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1 INTRODUCCIÓN. …………………………………………………………….....3
Sobre el bien
Sobre la felicidad
Sobre la justicia
1 INTRODUCCIÓN.
Abordamos la acción moral, tanto desde una perspectiva práctica como desde la reflexión
teórica, nos ocupamos, por lo tanto, de la Moral y la Ética. Empezaremos por definir las
categorías básicas que nos permiten entender el hecho moral para, a partir de ellas,
establecer los elementos que se han de tener en cuenta en todo juicio moral, ya sea para
guiar nuestra conducta o juzgar la de los demás. De esta manera el estudio de la acción
moral nos lleva a la reflexión ética que gira entorno a los valores, los principios y las
normas morales. Para responder a la pregunta ¿Cómo hemos de vivir? hemos de
determinar qué fines perseguimos en la vida y qué medios pensamos utilizar para
alcanzarlos. Teniendo en cuenta que vivimos en sociedad ¿Todo vale? Hemos de realizar
una elección que puede ser o no reflexiva, y puede estar mejor o peor argumentada, pero si
lo que nos distingue del resto de los animales es la razón, la inteligencia, y en muchos
ámbitos nos ha permitido una vida mejor, ¿Podemos prescindir de ella en éste? La acción
racional articula las creencias y las actitudes, busca la sabia elección de medios y fines,
aquellos que nos conduzcan a la felicidad personal y la convivencia en armonía con los
demás.
a) Definir el ámbito de la realidad donde lo moral cobra sentido - como en cualquier otra
disciplina definimos de qué aspecto de la realidad vamos a tratar -. Es decir, vamos a
establecer nuestro objeto de estudio: una serie de fenómenos que tenemos que
describir y explicar.
b) Para poder analizar y explicar esos fenómenos habremos de establecer una serie de
conceptos y definir una serie de relaciones entre ellos. Ello nos permitirá de ahora en
adelante utilizar un lenguaje común que permita un mejor entendimiento y una
reflexión lo más rigurosa posible.
Para realizar esta tarea nos limitaremos a observar la realidad partiendo de casos
concretos y vamos a partir de cero, como si no supiéramos nada.
Cada hecho moral plantea un problema moral que hemos de intentar solucionar a través de
un juicio moral. Podemos tener varias conductas alternativas donde elegir y varias normas
posibles con las que juzgar: según actuemos estaremos definiéndonos como personas ante
nuestros semejantes y definiendo cómo queremos vivir -en el fondo definiendo un modelo de
vida comunitario -. Es aquí donde se revela más genuinamente la dimensión práctica de la
moral.
Al igual que nosotros juzgamos la conducta moral de los demás nosotros somos juzgados por
los demás al elegir y no siempre positivamente ya que muchas veces nuestra moral no
coincide con la moral predominante. Esta interrelación muchas veces conflictiva entre lo que
yo hago y lo que los demás quieren que haga revela la dimensión social de toda conducta
moral.
Moral: aquello que tiene que ver con lo moral y lo consideramos como moralmente
correcto desde un código moral concreto.
Inmoral: aquello que tiene que ver con lo moral y lo consideramos como moralmente
incorrecto desde un código moral concreto.
2.2.1 Definición.
Habíamos definido el hecho moral de forma muy genérica como un hecho susceptible de ser
calificado moralmente, ahora vamos a intentar dar una definición más concreta:
Hecho moral es todo acto calificable moralmente realizado por una persona de forma
libre, consciente y voluntaria que tenga una incidencia social.
a) Calificable moralmente: que adquiere sentido moral desde una norma establecida, es
decir, sea susceptible de aprobación o condena moral.
Que sea un acto sujeto a la sanción de los demás (aprobación o condena) de acuerdo con una
norma moral existente. Si existe una norma moral desde la cual podemos calificarlo positiva o
negativamente.
a) No pudieron ser evitados. En el ejemplo, que la relación sexual de Irene hubiera sido
fruto de una violación.
ii. Pudiendo elegir entre ellas, es decir, si puede elegir realizar cualquiera de las
alternativas existentes. En el ejemplo, serían las circunstancias concretas de
su vida las que determinarían si podría elegir o no entre tenerlas o no.
c) Su decisión sea voluntaria: es decir que sea realizado por convicción íntima y no de
un modo exterior e impersonal.
Un hecho moral no tiene el mismo valor cuando la persona lo realiza porque quiere y lo desea
que cuando lo realiza por miedo a los demás o por moda. En el ejemplo, no se valora igual
evidentemente, pero en otros ejemplos el hecho moral pierde todo valor si no está realizado
por convicción íntima: por ejemplo encontrarse una saca de dinero y devolverla porque hay
gente delante cuando la descubres.
d) Que incida socialmente: ha de afectar a los demás de alguna manera aunque no quiere
decir que haya de ser público (por ejemplo un vertido tóxico).
Se excluye: todo acto privado que no tenga consecuencia alguna para los demás.
Hay códigos morales que han intentado inmiscuirse en el ámbito privado de las personas y
han condenado acciones absolutamente privadas: por ejemplo la masturbación, lo que
pensamos, el consumo de droga - en cuanto no afecte a los demás -.
b) Libertad. De esta manera la ausencia de instintos hace que nuestra acción moral se
caracterice por ser libre, por ser fruto de una elección entre distintas opciones posibles.
