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Alumno: Emilia Koritschoner


Cátedra: Seminario de Formación Humanista II
Profesora: Verónica Marchisio
La búsqueda de Dios en tiempos líquidos y las verdades en el mundo de la incertidumbre
¿Nos alejamos o tratamos de acercarnos?

El tema de Dios en los tiempos líquidos es una constante interpelación a nuestra


cotidianeidad, al entender a la religión o quizá más puntualmente a la espiritualidad como
algo intrínseco a nosotros mismos, no como algo lejano que ocurrió hace 2023 años atrás.
En la era de la posverdad, un momento en el que se hace referencia al descontrol de las
“fake news”, que la verdad ya no vale lo mismo porque está tergiversada en pos de intereses
casi anónimos en los que caemos sin darnos cuenta. “Unas veces la posmodernidad es
rechazada como incapaz de toda espiritualidad y otras es la puerta”. Una era en que no
existe la verdad absoluta puede tener una gran ventaja: interpelarnos a nosotros mismo y
tratar de encontrar en nuestros adentros las respuestas a preguntas muy profundas que
surgen de la duda, o bien puede desvirtuarse y llevarnos a lo que en el texto se refiere como
“era de la mentira”. Luego de la era del progreso “absoluto” del ideal de modernidad y de
los avances a pasos agigantados, en los que la confianza ciega en la razón y en la ciencia
hayan dado lugar a casi proclamar la muerte de Dios, que el horizonte al que aspiramos
llegar ya estaba siendo explotado, ya se había llegado al punto culmine como sociedad.
¿Qué pasa ahora? Después del todo hay vacío, la humanidad busca salir de la vorágine
tecnológica y reconoce la necesidad de volver a Dios, que nunca se ha apartado, esta vez
de manera diferente a las históricas o tradicionales (sería casi pecaminoso volver a lo
tradicional luego de haber traspasado por la época del progreso). ¿De qué forma nos
encontramos con la fe en la actualidad? ¿Qué salvación estamos buscando? ¿Estamos en
busca de un Dios? ¿De qué Dios?
La búsqueda de lo trascendente en el hombre no es algo de la posmodernidad, viene desde
hace siglos con los diferentes intentos de vinculación con ese “más alla”. Citando a Arboleda
(2008), "Se está produciendo una nueva cultura universal cuyas pretensiones son la técnica
y lo lucrativo, dejando de lado aspectos sociales, humanos y de sentido". Tras el innegable
triunfo de lo material por sobre lo espiritual, el hombre busca un nuevo refugio, en “una
espiritualidad narcisista que le protege de un Dios que interpela constantemente por el
bienestar de su hermano sufriente”. En el mundo del individualismo es muy difícil
desprendernos del egoísmo casi innato con el que contamos, el hacer la vista gorda se
vuelve costumbre, en un momento en el que lo individual sobrepone lo común: ¿Será que
es muy difícil identificarnos con ese Dios misericordioso que siempre intentó mostrarnos
una respuesta humana? ¿Nos cuesta vernos reflejados en Jesucristo, “aquel que era tan
humano que solo podía ser hijo de Dios”?
En la era tecnológica, en estos tiempos líquidos, es inevitablemente fácil caer en la tentación
del individualismo, el contexto entero nos determina a hacerlo. Será entonces un acto de
rebeldía escuchar a los necesitados, extender una mano a los rezagados y caminar a su lado
hacia un mundo mejor. En este mundo en el que quizá nuevamente caemos en los avances
tecnológicos, creo que desde el ámbito profesional podemos ver excesos, quizá un desafío
de los límites convencionales, mega estructuras que desperdician recursos de manera
caprichosa, muros que dividen en contraposición a espacios que unen, escaleras que
simbolizan segmentaciones sociales, el poder, relacionado a una construcción alta, o
encima de un basamento, miles de Congresos Nacionales proyectados de la misma manera,
con una plaza para el pueblo y una escalinata que divide a quienes están debajo de quienes
mantienen el poder. La iglesia en su máximo esplendor gótico, los resabios de una edad
media que resulta casi antagónica a la edad de la posverdad. En ese momento histórico, la
información no circulaba libremente, las iglesias eran arquitecturas parlantes que tenían
como objetivo ilustrar el camino hasta llegar a Dios, la única verdad posible y resaltar la
forma de entender el universo basado en eso. El teñir los espacios con vitrales era un
