NOTAS PARA UNA además escatológica del plan de Dios para los

CRISTOLOGÍA DEL NUEVO hombres. Precisa y naturalmente ahí se asienta

el problema de un intento de reflexión
TESTAMENTO. teológica acerca de la persona histórica y
Juan Camilo Restrepo Tamayo.
concreta de Jesús de Nazaret.

Los primeros cristianos que

Introducción.
procuraron formular el acontecimiento Jesús-
Cristo como irrupción histórica de Dios entre
Toda exposición cristológica lleva
los hombres y de su impacto al interior de esta
consigo una marca de fe como experiencia
historia, eran hombres de diversa índole y
vivida de la Resurrección. El
cultura. La autocomprensión que ellos
acontecimiento´Cristo´ es la razón misma de
recibieron de esta Revelación de Dios, fue
su estudio, ya que él es punto de partida, pero
expresada en categorías asequibles a su
a la vez es el punto de llegada, de tal modo que
entorno, pero, de igual modo, significaron en
un acercamiento a su persona y a su obra, nos
el ámbito interno y externo, repercusiones
sitúa en el principio de una realidad nunca
novedosas, paradójicas y decisivas.
agotada y de un fin al que se está llegando
Examinando estas diferencias, las primigenias
constantemente. La Cristología del Nuevo
concepciones cristológicas de fe, deben
Testamento, es, sin duda, de conjunto, una
revestirse de un acercamiento amplio, que
profundización avanzada del Misterio de
tenga en cuenta los círculos sobre los cuales
Jesucristo que se realiza de modo procesual;
giraron los fundamentos de la cristología
por tal motivo al realizar ésta síntesis personal
neotestamentaria.
también se combinan rastros de fe personal. La
cristología ha de ser reflexión creyente y
A raíz de las disyuntivas de elección
vivida de la Resurrección. No hay cristología
metodológica con las que se encuentra todo
que pueda ser planteada sin tales presupuestos.
teólogo bíblico y todo exégeta al momento de
exponer una cristología del NT, se deben
Cada vez que se plantee la posibilidad
tomar criterios de evolución histórica o prestar
de abordar una cristología neotestamentaria se
atención sobre las categorías relevantes. Con
deberá atender cuidadosamente al método que
todo, lo del método no siempre es
orientará el conjunto sistemático de la
satisfactorio. Hoy hay dos vertientes en la
investigación. Ante el problema del método
presentación: La línea de la progresión
para una cristología neotestamentaria las
histórica y la línea de los títulos cristológicos
salidas no siempre son solubles y se puede, en
en clave evolutiva. Ambos lineamientos están
ocasiones, elegir una vía que, en lugar de
atravesados por el problema de fondo de toda
reflejarse en las fuentes, se aleja de ellas. Todo
cristología del NT 1.
estudio serio y profundo de una verdadera
cristología debe orientarse hacia Jesucristo,
El autor se decide seguir el método
como sujeto y, al mismo tiempo, como objeto
histórico salvífico, puesto que este responde
de la fe del creyente. En el seno de la primera
con fidelidad a las fuentes bíblicas contenidas
teología de las antiguas comunidades
en la Sagrada Escritura, estudiando el
cristianas, considero, nace una meditación
desarrollo seguido por la cristología de la
revelante y reveladora del Misterio de Jesús, el
Iglesia primitiva. Conociendo el sitio de
Cristo, en virtud de su resurrección y desde allí
partida y el fundamento de esta reflexión
se erige una reflexión histórico-salvífica
1
Es necesario precisar que para el momento en el investigación toma otro viraje distinto, hay una
que el autor publicó su texto (1969), estaban en vuelta a la humanidad de Jesús con la propuesta del
boga estas dos corrientes, sin embargo, hoy la Jesús seminar norteamericano.
salvífica, saldrá a la vista la fuente de las
diversas concepciones cristológicas. Resulta
demasiado trabajoso y hasta inútil para nuestro
caso, una articulación de los títulos
cristológicos desde los distintos autores por la
factible discontinuidad y cambio que eso
implica al momento de ofrecer una visión
sistemática. De esta manera el método de la
cristología del NT parte de la originaria
realidad de la Resurrección, entendida como
suceso soteriológico, y atraviesa un desarrollo
histórico para luego cristalizar en la unidad de
la pluralidad.
1. La resurrección: Fundamento de la
cristología.
a. Tras el acontecimiento único y
singular, fundamental y fundante de la
Resurrección de Jesús, nace en la historia la fe
en Cristo. Todo lo dicho en adelante no es más
que un desarrollo de fe y de esfuerzo reflexivo
por entender a Cristo resucitado. La
resurrección es pues cristofanía, es decir,
manifestación plena y total de la realidad
integral de Jesús, su humanidad y su divinidad.
La fe en Jesucristo el Hijo de Dios surge a la
luz de la Pascua. La fiesta de la
Pascua/resurrección es sin duda el impulso
que despierta en los discípulos del hombre
Jesús, el descubrimiento auténtico de su
persona.
Se nos hace necesario pensar que la fe
pre-pascual es una fe todavía en proceso,
inmadura y, por tanto, en crecimiento hacia su
total plenitud en la Pascua. Sólo después de la
Resurrección de Jesús pudieron llegar sus
propios discípulos a descubrir la plenitud
continua de la fe en el Jesús terreno como el
Mesías e Hijo de Dios (cf. Hch 2, 36). Si bien
la conducta terrena de Jesús abre el camino a
una respuesta de fe de los discípulos, pues
estos le seguían y escuchaban, su vida terrena
ha de entenderse como una integración de la
totalidad de la fe.
