones respecto a la personalidad
de Arcesio Escobar no eran antojadizas y sí fundadas en un sano
criterio de objetividad. Es este un rasgo psicológico y meto­
dológico que caracteriza toda la obra de nuestro autor. La
objetividad debe presidir la visión del mundo, y los estudios
críticos han de ser fundamentados en este criterio. Es por ello
que el extracto de su biografía sobre su gran amigo saldrá a la luz
pública después que otros ya hubieran apisonado el terreno.
René-Moreno dirá:
"¿Para qué negarlo? En un principio temí que, al diseñar ante
el lector indiferente la fisonomía de este amigo predilecto de mis
años más floridos, mi pluma cayese en los escollos de una
admiración solitaria y sin séquito, yendo sin justificativo bas­
tante hasta revestir el cuadro de un colorido hasta cierto punto
íntimo y confidencial. Grave conflicto, sin duda, que ahora zanjo
tranquilo de un golpe, compareciendo, no ya como preconizador
oficioso, sino como declarante en la ejecutoria de nobleza, abierta
por la imparcialidad de otros a las virtudes y talentos de Arcesio
Escobar". (1)
La aprensión y los escrúpulos a expresarla subjetividad, el yo
en definitiva, nos hacen comprender un poco más la personali­
dad de René-Moreno. La expresión de este yo tan molesto para
el hombre que quiere ser puro pensamiento, no puede ser sino un
mal necesario, un imponderable que no es posible de ser salvado
sin hacer ininteligible el discurso. Se nos dirá que esta aprensión
se manifiesta sólo en el plano metodológico, en el cual muestra

(1) IBID.

76
particular preocupación el joven crítico literario; sin embargo,
hay en él una especie de pudor que lo inhibe para exhibir sus
sentimientos íntimos y profundos, un recato pleno, eso sí, de
elegancia, donde no tiene cabida la pacatería ni el puritarismo
exacerbado. Es por ello, quizás, por lo que René-Moreno no
cultivó el género de la poesía y fue, en cambio, un espectador ora
silencioso, ora crítico de aquello que él llamó la unidad de lo bello,
lo bueno y lo verdadero de la naturaleza.
La actitud moreniana implica, por tanta, un rechazo al
romanticismo, una oposición a la subjetividad y a los excesos de
ésta, en los que solían caer con frecuencia algunos poetas sen-
timentaloides de la época. No obstante, en la biografía de Arcesio
Escobar, René-Moreno, en forma muy sutil y delicada, deslizasu
propia alma entre los recuerdos; y por medio de los intersticios
y fisuras que inevitablemente se producen en todo movimiento
espiritual podemos acceder al mundo personal de este hombre
especialísimo que construyó su vida sobre los basamentos de la
razón y la moral.
Veamos cómo percibe René-Moreno la expresión del yo:
"En una reciente compulsa de mis papeles y de mi correspon­
dencia con el peregrinante granadino, he despertado mis recuer­
dos personales y conseguido allegar algo nuevo para comple­
mento de su biografía. No hay remedio: el YO tendrá acaso que
ser invocado y exhibido en más de una ocasión". (1)
En circunstancias en que otros hubieran vertido a torrentes la
subjetividad y el sentimiento en un caso semejante, y no sin
cierta delectación, René-Moreno se conduele de tener que invocar
y exhibir "su" YO. Sin embargo, el deber de tributar su homenaje
al amigo muerto le compele a escribir su biografía y a inclinarse
ante la necesidad de mostrar a los demás su propia interioridad.
Es un verdadero sacrificio en aras no tan sólo de la probidad
intelectual, sino fundamentalmente en aras de los merecimien­
tos del amigo muerto.
Desde otro punto de vista, la biografía de Arcesio Escobar es

(l)IB ID , pp. 161-162.


interesante para el estudio de la vida de René-Moreno por la
descripción que éste hace de sus días juveniles. Aquella época de
la "juventud más florida” de nuestro autor se desarrolla en
Santiago de Chile en medio de un quehacer intelectual intenso y
productivo.
Según nos cuenta René-Moreno, Arcesio Escobar estuvo
ejerciendo labores diplomáticas de 1859 a 1862 en el Perú y en
Chile como secretario de primera clase de la legación granadina.
Escuchemos como define nuestro autor la relación que estable­
ciera con el vate colombiano:
"La superioridad que establecían la edad, el talento, la instruc­
ción, el puesto diplomático, el agrado en los modales, el libre
acceso a los salones de rango, no fueron parte en impedir que al
poco tiempo se estrechase entre nosotros en Santiago esa intimi­
dad a que, de otro lado, éramos con fuerza inducidos por
analogías morales, comunes circunstancias, la patria ausente, y
más que todo una cierta manera de sentir entonces en el alma el
giro palpitante de la vida; especie de refinamiento epicurista de
la juventud, que no dejaré aquí sin explicación". (1)
En verdad René-Moreno se muestra, en este párrafo, en
extremo modesto frente a la superioridad de su amigo, la cual se
fundaba más en aspectos convencionales que en aspectos in­
telectuales y espirituales. No obstante, las analogías que los
vinculan son ciertamente definitorias. Y es aquel sentido epi-
cureísta de la vida un elemento de empatia que los acerca y crea
entre ellos el lazo vital de la amistad.
En ninguna otra parte de su obra hallaremos tan nítidamente
expresado este asentimiento a dejarse llevar las sensaciones
placenteras que, obviamente, no fueran atentatorias contra esa
férrea moral que gobernó siempre su vida sin contemplación
alguna. Lo que dice de Arcesio es aplicable a él mismo, a esejoven
de principios de 1860:
"Sin ánimo de anclar todavía en puerto seguro, y huyendo los
eventos extraordinarios y los casos compromitentes, orrillaba a

(1) IBID, p. 169.

78
la capa las amenas playas, saltando aquí un momento tras el
hechizo de una flor, zarpando allá con pena por dejar brumas y
chubascos. ¿Qué buscaba? Nada profundo ni devorador.
"Buscaba el dulce pasar del alma, vencer o rendirse sin
derramamiento de ilusiones, brisas tiernas de primavera, saborear
el encanto de la emoción como una certidumbre de fuerza, sentir
los latidos de la vitalidad contenida. ¡Riqueza y codicia de
juventud!". (1)
René-Moreno captaba el espíritu epicúreo de Arcesio al revisar y
analizar una carta de vacaciones campestres de enero de 1862.
En ella podemos apreciar una serie de flirteos y juegos entre el
Joven poeta granadino y una dama que René-Moreno por una
cierta pudicia muy característica en él, da en llamar solamente
Corina, omitiendo su verdadero nombre. El lenguaje sensual de
Arcesio evoca los sentimientos ardorosos de la juventud, una
vitalidad reprimida y únicamente expresada en la emoción y en
lo lúdicro de las conversaciones que sostienen Corina y Arcesio.
Pero este epicureismo es suave, exquisito y simple. René-Moreno
con la finura de su percepción, lo capta de la siguiente manera:
"Aquí no hay ápice de jactancia o vulgaridad, así como tampoco
se ha intentado llegar a lo sublime. Este merodeo misterioso de
castos y suaves afectos, y esta veleidad inocente que persigue el
aroma y las tempranas flores del corazón femenino, distan un
abismo del frenesí voluptuoso de don Juan, y del galanteo
sistemático que hace el prestigio y la fortuna de ciertos héroes en
los melodramas sociales. Aquí todo es espiritual, distinguido,
elevado, selecto, íntimo". (2)
El concepto de la vida de Arcesio radica en el convencimiento
de que hay que apurar los goces de la juventud, vivirla como fin
en sí misma. Tan universal es este sentimiento del hombrejoven
sabedor de que la vida es un tránsito hacia la vejez y la muerte
que, como lo dice el propio René-Moreno, se pueden unir en él
poetas de tiempos y mundos diferentes, cristianos y paganos.
Así, el latino Catulo y el moderno Lamartine participan de esta
(1) IBID.
(2) IBID, p. 171.

79
noción de transitoriedad de la existencia; por tanto, el goce
epicúreo, el verdadero, aquel que es regido por la norma de la
"aurea mediocritas", ha de ser un lenitivo de esa borra que
amarga el alma, un bálsamo que atenúe el dolor frente a lo
irremediable.
Es indudable que René-Moreno es solidario de este senti­
miento, como el mismo lo ha expresado; naturalmente nuestro
autor rechaza el famoso tópico del "Carpe Diem", pues es
demasiado atrevido como para suscribirlo; sin embargo un mo­
derado asentimiento a vivir el presente sin pensar en los trabaj os
del futuro no es algo que deseche el joven boliviano, allá en los
años más floridos de su juventud.
Las caminatas que j untos realizaron por las calles de Santiago
de la época nos muestran a un Arcesio con todos los sentidos
alertas a percibir las maravillas de la vida, y a un admirativo y
meditabundo Gabriel René que contempla al querido amigo:
"Durante nuestras excursiones solitarias por los alrededores
de la capital, buscaba en invierno con predilección los árboles
indígenas de hoja persistente, y perseguía perspicaz, como el
cazador a la liebre, los precoces retoños de los árboles, esas
"primeras gotas de verdura", como él decía recordando a Bemar-
dino de Saint Piérre; "salpicaduras, agregaba, del mar de esme­
raldas que ya viene cerca, y que de repente inundará de vida los
cauces de la vegetación". La cabeza descubierta bajo un sol de
fuego, desde la cima del Santa Lucía saludaba con una andanada
de versos colombianos lo que él llamaba "el amoroso color de
marzo", y pedía al cielo la gracia de volver el próximo año a
saludar nuevamente con júbilo el amoroso color de marzo". (1)
He ahí a los dos jóvenes amigos disfrutando de sus vivencias
simples, pero pictóricas de sentido vital y de alegría de vivir.
En la tercera parte de esta biografía hallamos la más inte­
resante descripción que René-Moreno haya hecho sobre los días
del Círculo de Amigos de las Letras, pues tanto él como Arcesio
Escobar se contaron entre sus más asiduos contertulios.

(1) IBID, p. 177

80
Refiriéndose a la ciudad nutricia en el plano cultural, dice:
"Santiago fue en esos años en el Pacífico una palestra concurrida
y brillante de literatura y de poesía, un centro amenísimo de
conversación ingeniosa e instructiva, y un laboratorio muy activo
de ideas de administración política y de instituciones democráti­
cas. Los días postreros del gobierno de Montt y los principios del
gobierno de Pérez, han señalado en la historia del país esta época
de fecunda actividad intelectual y política". (1)
Posteriormente agrega:
"La tertulia de don José Victorino Lastarria en el Alto -del -
Puerto, mantuvo por más de tres años con esplendor el gusto y
la afición por las cosas de la inteligencia: y tres periódicos lite­
rarios de selecta lectura, "La Revista del Pacífico", "La Semana"
y la "Revista de Sud-América", fueron los órganos de aquel des­
pertamiento del ingenio nacional". (2)
La consolidación de las instituciones públicas, merced a la
conjunción armónica de una serie de factores, permitió que en
Chile se desarrollara y creciera hasta hacer eclosión una necesi­
dad de cultura que focalizarán con tanto acierto círculos y
cenáculos literarios y artísticos.
Este aspecto cívico del período que ocupa René-Moreno queda
excelentemente bien retratado en las palabras del joven bolivia­
no: "Por primera vez se da en la clave de resolver el gran problema
del orden público echándose a verificar y ejecutar las fórmulas
positivas de la libertad. El país entra resuelta y desembarazada­
mente en las prácticas más atrevidas de la democracia y de la vida
libre. Se delibera sin peligro sobre los más graves negocios del
Estado en comicios populares y en clubs. Las provincias asumen
su propia personería y comienzan a ej ercer en las elecciones una
iniciativa política antes desconocida. Y mientras que por todas
partes se derrama el bienestar y la prosperidad, queda afianzado
en el gobierno de la república el régimen parlamentario de la
discusión y del derecho". (3)
1) IBID, p. 178
(2) IBID,
(3) IBID, p. 179.

81
René-Moreno tenía una gran capacidad descriptiva, la cual se
debía en buena parte a la utilización justa y equilibrada de los
términos. Escuchémosle referirse a las sesiones del Círculo de
Amigos de las Letras:
"Territorio neutral en política y religión, el "Círculo de Amigos
de las Letras" era, por otra parte, un estrado tolerante y libre, que
no pretendía modificar en un ápice las ideas y opiniones de sus
concurrentes, ni imponerles dentro o fuera de su recinto, en la
amistad y el trato social, otras obligaciones que las de la buena
cortesía. Durante la sesión reinaba una cordialidad perfecta, esa
cordialidad de los hombres de mundo, que está entre el desahogo
insinuante y la discreción que advierte; pero allí se entraba y de
allí se salía cada cual dueño absoluto de sus simpatías, de sus
aversiones y de sus indiferencias. Unión y concordia en el cultivo
de las ciencias y de las letras, había sido el propósito del
hospitalario fundador de la tertulia; y no hay duda que, mientras
se pudo mantener vivo el espíritu de tolerancia e indulgencia
recíprocas, antes de recrudecerse las luchas de la prensa y de la
tribuna, las conferencias subsistieron y fueron muy animadas y
fecundas. Nada más solemne que el momento en que formando
una gran rueda en tomo de la mesa principal, todos escuchaban
sentados y con profunda atención al que en el centro leía o
recitaba. ¡Cuán alentador era entonces el aplauso y cuán
significativa la aprobación de mera cortesía! Pero antes y
después del acto literario reinó siempre la confianza más amis­
tosa, ya en la gran rueda cuando la conversación era en común,
ya en los grupos y corrillos que se formaban para la charla íntima.
Cada cual estaba entonces donde y como le placía; de pie,
sentado, paseándose, leyendo, solo o con las personas de su
preferencia". (1)
En este territorio neutral en cuanto a ideologías, el joven
crítico boliviano satisfacía a plenitud sus ansias de conocimiento.
El novel poeta neogranadino, a su vez, no se perdía sesión del
Círculo, y todos los sábados veíasele encaminar garbosamente
hacia la casa del Alto-del-Puerto.
(1) 1BID, p. 180.

82
Sin duda, para René-Moreno fue ésfa una época enriquecedora.
El contacto con intelectuales de todas las ideologías ( aunque no
era muy amplio el rango en que éstas se movían) le permitió
conocer mejor sus propias ideas y creencias. Respecto de los
hombres que acudían al Círculo y sobre el tipo de relación que se
establecía entre ellos, nuestro autor ha dicho:
"...es la verdad que uno se hombreaba allí con autores de
nombradla bien cimentada, con oradores y poetas célebres en los
fastos contemporáneos de la lengua, con publicistas y escritores
que son sin disputa de lo más ilustre que ha producido América
española. Juntábanse también muchos personajes acreditados
del foro y de los negocios. En el club se agitaba, maduro ya, y
próximo a dar su fruto, todo el plantel de la nueva generación
política del país.
Del apacible recinto no pocos salieron de un paso a regir los
destinos de Chile y a ocupar los más honrosos puestos del
Estado. Brillante constelación aquella, hoy día dispersa en
parcialidades opacas, y que entonces esparció en el cielo de la
patria chilena un resplandor clarísimo de cultura y de ciencia".
(1)
Luego de hacer un recuento emocionado de los compañeros
muertos, René-Moreno medita acerca de lo humano perdido, de
aquello que palpitó en las voces de los integrantes del Círculo y
que ninguna posteridad podrá aprehender en plenitud.
Dirá:
"La prensa recogió a su tiempo el texto de las hermosas
lecturas del Alto-del-Puerto; y de seguro la nómina de todas ellas
y algunas de sus páginas figurarán con ventaja en los anales
literarios de América. Pero ¡Ay! lo que pasó sin dejar prendas ni
reliquias y cuyas huellas fugitivas se perderán todas para siempre
con la postrera mies que caiga en la siega ya comenzada, son las
voces humanas que resonaron en ese recinto modulando, compás
por compás, nota por nota, la armonía espontánea y palpitante
de las inteligencias. Nos queda todo lo escrito; pero las palabras.

(1) IBID, pp. 181-182.

83
el acento, el gesto, el calor, el alma con que fueron un instante las
ideas y sentimientos de tantos corazones agrupados en esas
veladas al impulso de la misma alta inspiración, no serán jamás
conocidos, ni sentidos, ni admirados por la posteridad, ya que de
la conversación de los mortales se pudiera exactamente decir con
el poeta castellano: "viviendo se desvía de la vida, y está unida la
cauta muerte a su simple v iv ir"", (1)
En estas hondas palabras se percibe la capacidad de René-
Moreno de sentir el pasado como algo vivo, imposible de volverlo
a la dimensión del tiempo presente, pero sí susceptible de
evocación a través del lenguaje, pues mediante éste podemos
acercarlo a nuestra percepción. Por lo tanto la descripción del
pasado surge como una respuesta del alma nostálgica por lo
que está irremisiblemente perdido en el plano de la sensación,
pero que puede, merced al lenguaje, constituirse en un mundo
para ser al menos contemplado ya que no vivido. Es lo que sucede
con el Círculo de Amigos de las Letras. Más atrás decíamos que
René-Moreno abdicó de la posibilidad de escribir poesía inhibido
por su propia estructura personal, pues temía expresar su yo
profundo. Además, los mensajes equívocos y multivocos de la
poesía no se prestan, y esto bien lo sabía René-Moreno, para la
descripción del pasado ni para la expresión rigurosa de las ideas,
cosas que para nuestro autor tenían tanta importancia. El
requería de un cierta univocidad, de un mensaje que intentara
la objetividad en la expresión de los significados. El objeto de
contemplación que habría de construir su pluma tenía, por
fuerza, que ser un objeto histórico. Es, entonces, hacia la historia
donde lo conducen sus propias categorías personales, sus inte­
reses culturales y su particular visión del pasado.
George Santayana, el filósofo español materialista que vivió y
enseñó en los Estados Unidos, ha dicho en "Los Reinos del Ser"
que los pueblos y los hombres jóvenes tienden a la poesía, hacia
las regiones de lo fantástico: en cambio los hombres y los pueblos
maduros se sienten inclinados al estudio de la historia, la

(1) IBID, p. 183.

84
política, la novela, géneros que les permiten ejercer una cierta
racionalidad. En el caso de René-Moreno podemos decir que fue
un hombre maduro (y por paradoja ya en su juventud) que
intentó una lógica histórica para su país, un fundamento ra­
cional sobre el que se basara el propio sentido de la nacionalidad
boliviana.
En el capítulo que sigue analizamos el estado de la ciencia
historiográfica en Chile a mediados del siglo XIX y la influencia
decisiva que ejerce el pensamiento de don Andrés Bello sobre la
generación de historiadores que naciera al amparo de la égida
académica de la Universidad de Chile.

85
Influencia de don Andrés Bello en la
Historiografía Chilena a Mediados del Siglo XIX

Entre los múltiples intereses culturales del sabio venezolano,


a quien el gobierno de Chile le concediera la nacionalidad chilena
por los preciosos servicios prestados al país, la historia ocupa un
lugar preeminente. Desde su tribuna en "El Araucano", periódico
oficial en el que escribiera desde 1830, propició el desarrollo de
los estudios históricos y de los métodos a través de los cuales
aquellos debían alcanzar sus objetivos, los que no eran otros que
el conocimiento del pasado histórico y la posterior interpretación
y critica de los hechos en los que cristalizaba el pretérito de la
nación.
En "El Araucano" escribió sendos artículos referidos a la
ciencia historiográfica, llamados "Sobre el modo de escribir y
estudiar la Historia", los que tuvieron una gran influencia en la
orientación que la juventud estudiosa de la época adoptara
respecto del método histórico. Agrandes rasgos, la posición que
sustentaba Bello en esta materia comenzaba por reconocer toda
importancia al acopio documental. Las bases documentales se
lograrían luego de una paciente búsqueda de los materiales
históricos y luego de que éstos hubiesen sido ordenados, clasifi­
cados y reunidos en colecciones. Esta era según Bello la primera
etapa del método histórico, la cual formaba el basamento de la

86
posterior tarea del historiador propiamente dicho. El cono­
cimiento de los hechos era, por tanto, lo primero. En historia,
sin embargo, los hechos suelen enmascararse tras el anfibológico
documento o la crónica sesgada ideológicamente; es por ello que
la tarea de interpretación y crítica sólo puede realizarse una vez
que se ha hecho coherente un cúmulo de estos materiales
referidos, obviamente, a un mismo período histórico.
Domingo Amunátegui Solar, a quien hemos recurrido ante­
riormente en busca de antecedentes personales sobre René-
Moreno, es también uno de los más profundos conocedores de
la obra del ilustre sabio venezolano. Y sobre él ha dicho:
"El Rector de la Universidad de Chile enseñó a sus jóvenes
discípulos a escribir la historia patria, no agrupando los hechos
según sistemas filosóficos más o menos acentuados, más o me­
nos inaplicables a las condiciones sociales o geográficas del país,
sino sobre la base de los documentos fidedignos y previo examen
imparcial del encadenamiento de los sucesos; y formó de este mo­
do una escuela histórica que aún predomina y a la cual debemos
la relación exacta y completa de nuestra vida nacional". (1)
Los discípulos de Bello que dedicaron sus afanes intelectuales
al estudio de la historia fueron, entre otros, José Victorino
Lastarria, Diego José Benavente, Federico Errázuriz Zañartu,
Manual Antonio Tocomal, Antonio García Reyes y las tres cimas
de la historiografía chilena y americana Diego Barros Arana,
BenjamínVicuña MackennayMiguelLuisAmunátegui; siguieron
la huella de estas figuras señeras historiadores como José Toribio
Medina, Gonzalo Bulnes, Thomas Thayer Ojeda, Sotomayor
Valdés y Javier Vial Solar. Esta pléyade de talentos, acicateada
por el influjo intelectual de don Andrés Bello, buceó en el
pretérito chileno y logró salvaguardar para la historia esa iden­
tidad que buscan los pueblos en su tradición, en su pasado.
Ajuicio de Bello, "la única manera de llegar a un conocimiento
total del pasado era adentrarse en el ambiente histórico político

(1) Domingo Amunátegui Solar: "Don Manuel Montt y el sabio Bello. Estudios
sobre A. Bello, 1966, pp. 148-149.

87
y percibir allí el espíritu que alentó a cada época en la investiga­
ción directa de las fuentes documentales". (1)
Esta preocupación por lo metodológico es lo que caracteriza el
pensamiento general del sabio venezolano. La rigurosidad en el
pensar, vinculada directamente a la autoridad de la norma debe
ser el punto de arranque de toda actitud científica. La formación
de don Andrés Bello es eminentemente clásica; sin embargo, el
contacto directo con un filosofo como J.S. Mills y la lectura de un
Herder fomentaron en su espíritu el interés por lo positivo. Bello
no es un hombre de teorizaciones ni de especulaciones; de ahí sus
polémicas con José Victorino Lastarria respecto del estudio de la
historia. Lastarria, joven e impetuoso, detestaba los bastidores
de una razón que se vigila a sí misma y prefería el examen libre
de los hechos. En cambio don Andrés Bello elegía el camino de
la rigurosidad, del encadenamiento metódico de los diversos
pasos que conducían al establecimiento de una verdad en el
campo histórico. No hay duda del positivismo de ambos, pues los
dos coinciden en aceptar únicamente lo dado, lo puesto, lo
"positum", es decir, lo positivo. Sin embargo, para don Andrés
Bello lo dado sólo surgirá luego de un desbrozamiento metódico
de todas las interferencias que atenten contra la transparencia
del hecho mismo. Lastarria, en cambio, es mucho más im­
paciente. Los hechos están ahí esperando ser interpretados: por
tanto, todo el trabajo que no vaya directamente a satisfacer ese
fin no será más que apego a la tiranía de la regla.
La filosofía de la historia de Herder a la que tanto debía don
Andrés Bello no solamente propugnaba ciertas leyes históricas,
sino que intentó describir, apoyada en la mayor cantidad de
hechos posibles, incluso una historia del mundo.
"Yo miro a Herder como uno de los escritores que ha servido
más últimamente a la humanidad; él ha dado toda su dignidad
a la historia; el mismo Herder no se propuso suplantar el
conocimiento de los hechos, sino ilustrarlos, explicarlos, ni se
(1) Sergio Flores Farías, "Presencia de Bello en la historiografía Chilena, Revista
de Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Jurídicas, Económicas y Sociales,
Universidad de Valparaíso, Chile, 1982, p. 219.

88
puede apreciar su doctrina, sino por medio de previos estudios
históricos. Hay que presentar a la juventud el panorama móvil
instructivo, pintoresco de las instituciones, de las costumbres,
de las revoluciones de los grandes pueblos y de los grandes
hombres; sería quitar al moralista y al político las convicciones
profundas que sólo pueden nacer del conocimiento de los
hechos; sería quitar a la experiencia del género humano la más
saludable de sus ansias en la edad cabalmente que es más
susceptible de impresiones durables". (1)
Los hechos, como dice don Andrés Bello, no se pueden
suplantar. El trabajo heurístico debe desechar la especulación,las
teorías fundadas en apreciaciones personales que, muchas
veces, suelen distar explosivamente de la realidad.
Don Andrés Bello "apoyaba en Herder su principio que en el
trabajo de la investigación histórica, la narración prolija de los
hechos debía preceder al nacimiento de las teorías, ya fueran
éstas políticas, religiosas o humanísticas. No hay peor historia
que aquella filosofía sistemática que no ve las cosas como son,
sino como concuerdan con su sistema. Lo que él quiere, antes
que especulaciones sin bases testimoniales, son hechos: verifica­
ción y comprobación de los hechos. Primero, el trabajo fatigoso,
metódico, riguroso de tratamiento de las fuentes, narrar los
resultados obtenidos, hacer coherentes el conjunto de datos y
acontecimientos recogidos; después el proceso de interpretación
de la realidad histórica". (2)
El aporte de don Andrés Bello a la cultura americana no se
agota sólo en su planteamiento del método histórico. Su gramática
castellana es un verdadero paradigma aún en nuestros días; sus
observaciones en el aspecto lingüístico y filológico son utilizadas
por los estudiosos más connotados y su autoridad en este campo
es similar a la de un Rufino Cuervo o, yendo más atrás, a la de
un Nebrija. Asimismo, una de las obras cimeras dentro de la
producción portentosa de este verdadero genio latinoamericano
(1) Discurso de A. Bello en la U. de Chile, 17 de septiembre de 1843, citado por
Luis Amunátegui en "Estudios sobre A. Bello”. 1966, p. 38.
(2) Sergio Flores Farías, Loe. Cit.

89
es el Código Civil Chileno, legado al país que viera por más de 35
años distenderse el influjo de su labor intelectual y fundacional
de instituciones básicas en el contexto social, como es la Univer­
sidad de Chile y el afianzamiento de la estructura jurídica y
judicial.
"A Bello le rindieron homenaje de gratitud los hombres de
corrientes distintas y antagónicas, liberales como Miguel Luis
Amunátegui, conservadores como Manuel Antonio Tocomal y
radicales como Manuel Antonio Matta". (1)
En síntesis, la personalidad de don Andrés Bello fue una
especie de catalizador de los intereses vocacionales más prístinos
de la juventud estudiosa de la época; pero también fue, y esto es
lo más importante, un divulgador, un difusor de la ciencia en
todas sus manifestaciones. Nosotros hemos visto lo tocante a la
visión historiográfica de Bello y cómo ésta encuentra terreno fértil
en las inteligencias asimilativas de los jóvenes intelectuales. El
valor de los lincamientos metodológicos elaborados por Bello
radica no solamente en su aspecto científico, sino también en su
lado motivacional. Los jóvenes fueron acicateados por el maestro
a estudiar la historia de su país y, de este modo, llegó el momento
en que se vieron compelidos a plasmar en obras este estudio,
pues Bello los había exhortado con estas palabras: "¡Jóvenes
chilenos!, aprended a juzgar por vosotros mismos, aspirad a la
independencia de pensamiento. Bebed en las fuentes, a lo menos
en los raudales más cercanos a ellas. ¿Queréis, por ejemplo,
saber qué cosa fue el descubrimiento y conquista de América?
Leed el diario de Colón, las cartas de Pedro de Valdivia, las de
Hernán Cortés". (2)

(1) Crescente Donoso Letelier, "Semblanza de Don Andrés Bello" en Boletín de


Investigaciones, U.C., 1981, p. 62.
(2) Andrés Bello, Obras Completas V, VII, p. 125, Stgo. 1885.

90
René-Moreno y Barros Arana

El joven René-Moreno se halla, sin duda, inmerso en la


atmósfera cultural que emana de las enseñanzas del maestro
Bello. En las aulas de la Universidad ha tenido innumerables
ocasiones de escuchar directamente su palabra así como en los
discursos en que el Rector inauguraba el año académico, verda­
deros modelos de oratoria y de profundidad de conceptos. Por
otro lado, el joven escritor boliviano frecuentaba a los discípulos
más conspicuos del sabio venezolano, entre los que se cuentan
Barros Arana y Vicuña Mackenna. Recordemos que en las
tertulias y conferencias del Círculo de Amigos de las Letras, éstos
expusieron notables trabajos de erudición historiográfica. En
aquella época Barros Arana incubaba los gérmenes primigenios
de su intención de escribir una Historia de América y es de
suponer que en más de alguna ocasión lo comentó con nuestro
autor. Pero hay un hecho que nosotros consideramos clave en el
surgimiento de la vocación historiográfica de René-Moreno, y su
antecedente directo es lo que sigue. En 1863, Barros Arana es
nombrado Rector del Instituto Nacional. Reemplazaba en el
cargo a don Diego Prado. Durante su rectorado, que se extendió
hasta 1872, introdujo numerosas reformas en los aspectos
pedagógico, administrativo y de infraestructura.
"Con el auxilio de profesores competentes reformó casi todos
los textos elementales de enseñanza; introdujo el estudio de

91
ramos tan útiles como la historia natural, la cosmografía y la
historia literaria, y despertó en la juventud el amor por la lectura
seria. En sus tareas de educador supo atraerse las más altas
ilustraciones científicas y literarias del país, como, los señores
Philippi, padre e hijo, Amunátegui, Pizarro, Lóbeck y Ando-
naegui, formando así un cuerpo docente capaz de satisfacer las
exigencias de una enseñanza sólida.
"Estableció gabinetes de física, química e historia natural. No
descuidó la gimnasia como parte integral de una educación
completa. Incrementó la biblioteca del establecimiento hasta
hacer de ella, bajo muchos conceptos, una de las primeras en
Sud-América. Recomendaba él mismo a los niños los libros en
que podían encontrar distracción provechosa. Nunca se había
visto tan estrecho el local del Instituto para atender las numero­
sas solicitudes de los padres de familia que no alcanzaban a
hallar colocación en él para sus hijos. A él acudían, además,
alumnos de las vecinas repúblicas del Perú, Bolivia y Argentina,
donde el Instituto gozaba de un crédito bien cimentado". (1)
Es de hacer notar además que durante el rectorado de Barros
Arana, la educación religiosa estuvo a cargo, entre otros pro­
fesores del presbítero José Manuel Orrego, a quien cupiera la
protección de René-Moreno en los primeros años de éste en
Santiago. Pero el hecho clave del que hablábamos más arriba,
y que depende en cierto modo del nombramiento de Barros Arana
como Rector del Instituto, lo constituye el hecho de que en 1864
Gabriel René-Moreno es llamado a ejercer la docencia como
profesor suplente de Historia en el Instituto Nacional. (2)
Sin duda, el Rector del Prestigioso establecimiento de educa­
ción secundaria tenía un conocimiento de primera mano del
joven intelectual boliviano y es por ello que no trepida en
incorporarlo al núcleo de ilustres maestros que a la sazón
formaban el cuerpo docente del Instituto.

(1) Centenario del Instituto Nacional. 1813-1913. Imprenta Barcelona, Santiago


de Chile, 1913, p. 35.
(2) Tarjeta correspondiente a Moreno, Gabriel Rene, Indice del Personal, Archivo
del Instituto Nacional (Véase apéndice con documentos).

92
La docencia implica, además de la vocación pedagógica, la
sistematización de los conocimientos en la especialidad en la cual
aquélla se ejerce. YRené-Moreno hubo de sistematizar y meditar
en la historia con el objeto de poder expresar de un modo óptimo
los conocimientos que ya en la época de su nombramiento poseía
vastamente. Barros Arana, en sus conversaciones del Círculo de
Amigos de las Letras, había aquilatado el valor del joven boliviano
y, sin duda, su interés en las cosas históricas.
En carta de René-Moreno a C. Corral, fechada en Santiago, a
16 de noviembre de 1871, el intelectual boliviano se quej a de que
en Chile "se me cerraron las puertas de la enseñanza oficial" con
persistencia "increíble". De esta declaración se vale Condarco
Morales para descalificar de una plumada un documento fechado
en 1869 en el cual se notifica a René-Moreno de un nombra­
miento para que formara parte de un tribunal de recepción de
exámenes, el cual iba además a informar sobre las aptitudes de
los aspirantes a preceptores que seguirían estudios en las
Escuelas Normales de la época. En el oficio se llama a René-
Moreno "Profesor del Instituto Nacional". Como decimos, Con­
darco Morales expresa que aunque la crítica morfológica de­
muestra que el documento es auténtico, éste contiene una
"falsedad intelectual", puesto que el propio René-Moreno había
dicho que se le habían cerrado las puertas de la enseñaza oficial.
En honor a la verdad el documento no contiene "falsedad
intelectual" alguna, pues René-Moreno era en realidad profesor
suplente del Instituto; pero su quej a también es fundada, puesto
que hubo de pasar mucho tiempo para que asumiera su cargo en
propiedad, es decir, en forma oficial.
Otro hecho que demuestra la confianza de Barros Arana en
Gabriel René-Moreno es el nombramiento que, en carácter de
interino, designa al escritor boliviano como bibliotecario jefe de
la biblioteca del Instituto Nacional.
"Como lo dice el decreto de 1857, el primer bibliotecario, con
nombramiento del Gobierno, fue don Manuel José Olavarrieta,
que pasó más tarde a ser Rector del Instituto. Por enfermedad el
señor Olavarrieta se vio obligado a renunciar al cargo, reem­

93
plazándolo don Moisés del Fierro, que aún vive, poco tiempo
después don Amador Rodríguez. En 1868, como continuador del
señor Rodríguez entró don Gabriel René-Moreno, quien hizo de
la biblioteca su tarea favorita. Por ausencia del señor Moreno fue
nombrado don Ramón Sotomayor Valdés, el que luego pasó a
ocupar otro puesto administrativo. Durante los años de 1879 a
1883 estuvo al frente de esta oficina don Luis Barros Borgoño,
hoy Director de la Caja de Crédito Hipotecario, quien trató de
darle nueva vida con proyectos de reformas trascendentales que
archivados se encuentran conjuntamente con interesantes notas
pasadas al Rector del Instituto.
"De regreso de Europa en 1883 don Gabriel René-Moreno se
volvió a hacer cargo de su antiguo puesto. A iniciativa del
Presidente don José Manuel Balmaceda y siendo ministro don
Julio Bañados Espinosa, fue el señor Moreno nombrado director
en propiedad. Por fallecimiento de don Gabriel René-Moreno en
1908 se le designó como reemplazante a don Enrique Barre-
nechea N., que aesempeña el cargo en la actualidad". (1)
Como podemos apreciar en esta suscinta relación de la
biblioteca del Instituto Nacional, el nombre de Gabriel René-
Moreno atraviesa prácticamente cuarenta años, con breves
interregnos, de la historia institutana. Y es esta labor, iniciada
en 1868, la que determina en buena parte los intereses inmedia­
tos de René-Moreno. Su innata afición por los libros encuentra
un venero pródigo entre los anaqueles en los que reposaban los
infolios de todo rango y procedencia. Es aquí, en la soledad de su
amada biblioteca, donde nuestro autor encuentra numerosos
títulos referidos a su patria, Bolivia, muchos de los cuales
pertenecían a la Biblioteca Americana de Gregorio Beeche, la que
constaba con 10.000 volúmenes y había sido adquirida por el
gobierno en la suma de $ 30.000. En el capítulo que sigue
veremos surgir la vocación histórica de René-Moreno en toda su
dimensión. La crisálida rasga la membrana y el encegu ecimiento
que provoca la luz es una verdadera revelación.

(1) Centenario del Instituto Nacional, pp. 54-55.

94
La Revelación Vocacional y las Primeras
Producciones Historiográficas

Un seguimiento de los antecedentes que intervienen en la


conformación del interés por la historia, que en definitiva es lo
que determina la vocación de René-Moreno, nos demuestra lo
siguiente: 1) Su propia constitución psicológica, retraída y
fuertemente anudada por el sentimiento moral, lo acerca hacia
una forma de expresión lógica y racional: 2) Estando en la
Universidad, le llama poderosamente la atención el carácter y
pensamiento de un condiscípulo muy querido por él; este com­
pañero ama el pasado colonial y se jacta de ello: 3) En las
tertulias y conferencias del Círculo de Amigos de las Letras tiene
la oportunidad de escuchar la exposición de interesantes tra­
bajos histortográficos de otras naciones; no habrá escapado a su
percepción que Bolivia no aparezca, en este plano histórico, como
objeto de estudio y análisis; 4) En 1864 es nombrado profesor de
Historia en calidad de suplente del Instituto Nacional y tiene un
contacto directo con Barros Arana, quien lo apoya en esta labor;
5) En 1868 asume el cargo de Conservador de la Biblioteca del
Instituto Nacional.
Todos los hechos, vivos en la conciencia de René-Moreno,
hacen eclosión en el año 1871, cuando nuestro autor retoma a
su patria luego de una ausencia de 15 años. El amado con­

95
discípulo surge en su memoria en aquellos instantes del reen­
cuentro con su país como un recuerdo vivo y su alma siente lo que
aquél sintió; es una especie de transmigración del sentimiento
que, redivivo, agita su fuerza vital en la mente de René-Moreno.
"Ycuando dejando en 1871 y 1874 las florecientes poblaciones
de la Costa, y subiendo los Andes penetraba en la inolvidable
patria boliviana, y tomaba a ver, el corazón palpitante de
emoción, sus mediterráneas y estacionarias ciudades llevando
todavía, con majestad secular, impreso en sus frentes el sello de
la dominación española, recordé más bien que nunca las trans­
figuraciones retroactivas del amado condiscípulo, y comprendí la
verdad profunda de esa poesía añeja de sus ensueños coloniales,
que él tomaba acaso por estricta realidad histórica.
"Allí estaba todavía la señora de las provincias alto-pemanas,
la docta capital de los Charcas, postrada al pie de sus dos cerros
de aspecto singular, como la anciana que implora de las esfinges
del destino un oráculo favorable a su descendencia. Brillan al sol
las azoteas vidriadas del esbelto grupo arquitectónico de San
Felipe Nery. La soberbia torre bermeja del Colegio Azul, enjalbe­
gada ahora de blanco, persiste en empinarse al nivel de aquel
gran campanario metropolitano llamando eternamente a coro.
Los obeliscos del rey, las bóvedas y torrecillas monásticas, las
macizas cúpulas y otras fábricas descollantes de la piedad
castellana, despliegan sus formas bizantinas en dispersión pin­
toresca; mientras que trechos de frontispicios, arquitrabes y
balaustradas asoman como sumergidos en el oleaje rojizo del
denso caserío, que entre riberas de lomas áridas desciende hasta
el prado, obra postrera de los ediles que aquí no dejaron suce­
sores.
"Pero dentro de esos muros y bajo esos techos -¡cosa demirar!-
de flamante y risueña perspectiva, es donde con alteraciones de
valor equívoco alienta hoy desahogadamente la colonia con su
fisonomía genuina, por las costumbres, preocupaciones e in­
marcesible bondad de sus habitantes. Aunque usando gorro
frigio y cosméticos de la república, la sociedad lleva aquí estam­

96
pados en sus facciones lo oculto, ceremonioso y cortesano de la
colonia letrada, togada, condecorada, primada, encopetada,
privilegiada y desocupada.
"Alucinando por la magia de ésta impresión dominante, la
cabeza llena de imágenes antiguas y sombras de otro tiempo, uno
recorre las calles, plazuelas, templos, claustros y sitios señalados
con fijeza por las crónicas; y ve levantarse al paso hombres y
cosas de esa época como diciendo "aquí estoy" al solitario
interrogante. La atmósfera colonial circunda de todos lados al
viajero, porque nada hay que turbe, en la continuidad exterior del
pasado y del presente, la inevitable armonía entre los objetos y
sus recuerdos. Se buscan y se encuentran idénticamente las
casas señoriales, los patios de los oidores, las esculturas milagro­
sas, las aulas renombradas, las inagotables fuentes públicas, los
subterráneos legendarios. Nada aparece expuesto para el con­
traste; no es un museo donde se penetra; todo se está ahí vigente
y se alza contemporáneo y desparramado sin artificio ni ufanía
por el atraso reinante". (1)
René-Moreno siente que es la antigua Chuquisaca y no Sucre
la ciudad que contempla absolutamente deslumbrado y poseído
por el espíritu del tiempo. Entonces se produce la revelación, una
revelación que tiene mucho de misticismo y de misión sagrada:
"Mi vocación transitoria dentro de la noble ciudad quedó al
punto fijada irrevocablemente. Debía ser anticuario de ocasión,
y lo fui. Cerré los ojos a la amarga actualidad del tiempo, y ya no
vi más que los tiempos pasados y sus augustas vislumbres. Así
es que habitando entre vestigios de toda especie, pesquisando
desvanes ruinosos, revolviendo caducas testamentarias, alle­
gando manuscritos y pergaminos, ardí en deseo de experimentar
las impresiones ausentes, paladeaba con delicia todo lo añejo,
rastreaba entre la descendencia los postumos renuevos de otra
socialidad, moraba en la colonia y hubo momentos en que me
consideré un fiel vasallo criollo vuelto a sus lares". (2)
(1) G. René-Moreno, "Bolivia y Perú. Más notas históricas y bibliográficas",
Santiago de Chile, Imprenta Barcelona, 1905, pp. 91-94.
(2) IBID, pp. 94-95.

97
El espíritu de René-Moreno no es, como puede observarse, un
mero receptáculo de una visión casi onírica. La impresión que
produce en su alma aquella inmersión de carácter transfigura­
tivo en la noble ciudad, lo impele a buscar, a pesquisar los tes­
timonios del pasado colonial, con el objeto de "re-actualizar"
aquel pretérito, en las palabras de Windelband. La revelación,
pues, se manifiesta como una tarea, como una misión sagrada
que habrá de realizarse a costa de renunciaciones y sobre el
interés personal. Exactamente de este modo lo entendió nuestro
autor. En el prólogo a su libro "Biblioteca Boliviana. Catálogo de
la sección de libros y folletos" al dar las razones sobre su celibato,
nosjiice:
pTirme en esta resolución como quien camina al cumplimiento
de'urTdeber sagrado, acometí el ciño 1871 desde Chile, las tareas
de coleccionista boliviano, y por fin he conseguido formar una
crecida y ordenada biblioteca^ No sintiéndome apto para mucho
en la esfera intelectual, pero ciertamente para algo más que
copiar en orden alfabético los títulos de lo que otros escribieron,
he acometido el presente inventario penetrado de una modestia
infinita, llevándolo a cabo con heroica paciencia y en mitad de los
más grandes conflictos". (1)
Tras la fina ironía que exhiben estas palabras se oculta la
verdad profunda de René-Moreno: su vocación es entendida
como un deber sagrado que lo impulsa a conservar el patrimonio
bibliográfico de su país, y no sólo eso, sino que además a lograr
una coherencia en lo caótico, un orden en lo disperso, un sentido
en lo anfibológico. Su misión tiene que habérselas incluso con la
incomprensión, con la indiferencia y con la falta de medios.
Al referirse a la publicación del libro que identificamos más
arriba, nos dice en palabras rebosantes de sutil ironía:
"Al publicarlo creo con satisfación que, sin haber hasta aquí
alcanzado uno solo de los lauros de un benemérito entre los
productores y los reproductores de nuestra especie, quedo ya por
lo menos exento del cargo categórico del poltrón egoísta, y dejo
(1) G.René-Moreno, "Biblioteca Boliviana. Catálogo de la sección de libros y
folletos", Santiago, 1879, p. VI.

