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University of Nebraska - Lincoln

DigitalCommons@University of Nebraska - Lincoln

Tejiendo imágenes. Homenaje a Victòria Textiles Studies


Solanilla Demestre

2023

La cerámica ecuatoriana del periodo Formativo. Las culturas


Valdivia, Machalilla y Chorrera
José Luis Pano Gracia

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La cerámica ecuatoriana del periodo Formativo.
Las culturas Valdivia, Machalilla y Chorrera

José Luis Pano Gracia


Universidad de Zaragoza
jlpano@unizar.es

Resumen

Nos proponemos en este artículo hacer una reflexión sobre la cerámica que se produjo durante el periodo Formativo o
Preclásico en el área andina septentrional (3500-500 a.C.). En especial, sobre las figuras de cerámica que se desarrollaron
en las culturas del país que hoy denominamos Ecuador, principalmente las pertenecientes a los yacimientos de Valdivia,
Machalilla y Chorrera. Asimismo, trataremos de establecer las oportunas comparaciones con las que se dieron en las tie-
rras del antiguo México, como es el caso de las pretty ladies o mujeres bonitas que tan abundantemente salieron en las ex-
cavaciones del yacimiento de Tlatilco. Sin olvidarnos tampoco de su posible utilidad o funcionalidad ritual, casi siempre
relacionada con el culto a la fertilidad, tanto agrícola como humana. El trabajo se complementa con breves comentarios
sobre las piezas de alfarería que se dieron en estas culturas, sus tipologías y técnicas decorativas.

Palabras clave: cerámica, Ecuador, formativo, Valdivia, Machalilla y Chorrera

Abstract
256
In this article we propose to reflect on the pottery produced during the Formative or Preclassical period in the northern
Andean area (3500-500 BC). In particular, on the ceramic figures that were developed in the cultures of the country we
now call Ecuador, mainly those belonging to the sites of Valdivia, Machalilla and Chorrera. We will also try to establish
the appropriate comparisons with those found in the lands of ancient Mexico, as is the case of the pretty ladies or pretty
women that came out so abundantly in the excavations at the Tlatilco site. Nor should we forget their possible use or ri-
tual function, almost always related to the cult of fertility, both agricultural and human. The work is complemented with
brief comments on the pottery pieces produced in these cultures, their typologies and decorative techniques.

Key words: pottery, Ecuador, formative, Valdivia, Machalilla and Chorrera

De entrada, hay que señalar que la mayoría de los ame- Ecuador, e incluso hay testimonios de la misma en las zo-
ricanistas coinciden en afirmar que el periodo Formativo nas más alejadas de la región amazónica. Veamos, pues, la
de la costa ecuatoriana es uno de los más antiguos de toda primera de estas culturas.
la América precolombina, y, en especial, el de la provincia
del Guayas y el de sus zonas aledañas, donde se asiste al
perfeccionamiento de las técnicas agrícolas y al desarrollo La cultura Valdivia
de los grandes poblados sedentarios del Nuevo Mundo.
Esta cultura toma su nombre del yacimiento del mismo
Es más, los especialistas no dudan en señalar que hubo
nombre, donde se han descubierto una gran cantidad de
culturas tan sobresalientes como las de Valdivia, Machali-
restos de cerámica de una gran calidad técnica y también
lla y Chorrera, estando, esta última, atestiguada tanto en
estética. De hecho, todo parece apuntar que las técnicas
la franja costera como en las tierras altas de la sierra del