Por estrechos que puedan ser los límites en ocasiones, la libertad está ahí y no siempre
es fácil saber asumirla. Actuar irreflexivamente o por costumbre no es una superación
de este "obstáculo" pues significa ya en sí una "elección".
LA LIBERTAD
El término "libertad" se emplea, como mínimo, de dos maneras distintas. Veamos ejemplos:
en este país hay libertad de movimientos, puedes ir a donde quieras el ser humano es el único
animal libre, pues puede elegir lo que hace.
En el primer caso aludimos a la ausencia de obstáculos que nos impidan hacer lo que
deseamos. En el segundo, en cambio, nos referimos a la capacidad de elegir o querer una cosa
u otra.
queremos hacer, pero externamente estamos obligados a actuar de una determinada forma,
entonces ¿de qué nos sirve poder elegir? Y al contrario, si externamente no hay ninguna traba
a la realización de nuestros deseos, pero internamente no los escogemos de forma libre, sino
que nos vemos empujados sin remedio a querer lo que queremos, ¿de que nos sirve poder
satisfacer unos deseos que no siquiera hemos escogido libremente?
La libertad externa se conoce, también, como libertad política o social, puesto que factores
sociales y políticos son los que más favorecen o entorpecen su presencia. Aunque la libertad
externa puede darse o no, su existencia no resulta problemática. La libertad interna, en cambio,
sí resulta problemática porque podemos poner en duda su existencia.
EL DETERMINISMO
Es una concepción filosófica que afirma que todo está determinado, es decir, evidentemente
causado. Por lo tanto, niega la existencia de libertad. Para ello se basa en el principio de
causalidad. Según este principio, todo acontecimiento del mundo esta causado. Consideramos
que un acontecimiento C causa el acontecimiento E, si es imposible que dándose C no se
derive E. Según este principio, también las acciones están determinadas por un factor en cuya
presencia se dan inevitablemente. Podemos afirmar que este factor somos nosotros mismos:
yo soy la causa de mis acciones, pues la decisión que he tomado es la causa de lo que hago.
Pero el principio de causalidad afirma que todo acontecimiento, incluidos acontecimientos
mentales, tienen una causa. También mis decisiones están causadas por un factor, que no
controlo y del que no soy responsable, que hace inevitable que yo tome una decisión.
Determinismo físico: afirma que toda la realidad está determinada y puede explicarse por
leyes naturales. El comportamiento de todos los seres del universo, incluidos los seres
orgánicos, está regido por las leyes fijas y estables de la materia. Esta concepción se basa en
una visión mecanicista del mundo, pues el universo entero es comparable a una máquina y
funciona de forma similar o como lo hace esta (todos los estados y acciones siguen leyes
fijas). Destaca a Pierre-Simone Laplace.
concretas. Destaca el zoólogo y etólogo Richard Dawkins, que afirma que los organismos son
interacciones de genes que aseguran la supervivencia.
https://evolucionyneurociencias.blogspot.com.es/2016/05/los-10-hallazgos-mas-replicados-
de-la.html
Como resultado de todo esto, hay quien opina que nuestra libertad es una ilusión.
Determinismo ambiental: no son los genes los que determinan nuestra conducta, sino los
factores ambientales, sean sociales, culturales, familiares, económicos... e incluso factores
educativos y de aprendizaje. Para los defensores de esta postura, es posible modificar la
conducta cambiando la influencia de condiciones ambientales, potenciando ciertas acciones
con refuerzos e inhibiendo otras mediante castigos. Destaca F.B.Skinner y las corrientes
conductistas en psicología.
http://politica.elpais.com/politica/2016/06/19/actualidad/1466349498_314810.html
Determinismo teológico: defiende la existencia de algo que está por encima del ser humano y
que determina sus acciones. Todo lo que hacemos está ya previsto y fijado de antemano, ya
sea por una hado o destino (como afirman los estoicos), ya sea por una voluntad superior y
divina (como defiende la religión protestante). El ser humano no es dueño de sus actos, es una
marioneta en manos de la divinidad. La voluntad humana no es tal, pues se encuentra a
merced de la voluntad divina. Destaca Martín Lutero y los teóricos de la teología reformista.
EL INDETERMINISMO
de antemano que van a decidir los seres humanos no anula su libertad. Para Tomás de Aquino
es el entendimiento el que mueve a la voluntad a elegir.
LA RESPONSABILIDAD
Desde el determinismo: se niega la libertad: no hay acción como algo distinto del resto de los
sucesos del mundo, luego lo que llamamos acción es un suceso como otro cualquiera, caudado
y determinado. Desde esta perspectiva, sólo podemos hablar metafóricamente de
responsabilidad, dándole un significado idéntico a causa.
