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LENGUA Y ESCRITURA

NO SON SISTEMAS BIUNÍVOCOS


NI ISOMÓRFICOS

LANGUAGE AND WRITING ARE NOT ISOMORPHIC SYSTEMS1

Íbico Rojas2

Resumen
En el presente trabajo tratamos de esclarecer la naturaleza específica de la
lengua y de la escritura, así como de los procesos de producción y percep-
ción de cada uno de estos dos sistemas de signos, con la finalidad evidenciar
que se trata de dos sistemas de comunicación, marcadamente, diferentes;
que no son biunívocos ni isomórficos. Por lo que, el conocimiento de dichos
sistemas y el desarrollo de las habilidades comunicativas, tanto verbales
como escriturales, requieren procesos de aprendizaje diferenciados y, funda-
mentalmente, el compromiso de las personas interesadas.
Palabras clave: Lengua, gramática, escritura, ortografía, comunicación,
transmisión.

Abstract
In this paper we try to clarify the specific nature of language and writing, as
well as production and perception processes of each of these two systems of
signs, in order to demonstrate that these are two communication systems
markedly different; they are not isomorphic. Therefore, knowledge of these
systems and the development of both verbal and written communication
skills require differentiated learning processes and, most importantly, the
commitment of the persons involved.

Keywords: Language, grammar, writing, orthography, communication,


transmission.

1
Este artículo fue publicado en la revista Educiencia, año II, n.° 2, julio-diciembre 2015, pág. 101-
123. Lima: Unidad de Posgrado de la Facultad de Educación de la UNMSM.
2
Master of Arts en Lingüística. Docente en la Unidad de Educación de la Escuela de Posgrado de la
UNMSM. Dirección electrónica: ibico.rojas@gmail.com
Íbico Rojas | 2

1 NO TODO ES LENGUAJE
En las gramáticas de antigua raigambre se entendía que el lenguaje podía manifestarse
en forma oral, escrita y mímica (o gestual), por lo que se hablaba de un «lenguaje oral»,
un «lenguaje escrito» y un «lenguaje mímico». Lo que hace suponer que tal vez se par-
tía del supuesto (nunca explicitado en dichas obras) de que el lenguaje era una facultad
mental que se expresaba por vías diferentes y con recursos diversos. Pero el problema
conceptual se complicó aún más. Los estudiosos afiliados a la semiótica de la significa-
ción, retomaron otra vieja idea, según la cual el lenguaje era todo lo que le servía al
hombre para comunicarse, y sin una noción clara acerca de la comunicación, se dedica-
ron a estudiar el lenguaje de la moda, de los autos, del cine, de la música, de los hela-
dos, de las comidas y, por supuesto, del lenguaje corporal, de los ojos, de las flores, de
los animales, de los cerros y en el campo de la informática se comenzó a hablar del len-
guaje de máquinas3. Así la polisemia del término lenguaje resultó desbordante.
Los lingüistas debieron hacer un gran esfuerzo para definir su objeto de estudio lla-
mado lengua. A principios del siglo pasado, Saussure ([1916]1967), considerado como
el padre de la lingüística moderna, marcó el derrotero al destacar las características más
notables de los signos que configuran este instrumento de comunicación: arbitrariedad,
linealidad, oralidad y variabilidad. Al finalizar los años cuarenta, André Martinet (1949)
señaló por primera vez lo que llamó la «doble articulación»4, como característica deter-
minante del lenguaje. Idea que desarrolló casi veinte años después (Martinet 1968). Se
refirió entonces a que el lenguaje es doblemente articulable o segmentable: en primer
lugar, en «unidades significativas», es decir, que expresan algún significado; y, en se-
gundo lugar, en «unidades no significativas», por cuanto carecen de significado en sí
mismas.
Al efectuar la primera articulación, el discurso, que es la máxima entidad significati-
va, queda dividido en oraciones; estas, en sintagmas; los sintagmas son segmentados en
palabras; y estas, en morfemas. El morfema es la unidad significativa mínima o el signo
lingüístico mínimo. Mediante la segunda articulación, se identifican las unidades no sig-
nificativas: la sílaba, el fonema/fono y el rasgo fonémico5.
La gramática generativa permitió destacar la existencia de otra característica especí-
fica del lenguaje: su innatitud. Cuando Chomsky, al promediar el siglo pasado, recusó la
idea defendida por los conductistas, acerca de que los niños aprendían su lengua mater-

3
La semiótica de la significación, en pleno siglo XX, siguió este derrotero, sin ningún reparo. Más
bien incorporó otros hechos como supuestos lenguajes, muy diferentes de lo que por antonomasia se
conoce como lenguaje.
4
A la que, hoy, algunos lingüistas prefieren llamar «dualidad».
5
Los rasgos fonémicos son unas unidades más pequeñas, no secuenciales, que se producen en forma
concomitante y que, según Saussure, son unos “elementos diferenciales” que constituyen los fone-
mas. Esta idea se repite en los Principios fonológicos de Trubetzkoy ([1939]1973). Roman Jakobson
la desarrolló plenamente en 1938 y la publicó en 1962. Aquí les damos el nombre de «rasgos fonémi-
cos»? (ver Rojas 2014: 120-129). Jakobson (1962), desde 1938, los llamó rasgos distintivos (distintive
features). Preferimos llamarlos «rasgos fonémicos» porque se trata de características diferenciales
propias de los fonemas y de sus realizaciones; mientras que el carácter distintivo es común a todas las
entidades lingüísticas.
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na por imitación; afirmó contrariamente, sobre la base de evidencias irrefutables, que


