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TEXTOS DE DERECHO
FICHA DEL TEXTO

Número de identificación del texto en clasificación derecho: 720


Número del texto en clasificación por autores: 10466
Título del libro: Breviario de ética
Autor(es): Osvaldo Guariglia - Graciela Vividla
Editor: Edhasa
Registro de propiedad: ISBN 978-987-628-124-9. Hecho el depósito que establece la
ley 11.723
Imprenta: Encuadernación Araoz S.R.L.
Año: 2011
Ciudad y país: Buenos Aires – Argentina
Número total de páginas: 122
Fuente: https://es.scribd.com/doc/277443164/Breviario-de-Etica-Guariglia-O-y-Vidiella-G-
2011
Temática: Breviario de ética
Osvaldo Guariglia
Breviario de érica I Osvaldo Guariglia y Graciela
Vididla. - la ed. - Buenos Aires : Eclhasa, 2011.
251 p.; 22,5xl5.5 cm.

ISBN 978-987-628-124-9

1. Ética . I. Graciela Vidiella II. Título.


Índice
CDD 170

Prólogo .. .. ... .. ... .............. .. ... .. ........... .................................................. 11

D iseíío de colección: Jordi Sábat


Reali1.ación de tapa: Juan Balaguer y Cristina Cermeño
Primera parte
Primera edición en Argentina: mayo de 2011 Los conceptos generales y el método de la ética

© Osvaldo Guariglia, 2011 Capítulo l. Moral positiva, moralidad y ética ......................... ............ 17
© Graciela Vi di ella, 2011
© de la presente edición: Edhasa, 2011
Córdoba 744 2° C, Buenos Aires
El tipo de problemas que involucra la moral y los criterios para dis-
info@edhasa.com.ar tinguirlos de otros ámbitos: la evidencia del lenguaje. Los signifi-
h ttp://www.edhasa.net
cados habituales del término: distinción entre moral positiva y
Avda. Diagonal, 519-521. 08029 Barcelona moralidad. Los códigos de conducta, el éthosy la moralidad crítica.
E-mail: info@edhasa.es
http://www.edhasa.com
Capítulo 2. La evidencia del lenguaje ................................................. 27
ISBN: 978-987-628-124-9
La distinción entre proposiciones descriptivas, prescriptivas y eva-
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del luativas. El uso de los distintos tipos de lenguaje: el enunciado de
Copyright bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total hechos, la prescripción de normas y la expresión de sentimientos,
de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografla
y el tratamiento informático y la distribución de ejemplares de ella mediante preferencias, etc. Las conexiones semánticas y pragmáticas entre
alquiler o préstamo público. los distintos usos.

Queda hecho el depósito que establece la ley 11.723 Capítulo 3. La argumentación moral .................. ................................ 37

Impreso en Encuadernación Araoz S.R.L. Análisis de las oraciones prescriptivas en sus elementos: la fuerza
ilocucionaria y el contenido proposicional. La argumentación mo-
Impreso en Argentina
ral: distinción entre el nivel epistémico y el n ivel ético. La estruc-
tura del razonamiento moral: juicios particulares, normas y prin-
cipios como garantías.
8 - - - - - - - - - - - -- - - -- -- BREVIARIO D L·. l, l 'lCA 9
Capítulo 4. El concepto de acción ...................................................... 45 < ',1pft ul o 8. Teorías <lcontológicas: 11. Las éticas contemporáneas ........ 117

El concepto de acción: la distinción entre hechos causalmente de- El legado de Kant. l. La ética discursiva de Jürgen Habermas. La
terminados y acciones. El carácter ontológico de las acciones. El pragmática universal y la teoría de la acción comunicativa. La si-
análisis lógico de la acción: acción intencional, motivos e inten- tuación ideal de habla, el Principio de Universalización y la fun-
ciones. Acciones voluntarias e involuntarias. El silogismo prác- damentación de las normas. II. John Rawls y la justicia como im-
tico. parcialidad. La cooperación social, las condiciones de equidad y el
diseño de la posición original. Dos principios de justicia. La
Cap1tu
' lo 5. De1·b . ' e1ecc1on
1 erac10n, . ' y dec1S1on.....................
. .' ................ 63 prioridad de lo justo.

La deliberación y la elección como formas de comportamiento Capítulo 9. Teorías teleológicas I: El utilitarismo ................................ 137
racional. El decisionismo y la elección razonable. Los juicios eva-
luativos y los fines de la acción. Las consecuencias de las acciones y la maximización de la felici-
dad. El hedonismo cuantitativo de Jeremy Bentham. El utilita-
Capítulo 6. El conocimiento moral .................................................... 75 rismo "idealista" de John Stuart Mili. El bienestar y la demanda
de utilidades. El principio de maximización. Utilitarismo del ac-
El conocimiento moral: dificultades comunes al conocimiento en to y utilitarismo de reglas. La falacia naturalista. El prescriptivis-
general y dificultades propias del moral. El conocimiento moral mo de Richard Hare.
como conocimiento inmediato y como conocimiento mediato (re-
flexivo). Métodos de fundamentar racionalmente el conocimiento Capítulo 1O. Teorías teleológicas 11: Éticas de la virtud ....................... 159
moral: el método de la actitud cualificada (Brandt); el método del
equilibrio reflexivo (Rawls), etc. Relativismo, no cognitivismo y es- l. La ética de Aristóteles. El significado del término "bueno"I
cepticismo moral. "bien". Bienes medios y bienes fines en sí mismos. El bien supre-
mo. Las virtudes éticas y las dianoéticas. Naturaleza y función de
las virtudes éticas. Las virtudes dianoéticas. La prudencia. Sabi-
Segunda Parte duría teórica, sabiduría práctica y felicidad. 11. La tradición de la
Las teorías éticas más importantes virtud en la teoría de Alasdair Maclntyre. La crítica a las éticas
herederas de la Ilustración. A la búsqueda de la virtud perdida. El
Capítulo 7. Teorías deontológicas: I. La ética kantiana .................. .... 97 concepto de práctica. El "télos" de la vida humana. La tradición.
Enfoques alternativos.
La ética kantiana. La índole restrictiva de la moral. El juicio mo-
ral, el deber y la razón práctica. Imperativos hipotéticos, impera-
tivo categórico y ley moral. La voluntad autónoma.
JO - - - - - - - -- - - - - - - -- - - BREVIARIO U l1 1·. l 'IC/\

Tercera Parte
Temas de ética aplicada

Capítulo 11. La pregunta por la felicidad ........................................... 197

El concepto antiguo y el concepto moderno de "felicidad". Fe-


Prólogo
licidad y autarquía. Ideales de vida. La nueva "ciencia'' de la feli-
cidad. Conclusión.

Capítulo 12. El derecho a la salud ....................................................... 219


r /111guna otra disciplina filosófica ha alcanzado la gran prominencia y la
\',l\l:Iextensión lograda por la ética en el medio siglo transcurrido hasta
El concepto de justicia. El concepto de derecho. El status proble-
l.1 !l'cha. Tímidamente al comienzo y luego con paso firme y sólidos fun-
mático del derecho a la salud. El derecho a la salud es de carácter
d., mentas, la ética ha traspasado el restringido círculo de la conducta
negativo. La tesis del decent mínimum. Un derecho universal e
¡t<'rsonal en el que tradicionalmente se movía y ha ido penetrando todos
igualitario.
lo.~ ámbitos de la sociedad. En primer lugar, la política y el derecho con
1,, Declaración universal de los derechos humanos, luego la medicina, a par-
Capítulo 13. Globalización y derechos humanos ................................ 239
11r del Código de Nuremberg y la Declaración de Helsinki, más tarde la
crn nomía, más recientemente la psicología, y por último la ciencia en su
El proceso de globalización y la Declaración Universal de los
rnnjunto han debido establecer reglas claras para la práctica de .cada ~na
Derechos Humanos de 1948. Ética universal y éticas particularis-
d1.: sus disciplinas, ya sea en el campo profesional o en el de la mvesnga-
tas. ¿Existe un globalismo ético y jurídico que vaya más allá de los
dó n. Hoy nos resulta familiar la existencia de "comités de ética" que su-
derechos positivos sancionados por cada Estado soberano? Los
pervisan el respeto por las reglas en el ejercicio de una determinada profe-
derechos humanos básicos y el relativismo moral.
sión o en los proyectos de investigación que involucran sujetos humanos,
el medio ambiente, la manipulación de elementos químicos o biológicos
Bibliografía ............................................ .............................................249
potencialmente utilizables como armas de destrucción masiva, etc. N os
sorprendería saber que nada de todo esto existía alrededor ~e _1950,
cuando el mundo aún se seguía conmoviendo por los descubnm1entos
de las masacres, las torturas y vejaciones a las que habían sido sometidos
los prisioneros de los campos de concentración nazis, y, unos pocos años
más tarde cuando se comenzaron a revelar los crímenes similares come-
tidos en ei Gulag soviético.-Por cierto, el amplio reconocimiento q.ue ~a
necesidad de establecer con claridad normas de conducta para el eJerc1-
cio de la actividad profesional, científica o política ha logrado, no de-
muestra que se haya progresado en el respeto efectivo de esas reglas, co-
mo la reciente crisis financiera y bancaria, producida por inescrupulosos
directivos de las más grandes instituciones mediante la invención de
12 - - - - - - - - - - - -- - - - - - BREVIARIO DE t:TICA l h VA l 111l l: llAIUt ,I IA \· {.;tlAl lH A Y ll>I F,11 /\ 13

nuevos instrumentos financieros para evadir todos los controles, ha su- l.1 t 011flall'l,a d1.: que la solidez y profundidad de los argumentos que la in-
ficientemente demostrado. Sí, en cambio, provee una muestra de que no v,·,t igaci6n en ética ha desarrollado desde hace veinticinco siglos y q ue
alcanza ya con los usos y costumbres tradicionales de distintos entes co- , ,, lia consolidado en una disciplina filosófica consistente y autónoma,
lectivos, como políticos, empresarios, militares, abogados, banqueros, lt11y indiscutida, serán también convincentes para los lectores que se
médicos, auditores, sindicalistas, etc., para regular las distintas esferas de tl l'rcan a ella sin prevenciones ni prejuicios .

acción de una sociedad mundial extraordinariamente compleja y dife-


renciada.
El Breviario de ética que ofrecemos se propone exponer de un mo-
do accesible al lector no especializado una serie coherentemente articu-
lada de los temas centrales de la ética, dividida en tres partes. La prime-
ra examina los conceptos generales y el método de esta disciplina,
comenzando por la distinción entre moral positiva y ética, siguiendo
por un análisis del lenguaje moral, del tipo de argumento al que se ape-
la para emitir juicios morales, y concluyendo con un análisis de las pro-
piedades generales de su objeto de estudio: las acciones y el procedi-
miento de elección y decisión basado en razones, por un lado, y la
peculiaridad del conocimiento moral, por el otro. La segunda parte se
concentra en una exposición en cuatro capítulos de las dos clases de teo-
rías éticas fundamentales: las deontológicas y las teleológicas, tanto en
sus fundamentos como en sus consecuencias para el sostén de los jui-
cios morales. La tercera y última parte se interna, a modo de muestra,
en tres de los innumerables temas de la ética aplicada: la pregunta por
la felicidad, el derecho a la salud y el omnipresente rubro de la globali-
zación y los derechos humanos.
Este libro es el fruto de la experiencia recogida por sus dos autores
durante varias décadas de enseñanza universitaria de la disciplina en las
universidades nacionales de La Plata, Buenos Aires y del Litoral. Por la
repetida interacción con estudiantes que enfrentan por primera vez un
cuerpo estructurado y consistente de temas de la ética como una disci-
plina objetiva y autónoma, los autores son conscientes de que tanto el
escepticismo como el relativismo moral que se cultiva en general en la
cultura filosófica de lengua española y, lamentablemente, también en
la enseñanza tanto secundaria como superior, son un duro obstáculo que
es necesario superar, si el expositor, sea como docente o como autor,
quiere ser atendido y comprendido. Una vez más los autores están dis-
puestos a asumir ese desafío, esta vez ante un público más general, con
Primera Parte
Los conceptos generales y el método de la ética
Capítulo 1
Moral positiva, moralidad y ética

1 1 1ipo de problemas que involucra la moral y los criterios para


dl\t inguirlos de otros ámbitos: la evidencia del lenguaje. Los sig-
111fi< ados habituales del término: distinción entre moral positiva y
1111mdidad Los códigos de conducta, el éthos y la moralidad crítica.

,¡11 u-11zarcmos por la parte sistemática, es decir, por los conceptos básicos
1 l I di.Kiplina. Trataremos en primer término el problema de distinguir
11 il, , 'lOl1 los fenómenos de que se ocupa la ética. En filosofía, en general,
1 11 1111guir con claridad los fenómenos que son objeto de estudio es mu-
h,1 111,1s c¡ue un mero punto de partida, es más bien el comienzo de lo que
1 , d1·1t·rminar de un modo decisivo el enfoque que se va a dar al estudio

1 1 prnhlcma.
.\1 i~tóteles afirma repetidas veces en su obra, no solamente en las de
i 1 1 •,1110 también en las de física, que lo primero que es necesario hacer
11l1k·ccr cuáles son los fenómenos de los que se va a tratar. Y éste se-
1111nt10 punto de partida. Ahora bien, en filosofía el punto de partida
, ·. 111 puede ser comenzar por posiciones extremadamente abstractas ni
111 111,ttbmcnte abstrusas para el conocimiento ordinario. En ética, en

I" 1 1.il. debe ser aquél que de alguna manera resulte el más accesible a la
fl, x1,111 ,
t 'tdl podría ser este punto de partida para poder determinar los fe-
111, 110,\ ? Supongamos situaciones cotidianas: es claro que cuando uno
11 ,.1 t·n cuestiones de ética, piensa normalmente en situaciones que in-
111, 1,111 un cierto tipo de conflictos. Ahora bien, hay un gran espectro de
11ill111ns posibles. Tomemos uno elemental: si salimos con una pareja de
18 - - - - - - - - - - -- - - - - - - BREVIARIO ül, (•.TJCA OSV/\1,l)U C\Ji\l0 \; 111\ Y Clti\CIEI.i\ V1 1)rnLLA - - - - -- - - -- 19
amigos y se nos presenta la alternativa entre ver una película de acción co- tencia de un tipo especial de deberes: los deberes para con nosotros mismos.
mo quieren los maridos o una comedia, corno quieren las esposas, tene- Ahora bien, la existencia de deberes para consigo mismo, así como la exis-
mos, sin duda, una alternativa. Pero ¿es éste un conflicto moral? Veamos tencia de virtudes con respecto a sí mismo, es una herencia de la ética an-
el ejemplo más de cerca. A fin de evitar posibles interpretaciones apresu- tigua que hoy en día está en discusión, porque no parece que sea propio
radas o psicologistas de las relaciones de pareja, podemos reducir la elec- del concepto del deber el asumir obligaciones con respecto a uno mismo,
ción a las alternativas que se le ofrecen a una misma persona. En efecto, dado que es uno mismo el que puede dispensarse del cumplimiento de las
alguien puede preguntarse si tiene ganas de mirar una película de acción o obligaciones. Por tanto, el concepto de deber y el concepto de obligación
una comedia, y de este modo admitir que tiene un conflicto de preferen- <.:n su forma más clara y lata tienen que ver con algún otro. Hemos halla-
cias, pero no un conflicto moral. Ya que no se plantea si uno de los dos do así una primera diferencia entre la ética antigua y la ética moderna en
polos de la elección está bien o está mal. relación con la existencia de deberes para consigo mismo.
Compliquemos un poco el ejemplo. Si el tiempo a destinar para ir al En efecto, gran parte de la ética de la Antigüedad tiene que ver con el
cine es el tiempo que se debería aplicar a una tarea urgente o al estudio, ya tipo de virtudes con respecto a sí mismo. Tanto en Platón y Aristóteles, co-
que hay que dar un examen al día siguiente, ¿hay un conflicto moral o no? mo en los estoicos y epicúreos, la cuestión de las virtudes respecto a sí mis-
La alternativa sería estudiar o ir al cine. Si sostenemos que aquí hay un mo ocupa un lugar central dentro de la ética. En la ética de la moderni-
conflicto moral, éste se daría en el interior de uno mismo. Entonces, co- dad este tipo de problema pasa a segundo plano, y el que ocupa el primer
mo no hay relación con los otros, podemos decir que tampoco hay aquí plano como núcleo del problema moral es el de la relación interpersonal.
un conflicto moral. Para ello, estaríamos utilizando un criterio, mediante A pesar de ello, siempre debemos seguir confrontándonos con esta posibi-
el cual podemos decidir si existe o no un conflicto moral, y éste es el de la lidad de que efectivamente el campo de lo ético abarque más que aquel ti-
relación con los otros. En otros términos, para que haya un conflicto mo- po de conflicto que se refiere exclusivamente a las interacciones; es decir,
ral, una o ambas alternativas del conflicto tienen que tener una incidencia que de alguna manera involucre también aquello que tiene que ver con
directa en los demás. En términos más generales, entonces, hablamos de uno mismo. Volveremos a hablar de esta cuestión cuando tratemos lamo-
un problema moral cuando se da un conflicto entre dos intereses. Ahora ral de la virtud.
bien, corno vimos, se puede dar un conflicto entre dos intereses comra- Ahora bien, si hablamos de relaciones interpersonales, debemos seguir
puestos en una misma persona. Por ejemplo: puedo tener ganas de ir al ci- analizando qué tipo de relaciones es el que tenemos en vista, ya que hay
ne y, al mismo tiempo, tengo el interés de preparar el examen parcial pa- una infinidad de relaciones interpersonales que no tienen carácter ético.
ra Ética, y aquí hay dos intereses contrapuestos: uno, que parte de una ¿Qué es, pues, lo que se requiere para que en el ámbito interpersonal apa-
exigencia que yo me impongo con respecto al estudio; otro, que es el de- rezca de un modo más preciso la dimensión moral? Tomemos un caso tí-
seo que tengo en este momento de distraerme. Para determinar si se trata pico. Si uno hace una transacción comercial habitual, como por ejemplo
de un conflicto moral nos fijamos si hay dos individuos distintos involu- tomar un taxi y si el trayecto del viaje es normal, el viaje termina, el pasa-
crados en él. Sin embargo, uno podría pensar que, aunque se trate de la jero paga el importe y allí se acaba la relación, que es por su especie una
misma persona, podría haber también un conflicto moral, cuando hay una relación contractual. Ésta, entonces, no tendría de por sí ningún elemen-
oposición entre el deber y el deseo. Ahora bien, si hablamos de deber, es- to de carácter moral. ¿Cuándo aparecería en ella un elemento de tipo mo-
taríamos forzados a pensar que se trataría de un deber que uno se impone ral? Por ejemplo, si el pasajero no quiere pagar el importe; o si el taxista,
a sí mismo. De modo que también en este caso tenemos un conflicto de que tiene la obligación de conocer y de escoger el camino más directo a fin
intereses, sólo que aquí se da en una misma persona. Si admitimos que ese de que el pasajero llegue a su destino al menor costo posible en dinero y
conflicto de intereses tiene un carácter moral, estamos admitiendo la exis- tiempo, hiciese desvíos innecesariamente por toda la ciudad.
- - - - - - -- - - -- -- - -- - - BREVIARIO DI, 1~· 11CA t 1svA 11 H1 e,tJ I\H 1c.11 A ,, C1ti\t. 1t·1.i\ V11 m .1.1.A 21
El aspecto moral aparece allí donde el encuadre legal puede dejar már- d,111 .,~ dr lns individuos en <lclcrminadas situaciones de la vida. Estas re-
genes para decisiones personales que deben ser regidas respetando deter- ¡•,l 1\ i11 volucran de un modo muy directo el ámbito de lo moral. En la pri-
minadas reglas reconocidas por ambos. Y con esto ya estamos avanzando 1111•1;1 mitad de nuestro siglo, por ejemplo, había en sociedades como las
mucho, porque de inmediato nos preguntamos: ¿qué ocurre con estas re- di Argentina, España o Italia códigos muy severos para las manifestacio-
glas, cómo son estas reglas? 11 1·~ de:! duelo. La familia en la que fallecía un deudo estaba obligada a lle-
Supongamos que uno discute con el taxista porque éste lo ha llevado ~ 11 signos de duelo, los cuales eran muy detallados según fueran hombres
por un camino más largo y le ha cobrado más .d e lo que uno habitualmen- 11 1llujcres. Dicha obligación tenía la forma de una imposición social, im-

te paga. La forma en que haríamos la queja sería diciéndole: "Yo no estoy l "Viición en el sentido de que el que rompía con esta regla se veía enfren-
dispuesto a pagar; era su obligaci6n conocer el camino más corto o el tra- 1,,do al repudio de los demás miembros de la sociedad. Esto es un ejem-
yecto más rápido". Aquí estamos haciendo referencia, al decir "su obliga- l il o de lo que conforma una costumbre en una sociedad, en este caso
ción", a una obligación implícita conocida por todos, que por lo tanto es 11111dcrna, pero que proviene de un modo de vida tradicional. A medida
pública. Y si es pública, es compartida, y si es compartida puede ser for- 'lll l' retrocedemos en el tiempo vamos encontrando múltiples ejemplos de
mulada. Lo importante ahora es cómo puede ser formulada. , ndigos de conducta que reglamentan, a veces de mcnera minuciosa, có-
En primer lugar, hay que decir que se formulan a través de expresio- 111 0 ha de ser el comportamiento de un grupo social, que puede estar de-
nes del lenguaje. El lenguaje es el intermediario mediante el cual se for- 1,•rminado o por funciones o por pertenencias genealógicas o simplemen-
mula públicamente aquello en que consisten las obligaciones de cada uno l t' por formar parte de una cierta comunidad. Este fenómeno es aquél de
que, por lo tanto, son compartidas. Es claro que estas obligaciones son de donde proviene en realidad el término "ética". En efecto, en griego exis-
distinto nivel; hasta ahora estamos formulando esto del modo más senci- l t' d término éthos, que significa "costumbre". A su vez hay otro término,
llo posible, pero el hecho de que una obligación sea enunciada en un len- ,11hos, que significa "carácter". Los dos términos están emparentados eti-
guaje que corresponde a la expresión de obligaciones, o, en otras palabras, mológicamente, pero además de la conexión lingüística, hay una cone-
la mera fórmula del lenguaje, no la convierte solamente por eso en una ,;ión conceptual. En efecto, de acuerdo con Aristóteles, el carácter está
norma moral. Les doy un ejemplo: en el restaurante de una institución fo rmado por la costumbre. Y de este último (éthos), viene el término "éti-
que existe en Buenos Aires, el Club Alemán, se exige a los hombres para c·,t", dado que el carácter en la tradición de la ética antigua luego de
permitirles la entrada que lleven corbata. Por lo tanto, existe allí una re- Aristóteles es supuesto como una condición previa para desarrollar una
gla que reza así: "Es obligación de los comensales de género masculino te- 1 onducta adecuada a las normas vigentes, es decir, a las costumbres

ner puesta una corbata". Esta regla, si bien está formulada como una obli- (lthos). En conclusión, ya en la concepción antigua de la ética está incor-
gación, no se convierte por este solo hecho en una regla moral. Sin porada esta idea de reglas implícitas, que forman parte de lo que es desde
embargo, forma parte de una obligación, o de un cierto código de con- d comienzo un medio común, público, puesto que al ser educados todos
ducta dentro de las costumbres de un ámbito privado. Se pueden dar bajo la misma costumbre, ésta conforma lo común.
ejemplos de que las costumbres, especialmente en sociedades tradiciona- Por otra parte, cuando hablamos en sentido amplio de la moral, in-
les, fijan positivamente los modos de comportarse a los cuales los miem- cluimos en ella también aquellas cuestiones que afectan a las concepciones
bros de esa sociedad deben atenerse. Quiere decir que de hecho el tipo de generales de la vida que cada uno ha elegido para sí, e incluso, cuestiones
regla que involucra una conducta puede estar fijada por costumbres, y es- que tienen que ver con ámbitos mas restringidos. Por ejemplo, un direc-
tas costumbres se transmiten de generación en generación, normalmente lor de una escuela, el presidente de un club, etc., pueden decir que en la
santificadas, garantizadas o sancionadas por algún tipo de respaldo reli- institución que presiden hay una determinada moral que en tal colegio
gioso, y fijan, a veces de un modo muy severo o muy detallado, las con- existen ciertos principios morales, etc. Con ello hacen referencia a la exis-
22 - - - - - -- -- - -- - - - -- - BREVIARIO DE ÉTICA t I V \11111l:11/\1rn.111\ ve :1lM'11· 1.A V11m.1.1.A 23

tencia de reglas propias de conducta, las cuales no pretenden ser universa- 1 1111111,11!.1~ w nvkdoncs y determinados códigos de preferencias. Cuando
les sino válidas únicamente para la institución en cuestión. l1 tlil 11110~ de mol':tlida<l, en cambio, nos elevamos a un nivel mayor de abs-

Se puede hablar, entonces, en un sentido restringido de "moral" cuan- 11 ", 11111 , porque estamos suponiendo, por encima de las morales positivas,
do hace referencia a la moral de una determinada institución, a la moral 11111 11101 :tl critica. Una moral crítica significa: "un conjunto consistente de

de una familia, etc., es decir, en general, cuando se habla de un conjun- ¡ 11m 1¡,ios y normas universalmente válidos".
to de preceptos que regla un código de conducta, que afecta a los miem- lJ11 tercer término que habría que esclarecer es, por último, el de "éti-
bros de un determinado grupo. Todo esto está dentro del ámbito de lo que 1' 1 lt·mos visto ya su etimología y significado en griego, pero en el uso
podríamos llamar "moral positiva", que constituye un fenómeno propio de 1 l.1·, lenguas romances -es decir, tanto en el español, como en el italiano
la sociedad humana, la cual integra en su interior lo que podemos deno- 11 1•1 francés-, y también en el inglés, "ética" se ha ido diferenciando de

minar "la vida o el mundo moral'. La vida moral involucra una parte con- l I l 1111ilia de términos "moral" y "moralidad". Por supuesto, etimológica-
siderable pero difusa de lo que es nuestro mundo, el mundo de nuestras 111 11lc, el origen es el mismo, porque "moral" viene del término latino

relaciones que es el mundo de la vida moral. 111,, rnyo plural es mores, que quiere decir "costumbre/s". En latín, este
Como ya señalamos, aquí estamos hablando de un modo vago y am- l 11111110 fue adquiriendo a partir de Marco Tulio Cicerón un determina-
biguo. Sin embargo, en una acepción más restringida, que tiene en la pre- ¡,, 111aciz filosófico, porque fue Cicerón quien comenzó a utilizar el adje-
gunta formulada por la filosofía de la modernidad, en especial por 11 «11 moralis, que se deriva del sustantivo anterior, como el equivalente del

lmmanuel Kant, "¿qué debo hacer?", entendemos por "moral" en sentido ¡ 111 go ethikós. Para ese entonces, siglo I a.C., la familia de vocablos "éti-
estricto aquello vinculado exclusivamente con obligaciones. Y lo que tiene t", "ético", etc., había adquirido un significado filosófico más restringido,
que ver con obligaciones, tiene que ver de alguna manera con principios o , ¡w<.ialmente a partir de la difusión de las obras de Aristóteles, Ética
normas, de acuerdo con los cuales existen determinadas obligaciones. Es 'V11mndquea y Ética Eudemia, y de los tratados correspondientes de los fi-
decir, las obligaciones no se dan en el aire. Dependen de un marco con- l"'ofos estoicos, como Crisipo de Soloi, Panecio de Rodas, etc., significa-
ceptual que las define. Y ese marco conceptual está dado por un conjunto ,ln que se relacionaba específicamente con la disciplina filosófica cuya ta-
de principios y normas. Este marco conceptual más estricto se separa de la 11 .1 es la reflexión sobre los fenómenos de la moral. Y es bueno que lo

moral positiva, porque pretende establecer un nivel consistente y homogé- dq~·mos así, que entendamos por el término "ética" fundamentalmente la
neo, válido para todos, de principios, de lo que llamamos "moralidad". dt\Óplina filosófica, o, en todo caso, teórica, que pretende acceder de mo-
Cuando hablamos de la moralidad de una acción, no estamos diciendo d11 discursivo y reflexivo al fenómeno moral.

simplemente que esa acción responde a alguna concepción moral de un El hecho de que tomemos "ética" en este sentido tiene una ventaja
grupo, sino que estamos sosteniendo de alguna manera que la moralidad 1di<.:ional. Es que, si bien el fenómeno más inmediato del que se va a ocu-
de la acción excede las convicciones individuales y puede ser sostenida ob- p.1 r es el de la moralidad -esto es, de la moral crítica, de la moral en sen-
jetivamente. Por tanto, al hablar de la moralidad de una acción estamos 11clo estricto-, también, de un modo más amplio, puede ocuparse de aque-
trazando un plano más universal y apuntando hacia una esfera consisten- llo que, de alguna manera, no tiene que ver tan directamente con la
te de normas universalmente válidas. obligación, sino con las otras cuestiones que, tradicionalmente, envuelven
Resumiendo, tenemos por un lado la moral positiva, y hasta podría- 1 ucstiones morales, dentro de las preocupaciones de la vida moral. Pero,

mos decir las morales positivas, porque en realidad se trata del conjunto 1·11 todo caso, reservamos el término "ética" para aquellos estudios sistemá-

de las convicciones morales que hay en una sociedad, que son múltiples. ticos sobre la moralidad.
Por eso dependen de tradiciones culturales, familiares, religiosas, etc., que Uno podría preguntarse si la ética, entonces, no trata las cuestiones
son irreductibles entre sí en tanto suponen el fenómeno de compartir de- que tienen que ver con las elecciones personales, es decir con los proyec-
- - - - - -- - - - - - -- - - - BREVIARIO DE ÉTICA '1 \¡\l l ll l { :1 l¡\llll ,l li\ \ ( :tt/\1 11•1 /\ VII )lf,I I A 25

tos de vida, puesto que, según la definición dada, la ética reflexionaría so- tl¡it ,~ put 1111 dl' ll'ltl\Ínadot.ódigo moral que está vigente en una deter-
lamente sobre los problemas de la moralidad, de las obligaciones, pero no 1,1111 ,d,1 \Ol si ese c6-
lt'tlad o comunidad, la reflexión filosófica se pregunta
sobre la felicidad. Para responder a esta cuestión, deberemos dar un peque- ,, 11111r,il N vtilido. En efecto, como lo muestran los diálogos socráticos,

ño rodeo. Si pensamos en el uso que se hace frecuentemente en la ficción I" . 1.tl mcmc los primeros diálogos de Platón, Sócrates pretende que,
del término "moral", entonces deberemos recordar que los literatos apli- tt 111110 él pregunta a alguien acerca de qué es la virtud, su interlocutor le
can el término a las situaciones críticas en las que un personaje se ve de al- ¡i1111tla con algo más que las meras prescripciones que determinan las
guna manera enfrentado a la elección de su yida, porque, por ejemplo, 111111brcs. De ahí que Sócrates continúe preguntando frente a estas res-
quiere romper con una vida de convenciones, adoptar una vida más since- 111 1.1~: "¿Y es eso bueno? ¿Y por qué es bueno? ¿En qué consiste en últi.ma
ra, etc. Éstos son, también, problemas de los que trata la ética, aunque no 11 1 11H ia la virtud, la justicia, etc.?". Como disciplina filosófica reflexiva,

sean problemas de la moralidad en sentido estricto. Se trata de cuestiones 1 111.1 toma como punto de partida los fenómenos morales cotidianos en
que afectan la concepción de la buena vida, o, como se decía en la ética an- 1111vd fenoménico en el que se presentan, pero pregunta algo más, pre-
tigua, de la eudemonía o la felicidad. En efecto, la felicidad es el fin último 11111 , por los criterios para juzgar estos fenómenos morales. De ese modo,

al cual tendemos, y la pregunta abierta por la ética antigua, renovada re- 1111 11 110s en un ámbito distinto, que es el ámbito de la moralidad, el pra-

cientemente por una nueva generación de filósofos morales, es la siguien- l '111H·nte reflexivo o crítico.
te: ¿C6mo es necesario que un ser humano viva su vida? <:on esto hemos llegado a una primera distinción del ámbito fenomé-
Ahora bien, cuando nosotros hablamos de "ética" estamos hablando 1111 ,, l'l1 general y de lo que es el punto de vista de la moralidad como dis-

de algo más, si bien esto es parte de lo que está en discusión en la discipli- 1¡,l111a crítica filosófica. A partir de este punto comienza lo que constitu-
na filosófica. Como indicamos antes, la primera acepción de la ética como 1111cstra problemática, la problemática de la ética como disciplina
disciplina es la que remite a la reflexión sistemática y teórica sobre lamo- 1 11, xiva, porque inmediatamente después de preguntarnos si el problema
ralidad; luego hemos visto que tampoco le son ajenas las cuestiones que 1 l.1 moralidad está bien comprendido al plantearlo en estos términos,
tienen que ver con las concepciones de la buena vida, de la felicidad en ,,, 1,r una segunda pregunta acerca del método para establecer de un mo-
sentido general. Por último, a comienzos de siglo existió una corriente fi- l,, objetivo los rasgos más definitorios de las normas morales. Y esto su-
losófica, especialmente en los países anglosajones, que pretendía reducir el 1'""l' escoger un enfoque que nos dé una perspectiva para establecer cier-
objeto de la disciplina al estudio teórico del lenguaje moral En consonan- 1• • , riterios básicos.
cia con esta última actitud, propusieron un cambio de denominación: ya
no se trataría de "ética" sino de "meta-ética". En la actualidad esta posición
ha quedado muy circunscripta en los estudios de filosofía moral, pese a lo 1 ccturas complementarias
cual legó una herencia importante a la ética de este siglo, a saber: que el
estudio de los problemas lógicos, semánticos y pragmáticos del lenguaje 111 111dt , R. B.: Teorla ética, erad. al case. E. Guisán, Madrid, Alianza, 1982, cap. l.

moral, es decir, de las reglas lógicas y de los términos involucrados en t ,1111iglia, O.: Moralidad: ética universalista y sujeto moral, Buenos Aires, FCE,
nuestros juicios morales o, en general, los juicios de valor, es indispensable 1996. cap. 1.
como paso previo al estudio de la ética normativa o sustantiva. l lt1 tbon, W. O.: Lafilosofia moral contempordnea, trad. al cast. J. Hierro Pescador,
Pero, ya desde Sócrates, a quien todos consideramos el padre funda- Madrid, Alianza, 197 4, cap. l.
dor de la reflexión filosófica sobre la moral, la meta de esta reflexión está
constituida por la interpretación, la fundamentación, del punto de vista
moral. Es decir, más allá de la descripción de las acciones que son las pres-
Capítulo 2
La evidencia del lenguaje

1 1 distinción entre proposiciones descriptivas, prescriptivas y eva-


hwivas. El uso de los distintos tipos de lenguaje: el enunciado de
l11·, hos, la prescripción de normas y la expresión de sentimientos,
¡11 l'Íerencias, etc. Las conexiones semánticas y pragmáticas entre
l,1.~distintos usos.

11 , 11foque que utilizamos actualmente en filosofía para investigar y expo-


11 , los aspectos básicos de la moralidad toma como punto de partida el
1 11p,11,tjc. Es importante tener esto en mente, porque si bien la moralidad
11110 reflexión crítica está presente ya en Sócrates, el punto de vista estric-

, 111H'lllc filosófico se conforma solamente a partir de la filosofía de la


1lt 1· 11 a<.:ión, es decir, a partir de la modernidad. Y en la modernidad el pun-
1 , , k partida no ha sido el lenguaje sino la consciencia.

l ,a filosofía moderna toma como datos y puntos de partida básicos,


111 d.Hos de la conciencia moral. Hoy tendemos a juzgar eso como un
pi 1111 <'0 puramente psicologista, y consideramos que si bien es necesario te-
"' , t•n cuenta los aspectos llamémoslos psicológicos del sujeto moral, no
• posible extraer de ellos los elementos necesarios para desarrollar un mé-
1, u lo filosófico de investigación. Desde este punto de vista, el giro de la fi-

l, 1,nfía contemporánea hacia el lenguaje es compartido también por la éti-


1 ! lasta aquí todos estarían de acuerdo, pero desde aquí también parten
1'1nf"undos desacuerdos. La distinción central que vamos a hacer en el len-
v11.1jc o rdinario, también tendrá que apelar a algún tipo de distinción de
, 1dcter semántico para poder separar los varios usos del lenguaje. Veamos
, 111o nces cuál es esta distinción.
28 - - - - - - - - - - - - - - - - - BREVIARIO DE ÉTICA 1 VA11111 t ,IJAIUt:1 ' " Y C1tAt·11·1 /\ Vm11·11.A
29

Si alguien dice: "la mesa es marrón", ésta es una proposición descripti- 1 1


ll ,¡m iHlc ,1 los criterios habituales con los que nosotros distinguirnos
va, porque está describiendo las propiedades de un objeto. Quien la emi- 11 , m.1s m.uroncs de las blancas. Por supuesto esto supone una com-
te está haciendo un juicio descriptivo en el cual, mediante el uso del ver- l l mi1'H1 compartida del significado de cada uno _de los términos qu:_ de-
bo "ser", lleva a cabo una afirmación, la que une un objeto identificable l 11111 ,l los colores. Para dar un ejemplo, hay reg10nes d e habla espanola,
como "la mesa" con una determinada propiedad que es la de "ser marrón". 1 \ (,¡ ica Central y el Caribe, en las que el vocablo inglés "brown" ha
1 111
Es posible realizar exactamente el mismo tipo de juicio utilizando un de- , 1 1do a la palabra "marrón" -término proveniente, a su vez, del fran-
11 111
mostrativo, por ejemplo: "esto es rojo", con la diferencia de que, en este ' qu1.: sustituyó al más castizo "castaño"-; pues bien, los hablant~s ~e
último caso, el sujeto de la proposición es una instancia singular, de la que 1 irgiones deberán disponer previamente de una interpretación del s1gn:.:
se afirma que posee una propiedad universal descriptiva. El lector se pre- 11 u lt I de la predicación, a saber: '"marrón' significa lo mismo que 'brown ,
guntará en qué sentido hablamos aquí de propiedades "descriptivas", ya 1 11 1 poder determinar luego sin vacilaciones si la. p~oposición es ve:dade-
que no siempre se describe directamente la realidad. Por ejemplo, alguien 1 1, , f.tl sa. Por supuesto, existe también un proced1m1ento mucho mas sen-

puede ver humo a una determinada distancia y decir: "aquello es un fue- .ti,, clt· indicar el significado de un término descriptivo de lo que en ge-
go", aunque en realidad no esté percibiendo las llamas ni el calor, pero sí 11 1 11 ~e llaman especies naturales como los colores, los gust?s, etc., q.u: es

una manifestación que de alguna manera le permite formular un juicio 1 qnl' utilizamos en la enseñanza del lenguaje a nuestros mños: rem1t1én-
descriptivo. En general, utilizamos la categoría de "propiedades descripti- l1111m a alguna instancia visible que ostente precisamente ese col~r, .e~e
vas" para aquellas que permiten de modo directo o indirecto una compro- 111~10, cte. es decir, a instancias de aquellas propiedades .º clas:s de md1v1-
bación empírica. Esto posibilita distinguir, entonces, los usos del lenguaje l1111, que se dan en la naturaleza, desde colores a especies animales, o fe-
en los cuales las proposiciones que se utilizan son descriptivas, ya que és- 11111111.·nos como el rayo o el fuego.
tas deberán satisfacer dos requisitos: poseer propiedades universales y com- Veamos ahora cómo expresamos una norma, por ejemplo: "Está pro-
probables empíricamente. C uando una proposición descriptiva describe una hit ,ido fumar" . A diferencia de las proposiciones anteriores, éstas no des-
realidad que no existe, no deja por eso de ser descriptiva, sino que deja de ' ti 1r11 nada, sino que prescriben una determinada acción o su contraria, es
ser una proposición verdadera y se convierte en una proposición falsa. En d , u, imponen que se realice o que se deje de realizar la acción que .se
consecuencia, las proposiciones descriptivas tienen la propiedad de tener , 1111 1cia, por lo cual se las denomina proposiciones prescriptivas. Éstas. ti~-

dos meta-valores posibles o, como se los llama en lógica, dos valores de "' 11 algunas características que las distinguen claramente de las descnpu-

verdad: verdadero o falso. V "• comenzando por el hecho de que la situación a la que se refieren no
En resumen, entendernos por "proposiciones descriptivas" aquellas prL'viamente existente sino posterior a la proposición misma. Un ejem-
que utilizan como predicados propiedades que pueden ser empíricamente ¡tl1 , .1clarará esta idea: supongamos que en la pared del aula hay un cartel
comprob a bles, como "blaneo", cenegro,, , " cal'1ente" , "Lrno , pesad o" , "l'1v1a-
1
,, " · ,pie dice: "Está prohibido fumar", y supongamos que entra en el aula al-
no", etc., las cuales, a su vez, dado que se emiten para hacer afirmaciones t:•lll' ll que está en ese preciso momento realizando la acción de fumar. La

sobre la realidad, desde el punto de vista lógico pueden ser verdaderas o fal- 11 d6n que la norma ordena no se refiere a lo que sucede en el momento

sas. Ahora bien, tanto si decimos: "la mesa es marrón", como si decimos: 1 11 1.1ue el fumador entra en la habitación, si no a lo que tendrá que s~ceder

"la mesa es blanca", la estructura de la proposición no nos adelanta nada , 11 el momento inmediatamente posterior, pero que aún no ha ocurndo, a

acerca de su verdad o falsedad, ya que en uno u otro caso es exactamente ,her: dejar de fumar.
la misma: sujeto + verbo cópula + predicado. Para poder concluir si la pro- La relación, entonces, entre la proposición prescriptiva y el mundo
posición del caso es verdadera o falsa, debemos tomarla en su conjunto y n exactamente la inversa a la de la proposición descriptiva con el mun-
confrontarla con la realidad empírica, de modo que resulte posible estable- cl!l. En efecto, mientras que en la relación entre la proposición descripti-
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l \ \l l H1 l;llAllll,l lA \ { :1tAt 'll•I A Vmll\11.A

va y el mundo, éste es siempre lógicamente anterior a las palabras, puesto 1 111¡,1 1• l.1s <.: Xptniom.:s del h:nguaje ordinario en las que están expuestas
que la proposición describe algo que es anterior a ella misma, razón por 11111n l.1s 1wr111as morales como las jurídicas.
la cual le reconocemos al lenguaje descriptivo el hecho de referirse siem- 11 ,tSta aquí <.:stá clara la relación entre las proposiciones descriptivas y
pre a una realidad preexistente, en la relación entre la proposición pres- 1, ¡,w~c riptivas. Pasemos ahora a un tercer tipo de p roposiciones que tie-
criptiva y el mundo, la dirección se invierte. Ahora, en efecto, la proposi- 11 11 1111 carácter distinto de las prescriptivas y de las descriptivas y cuya re-
ción precede al estado de cosas en el mundo, porque éste cambiará de 11, 11111 con la ética es bastante estrecha. Consideremos por ejemplo esta
acuerdo con la proposición a partir del momento en que ella es emitid a ¡ 1,1¡,usición: "Fumar no es bueno". A primera vista advertimos que tiene la
o conocida, como en el ejemplo del fumador que entra en el aula. Si ana- 111 ,ttt .t estructura que las descriptivas, ya que atribuye una propiedad a un
lizamos la proposición prescriptiva, encontraremos que ésta siempre con- 11 1, to determ inado a través del verbo ser, y tiene, también, la m isma es-
tiene un núcleo descriptivo que se refiere a la acción que se ordena llevar 1111, 1ura de sujeto-predicado. La diferencia reside fundamentalmente en el
a cabo. En el ejemplo anteriormente dado, esta acción es la de "fumar". 1¡·,11dk ado de la propied ad que le estamos adjudicando. En este caso, la
Éste es un término descriptivo, porque para poder distinguir si alguien 11111posición "la mesa es buena" no tiene n inguna diferencia en sus compo-
fuma o no, se tendrá que recurrir a pruebas empíricas, como la visión del 11, 111cs con aquella otra, "la mesa es marrón". En otros términos, hay un
humo saliendo de la boca o de las fosas nasales del fumador, o la percep- 1• 111ldismo en la estructura gramatical y una diferencia exclusivamente en
ción del olor acre de la n icotina y del alquitrán quemándose, etc. La pro- 1 11ir111ino "bueno", de modo que aquí la diferencia reside en el sentido,
posición, sin embargo, no es descriptiva, porque su intención no es des- 11 l.1 semdntica de esta p alabra.
cribir, sino ordenar.
Los térm inos que estamos usando, como "bueno", "malo", etc., intro-
La estructura de una proposición prescriptiva, en consecuencia, es un 1111 1•11 una evaluación , es decir, son términos que expresan un valor. Por eso
poco distinta a la descriptiva correspondiente. Tomemos el ejemplo ya uti- l 1 proposiciones que los contienen, reciben el nombre de proposiciones eva-
lizado al principio y veremos que se lo puede analizar de la siguien te ma- 1,,.uivas o valorativas. Las proposiciones valorativas son aquellas que tienen
nera: "Está prohibido (fumar)". El primer elemento de la proposición es 1•111picdades que expresan valoraciones o evaluaciones, las cuales no son
el que expresa, en realidad, la intención de quien emite la proposición de , ,1111parables a las que expresan propiedades descriptivas. Las primeras, en
que ésta sea entendida como la expresión de una orden. A la expresión de 1, 1to, expresan una actitud del hablante frente a lo que está describiendo o,
estas intenciones que el hablante realiza a través de su emisión o de su ac- 11 otros términos, los pred icados evaluativos reflejan siempre la valoración
to de habla la denominamos fuerza ilocucionaria. En español se expresa una , , punto de vista del hablante con respecto de un estándar de valores. Por lo
obligación de diferentes maneras: "es obligatorio", "está prohibido", "se , 11110, las proposiciones valorativas establecen implícita o explícitamente una
d ebe " " ' penad"
, sera o , etc. D e mo d o general, podemos escoger como repre- 11111paración entre el objeto o propiedad actualmente en consideración y
sentación genérica de una proposición prescriptiva el siguiente esquema: 1111.1<.:scala gradual de esos mismos objetos y propiedades que difieren por su
"se debe (fr)", para las obligaciones, y "se debe (no-fr)" para las prohibicio- r 1,1do de perfección. Por cierto, los estándares de valor, si bien tienen un as-
nes, en el que "fr" es una variable para acciones y "se debe" la expresión ¡u·c l O fuertemente subjetivo, ya que dependen de la apreciación del hablan-
de una fuerza ilocucionaria prescriptiva. De aquí se puede derivar poste- i.•, pretenden, al mismo tiempo, una cierta objetividad. Pensemos en las ca-
riormente el esquema lógico-formal siguiente, utilizado en la lógica de las hf tt·aciones que obtienen los distintos lotes de frutas en el mercado
normas o deóntica: O (p). En éste, "O" es el "operador modal deóntico" y , orrcspondiente. Allí, en efecto, cuando se d ice que tal lote es de fr uta "bue-
p" una proposición atómica. N o nos ocuparemos de las cuestion es de ló- 11.1", tal otro de fruta "mediana" o "mala", los conocedores inmediatamente
gica deóntica, ya que ésta es una disciplina puramente formal, que tiene 1 nricnden las diferencias entre las respectivas calidades, a pesar de que inevi-
una temática propia, de modo que a lo largo de este breviario utilizaremos 11hlcmente haya variaciones en la aplicación del estándar de valores.
\ \¡\I 1)11 ( ,11,\lllt ,11 1\ \ ( :,t,\I 111 ¡\ VIIHl 11.i\ 33
32 - - - - - - - - - - - - - - - - - -- BREVIARIO l)l'. l'TICA

Podemos resumir estos tres tipos de proposiciones en el siguiente 111 11 11111 dul 1,1 110 f.1lseada a la norma, que sigue vigente pese. a la viola~
1 111
1 t lil'rlio de que no se cumpla no la hace falsa. Esto explica porque
cuadro:
1 ,lntn de verdad y falsedad no son los que se deben aplicar a este tipo
Tipo Proposición Valores Ontología 1 111 oposiciones. . .. , .
en metalengu.aje < ,111110 señalamos anteriormente, los valores metalmgutsncos que se
de proposición
Descriptiva "La mesa es marrón" VI F La proposición 1¡iliran a las proposiciones prescriptivas son .l~s de "cor~ec~o o inc?~
11 • En efecto, podemos criticar una proposición pr~sc~1~t1~a y decu,
se ajusta al mundo 1 111
Prescriptiva "Está prohibido fumar" CII El mundo se ajusta I 1 1 1 wmplo, que "está prohibido fumar" es una p.rescnpcion m~orr~cta
, , , c quien puso el cartel no tenía el correspondiente respaldo mstttu~
a la proposición 1 1 111
Evaluativa "La mesa es buena" P/R 11111 ,tl (no era una autoridad de la Facultad, obraba por su cuenta, etc.). Si
lp,t1ll'll está convencido de que los fumadores tienen de~echo ª. la~za~ su
V/F = verdadero/falso; C/1 = correcto/incorrecto; P/R = preferencia/rechazo. ltt 11110 donde les plazca, puede sostener que es un tratamiento d~scnmma-
1 11111 , etc.; pero no puede decir que sea falso. Se lo puede c~e:t.10nar des-
En el caso de la primera proposición, "la mesa es marrón", que pertenece 1 , 1 punto de vista moral o legal, pero siempre desde la posibilidad de su
al lenguaje objeto, se trata del lenguaje que usamos para referirnos direc- 1111•cción o incorrección. Ahora bien, alguien podría aducir que hay un
tamente al mundo, razón por la cual vamos a tener en el metalenguaje un , 11do en el cual una proposición prescriptiva puede ser verdad~r~ o fal-
11
tipo de caracterización de esa proposición que determinará desde el pun- 1 por ejemplo, si se afirma que "en la calle tamb_ié.n está prohibido fu-
to de vista semántico su status lógico, el cual podrá ser "verdadero o fal- 1111 ", cuando no existe ninguna ordenanza municipal al respecto: ~sa

so". A su vez, el tipo de relación ontológica entre la proposición y el mun- 11111 plicación se suele dar con las normas jurídicas, porque se suele .disun-
d o, es tal que va del mundo a las palabras: el mundo es anterior a la 1111 d contenido normativo de la enunciación de la norma, por e¡emplo
proposición que habla de él. Hay una anterioridad ontológica del mundo 11 11 u código, que sería una proposición descriptiva, e~ el se~tido de que
respecto del lenguaje; los hechos preceden a las palabras y las descripcio- ¡, 1 1ibe que dentro del ámbito de vigencia de ese código existe .u~a nor-
nes del mundo deben ajustarse al estado de cosas que acaece en el mundo. 111 1 que dice tal cosa. De este modo es posible adoptar una pos1c1on que
Las proposiciones prescriptivas como "está prohibido fumar", tienen un 11111iuyc valores de verdad y falsedad a las prescripcio~es, pero no desde el
valor metalingüístico diferente con relación a la prescripción. Tanto desde el (IIIIHO de vista de las normas mismas, sino del enunciado?~ esas n~r~as.

punto de vista estrictamente legal, como desde el punto de vista moral, que 1111 en ese caso, podemos seguir distinguiendo dos proposJCi?n~s d1~tm~as
es más amplio, el conjunto de las normas o prescripciones tienen en el me- 1111 1quc coincidan los términos de su enunciado: ~na, descnpnva, mdica
talenguaje dos valores análogos a los de las proposiciones descriptivas: "co- pu· en el código de faltas de la Ciudad de Buenos Aires hay una norma que
rrecto o incorrecto". Esto significa que, así como las proposiciones descrip- 11pula: "Está prohibido fumar en lugares públicos cerrados"; y otr~, p.res-
tivas se caracterizan por ser verdaderas o falsas, las prescriptivas tienen dos ' 1qniva, que expresa una orden: "Está prohibido fuma r en lugares pubhcos
posibilidades que determinan su status lógico: correctas o incorrectas. , , 11,idos", que afecta a todos los individuos que se encuentren en él.
Desde el punto de vista ontológico, en cambio, las normas son con- Respecto de la relación ontológica entre la proposición y el mundo,
trafácticas respecto de su cumplimiento o efectiva validez. Esto indica que 11 caso de las prescriptivas, éstas preceden al mundo, razón por la cual
d
las palabras preceden a los hechos, al mundo, que se debe ajustar a las pa- 1 .,juste va de las palabras al mundo: no son las palabras l,as que se adap-
labras. Si en un sitio determinado se anuncia: "Está prohibido fumar", 1
111 al mundo (lo describen) sino es el mundo el que habra de adaptarse a
aunque alguien fumara y entrase de ese modo en contradicción con la nor- I" palabras (cumplir con la norma).

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34 - -- - -- - -- - - - - - -- -- BREV!J\Rl ü D E ÉTICA
\} V\l lH! ( ,1 1\1\ll ,l l A \ ~~ ll/\C 11 11\ Y ll l ll•l l.A

Pasemos ahora a las proposiciones evaluativas. Como dijimos, su es- 111,I ,h e01110 Lis de comportam iento dentro de una institución
1c•gl. 1~.
tructura lógica es semejante a la de las descriptivas, pero se diferencian por
1 H hl.t , 1111 rnlcgio, 1111 club, cte., e incluso jurídicas, como las que rigen
tener términos evaluativos. La terminología de valor tiene como término 1 11.\m it o, que no tienen que ver directam ente con la moralidad . D icho
paradigmático el adjetivo "bueno". Existe, sin embargo, una extensa gama 1 11 11 0 modo, si bien el lenguaje provee una orientación importante para
de evaluaciones de distinto carácter, inclusive dentro de los diferentes sig- 11 t 11 1g11i r los hechos morales de aquellos que no lo son, no puede de por
nificados que tiene el término "bueno", por ejemplo en estos dos usos: "es- ¡ , l11sivamente indicarnos qué cuestiones son moralmente relevantes o
te vino es bueno" y "esta película es buena'' . .Claramente al haber una gama l .ttnbién las proposiciones evaluativas son importantes para la ética y
tan variada de evaluaciones, no es posible que tengamos, como ocurría en , u mi ten a problemas tradicionalmente conectados con ella, como por
los dos casos anteriores, dos únicos valores metalingüísticos. Es decir, no va- ¡ 111¡,lo la pregunta que todos nos hacemos alguna vez: "¿Qué considero
mos a poder establecer con claridad si las proposiciones evaluativas son o tl11 H·11tc ' bueno' para mí o para mis hijos, etc.?". Como lo mostraron los
verdaderas/falsas, como en el caso de las descriptivas, o correctas/incorrec- ¡ 111 plos que dimos de evaluaciones como "la mesa, el vino, etc., son bue-
tas, como en el caso de las prescriptivas. La razón de que ocurra esto es la 1 1 ', también en este campo existe una infinidad de evaluaciones que ex-
siguiente: en las relaciones evaluativas hay un elemento inevitable que es 1 .111 solamente preferencias, sean subjetivas o provenientes del criterio
la expresión de la preferencia del hablante, la que está implícita en el tér- 1 l,1.~ expertos, cuya relación con la moralidad es muy lejana o simple-
mino evaluativo, el cual, como dijimos, introduce siempre una escala com- •>· 11 1(' nula. Sin duda, hay un aspecto de las proposiciones evaluativas que
parativa de valores. Esto ya está presente en la misma serie lingüística, que , 111 que ver con la moral, por ejemplo, cuando utilizamos el término
establece grados en los adjetivos: positivo, comparativo y superlativo: 1111111 0" en determinados contextos: si decimos que una acción determi-
"bueno/mejor/óptimo", "malo/peor/pésimo". Pero aun en el caso en que " l., es "buena" sin agregar ninguna otra calificación, estamos haciendo,
se atribuya el grado positivo se lo está contrastando con el caso al que no 1/ 11,1 facie, un juicio moral. Es claro que en este caso estamos utilizando
se le atribuye nada: si decimos "este vino es bueno", lo comparamos, aun- 1 1 1mino "bueno" con connotaciones morales, de modo que una especie
que sea en abstracto, con otro u otros que, por el mismo precio o de la 1 l 1s evaluativas tiene relación directa con la moral, y de lo que se trata,
misma procedencia, son de calidad inferior. , 11" poder establecer los criterios para poder determinar cuáles son estas
De este modo tenemos un cuadro con la clasificación de las proposi- 1·1 • ,posiciones evaluativas, qué carácter tienen, y cuál es su relevancia des-
ciones en el lenguaje ordinario desde el punto de vista semántico. Es cla- 1, , 1 punto de vista moral. De esto trataremos en el capítulo 1O cuando
ro que la ética tendrá que ver en especial con las proposiciones prescripti- 111, orn pemos del tema del Bien, porque éste es uno de los pilares básicos
vas y las evaluativas. Por medio de las prescriptivas se enuncian las normas ,( 111• los que se afirma la reflexión filosófica en ética.
cuya vigencia se presenta como universal. Por el mero hecho de la formu-
lación uno no puede darse cuenta si es una regla de un código positivo de
conducta, o si tiene que ver con la moralidad. Por ejemplo, si en un res- 1 1 t ttras complementarias
taurante se advierte: "está prohibido entrar sin corbata", esta regla tiene la
misma estructura que una prescripción, pero no se refiere a la moralidad, l 1 111tlt, R.B.: Teoría ética, trad. al casr. E. Guisán, Madrid, Alianza, 1982, caps.
sino a las costumbres positivas de un determinado círculo. Hy 9.
La ética se ocupa primordialmente de las proposiciones de carácter O.: Moralidad: ética universalista y sujeto moral, Buenos Aires, FCE,
, 11 ,11 iglia,
prescriptivo que expresan normas y de las evaluativas que expresan valora- 1996, cap. 4.
ciones y preferencias. Si bien todo el ámbito de las proposiciones prescrip- l lt11hon, W.D.: La filoso.fia moral contemporánea, erad. al cast. J. Hierro Pescador,
tivas es, en principio, moralmente relevante, existe, como vimos, una can- Madrid, Alianza, 1974, cap. 2.
Capítulo 3
La argumentación moral

Análisis de las oraciones prescriptivas en sus elementos: la fuerza


ilocucionaria y el contenido proposicional. La argumentación
moral: distinción entre el nivel epistémico y el nivel ético. La es-
1ructura del razonamiento moral: juicios particulares, normas y
principios como garantías.

