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Íbico Rojas2
Resumen
En el presente trabajo tratamos de esclarecer la naturaleza específica de la
lengua y de la escritura, así como de los procesos de producción y percep-
ción de cada uno de estos dos sistemas de signos, con la finalidad evidenciar
que se trata de dos sistemas de comunicación, marcadamente, diferentes;
que no son biunívocos ni isomórficos. Por lo que, el conocimiento de dichos
sistemas y el desarrollo de las habilidades comunicativas, tanto verbales
como escriturales, requieren procesos de aprendizaje diferenciados y, funda-
mentalmente, el compromiso de las personas interesadas.
Palabras clave: Lengua, gramática, escritura, ortografía, comunicación,
transmisión.
Abstract
In this paper we try to clarify the specific nature of language and writing, as
well as production and perception processes of each of these two systems of
signs, in order to demonstrate that these are two communication systems
markedly different; they are not isomorphic. Therefore, knowledge of these
systems and the development of both verbal and written communication
skills require differentiated learning processes and, most importantly, the
commitment of the persons involved.
1
Este artículo fue publicado en la revista Educiencia, año II, n.° 2, julio-diciembre 2015, pág. 101-
123. Lima: Unidad de Posgrado de la Facultad de Educación de la UNMSM.
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Master of Arts en Lingüística. Docente en la Unidad de Educación de la Escuela de Posgrado de la
UNMSM. Dirección electrónica: ibico.rojas@gmail.com
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1 NO TODO ES LENGUAJE
En las gramáticas de antigua raigambre se entendía que el lenguaje podía manifestarse
en forma oral, escrita y mímica (o gestual), por lo que se hablaba de un «lenguaje oral»,
un «lenguaje escrito» y un «lenguaje mímico». Lo que hace suponer que tal vez se par-
tía del supuesto (nunca explicitado en dichas obras) de que el lenguaje era una facultad
mental que se expresaba por vías diferentes y con recursos diversos. Pero el problema
conceptual se complicó aún más. Los estudiosos afiliados a la semiótica de la significa-
ción, retomaron otra vieja idea, según la cual el lenguaje era todo lo que le servía al
hombre para comunicarse, y sin una noción clara acerca de la comunicación, se dedica-
ron a estudiar el lenguaje de la moda, de los autos, del cine, de la música, de los hela-
dos, de las comidas y, por supuesto, del lenguaje corporal, de los ojos, de las flores, de
los animales, de los cerros y en el campo de la informática se comenzó a hablar del len-
guaje de máquinas3. Así la polisemia del término lenguaje resultó desbordante.
Los lingüistas debieron hacer un gran esfuerzo para definir su objeto de estudio lla-
mado lengua. A principios del siglo pasado, Saussure ([1916]1967), considerado como
el padre de la lingüística moderna, marcó el derrotero al destacar las características más
notables de los signos que configuran este instrumento de comunicación: arbitrariedad,
linealidad, oralidad y variabilidad. Al finalizar los años cuarenta, André Martinet (1949)
señaló por primera vez lo que llamó la «doble articulación»4, como característica deter-
minante del lenguaje. Idea que desarrolló casi veinte años después (Martinet 1968). Se
refirió entonces a que el lenguaje es doblemente articulable o segmentable: en primer
lugar, en «unidades significativas», es decir, que expresan algún significado; y, en se-
gundo lugar, en «unidades no significativas», por cuanto carecen de significado en sí
mismas.
Al efectuar la primera articulación, el discurso, que es la máxima entidad significati-
va, queda dividido en oraciones; estas, en sintagmas; los sintagmas son segmentados en
palabras; y estas, en morfemas. El morfema es la unidad significativa mínima o el signo
lingüístico mínimo. Mediante la segunda articulación, se identifican las unidades no sig-
nificativas: la sílaba, el fonema/fono y el rasgo fonémico5.
La gramática generativa permitió destacar la existencia de otra característica especí-
fica del lenguaje: su innatitud. Cuando Chomsky, al promediar el siglo pasado, recusó la
idea defendida por los conductistas, acerca de que los niños aprendían su lengua mater-
3
La semiótica de la significación, en pleno siglo XX, siguió este derrotero, sin ningún reparo. Más
bien incorporó otros hechos como supuestos lenguajes, muy diferentes de lo que por antonomasia se
conoce como lenguaje.
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A la que, hoy, algunos lingüistas prefieren llamar «dualidad».