doi: 10.32873/unl.dc.zea.1425
Publicado en Tejiendo imágenes. Homenaje a Victòria Solanilla Demestre, ed. C. Simmons Caldas y M. Valls i García (Lincoln, Nebraska:
Zea Books, 2023). http://digitalcommons.unl.edu/tihvsd
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de la cerámica surgen en tierras americanas de un modo la producción de una de las cerámicas más tempranas y,
súbito y sin antecedentes conocidos en las costas del país sobre todo, más sofisticadas de todo el continente ameri-
que actualmente denominamos Ecuador, o, para ser más cano. Unas cerámicas, en definitiva, de las que existen ex-
exactos, en las zonas antes citadas y en unas fechas que, celentes ejemplos en el Museo Nacional del Banco Central
según las últimas excavaciones efectuadas en el yaci- del Ecuador (Quito), pero también en el Museo de América
miento valdiviano de Real Alto, se pueden situar en el (Madrid) o en el Museu Etnològic i de Cultures del Mòn.
año 3545 a.C. El mérito de ello se atribuye a la cultura
Valdivia, aunque para explicar el nacimiento de su pro-
ducción cerámica, que por el momento sigue teniendo la Las «Venus» de Valdivia
data más antigua de todo el continente americano, cabría
De la cultura Valdivia, cuyos primeros restos materiales
recordar aquí algunas de las hipótesis que sobre este par-
se remontan al IV y III milenio a. C., destaca sobre todo la
ticular se han vertido a lo largo del tiempo.
producción de unas figurillas de cerámica que surgen en
Así, en la década de los años sesenta, los arqueólogos es- torno al año 2500 a. C. –en sustitución de otras más anti-
tadounidenses Clifford Evans y Betty Meggers, junto con guas de piedra– y que casi siempre suelen representar a
el ecuatoriano Emilio Estrada (el descubridor de esta cul- mujeres desnudas, motivo por el cual han recibido de los
tura en el sitio epónimo), señalaron las semejanzas forma- arqueólogos el calificativo de «Venus» [fig. 1]. La mayo-
les y técnicas que existían entre la cerámica del yacimiento ría de estas figuras son macizas y tienen un tamaño bas-
ecuatoriano de Valdivia y las piezas de la cultura japonesa tante diminuto, a lo sumo de 10 ó 12 centímetros de altura,
de Jōmon, además de tener contextos culturales semejan-
tes (E. Sánchez, 1992). Esta última cultura estaba situada en
la isla de Kyūshū y constituida por grupos de pescadores
que, favorecidos por las corrientes marítimas del Pacífico,
pudieron llegar de un modo fortuito hasta las costas ecua-
torianas, quizás empujados por un tifón y salvando una
distancia de 8.200 millas náuticas (J. Alcina, 1971). La dis-
tancia es tan enorme que ha constituido el talón de Aqui-
les de esta teoría, aunque tampoco cabe descartarla, como
se demostró en 1980 con la embarcación japonesa Yasei-go
III, que con medios de navegación primitivos llegó a Gua- 257
yaquil en 105 días (J. Errázuriz, 2000).

Después de la difusión de esta teoría, surge en la década de


los años setenta la hipótesis de Donald W. Lathrap (1973),
quien trató de buscar la respuesta al problema del origen de
la cerámica ecuatoriana y, por ende, de la cerámica ameri-
cana, en las selvas de la Amazonia, con el inconveniente de
que es un territorio inmenso y a la espera de futuros estu-
dios. De todos modos, y por descubrimientos posteriores,
se ha señalado también si quizás la solución a este problema
no estaría en algunos lugares del propio Ecuador, como es
el caso del yacimiento citado de Real Alto, un asentamiento
valdiviano en el que se atestigua la existencia de unas pobla-
ciones con un carácter sedentario y con una disposición de
sus viviendas, en torno a un espacio central a cielo abierto,
que recuerda los poblados del oriente del Brasil. Sin em-
bargo, hoy por hoy, no existe un total acuerdo sobre la gé-
nesis de la cerámica Valdivia, esto es, «si procede de algún
desarrollo local, o si es de origen amazónico, o incluso trans-
pacífico, de Japón» (E. Sánchez, 1989).