1 11, go del cuadro de clasificación de las proposiciones que hemos visto en


l , .1pítulo anterior, nos concentraremos en las proposiciones prescriptivas,
11 ¡,rimer lugar en el análisis de sus elementos y luego en su estructura ló-
1, .1 (entendiendo por ello una conexión intrínseca no-form al o informal)
1 1 razonamiento moral. El carácter distintivo de tales proposiciones con-
1 t t• en que están constituidas por dos elementos diferentes, uno que mar-
1 l.1 obligación o prohibición y el otro que indica la acción ordenada o
1'111hibida. Algunos autores, como R.M. Hare, emplean dos términos pa-
' 1 a<la uno de estos elementos: al introductor de la obligación, mandato

, prohibición lo denomina neústico y al contenido proposicional, que es la


, , ic'm propiamente ordenada, ftástico, que indica qué carácter tiene lo
p ll' va a seguir.
Un ejemplo hará más clara esta distinción. Tomemos las dos oracio-
111 , .~ 1gu1entes:

(1) «Juan cierra la puerta»;


(U) «Juan, por favor, cierre la puerta»
38 BRL'.V l1\RlO I ll; 1· 1H '¡\
l 1111'1 1, ,11 \ ' l il(¡\( 111 /\ VII llH IJ\ 39
La oración (I) está en indicativo y describe la acción de Juan. Desde el 111 1,11 v,, rs 1111.1 de l.,.~ cspl'cics de las prcscriptivas; una especie
punto de vista de la actitud del hablante, la oración es aseverativa, ya que 11 ,ti 11 1 y 1 '111<' n u11.1 prescripción singular de un hablante dirigi-
quien la enuncia pretende expresar de modo verdadero lo que Juan está llllll" "), 111(", y Sl<.:mpn.; cn un contexto definido, espacial y tem-

haciendo en ese momento. En cuanto al contenido proposicional, el n ú- 1,1 1 11 111111\ 16'111i11os, no se puede descontextualizar ni univer-
cleo es una acción: "cerrar la puerta". La oración (II), en cambio, está en 11 111i¡1<.:1,11ivo 110 es universalizable. Hubo lógicos, como el citado
imperativo: el hablante no describe sino que pide u ordena a Juan que és- ¡i1 11111 ,o., tcnido que las normas son imperativos universales, pero
te lleve a cabo una acción. Desde el punto de vista de la actitud del ha- 11111 f11,1't ,1mc111e una contradicción; si por imperativo nos referimos
blante, la oración es imperativa o apelativa, ya que quien la expresa pre- 11, e1 1111.lli,al, éste no se puede universalizar por estar dirigido a al-
tende apelar a otro para que éste se ponga en movimiento y realice la 1•• 1 ÍÍ1l0 en un momento determinado.
acción que el hablante desea que se lleve a cabo. El núcleo de esta acción 11 111d11 tenemos que hacer una prescripción que no está dirigida a
lo da el contenido proposicional: "cerrar la puerta". 11 · 11 p,1nicular, sino que es universal, dado que sus destinatarios
Como vemos, ambas oraciones tienen el mismo contenido proposi- , 111, .1qucllos que están en condiciones de cumplir con el conteni-
cional, pero difieren por la actitud del hablante con respecto a aquél. A es- 1 111n,1donal enunciado, el resultado es una norma que enunciamos
to lo llamamos "fuerza ilocucionaria''. En efecto, el contenido proposicio- 1¡,t1r: "Se debe cerrar la puerta". Aquí aparecen con claridad los
nal "cerrar la puerta" describe una acción general, sin agregar ninguna de 1 111,·11tos que componen la prescripción , la fuerza ilocucionaria
las otras determinaciones de persona, modo y tiempo que la determinan. 1 1, "), por un lado, y el contenido proposicional ("cerrar la puer-
C uando se añaden estos elementos, la actitud del hablante con relación al ¡1111 d otro. Esto se simboliza de la siguiente manera: "se debe
1
contenido proposicional convertirá este núcleo en una proposición des- 11

criptiva, si lo que pretende es afirmar que alguien está realizando la acción 1101.1 bien, las normas tales como las que h emos analizados forman
de cerrar la puerta, afirmación que se puede verificar o falsear. di un juicio moral. Hasta ahora hemos considerado los elementos
Si, en cambio, la actitud del hablante con relación al núcleo proposi- l111u, de éste; a partir de ahora intentaremos examinar la estructura del
cional varía, y lo que pretende es que la acción expresada en éste se lleve a 111 di ntro de un argumento moral

cabo, entonces la oración en su conjunto se convierte en una prescripción, V, ,11nos un ejemplo típico de un argumento de este tipo:
en el caso más simple en una orden emanada del emisor y dirigida a otro
a fin de que éste realice su voluntad y cierre la puerta. De este modo, lo 1, El concejal Fha obrado inmoralmente con respecto a G.
que ha cambiado con relación a la oración anterior es solamente la fuerza // ¿Por qué lo dices?
ilocucionaria con respecto al contenido proposicional, pues éste se ha man- 1 Porque ha utilizado el cargo de concejal para presionar a G a
tenido invariable. La actitud del hablante con relación a él no es ya afir- q11r le vendiese un terreno que éste tenía junto a otro de su pro-
mar o negar un estado de cosas en el mundo, sino provocar un estado de J'l("dad, con la amenaza de expropiárselo si n o accedía.
cosas. Lo que transmite mediante la fuerza ilocucionaria prescriptiva es H ¿Qué hay de incorrecto?
~ue quiere que una acción determinada se cumpla en el momento poste- l. Es incorrecto porque ni F ni cualquier otro en su lugar pue-
nor a dar la orden. Por supuesto, no siempre nos encontramos con una ' lt' obligar a G a vender contra su voluntad.
prescripción dada en imperativo, sino que podemos también hallarla bajo ff: - Todavía no me has dicho por qué F no puede obligar a G a
una forma debilitada, es decir, de cortesía, como por ejemplo: "Me gusta- vender.
ría que usted, Juan, cerrara la puerta'', en cambio de: "Juan, cierre usted la '1: - Sí lo hice. Pues si se admite que F tiene derecho a forzar a
puerta". rnalquier otra persona a actuar según sus designios, entonces es
40 BtU·Yl/\llH l 1>I· I· l ll /\
11 1Lt1\11t.11,\\ tt1t1\l'tt·t1\ Vll)ll·t.t/\ I¡ 1

necesario admitir que codos tienen el mismo derecho de hacer lo 1111111 1 11e·1H11 1111 ,.11:kt<.:1 fitndamcntalmcnte epistémico, en el sen-
mismo que él. Al contrario, si juzgamos que lo moralmente co- 1" , dr'lw 1·,t.1 hl1n·1 si lo que se dice es verdadero o falso. En es-
rrecto es que esté prohibido para codos y para cada uno el forzar 111 1 , I , 01111·1,ido descriptivo en el juicio moral tiene la misma es-
a otros a realizar una acción en contra de su voluntad, entonces 11 1 ,p11 los datos históricos. Un dato histórico también puede ser
esto también es válido para él. En otras palabras, lo que es correc- 1 1 111 11 f.ilso; d interés teórico, en este caso, está dado por la impor-
to o incorrecto para una persona debe ser correcto o incorrecto 111¡11,• 1·,<· rc•hto tiene dentro de una narración más general de una se-
para cualquier persona similar en similares circunstancias. l 11 11111t·cimicntos o de una teoría histórica determinada. En ambos
l I vndad de los datos se tendrá que establecer recurriendo a testi-
Al presentarlo como un diálogo, podemos enfocar al juicio moral desde 11111 111dcpendientes entre sí, descartando fuentes poco fidedignas o
una perspectiva distinta. En efecto, los personajes envueltos, Fy G, están 1 1111 mente parciales, etc.
directamente involucrados, pero el diálogo es entre otros dos personajes, A 1, 11 l icrto, poder establecer la verdad o falsedad del contenido narra-
y B. Al ser éstas dos personas distintas a las involucradas, la perspectiva 1111· resume los hechos tiene una relevancia determinante para poder
desde la cual se juzgan los hechos que ocurrieron, proviene de observado- 11 il rl'gitndo nivel, que es el nivel moral propiamente dicho. Por su es-
res exteriores: es la perspectiva de la tercera persona. La observación de los u11.1, el argumento moral permite extraer consecuencias del nivel epis-
hechos y su juicio desde la tercera persona es típica del argumento moral. 11· n, solamente si éste es verdadero. Sólo entonces puedo sostener el
En la tradición filosófica, en cambio, ésta no ha sido la regla: desde Kant 111 moral ("El concejal F ha obrado inmoralmente o incorrectamente
hasta Hare, la presentación del problema moral se hacía desde la perspec- 1 ,, \pecto a G'). Ahora bien, "tener relevancia" no quiere decir que la
tiva de la primera persona, es decir, del agente que está a punto de actuar. 11 lmión mo ral se siga del nivel epistémico. Para que la conclusión mo-
Claro que ésta también es una perspectiva moral, pero es una perspectiva ! 1 pueda seguir debe haber una norma o una premisa moral que esté
distinta, sobre la cual la perspectiva desde la tercera persona tiene la pri- ¡,lit ita y se explicite cuando el argumento lo requiera. La premisa intro-
macía. l I td.1 al comienzo por A, "Fha obrado inmoralmente ... ", hace explícito
Si tomamos el ejemplo de diálogo que dimos, en este argumento mo- l ¡1111Ho de vista moral, dado que este punto de vista es algo que se añade
ral hay envueltos dos elementos de carácter distinto, que intentaremos se- 1 111vd epistémico y lo convierte en moralmente significativo. De este mo-
parar. Por un lado el que va llevando la argumentación es A, quien pre- l , el argumento moral tiene una estructura que comprende un nivel epis-
tende en primer lugar dar una información. Esta pieza de información 11111·0, en el que narramos los hechos que son relevantes para el juicio
está compuesta por una proposición normativa ("F ha obrado inmoral- 1111 ti, y un segundo nivel, el del punto de vista moral, que estaba implí-
mente") y las restantes, que son todas descriptivas ("porque ha usado su 1111 y recién se explicita cuando se extrae la conclusión moral. Desde este
cargo de concejal para presionar a G a vender su propiedad" ... ). El núcleo 11111111ento, el juicio moral se puede hacer discursivo. Esto se revela porque
de lo que está diciendo tiene el carácter de una descripción de un conjun- 1 1' 11 Lir de allí se pueden poner en duda tanto las premisas descriptivas (en
to de hechos y está formado por proposiciones descriptivas. Como ve- 1 111vcl 1) como las prescriptivas (en el nivel 2).
mos, en el argumento moral hay una parte importante que tiene el carác- De este modo tenemos el siguiente esquema:
ter de una pieza de información transmitida mediante proposiciones
descriptivas de modo que la primera actitud del oyente o del interlocutor Nivel I:
en relación a esta parte del juicio moral, es la de establecer si la informa- l. Datos previos.
ción es verdadera o falsa. Éste es el nivel 1 del juicio moral, que tiene que a. "Fes concejal en el partido X':/?:/ Sí-No.
ver con proposiciones descriptivas, las cuales se refieren a hechos, y que, b. "G posee un terreno en el partido X': /?:/ Sí-No.
11111 t,11 \IIJI ,l [1\ \ ' t ;l(¡\l 11 ,1 (\ Ylllll •l l (\ 43
42 - - - - - - - - - - -- - - - -- -- BREVli\lU () l)J' l''J'I( '¡\

1111p, 1 1111111 pt t':.t ti ptiv:i universal: "N i F ni cualquier otro en su lugar


c. "F posee un terreno junto al de G': /?:/ Sí-No.
l,111.11 .1 v1 llll<.'1 .1 otro". Es, por lo tanto, en el nivel II en donde se
2. Acciones.
t l 111 1 1•1 ju1t iu moral particular y se introduce la norma universal, la
a. "G no había demostrado deseos previos de vender su propie-
1 1 ,11 v1•1, podrá sostenerse apelando a principios universales últimos
dad": /?:/ Sí-No.
l I" 111t 1 .di, mar su validez.
b. "F amenazó a G con propiciar medidas en su perjuicio en el
t 1111111 vemos, la estructura argumentativa del juicio moral o prácti-
concejo municipal": /?:/ Sí-No.
11 tanto estructura, la misma que la de los juicios teóricos y em-

AI preguntar "¿por qué ocurre algo?", estamos p reguntando por


Nivel II:
llp11 ,k razones, de la misma manera que cuando preguntamos "¿por
1. juicio moral:
1 I f ,' o I I han actuado mal?" Estas razones tienen que tener un ca-
"F ha actuado incorrectamente": /?:/
l 1 111.~s general. Para tomar un ejemplo clásico de filosofía de la cien-
2. justificación:
11.111do se pregunta "¿por qué se resquebrajó el radiador del auto?",
"F no debe forzar a G a realizar algo en contra de la voluntad de
G para beneficio de P': /?:/ ¡ 11•1.1 una razón más general, que no solamente explique este caso si-
1 1111hién todos los casos similares, como por ejemplo: "Porque la tem-

, 11111 a descen dió a cinco grados bajo cero y no le había puesto anti-
Nivel III:
11¡:1 l.H1te al agua". En la explicación teórica, esto último sería el
Regla universal:
"Nadie debe forzar a otra persona a realizar un acto en contra de ¡il,1111ms y el hecho que se quiere explicar el explanandum, pero ¿qué
1111 t · en el juicio moral? Sin duda, aquí también tenemos un explanans
su voluntad para beneficio del agente".
1111 1•xplanandum, solamente que en el juicio moral el explanandum se-

En el nivel I se tiene en cuenta el conocimiento tanto de los datos relevan-


t 1 1 I juicio particular y el explanans la norma universal sobre la que
t ¡i 11·1 se apoya.
tes de los protagonistas como de las acciones que éstos llevan a cabo. Estos
1)e este modo tenemos una cadena de juicios que se apoyan unos en
datos so~ transmitidos mediante el uso de las correspondientes propieda-
,110 ~. El juicio particular establece I) la existencia de una acción particu-
des Y acciones, cuyo significado es general y cuya referencia es sin más ad-
l 11 tt·;ilizada por un individuo determinado; !I) la evaluación de esa acción
mitida como pública y comprobable por ambos intérpretes. En cada caso,
• •ll respecto a una norma universal para el tipo de acciones al que perte-
esta _c,omprobación es provista por quien afirma cuando la pertinente afir-
11,, e la acción del individuo en cuestión, y III) la conclusión, que tendrá
mac10n es puesta en duda, lo que hemos expresado mediante el signo"?".
lm pasos: a) determinar si el individuo X realizó la acción a en cuestión,
Cada uno de estos cuestionamientos desemboca en un entendimiento ra-
h) determinar si la acción a es del tipo de acciones prohibidas por una
zonable a partir de los datos disponibles, de modo que ambos interlocuto-
11111 rna N. Si las respuestas son afirmativas, entonces podemos sostener
res logren la suficiente certidumbre de que las afirmaciones de existencia
que el juicio particular es correcto, porque se apoya en descripciones fe-
de los hechos, las capacidades, las acciones, etc. responden razonablemen-
h.11.:ientes de la acción y en una norma de carácter universal, lesionada por
te a la concepción compartida de la realidad física y social. La duda, en
cambio, con respecto al juicio moral debe argumentarse también desde el , ,.1 acción.
Resumiendo lo que hemos visto hasta ahora, en el juicio moral existen
punto ~e. ~ista moral, es decir, hay que introducir argumentos que sosten-
1 res niveles, cada uno de los cuales tiene un carácter específico. Sin embar-
gan el JUICIO moral particular que el interlocutor que afirma está hacien-
go, la estructura argumentativa se mantiene en cada uno de estos niveles.
do. Para ello, el que argumenta debe recurrir a una norma universal sobre
Asimismo, al mostrar que el juicio moral posee una estructura argumen-
la cual se apoya el juicio moral particular. La norma tiene la estructura de
44 l\10 VIAIUI l l )I• !• 11(

tativa, ponemos en evidencia, además, que hay un paralelismo csuicto l'I


tre el tipo de argumentación moral y el tipo de argumentación tcóricn
Como formas de argumentación son completamente comparables. Co
ello estamos demostrando que el juicio moral responde a formas objetiv
de argumentación comparables con las formas objetivas de argumentació
con las que se defiende una argumentación teórica. De la misma mane Capítulo 4
que en una argumentación teórica o empírica, sí partimos de premisas ve
daderas y seguimos adecuadamente las reglas de la argumentación, obten El concepto de acción
mos una conclusión verdadera, así también en una argumentación mora
si partimos de premisas correctas y seguimos adecuadamente las reglas
la argumentación, obtendremos una conclusión moralmente correcta. 11 , 1lllccpto de acción: la distinción entre hechos causalmente de-
Por cierto, cuando llegamos al nivel de los principios, nada puede g l 1111111ados y acciones. El carácter ontológico de las acciones. El
rantízar que ellos mismos sean correctos, de la misma manera que en 111.11,sis lógico de la acción: acción intencional, motivos e ínten-
ámbito de la ciencia o de la teoría nada puede garantizar que los axiom 1111H'S, Acciones voluntarias e involuntarias. El silogismo práctico.
de los que partimos sean ellos mismos verdaderos. A la inversa, son est
principios los que dan la garantía de que las normas que los respetan so
ellas mismas, intrínsecamente correctas. Así podemos resumir lo dicho e lt, <'apítulos antecedentes ya nos hemos encontrado con las accio-
la siguiente tabla: ' 111110 núcleos del contenido proposicional en las oraciones pres-
¡111v.1., que constituyen uno de los elementos del juicio moral. D ebe-
NIVEL! epistémico (hechos) V/F ' l>llcs, concentrarnos en el análisis del tipo de entidad que es una
NlVEL !I moral (normas) correcto/incorrecto 11111
NIVEL III principios universales (garantías) l II primer lugar, interesa explicar de qué manera la acción se convier-
" 1m tema de reflexión filosófica sumamente importante. En efecto,
,, l, í.11nos considerar que la acción como tal no tiene nada de peculiar,
Lecturas complementarias 1111 lJUC es una especie más de eventos que, como tal, debe ser causal-
' lltl' explicada. Este, p or ejemplo, h a sido el punto de vista del positi-
Guariglia, O.: Moralidad, Buenos Aires, FCE, 1996, cap. 3, pp. 47 y sig. 1 1110 lógico y de algunos pensadores importantes dentro de la filosofía
Hudson, W. D.: "Las relaciones lógicas", en Filosofla moral contempordnea, M u tlít ica, como por ejemplo D. Davidson. D esde esta perspectiva, la ac-
drid, Alianza, 1974, cap. 5, m, pp. 221 y sig. 1111 1 t•s de la misma naturaleza que cualquier otro hecho de los que ocu-

1n1 en el mundo, eventos para los que tiene que existir una explicación
11, s,il. En consecuencia, la acción será un evento más de los que ocurren
Notas 11 l'I m undo natural, cuya única particularidad es que en ella están invo-

1 !1111 ados unos individuos humanos. Este modo de pensar la acción es, en
Nosotros utilizamos fr como variable general para acciones, porque nuestros infi-
nitivos, que enuncian la correspondiente acción del verbo en abstracto, terminan co n la
ll litiítíva, una consecuencia del dualismo entre las dos sustancias, la pen-
desinencia -r. Por la misma razón, en inglés los enunciados de acción se suelen simbolizar 111tc: y la extensa, que introdujo Descartes en la filosofía moderna: en
"fing''. ya que en inglés el papel de nuestro infinitivo lo cumple el gerundio en "-ing''. r 11 ~ to, sí descreemos que exista algo así como la res cogitans de Descartes,
46 H1u ,v1,\lrn 1 111 1 11 l .itAc 111 ,, V11 n1,11 J\
1¡7

entonces todo lo que nos queda son conexiones entre fcnómcHo., 111,11 t, 11 1 , 1 \ ,1 1¡. 1k el lo se sigue que, si existen cier-
riales, extensos, las cuales tienen que subsumirse bajo la catcgorín gl·1111 l" pu il, 11 1•1 dl' un cierto modo o de modo [directa-
de la causalidad. ! 1111 11 111,,, 1 s 11t•rcsario que los principios de éstos .tengan
Veamos, sin embargo, cómo considera la acción un pensador muy ,111 u 11 1111 ~111 ,1~ 1 .uactcrísticas: en efecto, lo que proviene de
terior a la introducción del dualismo cartesiano, pero que, por otra pa11 1 111111 ~ 11111·s.irias es también necesario, lo que en cambio
en la consideración de las relaciones psicofísicas está más del lado de quit' ¡ 111 d 1 .11¡udlos otros principios, tiene la posibilidad de
nes consideran los fenómenos psíquicos como inseparables de sus cont 1,1 1 11111 11 • 1, 11 su contrario. Y lo que está en las manos de los
partes materiales que de quienes los toman como entidades independil'II 1 1 , 1i rs pertenece en su gran mayoría a estos últimos
1 1 11 111 1
tes. Se trata de Aristóteles. Es él, en efecto, quien, oponiéndose tanto a 1111 11
,·,il1lr.~ de ser de un modo u otro. De [todos] ellos ~os
materialismo extremo, como el de los atomistas, cuanto a la posición clñ 1 ,,,111 el principio. En consecuencia: todas aquellas acc10-
1 1
sica de Platón con respecto a la existencia separada de las ideas y de las en I 11, que d hombre es el principio y dueño absoluto, pue-
tidades matemáticas, esboza un concepto de acción como una entidad au 11l, 111 cmente tener o no tener lugar. Del mismo modo es
tónoma, sui generis, que posee características ontológicas propias que la 1 111 , que en su poder está el que tales acciones tengan o no
distinguen de los fenómenos materiales y de las relaciones ideales. 11 ,L1do que él es dueño de que existan o no. De cuantas ac-
El texto citado pertenece a la Ética Eudemia 11 6: ¡1, 1sd en su poder hacerlas o no hacerlas, él es la causa de las
• 111.1\, y de cuantas cosas él es la causa, éstas están en su poder.

[1] EE II 6, 1222 b 15-29 . Todas las entidades naturales son en


cierto sentido principio [de algo], por lo cual cada una puede en- I'' ttm·ro que tenemos que tener presente para interpretar este pasa-
gendrar muchos entes similares, como un hombre otros hom- 1, 1 onccpción del universo físico que tenía Aristóteles, anterior a
bres, y en general un animal otros animales y una planta otras 1 • 1101 lo tanto, la física aristotélica está centrada en el problema cru-
plantas. Además de esto, solamente el hombre entre todos los l"' li 1•redó de los presocráticos relativo al origen del movimiento.
animales es un principio de ciertas acciones -pues no diríamos 11 plicación física, según él, tiene que dar cuenta de al menos dos
que alguno de los otros animales actúa-. De entre los principios 1 (1) cuál es el origen inmediaro del cambio, y b) cuál es la meta o fin
todos aquellos a partir de los cuales se originan movimientos, se ¡111 t icnde. La gran innovación de Galileo fue introdu~ir_ el princi~i? de
llaman principios propiamente dichos y con mayor derecho aque- , sL·gún el cual algo que está en reposo o en movimiento rectilmeo
1 11
llos de los cuales provienen movimientos [necesarios, esto es,] 1 ll llll' tiende a permanecer en ese estado a menos que una fuerza exre-
que no pueden ser de otro modo, un principio que quizá poda- 1 111 dl'svíe, como un postulado, eliminando de ese modo el problema me-
mos asign ar a la divinidad. En los principios invariables, como 1 1, ,, del origen del movimiento.
en los matem áticos, no hay principio propiamente dicho, a me- ¡ umo consecuencia, con respecto a la acción lo primero que se plan-
nos que se lo llame así analógicamente. En efecto, inclusive si en 1 \ 1istóteles -siguiendo en esto las huellas de Platón- es l~ siguiente
éstos cambiamos el principio, todas las demostraciones cambia- 1 1"',n: ¿cuál es el principio del movimiento? Sin duda, la acción e_s una
rían, pero éstas mismas no cambian por el hecho de que una nie- 1111 ,1 de movimiento. Desde la perspectiva de un observador, la pnmera
gue a la otra, sino porque la hipótesis [de la que dependen] es 1 1111
dcsración de una acción es un movimiento corpóreo; pero también de
negada a través de una conclusión negativa. El hombre en cam- ,
111
1,ios: del mismo modo que los demás animales, el hombre como ser
bio es el principio de una cierta acción, pues toda acción (pra- l11,1h',¡:;ico es el principio de la generación de otro ser de la °:isn_ia_ especie.
xis) es movimiento (kínesis). Ad 1 más de este tipo de cambios, el hombre como tal es el pnnc1pio exclu-

- -- --------------
48 - - - - -- - - - - - - - - - - - - B1u,vJ/\IUU 1)1 , 1 11! \ 1 11 )¡\I )l l l ,\ \ ( ,lt 1\I 11 I /\ Vtl)IFl l i\ 49

sivo de las acciones, diferenciándose en esto de los animales. Ahora bil'II, 111 11, 111111,,ii.1. l•J L,1dc ter de contingente de estas entidades de-
para poder establecer con precisión qué clase de cambios o de movi111it·11 l 111 d l111111h1C· st•a ducfío de hacerlas o no hacerlas. Por medio
tos son las acciones, Aristóteles distingue una especie de los principios, qul 11 11 , 11 · 11 1011 onwlógica de la acción, Aristóteles delimita a ésta
es aquella de lo que ocurre necesariamente, de aquellos otros principios que 11 1111 1111, 11,1turalcs y de las entidades matemáticas, es decir, de to-
solamente conciernen a los hechos contingentes. 1111 q111 nt,1 d<.:tcrminado mediante cadenas causales. A diferencia
[11] En esta segunda sección, Aristóteles se concentra en ese último ti- I , 111 1, 111 <.:s un tipo de entidad en la cual se puede determinar cla-
1

po de entidades, que son las acciones. A diferencia de las entidades mate- 1 11, -111',I inmediata y primera, que es el hombre. Si se cae una ra-
máticas o físicas, las acciones son intrínsecamente variables: "De ello se si- [111 \ il ,ol y destruye un auto, la causa inmediata es una ráfaga de

gue que, si existen ciertos entes que pueden ser de un cierto modo o de un 11, 111 .11 mismo tiempo esta ráfaga de viento tiene a su vez otra ca-
modo [directamente] contrario, es necesario que los principios de éstos l , ,111s.1s que proviene de la diferencia de presiones que causó el
tengan también las mismas características". Es decir, si existen entes o en- 1 1,11 menta que dio origen al temporal, que a su vez proviene de
tidades que no son necesariamente de la misma manera, tenemos enton- 1 111111wnos atmosféricos mucho más complejos. Las cadenas causa-
ces la siguiente división: l ,t In 1.1mo, se pueden extender hasta el infinito. En este caso, si bien
111.ln 1111 efecto de una serie de movimientos, no lo llamamos una "ac-
entidades "i11 en cambio, un hombre manejando un camión choca a un auto
necesarias variables o contin entes 111 1110 y lo destruye, aunque en ambos casos el efecto es el mismo,

(siempre iguales a sí mismas) (de una cierta manera 11 1111· en el segundo decimos que ha sido una consecuencia de una

o de la manera contraria) 1 ,11 (imprudente, torpe, aviesa, etc.) del conductor. Tal es, pues, el
1 1,, 1 k la caracterización general que distingue las acciones dada al fi-

Ahora bien, las entidades necesarias provienen de principios necesarios, las l 1 ¡,.11rafo por Aristóteles: "Del mismo modo es evidente que en su
entidades contingentes provienen, por el contrario, de premisas contin- l I M,i el que tales acciones tengan o no lugar, dado que él es dueño de
gentes. "Y lo que está en las manos de los propios hombres pertenece en 1,1.m o no. De cuantas acciones está en su poder hacerlas o no ha-
su gran mayoría a estos últimos entes [los variables o contingentes], pasi- l 1 , , 1 l 'S la causa de las mismas, y de cuantas cosas él es la causa, éstas
bles de ser de un modo u otro. De [todos] ellos los hombres son el prin- 11 e II su poder". Veremos más adelante de qué manera esta conclusión

cipio." 1 1 11 la determinación de las acciones voluntarias e involuntarias.


El argumento de Aristóteles va en una doble dirección. Por un lado, V1 .unos ahora de qué manera esta intrínseca relación entre el ser hu-
lo que quiere mostrar es que el carácter contingente de las acciones está 1IIJ I omo principio de la acción y ésta como un cipo de entidad pecu-
unido al hecho de que dependen del hombre para su existencia, y éste no , 111:1nifiesra tanto en las descripciones de las acciones mismas como
es un principio de entes necesarios. El único caso en que se le puede atri- l I e plicación que se puede dar de cada una de ellas.
buir necesidad es cuando engendra a otro ser humano, pero se trata de una 1 ,t e carácter distintivo de la acción que destaca Aristóteles, el hecho
necesidad natural, biológica. Ahí la necesidad está en la necesidad de la ¡11e• esté en poder de los hombres que una acción tenga o no lugar, es
consecuencia, no en la necesidad de la acción, ya que está en las manos del 1" distingue, pues, a las acciones de los meros eventos. Si nos golpean
hombre el engendrar o no, pero no lo está el hecho de que si engendra un 1 1, qo de la rótula de la rodilla escando sentados, levantamos la pierna me-
nuevo ser, éste será de la especie humana. Todas las demás entidades de las 1 ttlll' un reflejo, y por canto, no es una acción; si, en cambio, estiramos
cuales el hombre es principio, tienen el carácter de no ser necesarias. Son, 1 ¡11t·1na en el momento en que alguien al que le cenemos antipatía está
por tanto, variables o contingentes, es decir, pueden ser de una manera o 1 1 111do, estamos realizando una acción. De esta última, en efecto, éramos

- - - - - - -- - - - - - - - - - - - - - - - ''""-'
50 - - - - - - - - - - - - - - - - - - BRtMARlO DE tTll'A 1111 l t tll,\((IC,I IA \' CitAC '. 111.1.A Vt l)IF.l.1.A 51
dueños de realizarla o no, y es esto lo que caracteriza a las acciones: su ca 1 11 , 11mn 11t·11t i.1, ¡md<.:müs establecer un esquema temporal de las ra-
rácter de intencionales. Tenemos, entonces, una primera definición: "ac- p.11.1 l.1 ,lt t i,'>11, t.k acuerdo a su relación con el momento en que és-
ción" es sinónimo de "acción intencional', o dicho con otros términos, en 11 tl11.1.
el concepto mismo de acción está comprendido analíticamente que es una
acción intencional. Por lo tanto, si toda acción es intencional, toda acción Acción: "Ir a la cocina"
es acción de un agente que actúa intencionalmente. Este es el carácter ge- 11, 1/,1 /: Respuesta 2:
neral de la acción; hablamos de "intención" y de "acción intencional" con llf'" li,1mbn:" "Voy a prepararme algo"
un sentido muy amplio: veamos de qué manera podemos explicitar este 1 11,111 ,1111eriorJ [Acción/estado posterior)
1.. 111 uN - - - - - --+------1-n-t-en_c_i_o_n_es_ _ _ _ _ _ _ _ _ __
sentido en el esquema que pone de manifiesto las conexiones conceptua-
les de la acción. Razones
Cuando nosotros describimos una acción, su carácter intencional se
hace explícito en las explicaciones que se pueden dar de esa acción. Tome- 1 1, di visión de las razones según su ubicación con respecto al momento
mos el siguiente ejemplo: 1 l 1 ,ll c:ión en anteriores y posteriores está presente también en el lenguaje
1 1111.11 io, en el cual podemos distinguir motivos e intenciones en cierto
A: "-¿Por qué fuiste a la cocina?" 1111!11 "estereotipadas". Por ejemplo: si decimos que alguien actúa por am-
B: "-Porque tenía hambre" (respuesta 1) 11/11, le atribuimos metas y objetivos futuros para sus acciones actuales, es
"-Porque iba a prepararme algo" (respuesta 2) 1 11, que cuando mencionamos a la ambición como razón para la acción
1 dg11icn, estamos entendiendo su acción a partir de sus intenciones. En
Tornemos la respuesta 1). Aquí lo que B está aduciendo como explica- 111iluo, si decimos que alguien actúa de una cierta manera por celos, esta-
ción es una razón que tiene que ver con un hecho pasado, es decir, un !·• 11nplícitamente interpretando sus acciones actuales a partir de hechos

estado anterior al momento de la acción. Para un interlocutor inteligen- p, 111vieron lugar antes de la acción y que el agente, a su vez, ha asumido
te que comprende la conexión entre estados interiores y acciones, ésta es 11 .11 c:iona frente a ellos. Los celos, por tanto, son un ejemplo típico de

una razón suficiente. En efecto, tener hambre es una razón suficiente pa- 1 1/l()S.

ra ir a la cocina a escudriñar qué agradable sorpresa nos tiene reservada Por último, como hemos dicho antes, tanto los "motivos" como las
la heladera. l111t•t1ciones" son las dos especies de "razones", por medio de las cuales ex-
Tomemos ahora la respuesta 2). En este caso lo que B expresa se refie- li, 1111 0s y comprendemos la acción. Nótese que hablamos de "razones" y
re a algo que tendrá lugar en un tiempo inmediatamente posterior a la ac- l • dt· "causas", porque por "causa" entendemos un evento independiente

ción. Lo que él indica es un estado de cosas que seguirá al tiempo presen- I"' produce un "efecto", es decir, otro evento independiente, por medio
te en el que está realizando la acción, el cual será además resultado de la 1 1,·ycs naturales. En el campo de lo intencional, en cambio, excluimos la
realización de la acción que ya está llevando a cabo. 111\,1 en este sentido. Es decir, en sentido estricto, "causadas" son las ac-
Si tomamos el momento de la acción como aquél que divide en dos 11111t•s involuntarias, porque en ellas hay una causa que nos fuerza a hacer

el transcurso del tiempo, las razones que miran hacia los momentos que ¡·1t nuestro cuerpo, por ejemplo, haga un movimiento que no hubiéra-
preceden a la acción, las llamamos "motivos". Aquellas otras, en cambio, 11111\ realizado si hubiésemos podido contrarrestarlo. Cuando hablamos, en

que se refieren a acciones o estados posteriores al momento de la acción, 1111bio, de acciones, dado que entendemos por ello "acciones intenciona-
las llamamos "intenciones". Una acción intencional, entonces, está lógica l ", les adjudicamos razones a partir de las cuales las interpretamos y com-
y conceptualmente unida a motivos e intenciones. ¡111•11dcmos.
52 - -- - - - - - - - -- - - -- - - l3iUMAIUO lll, ¡'. 11( A l .t li\1111,i l A \ ( tll1\I 111 A Yll lll·I I A - - - - - - - - - - 53
Ahora bien, una especie de razones no excluye la otra: podemos cxpli 1 , 111111111 , ,,,,/u111,11i,H rlt- bum grrtdo son el grado más alto de
car la misma acción desde estas dos perspectivas, como en el ejemplo anrc I'' 11 11l 111•l t .11.htn de intencionales: su principio no solamen-
rior, tanto si damos el motivo, "porque siento hambre", como si damos la 11 1 1¡1, 1111 ""º 1¡ue, además, éste las lleva a cabo con pleno co-
1

intención, "porque queremos satisfacer nuestro apetito". Hay casos, sin em- 11111 ,1, 111 qtll' C'\1,1 realizando , habiendo deliberado y elegido el fin
bargo, en los que se nos escapan los motivos y sólo tenemos a la mano las 1 1'111p111•,10 , y sólo en virtud de ese fin.
intenciones, por ejemplo cuando alguien actúa solamente por ambición de ) /\ 11 wtdcs polemiza contra una opinión comúnmente sosteni-
acumular poder sobre poder. Los motivos pueden estar ocultos inclusive 1 11, 1do t o u la cual las acciones realizadas bajo el influjo de alguna

para el mismo agente, que es cuando hablamos de "motivos inconscientes". 11t1 11111 ¡',l' ll de la propia voluntad (por ejemplo, Gorgias, el sofista,
A su vez, poner el acento a veces en los motivos y otras en las intenciones it111 1~11 discurso por Helena, o Eurípides, el poeta trágico, en su obra
depende de la descripción de la acción. Una misma acción puede ser bajo 1 1u t,11ncnce, se trata de una forma de determinismo para excusar

una descripción un acto de valentía y bajo otra descripción un acto de va- 111 , nprnbiosas cometidas por celos, ira o pasión erótica, que no es
nidad. El conjunto de motivos e intenciones que podemos aducir de una 1 1 l I t ontinuidad, secularizada por la sofística, de una creencia fir-
acción está unido a la descripción de esa acción, y todos tienen una relación 111 1·111.tizada en la tradición religiosa griega: cuando la pasión se

conceptual intrínseca: cuando describimos una acción como intencional, la 1 1 rll'I ser humano, es un daímon, es decir, una divinidad, quien lo

conectamos implícita o explícitamente con motivos e intenciones que la 11 ¡w1dición. El argumento en contra de Aristóteles concluye que,

hacen comprensible, y, en este sentido, la "explican". Una consecuencia 1111 111 igcn de la acción, el agente humano es responsable tanto de los

de esta característica de las acciones es que podemos describir una misma 11 il 11:\dos premeditadamente como de aquellos otros en los que se

acción de dos maneras distintas. Siguiendo con el ejemplo anterior, una 11 • 11 por la pasión, que es propia de la naturaleza humana y, por lo
misma acción puede ser descripta como "cortar el pan", "prepararse un 11¡1•1a a su voluntad.
sándwich" o "calmar el hambre". Algunas descripciones pueden ser más 1//, !, 1-3) Las acciones que Aristóteles denomina mix tas, constitu-
acotadas y otras más completas, pero todas son verdaderas. 11 ll':tlidad, una especie de las voluntarias, a saber: las que se llevan a
Podemos pasar ahora a la clasificación de las acciones en voluntarias e li qo la constricción de las circunstancias, pero que son a pesar de ello
involuntarias. Como indicamos al principio, Aristóteles establece que el ,il 1s con la plena aquiescencia del agente, aunque de mal grado. El
hombre es responsable de aquello que está en su poder hacer o no hacer. 11¡ ,1 11 e¡ uc da es el del capitán de un navío que se ve forzado a arrojar la
Ahora bien, hay dos maneras distintas por las cuales puede o no estar en 1 1 h•I barco en medio de la tempestad, el cual, sin duda, es muy de-

nuestro poder realizar una determinada acción: (1) si tenemos la capacidad 11 111 vo: no se trata de una acción voluntaria en sí sino solamente en ,el
física de hacer algo y los medios a nuestra disposición para realizarlo; (11) , ,, 11 to y bajo las circunstancias de su realización. De ahí la conclusión
si tenemos conciencia de lo que hacemos. De este modo, ser el iniciador de , , 11 l11a q ue extrae Aristóteles: una acción se puede juzgar como volun-

lo que causa o provoca la acción y tener conciencia de lo que estamos ha- 1, 11 1n voluncaria no in genere, sino siempre con referencia a momentos
ciendo bajo la descripción que nos propusimos, son los dos criterios que 11 1111stancias particulares. En otras palabras, para juzgar el carácter de

determinan los grados de voluntad de una acción. El análisis que hace 11 t ión es necesario agotar el análisis de todos los elementos que en-

Aristóteles en Ética Nicomáquea I (capítulos 1-3) sigue siendo aún hoy el 11 1 11 juego como condicionantes o determinantes de ella. Precisamente

más claro y preciso en la caracterización de las acciones voluntarias e invo- 1 1 , t l' aspecto de la cuestión está conectada la distinción entre las tres
luntarias. tl ,di<lades que Aristóteles propone como evaluación de las acciones
Aristóteles distingue cuatro grandes clases de acciones: (A) volunta- 11 t.1~: (1) las que merecen elogio, en vista del acto que el agente realiza

rias, (AB) mixtas, (BA) no voluntarias, y (B) involuntarias. 11, 1 l.t presión de las circunstancias, cuyo paradigma sea posiblemente
54 Blll•.VIAIU<) ll l·. l•.'1 ICA 11111 í ,\J,\1111 .11,, \ e:uA1 11,1,\ Vmu•t LA - - - - - - - - - - 55
también la acción del capitán que no duda en sacrificar su ganancia paro /1 1 /1 ~ h 011 .1t l.1st· de las no voluntarias. El caso más claro es el que
asegurar la salvación de sus pasajeros; (2) las que no son alabadas pero son ,t ,,do de l'IJt frrlrrrl, es decir, sin conciencia de lo que lleva a cabo
11 ,
perdonadas o excusadas, porque el agente las lleva a cabo bajo la amenaza 1 11 11 111 w 11 1o l'll q t tl' lo hace, pero con conciencia de lo que hacía en el
de sufrimientos que superan la capacidad humana, y, por último, (3) aque- 1110 r11 q 11e comenzó a beber. Puede, pues, aducir un estado de igno-
llas para las que no hay excusa o perdón posible, como por ejemplo el ma- 111 110 excusa o atenuante de lo que hace en el momento de hacerlo,
tricidio cometido por un personaje de Eurípides para huir de la maldición 111 11·11 d momento previo en el que el mismo agente es causa de su es-
paterna. La alabanza y el reproche con respecto a las acciones mixtas pre- ¡111,1,•rior. Aquí también está en juego una evaluación de la acción ,
suponen el reconocimiento de que éstas tienen, pese a todo, el carácter de 1 ,djudícamos al agente el conocimiento previo de los efectos del al-
voluntarias. La excusa o, eventualmente, el perdón, en cambio, atribuye a j¡ ,1 1 p,mir del momento en el haya ingerido una determinada cantidad,
posteriori un grado irresistible de constricción a las circunstancias que im- 1 11,1, \cgún la edad, el tamaño, y demás características naturales~ pe~so-
pulsan al agente, al punto tal que su acción bordea lo involuntario. Por úl- 1 1 .1 consciencia que se opone a la ignorancia, por lo tanto, implica,
timo, la magnitud de la acción por realizar es lo que determina que no 1111, de la simple advertencia de lo que se hace, por añadidura, un de-
pueda haber perdón para ciertos actos que despiertan en el observador un 11 1111.H lo grado de conocimiento provisto por la experiencia o por el co-
especial horror. En codos los casos, empero, la evaluación corre pareja con 11 11 wnto teórico aplicado a la situación. Aristóteles está adjudicando
la descripción de la acción, por el hecho de que canto el elogio como el re- 1 11 1111 grado de responsabilidad al agente por sus acciones, precisamente
proche o el perdón son posibles sólo desde la perspectiva del observador l I l.1 base del conocimiento previo que el agente no puede desconocer.
que se pone en el lugar del agente y considera las alternativas posibles. No es (ll, I) Las acciones propiamente involuntarias por fuerza son aquellas
de un modo distinto como juzgamos los actos de valentía, de generosidad 1 1 ,, que la causa de la acción es ajena por completo al agente, de modo
o de egoísmo. 1 l.1 .1cción se desarrolla sin ni nguna contribución de su parte. En el ca-
(BA, JI, J) Las acciones no voluntarias están definidas por la ignorancia l, l11erzas naturales, como el viento que arrastra una nave, no es nece-
del agente con respecto al acto que realiza. Por cierto, aquí también es ne- 11 "1 mayores comentarios; sí, en cambio, cuando se trata de coacciones
cesario hacer una distinción entre éstas y las directamente involuntarias que 1,, ,•níentes de seres humanos, en cuyo caso debe quedar claro que no hay
tendrá que apelar a una evaluación de las circunstancias, por una parte, y al ,1 ,limación ninguna por parce de quien no es precisamente "agente" si-
grado de conciencia imputable al agente, por la otra. Aristóteles escoge co- l" 111ás bien, "pacien te".
mo criterio de esta distinción el estado de ánimo del propio agente, una vez (/3, JI) Las acciones involuntarias por ignorancia están caracterizadas por
descubierto su propio acto o, quizás deberíamos decir con más propiedad, l 11po de ignorancia de que se trata. La ignorancia en cuestión aquí es la que
una vez desvelada la faz de la acción previamente oculta para el agente. En 1diere al conocimiento de las circunstancias particulares de la acción. A
este caso, si el agente no demuestra pesadumbre por lo que ha hecho sin ser
11 wz, el desconocimiento de las circunstancias puede estar desigualmente
consciente de ello, la acción deja de ser presuntamente involuntaria y pasa 11 111buido, de acuerdo a qué se ignora: la acción misma, quién está involu-
a ser no voluntaria. Es claro que sigue primando el aspecto involuntario que 111 lo, cuál es el fin de la acción, etc. Corno lo muestra el ejemplo de Esquilo
proviene del hecho de que el agente no es consciente de lo que hace en el los misterios, la acción, "revelar un secreto prohibido", es voluntaria si
momento en que está actuando, pero la carencia del sentimiento de pesar 11111·11 lo hace sabe al m omento de hacerlo que está prohibido, por lo cual
actúa retroactivamente, como si el agente en cierta forma asintiera con pos- j llt'dc aducir que, si bien ha revelado voluntariamente el contenido del se-
terioridad. Nuevamente, la evaluación de las circunstancias, de las opciones 1f" to, ha roto, sin embargo, involuntariamente la prohibición de revelarlo.
alternativas que se presentaban en el momento de la acción y de las conse- 1111 respecto al individuo involucrado, otro personaje de Eurípides, Mérope,
cuencias de ésta son determinantes para caracterizar su especie. 11 11 11 drama perdido, Cresphontes, provee un ejemplo del caso que Aris-
56 - - - - - - - -- - - - - - - - - - BREVIAIUO IH· l"lll'.A 1 l ,lli\llll,I I r\ , ( ,IIAl 111 A V ll>ll•I I A - - - - - - - - - - 57

tóteles tiene presente: creyendo matar a un enemigo, mata a su hijo. A dile (¡i) q111• ,m ""' i,1111t•111,• lo produce, siendo ésta una necesidad na-
rencia de las acciones no voluntarias, el agente en las involuntarias "tiene que l 1, .,tt, 111\ic',11, <1ue, por último, es una acción que se sigue de loan-
sentir dolor y pesadumbre" por lo que ha hecho. Por cierto, el aspecto invo- 111 clt 11111 1111.1 101 tll:t de necesidad que G. von Wright ha denomina-
1
luntario de la acción no se extiende más que a la descripción de la circuns- 1¡11 ,d.1111<·111 <' prtfctica.

tancia que el agente ignora, mientras que los otros elementos del acto cons- ti 11111 II'~ pn·.~cnrn varios ejemplos de silogismo prdctico, de un modo
cientemente realizado le son imputables: Mérope mató a alguien, que ll¡ 111.1111 o especialmente en un pequeño tratado biológico llamado
resultó ser su hijo. Por último, uno podría preguntarse cuál es entonces la ,, ,11111•1110 rle los animales (De motu animafium). Citaremos primero

diferencia entre las acciones voluntarias y las acciones intencionales. Sobre 1 x 10 para analizar luego su propuesta.

este punto hay una discusión permanente no solamente entre filósofos sino
también entre psicólogos, juristas, etc. A nuestro modo de ver, si tomamos 11111111 ttnimalium, 7, 701" 7-25. ¿Pero cómo es que, cuando uno

la clasificación aristotélica de las acciones, las únicas que no tienen ningún 1 ¡1111sando, unas veces actúa y otras no, unas veces se mueve y
aspecto intencional son las denominadas (B !), es decir, las involuntarias por 11 1, 110? Parece ocurrir algo semejante a lo que ocurre cuando pen-
faerza externa. Todas las demás tienen algún aspecto intencional, aun en el 1111m y razonamos sobre los objetos invariables; con la diferencia
g:ado más restringido, como es el de las acciones involuntarias por ignoran- 1 c¡11!' aquí el fin es una especulación -en efecto, cuando se pien-
cia. El cuadro que se encuentra al final del capítulo resume esta clasificación ' l 1, dos premisas, se piensa inmediatamente y se infiere la conclu-
de las acciones en voluntarias e involuntarias con sus subespecies. 1011 , allá, en cambio, a parcir de las dos premisas la conclusión
Pasemos ahora al último punto que debemos tratar para tener com- 111, ,e in11ere se convierte en la acción, como por ejemplo cuando
1]11,, piensa que todo hombre debe caminar, y que uno es un hom-
pleta nuestra concepción de la acción en todos sus aspectos. La cuestión
que no~ queda por ver es la de la forma de concebir la acción desde el pun- l11,, inmediatamente camina, o si piensa que en una determinada
to de vista del agente que se propone realizar algo. Hasta ahora hemos pre- 1111.u i(m ningún hombre debe caminar, y que uno es un hombre,
sentado la acción desde la perspectiva de un observador, es decir, vista des- 11 11l·cliatamente permanece en reposo; y en ambos casos realiza la
de fuera como una acción que tiene determinada característica que es su 1, , 1t'111, a menos que algo lo impida o lo fuerce. [Otro ejemplo es
descripción y que está conectada conceptualmente con razones. Veamos, 1\J)\Uiente] , debo producir un bien, una casa es un bien, inmedia-
1 1111t·nte produzco la casa. [Otro:] necesito un vestido, una túnica
ahora, la acción desde la perspectiva del agente que está a punto de reali-
zar la acción. Desde esta perspectiva el agente se representa una acción de 1111 vestido, necesito una túnica. Lo que necesito, tengo que ha-
1In¡ necesito una túnica, tengo que hacer una túnica. Y la conclu-
una determinada manera. Tomemos un ejemplo trivial:
1• 111, "tengo que hacer una túnica", es una acción. Uno actúa a par-
111 d1.: un punto de partida: si hay que hacer una túnica, tendrá que
• Juan quiere ir a Mar del Plata con su auto (q);
• a menos que llene el tanque del auto no podrá llegar a Mar del Plata li 1111.;r primero esto, y si tiene que haber esto, entonces [también]
(no obtendrd q, a menos que haga p); ,111. Y esto último lo hace de inmediato. Que la acción es una con-
• tiene que buscar una estación de servicio para cargar nafta (y la busca) h tsión, resulta evidente: las premisas que conducen a la acción son
(p). , I, dos especies, por medio de un bien (día tou agathou) y por me-
l1t I de lo que es posible (dia tou dynatou).
Sintéticamente, pues, el silogismo prdctico une en un esquema lógico típi-
co la expresión de una voluntad o intención (q), una conexión causal en- 1111 elcs está analizando el caso de alguien que se propone realizar una
tre el estado de cosas en el mundo que se quiere obtener (q) y un hecho 11,11 (~ste, en primer lugar, se propone una premisa general, como por
58
BIU \ IAIU<J 1>l· 1 11
l ,\I I 11,l l/\ \ t ,H,\l 11 l 1\ Vil )11·11 A 59
ejemplo: "Todo hombre debe caminar [después de comer]". En cst~· 1 1
el "debe" no es prescriptivo sino un equivalente a "debería, sería c:01 1\ <
1111111!111' i ,11111w l 1i·~p1Hs ¡ come1
c.c . ·" . La premisa de lo posible,
l
niente". Esta es la premisa mayor. "Yo soy hombre" es la premisa nic,1111 1111 '111·1 . d ·
.11 p 1dlns lragmcntos e conocimie · nto que nos resu
" tan
y la conclusión es la acción. Aristóteles afirma esto expresamente, a pc,.1 lil cn acc1'ó n, como por eJe
¡1 ,11 , 1 pn11 c 1nos · mplo que soy un ,. "
1
. "
1 111 11 1111~ piernas sanas, o en e el 1
· emplo de la tunica,
. que Tne-
de que muchos intérpretes no aceptan que de dos premisas se extraiga 111
1 ¡,11 .1 di· 1da de tal clase y de cierta calidad, y ciertos utensi ws
una conclusión también verbal sino directamente una acción. Pero, así rn
mo en el silogismo teórico de las dos premisas se saca inmediatamente l 1 1 1111 1,1, e o111o tijeras, etc.". , d d
conclusión, de la misma manera de las dos premisas del silogismo p ráct 1 i 1• l 1• acciones deliberadas. Por supuesto, uno podna du ar e
1 1 1 ( , ," d fi tel
co el agente extrae la acción, a menos que algo lo impida por la fuen.1 1¡, 1dr· l.1 acción, ya que uno puede compren er per ectamen e
(aparece aquí de nuevo la idea de acción voluntaria). 1 11111 y establecer la conexión hipotética entre un estado y r º:ro,
Como se ve, también Aristóteles establece determinadas conexione, 11, v.11 .1 cabo esa acción. La respuesta a esta duda es la siguiente:
causales como pasos previos de la necesidad práctica a la que se llega en l.1 1 • 11111· la posibilidad imaginaria de una acción, pero no ante una
conclusión: 111 c¡11e acá se quiere explicar es la acción. ?icho de otra maner~,
11 1111 lleva a cabo la acción pueden intervenir otras cosas, co~o d ~-

[Otro ejemplo es el siguiente], debo producir un bien, una casa 1 111t1 Anst . ó teles, "a menos que alguien [o algo] lo fuerce
. o 'd
lo impi-
d
< >t J ,\S cosas, puede ser que lo fuerce o impida la i~capaci a ~,a-
es un bien, inmediatamente produzco la casa. [Otro:] necesito un
vestido, una túnica es un vestido, necesito una túnica. Lo que ne- 1 1 , hacer directamente algo; o la ignorancia de ese :ipo ~e relac1~:

cesito, tengo que hacerlo; necesito una túnica, tengo que hacer 1 1111hién hay una ignorancia que afecta al caso parti~ular. se pu_e
una túnica. Y la conclusión, "tengo que hacer una túnica", es una t ' n teoría la relación causal pero ignorar que se esta ante una ms-

acción. Uno actúa a partir de un punto de partida: si hay que ha- ¡,11,1 lilc de esa relación causal, que estaría ahora a su alcan~e.
cer una túnica, tendrá que haber primero esto, y si tiene que haber I'' i·111isa del bien presenta al agente un fin al que _ruede e~~~ ~e:
11 .,<t:ión como bueno, es decir, como algo conveniente para m e
esto, entonces (también} esto. Y esto último lo hace de inmediato.
i111·111cnte de otros áspectos morales, En otras ~alabras, se refiere
Lo subrayado en bastardilla es otra versión de la conexión causal que in- 1 1111 111 c a algo bueno para el agente. Se trata, por cierto, d~ una bon-
trodujimos en el esquema general del silogismo práctico siguiendo a vo n ll 111Hlll)osla "pragmática", así como la salud, el d:sarroll~ i~tetctual
Wright: «No obtendrás q, a menos que hagas p». De modo que también cil1 ~in nal, etc., que son formas de bondad. La tesis de Ar1stote es nos

Aristóteles conecta mediante un esquema lógico las dos pr~misas del silo- 1111 poco extrana - en una época de relativismo exacerbado .como 1 la ac-
gismo práctico: una mayor, que expresa en general la voluntad del agente, 1, .1cL1erdo con el cual consideramos "bueno" ª. algo s1mp emente
y una menor, que establece el método para alcanzar el fin enunciado por 11, lo deseamos. Lo que el filósofo afirma, en cambi~, es que, para que
1111" se ponga en movimiento y se decida a actuar, tten~ que haber un
la primera. Estas dos premisas, la mayor y la menor, son las que Aristóteles
1 c de cosas en el mundo q ue se le presenta como un bie~, como una
denomina "premisa por medio de un bien", refiriéndose a la primera, y
"premisa por medio de lo posible", refiriéndose a la segunda. Hay aquí una . ' ill' bondad pragmática asequible. La premisa de lo posible, en cam-
diferencia en el modo de plantear el silogismo que tenemos nosotros y . . , del agente en el momento
l u i 11· q ue ver con 1a s1tuac10n ., actual,
. es de-
l
Aristóteles, porque éste no habla de la expresión de la voluntad del agen- i111tc a las circunstancias particulares de la acc10n. La premisa de o
te, sino de la expresión o el enunciado de "un bien". La premisa mayor es ,l,lc reconduce la reflexión a lo que está al alcance de~ agente p~ra ~o~
la que expresa un bien de un modo general, como por ejemplo: "Es bue- 1 <'stado de cosas que se le presenta como bueno baJO la premisa e
ii \ la acción resultante es la conclusión.
(> 1
1 ¡\!fttl ltll\lt!l,11!\ ~ CHAt !II A V lllll·II .A
60 - - - - - - - - - - - - - - - - - - BREV!AIUO D I\ ~.Tl CA

¿Cómo se relaciona el deseo de tener algo, por un lado, y lo que


Aristóteles denomina la premisa del bien, que es un juicio general, por el
1 1 f Wi ight, C.11. vou, 'Jhr Vm-ieties of Goodness, Londres, Routledge & Kegan
otro? Antes señalamos que es un modo de considerar la acción según el cual
,1 l'l / 1, 111'· 160 62.
existe una interpenetración entre razón y acción. Sin duda alguna, es una for-
ma de considerar la acción opuesta, por ejemplo, a explicarla como un fenó-
meno que surge exclusivamente de estímulos, pasiones o, en fin, impulsos I" 111lkc
irracionales. Por cierto, la acción supone, inevitablemente, necesidades y de-
seos por parte del agente. Si los agentes no tuviéramos la estructura huma- Cuadro de las acciones según ENIII, 1-3
na de tener necesidades y deseos, no tendríamos la forma de acción que nos-
otros entendemos como acción. Tendríamos el tipo de movimientos de (A, ])Realizadas (AB, [, 1) Para evitar
11 ' 1 !I UN'Li\RIAS

robots o de máquinas programadas. Pero la estructura que estamos analizan- [/ 11• grr1do) por sí mismas, elegidas un mal mayor
do es la estructura de la acción y, por lo tanto, es una estructura envuelta en y decididas (EN 1105a31) (alabanza: EN 1110a12)
deseos y necesidades. Una vez que hemos dicho esto, ello no significa que (A,2) Realizadas (AB, l,2) Por temor a males
sea incompatible el hecho de que una acción se engendre de un deseo con por ira o por apetito sexual irresistibles (perdón:
el hecho de que tenga una estructura racional. Es decir, efectivamente, lo (EN 1111 a24) EN l I 10a25)
que está estableciendo la conexión del silogismo práctico es de qué manera
hay una estructura conceptual entre deseos y actos. Ahora, para eso tenemos 11/J M IX'LAS (AB,l) Realizadas (AB, !,3) No realizables,
que considerar el deseo no bajo la forma de cualquier apetencia irracional, (/ l1 mal grado) por fi,erza o por necesidad ni siquiera bajo tormentos
sino bajo la forma de un deseo entendido como el deseo que emerge de una (reproche: EN 111 Oa26-27)
necesidad y, por tanto, se proyecta a algo concebido como bueno. Es que,
como decía el viejo dicho, que en realidad proviene de la Escolástica, "no de- 1) (BA, ]l,1) Por ignorancia (BA, JI, 1) lgrwrando
seamos nada, si no es bajo la forma de un bien". La idea es que no es bueno \ 11 >L \JNTARIAS las circunstancias, pero sin pesar
porque lo deseamos, sino que lo deseamos porque lo concebimos bajo la for- (EN 1110b18)
ma de un bien. Son dos modos totalmente distintos de concebir la acción. (BA, ll,2) En estado (BA, J[,2) Encolerizado,
de ignorancia embriagado (vicio: EN 11 10b25)

Lecturas complementarias JI NVOl.UNTARIAS (B, !) Por faerza (B, !) Sin contribución


del agente (EN 11 JOa3)
Aristóteles: Ética Nicomáquea, trad. de J. Marías y M. Araujo, Madrid, Centro de (B, JI) Por ignorancia (B, JI) Ignorando
Estudios Constitucionales, 1981. También es recomendable la traducción de las circunstancias particulares:
J. Pallí Bonet, con una introducción de E. Lledó Íñigo, Madrid, Gredos, qué, quién, con qué, etc.,
1995, Libro III. y con pesar (EN 1111 al)
Anscombe, G.E.M.: Intención, trad. al cast., Barcelona, Paidós, 1991, pp. 33-49.
Guariglia, O.: Ideología, verdad y legitimación, Buenos Aires, FCE, 1993, cap. 3.
- - -: La Ética en Aristóteles o la moral de la virtud, Buenos Aires, EUDEBA,
l 997, caps. 2 y 4.
Capítulo 5
Deliberación, elección y decisión

1 ., deliberación y la elección como formas de comportamiento


1.11.:ional. El decisionismo y la elección razonable. Los juicios eva-
l11ativos y los fines de la acción.

1 11 e I capítulo anterior tratamos la acción intencional y voluntaria; al ad-


, lll ,trie estas características a la acción, estamos adjudicándole al mismo
1 111po la responsabilidad de ella al agente que la realiza. Aquí tenemos un
11¡1111to de elementos que poseen una conexión conceptual que es una
,11di<.:ión necesaria para la acción moral: 1) que la acción sea intencional;
1p1c sea realizada bajo una cierta descripción por el agente con concien-
11 dc lo que realiza bajo esa descripción, con lo que el agente se hace im-

¡,111,il,le y adquiere la responsabilidad por esa acción. A estas acciones las


ll 1111amos deliberadas, de modo que tenemos que ocuparnos de la delibe-
' 1rfo.
Para tener una primera anticipación del ámbito de la deliberación, te-
1 1110s que partir del acto del agente que afirma: "yo quiero jr'. Ocurre
¡111· muchas veces utilizamos esta expresión, pero sin proponernos real-
,1,·111e la acción que mencionamos, es decir, la utilizamos con el significa-
!,, de "yo desearía, o yo quisiera''. En cambio, cuando encaramos seria-
p11•11te algo, "yo quiero jr' es sinónimo en todos sus usos relevantes de la
t~ll iente frase verbal: "me propongo jr'. Si alguien dice: "deseo jr', el es-
1" 11ro de posibilidades que se abren para sustituir a fr es casi ilimitado,
p11es dependerá de la extensión de su fantasía. Existe una similitud entre
1,1s dos formas proposicionales: "deseo jr' y "pienso que p", ya que en