98
El espíritu de René-Moreno no es, como puede observarse, un
mero receptáculo de una visión casi onírica. La impresión que
produce en su alma aquella inmersión de carácter transfigura­
tivo en la noble ciudad, lo impele a buscar, a pesquisar los tes­
timonios del pasado colonial, con el objeto de "re-actualizar"
aquel pretérito, en las palabras de Windelband. La revelación,
pues, se manifiesta como una tarea, como una misión sagrada
que habrá de realizarse a costa de renunciaciones y sobre el
interés personal. Exactamente de este modo lo entendió nuestro
autor. En el prólogo a su libro "Biblioteca Boliviana. Catálogo de
la sección de libros y folletos" al dar la s razones sobre su celibato,
nosjfipe:
["Firme en esta resolución como quien camina al cumplimiento
dé'uñdeber sagrado, acometí el año 1871 desde Chile, las tareas
de coleccionista boliviano, y por fin he conseguido formar una
crecida y ordenada biblioteca!/ No sintiéndome apto para mucho
en la esfera intelectual, pero ciertamente para algo más que
copiar en orden alfabético los títulos de lo que otros escribieron,
he acometido el presente inventario penetrado de una modestia
infinita, llevándolo a cabo con heroica paciencia y en mitad de los
más grandes conflictos". (1)
Tras la fina ironía que exhiben estas palabras se oculta la
verdad profunda de René-Moreno: su vocación es entendida
como un deber sagrado que lo impulsa a conservar el patrimonio
bibliográfico de su país, y no sólo eso, sino que además a lograr
una coherencia en lo caótico, un orden en lo disperso, un sentido
en lo anfibológico. Su misión tiene que habérselas incluso con la
incomprensión, con la indiferencia y con la falta de medios.
Al referirse a la publicación del libro que identificamos más
arriba, nos dice en palabras rebosantes de sutil ironía:
"Al publicarlo creo con satisfación que, sin haber hasta aquí
alcanzado uno solo de los lauros de un benemérito entre los
productores y los reproductores de nuestra especie, quedo ya por
lo menos exento del cargo categórico del poltrón egoísta, y dejo
(1) G.René-Moreno, "Biblioteca Boliviana. Catálogo de la sección de libros y
folletos", Santiago, 1879, p. VI.

98

é
constancia de que no he sido, ni con mucho un viviente del todo
inútil para mi tiempo ni para mi patria". (1)
rAquelañode 1871 es, pues, desde todo punto de vista, el inicio
del deber sagrado de René-Moreno. En la frialdad de las
bibliotecas chilenas, la del Instituto y la Nacional, nuestro autor
acomete, como él dice, la tarea de coleccionista boliviano. Todos
los libros y folletos que tuvieran relación con el país del altiplano,
en el aspecto que fuese, eran ávidamente leídos, minuciosamente
inventariados y, posteriormente, consultados en el arduo trabajo
de reconstrucción histórica que nuestro autor llevó a cabo con
brillante inteligencia.J
Pero es en Sucre donde René-Moreno recibe todo el impacto
del llamamiento que, desde el fondo de las edades, le formulan las
voces de los antiguos habitantes de la "Señora de las provincias
altoperuanas". Aquellas voces piden ser oídas, exigen ser ex­
traídas de los fosos del olvido. Y René-Moreno accede.
”... envuelto en el sudario de la Colonia pasaba un día de 1871
por esta plaza, sin pensar en lo que me rodeaba, transportado a
otro mundo. Al pisar este osario abierto de los anales de la villa,
imágenes diversas de los días que allí lucieron para la memoria
humana, surgían resucitados en mi mente, como queriendo
lanzarse en tropel a la anchurosa plaza. Subí a una sala del
palacio arzobispal, hoy de gobierno, sala en la que estuvo
dispuesto el museo del ilustrísimo Moxó, el prelado erudito y
artista. Todo había cambiado adentro. No obstante, me pareció
ver ídolos y momias donde sólo estaban el mandón supremo y sus
edecanes”. (2)
Sólo un hombre con un sentido profundo de la identidad
nacional puede ser esa especie de "médium" que nos evocan las
palabras de René-Moreno, pues él se concibe a sí mismo como
una confluencia hacia donde convergen los recuerdos que vagan
insepultos a través del tiempo desapercibido. Su anamnesis no
es en ningún caso personal; él es el nudo en el que se traban las
visiones del pasado, las voces y las imágenes, esas imágenes que
(1) IBID.
(1) "B oliviay Perú. Más notas históricas y bibliográficas", pp. 96-97.

99
desean lanzarse en tropel sobre la anchurosa plaza del Vein­
ticinco de Mayo. Es él el que concita el tumulto de evocaciones
que surgen de la "armonía entre el objeto y su recuerdo". Por lo
tanto, su identidad va más allá del límite de una psicología o de
una personalidad, lo que significa que René-Moreno no se agota
en sí mismo, sino que se prolonga hasta su pasado y hunde sus
raíces en la misma historia patria.
Los afeites y cosméticos de la república no han logrado ocultar
la aún latiente sociedad colonial. Pero eso sólo puede verlo un
hombre sensitivo, alerta a las realidades sutiles que no por ello
menos reales. Y esa realidad del pasado aún alienta en los edi­
ficios, en las personas y en sus costumbres. Sin embargo, a René-
Moreno no escapa el hecho de que paralela a la alucinación y
fascinación que el pasado ejerce sobre su espíritu, existe una
contemporaneidad que permite una perspectiva desde la cual ob­
servar los acontecimientos temporales y desde donde puede co­
menzarse la tarea de la dilucidación histórica, pues no vale
únicamente el transporte pasivo hacia los fastos del pasado, sino,
por el contrario, lo que realmente importa es comprender, a
través de la racionalidad metódica y científica, lo que un pueblo
ha sido como expresión de su despliegue vital y lo que esto
entraña para el presente y futuro de ese mismo pueblo. Por ello,
René-Moreno se da a la tarea de recopilar información sobre los
sucesos que determinaron el fin de la época colonial, ese fin que
René-Moreno quisiera ver sólo en la esfera política. Una vez que
ha recuperado su talante, luego de tantas y profundas impre­
siones, nuestro autor, al referirse a la información que se dio a la
tarea de buscar, nos dice: /"Era natural que estas y otras
emociones de un espíritu, si se quiere, de antemano predispuesto
a experimentar el ascendiente y prestigio de los lugares, me
llevasen no sin avidez a buscar el paradero de algunas fuentes
originales de seria y concienzuda información. Es lo que en­
tonces hice movido por un vivo sentimiento de justicia para con
los antepasados, y por un austero apego a la verdad entre los
contemporáneos. Sin aptitudes para acometer yo mismo la tarea

100
delj uicio plenario y fallo definitivo de los acontecimientos, quería
a lo menos recoger algunos materiales preciosos, algo obscuros,
que tocan muy de cerca a la generación actual". (1) ;
Y así lo hizo. Impregnado su espíritu de la esencia de su
misión, se dedicó a visitar en forma sistemática los archivos del
Cabildo, los de la antigua Universidad de San Xavier, los de la
Presidencia y los de la Audiencia de Charcas. Además, preocu­
pado de no dejar sin revisar ninguna fuente testimonial, se lanzó
a la búsqueda de testigos personales de los últimos días de la
Colonia. Es así como en la tertulia de las señoras Lazcano revivió,
a través de las remembranzas del lúcido anciano don Juan
Crisòstomo Flores, un canónigo octogenario, no pocas de las
peripecias y sucesos notables de aquellos tiempos. Junto a él,
doña Martina Lazcano, con su memoria aún íntegra, hace decir
a René-Moreno: "Muy luego conocí que en estas personas tenía
delante dos fuentes vivas de crónica local, justamente en la parte
donde mis viejos papeles escasean o son incompletos". (2)
Para René-Moreno , la labor comenzada en 1871 tuvo mucho de
ingrata y muchas veces signada porla amargura y la impotencia,
pues el estado general de los archivos era francamente lamen­
table, dedicados algunos a menesteres y servicios cuya índole era
lo más contrapuesto al primordial propósito de archivar el tesoro
bibliográfico y documental de las instituciones de la época. El y
sus secretarios revisaban, copiaban y ordenaban en las condi­
ciones más adversas los libros y manuscritos.
"Una mañana que llegué con mis escribientes a proseguir
nuestras tareas en el viejo archivo y en el de Estado, me encontré
con que el palacio se había convertido en cuartel inmundo, como
son todos los de allá, donde entre fusiles y ollas hirviendo estaban
alojados con la tropa cholas pollerudas, niños grasicntos, asnos,
y muías de silla y carga, etc. Reinaba el bullicio y el tráfago donde
el día anterior la quietud y el silencio. Otra mañana inmediata
encontramos invadida por presos políticos y centinelas de vista

(1) IBID, p. 98.


(2) IBID, p. 98.

101
nuestra apartada sala de escribir. El cuarto de las alacenas,
cuarto donde el archivo colonial yacía removido en el suelo por
mi causa, servía de calabozo incomunicado al reo cabecilla de
una conspiración descubierta infraganti esa noche”. (1)
La insalubridad de algunos de estos archivos es también tema
de congoja para nuestro autor. El archivo de Mojos y Chiquitos,
patrimonio de la Real Audiencia y que estaba instalado en el
Palacio de Justicia, era verdaderamente una tumba transida de
humedad y frío. Allí fue, sin embargo, René-Moreno por espacio
de una semana todos los días. Nótese la descripción que sigue:
"Bajo la escalera que conduce al supremo tribunal de cuentas,
hay una covacha y un cuarto obscuros, que tienen a la vez de
noria y aljibe: mana de allí agua por causa de la vecindad a una
fuente en nivel superior y llueve por dos enormes goteras y una
ventana sin cristales sanos. Allí fue arrojado mayestáticamente
el Archivo de Mojos y Chiquitos".
Y continúa:
"Un día entré acompañado a ese nauseabundo y mortífero
recinto. El aire estaba saturado de una humedad helada y
penetrante que acabó por alterar la salud de todos los que
entramos y hubo de costar la vida aunó délos empleados. Junto
a las revenidas paredes había grandes legajos y libros sobre una
tosca armazón desvencijada, sobre una enorme caja antigua y
sobre el hueco de la ventana. El suelo estaba cubierto de
revueltos manuscritos hasta la altura de un decímetro. Al
remover aquella masa en perfecto estado de putrefacción se
exhalaba un hedor insoportable y brotaban a millares los insec­
tos roedores. Alcé de lomo un expediente al parecer en buen
estado y cedieron deshaciéndose deleznables sus hojas anterio­
res y posteriores. ¡Era el cuaderno número primero de las
cuentas documentadas de la revolución de 1809!". (2)
Eso es lo que René-Moreno padecía en 1871 y 1875 a causa
de su insobornable vocación historiográfica y bibliográfica. Hubo
(1) G. René-Moreno, "Los archivos históricos de la capital de Bolivia”, "Revista
Chilena, T. VI, Santiago, 1876, p. 127.
(2) IBID, p. 132.

102
de escarbar entre el deterioro de la polilla y las deyecciones de las
ratas, en medio del frío abovedado y la pestilencia de los rincones
húmedos. Seguido por sus secretarios-escribientes, en una
procesión sui generis y trascendente para la conservación de
grandes porciones de la historia de Bolivia, nuestro autor, in­
merso en un pródigo silencio, recogía y ordenaba manuscritos y
legajos, libros, folletos, epístolas, decretos, todo lo que llevara
impreso el sello de la letra. Porque allí estaba la identidad misma
de su patria. El dolor de René-Moreno al ver las hoj as arrancadas
a importantísimos documentos con el fin de utilizar su superficie
como lecho y envoltura de un dulce hecho de miel condensada y
maní, el famoso "ancucu", lo vuelve extremadamente duro en la
crítica, la que es producto, sin duda; del sentimiento de impoten­
cia que lo abruma.
"Son los modernos, los descendientes de los atrasados es­
pañoles, los que han abierto al ancucu la puerta de la profanación
en el Santuario de sus propios anales. El desgreño, la negligen­
cia, la venalidad y el sublime desdén boliviano han entregado a
la lengua humana ensalivada, esos tesoros de la experiencia
escrita con sangre y sudor por tres siglos de una vida singu­
larmente fecunda". (1)
En cierto sentido, concordamos con las palabras de Aracena
Villaroel, quien ha dicho especialmente de esta crítica: "Es
preciso no considerar en su amplitud de criterio el durojuicio que
enuncia René-Moreno, ya que es sabido el apasionamiento
arrollador que de él se posesionaba cuando se hacía aunque
fuera la más leve desconsideración a aquello que guardaba en su
seno lo más venerable de los hombres: el pasado glorioso o
funesto de la patria y de sus antepasados". (2)
En verdad René-Moreno no era un hombre que para salvar la
rutina de los convencionalismos dijera lo que no pensaba. Todo
lo contrario. Pero esta crítica tiene el apasionamiento de un
(1) IBID.pp. 113-114.
(2) Raúl Aracena Villaroel, "Ensayos sobre don Gabriel René-Moreno: su vida y
sus escritos". Memoria para optar al titulo de Licenciado en Filosofía por la
Universidad de Chile. Santiago, 1940.

103
de escarbar entre el deterioro de la polilla y las deyecciones de las
ratas, en medio del frío abovedado y la pestilencia de los rincones
húmedos. Seguido por sus secretarios-escribientes, en una
procesión sui generis y trascendente para la conservación de
grandes porciones de la historia de Bolivia, nuestro autor, in­
merso en un pródigo silencio, recogía y ordenaba manuscritos y
legajos, libros, folletos, epístolas, decretos, todo lo que llevara
impreso el sello de la letra. Porque allí estaba la identidad misma
de su patria. El dolor de René-Moreno al ver las hoj as arrancadas
a importantísimos documentos con el fin de utilizar su superficie
como lecho y envoltura de un dulce hecho de miel condensada y
maní, el famoso "ancucu", lo vuelve extremadamente duro en la
crítica, la que es producto, sin duda; del sentimiento de impoten­
cia que lo abruma.
"Son los modernos, los descendientes de los atrasados es­
pañoles, los que han abierto al ancucu la puerta de la profanación
en el Santuario de sus propios anales. El desgreño, la negligen­
cia, la venalidad y el sublime desdén boliviano han entregado a
la lengua humana ensalivada, esos tesoros de la experiencia
escrita con sangre y sudor por tres siglos de una vida singu­
larmente fecunda". (1)
En cierto sentido, concordamos con las palabras de Aracena
Villaroel, quien ha dicho especialmente de esta crítica: "Es
preciso no consideraren su amplitud de criterio el duro juicio que
enuncia René-Moreno, ya que es sabido el apasionamiento
arrollador que de él se posesionaba cuando se hacía aunque
fuera la más leve desconsideración a aquello que guardaba en su
seno lo más venerable de los hombres: el pasado glorioso o
funesto de la patria y de sus antepasados". (2)
En verdad René-Moreno no era un hombre que para salvar la
rutina de los convencionalismos dijera lo que no pensaba. Todo
lo contrario. Pero esta crítica tiene el apasionamiento de un
(1 ) IBID, pp. 113-114.
(2) Raúl Aracena Villaroel, ’’Ensayos sobre don Gabriel René-Moreno; su vida y
sus escritos". Memoria para optar al título de Licenciado en Filosofía por la
Universidad de Chile. Santiago, 1940.

103
defensor de la fe. Su venablo retórico, que era muy agudo y a
veces hasta deletéreo, es lanzado contra los profanadores del
Santuario de los anales del pueblo boliviano. Y esa era su única
arma, y si había que utilizarla, la utilizaba con la maestría, la
pasión y el arrojo con que sólo los hombres de espíritu superior
pueden hacerlo. Estas críticas inspiradas en la desazón, el
asombro y la rabia, le costaron, como era de preverse, la
animadversión de los círculos políticos e intelectuales de Bolivia.
No obstante René-Moreno contó con la valiosa amistad de
destacados hombres públicos del Altiplano, entre ellos Rafael
Bustillo, Tomás Frías, Daniel Calvo y Adolfo Ballivián. En sus
viajes de 1871 y 1875 recibió de parte de alguno de ellos un gran
caudal de documentos de inapreciable valor histórico.
"Hallándome el año 1871 en Sucre, un distinguido amigo, don
Daniel Calvo, me obsequió dos grandes cajones de papeles
manuscritos, que, con ánimo de escribir historia, había acopiado
en Bolivia don Pedro Antonio de La Torre, antiguo diplomático del
Perú durante el gobierno de Santa Cruz. Una vez en Santiago, el
examen detenido de estos papeles me hizo ver con sorpresa que,
a más de una parte referente a la historia diplomática de Bolivia
y Perú (1829-1836), había adquirido un tesoro de documentos
originales tan curiosos como importantes. Eran nada menos que
los borradores autógrafos y papeles particulares del fundador de
Bolivia, muchedumbre de oficios coetáneos de los presidentes
departamentales y otras autoridades, el archivo completo del
Ejército Unido Libertador que ocupó el Alto Perú después de
Ayacucho, y un gran acopio de documentos referentes a la
administración del gran Mariscal Sucre en la nueva República.
Según he averiguado después, guiado por indicios inequívocos de
los mismos papeles, esta masa considerable de manuscritos
originales componían todos los papeles que se hallaban en el
gabinete o despacho del Presidente Sucre, cuando ocurrió el
motín de 1828, y que su secretario particular y un amigo
recogieron a granel precipitadamente a fin de ponerlos en salvo.
A ellos sej untaban los que La Torre, que era un coleccionista muy

104
experto, había conseguido allegar de su parte, por diversos
conductos y en época primitiva y de desorden; pues él alcanzó a
residir en Chuquisaca un año después de los sucesos. Entre las
piezas curiosas están: uno de los tres ejemplares autógrafos de
las Capitulaciones de Ayacucho, el original del Acta de la Inde­
pendencia de Bolivia, firmada por todos los diputados del Alto
Perú, y el borrador autógrafo de una carta de Sucre a Bolívar en
abril de 1825, donde contra los escrúpulos y designios de éste,
aboga aquel vigorosamente en favor de la independencia auto­
nómica del Alto Perú. También están originales autógrafos aque­
llos tres pliegos famosos de que hablan los historiadores y que
Sucre dejó con destino al Congreso, al despedirse de Bolivia. Es
fácil contemplar en los caracteres y en la rúbrica de las firmas,
la "trémula debilidad del brazo que la estampó". (1)
La historia de Bolivia en el bullente período de su formación
es lo que René-Moreno había recibido de manos de su amigo
Daniel Calvo. Sin embargo, sólo muchos años más tarde podrá
dar a luz sus llamadas modestamente "notas", que, en estrictu
sensu, son acabados estudios sobre los hombresy los hechos que
intervinieron en la creación de Bolivia como estado nacional.
Es la posesión de todos estos papeles y documentos los que
hace variar un tanto el sentido de la prospección histórica de
nuestro autor, pues al hurgar en el Archivo de la Real Audiencia
a fines de 1874, su búsqueda se orienta hacia el período de
fundación de Bolivia:
"Los anales de la colonia en su vasta generalidad no re­
clamaban por el momento mi escaso tiempo ni mis labores de
copista: pero sí, y en gran manera, los años postreros de la
dominación española enlazados con la guerra de la independen­
cia. Este interés era análogo en un todo al que me guiaba en el
acopio de documentos sobre la fundación de Bolivia. Por eso
hube de notar con pena la deficiencia del viejo archivo en esta
parte. Quería llenar vacíos considerables referentes a aquel
(1) Citado por Guillermo Feliú Cruz, "Gabriel René-Moreno (1834-1908). La
bibliografía boliviana-peruana con relación a la chilena". Santiago de Chile,
1969, pp. 7-8.

105
período interesantísimo, porque con respecto a él, era yo el
poseedor de una muchedumbre de autógrafos y piezas origi­
nales". (1)
Esta es quizás la razón de por qué René-Moreno no escribió la
Historia de Bolivia que él seguramente esperaba llevar a cabo.
Sus amigos bolivianos veían en él a un hombre integérrimo,
intelectualmente superior y de una capacidad de trabajo asom­
brosa. Es por ello que no dudaron en hacerle entrega de aquellos
tesoros bibliográficos que esperaban ser sacados de la oscuridad
anfibológica en que habían reposado durante tantos años.
"En los últimos días de 1874 me presenté en Sucre como
coleccionista de toda suerte de impresos bolivianos, y a comple­
tar además con nuevas adquisiciones y copias mis preciosos
papeles. Compré cuanto de nuevo o desconocido encontré; pero
en general deudos y amigos muy generosos, que no me es dado
nombrar por ser muchos, acudieron en mi obsequio con dádivas
más o menos importantes. Aquí debo mencionar, sin embargo,
a uno de mis favorecedores más espléndido en papeles impresos
de la época consabida: donTomás Frías, quien, en un gran cajón
lleno, pasó bondadosamente a mis manos un acopio conside­
rable de los folletos, hojas sueltas y periódicos que durante
cuatro años primitivos de la fundación y organización de Bolivia,
habíajuntado él mismo con esa prolijidad que le es característica.
El ejercía a la sazón el mando supremo de la República y dos de
mis amigos formaban parte de su ministerio". (2)
Estos amigos eran Mariano Baptista y Daniel Calvo. Baptista
era un talento refinado que había vivido en Parísy su carácter era
el de un aristócrata.
Como podrá apreciarse, el interés de René-Moreno recorría
dos grandes cauces. Por un lado estaba el interés propiamente
historiográfico, es decir, la búsqueda de material histórico con el
objeto de extraer de éste los elementos de juicio necesarios para
la reconstrucción histórica de aquel período en que se engarzaba
(1) G. René-Moreno, "Los archivos históricos de la capital boliviana", en Op. Cit.,
p. 127.
(1) Citado por Guillermo Feliú Cruz, Op. Cit., p. 10.

106
el término del régimen colonial con los inicios de la independen­
cia y la fundación del nuevo país. Por otro lado, René-Moreno era
movido por un interés de conservación bibliográfica; en este
aspecto ha sido un verdadero fiduciario de la historia boliviana,
pues en su intento de conservación no sólo catalogó, sino que,
además, ejerció la crítica histórica de modo punzante pero
certero, llegando a elaborar trabajos en este terreno que, por su
índole, merecen un puesto destacado dentro de la historiografía
latinoamericana.
En 1873 nuestro autor había efectuado un viaje a Lima con el
objeto de recopilar material indispensable para sus estudios.
"Con estos fines pasé a Lima en 1873. El rico arsenal de
documentos originales públicos y privados, que posee mi distin­
guido amigo don Mariano Felipe Paz Soldán, autor de la "Historia
del Perú Independiente", me brindó vastísimo campo a mis
tareas. En Lima saqué copias prolijas y allegué cuanto papel
impreso o manuscrito estuvo al alcance de mis pesquisas. Me
vine tan solo con la pena de no haber llevado los cuadernos
borradores y copiadores para verificar a su vista un cotejo con el
texto de los oficios remitidos por el gran Mariscal de Ayacucho al
Libertador y al gobierno peruano. Pero el cotejo se verificó más
tarde entre Santiago y Lima por medio de un prolijo memo­
rándum y de un interrogatorio, en vista de pasajes diversos
tomados al acaso en toda la correspondencia". (1)
René-Moreno era, sin duda, un perfeccionista. Esta carac­
terística de su personalidad se expresa en el método con que
realiza sus prospecciones, sus ordenaciones, sus copias y cata­
logaciones. Cuando le corresponde el tum o a la expresión
verbalizada de sus descubrimientos e interpretaciones, su her­
menéutica, que ha agotado los recursos de la lógica, se vuelca en
un lenguaje sintáctico y semánticamente irreprochable.
Y así comienzan a sucederse las producciones historiográfi-
cas. En 1874 da a la luz su folleto llamado "Proyecto de una

(1) G. René-Moreno, "Los archivos históricos de la capital boliviana", en OP. Cit..


pp. 122-123.

107
Estadística Bibliográfica de la Tipografía Boliviana", de 26 pági­
nas. En dicho folleto, René-Moreno exponía su concepción
integral de la bibliografía boliviana e insinuaba a los bolivianos
la conveniencia de la catalogación y conservación del material
bibliográfico del altiplano.
A partir de 1875 comienza un período de trabajo intenso
durante el cual colabora con diversos estudios de investigación
histórica en la "Revista Chilena", prestigiosa publicación que era
dirigida a la sazón por Miguel Luis Amunátegui y Diego Barros
Arana. Precisamente en ese año realiza su primera colaboración
a la revista con el artículo titulado "De La Paz al Pacífico a vapor”
(III,- 589)*, en el cual describe sus andanzas desde la capital
boliviana hasta el litoral. Posteriormente, en 1876, publica dos
artículos: "Ultimos días del coloniaje en Chuquisaca" (IV, 98 y
587) y "Los archivos históricos de la capital de Bolivia" (VI, 111).
De 1877 son los cuatro siguientes: "Informaciones verbales sobre
los sucesos de 1809 en Chuquisaca": "La Audiencia de Charcas"
(VIII, 93): "La Mita de Potosí en 1795" (VIII, 391) y "Documentos
sobre el primer atentado del militarismo en Bolivia" (IX, 246 y
394). En 1878, los temas históricos son abordados en los
siguientes artículos: "El cerco de La Paz por los sublevados de
1811. Apuntaciones hechas en forma de diario por D. Ramón
Mariaca" (X, 101 y 394); "Mariano Terrazas" (X, 316) y "Recibi­
miento inaugural de un Arzobispo durante la Colonia" (XI, 601).
Durante 1878, desvía la colaboración de la "Revista Chilena", de
tendencias fuertemente liberales e inclinada al libre examen, a
otra conservadora, señalada como confesional, "La estrella de
Chile" (XVI), en la cual publicó el estudio "Relaciones Coloniales.
El Presidente de Charcas (1808)".
Estos trabajos poseen un doble carácter dentro de la obra de
René-Moreno. O bien son estudios acabados, como es el caso de
"Los archivos históricos de la capital de Bolivia", o dilucidaciones
de temas de futuros libros, especialmente de su obra cumbre,
"Ultimos Días Coloniales en el Alto Perú", como sucede con

* Entre paréntesis anotamos el tomo de la revista y la página correspondiente.

108
"Ultimos días del coloniaje en Chuquisaca" o las "Informaciones
verbales ..." En verdad, prácticamente toda la producción
historiográfica de nuestro autor gira en tom o de esta obra cimera
dentro del género de los ensayos históricos. Más adelante ten­
dremos oportunidad de referimos a ella con cierto detenimiento.
Losjuicios que emite respecto de la Audiencia de Charcas, con
su poder dictatorial y omnímodo, son acerados y se basan en
un completo desmenuzamiento analítico de los documentos que
acopiara en su paso por los archivos de su país. También La Mita
de Potosí, aquella odiosa institución fundada por el Virrey del
Perú don Francisco de Toledo en el año 1573, y que durara
hasta el último día de la dominación española, fue objeto de una
descamada visión que, más allá de los lugares comunes de la
explotación y de la codicia exacerbada, supo retratar en toda su
magnitud el sufrimiento de los indígenas y la ineficacia del
Código de Indias que prometía duros castigos a los que abusaren
de los esfuerzos de los naturales. Estas palabras sentenciosas
así lo prueban:
"Como un carro enorme y pesado rodando sobre el mal
camino, aquella máquina de esclavitud, en su evolución de dos
siglos y medio, pasó crujiendo por encima de las cosas de aquella
época, levantando polvareda, haciendo saltar guijarros, tri­
turando calzadas, desquiciando puentes y salpicando con lodo
el rostro de sus conductores". (1)
Paralelamente al desarrollo de estos trabajos de índole histo­
riográfica, nuestro autor trabaja infatigablemente clasificando y
catalogando títulos bolivianos. Su labor, silenciosa y pródiga,
rendirá su fruto en 1879, con la publicación de su primera gran
obra de carácter bibliográfico: "Biblioteca Boliviana. Catálogo de
la Sección de Libros y Folletos", editada en Santiago de Chile por
la imprenta Gutenberg en un volumen en 8.o, de 888 páginas en
total. Según palabras de Feliú Cruz, esta biblioteca boliviana "era
la mejor que se había realizado, comparable con la de Briseño,

(1) G.René-Moreno, "La Mita de Potosí en 1795”. "Revista Chilena”, T. VIII.


Santiago de Chile, 1877, p. 393.

109
superándola en la técnica de la ejecución". Los fondos biblio­
gráficos acopiados en su patria junto a los que había adquirido
en diferentes partes, más los que había registrado en la valiosa
colección americana de Gregorio Beeche. rica en publicaciones
tanto peruanas como bolivianas, habían sido la base de la
ordenación y la descripción.
En el prólogo a este libro René-Moreno nos da las razones de
su celibato y nos dice que "La respuesta sincera equivaldría a una
de esas revelaciones íntimas del alma que comúnmente se
acostumbra a hacer en verso, pero yo no estoy dispuesto a hacer
en verso ni en prosa . Sin embargo, a pesar de esta declaración,
surge del sentido total de su prólogo una razón de naturaleza
moral, de consagración a una tarea irrenunciable, cual es la de
ser útil a la sociedad. Su obra completa está dedicada a su país;
por tanto este verdadero sacerdocio intelectual está consagrado
plenamente al pueblo de BolMa, pues es él quien habrá de
escoger los frutos de su incansable labor, aquellos hijos del
espíritu que son sus libros.

110
La Academia Literaria del Instituto Nacional

En el año 1877, Gabriel René-Moreno es nombrado director de


la Academia Literaria del Instituto Nacional por el propio ministro
de Instrucción Pública, cargo ejercido a la fecha por D. Miguel
Luis Amunátegui. La Academia Literaria tenía como objetivo
desarrollarlas capacidades de los jóvenes alumnos en los planos
de la expresión oral y la composición. A este efecto se desarro­
llarían sesiones dos veces a la semana con el fin de alcanzar
dichos propósitos y se convocaría a un concurso literario al
finalizar el período anual de sesiones de la Academia. El Ministro
de Instrucción Pública tenía puestas muchas esperanzas en
lograr la concreción de esta fragua intelectual de jóvenes talen­
tos. Es por ello que no trepidó en encargar esta gran responsa­
bilidad a René-Moreno. En el decreto N9 1873 de fecha 15 de
mayo de 1877 se oficializa dicho nombramiento. De este modo,
en la inauguración de la Academia Literaria, llevada a efecto el
domingo 3 de junio de 1877 el flamante director lee un discurso
en el que habla a la juventud acerca de la belleza de las justas
literarias y la motiva a iniciarse y a perseverar en estos afanes.
Las sesiones de la Academia Literaria fueron enriquecedoras
y fructíferas para los jóvenes participantes. En el libro de actas
de la institución se da cuenta de las interesantes discusiones que
se llevaron a cabo con la dirección siempre sabia de René-

111
Moreno. Es así como en oficio dirigido a éste por el Rector
Olavarrieta, con fecha 21 de octubre de aquel año, se lee:
"Al señor Director de la Academia Literaria. Me es grato
felicitar a Ud. por la marcha que ha seguido la Academia en el
presente año, y también a los miembros que la componen, por la
manera como han correspondido a los esfuerzos de Ud. y a las
esperanzas que el Sr. Ministro de Instrucción Pública fundara en
ella al establecerla bajo la forma que hoy tiene. Manuel J.
Olavarrieta". (1)
No podía ser de otro modo considerando la completa dedica­
ción con que René-Moreno ejercía sus responsabilidades. Tenga­
mos en cuenta, además, que durante este año nuestro autor
escribe sus estudios historiográficos y compila y clasifica los
títulos de su "Biblioteca Boliviana", todo lo cual hace resaltar aún
más los logros que obtuvo como director de la Academia Literaria.

(1) Archivo del Instituto Nacional, libro de correspondencia, años 1874-1884, Ns


12, folio 142.

112
Un Episodio Desgarrador: La Guerra del Pacífico

La primera obra de carácter bibliográfico de René-Moreno,


como ya hemos adelantado, fue publicada en 1879. pero no
podía haberse dado una coyuntura más desgraciada e infausta
como la que ocurrió por aquellos días y que ensombreció la faz de
René-Moreno y agotó su alegría de ver publicada la obra a la que
había dedicado tantos años de esfuerzo. El prólogo de la
"Biblioteca Boliviana" está fechado en Santiago de Chile a 30 de
julio de 1879 y la guerra contra Bolivia había sido declarada por
Chile el 5 de abril de ese mismo año. Sin embargo, en el lapso
transcurrido entre la ocupación chilena del litoral (14 de febrero
de 1879) y la toma de Pisagua (2 de noviembre del mismo año) se
habían realizado negociaciones secretas que tendían a apartar a
Bolivia de su aliado el Perú. En estas negociaciones le cupo
participación a René-Moreno, participación que él mismo sintió
como un fardo insoportable y que sólo sobrellevó debido a su
intachable patriotismo y acendrado sentido de la responsabili­
dad.
En la última página de su "Biblioteca Boliviana" anexó, a modo
de conclusión, las siguientes palabras:
"La guerra del Pacífico, que en estos momentos envuelve
juntamente al Perú, Bolivia y Chile, impide la publicación de los
dos volúmenes más que debía contar el Catálogo de la "Biblioteca

113
Boliviana", catálogo para cuya estampa estaban escritos los
originales, acopiados los materiales de impresión y hechos casi
todos los gastos. Uno de esos volúmenes debió contener el
catálogo de los impresos sueltos y el de las gacetas, y el otro el
inventario razonado e informativo de los manuscritos. Pero a
duras penas se ha podido concluir el presente volumen hoy día
de la fecha, cuando ya no es posible prorrogar por más tiempo la
permanencia d tl autor en el país; habiendo él hasta ahora
proseguido impertubablemente la tarea tan sólo por los motivos
morales que se indican en el prólogo y para corresponder con
esfuerzos supremos de diligencia a la protección eficacísima
dispensada a esta empresa y al que esto escribe por un antiguo
y querido amigo. Este favorecedor es el esclarecido patriota
boliviano Aniceto Arce. G.RM. Santiago, julio de 1879".
j ¡Ni una palabra sobre su intervención en el conflicto! Es cierto
que el contexto no ameritaba semejante expansión: sin embargo,
la gravedad de los cargos que ya pesaban sobre René-Moreno
hubiese requerido de su pluma una rápida y eficaz contestación,
la cual hubo de llegar, en el terreno impreso, recién en 1881, con
la publicación, en Sucre, de un folleto de 25 páginas titulado
"Daza y las Bases Chilenas de 1879".j
J El primer semestre de 1879 fue uno de los períodos más
agitados y, también, más aciagos en la vida de René-Moreno. La
ocupación chilena del litoral el 14 de febrero lo sumió en
profundas y angustiadas cavilaciones acerca del conflicto que se
preveía inevitable, pues su espíritu se debatía entre el amor
incondicional a su patria y el afecto lleno de gratitud hacia el país
en el que había desarrollado sus potencialidades durante 24
años,,
Debido a esta especie de escisión que sentía desgarrarle el
alma, nuestro autor decide abandonar Chile. Para concretar sus
propósitos renuncia a su cargo de Conservador de la Biblioteca
del Instituto Nacional. Dicha renuncia es aceptada a través del
decreto N9 586 de fecha 11 de marzo del año en cuestión, y se
nombra como su reemplazante a don Ramón Sotomayor Valdés.

114
Antes de retirarse del país, René-Moreno piensa dejar ter­
minada la obra que ya tenía en prensa y a ese objeto dedica
todo su esfuerzo. Sin embargo, sin saber cómo, de pronto se
halla en el vórtice devastador de la guerra misma y en el plano
más delicado y pantanoso, en el cual hasta los más expertos
diplomáticos y agentes solían hundirse: en el de las negocia­
ciones secretas entre países envueltos en un conflicto armado.
Nuestro autor, además, sentía la presión que el gobierno
chileno ejercía sobre su persona debido a las insinuaciones que
se le hicieran en el sentido de llevar bases de proposiciones de
arreglo con el país del altiplano. Dichas insinuaciones fueron
rechazadas de plano por René-Moreno, pues a raíz de la ocu­
pación chilena del Litoral boliviano, éste declaró que a partir de
ese momento, en el supuesto de que se requiriesen sus servicios
en el campo diplomático, sólo obedecería las inspiraciones de su
país natal y las de su Primer Magistrado. (1)
Dicha declaración la hizo saber a un comerciante boliviano
avecindado en Chile con el cual sostuvo diversas conversaciones
sobre la situación que había derivado en una contienda inter­
nacional. Este comerciante, que habría de jugar un papel
fundamental en la intervención de René-Moreno como ne­
gociador y en su posterior descrédito a los ojos de sus con­
nacionales, era Luis Salinas Vega. Este, en verdad fue un doble
agente que aparentando estar al servicio de Bolivia, jugaba sus
mejores bazas en beneficio de la posición chilena, la cual, él per­
sonalmente, consideraba positiva en lo que tocaba a las bases
mismas del arreglo.
Es así como Salinas Vega se pone en contacto secretamente
con el ministro chileno de Relaciones Exteriores de la época,
Domingo Santa María, a quien le hace ver sus intenciones de
apartar a Bolivia de su alianza con el Perú, tarea que por parte
de Chile ya había comenzado, pues apenas iniciadas las hostili­
dades, Justiniano Sotomayor, acaudalado minero chileno con

(1) G. René-Moreno, "Daza y las bases chilenas de 1879. curiosísimas revela­


ciones", "El Ferrocarril", Santiago de Chile, 27 de febrero de 1881.

115
grandes Intereses en Bolivia, había hecho saber a Hilarión Daza,
Capitán General de los ejércitos bolivianos yjefe de gobierno, que
era éste el momento oportuno para corregir el error de conforma­
ción de Bolivia, apoderándose de Tacna y Arica con el auxilio de
Chile.
Salinas Vega era, obviamente, un hombre astuto que no
habría de correr riesgos innecesarios y que sabría ponerse a salvo
de las consecuencias de un eventual fracaso en las negociaciones
que comenzaban a llevarse adelante. Por ello, la carta que le envía
a Santa María el 3 de abril, en vísperas de su viaje a Bolivia, a
pesar del tono optimista con que finaliza, deja muy en claro la
naturaleza de su participación:
"A mi juicio yo no debo ni puedo llevar carácter alguno oficial.
Creo que sólo debo ir como propagandista. Mis relaciones de
familia y las mías propias me pondrán al habla con varias
personas distinguidas. Conozco a Corral. Belisario Salinas, Julio
Méndez, Granier, Camacho, etc., etc. A estas personas y a otras
muchas yo les haré ver lo que Ud. me hizo ver ayer.
"Hablaré, escribiré y trabajaré en este sentido.
"Estudiando detenidamente el asunto veo que la alianza es
hacedera..." (1)
Como puede verse, Salinas Vega circunscribe su trabajo a la
esfera de lo estrictamente personal. En Bolivia, sus interlocu­
tores habrán de pensar que tratan con un hombre que posee sus
propias ideas respecto a una posible alianza con Chile, pero que
en ningún caso trabaja en acuerdo con el gobierno chileno.
A la sazón, Daza estaba instalado en Tacna a la espera del
rumbo que tomaran los acontecimientos. Hasta allí llegó Salinas
Vega para ponerse en contacto con el dictador boliviano. Las
conversaciones que se llevaron a cabo en Tacna dieron como
resultado la designación de Salinas Vega como agente al servicio
de los intereses bolivianos. Pero lo esencial de las mismas radicó
en la disposición que manifestó Daza para llegar a un en-

(1) Ignacio Santa María, "Guerra del Pacífico”, Tomo I, Santiago de Chile, 1919,
p. 88 (carta publicada a pie de página).

116
tendimiento con Chile a cambio de la entrega a Bolivla de las
ciudades de Tacna y Arica, los buques de la escuadra peruana,
y de una cierta suma de dinero.
Lo importante, según Daza, era que Bolivla apareciera soli­
citada por Chile para llegar a la concreción del convenio. Por ello,
a Salinas Vega "le había hecho jurar delante de un Santo-Cristo,
que no se soltase prenda alguna ni se dejase rastro de la inter­
vención de dicho Daza en estos pasos, en vista del decoro
nacional y de que, como se ha dicho arriba, el gobierno boliviano
apareciese solicitado por Chile". (1)
La teatralidad y dramatismo con que Daza ejecutó la compo­
nenda no le sirvió de mucho en lo que a la fidelidad de Salinas
Vega atañe, pues éste en ese momento era agente secreto al
servicio del gobierno de Chile, pero de algún modo ello sirvió para
darle visos de solemnidad al entuerto y, de esta manera, para
engendrar esperanzas acerca de lo que era el objetivo del
gobierno chileno: separar a Bolivla de la Alianza y, asi, aislar al
Perú.
El arreglo debía formalizarse a través de un intermediario,
quien sería el encargado de llevar la propuesta chilena a cono­
cimiento del gobierno boliviano. En este punto. Daza y Salinas
Vega hubieron de barajar varios nombres entre los cuales,
seguramente, apareció el del mismo doble agente. Pero éste,
astuto y cauteloso, propuso finalmente a René-Moreno como el
hombre apto para la misión.
Es así como el 13 de mayo, René-Moreno recibía un telegrama
despachado en Caldera donde se le avisaba que el Presidente de
Bolivla aceptaba las proposiciones, "y que siendo ésta la política
nacional debía yo prepararme para llevarlas". Además se le
intimaba "como personalismo el deber de no negar mi conducto,
por razón de ser individuo retirado y ajeno de los negocios
públicos, bien quisto entre una primera y una segunda patria
y el único portador a quien se recibiría por el presidente de
Bolivla con fe y entera confianza”. (2)
(1) G. René Moreno, OP. Cit.
(2) IBID.

117
El contenido de este telegrama tuvo el efecto de un golpe
fortísimo sobre el ánimo de nuestro autor, pues él antes y
después de la partida de Salinas Vega a Bolivia, le había
comunicado sus escrúpulos morales respecto de la sanidad ética
dejas, proposiciones:
¡ "Las proposiciones eran calificadas por mí como inicuamente
inmorales, siendo muchas las veces en que, durante nuestras
conversaciones con Salinas Vega sobre el unánime pronuncia­
miento de la opinión chilena acerca de ellas, saltaba yo indig­
nado del asiento para rechazar su forma alevosa contra el
Perú". (1)J
Llegado a Santiago alrededor del 20 de mayo, Salinas Vega se
comunicó de Inmediato con Santa María y lo puso al tanto de los
resultados de su misión. Le comentó acerca de su impresión de
existencia de un clima de descontento y desconfianza de los
bolivianos hada los peruanos y que las personas con las que
había hablado demostraban su apoyo a un movimiento de
relaciones con Chile. Además,/Daza, a pesar de mostrarse
receloso, no rehuía el contacto con el gobierno chileno. Y por
último le comunicó que aquél indicaba como portador de las
bases chilenas a un eminente escritor boliviano, don Gabriel
René-Morepo. \
Lamentablemente, nuestro autor jamás se enteró del doble
juego que hacía Salinas Vega. Aunque tuvo sus sospechas,
nunca columbró el verdadero alcance de la intriga en la que le
cupo el papel de víctima propiciatoria. Su labor en el campo
diplomático se había circunscrito a un breve periodo entre 1871
y 1872, en el cual había desempeñado la función de secretario de
la Legación Boliviana en Chile. Durante el lapso que sirvió este
cargo, como se recordará, realizó su viaje de retomo a la amada
patria durante el cual consolidó su vocación histórica y biblio­
gráfica. Como diplomático hizo gestiones en favor de la contra­
tación de José Victorino Lastarria como profesor o director a
cargo de la educación de la juventud boliviana, gestiones que,
desgraciadamente para sus expectativas, no tuvieron el eco
(1) IBID.