Desde el indeterminismo: diferencia las acciones del resto de los sucesos: éstas son el fruto de
un agente consciente y voluntario que actúa libre y espontáneamente. El indeterminista se
siente cómodo con la definición de responsabilidad dada: un agente que escoge libremente
entre varias opciones tiene la obligación de responder de ellas. Veamos un pequeño ejemplo
para dar muestra de lo que estamos queriendo decir:
tranquiliza y le dice que no se preocupe, que ella misma lo recogerá. Pero tras hablar con
ella, Isabel recuerda que tiene una reunión importantísima con un cliente que viene
expresamente de otra ciudad para verla. Consciente de que no puede anular la reunión,
decide llamar a Paco, su marido. Isabel y Paco discuten por teléfono, ninguno de los dos está
dispuesto a ceder, ya que sus obligaciones les parecen más ineludibles que las de su cónyuge.
Aunque no llegan a un acuerdo, ambos cuelgan el teléfono convencidos de que, como ha
ocurrido otras veces, el otro cederá e irá a buscar a Jesús. A las cinco, Jesús sale de clase,
pero nadie ha ido a buscarle. Después de esperar un rato por si Marta se ha retrasado, decide
ir solo a casa. Por el camino, un conductor bebido se salta un semáforo en rojo y lo atropella.
¿Qué significa responder de una acción? ¿De qué debemos sentirnos responsables? De todas
las acciones que realizamos tras decisión consciente, voluntaria e intencional. Pero las cosas
no son tan sencillas, pues algunas de estas acciones tienen consecuencias no previstas. El
interés está en si también pueden pedirse responsabilidades por estas consecuencias. Para
algunos autores no, puesto que no son propiamente acciones, ni nada que escojamos
libremente. Pero la forma en que atribuimos responsabilidades cotidianamente no se ajusta a
esta consideración. Y es que, de alguna manera, tenemos la obligación de prever las
consecuencias de nuestras acciones, y atropellar a alguien si conducimos bebidos es bastante
previsible. Otras veces, en cambio, no está tan claro si el agente debiera haber previsto las
consecuencias de su acción.
La libertad que implica poseer una razón para determinar nuestra conducta social nos hace
responsables de nuestros actos.
2.2.3 Estructura.
Para el análisis y la valoración de todo hecho moral hemos de tener en cuenta los siguientes
elementos que lo estructuran:
Un mismo acto puede realizarse por distintos motivos1, y a la vez, el mismo motivo puede
impulsar a realizar actos distintos con diferentes fines2.
2. La intención de la acción moral: es la conciencia del fin que se persigue. Toda acción
específicamente humana exige cierta conciencia de un fin o anticipación ideal del
resultado que se pretende alcanzar.
1
Si seguimos el ejemplo, el hecho de "tener una relación sexual", puede obedecer a distintos motivos: deseo
sexual, deseo de conocer la técnica sexual, sentirse solo, una venganza,...
2
Por ejemplo: "ser mujer y sentirse discriminada" puede generar distintos actos (plantearnos distintos fines)
como: asistir a una manifestación, hacer compartir las tareas de la casa, militar en un partido feminista, no
hablar con los machistas,...
De nuevo la elección entre distintos posibles medios y la decisión de llevarlos a cabo ponen
de manifiesto el carácter voluntario de la acción moral.
En el ejemplo de Irene supongamos que el motivo de su acción es tener un fuerte deseo sexual,
y que como fin o intención se plantea tener una relación sexual con otra persona, los medios
para poder conseguirlo podrían ser: ir a una discoteca a ligar -conversación-, contratar a una
persona -dinero-, llamar a su vecino para que le arregle un grifo -seducción-, violar a alguien -
fuerza-, decirle a alguien que le quiere -mentira-,...
5. Las consecuencias de la acción moral: es el modo en cómo este resultado afecta a los
demás y a uno mismo. A veces pueden ser previsibles y a veces no pero siempre se han de
intentar prever.
En el ejemplo de Irene podrían ser: provocar una infidelidad del vecino, la tristeza y la
decepción ante un engaño, la transmisión de una ETS, un embarazo no deseado,...
a) La coacción siempre que sea ésta razonablemente insuperable. Por ejemplo la delación
mediante tortura, la violación, etc.
3
Por buenos motivos que se tengan no todo es justificable.
necesaria coherencia y adecuación entre fines y medios5. Siempre hay que tener presente el
resultado6 y sus consecuencias7 midiéndolos desde la norma pero considerándolos desde
las circunstancias concretas.
Singularidad del hecho moral: cada acto moral -en contra de lo que pretende la casuística-
es singular, concreto, no hay fórmulas mágicas o universales para su valoración: cada caso es
único.
2.3.1 Definición.
Norma moral es una regla de conducta que determina lo que hay que hacer o no hacer
para actuar moralmente - de acuerdo con un código moral concreto -.
2. Regulan las relaciones entre las personas con el fin de asegurar la convivencia
social en el marco de un orden social dado.
Estas dos características las comparte la norma moral con las normas del derecho y las del
trato social - buena educación o cortesía -. ¿Cuáles son los rasgos específicos que la
diferencian de éstas? : Las normas morales- elementos característicos:
Las normas morales no son normas como las demás, sino que tienen cosas especiales. Las
normas morales son normas como estas: no se debe mentir, tómate la vida con alegría, procura
no obsesionarte contigo mismo y ábrete a los demás. No hay mayor calamidad que la falta de
moderación.