1111bos casos las variables "jr' y "p", respectivamente, pueden ser reempla------~
64 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - B1n:VIAIZIO UE E'I ICA 1 Al I u 1 1 d IJ\IW ,1 ti\ Y l :1ti\( 11·1 A V11)1Fl.1A---------- 65
zadas por cualquier contenido imaginable. En efecto, nosotros podemos l l ¡i111u·dimil'11l0 mediante el cual el agente examina minuciosamen-
desear flotar en el aire o ganarnos la lotería, por un lado, y por otro, po- l I dt 111110\ .tspcctos de la circunstancia en la que está por actuar, pro-
demos pensar cosas abstrusas, inexistentes o hasta contradictorias. Es de- 1 t 1111,1 111<.:la a alc:anzar y hace un balance tanto de las bondades y per-
cir, se puede desear cosas imposibles y se puede pensar cosas extremada- • H•~ q11c le pm:dcn sobrevenir al pretender llegar a ella, como de sus
mente abstractas y alejadas de la situación actual, como el origen del 'I ,, 111.uks, <le acuerdo con el conocimiento de sí mismo que cada uno
Universo o la estructura última de la materia, o directamente inexistentes, 1 11r d1· sí a partir de su propia experiencia y de los demás datos tanto fác-
como el sexo de los ángeles. Sin embargo, si un agente dice "me propon- 1 11 (l,iol6gicos, psicológicos, etc.) como biográficos (conocimientos ad-
go ft", el objeto de lo que se propone, independientemente de cuál sea en 1 il11clns, nivel de educación, de desarrollo profesional, etc.), es lo que lla-
última instancia el contenido específico de lo que hará, ya por el mero he- 111111h "deliberación''. Examinemos juntos el texto de la Ética Nicomáquea
cho de ser el objeto de "me propongo tal cosa'', restringe el ámbito sobre 1 1 1 tp1e Aristóteles analiza de un modo paradigmático el procedimiento
el cual se puede extender el objeto que se propone. 11 iti vo mediante el cual deliberamos.
¿A qué lo restringe? En primer lugar, a las posibilidades inmediatas
que tiene. Si dice "me propongo cruzar el Atlántico a nado", esto es la ex- /•'N III 5(3), 1112 a 27-b 9, (!) [No deliberamos] sobre lo que de-
presión de un absurdo porque claramente excede las posibilidades físicas llC'Ude del azar, por ejemplo sobre el hallazgo de un tesoro.
de cualquier agente; pero, también, si aquello que se propone está alejado 1:11npoco sobre todos los asuntos de los hombres, por ejemplo,
de cualquier cadena causal que de alguna manera lo tenga como comien- 11111gún espartano delibera sobre la mejor constitución para los es-
zo de esta acción. Decir "Me propongo cambiar el clima de Buenos Aires" ' itas, porque nada de esto podría ocurrir por medio de nosotros.
es absurdo, porque excede toda capacidad física que cualquier agente pue- 1kliberamos sobre aquellas cosas que están en nuestro poder y
da tener. Decir, sin embargo, "¡Cómo desearía que el clima de Buenos ,pie pueden ser realizadas por nosotros [... ] Ahora bien, cada uno
Aires fuera otro!" no es un absurdo, simplemente porque expresa un deseo , lt' los hombres delibera sobre aquellas cosas que puede realizar él
y no una intención. 111ismo. Y en el caso de las ciencias exactas [... ] no hay deliberación
Esto significa que, cuando realizamos el acto ilocucionario que con- 1 .. 1, sino que deliberamos sobre lo que se origina por nosotros
siste en decir (aunque sea para nuestro interior), "me propongo jr', por el 11iismos pero no siempre de la misma manera, como por ejemplo
mero hecho de decir(nos)lo, estamos restringiendo lo que vamos a realizar ,ohre un tratamiento médico o el modo de obtener dinero. [... ] La
al rango de posibilidades que normalmente están abiertas a un agente hu- ddiberación, por lo tanto, tiene que ver con aquellas entidades
mano. Esto es una condición de éxito del acto de habla que estamos reali- ,¡11c ocurren frecuentemente de una misma manera y que, sin em-
zando: en efecto, si no respetamos esta restricción, simplemente como ac- 1,argo, no son completamente previsibles con relación a su repeti-
to de habla que expresa una voluntad se frustra, carece de sentido. Al decir l 16n futura, o son directamente indeterminadas.
que están normalmente abiertas a un agente humano, estamos establecien-
do límites bastante imprecisos entre las capacidades de los distintos indi- 1 112 b 11-28, (11) No deliberamos sobre los fines sino sobre las
viduos. En efecto, si alguien dice "me propongo romper una gruesa tabla 1 11estiones concernientes a los fines. En efecto, ni el médico deli-
con mi puño", está proponiendo algo que excede sus posibilidades físicas l1l'ra sobre si curará, ni el orador sobre si persuadirá, ni el político
así como la de la mayoría de los hombres, pero no está fuera del alcance obre si legislará bien, ni ninguno de los demás sobre su fin, sino
de un boxeador de peso pesado o de un luchador de arces marciales. En- q11c, habiéndose propuesto el fin, consideran el modo y los me-
tonces, hay diferencias entre las distintas posibilidades que se abren a dis- dios de alcanzarlo, y cuando aparentemente son varios los que
tintos individuos. , onducen a él, consideran por cuál se alcanzará más fácilmente y
11 ( ,t1A1t11,11," \ ill ,, 111 \ V11i1111 i\ 67
66 - - - - - - - - - - - -- - - - -- - BRl•VIAll(O 1)1• l· 1(l

llll 11111111·, 11•l.11iv." d~· Li luna en torno a la tierra y de la tierra


mejor, y si no hay más que un solo modo de lograrlo, [consideran]
11 ,ol, y m11 i 11v.11'i.tblc.:s. Es decir, no hay deliberación sobre lo
cómo se lo logrará mediante éste, y éste, a su vez, mediante cuál
tlf 1111,1 111,1111•1,1, va a ocurrir por una ley natural de un modo ne-
otro, hasta llegar a la causa primera, que es la última que se en-
cuentra. El que delibera parece, en efecto, que investiga y analiza
11 1111 ,, 110 deliberamos sobre lo que es completamente contingen-
de la manera que lo hemos dicho, como si estuviera analizando
1h1 In t]LIC es completamente necesario. Deliberamos, en cambio,
una figura geométrica [... ], y lo último en el análisis es lo primero
1 , q111 t'Slñ c.:n nuestro poder y puede ser realizado por nosotros, pe-
en el orden de la generación. Si tropieza con algo imposible, lo de-
''" stC"111prc se da de la misma manera. Es decir, deliberamos sobre
ja, por ejemplo, si necesita dinero y no puede procurárselo; pero
q11t, si bien está en nuestro poder, tiene un cierto grado de con-
si parece posible, intenta llevarlo a cabo. "Posibles" son todas las
' 1 , t 1nccrridwnbre, tiene un cierto grado de variabilidad, que es lo
acciones que serían factibles por nosotros mismos, y esto incluye
lo que puede ser realizado por nuestros amigos, pues el punto de
1, l.1s acciones humanas. Este es el sentido de la oración con que
1 t I pJrrafo: "La deliberación, por tanto, tiene que ver con aquellas
partida está en nosotros.
1, · q11c ocurren frecuentemente de una misma manera y que, sin
1 ·,, 1\0 son completamente previsibles con relación a su repetición
1113 a 2-14, (m) El objeto de la deliberación y el de la elección
1 , , \1111 directamente indeterminadas".
es el mismo, salvo que lo elegido está ya determinado, pues lo
1 1 .1 segunda caracterización general, que comienza con la siguien-
que se ha decidido como resultado de la deliberación, tal es el ob-
111 11 it'>n: "No deliberamos sobre los fines sino sobre las cuestiones
jeto de la elección. Cada uno de nosotros, en efecto, deja de pre-
1111< 11tcs a los fines", suele inducir a confusiones. En efecto, una in-
guntarse cómo actuará cuando retrotrae hasta sí mismo el prin-
1 11 1t'in superficial parece indicar que Aristóteles excluye el fin de la
cipio [de la acción], y en especial a la parte que comanda dentro
, 11 11ín , de modo que estaría excluyendo de su alcance lo que consti-
de sí [se. el intelecto práctico], porque es ésta la que elige. [... ]
1 11bjctivo, la meta de aquello que uno se propone. Pese a que mu-
Como el objeto de la elección es algo que está en nuestro poder
l1111 rpretes de la ética aristotélica lo entendieron de esa manera, hoy
[realizar o no], es aquello sobre lo cual deliberamos y es desea-
1111,1 amplia coincidencia en rechazar este sentido del párrafo. ¿Cómo
ble, entonces la elección será un deseo deliberado de aquellas me-
I''' <'ntenderlo entonces? La respuesta es, en cierta manera, más sen-
tas que están a nuestro alcance; porque, cuando decidimos des-
11, 11 malmente, los grandes fines ya están trazados por una determina-
pués de deliberar, deseamos de acuerdo con la deliberación .
111.1ción previa que tiene el agente. Los ejemplos lo muestran clara-
Hemos descrito, pues, de un modo general, la elección, hemos
' 1 médico no delibera sobre su fin último, que es curar, sino que lo
dicho sobre qué objetos versa, y que ella se da sobre las cuestio-
11 n <"a de cómo curar en las circunstancias particulares a tal enfermo
nes que conciernen a los fines.
111 u. El abogado no delibera sobre si debe o no ganar el juicio de su
1 , pues eso lo da por descontado; delibera, en cambio, sobre cómo
[ !] En primer lugar, Aristóteles restringe los objetos posibles de delibera-
111 a su cliente en esta situación dada, de modo tal de tener una po-
ción, excluyendo lo que depende.sólo del azar, como por ejemplo "hallar
1 f 1vorable en un juicio o en una eventual tratativa. El orador no de-
un tesoro", se entiende, de un modo puramente fortuito. Un ejemplo ac-
1 ubre su fin, p ersuadir a su audiencia, sino acerca de la manera en
tual paralelo al anterior es el siguiente: no deliberamos sobre cómo ganar
el premio mayor de la lotería. Pero tampoco lo hacemos sobre aquello que '" .trará su tema para lograr la persuasión de su audiencia.
1 , ,umiendo, el fin se da por descontado, porque está propuesto. La
es siempre e invariablemente de la misma manera, es decir, no deliberamos
1 1.11 ión supone que uno se propone un fin general y encara algo que
,obre los eclipses de luna: éstos ya están determinados de un modo preci-
68 · J3llEVJJ\IUO \ lF. l•' l'll '/\ 11111 l .111\ltlt.i 11\ Y l ,Jll\( 111 /\ V11 mu A - - - - - - -- -- 69

está subsumido en ese fin general corno un caso específico. En consecucn 111111~d11 1•l ¡,1on·di111Í<.'tllo de deliberación, comienza el primer paso
cia, si entendemos así el sentido de todo este párrafo, se hace mucho m,Í.s l 1 1,, 11111, c¡11t' l'S la dc<.:ción o decisión. Analicemos este término. En

claro y nos provee una buena caracterización del tema u objeto específi- ¡ ,1 1· 1•suibc nsf: proafresis. Esto quiere decir "el acto de preferir al-
co sobre el que en general deliberamos, a saber: sobre los pasos a seguir 1 1111.1 rnsa", y e.le allí "elegir". En este sentido, es la decisión que an-

para lograr el fin general en cada caso particular, pasos que deben ser pen- lp 1 1•1 n·.rnltado de una acción. Se elige un determinado fin, que es la
sados desde el comienzo, por lo que el análisis debe reconducirnos a aque- 1 111 1p1t· se va a realizar. Ent~nces, la proaíresis envuelve este doble ac-

llo que es el punto de partida más cercano a nosotros, más a nuestro al- 11 l'le(C;ión y decisión. Normalmente, hablamos de una decisión, de
cance. Éste es el sentido de la analogía con el análisis de una figura en 11" 1 decidido algo o de decidirnos por algo. De allí que Aristóteles
geometría. Para que se comprenda mejor la analogía, hay que tener pre- lit 11u tiue 'el objeto de la deliberación y el de la elección es el mismo,
sente el procedimiento para construir un cuerpo geométrico regular, pa- 1 11 que lo elegido está ya determinado, pues lo que se ha decidido co-
ra lo cual hay que analizar las figuras elementales que lo componen, a par- l , 11 sulcado de la deliberación, tal es el objeto de la elección" (1113 a
tir de las cuales se puede construir luego todo el cuerpo: por ejemplo, una 1 ¡).
pirámide a partir de triángulos equiláteros. Pues bien, lo que Aristóteles Volvamos a "me propongo JI' o "me propongo hacer esta acción". Si
dice es que de la misma manera en que un geómetra analiza un cuerpo , 11110s "me propongo hacer tal acción", ya nos hemos propuesto un fin
complejo en figuras más elementales y luego examina de qué manera pue- 11 1~1·ncral. Deliberamos sobre cómo alcanzar el fin que nos hemos pro-
de construirse este cuerpo complejo a partir de esas figuras, de la misma ¡ 111 , to. ¿En qué consiste esta deliberación? En analizar las posibilidades
manera el que delibera va analizando la situación hasta encontrar aquello ptt l'Stán a nuestro alcance, hasta encontrar un punto de partida por
que está directamente a su alcance y desde allí inicia la acción. 1, 111dl! comenzar la cadena que nos llevará a lograr el fin propuesto, el
Nos encontramos aquí con una superposición entre la deliberación y 1111 de la deliberación. Si nos proponemos seriamente algo y deliberamos

el silogismo práctico que tratamos en el capítulo anterior. En efecto, de 11111cluimos la deliberación de un modo afirmativo; es decir, si la deli-
acuerdo con el silogismo práctico, una vez establecido el fin general que el li 1.1ción concluye indicándonos que está dentro de nuestras posibilida-
agente se propone, él deduce uno a uno los pasos a seguir, hasta aquél que 1, ', .1lcanzar ese fin -porque ese es el sentido de la deliberación, decermi-
puede realizar y, por tanto, comenzar la acción. Entonces, lo que la delibe- " 11 si está o no a nuestro alcance, dado que, si no lo está, simplemente
ración hace es reconducir, a través del análisis de la situación, todo el pro- 1l1.111donamos el fin propuesto-, entonces, dado que concluye afirmati-
cedimiento hasta el punto de partida que esté inmediatamente al alcance 1111cnte, si nos lo hemos propuesto seriamente y hemos deliberado con-
del agente. En otros términos, la deliberación cesa cuando el agente obtie- 11 nzudamente, lo que sigue es resolverme a actuar, es decir, tomar una

ne la premisa menor del silogismo práctico, para luego pasar a la acción. l,risión. Esta decisión determina la acción inmediata, ya que involucra
[111] De este modo llegamos al punto en que estarnos por actuar, lue- 11•.tlizar un acto específico sobre el que se ha deliberado, pero que ahora
go de haber deliberado. Pues, como Aristóteles afirma en 1112 b 30 y si- 1 un acto que se comienza a Llevar a cabo. Así concebida la decisión, es
guientes: 11 punto final de una concatenación de pasos razonables, conceptual-
111t:nte encadenados entre sí. De allí que se pueda sostener que el princi-
Parece, pues, que, como queda dicho, el hombre es principio de 1'l<l de la acción sea, en última instancia, la razón práctica, ya que es és-
las acciones, y la deliberación tiene por objeto lo que él mismo 1,1 la que da la orden que permite iniciar la acción. Por cierto, con esto
puede hacer, y las acciones se hacen en vista de otras cosas. Pues 110 se está negando la participación imprescindible que tiene en la acción

no sería objeto de deliberación el fin [mismo] sino las cuestiones ,•I deseo, resumiendo en este término toda nuestra parte emocional y pa-
concernientes a los fines. 11>11al. Lo importante aquí es establecer qué papel se le asigna a cada una
- - - - - - - - - - - - - - - - - l3REVlAlll0 DF. (, l'ICA \ \1 1 H 1 ( ; IJAIUl ;[ IA Y ( ; 1(/\l 11 1 1\ Vt 1)1 hl.l.A. - - - - - - - - - - 71
70
de nuestras facultades psíquicas: la razón, por una parte, y el elemento le l 10 pnktico o razón práctica] porque es ésta la que elige'. De este modo,
desiderativo, más o menos irracional, por la otra. m11'ndes reconduce a la parte que comanda dentro de sí, que él llama "el
Hay, en efecto, otra tradición cuyo origen es, de un modo u otro, te- trl<'clO práctico", pero que es mejor denominar "la razón práctica". La que
ológico. Es la tradición que llamaremos "decisionista" y que tiene su ori- 111.1 la decisión es, pues, en última instancia, la razón unida al deseo, por
gen, fundamentalmente, en la tradición judeocristiana. Tal y como apare- y.1 causa la denomina "práctica''. "Como el objeto de la elección es algo
ce la decisión, por ejemplo en la prédica de Pablo de :arso, es un a~t~ ,de Ul' está en nuestro poder 'realizar o no', es aquello sobre lo cual delibera-
elección completamente infundado entre la fe en Cnsto o la perd1c10n. m y es deseable, entonces la elección será un deseo deliberado de aquellas
Quiere decir: el acto de decisión es un acto de Fe; por tanto, es un acto so- rtas que están a nuestro alcance ... ". Aquí aparece con claridad el deseo de-
bre el cual no hay razonabilidad posible, sino que es responder o negarse brrado, es decir, esa conexión intrínseca entre deseo, por un lado, y razón,
al llamado de Dios. Como lo expresa rotundamente el apóstol Pablo: 11 l'l otro, articulados en un acto, que es la elección razonable y racional:

"Porque la justicia de Dios se revela en él por la fa para la fa, como está es- . porque, cuando decidimos después de deliberar, deseamos de acuerdo
crito: 'el justo se salvará por la fe"' (Rom. 1, 17). . ., . 11 la deliberación". De este modo, deseo y razón no aparecen como con-
De aquí nace una tradición de la concepción de la dec1S1on -entendi- p11cstos, sino como unidos en una meta u objetivo común.
da como un acto que supera la razón humana-, que es puramente teoló- Resumiendo, como se señaló al principio de este capítulo, es necesa-
gica, cuyo mayor representante es el gran filósofo y teólogo Agu~tín de > analizar el sentido y las condiciones implícitas en una expresión como
Hipona, quien ha influido especial pero no solamente en la te,olo?1a pro- siguiente: "me propongo ft!e", en la que ft son acciones y e estados del
testante, cuyo gran representante en el siglo pasado fue el filosofo da?és 1·11Le alcanzados mediante acciones, para comprender qué entendemos
Soren Kierkegaard y en el siglo XX, Rudolf Bultmann, el colega y amigo "deliberación" y "decisión":
de M. Heidegger en Marburgo. De allí que este último nos pres:nte en S~r
y tiempo una variante completamente desacralizada de esta misma tradi- Si analizamos las condiciones ilocucionarias que tienen que ser
ción, específicamente en ese concepto tan ambiguo y maleable que es la satisfechas, veremos que existen reglas pragmáticas estrictas para
Entschlossenheit, que se ha traducido como "el estado de resuelto". En esta que una volición tenga sentido. En efecto, tanto ft como e tienen
concepción del ser humano como un ser destinado a decidirse a ciegas por que poder ser llevadas a cabo por el mismo agente de modo di-
una u otra forma de existencia, culmina la tradición irracionalista en la fi- recto y por medio de su propia acción, lo cual excluye no sola-
losofía de la acción. 1 mente cursos de acción ajenos al agente, en la medida en que no
Resumiendo, esta tradición decisionista separa drásticamente la deci- puedan ser determinados por él, sino inclusive estados del propio
sión de la razón. La tradición ética aristotélica y, por supuesto, de la filo- agente, como por ejemplo, su digestión, su pulso, cte. Expresar,
sofía práctica, como una forma de racionalidad, sostiene que la decisión es "me propongo detener mi pulso", carece de sentido, si no es co-
el último paso en la cadena que comienza en la deliberación y que, por mo descripción de la voluntad de tomar un medicamento que
tanto, la decisión se conecta con las razones que se expresan en la delibe- produce ese efecto. Esta limitación afecta también la sucesión
ración y, como dice Aristóteles, no son más que el objeto de la delibera- temporal, to, t1, tn, ya que la condición de posibilidad física, en
ción visto desde el ángulo de la acción que simplemente se determinó co- este caso, es que la serie temporal coincida a grandes rasgos con
mo decisión. la del propio agente. Decir, por ejemplo, "me propongo llevar a
Continuando con Aristóteles: "Cada uno de nosotros, en efecto, deja de los nietos de mis bisnietos a la escuela", carece de sentido, porque
preguntarse cómo actuará cuando retrotrae hasta sí mism~ el principio :de es contradictorio con la condición de posibilidad que forma par-
la acción', y en especial a la parte que comanda dentro de s1. .. [esto es: el m- te de las condiciones ilocucionarias de la expresión. Resumiendo,
1 t ,111\H11 i11A, l :1lA1 11t1 A V11m.1 1 A 73
72 - - - - - - - - - - - - - - - -- - BRL(VIAIUO l)I, I• 1ll A

"proponerse fr! e" supone previamente satisfechas las siguientes l 1 ¡,1,wc1· <'l j11i1 iu v.1lo1alivo que nos dice que "x se nos presenta
condiciones: que el agente crea que fr! e es, prima facie, factible de 1111 r,1,1,/,1 ,Ir /'tJ1r11 1•11 el ,mmdo externo o como un estado de nuestra
11 btri/tl,~1111 r1 plirológica interior que preferimos a Los estados alterna-
ser alcanzado por él en un tiempo que coincida con un lapso de
su propia vida o inmediatamente posterior, y que, en consecuen- ! t l 1 ,, ~i n duda, uno de los significados más importantes de la pro-
11 '' \ 1·, hueno", sin que podamos aún determinar si el criterio por
cia, tenga el conocimiento teórico suficiente como para poder
111 I,, 1 011sidcramos "bueno" es meramente pragmático, terapéutico,
iniciar el proceso de necesidad natural que coincide con la acción
1111,1 o estrictamente moral. Es esta la razón por la cual Kant afirma
fr o lleva al estado e. A mi juicio, existe una condición más, sin la
1 ,dm los juicios valorativos son condicionados, mientras que los juicios
cual una parte del significado ilocucionario de la expresión no
,1111 incondicionados, indicando con ello que el criterio moral supe-
quedaría satisfecha, a saber: que el agente dispone de una descrip-
111111 ,, los otros criterios en la determinación final de una acción.
ción de fr o de e que le permite juzgar, (a) no solamente que se
trata de una acción o de un estado asequible bajo esa descrip-
ción, (b) sino también que la acción o el estado son intrínseca-
mente valiosos bajo esa u otra descripción más amplia en la que
se los pueda incluir. Taylor ha denominado a éstas evaluaciones
111¡•,li,1, O.: La ética en Arist6teles o la moral de la virtud, Buenos Aires, Eudeba,
fuertes, o poniéndolas precisamente a las evaluaciones débiles que
dan cuenta de nuestros deseos contingentes. Las evaluaciones l '1')/, pp. 205-210.
fuerces, en cambio, muestran una permanencia y selectividad que Moralidad, op. cit., pp. 187-198 y 229-233.
no poseen las débiles, ya que contribuyen a seleccionar aquellos 1Inri ética para el siglo XXI, Buenos Aires, FCE, 2002, cap. 4, pp. 79 y sig.
111111 , C. H. von: The Varieties ofGoodness, op. cit., pp. 166-171.
aspectos y rasgos de nuestras acciones que nosotros adoptamos
como un modo de vida. 2

tll,IS
Hemos arribado a una última conexión conceptual en el análisis de la de-
liberación y de la decisión con un juicio evaluativo sobre una acción o un 1 Para los interesados en esta concepción de la decisión como un acto que va más allá
est~do al q_ue queremos alcanzar, cuando ese juicio es positivo, o que pre- 111d,1 razonabil idad, remitimos a Guariglia, "De la comprensión del bien a la voluntad
fenmos evitar, cuando el juicio es negativo. La volición sigue a este juicio 1111or a Dios (La evolución de la doctrina agustiniana sobre felicidad y vinud)",
o, en todo caso, no puede estar separada de él. En efecto, aún un acérrimo ,1,11m et Mediaevalia, XXV (2004) 89-109, y "Continuidad y rupcura con la tradición
0
1· , ,1ristotélica en Sein und Zeit, pp. 54-60", en Revista Latinoamericana de Filosofia, n.
partidario de que nuestras intuiciones morales no provienen de la razón si-
O ¡11 imavera 2004, pp. 335-346.
no de nuestros sentimientos, como el gran filósofo escocés David Hume, 'O. Guariglia, Moralidad ltica universalistaysujeto moral pp. 195-196.
debe admitir que nuestros juicios morales solamente pueden surgir, una 1 Véase D. Hume, ''Appendix 1", en An Enquiry concerning the Principies of Morals,
vez que hemos tomado conocimiento de todas las circunstancias que rodean ,l11.1do por T. L. Beauchamp, Nueva York, Oxford, 1998, pp. 160-61.
una acción así como de sus fines. 3 En este punto dejamos abierta esta cues-
tión, que será tratada en los capítulos destinados a revisar las teorías éticas,
y nos limitamos a señalar dónde reside la inserción de la consideración del
fin como algo bueno y por tanto deseable en la articulación de las acciones,
la deliberación y la decisión. Para llegar a la elección de un estado de co-
sas como un fin necesitamos una razón para decidirnos por él, y esta ra-
Capítulo 6
El conocimiento moral

El conocimiento moral: dificultades comunes al conocimiento en


general y dificultades propias del moral. El conocimiento moral
como un conocimiento inmediato y como un conocimiento me-
diato (reflexivo). Métodos de fundamentar racionalmente el co-
nocimiento moral: el método de la actitud cualificada (Brandt);
el método del equilibrio reflexivo (Rawls), cte. Relativismo, no
cognitivismo y escepticismo moral.

El tema del conocimiento moral ya se nos ha presentado en distintos ni-


veles y aspectos que hemos discutido en capítulos anteriores, por ejemplo,
en el nivel del razonamiento: cuando presentamos al razonamiento moral
aparecía claramente el aspecto del conocimiento en los dos niveles. Si re-
cordamos el ejemplo del diálogo sobre la conducta de un tercero, encon-
tramos allí dos clases de proposiciones según el nivel del argumento que
consideremos. En un primer nivel de la argumentación moral hallamos el
nivel epistémico, es decir, el que se refiere especialmente a las circunstan-
cias particulares y a los hechos vistos desde el punto de vista teórico de su
confirmación o de su refutación. Quiere decir que hay un primer punto
de partida de la ética que es común a otras disciplinas filosóficas, porque
tiene que ver con el presupuesto de la factibilidad del conocimiento; dicho
de otro modo, supone que el conocimiento es posible y rechaza, por lo
menos en una primera aproximación, posturas radicales con respecto al
conocimiento, es decir, posturas escépticas que cuestionan la posibilidad
de todo conocimiento.
76 - - - - - - - - - - - - - - - - - - BREYIAIUO DE ÉTICA 1 \ \l lll) C1J1\\{ll ,I 11\ \ l ,11 1\C 111 1\ Vtllll•,LI.A - - - - -- - - - - 77

Desde este punto de vista, plantear el problema del conocimiento es ¡t• M' ¡rnukn c:onsidcrar variantes de estas formas de relativismo extremo.
equivalente a enfrentar un problema general de toda la filosofía, tanto sea de í, 1 ,~. romo la tesis de F. Lyotard, combina esta procedencia de Nietzsche,
la teoría del conocimiento como de la filosofía de la ciencia, y en nuestro ca- ¡,,11 1111 lado, con una generalización de los juegos del lenguaje del último
so, de la filosofía moral. Si se parte de una posición radical según la cual el 1 W111genstein, por el otro, en el sentido de que no habría conocimiento
conocimiento no es posible, o si se plantea que todo conocimiento en defi- oltn 1t·glas de juego compartidas por determinados grupos de expertos que
nitiva es relativo al sujeto que conoce, se está quitando la base del desarrollo 1111t"den cambiar creando nuevas reglas, de modo que todo se reduce a
de un tipo de disciplina objetiva, sea en el ámbito teórico o práctico. 1, 111 minadas relaciones de poder, que son opacas unas a otras.
Esto no significa que no se puedan cuestionar aspectos de la objetivi- 1)entro de las corrientes que aceptan la posibilidad del conocimien-
dad del conocimiento o límites del conocimiento. Lo que estamos plan- 1 ,, li.1y también posiciones extremas. Una de ellas es la de Platón, que
teando aquí es una dicotomía entre dos posibilidades que sí son excluyen- 1 I 1111ea el pleno conocimiento del ser y que dice que aquello que es ab-
tes: La posibilidad del conocimiento o La negación de ésta. El escepticismo .1,l111amente real es absolutamente cognoscible; ésta es una posición ex-
antiguo, por ejemplo, del tipo pirrónico, negaba la posibilidad de poder 11, 111a en el sentido de que supone una identidad completa entre conoci-
afirmar algo como real. La tradicional postura del escepticismo es que siem- 1,111·11to y ser. El conocimiento es conocimiento de lo que es eterno,
pre se tiene un equilibrio de razones a favor o en contra y por lo tanto de- I'' 1manence y absolutamente real, y esto solamente pueden serlo las Ideas.
bemos suspender el juicio con respecto a si conocemos realmente algo. 1 11 la medida en que uno tiene acceso a esas Ideas, tiene acceso a una for-
Hay formas más moderadas de escepticismo que fueron importantes 1,11 plena de conocimiento; tal como Platón lo presen ta en el libro VI de
para el comienzo de la ciencia moderna, en el sentido de que lo que hicie- 1, l<l'pública, hay una escala de grados en el conocimiento, que va del pla-
ron fue cuestionar el acceso a unos conocimientos absolutos y pusieron lí- 1111 d<.: las ideas hasta la mera opinión que es el conocimiento de los entes
mites a lo que se podía conocer con cierta garantía de verdad. De Descar- 111.11 eriales.

tes en adelante, en la filosofra moderna se abrieron las distintas posiciones Como una tercera posibilidad, frente al escepticismo limitado y al
sobre lo que realmente se podía afirmar como conocimiento verdadero. 1 .dismo extremo, está la posición de la filosofía crítica, es decir, de I.
Esto no entra dentro de lo que llamamos la negación absoluta del conoci- 111L. Éste sostiene la posibilidad de un conocimiento objetivo, pero só-
miento, propia del escepticismo, pues tomamos como negación lisa y lla- 1,, d entro de los límites de la experiencia. En efecto, la razón apor ta las
na a todo lo que excluye la posibilidad de un conocimiento objetivo den- 1111 mas ideales mediante juicios sintéticos, que nos permiten establecer
tro de determinados límites. , oncxiones causales entre los datos empíricos y formularlas como leyes,
Otras formas actuales del escepticismo son las que se derivan del rela- 1H 10 para ello es necesario que la experiencia científica aporte los datos
tivismo extremo, como en el caso de F. Nietzsche. Éste relativiza todo co- le da el material a la razón. Todas las distintas corrientes que han sos-
nocimiento objetivo al tipo de sujeto del conocimiento; lo pone en función 11 nido la posibilidad del conocimiento científico dentro de ciertos lími-
del sujeto y de los intereses del sujeto del conocimiento. Para Nietzsche, el 1, ,, inclusive la del racionalismo crítico de K. Popper, se derivan, en úl-
conocimiento sería la manifestación de los intereses de la vida, de modo 111 na instancia, de esta formulación del conocimiento en general provista
que lo único que importa en cada caso es cómo se manifiestan esos inte- ¡H11 Kant.
reses de la vida o de la voluntad del poder. Pero no hay un conocimiento A partir de aquí tenemos una gran cantidad de variaciones y distin-
objetivo sino que él hace en cada caso una especie de diagnóstico de lo que , 1nncs de esta posición central, hasta llegar a las distintas corrientes de la
el conocimiento representa. ltlnsofía de la ciencia en la actualidad. Lo que entendemos por conoci-
A partir de Nietzsche, tal posición se ha tornado corriente en cierta fi- 111knto es un conocimiento provisto bajo la forma de leyes científicas del
l,, .11íf 1 1111111•111po1;\w.:;1, como la que va de M. Heidegger a M. Fo ucault, , 1111po natural o bajo la forma de explicaciones en el campo de las cien-
78 - - - - - - - - - - - - - - - - - BREVlARlO DE ÉTICA { I V\l llll l:111\IUl, I IA \' ( ,HAl 11· 1 A Yll>ll .l lA 79

cias sociales, y que se apoyan en un conjunto de datos adecuadamente ela- 1 11 tl'latic')ll con d conocimiento moral hay una variación importan-
borados y aceptados como tales. 1 I olijl'tO cid conocimiento moral tiene que ver con las acciones y ten-

De un modo general, podemos decir que en nuestra sociedad el co- 11 ,1 1111,1 parte del aspecto teórico de los actos, aspecto teórico sin el cual

nocimiento es siempre un conocimiento falible y provisorio, es decir, 11n huy conocimiento de la acción si no hay una descripción adecuada de
siempre está arraigado en una determinada disciplina científica y respon- l 1 111is111a. Se supone que la descripción de las acciones se expresa en una
de a un determinado momento en el desarrollo de esa disciplina. En otros 1'•11posición que puede ser verdadera o falsa. Tenemos así un primer nivel
términos, nunca es posible excluir que aparezcan nuevos fenómenos y · 1, 1 conocimiento moral, que tiene todavía un aspecto teórico y en el cual
nuevos datos empíricos correspondientes que cambien lo que hasta ese • 11t·ccsario dar una descripción acertada de la acción, es decir, presentar-
momento era admitido como comprobado. Dicho de otra manera, el co- !, h,tjo una descripción típica que se ajusta a la comprensión habitual que
nocimiento científico en el pensamiento moderno excluye toda afirmación 1, m:mos de ese tipo de acciones.
absoluta, que deja para las cosmovisiones dogmáticas, metafísicas, religio- Es necesario advertir que esto se da desde las dos perspectivas: d esde
sas o ideológicas. l I del observador y desde la perspectiva del agente. Desde la del agente, la
En el caso del conocimiento en el ámbito de la ética podemos partir 1, lión para ser relevante tiene que ser intencional; la acción intencional se
exactamente del mismo esquema trazado para el conocimiento teórico. De , l I siempre con una intencionalidad restringida a un aspecto de la acción,
este modo, estableceremos una primera división entre la negación comple- l 1 .1cción hecha bajo una descripción, es decir, la descripción bajo la cual
ta del conocimiento moral y dos formas de afirmación. Mientras que en el , I agente realiza la acción. Como hemos señalado cuando tratamos las ac-
conocimiento teórico teníamos dos posibilidades, la negación completa , tones, una misma acción puede tener varias descripciones y algunas de
del conocimiento o la afirmación aún dentro de determinados límites, en , ll.1s pueden ser no intencionales. Por tanto, hay una forma de conoci-
el caso de la ética vamos a tener una tripartición: una negación completa, 111icnto implícita en la acción que es el conocimiento inmediato que el
un reconocimiento de un conocimiento parcial y una afirmación de que 1gcnte tiene de la acción que él realiza en el momento que la realiza, bajo
la ética tiene una forma completa de conocimiento o, en otros términos, l., descripción que la hace intencional.
que existe un conocimiento moral intersubjetiva, cuyas reglas podemos Suponemos en roda acción el conocimiento inmediato por parte del
compartir y aplicar justificadamente. •¡.;ente de la misma acción que él está realizando, bajo aquella descripción
Comencemos por establecer el objeto del conocimiento moral: hasta 11,tjo la cual la acción es intencional. La descripción objetiva de la acción
ahor~ Pº.d.íamos confiar en que el objeto del conocimiento teórico es algo ··~ aquella por la cual yo tengo un conocimiento inmediato de lo que es-
~ue mtu1t1vamente se nos hace claro, es la ley en tanto fórmula de regula- toy haciendo de esa acción bajo una determinada descripción que es la
ridad de los hechos. Por tanto el objeto del conocimiento son los fenóme- descripción bajo la que yo conscientemente la realizo y que por tanto se
nos naturales y también los fenómenos sociales. Lo que se está buscando 111c puede imputar como intencional y voluntaria. A esto están unidas las
es establecer las formas de su regularidad expresada en leyes o generaliza- , onsecuencias de mi acción. Este punto lo hemos discutido ya al exponer
ciones empíricas o en alguna otra forma de explicación, por ejemplo la ex- rl esquema de las acciones voluntarias e involuntarias.
plicación narrativa o histórica. Hasta ahí tenemos más o menos delimita- Aquí ya podemos extraer una de las consecuencias de lo que hemos
do conceptualmente lo que podía ser el objeto del conocimiento teórico. <'.\tado discutiendo con respecto a la acción para el conocimiento práctico.
Lo que tenemos entonces como idea regulativa de éste es la verdad o fal- l~n efecto, si no se admite que existe la posibilidad de establecer objetiva-
sedad; puede ser verdadero o falso, y es verdadero hasta que no se pruebe mente dentro de ciertos límites una descripción de la acción, de modo tal
que sea falso. Es a esto a lo que nos referíamos al hablar de la provisiona- c¡ue ésta sea intersubjetivamente reconocida como un acto particular de
lidad de las teorías científicas. una especie de acción, cuyas consecuencias, por lo tanto, son no solamen-

- - -~- - - - --- - -
- - - - - - - - - - - - - - - - - BREV1ARIO DE ÉTICA ÜSVALDO GUARIGLIA Y GRACIELA VIDIELLA - - - - - - - - - 81
80
te previsibles sino también comprobables, entonces se está cayendo en una aparta de algunas acciones y la de su obligación los impele a rea-
forma de escepticismo cognoscitivo con respecto a las acciones que tiene lizar o tras.
consecuencias directas para la moralidad. En efecto, si no se pueden pre- Por tanto, puesto que la moral tiene influencia sobre las ac-
ver las consecuencias, entonces no puede imputársele responsabilidad al- ciones y sentimientos, se sigue que no puede derivarse de la razón
y ello se debe a que la raz6n por sí sola [... ] jamás puede tener esa
guna al agente.
También en el nivel moral de la argumentaci6n se plantea el mismo influencia. La moral provoca la pasi6n y produce o impide las ac-
problema que en el nivel epistémico, en el siguiente sentido: si nos colo- ciones. La razón por sí misma es totalmente impotente en este
camos en una posici6n escéptica o relativista extrema, diríamos que no hay punto. Por consiguiente, las reglas de la moral no son conclusio-
nada correcto o incorrecto en sí mismo, que lo que es moral o inmoral lo nes de nuestra raz6n. 1
determinará en última instancia el propio sujeto o dependerá de lo que él
sostenga como sus valores, sus ideales o sus preferencias. La negaci6n ex- La raz6n es el descubrimiento de la verdad o la falsedad. La ver-
trema proveniente del escepticismo o del relativismo moral niega, enton- dad y la falsedad consisten en una adecuación o inadecuación, ya
ces, que exista posibilidad alguna de sostener un juicio moral, dado que al sea con una relación real entre ideas o con una existencia real y
hablar de "juicio moral", estamos implícitamente refiriéndonos a conteni- un hecho reales. Por tanto, lo que no es susceptible de esa adecua-
dos proposicionales que se pueden exponer y fundamentar y que, en con- ci6n o inadecuación no es susceptible de ser verdadero o falso y
secuencia, deben tener ciertas bases más generales intersubjetivamente no puede ser jamás objeto de nuestra razón. Ahora bien, es evi-
dente que nuestras pasiones, voliciones y acciones no son suscep-
compartidas.
La posici6n alternativa a ésta sostendrá, en cambio, que no hay posi- tibles de tal adecuación o inadecuaci6n por ser hechos y realida-
bilidad de formular juicios morales, simplemente por que "un juicio" es la des originales completos en sí mismos y que no implican ninguna
formulaci6n de una conexión entre sujeto y predicado realizada por la ra- referencia a otras pasiones, voliciones o acciones. Es imposible,
zón, la cual es completamente inerte y, por tanto, incapaz de movernos a por tanto, que puedan ser declaradas verdaderas o falsas y que se-
acción alguna. De un modo clásico, esta posición ha sido resumida por el :m contrarias o conformes a la razón. 2
filósofo escocés, David Hume, en su Tratado de la naturaleza humana,
Libro III, Parte I, Sección 1, que se llama justamente "Las distinciones 11.irgumento de Hume ha sido determinante para toda la tradición mo-
l, 111a del no cognitivismo metodol6gico. En efecto, por un lado, su in-
morales no derivan de la razón":
ll11r11cia fue decisiva en A. Schopenhauer, quien, a su vez, influye de modo
Si la moralidad no tuviese naturalmente influencia sobre las pasio- 1 • I\Ívo tanto en F. Nietzsche como en los miembros del Círculo de Viena,

nes y acciones humanas, sería en vano esforzarse tanto por incul- t 1111·scntado especialmente por R. Carnap, y el primer L. Wittgenstein, es

carla y nada sería más estéril que la multitud de reglas y preceptos 1 , 11, d del Tractatus logico-philosophicus. En efecto, lo que estos últimos
, 1w11cn no es sino una versión semántica de la afirmaci6n de Hume, se-
en que abundan los moralistas. La filosofía se divide comúnmen-
te en especulativa y prdctica y como la moralidad es comprendida 1lt1 l.1cual la razón solamente tiene relación con aquello que puede ser
1,l,1dt·1 <> <> falso, y lo que es verdadero o falso es: o la relaci6n de las
siempre bajo la última división, se supone que influye sobre nues-
tras pasiones y acciones y que va más allá de los juicios calmos e 1 IN c 1111 t si, es dcci r las relaciones lógicas formales, o la relaci6n de
indolentes del entendimiento. Y esto es confirmado por la expe- 1 1il, ,1\ ulll los lwdrns, es d ecir, codo lo que corresponde al conoci-
riencia común, que nos informa que los hombres son :l menudo 1 11111 1 111¡i(1 ll u Pn, lo 1.11110, !:is :1ccioncs, sentimientos y pasiones, al
1 V 1.l 1d~ 1 1 11 ( il 1~. 1111 l ll 11111 Ulllt'XiÓ11 ('(}JI l,1 razón. Como la 1110-
gobernados por deberes y que la considcrnció n tk s1 1 ilq11 111 1 1 111
82 - - - - -- - - - - - - - - - - - - BREVlARlO D~ ÉTICA
1 hVAl t1n Cll1\1lll;t t1\ v l¡tl/\t ll·I A V1rnE1 1.A 83
ral, según sostiene Hume, tiene que ver exclusivamen~e con nuestros sen- 111·, límites del lenguaje, y quien habla de ética pretende rebasar esos límí-
timientos, acciones y pasiones, entonces no hay conexión entre la moral y
'"'· de modo que por último choca contra estos. De ahí que rechace toda
la razón. Esta es, pues, una forma extrema de no cognitivismo moral, ya
, , 1:1 habladuría acerca de la ética, inclusive en su famosa conferencia sobre
que le niega a codo lo que sea moral toda conexión con lo que constituye
, 1 tema. Desde este punto de vista, pese a codo su interés por la moralidad,
la función específica de la razón. l.1 posición de Wittgenstein es la de un escéptico.
Estamos ahora en condiciones de entender el cuadro general que
La otra forma de no cognitivismo que denominamos "psicológico", es
comprende todas las posiciones más representativas con respecto al cono- 111:is moderado que el anterior, ya que admite cierta conexión con la razón.
cimiento moral (véase cuadro 1 en el apéndice). l~I caso clásico sería Aristóteles, si se siguiera una determinada línea de sus
El no cognitivismo metodológico sostiene que no hay conocimiento 111Lérpretes, que podemos llamar "humeana". Los representantes actuales
moral posible, y se basa en dos líneas de fundamentación. La empirista es
de esta corriente son ciertos autores neoarístotélícos o comunítarístas, co-
la posición de Hume. La semántica, en cambio, está representada funda-
1no por ejemplo A. Maclntyre, Charles Taylor o Bernard Williams.
mentalmente por el Círculo de Viena y sus seguidores, como por ejemplo,
Los dos textos clásicos para definir la posición de Aristóteles al respec-
Charles Stevenson, que es el representante más destacado de una corrien- to son los siguientes: Ética Eudemia, libro I, cap.5, 1216 b 2 ss.:
te metaética denominada emotivismo. La versión semántica se apoya en el
criterio de significación que elaboraron los miembros del C írculo de Viena
Sócrates, el viejo, creía q ue el fin consiste en conocer la virtud y
a fin de establecer qué especie o forma del lenguaje tenía sentido y cuál ca- preguntaba o buscaba qué es la justicia, qué es la valentía y qué
recía de él. El lenguaje con sentido por antonomasia era, sin duda, el len- es cada una de las otras divisiones de la virtud. Esto era un pro-
guaje de la ciencia. Moldeado sobre éste, el criterio semántico decidía que cedimiento razonable, porque él creía que todas las virtudes eran
solamente tenían sentido codos aquellos términos referidos a hechos em- una de las tantas formas de conocimiento, de modo tal que ocu-
píricamente comprobables en el mundo, cuyo procedimiento de verifica- rría que simultáneamente supiéramos que es la justicia y nos vol-
ción estaba clara y objetivamente establecido. Por lo tanto, tenían sentido viéramos justos. En efecto, al mismo tiempo que aprendemos la
sólo los términos descriptivos y, dado que los términos morales no remi-
Geometría o la Arquitectura nos volvemos arquitectos o geóme-
ten a hechos ni son descriptivos, entonces tienen el mismo status que los
tras. Por ello buscaba qué cosa es la virtud y no de qué manera se
términos metafísicos, teológicos o poéticos. Hablar de que algo es bueno
produce o a parcir de qué cosas. Esto es propio de las ciencias teó-
o malo, correcto o incorrecto, es lo mismo que hablar del sexo de los án-
ricas, por ejemplo de la Astronomía; pero de las ciencias prácti-
geles o expresar una metáfora poética (R. Carnap). . cas, una cosa es el fin y otra cosa es el conocimiento.
Wittgenstein, a su vez, sostiene en el Tractatus que solamente tienen
sentido aquellos términos que pueden entrar en proposiciones atómicas y El punto de partida de Aristóteles es una discusión de la t esis fuerte de
que remiten a hechos en el mundo. Dado que los valores no están en el Sócrates, q uien sostenía que todas las virtudes eran otras tantas formas
mundo, entonces no se puede hablar de ellos, ya que éstos son ''trascenden- de conocimiento. De este modo, Sócrates se opone al relativismo o es-
tales" con respecto al mundo, de modo que solamente cabe de ellos tener cepticismo extremo de los sofistas, como un Protágoras o un G orgias, y
una experiencia "mística''. Tanto el primer como el último W ittgenstein no
afirma la posibilidad de que la virt ud se pueda adq uirir como cualquier
restan importancia a la moral, sino que, al contrarío, pretenden realzar su
otra forma de conocimiento. Aristóteles pretende matizar esta tesis tan
importancia afirmando que se trataba justamente de aquel tipo de cosas de
fuerte, como se muestra claramente en Ética Nicomdquea, VI, 13, 1144
las que no se podía hablar, sino que dependía de la actitud que cada uno b 15 SS. :
asumiera en su fuero íntimo. Para Wittgenstein no se podía ir más allá de
84 - - - - - - - - - - - - - - - -- - BREVIARIO DE l\'l'll'A \111t I e ,\J,\lt 11.111\ \ <;1ti\t 1i:1 J\ V11m1.1.1\ - - - - - - - -- - 85

De modo que así como en la parte del alma que razona a base de 11 d1 l.1, p,tsioocs debe hacerse de acuerdo con la costumbre (éthos)

opiniones hay dos formas, la destreza y la prudencia, en la parte 111,•, y 111t•diantc la modelación del carácter, la línea humeana de in-
moral hay otras dos: la virtud natural y la virtud por excelencia, 1 11 l ,H 11'rn de Aristóteles pone el acento en esta forma de la tradición y
y de éstas la virtud por excelencia no se da sin prudencia. Por eso 11 ¡1t:so en la conformación de cada uno de los miembros de una co-
afirman algunos que todas las virtudes son especies de la pruden- 1111il.1d moral por medio de la costumbre. De ahí, entonces, la impor-
cia (phr6nesis), y Sócrates en parte discurría bien y en parte se 111 t.1 que se le confiere al aspecto psicológico, es decir, a la modelación

equivocaba: al pensar que todas las virtudes son formas de la pru- 1 1 , ,11,ktcr por encima de la formación de la capacidad intelectual.
dencia se equivocaba, pero tenía razón al decir que no se dan sin 11 t11tdcs, sin embargo, reafirma que se necesita de la prudencia, la phró-
la prudencia. Señal de ello es que aún ahora todos, al definir la 1, d aspecto intelectual del conocimiento, la inteligencia práctica, pa-
virtud, después de indicar la disposición que le es propia y su ob- f'111kr actuar moralmente. De ahí que el aspecto cognitivo para él sea
jeto, añaden "según la recta razón", y es recta la que se conforma u 1111portante, ya que la phrónesis es razón, es una forma del noús prak-
a la prudencia. Parece, por tanto, que todos adivinan de algún l h. Es por ello que otra línea interpretativa, que denominaremos "kan-
modo que es esta clase de disposición la que es virtud, a saber, la ¡ 111.t" pone el acento en este lado inteleccualisca de la ética aristotélica y
que es conforme a la prudencia. Pero hemos de ir un poco más ,l11t.1 al Estagirita del lado de los cognitivistas dentro del conocimiento
i 1111 .ti.
lejos: la que es virtud no es meramente la disposición conforme
a la recta razón, sino la que va acompañada de recta razón, y la Estamos ahora en condiciones de pasar a la segunda parte del esque-
recta razón tratándose de estas cosas es la prudencia. Sócrates ¡,i 1, es decir, al Cognitivismo moral (cuadro 2).

pensaba, efectivamente, que las virtudes eran razones (pues todas


consistían para él en conocimiento); nosotros pensamos que van Cuadro 2
acompañadas de razón.
Resulta claro que no es posible, por tanto, ser bueno en sen-
tido estricto sin prudencia, ni prudente sin la virtud moral. i\bs6luto Crítico
l1l.11 onismo,
Aristóteles distingue, por un lado, la destreza intelectual y, por el otro, la 1 ,w icismo,
phr6nesis como capacidad de conocimiento; y a su vez la phr6nesis no se da lt1111ismo
sin un conocimiento de lo que es bueno. Es imposible que se de la phró- Teleológico Deontológico
nesis si quien razona no tiene acceso al conocimiento del fin moral. De ahí 1 11ca de la virtud Hedonismo Racionalismo Racionalismo
que sin la virtud no se puede dar el conocimiento moral pero, a su vez, sin i\ristóteles, Epi curo, inmediato reflexivo

conocimiento moral no hay virtud moral posible. t~l'Oaristotel ismo Utilitarismo Material Formal Material Formal

La tesis que Sócrates sostenía, afirmaba que cuando se conoce con- (Wiggins, L. Nelson L Kant D . Ross, Semántico Pragmático

ceptualmente qué es la justicia ya se tiene que obrar justamente y sólo por


Richardson) J. Rawls R.M. Hare J. Habermas

error se puede obrar injustamente. Frente a esto, Aristóteles admite que


las virtudes tienen que ver fundamentalmente con las pasiones, el placer
y el dolor; y que, por lo tanto, si no se ha sido previamente educado en 1 .1 primera división entre un cognicivismo absoluto y otro, que denomina-
el manejo de las propias pasiones del placer y del dolor, no habrá posibi- 1110s crítico, está fundada en el tipo de conocimiento que se pretende alcan-
lidad de acceder al conocimiento de lo moral. Puesto que, además, la edu- 1ar del fenómeno moral. En el cognicivismo absoluto, se trata de posicio-
86 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - BREVIARlü Dl~ ÉTICA ( 1 \'\( 1H I l il JAltll, I J¡\ \ 1 ,l (¡\1 111 1\ V11 >11 ·1 I A
8/

nes basadas en una ontología previa, por ejemplo en un realismo idealista 1• l I t ap.1dcl.t<l de deducir el caso particular de la norma general. El racio-
extremo, como en el caso de Platón y su teoría de las Ideas, o en un mate- 11 d1\1110 m. s~ntido cst:icco es, pues, el que parce de Kant, pero que se abre

rialismo también extremo, como el sostenido por los estoicos con respecto l11q;o rn <lrsttntas vementes, especialmente en el siglo XX.
al Logos que gobernaba el mundo y también nuestras faculcades psíquicas. l a primera distinción que es necesario hacer es entre dos formas de
11
Ejemplos contemporáneos de posiciones tan dogmáticas son hoy en día ra- 11oc'.m'.cnto propugnado por el racionalismo: una, que sostiene que el
ras de hallar en el campo filosófico, pero han tenido vigencia hasta un pa- 11oc'.m'.ento de los fenómenos morales es inmediato y otro para el que el
sado muy reciente, como por ejemplo el Neotomismo sostenido por la 011oc1m1cnco de las normas, principios y juicios morales es un proceso re-
Iglesia católica y el Materialismo dialéctico, doctrina filosófica oficial de la 11, iv~. Kant mismo, H. Cohen y L. Nelson dentro del neokantismo, y
extinta Unión Soviética y de los países comunistas de la Europa oriental. 11111h1én D. Ross en la tradición anglosajona sostienen que el conocimien-
A diferencia del absoluto, el cognitivismo crítico separa estrictamente 111 mo_ral ~: un conocimiento inmediato que se tiene conjuntamente con
los fenómenos morales de cualquier otro tipo de eventos y se esfuerza por l I rcal1zac10n del acto o con su representación. Para utilizar un ejemplo de
desentrañar los principios que le son propios. Una primera división entre l lclson, éste ª.firma ~ue el .conocimiento moral se nos presenta bajo una
uno, teleológico, y otro, deontológico, está basada en el modo de considerar l1111~a de sentido sui génem que es el sentido moral; por ejemplo cuando
qué constituye el aspecto distintivo del fenómeno moral, el fin de la acción il¡'.~uen.se expresa con respecto a un cierto acto, diciendo que lo hizo por
o el carácter imperativo de la misma. El racionalismo teleológico pone el · 1 sentido de! deber", está diciendo que no pensó en el momento lo que

acento en el primero mientras que el deontológico enfatiza el segundo as- ilrhí~ h~cer, smo que fue un acto dictado por el sentido del deber y, por
pecto mencionado. A su vez, el cognitivismo teleológico diferirá si el fin · o11S1gu1ente, que tuvo un conocimiento inmediato de ello. El conoci-
considerado es un fin puramente material, como el placer, que es lo soste- 111it·nto inmediato no signiÍJ.ca que no pueda luego ser analizado y rectifi-
nido por las distintas corrientes hedonistas, o si está constituido por actos 1 ,do; tanto Kant como Nelson o como Ross muestran que ese conoci-

altamente simbólicos, que se constituyen en fines en sí mismos, como son 1111cnto puede ser conceptualmente analizado a posteriori. La cuestión es
los actos propios de la virtud En ambos casos, el carácter cognitivo estará '1 1H' por el modo como se presenta, se trata de un conocimiento inmedia-
dado canto por el conocimiento adecuado del fin, por ejemplo, en el caso 111 del cual el sujeto no tiene duda. Ross lo señala expresamente en su

del moderno Utilitarismo, resumido en la fórmula: "la mayor cantidad de I 1mdamentos de la Etica, (capítulo 8):
placer para el mayor número", como por las conexiones medio-fin para
llegar hasta éste. Si este punto de vista es correcto, la comprensión del grado de
El cognitivismo deontológico ha sido definido en época moderna por bondad de un bien particular es lógicamente inmediato. Pero de
I. Kant, que situó en el centro del fenómeno ético la noción de deber. Este ello no se sigue que sea psicológicamente inmediato, la bondad es
punto de partida es aceptado por codas las corrientes que lo integran. El un atributo intuitivo, pertenece a todo aquello a lo cual pertene-
conocimiento moral es, por tanto, un conocimiento específico de normas c~ a causa de la naturaleza de la cosa en un sentido o en otro. Por
y principios que establecen la obligación de cada uno objetivamente. La CJem:lo a c~usa de que se trata de un acto de bravura y no de co-
facultad para llegar a este conocimiento es, pues, una forma de la razón, bard1a; y mientras que hasta la más vaga comprensión de la bon-
denominada por Kant, razón práctica. dad o la maldad de algo dependa de la previa penetración en la
De este modo, el paralelo entre la razón práctica y la razón teórica es naturaleza de la cosa, la comprensión del grado de su bondad ha
11111¡,lt'to: por un lado la razón teórica apunta a lo que Kant llama el en- de depender de un análisis más íntimo de su naturaleza, del cual
111111 11111, 'l''t' es la capacidad de establecer conexiones causales entre sobreve~ga 1~ ~om~rensión del grado de su bondad, y no como
1 t 11 1 ., 1.1·,.ón práctica, en cambio, es aquella que apor- conclus1ón logrea sino como resulcado psicológico.3
88 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - BREVIAlllO lJI·. (\'l'ICA \11 l\ 1( ,IJ All ll,11 /\ Y ( ;ll/\Cu;I .A VmlEU .A - - - - -- - - - - 89
La comprensión de la bondad de un acto emerge de un conocimiento in- 11 1vn" <'lllrl' la postulación de determinados principios y su aplicación
mediato o, como lo llama Ross, de un conocimiento intuitivo. Por eso a 111 ¡111110s morales intuitivos o inmediatos. John Rawls, el filósofo mo-
esta corriente ética en la que se inscribe Ross se la llamó intuicionista, pues ti ) ¡inlrtko más destacado del último medio siglo del siglo XX, es quien
sostuvo fundamentalmente que hay un conocimiento intuitivo prima fa- 1 1 d rolla<lo este método en sus trabajos más importantes, a partir del
~.11
cie de lo moral, que se da en el acto mismo al momento de realizarlo o l l 1111 1 c'Jll ral, Una teoría de la justicia (1971).
cuando se lo representa u observa. I• 1 método del equilibrio reflexivo consiste en postular unos pocos
¡ 11w ipios universales y luego examinar a la luz de esos principios genera-
Los principios generales que, intuitivamente percibidos, se consi- l 111\ casos particulares y nuestros juicios intuitivos acerca de esos casos
deran como ciertos son muy pocos en número y muy generales ¡ 1111ntlares. Al aplicar esos principios a los juicios intuitivos particulares,
en carácter. En lo que se refiere a todos los axiomas ya más gene- podrá comprobar si coincide lo que se inferiría de esos principios, por
rales, son tentativas de aplicar principios generales a los tipos par- 111 l.1do, con nuestros juicios intuitivos por el otro. Si lo hacen, habrá un
ticulares de situación y sobre esto se debe mantener una com- 1 11t r<lo que confirma la validez tanto de los juicios morales particulares
prensión abierta. 111110 de los mismos principios universales en los que se sustentan. Si no

, 1111<.:iden, habrá que considerar separadamente tanto los juicios intuitivos


Está claro, pues, que la idea del conocimiento directo o intuitivo es el que I' 111 iculares como los principios universales, razón por la cual se llama al
uno tiene del aspecto moral del acto que realiza, en tanto lo considera un 1111 iodo "equilibrio reflexivo", ya que a veces pueden estar errados nuestros
acto propio de un tipo de acción moral. Este conocimiento es, como dice 11111 ios intuitivos, mientras que en otros casos, nuestros juicios intuitivos
Ross, prima facie, es decir, puede ser corregido por un análisis posterior. p 111 iculares resulcan ser más sólidos que los principios universales, en cu-
Frente a esta posición del racionalismo del conocimiento inmediato, " caso habría que reconsiderar estos principios. Hay también otras pro-
que de alguna manera se apoya en la suposición extrema o implícita de una p11 t•stas, como la que R. Brandt llama "de la actitud cualificada", cuyo pro-
facultad moral especial (en el caso de Kant y de Nelson de modo expreso, 1 dimiento adopta recaudos similares a los del método de Rawls. En

en el caso de Ross más bien de un modo implícito), aparece el racionalis- il'cto, si bien el método propuesto por Brandt es menos lineal y más com-
mo reflexivo. Éste parce de la admisión de que no hay un conocimiento in- plejo que el adoptado por Rawls, en la síntesis que ofrece formula reglas
mediato que dé una certidumbre moral sino que, aún concediendo que nmparables a las del procedimiento del equilibrio reflexivo:
hay conocimientos morales inmediatos, intuitivos, que son los que todos
tenemos y reflejamos en nuestros juicios morales cotidianos, no podemos En resumen, nuestra propuesta respecto al método "habitual" de
atribuirle a esta forma de conocimiento una certidumbre completa, a par- pensamiento ético es ésta: 1. Decidimos los problemas particula-
tir de su propia evidencia inmediata sino que esta certidumbre proviene res tanto apelando a principios que ya tenernos, más o menos ex-
del hecho de que el juicio pueda apoyarse en procedimientos más genera- plícitamente, en cuenta o apelando a nuestras preferencias, senti-
les de justificación, razón por la cual lo llamamos "cognicivismo reflexivo". mientos de obligación y demás (dependiendo el tipo de actitud
El reflexivo a su vez puede dividirse en dos variantes: por un lado, el de si la cuestión es acerca de lo que es deseable, lo que es obliga-
conocimiento reflexivo material; y por el otro, el conocimiento reflexivo to rio, y así sucesivamente); y confiarnos en nuestras actitudes cri-
formal. La variante del reflexivo material pone el acento en el contenido ticadas para completar y contrapesar nuestros principios. 2. Los
material o sustantivo de determinados principios generales o universales juicios [... ] deben ser consistentes y los particulares deben ser ge-
como principios últimos. De este modo elabora un procedimiento deno- neralizables. 3. Se desestiman las actitudes si no son imparciales,
minado "constructivista" en ética, cuyo método consiste en un "equilibrio informadas, producto de un estado de ánimo normal, o campa-
90 - - - - - - - - - - -- - - - - - - BREVlAIUO LW. ~TIC'A 11111 ltl 11\HH ,1 IA \' ( ;ll/\l 11•1 A V11 >ll-1 l A 91

tibies con la posesión de un conjunto consistente de principios 11111 111, 11.tlt·.s 111t·di:111tc la utilización de las reglas implícitas en el inter-
generales no excesivamente complejo. El pensamiento ético, 11'1111 dt 1olt·s en d diálogo con sentido entre el hablante y el oyente. Por
pues, consiste en una compleja interrelación de actitudes, princi- 1 t 1111hiét1 at¡uf de la misma manera que en Hare, hay una apelación al
pios, requisitos formales respecto a los principios, y reglas para la 11111111it·1Ho intuitivo previo que tenemos ya siempre por anticipado, sea
desestimación. Ninguna de estas condiciones puede ser subsumi- 1 1¡•,ntficado de los términos que utilizamos, sea de las reglas implícitas

da en las otras tres. 4 , 1111t·~tros transacciones comunicativas. Habermas sostiene, en efecto,


I ' 11motros sabemos que en las reglas del diálogo con sentido está implí-
111 ,·1 imcrcambio de roles entre el hablante y el oyente. De este modo, al
Lo importante es entender que estos procedimientos tratan de encontrar
11 t, t•xplícitas las reglas de la comunicación que todos reconocemos al
un punto de equilibrio medio entre la consideración cualificada de los he-
chos y los principios generales desde los cuales se los puede juzgar y califi- il, l 11, Habermas pone de manifiesto reconstructivamen te la admisión
car moralmente. 11¡ilk ita por parte de los hablantes -agentes de reglas intersubjetivas, a las
La versión formal del cognitivismo reflexivo tiene a su vez dos vertien- ¡,,, podemos apelar para justificar también, intersubjetivamente, los prin-
tes distintas. Todos los procedimientos formales en la ética actual derivan q,1ns y normas morales que adoptamos-. Se trata de una forma discursi-
de un modo u otro del primer formalismo, que fue el formalismo kantia- dt· universalización, que exige la participación directa de todos los pre-
no. Lo qu: oc_urre es que el modo de fundamentar ese formalismo es lo que 11111.11nente involucrados a los fines de lograr un consenso. Veremos con
los hace d1fenr. En el caso del formalismo kantiano, lo que Kant sostenía "'''detalle este procedimiento cuando tratemos la forma correspondien-
es que aquello que estaba presente de un modo inmediato en nuestro sen- , ,le justificación de las normas.
tido del deber, podía luego ser formulado conceptualmente mediante un En resumen, lo que es necesario resaltar de este capítulo es la impli-
111, ia que la afirmación o la negación de la existencia de un conocimien-
procedimiento formal. Acá en las propuestas formales lo que se tratará de
demostrar es que en el sentido mismo de los términos, en la semántica de ' moral tiene para la ética. Todas las corrientes que responden afirmati-
l~s términos morales o en las reglas de nuestras relaciones dialógicas, es de- 11ncnte a la cuestión, sostienen una forma fuertemente cognitiva de ética,
c1~, en las reglas pragmáticas de la comunicación, se pueden basar procedi- decir, el paradigma de ética que las comprende está centrado fundamen-
mientos puramente formales de justificación. En el caso del formalismo se- 1d,ncnte en unos procesos racionales tanto de justificación como de com-
mántico, el representante más importante es R. M. Hare, quien sostiene p1msión. Desde la formulación de la ley moral kantiana hasta las forma-
q~e el procedimiento de justificación de los juicios éticos es un procedi- l, .,ciones pragmáticas o semánticas, lo importante o decisivo de la Ética
~1ento lógico-~e~ántico, basado en las reglas lógicas que se derivan del sig- , aquella contribución que en ella hay de la razón. Desde este punto de
l\ta la propuesta cognitiva es aquella que admite plenamente una auto-
mficado prescriptivo de los términos usados en el lenguaje moral. Si toma-
mos el término "deber", en el sentido mismo de este término está implícito 111,mía de la disciplina ética, una disciplina que se extiende a todo el ám-
que aquello que uno cualquiera sostiene que es un "deber" , por ejemplo de l 1110 de la filosofta práctica, es decir, no sólo a la ética sino también a todo
"hacer X", implícitamente está sosteniendo que este deber es universaliza- 111 t¡ue tenga que ver con el ámbito normativo, comprendidas la filosofía
ble, es decir, que es un deber también para cualquier otro individuo puesto pnlítica y la filosofía del derecho. La confrontación en el plano del cono-
en la misma situación. Este procedimiento formal es al que Hare llama la ' 1111iento aparece siempre signada por el tipo de actitud que se tome en re-
"universalizabilidad" de los términos morales. Veremos más en detalle este l.1t·ión con la autonomía que se le asigne a la ética como disciplina especí-
procedimiento en los capítulos destinados a las éticas deontológicas. l1ca. Al admitir su carácter racional y cognitivo, se admite al mismo
Por último el racionalismo reflexivo formal pragmático es la propues- 11cmpo que los fenómenos morales tienen sus reglas propias, que pueden
ta de J. Habermas. En esta propuesta el modo de justificación del conocí-
t'r reconocidas o reconstruidas y tener una validez general. Al contrario,
- - - - - - - - - - - - - - - -- - - BREVIAlllü Dli l•:Tlt A 11111<t11,,1•11,11 \ , l .it,,1 111 ,, V1111111.A ~ ~ - = 93
92

las diversas formas de relativismo excluyen el aspecto cognitivo e intenta11


alguna forma de reducción de los fenómenos morales a algún otro tipo de
fenómenos, sean éstos de carácter psicológico, como las pulsiones libidina Cuadro 1
les o los impulsos vitales que mueven a la voluntad de poder, sean de tipo
socioeconómico o cultural, o sean, por último, fenómenos de tipo antro-
pobiológico, como proponen ahora la etología o la sociobiología. Frente a
todos estos intentos reduccionistas, que alimentan el relativismo e irracio-
nalismo moral, el cognitivismo ético sostiene que hay formas objetivas de
justificación de los juicios morales, y que estas formas objetivas de justifi-
cación tienen la misma estructura argumentativa que todas las otras justi-
ficaciones racionales del conocimiento.

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Lecturas complementarias :~...
-~
Brandc, R.: Teoría ética, Madrid, Alianza, 1982, pp. 242-344. uo
Guariglia, O.: La ética en Aristóteles, Buenos Aires, Eudeba, cap. 1O, pp. 293 ss.
Hare, R.M.: Ordenando Úl ética, Barcelona, Ariel, 1999, pp. 46-69 .

Notas
1D. Hume, Tratado de la Naturaleza Humana, traducción, introducción y notas de
M. Cosca, Buenos Aires, Eudeba, 2000, p. l 7.
2 lbfd., p. 19.
3 O. Ross, Fundamentos de la ética, Buenos Aires, Eudeba, 1972, p. 161.
4 R. Brandt, Teoría ética, M,,drid, Alianza, 1982, p. 295. o
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Segunda parte
Las teorías éticas más importantes
Capítulo 7
rl (·orías deontológicas: I. La ética kantiana

l .. 1 ética kantiana. La índole restrictiva de la moral. El juicio


111oral, el deber y la razón práctica. Imperativos hipotéticos,
imperativo categórico y ley moral. La voluntad autónoma.

1 \',1pítulo precedente, al presentar una de las variantes del cogniti-


111,, moral, el deontologismo, habíamos señalado como su caracterís-
1 l\l'11cralla postulación de normas y principios universales que permi-
" rstablecer las obligaciones de manera objetiva. La teoría
1 1111ológica por excelencia, con la que hasta hoy se mantiene un diálo-
1vo, fue elaborada por Kant en el siglo XVIII. Las obras más impor-
111 r•s que el filósofo dedicó a la ética son Fundamentación de la metafl-

1 ,le• las costumbres (en adelante FMC), Crítica de la Razón Prdctica y

!, t,t(lsica de las Costumbres. N uestra exposición se centrará en la prime-


1 ¡it1rque fue la que influyó directamente en las propuestas deontológi-

' dd sigo XX.