Pero sea cual sea el origen de la cerámica en el Nuevo


Mundo, casi todos los americanistas coinciden en afirmar
que los restos cerámicos del periodo Formativo Temprano
en el Ecuador (3500-1500 a. C.), junto con los recientes des-
cubrimientos de Monsú o de Puerto Hormiga en Colombia
(con unas cronologías que rivalizan en antigüedad con las
ecuatorianas), se pueden considerar como los más antiguos
de toda la América precolombina, o dicho con otras pala-
Fig. 1. Figura femenina. Cultura Valdivia.
bras, a la cultura Valdivia se le atribuye por el momento
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aunque ocasionalmente se observa la existencia de piezas ser enterradas en los campos de cultivo y que de este modo
de un formato mayor y con la característica de ser hue- sirvieran para defender y aumentar la productividad de las
cas. Dentro de estas últimas las hay incluso que presentan cosechas (J. Alcina, 1987). Sin olvidarnos tampoco de que
el vientre abultado –semejando un embarazo– y con una algunas de estas obras se puedan relacionar también con
piedrecilla o semilla en su interior que, cuando la figuri- el uso de ciertas drogas que se mastican o que se inhalan,
lla se mueve, actúa a modo de sonajero, y de hecho se ha según ya escribieron Holm y Crespo (1981), y, en especial,
señalado que podrían representar diferentes etapas del ci- cuando estas figuras tienen una cavidad en su parte supe-
clo vital de la mujer, desde la adolescencia hasta el emba- rior que pudo servir para inhalar alucinógenos, o cuando
razo (R. Matos, 2015). tienen el carrillo de la cara abultado, caso de la figurilla de
Chacras (Manabí), en una clara alusión a la iconografía tan
Pero en ambos casos, tanto si las piezas son macizas como
habitual en el mundo precolombino a la hora de represen-
huecas, su ejecución es bastante estereotipada y ofrece los
tar al mascador de coca. Cabe recordar que las hojas de esta
siguientes rasgos formales:
planta, al mezclarlas en la boca con lejía, cal o cenizas, li-
● Los cabellos suelen estar resueltos a base de finas inci- beran el alcaloide de la cocaína, produciendo un efecto di-
siones o imitando, en algunas ocasiones, la forma de un namógeno y, a dosis elevadas, alucinógeno.
casco pulido y brillante, mientras que las hay también
que llevan en sus cabezas zonas depiladas o rasuradas
(C. di Capua, 2002). Parece, dada su volumetría, como Los recipientes cerámicos
si llevaran grandes ­«pelucas», que además se despren-
En los yacimientos de la cultura de Valdivia se han descu-
den con facilidad de las figuras. Existen también figuri-
bierto también abundantes piezas de cerámica, como ja-
llas bicéfalas, como las que luego se comentarán en las
rros, cuencos y vasijas, que están ejecutadas en su mayo-
culturas preclásicas del valle de México, y que resultan
ría con un dominio técnico bastante correcto, aunque sin
de una difícil interpretación.
excesivas complejidades desde el punto de vista tipoló-
● Los rasgos faciales están resueltos de una manera muy es- gico. La decoración es por el contrario más variada, a base
quemática, mediante la técnica del punzonado: dos rayas de motivos incisos, excisos, modelados y estampados, y su
horizontales para las cejas, dos puntitos para los ojos y principal valía estriba en su fina terminación y en poseer
un pequeño triángulo para la boca; esto es, sin ir más allá unas superficies muy bien pulimentadas. Por lo demás, in-
en la representación de la expresividad, que no es posi- teresa resaltar la existencia de unas vasijas que muestran
258 ble plasmarla en un espacio compositivo tan pequeño. unas paredes de unas tonalidades negruzcas, que fueron

● Las extremidades tampoco presentan mayores logros ar-


tísticos: los brazos suelen estar pegados al tronco y cru-
zados bajo los pechos, careciendo por tanto de movi-
miento; y además son escasas las que conservan sus
extremidades inferiores, así como la pigmentación ro-
jiza que cubría sus anatomías, por lo que es posible
que fueran lanzadas durante rituales y que las piezas
se fragmentaran (R. Matos, 2015).

● Las figuras, que carecen de adornos faciales y corpora-


les, evidencian un marcado acento sexual, ya que el ce-
ramista de la cultura Valdivia puso un especial interés
a la hora de modelar los senos y la zona púbica. Si bien,
de la norma se salen aquellos ejemplares que presen-
tan un abultamiento cónico en la zona genital, al pare-
cer aludiendo al género masculino, y también los que
combinan este abultamiento con la presencia de pechos,
lo que suscita la idea de una representación bisexual (E.
Sánchez, 1989).