Los evangelios de hecho nacen como
legitimación anticipada –tanto así que no son
los primeros escritos del NT- de la fe pascual
en los hechos y dichos de la vida terrena de
Jesús. La fe pascual es consecuencia
inexorable, aunque madura, del
comportamiento humano de Jesús. Instalados
en esta realidad los discípulos miraron hacia
atrás, con la luz de la fe, la vida de Jesús, de
ése Jesús que había comido compartido y
vivido con ellos. Desde el acontecimiento vivo
y actual de la resurrección de Jesús, la Iglesia
primitiva proclama que en Jesús Dios está ahí
para conceder a los hombres bendición y
salvación.
La fe en Cristo surge y se desarrolla a
partir de la Pascua, teniendo como apoyo la
actuación histórica del Jesús de Nazaret e
interpreta la pasión bajo el prisma luminoso de
la Resurrección. Por eso se debe decir que una
investigación neotestamentaria seria debe
aclarar la unidad entre historia y fe que reside
dentro de todos los evangelios canónicos.
Ellos no presentan una oposición entre estas
dos realidades, sino que dejan ver la relación
estrecha de ambas.
Se puede concluir de esta primera
parte del capítulo uno, que el kerigma, el
anuncio central del crucificado Resucitado por
Dios, supera como retrospectiva histórica todo
intento de mirar la acción de Jesús con un
miope historicismo puro.
b. La Cristología primitiva, un
desarrollo de la Resurrección.
Se ha dicho más arriba, que la
Resurrección de Jesús es el motivo central que
mueve los discípulos a la madurez de la fe. Lo
anterior significa que dado lugar a esto se
constituye en la cuna donde nace la cristología
auténtica. Al afirmar: ‘Dios ha resucitado a
Jesús el crucificado’, encontramos en Pablo un
esfuerzo por no desligar la cruz y la
resurrección y precisamente su kerigma gira
sobre este centro de gravedad, en cambio del
otro lado, hallamos reservas por parte del
apóstol de los gentiles a ocuparse de la vida
terrena de Jesús.
 Desde el principio la idea siempre
válida consiste en que Jesús murió a manos de
los hombres, pero Dios lo levantó y le hizo
Señor y Mesías (Hch 2, 36). El mismo autor de
Hechos de los apóstoles, pone desde el
principio en boca de Pedro, un conjunto de
afirmaciones con esta intención kerigmática.
A partir de ahí se puede constatar que la
cristología más antigua afirma sin distinciones
ni ambigüedades un hecho indudable ligado a
su íntima experiencia de fe: Dios resucitó
(levantó, puso de pie) a Jesús por nuestros
pecados. Esa muerte de Jesús acaecida como
la de un malhechor es acreditada por Dios
(Padre) como plan para redimir a la
humanidad. Con esta acción desde el plano de
la mediación se unen estrechamente
cristología y soteriología: por la cruz a la
gloria y la salvación.
La muerte de Jesús es vislumbrada con
una luz nueva, puesto que Dios no lo relega a
la muerte ignominiosa, sino que lo eleva a una
vida enteramente gloriosa. El kerigma de la
resurrección que proclama la gloria del Jesús
terreno, no puede ser bien entendido y
captado, si no se atiende retrospectivamente a
la vida terrena del Señor exaltado. Así
mediante esa fe suscitada por la resurrección,
ésta le permite a los discípulos identificarse
‘crucificados y resucitados con Cristo’. Él en
su resurrección no sólo adquirió para nosotros
una plenitud de sentido, sino que nos
proporcionó la salvación llevándonos a una
nueva existencia, más allá de una mera
asimilación existencial.
Únicamente, hemos visto que,
conociendo la misión salvífica y personal del
Cristo crucificado-glorificado como la
entendió la Iglesia primitiva, se podrá
comprender el posterior desarrollo de la
cristología, consecuencia del anuncio-kerigma
de la Resurrección.
La resurrección entendida como
crédito del Padre por Jesús al constituirlo
Mesías, mueve dentro de esta noción, a
proclamar a la Iglesia primitiva la mesianidad
de Jesús y al reflexionar sobre esta mesianidad
se vale de categorías disponibles para
exponerla a gente con esperanzas mesiánicas
muy distintas.
Como consecuencia de la exaltación
de Jesús, Cristo, la primitiva comunidad
cristiana entiende el estado del Resucitado
como un nuevo modo de ser en la esfera
divina. De esta manera se configura la espera
de su regreso –la Parusía- con la experiencia
de la Resurrección. Nace así una cristología
cósmica a partir de la parusía, incorporándose
una doctrina escatológica dentro de la
cristología neotestamentaria. Algunos han
querido enlazar tal posición, con la idea de la
preexistencia, propia de la especulación
judeocristiana de la sabiduría y del mito
gnóstico del redentor que circulaba en el
contexto.
2. La cristología más antigua de la Iglesia
primitiva.
Al hacer el enlace entre la
Resurrección de Jesús como principio
fundamental de la cristología neotestamentaria
y los estratos más primitivos de esta
cristología, se hace alusión concreta a la
Escritura veterotestamentaria como una
inteligencia que proyecta la elaboración
cristológica. La Escritura era la fuente desde la
cual manaban las reflexiones sobre lo
sucedido en Cristo y su significado. El
cumplimiento de la Escritura aparece como un
hecho real en la persona de Jesús el
crucificado-Resucitado. La interpretación de
distintos pasajes del AT es el hilo conductor y
a la vez novedoso de la cristología primitiva.