4
De buenas intenciones "están llenos los cementerios".
5
"Matar moscas a cañonazos".
6
Que el resultado haya sido el deseado no justifica la acción.
7
Se deben de prever, no acaba todo en el resultado, no es excusa decir que no se podían prever. Tampoco es
suficiente que las consecuencias sean buenas: el fin no siempre justifica los medios.
3. Son aceptadas íntimamente y reconocidas como obligatorias por la persona que las
usa. Esto implica:
4. En segundo lugar, las normas morales son normas de conducta. Las normas morales nos
dicen qué debemos hacer, cómo nos debemos comportar. Las normas morales no son
normas acerca de cómo debemos manipular los objetos, como las normas de cocina, o las
de la química, o las de circulación, sino normas que tenemos que aplicarnos a nosotros
mismos, a los seres humanos. El objeto de las normas morales, aquello que legislan, es la
vida humana.
5. Las normas morales están orientadas hacia el bien moral. Relee las normas anteriores y
pregúntate por qué hay que actuar así. ¿Por qué no se debe mentir? ¿Por qué hay que
tomarse la vida con alegría? ¿Por qué no hay que obsesionarse consigo mismo? ¿Por qué
hay que ser moderado? La respuesta inmediata es que todo eso (no mentir, estar alegre, no
obsesionarse consigo mismo, ser moderado,) está bien moralmente. Las normas morales
nos dicen en que consiste una vida buena, y como conseguirla. (Otra cosa diferente, y
bastante complicada, es que nos pongamos de acuerdo en que es eso de “Vida Buena”)
6. Tener normas morales es universal. Respecto a las normas que no son morales, está claro
que no todo el mundo tiene que seguirlas. Las normas de circulación no atañen a un gran
número de personas (a las que no tienen coche) igual que las normas de la repostería no le
interesan a quien no cocina. Pero seguir normas morales es algo que hace todo el mundo.
Y esto es así porque todos están interesados en vivir una vida lo mejor posible, lo más
buena posible. (Esta es una idea que ya explicaba Savater en el primer capítulo de su libro)
2. Son conocidas a través de la revelación - textos escritos por profetas a los que Dios ha
comunicado la verdad- o las poseemos de manera innata - desde que nacemos
poseemos una clara noción de lo que es el bien y el mal -.
3. Desde esta perspectiva el orden social que preserva la moral es el querido por Dios.
El hecho moral es la voluntad de acatar la ley de Dios y nuestros actos se juzgan no
sólo aquí en la Tierra sino tras la muerte en un juicio post-morten.
4. Son morales de inspiración religiosa. Según éstas las normas morales son absolutas e
inmutables.
4. Son morales naturalistas. Hay que distinguir entre las éticas naturalistas de la
antigüedad y las que se desarrollan a partir del darvinismo. Las primeras defienden el
carácter absoluto e inmutable de las normas. Las segundas admiten un cierto cambio y
evolución.
3. Desde esta perspectiva el hecho moral es la puesta de manifiesto por parte de las
personas del acuerdo o desacuerdo con el orden social existente. Así, puede buscar el
mantenimiento del orden social existente, su reforma o incluso su destrucción y
sustitución por uno nuevo.
Parece, pues, que las normas morales son tales porque apelan a unos valores que las
trascienden (están más allá), pero que en definitiva son lo que les da sentido. Aunque el
término valor surge en el ámbito económico para referirse a aquello que valía o tenía un
precio, rápidamente se extendió a todos los campos de la actividad humana. Así, hablamos de
la belleza de una obra de arte (valor estético), de la santidad de una persona (valor religioso),
de la justicia de una ley (valor jurídico)... pero sobre todo, hablamos de la bondad de una
persona o un acto (valor moral). Todos los valores:
Tienen polaridad: a todo valor, entendido como algo valioso (y por tanto deseable), le
corresponde un valor negativo o desvalor. Todos los valores se constituyen en parejas de
opuestos en las que uno tiene carácter positivo y el otro carácter negativo: a la belleza le
corresponde la fealdad; a lo justo, lo injusto; a la 8 bondad la maldad...
Tienen carácter ideal: los valores, en tanto que fines u objetivos de las normas, señalan
nuestros ideales, lo que creemos que es valioso y digno de alcanzarse. En este sentido,
pertenecen al ámbito del deber ser (lo preferible), no al que de hecho es: la norma “ No debes
matar” señala un valor, aunque existan maltratos, vejaciones... Nos sólo hay una disonancia
entre lo que es y lo que debería ser, sino también entre lo que las personas de distintas culturas
y épocas consideran valioso y digno de darse.
Aunque todas las culturas tienen un conjunto de normas que reflejan sus valores, hay
numerosos indicios de que estos varían de una cultura a otra. Por ello, muchos autores han
cuestionado la universalidad de normas y valores, y han sostenido que son subjetivos y
particulares de cada época o grupo humano. Sin embargo, ya hemos dicho que una cosa es el
plano de lo que es y otra, muy distinta, el de lo que debería ser.