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Los rasgos fonémicos son unas unidades más pequeñas, no secuenciales, que se producen en forma
concomitante y que, según Saussure, son unos “elementos diferenciales” que constituyen los fone-
mas. Esta idea se repite en los Principios fonológicos de Trubetzkoy ([1939]1973). Roman Jakobson
la desarrolló plenamente en 1938 y la publicó en 1962. Aquí les damos el nombre de «rasgos fonémi-
cos»? (ver Rojas 2014: 120-129). Jakobson (1962), desde 1938, los llamó rasgos distintivos (distintive
features). Preferimos llamarlos «rasgos fonémicos» porque se trata de características diferenciales
propias de los fonemas y de sus realizaciones; mientras que el carácter distintivo es común a todas las
entidades lingüísticas.
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En El origen del hombre, Charles Darwin ([1871]2005: 108) afirma que «el hombre tiene tenden-
cia instintiva a habar».
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En alguna clase, de sus célebres cursos de lingüística general (1907-1911), en la Universidad de
Ginebra, Saussure ([1916]1967: 51-52) decía que «el ejercicio del leguaje se apoya en una facultad
que nos da la naturaleza». Antes, en 1891, había manifestado la idea de que la facultad de hablar es
un «instinto humano» (2002: 131) (Ver Rojas 2014: 35-39).
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En la actualidad, se calcula que hay 6000 comunidades idiomáticas, es decir, 6000 lenguas, de las
cuales 2500 se encuentran en estado de riesgo, lo que significa que podrían ser desactivadas a lo largo
del presente siglo.
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ta el fonema /b/).
A todo esto, hay que agregar que la «lengua» y la «escritura» son dos instrumentos
de comunicación de naturaleza y formas muy diferenciadas. La lengua se expresa sobre
una materia fónica (u onda sonora) configurada como «signos verbales» y la escritura
sobre la base de trazos gráficos hechos con diferentes sustancias: carbón, tinta, tóner,
mármol, bronce, etc., que dan forma a «signos escriturales». Por consiguiente, la lengua
y la escritura, en general, no son sistemas isomórficos y sus usos son apropiados para
procesos comunicativos alternos.
Así como la lengua es el instrumento por antonomasia para la comunicación interper-
sonal directa, la escritura lo es para la comunicación interpersonal a distancia y aunque
ambos procesos comunicativos presentan los mismos elementos objetivos, estos no son
iguales. Algunos rasgos son radicalmente diferentes. Lo que se puede observar en forma
abreviada en el cuadro adjunto.
3.1 La lengua
Desde mediados del siglo pasado, se evidenció que los seres humanos nacemos con una
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En ciertos momentos, Saussure ([1916]1967) habló de una lengua interna, síquica, conformada por
las acuñaciones mentales, que poseen todos los miembros de una comunidad idiomática, correspon -
dientes a las entidades del sistema sonoro que usan para la comunicación. Chomsky (1965) afirma
que la performance es el proceso por el que un individuo hace uso de su lengua. Lo que hace suponer
que esta es de carácter mental en oposición al producto de la actuación que es fónico. Sin embargo,
ha prevalecido la denominación de lengua para referirse en general al instrumento de comunicación.
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La retroalimentación es un concepto desarrollado en la cibernética (Wiener 1976[1966]) y se refie-
re al proceso transmisivo −unidireccional−, que consiste en la emisión de señales informativas (eléc-
tricas) de retorno, que van del destino a la fuente de información. Frecuentemente, se confunde con
«respuesta». Lo cual es inapropiado porque una respuesta verbal se sustenta en la producción de sig-
nos lingüísticos y no de señales informativas.
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3.2 La escritura
En el mundo moderno existen muchas escrituras que, por cierto, no se estructuran de la
misma forma. Entre las llamadas «escrituras glotográficas» (las que se relacionan con
las diferentes unidades de las lenguas), la castellana es una «escritura fonemográfica»,
en la que se trata de representar cada «fonema» de la lengua con una «grafía» (o letra);
sin que la correspondencia entre ambos elementos −como ya hemos visto− llegue a ser
biunívoca. No obstante, es notable en el mundo hispanófono, por lo que se suele decir
que la lengua castellana es una «lengua fonológica». La inglesa y la francesa son, mar-
cadamente, menos fonológicas.