V.g el Deuteroisaías.
El descubrimiento de la cristología
más temprana, justa y necesariamente debe
partir de los textos mismos y de las fuentes a
las que tenemos acceso. Ahí se deberá atender
a la crítica de sus formas y a las razones
internas, ése es concretamente el campo de la
investigación crítica y de la problemática
teológico-objetiva.
 a. El problema de la cristología más
antigua.
Teniendo presente que los primeros
creyentes eran conversos del judaísmo, desde
el punto de vista histórico será preciso
encauzar una averiguación por este trayecto.
La fórmula Maranatha es una invocación que
atestigua un estrato muy primitivo,
seguramente por su originalidad aramea.
Además, un acercamiento a las cartas
paulinas, a los sinópticos en textos aislados, al
documento Q y al Evangelio de Tomás que se
arraigan en el primitivo cristianismo
palestinense, permiten constatar cuáles son las
confesiones más antiguas.
Una posición que presenta la
cristología más antigua dice que Jesús ha sido
justificado por Dios tras su muerte en cruz
mediante la Resurrección y que vive con Dios,
no plantea la espera de un retorno glorioso.
Otra perspectiva del mismo problema afirma
que la comunidad creyente espera la parusía de
Cristo constituido Hijo del hombre glorioso y
exaltado.
Por otro lado, hay una cristología que
suele considerarse sumamente arcaica. Es
elaborada con la base de Hch 3, 20: “A fin de
que el Señor venga el tiempo de la consolación
y envíe al Cristo que os estaba predestinado, a
Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el
tiempo de la restauración universal”. Este es
un texto antiguo, de tinte judaico y con
elementos escatológicos, aunque adolece de
una idea de exaltación. Se ha considerado que
tal posición responde a la teología de Lucas
que retoma ideas muy propias del judaísmo
apocalíptico.
Luego de lo anterior, es ineludible
afirmar que el título de Hijo de hombre señala
algunas indicaciones en estratos y fuentes de
sentido escatológico que probablemente la
comunidad primitiva debió formular al inicio
de su kerigma.
Al intento de indicar cuál es la
cristología más antigua, se comprueba que no
cabe la posibilidad de demostrar la existencia
de una cristología sin la espera de la Parusía en
la comunidad posterior a la Pascua y que son
muchos los motivos que exigen un comienzo
precoz de esta fe. Las razones aducen al
Maranatha, y las logia escatológicas sobre el
Hijo de hombre.
Mc 14, 62: “Y dijo Jesús: ‘Sí, yo soy,
y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra
del Poder y venir entre las nubes del cielo”,
conjuga la exaltación de Jesús con su venida al
final de los tiempos, además contiene la
interpretación más antigua de la Iglesia
primitiva que corresponde al Resucitado:
exaltación y parusía.
b. La cristología de exaltación.
En su mínima expresión, la cristología
de exaltación se refiere a la convicción de que
Dios ha concedido a Jesús en virtud de su
Resurrección, una dignidad y un poder. El
título de ámbito helenístico “Kyrios”, indica el
ejercicio de un poder señorial y de una
veneración cultual de la comunidad cristiana.
Se demuestra a raíz de Rm 1, 4 y Hch 13, 33
que la más antigua idea cristológica de
exaltación está influida por la dimensión de la
Mesianidad.
Hch 2, 32-36 que ya citaba al
comienzo, expone la idea de exaltación con
claridad: a) Dios ha resucitado a Jesús, b) Le
ha elevado a su diestra, y c) Por medio de Jesús
Dios ha enviado el Espíritu Santo. La noción
de exaltación y su vínculo con la soteriología
se encuentra en Hch 5, 31. El Mesías según el
sentido cristiano, debía recorrer el camino
desde el bautismo por Juan hasta la cruz, a fin
de ser constituido por Dios en su peculiar
papel de portador glorioso de la salvación.
Al confrontar Hch 2, 24 se encuentra
que al hablar de la Resurrección se emplea el
verbo anitêmi unido al Mesías davídico bajo la
concepción de un hacerlo resurgir por parte de
Dios, en evidente paralelo con el Sal 2. El
título ‘Hijo de Dios’ ha adquirido un sentido
mesiánico a partir del kerigma de la
Resurrección que designa la exaltación de
Cristo y su instauración en el señorío.
Rm 1, 4: “Designado Hijo de Dios en
poder conforme al Espíritu de santidad a base
de la Resurrección de los muertos”. Este texto
hace paralelo con la ya anunciada profecía de
Natán en 2 Sm 7, 14, el Hijo de Dios Mesías
hace parte de una antigua cristología nacida al
interior del judeocristianismo, que comprende
la Resurrección a la vez que como exaltación
o instauración en la majestad mesiánica
La cristología de exaltación no está
aún unida con el título de Hijo de hombre. Esta
cristología antiquísima no debe atribuirse al
judeocristianismo palestinense, sino a la
comunidad cristiana judeohelenística, pues sus
notas distintivas hace referencia a ésta última.
La cristología surgida de la instauración del
Mesías en su poderío sobre el Hijo de Dios no
debe ser considerada como estadio posterior a
una teología centrada en el Hijo del hombre,
sino que debe situarse junto a ésta para
expresar la condición que Jesús ha alcanzado
a partir de su Resurrección.
c. Cristo según la carne y según el
espíritu.
Una vez se ha planteado la cristología
de exaltación, apareció como necesaria la
cuestión de interpretar la vida terrena de Jesús
de Nazaret. Dos son las realidades personales
que expresan el estado terreno y el celeste: a)
Según la carne (sarx) y b) Según el espíritu
(pneûma).