118
esperado en las autoridades superiores de su país.
Pero ahora, la misión que tendría que cumplir era de una
naturaleza completamente distinta. Además, sus escrúpulos
morales puestos en pugna con el mandato recibido por el
presidente de su país, contribuían a hacer más pesado el fardo
que habían puesto sobre sus espaldas. Pero los dados estaban
echados en el cubilete.
Salinas Vega fue desleal con René-Moreno. Seguramente
pensaba estar realizando un servicio superior a la patria, el que
se superponía a cualquier sentimiento de orden personal o
inclinación afectiva. Sin embargo, la carta que el doble agente
hace llegar a Santa María y que está fechada en Santiago a 23 de
mayo, habla mejor que ninguna suposición acerca del verdadero
carácter y estatura moral de quien la suscribe. La carta dice así:
"Hoy va Moreno a verse con Ud. Debo advertirle que él ignora
el verdadero motivo de mi viaje a Tacna. Sabe que yo he vuelto
con el objeto de trabajar en este asunto y por orden de Daza.
"La misma tarde de mi llegada le anuncié la causa de mi vuelta
y él me aconsejó presentarme a Ud. y darle cuenta de las buenas
disposiciones de Daza, pero ocultándole a Ud. que obraba así por
encargo especial del Presidente de Bolivia.
"Moreno está convencido de que me he ajustado a su consejo
y creo que no conviene darle a rnnnrpr la verdad del negocio.
"Está también convencido de que va a prestar un importante
servicio a su país y si tuviera valor tomaría el asunto con
entusiasmo. La frialdal que Ud. note en él échela a su cobardía.
"Si Ud. logra darle ánimos. Moreno obtendrá un buen resul­
tado.
"No está demás que Ud. sepa que Moreno habla mucho de
principios de justicia, de moral internacional, etc., etc.
'Tampoco olvide Ud. que es patriota y hágalo partir en el vapor
del sábado (mañana)". (1)
Al tenor de la misiva podemos visualizar el concepto que
Salinas Vega tenía de René-Moreno: pero más nítidamente aún

(1) Ignacio Santa María, Op. Cit, p. 92 (carta publicada a pie de página).

119
nos percatamos de la diferencia abismante, en el aspecto moral,
que existía entre Salinas Vega y nuestro autor. Para aquél los
escrúpulos morales de René-Moreno eran sinónimo de cobardía
y es evidente que no comprendía para nada el significado
profundo de las apreciaciones que el escritor vertía sobre los
países en pugna, pues aquellas estaban asentadas en sólidos
principios de derecho internacional y en el entendido de que la
praxis política siempre habrá de tener referentes jurídicos y, en
último término, éticos. Sin embargo, lo que sí le quedó muy claro
al doble agente fue el acendrado patriotismo de René-Moreno.
Esta calidad de patriota fue el resorte que movió a nuestro autor
a aceptar la intimación que se le hacía en el sentido de ser el
portador de las bases chilenas. Nada más. El veía las proposi­
ciones de arreglo como positivas en el aspecto pragmático, pero
no comulgaba con el precio moral que habría de pagar su país.
"De acuerdo en cuanto a las ventajas territoriales, salvadoras a
mi juicio de la nacionalidad boliviana, que reportaban las bases,
y seguro por otra parte de la sinceridad con que las proclamaba
la opinión chilena, no por afecto a Bolivia, sino a impulsos de un
odio terrible contra el Perú, cual no espero ver otro más profundo
en pueblo alguno, nunca encontré objeción que oponer al plan de
Chile, que la injusticia y perfidia prescritas en dicho plan a la
conducta de Bolivia". (1)
Este sentimiento de René-Moreno no pudo disolverse en el
lapso en que se desarrollaron las conversaciones y fue, con toda
probabilidad, uno de los factores que influyeron en la negativa de
Daza a aceptar las bases chilenas.
Sin embargo, a pesar de sus conflictos de orden moral, a
finales de mayo René-Moreno se entrevistaba con el canciller
chileno para conversar sobre la misión que habría de cumplir por
orden de su país. Contrariamente a lo expresado por Salinas
Vega, René-Moreno "aceptó el encargo de que iba a ser portador
con entusiasmo, lo que Santa María no esperaba en vista de las
prevenciones que le habían sido hechas". (2)
(1) G. René-Moreno, Op. Cit.
(2) Ignacio Santa María, Op. Cit, p. 94.

120
Este entusiasmo se había desarrollado en el ánimo de René-
Moreno a partir de los siguientes hechos, los cuales están
consignados en su defensa ante los jueces de la Corte Suprema
de Justicia boliviana que hubieron de juzgar su causa:
" l 9. Que yo no era llamado a calificar las proposiciones, sino
él (el presidente) como supremo magistrado y capitán general en
campaña, no tocándonos a Salinas y a mí, cuando estaba la
república en asamblea delante del enemigo, más que obedecer
presentándonos en la ocasión a recoger auténticamente el pen­
samiento de Chile, para que después él (el presidente) proveyese
en su vista lo que más conviniera al bien del Estado:
”29. Era condición esencial que yo me prestase ostensible­
mente como intermediario espontáneo, oficioso y privado, a fin
de que Bolivia apareciese solicitada por Chile:
”39. La palabra de su amigo Salinas Vega y su presencia
misma de improviso, habían de ser bastantes a René-Moreno
para prestarse a obedecer, resignándose a no exigir más formali­
dades en lo estrecho y supremo de las circunstancias...." (1)
En el punto segundo, especialmente, se encuentra la razón
del entusiasmo que Santa María percibió en René-Moreno, y ha
de haber tenido más de ficticio que de real, puesto que nuestro
autor se ceñía a las instrucciones que el mismo Salinas Vega le
había entregado. Sin pensar que aquel intelectual huraño y
solitario las iba a cumplir tan a cabalídad.
A principios de junio nuestro autor se embarcaba rumbo a
Tacna. En su valija llevaba las bases chilenas y, además, la
siguiente nota, que debía servirle de credencial:
"República de Chile, Ministerio de Relaciones Exteriores.
Santiago, mayo 29 de 1879. Interesado el Gobierno de Chile en
poner término a la guerra que sostiene contra Bolivia, mira con
placer la buena disposición de Ud. para coadyuvar a la conse­
cución de ese deseo. En consecuencia, el Gobierno de Chile verá
con satisfacción que Ud. se acercase al Excmo. Presidente de
Bolivia y le signifique nuestros sentimientos a este respecto. El

(1) G. René-Moreno, Op. Cit.

121
Gobierno espera que el de BolMa escuchará con benevolencia
cuanto Ud. le exponga en este sentido, y en conformidad a lo que
Ud. ha representado en nuestras conferencias verbales. La
palabra de Ud. contará en su abono, sus antecedentes perso­
nales y la presente nota. Dando a Ud. desde luego mis
agradecimientos por el noble espíritu que lo anima, me ofrezco de
Ud. atento y servidor.
"Domingo Santa María -al Sr. don Gabriel René-Moreno.” (1)
Ya en Tacna, nuestro autor se dirigió a Arica y allí celebró
varias conferencias con Daza, quien "vacilaba y se manifestaba
profundamente irritado y desconfiado de los chilenos". (2) El
carácter tornadizo del dictador boliviano no le permitía tomar
una decisión. Además, desde su encuentro con Salinas Vega
hasta sus conferencias con René-Moreno las condiciones
estratégico-políticas habían sufrido considerables variaciones,
pues a mediados de mayo había arribado a Arica el Presidente
peruano Prado, quien fuera de presionar sutilmente a Daza con
una velada amenaza de golpe de Estado, lo rodeó de aduladores
y consejeros, previniendo de este modo cualquier maniobra in­
conducente para la causa de la Alianza. Es por ello que en las
reuniones con René-Moreno, Daza se mostró impenetrable a las
proposiciones de que aquél era portador.
Desde el punto de vista del gobierno chileno, obviamente
René-Moreno no fue el mejor emisario que se podía esperar. Su
clara posición respecto de la naturaleza de las bases chilenas no
le ha de haber prestado muchos argumentos para convencer a
Daza de su aceptación yes muy posible que en las conversaciones
que sostuvieron René-Moreno se haya limitado a exponer objeti­
vamente el sentido y alcance de las bases y a escuchar en silencio
las argumentaciones del capitán general boliviano.
Vuelto a Santiago a mediados de junio, informó a Santa María
de los resultados poco alentadores de su misión y se dispuso a
concluir la edición de su "Biblioteca Boliviana" antes de aban-
(1) Carta publicada en Ignacio Santa María, Op. Cit, Apéndice, p. 507 (carta
encontrada entre los papeles del padre del autor, Domingo Santa María).
(2) Ignacio Santa María, Op. Cit, p. 95.

122
donar el país como lo tenía previsto. Pero las noticias que
llegaban desde Tacna y Arica, fuera de sumirlo en la más
profunda angustia por el sello de ignominia que se le imprimía a
su gestión, aceleraron su salida del país que lo había cobijado

ál conocimiento público que Daza había hecho de las proposi­


ciones chilenas, cuidándose muy bien de no aparecer él
implicado como promotor de la iniciativa del país austral. Con
una desfachatez incalificable, el capitán general boliviano había
enviado las bases chilenas al Presidente Prado y a su ministro en
Argentina. En sendos comunicados de la Secretaría General del
Ej ército Boliviano, con fecha 10 de j unió, se da cuenta del "inicuo
procedimiento de parte del Excmo. Gobierno de Chile" (1) y se
consignan las proposiciones que René-Moreno había hecho
ll^gpr al conocimiento de DasaJ
Como podrá apreciarse, la fecha de los comunicados coincide
con la de los días en que nuestro autor permaneció en Tacna y
Arica, por lo que es muy probable que Daza en tanto conversaba
con René-Moreno ya tuviera absolutamente claro su proceder
respecto de la materia objeto del diálogo. Lo cierto es que, al
hacerse públicas las bases chilenas, René-Moreno quedaba
expuesto al juicio de sus connacionales, el que no tardó en
expresarse en invectivas de todo calibre que lo tachaban de
traidor, de reptil indigno, de infame, etc. Todos estos improperios
y descalificaciones hubieron de hacer mella en el natural sen­
sible de René-Moreno y escanciaron el ácido de su veneno sobre
el espíritu desgarrado, sajado por estrías y llagas palpitantes de
este solitario que no hizo otra cosa más que servir a su país en la
forma en que éste requirió de su presencia en un momento
crucial y trascendente para sus intereses.; El carácter subrep­
ticio de la tarea de Salinas Vega protegía a éste por lo menos del
juicio inmediato; pero en el caso de René-Moreno no hubo ni con
mucho tal garantía y así se transformó en la víctima propicia-

(1) Pascual Ahumada Moreno, "La Guerra del Pacífico" (Documentos), T. I,


Valparaíso, 1884, p. 410.

123
toria inmolada en el holocausto de las intrigas, las ambiciones y
las deslealtades, él que poseía una moral de fuego, una ética de
hierro, pero suavizada por el criterio superior de los hombres
inteligentes ajenos a fanatismos y dogmas cristalizados.
A través de las páginas de este capítulo esperamos haber
dej ado fehacientemente establecida la naturaleza y carácter de la
intervención de René-Moreno en las negociaciones que culmina­
ron en forma atroz para su persona. No ha sido nuestra
intención, el reinvindicarlo, pues su patria ya ha zanjado su
deuda con el hijo preclaro; no obstante hemos querido aportar
una perspectiva lo más objetiva posible, atendiendo únicamente
a la participación de René-Moreno y a lo que a ella atañe
directamente.

124
PARTE III

1880 - 1908
De las Playas del Rio de la Plata a Sucre

No p adiendo soportar ni un día más la insostenible situación


psicológica y social que vivía en Chile, René-Moreno decide pasar
a la Argentina. En Buenos Aires reflexiona acerca de los
acontecimientos que permanecen vividos en su memoria y con­
cluye que su verdad debe ser reconocida por sus compatriotas en
un juicio público. Los últimos meses de 1879 los dedica a
prerarar los términos de su defensa y, también, a visitar las
bibliotecas y archivos argentinos, lo cual produce en su alma el
efecto de un bálsamo reparador y beneficioso que lo sustrae un
tanto de sus preocupaciones inmediatas.
En Buenos Aires toma contacto con un amigo muy querido, el
historiador peruano Mariano Felipe Paz Soldán, quien a la sazón
ocupaba un puesto en la enseñanza de ese país como profesor del
Colegio Nacional. Este escritor, que gozaba de un prestigio bien
ganado en círculos intelectuales de habla inglesa, por haber
vivido y escrito muchos años en Estados Unidos, recibe cálida­
mente a René-Moreno y juntos comentan las desgracidas alter­
nativas de la guerra fratricida.
A principios de la guerra, Paz Soldán había escrito un folleto
con su punto de vista personal sobre las intenciones de Chile
respecto de una eventual alianza con Bolivia en contra del Perú,
lo que había influido grandemente en la perspectiva que René-
Moreno tenía del conflicto por aquellos días.

127
Junto a Paz Soldán, otra de las relaciones que enriquecen el
paso de René-Moreno por Buenos Aires, es el ilustre historiador
de nacionalidad uruguaya Andrés Lamas. Este tenia un con­
cepto muy claro sobre la cooperación intelectual y por sus
sobrados méritos no había en él sombra de ese recelo egoísta que
a veces enturbia las relaciones entre intelectuales. Por el
contrario. Y René-Moreno supo de su ayuda solícita.
"Como lo publiqué en vida de don Andrés Lamas para tribu­
tarle debidamente mi gratitud ( "Revista de Artes y Letras", de
Santiago, año 1886, t. VI p. 691), el ilustre americanista me
obsequió en Buenos Aires en el año 1879 un expediente original,
de 111 fojas manuscritas y 38 páginas impresas, que él estimaba,
y con razón, como gran piedra de cimiento para el edificio
historiográfico de la revolución hispanoamericana". (1)
Lamas, viendo la índole del trabajo en que René-Moreno
estaba empeñado, no trepidó en entregarle estos papeles referi­
dos a oficios dirigidos al gobierno de España e Indias por la
Audiencia de Charcas y en los que se informaba sobre "el recojo
de papeles seductivos que ha esparcido en su distrito la Corte del
Brasil". (2)
Es tal la asiduidad con que el bibliógraio compulsa los
archivos y bibliotecas de Buenos Aires, que se le llega a acusar
incluso de espía chileno y es detenido por un breve período en el
que se le requisan unos papeles importantísimos en su concepto,
de los cuales se jacta de guardar algunos.
La agresividad que suscita la persona de nuestro autor, que
era desde luego absolutamente infundada, pero concreta,
comienza a formar en su psicología, por compensación, un
revestimiento defensivo que lo protegerá en el futuro de los
ataques que, de tiempo en tiempo, abundarán sobre su persona.
Sin embargo, tras el broquel psicológico, la herida permanecerá
viva, la llaga abierta y el dolor enjaulado. Hombre de dialéctica
temible, como lo llamó Max Grillo, cultivará la polémica como
1) Gabriel René-Moreno, "Ultimos días Coloniales en el Alto Perú", Ed. Jackson,
buenos Aires, 1945, nota 271, p. 488.
(2) 1BID.

128
arma de defensa y, también, ofensivamente.
Es así como, en 1880, decide ser enjuiciado públicamente
ante un tribunal con jueces ad-hoc, nombrados por el propio
René-Moreno de entre dignatarios y hombres públicos. Su
destino: Sucre. Sin embargo, antes de su juicio, visita breve­
mente Potosí. En esta ciudad, reconocido por algunas personas,
es perseguido por una verdadera chusma que, azuzada por el
gobierno, desea lavar la afrenta causada por el "traidor" René-
Moreno. Y nuestro autor debe huir como lo podría haber hecho
un ladrón o un criminal: Por el tejado de la casa en que residía.
Estos hechos sólo contribuyen a consolidar en su mente ciertos
prejuicios que, por formación, estaban relativamente arraigados
en la conciencia profunda de nuestro autor. Tal es el prejuicio
racial. Más adelante veremos, sin embargo, que su opinión es
morigerada por una interesante perspectiva sociológica que,
según pensamos, debe ser tomada más en cuenta que sus
cruentos juicios sobre las características etnológicas del altope-
ruano; no obstante, el juicio apasionado y severo y la visión
racional e intelectiva responden a momentos y contingencias en
la vida y obra de René-Moreno. Por ello, es adecuado, para una
justa comprensión de su pensamiento a este respecto, fijarse en
el contexto y en la circunstancia en que plantea su parecer
sobre el asunto.
Venciendo todo tipo de dificultades René-Moreno logra ser
sometido a juicio. Su defensa, expuesta más tarde en su folleto
"Daza y las bases chilenas de 1879", es vehemente, pero, al
mismo tiempo, de una argumentación impecable y sólida, conse­
cuente con el tenor de los documentos probatorios que al efecto
expone como testimonios de su absoluta inocencia de los cargos
de traidor que se le imputaban.
En su defensa, informa a susjueces de la posición intelectual
que ocupaba en la sociedad chilena y de los merecimientos a que
aquélla le había hecho acreedor:
"Siempre ocupé un puesto de compañero y amigo en las
asociaciones literarias. La publicación de la obras completas de

129
i : n Andrés Bello, monumento magnífico de la gratitud nacional,
se hada bajo mis cuidados por encargo del gobierno y de la
universidad. La "Revista Chilena", publicación histórica y litera­
ria la más bien reputada desde cinco años atrás en el continente,
es el órgano más serio de la actividad intelectual del país, y
estuvo no poco tiempo bajo mi dirección, como lo acredita la
amplia cabida que tuvieron por entonces en sus páginas los
anales bolivianos. En Chile he presidido las brillantes y agitadas
sesiones de la Academia Literaria del Instituto Nacional, puesto
que reputo el más honroso de mi carrera, y que me permitía
influir en el espíritu y opiniones de una juventud ya bien pre­
parada para las luchas de la prensa y la tribuna". (1)
Todo este trajín intelectual y cultural no hizo de él, como
hubiese sido lícito esperar, un ciudadano chileno más que,
gracias a sus méritos, ocupara un puesto de privilegio dentro de
la sociedad en la cual desarrollaba sus mejores potencias. Y así
lo hace ver:
('Y"sin embargo de que la sociedad chilena me invadía de todos
laidos, tendía a absorber mi persona, a asimilarse mis sentimien­
tos creo que no necesito demostrar lo que a todos consta y es que
en mi huraña soledad, en los libros que cubrían los muros de mi
modesto gabinete, en los temas que de preferencia ocupaban mi
pluma, en servicios positivos que no está en mí recordar, he
puesto sin descanso un dique a esta inmensa y generosa corrien­
te permaneciendo incontrastablemente boliviano y negándome
a fomar carta de ciudadanía que me aconsejaban convenien­
cias de adelanto y bienestar. ¿Hice bien o hice mal? Dios lo sabe.
Yo sólo sé que ni aquí ni allá tendré ya quizá una patria a quien
servir". (21 j
Después' de esta declaración emotiva y sincera, Rene-Moreno
se remite a exponer los argumentos que ya conocemos acerca de
su intervención como portador de las bases chilenas. Los señores

(1) Gabriel René-Moreno, "Daza y las bases chilenas de 1879". Curiosísimas


revelaciones" en Op. Cit.
(2) IBID.

130
jueces escucharon con atención y objetividad las palabras de
estricto derecho que configuraron las argumentaciones de nuestro
autor. Por esto, el fallo fue unánime y no dejó lugar a falsas
interpretaciones:
"En la capital Sucre, a los 8 días del mes de agosto de 1880,
los infrascritos reunidos privadamente en la sala de la Corte
Suprema al objeto solicitado por el señor René-Moreno en la
exposición que antecede, procedimos a la lectura de varias cartas
y atestaciones originales y en copia que nos fueron presentadas
como comprobantes. Después de un atento examen de su
contenido, no podemos dejar de reconocer, como reconocemos,
que aquellos demuestran suficientemente que el señor Moreno
se prestó a ser el portador de las proposiciones del ministerio de
relaciones exteriores de Chile al Presidente de Bolivia entonces en
campaña, general Hilarión Daza, sólo en obedecimiento del
mandato confidencial de éste, que le fue transmitido en Santiago
por un agente secreto, el señor Luis Salinas Vega. Reconocemos
igualmente que el señor Moreno, con el propio carácter de
mandatario del Presidente Daza, aceptó el encargo de llevar al
gobierno de Chile, en nombre de Bolivia, el rechazo verbal de las
proposiciones.
"En consecuencia, juzgamos unánimente que la conducta del
señor Moreno en ese negociado, en que por las circunstancias del
país fue indeclinable su intervención, no puede ser razonable­
mente censurada como desleal e infidente". (1)
Hasta aquí la parte medular del fallo. Losjueces, entre los que
se encontraba el propio Arzobispo de La Plata, pusieron los
antecedentes que les presentara René-Moreno en el fiel de la
balanza de la Justicia y ésta se inclinó por la causa de nuestro
autor. No obstante, la reinvindicación completa de René-Moreno
en su país llegaría solamente muchos años más tarde, cuando las
nuevas generaciones comenzaron a conocer la obra gigantesca de
un hombre que siempre permaneció "incontrastablemente boli­
viano".

(i) IBID.

131
Su petición de ser juzgado por los más altos magistrados y
dignatarios de su país y, posteriormente, su emotiva y vehemente
defensa -en la que despliega toda su capacidad jurídica y
dialéctica- son hechos que prueban la valentía de nuestro autor
para encarar una realidad adversa, y desmienten, por sí solos,
las opiniones antojadizas de Salinas Vega. Su forma de sentir lo
ético crea en René-Moreno el prurito de la incontaminación, es
decir, el honor. Es pues, el sentimiento del honor el que impulsa
al intelectual boliviano a requerir su absolución de los cargos
infamantes que pesan cual oscuros baldones sobre su atribulado
espíritu, ya que el honor es una proyección y una prolongación
hacia los antepasados y, en último término, hacia la nación
misma. Por eso, cuando Bolivia juzga a René-Moreno, en verdad
se juzga a sí misma.

132
Nicomedes Antelo y el Problema Racial

Durante 1881, René-Moreno permanece en Argentina dedi­


cado a sus labores historiográficas y bibliográficas. Durante este
período afianza relaciones literarias y de estudio con los nombra­
dos Paz Soldán y Lamas, además de Bartolomé Mitre y Vicente
Fidel López, Pelliza, Fregueiro, Viola y el editor Casavalle.
Ese mismo año de 1881 realiza un viaje a Europa en el que
recorre Inglaterra, España y, probablemente, Francia. Durante
una visita al museo británico, para su sorpresa, encuentra en el
acta del doctoral claustro pleno del 12 de enero de 1809,
documento que vanamente había buscado en Chuquisaca y
Buenos Aires. (1) El mismo sentimiento experimentará Arguedas
años más tarde al constatar que los documentos a partir de los
cuales puede reconstruirse la historia de su país se hallan en
grandes cantidades en estos archivos y bibliotecas bien nutridos
del Viejo Continente, hecho que contrasta con la pobreza de las
bibliotecas bolivianas.
Este viaje a Europa, además, insufla a su visión de la historia
los últimos aportes teóricos que a la sazón efectuaban hombres
como Droysen, Bemheim y Ranke.
Luego de este viaje, del cual prácticamente todos los biógrafos

(1) Ramiro Condarco Morales, "Grandeza y Soledad de Moreno", Talleres gráficos


bolivianos, La Paz, 1971, p. 286.

133
de René-Moreno carecen de antecedentes, retoma a Buenos
Aires, donde Mitre y López se encuentran enfrascados en una
tremenda, pero saludable polémica histórica.
Antes de su partida al Viejo Continente, nuestro autor se
había reencontrado con un viejo amigo de la infancia, quien
residía en Buenos Aires desde 1860: Nicomedes Antelo. Los re­
cuerdos que René-Moreno guardaba de Nicomedes estaban
envueltos en un aura mágica y se identificaban con los luminosos
días de la infancia y la preadolescencia. Una admiración llena de
sentimiento era lo que esos recuerdos inspiraban a su alma. Por
eso, la decepción que experimentó René-Moreno al ver a aquel
"vejete calvo y altiseco" fue vivísima. En cierto modo, nuestro
autor le veía con los ojos del niño que aspiraba imitar al héroe de
sus sueños. En el vestíbulo del hotel donde lo encontró pudo ver
no al joven apuesto y gallardo, naturalmente, sino a un "vejete
calvo, altiseco. barbas blanquizcas, a lo cabrón desde las mejillas
un poco descuidado en el traj e, dos troneras que algo husmeaban
abiertas desde una nariz corta y algo colorada, ningún vestigio
agradable de la prodigiosa juventud; pero también, y es de
justicia apuntarlo, ojos picarescos, caucásica fisonomía especta­
dora, ademanes francos, la ágil y anhiesta persona doblándose
con negligencia a impulsos de la urbanidad..." (1)
Regresado de Europa, ya en 1882, tuvo oportunidad de
dialogar repetidamente con el viejo amigo. Los temas, al parecer,
siempre eran propuestos por Nicomedes, quien tenía predilección
por las ciencias biológicas, lenguas y razas americanas, sociolo­
gía positivista y moral evolucionista, "sus ramos favoritos y
acerca de los cuales no era difícil advertir que poseía conocimien­
tos seguros y extensos". (2)
René-Moreno escuchaba los apasionados argumentos de
Nicomedes a favor de las teorías evolucionistas y de la tesis de E.
Zolá de trasladar el método científico a la construcción de la
novela. El historiador boliviano, más conservador que su posi-
(1) "Nicomedes Antelo", Pub. Universidad Boliviana Gabriel Rene Moreno. Sta
Cruz, 1960, p.3.
(2) 1B1D., p. 14.

134
tivlsta camarada, oponía a sus observaciones eljuicio sereno de
quien posee verdades asentadas en sólidas bases empíricas, las
que en definitiva encajan en todo un sitema de valores y princi­
pios. Escuchemos a René-Moreno rebatir la especie de la aplica­
ción del método científico a la novela:
"Que el método experimental tiene excelente aplicación en la
historia cosa es que en sana doctrina no puede ofrecer duda
alguna. Por el fondo la historia es ciencia, y todo el arte de su
forma se contrae a alcanzar una rigurosa modelación realista. Su
fin no va encaminado a divertir sino a dejar constancia estricta
de la verdad enseñadora. De todo esto se siguen para la
composición y el estilo de la historia procedimientos muy tras­
cendentes, pero procedimientos que por índole propia no podría
la novela consentir". (1)
Nicomedes Antelo, a pesar de la calidad y cantidad de sus
conocimientos, era, paradójicamente, un profesor primario que
no había logrado ascender a puestos de mayor consideración en
la esfera de la enseñanza bonaerense. La índole de sus ideas y
su carácter polémico, amén de la malquerencia de las autori­
dades pedagógicas hacia su persona, habían cercenado sus
posibilidades profesionales. Los planteamientos de orden étnico
y antropológico-sociológico de Nicomedes Antelo apuntan a un
aspecto que se hace reiterativo dentro de sus ideas y que René-
Moreno percibió como un prejuicio individual antes que fundado
en una real visión científica. Dicho aspecto se refiere a la
superioridad de la raza blanca respecto de las razas indígenas y
la perniciosa mezcla que resulta del cruzamiento de estas etnias,
especialmente en el caso de los individuos que Antelo llamaba
"cholos altoperuanos".
La forma de la narración de su biografía de Nicomedes Antelo
-en primera persona y exponiendo el pensamiento de su amigo
refundiéndolo, a veces, con el suyo propio sin indicar que lo
hacía- ha llevado a pensar a diversos estudiosos de la obra de
René-Moreno, entre ellos Humberto Vásquez Machicado, que

(1) IBID., p. 19.

135
nuestro autor concordaba prácticamente en todas las tesis de Ni-
comedes Antelo respecto de la raza altoperuana. Sin embargo, tal
opinión resbala sobre algo tan formal como es la perspectiva de
una narración y pasa por alto expresiones bien concretas de
nuestro autor que limitan y encauzan en una metodología más
científica la embriaguez de casta de Nicomedes Antelo. Pero es
cierto también que René-Moreno tuvo duros epítetos para el
mestizo altoperuano y no vaciló en blandir esa palabra como la
ofensa por antonomasia y en adjudicársela a aquellos compatrio­
tas que tuvieran la mala ocurrencia de atacar su integridad
moral, la que, sin duda, abarcaba también su integridad racial.
Como habíamos tenido oportunidad de observar, la posición de
René-Moreno frente al complejo problema racial depende, tam­
bién, de su propia contingencia. Si se trata de defenderse, no le
temblará la voz para hincar en los oídos del ofensor, si es el caso,
aquel rótulo infamante y execrable, sinónimo de bastardía y de
abyección: cholo mestizo. La clave para comprender este pro­
ceder de nuestro autor radica en un simple instinto de super­
vivencia. El era un hombre extremadamente sensible y, a más
solitario. Por otro lado, estaba comprometido en una empresa
silenciosa, absolutamente incomprendida, signada por el des­
precio y el escarnio de sus propios compatriotas, quienes eran,
por cruel paradoja, los destinatarios de ese verdadero trabajo de
zapa bibliográfico. También reaccionaba airadamente al com­
probar los estragos sociales que producían en el cuerpo social
los excesos de la política y el caudillismo, excesos que atribuía
entre otras cosas, al bastardeamiento de la raza. Para René-
Moreno en Bolivia se desarrolla una lucha entre lo puro y lo
impuro, entre lo inmaculado y lo espurio. Es, ciertamente, una
visión maníqueista que simplifica la realidad a una polarización
esencial, pero que deja en la oscuridad un sin número de ele-
méntos, vitales para desentrañar el verdadero sentido de los
acontecimientos en los que se manifiesta lo real.
Como decíamos más arriba, la narración en primera perso­
na de esta biografía que vio la luz primeramente en 1885 en la

136
"Revista de Artes y Letras" y luego en 'Bollvla y Argentina".
Notas biográficas y bibliográficas”, en 1901, desconcierta un
tanto y hay que estar muy atento para separar lo que es de
René-Moreno de lo que es de Antelo. Afirmaciones tan
gratuitas como las que siguen le serán dictadas a Antelo más
por la pasión del diálogo que por un mínimo criterio científico.
Cuando se refiere al cruzamiento entre cruceños e indios
guaraníes y mestizos altoperuanos, dice de éstos que "uno y
otro prosperando rutineramente un poco el comercio de
Santa Cruz, pero también contaminando de consuno, con los
glóbulos amarillos de su sangre, la linfa azul de la sangre
cruceña”.(l)
Ya no son la piel, la fisonomía o las costumbres lo que separa
a los indios y mestizos de los blancos, sino, además, el croma­
tismo de los glóbulos de la sangre, lo que evidentemente importa
una valoración hasta sus últimas consecuencias, lo que significa
el absurdo.
Humberto Vásquez Machicado ve en las argumentaciones de
los amigos un sólo punto de conflicto. Tal es el referido a la
diferencia de apreciación que tenían sobre el indio camba y el
mestizo altoperuano o colla. "Nicomedes Antelo afirma que entre
el indio neto de los llanos y mestizo altoperuano, prefería al
camba puro diferenciándose en esto de Moreno, quien con más
lógica y rigor científico sostenía que en igualdad de circunstan­
cias el pernicioso atavismo es tan pertinaz atavismo en uno como
en otro caso". (2)
Pero de pronto la embriaguez de conceptos anatematizadores
dirigidos como dardos fulminantes en contra de esta "raza infe­
rior” comienza a disiparse con las sobrias palabras de René-
Moreno, quien se percata de que achacar todos los males de
Bolivia a la raza indígena es absolutamente desproporcionado. Y

(1) G. René-Moreno: "Nicomedes Antelo", Publicacioes de la Universidad Bolivia­


na G. René-Moreno, Santa Cruz, 1960, p. 30.
(2) H. Vásquez Machicado, "Sociología de René-Moreno, en Kollasuyo N" 64,
marzo-abril 1946, p. 267.

137
curiosamente Vásquez Machicado no consigna esta palabras
reveladoras:
"Pero el hecho es demasiado complejo para que, conforme al
método experimental, consienta una explicación tan simple, cual
es en este caso la que estriba en la herencia de la índole
perniciosa de una casta", y agrega: "Está buena la coincidencia
para prestarse a opiniones o conjeturas simplemente sociológi­
cas: nunca para dejar en el espíritu la certidumbre positiva de un
fenómeno etnológico". (1)
Estas son palabras de René-Moreno. Ellas contrastan con las
que expresa Antelo, quien califica o, mejor, descalifica al pobre
indio incásico con los siguientes epítetos: "sombrío, asqueroso,
huraño, prosternado, estúpido y sórdido". (2)
Aquí vamos entendiendo mejor el hecho de que René-Moreno
no sucriba ni con mucho todas las tesis de Nicomedes Antelo
sobre el problema racial. Más le place a nuestro autor el método
del gran naturalista Agassiz y se da a la tarea de recoger ciertas
observaciones que éste hiciera en la Amazonia. Agassiz "no
penetra en los antros de la frenología ni en las sinuosidades de
la antropología. Averigua bien el hecho natural y le consigna
como fiel historiador". (3) Consigna el hecho de que los caracteres
del indio son dominantes sobre los del negro o el blanco. De aquí
René-Moreno concluye que el atavismo incásico es recalcitrante
y genera individuos inferiores. Lo que nuestro autor no alcanza
a barruntar en toda su magnitud es la separación entre atavismo
genético y atavismo cultural. Sin embargo, avizora, hasta cierto
punto, las determinaciones sociales que pesan sobre la gran
masa de indios y mestizos: por ello en su espíritu no existe :1a
certidumbre positiva de una fenómeno etnológico". Debido a
esto, René-Moreno no puede ser taxativo respecto de la inferiori­
dad absoluta de las razas aborígenes y de aquellas producto de
los cruzamientos interraciales. Como Agassiz, apunta el hecho
concreto del menor desarrollo cultural y moral de las razas en
(1) G. René-Moreno, Op. Cit, p. 31.
(2) IB1D, p. 32.
(3) 1B1D, pp. 34-35.

138
cuestión, pero a partir de esta inferioridad concreta y visible no
desprende la conclusión de la inferioridad esencial. En este
sentido está más cerca de las tesis de Ratzel acerca de la
influencia del medio en los individuos y de las determinaciones
que esta influencia genera en la conformación de la respuesta
social de dichos individuos.
Vista la diferencia bastante pronunciada entre el pensamiento
de Antelo y el de René-Moreno, y que destacados estudiosos han
querido ver en simbiosis, nos parece oportuno dejar que sea el
propio René-Moreno quien analice las motivaciones profundas
del sentimiento de Antelo respecto de los indios mestizos:
"Hay que convenir un poco en el alcance de ciertos gritos de
la sangre por perseverar en su primitivo ser. Antelo mismo, ¿no
sería en el caso actual llevado por el reclamo de cierta propensión
antigua, no del todo quizás extinguida hoy entre sus paisanos de
Santa Cruz?"
Y continúa:
'Viendo estamos todos los días en las familias altoperuanas
más linajudas, las marcas indelebles que deja en el rostro la
perniciosa rebeldía de la sangre incásica; pero, a la verdad, en la
intransigencia de Antelo sobre este puntillo o ápice del atavismo,
vi también algo parecido a una resurrección de la carne cruceña
de otros tiempos; vi un resquicio por donde saltaba a persistir
una primitiva genialidad peculiarísima de aquel vecindario, muy
aparte de los que componían el distrito de la Audiencia de
Charcas. El de Antelo era un postumo "no" de sus mayores.
Mostrábase obstinado en borrar la estampa incásica en todas las
esferas de la sociabilidad boliviana, al modo como un antepasado
cruceño era inexorable en tratándose de hocicos y greñas y
cueros de collas"." (1)
Esta es, sin duda, la esencia de la crítica racial de Nicomedes
Antelo. La pátina de ciencia con que dicha crítica encubre su
origen profundo es removida por René-Moreno con la agudeza de
su percepción y, además, con el conocimiento de la naturaleza del

(1) IBID, pp. 36-37.

139
hombre cruceño tradicional que, a pesar de todo su positivismo
y sentido progresista, aún alienta en la estructura psicológica de
Nicomedes Antelo.
Nuestro autor, aun reconociendo la superioridad "concreta"
de la raza blanca, estima que ha llegado el momento de la
unificación racial para Bolivia. Una raza homogénea implicará
una cultura homogénea. Recordemos que René-Moreno en­
tiende la unidad como el desiderátum a que puede aspirar el
hombre en su contacto con la realidad. Por ello, sobre el
problema racial, nos dice resignado:
"Casi es preferible, en pro de los intereses unificadores que no
admiten demora, el bastardeamiento que de la raza superior se
viene verificando con el mestizar sin coto ni selección desde la
Independencia hacia acá. Este ha sido y es un libramiento
onerosísimo pero inevitable girado contra el tesoro del porve­
nir." (1)
Como dice René-Moreno, en cuanto al tema del atavismo
racial, Nicomedes se descomponía y comenzaba a liar frases
désealificatorias salpicadas con ejemplos de experimentos
científicos extravagantes como el que aseveraba que el cerebro
del indio pesaba entre cinco, siete y diez onzas menos que el de
un blanco de pura raza. En este sentido. Antelo era, ni más ni
menos, un caballero cruceño redivivo bregando por mantener
incólume la identidad racial de su pueblo. Por ello, este hombre,
que tanto ascendiente ejerciera sobre el niño Gabriel René, se nos
aparece como un ser excéntrico, como aquel Coloso de Rodas que
ponía un pie en el estrado de los mayores y otro en el de los niños;
ahora, sin embargo, tenía un pie en la ciencia y otro en la más
inveterada tradición cruceña. Pero Nicomedes Antelo no sólo se
preocupaba de leer a Darwin, Pasteur, Bemard o Zolá; también
tenía algo que decir en el campo de la educación. Su principio
político era el trabajo; este principio lo proyectaba, también, el
método pedagógico y debido a su inflexible y combativa postura
contestataria mantuvo controversias pedagógicas con autori­

(1) IBID, p. 38.

140
dades educacionales argentinas, lo que de algún modo cercenó
sus posibilidades de ascenso y desarrollo profesional. Pro­
pugnaba, en el aspecto de los planes y programas, la enseñanza
de las ciencias positivas y la abolición de las creencias sobrenatu­
rales. Por todo ello, Nicomedes Antelo vivió en una semipenum-
bra de la que se consideraba peligroso sacarlo.
En la tertulia que se realizaba en la casa del general Bartolomé
Mitre, donde se reunían conspicuos personajes de la sociedad
rioplatense, René-Moreno hubo de recabar antecedentes sobre
Antelo.
Una noche promovió conversación sobre el excéntrico pro­
fesor primario. "No podía explicar por qué un espíritu tan supe­
riormente cultivado se hubiese contraído años de años a la
enseñanza en la escala rudimental de los conocimientos. En
Buenos Aires, donde la carrera de la enseñanza oficial ha estado
abierta a los extranjeros hasta en la más alta jerarquía de la
dirección o de la cátedras, ¿Cómo Antelo no salía de maestro de
escuela?". (1)
Pero la respuesta la hubo de obtener del propio Antelo:
"Por tres razones: por ateo, por no ser extranjero de Extranjis
sino de Bolivia, y por pendenciero. Tóqueme usted aquí el órgano
de la combatividad". (2)
He aquí otra de las grandes diferencias entre René-Moreno y
Antelo. Mientras éste propugna un materialismo extremo, aquél
entiende el mundo regido por un poder superior que da funda­
mento y significado a lo espiritual, que es, además, el suelo donde
germinan las ideas de lo bueno, lo bello y lo verdadero.
En síntesis, creemos que no es posible pensar que René-
Moreno suscribiera las tesis de Antelo sobre el problema racial.
Los límites y cortapisas que nuestro autor pone a los extravagan­
tes planteamientos del combativo cruceño y la finura de su
análisis sobre las motivaciones últimas de Antelo, son, creemos,
pruebas suficientes que reafirman y apoyan nuestro aserto.

(1) IBID, p. 46.


(2) IBID, p. 47.

141
Renacer desde las cenizas

Vuelto de su hégira por Europa y Argentina a principios de


1883, René-Moreno se reencuentra con sus viejos amigos san-
tiaguinos. Pero su primera preocupación apenas llegado es
tomar conocimiento del estado en que se encontraba su biblio­
teca particular, la que había sido afectada por un incendio en los
últimos días de 1881. Es así como puede ver que una parte no
despreciable de los manuscritos, folletería, gacetería y documen­
tos que acopiara con tanto esfuerzo y dedicación y que ordenara
y clasificara por temas, empastándolos en gruesos tomos, había
perecido entre las llamas. Sin duda, era un gran tesoro lo que
había perdido el estudioso boliviano. Pero René-Moreno, amén
de sus facultades intelectuales, se caracterizaba por la tenacidad
y constancia. No desmayó ante las contrariedades y prosiguió
con nuevos bríos en esa misión sagrada de la que no se sintió
relevado jamás.
En una nota explicativa de los directores de la "Revista de
Artes y Letras", hogar literario de René-Moreno entre los años
1883 y 1886, al iniciarse la publicación en ésa de los "Anales de
la prensa boliviana. Matanzas de Yañez", se hacía mención al
incendio de la biblioteca particular del autor y, entre otras cosas,
se decía los siguiente:
"Esa noche fatal perecieron sin reemplazo documentos de la

142
mayor importancia para la historia. Se quemó, entre otras cosas,
Sa correspondencia oficial y confidencial recibida y los libros
copiadores llevados por el general Sucre durante su administra­
ción en Bolivia. Nuestro amigo decía a todos los que concurrían
a consultar o curiosear su biblioteca, que alentaba la seguridad
de haber podido reunir en ella las fuentes originales más copiosas
para la historia del origen, fundación y organización de la
nacionalidad boliviana. Hacía pocos meses que se había él
mismo sentado a escribir cuando sobrevinieron la guerra del
Pacífico y su salida del país". (1)
Aquel malhadado siniestro había destruido justamente los
documentos que René-Moreno había recibido de manos de su
amigo Daniel Calvo en 1871, los mismos que habían sido
acopiados por don Pedro Antonio de la Torre con el propósito de
escribir historia. Esta es la razón, entonces, de por qué René-
Moreno no escribió la historia de Bolivia como una obra unitaria
y hubo de limitarse a trabajar fragmentariamente sobre aquel
período de la fundación de la república. Por otro lado, su
perfeccionismo extremo no le hubiera permitido dejar lagunas
indocumentadas ni realizar interpretaciones sin base documen­
tal. La historia de Bolivia tuvo que esperar a un Arguedas, más
atrevido y menos perfeccionista, quien, fiel a su concepto de la
historia como "moral en acción", no vaciló en tomar partido
apasionadamente en contra de los vicios reales y supuestos de la
vida pública boliviana. Sin embargo el propio Arguedas no
hubiese podido tener tan buen pie para comenzar su empresa si
este trabajador paciente y tenaz llamado Gabriel René-Moreno
no hubiera previamente abierto el surco profundo de los estudios
bibliográficos e historiográficos de su patria.
Los primeros meses de 1883 son de una intensa actividad
para nuestro autor.
En abril es llamado por el rector del Instituto Nacional, don
Manuel Amunátegui, a retomar su puesto ál frente de la biblio-

(1) "Inserto en Gabriel René-Moreno, "Matanzas de Yañez", Colección de la


Cultura Boliviana, dirigida por Armando Alba, Editorial "Potosí". 1954, p. XXIX.