los niños logran un dominio gramatical de su lengua, un léxico muy amplio («A la edad
de seis años, los niños comprenden alrededor de 13 000 palabras», según Dronkers, Pi-
nker y Damasio 2000: 1170), una peculiar capacidad de crear palabras propias y de
comprender expresiones nuevas, en un período de tiempo relativamente breve, lo que
solo podía ocurrir si se contaba con la existencia de una facultad lingüística innata.
Como, antes, Darwin6 y Saussure7, Chomsky llegó a afirmar que nacemos para hablar,
gracias a un dispositivo mental; pero además dijo que tal dispositivo está provisto de
una gramática universal, que posibilita a todos los niños la adquisición de una o más
lenguas maternas durante los siete primeros años de edad. Todo lo cual ha sido confir-
mado por las investigaciones de neurocientíficos congnitivos, sicólogos evolutivos y
neurosicólogos, entre los que destacan Steven Pinker y Antonio Damasio.
La universalidad del lenguaje se fundamenta precisamente en la innatitud de la facul-
tad de hablar. Por lo que, con todos estos aportes, se puede concluir que las característi-
cas específicas del lenguaje son la innatitud, la universalidad y la doble articulación o
dualidad. Estos rasgos hacen del lenguaje un instrumento de comunicación único de la
humanidad.
Por lo que, podemos decir que el lenguaje es el instrumento universal de comunica-
ción, exclusivo de la humanidad, constituido por la emisión de signos verbales doble-
mente articulados. Para la lingüística, solo este instrumento es entendido como lenguaje.
Cualquier instrumento de comunicación que no responda a las características señaladas
no lo es. De esto se infiere que no todo lo que sirva para comunicar o transmitir infor-
mación es «lenguaje» y que el uso de este término en el habla popular o en otros cam-
pos de estudio, solo tiene un sentido figurado o metafórico, por lo cual no son objetos
de estudio de la lingüística.
Debemos precisar, asimismo, que la universalidad no implica homogeneidad. Por
cierto, todos los seres humanos no practicamos un lenguaje único, uniforme. Es eviden-
te que el lenguaje es multiforme, es heteróclito, como decía Saussure. Cada uno de los
diferentes grupos humanos que habitan el planeta Tierra le dan una forma particular y
cada uno de estos lenguajes particulares constituye lo que llamamos una lengua o idio-
ma8.
Por este carácter heteróclito, que implica carencia de regularidad funcional en todas
las comunidades hablantes, el lenguaje no fue considerado como el objeto de estudio de
la lingüística; y los lingüistas, desde Saussure ([1916]1967), debieron optar por la «len-

6
En El origen del hombre, Charles Darwin ([1871]2005: 108) afirma que «el hombre tiene tenden-
cia instintiva a habar».
7
En alguna clase, de sus célebres cursos de lingüística general (1907-1911), en la Universidad de
Ginebra, Saussure ([1916]1967: 51-52) decía que «el ejercicio del leguaje se apoya en una facultad
que nos da la naturaleza». Antes, en 1891, había manifestado la idea de que la facultad de hablar es
un «instinto humano» (2002: 131) (Ver Rojas 2014: 35-39).
8
En la actualidad, se calcula que hay 6000 comunidades idiomáticas, es decir, 6000 lenguas, de las
cuales 2500 se encuentran en estado de riesgo, lo que significa que podrían ser desactivadas a lo largo
del presente siglo.
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gua», entendida como un sistema de signos verbales, doblemente articulados, usado


para la comunicación por los miembros de un determinado grupo social.

2 COMUNICACIÓN VERBAL Y ESCRITURAL


Usualmente, se entiende por comunicación oral o verbal, la que se establece entre dos
personas, mediante el uso de una determinada lengua. Si están ubicadas en un mismo
ambiente, protagonizan una comunicación directa, sin el uso de medios de comunica-
ción masiva; aunque, a través de estos también se practica la comunicación verbal con
una difusión ilimitada, por ejemplo, a través de la radio y la televisión. Cuando se trata
de este medio, los mensajes además son icónicos y escriturales. La Internet ofrece a las
personas la posibilidad de comunicarse en forma indirecta y bidireccional, usando sig-
nos verbales, icónicos y escriturales. Mediante la imprenta, la comunicación solo es es-
critural e icónica. Aquí nos referiremos a la comunicación mediática solo en los casos
que sean necesarios.
Por cierto, la comunicación verbal, esto es, la puesta en común de los significados
mediante signos vocales, es una práctica antiquísima. Habría comenzado con la apari-
ción del lenguaje en el proceso evolutivo de la especie humana. Según evidencias ar-
queológicas, se calcula que, aproximadamente, hace quinientos mil años, posiblemente,
como resultado de algunas mutaciones genéticas, los nervios hipoglosos (XII par cra-
neano), que controlan los movimientos de la lengua en la articulación de la voz, habrían
alcanzado un notable desarrollo, a partir del cual, nuestros viejos ancestros pudieron
emitir, a diferencia de los chillidos, algunos sonidos vocales, articulados, con cierta es-
tabilidad y con intención comunicativa. Desde esa época, se habría iniciado un largo pe-
ríodo de prelenguaje, de aprendizaje de nuevos fonos concatenados, de palabras holísti-
cas y polisémicas, hasta el desarrollo de las primeras estructuras morfológicas y sintácti-
cas, hace más de treinta mil años.
Por entonces, la aparición de los cromañones, coincidente con otras mutaciones ge-
néticas, aceleró el desarrollo del lenguaje. Nuestros modernos ancestros, en sus prácti-
cas comunicativas más frecuentes, habrían acelerado la complejidad de las estructuras
fonológicas y sintácticas. Y sus incansables andaduras en diferentes direcciones, en bus-
ca de nuevos hábitats, crearon las condiciones para el surgimiento de formas diferentes
de hablar, de nuevas lenguas. Desde entonces hasta ahora, las lenguas siguen evolucio-
nando en estrecha relación con el dinamismo de las culturas modernas, hoy, acelerado
por las tecnologías de la información y la comunicación.
En lo que respecta a la escritura, la historia es más breve. En el campo de la gramato-
logía, la ciencia de la escritura, hay especialistas que, en lato sensu, consideran como
escritura todo conjunto de objetos materiales de carácter durativo, que pueden ser con-
servados por mucho tiempo y transportados a grandes distancias, lo que permite poner
en contacto a personas muy alejadas en el espacio y en el tiempo. Con este criterio am-
plio hablan de escrituras «semasiográficas», aquellas conformadas por objetos que no
tienen relación con las entidades de una lengua, y «glotográficas», que se estructuran a
partir de representaciones gráficas vinculadas a las unidades básicas de una lengua en
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particular. Entre las primeras son consideradas la pictográfica y la mitográfica. Su ori-