Tres textos independientes con
primitivas formulaciones confesionales y
litúrgicas testifican estas realidades, los textos
presentados son los siguientes:
a) Rm 1, 3 Jesucristo nació del linaje
de David según la carne (sarx) y
fue constituido Hijo de Dios en
poder, conforme al Espíritu
(pneûma) desde la Resurrección.
Así se unen nacimiento y
Resurrección, estos son los dos
modos de ser sucesivos y
complementarios. Según la carne
indica la ascendencia natural
humana y su existencia terrena.
Según el espíritu significa la
condición de Resucitado y
exaltado.
b) Cf. 1 Pe 3, 18 Pertenece a un
antiguo himno cristológico
recogido allí en una parénesis o
exhortación moral-catequética.
“Puesto a morir en la carne fue
vivificado según el espíritu”. El
hecho de la muerte se realizó en la
carne, la vivificación en el
espíritu. La Resurrección es el
giro decisivo de la existencia de
Cristo, el inicio de su nueva
existencia según el espíritu (kata
pneûma), el principio de su
ejercicio señorial.
c) 1 Tm 3, 16ª Hace parte del
segundo verso de un himno
cristológico que entonaba la
Iglesia en el culto. Es un canto al
Cristo vencedor y glorioso que
permanece en la gloria de Dios y
al mismo tiempo llena el mundo
con su acción salvífica. En
definitiva, el tiempo de su vida
terrena en la carne era la base de
su señorío victorioso que él ha
alcanzado y ejerce en el espíritu.
Para establecer una conexión crítica y
cristológica de los pasajes anteriores, es
preciso hacerlo desde una perspectiva bíblica
histórico-salvífica. Se debe comprender que
Jesús sólo puede ser rey mesiánico, en el pleno
sentido de las antiguas profecías, en cuanto ha
sido constituido Señor (Kyrios) por Dios
mismo en su existencia según el espíritu, y con
su muerte expiatoria según la carne difunde la
fuerza de su salvación.
En Pablo y sus comunidades cristianas
el interés se centra en una concepción celeste
y exaltada de Cristo, mientras que podemos
saber que, en las comunidades cristianas
ligadas a los apóstoles, conservaban vivos
recuerdos de la vida terrena de Jesús. Por esta
razón el nacimiento de los evangelios arranca
del hecho de la resurrección, para después
volver al Jesús terreno, el Resucitado de hoy
fue el crucificado de ayer. En el evangelio se
ha condensado una cristología que depende de
las antiguas fórmulas confesionales.
3. La cristología de los sinópticos.
Siguiendo la secuencia narrativo-
expositiva y según el método propuesto, la
resurrección como fundamento de toda
cristología neotestamentaria y los
acercamientos a la cristología más antigua;
ahora presento una síntesis de la cristología
kerigmática (‘Buena noticia’) que se establece
entre la Resurrección y la necesidad de
fundamentar las obras y palabras del Jesús
terreno; fin que llevan a la luz los evangelios
sinópticos (paralelos) para poder comprender
cómo se unen la exaltación (pneûma) con la
humillación (sarx) haciendo referencia a la
unidad cristológica primitiva.
a. Marcos.
Con este anuncio se inaugura el
género evangelio y el más antiguo de los que
han llegado hasta nosotros 2. La dificultad de
entrada radica en la imposibilidad de conocer
a ciencia cierta las fuentes premarcanas.
Además, el problema del muy discutido
“secreto mesiánico” de Marcos no encuentra
aún hoy una posición definida plenamente.
Tan sólo hay teorías bien hipotéticas y
divergentes.
En Marcos aparecen dos títulos
cristológicos arcaicos y centrales: Hijo de
Dios e Hijo de hombre. En cuanto al ya
mencionado ‘secreto mesiánico’ el evangelista
presenta a Jesús con portentos y obras propias
2
Tradicionalmente los cursos de evangelios
sinópticos comenzaban su discurso con el
evangelio de Mc que hasta hace varias décadas era
considerado como el más antiguo; hoy hay una
novedad particular, un estudio actualizado al
avance de las ciencias bíblicas y de las
del Mesías, sin embargo, él decide permanecer
escondido y ocultar su misterio. Esta actitud
paradójica se suma ante la incomprensión que
los discípulos manifiestan frente a la persona
de Jesús y la interpretación sesgada que hacen
de sus parábolas. Así Jesús se ve como un
incomprendido por sus contemporáneos según
nos muestra el evangelista, aunque detrás de
esta reflexión, se deja entrever las diversas
crisis por las que atraviesa la fe pospascual.
Hay una tendencia preponderante a
hacer comprensible el camino de Jesús hacia
la muerte. En Mc 8, 31ss, el clímax del
evangelio, se intenta señalar el destino
doloroso y mortal de Jesús como un itinerario
necesario y dispuesto por Dios, al que Jesús
con obediencia ejemplar accede y recorre
decisivamente. Incluso se ha llegado a decir
del evangelio de Marcos que es el evangelio de
la Pasión, una historia de la pasión anticipada
por una introducción detallada (M. Kahler).
Jesús es el siervo obediente de Dios decidido
a realizar su camino hacia la cruz y en la
condición de humillación y rechazo es acogido
y levantado por Dios. Realmente Jesús es un
Mesías distinto al esperado y que sólo puede
ser reconocido como Hijo de Dios en la cruz,
para ser resucitado por Dios y revelarse luego
en la gloria.