En términos generales, se puede afirmar que una escritura glotográfica es un sistema
de comunicación de carácter durativo constituido por signos gráficos que guardan rela-
ción con las unidades de una lengua determinada (morfemas: escritura morfemográfica,
sílabas: escritura silabográfica o fonemas: escritura fonemográfica). En el ámbito hispa-
nófono, dichos signos son conformados por unas unidades gráficas mínimas, no signifi-
cativas, llamadas «grafías» (las letras del abecedario)11. Una grafía por lo general es un
trazo gráfico, con una forma predeterminada, hecho con carbón, tinta, tóner 12, etc., que
por lo general representa un fonema de la lengua castellana. Un conjunto de grafías que
expresa un significado constituye un signo gráfico, al que llamamos con más propiedad
«signo escritural»13 y cuyo uso correcto está regulado por una ortografía (y no por una
gramática). Las reglas ortográficas son válidas para la escritura y no para el habla o a la
11
Las escrituras fonemográficas se basan en el principio económico de las lenguas: generar un con-
junto infinito de oraciones a partir de un conjunto finito de unidades mínimas.
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En ciertas ocasiones las grafías se hacen mediante incisiones en madera, piedra o metal. También
en alto relieve.
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El mensaje escritural presenta además algunos rasgos específicos, que intentamos re-
saltar brevemente:
a) En relación con la naturaleza de la escritura, se observa lo siguiente:
– Grafismo. La materia básica de la escritura es el carbón, la tiza, la tinta, el tóner,
materiales con los que se hacen los trazos de las grafías sobre un determinado ca-
nal o soporte (papel, tela, vidrio o láminas plásticas). Estos trazos son manuales
con lápiz, lapicero o plumón, pero también son hechos mediante artefactos técni-
cos: una máquina de escribir, una computadora y una impresora (de escritorio o de
gran formato), en la que la impresión se hace a partir de los textos elaborados en
una computadora.
– Linealidad. En los signos escriturales las grafías son producidas en forma secuen-
cial, una a continuación de otra; por lo que adquieren un carácter lineal. Las gra-
fías son las unidades mínimas de la escritura, en las que no hay concurrencia y se-
cuencialidad como en la cadena fónica. Esto quiere decir que los signos escritura-
les son unidimensionales, muy diferentes a los signos lingüísticos, a los iconos y a
los mensajes escultóricos.
– Durabilidad. En oposición a la evanescencia de los signos verbales, los signos es-
criturales son permanentes, porque son producidos con materiales impregnadores
(carbón, tinta o tóner) sobre soportes durables (papiro, papel, tela) o con incisio-
nes sobre materiales resistentes (cerámica, madera, piedra, metales). Las tablillas
de cerámica de la escritura cuneiforme tienen, aproximadamente cinco mil años y
los libros incunables, editados en las primeras imprentas, tienen más de cuatro-
cientos años y seguramente seguirán siendo leídos durante algunas centurias más.
– Expansividad. Desde los primeros manuscritos, la escritura evidenció su cualidad
transportable de un lugar a otro. Definitivamente los textos podían llegar hasta lu-
gares muy distantes. Los libros de los grandes pensadores griegos se difundieron
en el antiguo mundo árabe, donde Platón y Aristóteles gozaban de buena reputa-
ción. Por supuesto, desde sus orígenes, la escritura superó largamente los límites
temporoespaciales del habla. Hoy, con los avances de las tecnologías de la infor-
mación y la comunicación, los libros, revistas y periódicos circundan el mundo.
– Consistencia. Por la materia con que está hecho y por el tipo de soporte, el mensa-
je escritural es muy resistente y puede durar extensos períodos de tiempo. No es
afectado por los ruidos acústicos, pero sí por otros agentes físicos, por ejemplo,
por el fuego y después de cierto tiempo por la humedad, el óxido y las polillas. En
definitiva, la escritura es más consistente que el habla; por eso su trascendencia
temporal. Todavía falta saber cuánto tiempo dura un discurso o un mensaje oral,
grabado en un disco compacto o en una memoria USB.
– Estabilidad. Los sistemas escriturales por su naturaleza son más estables que los
verbales. En cada comunidad idiomática hay instituciones que asumen la respon-
sabilidad de trabajar en forma permanente por la estandarización de la escritura,
por encima de cualquier variedad dialectal. Y las ortografías recomendadas tien-
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den a variar muy poco y a largo plazo, a fin de mantener un buen nivel de comuni-
cación entre escribientes y lectores, tanto contemporáneos como de tiempos y
áreas dialectales diferentes. Lo que no priva, desde luego, que cada escribiente o
autor de textos puede cultivar un determinado estilo personal. Por otro lado, los
textos, manuscritos o impresos, en cuanto son concluidos por su autor (muchas
veces publicados), son inalterables. Nadie puede modificarlos, ni los autores; sal-
vo que escriban nuevos textos con las modificaciones y ampliaciones que estimen
convenientes, pero serán otros textos diferentes, igualmente, inmodificables.
