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A LA PRESIDENTA DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS

A LOS DIPUTADOS DE LA XV LEGISLATURA

Los que firmamos este escrito hemos tenido el alto honor de representar al pueblo
español en las Cortes Generales a lo largo de los cuarenta y seis años de nuestra
democracia y de sus catorce legislaturas. Hemos sentido al Parlamento como la casa
del diálogo y de la deliberación al servicio de los españoles. En todo este largo tiempo
el castellano, “lengua oficial del Estado”, ha sido la lengua en la que hemos dialogado,
hemos debatido y hemos cumplido nuestra misión. Lo hemos hecho con total
normalidad, ya que el castellano es nuestra lengua común, la lengua en la que todos
los españoles, sean vascos, andaluces, castellanos, catalanes, extremeños, nos
entendemos en nuestra vida cotidiana en todos los lugares de España. Ningún español
necesita de intérprete cuando habla con otro español.
Por eso nos ha causado gran estupor y mayor consternación la iniciativa de pretender
modificar los usos de la Cámara, convirtiéndola en una institución plurilingüe. Ese
cambio quiere llevarse a cabo, además, de manera escandalosamente precipitada y
con el quebranto de una regla de oro del parlamentarismo demoliberal: que las
modificaciones del Reglamento, al ser las normas que establecen las reglas de juego de
la institución, han de contar con un amplio acuerdo de los grupos parlamentarios,
como siempre ha sucedido. La pretensión de que la mitad de la Cámara imponga una
reforma de tal calado es un trágala inaceptable, una verdadera ruptura de las reglas
propias de cualquier sistema democrático.
Queremos expresar nuestro más firme rechazo a una reforma del Reglamento que
contradice la Constitución, no se adecua a nuestra realidad lingüística y no es
razonable.
España es una comunidad lingüística con una lengua común (el castellano o español) y
con una variedad de lenguas habladas en unas determinadas partes de esa comunidad.
Esta y no otra es la incontestable realidad lingüística de España. La pluralidad de
lenguas habladas en nuestro territorio es, claro está, una riqueza cultural, que todos los
españoles apreciamos y nos importa preservar. Pero nuestra mayor riqueza es que
poseemos una lengua común, en la que nos entendemos todos los españoles sin
excepción.
A esta realidad lingüística responde certeramente el modelo establecido por nuestra
Constitución. Por ello, la lengua común es la única “lengua oficial del Estado”, cuyo
“deber de conocerla y derecho a usarla” proclama en su artículo 3. Las demás lenguas
“serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con
sus Estatutos”. Pero, en ningún caso, son “lenguas cooficiales” del Estado, por lo que no
tiene soporte constitucional su uso en el órgano que representa la soberanía nacional.
La verdadera intención de sus promotores es negar la condición del castellano como
lengua común de los españoles. Los diputados tendrían que utilizar el casco o el
pinganillo para entenderse entre ellos. Esa sería la nueva imagen de la Cámara,
alejando la política de la vida normal de los españoles.
Por todo ello, exhortamos a los diputados de la XV legislatura a que, con sentido de la
responsabilidad y por el bien de nuestra convivencia, rechacen una iniciativa, en virtud
de la cual el Congreso cambiaría su naturaleza y produciría una grave mutación
constitucional, encaminada a su transformación hacia una “realidad plurinacional”.
Quienes firmamos este escrito no nos pondríamos nunca un pinganillo para poder
dialogar con un compatriota, pudiendo hacerlo en la lengua común de ambos, que es
la lengua de todos los españoles.
Madrid,…. Septiembre de 2023

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