El evangelio de Marcos es
estrictamente un Evangelium Jesu Christi
según se expresa a su inicio (1,1). Es decir, es
Evangelio, Buena noticia de Dios que Jesús
predica y obra en la misericordia del Reinado
divino y del cual el contenido y personaje
central es el mismo Jesús de Nazaret. Por esto
se puede pensar que el Jesús de Marcos, en
cierto sentido, se asemeja al ‘hombre divino’
del que el mundo helenístico tenía ya
conocimiento, pero simultáneamente se
investigaciones exegéticas, se inicia con la cuestión
del documento de Q1 y del Ev de Tm1 los estratos
más primitivos y las ipsísima verba de Jesús de
Nazaret. Sin embargo Mc sigue cobrando mucha
importancia entre los biblistas.
distancia de él, presentando la particularidad
que encierra la fe pascual. En cuanto Hijo de
Dios debía predicar una ‘buena noticia’
(evangelio) y llevar a cabo la salvación
rechazada por los hombres, sólo a través del
camino de la pasión y la muerte.
Entre los títulos referidos a Jesús
privilegiados por Marcos, se encuentra Hijo
siervo de Dios y Mesías con un sentido nuevo
y superior. El siervo obediente de Dios se va
convirtiendo a lo largo de los acontecimientos
en el siervo paciente y propiciatorio y, desde
esta situación, en portador de la salvación. Se
debe reconocer en el evangelio de Marcos una
notable cristología que se funda en las
concepciones más antiguas, pero que a la luz
las supera con creces teniendo en su estructura
formal una cierta correspondencia con el
himno cristológico de Flp 2, 6-11. Aunque no
lleva consigo una idea de la preexistencia.
Presenta sobre todo de modo singular a Jesús
como el Hijo de Dios. Enlaza con una
cristología de exaltación al mismo tiempo que
con una idea de filiación.
Marcos es el primero en transmitir las
afirmaciones sobre la pasión y resurrección
del Hijo del hombre, basado en una tradición
posterior (los llamados anuncios de la pasión).
Una teología del Hijo de hombre acusado por
los hombres totalmente entregado contiene
también una promesa de su glorificación. Sin
duda el Crucificado es el mismo que ha
Resucitado.
En la cristología del evangelio de
Marcos se puede apreciar cómo un teólogo del
cristianismo primitivo ha recogido antiguas
tradiciones y con sus criterios y puntos de vista
propios, ha desarrollado un especial kerigma
cristológico.
b. Mateo.
Para comprender la cristología
mateana, se debe atender de entrada al lugar de
su teología como una especie de escuela de
catequistas y misioneros del cristianismo
primitivo, familiarizada con la tradición
doctrinal y la exégesis propia del judaísmo de
la época.
Si en el evangelio de Marcos hay un
fuerte acento en cuanto al ‘secreto mesiánico’,
en Mateo desaparece y los discípulos son
presentados en sentido de modelo y
orientación. Los títulos ‘Ungido’, ‘Rey’ e
‘Hijo de David’, se destacan necesariamente.
Pero el centro de este evangelio radica en la
cuestión mesiánica. Desde la prehistoria de
Jesús o preevangelio se intenta demostrar la
descendencia mesiánica de Jesús. Sólo Jesús
es el Mesías esperado, tal es la intención del
autor.
El título Hijo de David en Mateo
aparece nueve veces (en Mc y Lc tres). Así el
evangelista subraya el cumplimiento de las
esperanzas del pueblo judío en Jesús. Se
interpreta en el sentido de salvador
misericordioso, rey pacífico sin violencia. El
Jesús de Mateo como Hijo de David, llena las
expectativas del pueblo de Israel aunque en un
sentido puramente religioso.
Mateo considera todos los
acontecimientos desde la Resurrección de
Jesús y su entronización como una
instauración celeste. Jesús es el intérprete
autoritativo que da cumplimiento y perfección
a la ley. Los portentos y prodigios realizados
responden a la realidad nueva del Reinado de
Dios. Su crítica a los fariseos manifiesta la
irresponsabilidad del grupo farisaico en la
vivencia y enseñanza de lo realmente
fundamental.
El uso del trato Kyrios, propio de la
comunidad helenística, es evocado por Mateo
a la misma vida terrena de Jesús. El Jesús de
Mateo en cuanto Cristo que es, habla un
lenguaje elevado. En los relatos de la pasión
hay rasgos de grandeza, la sepultura y la
pascua confirman la visión de gloria y de
poder propios de Jesús.
Algunos piensan que la intención de
Mateo por su tipología y estructura es la de
escribir un Pentateuco cristiano, por el hecho
de los cinco grandes discursos que articulan su
evangelio tienen un sentido simbólico e
indican la superación y cumplimiento de la
antigua ley (B W Bacon, 1930). Las críticas
acerca de dicha posición son muy
discrepantes.
El Cristo de Mateo no es tanto Moisés
que ha venido en calidad de Mesías, cuanto el
Mesías, Hijo de hombre, Emmanuel, que
asume también la función liberadora de
Moisés. La cristología mateana inicia su idea
de Jesucristo, figura singular e irrepetible, se
adentra en ella con los ojos de la fe, emplea
todos los recursos que el AT y el judaísmo
ponen a su servicio con la intención de
perfilarla e iluminarla.
Presentada en un esbozo esquemático
la cristología mateana, se puede ver que no se
diferencia mucho en su contenido de la de
Marcos, ambas coinciden en la confesión de
Jesucristo como Hijo de Dios. La presentación
de Mateo denota un mayor influjo del
judaísmo y la cuestión mesiánica es el meollo
del evangelio, tema propuesto por la escuela
mateana a ser aclarado bajo los presupuestos
del AT, aunque la respuesta sea
eminentemente cristiana. Con interés
catequético descubre más claramente el
misterio del Jesús terreno, además subraya su
grandeza y dignidad con un énfasis que está
sobre la base de la fe pospascual.
c. Lucas.