gen se remonta a principios del neolítico, cuando los trashumantes hombres de entonces
comenzaron a diseñar, con fines mágico-religiosos y nemónicos, figuras aisladas de ani-
males y de sí mismos, que después darían origen a la llamada escritura pictográfica, so-
bre la base de pictogramas. La mitográfica se basa en un conjunto de objetos con signi-
ficado metafórico que, requiere de expertos para descifrarlo, como podría ser el conjun-
to de presentes que envió Atahualpa a Pizarro: una camisa de plata y patos desollados;
que podría haber significado: si se van les daremos mucha plata, pero si se quedan, mo-
rirán desollados. Sin embargo, la mayoría de gramatólogos, entre ellos Sampson (1997),
consideran a estos instrumentos de comunicación solo como protoescrituras. Para ellos,
las verdaderas escrituras son las glotográficas.
Sobre la base de este criterio, se ha discutido y se sigue discutiendo sobre la inexis-
tencia de escrituras en las civilizaciones precolombinas. Sin embargo, hay quienes, con
criterio menos restrictivo, como Elizabeth Boone (1994: 14), que profundiza sus estu-
dios en la naturaleza de los registros precolombinos y sus relaciones con el dibujo y la
pintura, asimismo con el habla, la representación y la oralidad, proponen una definición
inclusiva de escritura, entendida como “la comunicación de ideas relativamente especí-
ficas de manera convencional por medio de marcas visibles y permanentes”.
Las escrituras glotográficas son creaciones, relativamente, recientes, que habrían co-
menzado a configurarse desde unos de trazos gráficos icónicos. Así habrían surgido las
escrituras morfemográficas (llamadas tradicionalmente idiográficas) en Mesopotamia,
Egipto y China, para registrar información que pudiera ser utilizada en otro momento y
en otro lugar con suma fidelidad. Con un objetivo igual, los primeros lingüistas lograron
identificar las unidades fónicas básicas de su lengua: sílabas y fonemas; y diseñar rasgos
gráficos relacionados con tales unidades. Genialidad que dio origen a los sistemas escri-
turales: a) silabográficos, en los que las unidades gráficas mínimas representan sílabas,
como en la escritura fenicia y árabe; y b) fonemográficos, cuyas unidades escriturales
mínimas, las grafías, corresponden a los fonemas, como en la escritura griega, latina,
francesa, castellana, etc. Queda claro entonces que la comunicación escritural es una in-
vención humana, cuya antigüedad no llega a los seis mil años y que no se sustenta en
una facultad mental innata, sino que se aprende. Esto quiere decir que la facultad mental
de la escritura se configura en los niños, a lo largo del proceso de aprendizaje lecto-es-
critural, en el que los profesores deben cumplir una función muy delicada.
La escritura castellana es fonemográfica, sin embargo, cada grafía no siempre corres-
ponde únicamente a un fonema de la lengua castellana. Por ejemplo, la grafía |c| repre-
senta el fonema /k/ cuando este aparece en posición anterior a los fonemas vocálicos /a/,
/o/, /u/:
/kasa/ →|casa|
/kosa/ →|cosa|
/kuna/ →|cuna|
Pero en el castellano latinoamericano la grafía |c| representa el fonema /s/ cuando
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este precede a los fonemas vocálicos anteriores /i/, /e/:


/sine/ →|cine|
/sena/ →|cena|
En el castellano peninsular, la grafía |c| representa el fonema /θ/ cuando este aparece
en posición anterior a los fonemas vocálicos anteriores /i/, /e/:
/θine/ → |cine|
/θelos/ → |celos|
A la inversa, no siempre un fonema castellano es representado por una misma grafía.
En el castellano latinoamericano el fonema /s/ es representado por las grafías |s|, |c|, |z| y
|x|:
/sano/ → |sano|
/sielo/ → |cielo|
/sapato/ → |zapato|
/silofono/ → |xilófono|
Los ejemplos anteriores muestran claramente que la correspondencia entre los 24 fo-
nemas de la lengua castellana y las 27 grafías y los dígrafos ch y ll, de la respectiva es-
critura, es muy variable.
Es evidente que no existe una correspondencia biunívoca entre las unidades fonológi-
cas de la lengua y las unidades grafémicas de la escritura castellanas. Esto, debido a que
la estructuración fonológica de un mensaje oral es definida por el sistema fonológico
mental de la lengua, mientras que la estructuración de los signos grafémicos es fijada
por las reglas ortográficas correspondientes.
Esto significa que el uso de la lengua es regulado por lo que, convencionalmente, lla-
mamos una «gramática» y que el uso de la escritura es regulado por la «ortografía» res-
pectiva. Dos sistemas reguladores completamente diferentes, por lo que no escribimos
como hablamos, ni hablamos como escribimos, tal como se puede observar en estos
otros ejemplos:
/noseoloxia/ → |gnoseología| o |noseología|
(el fonema /x/ es representado por la grafía j).
/toaʝa/ → |toalla|
(el fonema /ʝ/ es representado por la grafía y, como en yeso).
/taksi/ → |taxi|
(la grafía x, representa los fonemas /ks/).
/uniboka/ → |unívoca|
(la grafía v representa el fonema /b/ y la grafía c, el fonema /k/).
/koperatiba/ → |cooperativa|
(la grafía c representa el fonema /k/, el dígrafo -oo- representa el fonema /o/ y la grafía v represen-
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ta el fonema /b/).
A todo esto, hay que agregar que la «lengua» y la «escritura» son dos instrumentos
de comunicación de naturaleza y formas muy diferenciadas. La lengua se expresa sobre
una materia fónica (u onda sonora) configurada como «signos verbales» y la escritura
sobre la base de trazos gráficos hechos con diferentes sustancias: carbón, tinta, tóner,
mármol, bronce, etc., que dan forma a «signos escriturales». Por consiguiente, la lengua
y la escritura, en general, no son sistemas isomórficos y sus usos son apropiados para
procesos comunicativos alternos.
Así como la lengua es el instrumento por antonomasia para la comunicación interper-
sonal directa, la escritura lo es para la comunicación interpersonal a distancia y aunque
ambos procesos comunicativos presentan los mismos elementos objetivos, estos no son
iguales. Algunos rasgos son radicalmente diferentes. Lo que se puede observar en forma
abreviada en el cuadro adjunto.