– Redundancia. Dice Claude Shannon (1949) que la escritura inglesa es redundante
en un cincuenta por ciento. La castellana debe ser algo más. Pues como las escri-
turas fonemográficas reproducen en gran medida la estructuración de las unidades
de una lengua, inevitablemente reflejan la reiteración sistemática 16 de esta. Pero
además en la comunicación escritural, en particular en la literaria, la redundancia
es un recurso expresivo que consiste en la repetición de algunas entidades léxicas
con la finalidad deliberada de enfatizar o intensificar algunas significaciones poé-
ticas. En la escritura no literaria lo recomendable es evitar la redundancia, salvo
los casos en que la precisión y claridad expositiva lo justifiquen.
b) En relación con la estructura textual, los autores, por lo general, elaboran sus escritos
en forma de narración, descripción, exposición o diálogo. Hay que anotar, sin embar-
go, que los tipos de textos no son excluyentes, sino más bien complementarios. Lo
frecuente es que los textos no son exclusivamente narrativos o descriptivos. Por lo
que Jean-Michel Adam17 prefiere hablar de cinco «secuencias textuales»: narrativa,
descriptiva, argumentativa, explicativa y dialogística. Lista a la que se puede agregar
otra secuencia: instructiva. Caracterizada cada una de estas solo por el predominio de
un determinado tipo de secuencia. Es narrativa cuando la secuencia preminente es de
este tipo. Lo mismo ocurre con las otras secuencias.
c) Se observa también una relación entre los niveles de desarrollo cultural de los escri-
bientes y la adecuación textual. Por cierto, los textos no son socialmente homogé-
neos. Estos varían según se trate de una comunicación familiar (notas y cartas escri-
tas con mucha informalidad, sin rigor ortográfico), institucional (desde memorandos
hasta resoluciones o leyes, de acuerdo a formatos establecidos, con una ortografía
aceptable), académica (informes, artículos, monografías, ensayos y libros, escritos de
acuerdo a ciertas regulaciones formales y con un máximo de rigor ortográfico) o lite-
raria (artículos y libros escritos con un léxico particular, a veces innovador y con
muchas exploraciones sintácticas y semánticas, sugerentes y connotativas más que
denotativas); pero además cada uno de estos tipos de texto varían en relación con el
nivel cultural de los escribientes. Por lo regular, los que alcanzan un mayor nivel cul-
tural evidencian un uso más apropiado de las unidades significativas y de las regula-
ciones ortográficas, que redunda en la precisión y claridad expositiva y, desde luego,
en la eficacia comunicativa. Igualmente tienen la posibilidad de usar estilos diferen-
16
Reiteración que ya hemos anotado al referirnos a la redundancia de la lengua.
17
Ver Secuencia Textual. En http://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/diccio_ele/diccionario/
secuenciatextual.htm
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tes de acuerdo con el tipo de texto. Por el contrario los que se mantienen en bajos ni-
veles de desarrollo cultural presentan mayores deficiencias escriturales.
d) En relación con el entorno comunicativo, podemos observar otras características del
mensaje escritural:
− Adecuación de los registros. En los textos se refleja inevitablemente el nivel de
dominio escritural y los registros del autor, pero la elección de estos no está influi-
da por el entorno en que es producido el texto, sino por los supuestos lectores a
los que es dirigido este; ubicados en situaciones diversas. El lector debe recurrir a
los llamados contextos mentales para recrear las situaciones que se plantean en el
texto; por ejemplo, las de una novela o de un cuento. De tal manera que el mensa-
je escritural usualmente carece de circunstancialidad y espontaneidad situativa.
Aunque no es así en los mensajes personales o familiares.
– La falta de inmediatez de la retroalimentación. En la comunicación escrita, por
ser generalmente indirecta y unidireccional, la retroalimentación no se produce o
es retardada en ciertos casos. Debe recordarse que retroalimentación no significa
respuesta.
El repaso de todas estas características nos permite reafirmar que el habla y la escri-
tura no son dos sistemas de comunicación biunívocos e isomórficos; por el contrario,
son dos sistemas de comunicación diferentes y autónomos, aunque se vinculan mental-
mente –por ejemplo, cuando se lee en voz alta o cuando se copia un dictado−; que re-
quieren técnicas muy especializadas para su desarrollo. Es frecuente escuchar a perso-
nas que hablan bien y hasta muy bien, y no escriben con igual destreza. Otras, muy po-
cas, a la inversa. En las sociedades humanas modernas el ideal es lograr una buena ac-
tuación tanto en la comunicación verbal como en la escritural. Fin al que deseamos con-
tribuir alentando una mejor comprensión acerca de la naturaleza y funcionamiento de
ambos sistemas.
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