143
teca del establecimiento. Sucede en esta labor a don Luis Barros
Borgoño.
Al cabo de casi cuatro años de ausencia, René-Moreno, el dos
veces autoexiliado, puede hacer suyas las palabras de Fray Luis
León al retomar su cátedra: "Como decíamos ayer...” Sí, porque
el tiempo, aunque ruptura, troncha y disgrega, no logra disolver
las conciencias en la fatalidad de los acontecimientos. Al menos
las conciencias de hombres dotados de una claridad y lucidez
superior.
Como el Ave Fénix, su biblioteca particular emerge de entre las
cenizas con una nueva vida, vida que nuestro autor le insuflara
como un "deus occasionatus". Según la expresión del ilustre
Cardenal Cusano. Los manuscritos que lograron salvar sus
amigos, con sus bordes chamuscados y casi deshaciéndose, le
servirán, una vez más, para reanudar un trabajo-eminentemente
patriótico cuya recompensa no se traduce en términos materia­
les, sino en un sentimiento personal muy íntimo y espiritual casi
incomprensible hoy en día, cuando el divorcio entre obra y
existencia alcanza una polarización extrema. A este respecto es
sensible recordar que Gabriela Mistral, para quien vida y obra
forman un todo indisoluble y guardan correspondencias profun­
das e intransables. Para la gran poetisa chilena un hombre
bueno tenía, por estas razones, que ser un buen profesional. La
parte ética de la persona corre a parejas con la parte intelectual.
Si miramos a René-Moreno desde esta perspectiva no podemos
sino asombramos al comprobar que su vida y su obra consti­
tuyen una sólida unidad de propósitos, objetivos y de esencia. El
sentido casi místico de su misión encuentra en su ejecutor un
espíritu fértil, capaz de labrarse a sí mismo, de abonar su tierra
espiritual con abundantes y selectas lecturas y, por último, de
sembrar en estas vegas fecundas una creación bibliográfica,
historiográfica y crítica que la posteridad no ha cosechado en
plenitud.
Inserto nuevamente en el ambiente cultural chileno, comienza
a colaborar asiduamente en la "Revista de Artes y Letras", la cual,

144
como ya dijimos, seria su hogar literario hasta 1886. En esta
revista amplía el artículo que apareciera en 1873 en la "Revista
de Santiago" sobre la vida de su gran amigo, Arcesio Escobar.
Posteriormente, a lo largo de tres extensos trabajos, publica sus
"Anales de la prensa boliviana", el cual lleva como subtítulo
"Matanzas de Yañez", y, además, otro que lleva el título simple de
"Bibliografía boliviana" (1884). Otro artículo de 1884 es un breve
trabajo histórico-literario titulado "Letras Argentinas", fruto de
su estada en la república del Río de la Plata. En 1885 aparece su
biografía de Nicomedes Antelo.
En sus artículos analiza las obras de sus compatriotas con
bastante severidad. Como dice Guillermo Feliú Cruz, "lo hace
siempre con elegancia, ironía y causticidad cuando es el caso,
pero preside el juicio un criterio firme, inspirado en una correcta
comprensión de los propósitos del autor que cae bajo su dominio.
Esa conducta se la puede seguir con muy laudables resultados
para entender al crítico, en el artículo en que comentó el libro del
autor venezolano Marqués de Rojas sobre el general Mirandafíl,
231); en el dedicado, con ocasión de su fallecimiento en 1886, a
Benjamín Vicuña Mackenna, silueta de gran valor sicológico (V,
369), y en el evocador de sus días de juventud, pieza maestra de
recuerdos, en que, sin hacer ni biografía, ni historia critica, narra
una vida rica espiritualmente, pero pobre en logros de felicidad,
la de Nicomedes Antelo (III, 312)". (1)
Los trabajos postreros de su periodo como colaborador en la
"Revista de Artes y Letras" son tres pequeños estudios titulados:
"Expediciones e invasiones", "El año 1808 en Chuquisaca" y
"Revista Bibliográfica", todos ellos publicados en 1886.
La originalidad de la obra de René-Moreno, según Feliú Cruz,
radica en la mancomunidad que logra entre la bibliografía y la
critica. Esta mancomunidad será indisoluble a lo largo de su
obra y obtendrá sus frutos más decantados en su serie de notas
históricas, bibliográficas y biográficas, culminación de su obra de
madurez.

(1) Guillermo Feliú Cruz, Op. Cit., p.8.


René-Moreno y José Toribio Medina

Como ya hemos anotado, los primeros meses de 1883 fueron


bastante agitados para nuestro autor. Fuera de recomponer su
biblioteca particular, Inventariando pérdidas y trabajando de
Inmediato en estudios de índole bibliográfica, los que culmi­
narán en sus "Anales de la prensa boliviana", se dedica a cumplir
con un Informe solicitado por el Ministerio del Interior de la
república de Chile, sobre un trabajo que realizaba a la sazón don
José Toribio Medina.
La historia de este Informe es la siguiente.
El 26 de marzo de 1883, el Gobierno expide un decreto en el
que se encomienda a don José Toribio Medina la formación de un
índice general y completo de todos los documentos existentes en
el archivo del Ministerio del Interior. Para cumplir con dicha
tarea se le otorga un plazo de diez meses. (1) Puesto manos a la
obra, Medina se percata de que la envergadura del trabajo
sobrepasa en mucho a los plazos que le otorga el decreto
susodicho. Es asi como hace ver al ministro del Interior, don José
Manuel Balmaceda, la necesidad de que personas expertas
evalúen su trabajo con el objeto de que exista una proporción
entre los plazos y el tamaño de la tarea. El mismo Medina
propone a René-Moreno y a Barros Arana como personas idóneas

(1) Anales de la Universidad de chile, tomo LXIV, 1883, p. 128.

146
para emitir un Informe al respecto. La comunicación que le envía
el propio ministro del Interior al bibliógrafo boliviano dice a la
letra:
"Santiago, mayo 19 de 1883.
"Don José Toribio Medina ha sido comisionado por este
ministerio para arreglar su archivo. Habiéndose puesto a la obra,
ha tropezado con ciertas dificultades que le han inducido a
solicitar exención de alguna de las obligaciones que le impuso el
decreto de su nombramiento. Al hacer esta solicitud, ha ex­
puesto que Ud. y el señor don Diego Barros Arana, como
personas especialmente aptas para calificar su trabajo, estarían
dispuestos a informar acerca de ellas, y por esa circunstancia
este ministerio la ha proveído solicitando ese informe, que Ud., si
lo tiene a bien, se servirá dar". (1)
Nos parece importante reparar en el hecho de que sea el propio
Medina quien proponga a René-Moreno para evaluar su trabajo.
Recordemos que José Toribio Medina es considerado por los
estudiosos como uno de los más grandes bibliógrafos ameri­
canos. Su obra es inmensa, variada y de una erudición asom­
brosa, tanto es así que se lo puede considerar desde los ángulos
de publicista, biógrafo, editor de reediciones críticas, paleógrafo,
genealogista, traductor, autor de índices y bibliógrafo. Ha
contribuido, además, a la erudición en naciones como España,
Argentina, Uruguay, Perú, Colombia, Ecuador, Estado Unidos y
Filipinas. En la época que nos ocupa, Medina es un joven de 31
años que no obstante su edad, ya ha viajado por Europa,
especialmente por España, donde ha buceado en los grandes
depósitos del Monasterio del Escorial, en los archivos de Alcalá
de Henares, en los de Madrid y, en Sevilla, en el grandioso
Archivo de Indias, en 1878, es decir, a los 26 años, había
publicado su monumental "Historia de la Literatura Colonial de
Chile", obra que comprendía más de mil trescientas páginas en
tres volúmenes en octavo.
(1) Oficio encontrado entre los papeles pertenecientes al Director de la Biblioteca
del Instituto Nacional, don G. René-Moreno. Véase reproducción en el Apéndice
Documental.

147
La relación establecida entre Rene-Moreno y José Toribio
Medina es un punto que no hemos visto tratado por los estudio­
sos de la vida de estos autores. A nuestro juicio, el oficio dirigido
a Rene-Moreno por el ministro Balmaceda prueba que Medina
consideraba a nuestro autor como una autoridad en materia
bibliográfica y que, por tanto, estaba dispuesto a aceptar las
consecuencias que se derivasen del informe que éste debía dar al
Ministerio del Interior sobre las características del trabajo que
realizaba en el archivo de la Capitanía General de Chile.
Pero no sólo a través del documento podemos vislumbrar que
existía una relación entre el joven bibliógrafo chileno y el ya
maduro intelectual boliviano. Confrontando ambas biografías,
nos percatamos de lo siguiente. En 1865. Medina se matricula
como estudiante de tercer año en el Instituto Nacional. Sus
maestros fueron, por tanto, los historiadores Barros Arana y
Miguel Luis Amunátegui, el naturalista Rodulfo Amando Philippi
y el bibliógrafo Ramón Briseño. Rene-Moreno, a la fecha, ejercía
las labores de profesor suplente en el mismo ramo de historia. No
es aventurado suponer entonces, que si bien no existió una in­
fluencia directa de René-Moreno sobre Medina, al menos sí
hubo, en esos años una cierta relación de índole académica. Por
otra parte, los intereses del adolescente Medina estaban orienta­
dos más hacia la historia natural que a otras disciplinas, lo cual
había sido fomentado por el sabio Philippi. En 1869, el joven
Medina se gradúa en el Instituto Nacional. Es la época, también,
del segundo año de René Moreno al frente de la Biblioteca del
establecimiento. Es en la biblioteca del Instituto donde, segura­
mente, hade haberse establecido un contacto más estrecho entre
elbisoño talento chileno y el joven director de 33 años, pues aquél
se caracterizaba por su fervor hacia los libros, especialmente
hacia aquellos, en esa pñmera época, que hablaran de entomolo­
gía y de historial natural.
En la década de 1870, José Toribio Medina se vuelca hacia los
estudios de género histórico. Trascendente en este sentido es un
viaje que realiza a Lima en 1875. En la "Ciudad de los Reyes"

148
encuentra su propia vocación, la que sale a la luz entre los libros
y manuscritos que relataban el período de la dominación es­
pañola en América. En Lima se contactó con Ricardo Palma,
autor de las lamosas 'Tradiciones Peruanas" y quien sería gran
amigo y corresponsal de Rene-Moreno; con Francisco de Paula
Gonzáles Vigil, Director de la Biblioteca Nacional de Lima; con
Manuel Odriozoia, compilador de los "Documentos Históricos del
Perú"; y con Manuel Mendiburu, autor del monumental "Diccio­
nario Histórico y Biográfico del Perú". Recordemos que un año
antes, en 1874, René-Moreno había compulsado los archivos de
la capital del Rímac en busca de documentos relativos a la
fundación de Bolivia y que había establecido un sólido vínculo
con Mariano Felipe Paz Soldán.
Todos estos antecedentes nos remiten hacia una senda común
que une a estos dos caminantes de la historia precisamente en
este año de 1883. Medina, a pesar de su juventud, conocía
prácticamente toda la producción histórica y bibliográfica pu­
blicada en Chile; por ello es que su decisión de proponer a René-
Moreno como uno de los expertos que evaluarían su trabajo cobra
aún mayor importancia. La "Estadística Bibliográfica" de Ramón
Briseño, que se ocupaba de catalogarlos impresos chilenos hasta
1876, había sido ampliamente superada por la "Biblioteca Boli­
viana" de René-Moreno tanto en el método como en la técnica de
la ejecución. Medina, quien debió reconocer esta obra, así lo
consideró y, como se desprende de la comunicación transcrita,
conversó previamente con René-Moreno con el objeto de que éste
aceptara entregar el informe que se le iba a requerir. Es así como
el 26 de mayo de 1883, Rene-Moreno hace llegar al Ministro del
Interior su informe. Este consiste en una descripción del archivo,
del número de volúmenes y de las características de éstos. En
parte de su informe dice:
"Los volúmenes fueron allí colocados en 1717, de los cuales
1.217 pertenecen a la administración colonial, y 500 a la era
republicana desde 1810 hasta nuestros días.
"La sección de volúmenes coloniales está colocada en cinco

149
estantes. Tres y medio de dichos estantes contienen expedientes
obrados sobre intereses particulares. Estante y medio llenan los
tomos relativos a la administración gubernativa y política propia­
mente dicha.
"No pocos de estos volúmenes coloniales tienen en el lomo
rótulos cronológicos y especificativos. Asimismo, no pocos
contienen un membrete interno que indica la colocación del
volumen en los estantes de la sala. Todos sin excepción han sido
formados con los papeles manuscritos provenientes del archivo
que dejó la Presidencia y Capitanía General de Chile".
Más adelante, agrega:
"El índice que está formando el señor José Toribio Medina
apenas llega todavía a una octava parte de la totalidad de la obra.
Es una enumeración sumaria e individual de las entidades
dentro de cada volumen contenidas, sea en la condición de piezas
sueltas o en la de legajos especiales. Señala el año y número de
fojas de cada entidad, fija la ubicación del volumen en los
estantes de la sala, y lleva la cuenta total de las entidades o títulos
de cada volumen".
Luego prosigue:
"La extensión y naturaleza de la tarea da mérito para creer
que, en la parte colonial, hay materia sobrada para que dicho
señor se ocupe con puntualidad algunos meses. En cuanto a la
sección de la República. US. puede dar el valor que conceptúe
conveniente a la observación que pasamos a exponer.
"Mientras que en la sección colonial cada tomo, generalmente
hablando, contiene por término medio unas veinte entidades, en
la sección republicana caben dentro de cada volumen hasta
doscientas piezas independientes. De aquí resulta que, respecto
de los 500 volúmenes de esta última sección, el índice tiene que
consignar un número mucho mayor de títulos que los que de suyo
dictan los 1.217 del archivo colonial". (1)
Luego de explicar que la diferencia en el número de documen­
tos en los tomos de la colonia y los de la república se debe al

(1) Anales de la Universidad de Chile, tomo LXIV, 1883, pp. 298-300.

150
distinto régimen administrativo, puesto que frente al centralismo
absoluto del gobierno colonial se opone el carácter ejecutivo del
régimen republicano, René-Moreno termina diciendo que, debido
a esto, un tomo de la república suministra mayor suma de labor
que otro colonial. El informe es firmado por G. René-Moreno y se
adhiere a él Diego Barros Arana.
La consecuencia casi inmediata de la evaluación realizada por
René-Moreno es un decreto expedido el 5 de junio que dice a la
letra:
"Santiago, junio de 1883.- Vista la solicitud que precede y el
informe adjunto, Decreto:
"Limítase la comisión que, por decreto de 26 de marzo último,
se confirió a don José Toribio Medina para que forme el índice
general de los documentos existentes en el archivo del Ministerio
del Interior, a sólo la parte relativa a la época colonial, quedando
en los demás vigente el respectivo decreto.
'Tómese razón y comuniqúese.- Santa María.- J.M. Bal-
maceda". (1)
No obstante que el decreto primitivo le daba un plazo de diez
meses, a partir de marzo, Medina concluyó su labor a mediados
de agosto. El 23 de ese mes entregaba una comunicación al
Ministro del Interior dando cuenta de los resultados de la
delimitación entre dos periodos bien definidos: la colonia y la
época de la independencia. Hacía una relación sucinta de la
clasificación de los documentos por materias y de su ubicación
dentro de los estantes del archivo. Terminaba su comunicación
al Ministro del Interior con las siguientes palabras:
"Como US. lo ha expresado ya en varias ocasiones, el fruto que
el trabajo realizado está destinado a producir sería incompleto si
no se diese a la publicidad". (2)
Efectivamente, este trabajo de Medina fue dado a la publicidad
sin embargo hubo de padecer un destino lamentable. "Su índice
-un pesado tomo de novecientas páginas, que cita 18.216 docu­
mentos- se publicó en mayo de 1884. Este volumen in cuarto se
(1) IBID., p. 333.
(2) IBID., p. 524.

151
ha convertido en una rareza bibliográfica, porque, como se sabe...
¡El gobierno terminó vendiendo la edición para papel de en­
volver!" (1)
De lo relatado se infiere que la relación entre René-Moreno y
Medina estuvo caracterizada por un conocimiento mutuo que,
sin embargo, no cristalizó en amistad. Ambos, por su oficio,
debieron encontrarse muchas veces en las bibliotecas de San­
tiago, pero nada nos autoriza a pensar que cultivaron algo más
que un trato cordial pero lejano. Al contrario, al parecer hubo
una cierta distancia entre el intelectual boliviano y el america­
nista chileno, lo que explica de algún modo la casi inexistencia de
antecedentes sobre la convergencia vital de dos estudiosos que
exploraban un mismo campo en una misma época. No obstante
lo anterior, buscando en la obra de René-Moreno algo que nos
pudiera dar luces respecto de la naturaleza de la convergencia
que tuvo que existir, hallamos la siguiente visión de René-Moreno
sobre el sabio chileno:
"El infatigable investigador que ha removido de fondo a
superficie, en lo que mira al Perú y a Chile, el secreto archivo del
Santo Oficio, es José Toribio Medina, americanista de primera
nota, tan ventajosamente conocido en la península ibérica como
en nuestra repúblicas, por sus bibliografías y compilaciones. Es
trabajador positivista, preservador de materiales extraídos de la
cantera misma de los archivos originales. La mera enunciación
bibliográfica de sus publicaciones colme su elogio, señalada­
mente si se mira que apenas cuenta con 44 años. Entre las obras
que prepara figura una bibliografía histórica y biográfica de la
imprenta en el Perú anterior a la independencia. Es trabajo que
derogará los presentes apuntes para un catálogo de apuntes y
folletos.
La admirativa visión que René-Moreno expresa sobre Medina,
se toma en dolida confesión de un suceso que pudo haber
ocurrido en la Biblioteca Nacional de Santiago:
1) Mauiy A. Bromsen, "Medina, el americanista", en "José Toribio Medina
Humanista de América", varios autores, Ed. Andrés Bello, Santiago de Chile, p.
40.

152
"Cuando le he pedido que me auxilie con lo que pueda, a fin
de obtener que aparezca menos incompleto el presente inventario
peruano de ambas bibliotecas públicas, se ha negado con­
testándome categóricamente, que eso seria cercenar una sustan­
cia que de derecho pertenece a una producción propia muy
próxima. Así que esta "Biblioteca Peruana", emprendida antes de
la vuelta de este inexorable emprendedor al país, viene al mundo
sin ambiente de vital misericordia. Digamos que nace caída o
cayendo derecho a la caducidad y a la muerte". (1) Así como su
"Biblioteca Boliviana" había nacido bajo el signo ominoso de la
guerra, ahora su "Biblioteca Peruana” venía al mundo "sin
ambiente de vital misericordia". Palabras amargas que reflejan
su respuesta frente a un mundo que se muestra agresivo y las
más de las veces indiferente. Palabras, además, que nos remiten
hacia la comprensión de un vacío en el trato de dos hombres que
necesariamente hubieron de establecer, luego del informe de
1883, aunque fuera un mínimo contacto. Más aún, si pensamos
que René-Moreno es uno de los grandes bibliógrafos de América
-aunque circunscrito a su patria, Bolivia-, superado en cuanto a
extensión y medios sólo por Icazbalceta y Medina .queda de todos
modos como un enigma el por qué no existió una relación más
estrecha entre René-Moreno y Medina, por qué no hubo esa
cooperación intelectual que se dio entre el bibliógrafo boliviano y
Paz Soldán o Andrés Lama. Una respuesta a estos interrogantes
tendría que basarse en antecedentes más amplios que los que
nosotros poseemos, pero que en este momento representan la
única apoyatura en la cual asentar una visión aunque sea
provisional sobre la relación entre estos dos grandes biblió­
grafos.

(1) Gabriel René-Moreno, "Biblioteca Peruana", tomo 11, Imprenta y Encuader­


nación Barcelona, Santiago de Chile, 1897, p. 392.

153
Misión de un Bibliotecario

"Pues bien, he aquí donde veo yo surgir la nueva visión del


bibliotecario, incomparablemente superior a todas las anterio­
res. Hasta ahora se ha ocupado principalmente del libro como
cosa, como objeto material. Desde hoy tendrá que atender al libro
como función viviente: habrá de ejercer la policía sobre el libro y
hacerse domador del libro enfurecido". (1)
Estas palabras, pronunciadas por Ortega y Gasset e insertas
en el discurso inaugural en el Congreso Internacional de Biblio­
tecario el 20 de mayo de 1935, reflejan el sentido de algo que
René-Moreno ya había entrevisto hacia 1883 -y aun antes- sobre
la índole de su trabajo como bibliotecario del más importante
centro docente secundario del país. Efectivamente, poco des­
pués de haber contribuido a aliviar el trabajo de Medina en el
archivo del Ministerio del Interior, le corresponde entregar al
rector del Instituto Nacional un informe sobre el estado de la
biblioteca del establecimiento, el que es una verdadera radio­
grafía de los intereses culturales de la intelectualidad chilena de
la época. Dicho informe nos permite, además, vislumbrar, en sus
apretados conceptos, la visión que René-Moreno poseía sobre la
labor del bibliotecario, visión que se adelanta a la del sabio

(1) José Ortega y Gasset, Obras Completas, tomo V, Ediciones de la Revista


Occidente, Madrid, 1970, p. 227.

154
español, pues para nuestro autor sólo la vigilia constante res­
pecto de la producción literaria en todas las áreas del cono­
cimiento humano permitirá contar con una biblioteca viva y
respirando. Por el contrario, la desidia y la ataraxia, es decir, la
no renovación y puesta al día del material bibliográfico, serán
la causa de que la biblioteca sea apenas un recinto lleno de
osamentas y restos arqueológicos.
De puño y letra de René-Moreno leemos que entregó este
informe el 19 de junio de 1883, es decir, casi dos meses después
de su reincorporación al Instituto, la cual se había efectuado en
abril.
Sin duda, los conceptos en este informe nos acercan a un
René-Moreno menos clásico y más positivista respecto del que
saliera de Chile en 1879. La razón de esto estriba en el carácter
mismo del informe -dar a conocer el estado de la biblioteca y
proponer reformas y renovación del contingente de libros- y en
una disposición más abierta a las ciencias naturales, influido
quizás por sus entrevistas con Nicomedes Antelo y su viaje a
Europa. El pragmatismo con que enfoca las necesidades biblio­
gráficas de la biblioteca a su cargo nace de la observación llevada
a cabo por él mismo en Europa y del confronte que efectúa entre
las culturas del viejo y el nuevo mundo. De este confronte surge
la ciencia como una conquista de Europa y como un proyecto
donde fomentar la ciencia rigurosa sin olvidar, por supuesto, el
"leit motiv" de la gran literatura.
Retenemos en nuestro poder el borrador manuscrito del
susodicho informe, el que consta de doce páginas en carillas
tamaño oficio. Tenemos a la vista también la versión que del
mismo se publicó en los "Anales de la Universidad de Chile", tomo
LXTV, de 1883, y que corre entre las páginas 381 y 388. Para
nuestras citas hemos escogido, sin embargo, el borrador manus­
crito, pues la versión de los Anales, lamentablemente, adolece de
algunos errores tipográficos.
Al iniciar su informe, René-Moreno expresa lo siguiente:
"Al cumplir con lo dispuesto por el señor rector, para que le

155
informe de esta biblioteca, comenzaré por recordar un hecho
bastante triste. El ingreso de libros ha sido casi ninguno durante
los últimos cuatro años. Mientras tanto, el menoscabo y deterio­
ro causado por el uso frecuente de veinte años, saltan a primera
vista. No poco ha contribuido a ello la costumbre, hoy derogada,
de sacar libros a domicilio”. ¡Que bochorno para Sotomayor
Valdés y Barros Borgoño, los bibliotecarios del "interregno"! Con
cifras irrefutables, demuestra el paulatino deterioro de sus
amados libros. Son 1.000 los volúmenes en vías de destrucción,
500 los que demandan su reemplazo y 200 los libros que ya están
definitivamente destruidos. Como se puede ver, no sólo su
biblioteca particular le da motivos de aflicción, sino que este
amado recinto de trabajo le presenta además, el triste espectáculo
de la lenidad y de la muerte pausada de sus libros.

********************

¿Que leía la juventud estudiosa de la época? He aquí una


interesante visión de los gustos literarios de losjóvenes chilenos:
"A más de los tratados didácticos de consulta o lectura cotidiana
para las tareas escolares, los jóvenes se manifiestan particu­
larmente aficionados a la historia patria y a la americana. Pero,
según consta del archivo referente al movimiento diario, puede
afirmarse que los autores favoritos para la lectura son: Cervan­
tes, Lamartine, Chateaubriand, Shakespeare, Dante, Walter
Scott, Ariosto, Lope de Vega, Calderón, Thiers, Prescott, Irving,
Plutarco, Solís, Lessage, Hugo, Campoamor, Ercilla, Duruy, el
capitán Cook y Gustavo Becker."

156
Más adelante continúa:
"Pero nada hay comparable a la predilección unánime y
persistente por Cervantes y por Lamartine. Cinco personas a la
vez. por término medio, han estado leyendo diariamente las obras
en prosa y verso de uno y otro autor, durante los diez años
escolares transcurridos desde marzo de 1869 hasta noviembre
de 1878.
"Este hecho curioso puede damos una idea del número de
lectores de ambos sexos y de toda edad que, hora tras hora, la
humanidad tendrá consagrados al culto de aquellos hermosos
ingenios".
Luego señala:
"Las listas anteriores son el dato estadístico más elocuente
que arrojan las papeletas de inscripción y el registro de recibos
de la biblioteca del Instituto Nacional.
"Ellas dejan ver que en Chile el sano buen gusto literario ha
emprendido temprano su camino sobre terreno virgen, quizás al
través de otras lecturas clandestinas preferidas por una edad
inexperta. Son muchos los que saben, por experiencia personal,
que las primeras lecturas ejercen poderosísimas influencias en la
vida. A otros les oye uno decir por el mundo que son ellas las
únicas que han hecho y que no harán probablemente otras en
adelante. Por eso es satisfactorio ver llegar a la biblioteca a los
jóvenes solicitando, por propia elección, tan sólo obras que son
una muestra espléndida de la razón humana, o que llevan el
timbre de la belleza antigua y siempre nueva.
"Pero no se crea que este hondo cauce abierto en el espíritu de
la juventud estudiosa es el resultado de una evolución espontánea.
Es el fruto de una obra paciente y enérgica de dirección y de
distribución, proseguida desde veinte años atrás en el Instituto.
Su impulso se debió en gran parte al antiguo rector don Diego
Barros Arana".
Para René-Moreno, la ciencia debe presentarse ante el estu­
dioso en toda su complejidad y alcances. Por eso es que rechaza
aquellas "amenas amalgamas de literatura y ciencia, es decir, los

157
manuales vulgarizados, pues la juventud gana poca ciencia
concreta leyendo dichos libros.
"Según observación personal, en Europa esa estirpe de libros,
generalmente hablando y con calificadísimas excepciones, no
ingresan sino en bibliotecas populares. La del Instituto Nacional
ocupa una escala superior a estas últimas."
Como dice Ortega, refiriéndose al bibliotecario del futuro,
tendrá éste que "dirigir al lector no especializado por la selva sel-
vaggia de los libros y ser el médico, el higienista de sus lecturas".
(1) Sin embargo, en vez de viajar al futuro -que es nuestra época
desde la perspectiva en que hablaba Ortega- podemos hallar esta
conciencia en nuestro René-Moreno, quien propugna una biblio­
teca esencialmente selectiva en todos los campos del conoci­
miento humano. Hacen falta, pues, libros sobre fotografía,
heliotipia, astronomía, cosmografía, química, física; se echan de
menos obras sobre vivisección y experimentación microscópicas.
Todo este cúmulo científico ejerce una enorme y decisiva influen­
cia sobre la literatura y la filosofía. Además, hay vacíos en obras
sobre investigaciones arqueológicas y exploraciones geográficas
o de antigüedades de Africa, Asia y América. "Estos libros han
traído nuevos contingentes positivos a ciertos ramos que han
pecado siempre por demasiado inductivos o abstractos, pero más
particularmente han venido a ensanchar ambas geografías políti­
cas y físicas, la historia natural y civil, las bellas letras, etc. Los
conocimientos generales se han dilatado por estos rumbos. La
cultura moderna bebe mucho en estas fuentes. Esos libros
figuran hoy en día hasta en el estrado y las salas de lectura."
René-Moreno concibe a la biblioteca como un organismo
susceptible de crecer equilibradamente. Por ello, las adquisi­
ciones de libros que él propone deben racionalizarse de tal modo
que el cuerpo de la biblioteca asimile el mejor alimento que puede
ofrecer la cultura: la ciencia profunda. En esto vemos una
confianza mucho más explícita en las acciones humanas -la
ciencia es una creación humana- que cuando analizábamos el

(1) José Ortega y Gasset, Op. Cit., p. 229.

158
pensamiento del joven René-Moreno. El bibliotecario, ya de 47
años, seguramente ha renunciado a que su ética sea más o
menos universal, como lo pensaba el joven crítico, y ha preferido
entender que aquélla es personal, y la suya bastante más severa
que las morales que gobiernan los actos de los individuos que se
mueven a su lado o que se relacionan con él.
A la biblioteca le restan dos posibilidades:
"Porque, una de dos: o la biblioteca se limita a ser un
aglomeramiento formado un poco a la aventura con el saludable
intento de servir a la enseñanza: o es el conjunto resultante de
un plan preconcebido y con acierto ejecutado, para que se llegue
a constituir con libros un verdadero organismo ágil y fecundo,
que difunda luz y conocimientos en el principal centro docente
de la República. La biblioteca del Instituto tiene títulos para
pertenecer a la segunda categoría. Y si esto es así, sería un tópico
un poco excusado e inoficioso el insistir, no por cierto en la
utilidad, pero sí en lo esencial que han llegado a ser las adquisi­
ciones de que tratamos."
Es indudable que sólo desde su posición de bibliotecario del
principal centro docente del país René-Moreno prestó valiosos
servicios a Chile, pues fue guía de generaciones de jóvenes que
más tarde ocuparían los principales puestos en la dirigencia del
país. Y el interés por la juventud y su destino fue una preocu­
pación constante de René-Moreno. Creía en la educación y creía
en aquellos muchachos que llegaban hasta su gabinete a pregun­
tar por tal o cual obra. Para ellos, precisamente, organizaba su
biblioteca de un modo selectivo, inteligente y, por sobre todo,
comprendiendo que en esa ciencia, que a pesar de entregar una
respuesta provisional de la estructura del mundo, estaba el eje
del desarrollo de nuestros pueblos. La misión del bibliotecario
consiste, entonces, en hacer luz en una vastedad que cada vez se
profundiza más y más, misión que nuestro autor asumió de un
modo lúcido. Como decimos, lajuventud usufructuaría legítima­
mente de su trabajo, cuyo objetivo era facilitar el tránsito de los
jóvenes entre los libros y, además, escoger, a través de un

159
verdadero trabajo de zapa, las obras más ricas y beneficiosas en
todos los campos de la cultura.
La última parte de este informe, René-Moreno la dedica a un
tema que para él era de suyo interesante y esencial. Nos
referimos a la historiografía. Nuestro autor hace notar la falencia
que él percibe en cuanto a las obras de historia de los alemanes
e ingleses, las cuales han modificado el modo de hacer y de
entender la ciencia historiográfica. Precisamente, al referirse a
la sección de historia, dice:
"En esta sección desgraciadamente no existen los trabajos
prodigiosos de la erudición alemana, trabajos que comentados,
interpretados y combinados de mil maneras, han servido para
que maestros insignes del arte historiográfico nos presenten un
espectáculo nuevo y por demás interesante de la antigüedad."
Más adelante, prosigue:
"Sabido es que la etnología, la filología y en general la arqueo­
logía contemporáneas dieron nacimiento ahora años a la escuela
historiográfica que encabezó en Alemania el ilustre Niebühr,
escuela de demolición y de reconstrucción antigua. Poco tiempo
después en Inglaterra Thirlwall y casi en nuestros días Grote
reedifican desde sus cimientos la historia de Grecia, con el mismo
docto impulso que Niebühr la historia romana.
"Vistos palmariamente los brillantes resultados que se po­
dían tocar, se propagó e inflamó en Europa la estimación, antes
de entonces poco general, por la arqueología y las antigüedades.
Se acometieron como todos saben, exploraciones, excavaciones,
estudios de interpretación y análisis, etc. en varias partes y sobre
diversos ramos."
Que René-Moreno conocía prácticamente todos los cauces y
vertientes por donde se desarrollaba la teoría de la historia en su
época es algo que queremos dejar bien sentado en/estas líneas.
En su informe no puede expresar sino sumariamente sus cono­
cimientos al respecto; pero aun así, lo que dice es más que
suficiente para aquilatar la solidez de sus conceptos. Es por esto
que rechazamos la tesis de un autor boliviano, según la cual

160
René-Moreno no habría conocido a los preceptistas alemanes. (1)
Nuestro autor entiende que el proceso de la ciencia contem­
poránea es una unidad (recordemos que la idea de unidad
siempre está presente en el pensamiento de René-Moreno),
puesto que las ciencias particulares interactúan y se conectan
cada vez con mayor asiduidad. En historia, este proceso está
representado por una nueva escuela:
"Muy pocos ignoran que la nueva escuela hubo de extender
poco a poco su rigor crítico a rehacer la Edad Media y algunas
épocas modernas. Introdujo en el arte histórico otras formas,
especiales procedimientos, hasta un diverso criterio de certi­
dumbre histórico. La biblioteca cuenta con excelentes obras
provenientes de esta evolución interesante de la literatura histo-
riográfica. Pero le queda por adquirir.
"La escuela ha ido a parar muy lejos en los últimos quince o
veinte años. Mientras la biblioteca, con sus módicos medios, la
ha perdido de vista, ella se ha puesto al habla con los sabios
naturalistas. Los puentes que se han echado para entenderse
desde uno y otro campo, y la manera original y profunda con que
filósofos y naturalistas han ajustado su alianza, son desconoci­
dos en esta biblioteca, si bien esos libros andan ya en manos de
los particulares.
"El hecho es que la nueva escuela, cuando en historia se
ocupa, ya no se limita a evocar la imagen de lo pasado en el
sepulcro de datos positivos que le suministran los documentos y
las ciencias auxiliares. Hace más: aplica a los hechos el método
experimental de los sabios naturalistas, y ello de la manera que
no es para dicha en esta memoria."
Sin duda, aquellos libros que andaban ya en manos de par­
ticulares no habían escapado a este ávido lector que era René-
Moreno. Su visión de la historia no es en ningún modo estática
y, por el contrario, recibe todo el influjo de las nuevas teorías
precisamente a través de sus lecturas tanto de libros de la
biblioteca como de aquellos que le son facilitados por sus amigos.

(1) Cf. Ramiro Condarco Morales, Op. Cit, p. 344.

161
Su concepto de la historia tampoco es unilateral o dogmático,
puesto que plantea la necesidad de confrontar las nuevas teorías
con las oposiciones que ellas suscitan. Así dirá, ya en el último
párrafo de esta memoria:
"Pero sería de desear que junto con el mejor grano de estas
mieses, se obtuviera una buena cosecha del campo contrario.
Está suscitando la nueva doctrina una gran contienda en Francia
y Alemania. Las denegaciones que oponen los creyentes espiri­
tualistas en Francia y en Italia, son esfuerzos vigorosos de razón
y de elocuencia. Debiera poseer la biblioteca todas las piezas que
de una u otra parte está produciendo, en su sustanciación, este
gran proceso de la ciencia contemporánea."
Los párrafos transcritos nos hacen comprender con claridad
que René-Moreno poseía un conocimiento de primera mano
acerca de la mayor parte de las producciones historiográficas que
se editaban a lo largo y ancho del mundo. En su calidad de
bibliotecario de una de las bibliotecas más importantes de chile
(si no la más importante) fue capaz de lograr una síntesis inteli­
gente y lúcida de lo mejor que la cultura de su época podía ofrecer
al hombre en el plano intelectual. Por eso, cualquier estudio de
la obra de René-Moreno que olvide su calidad de bibliotecario,
cargo que ejerció casi por cuarenta años, será un estudio
sesgado e incompleto, ignorante de esta faceta que se constituyó
en el complemento ideal de su obra de creación historiográfica.
El contacto diario con sus libros le permitió construir una sólida
armazón metodológica, capaz de sostener con éxito el gran
edificio de su obra de madurez.
Al analizar y transcribir parágrafos completos de esta memo­
ria, nos ha movido un cierto prurito de unidad, puesto que la
integración de la personalidad de René-Moreno amerita un
enfoque de la profesión mediante la cual se ganó la vida y a la cual
dedicó afanes, esperanzas y un trabajo siempre eficiente, lo cual
ha sido ampliamente reconocido por la posteridad.

162
La Producción Intelectual del Decenio de 1880

En este capítulo nos abocaremos principalmente a las dos


obras cumbres de este período. Nos referimos a "Matanzas de
Yañez" y a "Mojos y Chiquitos". El resto de su producción, que
fue publicado en la revista de "Artes y Letras" entre 1883 y 1886,
lo hemos dejado consignado en un capítulo anterior.
Como libro, "Anales de la prensa boliviana. Matanzas de
Yañez" vio la luz en 1886. Ya hemos dicho que primeramente
apareció en la revista de "Artes y Letras" a lo largo de tres extensas
entregas.
La obra se inicia con un prólogo en el que se establece un
diálogo enigmático; luego cuenta una anécdota de carácter
irónico y picaresco. Lo enigmático del diálogo radica en que los
interlocutores no se identifican de una manera directa y el autor
no indica las referencias del caso. Veamos:
" - Tal es lo ocurrido.
" - Y ¿de dónde sabes tú eso?
" - Las gacetas lo dicen.
" - Luego es falso.
" - Y, con este entimema breve y perentorio, quedaba cerrada
cualquiera discusión sobre la verdad de los hechos." (1)

(1) G. Rene-Moreno: "Anales de la prensa boliviana. Matanzas de Yañez. 1861-


1862", Imprenta Cervantes, Santiago de Chile, 1886, p. V.

163
Posteriormente uno de los interlocutores refiere al otro la
historia de un pariente lejano, estítico, que "dos veces por
semana envolvía cuidadosamente aquello en "El Eco de la
Opinión", bisemanal, y ¡zas! a través de la calle, por encima del
monástico muro, iba a caer, cosa de lo alto, en el sacrosanto
osario de las madres ermitañas de Santa Mónica". (1)
Leyendo más adelante nos enteramos de que el diálogo de
marras se efectúa entre el autor y su padre.
'Tócale al descendiente reparar, con una muestra de consi­
deración, la severidad de aquel juzgador patriota, cuyo sepulcro
está siempre abierto en el corazón del que esto escribe." (2)
Los juicios de don Gabriel José Moreno eran acerados y
críticos respecto de las gacetas, llegando al extremo de la
descalificación absoluta. Como dirá su ilustre hijo: "No tocaron
nunca su persona. Pero veíalas contraídas, en Bolivia, a entro­
nizar y a derrocar tiranos: y eso bastó para detestarlas, aunque
conociese que eran meros agentes, como el verdugo.
"Su espíritu conservador, que buscaba por el camino del orden
la libertad, sentíase agraviado de aquellas vocingleras, que,
según él, servían para extraviar de la verdadera senda a los de
arriba y a los de abajo, haciendo que de resultas el país fuese, por
el precipicio de las vías de hecho, a parar bajo el sable del
despotismo pacificador." (3)
El hermetismo de que hizo gala en algunas oportunidades
nuestro autor encubre aspectos personales de su vida, como el
que acabamos de referir, y que sólo una lectura atenta puede
llegar a aprehender en toda su dimensión. Este rasgo es
compatible con su personalidad y, también, con su propia
contingencia. Fueron muchos los periódicos bolivianos que
enlodaron a René-Moreno por su "traición"; las invectivas que le
prodigaban dejaban oírse de tiempo en tiempo, siempre persis­
tentes e hirientes. Es por ello que en la presentación de sus obras
generalmente deslizaba un perfil personal o de sus antepasados,
(1) IBID.
(2) IBID, p. VII.
(3) IBID, pp. VI, VII.

164
cuidando de no aparecer demasiado gráfico u ostentoso en
cuanto a su calidad moral o genealógica, lo que lograba a través
de este hermetismo o intención críptica de que hemos hablado.
Sin duda, hay detrás de esto un cierto individualismo. Todo
solitario es, de alguna manera, un individualista.
René-Moreno sintió el escozor que dejaron en su alma las
gacetas de su país como una herida abierta para siempre: ¡Ah!
Hincan ellas a veces el diente hasta dejar abierta la herida que
sangra y sangra."
Sin embargo, ahora, al enfrentarse a un hecho histórico
ocurrido en su patria habrá de utilizar como únicos documentos
aquellas gacetas que, cual poliedros, presentan mil caras y mil
"verdades". Así dirá, entonces, nuestro autor:
"Reconciliémonos con esos jirones del aliento social, que nos
llegan animosos como ráfagas calientes, trayéndonos de lejos las
pulsaciones de la vida que pasó.
"Reconciliémonos; porque, si para los contemporáneos mien­
ten y yerran las gacetas, dicen verdad Ihasta la verdad misma de
su errar y de su mentir) para ante la historia.
"¿Cuándo, andando el tiempo, no se delataron a sí propias las
falacias de la improvisación apasionada o interesada? So­
lamente en casos muy excepcionales la crítica lejana deja de
discernir, con claridad, aquello cierto que yacía escondido bajo
las ocultaciones o contradicciones de la prensa." (1)
Como se podrá apreciar, los intereses bibliográficos de René-
Moreno abarcaban todo el espectro de los impresos. Es así como
los periódicos y gacetería de su país demandaron gran parte de
su tiempo; posteriormente analizaría los periódicos bonaerenses,
trabajo del cual surgiría "Ayacucho en Buenos Aires", obra
interesantísima, verdadera panorámica del Buenos Aires de
1825, luego de la gran victoria de las armas americanas en
Ayacucho. Aquí vemos la reacción de los porteños, la diferente
disposición del pueblo y del gobierno frente al gran triunfo; vemos
la lucha de las ideas localistas en pugna con los ideales america-

(1) IBID, p. VII.

165
nistas. en fin el caleidoscópico y siempre bullente mundo del
emporio del Río de la Plata.
Para René-Moreno, "la gacetería entra a la larga a figurar en
la categoría de los demás documentos históricos, que, como es
sabido, o revelan en derechura la verdad, o la denotan infor­
mando sobre ella indirectamente ante el discernimiento del
investigador." (1)
El hecho histórico que intentará desentrañar nuestro autor
es, en sus propias palabras, el siguiente:
"El 23 de octubre de 1861, el comandante general de armas de
La Paz, coronel Plácido Yáñez, en alta noche mandó asesinar con
la fuerza pública a un medio centenar de ciudadanos, que
arbitrariamente había hecho encarcelar días antes a título de
belcistas conspiradores. Un mes cabal después de este suceso,
el populacho de La Paz, cansado de ver impune y siempre
revestido de autoridad al perpetrador de esta carnicería, tomó por
asalto el palacio donde estaba encastillado con su gente, y
ajustició al criminal con dos de sus cómplices. Se retiraron las
turbas en seguida a sus casas." (2)
Libro de bolivianos para bolivianos, al decir de nuestro autor,
"Matanzas de Yáñez" bucea en la gacetería de 1861-1862 bus­
cando reconstruir los hechos de marras. Nueve periódicos de
distintos matices ideológicos, que defienden, a su vez, diversos
intereses políticos o económicos sirven a René-Moreno para
dilucidar la verdad histórica.
Los periódicos analizados son: "El Juicio Público", "El
Telégrafo". El Constitucional". "El Boliviano". "El Pueblo", "La
Causa Nacional", "El Liberal", "El Club" y "El Sol de Septiembre".
La mayor parte de estas piezas habían sido salvadas del incendio
que afectara a la biblioteca de nuestro autor.
"Ahora siete años pegaba con goma yo también y comentaba
en la margen numerosos periódicos. Eran periódicos de Bolivia.
Así pegados y comentados, con intento más bibliográfico que

(1) IBID, p. VIH.


(2) IBID, p. 2.