En cuanto a la posible función o utilidad de estas «Venus»,


que no se han descubierto asociadas a enterramientos sino
en lugares habitacionales o incluso en basureros, y casi
siempre fragmentadas (E. Sánchez, 1989), las opiniones de
los especialistas son bastante diversas. Hay autores que su-
brayan la posibilidad de que los curanderos de esta cultura
las utilizarían en sus ritos y prácticas de sanación; otros, en
cambio, señalan que estas figuras tendrían una funciona-
lidad propiciatoria de la fecundidad, o si se prefiere, para Fig. 2. Botella con «asa de estribo». Cultura Machalilla.
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obtenidas a partir de unas cochuras o atmósferas reducto-


ras, lo que demuestra el gran dominio que ya se tenía en
aquella época tan temprana de los hornos y de los méto-
dos de cocción. La cochura reductora es lo contrario que
la oxidante, que permite obtener tintes pardos o rojizos (J.
Alcina, 1987).

Finalmente, dentro del panorama evolutivo de la cultura


Valdivia, que para algunos tuvo su origen en la llegada for-
tuita de pescadores japoneses a las costas del Ecuador, hay
una fecha clave: la del año 1800 a. C. En torno a esta fecha
no se sabe muy bien si la cultura Valdivia se extinguió o
si dio paso a la cultura Machalilla. Sea como fuere, la cul-
tura Machalilla es de una cronología más reciente, entre los
años 1800 y 1500/1200 a. C., y fue también productora de
figurillas de barro, aunque más esquemáticas que las an-
teriores, y de piezas de cerámica, en especial de la tipolo-
gía de vasija globular con «asa-estribo» [fig. 2], de tanta re-
percusión en las culturas peruanas (J. F. Pérez et al., 2001).

La cultura Chorrera
Es la cultura de una dispersión más amplia en el territorio
ecuatoriano, constituyéndose en el antecedente de las ul-
teriores manifestaciones culturales, que son propias ya del
periodo de Desarrollo Regional (500 a. C.-750 d. C. aprox.).
Más que de una simple cultura, dotada de una fuerte je-
rarquización social, los especialistas en el tema hablan de
un «horizonte cultural chorrera», ya que este pueblo se ex-
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tendió no solo por la costa del Ecuador sino también por la
sierra de este país, e incluso hay testimonios de la misma
en las zonas más alejadas de la región amazónica. De tal
manera que se puede afirmar que entre los años 1500/1200
y 500 a. C. hubo una cultura Chorrera, o por lo menos un
«estilo» artístico que comprendió casi toda la superficie del
país que hoy llamamos Ecuador, o por decirlo con palabras
textuales de Hernán Crespo Toral (1976): «Es la cultura ne-
tamente ecuatoriana, la más extendida y la iniciadora de
rasgos que evolucionaron posteriormente hacia otras cul- Fig. 3. Figura femenina tipo «mate». Cultura Chorrera.
turas más modernas del país. Guarda relación con Meso-
américa y con Chavín, pero es suficientemente autóctona
para afirmar que es el núcleo de la nacionalidad ecuato- la realización de su zona delantera, o bien por la introduc-
riana». Palabras que adquieren una gran valía al prove- ción de la volumetría y de la pintura sobre sus superficies.
nir del que fue el primer director del Museo Nacional del Se consiguen, así, unas piezas de una gran belleza, aunque
Banco Central del Ecuador (Quito). muestran casi siempre las mismas características formales:

● Las cabezas van cubiertas con unos amplios y pulidos


cascos de forma semiesférica, cual si fueran un mate o
Las figuras de tipo «mate»
calabaza, a la vez que van pintados de color rojo, va-
Dentro de esta cultura, y al igual que hemos visto en la cul- liéndose para ello de las semillas del achiote, y a ello se
tura Valdivia, se dieron abundantes figurillas de barro, unas suma que en algunos de estos tocados se ha conseguido
veces macizas y otras huecas, así como de un tamaño ma- un acabado que ha sido definido como de «brillo de es-
yor que las «Venus», dado que las hay que miden hasta los pejo». Además, y si contemplamos las cabezas de per-
40 centímetros de altura. Entre las huecas sobresalen las pie- fil, parece observarse la típica deformación craneal, sím-
zas denominadas por los especialistas de tipo «mate» [fig. bolo de rango y de posición social elevada.
3], que fueron elaboradas a partir de unas arcillas de grano
● Los ojos son abultados y con incisiones longitudinales, y
fino y que presentan ya un cierto nivel artístico: bien por-
de ahí que los arqueólogos los hayan llamado con el ex-
que ofrecen una cuidada elaboración técnica, recurriendo –
presivo término de «ojos de granos de café», siendo un
por primera vez en el Ecuador– al empleo de moldes para
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La evolución de la cerámica