Dos notas distintivas se enfatizan para
comprender de entrada la cristología lucana: la
concepción fundamental de la historia de la
salvación y la apertura al pensamiento
helenístico.
Con estas consideraciones previas, las
fórmulas cristológicas de Lucas dependen
esencialmente de la tradición a su vez recibida
y no conllevan un alcance cristológico
decisivo. Es acertado mirarlas en conjunto con
su segundo libro: Hechos de los apóstoles. No
hay nada relevante sobre la cristología del Hijo
del hombre como está en Marcos, ni del Hijo
de David como está en Mateo. Se prefiere
acentuar el carácter histórico-salvífico de la
vida de Jesús, concediendo un valor por sí
mismo a la vida pública de Jesús y una gran
importancia a la acción curativa. La actuación
de Jesús está caracterizada por su unción con
el Espíritu Santo y la fuerza, tanto que después
de su exaltación la comunidad cristiana y la
Iglesia vive el tiempo del Espíritu.
El kerigma de la predicación lucana es
de línea historico-salvífica, es el tiempo en el
que Jesús el Ungido del Señor, en virtud del
Espíritu recibido, predica el Reino de Dios,
trae a los pecadores la misericordia divina,
cura las enfermedades, destruye el poder del
mal y prepara la era de la Iglesia. Esa
actuación terrena de Jesús hasta su pasión es el
tiempo fundamental de la predicación y la
salvación, su camino hacia la gloria pasando
por la pasión es el paradigma de la salvación
para todos los hombres.
Hay una línea señorial y otra profética.
En Lucas la visión de profeta con la cual es
mirado Jesús posee características no
encontradas en los dos primeros sinópticos.
Aunque se ha considerado a Lucas
como un eminente helenista, su cristología
tiene una gran analogía con el pensamiento
veterotestamentario y judío, mayor de lo que
podía esperarse, además de sus admirables
conocimientos de la Escritura especialmente
de los LXX.
Las singulares parábolas del capítulo
15 de Lucas constituyen la médula dorsal del
evangelio y son el logro más fascinante para
exponer la noción de misericordia que ha
alcanzado Lucas. Jesús se presenta en esta
teología lucana como un médico divino, que es
auxilio de los hombres, bienhechor divino, con
su misericordia Dios se deja ver en él y se
acerca a los hombres. Me impresiona su
humanidad y su expresivo sentido social.
Dentro de estos rasgos típicos Lucas presta
una atención singular a las mujeres.
 Se ve que Jesús es el único conductor
hacia la vida que abre el camino de la
salvación y que, del mismo modo, es el
modelo humano que se debe seguir.
Generalmente para Lucas lo fundamental
consiste no en los predicados, sino en la
confesión que hay detrás de ellos y la figura de
Jesús entendida y asumida en su totalidad.
Finalmente, para concluir la síntesis
de este tercer capítulo, vemos que los tres
evangelios sinópticos desde la cristología
hacen referencia a los dos modos de
existencia: el Jesús terreno y el Cristo
exaltado, dentro de una relación indisoluble de
unidad y tensión.
4. La cristología desarrollada.
a. Para acercarnos a una cristología de
la preexistencia, existencia y exaltación, se
debe atender con cuidado y profundidad uno
de los textos más estudiados y discutidos de
todo el NT: Flp 2, 6-11. Dicho texto nos ofrece
una configuración completa, verifica los tres
modos del ser de Cristo: preexistencia, vida
terrena y exaltación pascual. Es un himno
según parece muy primitivo y desarrollado de
la Iglesia más temprana y nos permite conocer
en hondura una cristología íntegra. Este pasaje
nos enfrenta con serios problemas de
estructura, conceptos, composición, origen y
trasfondo. De entrada, la discusión se ocupa en
el origen prepaulino o inclusive paulino del
himno. La posición con mayor aceptación es
su origen prepaulino, que Pablo encontró ya en
el cristianismo antiguo y que los círculos del
judeocristianismo antes de Pablo cantaban.
No es difícil percibir la intención dei
himno al mostrarnos que la entrega de la
existencia terrena a la muerte queda superada
por Cristo salvador, en el himno se unen
cristología y soteriología. El acontecimiento
Cristo alabado en el himno de esta pieza de
Filipenses es el gran acontecimiento de la
salvación para los que creen en Cristo. Se halla
en su interior la idea de la preexistencia
paralela a la que utiliza Juan en su célebre
prólogo: Cristo poseía antes de su encarnación
la doxa divina y la recupera en su exaltación.
El himno sigue la secuencia del plan
histórico-salvífico. En confrontación con el
mundo pagano-helenístico que circundó al
cristianismo naciente, el himno revela un
trasfondo teológico e histórico religioso, a
pesar de las diferentes influencias en los
términos elegidos para el himno, resuenan
ideas heterogéneas. Mientras en una historia
comparada de las religiones se piensa en un
relevante paralelismo entre el himno de Flp 2,
6-11 y el mito gnóstico del redentor en su
clásico esquema descenso-ascenso, la teología
bíblica detrás de dicho himno ve la estructura
del poema del Siervo de YHWH Is 52, 13-53,
12, puesto que al parecer el origen del himno
ha de buscarse en la comunidad palestinense.