166
histórico, perecieron en ausencia mía esos recortes, consumidos
por las llamas.
"Mis amigos salvaron, junto con no poca parte de mi biblio­
teca, los que han servido para compaginar el presente volumen,
y aquellos con que podríanse formar todavía unos dos más." (1)
Los que no conozcan a René-Moreno pensarán que éste hace
un comentario desproporcionado al expresar que se podrían
formar dos volúmenes iguales a "Matanzas de Yáñez", sobre todo
al enterarse de que dicha obra consta de más de 500 páginas; sin
embargo, cuando se trataba de su trabajo, René-Moreno sabía
perfectamente lo que estaba diciendo y por qué lo decía. Es así
como, plantea los objetivos que lo movieron a escribir este libro
sobre un hecho histórico boliviano.
"Por mi parte, no he intentado ensayarme como quiera en una
obra de sabor literario. Prefiero modestamente servir a las
investigaciones sobre la historia de aquel país, ofreciéndole aquí
un denso manojo de luz primitiva, que el arte narrativo utilizará
más tarde para sacar de las sombras un suceso terrible, expre­
sión genuina de un estado social de la república." (2)
Modestamente expresado nos parece su objetivo, pues
cualquiera que penetre en las páginas de este libro se hallará en
medio de terribles intrigas, magistralmente distendidas en sus
desarrollos y consecuencias. El núcleo histórico de la narración,
es decir, las matanzas ordenadas por el coronel Plácido Yáñez, es
objeto de un análisis delicado y penetrante en cuanto a sus
antecedentes desencadenantes y también en lo que toca a los
hechos posteriores, como por ejemplo los pormenores del juicio
que se les siguió a los "seides" de Yáñez y la reacción indignada
de unos junto a la hipocresía de otros. En verdad este "denso
manojo de luz primitiva", que más propiamente es una generosa
gavilla, es el primer trabajo historiográfico de largo aliento en que
la perspicacia y el análisis de René-Moreno juegan bazas de
triunfo, presagiando ya el surgimiento de un historiador de nota.
Lamentablemente, los límites de este trabajo nos impiden dar
(1) IBID, p. IX.
(2) IBID, p. VIII.

167
un resumen analítico del contenido de esta obra. Remitimos a
este respecto un ensayo publicado en la revista "Kollasuyo", Ne
63, de los meses de enero-febrero de 1946, y que suscribe el
profesor Raúl Otero Reiche. Dicho ensayo lleva por título
precisamente "Las Matanzas de Yáñez".

***************

Durante 1887, René Moreno se da a la tarea de organizar el


catálogo de los archivos de Mojos y Chiquitos que con tanto
sacrificio y peligros para su salud visitara en los húmedos subte­
rráneos del palacio de la Real Audiencia en los años 1871 y 1873.
Esta obra, que publica en 1888, la ofrece como donativo al
gobierno de Boliviajunto con todos los manuscritos que él poseía
sobre las misiones de Mojos y Chiquitos, las cuales completaron
41 gruesos volúmenes empastados. En la relación inventariada
que se da al final del catálogo del costo total de la obra y que firma
el encargado de la legación boliviana en Chile para esos efectos,
Nicolás Anrique, se deja constancia de que sólo se pone precio a
los gastos de material y de impresión. El tremendo trabajo
intelectual que supusiera el ordenamiento de aquel cúmulo
bibliográfico aparece también en esta relación y frente a la glosa
correspondiente se estampa un cero pesos que, dadas las cir­
cunstancias recientes vividas por René-Moreno, no deja de ser
significativamente irónico.
Así correspondía el hijo a la patria amada. La biblioteca
boliviana se ampliaba con este nuevo catálogo en el que se
realizaba además un trabajo de índole historiográfica.
No podemos dejar de decir aquí que ésta es realmente una
obra magistral, donde lo bibliográfico se funde con lo histórico a
un nivel fuera de lo común en este tipo de producciones.
La estructura del libro se organiza a partir de tres partes bien
delimitadas. La primera corresponde al material bibliográfico

168
perteneciente a la misión de Mojos, la segunda, al material de la
misión de Chiquitos y la Administración de Misiones, y la tercera
corresponde a una serie de interesantísimas notas de estos dos
archivos.
La primera y la segunda parte traen incorporadas sendas
introducciones de índole histórico-descriptiva, que, a nuestro
juicio constituyen, en cuanto a lenguaje, uno de los mejores
trabajos de René-Moreno. La luminosidad de esta prosa, cuando
se trata de describir la geografía agreste de este Oriente boliviano
profundo y salvaje se ve sin embargo, opacada por ciertas
afirmaciones temerarias que nuestro autor sostiene sin mira­
miento y que se refieren a su polémica visión de las razas, punto
que sin duda es lo más criticable que contiene el pensamiento de
René-Moreno. Es por ello quizás por lo que esta obra se considere
en Bolivia a tanta distancia de las otras creaciones de nuestro
autor.
Pero en lo tocante a la descripción de este maravilloso
Oriente, tan exuberante, tórrido y translúcido, creemos que su
prosa ha rayado a gran altura.
En el terreno estrictamente histórico, la primera introducción
se refiere a la expulsión de los padres jesuitas de las misiones de
Mojos y Chiquitos -expulsión verificada también en toda la
extensión de la América española-, lo cual es el motivo central de
estas páginas. En 1767 comienzan los preparativos secretos
para cumplir con las superiores órdenes, llámense cédulas
reales, que imponían taxativamente el extrañamiento de los
padres jesuitas. La audiencia de Charcas encomendó al coronel
Aymerich, quien a la sazón estaba destacado en la frontera con
Brasil previendo cualquier tipo de incursión portuguesa en los
dominios de la Real Audiencia, el cumplimiento de una misión
que todos veían y sentían en extremo penosa.
De los manuscritos que poseía, René-Moreno extrajo esa
savia histórica que muchas veces a otros se les transforma en
mucílago difícil de digerir. Su acerada pluma fue capaz de
describir con elegantes movimientos todo el proceloso ir y venir

169
de Aymerich y sus desventuras a cargo de una diezmada y
cansada tropa; además, captó en toda su dimensión el ascen­
diente casi divino que los padres ejercían sobre los aborígenes,
de suyo bondadosos e ingenuos, para quienes la expulsión de
sus mentores y protectores fue el punto de partida de un pro­
ceso histórico que culminaría en una explotación inicua y en
una aniquilación aterradora. Las conclusiones que extrae René-
Moreno sobre el estado de postración en que quedarían los indios
después del repliegue de las autoridades que siguieron a los
padres son, sin duda, apresuradas y carentes de una sólida base
científica. La supuesta inferioridad mental del indio, este buen
salvaj e rousseauniano, era según nuestro autor la determinación
absoluta de su desmedrada posición respecto del blanco y su ra­
pacidad. Para René-Moreno el asunto, en este aspecto, era claro.
Apoyado en la visión de la literatura de viajes de alemanes,
franceses e ingleses, la que entre paréntesis conocía muy bien,
nos habla de las condiciones de vida de los indios, de sus
costumbres y aficiones, de su religiosidad atormentada y, a la
vez, pagana e ingenua.
Con los padres y sus sucesores tanto eclesiásticos como laicos
los aborígenes tuvieron la oportunidad de desarrollar una inci­
piente industria que les servía de sustento y de ocupación pro­
ductiva; además, se sentían partícipes de una comunidad en la
que eran hombres y no cosas, y en la que ejercían una dignidad
simple pero real de la que después serían brutalmente des­
pojados.
De aquella descripción luminosa que René-Moreno hace de
los territorios del Oriente boliviano, estos párrafos son revela­
dores:
"Horizonte sin límites aquel, planicie espléndida y terrible,
vida contrastadísima la de sus pobladores así bárbaros como
civilizados. La inestabilidad de la naturaleza, de la gran natu­
raleza, derrama aquí con profusión indescriptible sus dones más
exquisitos y magníficos, y un instante después los arrebata con
torvo ceño y brazo destructor.

170
"Porque las lluvias torrenciales del estío convierten las repues­
tas y pacidas campañas en un solo mar inmenso y navegable en
todas direcciones. Pero mar con islas. Son sus islas los pueblos
misionarios sitos en altozanos enjutos, y lo son asimismo las
estancias, chacras y corrales, que ocupan algunos ribazos de
terreno seco, mas no siempre libre de la inundación. Las aguas
decrecen en el cauce de los ríos y se secan fuera de los cauces;
nunca, empero, se seca ni se retira el verdor de cien matices,
persistente en los bosques y enramadas que gironan y salpican
la llanura.
'Y sucede que cuando temprano se retiran las lluvias o cuando
han sido escasas, lo que no es raro, los soles de la estación estiva,
unidos a los de otoño y de invierno, rajan consecutivamente con
sus rayos verticales el suelo recién desecado, lo tuestan, lo tri­
turan, lo pulverizan y lo avientan entre bocanadas de vapores
sofocantes, como es fama que pasa en los arrabales del infierno.
No hay otro respiro bajo la pesadez abrumadora de la atmós­
fera, en estos años terribles, que algunas borrascas fugitivas y
violentas de agua, rayos, viento sur y de un frío intensísimo y
cortante que causa estragos mortales en la fauna de los bosques.
"Pero vengan a su oficio las ordinarias lluvias torrenciales, y
sobrevengan como suelen los apacibles meses intermedios, y
entonces, en un abrir y cerrar de ojos, he aquí que se muda el
escenario de Mojos. Los tres reinos de la naturaleza despliegan
a porfía sus infinitas variedades; un manto inmenso de juventud
brillante envuelve hasta a las especies que sobrevivieron del úl­
timo cataclismo; ráfagas de vida impetuosa lanzan al raudo creci­
miento reproductivo y a la lucha por la existencia nuevos seres
animales y vegetales.
"Los primeros soles de mayo y los postreros de octubre abren
y cierran esta larga primavera de fecundidad y lozanía. La tierra
con sus dones hace olvidar entonces al hombre las recientes pe­
nurias y cualquiera de las fatigas actuales".
"Porque, tan pronto como los algodonales se cubren de oro
para después cubrirse de plata, a un leve impulso de la mano del

171
hombre saltan de la tierra suculentos el maíz, la caña de azúcar,
las yucas, el arroz, los camotes, los zapallos, los plátanos, el
maní, los fréjoles, las almendras. Fructifican todos en variedades
diferentes para el uso y el sabor, y se asocian unas, o se alteran
otras, o persisten sin descanso las más, a fin de indemnizar con
usura la falta que allí hacen el trigo y la vid." (1)
En la segunda introducción de este catálogo encontramos
una interesante relación histórica de las peripecias de los con­
quistadores españoles que llegaron hasta ese verdadero corazón
vegetal de América que, en su inmensidad selvática, se extiende
a través del Matogrosso, Mojos y Chiquitos y el Paraguay.
Martínez de Irala, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Ñuño de Chávez
fueron los conquistadores fundacionales que, en pos de rique­
zas y fama, lucharon por convertir estas tierras salvajes y
prístinas en enclavadas de civilización. René-Moreno se detiene
especialmente en Ñuño de Chávez y en los conflictos que éste
hubo de superar para lograr la fundación de Santa Cruz, la
Viexa. Recordemos que nuestro autor consideraba que su
filiación genealógica estaba entroncada directamente con el
capitán extremeño. Su "arbor consanguinitatis" reconocía como
raíz - y él se enorgullecía de ello- al propio fundador de la antigua
Santa Cruz.
En esta páginas nos refiere, además, el traslado de la ciudad
de Ñuflo de Chávez, a pesar de que su nombre oficial era San
Lorenzo de Barrancas, el cual, hoy en día, no es más que una
anécdota histórica.
Por su condición geográfica, René-Moreno consideraba que
estas regiones constituían un núcleo aparte del Alto Perú:
"Bajas, verdes, cálidas y húmedas regiones. Mojos y Chiqui­
tos forman juntas lo que hoy se llama el Oriente de Bolivia. Son
dos lejanas joyas territoriales sin adherencia topográfica con el
Alto Perú, cuyo suelo y cuyos naturales constituyen propia y
mayormente dicha república. Siguen hoy la suerte y la ley del

(1) G. René-Moreno: Biblioteca Boliviana. Catálogo del archivo de Mojos y


Chiquitos", Imprenta Gutenberg, Santiago de Chile, 1888, pp. 13-15.

172
Alto Perú con más olvido y abandono. Ley de desorden desas­
troso hasta no ha mucho; suerte de desmembramientos territo­
riales en ventaja de los países limítrofes." (1)
Desde un punto de vista general, atendiendo a la particulari­
dad de ser esta obra una donación al gobierno de Bolivia y al
hecho de haber sido tachado su autor por ese mismo gobierno
de traidor a la patria, cabe hacer ciertas observaciones que tal
vez nos permitan echar un poco de luz sobre los propósitos
últimos del libro. Primeramente diremos que la visión etnológi­
ca de René-Moreno está completamente inclinada a creer que los
aborígenes son inferiores "per se", que la casta altoperuana a su
inferioridad mental agrega el menoscabo moral, puesto que en
contraposición a ella los indios mojos son ingenuos y bon­
dadosos. Cada vez que puede destaca la superioridad de la raza
caucásea, de la que él es naturalmente un representante incon­
taminado. Pero hay aquí un eco de sus viscisitudes, la llaga
que permanece abierta y que supura el pus de su propio
espíritu. Es obvio que si fuera éste el único objetivo de René-
Moreno al publicar y donar su obra al gobierno de Bolivia, su
actitud sería censurable. Para nosotros está claro que algo así
como una pequeña "vuelta de mano" hay en estas páginas; sin
embargo, ni con mucho lo que decimos puede sobreponerse al
hecho de que este trabajo monumental es un aporte valiosísimo
a la historia de Bolivia y un llamado de atención a su gobierno
acerca de la necesidad de preocuparse por estos hermosos y
fecundos territorios. Por sobre cualquier otra consideración, el
catálogo de Mojos y Chiquitos es una obra riquísima en cuanto
a historia, bibliografía, descripción geográfica e histórica. Su
autor, por lo tanto, merece la estimación de sus compatriotas y
la comprensión de las circunstancias en que elaboró su obra.

(1) IB1D, pp. 241-242.

173
René-Moreno y Vicuña Mackenna

Benjamín Vicuña Mackenna es, sin duda, la gloria de las


letras chilenas del pasado siglo. Su obra es vastísima y en ella
alienta el espíritu dinámico y avasallador de este hombre que,
según el decir de Rubén Darío, "fue gran político, gran historia­
dor, tribuno, viajero, poeta en prosa, crítico, literato, diarista
incomparable, monstruo de la naturaleza." (1)
Entre sus obras cumbres se cuentan "El Ostracismo de los
Carreras", "El Ostracismo de O'Higgins", el 'Portales", "La Guerra
a Muerte", libros todos ellos que participan de la gesta, de la
novela y de la crónica.
El carisma de Vicuña Mackenna lo llevó también al terreno
político y al servicio público. Como intendente de Santiago,
transformó urbanísticamente la ciudad, dotándola de grandes
avenidas y parques, del cerro Santa Lucía hizo un verdadero
milagro, convirtiendo un gris roqueño en un verde paseo, como
americanista, contribuyó a crear conciencia entre los intelectua­
les y políticos de América Latina sobre la necesidad de la unión
fraternal de nuestros países.
Es precisamente este último rasgo el que, como hilo de plata,
vinculó a Vicuña Mackenna y René-Moreno. Con motivo de la

(1) "Anales de la Universidad de Chile", Homenaje a Vicuña Mackenna. Tomo 2S,


Santiago de Chile, 1932, p. 503.

174
invasión de México en 1862 por las fuerzas del emperador Maxi­
miliano, en los círculos directivos de Chile hubo viva agitación.
Los guardianes de la doctrina Monroe se hallaban en una cruenta
guerra civil, lo que había hecho perder a esa doctrina todo su
contenido espiritual; los países hispanoamericanos debían hacer
algo más que esperar la ayuda -siempre condicionada- de la gran
nación del norte. Es por ello que Vicuña Mackenna avizoró, con
preclara lucidez, la urgente necesidad de trabajar en vistas a un
gran proyecto de unificación americana. Es así como nace la
Sociedad de la Unión Americana, cuyo discurso inaugural fue
pronunciado por el ilustre escritor chileno el 25 de mayo de 1862
en la quinta del general Las Heras.
Durante estos meses de 1862, asitía a esta residencia algunos
domingos a comer un joven estudiante de leyes, boliviano por
más señas, quien, un tanto perplejo por no saber quién lo había
recomendado a tan altas relaciones, escuchaba atentamente a
los diversos contertulios que gozaban de la hospitalidad del viejo
general argentino.
"Allí, con ocasión de los trabajos de la Unión Americana,
conoció y trató no poco el que esto escribe a D. Benjamín Vicuña
Mackenna. Gozaban ambos infinitamente en escuchar al viejo
guerrero, francote siempre como un soldado, y junto con eso
culto, instruido, lleno de historias y letras, mudo de su persona
en los relatos. Sin la verbosidad porteña, que en ancianos es
doble verbosidad y en militares ancianos cuádruple, mostraba
más agrado en oír lo moderno que en decir lo antiguo.
"El joven escritor acosaba a preguntas al viejo militar acerca
precisamente de lo antiguo. Una tarde le interrogó sobre la
impresión que hubo de causar en Buenos Aires la noticia de
Ayacucho. El general respondió: "Sacaron en procesión el retrato
de Bolívar por las calles con hachas encendidas en noche de
pampero. Volcán de fiestas y alegría la ciudad un mes. Tuve que
tirar un decreto para reglamentar el delirio."
"En la calle al salir. Vicuña Mackenna: "¿Te fijaste en la
procesión, la tiradura del decreto, el volcán de fiestas? ¿Que te

175
pareció la reglamentación del delirio?” Convinimos los dos en
que habíamos visto de un golpe el Buenos Aires aquel.
"No dejaba nunca de atrapar D. Benjamín al vuelo estas
mariposas preñadas, como el decía. Andaba poseso de la musa
historiográfica. Parecía ser entonces de la raza de historiadores
que Ranke califica de "netos". Así lo demostraba de allí a poco en
suPortales. No así después. Con ocasión de la guerra del Pacífico
narrando hechos históricos, asumió francamente la conciencia
plena de su país hasta en sus gritos feroces de combate." (1)
El severo juicio de René-Moreno acerca de la postura asumida
por Vicuña Mackenna durante la guerra del Pacífico debe enten­
derse, más allá de la significación expresa, a partir de la propia
concepción de la historia que posee y maneja nuestro autor. A
Mariano Felipe Paz Soldán también le critica su nacionalismo.
Veamos:
"Este estudioso narrador más de una vez salta del reducto
científico al campo de las emociones en negocios de su patria con
los países vecinos. Su criterio entonces es el de los intereses y
sentimientos de una de las partes. Hácese un narrador, como
dicen, nacionalista. Achaque, por lo demás, que le es común con
tantos y tantos escritores de historia patria en estos países."
(2)
A René-Moreno se le puede acusar de insensible, como lo hace
en un apasionado prólogo Max Grillo, quien expresa lo siguiente:
"Es, indudablemente, el erudito autor de tantos libros esti­
mables, un caso de los más interesantes que registra la historia
literaria del mundo. Nada les perdona a los hombres ni a los
pueblos. Se diría que a ninguno amó con amor de las entrañas.
Es cruel con todos, jamás es nacionalista. Para él, naturaleza
apasionada de la verdad, los hombres son simplemente casos
dignos de ser clasificados. El documento humano lo embriaga;
la búsqueda de la verdad le conduce al "nihilismo histórico".

(1) Gabriel René-Moreno: "Ayacucho en Buenos Aires y Prevaricación de


Rivadavia", Ed. América; Madrid, 1916, pp. 30-31.
(2) IBID, p. 217-218.

176
Quiere héroes perfectos, hombres que no se equivoquen nunca."
( 1)
Es una lástima que René-Moreno no pueda refutar esta severa
crítica, quizás un tanto teñida -como no hubiera dejado de
reconocerlo el propio Max Grillo- de sentimiento bolivariano
herido. Pero no es difícil para nosotros hacerle frente desde la
perspectiva integral de la obra moreniana.
Primero, si Max Grillo le critica su método como historiador,
es a eso justamente a lo que debió remitirse y no a descalificar
la personalidad total de René-Moreno.
Pruebas suficientes tenemos del acendrado amor que el
ilustre boliviano profesó por su tierra.
Segundo, el nacionalismo en historia -para alguien que desea
aplicar con rigurosidad el método científico- es evidentemente
una toma de posición a priori respecto de la materia histórica, y
constituye un prejuicio difícil de disolver si lo que se desea es
lograr objetividad. Precisamente, Max Grillo reconoce en René-
Moreno a uno de los más documentados y científicos bi­
bliógrafos hispanoamericanos. Desde luego, la perspectiva del
crítico colombiano identifica en historia lo científico con la
indiferencia frente a lo tratado, no percatándose de que la acti­
tud científica está orientada por un método fundamental -que
la constituye-lo cual no necesariamente corresponde a la frial­
dad o falta de criterio para comprender las flaquezas y equivo­
caciones de los hombres. En "Ultimos días coloniales del Alto
Perú", la obra cúlmine de René-Moreno, podremos observar que
junto a la exposición analítica de los hechos narrados, nuestro
autorva insertando su propia comprensión de las circunstancias
vividas por los últimos representantes de una forma de vida que
parecía sin remedio. Es severo cuando debe serlo, y morigera su
actitud cuando ve que las circunstancias han generado una
situación inmanejable o cuando las determinaciones históricas
dinamizan una causalidad de la que los hombres no pueden
escapar.

(1) Max Grillo, en el prólogo a Op. Cit., pp. 17-18.

177
Por todo esto, decir que René-Moreno ha sido conducido al
"nihilismo histórico" por su propio afán de verdad, es, por decir
lo menos, desafortunado. La verdad histórica de una época, de
un suceso, de un hombre no es el patrimonio de una sola
perspectiva, de una sola interpretación; por el contrario, la
verdad surge cuando se han integrado las diferentes visiones y
se ha buceado en ellas en profundidad; cuando, como producto
de la confrontación de las diversas interpretaciones, se arriba a
un decantamiento de lo histórico y, por consiguiente, a una
síntesis que supera a todas las visiones parciales. Indudable­
mente, esto lo entendía René-Moreno. Es por ello que sus obras
son, esencialmente, aportes a la comprensión histórica del
devenir boliviano; como decía en "Matanzas de Yáñez", densos
manojos de luz primitiva.
Pero volvamos al punto que suscitó esta digresión. El
nacionalismo de Vicuña Mackenna durante la guerra del Pacífico
es susceptible de crítica para René-Moreno sólo en cuanto
impregna su actuación como historiador; no le censura, en
cambio, ponerse del lado de su país como ciudadano, pues él
mismo se sintió llamado a servir a su patria en este aspecto. Por
lo tanto, no es una contradicción que nuestro autor vea en
Vicuña Mackenna al campeón del americanismo, "america­
nismo que el insigne sabio boliviano Gabriel René-Moreno ha
analizado con frases hondas y justas". (1)
Escribe René-Moreno:
"Nadie ha sentido con más fuerza entre los escritores del
Pacífico, nadie, la grandeza democrática de la combinación
política, la fraternidad etnológica que le sirve de estrechísimo
vínculo, el vértice piramidal de la empinada confluencia de
intereses comunes, los raudales de armonía que de allí descien­
den al campo autonómico de las naciones congregadas. Exa­
mínense las compilaciones impresas sobre la materia y otros
escritos congruentes que corren por separado. La gran unión y
(1) Eugenio Orrego Vicuña, 'Vicuña Mackenna. Vida y trabajos", inserto en
'.Anales de la Universidad de Chile”. Homenaje a Vicuña Mackenna. Tomo 2 -,
5ar.::a¿: de Chile, 1932, p. 911.

178
confraternidad hispanoamericana vive cuerpo y alma en la
mente de Vicuña Mackenna. habla por su boca, y encuentra en
esta voz el eco más potente de sus ensueños generosos y de sus
aspiraciones más razonables'. (1)
Estas palabras fueron llevadas a la estampa en varias opor­
tunidades. Primero vieron la luz en la Revista de Artes y Letras",
en 1886, en el artículo que Rene-Moreno escribiera como home­
naje a la muerte de Benjamín Vicuña Mackenna; luego, ese
mismo año, formaban parte de la Corona Fúnebre" del ilustre
escritor chileno; más tarde, en 1901. el propio René-Moreno
insertó este breve trabajo en su libro "Solivia y Argentina. Notas
biográficas y bibliográficas". Muchos años más tarde, con
motivo del centenario del nacimiento de Vicuña Mackenna, en
1931, la Universidad de Chile publicó en los Anales" un monu­
mental homenaje de más de 1.000 páginas en dos tomos. El
segundo tomo se abre con cuatro epígrafes en los que se sintetiza
un pensamiento sobre Vicuña Mackenna. Los patrocinadores
de este homenaje encontraron que el gran poeta nicaragüense
Rubén Darío, el historiador argentino Bartolomé Mitre, el escri­
tor chileno José Victorino Lastarria y el bibliógrafo e histo­
riógrafo boliviano Gabriel René-Moreno eran las voces más
representativas de la intelectualidad americana que habían
logrado condensar los méritos y la capacidad de Vicuña Macken­
na.
La amistad de estos dos talentos americanos, surgida en la
quinta del general Las Heras, se mantuvo inalterable a lo largo
de los años, a pesar de los frecuentes viajes del historiador
chileno y del largo interregno de la guerra del Pacífico, período
durante el cual René-Moreno vivió en Buenos Aires y viajó por
Europa. Pero dejemos que sea nuestro autor el que nos hable
de su trato con Vicuña Mackenna:
"Creo haber tratado con cierto linaje de intimidad a Vicuña
Mackenna antes y después de dicha guerra, que durante anduve
ausente de Chile. Venía a mi quieto y apartado gabinete de la

(1) Citado por Eugenio Orrego Vicuña en Op. Cit., p. 911.

179
Biblioteca como territorio neutral, a desahogarse de no pocas
amarguras de político, o de publicista, o de escritor empresario,
etc. Era el más patriota de los chilenos. 'El patriotismo es un
amor que odia’, dice un escritor francés; y nada por eso incom­
parable al odio de Vicuña Mackenna al Perú y a Bolivia durante
la guerra. Cuatro años vibró su alma con todas las energías del
ensañamiento y de la ira. Pasada la contienda todo volvía a su
quicio natural en el interior del hombre. El fondo de su alma
pertenecía por completo a la unión y confraternidad
hispanoamericana." (1)
Este conocimiento de la personalidad de Vicuña Mackenna le
sirvió a nuestro autor, además, para entender cabalmente la
valía como historiador del gran escritor chileno. Justamente, a
propósito de "La revolución de la independencia del Perú desde
1809 a 1819", publicada en 1860, René-Moreno realiza una
bella crítica de las virtudes y falencias del Vicuña Mackenna
historiador: Vicuña Mackenna. como otros en poesía, era re­
pentista en historia, y no sólo de páginas para periódicos sino
también de libros. El presente es una de sus improvisaciones
más calurosas. Tiene el bello desorden de la oda, sus digre­
siones, sus saltos de cima en cima, sus extravíos a ímpetu libre
sin brida. Fue inspirado en este libro por el numen historio-
gráfico en persona. Parece ser exacto que, como creían los
griegos, la historia es una de las nueve musas. Suele descender
ella del Parnaso a posarse con estremecimiento sobre las sienes
de algún mortal."
Más adelante, señala:
"Porque aquí ocurre una observación de sana critica. En
estos días iniciales del fecundo narrador chileno, desde la
primera hora, la índole biográfica se asoma característicamente
en el espíritu y método de composición de aquél; ya se la ve
brotar con sus ventajas fáciles y sus inconvenientes, y como
que será predominante en toda la labor historiográfica de

(1) G. René-Moreno, Biblioteca Peruana. Apuntes para un Catálogo de Im­


presos". tomo I, Imp. Cervantes, Santiago, 1896, p. 37.

180
Vicuña Mackenna. Los indicios están aquí de aquel sistema de
encamaciones y personificaciones, de individualidades que se
alzan sin escenario suficiente que las contenga, de protagonistas
que se valen únicos como causantes de los hechos, de caracteres
eficientísimos y motrices, que, mediante frágiles estambres del
capullo social, y ligándose apenas a la acción ya refleja o ya
directa de las masas colectivas, poseen no obstante, sea en el
ámbito o sea en toda la extensión, la virtud maravillosa de
resumir en su ser todo, de representarlo concéntricamente
todo, de figurar ellos en la página en lugar de todo." (1)
En estos párrafos podemos ver el concepto del método de
composición de una obra historiográfica que manejaba René-
Moreno. Sin duda, el contexto social, con su red de interrela­
ciones individuales, o, en palabras de nuestro autor, el "capullo
social", es el sustrato y significación; por ello, la concesión que le
hace Vicuña es solamente una concesión a su talento; el indi­
viduo visto por el gran escritor chileno se agiganta hasta tal
punto que rebasa sus propios referentes sociales. René-Moreno
es, en este sentido, uno de los primeros historiográfos lati­
noamericanos que utiliza el método sociológico para desen­
trañar la raíz de los fenómenos históricos.
A la vuelta de René-Moreno a Chile, a principios de 1883, la
interrumpida amistad se reanuda. Vicuña Mackenna frisa los 54
años y René-Moreno los 49. A menudo, como lo dejara esta­
blecido nuestro autor, don Benjamín visita el gabinete de trabajo
del serio intelectual boliviano. También, no pocas veces éste
retribuye con su presencia en la Quinta del Camino de Cintura,
lugar de residencia de la familia Vicuña Subercaseaux, las
visitas del preclaro escritor chileno.
"Los domingos había almuerzos patriarcales a que concurrían
los amigos íntimos y los huéspedes de honor, provincianos a
menudo o extranjeros de paso. A ellos y a la periódica tertulia
acudían Isidoro Errázuriz, José Victorino Lastarria, Domingo
Santa María, José Santos Ossa, Justo y Domingo Arteaga

(1) IBID, p. 414.

181
Alemparte, Diego Barros Arana, los hermanos Amunátegui,
Francisco de P. Taforó, Crescente Errázuriz, los Malta, Abelardo
Nuñez, el poeta Garriga, Rafael Sanhueza Lisardi, Ramón Pacheco,
Claudio Vicuña Guerrero, Eduardo de la Barra, Vicente Reyes,
Marcial Martínez, Guillermo Blest Gana, Carlos Walker Martínez,
Francisco y Ramón Subercaseaux, Januario Ovalle, Narciso
Tondreau, Jorge Huneeus, el Barón von Schenk, el ministro
William B. Roberts, José Evaristo Uriburu, Gabriel René-
Moreno; Prado, Manuel Pardo y Mitre en sus breves estadas;
Augusto Matte, José Manuel Balmaceda, Estanislao del Canto,
Carlos Toribio Robinet, Diego Dublé Almeida, Marcial González,
Luis Cousiño, Zorobabel Rodríguez, Manuel Blanco Cuartín, el
general Baquedano, los almirantes Uribe Orrego y Latorre, el
doctor Augusto Orrego Luco, Rafael Egaña, Rafael Jover y tantos
otros que llenarían larguísima lista." (1)
Pero no sólo a la Quinta del Camino de Cintura -hoy una de
las principales avenidas de Santiago- asistió René-Moreno; tam­
bién visitó a su ilustre amigo en su lugar de retiro de los años
postreros, la hacienda de Santa Rosa de Colmo, ubicada cerca de
la ciudad de Quillota. Justamente, los últimos días de diciembre
de 1885 René-Moreno vio por última vez a Vicuña Mackenna,
cuando la enfermedad que lo llevaría finalmente a la muerte
fustigaba el espíritu y el cuerpo de don Benjamín. Paseaban
ambos esa tarde por los jardines de la hacienda, cuando, de
pronto, Vicuña Mackenna pronunció estas palabras profundas y
premonitorias:
"¡Quién piensa ya en letras, ni en política, ni en nada! Todo
acabó. Sin duda ninguna la vida es algo contenido en un tiesto;
y el tiesto se ha rajado de las asas al asiento, y la vida no se
evapora por los bordes superiores que daban paso a su vuelo,
sino que se escapa como un gas sutil por la menguada y vilísima
rajadura. Este grandioso aparato del universo se apañuzca como
un terrón encima de mí. ¡Que ideas, amigo mío! Esta amplia
bóveda de luz y colores se tiñe de negro, y desciende como un

(1) Eugenio Orrego Vicuña, Op. Cit., p. 947.

182
cendal para envolver a esta criatura miserable. Es en vano ya
disimulármelo. La verdad es que mi naturaleza está minada,
desquiciada y que se desploma: y sintiendo estoy el crujir de mi
existencia próxima a desmoronarse y hundirse en la eternidad."
( 1)
Un mes cabal después de haberle expresado estas palabras a
René-Moreno, don Benjamín Vicuña Mackenna fallecía víctima
de un ataque cerebral.
Hasta aquí este capítulo. De algún modo, en él hemos visto
que los grandes hombres no dejan de serlo por vivir, como todos,
su simple humanidad, la cual siempre está llena de afecciones y
enconos, de tendencias misteriosas que, más allá de las circuns­
tancias, aprueban o censuran una amistad. Tanto René-Moreno
como Vicuña Mackenna percibieron en su trato mutuo que el otro
tenía ciertas virtudes que no abundaban en sí mismos. Vicuña
ha de haber visto en René-Moreno al hombre reflexivo por sobre
todas las cosas, metódico, profundo, de una solicitud siempre
pronta; un hombre del cual podía esperar una crítica sincera y
sólida y no la zalamería quebradiza tan fácil de pergeñar. Desde
el otro lado, René-Moreno vio en Vicuña Mackenna al ingenio
chispeante e inagotable, al hombre apasionado que se juega
entero por sus ideales, al hombre que toma partido por las causas
que considera nobles y a quien no le importa exhibir su
subjetividad.
Ambos, sin duda, son dos talentos, dos cumbres de la cordi­
llera espiritual que vertebra el alma de América Latina.

(1) Citado por Eugenio Orrego Vicuña en Op. Cit. p. 984.

183
Una Obra de Literatura Preceptiva

Debido al alejamiento en 1889 de don Miguel Luis Amunáte-


gui del Instituto Nacional y su muerte a poco del retiro, la caté-
dra de literatura que el notable escritor desempeñaba quedó
vacante. Es así como el rector del establecimiento le solicita a
René-Moreno se haga cargo de dicho puesto sin abandonar sus
tareas como bibliotecario. Al mismo tiempo, le pide que redacte
una obra para la enseñanza de la literatura, petición que nuestro
autor habría de satisfacer con creces.
Fruto de sus lecciones como profesor de literatura, aparece en
1891 su texto "Elementos de literatura preceptiva", enjundioso
libro de más de 500 bien nutridas páginas. Antes, sin embargo,
en 1890, había publicado en la "Revista de Instrucción Secun­
daria y Superior” los capítulos iniciales de aquella obra, los que
sufrirían mínimas modificaciones en el texto definitivo.
Siete lecciones de literatura forman la contribución de René-
Moreno al contenido de la "revista de Instrucción Secundaria y
Superior" y, sin duda, la suya es la colaboración más contun­
dente. Sus siete lecciones son: "De la literatura y sus distintos
significados", "De la literatura como bella arte", 'Teoría del gusto
literario", "Las reglas literarias", "Reglas generales de composi­
ción", "Invención y disposición literarias" y "Los tópicos o
lugares literarios". Cada una de estas lecciones dadas en su

184
cátedra del Instituto Nacional formaría un capítulo de "Elemen­
tos de literatura preceptiva".
La literatura siempre apasionó a René-Moreno; fue un amor
que a lo largo de su vida jamás abandonó y que solía cultivar en
sus horas de sosiego y de solaz. Es por eso que, compelido a
plasmar su visión del arte de la palabra, no le fue dificultoso el
cumplir dicha tarea. Sobre su relación con la literatura, recor­
demos que sus primeros ensayos críticos tuvieron como motivo
central las producciones poéticas de los bardos de su país; en el
Círculo de Amigos de las Letras no pocas veces leyó trabajos
relacionados con esta materia; como director de la Academia Li
teraria, cargo que nuestro autor, en 1880, reputaba como el más
Importante de su carrera, organizó con acierto y capacidad un
creativo sistema de enseñanza de la literatura a los más talen­
tosos jóvenes de Instituto Nacional. Su conocimiento de litera­
tura universal le permitió guiar con mano experta a la juventud
que se inciaba en la ruta de inauguración de la Academia
Literaria cuando dice:
"Sin divagar como Addison tras el noble placer en los
alcázares de la imaginación, nosotros en pos del buen gusto
penetramos a rumbo fijo en el país de las bellas letras, para
admirar en el Oriente la inspiración bíblica y la magnificencia, en
tierra de Grecia los candores suavísimos, de la sencillez severa,
a orillas delTiber la imitación creadora, en el italiano las revela­
ciones del arte renaciente, en Inglaterra la viril elocuencia de los
negocios públicos y admiraremos también al gran poeta, en
Alemania la erudición fecunda de las letras y el romanticismo en
su primer mañana, en Francia los géneros todos al servicio de la
universalidad en las ideas. Con frecuencia iremos también a
España, iremos a buscar el cristal purísimo de la dicción expre­
siva." (1)
Como podemos ver, la cultura de nuestro autor era vasta y
profunda. Quien se sumeija en su "Literatura Preceptiva" no

(1) G. René Moreno: "Academia Literaria del Instituto Nacional" (discurso de


inauguración). Revista Chilena, T. Vil, Santiago, 1877, p. 286.

185
dejará de asombrarse ante la erudición monumental de René-
Moreno. Conocía las obras de todos los preceptistas literarios
españoles entre los que cabe destacar a Manuel Revilla y More­
no, Francisco Canalejas, Manuel Milá y Fontanals, Antonio Gil y
Zárate, Jerónimo Borao, José Coll y Vehí, Francisco Martínez de
la Rosa, Pedro Felipe Monlau, y otros. Muchos de estos literatos,
la mayoría distinguidos profesores universitarios, estaban im­
buidos de krausismo, la filosofía imperante en la España fini­
secular. En estas autoridades basaba René-Moreno la validez de
su obra. Pero no se crea que ésta era sólo un acopio más o menos
sistematizado de conocimientos ajenos, aunque el propio autor
nos diga lo siguiente:
"Como su asunto y destino bien lo indican, nada contiene que
merezca calificarse de cosa nueva, su doctrina no pasa de ser
un extracto de autores antiguos y modernos con poco impor­
tantes modificaciones. Mas no de todos los que se han ocupado
en literatura preceptiva sino de los tenidos por mejores." (1)
El crítico severo lo era más tratándose de su propia produc­
ción. Eugenio María Hostos, el gran prosista portorriqueño,
hombre de naturaleza polémica, tuvo para el libro de René-
Moreno, a la inversa que su autor, palabras mucho más
objetivas:
"El libro de "Literatura Preceptiva" con que el señor René-
Moreno, profesor de la asignatura en el Instituto Nacional, ha
contribuido a la enseñanza del lenguaje, es una de las muestras
que, de cuando en cuando, dan los latinoamericanos de su
capacidad de prescindir de los modelos que, en todo y para
todo, andamos siempre buscando fuera de nuestro continente.
"No se dirá que el libro es una originalidad en fondo y forma,
porque ni el fondo puede ser otro que la preceptiva literaria en
todas partes, ni la forma debía ser otra que la desnuda y sobria
de los escritores didácticos.
"Pero el libro aparece pensado con gran libertad de con-

(1) G. René-Moreno: "Elementos de Literatura Preceptiva", Imp. Gutenberg,


Santiago, 1891, p. V.

186
cepción, lo que ya es mucho, y escrito con personalidad suficiente
para distinguirlo de cualquiera otro de su especie, lo que también
es mucho." (1)
Evidentemente, Hostos acertó al decir que el libro está escrito
con personalidad. Nosotros agregaríamos que, en realidad, el
libro es la personalidad del autor.
El riguroso método de composición y disposición de la mate­
ria, el prurito de no dejar ningún concepto sin explicación, el
lenguaje sobrio de sintagmas largos, rematados muchas veces en
giros casticistas; la fundamentación de lo expresado en las
fuentes más autorizadas de la época, todos son elementos y
categorías que informan la obra de René-Moreno y que nacen de
la necesidad de solidez intelectual y moral que el gran escritor
boliviano pedía para sí y para sus obras, lo que es una forma de
decir, pues sus obras son él mismo trasmutado en lenguaje.
Pero echemos un vistazo al libro propiamente tal. Está
dividido en cinco tratados, los cuales son: 'Teoría de la Litera­
tura", "Composición", "Retórica", "Poética" y "Métrica".
El primer tratado, vale decir, 'Teoría de la Literatura" forma la
parte preliminar del texto y, según expresiones del propio René-
Moreno, la doctrina contenida en estas páginas no debe ser
estudiada por los alumnos. Nuestro autor se percató sin duda
de lo escolástico de las clasificaciones, divisiones y sub­
divisiones completamente abstractas y arbitrarias que encontró
al buscar el concepto de la literatura. No obstante, nos conduce
con paso seguro a través de esta maraña de conceptos y nos dice
con autoridad lo que en la época se entendía por literatura:
"Poesía, Oratoria, Didáctica, son los tres fundamentales géneros
literarios. Ellos se reparten, como herencia de la naturaleza, los
tres objetos sobre los que ejercita el espíritu en último análisis
sus facultades, y a que se refieren en suma nuestros conocimien­
tos esenciales: lo verdadero, lo bueno, lo bello."
Y sigue:
"De acuerdo con lo expuesto, literatura, en su tercer sentido.
(1) Eugenio Mana Hostos: "Literatura Preceptiva" en Revista de Instrucción
Secundaria y Superior, Tomo III, Santiago 1891, p. 40.

1S7
es una voz que designa exclusivamente obras poéticas y orato­
rias, comprendiendo la novela, la historia, y la especie epistolar
y la especie de crítica artística que no sean científicas o técnicas;
porque en todas estas producciones del ingenio resalta, como
rasgo común de familia, la expresión más o menos preferente, no
sólo de nuestras ideas y sentimientos personales, sino también
de toda la realidad por nosotros contemplada y dentro de nuestro
espíritu representada por las facultades que llamamos imagi­
nación y fantasía." (1)
Refiriéndose al concepto de literatura que habrá de ser el
asunto del libro, nos expresa lo siguiente:
"Generalmente hablando obra literaria es una ordenada serie
de pensamientos, expresada por medio del lenguaje y dirigida a
un fin cualquiera de agrado o de utilidad. Reglas en las artes son
ciertas leyes que prescriben al artista lo que debe hacer, y lo que
está obligado a evitar, para que sus obras tengan la perfección
posible. De aquí el nombre de Literatura Preceptiva con que
algunos llaman a esta última forma elemental de la literatura
docente.
"El asunto de nuestro estudio en este texto no será otro que la
Literatura Preceptiva. Este arte comprende tres órdenes distin­
tos de preceptos, a saber: l 9 La composición, que enseña las
reglas comunes a todas las obras literarias sin distinción alguna:
2- La Retórica, que se ocupa en establecer las reglas directivas
tan sólo de las composiciones que son prosa por su naturaleza:
3® La Poética, que se contrae a las reglas peculiares de las obras
pertenecientes a la Poesía." (2)
Para René-Moreno el más importante de estos tres órdenes de
preceptos es el de la composición, el que a su vez de divide en tres
partes: Invención, Disposición y Elocución.
El núcleo del libro mismo está dedicado precisamente, a la
Elocución. Sobre ella nos dirá:
"El estudio de esta parte de la composición, tanto penetra en
el mecanismo ágil del idioma, como se extiende a las conexiones
(1) G. René-Moreno, Op. C it, p. 10.
(2) IBID, p. 16.