Por esta razón, otros autores defienden que no todo lo que de hecho se considera un valor en
realidad lo es. Por lo tanto, la diversidad de valores en el plano de lo que es no demuestra que
esta diversidad también se de en el plano de lo que debe ser. ¿Son los valores objetivos o son
sólo apreciaciones de una persona o grupo social?
Teoría objetivista: los valores son cualidades o propiedades que están en las cosas, por tanto,
son objetivos: no los inventa el ser humano, sino que los descubre en lo que le rodea. Max
Scheller es uno de los filósofos que más ha defendido esta idea: aunque los valores no pueden
identificarse con los objetos valiosos si residen en ellos
2.4.1 Definición.
Conciencia moral es el conjunto de esquemas y normas que hemos adquirido a través de
nuestra educación, familia y medio social, y que mantenemos en el momento de emitir un
juicio moral.
b) Se encuentra con una moral establecida que se le inculca desde tantos ámbitos
que, a veces, actúa siguiéndola como si en realidad fuera una conducta instintiva
o espontánea.
c) Por muy fuerte que sea el peso de la tradición y las costumbres, de la influencia
social, en último término siempre es la persona la que elige - aunque no por ello
deje de acusar esa fuerte influencia -.
NORMA MORAL
Motivos
Circunstancias concretas ESTRUCTURA
Intenciones
Medios
Resultado
¿Cómo se realiza la valoración?: La conciencia moral se informa de las circunstancias
Consecuencias
concretas y con ayuda de las normas valora los distintos elementos de la estructura del hecho
y emite un juicio.
Pero nosotros defendemos otra teoría distinta que arriba hemos especificado. En este caso
describimos cómo se da la toma de conciencia moral en una persona. Veremos que es de
forma similar a cómo se dio en los primeros seres humanos.
e inicia una reflexión sobre las normas que le llevará la aceptación o el rechazo crítico y
consciente de ellas.
Toda forma de “obediencia ciega” –que también puede ser colectiva- pertenece a este tipo
de moral infantil y rudimentaria.
8
El criterio moral en el niño, 1932
https://www.youtube.com/watch?v=9Wj46NgKWOo
No es de extrañar que los bebés sean impacientes o egocéntricos. Su cerebro se tiene que
desarrollar muchísimo. Poco a poco, a medida que experimenten con el mundo, irán
aprendiendo. Lo que Piaget observó es que este es un proceso biológico, y que se produce a
saltos, esto es, en determinados momentos los niños adquieren formas de pensar que
cambian su manera de ver el mundo, y que les permiten avanzar de manera exponencial.
Por ejemplo, en un momento dado adquirirán el lenguaje, y en otro momento, sobre los
diez o doce años, empezarán a hacer operaciones abstractas y a hacer razonamientos
deductivos como los siguientes:
En una mesa hay tres sombreros negros y dos blancos. Tres señores en fila india se
ponen un sombrero al azar cada uno y sin mirar el color.
Se le pregunta al tercero de la fila, que puede ver el color del sombrero del segundo y
el primero, si puede decir el color de su sombrero, a lo que responde negativamente.
Se le pregunta al segundo que ve solo el sombrero del primero y tampoco puede
responder a la pregunta.
Por último, el primero de la fila que no ve ningún sombrero responde acertadamente de
qué color es el sombrero que tenía puesto.
¿Cuál es este color y cuál es la lógica que uso para saberlo?
Inició sus trabajos hacia 1960 presentando a la gente “dilemas morales”, casos conflictivos, y
clasificó las respuestas que, ante ellos, daban las personas. De esta manera llegó a determinar
hasta seis etapas que se corresponden a tres niveles distintos de moralidad.
Se respetan las normas sociales sobre lo que es bueno o malo atendiendo únicamente a sus
consecuencias –premio o castigo- o al poder físico de los que las establecen. Se distinguen 2
estadios:
Se vive identificado con el grupo y se intenta cumplir bien el propio rol: responder a las
expectativas de los demás y mantener el orden establecido, es decir, el orden “convencional”.
Hay un esfuerzo por definir valores y principios de validez universal, es decir, por encima de
las convenciones sociales y de las personas que son autoridad en los grupos. El valor moral
reside en la conformidad con esos principios, derechos y deberes que pueden ser universales.
El ejemplo más claro que Kohlberg ofrece para distinguir entre los niveles es el de tres
soldados involucrados en la matanza de los civiles de Mylai (Vietman) Kohlberg
analiza el pensamiento moral de Paul Meadow, soldado; William Calley, oficial, y
Michel Bernhardt, soldado.
Meadow recibió órdenes de su oficial, Calley, para disparar sobre los civiles, y las
cumplió. Justificó su comportamiento diciendo que su deber era el de obedecer órdenes y
que si no cumplía con su deber, hubiera sido castigado. Además, mantuvo que era justo
matar a los civiles para compensar la muerte de algunos soldados americanos.
Calley, el oficial encargado, sostuvo que tenía órdenes y que se esperaba de él que las
cumpliera. Quería ser un buen oficial. Pertenece al mando superior dictar quién es el
enemigo. Su deber se limitaba a cumplir las órdenes de arriba, no a discutirlas. Lo bueno
y lo justo está definido por los oficiales superiores, y si él no estuviera de acuerdo, sólo
protestaría después de haber cumplido órdenes.