acercamiento a lo que se supone que debe sentirse estar cerca de Él, en la actualidad, quizá
con información de más, dudamos de cualquier afirmación de realidad, nos creemos más
allá de palabrerías, de libros sagrados y de lo espiritual. Nos creemos capaces de alcanzar
todo individualmente, como arquitectos, de desafiar la gravedad, de demostrar que con las
nuevas tecnologías podemos hacer volar espacios ¿Los llevamos más cerca de Dios, o nos
alejamos de la conciencia de formar parte de su Reino?
Los recursos que se utilizan muchas veces para sobredimensionar estructuras y
arquitecturas. ¿No podrían ser utilizados para cubrir las necesidades de ciertos sectores de
la sociedad? Como futuros profesionales tenemos el compromiso (o más bien el deber) de
prestar atención a todas estas acciones que segmentan a la sociedad, de ser capaces de
diseñar poco a poco un mundo mejor, desde el más mínimo granito de arena aportamos.
Es importante entender que en esta búsqueda de superación de límites (que quizá para algo
existen) perdemos la esencia de la arquitectura para habitar, y la convertimos en una
arquitectura para ser contemplada, idolatrada o vista como un hito a la lejanía. El
reencontrarnos con lo vernáculo, entender en cierta manera otras dimensiones de lo
espacial y explotarlo para poder generar otro tipo de sensaciones.
Es evidente que en estos nuevos tiempos de cambio se necesitaría de una readaptación, el
paso de ver a Dios como ser adorado a aprender a percibirlo en nuestros alrededores,
encontrarlo en la vida diaria (porque siempre está). En la búsqueda de ese “nuevo Dios”,
surgen muchas respuestas que de alguna forma quizá tratan de dejar de idolatrarlo pero
que es imposible que se fundamente en la negación de la fe “institucionalizada” que
representa tradicionalmente todas esas verdades que antes no cuestionábamos. Que los
nuevos avances interpelen lo establecido, lo integren y no nieguen sus logros en el campo
de la espiritualidad y la fe. “Que Dios quiere la plenitud y la salvación de todos no es
descubrimiento de hoy, aunque pueda haber sido una verdad olvidada o formulada de un
modo que ya no es nuestro.” El desafío de la espiritualidad en estos tiempos, es entonces,
encontrar un modo de formularla que si sea nuestro, con el que nos sintamos identificados
y seamos capaces de cultivar, desde lo personal y lo colectivo, una nueva “verdad” que se
readapte al cambio, que permita que seamos partícipes del nuevo reino de Dios, que en
realidad siempre estuvo ahí. Ninguna ideología debería ser excluyente o negadora de las
demás porque nos aleja de lo inabarcable de Dios, más allá de todo tipo de concepto,
interpretación o verdad.
Otro fenómeno que ha surgido en esta época de egoísmo es el de la idea de la auto-
salvación, en cierta forma producto del ideal moderno de ser capaces de todo mediante el
buen uso de la razón. El creernos invencibles nos vuelve vulnerables ante la necesidad,
genera vacío, quizá pueda ser visto como un intento de trascendencia, de intentar
desarrollarse individualmente, pero sin buscar lo más importante a nivel espiritual.
“pretender que el ser humano es capaz de salir por sí mismo de su propia mentira es, otra
vez, una forma sutil de afirmación del propio ego”. Es un reflejo de esta nueva sociedad
globalizada, en el texto se refiere a la salvación como un despertar, un reinterpretar la
manera que tenemos de vivir con todas nuestras dimensiones expuestas, funcionando en
conjunto y ayudando mutuamente a lograr ese objetivo.
El texto plantea la nueva búsqueda en un contexto de cambios en el que no hay una verdad
aparente ni mucho menos una relación con la espiritualidad tan
marcada como en tiempos más tradicionales. Luego de la certeza de haber alcanzado el
progreso, viene la incertidumbre de no saber qué nos depara el futuro ¿Hasta dónde
llegaremos y hasta dónde deberíamos llegar? ¿Nos apoyaremos en las verdades del pasado
en búsqueda de nuevas respuestas? ¿O consideraremos que no tiene sentido seguir
aplicando las mismas fórmulas para encontrar resultados diferentes?
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:

Arboleda, C. (2008). Los alcances de la fe en la posmodernidad. Revista Lasallista de


Investigación, 5(2), 131-145. Recuperado de:
http://www.redalyc.org/pdf/695/69550216.pdf

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