Pero además de las figuras de tipo «mate», que a veces se


han encontrado rotas en los basureros del pueblo Chorrera,
pudiendo haber servido para rituales domésticos antes de
ser enterradas con sus dueños, hay que subrayar que las
piezas de cerámica de esta cultura se caracterizan por sus
paredes delgadas y duras, casi cristalinas, lo que denota
una cuidada selección a la hora de elegir las arcillas que
les sirvieron de materia prima, a la par que demuestran un
perfecto dominio técnico en el momento de su cochura. A
este dominio técnico, que ya nos indica el inicio de grupos
especializados en el arte de la cerámica, cabe añadir tam-
bién que las tipologías encontradas son ya bastante nume-
rosas, como cuencos, botellas, vasijas globulares, platos trí-
podes, etc., mientras que los motivos decorativos son a su
vez de una mayor variedad que en las culturas preceden-
tes. Dícese desde la presencia de un engobe de color rojo
que forma dibujos geométricos y que se encuentra delimi-
tado por líneas incisas, pasando en otras ocasiones por la
utilización antes de la cocción de una pintura iridiscente,
obtenida a partir de un engobe mezclado con óxidos de
hierro, hasta llegar a unas representaciones modeladas que
ocupan por completo el cuerpo de la vasija, y donde sus ce-
ramistas se detuvieron a mostrar los enseres de la vida co-
tidiana, como casas y embarcaciones, e incluso un amplio
repertorio de figuras humanas, de animales y de frutos,
Fig. 4. Figura de adolescente. Cultura Chorrera. siendo el precedente de la cerámica escultórica de tanto
predicamento en el área Andina.
260
El resultado es pues de una gran creatividad artística y ti-
modelo de ojo que tiene su origen en las figurillas de la
pológica, y buena prueba de ello es la aparición de una
anterior cultura Machalilla. También son típicas de las
botella de caño vertical y de asa plana que se une direc-
figuras chorrerianas las narices de forma trapezoidal.
tamente al cuerpo de la vasija, cuando no a través de al-
● Los brazos, carentes de proporción y a veces muy grue- guna figura modelada, tal y como luego volverán a verse
sos, van paralelos al tronco y terminan en un simple en las cerámicas de las culturas peruanas; o por poner otro
muñón, mientras que la representación de los dedos se ejemplo, son también muy interesantes aquellas vasijas a
resuelve a base de simples incisiones. Se ha sugerido las que se añadieron unos orificios que suenan al soplar o
que son el reflejo de alguna enfermedad o de la prác- al verter el líquido del recipiente [fig. 5], y en ocasiones se
tica de algún tipo de deformación corporal. cuidaron tanto de esta cuestión que los tonos que emiten
se corresponden con las figurillas de aves que llevan mo-
● El cuerpo muestra dibujos incisos y zonas pintadas que
deladas. Así, pues, la valoración final no puede ser más
emulan los vestidos, los tatuajes y las pinturas cutáneas
positiva, pue el periodo Formativo del Ecuador es funda-
de la vida real. El colorido empleado proviene de nuevo
mental para comprender el ulterior desarrollo cultural y
del rojo del achiote, por lo que contrasta con las tonali-
artístico de los Andes centrales.
dades cremosas del fondo.