1, índole restrictiva de la moral

l lll' lmmanuel Kant quien estableció de manera categórica que el concep-


'., de deber compone el centro neurálgico de la moralidad, imprimiendo
, / a la ética un giro copernicano equivalente al que había producido en la
1ilnsofía teórica.
·fradicionalmente la reflexión ética se había organizado en torno a la
p1 osccución de un fin último que todo ser humano persigue, la felicidad,
- - - - - - - - - - - -- - - - - - BIU·:VIARIO t >E II l l( A 111111 , e: 11"'w.i 1,, v e itA( ·u,, A v11 )1i:.1.1.A 99
98
entendido como un ideal de perfección -en el último capículo ahonda1t 11111111.11 .1 l.1 v1d,1snd al. l•:n esta " insociable sociabilidad" radica la raíz de
mos en el tema-. En el ambiente en el que se formó Kant esca preocupo 1,, 111, ¡,1 obl1.: n1as de co nvivencia. Es comprensible, entonces que, tal

ción continuaba vigente. La filosofía alemana tenía en Leibniz y Wolff do~ 1,111 lll l11cicra11 los teóricos de la ley natural, centrara sus investigaciones
destacados defensores del ideal de la propia perfección. Ambos creían que ¡ 1 «·11 d concepto de obligación y concibiera la moralidad en un senti-
existe un bien humano objetivo que emana de la armonía del universo pre 1 , 11 11 ictivo: como aquello que no se debe hacer.
establecida por Dios; consideraban que la clave para procurar el reinado de
la concordia en la sociedad humana reside en la posibilidad de inteligir cal
armonía, ya que suponían que la fuente del conflicto es la ignorancia. 1 1 ¡uicio moral, el deber y la razón práctica
Leibniz, en particular, pensaba que el hombre bueno posee un conoci-
miento claro y distinto de la perfección del mundo que lo conduce a bus- 1 1 p11n to de partida de su indagación es el conocimiento moral ordinario:
car la propia; la metafísica es la ciencia que nos descubre estas verdades y 1• u los poseemos un sentido moral intuitivo, directo, que nos informa _acer-
asimismo nos enseña que la auto perfección no puede estar en conflicto 1 de nuestras obligaciones y nos permite, asimismo, evaluar las acc10nes
con la de los demás, por tanto, querer el bien significa regocijarse con la I" npias y ajenas; en otros términos, todos poseemos una conciencia mor~
felicidad de los otros. pw nos reprocha cuando actuamos de modo incorrecto. Es un con? c1-
Sin embargo, convivía con ésta una visión menos optimista de la na- 1111r nto espontáneo e independiente de factores tales como el grado de_ms-
turaleza humana. En efecto, los modernos teóricos de la ley natural, here- 1,11c.:ción, las condiciones sociales o económicas, o, incluso, la comumdad
deros de Grocio, consideraban que el desacuerdo y la tendencia al conflic- , I,• pertenencia. El supuesto de Kant es que este sentido moral es comú~ a
to son inherentes a ella, y, por tanto, irradicables. Hobbes es quien ofrece 111dos porque no se origina en componentes empíricos -costumbres socia-
la explicación más pesimista de escas predisposiciones naturales, atribuyén- 1,•s, sentimientos, creencias religiosas, etc.- sino en un principio a priori de
dolas al miedo a la muerte y al afán de gloria; Locke las refiere a nuestra in- l I razón p ráctica que es, justamente, la facultad de actuar de acuerdo a
alterable tendencia a mantener opiniones divergentes, tendencia acom- pi incipios y de proponerse fines. Aunque el saber moral vulgar conoce Y
pañada por el deseo de que los demás compartan nuestros puntos de vista. ,tplica dicho a priori de modo intuitivo no es capaz de dar razón de él,. de
Este tipo de presupuesto antropológico determina que, para estos pensa- lllalizarlo y comprenderlo conceptualmente. Ésta es la tarea emprendida
dores, el problema fundamental radica en la posibilidad de controlar el 1•11 los dos primeros capítulos de la FMC.
conflicto con el objetivo de favorecer el desarrollo de la vida social. La hi-
pótesis de una ley natural que todos llevarnos inscrita en la razón ofrece Ni en el mundo ni, en general, tampoco fuera del mundo, es po-
una salida al problema en tanto permite explicar porqué somos capaces de sible pensar nada que pueda considerarse como bueno sin restric-
imponer ciertas restricciones a nuestras conductas egoístas. De este modo, ción, a no ser tan sólo una buena voluntad.
la preocupación por las obligaciones que emanan de la ley natural y por [... ] El poder, la riqueza, la honra, la salud misma y la com-
los deberes que se derivan de ella cobra una importancia capital. pleta satisfacción y el contento del propio estado, bajo el nombre
Kant, que estaba muy interesado por esta problemática, tampoco era de felicidad, dan valor, y tras él, a veces arrogancia, si no existe
demasiado optimista respecto a la condición humana. Si bien pensaba que una buena voluntad que rectifique y acomode a un fin universal
1
las personas tenemos necesidad de compañía e inclinaciones benevolentes, el influjo de esa felicidad y con él el principio de toda acción.
también creía que el conflicto nos es connatural: tendemos a aislarnos por-
que queremos actuar conforme a nuestros deseos; pero, como entre éstos Este comienzo propone un distanciamiento de la preocupación canónica
se encuentran las ansias de poder, de honor y de posesiones, no podemos de la ética. Para Kant lo importante no reside en la pregunta por los fines
100 - - - - - - - - -- - - - - -- - l31UiVIARIO DE It'rtl A ( 1 \ \l lll l (;LJAtUl:11A Y CllACIF.I.A Vt l )IEl.l.A - -- -- - - - -- 101

de las acciones. Éstos siempre están condicionados por las circunstancias, /\lll, um11do, por particulares enconos del azar o por la mezquin-
tanto objetivas como subjetivas, en las que están involucrados los actos. Lo d,1d de una nawraleza madrastra, le faltase por completo a esa vo-
único que puede ser considerado bueno sin ninguna condición o cualifi- l1111tad la facultad de sacar adelante su propósito; si, a pesar de sus
cación es la buena voluntad. 111 ayo res esfuerzos, no pudiera llevar a cabo nada y sólo quedase
l., buena voluntad -no desde luego como un mero deseo, sino co-
La buena voluntad no es buena por lo que efectúe o realice, no es 1110 el aco pio de todos los medios que están en nuestro poder-,
buena por su adecuación para alcanzar algún fin que nos haya- sería esa buena voluntad como una joya brillante por sí misma. 3
mos propuesto; es buena sólo por querer, es decir, es buena en sí
misma. 2 I', 1,1 dar razones de este aserto, el filósofo apela a un supuesto metafísico
1,,,hilllal en la época, herencia de la filosofía griega: el teleologismo. Si bien
Nuestros actos tienen efectos en el mundo fenoménico, sin embargo, no 1 11 la Crítica de la Raz6n Pura sólo acepta, en consonancia con la física

poseemos sobre éste un dominio pleno. Puede ocurrir que causas desafor- 11rw toniana, la causalidad mecánica para explicar las leyes naturales, en sus
tunadas o acciones de terceros hagan fracasar nuestros propósitos, sin em- , ,t:ritos sobre ética, estética y filosofía de la historia la idea de finalidad jue-
~argo.esto no cambiará la cualidad de nuestra voluntad. Comparemos dos ~I·' un papel destacado. Sin la pretensión de negar que las leyes naturales
s1tuac1ones: ·,1'>10 admiten la explicación mecánico-causal, en dichos trabajos supone
A) X, que está mirando el mar, advierte que una persona hace señas q11c los organismos vivos poseen una finalidad interna que acepta la pre-
~esespe~adas, a punto de ahogarse. Sin perder un instante, x se sumerge e g11nta "¿para qué?". La finalidad de cada organismo está en función de la
intenta infructuosamente alcanzarla. Sólo se da por vencido cuando la per- finalidad de la naturaleza considerada como un todo.
sona desaparece, tragada por el mar.
_B) Z está ~n las ~i~mas circunstancias objetivas que x. Sin embargo, Admitimos como principio que en las disposiciones naturales de
las circunstancias subJet1vas son bien distintas: conoce a la persona, quien un ser organizado, esto es, arreglado con finalidad para la vida,
le adeuda una suma importante de dinero que había prometido cancelar no se encuentra un instrumento, dispuesto para un fin, que no
ese mismo día; Z se zambulle y consigue rescatarla. sea el más propio y adecuado para ese fin. Ahora bien; si en un
Quien juzgara la condición moral de ambas acciones conociendo las ser que tiene razón y una voluntad, fuera el fin propio de la na-
circunstancias relevantes - tanto las objetivas como las subjetivas- proba- turaleza su conservaci6n, su bienandanza, en una palabra, su feli-
blemente pensaría que sólo la primera tiene calidad moral, pese a que no cidad, la naturaleza habría tomado muy mal sus disposiciones al
se alcanzó el objetivo buscado; mientras que en el segundo caso, aunque elegir la razón de la criatura para encargarla de realizar aquel su
e.l ag~nte conquist~ un fin valioso, cabe la fuerte sospecha de que sus mo- propósito. Pues todas las acciones que en tal sentido tiene que rea-
tivaciones hayan sido egoístas. La primera tesis de la FMC no hace más lizar la criatura y la regla coda de su conducta se las habría pres-
que formular conceptualmente esta intuición moral básica. Es importan- crito con mucha mayor exactitud el instinto.
te notar que Kant no está sugiriendo que los resultados de las acciones re- [... ] Por otra parte, nos ha sido concedida la razón como fa-
sulten i~diferentes -como frecuentemente se ha mal interpretado-, por el cultad práctica, es decir, como una facultad que debe tener influ-
contrano, la buena voluntad siempre busca producir consecuencias valio- jo sobre la voluntad, resulta que el destino verdadero de la razón
sas. Su objetivo consiste en mostrar que sólo ella merece el calificativo de tiene que ~er el de producir una voluntad buena, no en tal o cual
buena en sentido moral: respecto, como medio sino buena en sí misma.1¡
102 - - - - - - - - - - - - - -- - -- BREVIARIO m 1, IJl/\ \ t t 11 > l :uAIUt,1.1/\ \' CttAC..:IL'.l.A VtDIEI.I.A - -- - - -- -- - 103

Es pertinente tener en cuenta que Kant no entiende la "felicidad" (" G'lilckw 111 nl1,1,kull)S para el buen obrar, de modo que necesita obligarse a sí
ligkeii') siempre del mismo modo. En esta cita la identifica con lo pl;i , 111 1 Prn dio el concepto de buena voluntad contiene el de deber, que el
centero, con la satisfacción de los deseos que provienen de las inclinaci,, 1tlt t•, filosMico despliega en las tres proposiciones siguientes:

nes que persiguen lo agradable. Así entendida la felicidad es un ideal de


la imaginación que deriva completamente de la experiencia. Pero en 1 !11:1 acción es buena cuando se realiza no por inclinación sino por
otros escritos -en particular en la Crítica de la razón práctica- la consi ,lt•bcr.
dera también un fin racional: como objeto de la razón práctica es un fin '" 1lna acción hecha por deber tiene su valor moral, no en el propósito
bueno al subordinarse a la virtud. Sin embargo, no es éste el significado que por medio de ella se quiere alcanzar sino en la máxima por la cual
supuesto en la obra que estamos comentando, donde Kant se propone h.1 sido resuelta.
mostrar que fundar la moral en un sentimiento de agrado -como entre 111 El deber es la necesidad de la acción por respeto a la ley.
otros, lo hada su respetado D. Hume- constituye un punto de vista en-
teramente erróneo. "" d término "inclinación" Kant sintetiza estados psicológicos tales co-
La voluntad es la facultad del querer, de perseguir fines. Sin ella sería- 11111 deseos, afectos, pasiones, intereses de distinta índole, cuyo origen es

mos incapaces de emprender ninguna acción. Para conquistar determinado 111p(rico y que suelen motivar las conductas. Algunas de ellas pueden con-
fin, es necesario, en primer término, apetecerlo. Ahora bien, las relaciones 111, irnos a cometer actos condenables; otras, en cambio, como suele ocu-
entre voluntad y razón siempre han resultado complejas. ¿Cuál de las dos 1111 t'Uando nos inspiran sentimientos de simpatía o generosidad, actos

facultades es determinante para la vida práctica? En el capítulo cinco habí- pu ~e consideran valiosos. Sin embargo, ninguna de estas inclinaciones da
amos hecho referencia a la opinión de Hume, quien, atribuyéndole a la ra- ,, ,gen a una acción moral, sólo lo será la producida por el deber.
zón un uso exclusivamente teórico, considera que la voluntad es una facul- La clasificación de las acciones es la siguiente:
tad irracional. Cuando sostiene, en un famoso pasaje del Tratado de la
naturaleza humana5, que la razón es la esclava de las pasiones -es decir, ,111Lrarias al deber inmorales
--------~-------------~
1 1111formes al deber moralmente neutras
emociones, afectos, apetencias- quiere significar que el único papel que le
compete en la acción es auxiliar a aquéllas en la conquista del fin que dese- p11r inclinación mediata (egoístas)
an. Dicho de otro modo, la razón no motiva ningún acto. Al exponer la de- t unformes al deber moralmente neutras
liberación en Aristóteles explicamos que consideraba un tipo de deseo, el pnr inclinación inmediata
deseo deliberado, como racional; si bien el psiquismo humano obedece a ( rmimientos de simpatía, etc.)
-----=---------+-------------~
un doble comando, uno racional y otro irracional y coloca al apetito en es- l'or deber morales
te último, cree que es permeable a la razón aunque, claro está, no siempre
se deja dominar por ella. En lo referente a la motivación de los actos pode- 1 \la tesis fundamental de la ética kantiana fue acusada de rigorista y fue
mos ubicar a Aristóteles en una posición intermedia entre Hume y Kant; ,,metida a diversas críticas. En especial se objetó la separación radical en-
para este último, sólo cuando la razón somete a la voluntad ésta es buena sin t te• inclinaciones y razón y el rechazo de los afectos en el origen de la mo-

ninguna condición. La imagen del sometimiento no es aleatoria; no se tra- 1 ti. Si bien cualquiera concedería que una acción basada en móviles egoís-

ta, como en Aristóteles, de una razón que modela los deseos sino de una ra- t t\ no tiene valor moral, no ocurre lo mismo con las afecciones que el

zón que obliga a la voluntad a determinarse por sus principios, excluyentes fil ósofo denomina "inclinaciones inmediatas"; en efecto, ¿por qué el sen-
de todo apetito. A diferencia de lo que podemos suponer ocurre con una 11miento de simpatía que nos provoca una persona tendría que anular la
voluntad perfecta -la divina-, la humana encuentra a veces en sus inclina- , .i!idad moral de nuestra acción encaminada a ayudarla?
104 - - - - - - - - - - - - - - -- - BREVIARIO Dl\ tTIC'A , 1~\1\11 iu Ct1A1lll ,I '" \ l ,ltAc 11•1 A V1u11~LLA 105

No hay dudas de que el severo ambiente pietista que rodeó al filóso 111111 \lll 11i11guaa , on<lición y oriundo de la razón, que se impone a lavo-
fo desde sus primeros años ejerció una influencia definitoria sobre sus idc, 111111111 rn11 l.1 f ucrza de una ley. En virtud de esta imposición -en realidad
as morales. También es verdad que el tratamiento otorgado a las inclina- 1111.1 .111toimposición- la voluntad se sustrae al influjo de las inclinaciones
ciones en la FMC puede inducir a realizar este tipo de objeciones. Sin ) ,11 t 1b conforme a su naturaleza racional.

embargo, una lectura más integral de sus escritos de filosofía práctica po-
sibilita juicios más matizados. Por ejemplo, en el siguiente pasaje disiente
con sus admirados estoicos en localizar el origen del mal en nuestras incli- Imperativos hipotéticos, imperativo categórico y ley moral
nac10nes.
1 l l'Xamcn del concepto de ley y de su relación con la voluntad conducirá
Pero aquellos maestros esforzados desconocieron a su enemigo, el 1 ntra idea central: los imperativos.

cual no ha de ser buscado en las inclinaciones naturales, mera-


mente indisciplinadas [... ]. Cada cosa, en la naturaleza, actúa según leyes. Sólo un ser racio-
Las inclinaciones naturales son, consideradas en sí mismas, nal posee la facultad de obrar por la representací6n de las leyes, es-
buenas, esto es, no reprobables, y querer extirparlas no solamen- to es, por principios; posee una voluntad. Como para derivar las
te es vano, sino que también sería dañino y censurable; más bien acciones de las leyes se exige razón, resulta que la voluntad no es
hay que domarlas, para que no se consuman las unas por las otra cosa que razón práctica.7
otras, sino que puedan ser llevadas a concordar en un todo llama-
do felicidad. "ir·gt'111 los principios de la física newtoniana, los fenómenos naturales es-
[... ] Sólo lo moralmente contrario a la ley es en sí mismo ma- ' 111 sometidos a una concatenación causal que permite su intelección y

lo, absolutamente reprobable, y ha de ser extirpado. 6 ¡11c•<licción, es decir, están sometidos a leyes de validez universal y necesa-
11.1. Los seres racionales, en cambio, tienen la facultad cognitiva de repre-
Es tarea de la razón domar las inclinaciones y convertirlas en aliadas de los ,•,narse los principios que inspiran sus acciones voluntarias. Por ejemplo,
deberes de virtud hacia el prójimo. Kant no duda de que las inclinaciones , 1 principio general bajo el cual es posible adscribir la acción descripta en
generosas nos ayudan a realizar actos buenos; por ello es nuestra obliga- l., situación A puede enunciarse de este modo: "Es un deber ser solidario
ción cultivarlas, en particular, los sentimientos de amor y respeto, los so- 1111 el prójimo necesitado". Ahora bien, no cualquier principio constituye

cios más eficaces para el ejercicio de esa clase de deberes. 1111a ley práctica; para serlo no debe estar condicionada por ningún fin par-

En la segunda de las proposiciones citadas se afirma que el valor mo- , 1, ular, de modo que su validez se extenderá a toda voluntad racional y no

ral de una acción no reside en los resultados que se esperen de ella sino en 1110 a la del agente que actúa bajo su influencia. La voluntad humana no
la "máxima" que la inspiró. El término "máxima" designa los principios , , puramente racional. Si lo fuera, no necesitaría constreñirse a sí misma
prácticos generales mediante los cuales la voluntad se determina para per- 1, husándose a seguir sus inclinaciones. Una voluntad puramente racional
seguir sus fines: "Nunca debo dejar de vengarme si he sido injuriado", "No 1111 a voluntad santa- no necesitaría ninguna constricción, puesto que

debo prometer en falso"; ''Ayudar a los necesitados es mi primer propósi- wmpre obraría por mor de la ley objetiva; cuando la voluntad es imper-
to", ''A mis enemigos, ni justicia", constituyen ejemplos de máximas. 1,, La, en cambio, las motivaciones subjetivas no coinciden necesariamen-
Tienen su origen en los factores empíricos que intervienen en el proceso 1, con la ley; por ello una voluntad buena -a diferencia de la voluntad san-

de socialización, genéricamente denominados "costumbres". A criterio de , 1 , se aucoimpone la ley de la razón representándosela bajo la forma de

Kant, el deber no puede nacer de tales máximas, sino de un principio vá- 1111 mandato, de un imperativo.
106 - - - - - - - - - - - - - -- - - BtlEVlARIO LlF 1~111 '\ -\1 1l~l l .li/\lU( :11/\ Y CRAC! l\lA V11 ) IELI.A - - - - - - - - -- 107

La representación de un principio objetivo, en tanto que es co ns 1 1 i111pt1 alivo categórico, en cambio, posee un valor incondicionado,
trictivo para una voluntad llámase mandato (de la razón), y la 1 , lln 1•11 d (lllico imperativo moral.
fórmula del mandato llámase imperativo.
'ii l., acción es buena sólo como medio para alguna otra cosa en-
[... ] Todos los imperativos mandan, ya sea hipotética, ya sea cate- 11111, cs el imperativo es hipotético; pero si la acción es representada
g6ricamente. Aquéllos representan la necesidad práctica de una 1 01110 buena en sí, esto es, como necesaria en una voluntad con-
10
acción posible, como medio de conseguir otra cosa que se quiere f01m c en sí con la razón, entonces el imperativo es categ6rico.
(o que es posible que se quiera). El imperativo categórico sería el
que representa una acción por sí misma, sin referencia a ningún 1 t1 lics devolver el dinero que te prestan" es un imperativo categórico por-
otro fin, como objetivamente necesaria. 8 1''' 1•x.presa una obligación incondicionada, que no se modificaría si la ex-
1 1, .irnmos de esta manera: "Si alguien te prestó dinero, entonces devuél-
Para comprender este pasaje es necesario introducir un contenido tratado . l, 1 Así como los imperativos hipotéticos pueden presentarse bajo una
11

en Crítica de la raz6n pura. 9 En esta obra Kant presenta una tabla que con- (<11111a lingüística categórica, también los categóricos pueden ser expresa-
tiene las formas lógicas del juicio agrupadas en cuatro modos: I) cantidad, !,, bajo un condicional sin que esto altere su validez absoluta. Esto ocu-
II) cualidad, III) relación y IV) modalidad, cada uno de éstos contiene, a ¡ 1, porque no es la relaci6n sino la modalidad (de la obligación) lo que dis-

su vez, tres posibilidades; los dos últimos modos son adaptados al contex- 1111gll(.! ambos tipos ele imperativos.
to moral para proporcionar la clasificación de los imperativos incluida en Según la modalidad, los juicios se clasifican en: problemáticos, asertó-
la cita precedente. 11, n\ y apodícticos. En los primeros, la afirmación o negación del juicio se

Es importante tener presente que el empleo de las formas lógicas es ,, ,•¡na sólo como posible (Vg.: "Es posible que Israel y el Estado Palestino
analógico, es decir, Kant no pretende realizar un traslado directo y com- llt111cn un tratado de paz'), los segundos son considerados como reales (Vg.
pleto de dichas formas a la ética; los juicios tienen la propiedad de ser ver- \1gcntina limita con Chile en el oeste"); los apodícticos son necesarios (Vg.
daderos o falsos, pero ésta no se traslada a los imperativos; la función esen- l•I cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma del cuadrado de los cate-
cial del juicio es informar, la del imperativo, ordenar, por esta razón el t• l\"). Trasladada a los imperativos, la distinción fundamental según lamo-
filósofo prefiere denominar a los imperativos "principios prácticos". ,l 1lidad se da entre los dos primeros, que obligan de modo relativo, y el úl-
Aclarado este punto, estamos en condiciones de retomar la distin- 111110, que obliga absolutamente. Así, los hipotéticos pueden ser problemático
ción entre imperativos hipotéticos y categóricos, extraída de los juicios de ",lcticos o asert6rico prácticos. Aquéllos, también llamados imperativos de la
la relación. Según este modo un juicio puede ser hipotético, categórico o ,,,,hilidad, se dirigen a un fin posible; por ejemplo: "Si quieres normalizar tu
disyuntivo -aunque este último no interviene aquí-. Es hipotético cuan- 1u1·!ii6n arterial, come con poca sal", donde la segunda proposición, el im-
do tiene la forma "Si p, entonces r¡, donde q se afirma con la condición 111·r;ttivo, prescribe los medios para alcanzar el fin contenido en la primera.
de p, por ejemplo, "Si quieres irte de vacaciones, entonces, ahorra". Los asertórico-prácticos se dirigen a un fin que Kant supone querido
Sin embargo, es importante tener en cuenca que no es la forma lin- por todos, la felicidad. En este caso, el imperativo no propone sólo los me-
güística la que determina el carácter hipotético de un imperativo, sino el . l1c>s técnicos para lograr el fin sino incluso los fines particulares en vistas
modo condicionado en que obliga. Su exigencia se limita al fin que se pre- d fin general, por ello los denomina también imperativos de la sagacidad
tende alcanzar. Si para expresar el ejemplo anterior dijéramos: "¡Ahorra pa- ,, de la prudencia.
ra tus vacaciones!", el imperativo no dejaría de ser hipotético, porque sólo El imperativo categórico, en cambio, no tiene por objeto un fin par-
vale para un propósito determinado. t kular sino la realización de una acción buena en sí misma, y por tanto
108 - - - - - - - - - - - - -- - - - - BREVIARIO I)E Ii T I< /\ 1 Vé\t I H I l ~1111 1u1 .t ti\ v ( :1tAt' 11,111 V11m.1.1.A - - - - - - - - -- 109

objetivamente necesaria, sin propósito ulterior, para toda voluntad rucio 1111~11 d,· volvt1 lit:\S claro su concepto y su aplicación al contenido de
na!. Por ello el imperativo categórico no ordena el contenido del acto sino 1, 111 ixi 111:1s. La dca precedente corresponde a la formulación general. La
la forma de la obligación, incondicionada o absoluta; es esta característica , g1111rl.1 rormul:'.lción es la siguiente:
la que lo convierte en el único imperativo moral.
Habíamos explicado que el imperativo categórico es el modo en que t\c1úa como si la máxima de tu acción debiera tornarse, por tu
se presenta la ley moral para una voluntad que no es siempre purament<.: voluntad, ley universal de la naturaleza. 12
racional. Ahora estamos en condiciones de analizar en qué consiste esa ley
que debe determinar la voluntad abstrayéndose de cualquier fin particular. 1 11 l.1 obra que estamos considerando no se explicita cómo puede derivar-
' 1'\ln fórmula de la anterior ni en qué sentido preciso debemos entender
Cuando pienso en general en un imperativo hipotético, no sé de , 1 , oncepto de ley de la naturaleza en un contexto moral. Desarrollar esta
antemano lo que contendrá; no lo sé hasta que la condición me . ll l'SlÍÓn nos conduciría por senderos demasiado intrincados. Baste, para
es dada. Pero si pienso en un imperativo categórico, ya sé al pun- l l' estudio introductorio, recordar que Kant entabla una analogía entre
to lo que contiene, pues como el imperativo, aparte de la ley, no 11, leyes de la naturaleza y la ley moral. Así como aquéllas no admiten ex-
contiene más que la necesidad de la máxima de conformarse con • r pdones, por ello son universales y necesarias, tampoco las admite la ley
esa ley, y la ley, empero, no contiene ninguna condición a que es- 1110ml. Claro es que la necesidad en la naturaleza está determinada por una
té limitada, no queda, pues, nada más que la universalidad de una , nasalidad ciega, mecánica. En cambio, el ser humano puede, por una
ley en general, a la que ha de conformarse la máxima de la acción, , h :ción de su voluntad, determinarse a obrar según una máxima tan ob-
y esta conformidad es lo único que el imperativo representa pro- 1• ·liva e imparcial como lo son las leyes de la naturaleza, y por ello, su va-
piamente como necesario. lidez puede ser reconocida por todos.
El imperativo categórico es, pues, como sigue: Obra sólo se- Para ilustrar de qué modo funciona esta segunda formulación como
gún una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se e I itcrio de universalización de las máximas Kant apela a varios ejemplos.
torne ley universal. 11 liimaremos el más citado, el de la falsa promesa, y lo analizaremos en su-
e esivos pasos.
El imperativo categórico nos ordena actuar en concordancia con una ley Estando en una situación de apremio económico, pido prestado di-
válida para todos los seres racionales y no meramente con un principio que 11ero a un amigo sabiendo que no podré devolvérselo; sin embargo, le
pudiéramos considerar válido en pos de algún fin. No proporciona un prometo que se lo restituiré en un plazo convenido. Puedo enunciar la
contenido que nos informe sobre nuestros deberes en cada caso sino un máxima por la que me rijo de la siguiente manera: "Toda vez que necesi-
procedimiento para aceptar o rechazar el contenido provisto por las máxi- to dinero pediré un préstamo comprometiéndome a devolverlo, sabiendo
mas. Kant pretende haber descubierto el único principio de la moralidad que no lo haré".
del que se deriva cualquier mandato incondicionado de modo análogo al El segundo paso consiste en universalizar la máxima: "Todo aquel que
que, en la física newtoniana, las leyes que rigen el movimiento de los pla- <'S té apurado de dinero puede pedirlo en préstamo prometiendo devolver-
netas descubiertas por Kepler o la ley de la caída de los cuerpos enuncia- lo, pese a no tener la intención de cumplir con la promesa". De este mo-
da por Galileo, se deducen de la ley de gravitación universal. do me represento un mundo hipotético en el que todos adoptaran mi m á-
Pese a que afirma que el imperativo categórico es uno, elabora distin- xima.
tas formulaci0nes que constituyen diferentes maneras en que podemos re- En el paso final me pregunto si la máxima es lícita; pero, para respon-
presentárnoslo, con la intención manifiesta -aunque no necesariamente der esta pregunta necesito un criterio.
110 HIU•V I/\IU< 1 111 1 t l 11 1 111 \tllL,111\ Y ( :nM 'll t ¡\ Vtt 111 t l .A ---------- 111

Enseguida veo que (la máxima) nunca puede valer como lt }' 11,1 1111 111 ,1, p<'Hl 1.'S imposible querer que su máxima se eleve a la
cural universal, ni convenir consigo misma, sino que 1,icmp1 r li.1 11111 vr 1 ,.,\hl.td ele una ley natural, porque tal voluntad sería
de ser contradictoria, pues la universalidad de una ley que el 1g 1 ,11111.11 l .ILtona
, consigo
· misma.
· 14

que quien crea estar apurado puede prometer lo que se le oc:u11,1


proponiéndose no cumplirlo, haría imposible la promesa mirn1,1 11 11 1111 .1 ornción de la cita Kant introduce un segundo tipo de contra-
y el fin que con ella pueda obtenerse pues nadie creería que ll:L I ¡ 11 1 1111
y,1 de carácter lógico sino volitivo. Consideremos uno de los
be una promesa y todos se reirían de tales manifestaciones conio 1In rjll\' emplea para ilustrarla.
de un vano engaño. 13
l l Jn individuo] encuentra en sí cierto talento que, con la ayu-
Como se explica en la cita, la contradicción es el criterio que prueba ,¡11 d.1 de alguna cultura, podría hacer de él un hombre útil en di-
la máxima no es universalizable. Ahora bien, ¿de qué tipo de contradicw\r f l'rcntes aspectos. Pero se encuentra en circunstancias cómo-
se trata? La interpretación más difundida -a la que induce el propio K.111t das y prefiere ir a la caza de placeres [... ] Se pregunta si su
con su escritura poco cuidadosa- es la consecuencialista. Sí todo el mu1uh máxima de dejar sin cultivo sus dotes naturales se compade-
prometiera falsamente la consecuencia sería la desaparición de la promt·,.1 ce, no sólo con su tendencia a la pereza, sino también con eso
lo que terminaría perjudicando al agente que quiere prometer en falso, que se llama el deber. Y entonces ve que bien puede subsistir
porque ya no podría repetir la acción en caso de serle necesario. Sin cm una naturaleza que se rija por tal ley universal, aunque el
bargo, esta interpretación no se condice con las tesis defendidas por Kant. hombre [... ] deje que se enmohezcan sus talentos y entregue
.En efecto, si la razón que invalida la universalización de la máxima fue1.1 su vida a la ociosidad [... ]; pero no puede querer que ésta sea
ésta, la acción resultante de ella (abstenerse de prometer en falso) no esta una ley natural universal [... ] pues como ser racional necesa-
ría motivada por el deber sino por el egoísmo. riamente quiere que se desenvuelvan codas las facultades en él,
Más ajustada al pensamiento de Kant resulta la versión inherentistn porque ellas le son dadas y le sirven para toda suerte de posi-
que la interpreta como una contradicción lógica. Existe una clase de ver- bles propósitos. t 5
bos llamados realizativos que enuncian la acción y al mismo tiempo la lle
van a cabo: "declarar", "bautizar", "prometer", pertenecen a este grupo. 1 1 p1cgunta que, en este caso, el agente se hace es: ¿Cómo ~ería. un .mu~-
Cuando el sacerdote dice "Yo te bautizo", en el mismo momento que pro- 1" ,·u el cual nadie cultivara sus talentos? Sería un mundo sm e1enc1a, sm
nuncia esta frase, está realizando el sacramento. Lo mismo ocurre con , 1, , sin técnica, en una palabra, un mundo incivilizado. Si bien un mun-
"prometer". Si alguien dice: "Te prometo", con la intención de no cum- 1, 1 de estas características es perfectamente concebible (por ello no se tra-
plir, incurre en una contradicción pragmática, y el acto de habla se con- 1, l orno en el caso de la promesa, de una contradicción lógica), una vo-
vierte en un enunciado contradictorio debido, justamente, al carácter rea- ¡11111.1d racional no puede querer que cal mundo exista. Esta idea sólo
lizativo del verbo. Como se infiere del siguiente pasaje, esta interpretación l'llt·ue entenderse a la luz de los supuestos teleológicos del filósofo a los
hace mayor justicia al pensamiento de Kant. ¡t1 t• anteriormente habíamos hecho referencia; éstos lo llevan a postular
qlll' una voluntad racional debe querer un mundo en el que se desarroll:n
Ngunas acciones están de tal modo constituidas, que su má- 11 mónicamente los fines del género humano, que son los fines de la razon
xima no puede sin contradicción ser siquiera pensada como 11 11 iversal. A diferencia del caso de la promesa, este ejemplo introduce las
ley natural universal, y mucho menos que se pueda querer que , nnsecuencias en la prueba de universalización; es necesario advertir -pa-
deba serlo. En otras no se encuentra, es cierto, esta posibilidad 1,1 no malinterpretar el argumento- que, a diferencia de lo que ocurre con
112 - - - - - - - - - - - - - - - - - - BREVIARI O I ll·'. l·.TICA O sVAI.l)O C:U/\llll,111\ \' CitACIELA VIDIE L L A - - - - - -- - - - 113
la falsa promesa, en el caso de los talentos lo relevante para rechazar la uni- Q ueda por considerar un elemento de la acción que nos conducirá a
versalización de una máxima cuyo fin es la pereza son las consecuencias ina- l:t lercera formulación del imperativo categórico, el fin.
ceptables que resultarían de su aplicación. Mientras que una interpretación
consecuencialista del rechazo de la universalización de la falsa promesa su- La voluntad es pensada como una facultad de determinarse uno
pone motivos egoístas, en el ejemplo de los talentos es la voluntad racional a sí mismo a obrar conforme a la representación de ciertas leyes.
del agente y no su voluntad empírica, la que se opone al rechazo de la uni- Semejante facultad sólo en los seres racionales puede hallarse.
versalización de la pereza. Ahora bien, fin es lo que le sirve a la voluntad de fundamento
objetivo de su autodeterminación, y el tal fin, cuando es puesto
Si ahora atendemos a nosotros mismos en los casos en que con- por la mera razón, debe valer igualmente para todos los seres ra-
travenimos un deber, hallaremos que realmente no queremos que cionales. 17
nuestra máxima deba ser una ley universal, pues ello es imposi-
ble; más bien lo contrario es lo que debe mantenerse como ley Resumamos parte de lo visco hasta aquí; la voluntad es la capacidad de
universal, pero nos tomamos la libertad de hacer una excepción proponerse los fines de las acciones; si éstos sólo son válidos para el agen-
para nosotros -o aun sólo para este caso-, en provecho de nues- te que los elige son condicionados y se fundan en imperativos hipotéticos.
tra inclinación. Por consiguiente, si lo consideramos codo desde Pero si es la razón la que determina a la voluntad, el fin es objetivo y po-
uno y el mismo punto de vista, a saber, el de la razón, hallaremos see validez para todo ser racional ¿cuál sería ese fin válido para codos?
una contradicción en nuestra propia voluntad, a saber: que cier-
to principio es necesario objetivam ente como ley universal, y, sin El hombre, y en general todo ser racional, existe como fin en sí
embargo, no vale subjetivamente como universalidad, sino que mismo, no sólo como medio para usos cualesquiera de esca o aque-
ha de admitir excepciones. 16 lla voluntad. 18

Lo que se muestra en el pasaje es la inconsistencia de una voluntad que ad- Existe un tipo de fin cuyo valor no deriva de los propósitos y resultados de
mite la universalidad de la ley pero pretende hacer una excepción consigo las acciones, siempre contingentes, sino que posee un valor absoluto, de-
misma. rivado de su naturaleza racional.
La distinción entre ambos tipos de contradicciones es también el
criterio utilizado por el filósofo para distinguir entre deberes perfectos e El valor de todos los objetos que podemos obtener por medio de
imperfectos. Los primeros tienen un carácter restrictivo, nos obligan a nuestras acciones es siempre condicionado. Los seres cuya existen-
abstenernos de realizar ciertas acciones. Son ineludibles ya que su infrac- cia no descansa en nuestra voluntad, sino en la naturaleza, tienen,
ción no sobrevive al principio de universalización porque origina una empero, si son seres irracionales, un valor meramente relativo, co-
contradicción interna a la razón. Los imperfectos co ntienen una obliga- mo medios, y por eso se llaman cosas. Los seres racionales lláman-
ción más laxa porque no ordenan una mera abstención sino una acción se personas porque su naturaleza los distingue ya como fines en sí
positiva; cómo, cuándo y con quién llevarla :t c::i bo, depende de las cir- mismos, esto es, como algo que no puede ser usado meramente
cunstancias específicas. Si bien hay obligaci611 J e cultivar los talentos, como medio, y, por tanto, limita en ese sentido todo capricho. 19
cuáles perfeccionar, en qué ocasión y co11 t¡llé 111cclios, no puede deter-
minarse a priori sino que queda librado :il t ii1~·iiu y posibilidades de ca- Se introduce en este pasaje el importante concepto de persona, recogido
da agente. como núcleo normativo por la ética deontológica posterior; por ser un fin
\ 11,\IAI llCl C:UAIUl ,I IA \ ldlAI 1111 A V m lll t.LA - -- -- - ---- 11 5
114 - - - - - - - - - - - - - - - - - BREVIARIO DE É'l'lCA

en sí mismo la persona nos obliga a limitar nuestros fines particulares en 1111 1 uuforme a una ley que vale universalmente sino porque ella le da ori-
caso de que éstos pudieran lesionar su dignidad. Esta noción provee el con- 1'' 11 1)id 10 de otro modo, la ley que estamos obligados a seguir no nos es
tenido de la tercera fórmula del imperativo. l 11 q111esla desde el exterior.
Estamos en condiciones de comprender el alcance profundo del giro
Actúa de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona , 11pcrnicano realizado por Kant. Al comenzar el capítulo habíamos co-
como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al 1111•mado el desacuerdo del filósofo con las posiciones eudemonistas y las
1.11.ones que lo llevaron a fundar la moralidad en la obligación, en sintonía
mismo tiempo y no solamente como un medio. 2 º , ,m los modernos filósofos de la ley natural. Sin embargo, éstos concebí-
111 la obligación como un sometimiento a la ley divina, algo inadmisible
Esta formulación pone de manifiesto que la pretensión de Kant referida a
p,11·a Kant porque implica negar la autonomía. Así, realiza dos operacio-
la equivalencia de todas ellas resulta problemática. La formulación general
nes: renuncia a fundar la ética en los fines y desplaza el fundamento de la
y su primera variante, la de la ley de la naturaleza, son formales; se limitan
a proporcionar un procedimiento mediante el cual la razón pone a prue- 11hligación al interior de la voluntad racional; ambas permiten compren-
ba el contenido de las máximas. Pero no ocurre lo mismo con la tercera der porqué sólo se es libre cuando se actúa siguiendo el mandato de la ley
porque se introduce de manera expresa el contenido provisto por el con- 111oral.
No ahondaremos en el tema de la libertad porque esto nos llevaría a
cepto de persona; por ello es difícil admitir que se deriva de la fórmula ge-
neral. No ahondaremos en esta cuestión; sólo la mencionamos porque dio ,1dcntrarnos en un territorio metafísico que, si bien está en la base de la éti-
1 ,1 de Kant, escapa a los objetivos de esta exposición. Sólo señalaremos, pa-
lugar a interpretaciones y discusiones que recogen autores contemporá-
r ;1 concluir, que uno de los sitios donde el filósofo se ocupa de la idea de
neos herederos de la tradición kantiana. Tal como veremos en el próximo
capítulo, Habermas defiende una ética exclusivamente formal, mientras
l.1 libertad es en la tercera antinomia de la Crítica de la razón prdctica. Allí
confronta la tesis determinista segt'.10 la cual el único tipo de causa que
que Rawls formula una propuesta con contenidos sustantivos.
l'xiste es la causalidad natural, con la tesis que admite una causalidad ori-
ginada en la libertad. La razón teórica no puede resolver la antinomia; es
La voluntad autónoma imposible probar la verdad o falsedad de ambas tesis porque su contenido
rscapa al campo de la experiencia, límite infranqueable del conocimiento.
El concepto de persona nos conduce a la médula de la ética kantiana, la Distintas resultan las cosas en el mundo de las acciones. Nuestro sentido
de la responsabilidad, nuestra conciencia moral, nos lleva a suponer que
autonomía de la voluntad.
La persona es un fin en sí mismo porque, en tanto ser racional, no es- somos libres. La libertad es un factum de la razón, la ley moral nos da un
tá sometida a la ley de la causalidad que rige al mundo de los fenómenos indicio de su existencia.
sino que puede determinarse a actuar según una ley que emana de su pro-
pia razón, dicho en otros términos, la persona posee una voluntad autó-
noma. La autonomía de la voluntad constituye, según Kant, el principio Lecturas complementarias
supremo de la moralidad
G uariglia, O.: Ideología, verdad y legitimación, Buenos Aires, FCE, 1993, cap. 7 .
Si la voluntad se deja condicionar por imperativos hipotéticos, es he-
[ Iéiffe, O.: Immanuel Kant, Barcelona, Herder, varias ediciones, cap. 9.
terónoma porque el fundamento de su acción no se encuentra en ella mis-
G uariglia, O.: Moralidad: ética universalista y sujeto moral, Buenos Aires, FCE,
ma sino en las inclinaciones. Sólo cuando se determina por el imperativo
1996, cap. 5.
categórico reviste un carácter autónomo, y esto no solamente porque ac-
116 - - - - - - -- -- - - - - - - - Bru.M AIUO DE l1Tll'A

Notas

1 Kant, Fundamentación de la Metafi.sica de las costumbres, Madrid, Espasa-Calpe,

1967. p. 27.
2
Ibíd., p. 28. Capítulo 8
3 Ibíd. , p. 29
4
Ibíd. p. 30.
5 D. Hume, Tratado de/,a naturaleza humana, Madrid, Editora Nacional, 1981, p. 617.
Teorías deontológicas:
6 Kant, La religión dentro de los limites de la mera razón, Madrid, Alianza, 1969, p. 63. II. Propuestas contemporáneas
7 Kant, Fundamentación ... , op. cit., p. 59.

8 Ibíd .. p. 61.

9 Kant, Critica de la Razón Pura, Buenos Aires, Losada, 1967, Analítica Trascenden- El legado de Kant. I. La ética discursiva de J ürgen Habermas. La
tal, Libro I, secc. II, pp. 216 y ss. pragmática universal y la teoría de la acción comunicativa. La si-
°
1
Kant, Fundamentación . .. p. 62. wación ideal de habla, el Principio de Universalización y la fun-
11 Ibíd., p. 72.

12 Ibíd., p. 73.
damentación de las normas. II. John Rawls y la justicia como im-
13 Ibíd., p. 74 . parcialidad. La cooperación social, las condiciones de equidad y
14 fdem. el diseño de la posición original. Dos principios de justicia. La
15 Ibíd., p. 75. prioridad de lo justo.
16
Ibíd., p. 76.
17
Ibíd., p. 81.
18
Ibíd., p. 82.
19 fdem.
11 legado de Kant
º
2
Ibíd. p. 84.
r omo ocurre con las obras de codos los grandes pensadores, la ética de
1 .mt fue objeto de interpretaciones diferentes que dieron lugar a polémi-
' ,~ no sólo exegéticas sino tam bién referidas al modo de concebir la ética,
¡iolémicas cuyos ecos llegan hasta hoy. Sin pretender hacer justicia a toda
1, riqueza de la herencia kantiana, señalaremos dos líneas interp retativas
l,,lsicas que aún se mantienen. Por un lado, las corrientes que recogen las
, 1 Ílicas realizadas por Hegel cuestionan a Kant la reducción de la moral al

111,ll1dato del imperativo categórico, una fórmula vacía de contenido de la


•Jlll! no es posible derivar ninguna orientación para la vida práctica. La éti-

' , centrada en el deber ser se desentiende de lo que constituye las fuentes


,k nuestro aprendizaje moral: las costumbres, las instituciones sociales, en
1111:1 palabra, la tradición. El rigorismo es otro flanco de críticas; el desco-
ttt>cimiento del papel que juegan los. deseos y los sentimientos en la moti-
v,1ción moral conduce a una propuesta ética poco realista en la que la ra-
1t'>n está completamente escindida del orden afectivo.
118 - - - - - - - - -- - -- - - - - BREVl /\lUO Dl1. 1°. IH A "' l 1l 1 < :uAlll< ., IA Y l ,t(/\( '11•1 A YmJ Fl.l .A 119

Por otro lado, aunque de modo discontinuo y entrecruzado, fue ll' 11 , 11tt 11 L i.1., no sólo para la ética sino también para la filosofía política.
jiéndose una tradición kantiana que hoy día se halla en pleno vigor. El pr i ¡ 111 qt11• debe respetarse la autonomía del sujeto, no es legítimo que el
mer continuador de fuste del filósofo fue Jacob Fries (1778-1843) quien, 11 l,1 imponga ni privilegie ningún ideal de buena vida -sea éste religio-
haciéndose cargo de los problemas que conlleva una interpretación pura ,11 11co o ético-.

mente formal de la ley moral, la reformuló proveyéndola de un contenidu 1'r1 segundo lugar, y estrechamente vinculada con lo anterior, la idea

basado en la igual dignidad que poseen las personas como fines en sí mis 1111parcialidad, contenida en el imperativo categórico. Los mecanismos
mas, contenido que, en verdad, tal como mencionamos, está implícito en 11 11 rrlimcntales que concibe la razón deben apuntar a justificar normas
la tercera formulación del imperativo categórico. 1t¡im iales y, por tanto, pasibles de ser reconocidas como válidas por cual-

Luego de la aparición, en 1841 de Los dos problemas fundamentales de ltt ¡111, , persona, sean cuales fuesen sus deseos e intereses particulares.
1
ética , de A. Schopenhauer, fuertemente crítica de Kant, su teoría práctica 1".11 tercer lugar, el universalismo. El imperativo categórico se interpre-
entró en un cono de sombra que comenzó a aclararse cuando, hacia finales 1 , 111110 un procedimiento que apunta a establecer qué requisitos debe

de la década del sesenta del siglo XIX, se inicia la corriente que hoy se cono- 1n11plir una norma que pueda considerarse legítima, independientemen-
ce como neokantismo. Es interesante destacar que Hermann Cohen, el más ' 11· su reconocimiento por la moral positiva. El punto de vista universa-
destacado de los integrantes de la escuela de Marburgo - las otras dos escue- l, 11 permite diferenciar entre moral positiva y moral crítica. No realizar
las neokantianas fueron la de Gotinga (Leonard Nelson) y la de Baden 11 distinción conduce a alguna variante del relativismo que, en última
(Wilhelm Windelband, Heinrich Rickert)-, reivindica la importancia de r t.tncia, asimila lo válido a lo fácticamente reconocido y, de este modo,
Kant a los efectos de pensar los lineamientos de una política social igualita- ¡11 1ilka el statu quo. Por el contrario, reconocer la posibilidad de una mo-

rista. En efecto, Cohen declara al maestro el verdadero fundador del socia- il I rfcica hace posible la construcción de criterios argumentativos y justi-
lismo por haber aportado la idea del hombre como un fin en sí mismo, idea 11- ,lilcs que pretenden proyectarse más allá de los particularismos.
que contiene un potencial revolucionario para criticar al uso del trabajador La renovación kantiana contemporánea no es, por supuesto, una co-
como mercancía en la sociedad capitalista. 111 ntc homogénea. Un punto de disidencia lo constituye la vieja polémi-

La segunda renovación kantiana, que llega hasta nuestros días, se ini- ' ,obre el formalismo. ¿Es suficiente construir la moralidad sobre una ba-
cia hacia mediados del siglo pasado bajo la égida de la filosofía del lengua- puramente formal o es necesario dotarla de un contenido, aunque sea
je. La innovación metodológica aportada por ésta determinó que la delimi- ,,t111imo? En lo que sigue consideraremos esta cuestión reseñando los nú-
tación de la ética como disciplina autónoma no pudiera ya ser concebida, 1, os básicos de las teorías de los dos filósofos más importantes de la ac-
como lo hizo el neokantismo, desde el punto de vista de la conciencia si- 11 tlidad que abrevan de la herencia kantiana, Jürgen Habermas y John

no desde las reglas del lenguaje. Por tanto, de Kant se rescató el método 1 1wls. El primero defiende una posición formalista mientras que el segun-
crítico y el concepto de razón práctica, pero pensado éste como una estruc- 111 propone criterios sustantivos de justicia.
tura intersubjetiva capaz de generar procedimientos que puedan validar o
rechazar las normas, en lugar de atarlo a supuestos trascendentales con
fuertes compromisos metafísicos. En términos generales, la filosofía prác- 1 l,a ética discursiva de Jürgen Habermas
tica contemporánea recoge del maestro los siguientes aspectos.
En primer lugar, el deontologismo: la noción de lo correcto, del de- 1 pragmática universal y la teoría de la acción comunicativa
ber, tiene prioridad sobre cualquier idea del bien -interés, placer, felici-
dad-. Esta prioridad apunta a validar la idea de autonomía de la volun- , ltica discursiva (también llamada ética dialógica o comunicativa) co-
tad desde una perspectiva contemporánea, y tiene importantes ttlll·nza a perfilarse hacia la década del setenta del siglo pasado, especial-
120 - -- - - - - - - -- -- - - - - BtUMA RIO !Jl\ 111H \1 110 ( ; 1JAIUt,I IA \' ( illAt 'll l A Vllll El.LA - - - - - -- - - - 121

mente a partir de los trabajos de los alemanes Jürgen Habermas y l,.1d 11 11 ,:il1 111do d1: r:icionalidad y comprensión intersubjetiva supuestos por 11

Otto Apel. Como ya anticipamos, el "giro lingüístico" asumido por la l1 il11 , 11 111 rn mun icativo que emplea el lenguaje. Tales reglas y normas re-
losofía es el marco dentro del cual se desenvuelve la segunda renovacion 1tl 11 1 l.1\ ,tu .:ioncs comunicativas, que constituyen el presupuesto de las ac- 1

de Kant. No será, pues, el factum de la conciencia moral solitaria el pu11 1 1111 ·\ ~oc:iales.
to de partida, sino el factum lingüístico; el lagos humano es ante todo lt·11 1'0 1 r1cción comunicativa Habermas entiende un tipo de acción social 1

guaje y, por tanto, posee una dimensión intersubjetiva originaria. 1, e I tll LC.:los planes d e acción de los distintos agentes quedan coordinados
Dada esta asunción básica de la ética comunicativa, antes de introd11 11 ,l1.111Lc actos d e habla. En general, dichas acciones tienen éxito, es de-
cimas en la propuesta normativa de Habermas es necesario mencionar do 11 , permiten el entendimiento mutuo; esto ocurre porque el hablante ad -

teorías que presupone: la pragmática universal y la acción comunicativa. 1 1111 implícitamente ciertas pretensiones de validez también supuestas por

La pragmática, disciplina que estudia el uso del lenguaje, surgió a par 1 , ,yt·nle. Las pretensiones de validez están determinadas por los diferen-

tir de la teoría de los actos de habla formulada por John L. Austin haci 11pos de acciones:
mediados del siglo XX. Según este autor la función del lenguaje en la co
municación no es sólo descriptiva: cuando hablamos realizamos actos. U1t
ejemplo típico lo constituyen los verbos realizativos a los que hicimos re Aseverativos Regulativos Expresivos
ferencia al presentar la interpretación inherentista del imperativo categóri luhla (Ej. : "afirmo que p"; (Ej. "Ordeno", (Ej. : "Me duele la cabc1..1",

ca. Pero los actos de habla no se limitan a este grupo. Cualquier emisión "pienso que p") "Declaro", "estoy triste")
del hablante constituye un acto de habla. Consideremos un ejemplo. "Prometo")
"La mesa es azul." II III CS Técnico- norm ativas dramatúrgicas
"¿Es azul la mesa?" 1111111 icativas instrumentales (suponen el mundo (dan cuenta
Ambos enunciados poseen el mismo contenido proposicional, pe11 (Se basan social regulado del "estado interior"
son dos actos de habla distintos; el primero es aseverativo y el segundo, in en un conocimiento por normas) del hablante.

terrogativo. En términos generales, la pragmática estudia las reglas de UM del mundo)


del lenguaje que permiten al hablante y al oyente entenderse en un diálo , ,,~nsío nes verdad rectitud veracidad
go. La emisión: "Te prometo que iré mañana" implica que el hablante co
nace y acepta tanto el significado de los términos empleados como la n·
gla de la promesa. En palabras de John Searle, "una teoría del lenguaj , , lrbe creerse que las pretensiones de validez son respetadas en toda comu-
forma parte de una teoría de la acción, porque hablar un lenguaje es una ' 11 i6n; un emisor puede plantearse conscientemente violar alguna de ellas,

forma de conducta gobernada por reglas". 2 En este sentido, el lenguaje<' 111 , :mn en este caso, necesita suponerla, de otro modo, su propósito esta-

una realización convencional de un conjunto de reglas constitutivas y lm 1 , ondenado al fracaso de antemano. Si alguien promete en falso, tiene la

actos de habla son actos realizados de acuerdo con ese conjunto. 11n tativa de ser creído por su interlocutor, lo que sólo podrá ocurrir sobre
Los aportes de la pragmática, unidos a la teoría de la gramática univc, 1 11 puesto implícito de la rectitud. Este trasfondo comunicativo de la acción
sal de Noam Chomsky, fueron empleados por Habermas para propont·t 1111.111a permite explicar la posibilidad de coordinar racionalmente las accio-

una pragmática universal constituida por el conjunto de normas y reglaM •,ociales, y en ello reside la diferencia principal entre Habermas y Max
que hace posible una situación de diálogo. Dicho conjunto es independie11 lwr, de quien ha tomado el análisis y clasificación de la acción social.
te de los lenguajes naturales, tiene el carácter de un a priori lingüístico co "icgún la tipología de Weber, el grado más alto de racionalidad se ex-
mún a la especie humana que, según pretende el filósofo, dan cuenta d<' l en la acción teleológica orientada al éxito. En ésta el agente persigue
122 - - - - - - - -- - - -- - - - - - BREV IARIO IJL'. E'l ll \ t I W;\1 l lO ( ;lJA IU (:111\ \' Cit/\tJl•l.i\ V tL lll-:IJA-- - - - - - - - - 123

un fin, elige los medios para lograrlo y mide las consecuencias. A su vt·1, 111,1dc1nidad, <lio lugar a una moral postconvencional, en la que son pues-
esta clase de acción puede ser instrumental si el fin buscado depende de 1111 1 1 1•11 c·ucstión las creencias que nutren la moral positiva, razón por la cual

saber empírico y los medios de ciertas reglas técnicas que permiten llev:11 1, ,pdcl'cn ser justificadas, tal como lo mostró Kant. A esto debe agregarse
lo a cabo; en cambio, cuando involucra directamente a otros actores y es ,p11· l'll una era postmetafísica, donde la razón ha aceptado su propia fali-
tá motivada por el cálculo de intereses y de éxito personal, es estratégir,1 l,il1d.1d, dicha justificación no puede aspirar a un status último y definiti-
La acción comunicativa propuesta por Habermas no está orientada al éxi " Es en el propio discurso práctico -la forma de la acción comunicativa
to sino al entendimiento y los actores coordinan sus planes de acción bus , 11 y;1 pretensión de validez es la rectitud- donde resultarán justificadas las
cando un acuerdo intersubjetivo que supone, según el caso, alguno de Jm 11111 mas morales que atraviesen con éxito la prueba de los mejores argu-

tipos de pretensiones de validez. 111t•ncos. Es importante tener presente que no se trata de un discurso real
La teoría de la acción comunicativa -cuyo presupuesto básico es, tal 1110 de una situación ideal de habla:
como quedó dicho, que el entendimiento es el objeto básico del lenguaje
compone la base sobre la que se asienta la ética habermasiana. La situación ideal de habla no es un fenóm eno empírico 11i una
mera construcción, sino una suposición inevitable que rcdp1oca
mente nos atribuimos en los discursos. Esta suposición puede ser
La situación ideal de habla, el Principio de Universalización contrafáctica, pero no tiene por qué serlo; pero aunque se haga
y la fundamentación de las normas contrafácticamente, es una ficción efectivamente operante en el
proceso de comunicación. Por eso prefiero hablar de una antici-
Habermas recrea las características fundamentales de la ética kantiana des- pación, de la anticipación de una situación ideal de habla. 3
de una perspectiva discursiva. Del mismo modo que Kant, cree que el ob-
jetivo consiste en articular conceptualmente el conocimiento moral que 1 idea básica es que todos los sujetos que se comprometen seriamente en
codos poseemos. Bajo las condiciones de existencia de las sociedades mo- 1111 discurso aceptan de modo implícito las pretensiones de validez de la ac-
dernas, caracterizadas por el pluralismo valorativo, el contenido de las nor- ' 1t'm comunicativa y las reglas que rigen coda argumentación con sentido.
mas deben buscarlo los propios agentes, esto hace que su propuesta sea far· l11duso un escéptico, cuando quiere sentar su posición, está obligado a re-
malista. También, como Kant, considera que a la ética sólo le compete , 11rrir a ciertos actos de habla, por lo tanto, debe admitir, al menos, la va-
ocuparse de lo obligatorio, de lo estrictamente moral, por ello la concibe lidez intersubjetiva de la regla que le permite afirmar, por ejemplo, "el co-
como deontológica. Es decir, la función prioritaria de los juicios morales 1111<.:imiento es imposible".
consiste en dirimir conflictos y lograr acuerdos; esto es posible por su ca- En el caso específico del discurso práctico, donde están en juego
rácter cognitivo que los hacen pasibles de una fundamentación. El último , 11cstiones de validez normativa, cualquiera que se comprometa seria-
rasgo a destacar, también común a su antecesor, es universalismo; como ve- 1111•nte en la discusión sobre la corrección de las normas acepta implícita-
remos enseguida con mayor detalle, el criterio racional que se propone pa- 11wuce la rectitud como pretensión de validez; acepta, además, ciertas re-
ra la fundamentación de los juicios y de las normas morales no expresa las vl.1s de la argumentación que determinan las condiciones necesarias para
creencias particulares de las culturas porque se apoya en las reglas de la pie la comunicación tenga éxito. Dichas reglas -que no fueron elabora-
pragmática universal. ,!.,\ por Habermas sino por el filósofo del derecho Roben Alexy- se agru-
Estos cuatro aspectos de la ética habermasiana tienen la pretensión de 1'·111 en tres esferas: (1) lógico-semdntico; (2) procedimental; (3) la del pro-

recoger las características que asume actualmente la moralidad. El quiebre ' 10 de comunicación.

de la tradición como horizonte último de referencia, que advino con la


124 - - - -- - - - -- - - -- - - - BtUMARlU ü li ¡; l ll , \ l \Al l Hl ( ;\!ARl\,111\ Y l ;HA< 'll..t /\ V l t)ll'.LL.A - - - - - - - - - - 125

(1.1) Ningún hablante debe contradecirse. 1plttaci6n general a favor de la satisfacción de los intereses de ca-
(1.2) Todo hablante que aplica el predicado Fa un objeto a debe ,/,111110, puedan ser aceptadas por todos los involucrados (y pue-
estar dispuesto a aplicar el predicado Fa todo objeto que se pa- ' h•11 ser preferidas a los efectos de las reglamentaciones posibles
rezca a a en todos los aspectos importantes. .tltcrnativas que se conozcan). 5
(1.3) Diversos hablantes no pueden emplear la misma expresión
con significados distintos. 11 ,l w, 1n:1.s pretende "probar" este principio mediante el argumento negativo
(2.1) Cada participante sólo puede afirmar aquello en lo que ver- ¡-1111 d cual cualquier participante en un discurso que niegue alguna de las
daderamente cree. l'l t\ procedimentales cae en una contradicción performativa. Por tanto:
(2.2) Quien introduce un enunciado o norma que no es objeto
de la discusión deberá dar una razón de ello. 1•.• ] aquél que emprende seriamente el intento de sustentar dis-
(3.1) Cada sujeto capaz de lenguaje y acción puede tomar parte rnrsivamente pretensiones normativas de validez, se involucra in-
en las discusiones. t uicivamente en condiciones de procedimiento que equivalen a
(3.2) a) Cada uno podrá problematizar cualquier afirmación. un reconocimiento implícito de U6 •
b) Cada uno puede introducir cualquier afirmación en la
discusión. 11 (U) es un principio argumentativo que regula las condiciones de vali-
c) Cada uno podrá expresar sus posiciones, necesidades y 1 de las normas, un puente que permite el entendimiento en las discu-
deseos. 11111cs morales, pero no provee aún un criterio moral en sentido estricto.
(3.3) Ningún hablante puede ser impedido mediante una coac- 1 ,1.1 función le compete a otro principio que, a diferencia del principio U
ción que se imponga fuera o dentro de la discusión en el goce de 1111 pertenece a la lógica de la argumentación sino que expresa las exigen-

los derechos fijados en (3.1) y (3.2) 4. ¡ " de una moral discursiva.