COMUNICACIÓN VERBAL COMUNICACIÓN ESCRITURAL

El hablante, persona (indivi- El escribiente o autor, persona


EMISOR

dual o colectiva) que expresa (individual o colectiva) que ex-


sus «significados» mediante presa sus significados mediante
«signos verbales», fónicos. «signos escriturales», gráficos.
Constituido por «signos lin- Constituido por «signos escritu-
MENSAJE

güísticos» o verbales. Son la rales» propios de un sistema


manifestación de una lengua morfemográfico, silabográfico o
específica y son evanescen- fonemográfico. Son durativos.
tes.
Gramática Ortografía
CÓDIGO

El aire por el que se desplaza Todo soporte ambiental o técni-


CANAL

el mensaje y el sistema audi- co en el que pueda registrarse


tivo en la percepción de este. signos escriturales. El aire y la
vista, en la lectura.
Físico: Factores sonoros que Físico: El fuego, la humedad, la
perturban la buena percep- luz excesiva o los insectos que
ción de los signos verbales. afecten el material de la escritu-
RUIDO

Semántico: las fallas grama- ra o el canal.


ticales que perturban la bue- Semántico: los errores de re-
na comprensión de los enun- dacción y ortográficos que difi-
ciados verbales. cultan la comprensión.
La radio y la televisión, en la La imprenta, la Internet y, míni-
MEDIO

comunicación mediática. mamente, la televisión, en la co-


municación mediática.
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El oyente (individual o co- El lector (individual o colecti-


lectivo) que percibe y com- vo) que percibe y comprende los
DESTINATARIO prende los mensajes del ha- mensajes del autor.
blante.
Es intencional (en la comunica-
Es intencional (a quien se ción personal) y anónimo (en la
dirige el mensaje), ocasional comunicación mediática).
(el que percibe el mismo
mensaje en forma casual) y
anónimo (en la comunica-
ción mediática).
Entorno espacial y temporal, Entorno en el que el autor pro-
ENTORNO

en el que se produce el acto duce los mensajes escritos, que,


comunicativo directo, bidi- por lo general, no es igual al del
reccional y unidireccional. lector.

3 ¿LENGUA ORAL Y LENGUA ESCRITA?


Se repitió tanto tiempo las denominaciones de «lengua oral» y «lengua escrita» que
hasta hoy perdura dicha nomenclatura. Son muchos los libros de comunicación y de lin-
güística, destinados a la educación básica y a la universitaria, en los que, aun cuando se
evidencia que las llamadas «lengua oral» y «lengua escrita» −como lo hemos señalado
en líneas precedentes− son dos sistemas sígnicos de diferente naturaleza, se les sigue
dando el nombre común de lengua, obviando cuestiones elementales. En primer lugar,
la lengua, como instrumento de comunicación, por naturaleza es de carácter oral, fóni-
co; de tal manera que decir lengua oral es incidir en una redundancia innecesaria. Pues,
si es lengua es oral y no puede ser de otra índole 9. De tal manera que, para referirse a
este instrumento fónico, basta decir: lengua. En segundo lugar, si la escritura es de natu-
raleza gráfica, entonces ¿cómo puede ser al mismo tiempo lengua, que implica sonori-
dad? ¿Cómo se puede constituir un instrumento de comunicación de doble naturaleza,
gráfica y sonora al mismo tiempo? Desde luego, esto es improcedente; por lo que, decir:
lengua escrita es incurrir en una expresión contradictoria. La fórmula sencilla para evi-
tarla es decir simplemente: escritura, para referirse al instrumento de comunicación es-
tructurado sobre la base de grafías, de signos escriturales.
Adelantándonos a las dudas que pudieran subsistir, en el momento de la lectura de
las líneas siguientes, ampliamos y precisamos nuestras observaciones acerca de las ca-
racterísticas particulares del habla y de la escritura, con la finalidad de ayudar a ver con
más claridad la especificidad de cada uno de estos instrumentos de comunicación.

3.1 La lengua
Desde mediados del siglo pasado, se evidenció que los seres humanos nacemos con una

9
En ciertos momentos, Saussure ([1916]1967) habló de una lengua interna, síquica, conformada por
las acuñaciones mentales, que poseen todos los miembros de una comunidad idiomática, correspon -
dientes a las entidades del sistema sonoro que usan para la comunicación. Chomsky (1965) afirma
que la performance es el proceso por el que un individuo hace uso de su lengua. Lo que hace suponer
que esta es de carácter mental en oposición al producto de la actuación que es fónico. Sin embargo,
ha prevalecido la denominación de lengua para referirse en general al instrumento de comunicación.
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facultad lingüística, es decir, nacemos genéticamente programados para hablar y que


esta capacidad se desarrolla en la infancia. Asimismo, que en esta etapa crucial los niños
pueden aprender cualquier lengua, sobre la base de la gramática universal innata y no
solo una sino dos o tres en forma simultánea y apropiada. Si la adquisición de la lengua
materna no se produce en dicha etapa, la facultad lingüística se va reduciendo progresi-
vamente y puede atrofiarse por completo (como en el caso de las niñas lobo en la India
y del niño lobo en Francia). En términos normales, esta facultad mental es la que nos
permite adquirir una lengua y hablarla, la que, mediante una gramática generativa, nos
permite producir un conjunto infinito de oraciones a partir de un conjunto finito de uni-
dades mínimas. Se entiende entonces que todo acto de habla es la manifestación de una
lengua, de un sistema de signos lingüísticos utilizado por una comunidad idiomática
para expresarse y comunicarse; en otras palabras, todo mensaje oral es una emisión so-
nora que el hablante, al articularla, le confiere una forma apropiada para expresar los
significados que desea poner en común con su interlocutor. En toda emisión fónica se
observa dos hechos diferentes pero solidarios: la emisión fónica de «signos», que son
realidades físicas transmisibles, cuyas características son comunes a toda onda sonora; y
los «significados», que son realidades puramente mentales.
Otro aspecto igualmente importante es la configuración del signo. En su elaboración
es indispensable la aplicación de determinados principios para darle una forma inteligi-
ble, expresiva y suscitadora de significados. Verbigracia, los fonos, morfemas, palabras,
oraciones y párrafos de una lengua solo pueden tener carácter discursivo si aparecen en
secuencias adecuadas y no en forma aleatoria. Veamos algunos ejemplos de la lengua
castellana:
i «pared» pero no *aderp, porque un parámetro fonológico impide la aparición de la
secuencia /-rp/ en posición posvocálica, como parte de la misma sílaba.
ii «aplicable» pero no *bleaplica, porque un parámetro morfológico impide que un
sufijo aparezca en posición de prefijo.
iii «un sándwich de jamón» pero no *de jamón un sándwich, porque un parámetro
sintáctico establece que el sintagma de régimen preposicional ( SRP), incrustado en
un sintagma nominal (SN), debe aparecer siempre en posición posnuclear.
Esto quiere decir que un hispanófono se comunica en forma adecuada gracias al fun-
cionamiento de los principios y parámetros de la «gramática» de su lengua.
En adición a lo anotado hasta aquí, en el mensaje verbal se puede observar algunos
otros rasgos característicos.
a) En relación con la naturaleza de la lengua:
– Sonoridad. La materia esencial del lenguaje es una cadena sonora a la que llama-
mos voz. Es producida en la laringe, donde las ondulaciones de las cuerdas voca-
les hacen vibrar los átomos del aire espirado por los pulmones. Y es configurada
por los órganos de articulación del hablante de acuerdo con los significados que
desea poner en común.
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– Linealidad. Cuando se señala que los mensajes verbales se desenvuelven en el