188
lógicas del lenguaje con el pensamiento. Y no solamente esto,
sino que también mira a los pensamientos mismos en cuanto a
que su oficio, rasgos característicos y ciertos requisitos perma­
nentes tengan relación con la forma externa.
"A todo lo cual hay que añadir que la perfección expresiva, fin
de este estudio, relacionando íntimamente la parte externa del
arte con la interna referente al plan de las obras, obliga a estudiar
en la elocución todo lo que tienda a dar a la forma fisonomía o
carácter adecuado a la impresión que se desea." (1)
Y aquí se embarca René-Moreno en un viaje a través de la
gramática y las figuras de dicción, analiza los diferentes tipos de
cláusulas gramaticales, revisa los préstamos innecesarios de
otros idiomas, nos habla de la pureza del castellano, de la
claridad, corrección y precisión del uso del idioma, del tono y el
estilo, penetra en la naturaleza del pensamiento y en las figuras
retóricas.
A la luz de estos capítulos nos percatamos de la absoluta
claridad que René-Moreno tenía respecto de la necesidad de
mantener incontaminado el idioma, de voces espurias, de ex­
tranjerismos inadecuados.
En esto fue inflexible.
Una crítica constructiva de E.M. Hostos a “Literatura Precep­
tiva" fue que el texto no filiaba su contenido, es decir, que no se
conectaba con la ciencia madre de la literatura, la estética.
Hostos pensaba que ignorar el basamento estético en cualquier
estudio sobre el arte literario podía significar hablar en el vacío.
Sin embargo, vio en el libro de René-Moreno una contribución
importantísima a la enseñanza del lenguaje y destacó su idonei­
dad intelectual. Sobre aquella falencia que advertía, suponía
que era absolutamente subsanable y que nuestro autor sería
sin duda capaz de entroncar la estética con la literatura.
Con admiración Hostos terminará diciendo de la obra de
René-Moreno:
"No es tanto pedir como parece: que sólo a quien puede dar

(1) IBID, pp. 133-134

189
mucho se pide mucho, y el autor de "Literatura Preceptiva”, cuyo
juicio ad hominem llega ahora, se ha mostrado capaz de dar
mucho.
"Ante todo, no se ha contentado con mostrar que sabe cuanto
en general se sabe acerca de su asunto, sino que ha querido
probar y ha probado que sabe pensar por su cuenta y riesgo.
"De la alianza de su versación en la materia con su capacidad
de contemplarla por sí mismo, ha nacido la congruencia de la
exposición, la buena disposición y exacta división del asunto, y
la íntima asimilación de modos de pensar y de expresar que
caracterizan a una de las escuelas filosóficas que más mella han
hecho en el entendimiento de los profesores españoles de filosofía
y letras.
"Practicando lo que enseña, el libro del señor René-Moreno
muestra que en la correlación de fondo y forma, o de esencia y
expresión, está lo bello objetivo, porque ha atinado con una
forma clara, precisa y limpia, ligeramente académica, algunas
veces impregnada de cierto olor krausista, que dan al libro la
autoridad de cosa pensada por quién piensa, y escrita por quién
conoce los secretos del arte de expresar.
"No es libro para manosearlo, que no irá a manos de quien
quiera, sino a entendimiento de quien sepa transmitir a oíros
entendimientos su contenido; pero es libro para hojearlo despa­
cio, con atención, con reflexión, con el respeto que se debe a tocio
esfuerzo concienzudo, por quien quiere saber lo que se sabe de
la literatura didáctica en el mundo, y por quien quiera saber de
qué es capaz el entendimiento de los latinoamericanos en materia
de exposición científica.
"A quien esto último quiera saber, la "Literatura Preceptiva" le
dará gratas sorpresas. ¡Gracias a Dios, no todo el entendimiento
de los latinoamericanos se va en chismes literarios, en epigramas
insidiosos y en sátiras desfachatadas!
"Aún hay quien piensa en cosas de gran momento y sabe
decir bien lo que alto piensa." (1)

1) Eugenio María Mostos, Op. Cit., pp. 52-54.

190
Profesor estricto, Crítico severo

Los primeros años de la década de 1890. Gabriel René-Moreno


los dedica a ejercer su cátedra de literatura en el Instituto
Nacional así como a leer y a preparar la crítica de gran parte de
los impresos de su país. También la bibliografía del Perú
existente en la biblioteca que él dirigía y en la Nacional es objeto
de su interés, pues en esos años acaricia la idea de formar una
biblioteca peruana con los contingentes habidos en Chile, proyecto
que llevará a feliz término en 1896-1897. Como profesor, René-
Moreno era extremadamente estricto e inflexible. Exigía de sus
alumnos la lección aprendida de memoria, y ¡ay! de quien
defeccionara, pues era de inmediato estigmatizado por el severo
maestro con un candente cero.
Raúl Aracena Villarroel, autor de la única biografía orgánica
sobre René-Moreno que existe en Chile y que, lamentablemente,
ha quedado inédita, hubo de recabar información verbal de ex­
alumnos del maestro boliviano con el fin de integrar esta parte de
su acción profesional a la fisiognòmica y a la personalidad del
hombre. Es así como en conversaciones con Diego Dublé Urrutia
y Manuel Trueco, nos muestra un perfil de suyo interesante del
"torvo historiador", como diría Max Grillo.
Diego Dublé Urrutia escribió en sus años de Liceo estos
irónicos versos sobre su profesor de literatura, haciendo mofa de
sus exigencias pedagógicas:

191
" Entra en la clase Gabriel
" abre el misal que ha compuesto
" y que otros mal llaman texto
" equivocados como él.
" Una comedia, declama
" y la lección toda toma
" sin faltar punto ni coma.
" ¡Pobre del que eso se mama!
" Diez ceros pone en la lista
" y como un ruido se hace
" René recorre la clase
"con toda su bizca vista." (1)
No obstante, más allá de la reacción irreverente que suscitaba
el estricto maestro, sus discípulos lograron percibir en él al
hombre superior. La descripción física e intelectual que sigue le
ha sido dictada a Aracena Villarroel precisamente por Dublé
Urrutia y Trueco:
De tez blanca y penetrante mirada, de cejas pobladas y frente
espaciosa, su rostro, por la rigidez de la líneas; denotaba al
hombre de voluntad inquebrantable y de intensa vida interior.
Adolecía de un grave defecto en los ojos, estrabismo, por lo cual
usaba anteojos. Alto y bien conformado, tenía una apostura
gallarda y distinguida. Siempre andaba derecho y sereno,
marchando con paso contado y llevando, a menudo, bajo el
abrigo la mano, con el rostro ligeramente inclinado. La co­
rrección en el vestir y su aseo escrupuloso, como también su
trato afable y distinguido, demostraban claramente su exquisita
procedencia. La finura de sus modales le granjeó no pocas
simpatías entre sus subordinados y los que tuvieron la suerte de
tratarlo. Su vida privada era absolutamente desconocida, por su
espíritu taciturno y reservado. (2)
A grandes rasgos, la descripción anterior se acerca a lo que
externamente se podía percibir de René-Moreno. En las aulas,
(1) Citado por Raúl Aracena Villarroel en "Ensayo sobre don Gabriel René-
Moreno; su vida y sus escritos", Memoria, Santiago, 1940, pp. 43-44.
(2) 1BID, p. 44.

192
duro, inflexible; fuera de ellas, cordial aunque distante. Tomado
desde el ángulo de profesor, "Moreno debió ser, en verdad, en
cuanto al ejercicio de la docencia se refiere, un clásico represen­
tante de la antigua escuela repetitiva y verbalista, con los
excepcionales atributos y dotes de los que, por la altura de su
exposición, llegaron a dar lustre en tiempos pasados a ese
antiguo tipo de enseñaza.” (1)

En noviembre de 1894, nuestro autor publica en los Anales


de la Universidad de Chile, tomo 78. un artículo de crítica
histórica titulado "El general Ballivián" y que posteriormente
apareció como folleto en 1895. En esta obra critica el libro del
Dr. José María Santibañez "Vida del general José Ballivián", pu­
blicado en Nueva York, en 1891.
Luego de dejar claramente establecido que el libro del Dr.
Santibañez está bien escrito y que su lenguaje se encauza a
través de un estilo elegante y correcto, se lanza en una apasio­
nada crítica de su contenido. Para René-Moreno, no puede haber
panegíricos en historia. La verdad de los hechos no puede
apoyarse, como lo hace el Dr. Santibañez, en un solo aspecto.
Las brillantes campañas militares del vencedor de Ingavi no
pueden sobreponerse a lo que constituyó su gestión política
total, durante la que se pisotearon la leyes y se sometió a Boli-
via al imperio de la barbarie y el salvajismo. Cáusticas e irónicas
palabras sintetizan las "obras" del general Ballivián:
"Casa sin cimiento, se la lleva el viento, dice el adagio; y es lo
que pasó con todos los arreglos y combinaciones progresistas
que llevan la firma del presidente Ballivián. Exploraciones geo­
gráficas, reforma social del Beni, colonización europea, navega­
ción fluvial, panóptico, industrias rurales, matalurgistas fran­
ceses, máquinas azucareras, camellos, construcciones de un
palacio, oficinas de estadísticas, vales, bonos, mesa topográfica.

(1) Ramiro Condarco Morales, Op. Cit., p. 297.

193
colonias militares, etc., etc., esta retahila de excelentes inten­
ciones sin nervio verificador, comparada con cada una de las
retahilas que comprenden a Belzu, a Linares y a Melgarejo, aca­
so establezcan un exceso caligráfico en favor del estadista Ba-
llivián." (1)
La refutación del libro del Dr. Santibáñez prácticamente en
todos los puntos significó un vuelco absoluto de la imagen del
general Ballivián. De ser descrito como un estadista notable por
Santibáñez, pasa, por obra de la desmitificación histórica a que
lo somete René-Moreno, a convertirse en un caudillo más,
bárbaro e inculto, que gobernó con los expedientes del terror y
de la componenda. El gran iconoclasta que fue el maestro
boliviano tuvo la respuesta airada de Daniel Ballivián, nieto del
general, en un cuaderno publicado en Valparaíso en abril de
1895. El mismo René-Moreno nos revela algunos párrafos que
le dedicara aquel reivindicador de la figura de su abuelo: "Si lo
que vos perseguisteis al poner en la picota de la infamia cuanto
digno de respeto hay y ha habido en vuestra patria, fue legar
igualmente vuestro nombre a la posteridad, podéis estar satis­
fecho pues habéis conseguido de sobra vuestro objeto: de hoy en
adelante los historiadores escribrán en la misma página que el
nombre de Eróstato, el nombre de René-Moreno." (2)
Con tranquilidad, nuestro autor explica con sutil soma:
"Para amenizar estos áridos apuntes bibliográficos, y por si
hubiere alguien que, a causa de no haberle leído, creyera que este
escrito en cualquier modo ofende y defiende, había yo pensado
reproducirlo aquí integralmente. Pero sé que la propia familia ha
tomado muy a mal a este nieto la violencia inaudita con que me
trata, y ha sido cosa de notar la gran conspiración de silencio con
que la prensa boliviana de todos los colores ha rodeado esta ve?
a escrito y a escritor. Por lo demás en dos años transcurridos
nadie ha salido, que yo sepa, a contradecir o rectificar ninguno

(1) G. René, "Vida del general José Ballivián, por el Dr. José María Santibáñez",
Imprenta Cervantes, Santiago, 1895, pp. 2 0 -2 1 .
(2) G. René-Moreno, "Biblioteca Peruana", tomo II, p. 392.

194
de los hechos públicos expuestos en el folleto "El general Ba-
llivián". (1)
Un gran iconoclasta, un furibundo derribador de ídolos
alentaba en el espíritu del historiador boliviano. Esta calidad le
significó, como suele suceder en estos casos, la tenaz oposición
de aquellos que tributaban su admiracióny su incondicionalidad
al gigante derribado. Ballivián hizo mucho por su patria en
Ingavi, pero ello no tenía por qué ser el velo que cubriera sus
posteriores felonías. Desmitificares, entonces, la tarea del crítico
histórico; hace ver las cosas tal y como ocurrieron, mostrar al
hombre tal cual era y denunciar las desviaciones históricas
producidas por un conocimiento sesgado de los hechos. Muchas
veces esta tarea iba contra lo tenido por convencional y, por tanto,
encontraba duros escollos que vencer. Pero nada amilanó a
Rene-Moreno. Cuando estudió en sus manuscritos y documen­
tos las vacilaciones de Bolívar para crear un nuevo estado e
incluso su oposición, no le tembló la pluma para juzgar al
Libertador, a quien, no obstante, reconocía todos sus méritos de
hombre superior.

(1) IBID.

195
La Obra Cumbre:
"Ultimos días Coloniales en el Alto Perú"

La esencia de la contribución histórica de René-Moreno a los


estudios sobre su país se halla condensada en un libro
magnífico, paradigma de estilo, método y amenidad, elementos
difíciles de conjugar en una obra que mantenga a lo largo de todo
su desarrollo una armónica unidad. El corazón de su obra se
encuentra en este libro, culminación de sus afanes historio-
gráficos de casi treinta años, palpitando con toda la fuerza y
energía que su espíritu solía imprimir a las grandes empresas en
que se embarcaba sin temor a las tormentas y aquilones que
desgarraban los velámenes de su desencantada alma solitaria y
derrelicta. "Ultimos días coloniales en el Alto Perú" fue publicado
simultáneamente en los Anales de la Universidad de Chile y
como libro aparte editado en la imprenta Cervantes. En los
Anales apareció en los tomos 93. 94 (1896), 97 (1897) y 100
(1898). En la primera entrega llevaba por título "Ultimos días
coloniales en Chuquisaca"; a partir de la segunda entrega, sin
embargo, apareció con su título difinitivo. Como libro fue dado
a la estampa en tres cuadernos que se editaron entre 1896 y
1898. El primero de éstos se tituló "Arzobispo Nuevo": el segundo
"Rey Nuevo", y el tercero correspondió a un apéndice intitulado
"Documentos Inéditos sobre el estado social y político de
Chuquisaca en 1808", de CLII páginas. Más tarde, en 1901,

196
publicó un tomo de 352 páginas en 8Qen que incluía todos los
documentos inéditos de 1808 y 1809. Especialmente importante
para René-Moreno al publicar estos documentos era mostrar el
conjunto de papeles justificativos sobre el origen de la revolu­
ción en el Alto Perú en 1809. La repercusión que tuvo esta obra
a nivel de eruditos e historiadores no fue escasa. Prueba de ello
es un pequeño libro de 73 páginas llamado "Apéndice a los do­
cumentos inéditos publicados en la obra de G. René-Moreno "Ul­
timos días coloniales en el Alto Perú", colección formada por Adol­
fo Durán, Buenos Aires, 1909. Esta colección de documentos
hubo de ser encargada al señor Durán por el propio René-Moreno
al no tener éste acceso a los archivos argentinos en el año 1896.
Esto lo colegimos de las siguientes palabras expresadas por
nuestro autor:
"Aunque desistido de seguir narrando y ratificado en el
desistimiento, el ex-autor quiso, no sólo preservar en la estampa
tipográfica los documentos que poseía sobre 1809, sino también
adquirir los esenciales que le faltaban sobre aquel año memo­
rable, a fin de preservarlos igualmente.
"Con esta mira se trasladó a Buenos Aires en 1896. Iba a
hacer copiar de esos archivos los expedientes formados por los
Oidores y por Nieto en Chuquisaca y por Goyeneche en La Paz.
Soplaban a la sazón de uno y otro lado de los Andes las brisas
alegres de la pax-multa que había ido poco antes a proclamar en
la capital del Plata el arzobispo de Santiago. Pero no bien hubo
sentado pie el copista allí, cuando estallaron truenos y relám­
pagos de guerra por causa del litigio de límites chileno-argentino.
Al día siguiente los nobles y altos amigos que iban a protegerle en
la compulsa corrieron a decirle: "Ya ni acercarse a los archivos".
"El copista, señalado con el dedo perpetuamente en Chile
como boliviano, y como achilenado fuera de Chile y sobre todo
en Bolivia, tuvo que retirarse mal de su grado y con las carpetas
vacías." (1)

(1) G. René-Moreno, "Vida del general José Balllvlán, por el Dr. José María
Santibáñez", Imprenta Cervantes, Santiago, 1895, pp. 20-21.

197
Los documentos acopiados por Adolfo Durán son justamente
aquellos que deseaba preservar el sabio boliviano: la lista de los
insurrectos de la Plata, lista de los oidores de la Audiencia y los
miembros del Cabildo Municipal, carta del Ayuntamiento de­
nunciando los atropellos del arzobispo Moxó dirigida al pre­
sidente de la Junta Central Suprema del Reyno, Conde de
Floridablanca, firmada por el Alcalde de Primer Voto Juan
Antonio Fernández; hay 10 misivas que informan acerca del
suceso del 25 de mayo (originales en el archivo de la república
Argentina); los documentos originados por las milicias de la
insurrección; el reemplazo del Virrey Liniers por Baltazar Hidalgo
de Cisneros en el Virreinato de la Plata; relación de los gastos
originados por la crisis: el gobernador Nieto en la Plata; el proceso
contra los oidores, etc.
Toda esta documentación era de extraordinaria importancia
para Rene-Moreno, por cuanto ella constituía la prueba más
fehaciente de que la revolución de las colonias americanas contra
la Madre Patria se había iniciado en el Alto Perú en 1809,
constituyendo de este modo el primer germen de la gesta eman­
cipadora total. Precisamente el objetivo del sabio boliviano era
mostrar esta verdad oculta en los fastos de la historia y derogar
la idea de que la revolución en Hispanoamérica había detonado
en 1810.
"Causas que no son de este momento han sido gran parte en
que permanezca ignorada esa revolución (la del Alto Perú); y
hasta tal punto ignorada, que, contra el aserto categórico de los
conocedores de la verdad -no muchos por desgracia-, es ya
aforismo vulgar de historia americana, que el movimiento de la
emancipación comenzó en estas colonias el año 1810.
'Veintiséis años atrás acaricié el proyecto de escribir un
relato sobre los últimos días coloniales del Alto Perú, o sea, desde
1807 hasta 1809. Proponíame, con palanca de documentos
inéditos, sacar de las sombras del olvido aquella mediterránea
empresa memorable. Eso quería por lo mismo de Norte y Sur
ambos virreyes de Lima y de Buenos Aires, con celeridad inau­

198
dita, habían mandado reprimirla por las armas y sepultarla en
fosas y calabozos para perpetuo silencio." (1)
Efectivamente, en 1876, en los tomo IV y V de la Revista
Chilena, nuestro autor había publicado un trabajo que llevaba
por título "Ultimos días coloniales en Chuquisaca", prefiguración
y esbozo de esta gran obra de madurez, que, como lo explica
nuestro autor, sólo cuajó en el momento en que el método
histórico utilizado integró todos los elementos en una serie lógica
de acontecimientos.
También, en 1886, en la "Revista de Artes y Letras" había
colaborado con un artículo precursor titulado "El año 1808 en
Chuquisaca".
Como podemos apreciar, la idea de abocarse a desentrañar la
época de las postrimerías de la colonia y su conexión con la
tumultuosa emergencia del espíritu separatista en el Alto Perú
fue la intención matriz del historiador René-Moreno. intención
que se plasmó magistralmente en esta obra de caracteres clásicos
De ella, Feliú Cruz ha dicho:
"Hay pocos libros en la historiografía americana tan bien
trabajados como éste desde tres puntos de vista: el literario, o
sea, el de la composición, el del aprovechamiento del material
histórico y el de la interpretación de los sucesos. René-Moreno,
en el primer caso, poseía un estilo vigoroso, persuasivo y de
mucha capacidad analítica. (...) El estilo es sostenido en un
relato lleno de accidentes que el autor hace apasionante. Los
retratos son espléndidos, las descripciones ambientales, llenas
de viveza. La trama, la intriga, el suceder, es como en una
novela. (..) Meticuloso en la búsqueda de la realidad, hasta llegar
a la certidumbre de ella, el documento ha sido exprimido y su
esencia es la que ha sido incorporada al relato. La interpretación
de los hechos está expuesta con criterio firme, y no exento de
cierto antiespañolismo." (2)
Desde nuestro punto de vista, este libro es un monumento de

(1) IBID, p. 5.
(2) Guillermo Feliú Cruz, Op. Cit., p. 9.

199
erudición y estilo. Su lectura se sigue más que con atención, con
verdadera fruición. La inteligencia del autor estriba en desa­
parecer cautelosamente para dejamos en medio de una ciudad
paradigmática de los tiempos coloniales. Chuquisaca, la "señora
de las provincias altoperuanas”, está como en el celuloide, frente
a nosostros con todo su esplendor de metrópoli eclesiástica y
cultural por excelencia. Lentamente el autor, sin prisas inne­
cesarias, nos adentra en el espectáculo de las calles adormiladas
o bullentes, la catedral y sus naves ora jubilosas, ora silentes;
nos hace asistir al claustro universitario donde veladamente
surgen los primeros gérmenes de la libertad de pensamiento a
través de los conciliábulos de los doctores, de los cuales hay
hasta "in utroque jure".
Los diversos gremios, caracterizados con pinceladas magis­
trales, se abocan a sus respectivas tareas en medio de la calma
aparente que tan bien sabe suscitar el autor. En el plano de la
narración misma, el mérito más resaltante de "Ultimos días
coloniales en el Alto Perú" es que de ningún modo asistimos
pasivamente al quiebre de un sistema que se sostenía, en último
término, en la tributación a valores arraigados a machamartillo
en las conciencias de los ciudadanos de todas clases ("llevan en
la frente el sello español"). Al contrario, nolens volens, partici­
pamos desde la atalaya privilegiada en que se nos ha puesto, en
las intrigas, en los conciliábulos, en las polémicas, en fin, en el
amasijo de situaciones que va modelando y urdiendo la trama
del sentido de la historia. El hilo de Ariadna de todos estos
hechos rescatados de su anfibología es distendido con maestría
e inteligencia por René-Moreno. Por ello la paradójica frase que
dice que los historiadores son los profetas del pasado cobra aquí
una dimensión insospechada. En verdad, René-Moreno ha re­
creado la vida postrera de una época llena de contradicciones que
forma el limo en que habrá de crecer la nueva sociedad, la cual
llevará en su estructura profunda una congènita propensión al
descorazonamiento y, por tanto, a la abulia y a la anarquía.
El esplendor de Chuquisaca es superficial. Es el esplendor del

200
día que ignora las sombras. Sus aristocráticos habitantes tanto
por sangre como por fortuna son poco precavidos; viven en el
sopor de lo momentáneo. Las grandes riquezas amasadas por
los mineros no son capitalizadas en inversiones rentables y que
sirvan de alternativa futura al previsible agotamiento de los
recursos minerales. Al contrario, se usan para satisfacer ca­
prichos y nimiedades. Aquí podemos captar, como en sordina,
el mensaje personal de René-Moreno, que no por ello deja de
hacer verdadera y gran historia. El tono de lo consumado se
desprende de sus palabras, de lo que ya está mil veces sepultado
en el osario de lo perdido. Y sin embargo, Charcas, la ciudad de
la Plata, Chuquisaca está viva; sus gentes, sus universitarios,
sus comerciantes, sus clérigos, sus oidores, la colmena y su
actividad se dejan sentir e interpretar no sólo por el sagaz sabio
boliviano, sino también por el lector atento, que agradece tan
recto proceder del historiador.
La colonia se asienta en la fidelidad al Rey y en la fe en Dios.
No obstante en la ciudad universitaria hay un mundo sub­
terráneo de ideas subversivas pugnando por expresarse. La
percepción notable de René-Moreno nos conduce con magistral
soltura, como una novela de suspenso, a través de la evolución
de las conciencias y de los detonantes externos que apresuran
esta evolución. Con un dominio total del tema, con un manejo
inteligentísimo de los fríos documentos, es capaz de recrear un
mundo cual si los acontecimientos se repitieran como un calei­
doscopio del tiempo.
Su majestad Femando VII ya no está en el trono español.
Este ha sido usurpado por el execrable dominio extranjero. La
Junta de Sevilla ha tomado la representación del monarca
depuesto. Y es el pueblo el que gobierna cautelando la continui­
dad del reino. En las colonias americanas se producen un
sentimiento y una situación similares. Es el patrimonio común
el que está enjuego. Por lo tanto se debe seguir el ejemplo del
pueblo de la península.
Sin embargo, al través de estas páginas, vemos cómo las

201
ideas de emancipación habían sido ya elaboradas en la ciudad
de los doctores y comunicadas a La Paz; cómo pugnaban en las
mentes por expresarse plenamente. Es así como el factor
económico-social unido a la teorización del concepto de la
libertad como atributo inherente al hombre y a la estructura
social, amén de la sentencia irredargüible del silogismo alto-
peruano, se mezclan en la redoma de este momento histórico y
estallan en los movimientos insurrecionales del 25 de mayo de
1809 en Chuquisaca y 16 de julio del mismo año en La Paz,
gérmenes de las gestas libertadoras en toda la extensión de la
América latina.
Mostrar e interpretar críticamente -con análisis al mismo
tiempo sutil y denso- cómo se fue gestando este proceso
liberador es el gran empeño de nuestro historiador, empeño que
se concreta en esta obra maciza, plena de unidad tanto en lo
que respecta al contenido como a la forma. La crítica de René-
Moreno es especialísima, pues está integrada a la narración
misma. No la usa como colofón definitivo para juzgar un he­
cho, sino que el sesgo crítico se introduce vinculado a lo que se
cuenta. Al narrar los acontecimientos que cierran un período
de la historia común a todos los pueblos latinoamericanos, su
afán es de mantenerse dentro de los marcos de la más estricta
objetividad. Sin embargo, cuando se trata de interpretar los
errores, los vicios o las malas decisiones de todos aquellos
comprometidos en el gobierno civil y eclesiástico, su pluma se
toma acerada, irónica y hasta humorística, cualidad esta última
que, según José Eduardo Guerra, Arguedas desconoce. Al fin y
al cabo, René-Moreno entiende que la humanidad del Presiden­
te Pizarro o del Arzobispo Moxó es el broquel más efectivo que
éstos pueden exhibir para defenderse ante el inevitable y
siempre severo juicio de la historia.
Veamos que dice René-Moreno de los hombres que regían el
destino de esta insigne ciudad;
"¡Llaneza terrible la de aquellos buenos presidentes de Char­
cas! Alguna vez después de la misa solían mandar a la horca por

202
rebeldes medio centenar de cabecillas indios o cholos, para
asistir más tarde cachazudamente a las bodas, bautizos y
saraos de los criollos fieles y subordinados que moraban en la
ensangrentada capital. Un destello lejano de la majestad real
escudaba sus pasos y les servía de égida." (1)
El último de estos "buenos presidentes de Charcas", don
Ramón García León de Pizarro, fue retratado por nuestro autor
de un modo particularmente irónico. Con motivo de las inva­
siones inglesas al río de la Plata, en Chuquisaca hubo una febril
agitación de la ciudadanía, pues se esperaba un eventual avance
de los ingleses hasta el interior mismo de las colonias. Así retrata
a Pizarro:
"El anciano magistrado no era belicoso. Virgen y sin mancha
yacía en la vaina su nunca desnuda espada de teniente general
de los reales ejércitos: pero su imaginación le llevó esta vez a
capitanear batallas campales y a disputar al enemigo a palmos
el terreno entre desfiladeros, crestas y desiertos. Hablaba de
aguardar con fosos y puentes minados a los ingleses para
hacerlos volar por los aires como plumas." (2)
Del obispo Moxó nos describe su fisonomía del siguiente
modo: 'Visitando la sala capitular de la catedral de Chuquisaca
y pasada la impresión que causa la majestuosa galería de
obispos y arzobispos que cubren los muros, a dos pasos sobre
la derecha de la puerta, al lado de la fisonomía dulce y bené­
vola del arzobispo San-Alberto, llama hoy la atención un prela­
do joven, que lanza sobre el espectador una mirada penetrante e
impenetrable, desde un rostro casi femenino por la blancura
imberbe de su tez, la suavidad de sus perfiles, la gracia de sus
labios breves y rojos, el abultamiento terso de sus carrillos y la
negra cabellera echada en bucles tras de la oreja: pero que
denota con vigor el sexo viril en la conformación de las sienes,
en la nariz toscamente abultada hacia su extremidad, en la

(1) G. René-Moreno, "Ultimos días coloniales en el Alto-Perú”, Imprenta Cervan­


tes, Santiago, 1896, p. 76.
(2) IBID, p. 87.

203
frente discreta y cuadrada, en la grave impasibilidad del ceño, en
la cabeza dominante y en su apostura señorial.
"Ese era él. La inscripción lo dice: don Benito María Moxó,
arzobispo de la Plata." (1)
La figura de Moxó es sin duda una acabada muestra del arte
de René-Moreno para captar lo esencial de las personalidades.
A lo largo del desarrollo de la obra el ilustre arzobispo es una
pieza clave de las intrigas que se vivieron en la ciudad de los
doctores con motivo de las consecuencias provocadas por las
noticias de Bayona.
Las causas que determinaron la eclosión del movimiento
revolucionario del 25 de mayo de 1809 son variadas y concomi­
tantes. René-Moreno las estudia una a una con prolijidad y
lucidez. Echemos un vistazo rápido a las principales razones de
aquella revuelta memorable, primer signo visible de la indepen­
dencia de las colonias hispanoamericanas:
Las ideas revolucionarias infiltradas a través de los mares se
dejaban oír ya a principios del siglo XIX. En el discurso pronun­
ciado por el Rector de la Universidad de San Francisco Xavier en
honor del recién llegado arzobispo de Moxó hay, detrás de la
lisonja, un larvado espíritu contrario al escolasticismo y parti­
dario del libre examen. Otras causales que son desarrolladas
por René-Moreno son la del espíritu controversista que, después
de dos siglos de argumentaciones, alcanzó una potencia tal que
terminó por reducir los complejos fenómenos históricos penin­
sulares a la idea de la libertad: el cariño a la tierra nativa; las
ideas de algunos doctores que, ante el horror general, declara­
ban en pleno tribunal de la Plata que la autoridad tenía que ser
previamente aceptada por el pueblo; las lecturas revoluciona­
rias de criollos talentosos como Mariano Moreno, que comenta­
ban libros como el del abate Reynal, los que se encotraban, ¡oh,
paradoja!, en la biblioteca del mismo secretario del arzobispo, el
más firme sostenedor de la potestad divina de los reyes; las
inflamaciones patrióticas que provocó en el Alto Perú la defensa

(1) IBID, pp. 37-38.

204
obstinada y heroica de los criollos argentinos dirigidos por
Liniers, mientras el representante del Rey de la Plata, el virrey
Sobremonte, huía cobardemente al interior; la deposición de este
funcionario y su reemplazo por voluntad de los propios criollos;
la llegada del traidor Goyeneche con pliegos de la soberana
Junta de Sevilla, que pedía su reconocimiento para la guarda de
los sagrados derechos del amado Femando; la oposición violenta
de los orgullosos togados de la Audiencia; la voluntad inque­
brantable del gobernador Pizarro después del eficiente trabajo
del hábil caramillo Cañete; la acción del culto Moxó contra los
relajados clérigos cochabambinos; la independencia de Elío y del
cabildo de Montevideo contra la suprema autoridad del virrey; la
desconsideración de los doctores criollos por los advenedizos e
incultos chapetones.
Todas las anteriores son causas que sólo la historia puede
desentrañar en sus justas dimensiones y alcances. El asunto
del desnivel económico entre criollos y peninsulares es ya algo
más obvio -pero no por ello menos importante en el desenlace
revolucionario- y René-Moreno lo aborda en estas páginas así
como en una de sus notas históricas de "Bolivia y Perú", llamada
"Mariano Alejo Alvarez y el silogismo altoperuano".
Pero en último término, como dirá el propio René-Moreno, la
revolución en el Alto Perú es "ni más ni menos la consecuencia
práctica de una doctrina de derecho. A fuer de litigantes hábiles,
los doctores le aplicaron causal rescisoria a cierto momento
jurídico de la "otra parte", el momento de la caducidad del trono
borbónico en la metrópoli." (1)
El silogismo de que se valieron los doctores de "aquella fábrica
de Minerva" consistía en el siguiente razonamiento:
1. - Premisa mayor: Los fueros del americano vasallaje estu­
diados en reales cédulas particulares, en Solórzano y en otros
comentadores.
2. - Premisa menor: La acefalía y caducidad del trono de

(1) G. René-Moreno, "Bolivia y Perú. Más notas históricas y bibliográficas”,


Imprenta Barcelona, Santiago, 1905, p. 31.

205
Castilla, usurpado por extranjero dominio.
3.- Conclusión; Independencia.
Punto aparte nos merece la descripción que René-Moreno
hace de Goyeneche, hombre sin moral ni convicciones, quien
tortuosamente sirve a intereses y valores contrapuestos. Venía
enviado por la soberana junta de Sevilla para obtener el recono­
cimiento de las colonias; por la princesa Carlota, hermana de
Femando, reina del Brasil, y había sido solicitado, además, por
el gobierno afrancesado de Madrid que dirigía Murat. Este es su
retrato; "Eran sus medios geniales la petulancia y el engaño;
doble avilantez que exterioridades de garbo y labia sabrán
encubrir pasaderamente en la persona, al recorrer ésta los
vecindarios coloniales del interior tan sencillos como nove­
dosos." (1)
La astucia maligna de Goyeneche fue captada en toda su
dimensión por René-Moreno, quien con una aguda perspicacia
psicológica penetra desde el frío documento hasta la personali­
dad íntima de los personajes históricos. Es así como nos refiere
el intento qu e hiciera Goyeneche por convencer a Moxó y a Pizarro
sobre la conveniencia de reconocer como soberana a la princesa
doña Carlota Joaquina de Borbón, esposa del Regente de Portu­
gal, don Juan de Braganza. Los argumentos de Goyeneche se
expresan a un nivel psicológico, intentando sacar partido de los
amores y fobias de estos dos fieles vasallos del rey español:
"Porque no debió de tardar mucho el astuto aventurero en
conocer que se las tenia con dos hombres, no tan ligeros de
carácter pero sí tan fáciles de penetrar como el virrey Liniers;
escaso de luces y apacible en su modestia y sensatez el uno,
tocado de la política y diplomacia el otro y con un patriotismo
a cuestas terriblemente oratorio para el lugar y las circuns­
tancias. En suma, los dos más altos dignatarios del Alto Perú
eran muy beneficiables por Goyeneche, susceptible de ser in­
fluidos por éste en provecho de sus miras ambiciosas. Dos

(1) G. René-Moreno, "Ultimos días Coloniales en el Alto Perú", Santiago, 1896,


p. 443.

206
diferencias con Liniers: primera, el antibonapartismo de éstos
se erguía fiero como una roca a flor de agua; segunda, para los
efectos del plan carlotino habría que echar sonda en el fondo
borbónico de la lealtad a toda prueba de Pizarro y de Moxó
para con Femando VII." (1)
Páginas admirables nos ha legado el sabio historiador
boliviano al narrar la reunión en que Goyeneche, con absoluto
desparpajo y cinismo, enfrentó a los oidores y los conminó a
aceptarlos pliegos que lo señalaban como enviado por la Junta
de Sevilla. Altanero y desenfadado, hizo ostentación de la auto­
ridad de que dichos pliegos lo investían; además vociferó, ame­
nazó e hizo salirse de sus casillas al anciano regente Boeto,
quien, para solaz del astuto traidor, ofreció un deplorable
espectáculo al saltar de su asiento profiriendo soeces dicterios
en contra de aquel aparecido que amenazaba con las penas del
infiemo a aquellos que no acataran sus órdenes, emanadas de
la propia Junta de Sevilla.
Javier Vial Solar, en una obra de carácter histórico publi­
cada en Santiago en 1904 (*), ha recogido in extenso aquella
reunión de la Audiencia de Charcas en un capítulo dedicado a
analizar los pormenores de los trabajos de los carlotinos por
instaurar la soberanía de doña Carlota Joaquina, quien como
hija de Carlos IV y hermana de Femando VII, el monarca
destituido por los invasores franceses, pretendía erigirse en
depositaría de los derechos reales que le asistían a aquél. El
libro de Vial Solar debe mucho en esta parte a la obra de René-
Moreno. Tenemos en nuestro poder un ejemplar dedicado al
historiador boliviano por el propio Vial Solar, prueba de la alta
estima en que éste tenía a aquél.
"Ultimos días coloniales en el Alto Perú" es, por todo lo que se
ha comentado, una obra magistral, modelo de construcción y
análisis. Su autor, sin embargo, se quejó amargamente de la
(1) G. René-Moreno, "Ultimos días Coloniales en el Alto Perú". Santiago, 1896,,
p. 443.
(*) "Los tratados de Chile", tomo II: la independencia. Factores externos,
Imprenta Barcelona, Santiago, 1904.

207
suerte que, según él, le esperaba a su principal obra.
René-Moreno fue demasiado severo con este selecto fruto de
su trabajo. Sólo así pudo decir, al referirse al destino que le
diera a los documentos que Andrés Lamas le obsequiara en
Buenos Aires en 1879:
"Seguro estoy que ni con éste y con otros materiales de
primera calidad puestos en la obra he acertado a construir
edificio. Apenas si he hecho con la pluma una tentativa de
narración en campo inexplorado. Por su abuso de los porme­
nores, bien merecido tiene el modesto nombre de crónica. Vista
por el lado del tema es el bohordo o tallo de la planta, porque
el ramaje con las flores y el fruto pertenece al tema de 1809.
Sino que estas páginas dan testimonio inequívoco, en mi
opinión, de una diligencia y una paciencia llevadas al sumo
grado en servicio de la verdad." (1)
Como siempre, René-Moreno defiende más su moral que su
inteligencia, lo cual era, por cierto, absolutamente innecesario.
En lo que sí acierta, pero distorsionando sus consecuencias , es
en percatarse de que esta obra, a pesar de su unidad y
unicidad intrínsecas, se siente incompleta, pues el lector queda
en el ápice del suspenso que la narración va creando progresi­
vamente. Toda la obra está escrita para un clímax que no llega.
Pero el autor se fijó unos límites determinados y, en este
sentido, es una obra unitaria. No obstante la revolución altope-
ruana acecha pero no se resuelve, puesto que el libro concluye
en el período de fines de 1808. ¿Cuáles fueron las razones por
las que René Moreno abdicó de la posibilidad de proseguir con
su narración hasta las últimas consecuencias? No lo sabemos.
El mismo autor no nos quiso revelar sus motivos, aunque se
adivinan en sus palabras dolidas y desencantadas.
"Al punto mismo de esta ya hechos los queridos años 1807
y 1808, el cronista se vio incapacitados para sentar pie más
adelante. Acababa de perder el amor de su asunto. ¿Los

(1) G. René-Moreno, "Ultimos días Coloniales en el Alto Perú. Documentos


inéditos de 1808 y 1809", Imprenta Barcelona, Santiago, 1901, p.9.

208
motivos? Meramente personales, exacerbados años más tarde,
y que a nadie interesan. Todo, por fortuna, sin pérdida mínima
para las letras históricas". (1)
Cuán equivocado está aquí nuestro autor, aunque sin duda,
en su fuero interno, sentía que esta palabras, más allá de lo que
expresaban, tenían un reverso de reproche, un trasfondo de
ironía aleccionadora ante el olvido y la indiferencia.
De su libro, nos dirá: "Nació fuera de lugar, sin el soplo de
ocasión, madura para la muerte. Ni el tiempo ni el espacio le
soltaron una migaja de su inmensidad para que por ahí
rasara con la atención de los vivos. Me consta que los más de los
pocos ejemplares o entregados o remitidos ahí se están los
pobres, intonsos, barbudos, a la rústica."
Y más adelante:
"Porque el libro es ya tomo quinto sobre Bolivia, por autor
solitario de escritos sin lectores en Bolivia mismo, y desconoci­
dos hasta en la propia ciudad donde se publican. Ninguno de
imaginación, todos en obsequio de la historia, junto con otros
dos de la especie sobre el Perú, cada uno a su tum o ha ido
sirviendo para los canjes exteriores de publicaciones que hace la
Biblioteca del Instituto Nacional de Chile.
"Aunque rotulados al director respectivo, de ordinario
eslavo, anglosajón, germano, etc., el que esto escribe, en su
pensamiento, los ha mandado para nocturno regalo de sus
colegas los ratones de biblioteca de las principales del antiguo y
nuevo continente" (2)
La poca resonancia que René-Moreno percibió para su libro
fue, qué duda cabe, uno de los motivos esenciales que frenaron
sus ansias de completar la historia de los postreros días de la
Colonia en el Alto-Perú con la relación circunstanciada de los
sucesos de 1809, año del estallido de la revolución. Es por ello
que solamente publicó los documentos referidos a aquel año.
¿No habría, al hacer esto, un afán de decir: Miren, esto es

(1) IBID.
(2) IBID.

209
solamente un esqueleto descamado y yo pude darle un rostro
e insuflarle la vida? Conociendo a René-Moreno, esta hipótesis
no es tan fácil de ser desechada.
La posterioridad, sin embargo, se ha encargado de reivindicar
aquel silencio que recayó sobre "Ultimos días ..." en aquellos
primeros años de haber sido dado a la estampa. En 1940. el
Ministerio de Educación de Bolivia publicó "Los Ultimos días
Coloniales en el Alto Perú", en 2 volúmenes, con un prólogo de
Gustavo Adolfo Otero. En 1945, la Editorial Jackson de Buenos
Aires publicó una cuidada edición de esta obra cimera de las
letras hispanoamericanas, con un prólogo a cargo de Adolfo
Costa du Reís. En 1954, la Unesco, en virtud de un acuerdo con
la Organización de Estados Americanos, llevó a imprenta "Ulti­
mos días coloniales en el Alto-Perú" en versión francesa publi­
cada en París. El prólogo de esta edición fue encomendado al
propio traductor, quien tuvo palabras de sincero elogio y de
franca admiración para esta obra excepcional desconocida en
Francia. A pesar de algunos errores en fechas y datos bio­
gráficos, este prólogo es importante, puesto que destaca la
perspectiva estética que René-Moreno adopta para describir a
sus personajes.
Francis de Miomandre, el autor de este prólogo, nos dirá de
"Ultimos días coloniales en el Alto-Perú" que "se considera hoy
con justo título como una obra maestra de la literatura histó­
rica. Yo diría, incluso, de la literatura a secas, cuando pienso
en ciertas páginas, por ejemplo de retratos, tales como los de
Moxó y de Pizarro, de Cañete y de Goyeneche, y de esa banda
de espantosos y temibles picapleitos, llamados oidores, de los
que no se pueden leer las hazañas y el insolente escarnio sin
una suerte de disgusto indignado. Hay en Moreno, al lado de la
precisión del hombre de estudio, que el examen de los docu­
mentos oficiales ha habituado hace largo tiempo a la sere­
nidad, un don indiscutible de hacer vivir a sus personajes y de
hacerlos vivir en su ambiente, que es propiamente el del nove­
lista. De hecho, para un escritor auténtico como lo era eviden­

210
temente René-Moreno no hay quizás diferencia esencial entre
los personajes que nos ofrece la vida en sus ocasiones cotidianas
y los que los libros presentan al historiador. Por poco que este
último posea esa facultad de hacerlos revivir bajo su pluma,
poco le importa de donde los toma; y después de todo no estaría
alejado de encontrar aquí superior el arte del historiador al
del novelista, pues éste no necesita, por decirlo así, más que
abrir los ojos delante del espectáculo de la vida, mientras que el
historiador está obligado a reconstruir esta vida a fuerza de
observaciones, recortes y, es preciso agregarlo si se quiere ser
completamente leal, de adivinación. El verdadero historiador
hace bien a menudo la obra de un encantador.
"Pero un escritor de la calidad de Moreno no se permite estas
evocaciones sino cuando está completamente en regla con la
documentación previa, la cual da siempre mucho trabajo, se lo
sabe. Ahora bien, en la ocasión presente, se trata de una empresa
con dificultades casi imposibles de vencer y que habrían hecho
retroceder a cualquiera otro que no fuese este hombre despro­
visto de toda ambición, de toda vanidad de autor." (1)
Reconocido actualmente como el más grande escritor de su
país, Gabriel René-Moreno hubo de vivir en aquellos años de su
ya entrante vejez con la espina del descorazonamiento ante el
silencio en que caía su obra más alta. Como director de la
biblioteca del Instituto Nacional intentó, a través de la "deporta­
ción", como él decía, de sus amados libros dar a conocer el
producto más decantado de su trabajo intelectual. De este
modo, envió decenas de ejemplares de "Ultimos días .." a los
Estados Unidos. Las universidades y la bibliotecas públicas de
este país conocieron esta magna obra. Entre ellas citamos: War
Departament Libraiy, Libraiy of the Boston Athenaeum, Uni-
versity of State of New York, University Johns Hopkins of
Baltimore, Library of Congress, Yale University Library, Uni­
versity of Chicago, Comell University Library, American Library

(1) En Introducción a "Les derniers Jours de la Colonie dans le Haut-Pérou", Ed.