● El sexo de los personajes no siempre es distinguible, y lo


estrictamente erótico no está presente en las figuras de Diferencias y semejanzas con las culturas preclásicas
Chorrera, e incluso la maternidad está tratada con una del valle de México
gran solemnidad. De una gran belleza estética es la fi-
En tierras mexicanas, se constata durante el periodo For-
gura de una muchacha sedente [fig. 4], conservada en
mativo o Preclásico la presencia de unos yacimientos a
el Museo del Banco Central (Quito), que muestra a una
los que los arqueólogos han denominado con el nombre
adolescente, sentada en el suelo y con las piernas cru-
genérico de culturas preclásicas del valle de México, o si
zadas, y que lleva sobre su cabeza una especie de casco
se prefiere, según la terminología empleada en México,
de color rojo, que puede ser tanto un tocado como un
con la designación de culturas preclásicas del Altiplano
peinado (en este último caso, semejante al peinado em-
Central. Los integrantes de estas culturas se vieron atraí-
badurnado de achiote que usan en la actualidad los in-
dos a toda esta región por unas condiciones ambienta-
dios colorados).
les que podemos calificar de óptimas. De hecho, en su
primera etapa, durante el llamado Preclásico Temprano
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Fig. 5. Botella silbato. Cultura Chorrera.

261
(2500-1200 a. C.), se asiste al establecimiento en la zona
de unas poblaciones sedentarias que ya estaban organi-
zadas en pequeñas aldeas, al mismo tiempo que fue en
esta época cuando comenzaron a fabricarse unas piezas
de cerámica que, en un primer momento, eran toscas y
de un acabado áspero, aunque con unas cronologías que
se remontan al año 2300 a. C., pudiendo servir de refe-
rencia las que se produjeron en Tehuacán (Puebla). En las
siguientes etapas del Preclásico, las aldeas se fueron ha-
ciendo cada vez mayores, y en sus enterramientos apare-
cen numerosas figurillas de barro y abundantes piezas de
cerámica. Asimismo, en el Preclásico Tardío (400 a. C.-1
d. C.), ya se pude hablar de obras arquitectónicas de gran
envergadura, como el templo en el Cerro del Tepalcate,
que se viene datando hacia el 450 a. C., y como el asenta-
miento de Cuicuilco, donde se estima que la primera ocu-
pación humana tuvo lugar hacia el 1200 a. C., aunque con
Fig. 6. Figura femenina. Tlatilco.
el transcurso del tiempo se convirtió en un importante
centro urbano, donde además se erigió la pirámide ho-
mónima. Pero, al margen de estos restos arqueológicos, destacan las llamadas pretty ladies o ‘mujeres bonitas’ [fig. 6],
veamos cuáles fueron las manifestaciones cerámicas que que solían acompañar a los cadáveres en los enterramien-
se dieron en estas culturas del valle de México. tos y que, por lo tanto, revelan la creencia en un «más allá»
mejor. En su mayoría, muchas de estas figuritas proceden
del que fue gran poblado de Tlatilco (nombre que significa
Figurillas de arcilla ‘lugar donde están escondidas las cosas’), siendo éste un
Precisamente a un nivel agrícola que no fue tan desarro- yacimiento arqueológico que está situado al NO de la ac-
llado como el que alcanzaron los hombres de Cuicuilco, per- tual Ciudad de México y que se ha datado entre los años
tenecen un sinnúmero de figurillas de barro, entre las que 1450 y 500 a. C. Y, en efecto, tan solo aquí, en Tlatilco, se
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han encontrado alrededor de 4.000 de estas estatuillas, casi


siempre femeninas, cuyas medidas oscilan aproximada-
mente entre los 3 y los 30 centímetros de alto, sin que falten
tampoco algunos ejemplos que superan los cuarenta centí-
metros de altura.

Desde el punto de vista artístico, las pretty ladies fueron


modeladas a mano y mediante la técnica del pastillaje, pu-
diendo ser tanto macizas como huecas, y suelen represen-
tar las delicadas figuras de unas mujeres que están tanto
desnudas como semidesnudas, dada la climatología exis-
tente en la zona. Tienen además un canon bastante tosco y
un evidente carácter simétrico, a la vez que en ellas predo-
mina lo gráfico sobre lo plástico. Asimismo, casi siempre
repiten los mismos caracteres formales, aunque tan distin-
tos a los vistos en el Ecuador:

● Los rostros son de rasgos enigmáticos y estilizados, con


los cabellos recogidos en un moño, formando trenzas o
en complicados tocados, y tampoco faltan adornos cor-
porales como orejeras, narigueras y collares.