Bernhardt no cumplió las órdenes de Calley, y disparó al aire. No entendía por qué tenía
que matar a los civiles, y para él lo importante no era cumplir órdenes, sino que primero
tenían que ser justas y razonables. Bernhardt se guiaba por principios morales,
comentaba que los civiles tenían derecho a seguir viviendo.
Kohlberg señala que en este caso el “conflicto moral” no era difícil de resolver: las leyes
militares y la ley internacional prohíben maltratar a los civiles, y cualquier individuo que
hubiera estado en el estadio 5 de desarrollo moral hubiera considerado la orden como
ilegal. Pero los juicios morales tienden a ser un reflejo del modo habitual de pensar y
enjuiciar moralmente, y eso es lo que sucedió aquí9.
2.5.1 La Ética.
La Ética es la disciplina que estudia la moral.
Pero también podemos analizarla en su contenido, es decir, tomar los distintos códigos
morales existentes para reflexionar sobre sus propuestas concretas -sus normas- y así poder
valorarlos y enjuiciarlos.
Los sistemas éticos surgen como una reflexión crítica sobre estas costumbres y tradiciones
planteándose su validez y su fundamento. Se iniciarían preguntándose ¿Qué es el bien?, ¿Qué
es la justicia?, ¿Qué es la felicidad?, ¿Cómo se deben reglar las relaciones entre las personas
en la sociedad? Todas estas cuestiones se entrelazan con reflexiones de carácter político
(modelo de organización social) y antropológico (distintas formas de considerar qué es el ser
humano: igualdad o diferencias en función de raza, sexo, nacionalidad, etc.)
9
Meadow se encontraba en el nivel preconvencional; Calley en el convencional y Bernhardt en el
postconvencional.
1. Parte de un código moral establecido con el que está de acuerdo y entonces intenta
justificar racionalmente los contenidos de un código moral desde un criterio
general válido para todas las normas que lo componen.
La reflexión ética se inicia con los sofistas, denominación que procede del griego sophisté,
sabio. Se trataba de un grupo de maestros de retórica, oratoria y dialéctica que ejercieron su
actividad en los siglos V y IV a. C.
Un rasgo común a los sofistas fue el relativismo cultural y moral. En sus múltiples viajes
habían contemplado que, en ocasiones, lo que en una polis estaba bien considerado en otra
estaba muy mal visto, de modo que identificaron la moral como una simple convención (es
decir, como un acuerdo entre los miembros de una comunidad). Como consecuencia de ello,
negaron la existencia de principios morales con validez universal, pues cada sociedad
establecía sus convenciones morales según sus intereses económicos, políticos, culturales,… y
estos eran distintos en diferentes lugares.
Entre los sofistas destacó la figura de Protágoras de Abdera, conocido sobre todo por su
sentencia: <<El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto son, y de las
que no son, en cuanto que no son>>, interpretada como expresión de un pensamiento
relativista.
En oposición al relativismo moral y cultural de los sofistas encontramos al filósofo Sócrates,
quien presenta la primera teoría ética que defiende la existencia de valores objetivos y
universales (como el bien y la justicia). Sócrates mantuvo, consecuentemente, que el objetivo
de la filosofía era la búsqueda, mediante el ejercicio de la razón, de las verdaderas
definiciones de los conceptos éticos.
Según Sócrates, si una persona adquiere completa comprensión acerca del bien, ello tendrá
como consecuencia que actúe bien. Así, el conocimiento del bien conlleva su práctica, pues
uno descubre que hacer el bien es lo mejor tanto para sí mismo como para los demás. El que
actúa mal lo hace por ignorancia o desconocimiento (Intelectualismo moral). Empleaba un
método de preguntas y respuestas que denominaba mayéutica en alusión al oficio de su
madre (partera).
En busca de la felicidad
Las éticas que consideran la felicidad (eudaimonía, en griego), en el fin de la vida humana
y el máximo bien al que se puede aspirar son eudemonistas. Ahora bien, decir, que el ser
humano anhela la felicidad es no decir nada, pues cada uno entiende la felicidad a su
modo.
La felicidad es prudencia
Aristóteles (siglo IV a. C.) fue uno de los primeros filósofos en defender el eudemonismo
ética. Pero ¿qué entendía por felicidad? Todos los seres tienden por naturaleza a un fin.
Como lo esencial es su capacidad racional, la máxima felicidad del ser humano residirá en
la vida contemplativa, es decir, el ejercicio de la razón, en el conocimiento de la
naturaleza y de Dios, y en la conducta moral prudente. A más
sabiduría, más posibilidades de elección, siempre recurriendo a la mediación de la
prudencia (phrónesis).
Para lograr la felicidad, el ser humano debe emplear dos facultades: el entendimiento y la
voluntad. Con el entendimiento encontramos la manera correcta de actuar y con la
voluntad la ponemos en práctica. Esa manera correcta de actuar de acuerdo con nuestra
naturaleza para alcanzar la felicidad es la virtud.