El nivel (1) regula las condiciones de sentido, el (2) las de sinceridad, en hmdamento D de la ética comunicativa: Solamente pueden recla-
tanto establece las condiciones necesarias para una búsqueda cooperativa mar validez las normas que han obtenido (o podrían obtener) la
de la verdad; el nivel (3) estipula los requisitos que deben cumplir todos .1ceptación de todos los involucrados como participantes de un
los participantes en el interior de un discurso práctico. discurso práctico.7
El siguiente paso consiste en establecer la relación entre estas reglas ar-
gumentativas y la validación de normas. Esto conduce al principio de uni- 11111 0 el (U) como el Fundamento D cumplen una función análoga a la
versalización concebido como el principio argumentativo general que está ¡ ,111 11cra formulación del imperativo categórico: establecen las condiciones
supuesto por las reglas de procedimiento (3.1-3.3). Si todo participante 1111ccdimentales, estrictamente formales, que debe cumplir una norma pa-
que decide comprometerse en un discurso práctico serio debe aceptar las 1 rt· considerada válida. Sin embargo, también se advierten diferencias sig-
reglas de procedimiento, al comprobarse, suponerse o proponerse conside- 11 ll<'ativas con el imperativo. En el caso de Kant, el procedimiento de uni-
raciones de validez normativa, debe aceptar el siguiente enunciado: r .dización es llevado a cabo por el agente en la soledad de su conciencia.
,p1(, en cambio, se trata de un procedimiento dialógico; otra diferencia
Principio de Universalización (U): Toda norma válida debe satis- "11purtante es que los dos criterios habermasianos tienen la pretensión de
facer la condición siguiente: que los efectos colaterales y las con- 11.1r cualquier supuesto monológico-trascendental reemplazándolo por
secuencias que (previsiblemente) se producirán a partir de su l I H'glas argumentativas a priori que reglamentarían un discurso ideal.
126 - - - - - -- - - -- -- - -- - ílREVIAllH) t>F 1, 111 ,\11 u l { ;llAltlt ,I IA V t ;HAt tl•l A V l l HFl l.A 127

Habermas, sin embargo, no excluye los intereses particulares ni las com1 l 1 , 11111111.1s. l•'. n lo t¡uc sigue expondremos los principales argumentos
cuencias de la aplicación de las normas consensuadas, ya que los inte1n 1 11 ll 1wls cksarrolla en su obra cumbre: Una teoría de la justicitf.
constituyen la materia del procedimiento dialógico que permitiría pondt' 1 1 t>hjcdvo prioritario de dicha obra reside en alcanzar la fundamen-
1 11111 dl· 11 nos principios destinados a regular la estructura básica de una
r~rlos de modo imparcial a fin de que todos los afectados (reales o potcll
Ciales) por las normas en cuestión pudieran prestar su consentimiento. ,l,ttl bien ordenada, concebida como un sistema justo de cooperación.
. Ahora bien, no es ocioso preguntarse si la teoría de Habermas pucd 1 ,1 ni ructura básica el autor entiende las principales instituciones socia-
evitar los problemas que conlleva una propuesta estrictamente formal l poi/ricas y económicas, tales como el sistema de libertades de los ciu-
problemas ya observados por los críticos de Kant. En efecto, como quecl~ l II I 1110~, el sistema de propiedad de los medios de producción, la compe-
111 1.1 mercantil y la estructura familiar. Los principios de justicia están
explícito, el contenido de las normas provendrá de los intereses de los afo
tados en los diálogos reales, a los que debemos suponer, también, imbui 111 11 gados de reglamentar el modo en que estas instituciones distribuyen
dos de convicciones e ideales disímiles y, a veces incompatibles entre sí. l·I 1 , derechos y deberes fundamentales y determinan la división de las ven -

(U) Y el Fundamento D no se pronuncian sobre contenidos, que, por tan 111 t\ que son los productos de la cooperación social.

to, que?an abiertos ilimitadamente al debate público, circunstancia que 1>ara captar el meollo de la teoría es importante comprender los ras-
to.rna. dificultosa la posibilidad de lograr consenso; tampoco aportan otro ', mvolucrados en el concepto de cooperación.
c~iteno para ponderar los intereses más que la aceptación -real o poten a) Se guía por reglas públicamente reconocidas y por procedimientos
cial- de los afectados por las normas. ¿Cómo privilegiar determinado in ¡i11 aceptan las personas que cooperan por considerarlos adecuados pura
terés en caso de que no se llegue a un ac uerdo? Esta dificultad se agrava en ~\11lar sus conductas en las acciones coordinadas socialmente.
tant~ no ~ólo debe~ tomarse. en cuenta los intereses de los participantes en b) Las condiciones para la cooperación son justas cuando cada parti-
las d1scus10nes particulares smo los de todos los potenciales afectados. 1p.111re puede aceptarlas razonablemente siempre y cuando el resto tam-
Estos son algunos de los interrogantes que abre la ética comunicativa, l 1111 las acepte y las cumpla. La justicia de la cooperación se materializa en
y que continúan aún en discusión. p1tncipios que especifican derechos y deberes básicos. Supone, además,
1111.1 idea de reciprocidad: todos los que participan y cumplen los requisi-

!11\ fijados por las reglas públicas obtendrán beneficios de modo ap ropia-

11. John Rawls y la justicia como imparcialidad 111. Es importante diferenciar la idea de reciprocidad de las de imparciali-
1,,/ y de ventaja mutua. La imparcialidad tiene como objeto el bien
La cooperación social, las condiciones de equidad 11cral y parte de una motivación altruista, es decir, cuando actúo, no me
y el diseño de la posición original ido por mi bien personal sino por el bien de todos; así, puedo apoyar un
,1 den justo aunque yo no obtenga ningún beneficio. La idea de ventaja

La tercera for~ulación del imperativo categórico nos había proporciona- 11111tua, en cambio, supone una motivación egoísta: sólo puedo so:,i.cner
do un co~temdo, 1~ p~rs~na como fin en sí mismo, conducente a lo que 1q11d los arreglos sociales en los que obtenga alguna ventaja que mejore mi
Kant considera el prmc1p10 supremo de la moralidad: la voluntad autóno- ¡111sición presente o futura. La reciprocidad se sitúa en medio de estos dos
1rcmos: los cooperantes saldrán beneficiados pero en relación con un pa-
ma. Este es ~l l~g~do que John Rawls recoge de modo explícito para ela-
11 1~11 de igualdad adecuadamente definido por los principios de justicia
borar dos pnnc1p10s sustantivos de justicia que expresan la noción kantia-
na de persona autónoma desde la perspectiva de una sociedad moderna y · p tc regulan el mundo social y no necesariamente con relación a su posi-

democrática. Como se advertirá seguidamente, este enfoque no desatien- 1ón anterior a la vigencia de los m ismos. Es decir, puede ocurrir que los
de el valor que poseen los mecanismos procedimentales en la justificación ·ple partan de una situación previa ventajosa resulten perjudicados con la
128 - - - - - - - - - - - -- - - - - - l3RF.VIARIO 1)1, 11'1lt ,\ , 1,,,\11 10 CuAtlll,11/\ v C1tAC1F1 .A V 11 >IELLA--- - - - - -- - 129

nueva regulación. En una sociedad donde existen grandes desigualdadt·, , , 1110~ l.,s pc1sonas, aquellas que Rawls considera relevantes para la justicia
sociales y económicas, el posterior ordenamiento en función de principim 111 1.il. Una de estas cualidades es que esos individuos poseen un sentido de
equitativos hará perder ventajas a los mejor situados. Un orden susten1.1 l 1 ¡tt\tici:1. La otra es que tienen un sentido del bien: prefieren cierras cosas
do en la ventaja mutua no lo aceptaría, un orden basado en la reciproci , 11trns, tienen proyectos de vida y desean llevarlos a cabo. Son libres para
dad, sí. , lq\ÍI' los principios de justicia que consideren mejor y se encuentran en re-
Por último, las personas cooperantes se consideran a sí mismas y a la, 1 fprnca posición de igualdad porque todas tienen el mismo derecho a hacer-

demás como libres e iguales en sus derechos a opinar y decidir sobre el di 111 Ahora bien, Rawls pretende que los principios resultantes del acuerdo se-
seño de las instituciones de su sociedad. 111 jllstos para todos, evitando que resulte favorecido determinado individuo
Ahora bien, ¿cuáles serán los principios de justicia que satisfagan lo~ , , grupo. A fin de garantizar la imparcialidad del procedimiento y del resul-
requisitos expuestos? Y, sobre todo, ¿qué garantiza que los mismos pudic 1,do (los principios elegidos), los contrayentes se ubican tras un velo de ig-
ran ser aceptados por personas razonables? (esto es, por personas dispues 101'/tncia. Oculta tras el velo queda cierta info rmació n: el sexo, la 1a1a, l.t
tas a aceptar los términos recíprocos de la cooperación). La idea es quepa , il.1d, la situación económica y social, las cualidades personales, las ¡m·/1•11•11
ra que los principios puedan ser reconocidos como justos por todos, 11,1s y los ideales de vida de cada agente. ¿Por qué son ncccsari.,s c/11,l\ Jl·,11 i,
cualesquiera sean los ideales e intereses particulares que se profesen, deben , iones informativas? Hemos dicho que los agentes no posccn fut·t ll'S s1·1111
ser el resultado de un procedimiento imparcial. La estrategia elegida por 111ientos de benevolencia. Si conocieran la información que oculLa d vdo, l'~
Rawls consiste en recurrir a una reelaboración de la teoría clásica del con- ,lt• suponer que elegirían aquellos principios más beneficiosos para sus fine¡¡,
trato social. Las distintas variantes del contractualismo sostenidas, entre Esta construcción hipotética refleja una de las características que cien¡;
otros, por Locke, Rousseau y Kant tenían en común justificar la legitimi- p,1ra el autor la idea de equidad. En efecto, la posición original es equitaci-
dad del estado recurriendo al artificio de un hipotético estado de natura- "·' respecto a las personas porque no admite que la distribución desigual de
leza en el que todos los hombres, nacidos libres e iguales, acordaban vo- 1ilcncos o posición social cuem:e para plantear cuestiones de justicia. El que
luntariamente la naturaleza del gobierno y de las leyes. Este "pacto social" , I velo de la ignorancia oculte estas diferencias naturales y sociales indica
daba origen a una sociedad bien conformada. .¡11c, para Rawls, nadie tiene un derecho exclusivo hacia los bienes con los
De modo análogo, Rawls pergeña una hipotética posición original un •tite lo obsequió la fortuna; como habíamos anticipado, a diferencia de
grupo de personas se reúne con el fin de encontrar los principios de justicia ltobert Nozick y sus seguidores, esca teoría pretende corregir las desigual-
más adecuados para regular las instituciones básicas de la sociedad en la que d.,des provocadas por las contingencias de las loterías natural y social.
viven. La posibilidad de esta asociación nace a la luz de ciertas circunstan- El velo de ignorancia representa la imparcialidad de la justicia. Existe, sin
cias de justicia, es decir, aquellas condiciones bajo las cuales la cooperación , 111bargo, una serie de elementos que el velo no encubre: los bienes sociales pri-
entre los hombres es tanto factible como necesaria -la idea de las circunstan- 111,1rios que conforman las condiciones mínimas que necesitan los ciudadanos
cias de justicia está tomada de David Hume-. Las dos más importantes son d,• una democracia moderna para perseguir y promover racionalmente sus
la escasez moderada de los medios de vida y los intereses particulares de los , nncepciones particulares del bien. Estos bienes son los siguientes: 1) liberta-
agentes, que pueden resultar conflictivos. El hecho de que aquéllos no estén ,ks básicas (por ejemplo, libertad de pensamiento y conciencia); 2) libertad
dotados de fuertes impulsos de benevolencia, y, por ende, no se hallen dis- ,I" movimientos y de elección de ocupación; 3) cargos y posiciones de respon-
puestos a sacrificar sus conveniencias, explica la necesidad de la justicia. 1bilidad y autoridad (tanto en la función pública como en los puestos de tra-
Es necesario comprender que la posición original no refleja ninguna si- l,,1jo en general); 4) renta y riqueza; 5) condiciones sociales que permitan a
tuación real. Los individuos reunidos no son personas de carne y hueso, si- 11 1\ ciudadanos considerarse valiosos y sentir respeto por sí mismos.

no abstracciones que representan sólo algunas cualidades comunes quepo-


130 - - - - - - - - -- - - - - - -- BREVIARIO DE ltl IC'1\ l h,\ "1 111 l ( ,\IAltll .11 \ \ ( d lA! ll•I /\ Vll) llil.l ¡ \ - - - -- - - - - - 131

Dos principios de justicia St'¡?,t1ndo principio: Las desigualdades económicas y sociales han
dt• estar estructuradas de manera que sea para: a) Mayor benefi-
Recordemos que la información de la que disponen los contrayentes es mi Lio de los menos aventajados, y, b) unido a que los cargos y fun-
nima. En las condiciones de incertidumbre en las que se encuentran no le.~ ciones sean asequibles a todos, bajo condiciones de justa igualdad
conviene arriesgarse demasiado, no les conviene, pongamos por caso, ele ele oportunidades. 9
gir principios que los beneficiarían si cada uno de ellos fuera un industrial
pero que los perjudicarían si resultaran ser obreros sin calificación. Poi /\111lios principios proporcionan criterios para adjudicar los bienes sociales
ejemplo, no les convendrían principios que sólo permitieran ocupar pues ¡111111.irios. Observemos que el primero distribuye igualitariamente las li-
tos jerárquicos a las personas que son propietarias de fábricas o empresas. l11•11a<les y la parte b) del segundo hace lo mismo con la igualdad de opor-
La elección más conveniente es adoptar la regla maximin. Ésta permite ase- 1111tidades; pero la parte a) no distribuye la riqueza y los cargos y posicio-
gurarse el resultado menos malo cuando es necesario elegir en situaciones 111 •\ de responsabilidad y autoridad (desigualdades sociales) de manera

de incertidumbre. Supongamos que un grupo de personas, en condiciones 1p.11;1litaria. Esto es así porque Rawls acepta un supuesto de la teoría eco-
de incertidumbre, está jugando a un juego que propone tres alternativas 1111mica moderna: se obtienen mejores resultados cuando la riqueza social
para ganar dinero; cada alternativa conduce a tres resultados posibles; co- 1111 está dividida igualitariamente: una sociedad con distribución no igua-

rno se observa en la tabla que se incluye a continuación, en algunos casos l11.1ria de la renta y la riqueza es más eficaz que otra cuya distribución fue-
puede perderse dinero (las cifras de la tabla representan las ganancias o , 1 igualitaria. Sin embargo, el criterio de la eficiencia económica tiene un
pérdidas). ltmite constituido por las personas menos favorecidas. Sólo son justas las
, !,·,igualdades económicas y sociales si benefician al sector más desaventa-
Resulca dos ¡ tt lo. Por ejemplo, los empresarios tienen derecho a aumentar sus ganan-
Alternativas Resultado 1 Resultado 2 Resultado 3 , 11s sólo si este aumento mejora la condición de, pongamos por caso, los
Alternativa 1 -7 8 12 , ,l II eros no calificados.
Alternativa 2 -8 7 14 La prioridad del primer principio pretende preservar la autonomía de
Alternativa 3 5 6 8 l I persona, cara a la tradición liberal, pero el segundo tiene como finalidad
•, ,rrcgir las desigualdades naturales y sociales intentando ser fiel a la idea
Debe elegirse la alternativa 3. Las personas no tienen información para ,11· igualdad con que fue diagramada la posición original. En ésta, los con-
asegurarse el resultado 3 de la alternativa 2, que proporciona mayor ganan- 11.1yentes saben que podrán alcanzar sus fines personales en sociedad me-
cia, por tanto, les conviene elegir aquella cuyo peor resultado resulta me- 1111 que aisladamente. La sociedad bien ordenada -idealización del sistema

jor que el peor ofrecido por las otras dos. En la posición original, la regla dr1rnocrático moderno- regulada efectivamente por los dos principios de
maximin los llevará a elegir, entre otros posibles, los dos principios de jus- pt sticia, es concebida como una asociación cooperativa donde todos se be-
ticia ordenados de tal manera que el primero (de la libertad) es lexicográ- 1wíician y comparten cargas comunes equitativamente.
ficamente anterior al segundo, y la parte b) de éste, anterior a la a):

Primer principio: Cada persona ha de tener un derecho igual al 1 1 prioridad de lo justo


más amplio sistema total de libertades básicas, compatible con un
sistema similar de libertades para todos. 1 k la serie de argumentos que emplea el autor para justificar por qué los
,,ntrayentes elegirán estos y no otros principios de justicia, examinare-
132 - - - - - - - - - - - - - - - -- BREVIARIO DE 1111( '!1 l IW \11 H 1 ( ;1 IAIUl.l [1\ \' l d t/\1 11•1 /\ V 11 )l FI.I .A 133

mos los destinados a descartar principios utilitaristas e intuicionistas, .1 1•111 J,t 11alurnlc1.a e.le las cosas, al que accedemos por intuición racional. A
fin de resaltar el carácter constructivo de su propuesta. Si se maximiza d I' 1111· tk la clásica crítica respecto a tomar la intuición como criterio de ver-
mayor número, como propone el utilitarismo clásico -estudiaremos cst.1 ,11d, lo que interesa subrayar es que la admisión de un orden moral pree-
posición el próximo capítulo-, se corre el riesgo de lesionar la autonom/.1 t·,lc'lll C supone una voluntad heterónoma; por el contrario:
de la persona, ya que no hay, en principio, razón para no sacrificar <:I
bienestar o la libertad de algunos, si con esto se logra un mayor bienesta1 1••.no se piensa que los primeros principios de justicia represen-
J

para muchos. Además, como para esta posición, la satisfacción de cual ten, o sean verdaderos, respecto de un orden moral ya dado [.. .]
quier deseo posee un valor en sí misma, no importa, excepto indirecta las parces en la posición original no reconocen ningún principio
mente, cómo se distribuya la suma de satisfacciones entre los individuos de justicia como verdadero o correcto, y por ello como dado
en tanto la distribución correcta es la que produce mayor satisfacción. Ot· [... J.10
modo que no hay, en principio, razón alguna para que las mayores ganan
cías de algunos miembros de la sociedad no vayan a compensar las pérdi- 1 ,t.t concepción no se concibe como una aproximación a los hechos mo-
das de otros; en este sentido se ha argumentado que los gustos extrava 1 des: no hay tales hechos a los que los principios adoptados pudieran

gantes o exquisitos que pueda poseer una minoría podrían llegar a q11 oximarse. La justicia procedimental pura que distingue al mecanismo
compensar las exiguas necesidades satisfechas de una mayoría empobreci- ,Ir dccción de los principios en la posición original, da cuenta de la au-
da; también podría ocurrir -y es en esta cuestión en la que pone el acen- 1111wmía de los agentes, ya que el resultado es justo en función del pro-
to Rawls- que la violación de la libertad de unos pocos podría ser consi- ' di miento seguido y no de un criterio independiente a partir del cual
derada correcta en aras de un mayor bien del conjunto. Por el contrario, p11gnrlo.
la prioridad de los principios de justicia rawlsianos sobre cualquier con- La concepción de verdad moral constructivista y su vinculación con
cepción del bien permite limitar absolutamente las aspiraciones particu- l 1,\llLOnomía de la voluntad nos remite a la idea de persona moral, autén-
lares. Además, el utilitarismo no toma en cuenta la individualidad perso- 111 o sostén de la teoría de la justicia. La sociedad bien ordenada se carac-
nal. Al hacer extensivo al conjunto social el procedimiento que se tiene 1, 11zn por estar efectivamente regulada por una noción pública de justicia

en cuenta para ponderar los deseos de un solo individuo y decidir a cuál 11 1•pcada por todos. Sus miembros son personas morales que se conciben

hay que darle satisfacción y cuál hay que sacrificar, toma el conjunto co- 1 \Í mismas y a los demás como libres e iguales, en cuanto a sus posibili-

mo si se tratase de una sola persona, con un único sistema de deseos. De . l 1clcs de participación y derechos en la elección y diseño de las estructu-
manera que una ética del bien, como la utilitarista, no provee, a criterio ' , sociales. Como personas morales poseen dos potestades: una de ellas, a
de Rawls, de una base teórica adecuada para justificar un sistema políti- 1, que Rawls denomina razonable, es la capacidad de tener un sentido de
co pluralista, asentado en la coexistencia de diferentes -y a veces inconci- 1ml icia, la otra, llamada racional, remite a la particular concepción del
liables- concepciones del bien. liu II que cada uno tiene e intenta promover. Si prestamos atención almo-
La crítica al intuicionismo pone de relieve otro rasgo interesante del .111 t·n que se articulan las nociones de persona moral y sociedad bien or-
constructivismo rawlsiano: la cuestión de la verdad moral, conectada con el 1, 11ada, a través de la posición original, notaremos la filiación kantiana de
concepto kantiano de autonomía de la voluntad. En efecto, el intuicionis- I • 1roría. Los sujetos contrayentes son autónomos en el ejercicio de su po-
mo racional, que en la tradición anglosajona fue elaborado principalmente i 1.1d moral racional, porque no dependen de criterios externos a su pro-
por Price, Sidgwick, Moore y W D. Ross, mantiene que los principios mo- ¡,1 1 voluntad que los constriñan en las deliberaciones de las que resultaron
rales, cuando llegan a enunciarse en forma correcta, son proposiciones evi- 1,,, principios acordados. Esta autonomía racional remite al aspecto instru-
dentes, lo que implica reconocer un orden moral previo, proporcionado 111,•111 al de la razón o práctica. Motivados por sus apetencias hacia los bien-
134 - - - - -- -- - - - -- - - - - J3REVIARIO l)lo, h'l ll'A 1 h \ AI 1,1 i <.:u A1u1 ,l lA, t i1tA<.1H.A Ymw1.1 .A
135

es primarios, los sujetos elegirán aquellos principios que mejor garanti(:c11 Estos comentarios dan lugar a resaltar otro aspecto que hoy asume la
la prosecución de sus intereses. Ahora bien, si el carácter de los concrayc11 11•1011strucción de la racionalidad práctica, presente tanto en la propuesta
ces se agorara en esca racionalidad meramente prudencial, nos encontrad ,11 R.1wls como en la de Habermas. La razón es falible, y, por tanto, no hay
amos con una voluntad heterónoma. Sin embargo, Rawls concibe un con l'os 1bilidad de fundamentación última de principios morales. Éstos si~m-
cepto de razón que involucra no sólo esca faz deliberacivo-inscrumencal 1'' c se encuentran a disposición de ulteriores revisiones, y en ~se se~udo,
sino también la índole restrictiva de la moralidad. La potestad moral razo ,011 provisorios, pese a lo cual esta característica no limita su obligatoriedad.

nable con que reviste a los sujetos es la que los faculta a someterse a los H emos señalado, a lo largo de nuestra exposición, que la propuesta
principios de justicia que ellos mismos se dan; en este sentido, son plena- 11 , wlsiana pretende responder al problema de la justicia en las condiciones
mente autónomos. Esca autonomía plena sólo se efecciviza en la sociedad 1 lt· las sociedades democráticas modernas - más precisamente, habría que

bien ordenada - remedo del kantiano reino de los fines- en canto que en ,111:idir- de las democracias de los países desarrollados. Cabe preguntarse
ella se cumple la cooperación equitativa, reglada por los principios de jus- li .ista qué punto su propuesta se inscribe en el universalismo. Revisiones
ticia, entre codos aquellos que se benefician y comparten cargas comunes. posteriores que el propio autor realizó de su teoría vuelven problemática
En la posición original dicha autonomía está representada por las restric- 1•sta inscripción. No desarrollaremos aquí esta cuestión (al respecto es po-
ciones que impone el velo de ignorancia. La relación entre estos dos aspec- sible considerar como un punto de inflexión un artículo de 1985, "Juscice
tos de la razón práctica, lo razonable y lo racional, es de subordinante a .is Fairness: Policical noc Metaphysical" 11 , donde el autor, respondiendo a
subordinado: lo razonable presupone lo racional porque no puede desco- una serie de objeciones, clarifica los límites de la justicia como imparciali-
nocerse que los sujetos poseen concepciones del bien en las cuales están in- dad. Dicho trabajo constituye un nuevo punto de partida que alcanzará su
teresados, pero lo subordina, porque los principios de justicia limitan de resultado más maduro en Liberalismo Político.
modo absoluto los fines particulares, y en ese sentido, revisten la validez Sólo comentaremos, a modo de conclusión de este capítulo, que, en
del imperativo categórico. Esca relación de subordinante a subordinado re- l'Ste aspecto, aparece más claro el alcance universalisca en la propuesta dia-
fleja el carácter restrictivo de la moralidad porque fija los límites dentro de lógica de Habermas en virtud de su adhesión a un punto de visea exclusi-
los cuales deben moverse los intereses particulares. vamente formal; sin embargo, cal como habíamos mencionado, ello da lu-
La propuesta rawlsiana permite articular la moral positiva (las prácti- gar a las dificultades que debe afrontar su propuesta.
cas sociales) reguladas por normas fáccicamente vigentes con la moral crí-
tica (la instancia donde se revisan reflexivamente la validez de cales nor-
mas) proponiendo una reconstrucción conceptual de los juicios morales l.ecturas complementarias
cotidianos presentes en el acervo cultural de las democracias modernas.
Las nociones de persona moral y sociedad bien ordenada reflejan una de- Amor, C. (comp.): Rawls post Rawls, Bernal, U.N.Q. Prometeo, 2006.
terminada idea de sujeto y una determinada idea de sociedad que preten- Gimbernat, J. A.: La filosofta moral y política de Jürgen Habermas, Madrid, Bi-
de dar cuenta del modo en el que los ciudadanos de las democracias mo- blioteca Nueva, 1997.
dernas se aprehenden a sí mismos y conciben los términos en que se
entabla la cooperación social. Sin embargo, esa asunción de la moral vi-
gente no significa su aceptación a-crítica, ya que la teoría proporciona un Notas
modelo que funciona de contralor a las prácticas reales. La sociedad bien
ordenada no debe identificarse con ninguna sociedad existente. Se trata, 1 A. Schopenhauer, Los dos problemas funda mentaks de la ética, Madrid, Siglo XXI,

más bien, de un ideal moral, de una idea regulativa de la razón práctica. 1997.
2 J. Searle, Actos de había, Madrid, Cátedra, 1980, p. 26.
136 - - - - - - - - - - - -- - - - - l3REVIAR!O DE ÉT !('J\

3
J· Habermas, citado por T. McCarthy, en La teoría de la acción comunicativa ,I1·
}ürgen Habermas, Madrid, Tecnus, 1987, p. 359,
4
J. Habermas, Conciencia moral y acción comunicativa, Barcelona Península p¡,
110-113. ' ' .
5 Ibíd., p. 85.
6
Ibíd., p. 110.
7 Ibíd., p. 117. Capítulo 9
8
J. Rawls, Una teoría de la justicia, México, FCE, 1978.
9
Ibíd., p. 340. Éticas teleológicas I: El utilitarismo
'.º J. Rawls, "El constructivismo kantiano en la teoría moral", Justicia como equidad,
Madnd, Tecnos, 1986, p. 176.
11
J. Rawls, Philosophy & Public Ajfaires, vol. 14, 1985, pp. 223-251. Las consecuencias de las acciones y la rn.1xi111i:t:1c ii'111 d(' l.1 ld11 i
dad. El hedonismo cuantitativo de J(!rcmy lk11d1,11 11. l•I 11dli
tarismo "idealista" de John Stuart Mili. El bic11cs1.11 y l.1 dl'111,111
da de utilidades. El principio de maximización. Utilitarismo dc•I
acto y utilitarismo de reglas. La falacia naturalista. El prcscripu
vismo de Richard Hare.

l,as éticas teleológicas -o de fines, pues télos en griego significa "fin, fina-
1idad" - privilegian un aspecto de la acción que en las teorías deontológi-
ras ocupa un lugar marginal: el fin al que aquélla se dirige. Tal como ade-
1:tntamos en capítulos anteriores, el teleologismo justifica la corrección de
las acciones en referencia a algún fin considerado, por alguna razón, como
d fin más valioso, el bien supremo. La asimilación entre el bien y el fin
proviene de la ética antigua y -como veremos más adelante- se encuen-
1ra claramente formulada por Aristóteles. Sin embargo, es importante te-
ner presente que las semejanzas entre el teleologismo clásico y el contem-
poráneo son más bien superficiales. En efecto, el fin supremo postulado
por la ética antigua se vincula con un ideal de perfección y de virtud de-
jado de lado por las teorías teleológicas de hoy. En la actualidad, la distin-
ción entre éticas deontológicas y teleológicas pretende poner de relieve que
para las primeras existen principios o reglas que deben seguirse porque po-
seen un valor intrínseco, independientemente de los resultados que se ob-
tengan con su aplicación; para el teleologismo, en cambio, lo relevante es
la prosecución y obtención de buenos resultados, y en tal sentido son los
fines logrados por las acciones los qµe deben evaluarse. Destinaremos este
138 - - - - - - - -- - - - - - - - - - BREVli\RIO l>E (. 111 1\
1 l ,\ \l l )1) l ;11,\lttt .11/\ \ l :1t1\C '11•1.A V ll)ll (LI .A 139
capítulo a analizar los conceptos y problemas básicos de la más popula1 d( l 11 11nn~ y preferimos ser felices antes que des_dichados; _la se~~nda, vi~cu-
las éticas teleológicas: el utilitarismo. 1,d 1 ( on los resultados de las acciones. Una ligera modificac10n del eJem-
Si bien los gérmenes de esta posición pueden rastrearse en el hedo 1,1,, l 11tplcado en el capítulo siete permitirá comprender esta segunda in-
nismo antiguo, particularmente en la escuela epicúrea, su conformacié>11
1111111'111 .
como doctrina moral se debe al pensador británico Jeremy Bentham y a .,11 J\) X, que está mirando el mar, advierte que una persona hace señas
discípulo y crítico John Stuarc Mill, quien, en 1822 fundó la Sociedad 1, "·,pcradas, a punto de ahogarse. Sin perder un instante, x se sumerge e
Utilitarista. El utilitarismo surgió como un movimiento con un fuerte in 1111 r· 111 a infructuosamente alcanzarlo. Sólo se da por vencido cuando la
terés en la reforma de las instituciones a efectos de contribuir a mejorar la,
I" 1\ona desaparece, tragada por el mar. . . . .
condiciones de vida de los sectores populares. Tanto Bentham como Scua1t B) Z, que se encuentra en las mismas circunstancias obJetlvas y su~Je-
Mil! -y también el padre de éste, James, importante difusor del movimien 1111,1\ que x se arroja para rescatarla y su acción se ve coronada por_el éxito.
to- estuvieron comprometidos activamente con la democracia; Bentha111 Desde una perspectiva kantiana ambas acciones poseen el mismo va-
militó a su favor en Inglaterra y, además dedicó una buena parte de su vas 1111 moral, independientemente de los resultados ya que éstos dependen de
ta obra a proponer reformas al sistema judicial, fiscal y electoral; Joh11 ,111tingencias que escapan a la voluntad. Sin embargo, muchos de nos-
Scuart Mill fue representante wigh en el parlamento inglés. El último ex 111111, nos sentimos fuertemente inclinados a conceder mayor valor a la ac-
ponente de lo que se considera la etapa clásica del utilitarismo fue Henry . 11111 de Z: X tuvo las mejores intenciones, pero los resultados no fueron
Sidgwick1 a quien se debe la formulación más clara y sistemática de la ceo l ,111•11os, mientras que, con idénticas intenciones, Z logró un fin valioso.
ría. Hay que notar la influencia que ejercieron en Bencham algunos mo 1 ·, infundado concederle mayor valor a su acción? Para el utilitarismo no
ralistas británicos, en particular Francis Hutcheson, de quien tomó d ¡., rs ya que no acepta valorar las acciones independientemente de sus re-
principio maximizador que caracteriza a esta ética y también David
11l1ados o consecuencias.
Hume, quien anticipa algunas de sus tesis. Siendo un sistema no sólo vi Pese a esta diferencia sustancial el utilitarismo comparte con las éticas
gente sino uno de los de mayor impacto, el utilitarismo está en permanen 1, ,mtológicas filo-kantianas dos rasgos salientes, el universalismo y el igua-
te revisión, producto de las continuas críticas, tanto internas como exter l1L11 ismo; esto también la hace poseedora de un potencial crítico conside-
nas, a las que está sometido. Esto hace que presente distintas variantes que ' ,l,lc que, en su caso, se plasma en un principio maximizador: "La mayor
se proponen como soluciones a determinados problemas surgidos del pro l, licidad para el mayor número de individuos", éste es, como veremos, el
pio debate. . 111crio normativo que propone la teoría para evaluar las instituciones y las
I" il (ticas sociales.

Las consecuencias de las acciones


y la maximización de la felicidad 1 1 hedonismo cuantitativo de Jeremy Bentham

Como toda ética celeológica el utilitarismo considera que la corrección de 1 1 concepto de "utilidad" no tiene un significado unívoco en la tradición
las acciones debe juzgarse en función del bien que procuran; sostiene, asi 11ilitarista. Bentham y Mill lo identifican con "felicidad" entendida como
mismo, que existe un único bien moralmente relevante: la felicidad, de 1,l 1c cr y ausencia de dolor.
modo que una cosa o acción será buena si conduce a la felicidad. Escas te
sis pretenden dar cuenta de dos intuiciones morales comunes, una de ellas Entendemos por utilidad aquella propiedad existente en cual-
referida a la importancia que tiene la felicidad en nuestra vida: todos la va quier objeto, por medio de la cual tiende a producir beneficio,
140 - - - - - - - -- - - - - - - - -- BREVI/\IUO m: l~.'J'l c 1} ,\ \l \ l( l (1\l/\HH, l l¡\ \ { ,HAt '11'1 /\ V ll )\El.1./\ - - - - -- - - - - 141

ventajas, placer, bien o felicidad (todo esto, en el presente caso, 111 d 1t·.tl iznrsc scgi'.111 estos criterios: si se trata de una persona, hay que te-
viene a significar lo mismo), o, (lo que también coincide en el 111, e11 cuenta la intensidad , la duración, la certidumbre o incertidumbre,
mismo significado) que previene contra el daño, el dolor, el mal, l 1 ¡11uxi111idad o lejanía; en caso de que se necesite evaluar la tendencia de
la desgracia [... ] 2 1111 ,ll to hay que agregar la fecundidad -la probabilidad de que dicho pla-
' t .tcarree otros de la misma índole- y la pureza -la probabilidad de que

[ ... ] todos los autores, desde Epicuro a Bentham, que mantuvie- 1111 lo acompañen sensaciones de distinta índole-. Según esto, si dos pla-

ron la teoría de la utilidad, entendían por ella no algo que ha de 1 1rs son idénticos en todo excepto en intensidad, hay que elegir el que sea

contraponerse al placer, sino el propio placer junto con la libera- 111o1~ intenso, si la diferencia está en la duración, el que dure más tiempo,
ción del dolor. 3 ' seguro que e1 otro, el pnmero,
1 111)() es mas . etc. 4

Para una teoría ético-política con compromisos igualitaristas y pretensio


nes reformistas, como el utilitarismo -al menos en su expresión clásica l•I utilitarismo "idealista'' de John Stuart Mill
hacer del placer el núcleo normativo básico parece el camino más sencillo
y democrático para resolver cuestiones de moral social: todos, sin distinción l11•1nham estaba mucho más interesado en proporcionar una guía al go-
de ninguna especie, preferimos el placer al dolor y todos tenemos derecho, l 11t·rno y a los legisladores para que implementaran refo rmas destinadas
en principio, a satisfacer esta preferencia; por canto, no hay mejor criterio , .,u mentar la felicidad de la sociedad que en la conducta in dividual. Sin
que éste para guiar la reforma de las instituciones en pos del bienestar so , rubargo -y sin detenernos a considerar lo complicado y difícil de ins-
cial. Sin embargo, esta sencillez es más ilusoria que real; en efecto, el pla 1111 mentar que resulta su cálculo de placeres-, es dudoso que el placer sea
cer es un estado mental, y los estados mentales son muy difíciles de medi1 r l 1'111ico bien que las person as valoran. Muchas veces consideramos va-
y comparar, además, el placer es un parámetro subjetivo, a distintas perso l111~os estados de cosas o actividades que no nos resultan placenteras, un
nas pueden causarles placer cosas muy distintas. Por último, la variabili- ,111sta puede encontrar penoso e incluso tortuoso, el lento proceso de la
dad puede presentarse en el mismo individuo, tanto porque cambia de l l 1·ación, un científico puede sentirse frustrado en el curso de su inves-

preferencias a lo largo del tiempo como porque tiene preferencias encon t 1g,tción, pese a lo cual podemos afirmar con alto grado de certidumbre
tradas en el mismo momento. La solución de Bentham a estas dificultades ,¡11 c ambos consideran valiosa su actividad y no necesariamente sólo por
consiste en encontrar un criterio objetivo que permita incrementar el pla m resultados, sino por ella misma y con independencia de todo placer
cer y evitar el dolor. Desde el punto de vista cualitativo los placeres no se 1\ dolor. Hay otras cosas que valoramos, además del placer, y no es evi-

distinguen entre sí porque todos poseen el mismo valor: el placer que pro ,1, nte que todo lo que hacemos lo hacemos para obtener placer o evitar
porciona un vaso de agua a un sediento no es de una calidad inferior al , l dolor. También es discutible que todos los placeres posean el mismo
que le proporciona a un melómano escuchar su concierto favorito. La úni- .rlor, y sin duda poca gente estaría dispuesta a aceptar la famosa senten-
ca diferencia que podemos establecer entre los placeres para compararlos ' 1.1 de Bentham: "Jugar con alfileres es tan bueno como la poesía" supo-
entre sí y determinar criterios de preferencia es de carácter cuantitativo, se- 111cndo que ambos "midieran" lo mismo. El primero en objetar este tipo
gún resulta de los siguientes parámetros: intensidad, duración, certeza de l,• equiparación fue su seguidor John Stuart Mill quien propone una
que ocurrirá, cercanía, fecundidad (cuantos más placeres trae asociados, 1111cva versión de la ética utilitarista que pretende corregir el hedonismo
más fecundo es un placer), pureza (un placer es más puro cuando más ale- ilgo tosco de su maestro introduciendo una distinción cualitativa entre
jado esté del dolor) y extensión (la cantidad de gente que puede disfrutar l11s placeres.
de él). Teniendo en cuenta estos parámetros, la elección entre placeres de-
142 - - - - - - - -- -- -- - -- -- BREVIARIO DE l~'l'lt 'A 1 l W AI lll ) c:uAIU<,I IA' ( ~lt A( 'll•I A VtDlli l.Li\ - - - - - - -- -- 143

[... ] los placeres del intelecto, de los sentimientos y de la imagi- rnl'nte destacada por el modo de existencia que emplea las capa-
nación y de los sentimientos morales (poseen) un valor más ele- cid ades humanas más elevadas. [ ... ] (Estas personas) no cederían
vado en cuanto placeres que los de la pura sensación.5 aquello que poseen y los otros no, a cambio de la más completa
satisfacción de todos los deseos que poseen en común con estos
No admitir esta diferencia tiene algo de degradante porque implica desco- otros [ ... ]9
nocer la superioridad de los seres humanos y confundir la felicidad con la
mera satisfacción o contento; en efecto: l~s <lecir, dados dos placeres a y b, debe preferirse a si:

[... ] los placeres de una bestia no satisfacen la concepción de fe- 1) La mayoría de la gente que ha experimentado los dos prefiere a.
licidad de un ser humano. Los seres humanos poseen facultades 2) No resigna su porción de a por un aumento de b.
más elevadas que los animales [... ].6 3) Aun cuando obtener a le cause más displacer que obtener b.
1) Su preferencia no está basada en ninguna obligación (una condición
Es mejor ser un ser humano insatisfecho que un cerdo satisfecho; necesaria para el éxito de la prueba es que, para el utilitarismo, lo obli-
mejor es un Sócrates insatisfecho que un necio satisfecho.7 gatorio se subordina a lo bueno).

¿Por qué son preferibles los placeres superiores? La respuesta de Mill se sus- Sin embargo, Mili admite que su test no siempre se verifica; en efecto, de-
tenta en dos razones de carácter bien distinto, que él, sin embargo, presen- bido a una debilidad de su voluntad, muchas personas cultas y refinadas,
ta entremezcladas y confundidas en un mismo argumento. La primera de c:on suficiente experiencia en placeres superiores se dejan perder por la
ellas resulta de una suerte de investigación empírica: atracción que ejercen los placeres inferiores:

Si se me pregunta qué entiendo por diferencia de calidad en los [ ... ] Puede objetarse que muchos que son capaces de los más ele-
placeres, o qué hace a un placer más valioso que otro, a no ser que vados placeres, en ocasiones, a causa de la tentación, los pospo-
sea su mayor cantidad, sólo existe una única posible respuesta. nen a los inferiores. Pero esto es del todo compatible con una
De d~s placeres, si hay uno al que todos, o casi todos los que han apreciación completa de la superioridad intrínseca de los más ele-
expenmentado ambos, conceden una decidida preferencia, inde- vados. Los hombres, a menudo, debido a la debilidad de carácter,
pendi~ntemente de todo sentimiento de obligación moral para eligen el bien más próximo [ ... ]. 1 º
prefenrlo, ese es el placer más deseable. Si aquellos que están fa-
miliarizados con ambos colocan a uno de los dos tan por encima Esca aseveración debilita considerablemente la prueba empírica: Mill nos
del otro que lo prefieren, aun sabiendo que va acompañado de dice que debemos preferir los placeres superiores aun cuando nadie, ni si-
mayor cantidad de molestias [... ] está justificado que asignemos quiera las personas cultas y refinadas, lo hagan. En realidad, el criterio úl-
al goce preferido una superioridad de calidad que exceda de tal timo de preferencia descansa en otra razón:
modo al valor de la cantidad como para que ésta sea, en compa-
ración, de muy poca importancia. 8 [ ... ] Lo más indicado (para explicar la superioridad de los place-
[.. . ] Es un hecho incuestionable que quienes están familiari- res espirituales) es apelar a un sentimiento de dignidad que todos
z~dos con ambas cosas y están igualmente capacitados para apre- los seres humanos poseen en un grado u otro [ .. . ]. 11
ciarlas y gozarlas, muestran realmente una preferencia máxima-
144 - - - - - - - - - - -- - - - - - BREVIARIO D I\ l~' l'IC '/\ t )W/\1 1)() ( :uAllll ,l l¡\ \ l ,ll,\t ' [l.'[.{\ Ymll\LLA - - - - - -- - - - 145
Es, entonces, en este sentimiento de dignidad, más que en las eleccio11c, La teoría económica del bienestar -desarrollada por el economista
que realizan las personas familiarizadas con las dos clases de placeres, do11 de Cambridge Arth ur C. Pigou, 12 pionero en adoptar la expresión "bien-
de reside la posibilidad de distinguir entre ambos y de reconocer el valot 1•slar" (welfare) en la teoría económica- empleó un concepto más simple:
superior de los que requieren de nuestras facultades más elevadas para sc.;1 "demanda de utilidades". Las utilidades son definidas como unidades
apreciados. Esca distinción cualitativa se corresponde con el concepto mi mínimas, reductibles a una expresión numérica y determinadas por lasa-
lliano de felicidad, mucho más complejo y sutil que el de Bentham, con l isfacción de los deseos y preferencias de los miembros de una sociedad.
claras reminiscencias estoicas y cristianas y en el que la virtud es uno de De allí la posibilidad de maximizarlas sin que sea necesario realizar com-
sus principales componentes. En efecto, para el filósofo la felicidad cons· paraciones entre cosas inconmensurables o entre los distintos sujetos
tituye un ideal de excelencia del que no pueden estar ausentes la dignidad, portadores de las preferencias. El aporte más significativo de la teoría
la nobleza, la independencia y la búsqueda de la belleza. Empero, es difí- ~conómica del bienestar lo constituyó la idea de la "utilidad marginal"
cil admitir que estos elementos puedan reducirse al placer. destinada a determinar las condiciones de una asignación eficiente de re-
cursos y facilitar así las elecciones adecuadas para perseguir la máxima
utilidad. La utilidad marginal es la utilidad proporcionada por la última
El bienestar y la demanda de utilidades cantidad consumida de un bien en torno a la cual se supone que se ajus-
tará el precio de este bien. A partir del supuesto de que los individuos
La reformulación efectuada por Mili mostró que el concepto de felicidad, son autointeresados y racionales a la hora de perseguir sus fines y de ele-
denso y cargado de historia, no resulta la mejor opción para satisfacer las as- gir los medios más adecuados para obtenerlos, la teoría supone que los
piraciones de una teoría comprometida con consideraciones de bien público. consumidores buscarán la máxima satisfacción de sus preferencias.
La necesidad de establecer algún parámetro objetivo y más sencillo que per- Desde estos supuestos la teoría de la utilidad marginal construye un mo-
mita hacer comparaciones interpersonales llevó a reemplazarlo por el concep- delo cuyo objetivo es determinar las condiciones en que un mercado al-
to de "bienestar" interpretado como la satisfacción de deseos o preferencias. canzará un equilibrio en el intercambio. El modelo pretende que a par-
Conforme a esto, incrementar el bienestar de las personas significa satisfacer tir de unas conductas motivadas por la maximización del interés
sus preferencias. Ahora bien, para que los deseos puedan servir de base a cál- individual -en este caso la utilidad proporcionada por los bienes mate-
culos militaristas, deben presentar algún aspecto que permita compararlos en- riales- se obtendrá una maximización de la utilidad social, o sea, una
tre sí; por ejemplo, podría someterse a evaluación su grado de cumplimien- asignación eficiente de los recursos.
to en relación con el correspondiente estado de cosas logrado. Sin embargo,
este procedimiento no conseguiría capturar al deseo en toda su dimensión;
como es un estado mental, también deberíamos tomar en cuenta su intensi- El principio de maximización
dad, pero este dato se nos escapa si sólo se fija la atención en el estado de co-
sas conquistado. En síntesis, la identificación del bienestar con un estado El principio de maximización de las utilidades, expresado, según los pa-
mental ha sido criticada porque los deseos son muy difíciles de evaluar, me- <lres fundadores, en la fórmula la mayor felicidad para el mayor número, es,
dir y comparar. En los contextos moralmente relevantes no pueden aceptar- tal como habíamos anticipado, el criterio de corrección de las acciones in-
se sólo parámetros subjetivos que invoquen exclusivamente al asentimiento c.lividuales y de evaluación de las instituciones sociales. El principio se ba-
individual del portador del deseo para informarse sobre el bienestar de la gen- sa en la hipótesis de que lo que es bueno y racional para un individuo, es
te. Cuando se trata de decidir entre reclamos competitivos, se necesita algún también bueno y racional para el conjunto de la sociedad. Al respecto sos-
criterio objetivo que sea independiente de los gustos e intereses personales. l iene Bentham:
146 - - - - - - -- - -- - - - - -- - BIU.:.YlAlUü üE k' i'lC '\
l l \ \11 1() ( :uAllll,111\ \ l ,llAl 'l lil.A V tDlll.LLA - - - -- - - -- - 147
Se dice que una cosa promueve el interés o es para el interés de 1¡ 11 d11 .1ti:1, o más igualitaria. El utilitarista no tiene modo de responder a
un individuo cuando tiende a aumentar la suma total de sus pla- 11 ol>jt·óón, justamente porque el principio de igualdad se subordina al
ceres [... ] 1, l 1H' t1t•star, sin importar cómo éste se encuentre distribuido entre las per-
[ ... ] la comunidad es un cuerpo ficticio, compuesto de in- 111,,. No se tien e en cuenta la posibilidad de que algunos alcancen un
dividuos que lo integran, que se consideran como sus miembros. l1h 11rsrnr considerable mientras que otros no obtengan ninguno, sólo in-
¿En qué consiste entonces el interés de la comunidad? En la su- " 11 ~.1 la suma total de bienestar. Imaginemos lo siguiente: la sociedad A
ma de los intereses de los varios individuos que la componen. 13 1 i, 11t· una renta total de doscientos millones de dólares anuales distribui-

111 dd siguiente modo: el 3% de la población obtiene el 70% de la ren-


Mili expresa la misma idea en términos casi idénticos: 11 11ticntras que el 30% restante se reparte así: un 20% para un sector in-
1 r 1,1do por el 40% de la población y un 10% distribuido entre el resto.
[ .. . ] que la felicidad de cada persona es un bien para esa persona, 1 , ,ociedad B tiene una renta total de 100 millones de dólares con esta
y la felicidad general, por consiguiente, un bien para el conjunto 11 11ibución: el 40% se reparte entre el 30% de la población, y el 60% res-
de todas las personas [ ... ]1 4 11111c·, entre el resto. Un utilitarista debe preferir la situación A pese a que
l I d istribución de la renta es mucho más desigual que en la B porque la
El razonamiento contenido en estos textos es el siguiente: La felicidad <ll 1 111 ,1ncia total de la primera es mayor.
A es un bien para A, la felicidad de B es un bien para B, y la felicidad d, El premio Nobel de economía Amarcya Sen ha observado, en varios
C es un bien para C, por lo tanto, la felicidad de A+B+C es un bien para I• ,us trabajos, que, como esta teoría sólo se interesa por la maximización
el conjunto A+B+Cy para cada uno de ellos. Pero este razonamiento co 1· 1.,s utilidades y es irrelevante cómo estén distribuidas ni quiénes sean
mece la falacia de la composición que consiste en concluir que una propic 11, propietarios, el principio distributivo no puede impedir, por ejemplo,
dad compartida por un número de cosas en particular, también es com I''" quienes tienen gustos extravagantes, como deseos de comer caviar, lle-
partida por la suma de esas cosas: Supongamos que la felicidad de JI ¡ 1w 11 a recibir mayor satisfacción que quienes los tienen más modestos y
consista en discriminar a By la felicidad de B consista en discriminar a C ,,In pretenden pan. Al considerar la satisfacción de las demandas como lo
en este caso se pone en evidencia la falacia que conduce a la conclusión: l.1 ,1111ro importante, el utilitarismo se muestra incapaz de discriminar entre
suma de las felicidades de los tres individuos es un bien para el conjunto l I distintas clases de preferencias. Quizá los que consuman caviar lo de-
y para cada uno de ellos. 111.tllden con mayor intensidad que los que consumen pan. Esta asimila-
Lo dicho muestra porqué, pese al espíritu igualitarista que animó al 1t111 del bienestar a utilidades cuantificables resulta extremadamente sim-
utilitarismo desde sus orígenes, y que Bentham expresó en su fórmula: crt ¡,1,/icadora y tampoco consigue dar cuenta de las diferencias entre las
da uno cuenta por uno y por nadie mds que uno, el principio de maximiza I' 1,onas. Pero Sen va más allá: aunque las utilidades fueran distribuidas
ción de las utilidades suele presentar problemas de justicia distributiva: co 11 11,tli cariamente tampoco se conseguiría corregir las inequidades prove-
mo lo que cuenta es la suma total de utilidad o felicidad, esto puedl 1111 mes de las loterías natural o social. En efecto, una misma cuota de ali-
redundar en la legitimación de situaciones muy inequitativas, ya que no 111 11tos puede favorecer a unos y perjudicar a otros; distribuir igualitaria-
puede descartarse -y ésta es una de las críticas más extendidas a esta teo 111 ntc los recursos en salud y en educación puede crear aún mayores
ría- que una distribución altamente desigual de los ingresos aumentara d 1, ~igualdades, por el simple hecho de que no todas las personas tenemos
bienestar general mucho más que una igualitaria. Por ejemplo, podría su 1 mismas necesidades. En otras palabras, las objeciones de Sen apuntan
ceder que úna sociedad esclavista tuviera una economía más eficiente (ml: 1 1dvertir que no hay que tomar las utilidades como si fueran fines en sí
dida en términos de ingresos per cápita) que una sociedad estrictamentt 1111\mos, sino medios relativos al bienestar de las personas.
148 - - - - - - - - - - - - -- - - - - BREV!/\R!O l)I~ f,'111 \ 1,\ \11 H l (;UAHH ,l 11\ \ ( ;IIJ\ClEl./\ Vm11,:I.1.A - - - - - -- - - - 149

Utilitarismo del acto y utilitarismo de reglas 1 , 1.il.,cia naluralista


Las discusiones en torno al principio de maximización de las utilidac.k., y 111 1.1 d momento nos referimos a algunos problemas que presenta el
los problemas aparejados en su aplicación condujeron a diferenciar dos 11 1·11111 ipio de maximización de las utilidades como criterio de evaluación de
pos de utilitarismo: el del acto o extremo (1) y el de reglas o restringí.do (2) l 1 1C ciones, pero aún no discutimos el supuesto básico del utilitarismo: la
El primero aplica el principio de maximización a las acciones particulan· l, 111 rclad como fin último, el único bien que tiene verdadera relevancia
mientras que el segundo lo aplica a las reglas morales. 111111,tl¡ ¿cómo justifican los filósofos utilitaristas esta afirmación?
(1) Para conocer cuál es el curso de acción correcto entre distinto
cursos de acción disponibles hay que medir todas las cantidades de placer l ,a naturaleza ha colocado a la humanidad bajo el gobierno de
o utilidad que proporcionaría cada curso de acción para las distintas per dos dueños soberanos: el dolor y el placer. A ellos únicamente
sonas involucradas y sumarlas todas, y luego, medir y sumar las cantid., pt.!rtenece el indicador de lo que debemos hacer [... ]. 15
des de dolor y restarlas de la suma total de placer; la acción correcta ser
la que produzca mayor bienestar de forma total, o menor dolor. Ahora 11, 11tham parte de una proposición descriptiva que contiene una generali-
bien, consideremos este caso: Una amiga que padece una enfermedad ter 1< ll1>11 empírica que puede formularse así: "Todas las personas desean el
minal pide a usted que, a su muerte, se ocupe de la manutención de su hi pi 11 cr y huyen del dolor", y arriba a una conclusión prescriptiva: "El pla-
ja de 1O años; no tiene otros amigos ni parientes cercanos. Usted le pro ' 1 y el dolor deben guiar nuestra conducta". Al adoptar esta tesis Stuarc
mete cumplir con el pedido. Llegado el momento ¿crea la promesa una 1111 construye un argumento que pretende probar la verdad del principio
obligación de actuar con relación a la niña? Para un utilitarista del acto no 1ndi1arista, la felicidad como fin último:
necesariamente, porque supone que la promesa tiene peso sólo si maximi
za las utilidades esperables de varios cursos de acción. Si esto no ocurr La única prueba que puede proporcionarse de que un objeto es
-por ejemplo, la niña no conoce la promesa y no podrá sentirse decepcio visible es el hecho de que la gente realmente lo vea. La única
nada por su incumplimiento, aparece un buen samaritano que ofrece oc11 prueba de que un sonido es audible es que la gente lo oiga. Y, de
parse de ella, o alguna otra alternativa semejante- usted no tiene obliga modo semejante, respecto a todas las demás fuentes de nuestra
ciones con la niña. experiencia. De igual modo, entiendo que el único testimonio
Sin embargo, muchos de nosotros pensaríamos que este modo de e11 que es posible presentar de que algo es deseable es que la gente,
focar el caso lesiona algo que consideramos moralmente valioso. en efecto, lo desee. [... ] No puede ofrecerse razón alguna de por
(2) A fin de evitar resultados como el del ejemplo, los utilitaristas d qué la felicidad general es deseable excepto que cada persona, en
las reglas sostienen que en lugar de preguntarnos cuál acto particular pro la medida en que considera que es alcanzable, desea su propia fe-
<lucirá las mejores consecuencias tenemos que decidir las situaciones par licidad. 16
ticulares en función de la o las reglas del caso: "decir la verdad", "cumplir
las promesas", etc.; la gente confía en las reglas morales, su mantenimien Id! establece una comparación entre "visible", "audible" y "deseable". En
to contribuye al bienestar de la sociedad y supeditarlas a un cálculo de ut i , 1111 o "visible" significa: susceptible de ser visto y "audible" significa "sus-
lidades de las acciones particulares puede resultar socialmente perjudicial . pi ible de ser oído, es correcto afirmar que un modo apropiado para sa-
Ahora bien, cuando dos reglas están en conflicto deberá decidirse en fun l .. 1 si un objeto es visible o audible consiste en someterlo a una prueba
ción del principio de maximización de las utilidades, que sigue funcionan 111pírica; ahora bien, no ocurre lo mismo con "deseable" y "deseado"; só-
do como el criterio último de justificación. 111 lo "deseado" puede someterse a prueba empírica, en este caso el placer,
150 - - - - - - - - - - - - - - - - - BREVIARIO DE liTlCA
{ IWAI 11n t;1 rA10t .l l1\ , l tl{l\c ·11·1.A V1rnE1.1.A - - - - - - - - - - 151

1,1 '\ .,bailo" puede, a su vez, ser definido mediante otros conceptos. No
pero no lo "deseable" que significa algo así como "digno de ser deseado",
'" 1111c lo mismo con "bueno", término que, según el diccionario de la
"que merece perseguirse".
11 t\E significa "que tiene bondad"; si buscamos "bondad" nos encon-
Quien primero advirtió lo inadecuado de derívar valores de hechos,
11.111H>S con esta definición: "cualidad de bueno". Esto pondría en eviden-
"deber ser" de "ser", fue Davíd Hume en este célebre pasaje:
1.1, según Moore, la imposibilidad de definir términos simples, como
"lnwno".
En todo sistema moral de que haya tenido noticias, hasta ahora,
Además de ser un término simple y por tanto indefinible, "bueno" de-
he podido siempre observar que el autor sígue durante cierto
11•,na una propiedad no natural (existen otros términos, también simples,
tiempo el modo de hablar ordínario, establecíendo la existencia
,p1t· denotan propiedades naturales; por ejemplo, los colores primarios).
de Dios o realizando observacíones sobre los quehaceres huma-
Los filósofos que han intentado reducir el concepto de "bueno" a otro
nos, y, de pronto, me encuentro con la sorpresa de que, en vez de
• oncepto han cometido una falacía porque intentaron reducir dos propie-
las cópulas habituales de las proposíciones: es y no es, no veo nín-
d.1cles a una sola, esto es, intentaron definir lo indefinible. Y quienes pre-
guna proposicíón que no esté conectada con un debe o un no de-
1,·ndieron reducir "bueno" a una propiedad natural como "agradable" o
be. Este cambío es imperceptíble, pero resulta, sin embargo, de la
placentero" o "deseado" cometieron una falacia naturalista. Según Moore,
mayor importancia. En efecto, en cuanto que este debe o no debe
llt·11tham y Mill -entre otros- cometieron esta falacia al identificar "bue-
expresa alguna nueva relación o afirmación, es necesario que ésta
1111" con "p 1acer" o "agrada bl"e .
sea observada y explicada y que al mismo tiempo se dé razón de
Es correcto predicar "bueno" de ciertos objetos, por ejemplo "el pla-
algo que parece absolutamente inconcebible, a saber: cómo es po-
1·1 es bueno", lo incorrecto es suponer que "bueno" significa "placer", que
sible que esta nueva relación se deduzca de otras totalmente dife-
rentes.17 "' '.dénti~o a "placer:'; "bueno" no es reductible a placer -ni a ningún otro
,1h¡cto, n1 natural n1 no natural- justamente porque, según Moore, "bue-
110" es indefinible.
La problemática del pasaje indebido del "es" al "debe" sobre la que llamó
Moore realiza la crítica a Bentham y Mill en el contexto de su crítica
la atención Hume fue retomada y profusamente discutida en el ámbíto de
111.:i~ general a las éticas naturalistas que forma parte de su estrategia para
la filosofía analítíca a partír de las tesís esgrímidas por George Moore en
su ínfluyente libro Principia Ethica. 18 Según este autor, esta derívacíón íle- ildcnder una posición intuicionista. Para los intuicionistas nuestros juicios
gítima del "es" al "debe" es producto de una falacía que han cometido mu- 111orales están basados en ciertas propiedades no naturales como "bueno"
' orrecto", que captamos directamente, mediante una suerte de intuició~
chos filósofos a lo largo de la historia de la ética, entre ellos, Bentham y
1 1do_nal. Sin embargo Mill, como cualquier defensor de una posición na-
Mill. La argumentación de Moore puede sintetizarse como sigue:
111ral1sta, no admite la existencia de propiedades éticas que no sean reduc-
Es de capital importancia para la ética determinar el uso de los tér-
minos éticos, en particular de "bueno", por ser el más importante. ' il ,lcs a propiedades naturales. Brevemente, Mili nos dice lo siguiente: exis-
11 _un ~nico objeto pasible de aprobacíón y persecución general, algo que
El término "bueno" no puede descomponerse en otras significacíones
más primarias porque es un término simple, a diferencia de lo que ocurre ' mtr_msecamente deseable o bueno; es el deseo que tiene cada persona de
con términos compuestos, que sí son pasibles de definición. Por ejemplo, ' 1 feliz; no es probable que una creencía tan ampliamente difundida sea
1 ds:i, por tanto, necesariamente la felicidad es algo bueno.
"caballo" es un término compuesto al que el diccionario de la Real Aca-
demia Española define así: "Mamífero del orden de los Perisodáctilos, Sin entrar a considerar cuál es la interpretación más adecuada de la
111 ucba al principio de utilidad ofrecida por Mill ni las dificultades que
solípedo, de cuello y cola poblados de cerdas largas y abundantes, que se
• llnlleva la tesis de la falacia naturalista -largamente comentada y debatí-
domestica fácílmente". Cada uno de los conceptos que integran el concep-
152 - - - - -- -- - - - - - -- -- BRl:::YIARlü l)~ Í\ l'lt A
0

l l~\'\l llO CUA lllc.t L\ \ l ,IIAc 1111.A Vlllllll.l.A - - - - -- -- - - 153

da-, no deja de ser cierto que ésta contribuyó a poner en evidencia el pw Si afirmo l., pero no afirmo 2., significará que, o bien no compren-
blema básico del naturalismo ético -sea utilitarista o de otro tipo-. E11 do l.1 acepción de "yo debo" o bien no soy sincero al afirmar l.
efecto, el naturalismo supone -tal como se explicó en el capítulo 2- q1t< Los juicios morales son prescriptivos y, en este aspecto, semejantes a
las proposiciones éticas tienen un carácter meramente informativo, y esto 1,,, imperativos, pero, a diferencia de éstos, siempre se basan en razones; es
no deja de resultar problemático: es evidente que cuando empleamos lm d, < ir, la prescripción se apoya en unas razones determinadas y estas razo-
términos "bueno", "malo", "correcto", "incorrecto", en su sentido moral no 111·~, a su vez, se fundan en hechos, por eso los juicios morales también tie-

pretendemos sólo brindar información. Ahora bien, también es evidentl' '" 11 un componente descriptivo: "No debes arrojar piedras al gato", le di-
que el principio básico del utilitarismo: "La mayor felicidad para el mayo1 ' 1 una madre a su hijo; "¿Por qué?", pregunta el niño; "Porque le causas

número", no puede reducirse a una proposición descriptiva. En lo que si ,L,tto"; esto significa que los juicios morales no pueden ser arbitrarios, por
gue estudiaremos la versión del utilitarismo pergeñada por Richard Har<\ . llo deben basarse en ciertos hechos. Según Hare esta relación entre pres-
que forma parte de su particular teoría del lenguaje moral. ' 11ptividad, razones y hechos se explica por otra característica de los tér-
111111os morales: la superveniencia: las cualidades morales son supervenien-
1,·~ ele las propiedades no morales; es decir, las acciones tienen propiedades
El prescriptivismo de Richard Hare 111orales porque tienen propiedades no morales: un hombre, una acción,
11,, son simplemente buenos o malos, son buenos o malos por algo, tienen
En 1952 el filósofo inglés Richard Hare publicó The Language ofMorals, 19 11ributos distintos a su bondad o maldad que los hacen buenos o malos;
obra destinada a tener una gran influencia en los estudios metaéticos. En 1 tlllsideremos este ejemplo:

ella formuló dos tesis fundamentales: los juicios morales son prescriptivos ( 1) - Debes pagarme la entrada al cine.
y son universalizables. En obras posteriores20 unió estas tesis metaéticas a (2) -¿Por qué?
una propuesta normativa de carácter utilitarista. Comenzaremos por la te- (3) -Porque en eso convinimos cuando planeamos la salida.
sis metaética conocida como prescriptivismo. El juicio prescriptivo (1) tiene sustento en el juicio descriptivo (3) ;
Hare concibe la ética teórica como una rama de la lógica dedicada a d1ora bien, que los juicios prescriptivos se justifiquen en función de cier-
establecer las condiciones de validez de los argumentos morales a partir del tos hechos no significa que se deduzcan de esos hechos. En relación con
estudio del significado del lenguaje moral: el análisis del significado de al- ,·sto, Hare considera que Moore estuvo en lo cierto cuando mostró que los
gunos términos morales paradigmáticos, fundamentalmente deber/debería 1,irminos morales no se refieren a propiedades naturales, pero erró al supo-
permitirá inferir qué reglas es preciso seguir en nuestras argumentaciones 11<·r que mientan propiedades no naturales captables por intuición; a eso
morales cuando empleamos dichos términos. "' debe, en su opinión, que la teoría de Moore resulte tan descriptivista y
Comencemos por la prescriptividad. El término Deber/debería es un l,tllida como el utilitarismo que critica, aunque no se trata de un descrip-
operador modal deóntico y tiene propiedades semejantes a otros operado- 11vismo naturalista sino intuicionista.
res modales, v.g. "es necesario que': pero se diferencia en que, mientras los La argumentación anterior nos conduce a la tesis de la universalizabi-
otros tienen significado descriptivo -v.g. "es necesario que llueva o que no /irlad:. si debería se comporta como un operador modal deóntico, enton-
llueva"- debería tiene significado prescriptivo, por ello de él se deriva un H'S, los enunciados que contienen el término son universalizables (un tér-
juicio imperativo: Si digo: 111ino o propiedad es universalizable cuando, a fin de especificarlo, no es
1. "Debo pagar la deuda que contraje con el fisco", l\t'Cesario mencionar a individuo alguno).
De ello deduzco: Al igual que la tesis de la prescriptividad, la de la universalizabilidad
2. "Pague yo la deuda que contraje con el fisco". ,•s puramente lógica: cualquier juicio moral enunciado por el hablante en
154 - - - - - - - - - - - - - - - - - BREVIARI O DE ~Tll \ ( l'.\Al l 1ll t:llAlll1,l l A \ l,llAl ll\l A V IU I E L L . A - - - - - - - - - - 155

determinadas circunstancias que contenga ese término lo obliga a sostcnt·i Alwra bien, esta segunda proposición implica que debería ser acepta-
el mismo juicio en toda otra circunstancia semejante en sus aspectos rck tl.1 .11111 cuando quien estuviera en el lugar de P fuera yo mismo, de modo
vantes en virtud de las propiedades lógicas (reglas de consistencia, de i111 qlll' 1ne pregunto:
plicación, etc.) que posee dicho término. Si una persona dice: "Debo mc 11 3°) "¿Querría yo que se me hiciera lo que yo debo hacerle a Psi yo es-
tir ~uando necesito dinero para jugar en el casino, y así conseguir que mi., 111vicra en su situación?"
amigos me presten; pero nadie en la misma circunstancia debe hacer Jo En el paso 3° se introduce explícitamente la "materia prima" del jui-
mismo que yo", está incurriendo en una contradicción debida al mal uso ' io moral: los deseos e intereses; además se recurre a un auxiliar sin el cual
del término "debo": 1 1 procedimiento fracasaría, la imaginación. Esta facultad permite al que

11·.tliza el juicio ponerse en el lugar de su víctima, es decir, representarse los


Lesiones contra la tesis de la universalizabilidad son lógicas, no 111lcreses de la otra persona como si fueran los suyos propios, como si per-
morales. Si una persona dice "yo debo actuar de una cierta ma- tc·necieran a un único yo. Obviamente, respondo en forma negativa a la
nera pero nadie más debe actuar de esa manera en circunstancias ,,,cgunta, y así formulo otra prescripción:
similares en sus aspectos relevantes", entonces, de acuerdo con mi 4°) "Si yo estuviera en el lugar de P no dcbcrfa tortur:frscnw".
tesis, está utilizando mal la palabra "debo": implícitamente se es- Ahora bien, es claro que esta última prescripción es inc:onsist cnll' con
tá contradiciendo a sí mismo". 21 Lt formulada en primer lugar. Sólo puedo evitar esta contradicción de la
voluntad -téngase presente el tipo de contradicción que, según Kant, ocu-
La prescriptividad y la universabilidad son requisitos meramente formales· 1 re cuando se pretende universalizar una máxima que viola los deberes me-

si bien establecen condiciones necesarias para argumentar con consisten~ ritorios- abandonando mi prescripción original.
c~a e~ el ámbito de la moral, carecen de los elementos sustantivos impres- En el caso que acabamos de analizar el argumento sólo fracasaría, se-
c1nd1bles para formular un juicio moral. Estos componentes están dados glln admite el propio Hare, si el agente careciera de imaginación o si fue-
por la_s inclinaciones, deseos e intereses de las personas, es decir, por aque- ra un fanático -pero esto no es tan importante: casi todos tenemos la su-
llos bienes que el utilitarismo considera éticamente relevantes. ficiente imaginación como para ponernos en el lugar del otro-; en cuanto
A fin de ilustrar cómo funcionan ambas tesis y de qué modo se conec- a los fanáticos, ellos mismos se colocan fuera del juego moral. Pero, ¿có-
tan ~on el utilitarismo, adaptaremos uno de los casos construidos por el mo resolver un conflicto moral menos extremo, sobre todo si hay en él
prop10 autor desglosándolo en distintos pasos. más de dos personas involucradas? En este paso Hare introduce el criterio
Supongamos que, en el contexto de una guerra, tomé prisionera a una utilitarista como mecanismo de decisión: debe maximizarse la utilidad
pers_ona ~~e pos~e una valiosa información cuyo conocimiento permitiría media de todos los intereses involucrados a partir del ejercicio mental de
a mi fa~cron un importante triunfo sobre el enemigo. Como mi prisione- que todos pertenecen al mismo yo:
ro se mega a revelar lo que sabe, quiero torturarlo para que confiese; co-
mo no estoy seguro de que mi acto sea lícito, me pregunto si: Si estoy tratando de dar un peso igual a los intereses equiparados
1°) "Yo debo torturar a P para que confiese". de todas las partes en una situación, yo debo considerar un be-
Esta prescripción es universalizable, habida cuenca de que los juicios neficio o perjuicio para una de las partes como poseyendo un va-
morales son universalizables en el sentido que suponen juicios idénticos lor o un disvalor igual a un mismo beneficio o perjuicio para
sobre casos idénticos en lo que respecta a sus propiedades universales: cualquiera de las otras partes. Esto parece significar que voy a
2º) "Cualquiera que esté en mi lugar debe torturar a cualquiera que promover del modo más incenso los intereses de las partes,
esté en el lugar de P para lograr que confiese". mientras concedo un peso igual a todas ellas, si maximizo los be-
156 - - -- - - - - - - -- - -- - - - BREVIARI O Ll l\ L::'I 1 , 1wA11io Cl1A1t11,1 11\ y t :tti\l W.1.A Ym1 ELLA - -- - - -- - - - 157
neficios totales sobre toda la población, y éste es el principio clá- " Bcl!lham, J., o p. cit. sup ra no ta 2 p. 11.
sico de utilidad. 22 11, Mili. J. S., op. cit. supra nota 3 p. 90.
11 l lume, D . Tratado de la naturaleza humana, M adrid, Editora N acional, 1981, p.
Si bien la teoría prescriptivista de Hare esquiva exitosamente la falacia n.1 1 ,H'),
IH Moore, G. Principia Ethica, Cambridge Univcrsiry Press, 1903.
turalista, no deja de ser acreedora de las objeciones clásicas realizadas al
1~ Hare, R. M ., The Language ofMorals, Oxford, Oxford Universiry Press, 1952.
utilitarismo. Resulta muy difícil llevar a cabo un cálculo de utilidades, so
J.O Hare, R.M., Freedom and Reason, Oxford, Oxfo rd Universiry Press, 1963, y Moral
bre todo cuando hay varias personas involucradas; no sólo es necesario te t1,111king, O xford, Clarendom Press, 1981.
ner en cuenta los intereses actuales sino también hacer proyecciones al fu 21 !bíd., O xford, O xford Universiry Press, 1963 p. 32 (la traducción es de los au-
turo. Además, la tesis monológica que propone reunir todos los deseos t' 1111,•s}.
intereses en un único yo, el mío, y asignarles prioridades, no significa otra 22 Hare, R. M., Essays in Ethical Theory, O xford, Clarendon Press, 1989, p. 215 (la

cosa que proyectar mis propios intereses y prioridades en los otros indivi 11,1dt1cción es de los autores).
duos. ¿No implica esto desconocer las diferencias entre las personas?