● Los atributos sexuales secundarios, como pechos, cade-


ras y muslos, bastante potenciados. Estos últimos han
sido denominados por los arqueólogos como «piernas
de cebolla», por recordar su aspecto bulboso.

● Las superficies de los cuerpos muestran decoraciones pic-


tóricas sobre la cara o el resto de su anatomía, principal-
mente de color negro, amarillo y rojo, tratando así de
reproducir los tatuajes y las pinturas cutáneas con que
262
estas mujeres se adornarían en la vida real.

● Por último, el artista centró toda su atención en la zona Fig. 7. Figura bicéfala. Tlatilco.
frontal de la obra, mientras que en la parte posterior
apenas insinuó la anatomía del personaje.

Sobre ellas se ha dicho que el hecho de poseer unas cade- Ahora bien, al tratar de precisar un poco más el posible
ras y unos muslos tan desarrollados les confiere un carác- significado de estas representaciones femeninas, que para
ter de culto a la fertilidad; pero, y esto es muy importante, Piña Chan (1955) indicarían la preponderancia de la mu-
de un culto a la fertilidad tanto humana como agrícola, jer en la sociedad o incluso la existencia de clanes matrili-
dado que son el producto de una sociedad que estaba ba- neales, nos encontramos con una gran variedad tipológica
sada en el cultivo de la tierra, una idea ya la hemos co- de figuras, tal y como si el artista copiara lo que estuviera
mentado en la cultura Valdivia. Se cree, en definitiva, que viendo con sus ojos, aunque a grandes rasgos se constata
muestran la preocupación del ser humano por el misterio la existencia de dos tipos de figuras: las que responden al
de la fecundidad, bien de la mujer, bien de los campos de modelo de gruesas carnes, grandes pechos y formas rotun-
cultivo (al igual que sucedía en las culturas neolíticas del das; y las que poseen una silueta más estilizada, con un
Oriente Próximo). Todavía más, Laurette Séjourné (1984) canon más armonioso y con unos pechos más pequeños.
piensa que estas figurillas simbolizarían al maíz –la planta Es muy probable, por tanto, que el primer modelo sea la
mágica por excelencia de Mesoamérica– y que, en conse- imagen de la mujer casada, o, mejor dicho, de la madre, y
cuencia, serían el primer atisbo de una divinidad agrícola; que el segundo sea el arquetipo de la muchacha joven que
además, y dado que existen también figuras bicéfalas todavía no ha sido fecundada. Y fue precisamente a estas
[fig. 7], como en Valdivia, para esta autora es posible que últimas figuras, mucho más bellas y gráciles, a las que los
representen las espigas dobles de maíz. En cambio, José arqueólogos les pusieron el nombre de pretty ladies o ‘mu-
Alcina (1991) ve en estas iconografías bicéfalas una pri- jeres bonitas’, un término con el que luego se designó a to-
mera alusión a la idea de la dualidad que está en la base de das estas estatuillas (P. Westheim, 1987).
todo el sistema religioso mesoamericano, o quizás, como Pero, además de estas iconografías femeninas, también se
indica Patricia Ochoa (2004), que estas figurillas represen- han encontrado representaciones masculinas de un gran
ten las etapas de la fertilidad tanto de la naturaleza como interés, como es el caso de chamanes, bailarines, jugado-
del cuerpo femenino. res de pelota o niños del tipo denominado baby face (‘cara
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geométrica, líneas onduladas, triángulos, puntos, etc. Pero


quizás lo más importante de estos vasos preclásicos sea la
circunstancia de que en ellos están ya gestadas, aunque
sea de una manera incipiente, las características formales
y tipológicas de la posterior cerámica mesoamericana (J.
Alcina, 1987).