tiempo, solo se quiere resaltar que los vocablos son producidos en forma secuen-
cial, uno a continuación de otro, de lo que Saussure (1967 [1916]) deducía que los
mensajes orales son unidimensionales, aun cuando los fonos estuvieran configura-
dos por rasgos fonémicos concurrentes, lo que significa que el carácter lineal de la
lengua implica concurrencia. Se destaca esta linealidad en contraposición a los
mensajes icónicos que son bidimensionales y a los escultóricos que son tridimen-
sionales.
– Evanescencia. Como en realidad los mensajes verbales son emisiones de voz arti-
culada, de limitada intensidad, se desvanecen apenas son pronunciados, es decir,
son evanescentes. Sus ondulaciones se disipan inmediatamente en el aire, Duran
solo el tiempo que demoran en trasladarse desde los labios del hablante hasta los
oídos del destinatario. Al respecto, recuérdese que el sonido se desplaza por el
aire a una velocidad de más de 330 metros por segundo, en una temperatura de 0º
C, y que a mayor temperatura mayor velocidad. De lo que se deduce que cualquier
mensaje oral percibido a 10 ó 15 metros de distancia, solo tendrá una duración de
una pequeña fracción de segundo, fugacidad que constituye la limitación temporal
del lenguaje. Sin embargo, gracias a los avances tecnológicos, ahora es posible
eludir dicha barrera temporal mediante el registro de los mensajes verbales en cin-
tas magnetofónicas, discos duros, discos compactos y memorias USB, para escu-
charlos en momentos futuros.
– Localización. Las emisiones vocales del lenguaje tienen un ámbito de difusión
muy limitado, determinado por la poca intensidad con que son producidas; por lo
que los vocablos o mensajes orales, dentro de los límites de una conversación nor-
mal, llegan hasta distancias relativamente pequeñas (tal vez, la voz humana no lle-
gue más allá de un metro, pero al poner en movimiento los átomos del aire del
medio ambiente se expande más allá, de repente hasta unos quince metros como
promedio, en una situación óptima). Son, por tanto, localizados en un determinado
ámbito. Esto quiere decir que son apropiados para pequeñas audiencias que com-
parten el mismo ambiente con el hablante u orador. Lo cual constituye, en princi-
pio, una limitación espacial. Pero contando con el poder difusivo de la radio y la
televisión, el verbo también ha alcanzado una mayor velocidad y audiencia en el
mundo moderno. Hoy como nunca antes, la frase de Cayo Tito o Tito Petronio Ár-
bitro (siglo I d. C.) «verba volant scripta manent» recobra su sentido original. La
palabra dicha vuela y llega a muchas personas simultáneamente, mientras la pala-
bra escrita permanece en silencio en un papel o en cualquier otro soporte, en espe-
ra de lectores.
– Inconsistencia. El hecho de que, en esencia, el mensaje verbal sea voz (una onda
sonora), que se desplaza a través de un cuerpo gaseoso, como es el aire (canal am-
biental), son dos aspectos que, además de incidir en la fugacidad del mismo men-
saje, hacen que este sea muy sensible o vulnerable por cualquier tipo de ruido físi-
co. Por eso, ante la acción de tales elementos, el mensaje oral resulta ser un instru-
mento de comunicación muy débil. Por ejemplo, cuando el sonido de la lluvia, de
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los truenos, las turbinas o de la música a gran volumen, perturban la propagación


de la voz, al mismo tiempo dificulta y hasta imposibilita la percepción de los men-
sajes. Vale decir que la vulnerabilidad del mensaje oral es un factor que puede li-
mitar la eficiencia de la conversación entre dos personas.
– Variabilidad. Una de las características más perceptibles de los mensajes verbales,
del lenguaje en general, es su inmensa variabilidad. Como ya hemos visto, el len-
guaje es un instrumento universal de comunicación; sin embargo, el habla de to-
dos no es igual. Se observa, en primer lugar, diferencias idiomáticas y dentro de
cada idioma, variaciones regionales (geolectos), sociales (sociolectos, por razones
profesionales, de sexo y de edad) e individuales (idiolectos y registros). Todas es-
tas variaciones se manifiestan en los mensajes orales de cada hablante. Por eso, en
muchos casos, basta oír hablar a una persona para saber su procedencia geográfi-
ca, su actividad laboral y su desarrollo sociocultural. Las indicadas variaciones
son debidas básicamente a que los órganos de fonación y articulación, así como
los de audición, no son homogéneos en todas las personas, por lo que un mensaje
no siempre es producido y percibido de la misma forma. Dentro de una misma co-
munidad idiomática, muchas personas producen variantes de un mismo mensaje.
Por ejemplo: [séktimo] en lugar de /séptimo/, [paɡto] (pagto) en lugar de /pakto/
(pacto), [doɡtor] (dogtor), [doitor] o [dotor] en lugar de /doktor/ (doctor). Como es
obvio, algunas de tales variaciones llegan a socializarse en una región o en un de-
terminado grupo profesional.
– Redundancia. En general, se entiende por redundancia la repetición o uso reitera-
tivo de ciertas entidades lingüísticas en la enunciación de un mensaje y eso es lo
que ocurre habitualmente en la comunicación verbal. En la que se puede distinguir
una redundancia sistemática, propia de la lengua y una redundancia ocasional, no
sistemática. Desde un punto de vista sistemático, la redundancia se produce en to-
dos los niveles de estructuración lingüística:
i A cada paso rompe un vaso (/baso/)
ii La buena vecina
iii Yo presenté mi renuncia
En i, los fonemas /p/ y /b/ de los vocablos /paso/ y /baso/, respectivamente,
contienen rasgos redundantes. Ambos son oclusivos y bilabiales. La diferencia de
significados está marcada por el rasgo fonémico [sonoridad], presente en el fone-
ma /b/ y ausente en el fonema /p/.
En ii la redundancia es morfemática. El morfema –a de género femenino apare-
ce en los tres elementos del enunciado. Y en iii la redundancia es de persona y nú-
mero: «Yo», pronombre de primera persona singular y en la forma verbal «pre-
senté», el morfema Ø de primera persona singular. En la lengua castellana el siste-
ma permite eliminar la indicada redundancia, si se enuncia simplemente: «presen-
té mi renuncia».
Íbico Rojas | 12

