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Teoría de la reminiscencia

Según Platón, el hombre no puede ser otra cosa sino el alma. Ésta está constituida por
tres partes: el alma apetitiva (concupiscible), fuente de las pasiones y los deseos
innobles del hombre ubicada en el vientre y mortal al estar tan relacionada al cuerpo, el
alma pasional (irascible), fuente de las pasiones nobles, situada en el pecho y también
mortal, y por último el alma racional, que es inmortal e inteligente.
Esta concepción de alma está ejemplificada en el mito del carro alado. El alma apetitiva,
ubicada en vientre, está representada por el caballo negro, feo, rebelde, mientras que el
alma pasional, ubicada en el pecho, lo está por el caballo blanco, hermoso y dócil a la
razón, y el alma racional estaría representada por el auriga, un cochero que guía nuestro
interior. Cuando el auriga no puede dominar al caballo negro, el alma cae en el mundo
material y se encarna en un cuerpo.
Antes de entrar al mundo sensible, aquel de las cosas particulares y contingentes que
constituyen la opinión o doxa, el alma vivía en el mundo de las Ideas y las percibía a
ellas en sus formas puras y sus relaciones. Estas ideas son universales y necesarias,
inmutables y eternas, y constituyen la episteme, la ciencia, el conocimiento verdadero.
El alma, al ser inmortal y habiendo renacido en reiteradas ocasiones, no hay nada de
ningún mundo que no haya aprendido. Sin embargo, al unirse a un cuerpo el alma
olvida todo el conocimiento. Frente a esto, el alma tiene la capacidad de recordar
aquello que ya conocía, es decir, contemplando las cosas (que representan una copia de
las Ideas) a través de la percepción y los sentidos, se despierta en el alma la
reminiscencia de lo que conoció antes de encarnar en el cuerpo. Este conocimiento o
aprendizaje es entonces, recuerdo o reminiscencia de lo que ya hay en el alma, por lo
tanto, afirma que el conocimiento es innato. Aprender es por ende recordar, recuperar lo
que ya era nuestro.
Este proceso, sin embargo, no es fácil: el alma experimenta una gran dificultad par
recordar lo que aprendió en su existencia anterior. En este momento, Platón recurre al
método socrático de la mayéutica como el facilitador para extraer de uno mismo los
conocimientos. Partiendo de la idea de que el conocimiento de las ideas no es posible a
través de la experiencia, Platón sostiene que es gracias al diálogo que se logra recordar
las ideas, y que el acto de pensar no es más que el diálogo con uno mismo. Enseñar, por
lo tanto, no es introducir desde el exterior un conocimiento en la mente, sino incitar a
descubrir en el interior una verdad.
La principal misión del alma del ser humano es recordar todo lo que ya conocía, es
decir, llevar una vida contemplativa, considerada la más alta de todas las vidas, que
conduce a la purificación del alma.

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