A modo de valoración

De las figuras que hemos comentado resultan particu-


larmente atractivas las Venus de Valdivia, de un tamaño
diminuto y distinguibles por la volumetría de sus cabe-
lleras, frente a las pretty ladies, con sus cabellos recogi-
dos y sus piernas de «tipo cebolla», mientras que las fi-
guras de tipo mate, con sus cascos amplios y brillantes o
sus ojos del tipo «grano de café», son también inconfun-
dibles. Con posterioridad al periodo Formativo ecuato-
riano, en la etapa de Desarrollo Regional (500 a. C.-750 d.
C. aprox.), se producen también excelentes figuras y cerá-
micas en las culturas Jama-Coaque, Guangala y Tolita, y
lo mismo sucede en Mesoamérica con las figuras de estilo
Chupícuaro, pertenecientes al Formativo Tardío, o con las
figuras del occidente de México halladas en las denomi-
nadas «tumbas de tiro» (500 a. C.-600 d. C.), donde el re-
pertorio de piezas individuales y de escenas colectivas es
abrumador, pero también distinguibles por sus deforma-
Fig. 8. Botella con figura de acróbata. Tlatilco. ciones físicas o por su aspecto caricaturesco. A todas estas
figuras se suman las piezas de cerámica destinadas para
los rituales o los ajuares funerarios, con notables avances 263
técnicos tanto en las cochuras como en la decoración, ya
de niño’), y hasta escenas eróticas y, sobre todo, las figuras
sea pintada o escultórica.
de acróbatas que se encuentran realizando un complicado
ejercicio gimnástico [fig. 8]. Las figuras de estos acróbatas,
que es muy posible que hicieran pendant con unas baila-
Bibliografía
rinas de faldita corta, tienen un atractivo especial porque,
frente a las poses hieráticas de las pretty ladies que antes he-
mos descrito, están resueltos con un increíble dinamismo ALCINA FRANCH, José, «El ‘Formativo’ americano a la luz
y con una magistral concepción del bulto redondo, e in- de los posibles influjos recibidos por el Atlántico», Anuario
cluso hay también figuras femeninas que resultan mucho de Estudios Atlánticos, 17, Las Palmas de Gran Canaria,1978,
más naturalistas que las habituales, por lo que es bastante pp. 103-149; y del mismo autor, Arte precolombino, Madrid,
Alhambra, 1987; y El Arte precolombino, Madrid, Anaya,
posible que todos estos avances artísticos se deban al in-
1991.
flujo de la cultura olmeca en el yacimiento de Tlatilco, de-
CAPUA, Constanza di, De la imagen al icono. Estudios de
bido a un traslado de la población olmeca a esta zona del
arqueología e historia del Ecuador, Quito, Ediciones Abya–
centro de México (Lothrop, 1979).
Yala, 2002.
Por último, en los enterramientos de las culturas preclási- COVARRUBIAS, Miguel, «Tlatilco: el arte y la cultura preclásica
cas se han hallado también numerosas piezas de cerámica; del Valle de México», Cuadernos Americanos, Año IX, vol. 59,
las cuales, según Covarrubias (1950), debemos entender- núm. 3, México, Editorial Cultura, 1950, pp. 149-162.
las como pertenecientes a una cerámica de lujo o de ofren- CRESPO TORAL, Hernán, Tesoros del Ecuador. Arte precolombino
das, y no como unas obras que formaran parte de las vaji- y colonial, Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia,1976;
llas de un uso cotidiano. Estas piezas suelen tener el fondo del mismo autor et al., Arte ecuatoriano, Barcelona-Quito,
curvo y los pies trípodes, aunque a lo largo del Preclásico Salvat Editores Ecuatoriana, 1976, 2 vols.
fueron evolucionando hacia unas tipologías que, sin ol- HOLM, Olaf y CRESPO, Hernán, «Las Culturas Formativas»,
vidar la funcionalidad práctica del recipiente, se hicieron en Historia del Ecuador, Quito, Salvat Editores Ecuatoriana,
1981, vol. I, pp. 87-191.
cada vez más complejas y variadas. En cuanto a su decora-
ción, recurren a técnicas ornamentales que son muy diver- LATHRAP, Donald W., «Ancient Ecuador: Culture, clay and
creativity 3000-300 B. C.», Field Museum Bulletin of Natural
sas, raspados, estampaciones o policromías; por contra, los
History, Chicago, 1975.
motivos que reproducen son en su mayoría de naturaleza
T E J I E N D O I M ÁG E N E S . H O M E N A J E A V I C T ÒR I A S O L A N I L L A D E M E S T R E

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