Según Aristóteles, <<la virtud es un hábito o disposición a hacer el bien que se adquiere
con la práctica>>. La razón define la virtud como un término medio entre los vicios de los
extremos. No se trata de una media aritmética entre cantidades, sino del ejercicio de la
moderación, afinado por la experiencia.
La felicidad es placer
La palabra hedonismo proviene del griego hedoné, que significa “placer”. Se considera
hedonista toda doctrina que identifica el placer con el bien y que concibe la felicidad en el
marco de una vida placentera. Los cirenaicos formaron una escuela iniciada por un discípulo
de Sócrates, Aristipo (435 a. C.). Según este filósofo, la finalidad de nuestra vida es el placer
entendido en sentido positivo como goce sensorial. También el epicureísmo identifica placer
y felicidad. Sin embargo, a diferencia de los primeros, define el placer como mera ausencia de
dolor y perturbaciones. Esta serenidad y tranquilidad del alma (ataraxia) es el objetivo que
debe perseguir todo ser humano y es la verdadera esencia de la felicidad. Pero ¿de qué modo
es posible alcanzarla? Según Epicuro, mediante un cálculo exacto de placeres que tenga en
cuenta que un placer hoy puede ser un dolor mañana y, en cambio, lo que hoy se presenta
con dolor puede anunciar un próximo bien.
El utilitarismo es una doctrina ética muy cercana al eudaimonismo y el hedonismo, puesto que
vincula la felicidad al placer, pero surgió mucho después, en la Inglaterra de los siglos XVIII y
XIX. Fue fundada por Jeremy Bentham (1748 – 1832) y desarrollada por John Stuart Mill
(1806 – 1873).
La tesis central de esta corriente es el principio de utilidad, según el cual el acto moralmente
correcto es aquel que proporciona mayor placer o felicidad al mayor número de personas. El
placer es, por tanto, un bien común o bien general.
Bentham quiso fundar una ética científica a partir del cálculo cuantitativo de los placeres y
dolores (según su grado de intensidad, duración, certidumbre,…). Creyó que con esta
información se podría establecer una reforma social encaminada a lograr la mayor felicidad
posible para el mayor número posible de personas. Stuart Mill, sin embargo, entendió que los
placeres humanos también deben distinguirse por su cualidad, y habló de placeres inferiores
y superiores, e identificó los segundos como aquellos que promueven el desarrollo moral e
intelectual del ser humano.
En busca de la justicia
Las teorías que se conocen como éticas de la justicia son aquellas que hacen hincapié en la
imparcialidad, al considerarse esta una condición indispensable de la misma.
Para entender esto, hemos de abordar primero su distinción entre la materia y la forma
de la ética. La materia de la ética es su contenido (preceptos, valores, fines,…); la forma es
su función moral, su intención de guiar la conducta humana. La ética kantiana tiene solo
forma y por eso aspira a ser universal: no hay en ella contenido que pueda ser rechazado
por alguna razón.
Además, las éticas materiales emplean imperativos hipotéticos y la ética formal utiliza
imperativos categóricos:
Un imperativo hipotético es un mandato con un contenido concreto que tiene validez si nos
conduce a un fin.
Un imperativo categórico se cumple no para conseguir un fin, sino con buena voluntad, por
mero respeto al deber, independientemente de si son buenas o no las consecuencias.
Kant ofrece tres formulaciones del imperativo categórico, de las cuales ofrecemos aquí dos:
a) << Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre como ley universal
>>, es decir, será moral aquella norma que pueda convertirse en un deber universal.
b) <<Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de
cualquier otro, siempre con un fin y nunca meramente como un medio. >>
Retomando la idea socrática del diálogo racional para alcanzar la verdad y, a la vez, la idea
kantiana según la cual solo tiene validez la norma que se pueda convertir en ley universal, el
filósofo alemán Jürgen Habermas defendió la ética discursiva o del diálogo. Habermas
sostiene que una norma moral será buena cuando, como resultado del consenso y si coacción
ni discriminaciones, alcanza el libre consentimiento de todos aquellos a los que tal norma
concierne.
El diálogo debe tener, entre otros, los siguientes requisitos:
Todos los afectados por una determinada norma deben participar en el diálogo.
Todos deben tener las mismas oportunidades de argumentar su postura.
No puede existir coacción de ningún tipo.
El velo de la ignorancia
John Rawls (1921 – 2002), filósofo estadounidense, motivado por los mismos principios de
imparcialidad y universalidad que hemos visto en las éticas de Kant y Habermas, en su obra
Teoría de la justicia optó sin embargo por partir de un recurso enteramente artificial al que
denominó la posición original.
Se trataba de plantear una situación hipotética en la que una serie de personas tendrían que
establecer las normas de convivencia que iban a ordenar la sociedad de la que ellos también
iban a formar parte, pero con la salvedad de que tenían que diseñar dichas normas sin
conocer las características de ninguno de sus miembros (etnia, sexo, religión…) ni el lugar que
iban a ocupar ellas mismas en dicha sociedad.