La redundancia ocasional, consiste en la repetición de enunciados innecesarios


desde el punto de vista informativo; que a veces responden a una intención enfáti-
ca o una función fática, pero en la mayoría de los casos revela una falta de recur-
sos expresivos apropiados. Por ejemplo, en la actualidad, un gran sector de la po-
blación peruana, desde la pareja gobernante hasta los niños escolares, pasando por
los maestros, usa como muletilla la expresión «lo que es... »: «lo que es el desa-
rrollo del país», «lo que es la educación primaria», completamente innecesaria en
el discurso. Basta decir: «el desarrollo del país» o «la educación primaria».
b) En relación con el desarrollo cultural de los comunicantes:
− Adecuación del nivel de lengua. Existe una correlación muy marcada entre los ni-
veles de desarrollo cultural y los niveles de lengua: culto, estándar y popular. Lo
que significa que a mayor nivel cultural corresponde un mayor nivel de lengua.
Las personas que alcanzan un buen dominio sobre la lengua culta tienen, por cier-
to, la ventaja, en los actos comunicativos, de comprender en forma apropiada los
otros niveles de lengua. No ocurre lo mismo a la inversa.
− Adecuación prosódica, gestual y espacial. El buen uso de la lengua implica una
adecuación prosódica: hablar con la intensidad, la entonación y el ritmo apropiado
a la situación comunicativa; una adecuación gestual: los gestos y los movimientos
corporales deben concordar con la intención que se persigue con la palabra; y una
adecuación proxémica, esto es, un uso adecuado de los espacios entre los interlo-
cutores, a fin de crear un clima favorable en el acto de habla.
c) En relación con el entorno comunicativo:
− Adecuación de registros. El entorno en el que se produce un acto de comunicación
verbal, usualmente, condiciona el uso del nivel de lengua y de los registros (o esti-
los personales) apropiados. En una reunión de altos funcionarios de una entidad
bancaria con el presidente del Directorio, el nivel de lengua y los registros serán
muy diferentes a los de una reunión académica de docentes universitarios con el
rector y a los que usan los mismos individuos en una conversación de sobremesa
en sus respectivos hogares.
– Circunstancialidad. En las reuniones individuales o colectivas, no programadas o
informales, las conversaciones tienden a girar en torno a temas vinculados con
elementos concurrentes en la situación comunicativa y se desarrollan en forma es-
pontánea.
– La inmediatez de la retroalimentación. En la comunicación verbal bidireccional
hay una retroalimentación10 simultánea, debido a que la facultad del lenguaje, ubi-
cada en el hemisferio izquierdo, está vinculada al área emotiva, situada en el he-
misferio derecho; de tal manera que los interlocutores, inexorablemente, expresan

10
La retroalimentación es un concepto desarrollado en la cibernética (Wiener 1976[1966]) y se refie-
re al proceso transmisivo −unidireccional−, que consiste en la emisión de señales informativas (eléc-
tricas) de retorno, que van del destino a la fuente de información. Frecuentemente, se confunde con
«respuesta». Lo cual es inapropiado porque una respuesta verbal se sustenta en la producción de sig-
nos lingüísticos y no de señales informativas.
Íbico Rojas | 13

su estado de ánimo, su convicción o intención elusiva. Lo que es perceptible me-


diante señales informativas producidas por el tono de voz, la fluidez y el ritmo de
hablar. En la comunicación verbal unidireccional, la retroalimentación se genera,
igualmente, a través de señales informativas, pero en este caso, a partir de la posi-
ción del cuerpo, el grado de atención y el gesto facial de cada uno de los oyentes.
Técnicamente no debe confundirse «retroalimentación» con «respuesta». La pri-
mera es un proceso de transmisión, mientras que la segunda corresponde a un pro-
ceso comunicativo.
Cuando la comunicación oral es a distancia, con el auxilio de medios técnicos, los
mensajes verbales superan las limitaciones de espacio y de tiempo. Con el teléfono, la
radio, la televisión y la Internet, pueden llegar a cualquier parte del mundo, es decir, su
espacio su vuelve ilimitado; y con las grabadoras de cintas magnetofónicas, de discos
compactos, micromemorias o de memorias USB, los mensajes verbales pueden ser con-
servados y diferidos de un momento a otro, incluso, por largo tiempo; aunque cada vez
que son reproducidos vuelven a ser evanescentes. En estos casos, el entorno comunicati-
vo no es compartido. Más bien se trata de dos situaciones diferentes: la del hablante y la
del oyente. Solo la primera gravita en la adecuación del mensaje.

3.2 La escritura
En el mundo moderno existen muchas escrituras que, por cierto, no se estructuran de la
misma forma. Entre las llamadas «escrituras glotográficas» (las que se relacionan con
las diferentes unidades de las lenguas), la castellana es una «escritura fonemográfica»,
en la que se trata de representar cada «fonema» de la lengua con una «grafía» (o letra);
sin que la correspondencia entre ambos elementos −como ya hemos visto− llegue a ser
biunívoca. No obstante, es notable en el mundo hispanófono, por lo que se suele decir
que la lengua castellana es una «lengua fonológica». La inglesa y la francesa son, mar-
cadamente, menos fonológicas.
En términos generales, se puede afirmar que una escritura glotográfica es un sistema
de comunicación de carácter durativo constituido por signos gráficos que guardan rela-
ción con las unidades de una lengua determinada (morfemas: escritura morfemográfica,
sílabas: escritura silabográfica o fonemas: escritura fonemográfica). En el ámbito hispa-
nófono, dichos signos son conformados por unas unidades gráficas mínimas, no signifi-
cativas, llamadas «grafías» (las letras del abecedario)11. Una grafía por lo general es un
trazo gráfico, con una forma predeterminada, hecho con carbón, tinta, tóner 12, etc., que
por lo general representa un fonema de la lengua castellana. Un conjunto de grafías que
expresa un significado constituye un signo gráfico, al que llamamos con más propiedad
«signo escritural»13 y cuyo uso correcto está regulado por una ortografía (y no por una
gramática). Las reglas ortográficas son válidas para la escritura y no para el habla o a la