Pese a todas las posiciones encontradas,
diversas e incluso, contradictorias, en el himno
de Flp 2, 6-11 se percibe una gran fuerza
integradora del cristianismo primitivo en su
intento confiado por recoger ideas del AT, de
la reflexión judeo helenística y del contorno
pagano, las ajusta y las acomoda al interior de
su propia y original confesión cristiana. A fin
de cuentas, con este himno vemos un
testimonio evidente de la rapidez con la cual la
Iglesia primitiva alcanzó una configuración
cristológica integral y muy completa, tocante
a los aspectos modales de la vida de Cristo
mirada en una perspectiva histórico-salvífica.
b. Pilares de la cristología paulina.
Indudable es el peso representativo de
la cristología paulina en el contexto decisivo
del NT. En Pablo se percibe claramente un
avance propio en cuanto al Misterio de Jesús,
su interés se centra, sobre todo, en el dato
teológico de la cruz y de la Resurrección, a
diferencia clara de los sinópticos, como traté
de reseñarlos arriba, los cuales acentuaban la
actuación terrena de Jesús desde la
retrospectiva pascual. A Pablo le interesa vivir
y saber que este Jesús que murió en la cruz y
fue resucitado por Dios, es la recapitulación
salvadora de Dios en la historia humana. Pablo
en persona ha conocido el camino de la
salvación gracias a la libertad concedida por la
fe, opuesta a la justicia subyugante de la ley;
desde ahí desarrolla una teología de la cruz
como criterio siempre válido a la hora del
kerigma o anuncio del evangelio. Esa teología
de la cruz muestra cómo la cruz del Mesías
crucificado se alza en la historia como hazaña
escandalosa, pero según el plan salvífico de
Dios, sólo así pueden los hombres salvarse, no
por sabiduría y gloria propia, sino por la fe, la
justicia y la misericordia de Dios.
Cruz y Resurrección son inseparables
en la cristología paulina. Desde su bautismo
los cristianos son introducidos en el evento de
la cruz y la resurrección del Mesías exaltado.
La cristología paulina enfocando todo esto a
partir de aquel lugar, lleva consigo una fuerte
visión soteriológica y, en definitiva, constituye
la respuesta al problema de la comprensión
existencial y de la salvación humana.
Junto con la experiencia de Jesús
como el Mesías resucitado y viviente a pesar
de su muerte en cruz, Pablo ha podido
descubrir al mismo Jesucristo como Hijo de
Dios a quien el Padre quiere y entregó por la
salud de todo el género humano. A propósito,
cuando Pablo alude al título de Hijo de Dios,
piensa en el Hijo único y querido de Dios que
realiza su tarea de salvación en la entrega
amorosa de su vida por los hombres
llevándolos así a su propia gloria de Hijo y a
la gloria del Padre. De otro lado el título
Kyrios en la cristología paulina implica la
unión dichosa con él mirando siempre a la
parusía. El Kyrios existe para Pablo en un
modo de existencia pneumático o espiritual
que abraza a los creyentes llamándolos a su
servicio.
Lo más fascinante de Pablo lo
encontramos en el modo como él ha
introducido a Cristo en la historia de la
humanidad, no en vano algunos han tenido la
osadía de llegar a afirmar que el cristianismo
es obra de Pablo de Tarso, a pesar de esto
Pablo ha realizado del hecho real, histórico y
auténtico de Jesucristo, el vértice central de
toda relación entre Dios y los hombres, el
principio y fin de toda salvación, el prototipo
de la nueva humanidad.
c. Cristología joánica.
Encontramos en la cristología joánica
el más refinado alcance de la evolución
cristológica del NT con una gran profundidad
de pensamiento y unidad admirables. Es la
más clara exposición de la idea de la
encarnación que desarrolla en su prólogo al
cual aludía antes. El Logos asume completa y
totalmente la existencia humana sin dejar de
ser Logos. Hay una estrecha relación entre la
exaltación de la cruz con la glorificación en su
preexistencia. Son los signos en su vida terrena
los testimonios reveladores de su gloria.
El evangelio de Juan se escribió para
que los lectores y oyentes crean a partir de los
signos, que Jesús es el verdadero Mesías, el
Hijo de Dios. Por eso el Jesús joánico es un
Jesús revelador que lleva consigo la salvación
y la vida del Padre. Para tal fin Juan se vale de
una modalidad de cristología funcional más
que esencialista.
Algunos elementos como la tradición
sinóptica sobre el Hijo del hombre, el midrás
judeocristiano y algunas ideas joánicas
originales, se han entremezclado en una
consciente elaboración teológica del cuarto
evangelista y se han desarrollado hasta crear
una cristología del Hijo del hombre
completamente propia. En el cuarto evangelio,
por ejemplo, se encuentra la figura del
denominado Paráclito con rasgos personales,
el cual permite a los discípulos interpretar la
revelación y acción salvadora de Jesús como
un hecho histórico verificado, un obrar
siempre actual, comunicándose cada día. La
intención joánica se orienta al acontecimiento
salvífico y no a una disertación acerca de la
naturaleza divina, procurando comprender la
veritas salutis dada en Cristo.
5. Elaboración cristológica posterior.
Si bien con todo este largo recorrido
que se ha hecho hemos visto cómo la cumbre
más desarrollada de la cristología
neotestamentaria la tiene la cristología paulina
y joánica, hay también otras modalidades, que
antes de concluir esta síntesis, no se deben
pasar de largo, pues presentan propiamente la
fe común.
a. La carta primera de Pedro y las
cartas pastorales son muy próximas a los
círculos paulinos, no obstante, el nombre de
aquella puede acusar un pensamiento pretino.