Lecturas complementarias

Farrel, M.: Utilitarismo, ética y política, Buenos Aires, Abelcdo-Perrot, 1983, cap.
1 y 2.
Hudso n, W. D.: La filosofla moral contemporánea, Madrid, Alianza, 1974, cap. 5.

Notas
1
Sidgwick, H., The Method ofEthics, 1874.
2
Bcntham, J., Los Principios de la moral y la legislación, Buenos Aires, Claridad,
2008, p. 12.
3
Mili, J. S., El utilitarismo, Madrid, Alianza editorial, 1994, p. 45.
4
Bentham, J., op. cit. supra noca 2, pp. 31-40.
5
Mili, J., op. cit. supra, nota 3, p. 47.
6 Ibíd., p. 47.
7
Ibíd., p. 51.
8
Ibíd, p. 48.
9
Ibíd, p. 49.
1
º Ibíd, p. 51.
11
Ibíd. p. 50.
12
Pigou, A., The Economics ofWe/fare, Londres, Macmillan, 1962.
13 Bentham, J., op. cit. supra, nota 2, p. 12.
14
Mili, J. S., op. cit. supra nota 3, p. 90.
Capítulo 10
Teorías teleológicas II: Éticas de la virtud

1. La ética de Aristóteles. El significado del término "bueno"/


"bien". Bienes medios y bienes fines en sí mismos. El bien supre-
mo. Las virtudes éticas y las dianoéticas. Naturaleza y función de
las virtudes éticas. Las virtudes dianoéticas. La prudencia. Sabi-
duría teórica, sabiduría práctica y felicidad. II. La tradición de la
virtud en la teoría de Alasdair Maclntyre.La crítica a las éticas he-
1l:deras de la Ilustración. A la búsqueda de la virtud perdida. El
c·oncepto de práctica. El "télos" de la vida humana. La tradición.
Enfoques alternativos.

1 tl'OrÍas estudiadas hasta el momento priorizan la justificación de prin-


¡,111s generales y de mecanismos procedimentales con el fin de guiar las
11111cs y de resolver los conflictos morales. No son éstos los aspectos
111uados por las posiciones que hacen de la virtud el concepto central
l I ética normativa. Con una larga tradición que se remonta a la Grecia
11 a, este enfoque había entrado en un cono de sombra en los debates

11trmporáneos hasta que, a partir de los años setenta, resurgió con fuer-
" novada, en parce debido a las críticas de las que fueron objeto las éti-
dcontológicas y utilitaristas. A ambas se les cuestionó el rol dominan-
111nrgado a la razón en detrimento de las emociones, desconociendo así
1, lt·vancia de éstas tanto en la motivación de los actos como en la elabo-

h 111 del juicio moral. El foco puesto en los principios universales con-

1111 :1 que se perdiera de vista que el razonamiento moral es un tipo de ra-


11 1n1icnco enfocado hacia lo particular, determinado por los contextos;
111 t' guía, a ojos de los objetores de estas teorías, resultan el principio de
160 - - - - - - - - -- - - - - - - - - BREVIARIO DE (, 111 ¡\ 1 l WA I l>t) CUAHl\,I 1,\ \ c;1tAl 'll •I A Vi lJlliLLA 161

rnaxirnización de utilidades o las distintas variantes del imperativo c .11 t.t 11111, ~·s o la búsqueda de los mejores resultados; en efecto, es posible reali-
górico cuando nos enfrentarnos a un problema moral en la vida real. A 111 . 11 .1cciones moralmente valiosas en ciertas circunstancias sin ser una per-

teorías filokantianas en particular se les impugnó la concepción reduccio ~1111.t virtuosa, es necesario, entonces, indagar en los motivos de los actos,
nista de la moral, entendida como un conjunto de reglas y obligaciones, ,·11 su modalidad deliberada o espontánea, y evaluar la calidad del agente
su prescindencia respecto de una cuestión que siempre ha sido central p,1 11wral de manera global, a lo largo de su vida.
rala disciplina, el bien humano. En verdad, tampoco el utilitarismo esca En lo que sigue nos dedicaremos a estudiar la ética de la virtud más
pó de esta crítica ya que, aunque centrado en el bien, ha producido un v., 1 laborada que nos legara la antigüedad, la de Aristóteles, principal inspi-

ciarniento de este concepto al reducirlo a "placer" o "utilidad". Pobre t'! 1.1dora de las propuestas actuales, de las que estudiaremos con cierta aten-
también, la concepción del sujeto moral que ofrecen ambas perspectiva~, l'IÓn la del citado Madntyre.
un agente idealizado y abstracto, puramente racional, que sólo calcula cos
tos-beneficios o busca aplicar reglas imparciales.
Es importante tener en cuenta que las éticas orientadas a la virtud no 1. La ética de Aristóteles
constituyen un conjunto unívoco y que sería un error considerarlas global
mente corno un enfoque alternativo a los otros dos. Esta heterogeneidad Tres son las exposiciones completas de la ética atribuidas a ~istóteles que
se debe, en parte, a que su resurgimiento fue producto de intereses teóri heredamos del medioevo: Magna Moralia, Ética Eudemia y Etica Nicomá-
cos diversos aunque, a veces, entrecruzados; por ejemplo, ciertas perspec r¡uea; de ellas, existe hoy unanimidad respecto de la autenticidad de las dos
tivas feministas han revalorizado las virtudes del carácter, algunas de ellas t'1ltimas, no así de la primera. Nuestra exposición se centrará exclusiva-
asociadas con funciones culturalmente destinadas a la mujer; también des- menté en la Ética Nicomáquea (en adelante EN), ya que es considerada la
de la bioética se retomó este enfoque valorando la modalidad contextual l'xposición más elaborada y original.
del razonamiento para acercarse a los problemas como una alternativa más
promisoria que la ofrecida por principios abstractos. Asimismo, ciertos fi-
lósofos identificados con la corriente cornunitarista abrevaron en la tradi- . .fi1cado d el termmo
El s1gm , . "b ueno"/ "h.1en,, .
ción de la virtud y la emplearon para impugnar los modelos universalis- Bienes medios y bienes fines en sí mismos
cas; algunos de ellos, como el escocés Alasdair Madntyre la recrearon para
ofrecerla corno opción superadora a las éticas herederas de la Ilustración. Como es característico de la ética antigua, la de Aristóteles es un tipo de
Pero no necesariamente la introducción del punto de vista de la virtud ética teleológica preocupada por la posibilidad de realización plena de la
implica una opción excluyente; conviene tener presente que la virtud vida humana. De igual manera que su maestro Platón, y tal corno más tar-
ocupa un rol central en las teorías éticas de Kant y de Stuart Mili, los e.le lo harían los pensadores de la época helenística, Aristóteles consideraba
"padres" del deontologismo y del utilitarismo respectivamente. El pri- que una vida humana no se realiza plenamente si no es mediante el ejer-
mero le dedica al terna la segunda parte de su obra Metaflsica de las cos- cicio de la virtud ya que en éste radica la realización del bien del hombre.
tumbres, Mili considera que la virtud es uno de los elementos constitu- Por tanto, la indagación concerniente a este bien, sobre el cual no existía
tivos de la felicidad. en la época consenso -como tampoco en épocas posteriores- constituía el
Lo que tienen en común los distintos enfoques centrados en la virtud objetivo principal de su investigación.
es que llevan a un primer plano la valoración integral del carácter moral Siendo el bien el concepto central de la ética y, por ello mismo, uno
cuidando no considerar las acciones y elecciones de modo aislado alegan- de los que más se ha discutido a lo largo de la historia de la disciplina, an-
do que en éstas no están involucrados sólo el cumplimiento de las obliga- tes de iniciar la exposición sobre la ética de Aristóteles y a fin de facilitar
162 - - - - - - - - - - - - - - - - -- 13tU\VlARIO DE E"l 1( .. ( l'i\11\1 l>O (;IJ,\Hlld 11\ \ l : 1l1\C' ll'.l.A Ym tEUA - - - - - -- - - - 163

su comprensión, nos concentraremos un momento en la consideración dd ¡,.. 1 los cognoscibles no sólo deben al Bien el ser conocidos sino
"bueno/bien", completando el análisis que habíamos dejado en suspem.11 c¡ue les proviene de él el ser y la esencia, sin que el Bien sea la
en el capítulo 2. esencia [... ].1
Desde el punto de vista sintáctico "bueno" es un adjetivo, y, como [...] la idea de Bien [... ] debe comprenderse que ella es, para
tal, tiene dos usos posibles: un uso atributivo y otro predicativo. Ejemplos todos, causa de todas las cosas justas y bellas, y en lo visible en-
del primero se encuentran en las proposiciones valorativas del tipo: "Éste gendra la luz y a su autor, y en lo inteligible ella misma es autora
es un buen cuchillo", "es un buen medicamento", "es un buen equipo de y productora de verdad e inteligencia. 2
audio", donde el término califica directamente al sustantivo al que va uní
do. En todos estos casos "bueno" posee un significado relativo, los sustan l 'l.nón afirma dos tesis respecto del bien, una ontológica, referida a la exis-
tivos de los que se predica son buenos para algo: el cuchillo es bueno pam 1,·ncia de la idea, y otra lógico-semántica, según la cual todos los predica-
cortar, el equipo de audio es bueno para escuchar música. En el uso predi- dos de "bueno" son tales porque se derivan de un único predicado central
cativo el adjetivo posee la función gramatical de predicado; por ejemplo: ,¡uc es el predicado de la idea de bien. Aristóteles objeta esta opinión ar-
"esta película es buena", "esta empresa es buena", "esta acción es buena". g11mentando que el término "bueno" posee una homonimia irreductible
En estos tres casos el significado de "bueno" no es, como en el primer ¡•orque se aplica a las distintas categorías (los predicados más generales del
ejemplo, relativo a determinada función, sino, podríamos decir, absoluto l<'llguaje):
(para evitar equívocos aclaremos que la distinción introducida aquí entre
relativo y absoluto no pretende significar que los valores estéticos o éticos [... ] como el bien se dice de tantos modos como el ser (pues se di-
sean absolutos en el sentido que poseen alguna clase de objetividad; no he- ce en la categoría de sustancia, como Dios y el entendimiento; y
mos introducido aún esta discusión). en la cualidad las virtudes y en la cantidad la justa medida, y en
Evaluar una película como buena implica considerar que realiza deter- la relación lo útil, y en la de tiempo la oportunidad, y en la de lu-
minados valores estéticos que la hace merecedora de la calificación; en el ca- gar la residencia, etc.), es claro que no habrá ninguna noción co-
so de una empresa significa que satisface valores pragmáticos, como la efi- mún universal y una; porque no se predicaría en todas las catego-
ciencia, y en el caso de la acción, que satisface determinados criterios éticos. rías, sino sólo en una.3
Existe, además, un tercer uso de "bueno" que resulta de convertir el tér-
mino en un sustantivo mediante la introducción del artículo neutro: "lo l .a negación de un bien único y universal es importante, entre otras razo-
bueno" o el femenino "la bondad", uso que con frecuencia a lo largo de la nes, porque permitirá a Aristóteles delimitar el campo de estudio de la dis-
historia de la filosofía estuvo impregnado de connotaciones metafísicas: "lo dplina de la que es fundador, la ética.
bueno" es Dios, la Idea de Bien, lo Uno, etc. Una cuestión relevante consis-
te en determinar si estos distintos usos de "bueno" son realmente heterogé- (... ] puesto que el presente tratado no es teórico, como los otros
neos o si guardan entre sí algún tipo de conexión esencial que permita redu- (pues no investigamos para saber qué es la virtud, sino para ser
cir los distintos significados a uno único y primero; si éste fuera el caso, el buenos, ya que en otro caso sería totalmente inútil), tenemos que
candidato natural a ocupar dicho lugar sería el uso sustantivado. La prime- considerar lo relativo a las acciones, cómo hay que realizarlas. 4
ra discusión sobre este tema es la que Aristóteles entabla con los platónicos.
Platón sostenía que hay un sentido primero de bien del cual derivan De modo que el bien sobre el cual corresponde indagar es el bien inheren-
todos los demás, la idea de Bien, existente por sí misma, separada de las Le a la praxis humana:
cosas sensibles y causa última de ellas:
l l ,V1\l llO l,\ll\ll11,I IA l ,tt AI 11·.I A VtL>lEl.l .A
165
164 - - - - - - - - - - - - - - - -- BllliVlAlllO DE fl.'1 lt

Toda arte y toda investigación, y del mismo modo toda acción y ¡... ) Tal
parece ser eminentemente la felicidad, pues la elegimos
elección, parecen tender a algún bien: por eso se ha dicho con ra- siempre por ella misma y nunca por otra cosa, mientras que los
zón que el bien es aquello a lo que todas las cosas tienden. honores, el placer, el entendimiento y toda virtud los deseamos
ciertamente por sí mismos (pues aunque nada resultara de ellas,
En este comienzo de la EN Aristóteles emplea el término bien en lo qUl desearíamos codas estas cosas), pero también los deseamos en vis-
considera su significado primario de fin (télos); en efecto, en relación con tas de la felicidad, pues creemos que seremos felices por medio de
ellos. En cambio, nadie busca la felicidad por estas cosas, ni en
las acciones, el fin es lo que les otorga inteligibilidad.
general por ninguna otra. 6
Si existe, pues, algún fin de nuestros actos que queramos por él
mismo y los demás por él, y no elegimos todo por otra cosa [...] t;i la felicidad es el único bien que en toda ocasión elegimos por sí mismo
es evidente que ese fin será lo bueno y lo mejor. Y así, ¿no tendrá , ignifica que es el más perfecto de codos ya que no necesita de otra cosa
su conocimiento gran influencia sobre nuestra vida, y, como ar- para ser completado. La perfección es el primer requisito que debe cum-
queros que tienen un blanco, no alcanzaremos mejor el nuestro? 5 plir un bien para ser considerado supremo; el segundo es el bastarse a sí
mismo, la autarquía, aunque no entendida como una vida retirada del
Existe una variedad heterogénea de cosas que consideramos bienes: la salud, inundo:
la belleza, la inteligencia, el dinero, la virtud, los objetos utilitarios; algunas
de ellas las valoramos de modo exclusivamente instrumental, como medios No entendemos por suficiencia el vivir para sí sólo una vida soli-
que nos permiten obtener otras cosas: el dinero es el ejemplo típico de este taria, sino también para los padres y los hijos y la mujer, y en ge-
tipo de bienes. Hay otras entidades, en cambio, que consideramos intrínse- neral para los amigos y conciudadanos, puesto que por naturale-
camente valiosas independientemente de que, además, puedan servirnos pa- za el hombre es un ser social.7
ra conquistar otras: valoramos el ejercicio físico y ciertas dietas alimenticias
Para comenzar a dilucidar en qué consiste la felicidad Aristóteles empieza
como medios para tener salud, pero a ésta la valoramos como un fin: desea-
por distinguir los tres tipos de vida que las opiniones más extendidas sue-
mos poseerla independientemente de los resultados que nos permita obte-
len identificar con la eudemonía -éste es el término griego que se traduce
ner; algo similar ocurre con la inteligencia, la cultura, la belleza, la tranqui-
lidad espiritual, son bienes que apreciamos por sí mismos, y en ese sentido, por felicidad-. En el lenguaje corriente significaba "buena fortuna", con
constituyen fines de nuestras acciones -o de algunas de ellas-. No nos resul- especial referencia a la prosperidad exterior. Platón lo incorpora al vocabu-
ta necesario preguntarle a alguien que aprecia la cultura y manifiesta deseos lario filosófico otorgándole el significado que mantendrá después: vida
de poseerla "¿para que la quiere?" a fin de comprender su deseo. buena, merecedora de ser vivida, en la que se conquista un estado de ple-
nitud en relación con el despliegue de las capacidades humanas. No resul-
ta muy adecuado traducirlo por "felicidad" ya que el vocablo se asocia so-
El bien supremo bre todo a estados psicológicos que suelen identificarse con el placer y no
da cuenta del carácter activo y del sentido integral que poseía el concepto
Además de bienes que valoramos como medios en función de otros y bien- en la filosofía griega (volveremos sobre ello en el capítulo 11).
Los eres tipos de vida que comenta Aristóteles son, en primer lugar,
es que consideramos fines, es posible sostener que existe un bien último,
aquella que se propone como meta al placer, en segundo lugar, la vida po-
un bien supremo que orienta nuestras elecciones y, en general, da sentido
de nuestra vida. lítica y, por último, la vida teorética o contemplativa. El primer tipo, con
I hV1\l llU l1\li\Pll,l l i\ \ t ,11¡\\ 111 ¡\ Vll)ll•.1.1.A L67
166 - - - - - - - - - - - -- -- - - BIU.MARIO DE É'J'lt A

ser el más _popular, resulta prontamente descartado porque es más propio Jad del alma y acciones razonables, y la del hombre bueno es-
de las bestias que de los hombres y no cumple con ninguno de los dos re tns mismas cosas bien y primorosamente, y cada una se realiza
quisitos estipulados -en estos pasajes Aristóteles se refiere a la vida dedica bien según la virtud adecuada; y, si esto es así, el bien humano
da a la búsqueda de placeres voluptuosos; su propia concepción del placc 1, es una actividad del alma conforme a la virtud, y si las virtudes
1~ ~elación ,q~e éste mantiene con la felicidad y la discusión con otras po son varias, conforme a la mejor y más perfecta, y además en una
s1c10nes teoncas está expuesta en el Libro X-. vida entera. Porque una golondrina no hace verano, ni un solo
día, y así tampoco hace venturoso y feliz un solo día o un poco
[... ] sería deseable mostrar con mayor claridad qué es (la felici- tiempo. 9
dad). Acaso se lograría esto si se comprendiera la función del
hombre. En efecto, del mismo modo que en el caso de un flau- Si la función propia del hombre le pertenece en exclusividad, entonces
tista, de un escultor y de todo artífice, y en general de los que ha- l.l eudemonia tendrá que ser un tipo de vida en la que predomine la ac-
cen alguna obra o actividad, parece que lo bueno y el bien están tividad de la razón, pero, así como el citarista virtuoso es el que se ha
en la función; así parecerá también en el caso del hombre si hay t•jercitado en su arte hasta alcanzar la excelencia, dicha actividad debe-
1 á ser ejercida de modo excelente, con virtud. Además de ser algo acti-
alguna función que le sea propia. 8
vo, la eudemonia requiere de la permanencia en el tiempo, debe mani-
Si es posible reconocer funciones particulares en tipos particulares de festarse no en lapsos acotados sino a lo largo de una vida completa; esta
hombres (escultores, médicos, músicos) y también en los distintos órganos característica refuerza la condición de actividad entendida como la bús-
del cuerpo -la función del ojo es ver, la del oído, escuchar, etc.- no resul- tJueda deliberada de la excelencia: ninguna actividad excelente puede
ta desacertado preguntarse por la función del universal, del género. La res- ser fugaz porque requiere tiempo para desarrollarse y florecer. Ahora
puesta se encuentra en 1a teoría del alma . bien, es evidente que las virtudes son varias y de distintos tipos; así co-
. Aunque la teoría aristotélica del alma es muy compleja, resulta su- mo las que necesita un buen citarista son diferentes de las requeridas
fic1~n te, e~ este contexto, decir que el alma (phsych!J es el principio de por un maestro, no son las mismas virtudes las que se ponen en juego
la vida_ a~1mal, la ~uente de las actividades de los seres vivos; éstos po- cuando tenemos, por ejemplo, que distribuir algún bien, auxiliar a al-
seen d1st~~tas fun_c~ones según el género al que pertenecen: las plantas, guien que está en peligro o resolver un problema matemático. Parece ser
un_a func10n nutrmva que les permite la nutrición y el crecimiento; los que para alcanzar la felicidad hay que desarrollar la virtud perfecta. ¿De
animales, además de ésta, perciben y sienten placer y dolor, los huma- cuál se trata?
nos, además, tienen la facultad de la razón. Descartada la vida orientada por el placer, quedan dos tipos de exis-
tencia sobre las que vale la pena indagar; en efecto, tanto la política como
Y si la función propia del hombre es una actividad del alma se- la teorética persiguen "el bien humano", de modo que ambas requieren un
gún la razón o no desprovista de razón, y por otra parte deci- alto grado de desarrollo de "la función propia del hombre"; pero, ¿alguna
mos que esta función es específicamente del hombre y del hom- de ellas desarrolla esta función de modo más perfecto, de acuerdo con la
bre bueno'. co_mo el tocar la cítara es propio de un citarista y de virtud más perfecta? Aristóteles deja abierta la cuestión hasta el final de la
un buen c1tansta, y así en todas las cosas, añadiéndose a la obra obra, el libro X porque para responderla apropiadamente es necesario
la excelencia de la virtud (pues es propio del citarista tocar la cí- adentrarse en el estudio de la virtud.
tara, y del buen citarista tocarla bien), siendo esto así, decimos
que la función del hombre es una cierta vida, y ésta una activi-
168 - - - - - - -- - - - -- - -- - - BIU•.VII\IU(.) DE E l ll ¡\
l I V\l l ll 1 ( ti IJ\I I• 11 11 111 1l A---------- 169

Las virtudes éticas y las dianoéticas [... l p111 1,111l0, l JllC también lo irracional es doble,
lll·,1111 1,
put:s lo w ge1.111 vo no participa en modo alguno de la razón, pe-
Antes de internarnos en la teoría aristotélica de la virtud conviene tcnc1 ro lo apetitivo y, en general, desiderativo, participa de algún mo-
presente que el significado del término griego no se refleja completamen do en cuanto le es dócil y obediente [... ].
te en el que nosotros damos al término. En efecto, areté significa "excelen Que lo irracional se deja en cierto modo persuadir por' la ra-
cia", "perfección", "alta calidad", por ello tiene caso referirse, como lo ha zón lo indica también la advertencia y coda reprensión y exhorta-
ce varias veces Aristóteles, a la areté de un cuchillo o de un caballo, ción. Y si hay que decir que esto también tiene razón, lo que tie-
queriendo significar el cumplir con sus funciones de un modo excelente. ne razón será doble, de un lado, primariamente y en sí mismo, de
De manera que para el ser humano obrar virtuosamente significa, ante to- otra parte como el hacer caso al padre. También la virtud se divi-
do, obrar de modo excelente. Al respecto hay que tener presente que el ad- de de acuerdo con esta diferencia: pues decimos que unas son
jetivo puede aplicarse tanto a la acción como al producto resultante de ella; dianoéticas y las otras éticas, y así la sabiduría, la inteligencia Y la
según la distinción entre acciones prácticas y poieticas (productivas) el fin prudencia son dianoéticas y la liberalidad y la tem~lanza, éti.cas,
de estas últimas está en producto, en cambio, el de las primeras está en la pues si hablamos del carácter no decimos que alguien es sabio o
acción misma. Las ciencias prácticas, como la ética, se ocupan del primer inteligente, sino que es amable o morigerado [... ]. 10
tipo, por ello 1a virtud reside primordialmente en la acción y la acción vir-
tuosa es un fin en sí mismo. Estos fragmentos proporcionan pistas interes~ntes par~ carac~erizar en s~
Aristóteles comienza su investigación sobre la naturaleza de las virtu- justa medida la concepción aristotélica ~e la vmu~ y d1ferenc:arla de ~a!'.-
des distinguiendo dos clases, las éticas, o virtudes del carácter, y las diano- nea socrático-platónica, marcadamente mtelectuahsta. Ademas del prmci-
éticas, o virtudes del intelecto; gracias a las primeras nos hacemos acreedo- pio puramente irracional, responsable de las funcione~ v~g.et~tivas Y d.el
res de elogios por nuestro carácter bondadoso, gracias a las segundas nos puramente racional, el alma humana cuenta con un pnnc1p10 mter~ed10
destacamos por nuestras habilidades intelectuales; éstas se perfeccionan so- que comanda el deseo o apetito (órexis), motor de todas nuestras acc10n:s
bre todo mediante la enseñanza, pero no ocurre lo mismo con las prime- voluntarias; sin deseo ninguno de los bienes del mundo se nos presentana
ras, que proceden de las "buenas costumbres". Ambos tipos de virtudes como un bien para nosotros. Sin embargo, no siempre el bien que apete-
tienen origen en dos faculcades diferentes del alma: cemos es un verdadero bien, en estos casos el deseo no obedece a la razón,
no "hace caso al padre" y se convierte en un apetito irracional.
[... ] una parte de ella (del alma) es irracional y la otra tiene razón.
[... ] lo irracional es común y vegetativo, quiero decir la
causa de la nutrición y el crecimiento; pues esta facultad del Naturaleza y función de las virtudes éticas
alma puede admitirse en todos los seres que se nutren, inclu-
so en los embriones, y ésta misma también en los organismos Las responsables de encauzar el deseo bajo el dominio de la raz~n son las
perfectos. virtudes éticas: continencia, valentía, liberalidad, entre otras. Es mteresan-
[... ] Pero parece que hay además otro principio irracional en te notar este estar a medio camino entre lo racional y o irracional que
el alma, que participa, sin embargo, de la razón en cierto modo. Aristóteles atribuye al deseo; si éste fuera una facultad completamente irra-
Pues tanto en el continente como en el incontinente elogiamos la cional como, por ejemplo, la función nutritiva, sería del todo inútil repro-
razón y la parte del alma que tiene razón (porque rectamente ex- char las conductas indebidas, y habría que considerar al vicio como algo
horta también a lo mejor [... ] involuntario; pero no es ésta la posición del filósofo:
170 - - - - - - - - - - - - - - -- - - BREVIARIO Dli ~·111 A 11 VA1111ll,11A1U111 ,1 1 ll l A. V 111111 1.A - - - - - - - -- - 17 1

[... ] está en nuestro poder 1a virtud y asimismo también el vicio. En tk11.1l'Xl 1,111 11 1, 111, d, p.111cnlcs y amigos y sin saber qué va a co-
efecto, siempre que está en nuestro poder el hacer, lo está también mer, y ap111",I i1 d 1'dtimo ílorín [... ] Gané, y veinte minutos des-
el no hacer, y siempre que está en nuestro poder el no, lo está tam- pués salla del casino con ciento setenta florines en el bolsillo,
bién el sí; de modo que si está en nuestro poder el obrar cuando es ¡Esto es un hecho! ¿He aquí lo que a veces puede significar el úl-
bueno, estará también en nuestro poder el no obrar cuando es ma- timo florín! ¿Y si ahora perdiese los ánimos, si no me atreviese a
lo, Y si está en nuestro poder el no obrar cuando es bueno, también decidirme? ¡Mañana, mañana se terminará todo!
estará en nuestro poder el obrar cuando es malo. 11
/\lcxei sabe que no debe jugar, y, sin embargo, volverá a hacerlo; no quie-
No hay que creer, sin embargo, que el dominio sobre los deseos es absolu 1c volver a jugar pero desea hacerlo, y, muy probablemente, lo hará, no
to; Aristóteles no es ingenuo, sabe cómo puede operar el autoengaño en puede obrar de otro modo porque su carácter ya está malogrado; si sólo se
nuestras elecciones, o hasta qué punto la voluntad puede estar escindida tratara de entender cuál es, en cada caso, la acción conveniente, desapare-
entre do.s deseos contrarios, o ser débil ante las demandas de determina cería el conflicto, Alexei dejaría de dudar y se alejaría del casino en ese pre-
dos apetitos. Fedor Dostoievski, en un impresionante relato de tinte auto ciso instante; si, como creía Sócrates, las virtudes fueran sólo conceptos,
biográfico, consiguió expresar magistralmente los tormentos de un hom- para convertirnos en virtuosos sólo haría falta estudiarlas y aprenderlas;
bre de vol~ntad débil. Alexei, el atormentado protagonista de El Jugador, pero las cosas no son tan sencillas:
ya en la ruma, se vuelve a engañar a sí mismo en este monólogo con el que
finaliza la novela: Además, es absurdo que el injusto no quiera ser injusto, o el que
vive licenciosamente licencioso. Si alguien comete a sabiendas
[ ... )Todo son palabras, palabras y palabras, ¡y lo que hace falca acciones a consecuencia de las cuales se hará injusto, será injus-
son hechos! [... ) ¡Si fuera posible ponerme mañana mismo en ca- to voluntariamente; pero no por quererlo dejará de ser injusto
. 'Regenerarse, resucitar. Hay que demostrarles [ ... ] que to-
mmo. y se volverá justo; como tampoco el enfermo, sano. Si se diera
davía p~e~o ser un hombre. Lo único que hace falta ... ¡Tengo un ese caso, es que estaría enfermo voluntariamente, por vivir sin
prese~t1mien~o, y no puede ser de otro modo! ¡Dispongo ahora templanza y desobedecer a los médicos; entonces sí sería posi-
de qum~e luises y empecé con quince florines! Si empiezo con ble no estar enfermo; una vez que se ha abandonado, ya no, co-
prudencia ... ¿Es posible, es posible que sea una criatura? ¿Es que mo tampoco el que ha arrojado una piedra puede ya recobrar-
no comprendo yo mismo que soy un hombre perdido? Pero, ¿por la; sin embargo, estaba en su mano lanzarla, porque el principio
qué no puedo resucitar? [... ] Basta mantenerse firme una vez si- estaba en él. Así también el injusto y el licencioso podrían en
quier~, Y en una hora puedo cambiar mi destino. Lo principal es un principio no llegar a serlo, y por eso lo son voluntariamen-
el caracter. Recordar lo que me ocurrió en este sentido hace sien- te; pero una vez que han llegado a serlo, ya no está en su mano
te meses en Rulerenburg, en vísperas de mi caída definitiva. Fue no serlo. 12
un caso esf léndid~ de decisión. Entonces lo había perdido todo,
todo ... Sah del casino cuando me di cuenta de que en el bolsillo Por ello el Estagirita, tal como lo había hecho su maestro Platón, otorga
del chaleco me quedaba un florín: "Tendré para comer al me- gran importancia a la función de la comunidad en la formación de los jó-
nos.", pensé, pero después de andar cien pasos cambié de opinión venes; es ésta, en primera instancia, la que moldeará el carácter confor-
Y d~ la vuelta. Puse el Florián al manque[ ... ) y, en verdad, se ex- mándolo a lo establecido por el echos.
perimenta una sensación muy particular cuando uno está solo, en
172 - - - - - - - - -- - -- - -- - BRIMARIO DE )1;1 11 1 IWi\11 JCl l ,11,\1 11 ,¡ t 1 it 1 11 t A V11111 11 A - - - -- - -- -- 173

Ninguna de las virtudes éticas se produce en nosotros por natu- ¡nr Llc111.: anteln\ n¡m 'l't · /ioutos criaturas diseñadas para sentir placer y
raleza, ya que ninguna cosa natural se modifica por la costumbre , lnlnl'; ambas :ic11sado11cs nos acompañan desde el nacimiento hasta la
[... ] no se produce ni por naturaleza ni contra la naturaleza, sino 11111tnc, no se trata, por tanto, de suprimirlas sino de reorientadas en el
por tener una aptitud natural para recibirlas y perfeccionarlas me- , 11tido debido.
diante la costumbre. 13 Ahora bien, ¿cómo se logra un carácter virtuoso?

Aunque requieren una disposición natural, las virtudes éticas no son inna [... ] Se podría preguntar cómo los hombres tienen que hacerse
tas, sino que se adquieren mediante la práctica así como se pierden cuan justos practicando la justicia y morigerados practicando la tem-
do se deja de ejercitarlas, de otro modo, estaríamos determinados a ser vil planza, puesto que si practican la justicia y la templanza son ya
tuosos -o viciosos- desde el nacimiento. Para precisar su naturaleza, justos y morigerados, lo mismo que si practican la gramática y la
Aristóteles las diferencia tanto de las pasiones (ira, amor, temor, envidia, música son gramáticos y músicos. ¿O es que ni siquiera ocurre así
alegría) como de las facultades (memoria, imaginación); ni las pasiones ni con las artes? Es posible, en efecto, hacer algo gramatical o por
las facultades determinan por sí mismas nuestro carácter moral: casualidad o por indicación del otro; por tanto uno será gramáti-
co si hace algo gramatical y gramaticalmente, es decir, de acuer-
[... ] no son pasiones ni las virtudes ni los vicios, porque no se nos do con la gramática que él mismo posee. Además, tampoco son
llama buenos o malos por nuestras pasiones, pero sí por nuestras semejantes el caso de las artes y el de las virtudes; en efecto, los
virtudes y vicios [... ] Además sentimos ira o miedo sin nuestra productos de las artes tienen en sí mismo su bien; basta, pues,
elección, mientras que las virtudes son en cierto modo elecciones, que reúnan ciertas condiciones, en cambio las acciones de acuer-
o no se dan sin elección. 14 do con las virtudes no están hechas justas o morigeradamente si
ellas mismas son de cierta manera, sino si también el que las ha-
Las virtudes son hábitos o modos del carácter que hace que una persona ce reúne ciertas condiciones al hacerlas: en primer lugar si las ha-
actúe y elija bien porque hacen a la capacidad de dominio que permite al ce con conocimiento; después eligiéndolas y eligiéndolas por ellas
que las posee encauzar sus deseos y pasiones y relacionarse con el placer y mismas; y en tercer lugar si las hace con una actitud firme e in-
dolor de un modo adecuado. conmovible. 16

[... ] si las virtudes tienen que ver con acciones y pasiones, y toda En este fragmento se muestra claramente la significación que da Aris-
pasión y toda acción van seguidas de placer o de dolor, esto es tóteles al carácter del agente; en efecto, lo que determina que una acción
una causa más de que la virtud está referida a los placeres y dolo- sea moral no es sólo su representación exterior, es decir, los medios emplea-
res [... ] y los hombres se hacen malos a causa de los placeres y do- dos y el fin alcanzado, sino la modalidad con que fue realizada, modalidad
lores, por perseguirlos y rehuirlos, ya lo que no se debe, ya cuan- resultante de una disposición permanente que permite ejercitar actos vir-
do no se debe, ya como no se debe [... ] (la virtud) versa sobre el tuosos cuando la ocasión lo requiere. Si no conocemos bien un idioma,
placer y el dolor, puesto que el que se sirve bien de ellos será bue- podemos, sin embargo, utilizar, en ocasiones, reglas gramaticales correctas
no, y el que lo hace mal, malo. 15 pero no ocurre lo mismo con las acciones: una acción es virtuosa sólo
cuando es realizada con conocimiento (y no por casualidad) y es elegida
Es interesante notar estas observaciones referidas al placer y al dolor y su por ella misma y no como medio para lograr un fin exterior; a estos dos
relación con la virtud. Lejos de alentar ideales ascéticos, Aristóteles siem- requisitos Aristóteles añade un tercero: la actitud firme e inconmovible del
174 - - - -- - - - - - - - - - - - -- BRLMJ\R IO rw É'l 11 , 175
agente, con lo que pone de relieve la primacía de las disposiciones subjt·1 1 1nlicfüco ni en 1111 lil1r111110; dejarse llevar por la cólera puede acarrear te-
vas. Si bien hay semejanzas entre las acciones poiéticas y las éticas, en I I 111blcs males, co1110 ocurrió con Aquiles y los aqueos, pero hay ocasiones
punto en que ambas requieren ser ejercitadas para alcanzar la excelent 1.1, 111 que no enojarse es índice de un desapego lamentable. Aunque no exis-
en las primeras se valora el producto, por tanto, las acciones serán valios.1 1,· una medida objetiva de la virtud sino que cada sujeto tendrá que en-
como medios y estarán acotadas a su producto, no se evalúa la intenci<'>11 1 mitrar la suya, no hay que confundir este punto de vista con una posi-
con 1a que un artista ejecutó una obra; en cambio la valoración ética i11 ción subjetivista; en realidad Aristóteles propone un criterio objetivo, una
cluye la intención, por ello es más general, no alcanza sólo a la acción ele 1 rspecie de modelo de hombre virtuoso:
caso sino al carácter general del agente que la lleva a cabo.
La naturaleza de la virtud consiste en un término medio entre dos ex La virtud es un hábito selectivo que consiste en un término me-
tremes, un exceso y un defecto, en ambos se encuentra el vicio; así, la v:i dio relativo a nosotros, determinado por la recta razón y por
lentía es el punto medio entre la osadía y la cobardía, la generosidad, en aquella por la cual decidiría el hombre prudente. 18
tre la tacañería y la prodigalidad, la continencia, entre el desenfreno y l.,
insensibilidad: l .a introducción de la prudencia nos conduce directamente a las virtudes
dianoéticas.
[... ] llamo término medio de la cosa al que dista lo mismo de
ambos extremos, y éste es uno y el mismo para todos; y relativa-
mente a nosotros, al que ni es demasiado ni demasiado poco, y Las virtudes dianoéticas. La prudencia
éste no es ni uno ni el mismo para todos [... ] si para uno es mu-
cho comer diez libras y poco comer dos, el entrenador no pres- Las virtudes dianoéticas -tratadas en el Libro VI- constituyen aquellos há-
cribirá seis libras, porque probablemente esa cantidad será tam- bitos intelectuales gracias a los cuales la razón procura alcanzar la verdad

l bién mucho para el que ha de tomarla, o poco: para Milón,


poco; para el gimnasta principiante, mucho [... ] Así pues todo
conocedor rehúye el exceso y el defecto, y busca el término me-
dio y lo prefiere; pero el término medio no de la cosa, sino rela-
mediante la aplicación de las "reglas rectas" (orthós lógos); ahora bien, no
es el mismo tipo de verdad el que se alcanza cuando está en juego el cono-
cimiento de entidades necesarias y eternas que cuando el objeto es contin-
gente; en uno y otro caso los procedimientos y reglas difieren, unos corres-
tivo a nosotros. 17 ponden a la razón teórica y otros a la práctica; ambos tipos de razón se
perfeccionan con diferentes tipos de virtudes. Propias de la razón teórica
La teoría del término medio ganó tanta fama como críticas; se la ha acu- son la ciencia, que es la disposición que nos hace capaces de demostrar, cu-
sado de propiciar la mediocridad y de consagrar los convencionalismos y ya regla es el silogismo teórico, y la razó n intuitiva, gracias a la cual capta-
también de imprecisión; en efecto, como el mismo Aristóteles admite, mos los primeros principios de la ciencia; la unión de ambas da lugar a una
muchas acciones no aceptan término medio, ¿cuál podría ser el término tercera virtud, la sabiduría teórica (sophía). El ámbito de la razón práctica
medio del robo, del homicidio, el adulterio? Sin embargo, no hay que es, en cambio, lo contingente, y su regla, el silogismo práctico; en este
perder de vista el sentido general de la teoría. Aristóteles no ha querido campo, tal como ya habíamos señalado, podemos producir, para lo cual ne-
dar una regla mecánica del buen vivir: así como ocurre con la comida, la cesitaremos poseer arte o técnica "la disposición productiva acompañada
medida exacta de la acción virtuosa habrá de encontrarla cada uno, cono- de razón verdadera, relativa a lo que puede ser de otra manera 19 " -el tér-
ciendo su propio carácter y evaluando las circunstancias; no se trata de ser mino griego es "techné" y denota tanto las bellas artes como los productos
abstemio ni de privarse de la vida sexual, sino de no convertirse en un al- de la técnica- o actuar, en cuyo caso la virtud requerida para hacerlo co-
176 - - - - - - - - - - - - - - - - - - BREVIi\lUü Dl'. É'l'lt ' A OWAll>tll,11 1\11111 l ,ll/\1 111 /\ Vtt 11111 A - - - - - - - - - - 177

rrectamente es la prudencia (phónésis) que permite al que la posee alcanz:11 hábil1.:~, di- fll11d,, qt1t' su c.ldibcración habrá sido recta en ese sen-
sabiduría práctica. tido, pero lo que han logrado con ella, un gran mal; se considera
que es un bien el haber deliberado bien, puesto que es a esta cla-
Lo que en el pensamiento son la afirmación y la negación son en se de rectitud en la deliberación a la que se da el nombre de bue-
el deseo la persecución y la huída, de modo que, puesto que la na deliberación, la que alcanza o logra un bien. Pero también es
virtud moral es una disposición relativa a la elección y la elección posible alcanzarlo mediante un razonamiento falso, y alcanzar lo
es un deseo deliberado, el razonamiento tiene que ser verdadero que se debe hacer pero no por los medios debidos, sino por un
y el deseo recto para que la elección sea buena, y tiene que ser lo término medio falso, de modo que no será buena deliberación és-
mismo lo que la razón diga y lo que el deseo persiga. 20 ta en virtud de la cual se alcanza ciertamente lo que se debe, pe-
ro no por el camino debido. Es posible, además, que uno lo al-
Ahora estamos en condiciones de comprender mejor la naturaleza interme- cance deliberando durante mucho tiempo y otro rápidamente;
dia entre lo irracional y lo racional que posee la función apetitiva: la razón por consig1.Jiente, tampoco la primera será una buena delibera-
práctica, la phronesis, es la facultad que provee la regla correcta para realizar ción, sino que la rectitud consiste en una conformidad con lo
en cada caso buenas elecciones, elecciones virtuosas, hecho que ocurrirá conveniente, tanto por lo que se refiere al objeto de la delibera-
cuando el deseo se ajuste a sus dictados. Dado que la regla correcta en el ción, como al modo y al tiempo. También se puede hablar de
ámbito de las acciones tiene la forma del silogismo práctico, la prudencia buena deliberación en el sentido absoluto y respecto de un fin de-
es una facultad deliberativa que -tal como habíamos estudiado en la terminado; buena deliberación absolutamente hablando es la que
Lección 5-, realiza las inferencias correctas para elegir los medios más ade- se endereza al fin, sin más; y una buena deliberación determina-
cuados en vistas al fin deseado: da es la que se endereza a un fin determinado. Por tanto, si el de-
liberar bien es propio de los prudentes, la buena deliberación
La prudencia, en cambio, tiene por objeto lo humano y aquello consistirá en una rectitud conforme a lo conveniente cuya apre-
sobre lo cual se puede deliberar, en efecto, afirmamos que la ope- hensión verdadera es la prudencia. 22
ración del prudente consiste sobre todo en deliberar bien. 21
En el capítulo 5 habíamos explicado que el objeto de la deliberación
Existen varios factores a tener en cuenta para determinar qué requisitos de- consiste en la evaluación de las circunstancias y de los medios en pos del
be cumplir una deliberación para ser considerada buena: fin que nos proponemos lograr; en el texto que estamos comentando
ahora Aristóteles establece dos criterios para diferenciar la buena de la
[... ] la buena deliberación consiste en una especie de rectitud que mala deliberación: el primero se refiere al fin de la acción y el segundo,
no es propia ni de la ciencia ni de la opinión [... ] Por otra parte, al camino que conduce a él (correspondientes a la premisa mayor y a la
tampoco es posible la buena deliberación sin razonamiento [... ] premisa menor del silogismo práctico respectivamente). Para que exista
el que delibera, tanto si delibera bien como si lo hace mal, inda- buena deliberación el fin debe ser bueno, y esto en dos sentidos, de mo-
ga y calcula. do absoluto, es decir, en referencia a los fines generales que podemos te-
Pero la buena deliberación es una especie de rectitud de la ner en la vida, tales como desarrollarnos en derminada profesión, culti-
deliberación [... ] Dado que la rectitud tiene muchos sentidos, es var la amistad, perseguir el placer, etc. y respecto a los fines específicos
claro que no se trata de cualquiera, porque el incontinente y el que nos vamos proponiendo (deseo ser amigo de Fulano o Mengano). Si
malo alcanzarán con el razonamiento lo que se proponen, si son el fin es malo, la deliberación será mala, aunque el agente consiga su ob-
178 - - - - - - - - - - - - -- - - - - l3RhVlARIO DE 1"11< ,\ ( )',\'-\1 111 1 ( " '"' 11 11 tllAl 11 1 A V 11111 1 IJ\ =~-------- 179
jet~vo con los medios más eficaces, como puede ocurrir, ejemplifit 11 ci. b facu llad que tiene un rol activo en la
1111onc:cs, p1rg11111.111111~: ¿t 11,\I
Anstóteles, con las acciones de un incontinente o de un malvado -en n·,t , lección <le lm l,11~·11os fines, ¿la razón o la facultad desiderativa, modela-
lidad, en casos como éste, es más apropiado emplear el término destrt•:u, da por las buenas costumbres, por las virtudes éticas? Según la respuesta
en lugar de deliberación-. Ahora bien, es posible proponerse y aún ni que se de a esta cuestión tan debatida se tendrá una interpretación más o
canzar un fin bueno pero empleando medios ineficaces o inadecuado~, menos inteleccualista de la ética aristotélica.
o, aunque sean adecuados, tardar demasiado en decidirse a emplearlos ,1 Inmediatamente a continuación de la referencia a Pericles dice
causa, por ejemplo, de una incorrecta evaluación de las circunstancias; Aristóteles:
en. ambos casos la deliberación tampoco es buena. En resumen, para que
exista una buena deliberación tanto el fin como los pasos que nos llevan [... ] de ahí también que demos a la continencia el nombre de
a él deben ser buenos. sophrosyne porque salvaguarda la prudencia. Y lo que salvaguarda
es la clase de juicio a que nos hemos referido; porque el placer y
[... ] parece propio del hombre prudente el poder discurrir bien el dolor no destruyen ni perturban toda clase de juicios, por
sobre lo que es bueno y conveniente para él mismo, no en un ejemplo, el de si los ángulos del triángulo valen o no dos rectos,
sentido parcial, por ejemplo, para la salud, para la fuerza, sino sino los prácticos, que se refieren a la actuación. En efecto, los
para vivir bien en general [... ] Por eso pensamos que Pericles y principios de la acción son los fines por los cuales se obra; pero el
los que son como él son prudentes porque pueden ver lo que es hombre corrompido por el placer o el dolor pierde la percepción
bueno para ellos y para los hombres, y pensamos que ésta es una clara del principio, y ya no ve la necesidad de elegirlo todo y ha-
cualidad propia de los administradores y de los políticos [... ] De cerlo todo con vistas a tal fin o por tal causa: el vicio destruye el
modo que la prudencia tiene que ser una disposición racional principio. 24
verdadera y práctica respecto de lo que es bueno y malo para el [ ... ] La virtud hace recta la elección, pero el hacer todo lo que
hombre [...]. 23 hay que hacer para llevarla a cabo, ya no es propio de la virtud [... ]
[... ] y este fin no aparece claro sino al bueno, porque la mal-
El estudio sobre las virtudes éticas había dejado pendiente la cuestión so- dad nos pervierte y hace que nos engañemos en cuanto a los prin-
bre el criterio objetivo que provee Aristóteles: el hombre prudente; ahora cipios de la acción. D e modo que evidentemente es imposible ser
estamos en condiciones de completarlo: el hombre prudente es aquél que prudente no siendo bueno. 25
se propone buenos fines - tanto generales como particulares- y que delibe-
ra correctamente sobre los medios para lograrlos; es decir, es capaz de so- Para comprender los alcances de los desacuerdos m antenidos por los espe-
pesar los bienes parciales y armonizarlos en vistas a una buena vida; el cialistas respecto de la naturaleza de la phronesis y su relación con las vir-
hombre prudente es aquél que, como Pericles, no sólo sabe juzgar lo que tudes éticas es preciso recordar que el deseo o apetito, sobre la que éstas
es bueno para él sino para todos, es decir, es quien sabe distinguir el bien dominan, es una facultad irracional aunque permeable a la razón; esto sig-
aparente del bien verdadero porque "su deseo es recto". nifica que la acción virtuosa se origina en el deseo, de otro modo no esta-
Mas, ¿cómo se articula la prudencia con las virtudes éticas? Ha que- ríamos motivados a obrar, pero en un deseo racional. También hay que te-
dado claro su papel como razón calculadora en relación con la evaluación ner en cuenta el contexto en el que el filósofo teoriza sobre ética: ya
y elección de los m edios para lograr el fin, pero ¿cuál es el nexo entre la habíamos indicado las razones de su desacuerdo con la concepción socrá-
prudencia y el fin? Ya nos ha dicho Aristóteles que el incontinente o el tico-platónica, puramente intelectualista, sin embargo, como intentamos
malvado no pueden deliberar bien porque sus fines no son buenos. Cabe, poner de manifiesto, su propuesta no puede considerarse no-cognitivista;
180 - - - - - - - - - -- - - -- - - BREVIARIO DE ÉTICA ! l W/\11 lú t,\ IA\111 ,11/\ Y l ,IlACIEI.A V l D lt.::LLA - - - -- - - -- - 181

la explícita referencia a Sócrates hacia el final del Libro VI permite evaluar l... ] es evidente que la sabiduría es el más perfecto de los modos
la con bastante certitud poniéndola en relación con los problemas que pre de conocimiento. El sabio, por consiguiente, no sólo debe cono-
tende solucionar: cer lo que se deriva de los principios, sino poseer además la ver-
dad sobre los principios. De suerte que la sabiduría será intelecto
[... ] afirman algunos que todas las virtudes son especies de la pru- y ciencia, por así decirlo, la ciencia capital de los objetos más es-
dencia, y Sócrates, en parte, discurría bien y en parte se equivo- timados. Sería absurdo consider:..r la política, o la prudencia, co-
27
caba: al pensar que todas las virtudes son formas de la prudencia mo la más excelente si el hombre no es lo mejor del mundo .
se equivocaba, pero tenía razón al decir que no se dan sin la pru-
dencia. [... ] Sócrates pensaba, efectivamente, que las virtudes Aristóteles desarrolla su argumentación tendiente a probar que la vida ceo-
eran razones (pues todas consistían para él en conocimiento); rética es la que ofrece el grado más excelso de felicidad cotejando ambos
nosotros pensamos que van acompañadas de razón. 26 tipos de vida con los dos requisitos que quedaron establecidos en el Libro
l: la autarquía y la perfección. Ambos son mejor cumplidos por la vida
Para Sócrates, conocimiento moral y virtud eran lo mismo: creía que el contemplativa; en efecto, en relación con la autarquía, el sabio tendrá una
que obraba mal, lo hacía por ignorancia, de modo que conocer la natura- vida más autónoma que el hombre prudente porque, si bien ambos preci-
leza de las virtudes y el concepto de cada una de ellas era suficiente para san de las cosas ineludibles para una vida plena (bienes materiales, afectos)
obrar bien; existía para él una relación directa entre conocimiento y moti- el prudente necesita en mayor medida de las otras personas para practicar
vación moral. La psicología moral aristotélica es más compleja y matizada. acciones virtuosas. La perfección también resulta mejor cumplida por la
Para que la razón conozca y persiga buenos fines se requiere estar en pose- vida contemplativa porque desarrolla "lo más divino que hay en nosotros",
sión de la virtud moral, de otro modo, la captación del bien se distorsio- nuestra capacidad de contemplar los primeros principios.
na; pero para ser virtuoso es necesario ser prudente: prudencia y virtud se De lo expuesto no se sigue que la felicidad pueda encontrarse sólo
requieren mutuamente. El círculo vicioso que parece encerrar esca afirma- en la vida contemplativa; Aristóteles admite que es una vida más propia
ción se disipa si tenemos en cuenta la distinción entre virtud natural y vir- de los dioses que de los hombres; para nosotros, seres terrenos, nos que-
tud propiamente dicha. Las primeras son aquellas disposiciones de las que da el consuelo de encontrarla en el seno de la polis, ejerciendo la sabidu-
estamos dotados y sin las cuales no podríamos formarnos un buen carác- ría práctica. Pero no hay que creer que esta clase de felicidad está al alcan-
ter, pero la virtud propiamente dicha, al ser una actividad deliberada y ele- ce de todos:
gida, supone la prudencia.
Ciertamente, si los razonamientos bastaran para hacer buenos a
los hombres, reportarían justamente muchas grandes remunera-
Sabiduría teórica, sabiduría práctica y felicidad ciones [... ] pero de hecho, si bien parece que tienen fuerza sufi-
ciente para exhortar y estimular a los jóvenes generosos y para
Nos queda volver sobre la cuestión de la eudemonía con la que Aristóteles infundir el entusiasmo por la virtud en un carácter noble y ver-
abre la obra. Recordemos que dos son los modos de vida compatibles con daderamente amante de la bondad, resultan incapaces de excitar
el bien supremo, el político y el teorético. Recordemos también que la eu- a la bondad y a la nobleza al vulgo, que de un modo natural no
demonía se caracteriza por ser una actividad del alma conforme a la virtud obedece por pudor, sino por miedo, ni se aparta de lo que es vil-
más perfecta. Ahora sabemos que hay virtudes morales e intelectuales; por vergüenza, sino por temor al castigo. Como la mayor parte
dentro de estas últimas, la sabiduría teórica es la superior: de los hombres viven merced a sus pasiones, persiguen los place-
182 - - - - - - - - - - - - -- - -- 13REV!AlUü D E t.TI< /1. ( h VAt.no ( :u1\IU1, 1 11\ \· CltACJL\L/\ V l DIELL A - - -- -- - - - - 183

res que les son propios y los medios que a ellos conducen y hu- h) Asesinar es malo porque implica acabar con la vida de un inocente. Un
yen de los dolores contrarios; y de lo que es hermoso y verdade- embrión es un ser humano individual identificable. Si el infanticidio
ramente agradable, ni siquiera tienen noción. 28 es un asesinato, y lo es, entonces también lo es el aborto. Por canco, el
aborto es moralmente malo y debe ser legalmente prohibido. 30
No son estas ideas, inseparables de la época, contaminadas de prejuicios de'
clase y de género, las que han inspirado a los filósofos contemporáneos la l ,os filósofos que intervienen en las discusiones sobre el tema apelan a prin-
revisión de la ética aristotélica sino su teoría de la virtud y de la acción in cipios kantianos -por ejemplo, el de autonomía- o utilitaristas, o al metafí-
tencional; allí se encuentran hallazgos conceptuales verdaderamente nota sico concepto de "persona humana" para intentar zanjar la cuestión, pero los
bles que, convenientemente recreados, han contribuido considerablemen desacuerdos persisten; a veces se observa, incluso, que invocando los mismos
te a enriquecer el debate ético actual. Uno de estos intentos es el realizado principios se llega a conclusiones opuestas. La necesidad de recurrir a prin-
por Madntyre. cipios abstractos es índice del vaciamiento de la moral y del subjetivismo va-
lorativo que éste trae aparejado. Para comprender las causas de este estado
de cosas hay que remontarse a su génesis histórica, al proyecto de la Ilustra-
11. La tradición de la virtud en la teoría de Alasdair Madntyre ción que, según Madncyre, nació condenado al fracaso. Pensadores con te-
orías tan disímiles como Hume, Kant, Kierkegaard o Adam Smith:
La crítica a las éticas herederas de la Ilustración
[... ] h eredaron fragmentos incoherentes de lo que una vez fue un
En su influyente obra Tras la virtud 29 , Madncyre pinta con colores som- esquema coherente de pensamiento y acción y, como no se daban
bríos el estado de la filosofía moral contemporánea, plasmada, a su crite- cuenta de su peculiar situación histórica y cultural, no pudieron
rio, en un discurso vaciado de todo contenido sustantivo y, por lo mismo, reconocer el carácter imposible y quijotesco de la tarea a la que se
imposibilitada de evadir el "codo vale" del subjetivismo, postura que en- obligaban. 31
contró su expresión filosófica en el emotivismo; esta posición, piensa
Madntyre, ha triunfado en el debate actual, pese a los esfuerzos encami- Ese "esquema coherente" que comenzó a ser rechazado en el Renacimien-
nados a refutarla provenientes de puntos de visea defensores de alguna for- to, a parcir del desarrollo de las ciencias de la naturaleza, hace foco en la
ma de objetivismo ético. A su entender, gran parce de los debates actuales cuestión que verdaderamente importa y que puede responder a la pregun-
son empleados para expresar desacuerdos que, pese a ampararse en un pre- ta por el sentido de la vida humana: el concepto de bien en el sentido clá-
tendido criterio imparcial de racionalidad, no pueden dirimirse. El deba- sico de té/os, tal como fue moldeado por la ética aristotélica.
te sobre el aborto ilustra elocuentemente este estado de cosas. Considere-
mos los siguientes dos argumentos: Mi bien como hombre es el mismo que el bien de aquellos otros
que constituyen conmigo la comunidad humana. No puedo per-
a) Cada uno tiene derechos sobre su propia persona, derechos que in- seguir mi bien de ninguna manera que necesariamente sea anta-
cluyen al propio cuerpo. De esto se sigue que, en el estadio en el que gónica del tuyo, porque el bien no es ni peculiarmente mío ni cu-
el embrión es parce esencial del cuerpo de la madre, ésta tiene dere- yo, ni lo bueno es propiedad privada. 32
cho a tomar su propia decisión respecto a realizarse un aborto. Por
canco, el aborto es moralmente permisible y debe ser legalmente per- Las éticas antiguas y medievales se estructuraban fuertemente en la idea de
mitido. que la vida humana tiene una finalidad que le es propia y por la cual vale
184 - - - - - - - - - - - - -- - - - .131U,VIAIUO DE 1, 111 ,\ 1_. lWl\l l lt I l ,tl\llll 11ti\' l 111\1 11 l l\ V1 1,1111 A - - - - - - - - - - 185
la pena vivir -tal como quedó reflejado en nuestro estudio sobre Ari~tc', ccnt1 al csl,1 e11 1q1.11111 poi l.,s virtudes; <le ahí que el agudo recha-
teles-; a partir del Renacimiento los científicos rechazaron la física aristo zo y rcfutauc>tl 11ictL.Scheanos de las modernas morales de nor-
télica y con ella su principio teleológico; este rechazo se trasladó al campo mas, sean utilitaristas o kantianas, no se extiendan necesariamen-
de la ética, pero, según Maclntyre, la ética sin teleología es como un cucr te a la tradición aristotélica anterior. 34
po al que se le ha extraído el corazón: al eliminarse el té/os, los mandato~
morales permanecen sin justificación y así queda abonado el campo pa1.1 l 'l'St: a esta especificidad planteada en la tarea reconstructiva es necesario
la victoria del emotivismo y su negativa a reconocer otra forma de racio 1rner en cuenta que Maclntyre encuentra elementos comunes a lo largo
nalidad que no sea la teórica. ,k roda la tradición de la virtud aunque las apariencias podrían llevar a
pensar lo contrario; en efecto, en los poemas homéricos la virtud es una
t ualidad que faculta a un individuo a desempeñar su papel social, desea-
A la búsqueda de la virtud perdida , fodose las relacionadas con las que permitían al guerrero triunfar en los
combates y en los juegos, algunas de las cuales hoy no valoramos como
Pese a estos tonos pesimistas y un tanto apocalípticos, Maclntyre conside- virtudes; ¿podríamos, acaso, llamar virtuoso a Aquiles, quien, blandiendo
ra posible enfrentar al emotivismo con aceptables perspectivas de ganar la la lanza frente a Héctor rechaza con estas palabras los ruegos del héroe
batalla reconstruyendo la ética de la virtud, tradición venerable que se re- troyano?:
monta a Homero y que culmina en la escritora inglesa Jane Austin. Podría
objetarse el sentido de semejante tarea, comparable a pretender revivir una No me supliques, ¡perro!,
lengua muerta; sin embargo, el autor considera que aún perviven retazos Ni por mis padres ni por mis rodillas;
de esta tradición, por ello merece la pena hacer el esfuerzo de reconstruir- ¡Ojalá de algún modo a mí mismo
la, fundamentalmente porque en ella se encuentra la única alternativa via- corazón y coraje me indujeran
ble a Nietzsche y a su tesis radical según la cual los principios de la moral a cortarte en pedazos y tus carnes
no son más que racionalizaciones de una voluntad de poder.33 Si bien la comérmelas yo crudas! 35
tradición de la virtud se inicia en la sociedad heroica pintada por Homero,
la concepción que merece la pena ser recreada es la aristotélica, y esto por Tampoco lo haría Aristóteles, ni mucho menos el aristotélico Tomás de
dos razones: Aquino; por otra parte ambos coinciden en que la virtud es una cualidad
que permite al individuo progresar hacia el logro de su té/os, sin embargo,
[... ] gran parte de la moralidad moderna sólo se entiende como Aristóteles jamás consideraría virtud a la cristiana humildad; del mismo mo-
conjunto de fragmentos sobrevivientes de esta tradición, y en rea- do, Benjamin Franklin concuerda con ambos en el carácter teleológico de la
lidad la capacidad de los filósofos morales modernos para llevar a vida humana y el sentido que éste da al cultivo de las virtudes, pero como es
cabo sus proyectos de análisis y justificación está muy relaciona- un utilitarista tiene de la felicidad una idea completamente distinta y pien-
da con el hecho de que los conceptos con los que trabajan son sa que la virtud es una cualidad útil para conseguir el éxito.
combinaciones de fragmentos supervivientes e invenciones mo- Pese a estas innegables diferencias, Maclntyre cree que es posible re-
dernas implausibles; pero además el rechazo de la tradición aris- construir un concepto unitario de virtud aplicable a contextos tan disími-
totélica fue el rechazo de un tipo concreto de moralidad en don- les como los aludidos. Ofrece tal reconstrucción presentando tres fases
de las normas, tan predominantes en las concepciones modernas conceptuales: i) la idea de práctica, ii) la unidad de la vida humana (con-
de la moral, se inscriben en un esquema más amplio cuyo lugar cepción narrativa del yo) y iii) la tradición.
186 - - - -- - -- - - - - - --
BtU·.V IAIU O LJF I• 111
, l WAll >U ( : 11/\ tll l ,t 1/\ Y Ctt/\Clfil A V tD lliLLA 187
El concepto de práctica
,1 !nscco a cierta clase de vida: vivir como un pintor, como un ajedrecista,
Supongamos, nos dice Maclncyre, que quiero enseñar el juego de ajedn: , , 1111 0un jugador de fútbol, son aprendizajes. . .
a un niño de siete años muy despierto, pero sin motivación para aprender Esta idea de práctica conduce al autor a delmear un concepto prel1-
11 ii nar de virtud.
el juego; para incentivarlo, le ofrezco a cambio de su atención una bols11
de sus caramelos preferidos y le prometo una bolsa adicional cada vez qu
consiga ganar. El chico acepta y empezamos las lecciones; en tanto los ca Una virtud es una cualidad humana adquirida, cuya posesión Y
ramelos sean su único incentivo es de suponer que el juego será sólo un ejercicio tiende a hacernos capaces de log:ar aqu_ello~ bienes ~ue
medio para obtenerlos, incluso, quizá llegue a hacer trampas. Ahora bien, son· internos a las prácticas y cuya carencia nos 1mp1de efectiva-
puedo esperar que en el transcurso de jugar partidas de ajedrez empiece a mente el lograr cualquiera de tales bienes. 37
valorar los bienes intrínsecos al juego: agudeza analítica, desarrollo estra-
tégico y demás; si esto ocurre, habrá encontrado nuevos motivos no sólo Participar de una práctica significa aceptar el ejercicio de, al. me_n?s, tres
para tratar de ganarme sino para destacarse en el ajedrez; en este caso, si · e des sin las cuales no pueden subsistir las prácticas:dºvalor, Justicia
v1r u , · l y ve-
hiciera trampas se estaría engañando a sí mismo. racidad. Cierto es que pueden existir practicantes muy iestros, me ~so ex-
traordinarios, que no las posean; pero seguramente ~onfían en l~s vutudes
Una práctica es una forma coherente y compleja de actividad co- de los otros practicantes; él mismo, con su falta de vmudes, se mega la po-
operativa, establecida socialmente, mediante la cual se realizan los sesión de los bienes internos. . .
bienes internos a la misma mientras se intenta lograr modelos de Sin embargo, esca primera caracterización de la virtud es parcial; existen
excelencia que le son apropiados a esa forma de actividad [... ]36 muchas prácticas, cada una con sus propios bien~, y éstos pu~den plante~
tensiones a veces muy difíciles de disolver en la vida de la misma perso~a.
A diferencia de los bienes externos, tales como dinero, poder, jerarquías -los las exigencias de la vida familiar y las del arte, o la~ del arte y la~ de la vida
c~r~melos en el caso del niño del ejemplo- que siempre son poseídos in- política, pueden resultar incompatibles, com? lo ilustran los eJemplos de
d1v1dualmente por quienes los alcanzan, los bienes internos son el resulta- Gauguin y Lenin; ambos resolvieron los conflict_os abandon~?do una de l~s
do de competir por la excelencia, por ello su logro es un bien para toda la prácticas, Gauguin la vida familiar, Lenin la música. La eleccio~ de Gau~m
comunidad que participa de esa práctica y en ellos reside la posibilidad de significó un bien no sólo para él como ~i~tor ~i~o. para la p ráctica ~e la pm-
pervivencia de la misma. tura, y seguramente un mal para su fam ilia; el Juicio que pue~a realizarse so-
Iniciarse en una práctica implica aceptar sus modelos de excelencia y bre la decisión de Lenin resultará, sin dudas, más contro~ert1do. Pero lo q,ue
obedecer sus reglas; si quiero aprender a jugar básquet, no pondré en du- estos ejemplos ilustran es que a la definición dada de vir~ud le fal~a el tilos
da la técnica que se me enseñe para volear; si quiero llegar a apreciar los que trascienda los bienes limitados a las prácticas y consmuya el bien de la
~!timos cuartetos de Bartok necesito admitir mi inicial incapacidad para ·d humana tal corno ocurre en la concepción aristotélica. La pregunta que
vi a , f. b ·º