11
Las escrituras fonemográficas se basan en el principio económico de las lenguas: generar un con-
junto infinito de oraciones a partir de un conjunto finito de unidades mínimas.
12
En ciertas ocasiones las grafías se hacen mediante incisiones en madera, piedra o metal. También
en alto relieve.
Íbico Rojas | 14

inversa. Esto, porque se trata de dos sistemas de comunicación de naturaleza y estructu-


ra distintas.
La diferencia radica en que son producidas por dos facultades mentales disímiles. Se
habla con cadenas de fonos, estructuradas gramaticalmente por una facultad lingüística
−en principio, innata−, únicamente humana, a partir de formas virtuales; pero se escribe
con una cadena de grafías ordenadas ortográficamente, a partir de la activación de una
facultad escritural de índole mental, solo humana, pero no innata, que se construye y de-
sarrolla, de ordinario, en el sistema educativo, en el largo proceso de aprendizaje de la
lectoescritura.
Según los estudios de Eric Kandell (1995), en el cerebro hay redes neuronales espe-
cializadas en la escritura y en la lectura, tanto de palabras normales como de seudopala-
bras, independientes de las redes neuronales comprometidas con la producción y per-
cepción de mensajes verbales. De tal manera, que los grafemas −las representaciones
mentales de las grafías− no se convierten en fonemas en la lectura vocálica, ni estos en
grafemas cuando se transcribe un dictado.
Esto ayuda a comprender por qué se habla de una forma y se escribe de otra. Por
ejemplo, se dice [keso], [ʝelo] produciendo cuatro fonos en cada caso, pero de acuerdo
con la ortografía castellana se escribe |queso|, |hielo| con cinco caracteres, sin marcar la
intensidad de la sílaba tónica. Por consiguiente, una escritura no es una «lengua escrita»,
como se suele confundir con cierta frecuencia. Es simplemente un sistema escritural que
requiere una competencia diferente a la del habla. Sirva esto para resaltar que la comu-
nicación escritural se establece mediante el uso de una escritura, entre personas que co-
nocen la ortografía respectiva y se encuentran, por lo general, en ambientes distantes y
diferentes, cuyos mensajes son elaborados mediante recursos técnicos (lápiz, lapicero,
tizas, plumones, máquina de escribir o computadoras) y transferidos de un ambiente a
otro a través de canales técnicos (papel, tela, etcétera) y de sistemas de comunicación a
distancia (correo postal, la Internet). Se trata, por lo tanto, de una comunicación indirec-
ta, a distancia14.
La escritura en principio es de dos tipos: a) manuscrita, cuando se realiza en forma
manual usando grafías cursivas o ligadas, pero también con letras de molde, como las
scrip, no ligadas, semejantes a las que se usa para documentos impresos; y b) impresa,
mediante el uso de caracteres estandarizados de diferentes tamaños y formas 15 y de arte-
factos técnicos como la máquina de escribir, la computadora y la impresora. En cuanto a
la forma expresiva, por lo general, la escritura es en prosa o en verso. La ortografía se
aplica regularmente en todos los casos; no siempre en las obras literarias y en los men-
sajes publicitarios.
13
Por analogía con signos «orales» o «verbales». Tal vez cuando se consolide la gramatología como
ciencia de la escritura, estos signos también podrían ser denominados signos gramatológicos.
14
En ciertos casos la comunicación escritural suele ser directa: cuando algunas personas que
comparten el mismo ambiente optan por un texto a fin de no interferir una exposición oral; o cuando
se redactan textos de circulación interna en una oficina.
15
Que pertenecían a diferentes «cajas», en la imprenta tipográfica; o que forman parte de una «fuen -
te» según la terminología actual.
Íbico Rojas | 15

El mensaje escritural presenta además algunos rasgos específicos, que intentamos re-
saltar brevemente:
a) En relación con la naturaleza de la escritura, se observa lo siguiente:
– Grafismo. La materia básica de la escritura es el carbón, la tiza, la tinta, el tóner,
materiales con los que se hacen los trazos de las grafías sobre un determinado ca-
nal o soporte (papel, tela, vidrio o láminas plásticas). Estos trazos son manuales
con lápiz, lapicero o plumón, pero también son hechos mediante artefactos técni-
cos: una máquina de escribir, una computadora y una impresora (de escritorio o de
gran formato), en la que la impresión se hace a partir de los textos elaborados en
una computadora.
– Linealidad. En los signos escriturales las grafías son producidas en forma secuen-
cial, una a continuación de otra; por lo que adquieren un carácter lineal. Las gra-
fías son las unidades mínimas de la escritura, en las que no hay concurrencia y se-
cuencialidad como en la cadena fónica. Esto quiere decir que los signos escritura-
les son unidimensionales, muy diferentes a los signos lingüísticos, a los iconos y a
los mensajes escultóricos.
– Durabilidad. En oposición a la evanescencia de los signos verbales, los signos es-
criturales son permanentes, porque son producidos con materiales impregnadores
(carbón, tinta o tóner) sobre soportes durables (papiro, papel, tela) o con incisio-
nes sobre materiales resistentes (cerámica, madera, piedra, metales). Las tablillas
de cerámica de la escritura cuneiforme tienen, aproximadamente cinco mil años y
los libros incunables, editados en las primeras imprentas, tienen más de cuatro-
cientos años y seguramente seguirán siendo leídos durante algunas centurias más.
– Expansividad. Desde los primeros manuscritos, la escritura evidenció su cualidad
transportable de un lugar a otro. Definitivamente los textos podían llegar hasta lu-
gares muy distantes. Los libros de los grandes pensadores griegos se difundieron
en el antiguo mundo árabe, donde Platón y Aristóteles gozaban de buena reputa-
ción. Por supuesto, desde sus orígenes, la escritura superó largamente los límites
temporoespaciales del habla. Hoy, con los avances de las tecnologías de la infor-
mación y la comunicación, los libros, revistas y periódicos circundan el mundo.
– Consistencia. Por la materia con que está hecho y por el tipo de soporte, el mensa-
je escritural es muy resistente y puede durar extensos períodos de tiempo. No es
afectado por los ruidos acústicos, pero sí por otros agentes físicos, por ejemplo,
por el fuego y después de cierto tiempo por la humedad, el óxido y las polillas. En
definitiva, la escritura es más consistente que el habla; por eso su trascendencia
temporal. Todavía falta saber cuánto tiempo dura un discurso o un mensaje oral,
grabado en un disco compacto o en una memoria USB.
– Estabilidad. Los sistemas escriturales por su naturaleza son más estables que los
verbales. En cada comunidad idiomática hay instituciones que asumen la respon-
sabilidad de trabajar en forma permanente por la estandarización de la escritura,
por encima de cualquier variedad dialectal. Y las ortografías recomendadas tien-
Íbico Rojas | 16