Nagel, Paris, 1954, pp. 8-9.

211
Association, Departament of the Interior Bureau of Education,
University Of Michigan General Library, The Smithsonian Insti­
tution, etc. También, las más importantes bibliotecas de
hispanoamérica recibieron la encomienda del maestro boliviano
"para nocturno regalo" de los ratones de biblioteca.

212
La Biblioteca Peruana

Entre 1896 y 1897, René-Moreno publica una monumental


obra bibliográfica en dos tomos: La Biblioteca Peruana. La
pasmosa cantidad de libros, folletos, opúsculos, revistas o docu­
mentos nos remite a un trabajo casi sobrehumano. Son 3.474
las piezas descritas analíticamente, muchas de ellas examinadas
a la luz de extensos comentarios críticos, lo que nos permite
aquilatar la tremenda erudición del bibliógrafo boliviano. Al
final del segundo tomo publica una serie de "notas bibliográfi­
cas" donde pasa revista concienzudamente a las obras y a los
autores que, de una u otra forma, se han preocupado de los
asuntos de Bolivia y Perú y de la irradiación de estos países en la
historia y cultura de América. Son 200 páginas de verdaderas
joyas exóticas por la erudición y los aportes plenos de luz al
conocimiento de esta bibliografía.
La base de esta monumental obra son los libros y folletos
peruanos habidos en la Biblioteca Nacional y en la del Institu­
to. El primer tomo se ocupa de las piezas del Instituto Nacional
y el segundo, de los libros y folletos de la Biblioteca Nacional. En
el prólogo, fechado en enero de 1896, su autor nos dice: "Por
modesto que sea su cargo, por triste el afán de estar contando
con los dedos y midiendo con varilla métrica las páginas que
otros escribieron, es la verdad que el catalogador bordea los

213
umbrales de la vejez con más desencantos que encantos, que
algo ha visto ya por esta América en materia de papel impreso
caduco y de funcionarios revocablemente honorifícados, y hay
por lo mismo que aguantarle y no más el desenfado con que
juzga y opina sobre los hombres, hechos, letras y cosas del
Perú. Con el eficaz auxilio manual del conservador D. Enrique
Barrenechea y otros empleados de la Biblioteca, tan sólo por
llevar una contribución cualquiera a los estudios america­
nistas contemporáneos, se ha impuesto fuera de obligación el
trabajo de este Catálogo." (1)
A Guillermo Feliú Cruz le impresionaron profundamente las
"notas bibliográficas" de la Biblioteca Peruana. Prueba de ello
son estas palabras:
"Verdaderamente en la apreciación de René-Moreno como
bibliógrafo e historiador estas notas obran de una manera de­
finitiva. El autor resulta un bibliógrafo americanista que excede
con mucho a las fronteras perú-bolivianas a que pareció re­
ducirse. La erudición orgánica de que hace uso, el conocimien­
to de la historia americana, la profundidad del juicio, la amplia
información acerca de los temas que toca, le dan, pues, un alto
rango en la bibliografía americana. (...) Nadie hasta ahora ha
estudiado estas notas con un sentido crítico para situar a su
autor en el lugar que le corresponde como figura señera de la
bibliografía e historia americana, y el que lo haga quedará
sorprendido de la calidad de su erudición. Estas Notas y las
otras Notas de sus libros consideradas en su conjunto en una
apreciación crítica, darán una fisonomía intelectual y moral de
René-Moreno insospechada." (2)
Los dos tomos de la Biblioteca Peruana han sido un venero
riquísimo de información para historiadores y bibliógrafos.
Datos muchas veces fundamentales para una investigación han
sido hallados en esta páginas que, fuera del ámbito de los espe-
(1) G. René-Moreno, "Biblioteca Peruana”, tomo I, Imprenta Cervantes, Santiago,
1896, p. VI.
(2) Guillermo Feliú Cruz, "Gabriel René-Moreno (1834-1908)". La bibliografía
boliviana-peruana con relación a la chilena, Santiago de Chile, 1969, p. 25.

214
cialistas, yacen en completa preterición. El gran amigo peruano
de René-Moreno; Ricardo Palma, director de la Biblioteca
Nacional de Lima, fue uno de los primeros en recibir la obra. En
carta fechada el 24 de enero de 1896. agradecía de esta manera
el regalo:
"Por el último vapor recibí dos ejemplares (primera y
segunda parte) de su Biblioteca Peruana. Libros de esta natu­
raleza en que el autor, amén del tiempo y de la consagración,
ha tenido que gastar mucho fósforo cerebral, sólo pueden ser
justicieramente apreciados por los pocos que nos ocupamos en
ese género de disquisiciones. He devorado ya la primera parte,
y envío a usted que muy cordial enhorabuena por el buen de­
sempeño. Para aficionados a la bibliografía, que en mi tierra son
poquísimos, el libro de usted es manjar para contados pala­
dares. No deje usted de remitir un ejemplar al Dr. don Pablo
Patrón y otro a Félix Cipriano Zegarra. únicos bibliómanos que
conozco en Lima. También remita usted ejemplar a la Sociedad
Geográfica a cuya biblioteca concurren personas que leen con
provecho." (1)
En otra misiva fechada en septiembre de 1897, al recibir las
últimas entregas de la Biblioteca Peruana, Ricardo Palma le
expresaba lo siguiente:
"Mi distinguido amigo: Recibí, ha dos días, un ejemplar
completo de Biblioteca Peruana, y la parte complementaria de
otro cuyos primeros pliegos me enviara ha pocos meses.
"Pasmoso trabajo ha hecho U d„ amigo mío. Hay que incli­
narse ante Ud. y proclamarlo el primer bibliófilo de América."
(2) En la correspondencia que le dirigía Palma a René-Moreno
encontramos numerosos comentarios sobre minucias bibliográ­
ficas que, sin duda, le sirvieron mucho al sabio boliviano en la
elaboración de esta obra.
Los duros juicios emitidos por René-Moreno contra José
Domingo Cortés, antologista chileno, autor del "Diccionario

(1) Colección de cartas de los autores.


(2) IDEM.

215
Biográfico Americano", fueron recogidos por Feliú Cruz desde
la Biblioteca Peruana. Sin duda que los panegíricos de Cortés
dirigidos a Melgarejo al dedicarle algunas obras que antologara,
fueron la losa sobre la cual René-Moreno escribió estos juicios
lapidarios: "José Domingo Cortés ha puesto como autor su
nombre en este interesante opúsculo (se refiere a "San Martín
Libertador de Chile y el Perú"). No tiene de él acaso sino la
portada, la antedicha dedicatoria, y la página donde están
inscritas estas palabras: "A la memoria de la señora Mercedes
San Martín Balcarce, fallecida en París el 27 de febrero de 1876.
J.D. Cortés. París, 5 de abril de 1875". Todos los que le hemos
conocido personalmente sabemos que este animoso editor
americanista no era capaz de concebir ni redactar las cuatro
páginas preliminares que a la antedicha inscripción se siguen.
Contienen éstas una suscinta noticia de la persona de San
Martín para el mundo europeo. Desde la página 53 corren
versos de Hermógenes de Irisarri, Eusebio Lillo, Guillermo Matta,
Domingo Arteaga Alemparte y Luis Rodríguez Velasco. El vientre
del opúsculo (páginas 5 a 52) está compuesto de una noticia,
mejor escrita y más completa que otras ya publicadas y
teniéndolas a la vista, sobre la vida que en Europa llevó San
Martín en el seno de la familia. Es redactada por Benjamín
Vicuña Mackenna. Cortés, tras de su portada actual, ha
ocultado esta entidad bibliográfica a todos los catalogadores de
los escritos de aquel fecundo prosista." (1)
¡Terrible juicio el de este implacable juez! Sin duda, una de
las cosas que René-Moreno no podía ver ni soportar era la im­
postura, la falsía en las acciones tanto morales como intelec­
tuales. Es por ello que sus dardos son inmisericordes para
buscar el centro mismo del engaño y, así, zaherirlo sin ningún
miramiento.
En la "Biblioteca Peruana" ensayó la crítica como un verdade-

(1) Citado por Guillermo Feliú Cruz en "José Domingo Cortés (1839-1884)”. Las
antologías de escritores chilenos y americanos y el "Diccionario Biográfico
Americano", Santiago de Chile, 1970, pp. 7-8.

216
ro estilista y aunque los temas de las piezas bibliográficas son
variados, muy a menudo hizo referencias a la Guerra del Pacifico,
al recalcitrante "atavismo incásico" y comentó, con fundamentos
solidísimos, las obras más importantes de los historiadores
americanos referidos a la órbita perú-boliviana.
La Obra Postrera:
Trabajo Bibliográficos e Historiográíicos

Los últimos diez años de la vida de René-Moreno son, al


contrario de lo que se podría pensar, el período editorial más
fecundo de su carrera como bibliógrafo e historiador. Entre 1899
y 1908, año de su muerte, publica 9 libros, de los cuales tres son
de índole bibliográfica y el resto, de carácter histortográfico,
biográfico y crítico.
Veamos, en una apretada síntesis, un aspecto general de su
aporte bibliográfico
De su empeño por lograr la integración de la bibliografía
boliviana, Feliú Cruz ha dicho: "Durante 37 años, desde 1871
hasta el mismo de su muerte, en 1908, trabajó René-Moreno
incesantemente en la bibliografía boliviana hasta dejarla tan
completa como en materia de la especie bibliográfica es posible
realizarlo. Pero la tarea suya, por haberse desenvuelto en una
investigación en que el método positivo aplicado era la base de la
construcción, tiene toda la originalidad de las obras de primera
mano, y eso le ha asegurado la perennidad tan difícil de alcan­
zar, si acaso no es un imposible de obtener. René-Moreno tuvo
en el campo en que se movió, predecesores, y sin contar a los
bibliógrafos clásicos que describieron los libros relativos al Alto
Perú antes de constituirse la República de Bolivia, deben
recordarse los intentos bibliográficos de Juan Ramón Gutiérrez

218
y la riquísima colección de impresos de ese país acopiada por
Gregorio Beeche en su Biblioteca Americana y que fue adqui­
rida por la del Instituto Nacional y en la que ampliamente traba­
jó René-Moreno." (1)
En medio de la soledad en que desarrollaba su trabajo,
nuestro autor tuvo la inestimable colaboración de Enrique
Barrenechea, quien, fuera de su cargo de conservador de la
biblioteca del Instituto, acompañó en la última época al sabio
boliviano en sus afanes bibliográficos. En 1899, éste le enco­
mendó a Barrenechea hacerse cargo de la publicación de una
obra cuyos originales habían sido enviados desde Bolivia por
un joven intelectual que sin duda se había sentido partícipe de
la misión de René-Moreno. Nos referimos a Valentín Abecia. Con
un Apéndice del Editor. 1602-1879." Al final del libro se
reproducía casi completamente el magnífico estudio de René-
Moreno sobre Juan Ramón Muñoz Cabrera.
Tres meses antes de la aparición de las "Adiciones”, nuestro
autor daba a la estampa el "Primer Suplemento a la Biblioteca
Boliviana de Gabriel René-Moreno. Epítome de un Catálogo de
Libros y Folletos. 1879-1899, Santiago de Chile, 1900." Esta
fecha, que se lee en la portada del libro, se contradice con la que
aparece en el colofón y que, sin duda, es la correcta. Esta dice
que la obra se terminó de imprimir el l e de septiembre de 1899.
En el prólogo de esta obra, René-Moreno dice:
"La Biblioteca Boliviana no contiene ni pudo contener sino lo
experimentalmente conocido por su autor hasta 1879. Ella
contiene lo en igual manera conocido por él mismo desde dicho
año hasta el presente, 1899. Por eso, la obrita se llama "Suple­
mento". Obvio que el autor no puede desde fuera del país
conocer experimentalmente todo lo que se va publicando en
Bolivia.
Seguro que lo catalogado hoy por él aquí adolece de omisiones
más o menos considerables. Aún encerrándose en las dos

(1) Guillermo Feliú Cruz, ''Gabriel René-Moreno (1834-1908). La bibliografía


boliviana-peruana con relación a la chilena", Santiago, 1969, pp. 21-24.

219
décadas del actual trabajo, 1879-1899, un nuevo catalogador
tendría que hacer a éste muchas añadiduras. Sin mucho
aguardar, al concluirse la impresión de este libro, han caído de
golpe a poder del coleccionista 254 piezas más, que pertene­
cieron a otro coleccionista, y poco a poco, unas 32 correspon­
dientes al año actual 1899. Tarde llegará el día de decirla última
palabra en un asunto como éste. También se nombra "Epítome"
el presente catálogo, y con razón: no es sino un mero extracto o
compendio de un trabajo bibliográfico en debida forma, que
sería costoso publicar. "(1)
En 1905, aparecía un libro que recogía gran parte de la
gacetería boliviana, el cual llevaba por título "Ensayo de una
Bibliografía General de los Periódicos de Bolivia. 1825-1905." El
interés de René-Moreno por salvaguardar estas fuentes vivas de
la historia de su país venía, como hemos visto al echar un vistazo
sobre "Matanzas de Yáñez", de la época en que asumió un
método historiográfico que consideraba a los periódicos como
pródigos veneros de información histórica. Antes de la guerra del
79 él mismo pegaba con goma y comentaba en la margen
numerosos periódicos bolivianos con "afán más bibliográfico que
histórico". Esta obra de 1905 es, sin duda, el fruto que nuestro
autor cosechó luego de un arduo trabajo de años de acopio,
catalogación y análisis.
En lo que toca a libros y folletos, la obra total de René-Moreno
es verdaderamente grandiosa. Escuchemos una breve relación
en sus propias palabras:
"La Biblioteca Boliviana de 1879, su Primer Suplemento de
1900, su inédito Segundo Suplemento hasta el presente año,
enumeran la totalidad de unos 5.500 libros y folletos. Va dicho
sin contar unos 700 volúmenes americanos, que forman en el
recinto algo como un medio ambiente luminoso de cualquier
estudio sustancial en la colección boliviana." (2)
Nuestro autor quedaría corto en sus cálculos, pues en el
(1) Citado por G. Feliú Cruz en Op. Cit., p. 20.
(2) Gabriel René-Moreno, "Ensayo de una bibliografía general de los periódicos
de Bolivia. 1825-1905." , Imprenta y Litografía Universo, Santiago, 1905, p. VI.

220
Segundo Suplemento a la Biblioteca Boliviana, su obra
postuma, el inventario de libros y folletos se cierra en el núme­
ro 6.815. Este libro, publicado en mayo de 1908 por los colabo­
radores más cercanos que tuvo René-Moreno en su última
época, lleva la siguiente advertencia: "Comenzóse la impresión de
esta obra semi postuma el 26 de marzo y se ha terminado hoy
día 16 de mayo de 1908 bajo la dirección de los suscritos, por
causa del fallecimiento de su autor, el señor don Gabriel René-
Moreno, acaecido en Valparaíso la noche del 28 de abril último".
Firman la nota Enrique Barrenechea y Enrique O'Ryan G.
La gran obra bibliográfica de René-Moreno no tiene paran­
gón en su patria y en el contexto de los bibliógrafos de América
es sobrepasado únicamente por José Toribio Medina e Icazbal-
ceta. En cuanto a medios, es indudable que éstos contaron con
un apoyo que no tuvo el desencantado maestro boliviano.
Medina e Icazbalceta tuvieron sus propias imprentas, y en el
caso del gran bibliógrafo chileno, el propio gobierno solventó
sus viajes a Europa y subvino a sus necesidades. El maestro
boliviano, por el contrario, sólo tuvo por respuesta a su obra
indiferencia y olvido.
1901 es un año pródigo en publicaciones del maestro
boliviano, pues durante el transcurso salen a la luz tres obras
suyas. Ellas son la ya comentada "Ultimos días coloniales en el
Alto-Perú. Documentos inéditos de 1808-1809.", el opúsculo
que constituiría la primera edición de "Bolivia y Perú. Notas
históricas y bibliográficas" y un libro en que recoge varias bio­
grafías y estudios sobre hombres y cosas de Bolivia, Argentina
y Chile, al cual dará el título de "Bolivia y Argentina. Notas
biográficas y bibliográficas". De algunos aspectos de esta última
obra nos ocuparemos un instante.
En este libro encontramos las biografías de Nicomedes
Antelo, Vicuña Mackenna, Muñoz Cabrera, amén de interesantes
trabajos de sociología referidos a la particular sociedad bonae­
rense. La mayoría de estos estudios habían sido publicados en
la "Revista de Artes y Letras".

221
En el artículo llamado "Buenos Aires 1879" realiza un ex­
celente retrato sociológico de la estructura y características de
la inmigración bonaerense, estudiando en profundidad los efec­
tos que produce este trasvasije social en la identidad de la
nación Argentina. ParaRené-Moreno, la inmigración, en primera
instancia, es beneficiosa, puesto que la nata con condiciones
urbanas asimila al vecindario bonaerense y el resto se despa­
rrama hacia los campos, sirviendo de esta manera como abono
para la producción de la tierra. A pesar de este numeroso
contingente europeo (savia latina lo llama nuestro autor), Bue­
nos Aires no pierde su condición de ciudad sudamericana con
su inextinguible espíritu español. Y en el centro del localismo y
materialismo exagerado de los bonaerenses, nuestro autor ad­
vierte un núcleo de intelectuales que trabajan de espaldas al
sectarismo materialista y que producen valiosos trabajos. Den­
tro de ese grupo de esforzados trabajadores del espíritu, los
amantes de la historia ocupan un lugar preponderante. De ellos
dirá:
"En esta constelación brilla el grupo de los meditabundos
sobre la verdad pasada. Es toda una falange de papelistas que
buscan entre las breñas de lo antiguo las fuentes de la juven­
tud. Escrutadores de la vida en las inercias de la muerte, más de
una vez excavando osarios sacaron a la resurrección sombras
de un tiempo ya perdido, sombras que fue grato y serio a la vez
echar a andar entre las figuras vivientes del tiempo que corre." (1)
René-Moreno conoció personalmente a estos hombres y sus
obras. Es así como puede nombrar a: Alberdi, Calvo, Carranza,
Castro, Boedo, Domínguez Espejo, Estrada (J.M.), Frejeiro,
Frías, Lamas, López (V.F. y J.F.), Mitre, Navarro Viola, Pelliza,
Quezada, Sarmiento, Trelles, Zinuy. Todos ellos poseen "aquel
ardor generoso de la verdad por la patria y para la patria, que
es el tinte luminoso que brilla en todos los escritores históricos
del Río de la Plata."

(1) Gabriel René-Moreno, "Solivia y Argentina. Notas biográficas y bibliográfi­


cas", Santiago, 1901, pp. 13-14.

222
El artículo que comentamos había aparecido también en la
revista "América Literaria", producciones selectas en prosa y
verso, coleccionadas y editadas por Francisco Lagomaggiore,
Buenos Aires, 1883, bajo el rótulo simple de "Buenos Aires". La
producción era firmada por el abogado y literato Gabriel René-
Moreno y fechada en Sucre, 1880.
Pero la visión que René-Moreno captara del Buenos Aires de
1879 iba a sufrir importantes modificaciones en otro estudio
escrito en 1883. El gran puerto cambia. Sus habitantes sólo
viven en función de las transacciones comerciales y el espíritu
y la moralidad se deterioran irremediablemente. La frivolidad
inficiona las relaciones sociales y el materialismo exacerbado
es el único norte de los individuos. En 1879 había vislumbrado
que, de alguna manera, los efluvios étnicos y la vinculación
estrecha con los centros de civilización latina (Francia, Italia)
hacían punto menos que imposible la independencia espiritual
de Argentina. Ahora dirá:
"Los individuos se dedican más y más al comercio y a pesar
del reposo de las gentes nada hacen por dedicarse a las letras:
decadencia desmedida en el orden cultural. Las publicaciones
disminuyen, la religión se resiente, la educación es menos
valorativa."
Más adelante agrega:
"No se encuentra en el corriente año (1883) sino estrépito
brillante, expresión indócil para con el pensamiento y servil
con el oído, pensamiento que germina y cuaja y que no madu­
ra ni se desprende con sazón del frondoso árbol. Improvisación
o impremeditación y castellanoide bonaerense. Eso sí: en mi­
tad de todo gallardea o la elegancia de la moda conforme al
último figurón de las ideas flamantes de ultramar, o bien un
perfume de vicio o una destilación de refinamiento sensualista
desprendido de espumante copa en gracia y dulzura." (1)
El sarcasmo de René-Moreno constituye también un
llamado de alerta a tomar conciencia acerca de la sideral distan­

(1) IBID, p. 99.

223
cia que existe entre la frivolidad como actitud permanente ante
la vida y el trabajo intelectual serio y productivo, que es el
único camino para construir la identidad de una nación. Las
ideas propias de un pueblo no deben ser acogidas pasivamente
como si los individuos fuesen meros receptáculos, sino que, por
el contrario, la constante vuelta hacia las raíces y el cono­
cimiento consciente de las ideas dominantes en el mundo han de
ser método para lograr planteamientos originales y auténticos.
Por ello, le duele a René-Moreno el observar cómo este gran país
se hunde en la imitación burda de los modelos europeos. "El
progreso intelectual disminuye a medida que aumenta el mate­
rial, lo que se puede apreciar observando la prensa cotidiana la
que contiene noticias enciclopédicas redactadas por buenos
agentes trasmisores, con sede en las reputadas ciudades eu­
ropeas, ideas que penetran hondo en las mentes privilegiadas,
matan allí cualquiera irradiación propia y concluyen en suma
por esterilizar con su labor reflejadora, las facultades producti­
vas de los hijos del país." (1)
La importancia de la historia como piedra angular de la
esencia de un pueblo es reconocida íntegramente por René-
Moreno al plantear lo fundamental de la labor de los historia­
dores argentinos en la preservación del pensamiento auténtico y
de la obra imperecedera de los hombres y del pueblo que forjan
la identidad de la nación.
Que duda cabe de que René-Moreno comprendió que esa era
su misión. Convertirse en un fiduciario de la cultura y la historia
de su patria, en un depositario de los tesoros bibliográficos en
medio de los cuales palpitaba el corazón de un pueblo. No fue un
acto ejecutado por mandato ajeno, sino surgido de la propia
vocación, del íntimo convencimiento de sentirse predestinado a
realizar una tarea trascendente e irrevocable. Es por eso que
destaca con tanto énfasis el sentido de preservación histórica que
informa la labor intelectual de los hombres que hurgan en el
pasado de una nación. Al referirse especialmente a Manuel

(1) IBID, p. 103.

224
Ricardo Trelles, a Vicente Fidel López y otros, dice de ellos que,
desdeñando "una actualidad intelectual preñada de incoheren­
cias turbadoras y de asimilaciones exóticas, antes de analizar
la atmósfera donde las hojas respiran, los excavadores mos­
traron con la pala, dentro de la tierra, los jugos y raíces del
árbol que crece encima y que crece sacudiendo su copa al
soplo de todos los vientos que se arremolinan en el estuario de
la Plata." (1)
Para René-Moreno un pueblo sin historia es un pueblo
desarraigado del tiempo, sin referentes de sí propio, de su
trayectoria vital, sin fundamento ni sociológico ni ontològico.
Este conocimiento no podía dejar indiferente a un hombre como
el maestro boliviano. Esta es la razón por la cual señala tan
severamente el desarraigo argentino, especialmente el bonae­
rense. El espíritu de una nación no surge por generación
espontánea, sino que está vinculado fuertemente a su pasado
y, de alguna manera, es su pasado. La tradición viva, el reco­
nocimiento de la esencia, aunque en algunos casos use "afeites
de república", son los requisitos fundamentales para mantener
enhiesta una conciencia nacional. Sólo la lucidez de conciencia
le permite a un pueblo enfrentarse a sí mismo y a los demás
congéneres con la confianza de estar bien despierto y firmemente
fundamentado.

*******************************

La primera edición de "Bolivia y Perú. Notas históricas y


bibliográficas" apareció, como habíamos dicho, en 1901. con­
tenía los siguientes trabajos publicados además en los "Anales
de La Universidad": "Fray Antonio de la Calancha", "el Doctor
Juan José Segovia" y "Unión Americana". En 1905 daría a la
luz una segunda edición aumentada de esta obra, excluiría el
estudio sobre el doctor Juan José Segovia, rector en los finales

(1) IBID, p. 115.

225
de la Colonia de la Universidad San Francisco Xavier de Chuqui-
saca, e insertaría algunos estudios de los tiempos de la "Revista
Chilena". Ellos eran "De La Paz al Pacífico a Vapor", "La Audiencia
de Charcas" y "Mariano Ricardo Terrazas".
De todos estos magistrales estudios elegimos "Unión Ameri­
cana" para un breve análisis, pues consideramos que aquí se
refunde con claridad meridiana el concepto que poseía el sabio
boliviano sobre el americanismo y sus diferentes variantes.
En este ensayo sobre la historia del ideal de la unión ameri­
cana, René-Moreno nos muestra la evolución del significado
primitivo del término a través del análisis de los anales biblio­
gráficos referidos al tema. Es así como nos revela que existe un
significado estricto de unión americana y otro amplio. Estrictu
sensu, Unión Americana significa liga federativa, comunidad
anfictiónica, creación de la magna civitas. Como puede verse,
unión política de todas las naciones americanas que, dadas sus
comunes instituciones y raíces etnológicas, posean una
historia que las hermane y las impulse hacia un destino com­
partido. Este ideal primigenio, que motiva los primeros trabajos
por la unión política de las naciones hispanoamericanas, se
discutió en la reunión del Congreso de Panamá en 1826, donde,
bajo la dirección de Bolívar, se intentaba realizar una federación
y comunidad anfictiónica entre las nuevas repúblicas de
Hispanoamérica. Lamentablemente, dicha reunión fracasó y el
viejo ideal se fue diluyendo poco a poco en una dulce utopía,
hermosa, pero como toda utopía, impracticable.
En sentido amplio, el significado de unión americana se
mueve a nivel diplomático y sociológico. Las relaciones cordia­
les, estrechas, habituales y correlativas entre los estados
hispanoamericanos serían una especie de sucedáneo pragmá­
tico del antiguo ideal y, de algún modo, contribuirían a mante­
ner al menos encendida la esperanza de la unión política.
Agudamente, René-Moreno analiza la naturaleza del ideal de
la unión americana y, en ella, distingue el hecho de la teoría, la
"cosa" de la "palabra".

226
"Por cuales o tales causas, que no son de este lugar, la "cosa”
fue deleznable o resultó frustránea. Y la "palabra", en cambio,
resuena todavía, y parece que resonará en adelante vibrando a
través del tiempo olvidadizo. Porque la elocuencia de sus
brillantísimos ideales, los gritos de la sangre bullente en el
corazón de esta gran patria de América, los llamamientos inex­
pertos pero generosos a la unión de todos ante el peligro del
hermano, palabras fueron y no más, pero palabras que consigo
llevaban esa calidad de timbre que entre los hombres dura, y que
dura con la perenne energía propia sólo de lo bien sentido y
sinceramente expresado." (1)
Y cuando la palabra de la unión americana fue expresada
por la intelectualidad política literaria, "pudo subir a las notas
más altas del americanismo doctrinario, oratorio y poético. Ella
sola, y no otra, la que derramó las producciones más signifi­
cantes, luminosas y floridas de la unión continental en
cualesquiera de sus aplicaciones políticas. Una misma chispa
electrizó de un extremo a otro los ánimos así superiores como
inferiores en cuanto al modo de sentir." (2)
La unión americana, tal como la ve nuestro autor, es un
sentimiento auténtico de nuestros países, una ingénita necesi­
dad que pugna por realizarse.
"En todas esas lucubraciones, teorías y arranques alienta
con plenitud, más bien que un intelecto, un alma: el alma de
esta América en el cuerpo de su raza adolescente y poseída de
los instintos más geniales." (3)
El americanismo de René-Moreno era profundo y fruto de la
convicción de la unidad orgánica de América. Por lenguaje, por
raza, por instituciones, por historia los pueblos americanos
constituyen una confraternidad, una estructura homogénea y
deben, por tanto, concretar políticamente el designio unitario
que alienta en cada uno de ellos.
(1) Gabriel René-Moreno, "Bolivia y Perú. Notas históricas y bilbiográflcas",
segunda edición aumentada, Imprenta Barcelona, Santiago, pp. 97-98.
(2) IBID, p. 100.
(3) IBID, p. 101.

227
Respecto del Brasil, apunta el hecho de que en los albores del
ideal y aún mucho más tarde este país no entraba en el concepto
de la unión americana. Sólo a partir de 1889, cuando el Brasil
ingresó al concierto de las repúblicas independientes, se pensó
en su inclusión en la gran hermandad americana. Latinoamé­
rica se denominaría el concepto ad-hoc para abarcar también
al gran país sudamericano.
Dos especies más analiza el erudito boliviano: la unión
Iberoamericana (que incluía a España, Portugal y a los estados
latinos del nuevo continente) y la unión Panamericana ( es
decir, la unión de todos los americanos). Esta última especie era
vista con honda preocupación por nuestro autor. Para él, los
Estados Unidos era un imperialismo que, soterradamente, iba a
ir sojuzgando a las débiles repúblicas que se apretujaban al
amparo de su alero protector y de su natural paternalista.
Pero el rasgo norteamericano que más detestaba René-Moreno
era el mercantilismo. Si tuvo duras palabras para los bonae­
renses por su avidez materialista, no podía de dejar de
descargar toda su artillería retórica contra las pretensiones de
Washington de erigirse en el emporio proveedor de América y, de
este modo, arrebatarle los mercados de estas asiduas consumi­
doras al comercio de Europa.
El fracaso, al menos oficial, de la reunión celebrada en
Washington por todos los representantes de los países ameri­
canos no podía sino dejar al descubierto los propósitos mercan-
tilistas de la unión. Buscarle otro sentido al panamericanismo,
según René-Moreno, sería absurdo.
La prepotencia de la gran nación del norte, fundada en el
concepto peregrino del destino manifiesto, se ejercitaba, en la
época de nuestro autor, en Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Es por
ello que estas indignadas pero elevadas palabras de René-
Moreno, un hombre conservador y tradicionalista, absoluta­
mente lúcido en cuanto a los principios que sustentaba, deben
admitirse como una franca reacción de quien ve pisoteados los
derechos de sus hermanos de raza y condición. Escuchémoslo:

228
"Lo que descaradamente se quiere en Washington es someter
a naciones débiles que han sabido pelear y pelean por su santa
independencia; lo que se quiere, sin miramientos de justicia, es
convertir en jornaleros adscritos al suelo y en vasallos consu­
midores ¿a cuáles? a los mismos a quienes se estimuló a clamar
y claman con su sangre por no ser colonos sino libres. El
destino manifiesto y el imperialismo norteamericano significan
que en mitad de esa democracia trabajadora y pacifica, que
daba al mundo el espectáculo de un progreso agigantado dentro
de la libertad y del derecho, se va a alzar la institución de los
ejércitos permanentes de mar y tierra, azote de la democracia
republicana y brazo fuerte del cesarismo. Todo por ambición de
riquezas y para asumir afuera la vida de gran potencia entre
grandes potencias, mas también para así señorearlo todo en el
interior desde este político centro de vitalidad nacional." (1)

En este año de 1905 aparece también "Bolivia y Perú. Más


notas históricas y bibliográficas", segundo libro de la serie
"Notas". La obra incluye el estudio llamado "Mariano Alejo
Alvarezy el silogismo altoperuano de 1808", escrito en 1903, y
el ensayo que publicara en la "Revista Chilena" veintiocho años
antes, titulado "Informaciones verbales sobre los sucesos de
1809 en Chuquisaca", completado por dos adiciones más
extensas que el cuerpo mismo del trabajo original. Ellas son "El
Arzobispo Moxó" y "¡Qué porteños aquéllos!" Esta última adi­
ción, cuyo título corresponde a una exclamación espontánea de
doña Martina Lazcano, una de la fuentes vivas de información
que tuvo René-Moreno, se continúa en el tercer libro de la serie
"Boliviay Perú. Nuevas notas históricas y bibliográficas" (1907)
que debe ser, con sus casi 700 páginas, la más importante de sus
obras de carácter historiográfico después de "Ultimos días colo­

(1) IBID, pp. 126-127.

229
niales en el Alto Perú", pues su contenido es todo de primera
mano y se aborda la problemática de las relaciones entre las
provincias unidas, las causas de la defección de Buenos Aires
en la ayuda vital que otorgaba al Alto Perú, el aislamiento en que
poco a poco va quedando éste. Especial dureza tiene René-
Moreno para tratar a Bemardino Rivadavia, gobernador de
Buenos Aires, a quien acusa de mentecatez y de prevaricación
por su "olvido" del hecho de que en 1822 todavía se luchaba en
los dos Perú por la independencia. Trabajos como "El oidor
Ussoz y Mozi", "La cuna de Monteagudo”, "Prevaricación de
Rivadavia" y "Ayacucho en Buenos Aires" son agudos enfoques
históricos de un período de anarquía, de luchas diplomáticas y
políticas, de intereses nacionales antes que americanos, etc.

*******************************

El 8 de octubre de 1899, René-Moreno y su hermano


Arístides, diplomático boliviano que a la sazón efectuaba unas
diligencias en Santiago, enviaron una carta de oficio al Concejo
Municipal de Santa Cruz en la que comunicaban la donación a
esa corporación de un retrato del ilustre fundador de Santa Cruz
de la Sierra, capitán Ñuño de Cháves. En partes de la nota
decían:
"Después de prolijas investigaciones y cotejos en Trujillo, de
España, se ha podido fijar con toda exactitud, en el lienzo
artístico, la imagen del insigne capitán Ñuflo de Cháves, fun­
dador y poblador, en el siglo XVI, de la Provincia de Santa Cruz
de la Sierra.
"Los suscritos, descendientes del conquistador, amantes
hijos de la actual ciudad cabecera de ese antiguo gobierno, hacen
dádiva de aquel retrato histórico a la H. Corporación por Ud.
dignamente presidida. La hacen con el intento de que él sea

230
colocado en el sitio de honor que le corresponde en la sala de las
juntas municipales." (1)
El retrato de Ñuño de Chaves enviado por los hermanos
Moreno fue colocado en la testera del salón de la Municipalidad
de Santa Cruz no sin antes haber sido exhibido por las calles en
carro triunfal. Sin embargo, un periódico cruceño, "La Ley",
tuvo duros epítetos para los hermanos Moreno, a quienes
tildaba de "chilenizados" o "achilenados". Este proceder de "La
Ley" fue censurado en un comentario por "El Correo del Plata",
así, se desató una polémica en la que la gaceta agresora recurrió
a la vil ofensa en contra de los desprevenidos donantes. Esto le
dolió mucho a René-Moreno, quien ya vivía sus últimos años con
una hipersensibilidad que nosotros notamos en el prólogo al
tomo de documentos de "Ultimos días. .."y no descansó hasta que
pudo contestarle a la malitencionada gaceta. En una breve
motivación fechada en 1905 adosada a su ultimo libro de "Notas",
lanza denuestos y dicterios contra el vil periódico:
"En lo intemo esta gaceta se ha hecho notar por su ramplo­
nería y porque suda ponzoña arrinconada: en lo extemo, por su
tipografía característica: sucia carota "quiñateada" en el servicio
propio sin reemplazo: ropa de desechos molidos por el uso ajeno.
Mas, no le desconozcan su valer, no. Se ha ganado plaza en el
gremio de los fuertes." (2)
Los últimos años de la vida de René-Moreno transcurren
entre su casa ubicada en la calle Arturo Prat y el gabinete de la
dirección de la Biblioteca del Instituto Nacional y la de la
Universidad de Chile, ambas refundidas. Algunos domingos
acude a almorzar a la casa de don Pedro Montt, quien en 1906
ascendería a la primera magistratura de la nación. Sus estudios
lo absorben hasta el último momento, nunca deja de pensar en
ellos y de expresar su pensamiento a través del prurito editorial
que, gracias a Dios, hizo su parte para salvaguardar la produc­
ción de este gran historiador.
(1) G. René-Moreno: "B oliviay Perú. Nuevas notas históricas y bibliográficas",
Soc. Imp. y Lit. Universo, Santiago de Chile, 1907, p. 405.
(2) IBID, p. 403.

231
En los postreros años su soledad se hace Inaguantable. Su
salud está resentida y el mundo ya es otro, distinto, más
insondable, menos inteligible. Como director de la biblioteca más
importante del país se cartea con libreros y anticuarios fran­
ceses, alemanes, españoles, estadounidenses y mantiene una
lucidez e inteligencia reconocidas en todos los círculos. De sus
últimos libros, poquísimos son los que regala o los distribuye en
las bibliotecas del mundo. El silencio que flota alrededor de sus
obras anteriores le pesa. Entonces vuelve al pasado, a las
sombras que danzan en la caverna del pretérito, lo que es una
forma de retomar al útero, una vuelta del óvulo a sus orígenes,
a su tiempo primordial. Pero la de René-Moreno no es una vuelta
del individuo, va más allá de los límites de su yo, encama en
una nación. Y su encamación es inteligente, va precedida por
el férreo mandato de la razón, y por ello discierne lo bueno de lo
malo, lo adventicio de lo vernáculo, lo espúrio de lo inconta­
minado.
En carta fecha el 21 de abril de 1905, solicita a su hermana
Clemencia se vaya a vivir con él en "una casita donde podemos
vivir, ídem morir". Además, le hace ver su deseo de que también
Arístides y Matilde, los otros hermanos, acudan a compartir su
vejez.
Pero será sólo Clemencia la que acompañará al viejo bi­
bliógrafo en esos tres penosos años en que la prostatitis que
sufría aguzaba sus punzantes agujas. Meses antes de morir, dio
poder a un senador de su país para que concluyera un acuerdo
con el gobierno del altiplano sobre la venta de su riquísima
biblioteca particular en cuarenta mil bolivianos.
En Valparaíso se había instalado hacía poco la "Clínica
Alemana", regentada por el Dr. Munich. Agobiado por el dolor,
René-Moreno acudió a sus servicios en busca de alivio a su
dolencia. Sometido a una difícil operación, su debilitado orga­
nismo no fue capaz de resistir demasiado tiempo. Es así como
la noche del 28 de abril de 1908 fallecía el máximo bibliógrafo e
historiador de la república de Bolivia. La noticia de su muerte

232
no tardó en llegar a la capital. Los principales periódicos de la
ciudad tributaron su homenaje al insigne escritor, destacando
sus innegables méritos intelectuales, pero sin llegar a ahondar
en su obra, la cual sin duda fuemuy pococonocida por la gente
culta. Sólo el reducido grupo de los especialistas tenía algo que
decir es este aspecto.
Un periódico santiaguino decía lo siguiente:
"La noticia transmitida en Valparaíso de la muerte del
distinguido literato y antiguo profesor de literatura, don Gabriel
René-Moreno, causará en todas partes una honda sensación,
por cuanto con él desaparece uno de los escritores de la antigua
escuela, de aquellos adoradores de Cervantes; de esos que se
han empeñado siempre en sostener la literatura clásica.
"El señor Moreno como bibliógrafo deja una labor que por
sí sola bastaría para conquistarse un nombre en el mundo de
las letras. Como organizador de una biblioteca, su nombre
figurará con distinción en Chile, por el brillante pie en que deja
la del Instituo y Universidad de Chile. Esta que antes era la
capilla conocida con el nombre de San Diego en la calle nueva de
este nombre, transformada en biblioteca: gracias a la actividad,
constancia y profundos conocimientos de don Gabriel René-
Moreno es una de las mejores del país”. (1)
En el mismo periódico, un día más tarde el historiador
Gonzalo Bulnes realizaba una extensa semblanza del notable
escritor fallecido. En parte de ella, decía:
"René-Moreno era un solitario. Se había creado un carácter
especial con el hábito de vivir solo, de estar solo, de dedicar sus
días casi enteros, al estudio perseverante y tenaz.
"El que lo frecuentaba por primera vez lo encontraba hosco,
pero pasando de esa primera impresión al fondo de su carácter,
hallaba en él un hombre benévolo, de pocas pero profundas
afecciones, de esa honradez moral que es como el perfume de
la intelectualidad bien dirigida, porque nada forma más al
hombre de bien, en la más noble acepción de la palabra, que el

(1) "El Ferrocarril", Santiago, 30 de abril de 1908, p.

233
estudio". (1)
Artículos necrológicos recordando al eminente escritor desa­
parecido se publicaron también en "El Mercurio" y "Las Ultimas
Noticias”.
A los 72 años fue relevado de su misión. Sólo la muerte le
apartó de sus evocaciones, y lo sustrajo a su mística de viejo
caballero castellano. Pero la muerte en el caso de ciertos hombres
es un contrasentido o una paradoja. Lo que en vida fue una
quimera, más allá de la muerte se transforma en una tangible
realidad. René-Moreno quería, deseaba que lo leyeran, que sus
palabras llegaran en profundidad a otros espíritus, pues el libro
es un instrumento de comunicación espiritual. Su anhelo se
realiza hoy y desde varios años atrás en su amada patria, donde
yacen sus cenizas, pues sus obras se difunden y se reeditan. Su
ciudad natal, Santa Cruz de la Siera, orgullosa del hijo preclaro,
ha bautizado su universidad con el nombre de Gabriel René-
Moreno, el mejor y más auténtico testimonio de gratitud que un
pueblo puede dar a aquellos que también lo dieron todo por el
pueblo.

(1) "El Ferrocarril", Santiago, l s de mayo de 1908.

234
Palabras Finales

La actitud estética fundamental que informa la estructura


psicológica de René-Moreno es, desde todo punto de vista, una
actitud apolínea. Humberto Vásquez Machicado, por el con­
trario, califica esta actitud de René-Moreno frente a la vida
como dionisíaca. Este autor, al finalizar el prólogo que escribie­
ra para el libro "Estudios de Literatura Boliviana" - en el cual se
insertan todos los trabajos que el joven René-Moreno dedicó a los
vates del altiplano-, hablando de un ensayo de éste sobre el
poeta español Francisco de Rioja, dice: "En el párrafo que
dedica a la poesía amatoria de Rioja, se siente vivir, cálido y
jocundo, el sentido dionisíaco de la vida que palpita en toda la
acción y la obra de René-Moreno (1) Nosotros pensamos, al
igual que Gustavo Adolfo Otero que no es posible hablar de
Dionisos respecto de René-moreno, sino de Apolo. (2)
La oposición entre estas dos fórmulas estéticas, establecida
por el joven Nietzche en su libro "El Origen de la Tragedia", es
la polarización entre razón y vida, entre forma lógica e imperio de
las pasiones. Nietzche era un dionisíaco en toda la línea, puesto
que su propia vida fue mayestática exuberancia, la cual culmina
en el ápice de la locura: la máxima expresión de lo apolíneo,
(1) Prólogo de Humberto Vásquez Machicado en Estudios de Literatura Bolivia­
na. Editorial Potosí, Bolivia, 1955.
(2) Notas sobre Gabriel René-Moreno por Gustavo Adolfo Otero en Revista de
Indias, N9 59, Bogotá, Colombia, 1943.