Juzgar su música. Esto no significa que en el futuro no pueda cuestionar queda abierta y que Macincyre intentará responder en las ases su siguien-
los modelos imperantes, pero anees de hacerlo debo aceptarlos; es el úni- tes es si result~ posible hoy, como sí lo era en la época de Aristóteles y en el
co modo de involucrarme en la práctica. La pintura, la arquitectura, el fút- medioevo, concebir cada vida humana como una unidad conforma~a por
bol, la política (en un sentido aristotélico) son prácticas, no así la albañi- su tendencia a su propio bien, de modo que podamos entender !as virtud:5
~ería o plantar nabos, porque ninguna de las dos actividades poseen bienes corno aquéllo que permite a la persona realizarse a tr~v~ de un np~ ~e. un~-
mternos; éste conlleva la excelencia como resultado y también el bien in- dad con preferencia a otro; un bien de estas caractenst1cas nos posibilitana
jerarquizar los bienes relativos a las distintas prácticas.
189
188 - - - - - - - - - - - - - - - - - - i3RL\V IAIUO DE I• l lt 1 l W Al l>O l ,ll/\t'I1,l li\ \ l,H/\U l•.1./\ YlDIHLL.A

El "télos" de la vida humana 1111


ejemplo elocuente: se encuentra esperando el autobú~ Y un toven q~e
, IÚ a su lado dice de pronto: "El nombre del pato salva¡e comun es His-

Madntyre admite que cualquier intento actual de encarar la vida hum, 111 trionicus histrionicus histrionicus". ¿Por qué ha proferido esa frase? Quizá se
l i .1la de un loco que emite ese tipo de frases al azar; sin embargo, la acción
como una unidad cuyo carácter otorga a las virtudes un télos adecuado ti 0
pieza con dos dificultades que no existían en el ethos de la polis ni en el d, 1 e volvería inteligible si alguna de estas opciones fuera cierta: o se. trata de
ttll espía que espera una cita y ha usado el santo y seña convem~o para
medioevo; el primero es de carácter social y el segundo, filosófico. La mo
[cntificarse con su contacto desconocido; o el joven lo ha confundido con
de:nidad. ha fr~gmentado la vida humana; el trabajo está separado d1 1 11
, 1guien que esa mañana se le acercó en la bibliote~a. ~ le preg~nt~ si cono-
oc10, la vida pnvada, de la pública, lo social de lo personal. Las dificult. 1 1
t (a el nombre del pato común, o alguna otra pos1b1lidad de s1m1lar tenor.
des filosóficas se plasman de manera ejemplar en la teoría de la acción ofn·
En estos casos la acción del joven se torna inteligible porque encuentra su
cicla por la filosofía analítica y en la concepción del sujeto defendida por
el existencialista Jean-Paul Sartre. lugar en una narración. .
Sólo podemos caracterizar correctamente una conducta si conocemos
La filosofía analítica ha pensado la acción humana de modo atomís
~u intención a corto y largo plazo y la situación en la que está involucrada
t'.co, desco~poniendo acciones y transacciones complejas en elementos
simples; de¡~ndo así ~n la oscuridad que una vida puede ser algo más qut' y esto ocurre cuando narramos, es decir, .cuan?º o~denamos c~usal Y tem-
una secuencia de acc10nes y episodios individuales. Por su parte, Sartre poralmente las intenciones con referencia a s1tuac1ones. La vida hu~ana
sepa~a de mod? tajante al yo de los roles que un individuo representa: si tiene, según Madntyre, una estructura narrativa. Igual que las ~arrac10nes
uno mtentara identificarse con sus roles viviría una existencia inauténti es impredecible y tiene cierto carácter teleológico: vivimos la vida en fun-
ción de alguna imagen de futuro que se presenta en forma de télos o d_e una
ca, porque el ego ~s libertad.' perpetua negación de toda fijeza. Ninguna
multiplicidad de metas que queremos conquistar. La estructura narrativa de
de las d~s alte~nativas permite concebir un yo que sea soporte de las vir-
la vida humana implica que sólo puedo contestar a la pregunta ¿qué haré?
t~des anst?télicas. En el caso de Sartre porque la aceptación de las rela-
c10nes sociales convencionales serían conductas de mala fe en tanto ne- si previamente puedo contestar a la pregunta: ¿de qué historia formo par-
te? Comenzamos a entender lo que sucede, el lugar que ocupamos en nues-
garían la trascendencia del ego. En el caso de la filosofía analítica
tra sociedad, a partir de codas las narraciones que vamos escuchando desde
porque impide pensar al yo como una unidad. En relación con esto, y~
que somos niños; éstas nos permiten comprender los papeles que tene~os
ha quedado ~laro que una virtud no es algo que se ponga en práctica
asignados. A partir de allí iremos construyendo el relato de nuestra vida,
para tener éxito en una situación particular. Alguien que posee una vir-
dándole unidad en función de una búsqueda. ¿Búsqueda de qué? De una
tud la manifestará en situaciones muy diversas. Héctor exhibe el mismo
valor cuando se despide de Andrómaca que cuando combate con vida buena.
La unidad de una vida es la unidad de una narración encarnada en
Aquiles. La unidad de la virtud es sólo inteligible en una vida entera, no
en fragmentos. una vida única. La búsqueda a veces fracasa, pero siempre existe. Y para
que haya búsqueda debe haber algún concepto de telas entendido como lo
Frente a ambas modalidades de pensar la identidad, Madntyre de-
bueno, para que nos sea posible ordenar teleológicamente ,n~es~ras bús-
fi~nde una c.onc~p~ión del yo basada en una identidad narrativa que per-
quedas y los bienes parciales. Preguntar qué es bueno para m1 s1gmfica pre-
mite volver 1.ntehg1ble el conjunto de una vida. Su tesis es que 110 pode-
guntar ·cómo podría yo vivir mejor esta unidad? Y aquí está presente una
mos caractenzar las conductas con independencia de las intenciones ni a
idea de'rélos necesaria para ordenar el resto de los bienes. Y así llegamos a
é~tas i~dep_endient~mente de las situaciones que las tornan inteligibl;s. La
s1t~ac1ón siempre ue~e una historia y las intenciones a corto plaw sólo se un segundo concepto más elaborado de virtud:
entienden en referencia a las de largo plazo. El autor ilustra estas ideas con
t hYAl.!)O lt1 J-\ll11,l!A \ ~ tltAU I\Li\ V!DIELLA---- - - -- - -
191
190 - - - - - - - - - - - - - - - - - - B!UiY !AIUO DF. 1 '! lt !\

S~n disposiciones que no sólo mantienen las prácticas y nos per- ll' modo auténticos. En realidad, la elección entre ellos es trágica, pero la
1

miten alcanzar los bienes internos sino que nos ayudarán a bus- vutud puede ayudarnos a transitarla mejor.
car y alcanzar lo bueno, templando el ánimo y dándonos autoco-
nocimiento. 38
1~nfoques alternativos
¿?-ué es la vida _buena? La búsqueda de la vida buena acompañada de laN
virtudes necesanas para entender qué es y cómo alcanzarla. Pero yo no soy En el momento de su publicación Tras la virtud recibió una muy buena
capaz de hacer esta búsqueda ni practicar las virtudes como individuo, si acogida por parte de quienes, sobre codo en el ámbito anglosajón, adscri-
no me reconozco como parte de una tradición. La historia de mi vida bían a la corriente conocida como comunitarismo, crítica de los modelos
siempre está embebida en la de la comunidad a la que pertenezco. Esto no universalistas tanto utilitaristas como filo-kantianos. Si bien esta corriente
me obliga a admitir las limitaciones morales particulares de mi comuni- no fue homogénea -suscribieron a ella tanto filósofos identificados con el
dad, pero sí reconocerla como punto de partida. liberalismo como otros antiliberales y antiilustrados-, un punto en común
consistió en rechazar la noción de un sujeto moral abstracto y reemplazar-
la por otra que reflejara de modo sustantivo el arraigo comunitario. A más
La tradición de veinte afios de su aparición, la obra se ha transformado en un clásico de
la filosofía moral contemporánea, no ya, probablemente, debido a que fue
~legamos así a la última fase que permite completar el concepto de virtud pionera en la polémica liberales versus comunitaristas -o universalistas
mcorporando la idea de tradición. versus relativistas, para sustraerla del ámbito estadounidense- sino por su
Sólo puedo entender cabalmente lo que es bueno para mí desde el in- contribución a la recuperación del estudio de las virtudes y, junco con ello,
terio~ de _mi tradición. Heredo mi pasado, mi familia, heredo expectativas por sus aportes encaminados a elaborar un concepto de agente moral con
! ob!tgac10nes. Este es el punto de partida de mi particularidad moral. Mi más carnadura. Sin embargo, es más que dudoso su éxito como teoría al-
identidad es comunitaria y esto significa, entre otras cosas, que soy uno de ternativa a las éticas herederas de la Ilustración -como vimos, el objetivo
los soportes de esta tradición. La búsqueda individual del bien se lleva a primordial del autor- y, en consecuencia, la eficacia de su crítica a las ins-
cabo en ese contexto. Así completa Mclntyre la definición de virtud: tituciones políticas que éstas se proponen legitimar. Respecto de este últi-
mo punto resultan elocuentes los párrafos finales del libro:
[._..] ~antiene las prácticas, orienta al individuo a buscar su pro-
p10 bren y mantiene la tradición. 39 En cualquier sociedad en que el gobierno no expresa o represen-
ta a la comunidad moral de los ciudadanos, sino un conjunto de
Es la tradición la que nos proporciona el punto de partida para iniciar la bús- convenios institucionales para imponer la unidad burocrática a
qu;da haci~ el bien, por e~lo ésta no es una búsqueda meramente personal. una sociedad que carece de consenso moral auténtico, la natura-
Asr descubnmos otra finalidad que tienen las virtudes: sostener las tradicio- leza de la obligación política deviene sistemáticamente confusa.
nes q_ue co~tie~en ~l ej;rcicio de las prácticas y dar sentido a la búsqueda [... ] La política moderna, sea liberal, conservadora, radical o
del bien. Solo 1dent1ficandome con la tradición puedo ir descubriendo los socialista, ha de ser simplemente rechazada desde el punto de vis-
bienes que tienen valor para mí, puedo buscar mi realización personal. ta de la auténtica fidelidad a la tradición de las virtudes; porque
El autor se cuida de proveer una noción de bien válida para todos por- la política moderna expresa en sí misma y en sus formas institu-
40
que reconoce que los bienes son plurales y que todos pueden ser buscados cionales el rechazo sistemático de dicha tradición.
192 - - - - - - - - - - - - - -- - - - 13RI!VIA IUO 1)1\ It l I< \ ( )SV/\1.l >O i.._;UAHH ,1 IA Y Cll/\CIEL/\ V IDIELL/\ 193

Pretender la unidad moral en la sociedad de hoy parece más bien un ;111 1.. 11ando admitamos que las esferas experienciales son objetivas, ello no sig-
helo nostálgico que una posibilidad realista; tal demanda entraña, adcm,h nifica que pueda inferirse un contenido invariable para cada virtud. En
una negativa a aceptar el pluralismo constitutivo de las sociedades actu,1 efecto, el talante respecto a la propia valía es diametralmente opuesto en
les. Un gobierno de una democracia contemporánea jamás podría expt<· la Grecia clásica que en el cristianismo, también varía la actitud frente a la
sar la comunidad moral, simplemente porque en un estado moderno coc muerte y de modo similar con las demás esferas. Pero esto, más que un
xisten distintas comunidades morales. Esto no constituye una objeción ,1 problema, puede considerarse, a ojos de la autora, un beneficio ya que per-
la obra de Maclntyre en su conjunto, sino a su pretensión de restaurar mo mite diseñar una concepción de bien humano objetiva pero flexible y apli-
delos ético-políticos que reponden a sociedades del pasado. cable a distintos contextos.
Pero no toda propuesta contemporánea de la virtud ofrece estas ca Para concluir el capítulo podemos agregar que no todos los desarrollos
racterísticas ni defiende posiciones antiilustradas; así lo muestra, entre contemporáneos de la virtud han recreado a Aristóteles. Hay quienes, co-
otras, la de la filósofa norteamericana Marcha Nussbaum. 41 Esta autora mo la filósofa británica Phillipa Foot, renegando de la idea de razón prác-
formula una lectura universalista de la teoría de la virtud de Aristóteles, tica, optaron por inspirarse en la escuela de los sentimientos morales de
completamente despegada de las tradiciones y prácticas locales. Esta inter- Hutcheson y Hume. La importancia de la virtud es enfatizada, asimismo,
pretación se sostiene, a su modo de ver, porque la teoría aristotélica de la por quienes se ocupan de temas de psicología moral en relación con la for-
virtud bosqueja una concepción objetiva de bien humano. Así, el catálogo mación del carácter y en especial, su aplicación a la educación ciudadana.
de las virtudes detallado por el estagirita no depende de ningún particula-
rismo sino de rasgos humanos que están presentes en todas las culturas pa-
sadas y presentes; por ello desempeña una función normativa y crítica en Lecturas complementarias
relación con el statu quo. A su modo de ver, cuando Aristóteles presenta
cada virtud lo hace aislando una esfera de la experiencia humana presente G uariglia, O.: La ética en Aristóteles o la moral de la virtud, Buenos Aires, Eudeba,
en todos nosotros y dentro de la cual cada uno tiene que hacer algunas 1997.
elecciones y actuar de cierta manera y no de otra. El modo correcto de ac- N ussbaum, M.: La fragilidad del bien, Madrid, Visor, 1995, cap. 8-12.
tuar en cada esfera es el virtuoso. Por ejemplo: la valentía se corresponde T hiebaur, C.: Los límites de la comunidad (las críticas comunitaristas y neoaristoté-
con el temor a daños importantes, en especial, la muerte, la moderación licas al programa moderno), Madrid, Centro de Estudios Constitucionales,
se relaciona con los apetitos y los placeres corporales, la justicia, con la dis- 1992.
tribución de recursos limitados, la vida intelectual con las virtudes intelec-
tuales, la sabiduría práctica con la planificación de la propia vida, la libe-
ralidad o generosidad, con el uso de la propiedad personal en relación con Notas
los demás, etc. La idea es que, viva uno donde viva, esas virtudes se refie-
1 Platón, República, Buenos Aires, EUDEBA, 1971, VI, 19, 508.
ren a esferas invariantes; todos tenemos alguna actitud en relación con 2 Ibíd., VII, 3 517.
nuestra propia muerte, con nuestra propiedad, con nuestros apetitos cor- 3 Aristóteles, Ética Nicomáquea, Madrid, Cenero de Estudios Constitucionales, 1981,
porales, con la distribución de los bienes, y estas actitudes tienen un exce- 1096ª.
so, un defecto y un término medio. En suma, Nussbaum pretende presen- 4 Ibíd., 1103b.
tar un bosquejo para una moralidad humana objetiva basado en la idea de 5 Ibíd.,1094a.
6 Ibíd., 1097b.
acción virtuosa, a la que entiende como el funcionamiento adecuado en
cada esfera de la vida. Verdad es que -la propia autora lo advierte- aun 7 Ibíd., 1097b
8 Ibíd., 1097b.
194 - - - - - - - - - - -- - - - - - 131t EVIARIO DE F' l ll 11
9
Ibíd., 1098•.
1
Ibíd. l 102b-1103ª.
0
11
Ibíd., 1113b.
12
Ibíd., 1113•.
13
Ibíd., 1103b.
14 Ibíd., 1106•.
1
5 Ibíd., l 104b-l 105•. Tercera parte
16
Ibíd., 11105•.
17

18
Ibíd., 1106b. Temas de ética aplicada
Ibíd., 1107a.
1
9 Ibíd., 1139b.
20
Ibíd., 1139a.
21
Ibíd., 1141b.
22
Ibíd., 1142b.
23
Ibíd., 1140b.
24
Ibíd., 1140b.
25
Ibíd., 1144a.
26
Ibíd., 1144b.
27
Ibíd, 114 Ja.
28
Ibíd., 1179b.
29
A. Madncyre, After Virtue, Notre Dame, University of Notre Dame Press, 1984;
se cita por la edición castellana Tras la virtud, Barcelona, Critica, 2001.
30
Ibíd., p. 20.
31
Ibíd., p. 79.
2
3 Macincyre, 1984, p. 281.
3
3 F. Niet?.Sche, Genealogia de la moral México, Alianza, 1989.
34
Op. cit. p. 315.
5
3 Homero, !liada, Madrid, Cátedra, 1999, Canco XXII, p. 345.
6
3 Maclncyre, op. cit. p. 232.
37
Ibíd., p. 237.
38
Ibíd., p. 271.
39 Ibíd., p. 274.
40
Op. cit. pp. 312-313.
41
M. Nussbaum, "Virtudes no relativas. Un enfoque aristotélico", en M. Nussbaum
y A, Sen (comps.), La calidad de vida, México, FCE, 1996.
Capítulo 11
La pregunta por la felicidad

El concepto antiguo y el concepto moderno de "felicidad".


Felicidad y autarquía. Ideales de vida. La nueva "ciencia'' de la fe-
licidad. Conclusión.

El concepto antiguo y el concepto moderno de "felicidad"

En la discusión filosófica de la última treintena reapareció una pregunta


que había sido olvidada o parcialmente planteada durante más de tres si-
glos: la inquietud por merecer y obtener una vida valiosa, plena de satis-
facciones y de recompensas de distinta especie, en breves términos, una vi-
da feliz. De este modo revivió en las postrimerías del siglo XX el concepto
de la buena vida como fin último de todo ser humano y también como
fuente de las virtudes morales imprescindibles para llevar a cabo Lina vida
en común, tal como había sido instaurado en los comienzo de la ética en
la Antigüedad clásica.
Los filósofos griegos de la moral acuñaron un término genérico, eu
zen, literalmente "vivir bien", para referirse tanto a una vida feliz como a
una vida moralmente buena. Platón es quien convierte el término griego
usual para significar "suerte, buena fortuna", eudemonía (del griego, eudai-
monía) en el vocablo técnico que designa la buena vida por antonomasia.
Se ha discutido si la traducción adecuada debía ser "felicidad" u otra que
vertiera de una manera más apropiada el carácter integral que tenía el con-
cepto, especialmente en Aristóteles. Este último nos presenta como una de
las propiedades definitorias de la eudemonía su permanencia durante un
largo período y, si es posible, durante toda la vida, precisamente porque no
198 - - - - - - - - - - - - - - - - - -- liREYIAIUO l)E J1'l'lc'A ( ) SVAI l>U (,\11\ltll,l l A \" C.:ttAt:1111.A V!DIELLA - - - - - -- - - - 199

es fácil remover a alguien de una vida feliz, y si lo es, será por grandes des miliares y amigos con los cuales uno pueda relacionarse en forma armo-
gracias de las que le costará un gran esfuerzo recobrarse. 1 Es esta connola niosa, una buena descendencia, etc. Resumiendo, es claro que en nuestro
ción de permanencia y estabilidad la que, sin duda, nos resulta extraña co significado usual de "felicidad" tiene también cabida una referencia co-
mo atributo de la felicidad. Ya Tomas Hobbes expresa el distanciamiento mún a ciertos "bienes" que consideramos parte indispensable de ella. Por
moderno de ese sentido de un modo drástico: cierto, se refutará, esto no le quita nada al significado relativo, ya que lo
importante será cuáles bienes y en qué cantidad serán necesarios para que
Prosperar continuamente es lo que los hombres llaman felicidad; cada uno se sienta feliz. Es en este punto en el que el individualismo mo-
me refiero a la felicidad de esta vida. Porque no hay tal cosa como derno se separa tajantemente de las concepciones antiguas, como lo seña-
una perpetua tranquilidad del ánimo mientras vivamos aquí, por- laba Hobbes en los albores de la modernidad. La "codicia'', por caso, en-
que la vida no es ella misma otra cosa que movimiento y no pue- tendida como el ansia siempre insatisfecha de bienes materiales, un vicio
de estar nunca sin deseo ni sin temor, no más que sin sentido. 2 condenado tanto en la antigüedad como en el medioevo, se ha transmu-
tado en una doble virtud: el ahorro y el espíritu de empresa, ansioso de ga-
De ahí que consideremos a la felicidad como primordialmente transitoria: nancias. Parece, pues, que el significado relativo de felicidad es inevitable-
hablamos de "días" o de "momentos felices", como lapsos acotados que se mente el único que conserva algún sentido: cada uno es feliz a su manera.
destacan sobre un trasfondo en el mejor de los casos indiferente. Por cier- Esta resignada consideración de la felicidad como un estado puramen-
to, esta fugacidad del sentimiento va unido a un marcado relativismo de su te psicológico relativo a cada sujeto tampoco ha estado exenta de algunos
sentido: para "ser feliz" es condición necesaria y suficiente "sentirse feliz". críticos escépticos. En el Malestar en la cultura, por ejemplo, S. Freud refle-
Con otras palabras, la felicidad sólo puede cobrar un significado en cada xiona sobre la aspiración universal a la felicidad, enfatizando lo difícil que
caso individual, y solamente para ese mismo individuo, dado que cada resulta su posesión; siendo éste el fin de la vida humana, nuestras posibili-
uno de nosotros deberá hallar su propia manera de sentirse feliz, una ex- dades para conseguirlo y luego conservarlo están limitadas por nuestra pro-
periencia que resultará, ciertamente, intransferible a otros. pia constitución, razón por la cual, sostiene, es mucho más posible experi-
¿Es exclusivamente relativo a cada individuo el sentido que habitual- mentar la desgracia. Ésta nos amenaza por tres frentes: el propio cuerpo,
mente le damos a "felicidad" o poseemos también usos que admiten otros condenado a la decadencia y a la muerte, el mundo exterior, capaz de en-
matices más próximos a un significado común? Se ha señalado, en efecto, carnizarse con nosotros con fuerzas destructoras e implacables, y también
que cuando le deseamos a un recién nacido, "¡que tengas una vida feliz!", las relaciones con nuestros congéneres, que suelen ser fuente de conflictos.
no estamos pensando meramente en el aspecto psicológico de sus futuros Aunque la pintura de Freud pueda resultar un tanto sombría no deja
estados de ánimo, sino que esperamos que éstos estén acompañados decir- de abonar una idea que nos resulta familiar. Solemos identificar la felici-
cunstancias favorables tanto para su desarrollo físico como cognitivo y dad con ciertos momentos o períodos breves que se destacan sobre el con-
emocional. Este uso desiderativo indica, pues, que consideramos que no tinuo de nuestras vivencias, en el mejor de los casos, indiferente en rela-
es suficiente sentirse feliz para ser tenido por un hombre o una mujer fe- ción con el placer o el dolor. Incluso no es inusual que, en momentos de
liz, sino que añadimos en nuestro deseo otros elementos que creemos dolor, nos lamentemos por no haber sabido apreciar la dicha perdida.
componentes indispensables para llevar una vida feliz. Algunos de éstos También solemos reducir la felicidad a su autopercepción: nos admiramos
nos son comunes con los que ya en la antigüedad eran partes integrantes ante quien "es feliz con tan poco" y también ante quien "lo tiene todo pa-
de una buena vida: un cuerpo bien formado y saludable, riqueza al menos ra ser feliz, y, sin embargo no lo es". En otras palabras, estamos habitua-
en una cantidad que permita no sufrir carencias importantes, un conjun- dos a considerar la felicidad como un estado exclusivamente psicológico y
to de oportunidades para poder desarrollar los talentos propios, unos fa- subjetivo, reducido a la satisfacción de los deseos.
200 - - - -- -- - - - - - -- - - - - 13RF.VIAIUO DE l\'J'IC /\ { ) SVAI l)Cl t ,111\ltll ,I I A " CRACll(I.A V tU ll1.LLA - - - -- - - - - - 201

Como señalamos más arriba, éste es también el punto de vista hJli1 11tu<.:rtc sin caer en desventura", sentencia el corifeo en la última estrofa de
tual que, a partir de la modernidad, adoptó la filosofía, como también c..lt Fdipo rey, ante el horror que provoca el infortunio de quien, poco antes,
muestra la siguiente definición de Voltaire: podía considerarse el más feliz de los mortales y favorito de los dioses.
"¡Ay, madre mía, que después de haber sido reina te ves convertida en
Si se da el nombre de felicidad a algunos placeres que de vez en esclava! Eres ahora tan desdichada como feliz fuiste en otro tiempo; en
cuando se encuentran en la vida, la felicidad existe en el mundo; compensación de tu antigua felicidad, un dios te envía infortunios", se la-
pero si se da este nombre al placer permanente o a la serie conti- menta el fantasma de Polidoro, hijo de Príamo y de Hécuba, ante la suer-
nua y variada de sensaciones deliciosas, la felicidad no existe en el te corrida por la anciana, quien, luego de haber perdido a su esposo y a ca-
globo terráqueo, y hay que buscarla en otras partes.3 si todos sus h ijos, se convierte en esclava de Ulises. El mismo Aristóteles
presenta a Príamo como un ejemplo del hombre sabio y prudente, cuyas
Otra muy distinta era la perspectiva de la ética antigua, que ponía el acen- terribles desgracias le arrebatan su felicidad. Si estas obras aún consiguen
to en la búsqueda deliberada de ciertos fines que se consideraban suma- conmovernos es porque expresan, con arte inigualable, la radical contin-
mente valiosos. "No se trata -dice Sócrates a Trasímaco- de un asunto de gencia de la vida humana, la fragilidad de su bien. ¿Hasta qué punto está
poca monta, sino de la manera en que es necesario vivir su vida" 4• La pre- en nuestras manos hacer que nuestro bien se vuelva menos frágil?
gunta socrática es una invitación a reflexionar acerca de la propia existen- Sin desconocer esta condición existencial, Platón y Aristóteles se opu-
cia, no desde un aspecto o de un momento en particular sino considerán- sieron al pesimismo esencial que subyace a la tragedia, surgida en el seno
dola como una totalidad. Con esta pregunta Sócrates inaugura una de una cultura signada por la idea de destino y de la intromisión perma-
creencia perdurable en la filosofía occidental respecto del papel preponde- nente de los dioses en los asuntos humanos, y contribuyeron particular-
rante que tiene la razón en el diseño de la vida: según las palabras que mente a forjar la noción de agente moral responsable. Si bien nadie está
Platón pone en su boca en la Apología de Sócrates, "una vida sin examen no exento de que una desgracia le arrebate de un golpe la dicha, sí está en
merece ser vivida". nuestras manos reducir las posibilidades de que esto ocurra, pero para ello
La pregunta socrática se diferencia de la que formuló Kant veintidós debemos procurar no cifrar nuestras esperanzas de felicidad en cosas que
siglos después: "¿Qué debo hacer?", pregunta centrada exclusivamente en escapan a nuestro control. Al respecto reflexiona Aristóteles:
nuestras obligaciones con el prójimo y que delimita el campo de lo que he-
mos denominado "moralidad". Hasta qué punto ambas están imbricadas Porque es evidente que si seguimos las vicisitudes de la fortuna
es aún hoy, como lo fue en la ética antigua, la gran cuestión que se sigue declararemos al mismo hombre tan pronto feliz como desgracia-
debatiendo. do, presentando al hombre feliz como un camaleón y sin funda-
mentos sólidos. Pero en modo alguno se deben seguir las vicisi-
tudes de la fortuna; porque no estriba en ellas el bien ni el mal,
Felicidad y autarquía aunque la vida humana necesite de ellas; las que determinan la fe-
licidad son las actividades de acuerdo con la virtud, y las contra-
Los filósofos griegos reaccionaban contra una visión directamente opues- rias, lo contrario. 5
ta de la vida humana, que era sostenida por los más grandes poetas, líricos
y trágicos, de la literatura antigua, como Píndaro, Esquilo, Sófocles y Una condición de la vida feliz no sólo para Aristóteles sino, en general, pa-
Eurípides. "A ningún mortal que esté aún en espera del último día de su ra la ética antigua, es la autarquía, es decir, la conquista del mayor grado
vida llaméis jamás feliz; esperad a que haya traspasado el umbral de la posible de autonomía respecto de lo que no depende de nosotros; esto ex-
202 - - - - - - - - - - - - - - - -- l3llliVI ARl0 DE É'l ll A ()WAI llO t:I IAl\11,l lA Y Cll/\CII\I.A VtDIELI.A - - - - - - - -- - 203

plica que no se considere la felicidad un estado pasivo sino una acLividad 1iicnes poseamos, mayor riesgo tenemos de crear con ellos una relación de
que se va aprendiendo y Hevando a cabo a lo largo de la vida, guiada pm dependencia y su falta nos hará sufrir ante su eventual pérdida. En el caso
elecciones racionales y responsables, por lo que no es posible que se dé sin de los estoicos, porque los bienes exteriores son completamente indiferen-
la virtud. Sólo los virtuosos son capaces de tomar las riendas de sus vida~ tes para la virtud, el único componente de la felicidad.
y dirigirlas hacia los fines que han elegido, los que, necesariamente, serán
fines buenos. Los que carecen de virtud fracasarán, ya sea porque se enca-
minan a objetivos moralmente malos o erróneos o porque, aunque se los Ideales de vida
propongan buenos, no logran persistir en sus propósitos por carecer de au-
todominio, por tener una voluntad débil. Preguntarse, con Sócrates, de qué modo es necesario que un hombre vi-
Ahora bien, cuál es el significado preciso que debe darse a la autarquía va su vida conduce a comparar y valorar distintos modelos de vida y dar
concitó interesantes discusiones en la ética antigua, tanto griega como roma- razones en apoyo de uno u otro; en otras palabras, la pregunta socr:iLica
na, discusiones que, incluso, fueron retomadas en los inicios del pensamien- nos conduce al tema de los ideales de vida. En este aspecto los 11lósofos
to cristiano, por ejemplo, por un joven Agustín de Hipona. Sin profundizar antiguos nos llevaban, si se quiere, cierra ventaja. En efecto, existía en-
en estas cuestiones, trazaremos la línea general por la que transcurrió la dis- tre ellos una coincidencia mucho mayor que entre nosotros respecto de
cusión porque se vincula estrechamente con los ideales de vida que tratare- los tipos de vida que merecían el calificativo de valiosos y una confianza
mos en el próximo apartado. significativamente mayor en las razones que se esgrimían para justificar
Si sólo la persona virtuosa puede conquistar la felicidad y la autarquía las elecciones. Para decirlo en términos de Max Weber, faltaba mucho
es una condición sine qua non de ésta, ¿es, entonces, la virtud condición tiempo para el desencantamiento del mundo, por lo que lo bueno era,
necesaria y suficiente para la vida feliz o, además, necesitamos de otros todavía, también sagrado y verdadero. En las sociedades modernas las
bienes cuya posesión depende, en buena parte, de la fortuna? cosas son bien distintas. ¿Actuó mal o actuó bien Paul Gauguin al aban-
. Aris~óteles c_reía que no se puede ser completamente feliz sin la pose- donar a su familia e irse a Tahití? Si no lo hubiera hecho, sus hijos y es-
sión de ciertos bienes exteriores, además de la virtud: posa no habrían quedado desamparados, pero el mundo se habría perdi-
do una obra genial. A veces las decisiones implican elecciones trágicas:
Muchas cosas, en efecto, se hacen, como por medio de instru- ¿hubiera debido Ana Karenina renunciar a su amor por Vronsky y que-
mentos, mediante los amigos y la riqueza y el poder político; y la darse junto a su marido y su pequeño hijo? Esta elección le habría signi-
falta de algunas cosas empaña la ventura, y así la nobleza de lina- ficado la muerte en vida, la otra la llevó al suicidio. Ambos ejemplos ilus-
je, buenos hijos y belleza: no podría ser feliz del todo aquél cuyo tran hasta qué punto en nuestra época la pregunta socrática deja la
aspecto fuera completamente repulsivo, o mal nacido, o solo y sin respuesta en suspenso.
hijos, y quizá menos aún aquél cuyos hijos o amigos fueran abso- Pese a ello, la cuestión de los ideales de vida no ha perdido nada de su
lutamente depravados, o, siendo buenos, hubiesen muerto. 6 interés filosófico. Una característica de la vida humana es la permanente
proyección hacia el futuro: vivimos formulando proyectos, algunos de cor-
Durante el período helenístico, quebrada definitivamente la estructura de to y otros de largo aliento: elegir una profesión, formar una familia, mili-
la polis como consecuencia de la expansión macedónica, el ideal de autar- tar en algún partido político, comprometerse con alguna causa justa.
quía se radicalizó. Tanto Epicuro como la escuela estoica fundada por Cuando perdemos la capacidad de proyectar, nos invade la sensación de
Zenón de Cirio consideraban que los bienes exteriores no contribuyen en que nuestra vida perdió su sentido; nuestros proyectos forman parce de
nada a la felicidad. En el caso del hedonista Epicuro, porque cuantos más nuestra identidad.
204 - - - - - - - - - - - - - - - -- Uill·VIAIUO DE Í-TI< ,\
1 hVALl>U ( 1 11 \lllt ,1 IA Y l ;llAt:IFI.A VIDIELLA 205
Una reflexión sobre nuestros proyectos -fundamentalmente los dl'
, ! instante presente, de modo que no concedía ningún valor al recuerdo ?e
largo alcance- permitiría explicitar sus objetivos y contenidos valoraLivos
111 s placeres pasados ni a la esperanza de los futuros. Los pasados ya no ex1s-
y ordenarlo~ en función de los fines últimos que los hacen valiosos para
H'll en cuanto a los futuros, no tenemos ninguna certeza de que lleguen,
nosotros. Dicho de otro modo, quedaría al descubierto nuestro ideal de vi ' .
de.: modo que ¡Carpe diem! Ahora bien, para vivir el presente. sin temores
da, y estaríamos en condiciones de afrontar la pregunta socrática.
1 cspecto al futuro ni añoranzas de los buenos momentos perdidos es nece-
A continuación reseñaremos cuatro ideales de vida que fueron fre-
sario dominar los placeres en lugar de dejarse esclavizar por ellos; este go-
cuentados, una y otra vez, por filósofos de todas las épocas: (!) el hedóni-
co, (11) el estoico, (111) el teórico y (IV) el político. ce del instante significa una verdadera ascesis encaminada a deshacerse de
deseos desmedidos para aprender a disfrutar de lo que se tiene, por poco
que sea. . .
(!) La vida hedónica Un hedonismo aún más austero fue propiciado por Ep1curo, quien
también consideraba al placer como el supremo bien, pero tenía de éste
El tiempo huye; una concepción prioritariamente negativa. En efecto, pensaba este fi!óso-
lo que más te importa fo que sentir placer significa, ante todo, no sufrir ~olor en el cu~rpo nt tur-
es no poner en duda tu provecho. bación en el alma ya que, a diferencia de los cirenaicos, para quienes el pla-
Coge la flor que hoy nace alegre y ufana cer era sólo movimiento -un movimiento suave, mientras que el dolor, un
¿quién sabe si otra nacerá mañana? movimiento áspero- no admitía estados intermedios: sólo existen el placer
y su opuesto, el dolor. Estas ideas se fundamentan en s~ materialismo ato-
mista. Si bien mencionaba un cuerpo y un alma, consideraba que no ha-
Así _invita el poeta Horacio a su amiga Leuconoe a gozar jubilosamente de
bía entre ambos una diferencia sustancial: el alma, igual que el cuerpo, es
la ~ida, a ~o d~s~erdicia~ el momento presente afanándose por lo que no
un conglomerado de átomos, pero los de la primera p~seen una naturale-
esca a su d1spos1c1ón aqu1 y ahora. La felicidad está al alcance de la mano,
za más sutil que los del cuerpo, tan sutil como la matena que compone los
se ofrece en los placeres grandes y pequeños que cotidianamente nos salen
al paso; basta con saber reconocerlos y gozarlos. sueños o las imágenes que se forman en nuestra mente. Cuando los. áto-
mos del cuerpo están en reposo, sentimos placer, mientras que sentimos
"Si quieres ser feliz, persigue el placer", enseña el hedonista. Ahora
dolor -hambre, por ejemplo- cuando estos átomos se mueven provocan-
~ien, si la única guía para la búsqueda del placer fueran el apetito y el ins-
do un desequilibrio en nuestro funcionamiento; por ell~, cuando se res-
tinto, las consecuencias podrían resultar contrarias a lo buscado: los place-
taura el equilibrio al saciar la sed, el hambre u otra necesidad, volvemos a
res s?n heterogéneos, inestables y no son pocas las ocasiones en que se con-
un estado placentero, de modo que el mayor placer es la eliminación del
tradicen entre sí y nos hacen sentir como si estuviéramos tironeados por
dolor. Algo análogo sucede con el alma: son los deseos vanos -deseos de
fuerzas opuestas. Desde sus inicios en la Grecia clásica la ética hedonista
riquezas, de fama, de poder- y los temores -a la muerte, a las pérdidas, a
buscó en la razón el criterio adecuado para evaluar los placeres y decidir,
en cada ocasión, la mejor alternativa. lo sobrenatural- los que nos hacen vivir en permanente estado de zozobra;
cuando comprendemos que estos temores son infundados, nuestra alma se
La escuela cirenaica -conocida así por referencia a su fundador
Aristipo de Cirene- fue la primera en identificar la felicidad con el place; calma y alcanzamos el placer. El ideal de vida pro~ovido por Ep~curo' ~s
la ataraxia, esto es, la tranquilidad del alma; esta vida austera, casi ascett-
mediante el argumento de que todo el mundo busca el placer y huye del
dolor. El pl~cer es, pues, el bien supremo y, por tanto, la mejor guía de ca, es la que asegura la autarquía. .
nuestras acc10nes. Para Aristipo el único placer es el que se experimenta en Poco se asemeja el hedonismo de Epicuro a los postenores. Hoy sue-
le distinguirse entre un hedonismo psicológico y uno normativo; el prime-
206 - - - - - - - - - - - - - - -- - tlill•.V l AlUO DE l!'l'l t A l hVAl.110 l ,111\IHl,l lA V (3RACIELA VIDIELLA-- -- -- - - -- 207

ro supon e que la motivación de nuestros actos reside sólo en el placer y cu clcn del mundo, el único posible y el mejor posible. ¿Significa esto que
el, dolor; el segundo, que sólo el placer merece ser valorado y perseguido y debemos ser indiferentes ante nuestros propios males y ante los del pró-
solo el dolor rechazado y condenado. No es necesario sostener ambas cesi, jimo? ¿Significa que no debemos intervenir en el mundo, ni ayu~ar al
c~njuntamente; Jeremy Bentham lo hace, pero, tal como se explicó al con 11ecesitado ni luchar por causas que consideramos justas? A la primera
s1derar el utilitarismo, resulta menos clara en este aspecto la posición pregunta un estoico responde afirmativamente: el único bien es la virtud
adoptada por Stuart Mili. y el único mal es dejarse dominar por las pasiones, que no son otra cosa
que conocimiento falso. ¿Por qué sentir miedo u odio? ¿Por qué temer a
lo que pueda ocurrir? Si ocurre, es que debía ocurrir, y si no ocurre, es
(11) El estoico que no debía ocurrir, en ambos casos, nuestro miedo no tiene funda-
mento. ·Para qué amar? El amor nos hace creer que el objeto amado es
Cuando alguien afronta situaciones manifiestamente desgraciadas con imprescfndible para nuestra felicidad; pero esto es una idea falsa, lo úni-
gran entereza y acepta con serenidad circunstancias adversas que no están co imprescindible para la felicidad es la virtud. La belleza, la salud, las
en su mano cambiar se lo califica de estoico. A diferencia de lo que ocurre riquezas, todo aquello que consideramos bienes pueden ser usados tan-
con. el hedonismo, el significado corriente de este término guarda mayor to para buenos como para malos fines, todo depende de quien los em-
afinidad con la escuela filosófica que le dio origen. En contra de lo que plee; de modo que desde el punto de vista moral son indiferentes, tan
suele creerse el estoicismo y el epicureísmo tienen mucho en común. indiferentes como la enfermedad, la pobreza, el sufrimiento; ¿porqué de-
También los estoicos encuentran en el autodominio el remedio para curar beríamos considerar males a estos últimos, si ninguno de ellos nos impi-
el alma enferma de temores y vanos anhelos. La apathía, es decir, el domi- de ejercer la virtud?
ni~ ~bsolu~o de las pasiones es al sabio estoico lo que la ataraxia es para el A la segunda pregunta el estoico responde negativamente: si bien to-
ep.1cureo; sm embargo, el punto de partida es diferente porque, para los es- do lo que ocurre no sólo no podía dejar de ocurrir sino que es lo mejor
toicos el supremo bien no es el placer sino la virtud, único componente de que podría ocurrir, nuestro conocimiento limitado no nos permite sab~r-
la felicidad. lo con antelación, de modo que podemos intervenir en el mundo para m-
Los estoicos eran deterministas. Consideraban que el mundo es un to- tentar mejorar las cosas: si tenemos la posibilidad de salvar a alguien de
do orde~ado según un principio racional inmanente al que llamaban ya /6- morir quemado, debemos hacerlo, porque, aunque la vida y la muerte son
gos, ya d10s. Todo lo que ocurrió, ocurre y ocurrirá está determinado por indiferentes desde una perspectiva moral, la vida es preferible a la muerte,
una cadena de causas y efectos regidos por esta razón divina inmanente. El la salud a la enfermedad, la riqueza, a la indigencia, en tanto vivir en con-
orden de la naturaleza es perfecto porque está causado por el l6gos. Las per- formidad con la naturaleza requiere, ante todo, vivir, también estar sano y
sonas no podemos escapar a esta conexión, por ello aceptar voluntaria y poder satisfacer necesidades vitales.
alegremente este orden ineluctable nos lleva a vivir en conformidad con la
naturaleza; en ello consiste la sabiduría que nos procura felicidad. Puesto Pero ¿qué? ¿Si la salud, la quietud y la ausencia de dolor en nada
que todas las cosas están determinadas, es insensato lamentarse por lo que impidiesen el ejercicio de la virtud, ¿no aspirarías a poseerlas?
no está en nuestra mano cambiar, la virtud consiste en esta aceptación a la ·Por qué no las desearías? No porque sean bienes, sino porque
q~e se llega c_uando se conocen estas verdades, de modo de conseguir do- :on según la naturaleza y porque serán obtenidos en base a mi
minar las pastones que enferman y debilitan el alma. buen juicio. ¿Qué habrá de bueno en ellos? Solamente esto: ser
Si todo lo que ocurre ya está determinado, lo único que está en bien elegidos. 7
nuestra mano es la virtud, que no es otra cosa que la aceptación del or-
OWAI 1)0 l ,1 1/\\Ul,l IA Y GRACIELA VIDIELLA - - - -- - - - - - 209
Ahora bien, en caso de que la persona a la que intentamos salvar lll\l<'t.t losoffa como terapia del alma. En los sistemas de Platón y Aristóteles, en
devorada por las llamas, no debemos lamentarnos, sería estúpido hacc1lo, cambio, el conocimiento puramente teórico es una actividad valorada por
debemos aceptar los hechos con ánimo indiferente, como lo haría un a11 sí misma, la más perfecta de codas las actividades humanas. Ello nos per-
téntico sabio. mite diferenciar este tercer ideal de vida de los ya tratados. A la pregunta
"¿para qué dedicarse al conocimiento?", la respuesta será: "para alcanzar la
Pero si existe alguien que considera tanto la fuerza de la fortuna verdad" y no "para lograr la felicidad", en todo caso, ésta se alcanzará por
como todas las cosas humanas que puedan acaecerle, tolerables, añadidura. Incluso hoy no se ha perdido completamente esta idea: suele de-
de modo que no lo alcancen ni el temor ni la angustia, y si, del nominarse sabios a personajes tales como Einstein, Heisenberg, Darwin,
mismo modo, él no desea nada ni se desasosiega por ningún va- que han dedicado su existencia a la actividad teórica. Claro está que las ca-
cuo placer, ¿cómo no será éste un ser feliz? Y si la felicidad es pro- racterísticas de este modelo se modificaron sustancialmente en relación
ducida por la virtud, ¿cómo negar que la virtud por sí misma ha- con el ideal griego que le dio origen, en tanto el mismo concepto de co-
ga felices a los hombres? 8 nocimiento fue sufriendo cambios significativos a lo largo de los siglos.
Quizá la génesis de estos cambios haya que ubicarla en el surgimiento de
La influencia del estoicismo en la filosofía posterior fue de largo aliento. la nueva ciencia. En efecto, la idea de la teoría como la actividad contem-
Contribuyó a ello el hecho de que se convirtió en la tendencia dominan• plativa cuyo estadio último permite, según Aristóteles, conocer las prime-
te entre los hombres cultos romanos durante los dos primeros siglos del ras causas y principios de codo lo que es, este ideal de saber absoluto, co-
cristianismo. El español Séneca y el emperador Marco Aurelio fueron, jun- menzó a resquebrajarse a partir de que Bacon y Galileo encumbraran el
to con el esclavo Epicteto, los exponentes más representativos del estoicis- experimento como método para el conocimiento de la naturaleza. Con el
mo en la época imperial, y son sus escritos los que recogieron mayor in- correr del tiempo el conocimiento se ha ido limitando a áreas cada vez más
fluencia en el pensamiento ulterior, ya cristianizado; Séneca fue el autor específicas, no sólo en las ciencias naturales y formales sino también en las
más leído y valorado por los cristianos del siglo IV; según cierta creencia sociales; esta tendencia se fue acentuando dramáticamente a partir de la se-
no comprobada él mismo se convirtió a la fe cristiana. Hay que decir que gunda mitad del siglo pasado. A diferencia de Aristóteles, que considera-
los estoicos romanos suavizaron considerablemente el radical intelectualis- ba a la ciencia primera, la metafísica, como el conocimiento más univer-
mo de la escuela antigua y humanizaron el ideal de la apathía. El conoci- sal, el científico de hoy sólo se dedica a conocer una porción infinitesimal
miento teórico pasó a un muy segundo plano y se puso el acento en los del campo al que pertenece su disciplina. Un:wciencias tradicionales co-
preceptos y las reglas para el buen vivir y el cultivo de la virtud; ésta es, en mo la biología, la física, la matemática se han subdividido y adquirido in-
definitiva, la idea de estoicismo que nos resulta familiar. Tampoco promo- dependencia en relación con el tronco común; para comprobar este aser-
vieron un modo de vida ascético: según algunos testimonios, Séneca llegó to basta con echar una mirada a las revistas especializadas. Incluso la
a ser el hombre más rico del imperio. filosofía ha perdido la pretensión totalizadora que tuvo hasta hace relati-
vamente poco tiempo. El filósofo no es ya ese "especialista en generalida-
des", como lo llamaba Ortega, sino un epistemólogo o un eticista, o un fi-
(m) La vida teórica lósofo político; aún más, en los últimos años estas especialidades también
se diversificaron: la epistemología general está perdiendo terreno frente a
La valoración que tanto el epicureísmo como el estoicismo realizan delco- la filosofía de la matemática, de la física, de la biología; en el campo de la
nocimiento es positiva en grado sumo, pero lo subordinan a fines prácti- ética, la ética aplicada, que surgió con una especificidad propia en la déca-
cos; es característico de la época helenística considerar el ejercicio de la fi- da del setenta del siglo anterior, producto del impacto provocado por el
210 - - - - - - -- - - - - - - - - - Bltl\Vli\RIO Ul\ r. 11< \ ( )Wi\1 l)l l ( ,IJ,\10\ ,11/\ \' l;llACIEI.A YIDIEL.1. A - -- - ------ 21 1

desarrollo tecnológico, sobre todo en la medicina, fue ampliando sus intt· y el interés por la cosa pública y a la que el pensamiento filosófico no ha
reses: la ética de los negocios, de la informática, de la empresa coexistC'II dejado de atender: la vida dedicada a la política. Cuando tratamos la te-
con la tradicional bioética, que también se dividió en dos ramas: la ética oría de la virtud en Aristóteles mencionamos que para éste la vida políti-
médica y la ética ambiental. ca ocupa el segundo rango en la posesión de la felicidad, sólo superado
Lejos está la filosofía actual del último intento por alcanzar el "saber por la vida teorética. El estagirita ejemplifica este tipo de vida en la figu-
absoluto", el desmesurado sistema creado por Hegel en el siglo XIX. Hace ra de Pericles:
tiempo que la razón se percató de su falibilidad y tiene más dudas que cer
rezas. La bellísima alegoría de la caverna con la que Platón ilustra el cami- Pensamos que Pericles y los que son como él son prudentes por-
no-del conocimiento es una metáfora inactual: no hay una verdad que nos que pueden ver lo que es bueno para ellos y para los hombres, y
aguarde al final del camino y que, como el sol que iluminaba a los recién pensamos que ésta es una cualidad propia de los administradorn
liberados prisioneros de la caverna, descorra el velo de nuestra ignorancia y de los políticos. 9
y nos asegure para siempre la posesión de la verdad; no existe "la verdad",
-al menos en el sentido fuerte que tuvo en el pasado-, en todo caso, hay A diferencia de su maestro Platón, quien consideraba a los filósofos los
verdades provisorias; la ciencia progresa poniéndose continuamente a únicos capacitados para gobernar la ciudad, ya que poseían el saber com-
prueba, a partir del ensayo y el error y, a diferencia de otrora, hoy es ple- pleto, Aristóteles creía que el arte de gobernar tenía mucho más que ver
namente consciente de ello. con la sabiduría práctica, con el ejercicio de las virtudes éticas, que con la
Poca similitud guarda la forma de vida de un científico o de un filó- sabiduría teórica.
sofo contemporáneo con la vida dedicada a la contemplación que ensalza- Aunque estas ideas puedan resultar anacrónicas conviene tener en
ba Aristóteles, ese ocio creador sólo al alcance de aquellos pocos que podí- cuenta que la mayoría de los filósofos que se ocuparon del arte del gobier-
an prescindir del negocio ya que disponían de suficientes bienes externos; no en diferentes períodos otorgaron un lugar importante a la virtud como
tampoco con la vida tranquila del sabio estoico. Hace tiempo que la cien- atributo necesario no sólo de quienes ejercen el poder sino también de los
cia es un trabajo, es decir, un medio de vida para muchos, trabajo que ciudadanos, desde el renacentista Maquiavelo -no el de El Príncipe, por
cierto, sino el de los Discursos sobre la primera década de Tito Livio- hasta

l
transcurre sólo dentro de instituciones: universidades, institutos y centros
de investigación; difícil le sería al científico actual alcanzar la autarquía que los republicanos de la actualidad. Maquiavelo pensaba -como también lo
buscaban los antiguos. Pero nada de esto implica que el ideal del conoci- hacen sus seguidores contemporáneos- que la virtud es una condición ne-
miento haya perdido significación ni que la pregunta por su valor y su sen- cesaria para aventar el fantasma de la corrupción. Incluso un liberal como
tido haya dejado de ser un asunto filosóficamente interesante; quizá a ra- Rawls considera que sin el desarrollo de ciertas virtudes cívicas en la ciu-
íz de los profundos impactos producidos por el desarrollo científico y dadanía la perdurabilidad de una sociedad justa y democrática se vería
tecnológico y sus difícilmente predecibles alcances, se haya vuelto una pre- amenazada. Esto es así porque la política, a diferencia de otras actividades,
gunta urgente. n os compete directamente a todos y nos demanda un compromiso, aun-
que sea mínimo, con la comunidad, por ejemplo, cuando ejercemos nues-
tro derecho al voto -además del grado de compromiso y participación que
(IV) La vida política cada uno decida tener dentro de las instituciones a las que pertenece: aso-
ciaciones vecinales y deportivas, sindicatos, universidades y demás-.
Hasta ahora nos referimos a modelos que valoran en alto grado el conoci- Pero lo que nos interesa aquí es la política como modo de vida, como
miento teórico; nos resta tratar otro ideal de vida que privilegia la acción una actividad que se elige por sí misma, no como complementaria de
212 - - - - - - - - - -- - - - - - - -- BRl·.V IARIO l)P. t TI C'A U ~VAl.l m C1 l1\l l1C .I IA Y C1lJ\CIELA YID IEL.LA . - -- - - -- - - - 213

otras, nos interesa la política como profesión. Al respecto es pertincntl' La nueva "ciencia'' de la felicidad 11
preguntar: ¿Qué persigue alguien que se propone orientar su vida hacia la
actividad política? ¿Contribuir al bien común, a la justicia social, disputa1 ¿Es posible someter a una prueba empírica las especulaciones filosóficas
espacios de poder, recibir honras públicas, acrecentar sus riquezas? En rea o sociológicas sobre la felicidad que hemos reseñado en los parágrafos
lidad, estas metas no son necesariamente excluyentes, quizá lo que haga la anteriores? Dos ciencias, la psicología y la economía, se propusieron des-
diferencia sea el orden de preferencias que el político establezca entre ellas. de el último cuarto del siglo XX encontrar algún procedimiento que per-
Ayuda a aclarar el punto la distinción que trazó Max Weber entre vivir pa- mitiera medir de un modo verificable el grado de felicidad alcanzado por
ra la política y vivir de la política. 10 Si bien, en general, un político hace un individuo o por el promedio de una sociedad. Sin duda, antes de po-
ambas cosas a la vez, quien vive para la política supone con sinceridad que der medir un cambio, un estado, una afección, una disposición o capa-
está al servicio de una causa, mientras quien vive de la política privilegia el cidad, o una combinación de todos estos elementos, es necesario tener
factor económico, de modo que, llegado el caso, no le resultará difícil caer un cierto concepto previo que establezca alguna relación estable entre
en el autoengaño cuando lo correcto y honorable hubiera sido proceder de esos elementos y la felicidad. Pero aquí se presenta un problema que la
otro modo. ética antigua había distinguido con gran precisión: las doctrinas sobre la
Finalmente no podemos dejar de referirnos a la delicada relación en- felicidad se dividen según se la considere un estado psicosomático, o una
tre los medios y los fines en tanto ésta deja totalmente al descubierto la actividad, que involucra potencialmente a todo un individuo. En el pri-
vinculación entre la ética y la política. Muchos consideran que ambas mer caso tenemos típicamente las teorías hedónicas, como el epicureís-
cuestiones corren por andariveles separados y que suponer lo contrario sig- mo, el que sostenía precisamente que el máximo grado de placer era un a
nifica desconocer que la política es pura lucha por el poder; además, sos- situaci6n estable del cuerpo y de la mente en la que no se sentía dolor u
tienen que pretender moralizar la política peca de una ingenuidad que a otra sensación penosa en el primero ni ninguna ansiedad o miedo en la
veces puede acarrear consecuencias catastróficas. Si algún sentido tiene segunda. 12 En el segundo caso, hallamos teorías como la aristotélica o la
preguntarse por la legitimidad de un orden político dado, la única respues- estoica, que caracterizan a la felicidad como una eudemonía que se des-
ta aceptable es que es legítimo porque está establecido. La única regla vá- pliega en la actividad de nuestras habilidades más altas, las virtudes, en el
lida en el mundo de la política es conquistar el poder y, una vez obtenido, conjunto de una vida. Bajo el influjo del utilitarismo y del n eoaristote-
saber conservarlo. De todos modos, aun concediendo un realismo tan cru- lismo contemporáneo, se enfrentaron dos visiones distintas en la psico-
do, el político tendrá que enfrentarse en alguna ocasión a la pregunta so- logía contemporánea reciente, la hedónica y la eudemonista, que diferí-
bre si los fines perseguidos justifican o no los medios elegidos, y ésta es una an en la consideración de las variables que debían ser medid as para
pregunta netamente moral. Un político sensato se planteará la respuesta evaluar la felicidad o el bienestar del ser humano. Las teorías h edónicas
según lo requiera la ocasión, evaluando las consecuencias y las posibilida- resumen el bienestar en un estado de satisfacción con respecto a las sen-
des de éxito y probablemente alguna vez se verá compelido a actuar sin te- saciones placenteras corporales y mentales, que determinan mediante
ner totalmente en claro si la respuesta elegida es la correcta o no. Quien mediciones del bienestar subjetivo de los individuos. Para ello eligen tres
haga de la política su ideal de vida, quien viva para la política, deberá componentes: satisfacción con respecto a su vida, la presencia de un es-
afrontar muchas veces situaciones extremas, en las que la distinción entre tado positivo del ánimo y la ausencia de un estado negativo de él. 13 Las
lo correcto y lo incorrecto superará el alcance de los juicios morales coti- teorías eudemonistas, por el contrario, sostienen que el bienestar no de-
dianos y, se volverá, si no imposible, al menos difusa. pende exclusivamente de la suma de las sensaciones de placer y satisfac-
ción, sino que ''la eudemonía se da cuando las actividades de la vida per-
sonal alcanzan su más alto grado de congruencia y compromiso con
214 BREV IARIO l)F ¡i ' l ll A 0SVAI 1>U ( ;\IAIU\ ,¡ tA Y (1 ltACIELA Y IDIEL L A - - - - - - - - - - 215

aquellos valores profundamente adoptados y están completamente i111 ciclad, que se mantiene completamente estable. Este hecho ha sido deno-
huidos de ellos en su totalidad". 14 minado "la paradoja de la felicidad", y constituye un enigma que ha dado
Esta misma división en el enfoque de la felicidad encontramos cun11 lugar a distintos intentos de solución. 17
do se pasa a considerar las teorías económicas que se proponen medir ('I Sin la pretensión de ofrecer una respuesta definitiva desde el punto de
grado de buena vida de una determinada población. Aquí se enfrentan do, vista de la filosofía moral adoptado en este libro, nos parece evidente que
teorías económicas, por una parte, la tradicionalmente llamada economl,t tanto este dato como otros muchos provistos por las intuiciones de las que
del bienestar (welfarism), y, por la otra, algunas más recientes, como el en se alimentan nuestros juicios cotidianos, señalan convincentemente que la
foque de las capacidades, creado por el economista indio Amartya Sen, que felicidad o la eudemonía, considerada ya sea como dos concepciones dis-
pone el acento en el conjunto de funcionamientos y capacitaciones necc tintas de la vida o ya sea como dos niveles diferentes de una m isma con-
sarias para llevar una vida activa y poder ejercer la libertad. De este modo, cepción, constituye un fenómeno complejo. Sin duda, como señala nues-
lo que se mide en ambos casos son especímenes de dos clases distintas. Los tra intuición básica y los datos empíricos, sin la satisfacción asegurada de
bienestaristas son deudores del utilitarismo en ética, y definen la "utilidad" un cierto n ivel elemental de nuestras necesidades, que determinan un es-
como la satisfacción de un placer, considerado individualmente. Conse- tado de salud física sustentable, no se da una condición necesaria para lle-
cuentemente, la felicidad de una población se mide mediante la suma de var a cabo cualquier ideal de buena vida. Pero una vez asegurada aquella,
todas las utilidades de los individuos que la componen, independiente- el incremento constante de ingresos y riquezas, si no va acompañado de
mente de las desigualdades que puede haber entre ellos con respecto a la una actividad significativa para la propia vida, no redundará necesaria-
distribución interna de esas utilidades. 15 A diferencia de los economistas mente en una forma más alta de buena vida, sino muy frecuentemente en
del bienestar, la perspectiva elegida por Sen integra los diversos "funciona- su contrario.18
mientos" de las personas, que pueden variar desde los más elementales, co-
mo estar adecuadamente alimentado, gozar de buena salud, evitar una
muerte prematura, hasta los más complejos, tales como gozar de autores- Conclusión
peco, tomar parte en la vida de la comunidad y, como una integración in-
clusiva de todos estos funcionamientos, llevar una vida feliz. 16 La pregunta por la felicidad constituyó uno de los temas clásicos de la éti-
Es obvio que tanto en el caso de la psicología como en el de la econo- ca hasta fines del siglo XIX, cuando inició su expansión fulminante y arro-
mía, se llegará a conclusiones dispares sobre aquello en lo que consiste la lladora en la cultura universal a través de distintas corrientes filosóficas y
felicidad desde el punto de vista empírico, si se parte de una consideración políticas el relativismo moral cuyo imperio se mantuvo sin oposiciones se-
hedónica y estática o de una perspectiva eudemonista y activa. A su vez, rias hasta el 1O de diciembre de 1948, fecha en la que la Asamblea General
dado que la obtención del mayor grado de felicidad extendido a toda la de las Naciones Unidas proclamó la Declaración Universal de los Derechos
población es una de las metas que normalmente se proponen los teóricos Humanos. A partir de entonces, primero de un modo tímido y más tarde,
del desarrollo, la aplicación de una u otra teoría económica incidirá nota- en la segunda mitad del siglo XX, ya con paso firme, el lenguaje de los de-
blemente en los resultados que se logren. rechos y los deberes éticos retomó el lugar que tradicionalmente ocupaba
Uno de los hallazgos más importantes de los estudios estadísticos so- en la reflexión filosófica moral, política y jurídica del que había sido des-
bre la felicidad, realizados siguiendo un eje diacrónico en los países más ri- plazado. La pregunta por el sentido de la existencia humana, en cambio, si-
cos, ha mostrado que, una vez superado un cierto nivel de ingresos pro- guió atrapada en las redes metafísicas, antropológicas, teológicas, semánti-
medio per capita, los incrementos de ingresos, que duplican o hasta cas, sociológicas o metapsicológicas en las que la filosofía posterior a G.
triplican ese nivel, no inciden en un aumento del nivel declarado de feli- Hegel y A. Schopenahuer (S. Kierkegaard, F. Nietzsche, G. Lukacs, M.
216 - - - - - - - - - - - - - - - - -- - 8RI\Vl i\ll 10 1)1( (i'l ll A OsvA11 m t , uAH1t:1.1A Y G tlACIELA Vmrnu.A-- -- - - - -- - 21 7

Heidegger, M. Scheler, L. Wittgenstein, etc.) la había forzado. Como be 7 Séneca, Epístolas morales, 92, 11, citado por O . Guariglia, en "Eudemonismo y vir-

mas puesto de relieve en los capítulos anteriores de este Breviario, existe wd en la ética antigua: Aristóteles y los estoicos", en DiáÚJgos n. 0 80, 2002, pp. 7-49, p.
un indubitable enfoque objetivo y universalista de los temas de la ética, co 31.
8 Cicerón, Disputas Tusculanas, V 17, citado por Guariglia, en ibíd., p. 36.
menzando por su lenguaje, su forma de argumentación y su acceso al co- 9 Aristóteles, op. cit. 1140b.
nocimiento de los interrogantes que le son propios hasta las diversas ceo• 10 M. Weber, "La política como vocación", en Ensayos de sociología contemporánea !,

rías que se proponen dar unos fundamentos generales para los juicios Barcelona, Planeta Agostini, 1985 .
morales particulares. Hemos tocado ya desde distintos ángulos el gran te- 11 Así se la presenta en el libro de R. Layard, Happiness: Lessons ftom a New Science,

ma de la justicia en las relaciones interpersonales y en la distribución de los Nueva York, Penguin Books, 2005.
12 Véase más arriba en este capítulo, parágrafo 3, I, y J. M. Rist, Epicurus: an
bienes en el interior de la sociedad que asegure a cada uno un mínimo de
lntroduction, Cambridge, University Press, 1972, pp. 100-106.
derechos para llevar una vida digna. Con ello hemos dado por sentado un 13 R. Ryan, y E. Deci, "On Happiness and Human Potemials: a Review of Research
principio que está implícito en toda sociedad justa y democrática: el prin- on Hedonic and Eudaimonic Well-Being", en Annual Review ofPsycholagy, 52, 200 l , pp.
cipio de autonomía para todos sus miembros. 19 La discusión ética de la eu- 141-166.
14 Ryan y Deci, op. cit., p. 146.
demonía se distingue de todas las otras indagaciones empíricas -sin opo-
15 Cf. A. Sen, lnequality Reexaminec/,, Nueva York, Harvard U.P., 1992, pp. 6-7 y 42-
nerse a éstas- por el hecho de que parte de este principio como el
fundamento normativo que debe orientar su propia indagación. De este 43.
l6 Cf. Sen, op. cit., p. 38 y ss.
modo, no solamente seguirá pisando el firme suelo de la objetividad, ya 17 Cf. Layard, op. cit., pp. 29-38, S. Drakopoulos, "The paradox of happiness", en
consolidado en la discusión de derechos y deberes, sino que podrá conti- Journal of Happiness Studies, 9, 2008, pp. 303-315.
nuar contribuyendo a la investigación empírica al proveer unas ideas regu- 18 Cf. M. Csikszencmihalyi, Finding Flow: the Psychology of Engagement with

lativas sobre la cuestión de la felicidad que servirán de orientaciones para Everyday Lijé, Nueva York, Basic Books, 1997, pp. 29-32.
19 Para una discusión de las interpretaciones de este principio, véase Guariglia, Una
la encuesta de aquella.
ética para el sigla XXI, Buenos Aires, FCE, 2002, cap. 5, pp. 96 y ss.