den a variar muy poco y a largo plazo, a fin de mantener un buen nivel de comuni-
cación entre escribientes y lectores, tanto contemporáneos como de tiempos y
áreas dialectales diferentes. Lo que no priva, desde luego, que cada escribiente o
autor de textos puede cultivar un determinado estilo personal. Por otro lado, los
textos, manuscritos o impresos, en cuanto son concluidos por su autor (muchas
veces publicados), son inalterables. Nadie puede modificarlos, ni los autores; sal-
vo que escriban nuevos textos con las modificaciones y ampliaciones que estimen
convenientes, pero serán otros textos diferentes, igualmente, inmodificables.
– Redundancia. Dice Claude Shannon (1949) que la escritura inglesa es redundante
en un cincuenta por ciento. La castellana debe ser algo más. Pues como las escri-
turas fonemográficas reproducen en gran medida la estructuración de las unidades
de una lengua, inevitablemente reflejan la reiteración sistemática 16 de esta. Pero
además en la comunicación escritural, en particular en la literaria, la redundancia
es un recurso expresivo que consiste en la repetición de algunas entidades léxicas
con la finalidad deliberada de enfatizar o intensificar algunas significaciones poé-
ticas. En la escritura no literaria lo recomendable es evitar la redundancia, salvo
los casos en que la precisión y claridad expositiva lo justifiquen.
b) En relación con la estructura textual, los autores, por lo general, elaboran sus escritos
en forma de narración, descripción, exposición o diálogo. Hay que anotar, sin embar-
go, que los tipos de textos no son excluyentes, sino más bien complementarios. Lo
frecuente es que los textos no son exclusivamente narrativos o descriptivos. Por lo
que Jean-Michel Adam17 prefiere hablar de cinco «secuencias textuales»: narrativa,
descriptiva, argumentativa, explicativa y dialogística. Lista a la que se puede agregar
otra secuencia: instructiva. Caracterizada cada una de estas solo por el predominio de
un determinado tipo de secuencia. Es narrativa cuando la secuencia preminente es de
este tipo. Lo mismo ocurre con las otras secuencias.
c) Se observa también una relación entre los niveles de desarrollo cultural de los escri-
bientes y la adecuación textual. Por cierto, los textos no son socialmente homogé-
neos. Estos varían según se trate de una comunicación familiar (notas y cartas escri-
tas con mucha informalidad, sin rigor ortográfico), institucional (desde memorandos
hasta resoluciones o leyes, de acuerdo a formatos establecidos, con una ortografía
aceptable), académica (informes, artículos, monografías, ensayos y libros, escritos de
acuerdo a ciertas regulaciones formales y con un máximo de rigor ortográfico) o lite-
raria (artículos y libros escritos con un léxico particular, a veces innovador y con
muchas exploraciones sintácticas y semánticas, sugerentes y connotativas más que
denotativas); pero además cada uno de estos tipos de texto varían en relación con el
nivel cultural de los escribientes. Por lo regular, los que alcanzan un mayor nivel cul-
tural evidencian un uso más apropiado de las unidades significativas y de las regula-
ciones ortográficas, que redunda en la precisión y claridad expositiva y, desde luego,
en la eficacia comunicativa. Igualmente tienen la posibilidad de usar estilos diferen-
16
Reiteración que ya hemos anotado al referirnos a la redundancia de la lengua.
17
Ver Secuencia Textual. En http://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/diccio_ele/diccionario/
secuenciatextual.htm
Íbico Rojas | 17

tes de acuerdo con el tipo de texto. Por el contrario los que se mantienen en bajos ni-
veles de desarrollo cultural presentan mayores deficiencias escriturales.
d) En relación con el entorno comunicativo, podemos observar otras características del
mensaje escritural:
− Adecuación de los registros. En los textos se refleja inevitablemente el nivel de
dominio escritural y los registros del autor, pero la elección de estos no está influi-
da por el entorno en que es producido el texto, sino por los supuestos lectores a
los que es dirigido este; ubicados en situaciones diversas. El lector debe recurrir a
los llamados contextos mentales para recrear las situaciones que se plantean en el
texto; por ejemplo, las de una novela o de un cuento. De tal manera que el mensa-
je escritural usualmente carece de circunstancialidad y espontaneidad situativa.
Aunque no es así en los mensajes personales o familiares.
– La falta de inmediatez de la retroalimentación. En la comunicación escrita, por
ser generalmente indirecta y unidireccional, la retroalimentación no se produce o
es retardada en ciertos casos. Debe recordarse que retroalimentación no significa
respuesta.
El repaso de todas estas características nos permite reafirmar que el habla y la escri-
tura no son dos sistemas de comunicación biunívocos e isomórficos; por el contrario,
son dos sistemas de comunicación diferentes y autónomos, aunque se vinculan mental-
mente –por ejemplo, cuando se lee en voz alta o cuando se copia un dictado−; que re-
quieren técnicas muy especializadas para su desarrollo. Es frecuente escuchar a perso-
nas que hablan bien y hasta muy bien, y no escriben con igual destreza. Otras, muy po-
cas, a la inversa. En las sociedades humanas modernas el ideal es lograr una buena ac-
tuación tanto en la comunicación verbal como en la escritural. Fin al que deseamos con-
tribuir alentando una mejor comprensión acerca de la naturaleza y funcionamiento de
ambos sistemas.
Íbico Rojas | 18

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