Quiere ser un escrito catequético sobre el
bautismo, destinado a animar a los neófitos y
recién convertidos. El postulado histórico
salvífico de esta carta fluctúa entre el designio
eterno de Dios, las promesas del AT y el
cumplimiento de la salvación en Jesucristo,
entre la vocación actual y la glorificación
futura.
La cristología de 1 Pe aprovecha las
riquezas de la cristología ya elaborada, de la
cual he procurado presentar una síntesis
apropiada, y trata de ser un testimonio de
cómo la celebración bautismal y del culto
favoreció prominentemente a configurar un
lenguaje que reúne las principales
afirmaciones cristológicas dando un panorama
sobre la vida gloriosa de Jesús.
La concepción de una epifanía de
Cristo al final de los tiempos ronda las cartas
pastorales. En Cristo Jesús ha brillado la
encarnación y brillará en la pasión la gloria,
grandeza y bondad de Dios, es por tanto una
teología de la gloria. La obra salvadora de
Jesús el Cristo posee en las cartas pastorales
una idea de mediación salvífica. Es por ello
por lo que la cristología de estas cartas ofrece
al mundo helenístico una figura gloriosa de
Cristo en la que se cumplen todos los deseos
de salvación, inmortalidad y vida.
b. La carta a los Hebreos.
Su autor es un destacado teólogo de
cristianismo primitivo con una fina redacción
griega. Ofrece concretamente una cristología
sacerdotal, el Hijo es el enviado y mediador de
Dios que se ha ofrecido como el sacrificio
perfecto y agradable. Hay una clara unidad
entre la imagen de Jesús como Hijo y Sumo
sacerdote. Los razonamientos sobre Cristo
Sumo sacerdote que conduce a su pueblo hasta
el santuario celeste, revitaliza la fe y la
esperanza, haciéndolas más firmes para el
amor.
En esta cristología sacerdotal, en la
que Jesús se revela gloriosamente por su
sacrificio vicario, la parusía pasa a un segundo
nivel cristológico, aunque continúa la tensión
entre la posesión de la salvación y su espera,
entre la promesa y la plenitud salvífica.
c. Cristo en el Apocalipsis de Juan.
El Apocalipsis es el único libro de
características proféticas de todo el NT, así la
imagen de Cristo se detalla mediante figuras
por elementos simbólicos y escenas
dramáticas. Es una obra de liturgia pascual, lo
que puede percibirse en sus himnos, esquemas
y cifras, doxologías y títulos dignatarios. A
propósito de los títulos cristológicos tres son
los que denotan a Jesús: Testigo fiel,
primogénito de los muertos y Señor de los
señores de la tierra.
Este libro plantea una cristología de
exaltación en clave funcional o histórico
salvífica. Al hacer una lectura de él se percibe
un vínculo entre la visión del Hijo del hombre
del libro de Daniel (LXX) y la aparición
gloriosa propia del mismo Apocalipsis. El
libro del Apocalipsis constata originalmente
que Cristo es el vencedor de los últimos
tiempos. Tal afirmación se apoya en la
descripción de la parusía. Esa victoria de
Cristo, cósmica y escatológica, está ya
prefigurada hace tiempo.
Su cristología cósmica hace una
teología que comprende la creación, la
redención y la consumación de Cristo como
Señor absoluto de la historia humana. Con esta
visión Cristo adquiere en la perspectiva del
Apocalipsis la plena dignidad divina en el
culto de su comunidad. Cuando la asamblea o
la Iglesia celebra a su Señor, es plena y es la confesión que el Jesús histórico es
consciente de estar adorando a Dios mismo. también el Cristo de la fe pascual.

d. Unidad de la cristología del NT.

Al rastrear finalmente los diversos
textos del NT, se pueden encontrar muchas
afirmaciones, títulos, fórmulas de fe,
confesiones litúrgicas, símbolos, cánticos e
himnos que cada escritor presenta a raíz de su
experiencia cristológica de fe y la de su
comunidad, enriquecida a su vez, por una
lectura del AT, desde la persona de Jesucristo.
Con tal diversidad puede hablarse de una o de
la cristología del NT, sería por supuesto un
interrogante que debería aparecer. Con todo, el
planteamiento desde una óptica
critico/literaria, nos sugiere hablar en plural:
cristologías. Pero la unidad de la cristología
neotestamentaria no ha de ser buscada en la
superficie de los textos, sino en su interior.

La unidad se encuentra en el hecho

originario que funda la cristología: La
resurrección de Jesús. Es un camino de ida y
vuelta. No hay razón suficiente de peso para
hablar de sesgos en el trayecto continuo de la
elaboración neotestamentaria de la cristología,
antes bien como los teólogos escritores de todo
el NT son creyentes, esto nos da la posibilidad
de intentar con firmeza establecer un principio
de continuidad. Los títulos aún en su variedad
tienen lugar de acuerdo con el contexto
histórico, pese a que su sentido y significación
haya experimentado un cambio.

La Iglesia primitiva se sostiene sobre

dos ejes cristológicos fundamentales: La
Resurrección y la Parusía. Pablo es un testigo
incuestionable pues todos sus escritos son las
primeras e inmediatas fuentes cristológicas a
las que se debe acudir y admirablemente es
una cristología vastamente desarrollada.

La experiencia del crucificado-

resucitado, es el hecho que marca
definitivamente a la luz de la contemplación
de la actuación terrena de Jesús por el reflejo
de la fe pascual, el largo alcance de toda
cristología del NT. La confesión de Jesucristo