Lecturas complementarias

Long, A.: La filosofia helenística, Madrid, Alianza, 1997.


Nussban, M.: La fragilitdad del bien, Madrid, Visor, 1995, cap. 2 y 4.

Notas
1
Aristóteles, Ética Nicomáquea I 1O, 11 O1 a 5-21.
2
T. Hobbes, Leviathan, editado por C.B. Macpherson, Harmondsworrh, Penguin
Books, 1968, I 6, pp. 29-30, traducción de los autores.
3 Volraire, Diccionario filosófico, "Bien, soberano bien", Buenos Aires, El Ateneo,

1958, p. 176.
4 Platón, República 352d.
5 Aristóteles, op. cit. 11 OOb.
6 Aristóteles, op. cit., 1099b.
Capítulo 12
El derecho a la salud

El concepto de justicia. El concepto de derecho. El status proble-


mático del derecho a la salud. El derecho a la salud es de carácter
negativo. La tesis del decent mínimum. Un derecho universal e
igualitario.

El derecho a la salud es reconocido como un derecho humano básico en


varios documentos de la legislación internacional. 1 Pese a este consenso
legal, el tema h a originado arduas discusiones en el ámbito de la bioéti-
ca; algunos autores, incluso, se niegan a admitirlo como tal. Uno de los
argumentos que se esgrimen a favor de esta negativa señala al alto costo
que h oy día demanda la salud, a causa, principalmente, del desarrollo
tecnológico. Si el estado estuviera obligado a garantizar a todos los ciu-
dadanos el goce del más alto grado d e salud que se pueda lograr, tal co-
mo lo prescribe la Declaración de Principios de la OMS, podría colapsar
la economía.
¿Existe, después de todo, una obligación por parte del Estado de aten-
der la salud de sus ciudadanos? ¿Cuáles son sus alcances y límites? ¿Cómo
determinar las prioridades en la atención? Estos son algunos de los com-
plejos problemas que competen a la justicia sanitaria, uno de los campos
de aplicación de la justicia distributiva. En este capítulo presentaremos el
concepto de derecho en general y a la salud en particular y la interpreta-
ción que éste tiene dentro del marco de las teorías de justicia que más han
influido en la rama de la bioética dedicada a la justicia sanitaria.
220 - - -- - -- -- - - - - - - - - BRl•Vli\lUU I ll 1 111 l h VAL.DO CuA1m ;1.1 A Y GRACI ELA YIDIELLA 221

El concepto de justicia Otros, en cambio, requieren de una acción positiva a fin de que la de-
111anda del agente portador resulte satisfecha; tal es el caso de los derechos
La tradición filosófica ha considerado a la justicia como una de las vi 111 1 ,l la educación, a una alimentación adecuada y a la atención de la salud,
des fundamentales. Para Aristóteles es "la virtud perfecta [... ] la más l:Xi 1 l'ntre otros. Los primeros suelen ser considerados negativos o derechos a
lente de las virtudes" 2 en tanto que, a diferencia de las demás, siem¡rn· 1, la no interferencia. Los civiles y políticos (derechos a la libertad de pen-
ejercemos en relación con los demás. Es decir, la justicia posee una dinit·n samiento y expresión, a la participación política, a la igualdad ante la ley)
sión. aplicable a las instituciones y a los sistemas sociales. Desde esta p<.:i, pertenecen a esta clase. Los del segundo tipo, llamados genéricamente
pect1va abarca dos campos fundamentales; el primero, la justicia retrib111, económicos y sociales, se consideran positivos. La diferente cualidad de
va se ocupa de determinar qué tratamiento debe dársele a quienes hnu ambas clases hace que también sea diferente la cualidad de las obligacio-
infringido las leyes; ¿por qué castigamos? ¿qué criterio debe cumplir 1111 nes correspondientes; en relación con este aspecto existe una distinción
castigo para ser justo? ¿tiene el castigo una función educadora?, son algt1 tradicional entre deberes de obligación perfecta e imperfecta. Los prim eros
nos de l?s problemas tratados por la justicia retributiva. El segundo cam son aquellos que poseen como correlato un derecho cuya destinataria es
po concierne a la justicia distributiva, que se ocupa de justificar criterio., una persona determinada; los segundos, en cambio, no dan lugar a nin-
equitativos para distribuir los bienes sociales, esto es, los bienes producido., gún derecho correlativo y, si bien puede interpretárselos como obligato-
por una comunidad y que son necesarios para vivir en ella, tales como la rios, dejan a nuestra elección la persona y la ocasión en que hemos de
lengua, la cultura, la seguridad social, los productos del trabajo, el sistema ejercerlos. John Stuart Mi11 3 traza esta distinción identificando a los per-
de derechos. La justicia distributiva se refiere a la distribución adecuad:i fectos con los deberes de justicia y a los imperfectos, con los de benefi-
entre l~s integrantes de una determinada sociedad de los beneficios y car- cencia o caridad. Sólo es incorrecto el incumplimiento de los primeros;
gas s?ciales. ~n tanto la atención de la salud pertenece al conjunto de es- en cambio, nadie tiene derecho a reclamar un deber de beneficencia. El
tos bienes, se incluye en la justicia distributiva, aunque, como veremos en no mantener esta distinción, afirma Míll, implicaría reducir toda la mo-
seguida, no todos los autores están de acuerdo con este punto de vista. ral a cuestiones de justicia.
La perfección de los deberes de justicia radica en que se encuentran
determinados por el contenido de lo que es requerido y la persona parti-
El concepto de derecho cular a la que éste es debido. En cambio, los de beneficencia resultan in-
determinados en ambos sentidos. Los primeros, en tanto señalan la índo-
~ad~ vez que afirmamos que alguien tiene un derecho a algo, queremos le restrictiva de la moralidad, son considerados negativos, es decir, deberes
significar que es el legítimo titular de ese bien, y que éste se le debe; ade- que restringen ciertas acciones (con la excepción de aquellos que se corres-
más, en tanto un derecho involucra un reclamo legítimo, su infracción ponden con derechos especiales, generados por promesas o relaciones par-
justifica sanciones o acciones coactivas (excepto si colisiona con otros, en ticulares, como las filiales) y engendran derechos correlativos -como el de-
cuyo caso habrá que determinar cuál de ellos tiene prioridad). Esto es así recho a la preservación de la vida, o el derecho a no ser impedido de
porque los derechos representan la protección de intereses lo suficiente- expresarse libremente-, características que justifican que su cumplimiento
mente valiosos como para que, de no satisfacerse el interés que custodia sea moralmente forzoso. Los de beneficencia son positivos, es decir, debe-
ese derecho, la persona afectada resultará perjudicada de un modo no tri- res de proporcionar ayuda; pero, al ser indeterminados en el sentido antes
vial. Ahora bien, n~ todos estos derechos son de la misma índole. Algu- apuntado, no generan derechos correspondientes. A qué cosas obliga la be-
nos resultan cumplidos cuando su titular no es interferido en su ejercicio, neficencia es algo muy controvertido. Las necesidades del prójimo suelen
tal como ocurre con los derechos de libre expresión y pensamiento. ser tan imperiosas que una interpretación demasiado estricta de la benefi-
222 - - - - - - - - - - - - - - -- - -- l\tU •V IAIU< ) UF. fiTtC'I\ ÜSVAl.l)() CuA1m:u/\ Y GRACIEl..A VIDtELL.A - -- - - - - - - - 223
cencia demandaría, por ejemplo, imitar la vida de la madre Teresa de términos generales, proponía asegurar un decent mínimum de atención sani-
Calcuta. Esta es la razón que lleva a algunos autores contemporáneos a no taria a quienes no estaban en condiciones de acceder a la medicina privada
interpretar la beneficencia como un deber moral prefiriendo incluirla den y no eran destinatarios de las dos coberturas existentes. En dicho documen-
tro de las acciones supererogatorias, que si bien son deseables y recomen- to se explicaba que la Comisión se había fijado como meta garantizar un ac-
dables, no cabe considerarlas obligatorias. ceso para todos de un nivel adecuado de atención de la salud sin límites ex-
cesivos, aunque no se especificaba en qué consistía ese nivel adecuado. Este
documento dio origen a un intenso debate teórico en torno al derecho a la
El status problemático del derecho a la salud salud. Dedicaremos el resto del capítulo a considerar esta idea dentro del
marco de las teorías de la justicia que le proporcionan sustento.
Considerar la atención de la salud como un derecho positivo vinculado
con la justicia distributiva presenta problemas propios, más difíciles de
resolver que los brindados por otros derechos económicos y sociales a El derecho a la salud es de carácter negativo
causa, como señalamos al inicio, de los altísimos costos que demanda la
salud en el mundo actual. Esto provocó que determinar en qué consiste Aquellos que defienden una concepción libertaria de la justicia sólo suelen ¡1
este tipo de derecho se convirtiera en una cuestión compleja que requie- admitir la legitimidad de derechos negativos. El libertarismo - posición
re especificaciones de diversa índole: qué debe entenderse por necesida- que no debe confundirse con el liberalismo- reconoce antecedentes en la
des en salud, qué criterios emplear para definir prioridades, cuál es el pe- tradición contractualista que se remonta al siglo XVII, en especial a los es-
so que habría que asignar a la salud en relación con otros bienes básicos, critos políticos de John Locke, pero es en la última mitad del siglo XX
etc. Suponiendo que se lograran respuestas satisfactorias a estos proble- cuando toma perfil propio diferenciándose de las distintas variantes del li-
mas habría que considerar, en una segunda instancia, la competencia del beralismo -como por ejemplo la que estudiamos en el capítulo 8, ofreci-
Estado en materia sanitaria: ¿qué nivel de atención le corresponde garan- da por John Rawls-.
tizar: el mejor disponible, cuidados básicos o ningún nivel? Estas dificul- El liberalismo y el libertarismo comparten las siguientes tesis básicas:
tades ponen de manifiesto la importancia del problema: del tipo de solu- 1) El sujeto último de consideración moral es el individuo.
ción que se le otorgue dependerán las cuestiones más relevantes de 2) El individuo es poseedor de un conjunto de derechos básicos ina-
justicia distributiva aplicada al área de la salud, tales como la asignación lienables.
y distribución de recursos y la justificación de criterios para fijar priori- 3) La libre elección de planes de vida constituye un valor básico (Prin-
dades y recortar gastos. cipio de autonomía).
El tema adquirió relevancia especial en los inicios de la década del Sin embargo, los liberales y los libertarios defienden estas ideas de di-
ochenta, cuando en Estados Unidos comenzó a ser objeto de debate públi- ferente modo. Los primeros consideran que los derechos implícitos en las
co la obligación que le compete al estado en materia sanitaria. En esa época dos primeras tesis sólo pueden garantizarse por medio de un Estado de-
existían dos programas -Medicare y Medicai~ implementados por el gobier- mocrático que asegure a todos iguales oportunidades para el ejercicio de
no federal para cubrir las necesidades de los grupos sociales más desprotegi- sus derechos y de su autonomía. Por ello suelen defender el carácter positi-
dos. Pese a ello, una estadística realizada en 1982 reveló que entre el 8 y el vo de los derechos económicos y sociales. Los libertarios, en cambio, abo-
11 % de la población carecía completamente de asistencia médica. El resul- gan por un Estado mínimo, cuya única función consiste en proteger las li-
tado de este debate fue un documento producido por la Comisión bertades básicas, siendo reacios a justificar políticas redistributivas. Robert
Presidencial en Washington, titulado Securing Access to Health Care4 que, en Nozick fue el autor más influyente de este grupo y, en el ámbito de la bioé-
224 - - - - -- - - - - - - - -- - - BREVIARIO D li ll:11< /\ 0SVAl.lltl 1.; lJAIUCLIA Y GRACIELA VIDIELL A - -- - -- - - - 225

tica, su teoría ha sido empleada para negar la existencia de un derecho .d adquisición original se haya hecho de acuerdo con el primer principio,
cuidado de la salud. puede ser que las sucesivas transferencias den como resultado que al-
En lo que sigue sintetizaremos las ideas básicas de la teoría de Nozick guien llegue a adueñarse de toda la provisión de un bien necesario pa-
para luego relacionarlas con algunos autores que abrevaron en ellas para ra la vida, lo cual vuelve ilegítima dicha transferencia, al menos que
considerar el derecho a la salud. exista una compensación.
3) Principio de rectificación de las injusticias: Estipula la necesidad de
compensar a quienes, en razón de la violación de alguno de los dos
La teoría del "justo título" de Robert Nozick principios anteriores, quedan en una situación comparativamente
peor de la que estarían si no se hubiera cometido dicha violación. 5
El objetivo prioritario de la teoría de Nozick, de inspiración lockeana, re-
side en la fundamentación del Estado mínimo. Sólo un Estado de esta ín- Aparte de este último principio -que no resulta profundizado ni especifi-
dole está en condiciones de garantizar el cumplimiento de los únicos de- cado- la teoría es fuertemente antidistributiva ya que no establece ningu na
rechos que el principio de autonomía permite legitimar: los derechos pauta, fuera del mercado libre, para regular la distribución de los bienes so-
negativos o de no interferencia. Para este autor los derechos son fronteras ciales. La única función del estado reside en velar por el cumplimiento de
que preservan las individualidades. La extensión y límites de cada fronte- los derechos derivados de los principios de justicia.
ra están determinados por el conjunto de objetos, materiales o espiritua-
les, poseídos por cada titular, de manera que el derecho básico resulta ser
el de la propiedad a cuya justificación están destinados los tres principios Salud y fortuna
de su "teoría del justo título". Estos son:
Apoyándose en la teoría de Nozick, Tristan Engelhardt6 niega la existencia
1) Principio de adquisición originaria de pertenencias. Una adquisición de un derecho humano básico al cuidado de la salud. Afirmar tal derecho
originaria es justa cuando cumple con la "estipulación débil de Locke". implica avalar un reclamo legítimo hacia terceros, de modo que éste sería
Esta establece que una apropiación originaria da lugar a un derecho exigible en justicia y demandaría el logro de los siguientes objetivos:
de propiedad cuando: a) no empeora la situación de quienes antes dis-
ponían libremente del objeto en cuestión; b) sí la empeora, pero el ac- 1) Proveer la mejor atención posible a todos.
tual propietario compensa a los perjudicados de tal modo que la nueva 2) Proveer igual atención a todos.
situación resulte equivalente a la anterior. De acuerdo con la "estipula- 3) Asegurar la libertad de opción tanto en los servicios a ofrecer como
ción débil de Locke", alguien empeora su situación si: a) el objeto de en los cuidados a recibir.
apropiación es necesario para la subsistencia; b) la apropiación se rea- 4) Controlar los gastos.
liza sobre toda la provisión disponible de ese bien; c) el monopolio so-
bre el bien en cuestión se da por causas no controlables por los indi- Sin embargo, estos objetivos se relacionan entre sí de modo conflictivo: no
viduos, como escasez natural o catástrofes. es posible satisfacer el primero y el cuarto: la mejor atención posible para
2) Principio de transferencia: Establece los medios legítimos para transfe- todos no puede brindarse si deben controlarse los costos, circunstancia
rir el derecho de propiedad sobre una pertenencia. La condición fun- que ninguna sociedad puede soslayar. Tampoco puede ofrecerse igual aten-
damental es que la transacción sea voluntaria para las partes involu- ción a todos si se pretende respetar la libertad de opción tanto de los agen-
cradas. Este principio también tiene una restricción: aún cuando la tes de la salud como de los pacientes. Además, un sistema de salud que se
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propusiera tales objetivos no condeciría con una sociedad democrática r(',\ <le los dos principios de Nozick, porque ello permitiría legitimar medidas
pe.tuosa de los derechos individuales y las decisiones personales ya que, ,, 11 coactivas por parce del Estado hacia la propiedad o la libertad (en forma
pnmer lugar, los derechos individuales a la libre elección limitan la auto de impuestos obligatorios para sustentar un sistema de salud pública, o de
ridad de los Estados para apropiarse de los servicios de las personas. Si St' leyes laborales que regulasen los servicios médicos y paramédicos, etc.).
quiere asegurar a codos los ciudadanos una atención de igual calidad ha Como no existen principios morales generales que permitan justificar un
b.rí~ que obligar a los profesionales de la salud a trabajar en lugares o espe- derecho positivo a la salud, los intentos de inferirlo de una teoría ética ge-
c1al1d~des que el Estado considera necesarios, sin tener en cuenta sus pre- neral resultan fallidos. En codo caso, afirmar la existencia de un derecho
ferencias personales; en segundo lugar, la propiedad privada pone freno a positivo al cuidado de la salud depende más de cuestiones empíricas que
la autoridad del Estado en la redistribución de los recursos; en último lu- teóricas. Es cada comunidad particular la que tiene competencia en la ma-
gar, una sociedad o una comunidad determinada puede preferir destinar teria. El que una sociedad determinada considere la salud en términos de
mayores recursos a otras áreas en detrimento de la sanitaria. derechos y obligaciones es una decisión que sólo a ella le concierne, y que
Por otra parte -y aquí reside la tesis medular de este autor- conside- debe ser juzgada desde su punto de vista moral particular. No hay nada de
rar la atención de la salud como un reclamo justo conduce a juzgar la en- inmoral en el hecho de que otra comunidad no reconozca ningún tipo de
fermedad como una injusticia. Ahora bien, esta afirmación es producto de derecho de esta índole. Ahora bien, en una sociedad democrática y plura-
desconocer el papel que juega el azar en nuestras vidas. Muchas de las desi- lista, un sistema de salud basado en derechos o -más débilmente- en el de-
g~aldades entre los hombres son el resultado de las loterías natural y so- ber de beneficencia, tendrá su límite en los derechos individuales a la libre
cial. Ambas crean diferencias sin crear obligaciones por parte de terceros. contratación de los servicios y en los de propiedad; por ello, concluye, en
La enfermedad es resultado de la lotería natural: el nacer con una malfor- las democracias liberales el sistema más justo es el que regula el mercado ya
mación congénita o verse privado de salud durante un período de la vida que maximiza la libre elección y minimiza las intervenciones estatales.
es ~n hecho infortunado, pero no injusto; de modo similar, hay gente que Podemos pensar algunas objeciones a la propuesta de Engelhardt. La
es nea o pobre como efecto de la lotería social, sea porque ha tenido mala razón fundamental que lo conduce a rechazar un derecho a la atención de
suerte o porque ha carecido del talento o del interés necesarios para llevar la salud es la defensa de las libertades básicas y del principio de autono-
a cabo las empresas u asociaciones encaminadas al éxito, pero no a causa de mía. Sin embargo, este último no resulta garantizado sólo a través de los
acciones u omisiones de terceros. En estas ocasiones no puede hablarse con derechos de no interferencia: la autonomía también puede violarse por
propiedad de justicia o injusticia, sino de buena o mala fortuna. Es cierto omisión. El derecho a la vida y a la integridad no sólo comprende verse li-
que en algunas circunstancias hay quienes resultan desfavorecidos, pobres bre de actos que puedan involucrar la muerte o lesiones, sino también te-
o enfermos como resultado de las acciones de los otros. En cales casos sí se ner atención médica adecuada, abrigo, educación, etc. El ejercicio real -y
tra.ta ~~ situacio~es injustas que correspondería rectificar según el tercer no meramente formal- de la autonomía requiere, además del respeto ha-
!r~nc~pio de Noz1ck. Pero el reclamo es desde el injuriado a la persona del cia los derechos negativos, de ciertos bienes materiales y culturales que for-
tnJUnador, no al conjunto de la sociedad -si bien le corresponde al Estado man parte del patrimonio social porque sólo pueden ser producidos por
forzar la restitución-. medio de la asociación y la cooperación y el cuidado de la salud es uno de
Aunque Engelhardc admite que es dificultoso trazar la línea demarca- ellos, y estos bienes son los que se buscan asegurar mediante los derechos
coria entre lo injusto y lo infortunado, considera que éste es el único cri- positivos.
terio válido para aceptar reclamos legítimos en materia de salud, si no se Quienes, como Engelhardc defienden al mercado libre como el regu-
quiere convertir las necesidades de los individuos en demandas hacia ter- lador más justo de las transacciones entre prestadores y consumidores sue-
ceros. Suponer que las necesidades crean derechos implica una violación len esgrimir los siguientes argumentos: en primer lugar, sostienen que de

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..,._
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esta manera los consumidores de salud están involucrados en las decisio posibles de satisfacer para el caso de la salud; en cambio, la noción de be-
nes de un modo más directo, lo que incrementa las ofertas produciéndos~ neficencia, más lábil, puede adaptarse con mayor facilidad a esta especie.7
una mejora en la calidad de los servicios. La variedad de opciones adieslra Sus tesis pueden resumirse del modo siguiente: a) el concepto de de-
al consumidor, quien aprende a elegir la mejor prestación. También afir- recho a la atención de la salud es problemático; b) no puede ser afirmado
man que el mercado se constituye en una barrera contra las corporaciones adecuadamente desde la esfera de la justicia; c) el decent minimum a la
al fomentar la competencia entre los proveedores. Además, como la ley de atención de la salud resulta mejor justificado si se lo entiende como un de-
la oferta y la demanda impide los sobreprecios y propicia el abaratamien- ber de beneficencia obligatorio y coordinado por el Estado.
to de los costos, produce un efecto democrático porque aumenta el núme-
ro de personas que están en condiciones de acceder a los servicios. Por úl- a) Si bien existe consenso entre los especialistas en defender un derecho
timo, se supone que el mercado fomenta la creatividad y minimiza la a un mínimo decente a la atención de la salud, hay, también, un gran
ingerencia del Estado estimulando la iniciativa personal y la libertad. desacuerdo respecto a su contenido. Pese a ello, cualquiera podría ad-
Sin embargo, en la vida real el mercado de salud no funciona de ese mitir que dicha idea involucra estos dos aspectos: el decent minimum
modo. Frecuentemente está dominado por un monopolio en la oferta y la es relativo a cada sociedad, es decir, su contenido dependerá de los re-
demanda. La demanda puede ser creada artificial y deliberadamente, ma- cursos sociales disponibles, así como también de cierto consenso otor-
nipulando las necesidades. Por otra parte, las variaciones en los riesgos su- gado por los ciudadanos; en segundo lugar, res ulta una idea atracti-
ponen un motivo para que las compañías de seguros rehúsen brindar co- va porque evita afirmar un derecho igualitario en sentido fuerte, en
bertura a las personas más necesitadas de asistencia médica. Además, los cuyo caso todas las p ersonas, sin discriminación y acorde con sus
que suministran cuidados médicos asesoran a los pacientes acerca de las necesidades, tendrían derecho a usufructuar de todos los servicios
opciones de tratamiento y, cuando sus ingresos están vinculados a estos disponibles. Esta alternativa es muy problemática porque, como las
consejos, el resultado puede ser un exceso en el tratamiento. El paciente necesidades sanitarias son ilimitadas, un sistema verdaderamente
no es un verdadero consumidor, no está en condiciones de diferenciar en- igualitario deberá enfrentar la siguiente disyuntiva: o bien brindar a
tre los distintos productos, compararlos y testear calidades, no puede ser todos la mejor calidad técnicamente posible, en cuyo caso el área de
comparado a un agente racional que conoce sus preferencias, supuesto éti- la salud demandaría demasiados recursos en detrimento de otras, tam-
co básico del mecanismo del mercado. bién socialmente importantes; o bien bajar la calidad de los servicios
para que todos pudieran beneficiarse con ellos sin perjuicio excesivo
para el erario público. Si se opta por esta segunda opción, un derecho
La tesis del decent mínimum igualitario requeriría prohibir a los individuos que estuvieran en con-
diciones de hacerlo gastar sus propios recursos para proveerse de aque-
Allen Buchanan, filósofo de ascendencia marxista que participó en la con- llas prestaciones que no estuvieran disponibles para todos.
fección del mencionado documento Securing Access to Health Care, defien- b) Los problemas enunciados se originan en la pretensión de otorgar al
de un decent minimum al cuidado de la salud, pero no como un derecho decent minimum el status de un derecho. Como ya señalamos, reco-
sino como un deber de beneficencia (o caridad), al que entiende como una nocer un derecho implica admitir que su infracción justifica sancio-
obligación colectiva que debe coordinar el Estado. nes o acciones coactivas a fin de forzar su cumplimiento. De manera
Este autor considera que las dificultades en corno a la idea de un de- que afirmar un derecho al decent minimum es más fuerte que afirmar
recho a la salud son insolubles, ya que el concepto de derecho requiere de que todos deberían tener acceso por lo menos a cierto mínimo, y que
un contenido específico e involucra redamos morales estrictos que no son cualquier sociedad debería proveerlo siempre y cuando no le deman-
230 - - - - - - - - - -- - - - - - - llttl•\'1/\ltl(l lll\ 1 lll \ 1 h VAI l>U C.:UAllll ,LI A V ( ;l~I\C ll·J.A Ym11~.LLA 231

clase excesivos sacrificios. Debido a la fuerza moral que posee t•I rn11 tüS importantes de la salud, el requerimiento de beneficenc_i~ inclu-
cepto de derecho, otorgar ese carácter al decent minimum al cuid.1d11 ye, entre otras cosas, la provisión de ciertas formas de atenc10n d~ la
de la salud, requiere una explicitación y delimitación de su contenido salud. Ahora bien, si la beneficencia se deja librada a la voluntad m-
que permita determinar qué requisitos satisface, en qué casos resuli.1 dividual, no hay ninguna garantía de que los necesitados tengan la
lesionado y qué relación guarda con otros derechos. Sólo una reorf.1 ayuda que precisan; esto es especialmente cierto en cuestiones de sa-
general de la justicia, que provea principios de los cuales derivar den• lud: muchos de sus cuidados más importantes no pueden ser ade-
chos y establezca criterios para jerarquizarlos, podría satisfacer los rc cuadamente provistos sin el concurso coordinado de muchas perso-
quisitos antedichos. Tal teoría no sólo debería mostrar por qué cieno nas. Supóngase que mi sentimiento de caridad me induce a ayudar
nivel de cuidado de la salud resulta indispensable, sino también pro a quienes padecen artritis; es razonable que yo crea que el modo más
porcionar pautas para establecer prioridades entre los diferentes servi- efectivo de hacerlo es colaborando con un programa de ayuda al ar-
cios de salud y justificar con razones convincentes las inevitables ex- trítico, del que participen también otros contribuyentes; pero si no
clusiones. Ahora bien, la salud no es la única candidata a reclamar el tengo garantías de ello, lo racional para mí será canalizar mi benefi-
status de derecho, ya que existen otros bienes también importantes, cencia de modo que l a eficacia de su resultado no dependa de la
como la educación, la nutrición, la vivienda. contribución de otros, ya que no deseo que mis esfuerzos se desper-
c) Los problemas relacionados con la especificación de un derecho a la dicien. En este caso, preferiré regalar algunas cajas de aspirinas a las
salud evidencian que éste no puede ser justificado satisfactoriamen- cuatro o cinco personas artríticas que conozco. Ahora bien, si todas
te desde la justicia. El concepto de derecho demanda excesivos com- las personas caritativas actuasen como yo, los resultados de sus em-
promisos teóricos; la noción de beneficencia, en cambio, es más dé- prendimientos resultarían mucho menos efectivos que si aunaran
bil ya que, como explicamos antes, los deberes de beneficencia no sus esfuerzos en forma colectiva y coordinada. Por tanto, concluye
tienen como correlato un derecho y por tanto, su contenido y su Buchanan, la única solución a esta suerte de paradoja que se le plan-
destinatario dependen de la voluntad del agente. En esta caracterís- tea a una persona caritativa y racional es aceptar un mecanismo co-
tica se apoya Buchanan para considerar que la beneficencia cumple ercitivo que sancione a los no contribuyentes. De esta forma cada
mejor con los requisitos que demanda el decent minimum al cuida- uno tendrá la seguridad de que otros contribuirán también y de que
do de la salud. Pese a que no existe un derecho a la salud, es posible su propia colaboración no será malgastada. La ventaja de justificar
afirmar un deber de proveer cierto nivel de asistencia, necesario pa- el decent minimum en la beneficencia es que así se evita la compli-
ra llevar una vida tolerable. Se trata de un deber obligatorio que, lle- cación de otorgarle un contenido, como es forzoso hacerlo si se lo
gado el caso, puede ser forzado por el Estado. El argumento para de- afirma como un derecho fundado en principios de justicia. En efec-
fender su obligatoriedad es el siguiente: En toda sociedad existen to, como ocurre con cualquier deber de beneficencia, el contenido
ciertas normas que, si bien no se corresponden con ningún reclamo del decent minimum queda librado a la elección del agente; ahora
legítimo, son sancionadas coercitivamente. Tal es el caso de la con- bien, como se trata de un deber forzado, lo único que se requiere es
tribución obligatoria a los bienes públicos, como la defensa nacio- establecer algún mecanismo social, público y justo a través de~ cual
nal. Estas normas involucran principios distributivos, es decir, la se decida qué servicios deben ser provistos.
obligación de contribuir con recursos para beneficio de otros. Ade- Esta propuesta tiene como objetivo proporcionar un nivel ade-
más, nuestras intuiciones morales nos advierten que tenemos un de- cuado de salud que permita, en términos de Buchanan, llevar una "vida
ber de beneficencia (o caridad) hacia los más necesitados y que, en tolerable". Ahora bien, la salud no es un bien divisible, no es posible dis-
una sociedad con recursos suficientes para restaurar algunos defec- tinguir entre salud básica y otra superior; las necesidades sanitarias no
232 - - - - - - - - - - -- - - BIU•.VIAIUO DE Ú:l'l<. 'A OSVAI l)(l l,l/Alltl,1 IA Y CRACIF.LA YIDIELLA - - - - - -- --- 233
admiten niveles: si alguien requiere un trasplante de corazón para se originan reclamos de justicia. ¿En qué reside su importancia? En que su sa-
guir viviendo, los límites que el decent mínimum podría imponer a la tisfacción contribuye al normal funcionamiento del sujeto considerado como
tecnología de alta complejidad no le permitirán una vida tolerable si miembro de una especie natural. Hay dos características que permiten iden-
no que lo llevarían a la muerte. Este criterio de distribución posee tificarlas: son adscribibles de modo objetivo (independientemente de las
consecuencias inequitativas, ya que discrimina a los individuos según preferencias de los sujetos), y, si no están satisfechas, disminuye el normal
su poder adquisitivo. funcionamiento del individuo como miembro de la especie, ya que se re-
ducen sus oportunidades para alcanzar o revisar el plan de vida que se ha-
ya trazado. Daniels basa su criterio en la definición biomédica de salud y
Un derecho universal e igualitario enfermedad: salud es la ausencia de enfermedad y enfermedad es la desviación
de la organización fancional natural de un miembro típico de la especie.
8
Norman Daniels se ha propuesto extender la teoría de la justicia de John El autor admite que esta definición no es unánimemente aceptada;
Rawls a la institución sanitaria con dos propósitos centrales: fundamentar por ejemplo, la objetan, entre otros, quienes piensan que la noción de en-
un acceso universal e igualitario al cuidado de la salud y proporcionar un fermedad es estrictamente normativa, y que se la considera una desviación
modelo de justicia sanitaria basado en la equidad. de las funciones normales dictaminadas por la sociedad. Pese a este tipo de
El criterio de equidad presenta problemas específicos cuando se lo in- objeciones, decide emplearla porque cree que, a diferencia de otras, tiene
tenta relacionar con el acceso a la atención de la salud. No es sencillo de- más posibilidades de aceptación a raíz de los métodos públicos proporcio-
terminar qué se entiende por acceso equitativo ya que los servicios sanita- nados por las ciencias biomédicas y, en última instancia, parece menos
rios no son homogéneos: algunos resultan más importantes que otros; controvertida que otras definiciones alternativas.
asimismo, las necesidades de la salud presentan una gran variabilidad y El criterio elegido sobre la base de la definición que estamos comen-
r~sultan voraces desde el punto de vista de la economía, lo que impide sa- tando permite adscribir un carácter objetivo a las demandas sanitarias, in-
nsfacer todas las demandas; además, compiten con otras necesidades: las cluyéndolas en el conjunto de las necesidades que pueden considerarse bá-
personas tenemos también necesidades educativas, de esparcimiento, cul- sicas. Además, posibilitaría discriminar entre demandas relacionadas con la
turales, habitacionales, ere. ¿Cómo determinar criterios justos para estable- salud, por ejemplo, llevaría a considerar la infertilidad y las narices disfun-
cer prioridades entre estos requerimientos competitivos? cionales como enfermedades, pero no así a un embarazo no querido o a una
La estrategia ideada por Daniels consta de dos etapas: en la primera nariz antiestética. En función de esto, Daniels propone la siguiente lista de
propone un criterio objetivo para jerarquizar las necesidades y, en función necesidades de salud: nutrición y abrigo adecuados; vivienda sanitaria e im-
de ello, elabora una teoría de las necesidades de la salud, en la segunda eta- poluta; ejercicio, descanso y otros rasgos de vida sana; servicios médicos
pa aplica la teoría rawlsiana a la justicia sanitaria. preventivos, curativos y rehabilitativos; servicios personales y sociales no
médicos. Todas ellas resultan necesarias para mantener, restaurar, prevenir
o compensar abandonos respecto al normal funcionamiento de la especie.
Necesidades relevantes y fancionamiento típico de la especie

No _rodas las necesidades tienen el mismo grado de importancia; algunas La salud y la igualdad de oportunidades
se vmculan con proyectos contingentes y varían con relación a éstos; otras,
en cambio, permanecen a lo largo de la vida, como las de alimento, vesti- El próximo paso consiste en justificar los lineamientos normativos de una
do, ejercicio, descanso, compañía, etc. Éstas son las más significativas y teoría de la justicia sanitaria. Para ello Daniels acude, como habíamos di-
llil lo.VIAIU U l >E l~.' 11< A

cho, a la teoría rawlsiana, y procura conectar las necesidades sanitarias con


l )sVA I ()ll l i\11\ llll, I IA Y C 1tACIELA VlDIELLA

des y, en general, las determinaciones sociales y psicológicas también son.de-


235
~
ii1\
el bien social primario de las oportunidades, distribuidas igualitariamc111c terminantes. Pero aquí se trata sólo de nivelar las desigualdades producidas
por el segundo principio. Las personas enfermas o discapacitadas tienen por la enfermedad o discapacidad. Las otras variables pueden tratarse de ~tr?
mermadas sus oportunidades, ya que, al constituir desviaciones de la orga modo, por ejemplo, a través de planes educativos que t~ngan como ob¡en-
nización funcional natural de un miembro típico de la especie, atentan vo la promoción de habilidades en los grupos desaventa¡a~os, etc. .
contra el rango normal de oportunidades abiertas a un individuo en una El concepto ampliado de justa igualdad de oportumdades e~ el p~m-
sociedad particular. Obviamente, no sólo las enfermedades y discapacida- cipio rector que debe guiar las decisiones más relevante: en materia de ¡us-
des inciden en las oportunidades, que también resultan afectadas por los ticia sanitaria. El mismo permite diferenciar las necesidades de las prefe-
talentos y habilidades. Pero, a efectos de la justicia sanitaria, lo que intere- rencias, fijar los límites de los servicios que el Estado tiene la obli.gació~ de
sa es mejorar las desigualdades provocadas por razones de enfermedad. proveer y clasificarlos en orden de importancia, ~sí c~m~ ra1:1b1én º .ne~-
Daniels advierte que no es posible establecer una conexión directa entre el tar la evaluación de nuevas tecnologías. Subsumir la msncuc1ón samtana
concepto de oportunidad de Rawls y la salud; éste resulta demasiado es- bajo el principio de igualdad de oportunidades es un modo de acercarla al
trecho, ya que está pensado sobre codo en función de profesiones y oficios. modelo idealizado rawlsiano, con la diferencia de que aquí se toma en
Por tanto, propone ampliarlo, haciéndolo extensivo a las oportunidades de cuenta a la persona con su funcionamiento pleno y su plan de vida com-
alcanzar los planes de vida que la gente rawnable pudiera tener en una so- pleto, y no como mero agente de representación. De modo que ~~eden
ciedad particular. Este rango normal de oportunidades en relación con los distinguirse y jerarquizarse los cuatro niveles estánd.ares de los servicios .de
planes de vida dependerá de las características particulares de cada socie- salud según la función que cumplan en la preservación del normal funcio-
dad: de su cultura, de su nivel de riqueza y de desarrollo científico y tec- namiento de la especie.
nológico. Es importante tener en cuenta que el alcance que revisten las
oportunidades normales en cada comunidad hace abstracción de impor- 1) Medicina preventiva. Actúa para minimizar los efectos q~e pue~an
tantes diferencias individuales que inciden en las oponunidades efectivas alejarnos del criterio normativo provisto por el normal funcionamien-
de las personas. Por ejemplo, un maestro que requiere para su trabajo una to de la especie promoviendo la salud pública: medio am biente sano,
destreza man ual mínima puede ver su oportunidad efectiva poco dismi- servicios preventivos, alimentación adecuada, protección de las dro-
nuida si la artrosis le ha deteriorado la movilidad de sus manos, en com- gas, educación sanitaria y nutricional.
paración con un pianista aquejado por la misma dolencia. Pero es inevita- 2) Servicios curativos y rehabilitativos cuya finalidad es restaurar el nor-
ble dejar de lado estas cuestiones cuando se intenta especificar principios mal funcionamiento de la especie.
generales de justicia aplicados a determinado ámbito. Apelando al rango 3) Servicios médicos y paramédicos tendientes a compensar la pérdida
normal de oportunidades abiertas a los individuos en una determinada so- de capacidades fís icas y psíquicas no dem asiado severas, y en los pa-
ciedad, se evita, entiende Daniels, evaluar la enfermedad y las necesidades cientes crónicos no graves. Este nivel, por ejemplo, obligaría a prove-
que deben satisfacerse en función de las concepciones personales del bien. er sillas de ruedas a los paralíticos, lazarillos a los ciegos, insulina a los
El objetivo está puesto en prevenir, curar o compensar aquellas enferme- diabéticos, etc.
dades que involucran una reducción considerable en el rango normal de 4) Cuidados especiales hacia todos aquellos cuyo normal funciona~ien-
oportunidades en función de los planes de vida que una sociedad conside- to no puede ni curarse ni compensarse, como es el caso de los disca-
ra razonables. pacitados mentales graves, de pacientes con patologías crónicas m uy
El autor admite que no sólo la enfermedad tiene incidencia negativa en severas, y de enfermos terminales.
este modo de concebir la igualdad de oportunidades: los talentos y habilida-
236 - - - - - - - - - -- -- - - -- - BREVIAIUU 1Jl1 t 'l'JCA Ü:iVA I l>\) (; \J AIU C l.I A Y GRACIELA V IDIELLA - - - - - - - - - - 237
En síntesis, Daniels propone un sistema igualitario en el cual los criterios 2
Aristóteles, Ética a Nicómaco, 1130 a.
para recortar gastos no discriminan a las personas por razones económicas, 3 John Stuart Mili, El utilitarismo, p. 90.
posición social, de mérito o edad sino que atienden a una protección equi- 4 Securing Access to Health Care, Washington, DC, US Government Printing O ffice,

tativa de la igualdad de oportunidades para conquistar los proyectos indi- 1983.


5 R. Nozick, Anarquía, Estado y utopía, Buenos Aires, FCE, 1991.
viduales en las distintas etapas de la vida. En tanto el derecho al cuidado
G T. Engelhardt, The Foundations ofBioethics, Nueva York, Oxford U.P., 1986.
de la salud es una especie de los derechos de los ciudadanos derivados de
7 A. Buchanan, "Justice and Charity", en Ethics, vol. 97, abril de 1989, pp. 558-575.
la justa igualdad de oportunidades, no cualquier necesidad da lugar a re- 8 N. Daniels, just Health Care, Cambridge, Cambridge University Press, 1988.
clamos legftimos, únicamente aquellas que puedan relacionarse con este
bien primario. Ahora bien, el sistema de salud sólo puede proteger la opor-
tunidad dentro de los límites impuestos por los recursos escasos y el nivel
tecnológico alcanzado por cada sociedad particular, de manera que la apli-
cación de la teoría en cada caso deberá realizarse teniendo en cuenta los
datos empíricos relevantes (sanitarios, económicos, demográficos, tecnoló-
gicos) que informen sobre su respectiva situación.
Este capítulo estuvo dedicado a presentar las posiciones más influyen-
ces sobre la justicia en la salud poniendo de relieve el status problemático
que posee la justificación de un derecho a la asistencia sanitaria. Cabe se-
fialar, para concluir, que hemos transitado un terreno exclusivamente teó-
rico, sin considerar las posibilidades de éxito que tendrían estas teorías en
el momento de ser aplicadas. En este sentido no puede soslayarse que las
soluciones igualitaristas tendrán que enfrentarse con la espinosa cuestión
del racionamiento de los recursos, que, en función de las necesidades,
siempre resultan limitados.

Lecturas complementarias

Beauchamp, T. y Childress, J.: Principios de ética biomédica, Barcelona, Masson,


1999.
Vidiella, G.: El derecho a la salud, Buenos Aires, Eudeba, 2000, cap. 1 y 2.

Notas
1
Por ejemplo: Constitución de la Nación Argentina, Santa Fe-Paraná, 1994; De-
claración Universal de los Derechos Humanos, París, 1948; Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre, Bogotá, 1948.
Capítulo 13
Globalización y derechos humanos

El proceso de globalización y la Declaración Universal de los De-


rechos Humanos de 1948. Ética universal y éticas particularistas.
¿Existe un globalismo ético y jurídico que vaya más allá de los de-
rechos positivos sancionados por cada Estado soberano? Los de-
rechos humanos básicos y el relativismo moral.

La ética contemporánea se ha enfrentado constantemente a un dilema que ha


buscado superar una y otra vez: presentar sus principios como universalmen-
te válidos con independencia de que éstos hayan sido elaborados y expuestos
por la filosofía occidental a través de sucesivas etapas de secularización. Esta
pretensión chocó siempre con la multiplicidad de los credos religiosos y, por
consiguiente, con los códigos morales más rígidos y estrechos que estos últi-
mos imponían a sus creyentes. Con la Declaraci6n Universal de los Derechos
Humanos aprobada por la Asamblea de las Naciones Unidas en 1948 el dile-
ma fue aparentemente superado, ya que los derechos allí proclamados forma-
ban un marco de reglas generales que admitía tanto una pluralidad de creen-
cias como una amplia libertad en el ejercicio de éstas. Sorpresivarpente a
partir de los años ochenta del siglo pasado en adelante, diversas corrientes
particularistas comenzaron a cuestionar abiertamente la validez y vigencia de
principios universales como respaldo tanto de una ética universalista como de
la misma Declaraci6n de los Derechos Humanos. Desde entonces hasta la ac-
tualidad, el resurgimiento del fundamentalismo religioso, especial pero no ex-
clusivamente islámico, terminó por instalar un relativismo cultural que, de
ser admitido, minaría los cimientos de toda ética universalista y de todo có-
digo de derechos humanos universales.
240 - - -- - - - - - - - - - - - -- fütEVIAIUO l ll•, E' l ll 'A ÜSYAt lJü t:UAltlc..;UA Y GRACll.?.LA V!DIELLA--- -- -- - - 24 1
El proceso de globalización de la economía que se aceleró en la t'1!ti normativo supranacional basado en los derechos humanos individuales,
ma década del siglo XX y en el comienzo del siglo XX1 hasta la crisis de por encima y sin consideración de los Estados nacionales, los así llamados
2007/2008 en adelante, contribuyó decisivamente a profundizar una ten- cosmopolitas. Los principios propuestos por Rawls son los siguientes:
dencia a la fragmentación de los principios universales de una ética secu-
larizada, que de todos lados se intenta sustituir por reivindicaciones de las 1. Los pueblos son libres e independientes y su libertad e independencia
identidades culturales, religiosas, nacionales y hasta grupales. Se trata, sin deben ser respetados por los otros pueblos.
duda, de una reacción frente a los procesos de racionalización de las socie- 2. Los pueblos deben observar los tratados y compromisos.
dades tradicionales, ya estudiada desde comienzo del siglo pasado por los 3. Los pueblos son iguales y son partes de los acuerdos que los ligan.
sociólogos clásicos como Max Weber y Emile Durkheim, que arrastra a las 4. Los pueblos deben observar el deber de no intervenir.
capas más desfavorecidas de la población por la transformación económi- 5. Los pueblos tienen el derecho de autodefensa pero no el derecho de
ca a aferrarse a sus credos más idiosincrásicos. Es necesario distinguir, sin instigar la guerra por razones distintas de la autodefensa.
embargo, entre la globalización de un sector de la economía mundial, bá- 6. Los pueblos deben respetar los derechos humanos.
sicamente el mercado de capitales financieros y los grandes bancos, por 7. Los pueblos deben observar ciertas restricciones estipuladas en la con-
una parte, que fue liberado durante dos décadas de toda forma de regla- ducción de la guerra.
mentación y control, y el resto de la economía mundial, principalmente el 8. Los pueblos tienen un deber de asistir a otros pueblos que viven bajo
comercio internacional, regulado por la Organización Mundial del Co- condiciones desfavorables las cuales impiden que tengan un régimen
mercio, por la otra. En otras palabras, no se puede afirmar sin más que hay político y social justo o decente.
una globalización que incluya todas las actividades económicas y sociales
del planeta, sino que hay que distinguir globalismo de globalización. Mien- El conjunto de estos principios, con excepción del octavo, corresponde en
tras que existe "globalismo" allí donde existen normas internacionales ex- términos generales a normas perentorias del derecho internacional (jus co-
presas y ampliamente aceptadas por las ciento noventa y dos naciones que gens de los juristas), que se han ido imponiendo durante el desarrollo del
pertenecen a las Naciones Unidas, los procesos de "globalización" están su- siglo pasado y especialmente a partir de la creación de las Naciones Uni-
jetos a diversas contingencias históricas y pueden expandirse, como ocu- das. Las mayores controversias han sido provocadas por la interpretación
rrió hasta fines de 2007 con las finanzas internacionales, detenerse o, di- de los principios sexto y octavo que proponía el mismo Rawls. Para él, los
rectamente, decrecer como ya ha ocurrido en varias oportunidades desde derechos humanos a los que se refiere el artículo sexto son aquellos consi-
comienzos del siglo XX y en la actualidad a partir del comienzo de la cri- derados básicos, del número 3 al 18 de la Declaración, que garantizan la
sis en 2007/2008. integridad y la libertad de todos los seres humanos que pertenecen a una
¿Existe un globalismo ético y jurídico que vaya más allá de los dere- sociedad civilizada ("decente" en la terminología de Rawls) y políticamen-
chos positivos sancionados por cada Estado soberano? En la última déca- te organizada, pero no necesariamente una igualdad completa, como las
da a partir de la publicación del libro del gran filósofo norteamericano sociedades liberales, ni una paridad de cultos, como las democracias libe-
John Rawls, El derecho de gentes, esta cuestión ha sido ampliamente deba- rales en las que el Estado es neutral con respecto a las creencias. Rawls ha-
tida por la filosofía moral y política actual. Quienes reafirman la vigencia ce lugar de este modo a la incorporación de Estados no liberales ni demo-
de unos principios internacionales válidos para todos los pueblos se divi- cráticos, en los que existe una religión monopólica y un orden político
den en dos grandes grupos: los que proponen una sociedad de los pueblos jerárquico no democrático, pero que se guía por una idea del "bien co-
factible de ser realizada, que se regiría por ocho principios fundamentales, mún" y no ejerce un poder dictatorial sobre sus ciudadanos. Una sociedad
citados a continuación, y quienes sólo aceptan la vigencia de un orden ideal islámica, por ejemplo, que tiene un sistema imparcial de justicia, res-
242 - -- - - - - - - - -- - - - - - - 131tEVIAlUU lfü l1°J ll'.A ÜSVALDO GUARIGLIA Y GRACIELA V I D I E L L A - - - - - - - - - 243
peta los derechos humanos básicos y no tiene fines agresivos, implícitos o
expresos, debe formar parte de la sociedad de las naciones y estar al abri-
El núcleo de los derechos enumerados en los artículos tercero a deci-
moctavo de la Declaración de los Derechos Humanos es fundamental pa-
1
go de cualquier intervención externa. ra la protección de la vida, la integridad y la emancipación de toda forma
La propuesta rawlsiana se ubica en un lugar equidistante del tradicional de esclavitud de las personas (art. 3º, 4º y 5º); para asegurar la igualdad an-
realismo jurídico y político en materia internacional, para el que el único de- te la ley, para garantizar la libre disponibilidad de su persona sin causa pre-
recho válido es el derecho positivo soberano de cada Estado en particular, via basada en una ley preexistente al acto que se le imputa, (art. 7°-10º),
por un lado, y del cosmopolitismo, que postula un estricto universalismo etc. El artículo decimoctavo, por último, estipula un derecho que ha esta-
moral de derechos para todos los individuos del planeta, sin distinción de do en el centro de graves y cruentos conflictos en el mundo desde siempre
nacionalidad, raza o sexo, exclusivamente en base a los derechos huma- pero fuertemente recrudecidos en las últimas dos décadas:
nos en sentido amplio y por encima de los Estados soberanos, por el otro.
Precisamente por ello Rawls denominó su propuesta como "una utopía rea- Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de con-
lista", puesto que se oponía por igual a un rígido realismo, cuya visión de ciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar
la política es puramente estratégica en vista del puro interés nacional, y a de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su re-
un utopismo moral que hace caso omiso de las instituciones nacionales e ligión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en públi-
internacionales establecidas a lo largo de dos centurias. co como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la ob-
La posición de Rawls es sin duda la más afín al desarrollo del dere- servancia.
cho internacional desde la creación de la Liga de las Naciones en 1919,
la recreación de un pacto internacional multilateral y la sanción de sus Este artículo chocó desde el momento en que fue formulado con la abier-
principios fundamentales en la Carta que dio nacimiento a las Naciones ta oposición de las naciones islámicas, que se abstuvieron al momento de
Unidas, la proclamación de los Derechos Humanos en 1948 y su adop- su aprobación. De hecho, la Declaración de El Cairo sobre los derechos hu-
ción mediante sendas Convenciones en 1966 y, más recientemente, la manos en el Islam (1990) afirma desde su prefacio que la civilización islá-
aprobación del Tratado de Roma en 1998 que creó el Tribunal Penal mica es superior a todas las demás, puesto que ha dado al mundo una ci-
Internacional para juzgar los crímenes de genocidio y de lesa humani- vilización en la que existe una armonía entre esta vida y el más allá y que
dad. Tras el planteo filosófico de una Sociedad de los Pueblos, que pon- combina el conocimiento y la fe. En el resto de los artículos se condicio-
dría en práctica la idea kantiana de una federación de naciones para la na cada uno de los derechos humanos a las prescripciones de la sharia. Por
paz, existe también una predicción de carácter empírico que ha suscita- la misma época, la Declaración de los gobiernos asiáticos en la Conferencia de
do una interminable discusión entre los investigadores en ciencia políti- Bangkok (1993) afirmó enfáticamente que "los derechos humanos deben
ca, cuyos ataques ha resistido exitosamente hasta la fecha. La predicción ser considerados en el contexto de un proceso evolutivo y dinámico del es-
fue expuesta por el propio Kant, quien sostuvo que las democracias (re- tablecimiento internacional de normas, teniendo presente la significación
públicas) no entrarían en guerra entre sí. Las series elaboradas durante de las peculiaridades nacionales y regionales y los diversos trasfondos his-
más de doscientos años demuestran que efectivamente las naciones en tóricos, culturales y religiosos". Así se dio nacimiento a la ambigua noción
las que impera el buen gobierno democrático con su división de poderes de los "valores asiáticos", bajo la cual básicamente se atacaba la universali-
y su rechazo de todo autoritarismo despótico no han guerreado entre sí, dad de los derechos humanos como un producto de la civilización occi-
por mayores que hayan sido los conflictos. Esta idea, pues, de la paz por dental y de sus prejuicios individualistas. Menos institucionalizada y más
las buenas razones es la que Rawls ha reivindicado para el mundo del si- difusa se ha instalado también en América Latina una ideología relativista
glo XXI. que antepone ciertos "valores autóctonos de los pueblos americanos" a los
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principios enunciados en el núcleo básico de los derechos humanos. Así en artículos, como el jurisconsulto francés René Cassin, Premio Nobel de la Paz
la reciente Constitución aprobada en Bolivia se sanciona la vigencia de un en 1968, que fue el vicedecano de la Comisión redactora de la Declaración,
"pluralismo jurídico" que pone en pie de igualdad el derecho positivo de tenían una concepción integral de todos los derechos, tanto civiles y políti-
ese Estado con el derecho consuetudinario de diversos pueblos indígenas cos como económicos y sociales, considerándolos situados en un mismo ni-
de ese país. Cada uno de estos códigos no escritos se asienta sobre valores vel y sostenidos por un mutuo apoyo. Por el otro, los representantes de
diferentes, a menudo divergentes. Algunos aprueban penas de tortura, co- Estados Unidos, en donde desde el ascenso al poder del partido republicano
mo flagelaciones, lapidaciones, etc., mientras otros las prohíben. 1 en 1952 corrían nuevos vientos, siempre sostuvieron que tales artículos só-
De este modo, el relativismo cultural y ético, que se suele presentar lo expresaban aspiraciones y, a lo sumo, expectativas futuras más o menos
como un movimiento liberador de opresiones externas, en los hechos se fundadas para los países menos desarrollados, cuyo efectivo cumplimiento
propone retrotraer el estado jurídico de las personas a una época anterior no podía ni debía ser coactivamente impuesto. De modo consecuente, los
a la creación de las grandes organizaciones internacionales, en la que la Estados Unidos nunca ratificaron la Convención Internacional que procla~
apelación a la soberanía enmascaraba las atrocidades y matanzas más ex- mó la vigencia de estos derechos en diciembre de 1966. Aquí el adversario
tremas, como ocurrió en Alemania y en la ex Unión Soviética y como ha de los derechos enunciados en los artículos vigésimo segundo al vigésimo
vuelto a ocurrir en la ex Yugoslavia. Por el contrario, como también lo pos- sexto, dedicados a garantizar la seguridad social, el trabajo, el seguro de de-
tula Rawls en su principio sexto, en las últimas tres décadas mediante la sempleo, el cuidado de la salud, la educación básica gratuita, etc., no es el
presión ejercida por Organizaciones No Gubernamentales, países de larga relativismo sino más bien una corriente del universalismo que adhiere firme-
y probada tradición democrática y de defensa de los derechos humanos y, mente a los derechos humanos civiles y políticos pero rechaza con la misma
en general, la opinión pública democrática mundial, se fue obteniendo firmeza que existan derechos positivos como los enunciados en tales artícu-
una progresiva institucionalización de los derechos humanos a través de la los, los que deberían ser solventados por el Estado mediante exacciones ba-
creación de comisiones y tribunales internacionales ad hoc, de orden regio- jo la forma de impuestos a los ciudadanos. El representante más destacado
nal, como la Corte lnteramericana de San José de Costa Rica o la Corte de este nuevo !ibertarismo ha sido el filósofo estadounidense Robert Nozick,
Europea de Estrasburgo, y, a partir de 1998, el Tribunal Penal Internacio- fallecido en 2002, quien articuló detalladamente esta concepción individua-
nal de La Haya, dedicado a perseguir crímenes de lesa humanidad y de ge- lista en su libro más famoso, Anarquía, Estado y utopía.
nocidio que no fuesen juzgados por los estados nacionales. La universali- En oposición al libertarismo, quienes defienden la validez en tanto
dad teórica, en el plano moral, de los derechos humanos es, de este modo, derechos de los enunciados en los artículos 22º y siguientes, se diferen-
llevada a la práctica jurídica por órganos de competencia supranacional, es cian a su vez en dos posiciones centrales: la primera es la que Rawls sin-
decir, por encima de las soberanías estatales. tetizó en su principio octavo que cierra la serie, el cual formula un "deber
En la segunda parte de la Declaración están enunciados los derechos de asistencia" en beneficio de los pueblos lastrados por circunstancias des-
económicos y sociales, especialmente en Íos artículos que van del vigésimo favorables, temporales o duraderas. Este deber, sin embargo, no es perma-
segundo al vigésimo sexto. Se trata de aquellos derechos positivos que se fue- nente, sino que se limita a restaurar unas condiciones normales de vida
ron incorporando a lo largo del siglo XX en la legislación laboral y social de- para el pueblo afectado por situaciones de extrema carencia o por catás-
sarrollada en los denominados estados de bienestar de los países europeos y en trofes naturales, de modo que éste pueda recuperar su autogobierno y su
los Estados Unidos durante el New Dea! de F. D. Roosevelt. Desde un co- autodeterminación. Los pensadores enrolados en el cosmopolitismo, co-
mienzo hubo dos claras interpretaciones antagónicas de estos artículos, cada mo Charles Beitz yThomas Pogge, en cambio, insistieron en sostener que
una de ellas provenientes de concepciones enfrentadas que se prolongan has- las diferencias nacionales no debían ser óbice para satisfacer las necesida-
ta la actualidad. Por un lado, quienes más bregaron por la adopción de esos des de todos los habitantes del planeta por encima de las fronteras, por lo
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cual se debía encontrar una forma de distribuir los ingresos de los países tuación será sólo factible de alcanzar, sin embargo, cuando los propios ciu-
más ricos en beneficio de los más pobres que cubriese esas necesidades sin dadanos, es decir, los m iembros de la sociedad civil global, se convenzan
limitación de tiempo. de que deben adherir a la vigencia incondicionada de los derechos huma-
Una posición más reciente, equidistante de las dos anteriores, elabora- nos y rechazar todo relativismo cultural que los restrinja o los cuestione,
da por algunos economistas y filósofos, ha puesto el acento en la profundi- por muy sagrados o sublimes que se consideren los valores a los que se ape-
zación y ampliación del comercio justo en el ámbito global, especialmente a le para tal finalidad.
través de las rondas de negociación de la Organización Mundial del Co-
mercio, como la actual ronda de Doha, a fin de ampliar las oportunidades
de crecimiento de los países en desarrollo y de los más pobres. Una amplia- Lecturas complementarias
ción de las exportaciones, en especial de los productos primarios que estos
países cultivan, y una rebaja generalizada de las barreras a la importación y Guariglia, O .: En camino de una justicia global, Madrid-Barcelona, Marcial Pons,
de los subsidios para los productores domésticos por parte de los países desa- 2010.
rrollados multiplicarían sustancialmente no sólo el crecimiento interno si- Pogge, T.: La pobreza en el mundo y los derechos humanos, Buenos Aires, Paidós,
no también las oportunidades de educación y perfeccionamiento de la po- 2006.
blación de los países menos desarrollados. A su turno, una mejora en la Rawls, J.: El derecho de gentes, Buenos Aires, Paidós, 2000.
capacitación y en el desarrollo humano de los pueblos menos desarrollados Sen, A.: Desarrollo y libertad, Buenos Aires, Planeta, 2007.
trae aparejado un aumento en la autoestima y en la dignidad de sus miem- Stiglitz, J.: Comercio justo para todos, Madrid, Taurus, 2007.
bros, que influye de modo directo en la conciencia de sus derechos civiles
y políticos y, como consecuencia, en el reclamo por la vigencia efectiva de
estos últimos. De este modo, los derechos humanos económicos y sociales, Notas
de un lado, y los civiles y políticos, del otro, se refuerzan y acompañan mu- 1
Véase C. Escudé, La Nación, 12 de mayo de 2009.
tuamente en el proceso de su institucionalización.
En resumen, como se ha señalado al principio de este capítulo, la glo-
balización de las últimas dos décadas estuvo causada por el incremento ex-
ponencial de las nuevas tecnologías de la comunicación y del transporte,
por una parte, y por la expansión de los mercados financieros, liberados de
todas las trabas anteriormente existentes en los mercados domésticos, por
la otra. Esta formidable expansión y este crecimiento desenfrenado de
nuevos instrumentos financieros produjeron una sucesión de burbujas
que, al estallar, arrastraron a grandes compañías e institutos bancarios a la
quiebra y al mundo a una grave crisis. Ésta ha puesto de manifiesto que
dicha globalización más bien ha sido un obstáculo y no un aliciente para
un real globalismo. No hay, en efecto, globalismo sin justicia global, y és-
ta solamente puede existir por una efectiva vigencia de los derechos huma-
nos, garantizada por una institución internacional que sea una efectiva
confederación de naciones por encima de las soberanías nacionales. Tal si-

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