235
según él, era el Cristianismo, puesto que la moral cristiana,
debido a su formalidad cristalizada, enervaba la libertad del
hombre, reduciéndolo a la debilidad y la sumisión. Nietzche es
también un moralista, una condensación del sentimiento secu­
larizado y desmitificador de la ética; se oponía a todo fenicia-
nismo religioso y a todo lo que obstaculizara el libre transcurso
de la vida.
René-Moreno es, en cambio, severo y adusto, capaz de llegar
a la acritud en el trato y a la impasibilidad hiriente, a veces;
también tiene momentos de franca expansión y de humor
sutilmente irónico, pero en su estructura psicológica profunda
es un apolíneo. La vida no es para él un devenir ciego y
oceánico que arrasa todo a su paso y en el cual el hombre debe
sumirse. Su pensamiento es, al contrario, clásico. Las normas
del arte y de la moral son para él cuestión irrefutable; máxime
si adscribe al platonismo, que de todas las doctrinas de la an­
tigüedad es la que tiene más puntos de contacto con el cristia­
nismo, religión que profesó sin ultramontismos y sin estriden­
cias. Sus valores son los valores de la sociedad occidental, los
mismos que pidiera trastrocar el autor de "El Anticristo". Por
otro lado, el romanticismo, tan irresistible para las incipientes
culturas latinoamericanas, no pudo hacer de él un prosélito,
pues sus sentimientos estaban fuertemente sujetos por su
poderosa razón. Esta razón se puede identificar en René-Moreno
con el espíritu, pues él ponía, en su "Introducción al estudio de
los poetas bolivianos", como desiderátum del desarrollo personal
la unidad de lo moral con lo intelectual, unidad inextricable, pues
es el valor más alto a que puede aspirar el hombre de letras y el
hombre que trabaja con su intelecto.
Por todo esto, René-Moreno es un apolíneo, un hombre que
vive sus valores, que no los cuestiona, sino que los aprecia y los
describe, con el objeto de hacerlos comprensibles a aquellos para
quienes escribe y medita en su soledad y en su retiro.

*****************

236
A través de las páginas en que hemos recorrido -algunas veces
como en volandas y otras casi a trastabillones- la vida y la obra
de René-Moreno, se ha producido en los investigadores un sen­
timiento de empatia inevitable, pues nuestras existencias -la de
él y la de nosotros- se han superpuesto en un espacio que
nuestro autor conocía muy bien: el espacio del espíritu, aquella
región en que reinan la simultaneidad, la armonía y la euritmia
de un tiempo repleto de dimensiones.
El hecho de hurgar en la vida de alguien que ya no es de este
mundo, nos sindica como intrusos, como profanadores de la
intimidad de quien no puede rebatir ni confirmar los juicios que
sobre él se emiten, a veces un tanto empañados por la niebla de
los años transcurridos; pero también, más allá de esta irrupción
extemporánea, avalada por la necesidad de las generaciones de
conocer el mundo de los que nos han precedido en esta tarea de
la Humanidad, sentimos que el hecho de que nuestro inicial mero
curiosear se haya ido transformando en una visión plena de
respeto y admiración hacia este hombre que hemos descrito
como solitario, pero no misántropo -aunque lo parecía-, pues era
dueño de una exquisita sensibilidad oculta tras el yelmo de una
ironía cáustica, este hecho, decimos, nos mueve a reflexionar en
lo maravilloso de la vida humana, siempre trascendente, siempre
más allá de lo meramente individual, siempre condensada en
cultura que nos pemite acceder a los territorios más escondidos
del hombre -de un hombre- y que nos obliga a iluminar y mostrar,
a no dejar en la oscuridad del desconocimiento lo que merece ser
visto por oj os ávidos, lo que debe ser escuchado por oídos atentos.
René-Moreno es una existencia que amerita esa extracción
desde el foso lleno de herrumbre del pasado donde, por desgracia,
arrumbamos junto con lo fungible y deleznable no pocos diaman­
tes que nuestra ignorancia y descuido nos hacen confundir con
bisutería. Y amerita esa extracción no como pieza de museo o
rareza arqueológica, sino como hontanar pleno de significados
que tiene como referente, en último término, la cultura de cuatro
países de esta América Latina, tan necesitada de fundamentos

237
sobre los que erigir ese destino propio que todos soñamos.
La lucidez que pedimos para nuestros países no es ni puede
ser un arrebato místico y gratuito de chamanes de nuevo cuño,
o un resultado casual que derivará de los azares de nuestro
periplo histórico; nada de eso: la lucidez es una conquista del
espíritu, de la fuerza y de la inteligencia con que seamos capaces
de entender nuestro pasado y a nuestros mejores hombres,
quienes representan las piedras miliares del itinerario hacia la
apropiación de esa conciencia que, poco a poco, se va formando
en medio de la superación de innumerables obstáculos.
Bolivia ha descubierto que en el foso alegórico de que ha­
blamos había un diamante trabajado que fulguraba con un
resplandor singular. Sólo tuvo que aventar el polvo acumulado
por el olvido y también por el prejuicio, y ahí estaba la joya.
Bolivia le reconoció como a un hijo predilecto que le hablaba con
una voz poderosa, con una voz que muchas veces dejó de oírse
desapacible y dura, ácida, demoledora. Sin embargo, aquella voz
tenía el sello inconfundible del que ama la verdad, no del que no
se equivoca nunca, pues aquel ser no existe; aquella voz, la de
René-Moreno, se deja oír aún hoy día, y es por ello que buscamos
horadar la cáscara de los años, porque deseamos conocer al
hombre físico y espiritual que, desde una soledad sin tregua, hizo
de su vida una ofrenda a su país y la realizó como una misión
impostergable. Su amada Bolivia le ha escuchado y ha zanjado
la deuda por los días del silencio y el olvido con la reedición de
algunas de sus obras, o partes de ellas, y con el estudio -
lamentablemente con altibajos- de su valía como bibliógrafo o
historiógrafo, René-Moreno es, en este sentido, una personalidad
que no se agota en los límites de una simple individualidad, sino
que, como lo hemos dicho en alguna parte de este trabajo, se
expande más allá de ella hasta asimilarse a la propia identidad
de su nación.

238
Apéndice Documental
OBRAS DE GABRIEL RENE MORENO
DE CARACTER HISTORICO Y CRITICO

1. ANALES DE LA PRENSA BOLIVIANA. MATANZAS DE YAÑEZ.


1861-1862. Imprenta Gutenberg, Santiago. 1886.
MATANZAS DE YAÑEZ. Colección Cultura Boliviana.
Editorial Potosí, La Paz, 1954.

2. ULTIMOS DIAS COLONIALES EN EL ALTO-PERU. Más Apén­


dice: Documentos inéditos sobre el estado social y político
de Chuquisaca en 1808. Imprenta Cervantes, Santiago,
1896-1897.
ULTIMOS DIAS COLONIALES EN EL ALTO-PERU. Segunda
edición. 2 vols. N9 9 y 10 de la Biblioteca Boliviana. Editorial
Renacimiento, La Paz, 1940.
ULTIMOS DIAS COLONIALES EN EL ALTO-PERU. Con una
reseña de la historia cultural de Bolivia. Por Adolfo Costa du
Reís. Colección Panamericana. Editorial Jackson, Buenos
Aires, 1945.

3. ULTIMOS DIAS COLONIALES EN EL ALTO-PERU. DOCU­


MENTOS INEDITOS DE 1808 y 1809, Imprenta Barcelona,
Santiago, 1901.

4. BOLIVIA Y PERU. NOTAS HISTORICAS Y BIBLIOGRAFICAS.


(Publicado en Anales de la Universidad). Imprenta Cervantes,
Santiago, 1901.

5. BOLIVIA Y ARGENTINA. NOTAS BIOGRAFICAS Y BIBLIO­


GRAFICAS. Imprenta Cervantes, Santiago, 1901.

6. BOLIVIA Y PERU. NOTAS HISTORICAS Y BIBLIOGRAFICAS.


Segunda Edición Aumentada. Imprenta Cervantes, Santiago.
1905.
7 . BOLIVIA YPERU. MAS NOTAS HISTORICAS Y BIBLIOGRAFI­
CAS. Imprenta, Litografía y Encuademación Barcelona,
Santiago, 1905.

8. BOLIVIA Y PERU. NUEVAS NOTAS HISTORICAS Y BIBLIO­


GRAFICAS. Imprenta y Litografía Universo, Santiago, 1907.

9. AYACUCHO EN BUENOS AIRES Y PREVARICACION DE RI-


VADAVIA. Prólogo de Max Grillo. Editorial América, Madrid,
1916. (Publicación de dos extensas "notas" aparecidas en
"Bolivia y Perú. Nuevas notas históricas y bibliográficas").

DE CARACTER DIDACTICO

10. ELEMENTOS DE LITERATURA PRECEPTIVA. Librería Cen­


tral, Santiago, 1891.

DE ERUDICION BIBLIOGRAFIA

11. PROYECTO DE UNA ESTADISTICA BIBLIOGRAFICA DE LA


TIPOGRAFIA BOLIVIANA. Imprenta de la Liberia de El Mer­
curio, Santiago, 1874.

12. BIBLIOTECA BOLIVIANA CATALOGO DE LA SECCION DE


LIBROS Y FOLLETOS. Imprenta Gutenberg, Santiago, 1879.

13. BIBLIOTECA BOLIVIANA ARCHIVO DE MOJOS Y CHIQUI­


TOS. Imprenta Gutenberg, Santiago, 1888.

14. BIBLIOTECA PERUANA APUNTES PARA UN CATALOGO


DE IMPRESOS.
I. Libros y Folletos Peruanos de la Biblioteca del Instituto
Nacional. Imprenta Cervantes, Santiago, 1896.
II. Libros y Folletos Peruanos de la Biblioteca Nacional y
Notas Bibliográficas. Imprenta Cervantes, Santiago, 1897.
15. PRIMER SUPLEMENTO A LA BIBLIOTECA BOLIVIANA.
Epítome de un Catálogo de Libros y Folletos. 1879-1899. Im­
prenta y Encuademación Barcelona. Santiago, 1900.

16. ENSAYO DE UNA BIBLIOGRAFIA GENERAL DE LOS PERIO­


DICOS DE BOLIVIA. 1825-1905. Imprenta y Litografía
Universo, Santiago, 1905.

17. SEGUNDO SUPLEMENTO A LA BIBLIOTECA BOLIVIANA


DE LIBROS Y FOLLETOS. 1900-1908. Imprenta Universi­
taria. Como apéndice incluye Ensayo de una Bibliografía
General de los Periódicos de Bolivia. Suplemento 1905-1907.
(Obra semi-póstuma). Santiago, 1908.

FOLLETOS

18. INTRODUCCION AL ESTUDIO DE LOS POETAS BOLIVIA­


NOS. Imprenta de la Unión Americana, Santiago, 1864.

19. POETAS BOLIVIANOS. BIOGRAFIA DE NESTOR GALINDO.


Imprenta Nacional, Santiago, 1868.

20. POETAS BOLIVIANOS. BIOGRAFIA DE DON DANIEL CALVO.


Establecimiento Tipográfico de El Independiente, Santiago,
1870.

21. PROYECTO DE UNA ESTADISTICA BIBLIOGRAFICA DE LA


TIPOGRAFIA BOLIVIANA. Imprenta de la Librería de El Mer­
curio, Santiago, 1874.

22. DAZA Y LAS BASES CHILENAS DE 1879. Tipografía El Pro­


greso, Sucre, 1881. Idem La Paz, 1938.

23. EL GENERAL BALLIVIAN. Imprenta Cervantes, Santiago,


1895.
PUBLICACIONES EN REVISTAS CHILENAS

Revista del Pacifico

1858. Tomo I. María Josefa Mujía. Página 414.


Daniel Calvo. Páginas 569-581.
Manuel José Tovar.
1860. Tomo II. Ricardo J. Bustamante. Páginas 265-398-
739.
1861. Tomo V. Bibliografía.
Ensayo sobre la Historia de Bolivia de Ma­
nuel José Cortés, (crítica).

Revista Sud-América
(Valparaíso)

1861. Año I. N7
*9 7. Catón de Utica, F. Gonzáles. (Nota de Re-
né Moreno).
1862. Año II. N9 81. Mariano Ramallo.

Revista de Santiago

1873. Tomo II. Arcesio Escobar. (Extracto de una Biogra­


fía Inédita).

Revista Chilena

1875. Tomo II. Bibliografía Boliviana. Página 525.


Tomo IV. Ultimos días del Coloniaje en Chuquisaca.
Cap. I y II en páginas 98. Cap. III en pági­
na 587.
Tomo V. Ultimos Días del Coloniaje en Chuquisa­
ca. Cap. IV y V. Página 481.
T o m o V I. Los Archivos históricos de la capital de
Bolivia. Página 111.
1877. Tomo VII. Audiencia de Charcas. Página 93.
La Mita de Potosí. Página 391.
Academia Literaria del Instituto Nacional.
Página 284.
Tomo VIII. Informaciones verbales sobre los sucesos
de 1809 en Chuquisaca. Página 27.
Documentos sobre el primer atentado del
militarismo en Bolivia. Páginas 246-394.
1878. Tomo X. El cerco de La Paz por los sublevados de
1811. Páginas 101-264. (copia de la
sección de manuscritos de la Colección
Boliviana de René-Moreno).
Tomo IX. Anales Americanos. Auto de Fe en Lima.
1736. Página 307.
Mariano Ricardo Terrazas. Página 316.
Recibimiento inaugural de un arzobispo
durante la Colonia. 1611. Página 601.

Revista Sud-América
(Santiago)

1873 Tomo II. Fúnebre


1874 Bibliografía. (Cuenta dada a la Academia
de Bellas Letras).
1874. Bibliografía Boliviana. (Conclusión).

Revista Estrella de Chile

1878 Año XI.T.XV. Rioja. Página 1021.


1879 Año X3I.T.XVI. Relaciones Coloniales. El Presidente de
Charcas. Páginas 271-308.
Revista Artes y Letras

1884 Tomo I. Anales de la Prensa Boliviana. Páginas:


115-342-441-615.
Tomo I. Letras Argentinas. Página 544.
Tomo II. Arcesio Escobar. Página 195.
Tomo II. Miranda según nuevos documentos.
Página 231.
1885 Tomo III. Nicomedes Antelo. Página 313.
Tomo III. Anales de la Prensa Boliviana
(continuación). Pág. 602.
Tomo IV. Anales de la Prensa Boliviana
(continuación). Páginas 187-446-568.
Tomo V. Anales de la Prensa Boliviana.
(Conclusión). Pág. 117.
Tomo V. Banjamín Vicuña Mackenna. Página 369.
Tomo V. Expediciones e Invasiones. Página 484.
1886. Tomo VI. El año 1808 en Chuquisaca. Páginas 430-
505-678.

Anales de la Universidad de Chile

1. Introducción al Estudio de los Poetas Bolivianos.


Tomo XXV, pp. 678-690. 1864.

2. Vida del General Ballivián. Tomo LXXXVIII. Nov-Dic., pp 407-


433. 1894.

3. Ultimos Días Coloniales en Chuquisaca:


Tomo XCIII, Semestre 1er. Pp.: 25-61; 167-195; 279-310;
411-425; 633-680; 853-882. 1896.
TomoXCIV, Semestre 2o. Pp.: 35-62; 399-419; 599-612; 673-
690; 809-839. 1896.
Tomo XCVI (enero a diciembre). Pp.: 11-113; 595 y 573.
Tomo XCVII, Semestre ler. Pp.: 11-36; 113-131; 395-422;
573-594. 1897.
Tomo C, Semestre 1. Pp.: 373-403; 723-778; 839-862.
1898.

4. Bolivia y Perú. Notas Históricas y Bibliográficas.


Fray Antonio de la Calancha. El Dr. Juan José Segovia y
Unión Americana.
Tomo CI, 2o. Semestre. Pp.: 325-359; 521-570. 1898.
Tomo CIV, 2o. Semestre. Pp.: 59-79. 1899.

5. Homenaje a Benjamín Vicuña Mackenna. Año II. I y II


semestres. 3a. serie. 1932.
BIBLIOGRAFIA CONSULTADA
LIBROS

1. ABECIA VALDIVIESO, VALENTIN. Adiciones a la Biblioteca


Boliviana de Gabriel René-Moreno. Con un Apéndice del
editor. 1602-1879. Santiago de Chile. Imprenta Chilena. 1899.

2. ABECIA VALDIVIESO, VALENTIN. Historiografía Boliviana. La


Paz, Ediciones Letras. 1965.

3. ALBUM DEL INSTITUTO NACIONAL, 1813-1913. Publicado


con motivo de su primer centenario. Santiago de Chile. Im­
prenta y Litografía Universo. 1916.

4. AHUMADA MORENO, PASCUAL. La Guerra del Pacifico. Re­


copilación de todos los documentos oficiales, correspondencia
y demás publicaciones referentes a la guerra. Valparaíso. Im­
prenta del Progreso. 1884-1895.

5. ALCAZAR MOISES. Crónicas Parlamentarias. La Paz. 1946.

6. AMERICA LITERARIA. Producciones Selectas en trozos y ver­


sos. Coleccionados y editados por Francisco Lago Maggiore.
Buenos Aires. Imprenta La Nación, 1883.

7. AMUNATEGUI SOLAR, DOMINGO. Recuerdos de un Bibliote­


cario. Boletín de la Biblioteca Nacional. Santiago, marzo de
1932.

8. AMUNATEGUI SOLAR, DOMINGO. Mora enBolivia. Imprenta


Cervantes. Santiago de Chile. 1897.9

9. ANUARIO DE LA PRENSA CHILENA 1877-1885. I.-Libros,


folletos y hojas sueltas. Biblioteca Nacional. Imprenta Univer­
sitaria, Santiago. 1952.
10. ARGUEDAS, ALCIDES. Historia General de Bolivia.
El Proceso de la Nacionalidad. 1809-1921. La Paz, Am ó
Hermanos, Editores. 1922.

11. ARGUEDAS, ALCIDES. Pueblo Enfermo, Santiago. Edito­


rial Ercilla. 1937.

12. APENDICE A LOS DOCUMENTOS INEDITOS PUBLICA­


DOS EN LA OBRA DE GABRIEL RENE-MORENO. Ulümos
Días Coloniales en el Alto-Perú. Colección formada por
Adolfo Durán. Buenos Aires, 1909.

13. BIBLIOGRAFIA DE ARTICULOS Y DOCUMENTOS PUBLI­


CADOS EN REVISTAS CHILENAS DE EDUCACION. 1825-
1899. Museo Pedagógico de Chile, Dirección de Bibliotecas,
Archivos y Museos. Santiago, 1970.

14. BRISEÑO, RAMON. Estadística Bibliográfica de la Litera­


tura chilena (1812-1876), Tomo I y Tomo II. Adiciones y
ampliaciones por Raúl Silva Castro.

15. BOERO LILLO, ERNESTO.Crónicas Siglo y Medio dellns-


tituto Nacional. Ediciones Boletín del Instituto Nacional.
1963.

16. BOLETIN DEL INSTITUTO NACIONAL. Año XXIII. Santiago


de Chile. 1er. y 2o. cuatrimestre de 1958. N9 57 y 58.

17. BOLIVIA EN EL PRIMER CENTENARIO. 1825-1925.


La Paz. Bolivia. 1926.

18. BULNES, GONZALO. La Guerra del Pacífico. Valparaíso.


Sociedad Imprenta y Litografía. 1911.
19. CENTENARIO DEL INSTITUTO NACIONAL. (1813-1913).
Breve Reseña Histórica. Imprenta y Encuademación Barce­
lona, 1913.

20. CORONA FUNEBRE a la memoria del señor Banjamín


Vicuña Mackenna. Santiago de Chile. Imprenta Cervantes.
1886.

21. CONDARCO MORALES, RAUL. Grandeza y Soledad de


Gabriel René Moreno. Talleres Gráficos Bolivianos. La Paz.
Bolivia. 1971.

22. DICCIONARIO Larousse Ilustrado. París 1977.

23. ENCICLOPEDIA UNIVERSAL SOPEÑA. Diccionario Ilus­


trado de la Lengua Española. Tomo 12. Barcelona. 1976.

24. FELIU CRUZ, GUILLERMO. Bibliografía de René-Moreno


en Boletín de la Biblioteca Nacional, Santiago, mayo, 1930.

25. FELIU CRUZ, GUILLERMO. Gabriel René-Moreno. Opúsculo


publicado por la Biblioteca Nacional, 1970.

26. FELIUCRUZ, GUILLERMO. José Domingo Cortés. Opúsculo


publicado por la Biblioteca Nacional, 1973.

27. FIGUEROA, PEDRO PABLO. Diccionario Biográfico de


Chile. Tomo II. Imprenta y Encuademación Barcelona,
Santiago, 1897.

28. FIGUEROA, PEDRO PABLO. Diccionario de Extranjeros en


Chile. Imprenta Moderna, Santiago, 1901.

29. FIGUEROA, VIRGILIO. Diccionario Histórico, Biográfico y


Bibliográfico de Chile. 1800-1930, Establecimientos Gráfi­
cos Barcells, Santiago, 1931. Tomos IV y V.
30. FINOT, ENRIQUE. Elogio de Gabriel René-Moreno en el
Primer Centenario de su nacimiento. Boletín de la Unión
Panamericana, Washington, 1934.

31. FUENZALIDAGRANDON, ENRIQUE. Lastarriay Su Tiempo,


Tomo II, Imprenta, Litografía y Encuademación Barcelona,
Santiago, 1911.

32. GUERRA, JOSE EDUARDO. Itinerario Espiritual de Boli­


via. Biblioteca Nacional, Barcelona. 1936.

33. GUTIERREZ, ALBERTO. La Guerra de 1879. 1914.

34. GUTIERREZ, ALBERTO. Hombres Representativos. La Paz,


1926.

35. HISTORIA UNIVERSAL DE LA LITERATURA Tomo XII.


Santiago Prampolini. Las Literaturas Iberoamericanas.
Literatura Boliviana.

36. HOSTOS, EUGENIO MARIA Literatura Preceptiva, en


Revista de Instrucción Secundaria y Superior, Imprenta
Cervantes, Santiago, 1890.

37. LAVALA., RAMON. Bibliografía, Nos. 283-294.

38. POIRIER, EDUARDO. Chile en 1908. Imprenta, Litografía


y Encuademación Barcelona, Santiago, 1909.

39. MIOMANDRE DE, FRANCIS. Prólogo a Les Derniers Jours


de la Colonie dans le Haut-Pérou. Gabriel René-Moreno.
Collection Unesco D'Oeuvres Représentatives. Les Edi­
tions Nagel, Paris, 1954.
40. SANCHEZ, LUIS ALBERTO. Historia de la Literatura Ame­
ricana. (Desde los Orígenes hasta Nuestros Días). 2a. Edi­
ción Reformada. Ediciones Ercilla, Santiago de Chile,
1940.

41. SANTA MARIA, IGNACIO. Guerra del Pacífico, Tomo I, San­


tiago, 1920.

42. SILVA CASTRO, RAUL. Miguel Luis Amunátegui Reyes.


1862-1949. Colección de Estudios Jurídicos. Editorial
Jurídica de Chile, Santiago, 1951.

43. REPERTORIO BIBLIOGRAFICO DE LA LITERATURA


LATINO-AMERICANA. Dirigido por Luis Alberto Sánchez.
Tomo III. Chile-Colombia, preparado por Sergio Costaglio-
la, Ediciones Universidad de Chile y Universidad Mayor de
San Marcos, Lima.

44. RIOS GALLARDO. CONRADO. Chile y Bolivia Definen Sus


Fronteras. Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1963.

45. RODRIGUEZ, ZOROBABEL. Miscelánea Literaria, Política


i Religiosa. Parte Literaria. Tomo I. Imprenta de El Indepen­
diente. Santiago, 1873.

46. VARI OS AUTORES (especialmente Rafael Heliodoro Valle).


José Toribio Medina, Humanista de América. Editorial
Andrés Bello, Santiago, 1969.

47. VIAL SOLAR JAVIER Los tratados de Chile. Tomo II.


Imprenta, Litografía y Encuademación Barcelona, Santia­
go, 1904.

48. VICUÑA SUBERCASEAUX, BENJAMIN. Gobernantes y


Literatos, Sociedad Imprenta y Litografía Universo, Santia­
go, 1907.
REVISTAS, DIARIOS Y MEMORIAS

REVISTAS

1. REVISTA DE LA UNIVERSIDAD BOLIVIANA GABRIEL RENE-


MORENO. Número Extraordinario. Año XVII. N5 *9 33. Enero-
junio de 1973. Año Académico "Gabriel Rene-Moreno". Santa
Cruz de la Sierra. Bolivia.

2. REVISTA DE CIENCIAS SOCIALES. Presencia de Bello en la


Historiografía Chilena. Sergio Flores Farías. Publicación de la
Facultad de Ciencias Jurídicas, Económicas y Sociales. Edito­
rial Edeval, Valparaíso. 1982.

3. REVISTA DE LAS INDIAS: Gabriel René-Moreno, por Gustavo


Adolfo Otero. Epoca 2a. N9 59. 1943. Publicado bajo los aus­
picios del Ministerio de Educación de Colombia.

4. REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE SAN FRANCISCO XAVIER.


Sucre. N9 13. Marzo 1937: En el Centenario de Gabriel René-
Moreno. Discurso de Joaquín Gantier.
N9 26. Julio 1941: Introducción al Estudio de los Poetas Boli­
vianos. Gabriel René-Moreno.
N9 27 y 28. 1942: Miranda, según Nuevos Documentos. Ga­
briel René-Moreno.
N9 36 y 37. 1946: Anales de la Prensa Boliviana. El Golpe de
Estado de 1861. Gabriel René-Moreno.

5. REVISTA KOLLASUYO. Revistas de Estudios Bolivianos.


Año VIII. N9 63. Ene-Feb. 1946: Letras Bolivianas. Carlos Me-
dinacelli.
Las Matanzas de Yáñez, de Gabriel René-Moreno. Raúl Otero
Reiche.
VIII. N9 64. Mar-Abr. 1946: Sociología de René-Moreno.
Humberto Vásquez Machicado.
6. REVISTA DE SANTIAGO. Alberto Blest Gana: Testigo Social,
por Hernán Poblete Varas; y Vicuña Mackenna, Barros Arana,
Mitre y Medina, por Sergio Martínez Baeza. Publicada por la
Ilustre Municipalidad de Santiago y el Museo Nacional Ben­
jamín Vicuña Mackenna. Santiago de Chile. 1981.

7. REVISTA ZIG ZAG. Comentario acerca de la muerte de don


Gabriel René-Moreno. N° 168. Año 4. Santiago. Mayo 1er. de
1908.

DIARIOS Y PERIODICOS

a) ARTICULOS Y REFERENCIAS DE RENE-MORENO.


"El Ferrocarril". Las Bases de Daza. Curiosísimas Revelacio­
nes, por Gabriel René-Moreno. 27 de Febrero 1881.
"La Libertad Electoral" N9 184. Adriane Lecovreur. Miércoles
13 de Octubre de 1886.
"La Semana". Periódico Literario Semanal. Año I. N9 39.
Santiago, Marzo 31 de 1860.

b) PUBLICACIONES REFERENTES A SU DECESO


"El Mercurio" de Valparaíso. Valpo. , 29 de abril de 1908.
"Las Ultimas Noticias". Santiago, 29 de abril de 1908.
"El Ferrocarril". Santiago, 30 de abril de 1908.
"El Mercurio" de Santiago, 30 de abril de 1908.
"El Diario Ilustrado". Santiago, 30 de diciembre de 1908.

MEMORIAS

1. Aracena Villarroel, Raúl. Ensayo sobre don Gabriel René-Mo­


reno: Su Vida y sus Escritos. Memoria para optar al Título de
Licenciado en Filosofía, con mención en las asignaturas de
Historia, Geografía e Instrucción Cívica. Profesor de Historia,
Profesor de Historia, Profesor auspiciador: Guillermo Feliú
Cruz. Universidad de Chile. 1940.

2. Pinto P. María Eugenia; Arancibia C. Patricia. La Obra de


Pensadores Europeos en la Biblioteca del Instituto Nacional.
1861-1890: Un Estudio Cuantitativo, Memoria para optar al
grado de Licenciado en Historia. U. de Chile. 1980. Profesor
auspiciador: Ricardo Krebs Wilckens.

DOCUMENTOS

1. Exámenes de Leyes Universidad de Chile. 1852-1870.


2. Protocolo del Notario Macelino Larrazábal Wilson.
Primer trimestre de 1905. Archivo Judicial de Santiago de
Chile (página 950: Venta de una propiedad).
3. Protocolo del Notario Marcelino Larrazábal Wilson.
Sexto bimestre de 1907. Archivo Judicial de Santiago de Chile
(página 117: Concede poder especial para venta de su biblio­
teca).
4. Protocolo del Notario Marcelino Larrazábal Wilson.
Segundo bimestre de 1908. Archivo Judicial de Santiago de
Chile (página 54: Concede poder especial para venta de su
biblioteca).
5. Protocolo del Notario Marcelino Larrazábal Wilson.
(Cuarto bimestre de 1908). Archivo Judicial de Santiago de
Chile (página 182: Testamento de Arístides Moreno).
6. Libro de Actas de la Academia Literaria. 1877.
7. Círculo de Amigos de las Letras. Libro de fundación de la
institución. Resumen de sus sesiones. 1859.
8. Archivo del Instituto Nacional. Libro de Correspondencia de la
Biblioteca del establecimiento. Años 1874-1884.
1’OTOGRAITA DE 1900 QUE MUESTRA A L CUERPO DOCENTE DEL INSTITUTO NACIONAL
REUNIDO EN LA BIBLIOTECA DEL ESTABLECIMIENTO. EN EL SECTOR SUPERIOR IZ­
QUIERDO PODEMOS OBSERVAR A DON GABRIEL RENE-MORENO (EN EL CIRCULO) PRESI­
DIENDO EL GRUPO DE LOS ENCARGADOS DE L A BIBLIOTECA.
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FICHA PERSONAL DE RENE-MORENO EN LA QUE SE ANOTAN LOS CARGOS QUE


OCUPARA EN EL INSTITUTO NACIONAL DESDE 1M4.
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BORRADOR DEL INFORME QUE SOBRE EL ESTADO DE LA BIBLIOTECA PASO EL 19 DE
JUNIO DE 1883 AL SEÑOR RECTOR DEL INSTITUTO NACIONAL. EL BIBLIOTECARIO D.
G RENE-MORENO CUANDO DESPUES DE TRES AÑOS VOLVIO EN ABRIL A SU ANTI
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CAUTA DE DON DOMINGO S AN TA MARIA, PRESIDENTE DE CHILE, DONDE LE DICE


QUE LE E N V IA R IA ALGUNOS LIBROS SOLICITADOS, PERO LE ADVIERTE QUE SOLO
R E M ITIR IA AQUELLOS DUPLICADOS QUE PERTENEZCAN A LA BIBLIOTECA NACIO­
N A L , YA QUE ESOS "QUE FUERON TRAIDOS M ALAM ENTE DEL PERU" PIENSA DEVOL­
VERLOS.
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FU N E S T O ÍJUESADA. I1ISTOIIIADOII Y P U U L IC IS T A A RGE N TINO . LE AGR A D E C E EX-


I H A O D IN A ID A M E N T E SU IM PO R T A N T E OD11A SUIlitE E L ALTO EEUU. ‘'ESTOY LEYE N -
I O L A ASOM UIIADO DE LA Id O U E Z A IN A U D IT A DE LAS F U E N T E S O U K IIN A L E S COM­
P U L S A D A S “, L E DICE EN P A U T E DE E L L A
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cica necesaria ij en ef orcen conteniente pata.^ue fa oGta no sufra interrupción afejuna.

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<0 . Vos contratantes ee o G fija n á cu m pfit Cao confie ion.-o j ene rafes «^iu impresas acompaiiaii

a cote contrato, en toco fo .jwe a ro U iro p e e id f» no v a n contraria.'.

F O T O C O P IA D E L C O N T R A T O O R I O I N A L F IR M A D O P O R |M»N C A R R I E L R E N E M O R E N O
Y L A I M P R E N T A Y E N C U A D E R N A C IO N R A R C E I.O N A P O R L A IM P R E S IO N DE D O C U ­
M E N T O S I N E D I T O S S O B R E E L D R IC E N D E L A R E V O L U C IO N D E L A L T O P E R U
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Imprenta y Encuadernación BARCELONA
Calle Monedo, 26 - G ¿ M

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pata laimpunóti ¿**1

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1/ /ci a n o t a B a r r O S y B a l c c l l s ^ p ic p u la iw s 6< /a 3 tup u n ía ¿daxulona,

a ha ¿onhalaóo lo iiy u u n U :

CONDICIONES GENERALES

1 * — Todo presupuesto so haca lomando por buso una composicióu eoguidu y dol mismo tipo.
Hor consiguiente, lúa iioloa ó ulua do ulguuu exlousióu, lo* upóudicos oa tipo más pequeño
quo al adoptado para la ubiu.la abuuduiicia do palabra« ou cursiva, versalita ó en idioma«
extranjeros, iu* la dices por sumarios, lo« cuadros ó oslados con cilras ó uu columnas, y cual-
quiera otra ..use de tomj>oeición quo signifique un aumento do trubujo sobre la base estipu­
lada sori ¿ojoto do una lomuuerauOn aporte, agicgándoso su valor A la cuenta general do
k UnpreatOo
2 ‘ — L a u u W par- estaLiocer loa precios es ot pliego do ocho paginas pura las obras en 4.*, y ol
de * e e y eew página» jaue k e wLic» . -.nm o plugo no llega á tenor la untad del
iiuiuaro de j *giir»T que le cort—ponda, se censidararA como m iud do pliego, y cuino pliugo
enlato t¡ luvieae luáa da enatro y de oci>o raspeeuvamunlo Las |(Aginas do portadas, porta-
diHat, dueles d e cepdelee. me. qua oa coatumLro dejar cou blancos más ó monos uxtonsos,
Su uo^aalmarAn como peg ,.-j enlatas da coiupOsiciOu
9.* — N o | n ‘ijanilriss k d ase da ceM u it que doto onq loarse pura uneuederiMtr la edición ou rús­
tica. «e entenderá que n>UuS e je .. ¡-ros non cosidos con alumbro ó A punzón.
4 * — £ n ce «- ue itu ir qua agikgsr ai liLro iAnnnas, planos ó cuudros, se contará upurlo esto
gasto
6 4 — L a lii.prenia no se cta..; lóm elo A u-nninar la impresión en día lijo, poro procurará ejecutar
el trabajo co., lo U U n¡>i k z .pío peí untan las circunsluiicíus. I.us impresiones calilicatlas
de urgonUs ic..Jr—. uu S4.uj .iu do precio: cu oslo case lu linprunlu .Icturuiliiará diu puru
lu oi.Uoga d e la ecbwió.., p e tó dejando siempre á salvo SU respunsubilldud por accidentes
un provistos
0 * — Loe origínate« quo no caten esculo« en letra modiunumoiilo inteligible ó quo por sus en­
miendas y correcciones souu do dihcullosu lectura, motivarán uu aumento sobro ol juecio
estipulado y p *-JlAn Sor IccltaraduS
7 4 — L l autor Joto pruocntai lúe o. ¿.nales numerados en órdou corrolalivo, y os ícsponsablo de
lus Oquivocaciones qua resulten por /alta do oslo requisito

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L O S LlUKNos OI 1 A IM l’ltKNTA Y KNCUADLKN ACION IIAItCKI.ONA. M KDIANTK KL
C U A L SK ( O M I H u M L IL N I STOS ULTIMOS A KNTKKUAlt 5l)0 KIKMl'I.AItKS IMI'HKSOS
OKI. CA'I Al.O liu OI I A blIU.IOJKCA l'K H U AN A AL l'HKCIU OK 4ü l'KSOS l*OH CADA
I'L IL C U L»L 16 H ACINAS L L l'LHÍODO L STII'ULA D O l’AltA LA L N T ilL U A SLIIA OL DOS
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D IA S C O L O N IA L E S
R eal A cademia Espanula

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M it iU i i. m i h . hi-: i .a k i :a i . a c a d k m i a l s p a n o l a . a c u s a u k c i i i o hi-: i.o s i j i .t i m u s


D IA b C O LO N I A i.L L S L N L L A L T O T L ItU , U L DON (JAU1ULL U LN L-M O K LN O .
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UNIVEHS 1UAÜ JOHNS HOPKINS. BALTIMOUE, MAItlI.ANI), AOIIAIIECE ENVIO UE LA


BIBLIOTECA l'EKUANA, PAUTES l a y 2.a, 18UU. ile UENE MOUENO
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l l l ’H I V I I l > K I. | \ | | | ;| - & ¿ L M -< j2. .

C A SA E D ITO R A
l'imriúi y Admioi«lraciuu dr -El Prn;rr»o drl Prrn" —'C J
Calle de la Veracrui, 71, 73 y 76
1.1 M A
CASILLA DEL CONREO, 202 L--^^W,^*2/7a-' ¿^•^fpl^-<-~~*-''L¿~- '^4SLkL4^r
«•céi*e «le lMiri)|.n, l’a|wl, Timas, y l.ils
"0 ¿J L ^ ¿ ^ . U/¿<- ’y C

«ilf.s e n la I<ii|<r. /r^X¿5>“ -4-<a-fc4^7"


I ral,ajos Ti|»>t;rát> A— -ó ~ ¿ i* s ¿ tZ *¿ n ~x ¿ < ^ <p C4-Ü.
rjrriita.li.s
y á precio» mu
1 £úl+~ £áZ-
Ck¿£*c£j^\*ce.¿~C—
M ..,.1! 'C .W .T.¿°|'|»rim as. ... . / t^ Js ^ ^ C C * ~J ' •- ^ ■ Í T lír ^ m, / -

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«le IroirtM. corrí-las j e t«>r«r.. n :^/2 .At<> ¿*-i /^//¿ * <-“í1■d! t^. *t'^> ^
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M A N U E L T A M A Y O . D I R E C T O R P IH I .I O T E C A N A C I O N A L O E MADRID. A O K A D E C E EN
VIO DK <IH LlO TE ( A P E R U A N A . IH07
K lal A c ad em ia E s p a Ru l a

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L A I l L A l . A C A U L M I A L S l ' A N O L A A C U S A UL Ci llO UK L A U l il L lO T K C A I’ K I t U A N A
P0J1TAS ÜOL1V1ANOS.

B iO G llA F Í A

d i:

DON NÉSTOR GALINDO.

SANTIAGO.
I 'i . l t t M v N a u GHAL. t AI.1.K UK u M u n c h , N’ .* 10.
—SclRUlbrOtic lib i.—

P U K T A D A DE L A UlOOItAKIA DE DON NESTOU (¡ALINDO. EJEMPLAR EN COEECC1UN


DOLIVIANA, EMPASTADA 1*011 EL AUTOIt CON EL TITU LO DE POESIAS Y ÍIIOOUA-
E 1AS
PROYECTO

t>n i sa

l»R

T IP Ü G R A F ÍA BOLL V I A N A .

SANTIAGO:
•puesta ur: r,A m iíkkria del mkkcuuio
•le i j .11 Kelieterriii—Uiratiló•nim
. 3S.

CORTADA DE: PROYECTO I»K UNA ESTADISTICA BIBLIOOU A E R A l>E I.A TIID O R A FIA
BOLIVIANA. CONJUNTOS DE FOLLETOS Itol.lVIANOS IIECOI.ECTADOS 11)11 DON RENE
MORENO Y AORUI’ ADOS EN I.A COLECCION BOLIVIANA. CON EL TITULO DE MISCE­
LANEAS. EXISTEN EN LA BIBLIOTECA DEL INSTITUTO NACIONAL CERCA DE 4(1 TO­
MOS CONTENIENDO DIVERSOS EOI.I.ETOS BOLIVIANOS SOBRE DIFERENTES TEMAS
P l a n t a d e e m p l e a d o s d e la B i b l i o t e c a d e l I n s t i t u t o N a c i o n a l

1 Director con > -• P »


1 Conserva« l"r » 1.2«'"1
1 A vivíante 1. » S«X)
1 Ayudante 2." » «H*»
1 Auxiliar > fl*-«
5 empleados nm un total .1.-.............. . . . $ 5.6OO

D iferen cia...........

A «piiempiiera que conozca meilianainente el tr.il-.ti*» que demanda la organización v


mantenimiento de una biblioteca, le sorprenderá la vigilanc ia, atención v cuida>1o de todos
l'»s momentos cjue pesan sobre los empleados «le esta l.ibliot«*ca. en las diferentes operacio*
nes que exigen la adquisición, conservación, catalogación y entrega de los libros para servir
eficazmente al público que los solícita: ya para consultarlos en la sala de lectura, ya para
llevarlos á domicilio las personas que según el Reglamento gozan de este pr¡viIeg:o.
I£n consecuencia. Kxcino. Señor. iv»s parcrería (k- justicia que V. H. tuviera á bien
asignar los siguientes sueldos para la

Planta de empleados de la Biblioteca del Instituto Nacional

1 1lirwlnr ron > 2. P » 0

1 C'»nserva*l«»r » 2 .o r >0

1 Aliviante 1 * 1. 2 « ) 0

5 A vivíante 2.- » «)<»O


1 Auxiliar ()< »O

Si m a . . . . S 7- P ’ O

K n e| r j m - l r o ú l t i m o se nota qn— d s u e ld o d e l I > ir e c t o r n o e s t á a u m e n t a «!«* . l i s t o s«

«Ie lle , K x r flK a . á q w té a r i m i I H re rto r. e l s e ñ o r < i a b r i» d R e l i é - M o l e l l o , lío s h a p e » li

« l o q u e n o |<i t o l í v a n o s «m m e n t a : s i n —i n b i r g o «I»- c r e - r n o s o t r o s que s e r ía »- «p u ta t iv «* au­

m e n t a r t a m h v M i | > r o | * o r 'jo T ] d i i v - n t e la r e m u n - i a « i«‘»n «!*• s u s s e r v i c i o s .

Con un pequen.i sa< r i l e io •!>•! Krario 1’úMieo. que no p a s a r ía *1«- > i ,M* »«» a n u a le s ,

a p e n a s n u e stra s re n ta s ig u a la r ía n la s « p ie teníanlo» «mi i •'■!'»<*. «!a «la la dismimi« ¡ « m i «I«- valor


qu e «1«: e n t o n c e . acá ha e \ | # e r iin e n p id o la in o tv d a n a c io n a l: san ili« io <j t i » • v*M u ir ía á la v o r e

c«:r á s'-rvidor«:, a n t i g u o s *l- | puado, como « I Gni ;-rvad«ir «pie ha servili«* «M n p le o s en la


« ili« ina «lu ía n le 15 a ñ o s y *•! p r im e r Anidante. «I' s«l«- luce X.

PARTF IIK I.OS ANTFCKDI M FS l'ltKsKNTADOS l'Olt FI. I'FKSONAI. HF JA


TKí A l)i;i. INSTITUTO NACION Al. l'Alt A CONSFODIK UN AUMT.Nlo bN SOS KKMIU
NFKACIONFS PARA FI. ANO PWiO I>ON OAI’.lt II I. ItF.NF MORF.NO PIDIO tjUF NO SK I.F
CONNIDFHASF FN DICHO AUMFNTO.
Este libro se terminó de Imprimir
en abril de 1990 en los talleres
de Editorial Universitaria
Universidad Autónoma
"Gabriel René Moreno"
Charcas 240
Santa Cruz - Bolivia

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