Este desconocimiento recibe el nombre de velo de ignorancia, y pretende garantizar la
imparcialidad de los legisladores. De este modo, la situación ideal de diálogo que hemos visto
anteriormente queda aquí relevada por la posición original, que presume que si quienes
tienen que hacer las leyes que van a gobernar la sociedad no supieran después qué clase
social o trabajo les iba a tocar desempeñar a ellos, mirarían de que nadie en su modelo de
sociedad saliera perjudicado, con lo que garantizaría que todo el mundo tuviera unos mínimos
reconocidos y respetados.
De este modo, cabría esperar que se acordaran una serie de derechos básicos para todo el
mundo, tales como la libertad de pensamiento, de expresión o de asociación, así como
atención a los menos aventajados de la sociedad, lo cual contribuiría a definir una auténtica
ética de la justicia.
ÉTICA APLICADA
La ética aplicada se encarga de analizar y dar respuesta, a partir de las propuestas de las
distintas teorías éticas, a las cuestiones concretas con que nos vamos encontrando en la vida
cotidiana, tanto en el ámbito personal como social.
El desarrollo tecnológico ha superado algunas barreras materiales que se consideraban
inalcanzables, y con ello ha trastocado ciertas convenciones morales que se daban por
inalterables. Al hacerse posible llevar a cabo acciones que antes nunca se habían ni
imaginado, surgen nuevos interrogantes acerca de la conveniencia o no de poner en práctica
dichas posibilidades, y hasta qué punto. En la actualidad, esta disciplina ha adquirido una
importancia creciente en campos tan diversos como la investigación científica, el mundo de la
empresa, las relaciones con el medio ambiente, los comportamientos profesionales, etc.
Bioética
La bioética es una de las ramas de la filosofía de mayor actualidad, puesto que se ocupa de los
dilemas morales suscitados por el desarrollo de las tecnologías médicas y biológicas aplicadas
al ser humano. La manipulación de nuestros componentes genéticos ha inaugurado una vía de
investigación que puede deparar consecuencias beneficiosas para la humanidad. Sin embargo,
los mismos avances científicos tienen aspectos polémicos, que muchas personas consideran
inmorales.
Las cuestiones que una bioética debería considerar son muchas: ¿tienen los padres autoridad
ética para decidir el sexo de sus futuros hijos? ; ¿es lícito alterar la dotación genética de los
que todavía no han nacido, aunque ello pueda favorecerles?
También la bioética debe pronunciarse acerca de otros aspectos relacionados con la práctica
médica habitual: ¿debe un médico decir siempre la verdad a sus pacientes?; ¿hasta cuándo
debe alargarse artificialmente la vida biológica?...
Ética ambiental
El maquinismo y la industrialización resultaron decisivos para la mejora de las condiciones
materiales de vida de nuestra especie, pero provocaron graves daños en numerosos
ecosistemas naturales y, además, iniciaron un proceso de calentamiento global que amenaza
con un cambio brusco del clima global, seguramente desastroso. Como reacción a este
atropello surgió, en la segunda mitad del siglo XX, una conciencia ecológica ampliamente
extendida en nuestros días.
Los humanos han influido en su entorno natural desde la más remota antigüedad, como por
ejemplo, el impacto que tuvo sobre el medio la invención de la agricultura, en el Neolítico. Esa
acción transformadora seguirá en el futuro porque el hombre seguirá recurriendo a la
naturaleza para proveerse de las materias primas que necesita. El reto estriba en aplicar
prácticas no destructivas, basadas en nuevas tecnologías, y que puedan combinarse con el
debido respeto a la necesidad moral de mejorar las condiciones materiales de vida de las
personas.
Ética política
En las sociedades democráticas, el ejercicio del poder supone una delegación de la soberanía
popular y está sometido a las leyes, que establecen los límites de actuación tanto de las
instituciones como de los particulares. Estas limitaciones impiden que una persona o grupo
pueda perpetuarse en el poder de modo despótico, pero, a pesar de ellas, las decisiones de
los políticos no dejan de afectar a la vida y la dignidad de quienes les han confiado la dirección
de los asuntos públicos.
La discusión ética acerca de la actividad política plantea algunas cuestiones controvertidas.
Incluso dando por supuesto que el objetivo del gobernante es procurar el bien común y no
aprovecharse del cargo para su beneficio personal, cabe preguntarse qué prácticas son
aceptables y cuáles no a tales efectos.
Una de las preocupaciones más habituales en el ámbito de la ética política es la de cómo
impedir, o dificultar al menos, la posibilidad de corrupción en aquellos que ostentan el poder.
La reflexión ética trata también en la actualidad de establecer principios que regulen la buena
práctica del ejercicio del poder.
Ética e Internet
La aparición de las nuevas tecnologías de la información ha dado lugar a numerosas
discusiones acerca de cuál sería la manera adecuada de enfocar los problemas éticos que se
plantean al respecto. Cuestiones como el derecho a la privacidad y la intimidad, la piratería y
el respeto a los derechos de autor, etc.
Para algunos se hace cada vez más evidente que la definición de lo que se podría considerar el
comportamiento ético a través de Internet requiere un tratamiento diferenciado, en la
medida en que el espacio virtual supone un marco absolutamente distinto de todos los
ámbitos en los que hasta ahora habían trabajado las diversas teorías éticas.